Proyecto ii parte i
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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA UNIVERSIDAD BICENTENARIA DE ARAGUA
VICERRECTORADO ACADÉMICO FACULTAD DE CIENCIAS ADMINISTRATIVAS Y SOCIALES
ESCUELA DE PSICOLOGÍA VALLE DE LA PASCUA, ESTADO GUÁRICO.
ASIGNATURA: PROYECTO II
BAJA AUTOESTIMA EN LOS ADOLESCENTES. UNA MIRADA DESDE LA INCIDENCIA DE LA APARIENCIA FÍSICA Y EL ENTORNO SOCIAL
Autora
Ruba Kiwan C.I.26.620.769
Noviembre de 2017
INTRODUCCIÓN
Todo individuo está inmerso en un entorno, interactúa con este medio que
lo rodea, generando respuestas y recibiendo estímulos, que es recíproco producto
de su interrelación. Desde esa visión, se encuentra el entorno social
específicamente, el cual involucra personas e individuos, los cuales tienen esa
capacidad innata de relacionarse, porque poseen el instinto gregario, propio de
todo ser humano. No obstante, el o la adolescente como individuo también se
relacionan con el medio que les rodea, no pueden quedar ajenos a su influencia y
muchas de sus acciones son el resultado de su interrelación, sea cual fuere la
naturaleza de ésta.
Ante estas situaciones, es conveniente parafrasear a Banfield y McCabe
(2002), quienes han señalado que en los últimos años la imagen corporal ha
tomado un inmenso auge en las sociedades modernas, muchas de las cuales han
creado toda una subcultura basada en la percepción y la importancia de la imagen
ideal. De igual forma, los referidos autores han resaltado la influencia de los
medios de comunicación y la presión social entre los factores de mayor influencia
para seguir una imagen ideal, que en muchas ocasiones es imposible o difícil de
alcanzar.
Por consiguiente, la imagen corporal constituye la base de muchos estudios
desde el punto de vista sociológico, manifestando, en virtud de que la percepción
de la misma es uno de los factores de riesgo asociado no solo a la agresividad,
actitudes violentas, depresión, tristeza, ideas y tentativas de suicidio, síntomas de
inferioridad e incapacidad, problemas con el alcohol y las drogas, sino también
trastornos de la conducta alimentaria como la anorexia y la bulimia, consumismo y
compras compulsivas hasta timidez extrema y dificultades para la interacción
social. Por consiguiente, las conductas relacionadas con la imagen corporal, se
encuentran fuertemente influidas por el aprendizaje, el medio sociocultural y a
veces es difícil diferenciar lo que es moda, costumbre o patología, ya que esta
última se construye en una historia singular y adquiere su perfil nosológico
diferencial y específico en relación con el contexto de su producción. Por otra
parte, el grado de aprobación que una persona tiene respecto de sí misma o
autoconcepto abarca una peculiar articulación entre factores internos y externos,
es decir, a aquellos que provienen de la comparación de los ideales propios con
los determinados por personas significativas (padres y pares), entramados con los
ideales impuestos por la sociedad. Es importante, recalcar que, el desarrollo de los
niños entre 8 y 18 años no está solamente determinado por el crecimiento y los
cambios biológicos que experimentan en su cuerpo, sino también por su propio
temperamento y personalidad, las expectativas puestas en ellos por los adultos
con los que conviven, y las influencias sociales como antes mencionado.
Evidentemente, los jóvenes sufren innumerables cambios físicos en su
cuerpo, lo cual produce que su autoimagen corporal varíe a medida que lo hace su
cuerpo y no siempre estos cambios les agradan. Dichos cambios viene marcado
por modificaciones físicas muy aparentes que constituyen lo que se denomina
pubertad, la pubertad es un fenómeno físico que conviene diferenciar de la
adolescencia, la cual depende mucho de factores del ambiente social. Desde el
punto de vista físico y fisiológico, se produce transformaciones de una profundidad
y rapidez muy superiores a las de la etapa anterior.
Aunque es necesario acotar, que los cambios en el crecimiento no
constituyen los únicos fenómenos que se producen en la adolescencia, sin
embargo resultan los más llamativos a primera vista, porque son muy evidentes.
Además están estrechamente relacionados con los cambios sociales, pues son los
que van a posibilitar que los jóvenes se inserten en la sociedad adulta. Durante
este período los humanos alcanzan su capacidad reproductora, lo cual constituye
un índice esencial de la llegada a la etapa adulta. Aunado a que, no solo implica
cambios físicos y emocionales para los propios adolescentes sino también
cambios en la organización y relaciones familiares. Aclarando, que hay distintas
etapas en la adolescencia y cada una trae consigo sus peculiaridades particulares.
Es de allí que, la condición humana de vivir en sociedad implica una influencia
insoslayable del entorno en el psiquismo de la persona. Resaltando que, a través
de las relaciones con los otros se gestarán las más importantes herramientas y
características de cada uno de nosotros. Por lo que, la relación con otro es la base
para la construcción de la autoestima, de la identidad y el desarrollo personal en
general. Cuestionamientos que son imprescindibles dilucidar a través del presente
proyecto: Baja Autoestima en los adolescentes. Una mirada desde la incidencia de
la apariencia física y el entorno social. Ajustando que el proceso de desarrollo
físico es bastante complejo, por lo que es importante establecer como la
apariencia física trae consigo efectos en la autoestima del adolescente, así como
la sociedad.
EL PROBLEMA
Planteamiento del Problema
La adolescencia es una etapa muy compleja en la vida de toda persona,
porque es en ella, donde la autoestima tiene un papel determinante. En esta
etapa, las relaciones interpersonales son esenciales para desarrollar una
adecuada competencia social y, por tanto, tener una buena autoestima. Al mismo
tiempo, es imprescindible para el joven, la necesidad de sentirse aceptado. Es
decir, ser miembro de un grupo social para poder construir su propia identidad
psicosocial, con la que enfrentarse al mundo, sentirse parte de un grupo, lo
obligan en cierta manera a desprenderse de su verdadera personalidad. Por lo
que, el adolescente tiene una elevada necesidad de resultar “atractivo”, según los
estereotipos impuestos por la sociedad, como “parámetros de belleza”, que en
cierta manera, marcan la tendencia y la forma de ser de los individuos.
Es, precisamente en esa etapa de la vida, en el que si el adolescente no se
valora a sí mismo, o no tiene una identidad y personalidad bien solida, tendrá
dificultades en sus habilidades sociales y a aceptarse así mismo, en transmitir el
mensaje acerca de sí mismo y acabará modificando la valoración que el grupo
social haga de dicho adolescente. Por otro lado, si el adolescente tiene una
elevada autoestima, tiene más aspiraciones, más autoconfianza y sin dificultad
para plantearse metas, podrá enfrentar cualquier obstáculo, adversidad y se podrá
ajustar a la sociedad, pero esta vez, de acuerdo a sus criterios y principios. Ahora
bien, normalmente, la autoestima en los adolescentes de ambos sexos no suele
ser alta, precisamente, porque es un período muy crítico de la vida de estas
personas con un efecto muy significativo en su autoestima.
Ante esto, cuando los adolescentes no se sienten aceptados por su grupo
de amigos, no se sienten atractivos tanto para sí mismos como para los otros, no
saben cómo afrontar este período, con lo cual incide en la autoestima y la
disminuye. De hecho, adolescentes con problemas de acné, de exceso de peso,
que piensa que un amigo/a le ha decepcionado, traicionado o le ha
desconsiderado, disminuye rápidamente su autoestima, según estudios realizado
por Banfield y McCabe (2002). Al mismo tiempo, es un período de construcción de
una identidad propia, es una etapa en el que la persona necesita construir gran
parte de su identidad. Pero, si el adolescente tiene baja autoestima no dejará
mostrar su YO, por miedo a que otros le rechacé.
De esta manera, lo que suele ocurrir es que muchos adolescentes crean
una primera identidad basada, sobre todo, en las expectativas que los demás
tienen acerca de si mismo, para que, pueda sentirse aceptado en el grupo social.
Por tanto, el autoconcepto, la autoestima y la percepción de autovalía son tres
conceptos fuertemente relacionados entre sí. Tanto así, que el autoconcepto es un
sistema de creencias que el individuo considera verdaderas respecto a sí mismo,
las cuales son el resultado de un proceso de análisis, valoración e integración de
la información derivada de la propia experiencia y la retroalimentación de los otros
significativos (González-Pienda, Núñez, Gonzalez-Pumariega y García, 1997).
“Una serie de hallazgos han ofrecido apoyos para una perspectiva
multidimensional y jerárquica del autoconcepto, en el cuál se
integrarían tanto los aspectos descriptivos (o cognitivos) del sí
mismo, que se corresponden con la autoimagen, como los
valorativos (o afectivos), que se corresponden con la autoestima”
(ver Marsh y Craven, 2006).
En el autoconcepto se han distinguido los componentes físico, académico,
personal y social (Esnaola, Infante y Zulaika, 2011; Isiksal, 2010; Menjares,
Michael y Rueda, 2000; ver Shavelson, Hubner y Stanton, 1976). Como indican
Marsh y Craven (2006), el término autoestima se ha empleado principalmente para
referirse al componente global del autoconcepto que aparece en la cumbre de la
jerarquía, la cuál es más transitoria, dependiente del contexto e inestable que los
componentes específicos del autoconcepto. La relación de la autoestima con los
distintos componentes del autoconcepto (físico, académico, personal y social) se
ha visto apoyada en la validación para población española de la Escala de
Autoestima de Rosenberg (RSES; Rosenberg, 1989; ver Martín Albo, Núñez,
Navarro y Grijalvo, 2007). Cuando se analiza el efecto de las contingencias de
reforzamiento en la autoestima, se encuentra que ésta fluctúa en respuesta a
aquellos acontecimientos que a lo largo del desarrollo del individuo han ido
adquiriendo un valor de contingencia para su percepción de autovalía.
Así, las contingencias de autovalía se definen como la relativa importancia
que tienen los distintos acontecimientos para la consideración que los individuos
tienen de sí mismos. Crocker et al. (2002) muestran que los incrementos y
decrementos en la autoestima de los jóvenes en respuesta a sus éxitos y fracasos
dependen, en concreto, de si éstos se producen en las circunstancias vitales que
son contingentes a su percepción de autovalía.
Las reacciones afectivas son, a su vez, más intensas ante los éxitos y fracasos
que se producen en estas circunstancias que ponen en juego su autoestima
(Crocker et al., 2002, 2006).
La autoestima fluctúa, así, en función de las circunstancias específicas que
experimenta el individuo, y afecta de forma importante a su motivación. Al
depender su autoestima principalmente de los resultados que se producen en
ciertas áreas específicas, los jóvenes están motivados por obtener éxito y no fallar
en su consecución, experimentando las emociones positivas intensas y elevada
autoestima que resultan del éxito, y evitando las emociones dolorosas y baja
autoestima que resultan del fracaso (Crocker et al., 2002; Crocker, Brook, Niiya y
Villacorta, 2006). Según el análisis de Dubois y Tevendale (1999), los jóvenes
tienden a realizar aquellas conductas que satisfacen sus contingencias de
autovalía, lo que facilita la obtención de resultados positivos que les provocarán
emociones positivas y contribuirán, a su vez, a fortalecer su autoestima en las
áreas implicadas (Dubois y Tevendale, 1999).
Mientras que, cuando los jóvenes con menor autoestima experimentan
fracaso en áreas que son relevantes para su autoestima, llevan a cabo un
afrontamiento menos eficaz. Así, tienden a sobregeneralizar los fracasos (Kernis,
Brockner y Frankel, 1989) y dirigen sus conductas a evitar las emociones
negativas que éstos les producen (Park y Maner, 2009). Como indican Crocker y
Wolfe (2001), el individuo que desde edades tempranas aprende respuestas de
evitación para afrontar experiencias que le producen emociones negativas puede
llegar incluso a tener dificultades para afrontar eficazmente estas situaciones, lo
que hace probable que los fracasos se repitan, retroalimentando así una baja
autoestima.
Por lo antes expuesto, la autoestima es un factor crítico que afecta al
ajuste psicológico y social. Así, niveles bajos en la autoestima o autoconcepto de
los jóvenes se han asociado con una serie de síntomas psicopatológicos (para una
revisión, ver Garaigordobil et al., 2008); entre otros, con reacciones de ansiedad,
síntomas depresivos, desesperanza y tendencias suicidas, Una autoestima o
autoconcepto bajos también son frecuentes en los jóvenes que tienden a la
procrastinación o demora innecesaria en la realización de tareas (Ferrari y Díaz
Morales, 2007) y en aquellos que manifiestan conductas agresivas (Garaigordobil
y Durá, 2006; Robins et al., 2010), conductas antisociales, violencia escolar y
violencia relacional. Se ha encontrado que los adolescentes que muestran una
baja autoestima tienden también a un incremento en el consumo de alcohol
(Scheier, Botvin, Griffin y Díaz, 2000; Zimmerman et al., 1997). Becker y Grilo
(2006).
En concreto, la investigación muestra que una autoestima baja en los
contextos familiar y escolar, y una autoestima alta en el contexto de relación con
iguales, se asocian con un mayor consumo en adolescentes y actúan como
variables mediadoras de la influencia del funcionamiento familiar sobre el consumo
encuentran que una baja autoestima en el contexto familiar predice conductas de
experimentación con alcohol y drogas. Otros hallazgos han mostrado también que
los jóvenes que se sienten poco valorados por sus padres presentan un mayor
consumo de drogas ya desde la preadolescencia (Pinazo, Pons y Carreras, 2002.
Por otra parte, los jóvenes con baja autoestima se caracterizan también
por presentar una peor salud física (William, Chan, Chung y Chui, 2010). Entre las
actitudes y conductas que se asocian a baja autoestima o autoconcepto y son un
riesgo para los problemas de salud destacan un menor rechazo en las
adolescentes a mantener relaciones sexuales sin protección (Salazar et al., 2004),
y trastornos de anorexia y bulimia (Gila, Castro, Gómez y Toro, 2005; Stein y
Corte, 2003). Esta mayor presencia de problemas de salud asociados a baja
autoestima en mujeres adolescentes puede explicarse por el ambiente
sociocultural que pone a éstas en más riesgo que a los varones de sufrir
dificultades asociadas a los cambios físicos de la pubertad (Kling et al., 1999).
La autoestima se gesta, afianza y alimenta a partir de tres pilares:La
significación familiar, El logro de los objetivos y el amor/aprobación de las
personas significativas que nos rodean. En base a la autoestima que poseamos en
cierto momento potenciaremos o anularemos nuestra capacidad de desarrollar las
habilidades internas o de relación y aumentar así el nivel de seguridad en uno
mismo. El ámbito donde comienza a formarse la autoestima es por supuesto el
seno familiar, donde se incorporan los valores, reglas y conceptos. A esto se
refiere significación familiar, posteriormente el resto de nuestro entorno ampliado,
compañeros de juego y escolares, profesores, entre otros. Colaborará a formarla,
rectificarla o reforzarla.
De igual manera, es importante reconocer que, a veces la autoestima de
un individuo se forma a partir de los comentarios lenguaje verbal y las actitudes de
las demás personas hacia él, que le comunicarán un mensaje acerca de él mismo.
Este reconocimiento y cómo se produzca tendrá un papel importante en lo que
hace a los desajustes de la imagen en relación a la sensación de bienestar y de la
construcción de una relación satisfactoria o insatisfactoria con el propio cuerpo, ya
que la autoestima se forma a partir tanto de los comentarios como de las actitudes
del entorno hacia la persona. En relación a la imagen, podemos decir que el nivel
de autoestima se relaciona con la percepción de sí mismo en comparación con los
valores personales, que son los que se desarrollan durante el proceso de
socialización, en la primera infancia.
Puesto que, el rápido desarrollo de las sociedades junto a la
multiplicidad de influencias interculturales que se han producido, han propiciado
una situación de confusión de valores, a las que los y las adolescentes son
especialmente sensibles. Pueden sentirse en ocasiones escasos de ese marco de
referencias que les permita tomar decisiones adecuadas sobre su propia
conducta. La adolescencia es una época en que los individuos se hacen cada vez
más conscientes de sí mismo y que forjando su individualidad crean un sistema de
valores aprendiendo del rol personal y social que requieren para la vida adulta.
Este proceso de construcción que señala el tránsito de la infancia al mundo adulto
suele ir acompañado de una situación de desequilibrio e inestabilidad, que
perturba al o la adolescente y que también afecta a la familia. En este momento se
habla de una “crisis de adolescencia” la cual varía de acuerdo al temperamento
del o la adolescente, de la personalidad de sus padres, de la calidad de la familia y
de las características del medio.
Sin embargo, es indiscutible que dificultades en la familia constituyen
factores de riesgo para la desviación del comportamiento de los y las
adolescentes, aunque no es determinante la familia puede constituir un factor de
riesgo a través de la práctica de estilos y/o pautas educativas inadecuadas, déficit
o exceso de disciplina, excesiva implicación o demasiado autoritarismo. La baja
comunicación familiar, la inconsistencia en las normas, relaciones afectivas
inadecuadas, límites poco claros y expectativos poco realistas ponen en riesgo el
desarrollo del o la adolescente. Un problema específico en una familia como o es
el divorcio o separación conyugal provoca en los hijos, mayores problemas
académicos y de rendimiento escolar y un mayor consumo de sustancias
químicas. Los y las adolescentes tienden a presentar tristeza, vergüenza,
confusión, angustia y alejamiento de uno o ambos padres, con consecuencias
negativas para su desarrollo.
Por otro lado, la escuela, como agente socializador, desempeña un
papel importante en la formación de los y las adolescentes. Esta institución escolar
posee medios, procedimientos y métodos para mantener el orden y la disciplina,
los cuales son aplicados a aquellos que violan las normas que rigen el
comportamiento escolar (González, 1996). Los pares también ejercen influencia
en el o la joven, dependiendo del tipo de elección, estos grupos pueden afectarlo
negativamente, incitando y/o reforzando las conductas de riesgo ya presentes en
el o la adolescente. Es importante destacar que una situación puede ser de alto
riesgo en un momento de la vida del o la adolescente, y su influencia en éstos va a
depender por un lado de los logros del desarrollo personal del joven como la
adquisición de capacidades biológicas, psicológicas y recursos sociales que posea
y por otro de las condiciones del entorno de acuerdo al grado en que sean
protectoras, peligrosas, incapacitantes o capacitantes.
Su interacción con las potencialidades y destrezas personales
determinará en buena medida la vulnerabilidad del joven, así, las consecuencias
destructivas del riesgo variarán en relación a los procesos de maduración, las
condiciones de protección y los recursos personales para efectuar ajustes o
integraciones transformadoras de la situación.
Por último, es destacable que una autoestima baja durante la
adolescencia es un factor de riesgo para diversos problemas en la edad adulta. En
un estudio longitudinal, Trzesniewski et al. (2006) encuentran que los individuos
con baja autoestima en la adolescencia tienen un riesgo mayor de sufrir una peor
salud física y mental en la edad adulta, una peor proyección laboral y económica,
y una mayor probabilidad de verse implicados en actuaciones criminales, en
comparación con los adultos que presentaban una elevada autoestima cuando
eran adolescentes.
Este conjunto de hallazgos permite concluir que mejorar la autoestima
en adolescentes puede resultar útil para prevenir un amplio rango de problemas
de conducta, emocionales y de salud tanto en la propia adolescencia como en la
vida adulta. En el orden de las ideas anteriores, las interrogantes que guiarán el
curso de esta investigación estarán referidas a: ¿Es la baja autoestima un
problema para el desarrollo del adolescentes?, ¿Influye el entorno social en la
formación de la autoestima del adolescente?, ¿La discriminación por rasgos
físicos incide en la autoestima de los adolescentes? los ideales de su grupo social
intervienen por su apariencia física y su autoestima?, ¿Cuáles son los efectos del
bajo autoestima en el adolescente?
Objetivos de la Investigación
Objetivo General
Determinar la importancia de la autoestima en el desarrollo social del adolescente.
Específicos
Identificar los problemas de baja autoestima que influyen en el desarrollo correcto
del adolescente.
Detallar cómo interviene su entorno en la formación de la autoestima en el
adolescente.
Sugerir la autoaceptación y autovaloración del adolescente como clave para una
autoestima sano.
Mencionar cuáles son los efectos que media en su autoestima por el rechazo de
su apariencia.
Justificación de la Investigación
Considerando los objetivos antes descritos, y las premisas que tiene
este estudio, a manera de clarificar es posible expresar que no solo es
preocupante la baja autoestima que pueden presentar los adolescentes, sino
también la incidencia que tiene la apariencia física y su entorno social. Puesto
que, el hecho de no sentirse bien consigo mismo traerá un afecto negativo
para su salud mental, sino también en la forma en la que se comporta.
Sabemos entonces, que es una etapa muy compleja en la vida de toda
persona en la que la autoestima tiene un papel determinante.
La preadolescencia y los primeros años de la adolescencia son una
etapa en la que tomamos más conciencia de las celebridades y las imágenes
de los medios, así como del aspecto de otros niños y la forma en que
encajamos. Es posible que empecemos a compararnos con otras personas o
con imágenes de los medios ("ideales" que con frecuencia están retocados).
Todo esto puede afectar la forma en que nos sentimos respecto de nosotros
mismos y de nuestros cuerpos, incluso a medida que nos convertimos en
adolescentes. Puesto que, algunas personas tienen dificultades con su
autoestima y su imagen corporal al entrar en la pubertad, porque es una
época en la que el cuerpo atraviesa gran cantidad de cambios. Estos cambios,
en combinación con el deseo de sentirse aceptados por sus amigos, implican
que puede ser tentador que se comparen con los demás. El problema con
esto es que no todos crecen o se desarrollan al mismo tiempo ni del mismo
modo.
Dicho esto, en esta etapa, las relaciones interpersonales son
esenciales para desarrollar una adecuada competencia social y, por tanto,
tener una buena autoestima. Al mismo tiempo, es imprescindible para el
joven, la necesidad de sentirse aceptado. Es decir, ser miembro de un grupo
social para poder construir su propia identidad social con la que enfrentarse al
mundo, sentirse parte de un grupo. El adolescente tiene una elevada
necesidad de resultar atractivo. Es, en ese momento, en el que si el
adolescente no se valora a sí mismo, tendrá dificultades en sus habilidades
sociales, en transmitir el mensaje acerca de sí mismo y acabará modificando
la valoración que el grupo social haga de dicho adolescente. El no tener una
buena autoestima podría ser la base de cualquier conflicto, esta podría
generar inconveniente en todos los ámbitos de un individuo.
De allí pues, este estudio se considera relevante porque es indispensable
tener una autoestima sana, puesto que, genera más seguridad, confianza y el
poder de enfrentar las pruebas que surjan en la vida tanto en el ámbito laboral,
social y personal. Según Nathaniel Branden:
"La autoestima es la confianza en nuestra capacidad de pensar, en nuestra
capacidad de enfrentarnos a los desafíos básicos de la vida. La confianza en
nuestro derecho a triunfar y a ser felices; el sentimiento de ser respetables, de
ser dignos, y de tener derecho a afirmar nuestras necesidades y carencias, a
alcanzar nuestros principios morales y a gozar del fruto de nuestros esfuerzos."
Como ya hemos explicado, la autoestima es un factor de vital relevancia en el
desarrollo psicológico, moral y social del niño, así como en su rendimiento escolar,
y en general en todo su crecimiento personal. Además, tal y como se ha explicado
con anterioridad, el contexto de la escuela es de gran influencia en el desarrollo
tanto del autoconcepto como de la autoestima.
Por ello, a continuación presentamos una propuesta destinada a la educación, el
fomento y el correcto desarrollo de un autoconcepto realista, así como de una
autoestima adecuada y equilibrada en los adolescentes. Con la intención de hacer
conscientes a los niños de la idea que tienen de sí mismos, y ajustar la misma a la
realidad. Esto implica aceptar tanto las virtudes como los defectos, y valorar las
diferencias propias y de los compañeros.
CONCLUSIÓN
La autoestima es el sentimiento valorativo de nuestro ser en su totalidad
incluyendo los rasgos corporales, mentales y espirituales que conforman la
personalidad. Esta autoestima se va gestando desde la niñez, se aprende y se
puede modificar. Tiene varias dimensiones: física, afectiva, social, ética y
académica, que dan cuenta de diversas áreas de desempeño de la persona. La
autoestima nos indicará la idea, opinión o creencia que tiene una persona sobre su
carácter, su personalidad y su conducta, la valoración adecuada o no de lo que
tiene de positivo o negativo en todas las áreas tanto físicas como espirituales y
hace referencia netamente a la sensación de estar a gusto o disgusto consigo
mismo. Esta sensación a que hacemos referencia es quizás el aspecto más
representativo de la autoestima, ya que es la evaluación que llevamos adelante
sobre los valores y contravalores que advertimos en nosotros mismos, que
produce un sentimiento de admiración, respeto o dolor íntimos con respecto a
quiénes somos en relación a quiénes querríamos ser.
Se llama caricia a cualquier forma de reconocimiento físico, verbal más allá de que
sea positivo o negativo. Una caricia es una manera de comunicar sé que estás ahí
y este reconocimiento es fundamental para la vida psíquica, para sentir que uno
está bien y es valioso. En la medida que la distancia entre el sí mismo real y el sí
mismo ideal es poca, la autoestima es más sana. Cuando esta distancia se
agranda la autoestima baja y la persona se siente desajustada y desvalorizada en
relación al entorno. Lo interesante es que esto ocurre muchas veces más allá de la
respuesta real del entorno, porque tiene su base en las creencias individuales de
cada quien sobre sí mismo, que será lo que permita darle la significación de
positivismo o negativismo a las caricias que se puedan recibir de su círculos
social, ya que la autoestima constituye un marco de referencia desde donde se
interpreta la realidad externa así como las propias experiencias.
La autoestima influye en el rendimiento de la persona, condiciona las expectativas
y la motivación y de esta manera se erige en un componente basal en la salud y
equilibrio psíquicos. Según se expresa aquí, la sensación de ajuste buena
autoestima y el consecuente bienestar suelen sufrir un descenso al acercarse a la
adolescencia, lo cual, es en ese momento en donde aparecen a nivel evolutivo
psicológico, movimientos de reconstrucción de la personalidad y la individualidad
porque los modelos infantiles ya no sirven y se cuestionan. Es significativo notar
cómo este descenso es más marcado en el sector femenino, impulsado por
mandatos culturales de belleza que aún hoy sigue siendo una exigencia
preponderantemente femenina. Es por tanto importante, recalcar que, una buena
dosis de autoestima es uno de los recursos más valiosos de que puede disponer
un adolescente.
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