Prueba issuu

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VIVIR PARA CONTARLO. Desescolarizar el imaginario colectivo. A veces la narración oral nos lleva a la escuela. Hay quien piensa que es porque en el ámbito escolar circula la idea, bien fundada, de que los cuentos pueden contribuir al desarrollo de la imaginación creadora. Estoy segura de que no es por eso. Muchos planes de centro que conozco no contemplan ni la imaginación ni la creatividad como objetivos prioritarios de formación. La verdad es mucho más simple. Si vamos a contar cuentos a las escuelas es porque a algunas maestras y a algunos profesores les gusta escuchar (y/o contar cuentos) y se empeñan en la ardua tarea de convencer al resto del equipo de que contar cuentos puede ser una experiencia tan poco placentera como lo estipule el ridículum escolar oculto hegemónico. Pues sí, existen este tipo de docentes “indecentes” en las escuelas, este especimen de profesorado heroíco, porque para mí es heroicidad sumergirse en la tensión que a veces se respira en los centros escolares entre lo que ha de enseñarse y lo divertido. Esta quinta columna es capaz de conseguir En primer lugar que algo no escolar entre en la escuela. Domina el lenguaje del medio académico. Esgrime objetivos y procesos, cronogramas y actividades y demuestra que los cuentos están relacionados por ejemplo, con la literatura. Este es un gran argumento: que con los cuentos se puede aprender lengua y literatura. Claro que como la literatura escolar, es en general, una invitación al tedio, con una elección de textos sospechosamente adultocrática y a menudo desubicada, el mayor desafío para una cuentera o para un narrador oral, en un colegio, es convencer al alumnado de que la actividad que va a perpetrar, aunque ocurra en la escuela no va a ser escolar, esto es desautorizando de palabra, obra y omisión el sistema pedagógico que encuentre en la mayoría de los casos. Porque la maquinaria pedagógica busca incesantemente como rentabilizar, pedagógicamente hablando, al máximo, una contada. Así nuestras historias tienen que promocionar la lectura, contarse en euskera o en inglés a un auditorio sin competencia lingüística para entender lo que le estás contando, para que vaya haciendo oreja, tienen que educar en valores, estar relacionados con el medio ambiente, la educación afectivo-sexual, el día de la paz o el día del árbol, y por ejemplo para la franja de edad de 3 a 5 años… En fín, las servidumbres se amontonan y a Caperucita no le basta con hacer el viaje hasta el fondo de su propio miedo a ser devorada, además tiene que ser portavoz de las reivindicaciones en defensa de la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres o perdonar al lobo porque se trata de una especie en peligro de extinción. Además se debe fomentar la comunicación oral y escrita, hacer comentarios de texto del relato, valorar el estilo literario, contrastarlo si existe, con la versión escrita, analizar las secuencias narrativas, simbolizar el cuento… Tolstoi planteaba que para educar en el arte literario basta solamente con proporcionarle estímulo. La narración oral es o puede ser un poderoso detonante de búsqueda espontánea de información. Un interruptor que ilumina numerosos conocimientos significativos relacionados. El cuento permite comprender algo evidente para cualquiera que no esté en el ámbito escolar, que todo en la vida está relacionado. La irrupción de los cuentos en la escuela puede ser una sacudida de primera magnitud de la práctica pedagógica hegemónica. Puede mostrar que hay otro camino para aprender. Puede “desescolarizar” no sólo el imaginario colectivo sino la escuela entera. Basta con que se respete una consigna: los cuentos no se relacionarán con los temas de lengua y de literatura que se estén enseñando en clase, sino con propuestas abiertas, placenteras, inhabituales, libres de servidumbres. Es fundamental que escuchar cuentos no puntúe para nota. De que de la manera de estar en una sesión no constituya un examen.

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Esta es otra prueba para la revista escolar

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VIVIR PARA CONTARLO. Desescolarizar el imaginario colectivo.

A veces la narración oral nos lleva a la escuela. Hay quien piensa que es porque en el ámbito escolar circula la idea, bien fundada, de que los cuentos pueden contribuir al desarrollo de la imaginación creadora. Estoy segura de que no es por eso. Muchos planes de centro que conozco no contemplan ni la imaginación ni la creatividad como objetivos prioritarios de formación. La verdad es mucho más simple. Si vamos a contar cuentos a las escuelas es porque a algunas maestras y a algunos profesores les gusta escuchar (y/o contar cuentos) y se empeñan en la ardua tarea de convencer al resto del equipo de que contar cuentos puede ser una experiencia tan poco placentera como lo estipule el ridículum escolar oculto hegemónico. Pues sí, existen este tipo de docentes “indecentes” en las escuelas, este especimen de profesorado heroíco, porque para mí es heroicidad sumergirse en la tensión que a veces se respira en los centros escolares entre lo que ha de enseñarse y lo divertido. Esta quinta columna es capaz de conseguir En primer lugar que algo no escolar entre en la escuela. Domina el lenguaje del medio académico. Esgrime objetivos y procesos, cronogramas y actividades y demuestra que los cuentos están relacionados por ejemplo, con la literatura. Este es un gran argumento: que con los cuentos se puede aprender lengua y literatura. Claro que como la literatura escolar, es en general, una invitación al tedio, con una elección de textos sospechosamente adultocrática y a menudo desubicada, el mayor desafío para una cuentera o para un narrador oral, en un colegio, es convencer al alumnado de que la actividad que va a perpetrar, aunque ocurra en la escuela no va a ser escolar, esto es desautorizando de palabra, obra y omisión el sistema pedagógico que encuentre en la mayoría de los casos.

Porque la maquinaria pedagógica busca incesantemente como rentabilizar, pedagógicamente hablando, al máximo, una contada. Así nuestras historias tienen que promocionar la lectura, contarse en euskera o en inglés a un auditorio sin competencia lingüística para entender lo que le estás contando, para que vaya haciendo oreja, tienen que educar en valores, estar relacionados con el medio ambiente, la educación afectivo-sexual, el día de la paz o el día del árbol, y por ejemplo para la franja de edad de 3 a 5 años…

En fín, las servidumbres se amontonan y a Caperucita no le basta con hacer el viaje hasta el fondo de su propio miedo a ser devorada, además tiene que ser portavoz de las reivindicaciones en defensa de la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres o perdonar al lobo porque se trata de una especie en peligro de extinción.

Además se debe fomentar la comunicación oral y escrita, hacer comentarios de texto del relato, valorar el estilo literario, contrastarlo si existe, con la versión escrita, analizar las secuencias narrativas, simbolizar el cuento…

Tolstoi planteaba que para educar en el arte literario basta solamente con proporcionarle estímulo. La narración oral es o puede ser un poderoso detonante de búsqueda espontánea de información. Un interruptor que ilumina numerosos conocimientos significativos relacionados. El cuento permite comprender algo evidente para cualquiera que no esté en el ámbito escolar, que todo en la vida está relacionado.

La irrupción de los cuentos en la escuela puede ser una sacudida de primera magnitud de la práctica pedagógica hegemónica. Puede mostrar que hay otro camino para aprender. Puede “desescolarizar” no sólo el imaginario colectivo sino la escuela entera. Basta con que se respete una consigna: los cuentos no se relacionarán con los temas de lengua y de literatura que se estén enseñando en clase, sino con propuestas abiertas, placenteras, inhabituales, libres de servidumbres. Es fundamental que escuchar cuentos no puntúe para nota. De que de la manera de estar en una sesión no constituya un examen.

Yo vengo de la docencia. Sé que este trabajo está lleno de exigencias y de desafíos por lo que intento trabajar siempre desde la complicidad y sin juzgar, ya que los maestros y las maestras hemos estado, seguimos estando, demasiado a menudo en la picota y somos negligentes en tanto no se demuestre lo contrario. Pero ¿Cuándo decidimos que la escuela tenía que ser un lugar de trabajos forzados? ¡Ah, claro…! Es que divertirse lleva tiempo y para poder cumplir el programa se sacrifica lo que haga falta: la propia paz de espíritu, la curiosidad de las criaturas, el cuerpo, la risa, el aprendizaje mismo incluso, si es necesario. A este precio, yo soy una apasionada defensora de cualquier iniciativa que persiga “desescolarizar” la escuela.

Dora Pastoriza de Etchebarne, pionera en relacionar la palabra hablada y la educación, en su obra Valoración de la palabra, formulaba la hipótesis:

“La narración sin láminas (ilustraciones) favorece la imaginación creadora y las motivaciones que promueve movilizan los procesos de descentración y pensamiento en el dinamismo funcional de la asimilación y la acomodación.

Asimilación y acomodación hacen posible la objetivación gradual del universo en función de la propia organización del sujeto y de las interacciones que se producen.”

¿Qué objetivo más general y prioritario puede tener la escuela que este de “organizarnos” internamente el mundo y en el mundo?

Etchebarne también añade:

“En la teoría operatoria, creatividad no es sinónimo de re-ordenamiento sino de transformación.”

Vale. Seguramente es esto lo que más asusta. El imaginario colectivo expresado a través de diversas narratologías, propone a menudo una búsqueda, una transformación personal y colectiva. Desescolarizar el imaginario es descolonizarnos de la idea de que el arte tenga que servir necesariamente para algo relativo a la cerrada y limitada programación escolar. Hay aprendizaje sin duda. Siempre. Cuando contamos y escuchamos cuentos, la palabra “crece hacia adentro ”( Etchebarne) y nos hace crecer con ella.

Hay aprendizaje aunque a veces lo aprendido sea indigerible por un sistema que confunde la educación con la domesticación. ¿Cómo es posible que las criaturas en el transcurso de una sesión se pongan a tomar apuntes de lo que estoy contando, por ejemplo?

Cuando el alumnado disfruta tanto de una actividad que no se da cuenta de que está aprendiendo, esta actividad se vuelve inmediatamente sospechosa. Y eso que todavía no me ha pasado nunca, como a una colega, que le enviaron a un grupo de escolares en estos términos: ¡Sin recreo…! ¡Os habéis portado tan mal que ahora vais a ir a escuchar cuentos ¡ Yo no me quejo: a veces ,incluso, el profesorado se queda a la contada y, a veces, incluso, le gusta tanto que se olvida de preguntar por las coordinadas yuxtapuestas o por los adverbios de lugar. A veces, incluso, se divierte con los cuentos y… ¡no se da cuenta!

20 febrero 2011

Ya no tengo paciencia para algunas cosas, no porque me haya vuelto arrogante, sino simplemente porque llegué a un punto de mi vida en que no me apetece perder más tiempo con aquello que me desagrada o hiere. No tengo paciencia para el cinismo, críticas en exceso y exigencias de cualquier

naturaleza. Perdí la voluntad de agradar a quien no agrado, de amar a quien no me ama y de sonreír para quien no quiere sonreírme. Ya no dedico un minuto a quien miente o quiere manipular. Decidí no convivir más con la pretensión, hipocresía, deshonestidad y elogios baratos. No consigo tolerar la erudición selectiva y la altivez académica. No me ajusto más con la barriada o el chusmerío. No soporto conflictos y comparaciones. Creo en un mundo de opuestos y por eso evito personas de carácter rígido e inflexible. En la amistad me desagrada la falta de lealtad y la traición. No me llevo nada bien con quien no sabe elogiar o incentivar. Las exageraciones me aburren y tengo dificultad en aceptar a quien no gusta de los animales. Y encima de todo ya no tengo paciencia ninguna para quien no merece mi paciencia" (Meryl Stre

VIVIR PARA CONTARLO. Desescolarizar el imaginario colectivo.

A veces la narración oral nos lleva a la escuela. Hay quien piensa que es porque en el ámbito escolar circula la idea, bien fundada, de que los cuentos pueden contribuir al desarrollo de la imaginación creadora. Estoy segura de que no es por eso. Muchos planes de centro que conozco no contemplan ni la imaginación ni la creatividad como objetivos prioritarios de formación. La verdad es mucho más simple. Si vamos a contar cuentos a las escuelas es porque a algunas maestras y a algunos profesores les gusta escuchar (y/o contar cuentos) y se empeñan en la ardua tarea de convencer al resto del equipo de que contar cuentos puede ser una experiencia tan poco placentera como lo estipule el ridículum escolar oculto hegemónico. Pues sí, existen este tipo de docentes “indecentes” en las escuelas, este especimen de profesorado heroíco, porque para mí es heroicidad sumergirse en la tensión que a veces se respira en los centros escolares entre lo que ha de enseñarse y lo divertido. Esta quinta columna es capaz de conseguir En primer lugar que algo no escolar entre en la escuela. Domina el lenguaje del medio académico. Esgrime objetivos y procesos, cronogramas y actividades y demuestra que los cuentos están relacionados por ejemplo, con la literatura. Este es un gran argumento: que con los cuentos se puede aprender lengua y

literatura. Claro que como la literatura escolar, es en general, una invitación al tedio, con una elección de textos sospechosamente adultocrática y a menudo desubicada, el mayor desafío para una cuentera o para un narrador oral, en un colegio, es convencer al alumnado de que la actividad que va a perpetrar, aunque ocurra en la escuela no va a ser escolar, esto es desautorizando de palabra, obra y omisión el sistema pedagógico que encuentre en la mayoría de los casos.

Porque la maquinaria pedagógica busca incesantemente como rentabilizar, pedagógicamente hablando, al máximo, una contada. Así nuestras historias tienen que promocionar la lectura, contarse en euskera o en inglés a un auditorio sin competencia lingüística para entender lo que le estás contando, para que vaya haciendo oreja, tienen que educar en valores, estar relacionados con el medio ambiente, la educación afectivo-sexual, el día de la paz o el día del árbol, y por ejemplo para la franja de edad de 3 a 5 años…

En fín, las servidumbres se amontonan y a Caperucita no le basta con hacer el viaje hasta el fondo de su propio miedo a ser devorada, además tiene que ser portavoz de las reivindicaciones en defensa de la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres o perdonar al lobo porque se trata de una especie en peligro de extinción.

Además se debe fomentar la comunicación oral y escrita, hacer comentarios de texto del relato, valorar el estilo literario, contrastarlo si existe, con la versión escrita, analizar las secuencias narrativas, simbolizar el cuento…

Tolstoi planteaba que para educar en el arte literario basta solamente con proporcionarle estímulo. La narración oral es o puede ser un poderoso detonante de búsqueda espontánea de información. Un interruptor que ilumina numerosos conocimientos significativos relacionados. El cuento permite comprender algo evidente para cualquiera que no esté en el ámbito escolar, que todo en la vida está relacionado.

La irrupción de los cuentos en la escuela puede ser una sacudida de primera magnitud de la práctica pedagógica hegemónica. Puede mostrar que hay otro camino para aprender. Puede “desescolarizar” no sólo el imaginario colectivo sino la escuela entera. Basta con que se respete una consigna: los cuentos no se relacionarán con los temas de lengua y de literatura que se estén enseñando en clase, sino con propuestas abiertas, placenteras, inhabituales, libres de servidumbres. Es fundamental que escuchar cuentos no puntúe para nota. De que de la manera de estar en una sesión no constituya un examen.

Yo vengo de la docencia. Sé que este trabajo está lleno de exigencias y de desafíos por lo que intento trabajar siempre desde la complicidad y sin juzgar, ya que los maestros y las maestras hemos estado, seguimos estando, demasiado a menudo en la picota y somos negligentes en tanto no se demuestre lo contrario. Pero ¿Cuándo decidimos que la escuela tenía que ser un lugar de trabajos forzados? ¡Ah, claro…! Es que divertirse lleva tiempo y para poder cumplir el programa se sacrifica lo que haga falta: la propia paz de espíritu, la curiosidad de las criaturas, el cuerpo, la risa, el aprendizaje mismo incluso, si es necesario. A este precio, yo soy una apasionada defensora de cualquier iniciativa que persiga “desescolarizar” la escuela.

Dora Pastoriza de Etchebarne, pionera en relacionar la palabra hablada y la educación, en su obra Valoración de la palabra, formulaba la hipótesis:

“La narración sin láminas (ilustraciones) favorece la imaginación creadora y las motivaciones que promueve movilizan los procesos de descentración y pensamiento en el dinamismo funcional de la asimilación y la acomodación.

Asimilación y acomodación hacen posible la objetivación gradual del universo en función de la propia organización del sujeto y de las interacciones que se producen.”

¿Qué objetivo más general y prioritario puede tener la escuela que este de “organizarnos” internamente el mundo y en el mundo?

Etchebarne también añade:

“En la teoría operatoria, creatividad no es sinónimo de re-ordenamiento sino de transformación.”

Vale. Seguramente es esto lo que más asusta. El imaginario colectivo expresado a través de diversas narratologías, propone a menudo una búsqueda, una transformación personal y colectiva. Desescolarizar el imaginario es descolonizarnos de la idea de que el arte tenga que servir necesariamente para algo relativo a la cerrada y limitada programación escolar. Hay aprendizaje sin duda. Siempre. Cuando contamos y escuchamos cuentos, la palabra “crece hacia adentro ”( Etchebarne) y nos hace crecer con ella.

Hay aprendizaje aunque a veces lo aprendido sea indigerible por un sistema que confunde la educación con la domesticación. ¿Cómo es posible que las criaturas en el transcurso de una sesión se pongan a tomar apuntes de lo que estoy contando, por ejemplo?

Cuando el alumnado disfruta tanto de una actividad que no se da cuenta de que está aprendiendo, esta actividad se vuelve inmediatamente sospechosa. Y eso que todavía no me ha pasado nunca, como a una colega, que le enviaron a un grupo de escolares en estos términos: ¡Sin recreo…! ¡Os habéis portado tan mal que ahora vais a ir a escuchar cuentos ¡ Yo no me quejo: a veces ,incluso, el profesorado se queda a la contada y, a veces, incluso, le gusta tanto que se olvida de preguntar por las coordinadas yuxtapuestas o por los adverbios de lugar. A veces, incluso, se divierte con los cuentos y… ¡no se da cuenta!

Me acuerdo del día en que dejé mi trabajo corporativo y pasé a llevar una vida de emprendedora. Mi pasión era centrarme a tiempo completo en crear Sixty and Me, una asociación para mujeres de más de 60 años. Quería reinventar mi vida y encontrar un estilo de trabajo más flexible. Cuando le conté a mis compañeras más jóvenes lo que estaba planeando hacer a los 60, se quedaron sorprendidas. Una mujer me dijo que mi pasión y mis ganas de arriesgar le hacían cuestionarse muchos estereotipos sobre las mujeres mayores.

Sus ánimos fueron estupendos. Al mismo tiempo, no podía evitar darme cuenta de que mi camino escogido les había hecho preguntarse por el significado y el objetivo de sus propias vidas.

Sinceramente, me sorprendió que esas mujeres de 30 estuvieran tan nerviosas por envejecer. Cuanto más pensaba en ello, más deseaba haber tenido a una mujer mayor cerca cuando yo tenía 30 años. Si hubiera contado con ella, habría desarrollado mucho antes una visión más equilibraba de lo que supone envejecer.

Así que, decidí comentar esta experiencia con las mujeres de la asociación Sixty and Me. Les pedí que compartieran un consejo que les gustaría dar a mujeres a las que doblaban en edad. Sus consejos eran honestos y profundos, como yo esperaba, y reflejaban la sabiduría colectiva que les hubiese gustado tener cuando rondaban la treintena. ¡Esas mujeres estaban envejeciendo con dignidad! Aquí tenéis algunos de sus pensamientos sobre temas como el estilo de vida, la actitud, la belleza, la confianza en uno mismo, las relaciones y, sí, el envejecimiento.

1. Recuerda que solo tienes una vida; esto no es un ensayo general.

2. Intenta ser positivo y buscar el lado bueno de cada experiencia vital.

3. Piensa en el aquí y el ahora.

4. Vive cada día de tu vida plenamente, porque no sabes lo que te espera a la vuelta de la esquina.

5. Recuerda que la vida puede cambiar en un instante.

6. Ama todas las etapas de tu vida y no temas pasar por ninguna, porque todas y cada una de ellas son mágicas.

7. Aprende a vivir el momento. Si consigues hacerlo cuando eres joven, te ayudará cuando tengas 60.

8. La vida es demasiado corta como para estar preocupándose por algo que ocurrirá en el futuro. Vive el hoy.

9. ¡Sal y disfruta de la naturaleza!

10. Busca un hobby o un empleo que te hagan experimentar las diferentes sensaciones de cada fase de tu vida.

11. Sé tú misma. Envejece con dignidad.

12. Concéntrate en envejecer de forma positiva, no en evitar el envejecimiento.

13. Acepta los cambios de tu cuerpo y de tu mente a medida que vas madurando.

14. Sé sincera contigo misma siempre. Es un proceso de aprendizaje lento, pero merece la pena.

15. Guarda tus recuerdos, pero no seas demasiado dura contigo misma.

16. Virginia Wolf tenía razón; una mujer necesita una habitación para ella sola y 500 dólares.

17. Olvídate de los estereotipos que tiene la sociedad sobre el envejecimiento.

18. No te preocupes por envejecer. Preocúpate por el aburrimiento.

19. La edad es solo un número; no define quién eres.

20. El tiempo va a pasar quieras o no, así que ¡empieza a vivirlo!

21. No dejes de inspirarte.

22. Vive de una manera sencilla y ahorra. Ejercítate, cultívate, lee y viaja.

23. Cómprate ropa clásica. Siempre estará a la moda.

24. No malgastes el dinero en zapatos; los hombres no se fijan en tus pies.

25. ¡No llenes tu vida de basura!

26. Sé tú misma; brilla con luz propia. Muéstrate presente, verdadera, consciente y viva en cada momento.

27. No te obsesiones con las arrugas. Cuando empiecen a aparecer en tu cara, piensa que son el mapa de tu vida.

28. Vive con pasión y con amor, con los ojos y el corazón abiertos. Simplemente, sé feliz.

29. Vive el presente; no te preocupes por envejecer. Lo mejor está por venir.

30. Valora los pequeños placeres de la vida; no compliques más las cosas.

31. Quiere y respeta a tu pareja y a tus hijos del mismo modo que quieres que ellos te amen y te respeten a ti.

32. Da tu amor de forma libre e incondicional.

33. Ten hijos cuando quieras tenerlos: no hay un momento clave y específico para ello.

34. Muestra empatía contigo misma y con los que te rodean.

35. Haz muchas fotos. Te alegrarás de tenerlas cuando tus seres queridos dejen de estar ahí.

36. Aprende a perdonar desde la juventud.

37. Olvida tus enfados, y deja que la gratitud y la alegría inunden tu vida.

38. Ten un círculo íntimo de amigas. ¡Es fundamental!

39. Valora a tu familia. Estarán contigo cuando los demás se alejen. Te apoyarán durante todo el recorrido de tu vida.

40. Nunca te vayas a dormir enfadada contigo misma o con otra persona.

41. Dile a tu pareja, a tus amigos y a tu familia que los quieres todos los días.

42. A los 30 te haces mujer. Aprecia tu belleza.

43. No pierdas el tiempo preocupándote de cosas que no puedes cambiar; cambia las cosas que sí puedes.

44. Sal cuanto antes de una mala relación; no puedes cambiar a la otra persona.

45. ¡Cuida tu piel! Sonríe con frecuencia.

46. Confía en tus instintos y nunca hables mal de ti.

47. Sé amable contigo misma. No tengas en cuenta lo que no está bajo tu control. Si hay algo que te hace sentir mal, sácalo de tu vida.

48. Aprende a reírte de ti misma. ¡No seas tan seria!

49. Concédete un rato para ti misma cada día; ríete y sonríe a cada momento.

50. Simplemente, sé tu misma. No ansíes la perfección.

51. Si tienes hijos, quiérelos, pero no intentes ser una madre perfecta.

52. Deja que tu hijo sea tu maestro.

53. Sé una guerrera; aprende a disponer de tus propios recursos y a ser autosuficiente.

54. No dejes guiarte por el miedo.

55. No dejes de aprender y refuerza tu mente, tu físico y tu espíritu.

56. Muéstrate agradecida cada día, hasta cuando sea un mal día. Siempre hay una lección por aprender.

57. Acepta los aspectos positivos del envejecimiento, como el hecho de tener menos responsabilidad y más libertad.

58. Muchas batallas se simplifican con la edad.

59. ¡No dejes que nadie te diga que eres demasiado vieja para hacer algo! O demasiado joven.

60. No tengas miedo. Cuando envejezcas, te sentirás bien. La vida y la naturaleza te preparan para cada fase de tu vida.

Por tanto, si conoces a una joven que ronde los 30, comparte con ella tu sabiduría. Tu experiencia es un don. Quítate la capa de invisibilidad y deja que el mundo conozca tu "yo" real, con arrugas incluidas. Deja que tu vida sea fuente de inspiración para otras.

Traducción de Marina Velasco Serrano