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Módulo I
Historia Antigua de Hispania
Pueblos prerromanos. Áreas celta, celtibérica y
vascones
[3.1] ¿Cómo estudiar este tema?
[3.2] La Arqueología celtibérica y la definición de los pueblos
peninsulares
[3.3] Los pueblos
[3.4] Los galaicos
[3.5] La cultura castreña
[3.6] Los astures
[3.7] Los cántabros
[3.8] Los autrigones, caristios y várdulos
[3.9] Los vascones
[3.10] Los lusitanos
[3.11] Los vetones
[3.12] Los vacceos
[3.13] Los celtíberos
[3.14] Otros pueblos
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TE
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Historia de España de la Edad Antigua y la Edad Media
TEMA 3 – Esquema
Esquema
Historia de España de la Edad Antigua y la Edad Media
TEMA3– Ideas clave
Ideas clave
3.1. ¿Cómo estudiar este tema?
Para estudiar este tema lee el capítulo 1 (pp. 58–107) y el capítulo 4 (pp. 178-
181), dedicado a las formaciones políticas de la Hispania prerromana, del manual
de referencia de la asignatura: Hispania Antigua de Domingo Plácido.
No olvides leer las ideas clave del tema ya que en ellas se amplía información que
no encontrarás en el manual de la asignatura.
No olvides que para la correcta comprensión del capítulo resulta imprescindible
consultar el mapa de la página 707.
Por último, debes leer los textos de las fuentes clásicas dedicados a los pueblos del
interior peninsular al final del manual:” El armamento y el tipo de guerra de
los celtíberos” (pp. 760-761) y “La forma de combatir de los lusitanos”
(pp. 761-762).
Este capítulo está dedicado a los pueblos del interior de la Península ibérica, una
realidad más difícil de conocer que los pueblos de la costa, debido a su tardía y
condicionada presencia en las fuentes clásicas.
3.2. La Arqueología celtibérica y la definición de los pueblos
peninsulares
Los fenicios y los griegos, que no llegaron a tener contacto directo con la mayoría
de estos pueblos del interior, se refirieron a ellos como celtas, no necesariamente por
su relación con la culturas célticas europeas, sino por su condición de habitantes de
los extremos del mundo conocido.
Moradores de regiones ignotas, salvajes y poco conocidas que no presentaban un
interés inmediato para griegos y romanos. Frente a los civilizados pueblos ibéricos de la
costa, en contacto con los comerciantes del Mediterráneo oriental como mínimo desde
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el siglo XII a.C., los pueblos célticos del interior no ocupaban puertos de
interés estratégico o comercial, ni, aparentemente, producían mercancías
con las que establecer un comercio particularmente lucrativo. Los habitantes
del interior recibieron, en consecuencia, una atención muy limitada por parte de los
autores griegos, y no es de extrañar que incluso un autor de mediados del siglo II a.C.
como Polibio señalara que el interior de la Península era un territorio tan
desconocido, que ni siquiera había recibido aún un nombre por parte del mundo
civilizado.
Fueron los romanos, quienes, en su lenta conquista de los territorios del interior de la
Península, comenzaron a establecer relaciones con sus habitantes.
Y por tanto, han sido los historiadores romanos quienes han transmitido los
nombres, localización y costumbres de los distintos pueblos del interior, en una
visión claramente condicionada por las circunstancias de la guerra.
Por un lado, al tratarse normalmente de enemigos de Roma, de pueblos que
presentaban una feroz resistencia a la conquista, los historiadores latinos tienden a
acentuar los rasgos de su barbarie, centrándose en los aspectos más pintorescos que
podrían interesar a los lectores romanos, preocupados por la marcha de la guerra
contra unos adversarios tan feroces. Por otro, tal vez más importante, cuando las
fuentes romanas centraron su atención en los pueblos del interior, éstos se encontraban
precisamente en un momento de fuerte transformación, motivada por la propia
llegada de los conquistadores.
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La unión de estos dos condicionantes supone un enorme problema para los
historiadores. Muchos de los pueblos mencionados por las fuentes latinas fueron
desplazados por la acción de las legiones desde el espacio que habrían ocupado
originariamente siglos atrás. Otros eran una creación artificial de los propios romanos,
y algunos, de los que no conservamos el nombre, debieron incluso de desaparecer
durante la conquista. Por este motivo, deben tenerse siempre en cuenta las
aportaciones de la Arqueología, que puede colaborar en la tarea de determinar las
características de cada uno de los pueblos, y sus relaciones con las distintas poblaciones
de la costa: íberos, fenicios, griegos y romanos.
De nuevo, como en el tema precedente, dedicado a los íberos, es el tipo y la
intensidad del contacto que los pueblos del interior establecieron con los
de la costa mediterránea el elemento definitorio más importante de su
cultura. Aquellos que se encontraban en la mitad oriental de la meseta, y hasta el
curso alto del valle del Ebro experimentaron contactos relativamente tempranos y
bastante intensos con los íberos de la costa, e incluso con los comerciantes fenicios,
griegos y púnicos. Pronto estos pueblos comenzaron a reflejar en su cultura las
influencias llegadas desde la costa, dando origen a una realidad cultural
propia, que denominamos “celtibérica”. Los pueblos celtíberos, por tanto, no
pertenecen a un único grupo étnico de partida, sino que constituyen una
realidad bastante heterogénea con algunos rasgos comunes frutos de sus contactos
culturales, de un modo muy similar a como ocurría con los pueblos ibéricos.
El punto de partida arqueológico para los pueblos del interior de la Meseta,
especialmente aquellos que denominamos celtibéricos, parece ser la cultura
denominada: “Las Cogotas”, que se desarrolla ya avanzado el primer milenio
a.C., en la Edad del Hierro.
Desde el punto de vista arqueológico, uno de sus elementos más determinantes es la
construcción de castros (poblaciones fortificadas erigidas normalmente en
un punto alto). A lo largo del período de actividad bélica en la Meseta, ya a partir del
siglo III a.C., pero también de intensos contactos con los colonos romanos, se detecta
también la aparición de núcleos de población cada vez más grandes y
articulados, a los que las fuentes latinas darían el calificativo de oppida.
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Por lo que respecta a la economía, parece que en general era de carácter agrícola y
ganadero. Y algunos datos aportados por las fuentes romanas, como el bronce de
Botorrita, parecen indicar también que las tierras que rodeaban a los oppida o los
castros eran normalmente de propiedad comunal.
Otro de los elementos definitorios de la cultura celtibérica señalados por la Arqueología
es la fabricación de un tipo de cerámica característica muy influida por las
producciones ibéricas. Recordemos que a partir de la introducción del torno de
alfarero en el mundo ibérico, éstos habían comenzado a realizar una cerámica
característica de enorme calidad, capaz de competir, en su momento de máximo
desarrollo, con las producciones del Mediterráneo oriental. A partir del siglo V a.C.,
los pueblos celtibéricos, que conocían las producciones ibéricas, comienzan a producir
su propia cerámica, elaborada a torno y pintada, que acabaría por alcanzar una
calidad similar a la de sus vecinos levantinos.
La Arqueología también ha detectado la presencia de elementos celestes en sus
objetos relacionados con el culto y en sus estelas funerarias, que podrían revelar la
existencia de ciertas características comunes en los cultos de los pueblos celtibéricos. Es
probable que la religión de muchos de ellos incorporara la existencia de divinidades
celestes, así como la creencia en un más allá al que el alma del difunto accedía después
de completar un complicado viaje.
Por último, a partir del siglo II a.C., se atestigua que la mayoría de los pueblos a los
que otorgamos el calificativo de “celtíberos” habían comenzado a emplear la
escritura y a acuñar moneda. El sistema de escritura provenía del sistema ibérico
adaptado a las necesidades de las diversas lenguas celtibéricas, mientras que la moneda
se acuñaba, normalmente, no con el calificativo de un pueblo, sino refiriéndose
únicamente a una ciudad.
3.3. Los pueblos
Así, imbricando con cuidado los datos de la Arqueología y las fuentes literarias, se
pueden distinguir entre los pueblos del interior de la Península varios bloques con
ciertas características comunes. En gran parte de la Meseta norte y oriental,
sobre todo la zona en contacto con la cornisa mediterránea, se localizaban los
celtíberos, producto de la fuerte influencia íbera, y a los que los historiadores
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romanos distinguieron por su belicosidad. En el noroeste se concentraba la cultura
castreña, definida por su particular hábitat fortificado. En la mitad occidental de
la Meseta encontramos a un amplio número de pueblos con actividades
preferentemente agrícolas y ganaderas. En la zona de la actual Navarra se concentraban
los vascones, un pueblo de difícil catalogación, que parece haber extendido parte de
su influencia a las tribus vecinas de várdulos, caristios y autrigones, habitantes de
las regiones que hoy ocupa el País Vasco.
3.4. Los galaicos
En general, la historiografía atribuye el nombre de galaicos a una serie de
comunidades situadas en el extremo noroccidental de la Península, al
norte del río Duero.
Las fuentes que tenemos para determinar las características y extensión de estos
pueblos son muy limitadas. A pesar de que los navegantes fenicios llevaban varios
siglos recorriendo sus costas, al habitar una región bastante alejada de la franja
mediterránea, los galaicos tardaron mucho tiempo en tomar contacto con los
conquistadores romanos. Fue la campaña emprendida por Décimo Junio Bruto el
año 138/137 a.C. la que permitió a Roma tomar un primer contacto de cierta entidad
con estos pueblos, prácticamente desconocidos hasta ese momento. De hecho, las
victorias del general sobre los pueblos de esta zona le valieron el cognomen de
Galaico, que apareció en este momento, por primera vez, en la onomástica romana.
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El hecho de que el general Junio Bruto recibiera como cognomen de victoria el
nombre de “Galaico”, revela que éste debió de ser el pueblo que ofreció una mayor
resistencia, aunque las fuentes también hacen referencia a otras unidades étnicas en la
zona. En cualquier caso, fue este el momento en el que aparece por primera vez el
nombre de Gallaecia, referido al territorio habitado por estos Galaicos. Las fuentes
romanas lo sitúan al norte de un río con connotaciones mágicas, denominado “río del
Olvido”, y que se encontraría en uno de los extremos del mundo. Poco más de un siglo
después, ya durante el reinado de Augusto, el nombre de Galaecia pasó a designar
todo el extremo noroccidental de la Península. Como se ha señalado, aunque se
diera esa denominación común a todos los habitantes de la región, eso no significa que
los galaicos fueran sus únicos moradores.
Hay noticias de varios pueblos más en la zona, como los brácaros (que darían
nombre a la capital de uno de los conventos romanos, Bracara Augusta), los
limici, o los ártabros.
Sin embargo, los romanos escogieron el nombre de uno de esos pueblos, los galaicos,
tal vez debido al recuerdo que habían dejado las campañas de Décimo Junio Bruto,
para referirse a todos ellos y a la zona en la que habitaban.
Además, las fuentes no sólo recogen los nombres de varios pueblos en la región que
sería conocida como Galaecia, sino que además les atribuyen fronteras difusas y
posiciones cambiantes, como corresponde a pueblos poco conocidos y que
probablemente se encontraban en proceso de transformación a resultas de la propia
intervención romana en la zona.
Uno de los rasgos comunes de todos estos pueblos que habitan en la Galaecia romana
es su adscripción a un mismo grupo lingüístico de origen indoeuropeo, al igual
que la mayor parte de los pueblos del interior de la Península.
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3.5. La cultura castreña
En general, y aunque los castros como estructura de habitación aparecen en otros
muchos lugares de la meseta como una de las características de los pueblos
celtibéricos, el calificativo de “cultura castreña” se aplica, exclusivamente, a la que
se desarrolló en el noroeste peninsular durante la segunda mitad del primer
milenio a.C.
Entre los pueblos incluidos dentro de la cultura castreña puede citarse, al menos, a los
galaicos, astures y cántabros, aunque también se documentan castros y estructuras
similares en otras partes del noroeste peninsular.
Los primeros castros pueden datarse a finales del siglo VIII a.C. A juzgar por los
restos arqueológicos la aparición de estas nuevas estructuras habitacionales no
respondía a una ruptura con el período precedente (no se constata en modo alguno la
llegada de nuevos pobladores como se había sostenido en el pasado) sino a una
evolución. En general parece que la aparición de los castros responde al abandono de
una agricultura y ganadería itinerantes por fórmulas más estables de explotación
del territorio, que obligaron al establecimiento de la población en un único
lugar y en consecuencia a la construcción de poblados. Los nuevos sistemas de
explotación agrícola y ganadera coincidieron además con un fuerte desarrollo de la
metalurgia, impulsado tal vez por los contactos con los fenicios, que recorrían la
fachada atlántica desde hacía siglos en busca de fuentes de estaño.
Los nuevos castros fueron reemplazando progresivamente al anterior sistema de
poblamiento disperso. Ocupaban lugares estratégicos que reunían una serie de
condiciones: buen acceso a los recursos agrícolas y ganaderos, fácil defensa,
control de los puntos de paso de las vías de comunicación y trashumancia…
La principal función de los castros, por tanto, no era de origen militar o defensivo, sino
económico.
Al frente de estos castros se encontraría algún tipo de aristocracia rectora, difícil de
definir por las escasas fuentes de las que disponemos.
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Desde su origen a finales del siglo VIII a.C., los castros fueron desarrollándose
lentamente, hasta alcanzar su época de máximo apogeo coincidiendo con el
momento de la conquista romana, entre los siglos III-I a.C. Como ya se ha
señalado al principio, este tipo de estructuras de habitación, estas pequeñas ciudades
(normalmente no superaban la hectárea de extensión) aparecen entre distintos pueblos
del noroeste y la Meseta, sin circunscribirse necesariamente al área galaica.
Las inscripciones halladas en la zona, ya de época romana, recogen también el hábito
de indicar la procedencia de los individuos mediante una “C” invertida,
seguida del topónimo correspondiente. Se trata de una forma bastante original de
referirse a la población de la que procedía el personaje recogido en la inscripción, y que
contribuye a delimitar con mayor facilidad el espacio atribuido a la cultura castreña ya
en época histórica. Frente a la mayor parte de los pueblos del interior de la Península,
cuyos individuos indicaban su origen haciendo referencia a un colectivo de personas
(las llamadas gentilidades), los habitantes de esta zona aparentemente preferían
referirse como lugar de origen a su castro (probablemente castellum en latín), al que
distinguirían como su patria colocando delante del topónimo la ya mencionada “C”
invertida.
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3.6. Los astures
Teniendo en cuenta la precariedad de las fuentes, y que tanto los cántabros como los
astures aparecen englobados dentro de la denominada “cultura castreña”, resulta
extremadamente difícil diferenciar a unos de otros. El nombre de astures aparece
relacionado con el del río Astura (probablemente el Esla) en las fuentes, y ya en época
romana, con el de uno de los conventus en los que se dividía la provincia Hispania
Citerior, conventus asturum.
Como ocurrirá también con los vascones, las fuentes romanas distinguen entre los
astures cismontanos, situados en la vertiente del interior, la más civilizada y
cercana a la Meseta, y transmontanos, que ocupaban la zona norte hacia la
cordillera y la costa.
Por lo que respecta a su organización social, al menos a partir de la época romana, hay
constancia de la existencia de las denominadas gentilidades. Nuestro conocimiento
de las gentilidades deriva en gran parte del llamado Pacto de los Zoelas, (CIL II
2633). Este acuerdo fue firmado primero el año 27 d.C., y renovado más de un siglo
después, el 152 d.C., entre la gentilitas de los desoncos, de la gens de los
zoelas, y la gentilitas de los tridiavos, que también pertenecían a la gens de
los zoelas. Mediante este pacto, varios representantes de los desoncos y los tridiavos
renovaban, en presencia de un “magistrado” de los zoelas, un antiguo pacto de
hospitalidad, que se remontaría a la época prerromana, y que los unía mutuamente por
pactos de fidelidad y clientela.
Al parecer, las gentilidades eran agrupaciones mixtas de individuos de carácter
familiar y tribal, que implicaban una cierta jerarquización y sometimiento de las
distintas gentilidades a una gens común, pero que son de muy difícil
caracterización. En cualquier caso, se trataba de comunidades que podían firmar
pactos entre ellas, que perviven y son reconocidos incluso en época romana.
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3.7. Los cántabros
Las fuentes parecen coincidir en localizar a los cántabros al este de los astures, y al
igual que ocurría con éstos, también diferencian entre cismontanos y
transmontanos, situados a ambos lados de la cordillera cantábrica, en torno a las
fuentes del río Ebro.
Debido a las Guerras Cántabras, que enfrentaron a Roma con los cántabros y
los astures a finales del siglo I a.C., ambos pueblos recibieron una atención
especial en las fuentes, especialmente en Estrabón, el geógrafo de origen griego que
terminó de redactar su obra precisamente por esos años. Estrabón se detiene en los
aspectos de carácter bárbaro, aquellos que podrían explicar mejor la salvaje
resistencia que ambos pueblos ofrecieron a la conquista romana. Señala el geógrafo que
estos pueblos celebraban banquetes en bancos corridos, dispuestos según su propia
jerarquía social y acompañados de sacrificios. Por lo que respecta a sus prácticas
religiosas, Estrabón observa que las noches de plenilunio realizaban una festividad
especial, relacionada seguramente con la luna, pero que tenía como objeto la adoración
de una divinidad sin nombre. Otras fuentes parecen indicar la existencia de cultos
relacionados con lugares de la naturaleza: bosques, ríos, lagos y montes.
3.8. Los autrigones, caristios y várdulos
Estos tres pueblos, de muy difícil caracterización, comienzan a aparecer en las
fuentes clásicas a mediados del siglo I a.C. Los escritores latinos los sitúan entre
los cántabros y los vascones, en la región oriental de la actual Cantabria y parte
del País Vasco. Los autrigones ocuparían una alargada franja de terreno, que de
norte a sur incluiría la ciudad romana de Flauiobriga (Castro Urdiales) hasta Vxama y
Virouesca (Osma y Briviesca) en Burgos.
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Los caristios se situarían en la franja central del territorio, con la ciudad de
Veleia como núcleo central (Iruña, Álava). Algunos autores prefieren confinarlos a
esta zona del interior, mientras que otros investigadores consideran que debieron de
extenderse hasta la costa, hacia el río Deva.
Por último, los várdulos ocuparían la zona más oriental del territorio, la provincia de
Guipúzcoa y las regiones fronterizas de Álava con Navarra.
3.9. Los vascones
La mayoría de las fuentes clásicas coinciden en situar a la etnia histórica de los
vascones en la región de la actual Navarra, con pequeñas extensiones hacia los
territorios guipuzcoanos por el oeste y Aragón hacia el este.
Al igual que ocurría con los cántabros y los astures, los autores latinos también
distinguen entre un ager vasconum, el territorio perteneciente a los vascones situado
en la zona al sur de Pamplona, en una región llana y fértil, y el saltus vasconum,
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al norte de Pamplona, ya hacia las estribaciones del Pirineo, un territorio agreste y
poco poblado.
Aunque las noticias son muy confusas, parece posible que antes del siglo I a.C. los
vascones se encontraran situados, en todo caso, al norte del Ebro. Sin embargo, tras
las guerras sertorianas, Roma inició algunos desplazamientos de pueblos como
castigo a las etnias que habían colaborado con el rebelde Sertorio. Fruto de estos
desplazamientos, los vascones, leales a Roma y colaboradores de Pompeyo, habría
ganado nuevos territorios en la región, que incluirían la ciudad celtibérica de
Calagurris (Calahorra).
La posibilidad de que el actual euskera descienda de la lengua hablada en esos
momentos en el territorio vascón, ha hecho que los lingüistas presten una especial
atención a cualquier rastro de la lengua hablada por los vascones en época
romana. Aunque ni los vascones, ni los várdulos, caristios o autrigones
dejaron ningún testimonio escrito previo a la llegada de los romanos, en las
inscripciones en latín que comienzan a realizarse en este territorio a partir del siglo I
a.C. sí que se puede documentar la presencia de algunos antropónimos y teónimos
provenientes de una lengua a la que se ha denominado “protovasco”.
Desafortunadamente se trata de elementos muy escasos y que apenas aportan
información, más allá de la constatación de la existencia de algún tipo de lengua “pre-
indoeuropea”, o mejor dicho “a-indoeuropea”, en la región. Además, junto a los
testimonios que podrían pertenecer a ese “protovasco” se documentan términos de
raigambre ibérica y celtibérica que revelan que, especialmente en la zona del valle del
Ebro, debió de haber una considerable mezcla de lenguas, etnias y culturas.
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3.10. Los lusitanos
Ya la Ora Marítima de Avieno recoge los nombres de algunos de los pueblos que
habitarían la costa atlántica de la Península: cempsos, sefes y cinetes. Estas
regiones no eran en modo alguno desconocidas para los navegantes fenicios, que, como
mínimo desde el siglo VIII a.C., recorrían las costas atlánticas en sus rutas de búsqueda
de plata y del preciado metal de estaño.
En general, las fuentes clásicas sitúan en el extremo noroccidental de la Península a los
galaicos, con su frontera sur en el Duero, a los lusitanos, ocupando la costa
atlántica al sur del Duero y la cuenca media del Tajo, mientras que los
Turdetanos, herederos de Tartesos, que se concentraban en las cuencas del Guadiana y
el Guadalquivir. Más tarde, ya en época de Augusto, se dará el nombre de Lusitania a
una de las tres provincias en las que se dividió la Península Ibérica, y que
incluye todo el territorio del actual Portugal situado al sur del Duero.
Esta gran extensión podría indicar que los lusitanos no eran un único pueblo, sino
una amalgama de ellos, a los que los romanos dieron, por comodidad o
desconocimiento, un etnónimo común.
En general parece que, a partir del siglo II a.C. los autores latinos pudieron referirse
de forma genérica con el calificativo de “lusitanos” a los pueblos hostiles con los
que se iban encontrando en esta zona de la Meseta occidental y la cornisa
atlántica, desde el Guadalquivir al llamado Río del Olvido.
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3.11. Los vetones
A juzgar por los testimonios de las fuentes, los vetones serían vecinos por el este de
los lusitanos, ocupando una parte importante de la meseta occidental y el
curso medio del Duero, desde las actuales provincias de Salamanca y Ávila,
a las de Badajoz y Toledo. Excepcionalmente, en el caso de los vetones, contamos
además con una suerte de marcador arqueológico para determinar, de un modo
aproximado, las fronteras del territorio vetón.
En general parece que se puede considerar la posibilidad de hacer coincidir
el área vetona con la zona en la que han aparecido unas características
esculturas de piedra llamadas “verracos”.
Los “verracos” son unas esculturas de piedra, de talla bastante tosca y de un
tamaño considerable, que representan toros, jabalíes o cerdos. Aunque
pueden encontrarse esparcidos por un amplio territorio, los más conocidos son los
denominados “Toros de Guisando”, en la provincia de Ávila. Es probable que su
erección guardara relación con influencias ibéricas en la zona, pues los vetones se
hallaban en un área proclive a recibir influencias ibéricas y celtibéricas. Los
historiadores y arqueólogos todavía discuten sobre el posible sentido de estas figuras.
Para algunos se trataba de un modo de marcar los límites del territorio. Para
otros, los verracos tenían un contenido religioso, probablemente relacionado con la
fertilidad, a juzgar por los animales escogidos para las representaciones, y con las
actividades ganaderas, que debían de ser extremadamente importantes para los
vetones.
En cualquier caso, se debe insistir en que esta probable relación entre los
vetones y los verracos no es completamente segura ni puede emplearse como
un indicativo cierto de la presencia (o ausencia) de vetones en un territorio. Podría
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suceder que una región en la que aparezcan verracos no perteneciera necesariamente a
la etnia de los vetones, y a la inversa.
Por lo que respecta a otros aspectos de los Vetones, los hallazgos arqueológicos,
especialmente las necrópolis, parecen indicar que contaban con una sociedad
fuertemente jerarquizada, al frente de la cual se encontrarían algunos elementos
aristocráticos que a su muerte se harían enterrar en tumbas suntuosamente adornadas
con objetos importados.
En general, los arqueólogos relacionan la aparición de estas aristocracias con un
proceso de celtiberización, esto es, con la llegada de fuertes influencias culturales
provenientes de los pueblos celtíberos de la mitad oriental de la Meseta.
3.12. Los vacceos
Junto a los vetones, en la cuenca media del Duero, en la región conocida como “Tierra
de Campos”, se sitúan los vacceos.
En general, las fuentes clásicas parecen considerarlos uno de los grupos étnicos
mejor organizados y más avanzados de la Península, al menos desde el punto
de vista urbanístico e institucional. Los autores griegos y latinos mencionan la
existencia en el territorio de los vacceos de estructuras protourbanas cuyo
número y densidad de población serían mucho más elevados que los de sus vecinos.
Esta mayor presencia del mundo urbano tendría como consecuencia una
organización social más articulada que las de sus vecinos. Los vacceos contaban,
al menos en la época de la conquista romana, con una especie de consejo de ancianos
(senado) capacitado para nombrar a un líder militar para que se pusiera
temporalmente al frente del ejército.
Por otro lado, además de por contar con sistemas de gobierno dotados de cierta
complejidad, los vacceos destacan en las fuentes por poseer un sistema comunal de
posesión de la tierra, que estaba cuidadosamente organizado sobre una base
jurídica.
Diodoro señala al respecto que todas las tierras de labor se repartían entre los vacceos
que, llegado el momento de la cosecha, también repartían entre todos los frutos del
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TEMA3– Ideas clave
campo. Contravenir este sistema estaba severamente penado, siempre según el
historiador clásico, con la pena de muerte. En este sentido, la Tierra de Campos ya
destacaría, desde épocas prerromanas, por su elevada capacidad de producción
cerealista. La introducción de aperos de labranza de hierro a comienzos del primer
milenio a.C. habría contribuido a mejorar los sistemas de explotación de la tierra,
permitiendo además un importante aumento demográfico.
La Arqueología ha podido confirmar algunos de estos aspectos, pues sí que
parece probado que los poblados de los vacceos tenían un tamaño considerable,
superior en muchos casos al de los asentamientos de sus vecinos.
3.13. Los celtíberos
Aunque, como ya se ha señalado en varias ocasiones, muchos de los pueblos de la
Meseta mencionados con anterioridad presentaban una fuerte influencia celtibérica,
sólo concedemos el calificativo de celtíberos a cinco pueblos: arévacos,
pelendones, titos, belos y lusones.
Los arévacos se encontraban concentrados en torno a la cuenca del Duero, aunque
también se extendían por la cabecera del Tajo, y parte de las provincias actuales de
Cuenca y Guadalajara. Es posible que fueran el pueblo más importante entre los
celtíberos, a juzgar por algunas referencias de las fuentes, y por su protagonismo en la
larga guerra contra Roma, en la que se enmarca el episodio de Numancia.
De hecho, según Plinio, la ciudad de Numancia pertenecía a los pelendones,
mientras que Ptolomeo la situaba en la órbita de los arévacos. Al parecer, los
pelendones, que ocupaban gran parte de la provincia de Soria, debieron de perder la
ciudad a manos de los arévacos en algún momento indeterminado antes de la Guerra
Numantina.
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TEMA3– Ideas clave
Al sur del territorio de los arévacos y los pelendones, en la cuenca de los afluentes del
alto Tajo se encontraban los titos y los belos. Parece que el yacimiento más
importante de los belos estaba en el destacado núcleo de Segeda (Durón de Belmonte
o Poyo de Mara, Zaragoza), y es probable que también les pertenecieran otros
asentamientos destacados como Contrebia Belaisca (Botorrita) o Bilbilis
(Calatayud).
Por lo que respecta a la sociedad celtibérica, los arqueólogos destacan la existencia de
una aristocracia dominante, que se hacía enterrar con un considerable ajuar
funerario en el que predominaban las armas. Esta exhibición de poder militar coincidió
además con un considerable fortalecimiento de las estructuras defensivas de los
asentamientos celtibéricos, a los que los romanos darían generalmente el nombre de
oppida.
Esta capacidad para fortificar sus ciudades revela un considerable dinamismo
económico por parte de los pueblos celtibéricos. Los arévacos eran célebres, por
ejemplo, por su capacidad para fabricar armas e instrumentos de trabajo, y la
mayoría de los pueblos de la región destacaban por sus famosos sagum, los abrigos
con los que muchos pagaban sus tributos en especie a los romanos.
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TEMA3– Ideas clave
En este contexto de asentamientos preurbanos cada vez más extensos dirigidos por una
aristocracia, se desarrollan algunas de las instituciones más importantes de los
celtíberos, como el hospitium. El hospitium era un acuerdo de carácter
horizontal que podía vincular a dos individuos, pero también a dos
comunidades. Como manifestación física del acuerdo se gravaba la denominada
tésera de hospitalidad, una placa de metal en forma de animal o de manos
entrelazadas que llevaba escrito el texto del acuerdo en latín o en la lengua indígena
correspondiente.
Naturalmente en el marco de esta creciente complejidad social se produjeron también
enfrentamientos entre los propios pueblos celtibéricos. Las fuentes romanas
señalan que un líder arévaco condujo a su pueblo a la guerra contra los pelendones, a
los que aparentemente habrían arrebatado la ciudad de Numancia. Como se ha
señalado, los arévacos eran la etnia más destacada entre los celtíberos, y
ejercían una especie de liderazgo sobre los otros pueblos.
3.14. Otros pueblos
Los turmogos o turmógidos
Situados en la zona central de la provincia de Burgos, en general parece probable
que se les pueda atribuir la ciudad de Segisama Iulia (Sasamón), aunque se trata de
un pueblo de difícil caracterización por su escaso tamaño y su posición fronteriza entre
otros grupos étnicos más importantes. De hecho, al igual que el resto de los pueblos de
la Meseta colindantes con los celtíberos, la Arqueología ha detectado fuertes influencias
celtibéricas en su cultura material.
Los berones
El territorio berón se extendía por la mayor parte de la actual comunidad de La Rioja,
parte del sur de Álava y del extremo occidental de Navarra. Según las fuentes, se
les pueden atribuir algunos yacimientos destacados en la región, como Vareia, y
Tritium Magallum (Tricio, La Rioja) y como los turmogos, tenían muchos
aspectos en común con los celtíberos, que las fuentes sitúan al sur de los berones.
Historia de España de la Edad Antigua y la Edad Media
TEMA3– Ideas clave
Los suesetanos
Situados por las fuentes en la frontera oriental de vascones y berones, sus
yacimientos arqueológicos presentan materiales muy similares a los de los berones,
fruto seguramente de una fuerte celtiberización.
Los carpetanos
En general, parece que los carpetanos ocupaban la parte central de la Meseta, en la
actual Castilla-La Mancha. Aparecen en las fuentes en relación con la campaña en la
que Aníbal se internó en la Península en busca de puntos de abastecimiento de
cereales y mercenarios, justo antes de la Segunda Guerra Púnica. El asentamiento más
importante entre los atribuidos a los carpetanos parece ser el importante yacimiento de
Consabura (Consuegra).
Los ólcades
Al igual que los carpetanos, las fuentes los mencionan al describir la campaña de Aníbal
en el interior de la Península Ibérica, y parece que ocupaban un lugar difícil de
determinar entre el territorio de los carpetanos y la costa levantina.
Turboletas y lobetanos
Mencionados sólo por Apiano, en los prolegómenos de la Segunda Guerra Púnica,
debían de encontrarse próximos a Sagunto.
Historia de España de la Edad Antigua y la Edad Media
TEMA3– Ideas clave
Historia de España de la Edad Antigua y la Edad Media
TEMA 3 – Lo + recomendado
Lo + recomendado
Clases magistrales
Devotio, tesserae de hospitalidad y relaciones clientelares
Clase dedicada a explicar algunas
prácticas sociales y políticas de los
pueblos del noroeste peninsular, que
tendrán gran importancia durante la
conquista romana, e incluso en épocas
posteriores.
No dejes de leer…
La economía de la Hispania prerromana
Plácido, D. Hispania Antigua, Crítica - Marcial Pons, 2009 (dentro de la colección:
Historia de España dirigida por Josep Quintana y Ramón Villares, vol 1). Capítulo 2
(pp. 125-141).
El manual de la asignatura dedica este capítulo a la economía de los pueblos
prerromanos. Se centra sobre todo en el área ibero-tartésica, pero también incluye
importantes referencias a los pueblos del interior de la Península; su lectura es muy
recomendable.
Historia de España de la Edad Antigua y la Edad Media
TEMA 3 – Lo + recomendado
Los pueblos célticos peninsulares
Excelente resumen, de M. Almagro Gorbea, sobre los principales pueblos del interior y
de las cornisas atlántica y cantábrica de la Península Ibérica.
El capítulo está disponible en el aula virtual o en la siguiente dirección web:
http://descargas.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/01937741873476116338813
/016596.pdf?incr=1
No dejes de ver…
Memoria de España
Capítulo 3. “Las grandes potencias se
disputan iberia s. VI-38 a.C.” Aunque el
vídeo trata otros temas, gran parte del
capítulo está dedicado a los pueblos del
interior, desde los galaicos a los celtíberos de
la Meseta.
El vídeo está disponible en el aula virtual o en la siguiente dirección web:
http://www.youtube.com/watch?v=08XfD_omDMk&feature=related
Celtas e íberos
Documental de Artehistoria. Resumen de las
principales características de pueblos de
ascendencia céltica e ibérica en la Península
Ibérica.
El vídeo está disponible en el aula virtual o en la siguiente dirección web:
http://www.youtube.com/watch?v=O5HRNQNiNFA
Historia de España de la Edad Antigua y la Edad Media
TEMA 3 – + Información
+ Información
A fondo
El legado Indoeuropeo en la Hispania Romana
Este artículo de José María Blázquez Martínez, dedicado a los pueblos del interior de la
Península, se centra en destacar sus aspectos comunes, vinculándolos a una presumible
ascendencia indoeuropea.
El artículo está disponible en el aula virtual o en la siguiente dirección web:
http://descargas.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/0171585298236492744881
3/014895.pdf?incr=1
La religión de los celtíberos
Artículo de de José María Blázquez Martínez sobre el complejo tema de las creencias
religiosas de los pueblos de la Meseta oriental.
El artículo está disponible en el aula virtual o en la siguiente dirección web:
http://descargas.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/08141618789725184197857
/019732.pdf?incr=1
Historia de España de la Edad Antigua y la Edad Media
TEMA 3 – + Información
Webgrafía
Universidad de Navarra
La página web de la Universidad de Navarra incluye varios textos de interés sobre las
costumbres de los pueblos del interior de la Península.
http://www.unav.es/hAntigua/textos/docencia/hispania/textos/estrabon7.html
http://www.unav.es/hAntigua/textos/docencia/hispania/textos/estrabon.html
http://www.unav.es/hAntigua/textos/docencia/hispania/textos/estrabon4.html
Bibliografía
RODRÍGUEZ NEILA, J. F., NAVARRO SANTANA, F. J. (eds.) Los pueblos
prerromanos del norte de Hispania. Una transición cultural como debate histórico.
Eunsa. Pamplona. 1998.
SAYAS ABENGOECHEA, J. J. Los vascos en la Antigüedad. Cátedra. Madrid. 1994.
SOLANA SAINZ, J. Mª Las entidades étnicas de la meseta norte de Hispania en la
época prerromana. UV. Valladolid. 1991.
Historia de España de la Edad Antigua y la Edad Media
TEMA 3 – Actividades
Actividades
Lectura: La forma de combatir de los lusitanos
Debes leer el texto recomendado del manual: “La forma de combatir de los
lusitanos” (pp. 761-762) y presentar un análisis de no más de un folio de extensión.
El propósito principal del análisis es relacionar lo que se ha visto durante las clases y en
el manual con el contenido del texto.
Para realizarlo puede ser de ayuda plantearse, y tratar de responder a las siguientes
preguntas:
¿Quién es el autor del texto? ¿En qué época escribe? ¿A qué público crees que va
dirigido el texto?
¿De qué tipo son las informaciones que proporciona? ¿A qué actividad hacen
referencia en primer lugar?
¿Cuáles son las referencias geográficas que emplea? ¿Crees que conoce bien los
pueblos y las regiones de los que habla? ¿De dónde podría provenir la información
que emplea?
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TEMA 3 – Test
Test
1. Los etnónimos de muchos pueblos del interior de la Península provienen de:
A. La época de la conquista romana.
B. La época de los viajes fenicios en busca de estaño.
C. La época de las colonizaciones griegas.
D. La época altoimperial.
2. Algunas divinidades de los cántabros están relacionadas con:
A. Las propiedades salutíferas de las aguas.
B. Cultos ctónicos de la fertilidad.
C. Las cimas de los montes.
D. Fenómenos atmosféricos.
3. Según las fuentes romanas, la ciudad de Calagurris pertenecía a:
A. Los caristios.
B. Los berones.
C. Una clase de aceite.
D. Los vascones.
4. Relaciona los siguientes términos:
Vacceos Flaviobriga
Berones Río del Olvido
Galaicos Zona de la actual Rioja
Autrigones Propiedad comunal
Cántabros Vadinienses
5. El apogeo de la cultura castreña tuvo lugar:
A. Entre los siglos VII y VI a.C.
B. Entre los siglos IV-III a.C., finalizando bruscamente con la conquista romana.
C. Entre los siglos III-I a.C., coincidiendo con la época romana.
D. Entre los siglos VI y IV a C.
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TEMA 3 – Test
6. Las representaciones de verracos se relacionan sobre todo con:
A. Los Várdulos.
B. Los galaicos.
C. La cultura castreña.
D. Los Vetones.
7. La ciudad de Numancia se encontraba en el territorio de los:
A. Titos.
B. Arévacos.
C. Galaicos.
D. Autrigones.
8. El nombre de vascones se extiende a la zona del actual País Vasco:
A. Coincidiendo con la conquista romana en el s. II a.C.
B. Antes de la llegada de los romanos, entre los siglos IV-III a.C.
C. En el Bajo Imperio, a partir del siglo III d.C.
D. En época altoimperial, entre los siglos I-III d.C.
9. Celtíberos y vacceos tenían, según los romanos, unas prácticas funerarias que
incluían:
A. Quemar a los difuntos y esparcir sus cenizas.
B. Enterrar a los difuntos junto a sus templos.
C. Arrojar a los difuntos al mar.
D. Exponer a los difuntos en lugares elevados para que sirvieran de pasto a los
buitres.
10. Los celtíberos se dividían, según las fuentes romanas, en:
A. Transmontanos y ultramontanos.
B. Celtíberos del ager y celtíberos del saltus.
C. Celtíberos de la celtiberia Ulterior y de la celtiberia Citerior.
D. Celtíberos de la llanura y celtíberos de las montañas.