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1 Psicoanalizando en la era digital. 1 Ana Lía López Brizolara 2 Resumen En este trabajo se presenta un caso clínico psicoanalítico que se desarrolló en sus primeros años con un encuadre clásico, presencial y posteriormente a través del correo electrónico y sesiones con la utilización de Skype. Está atravesado por el imaginario de que la realización de un movimiento o traslado en el espacio augura cambios en la existencia personal. Se interroga si viajar, irse lejos, al fin del mundo, propicia cambios en la relación con nuestros objetos de amor, con la consecución de ideales y proyectos. El método psicoanalítico es interpelado cuando trabajamos a distancia, en tanto se establecen variaciones en ese encuentro singular, íntimo, de cercanías, donde el discurrir es de palabras en asociación libre por parte del paciente y el analista en abstinencia de juicio y deseo, escucha con atención flotante. La dificultad que la distancia implicaba para la joven analizante debió resolverse dada la necesidad de buscar ese objeto transferencial ineludible para poder “hablar” y decir lo que no sabía que era suyo, y así encontrarse con algo de su verdad. Ella buscó poder hablar con su analista. Introducción La movilidad contemporánea y la frecuencia de las migraciones evocan imágenes de trashumancia y nomadismo, a la vez que desafían nuestra comprensión de las experiencias subjetivas en lo que refiere a las coordenadas espacio-temporales, a la noción de límite y lugar. La comunicación global y la mediación electrónica interpelan la dialéctica presencia- ausencia, el efecto en nosotros de la ausencia del otro. La presencia material y fáctica del 1 Trabajo publicado en Eros,Tecnología,Transhumanismo. FAPERJ. Río de Janeiro. Brasil. (2015) 2 Psicoanalista. Magister. Miembro de la Asociación Psicoanalítica del Uruguay [email protected] 2598-99647564. Silvestre Blanco 2460. Montevideo

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Psicoanalizando en la era digital.1

Ana Lía López Brizolara2

Resumen

En este trabajo se presenta un caso clínico psicoanalítico que se desarrolló en sus primeros

años con un encuadre clásico, presencial y posteriormente a través del correo electrónico

y sesiones con la utilización de Skype. Está atravesado por el imaginario de que la

realización de un movimiento o traslado en el espacio augura cambios en la existencia

personal. Se interroga si viajar, irse lejos, al fin del mundo, propicia cambios en la relación

con nuestros objetos de amor, con la consecución de ideales y proyectos. El método

psicoanalítico es interpelado cuando trabajamos a distancia, en tanto se establecen

variaciones en ese encuentro singular, íntimo, de cercanías, donde el discurrir es de

palabras en asociación libre por parte del paciente y el analista en abstinencia de juicio y

deseo, escucha con atención flotante. La dificultad que la distancia implicaba para la

joven analizante debió resolverse dada la necesidad de buscar ese objeto transferencial

ineludible para poder “hablar” y decir lo que no sabía que era suyo, y así encontrarse con

algo de su verdad. Ella buscó poder hablar con su analista.

Introducción

La movilidad contemporánea y la frecuencia de las migraciones evocan imágenes de

trashumancia y nomadismo, a la vez que desafían nuestra comprensión de las experiencias

subjetivas en lo que refiere a las coordenadas espacio-temporales, a la noción de límite y

lugar.

La comunicación global y la mediación electrónica interpelan la dialéctica presencia-

ausencia, el efecto en nosotros de la ausencia del otro. La presencia material y fáctica del

1 Trabajo publicado en Eros,Tecnología,Transhumanismo. FAPERJ. Río de Janeiro. Brasil. (2015) 2 Psicoanalista. Magister. Miembro de la Asociación Psicoanalítica del Uruguay

[email protected] 2598-99647564. Silvestre Blanco 2460. Montevideo

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cuerpo parece desdibujarse frente a la potencia de la comunicación virtual instantánea;

sin embargo su dimensión erógena esencialmente dependiente del otro no cesa en su

demanda. Se genera así un escenario con peculiares “angustias de época”.

Pensemos el siguiente imaginario: con frecuencia las personas esperan que la realización

de un movimiento o traslado en el espacio -en sus diversas modalidades como por ejemplo

un viaje al exterior del país- augure cambios en la existencia personal; por lo que hace

interesante investigar si existe un correlato entre el cambio espacial y la posición del

sujeto en relación a sus expectativas. Viajar, irse lejos, al fin del mundo, es relacionado

con cambios en la relación con nuestros objetos de amor, con la consecución de ideales y

proyectos.

El caso clínico psicoanalítico que se presenta en este trabajo se desarrolló en sus primeros

años con un encuadre clásico, presencial y posteriormente con comunicaciones realizadas

a distancia a través del correo electrónico y sesiones con la utilización de Skype. Está

atravesado por este imaginario en relación a los efectos del desplazamiento e interpela

algunos aspectos que el método psicoanalítico privilegia en la relación entre el

psicoanalista y su paciente tales como que se trata de un encuentro singular, íntimo, de

cercanías, donde el discurrir es de palabras en asociación libre mientras el cuerpo se

encuentra en estado de reposo y el analista escucha con atención flotante.

A continuación ilustro a través de un relato el trabajo psicoanalítico con una joven, donde

aparecen partidas, desarraigos y retornos provocando angustias e interrogantes que la

llevarán a buscar hablar con su analista.

Desde mi posición como psicoanalista

Mi lugar como psicoanalista me brinda la posibilidad de escuchar en las asociaciones de

mis pacientes, ese ir y venir, pendular metafórico entre los lugares conocidos o

imaginados y la irrupción de un nuevo lugar-posición del sujeto que habla; momento

fugaz que como la luz de un faro alumbra lo que antes no se ha podido ver. En ocasiones

el deseo inconsciente – que aparece como un guiño que nos sorprende- toma como

señuelo una representación “conocible” de la realidad.

Mientras escuchaba en sesiones presenciales a Natalia, esta joven estudiante universitaria

en análisis, vislumbraba que su búsqueda de autonomía se iba enlazando con fantasías de

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mudanza, hasta que en un momento decidió irse lejos; ella quería vivir y estudiar en un

país desconocido para ella. Ella quiere irse a un fin del mundo. Desea alejarse de su madre

también geográficamente. Emprende así cambios en su vida para hacerle lugar a lo que

se va imponiendo como una decisión impostergable. Siente que debe partir para poder

mejorar, continuar sus estudios, crecer, ser feliz.

Esto ocasiona la interrupción del psicoanálisis. Habitar en un lugar lejano impide

obviamente la concurrencia física a las sesiones. El encuadre de trabajo es sacudido por

este acontecimiento de interrupción y queda en evidencia un corte. En el trabajo

transferencial ella no sólo estaba tratando de separarse de figuras endogámicas en su

dimensión subjetiva sino que necesitaba actuarlo en la realidad. La separación con la

figura del analista acompaña paradojalmente este proceso de distanciamiento de las

figuras familiares.

Pasado más de un año de su partida recibo una llamada suya desde el exterior del país. Su

voz evoca y denota rasgos de su presencia. Algo de ella está presente. Allí se inaugura el

comienzo de una comunicación a distancia apoyada en el correo electrónico, un intento

de análisis donde el encuadre deberá ser distinto al utilizado con ella hasta entonces.

La llamada telefónica permitió que nos escucháramos: el sonido de la voz de cada una

aparece como signo material y forma subsidiaria de la presencia del otro. Este hecho me

lleva a pensar en ese momento en que el niño necesita que su madre (adulto) hable en la

oscuridad para que no se sienta solo, para que los miedos cesen y así pueda conciliar el

sueño. A través de la voz el niño reconoce el cuidado y el amor. “La añoranza en la

oscuridad puede convertirse en angustia a la oscuridad” (Freud, Conferencia 25 sobre la

angustia, 1916)3. La joven necesitó escuchar mi voz para reasegurarse que estaba yo del

otro lado a pesar de la distancia y así anunciarme que me escribiría pues estaba angustiada

y necesitaba hablar conmigo. Allí retomamos de una forma sui generis la comunicación

a través del correo electrónico.

3 Freud, Sigmund (1916). “Una vez oí, desde la habitación vecina, exclamar a un niño que se angustiaba en la

oscuridad: «Tía, háblame, tengo miedo». «Pero, ¿de qué te sirve, si no puedes verme?»; y respondió el niño: «Hay

más luz cuando alguien habla». Por tanto, la añoranza en la oscuridad se trasforma en angustia frente a la

oscuridad”. Conferencia 25 sobre la angustia. Vol. 16. Amorrortu Ed. Bs.As.

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La cadencia de los correos electrónicos era pautada por ella, y se me representaba como

una coreografía que con las formas de letra escrita en movimiento acompasaba las

vicisitudes de la angustia. Por un tiempo el lapso entre mi respuesta escrita y su nuevo

envío era la demora tolerada y formaba parte de ese modo de encontrarnos y encontrarse

con los cambios en su vida.

Esa distancia temporal parecía ser usada inconscientemente para darle fuerza a su

decisión de habitar lejos de su casa y su país de infancia. Las coordenadas de tiempo y

espacio no son disociables de la persona y tampoco del devenir sujeto, aunque estén

interpeladas en esta sobre modernidad4. Mucho de esta joven se expresaba a través de sus

formas peculiares de lidiar con el tiempo y el espacio.

Durante meses la escritura de los correos electrónicos le permitió describir, detallar,

relatar su nuevo escenario: el encuentro con personas y lugares antes desconocidos, sus

adaptaciones no exentas de incertidumbre. En su escritura surgieron las descripciones de

su nuevo espacio geográfico que se iría convirtiendo poco a poco en su nuevo espacio

biográfico al decir de Leonor Arfuch: “La cultura contemporánea se caracteriza por la

exaltación de lo vivencial, por la recuperación de la propia experiencia como valor

privilegiado para la construcción del sujeto social”. (Arfuch, 2002, págs. 232-38) Por

momentos la narración de sus vivencias adquiere un valor de puesta de sentido a su vida

como sujeto. Sin embargo cuando escribe de sí en su correo, no está solamente

escribiendo su biografía, ni la novela de su vida, ni compartiendo su cotidianidad a través

de publicaciones diarias de Facebook. No busca el “me gusta”. Busca replantearse

preguntas y dudas ante cuestiones que la angustian y espera que yo escuche y algo

comprenda de qué habla y la ayude a encontrar un sentido.

En momentos de contestar un correo percibo con intensidad algo que no debía naturalizar:

esta joven dirigía su demanda hacia mí como analista; fui su analista y no había dejado

de serlo, pero ese gerundio instalado me coloca ante una pregunta inevitable

¿Cumplíamos con la regla fundamental del método analítico si nos comunicábamos por

correo electrónico? ¿Asociaba libremente mientras escribía su correo? Ella podía borrar,

volver atrás, releer, corregir el lapsus y mi escucha distaba bastante de la atención flotante.

Recibir el correo, y establecer una pausa en mi respuesta iba apareciendo como modo de

4 Como le dice Marc Augé (2007) a la nueva modernidad en Por una antropología de la movilidad. Ed.Gedisa. Barcelona

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establecer un encuadre parcialmente acordado. Estaba disponible en determinados

momentos, la respuesta no era inmediata y fui fijando un día por semana para escribirla.

El análisis anterior en presencia condicionaba favorablemente este nuevo encuadre,

recurrentemente aparecieron imágenes de que hablaba y no escribía: “lo que te dije de…”

y en su movimiento analizante registraba sus fallidos, sus traspiés, parecía tratar de no

ocultarlos en la medida que no sucumbieran rápidamente a la represión.

El concepto de espacio transicional winnicottiano me resulta útil para pensar al espacio

de mediación electrónica y este tiempo de ida y vuelta de correos, que como el juego en

los niños ocupa un espacio intermedio que no es ni el espacio exterior objetivo ni el

espacio interno subjetivo. Los correos, esa letra escrita, esa imagen en el monitor que

cada una lee y escribe no son sólo de ella ni sólo míos, pueden representar un espacio

potencial que permite crear, algo de la paciente viene a mí y le permite tener algo de mí

como analista. “Este tercer espacio se sitúa en la intersección de ambos, y está ocupado

por los objetos transicionales, los cuales son reales como objetos, pero al mismo tiempo

son la representación lo ausente”. Esta zona intermedia de experiencia, “no discutida

respecto de su pertenencia a una realidad interna o exterior (compartida), constituye la

mayor parte de la experiencia del bebé, y se conserva a lo largo de la vida en las intensas

experiencias que corresponden a las artes y la religión, a la vida imaginativa y a la labor

científica creadora”. (Winnicott, 1971)

Con mi paciente, ese tiempo-espacio mediado por algo escrito digitalmente que se

traslada en la web, no está adentro ni afuera, no es sólo de ella ni tampoco mío, parece

haber servido para desplegar aspectos nuevos de su vida subjetiva.

En mis reflexiones recurro a los rastros inaugurales dejados por Freud. La

correspondencia de Freud con Fliess –su amigo e interlocutor científico-, fue un recurso

buscado para su autoanálisis y fuente de controversia y discusión del descubrimiento

freudiano. “La primera carta de Freud a Wilhelm Fliess está fechada en noviembre de

1887. Esta correspondencia durará 17 años, la conforman 284 cartas de Freud, en la

edición completa. Para Lacan las relaciones Fliess-Freud no son una amistad entre pares

compartiendo el mismo saber, se trata de un amor del mismo orden que aquel que se

instalaba con sus pacientes, una transferencia.” (Laurent, 2006). Como analizantes

descubrimos la necesidad de ese objeto transferencial ineludible para atrapar las

escurridizas producciones del inconsciente. Natalia volvió a buscar en mí la manera de

echar a andar la palabra, de “hablar”, de decir lo que no sabía que era suyo.

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Esa palabra aparece de un modo singular, Freud escribía con su mano y algo del aura de

lo manual está presente en la letra manuscrita. El correo electrónico está intermediado

mecánicamente, y aparece en la virtualidad de una imagen en la pantalla. En ambas

situaciones tan dispares algo insiste.

Después de un año de escrituras y silencios, Natalia decide visitar a su madre porque debe

tomar decisiones respecto a los cuidados de su salud bastante quebrantada. Viene a

Montevideo por pocos días, y la recibo en una sesión presencial. Es un momento

significativo. En su actitud, en como mira el consultorio -que era el mismo al que había

venido antes- presiento su necesidad de encontrarse con lo que había dejado antes de

partir. Algo de lo ominoso, “lo siniestro”, lo unheimlich y a su vez heimlich se vislumbra

en su ansiedad inicial. Ella es la misma, algo de lo familiar sigue estando y a la vez ya no

lo es. ¿Lo conocido familiar, está fuera de lugar? ¿Lo familiar y lo oculto han perdido su

oposición? Siente inquietud, desasosiego, miedo. ¿Continuamos teniendo la misma

relación de antes? La pregunta que se hacía respecto de la madre que dejó y que ahora

rencontró se había instalado transferencialmente en la sesión.

Sus palabras acompañaban la mirada, y poco a poco en esa sesión el impacto del retorno

transitorio resinifica la anterior partida. En la medida que fue comprendiendo algo de lo

que sentía, fue reapareciendo la confianza, se alegró de haber venido pero constantemente

refiere a lo revelado en los correos, ya que hemos hablado, nos hemos escrito. La

continuidad de su existencia debe ser corroborada lo mismo que la mía en tanto lugar de

escucha. Para que esto ocurra yo debía ser la misma en ese lugar tercero, la que escribió

en respuesta a sus cartas.

Ésta sería una sesión que marcó un nuevo destino también para este análisis. Volvió a irse

y pasaría un año donde la comunicación fue casi nula.

Skype

Algunos acontecimientos sacuden la paz de la lejanía, Natalia se siente empujada a dar

un paso más, entonces me reclama una presencia distinta como analista más allá de mi

lectura y mi respuesta escrita.

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Ese diapasón enlentecido se conmueve con un sonido de nota casi olvidado cuando al

volver de mis vacaciones de verano me encuentro con un mensaje de voz donde me dice

que su madre ha fallecido. A continuación en un correo escribe:

La cosa que me pone triste es que me gustaría tener sesiones en persona, cosa imposible,

porque delante de un computador es difícil crear esa atmósfera que se crea en la sesión,

pero bueno apenas vuelvas necesito absolutamente tener sesiones semanales.

Ya hacía un año de su visita a Montevideo. La demanda de un acercamiento que aún en

condiciones de intensa angustia debe ser virtual me recoloca una vez más como testigo

de aquel alejamiento de su tierra natal de una manera singular. Nuevamente ha vuelto y a

la vez no. Después de conversarlo y analizarlo con ella, propongo comenzar a tener

sesiones por Skype. En esta toma de decisión vuelve a adquirir un peso de singular

importancia el recorrido de su análisis presencial previo, antecedente que considero

condición sine qua non para que pudiera instalarse lo que advendría. El valor de la voz,

la posibilidad de habilitar la “presencia en la ausencia” se sostiene en la experiencia

anterior de encuentro material. Para que el campo transferencial tenga lugar, debió haber

un tiempo inicial presencial, algo del fantasma a ser desmontado e interpretado necesita

de la presencia del otro, del reconocimiento del otro también en su corporeidad. Hasta

ahora el instrumento virtual había servido para salvar la dificultad que implicaba la

distancia. Ante el dolor intenso que imagino entonces, me pregunté si era una alternativa

válida. Recuerdo esa sesión presencial aislada, entre dos partidas. Yo también retorno

como analista a puntos de anclaje para desde allí poder lanzarme a un viaje inédito.

Es así que acordamos trabajar por Skype con una frecuencia semanal, con un horario fijo,

donde su “llegada” es anunciada por un mensaje por el mismo medio. Enfrentamos dos

circunstancias de precariedad: la inestabilidad de la conexión de aquellos años y la imagen

deficitaria que permitía mi cámara. Ante ello privilegié la continuidad de la comunicación

a través de la voz por sobre la visibilidad. Decidí comenzar a trabajar sin cámara y poco

a poco pude sentir que esta modalidad nos acercó al setting conocido donde al reclinarse

el paciente en el diván, la mirada entre analista y paciente queda restringida y la voz y su

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escucha adquieren prevalencia. Inauguramos un trabajo donde no está el cuerpo con las

señales que esa presencia transmite, pero está la voz, la cadencia de sus palabras, las

asociaciones, el llanto, la risa. La modernidad ha privilegiado lo visual, la imagen, sin

embargo este uso del Skype trae la voz de Natalia, y me remite a la presencia de su imagen

y en algún sentido a su cuerpo. El director de teatro Eugenio Barba5 sostiene la

concepción de cuerpo dilatado que construye la voz como una extensión de sí, como un

devenir extensivo de la corporalidad. También puede plantearse en el performer que el

cuerpo es la parte visible de la voz y puede verse en él, dónde y cómo nace el impulso

que se convertirá en sonido y palabra. La voz es cuerpo invisible que obra en el espacio.

Véase: (Comandú, 2012, págs. 512- 559). La voz de Natalia trae al cuerpo, algo de ese

“cuerpo dilatado” que se hace presente, localización ubicua de la voz que liga ambos

extremos de la comunicación. (Carlino, 1911)

Lo que sigue me alienta a creer que fue posible la renuncia a una sesión “clásica” y vuelve

a generarse un espacio de psicoanálisis.

En sesión

La sesión por Skype da comienzo y sin dilación empieza a hablar.

“Desde que se murió mamá se han movido muchas cosas dentro de mí y la verdad viajo

entre la culpa y la compasión, todavía no se bien en qué lugar colocarme”.

Al escucharla resuenan en mí las palabras viaje y lugar al intentar dar cuenta de su

sufrimiento ante una pérdida tan importante, entonces pronuncio una frase que hoy

reconozco en su polisemia: Qué difícil saber dónde estar en este momento de tanta

angustia.

Natalia se conmueve y recuerda-asocia con el momento en que decidió irse:

“Necesité irme al otro lado del mundo, a un lugar donde lo conocido no llegara creo. Yo

me tenía que salvar, pedir esa beca era como el boleto de salvación. Yo me fui a un lugar

sin ningún conocido, llegué de noche, mi primera noche en X –un antiguo monasterio-,

5 Eugenio Barba, fundador del Odín Teatre

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me quedé sola en el lugar donde comenzarían los cursos a la mañana siguiente, me

atendió el sereno, no sé qué vio en mí, me dijo: Sra.: si quiere puede quedarse aquí, pero

no hay nadie.

Así fue que dormí sola en una habitación abierta, con una ventana sin vidrios, sintiendo

el frío raro de la cima de la montaña. Me acosté sobre el suelo, sin nadie a mí alrededor.

Hoy tendría miedo, pero sé que si no hubiera sido así, si no me hubiera ido no hubiera

podido nunca verla distinta (haciendo referencia a su madre)”

Dice R. M. Rilke: “Nacemos, por así decir, provisoriamente en algún lado. Poco a poco,

componemos en nosotros el lugar de nuestro origen, para nacer después en él y cada día

más definitivamente” Encontrarme con esta frase citada por G. Mango en “Fragmentos

hacia lo natal” (Gómez Mango, 2000) me obliga a repensar esa inquietante necesidad

humana de encontrar sentidos, de como para ser necesitamos reconocer lo que no somos.

Algo en relación a esto es lo que interpreto, mostrando la fuerza imperiosa que la llevó a

irse, generar situaciones que permitieran esa partida.

Percibo que el psicoanálisis que se venía reinstalando a la distancia se despliega.

El recuerdo de su presencia anterior actualizado en la sesión es tan intenso que puebla

también el espacio que yo le he dado para atenderla por Skype. Ella confía en que la

escucho y en que he logrado preservar la intimidad de la sesión. Así como desde la

cercanía del diván escuchamos la voz de nuestro paciente en actitud abstinente para

dejarnos sorprender por lo puntual e inesperado, escucho a Natalia.

El analista atiende flotantemente y entonces tiene ocurrencias y recuerdos. Buscando no

perderse en lo propio sino sosteniendo una basculación riesgosa entre sus apetencias y la

soberanía del discurso del paciente, de lo que habla. Se hace lugar en su discurso a la

sucesión encadenada de significantes, guías para comprender los vaivenes del amor, las

gratificaciones y las pérdidas.

Cuando relata el lugar de llegada, algo del lugar mítico aparece. Es el afán de llegar a un

lugar desconocido, al “fin del mundo”. El viaje hacia un lugar mítico en tanto desconocido

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y deseado, de partida significa ampliar el campo de la experiencia6. Dar lugar a un

recorrido y un desprendimiento de lo conocido.

Puede resultar una experiencia subjetiva en la que se reavivan los sentimientos de

unicidad, de singularidad y autonomía: en la búsqueda de lo diferente, el encuentro con

la alteridad sería a su vez una forma de encontrar algo propio. Se constituye de este modo

en una paradoja: sólo el encuentro con lo que no somos, permite encontrarnos con algo

de lo que somos. Este anhelo reviste la ilusión de encontrarnos con una imagen verdadera

de nosotros mismos.

Continúa hablando:

“Ahora que no está mi madre la depositaria del rol de loca ¿quién será la loca? Mientras

que ella era loca todos los demás éramos los sanos y podíamos creer que éramos sanos

justo por este motivo, ahora la "loca" no está más, así que la loca podría ser yo, ¿quién

lo sabe?

Hablo y digo: Hubo un tiempo donde mirar a tu madre te permitía pensar quién no eras…,

y así quién eras.

Natalia dice: Ella me dio la omnipotencia pero no pudo desprenderse, el destete fue muy

difícil. ¿También me pregunto porque “se fue”, fue culpa mía que haya perdido ganas

de seguir viviendo porque se dio cuenta que ya no había enganche enfermo entre

nosotras, o porque sabía que se estaba muriendo y quiso saludarme?

Natalia se pregunta por su búsqueda de un lugar distinto, cómo encontrar un límite a la

invasión, cuáles son los movimientos necesarios para encontrarse con el espejo

defectuoso, con la desilusión y la falta, imprescindibles para constituirnos como sujetos.

Buscar lo desconocido aparece entonces como un acto de resistencia que contradice al

tramposo argumento de que la continuidad de lo conocido nos asegura cómodamente la

verdad acerca de las cosas. Los humanos también necesitamos huir de la insoportable

angustia que provoca lo idéntico, las aguas donde Narciso se mira son las mismas en las

6 Véase Winnicott (1953)

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que se funde y encuentra la muerte. Ella también se fue huyendo del horror a la confusión,

a la repetición7.

El carácter especular de la imagen es engañosa, nuestros fantasmas poblarán el lugar

recién descubierto y el viajero deberá volver sobre ella, con el relato y el recuerdo para

reconocer ese cambio de lugar, y con suerte reconocerse en la experiencia y reencontrarse

en ese viaje.

La palabra entraña una pregunta respecto de sí, una interrogación del sentido que ello

tuvo para sí. Cumpliría su cometido cuando es legitimada por el Otro-otro. Necesita un

analista en un lugar-Otro que pueda escuchar esa palabra.

Continúa diciendo: Busco cosas para leer en internet cuando no puedo dormir. Leyendo

algo que me habían recomendado para la crianza de los niños descubro lo que significa

el amor primitivo y ahora que mi madre murió me doy cuenta que con ella aprendí el

amor primitivo, esa necesidad desesperada de devorar a la persona amada, y al final

destruirla, creo también que ella me amaba en ese modo, pero ahora entendí que en estos

últimos años algo entendió, pues en otro momento jamás se hubiera hecho un viaje así

para venir a ver a su hija, creo que fue su último acto de amor , tal vez ese amor que

nunca pudo expresar en modo sano, pero que algo de sanidad dejó.

(Fue un esfuerzo muy grande para la madre este viaje ya que se encontraba bastante

enferma)

El temor a la fusión enloquecedora, al peso del deseo materno retoña ante la pérdida de

la madre. Se acortan las distancias. La angustia es motor de cambio, de movimiento y

Natalia encuentra lo que asocio con Winnicott en su soledad de cibernauta “… el destete

constituye un problema más amplio: no significa solamente lograr que un bebé acepte

otros alimentos, o emplee una taza o las manos para comer. Incluye también el proceso

gradual de la desilusión, que forma parte de la tarea de los padres”. (Winnicott, 1953)

Las lógicas respecto al vínculo con el otro prevalentes en la cultura de hoy contradicen

algunos enunciados que sostiene el psicoanálisis. El discurso contemporáneo sobre la

7 Véase: Freud, S. Más allá del Principio del Placer (1920)

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felicidad difícilmente integre la desilusión como un logro. Para poder tolerar la desilusión

debió transitarse un tiempo de ilusión fascinante pero que ha de ser perentoria. Por

momentos creemos confusamente que cumplir con la maniobra indicada según la

puericultura de adecuar el crecimiento y el alimento asegura el sentimiento de ser amados.

Pero el amor implica tanto los desprendimientos como los imprescindibles juegos de

alienación en el otro para el bebé, se juegan en el deseo de ese otro amparador, ese deseo

inconsciente del Otro y su capacidad de renuncia a la completud.

Continúa: Me deja serena que cuando nos vimos con mi madre –en una visita hace menos

de un año- no sentía ningún tipo de rabia o algo relacionado con los viejos conflictos, y

ella esto lo sintió, solo que tal vez tenía ganas de mimarla un poco más y por miedo a

generar en ella un pegoteo morboso, como por lo general ella tenía conmigo, traté de

poner un poco más de distancia de la cual en realidad mi corazón hubiera querido poner.

La madre necesitó buscar a su hija, ir hacia ella. Transitar esa geografía desconocida. No

alcanza con estar juntas, importa dónde, en el lugar de quién.

Creo que la parte más difícil que mi mente debe aceptar es existir aunque ella no exista,

y creo que aquí está el punto que creo me traslada a ese "destete" que nunca pudo tener

lugar en el momento que tenía que tener lugar, y si existo entonces tengo que ocupar el

lugar dejado por ella, el lugar de la "loca"…

“Gracias por haber tenido la sesión” Me vas a tener que ayudar, pero ahora siento mejor

que mi lugar es este (nombra la ciudad donde vive).

La tendré que ayudar, pero me advierte acerca del riesgo a que yo responda a sus

demandas transferenciales ya que de proponerme como una madre que no desteta la

enloquecería. Se reafirma en la lejanía de su lugar geográfico para alentar la continuidad

del trabajo de análisis.

Acercando una segunda mirada sobre lo ocurrido

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El psicoanálisis a distancia y la incorporación de nuevas tecnologías es hoy un tema de

debate dentro de nuestra disciplina, se ha popularizado el uso de internet para la

comunicación donde voz e imagen están presentes, y la clínica psicoanalítica no ha

quedado al margen de estos cambios y desafíos.

Las variaciones en el encuadre nos exigen pensar acerca de la conservación del método

analítico, el despliegue transferencial, el lugar del cuerpo y la voz en la sesión analítica.

Estas cuestiones son motivo de investigación para muchos psicoanalistas en diversas

partes del mundo. Ricardo Carlino (2012) se plantea si elementos tan esenciales a un

análisis como la transferencia-contratransferencia, regla fundamental y atención flotante

son pasibles de transitar, ser percibidas y elaboradas dentro de este modo de trabajo.

(Carlino, 1911). Marcelo Viñar (Viñar, 2002) distingue entre el ritual del proceso y el

acto analítico, y sostiene que es en el acto donde reside la eficacia y esencia de la

intervención operativa y no así en la ritualidad de la frecuencia de las sesiones y otros

parámetros fijos.

Simón Brainsky sostiene que el psicoanálisis no debería adherirse –sin un

cuestionamiento cuidadoso- a toda innovación técnica, pero si mantener una flexibilidad

frente a las transformaciones sociales, e intentar incorporarlas a su praxis. (A.P.I., 2003)

Lo relatado en este trabajo es una experiencia psicoanalítica, que como tal debe pensarse

en el caso a caso, y abre el campo clínico a la utilización de variaciones en el encuadre,

que tensan las cuerdas del método freudiano.

Escuchar a Natalia en una sesión por Skype, llena de imágenes, llena de referencias al

espacio, hace que las distancias y las cercanías potencien un estar mío paradojal. Me

olvido donde está ella, que está tan lejos, la escucho y me impacta como si estuviera aquí,

sin embargo en la despedida algo de la distancia reaparece.

¿Hacia dónde se vuelve Natalia como sujeto? Se volverá a esa ciudad localizada

lejanamente para resguardarse de un engolfamiento asfixiante o estará transitando

marcas, lugares de amor y odio en su relación con esa figura de madre. Al recordar la

visita también se hace presente la muerte. Se hace preguntas, asocia, recuerda, elabora.

Tal vez se vuelve hacia lo ignorado, abriendo de esta manera una posibilidad de cambio

y ahora sí, más que nunca, de movimiento. La angustia servirá de señuelo para el

encuentro con un sentido, con la posibilidad fragmentaria de encontrarse con la alienación

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y la pérdida. Otros límites son buscados, no sólo geográficamente, aunque retornan una

y otra vez las búsquedas de ir al encuentro con una experiencia entre última y primera,

inédita y resignificada, que haga contraste con lo conocido, que delimite como un fondo

claro la oscuridad de nuestra existencia como sujetos.

¿Es la luz del “faro del fin del mundo” la que la alumbra o es la metáfora que con su

inherente alusión a las distancias sostiene la atractiva promesa del encuentro –no sin

dificultades- con algo inédito? En el ensayo literario “Tierra de Fuego: la creación del

fin del mundo”, Guillermo Giucci plantea que “cuando en 1520, durante la expedición de

Fernando de Magallanes a las Islas Molucas, se nombró a Tierra del Fuego, la designación

no correspondía a ningún territorio delimitado. El bautismo funciona como una

apropiación a distancia, como la toma de posesión simbólica de un territorio

inexplorado… Tierra de fuego denomina un territorio imaginado (…) El fin del mundo

carece de existencia propia: es una metáfora que expresa la naturaleza relacional de la

conciencia" (Giucci, 2014, págs. 9-22)

El camino transitado espacialmente no parece ser neutro, colabora en la creación de una

metáfora a develar, que tiene que ver con aspectos subjetivos de como dirimimos el yo-

no-yo y cómo aceptamos la pérdida. En el juego del carretel de la observación freudiana8

o juego del Fort-Da, el niño logra transitar la ausencia materna jugando, a que algo pierde

y lo recupera. De todos modos la repetición del juego lo enfrenta una y otra vez a la

angustia ante la ausencia, no todo es placer y elaboración. Este juego le permite entre

otras cosas adueñarse de la pérdida, jugarla activamente a la vez que introducir el

lenguaje. El viaje al modo del juego estaría introduciendo la posibilidad de representar

pérdidas y encuentros, habilitando un relato por el cual se cuele algo de lo que el sujeto

quiere decir.

En este relato he puesto el acento en el imaginario de que llegar al fin del mundo,

descubrir lo diferente y desconocido es una representación cultural que se nos aparece

como señuelo para el deseo y argumento para salir a la búsqueda de nuevas experiencias

transformadoras. Hoy la aparente desaparición de sitios vírgenes en términos geográficos

8 Freud, S. Más allá del principio de placer, (1920) Se trata de Ernest es el nieto de Freud que creó, siendo un bebé de 18 meses, el

famoso juego del "carretel" o "Fort Da" al cual Freud hace referencia en su célebre libro "Más allá del principio de placer."

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no acota la necesidad humana de buscar lo desconocido, andar, desarraigarnos aunque

sea para poder volver.

La experiencia analítica presentada se nutre de este afán aventurero y a la vez en su

peripecia desnuda la necesidad humana de encontrarnos con nuestras propias topografías,

nuestros mapas de amor, nuestro cuerpo, para poder encontrar el sentido del viaje

realizado. Podría decir que partieron distintas expediciones: la de una joven en búsqueda

de una vida propia, la de una madre en búsqueda de su hija, la del retorno a lo olvidado,…

la de una analista aventurando un modo de analizar desconocido para ella. En todas ellas

reconozco la luz que alumbra y desaparece, que guía ese encuentro efímero con algo de

la verdad.

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