Que 20 años no son nada...
-
Upload
cela-ffyl-unam -
Category
Documents
-
view
216 -
download
1
description
Transcript of Que 20 años no son nada...
Que 20 años no son nada… Jaime Ortega
No hay nada más difícil que hablar de aquello en lo que uno está involucrado.
El día que recibí la invitación para participar en esta iniciativa estudiantil que
cuenta con el apoyo de la coordinación no calibre del todo el significado
personal que tendría. Efectivamente, como ustedes, nuestra generación
también discutió, debatió y cuestionó el plan de estudios. Como antes se había
hecho a finales de los años noventa, como pueden dar cuenta profesores y
amigos como Gustavo Ogarrio o Verónica López Nájera.
Mucho me temo que la discusión en torno al “perfil del ingreso y egreso
de los alumnos de la licenciatura en Estudios Latinoamericanos” no sólo es un
tema problemático de por sí; sino que se ha convertido en una verdadera
pesadilla para todas y todos que en algún momento hemos cruzado por las
aulas y nos interesamos por el presente y el futuro de nuestra licenciatura.
Una pesadilla, lo digo claramente, porqué nos ha llevado a poco. Al
menos ha sido en los últimos veinte años. ¿Creen que es demasiado tiempo?
Si, puedo asegurarlo. La crisis del paradigma latinoamericanista…momento,
¿crisis del paradigma latinoamericanista?, podrán increpar algunos. Si, esa
crisis es la que nos tuvo, nos tiene y nos tendrá aquí. Existió algo que
podríamos llamar el paradigma latinoamericanista o de los estudios
latinoamericanos y que no es del tipo que ocupa a las disciplinas tradicionales,
es más profundo, más amplio: el nuestro era un paradigma que se definía ante
todo como un paradigma político.
Ahora sí: la crisis del paradigma político que le dio forma a los estudios
latinoamericanos desde su esbozo a mediados de los años sesenta y que
perduró hasta principios de los años noventa se esfumó y nos dejó sin suelo.
Fue a Horacio Crespo a quien le escuché aquello de que los Estudios
Latinoamericanos tenían, por así decirlo, un efecto militante. Si entendemos
por “efecto militante” el que la mayor parte de las y los estudiantes se sienten
identificados con determinadas causas o ideologías entonces podemos decir
que esa realidad persiste, sin embargo el suelo que le dio por muchas décadas
su sustento ha desaparecido. Desapareció la realidad que le dio sentido a los
Estudios Latinoamericanos que se produjeron durante casi 30 años. ¿No me
creen? Pueden revistar las memorias del Coloquio “Los Estudios
Latinoamericanos hoy” publicadas en 1993 y verán de los que les hablo.
Pueden ustedes leerlo: es la época de la crisis del socialismo, del preguntarse
¿qué hace una asignatura como materialismo histórico aquí? (ah! lo olvidé,
debí contarles que existió una asignatura semi-obligatoria de dicho nombre),
del reclamar tantos años de “dependentismo” reduccionista (o de recordar que
los profesores de subdesarrollo y dependencia lo era por ser activistas)1, de
quejarse de la sobre-ideologización del plan de estudios, en fin, enfrentarse a
la crisis del paradigma de manera inmediata. Hoy supongo que algunas de
esas ideas serían modificadas.
Tan resultó conflictiva esta crisis del paradigma latinoamericanista –
insisto, como paradigma político, de compromiso- que en ese coloquio
podemos leer claramente que un profesor dice que América Latina es un objeto
de estudio (e integración dirá Don Mario Miranda), mientras que otros dirán: no,
los objetos de estudio están en las disciplinas que conforman la licenciatura.
¿En qué quedamos entonces? Otra muestra más, vean lo que entendían por
interdisciplina: suma de disciplinas. La crisis del paradigma ha continuado, en
nuestro plan de estudio esto se vio reflejado: la tardanza y dificultad para su
reforma, la tardanza de su implementación, entre otras cosas.
Pensemos entonces que no es de sorprender como nuestros profesoras
insistan en que los estudios latinoamericanos son una forma deformada –
calibanesca podríamos decir- de los estudios de área, verdadera cuna de los
estudios latinoamericanos:2 nacidos al calor de una supuesta guerra fría, sin
ella, quedamos sin sustento.
Hoy volvemos con el asunto: ¿es legítimo estudiar o considera como
objeto de estudio a la América Latina? Justo cuando más se expanden los
posgrados y las especializaciones en torno a este tópico, nosotros, que en
mucho fuimos iniciadores, en crisis, volvemos a la pregunta. La respuesta
obvia, es sí, sí lo es…pero aceptando que tenemos un cambio de paradigma, o
aradigma. Nuestro locus de enunciación: México, la más bien un vacío de ese p
1 Los estudios latinoamericanos hoy, México, FFyL, 1993. 2 Sosa Ignacio, “Interpretar los estudios latinoamericanos: a incesante búsqueda de paradigmas” en América Latina: tres interpretaciones actuales sobre su estudio, México, S/E, 2004.
UNAM, la FFyL cambió radicalmente. Nuestro país –o lo que queda de el- optó
por la integración subordinada a la américa sajona. Nuestra Universidad
renació después de una grave crisis allá en el ya lejano 1999. Nuestro lugar de
enunciación, su transformación, es el primer dato que debemos registrar para
afrontar la crisis del paradigma latinoamericanista: hay una necesidad social y
política del estudio de América Latina, el tema es en que condiciones se puede
o no satisfacer esta necesidad.
Pero llega la crisis ¿qué ha quedado en su lugar? A mi parecer una
diversidad de perspectivas no siempre articuladas. Hoy el estudiante de
nuestra licenciatura es más reacio al enfoque histórico por si sólo, la crisis de
las asignaturas con apellido “socio-económico” es evidente, la historia colonial
ha dejado de tener un peso tan relevante en las tesis, la historia de las ideas
que fue hegemónica en su momento ha perdido sustancialmente su lugar. La
preocupación por lo inmediato, por lo coyuntural, por lo político-social sin
determinantes de otra índole gana peso. Gana peso también el reclamo por la
“metodología”. A esto hay que agregar las muy concretas condiciones
económicas obligan a hacer estudios menos ambiciosos, sin trabajo de campo,
aunque contando con una acceso de información electrónico más amplio, lo
cierto es que esta situación obliga a los latinoamericanista a buscar temas que,
despectivamente en otros círculos se llaman “mexicanistas”. ¿Y qué tiene que
ver esta descripción de lo que nosotros vemos y vivimos con nuestros
compañeros a diario con la crisis del paradigma de la que nos habla? Todo.
Éste ha sido nuestro refugio los últimos diez años al menos.
Que no se piense que quienes diseñaron el plan de estudios que
actualmente funciona no pensaron, vivieron y buscaron darle respuesta a la
crisis del paradigma, el plan de estudio de 2004 es una forma de darle salida a
esta crisis. Muestra de ello es el eje articulador de la historia y particularmente
de la historiografía, la inclusión de asignaturas como teoría social (vean el
ambicioso programa de ésta asignatura en el plan de estudio como muestra de
la búsqueda de dar salida a la crisis), así como de las clases de metodología y
técnicas y fuentes de investigación; también los seminarios de tesis: todo ello,
por más mundano e inmediato que se nos presente, son las respuestas que en
su momento se dieron para cubrir el vacío dejado por la crisis de los
paradigmas. El plan de 2004 es necesariamente nuestro punto de arranque
para cualquier proyecto futuro.
Dimos un giro: lo histórico e historiográfico buscó dar sustento, a mi
parecer, a un eje que siempre circuló en nuestra carrera: las humanidades.
Pero el peso de los interés coyunturales –investigaciones del “tiempo
presente”- e inmediatos fue tal que se buscó darles más sustento (aquí vienen
la “teoría social”, las “metodologías”). Las áreas literarias y filosóficas
quedaron, desde mi percepción, un tanto relegadas, aunque siempre como
“compañeras de ruta”.
Piensen esto, la crisis del paradigma latinoamericanista nos dejó sin
enfoque totalizante: antes uno podía entrar por igual a discusiones
económicas, políticas (particularmente la revolución o la contra-revolución),
literarias o filosóficas desde la idea de la dependencia, o del subdesarrollo o
del paradigma centro-periferia. Pensemos en la discusión del carácter original o
no de la filosofía que Zea, Salazar Bondy o las filosofías de la liberación dieron
al respecto: lo que se discutía era nuestro lugar y nuestra posibilidad en
situación de dependencia de producir ese conocimiento. La literatura lo era al
calor de las disputas políticas. Lo económico y lo político no se diga, el análisis
de nuestra situación en el mundo, nuestra relación con la totalidad, estaba
clara.
Ese enfoque totalizante se perdió y la gama de intereses y perspectivas
se abrió de tal forma que hoy es imposible darle cabida en un plan de estudios.
Esa es, en gran medida, la molestia que les surge a los estudiantes, es el
motivo de ese momento de crisis por ahí del quinto semestre (me dicen
algunos alumnos) del saber si estamos en el lugar correcto. Es la molestia
porqué la mentada interdisciplina no aparece por ningún lugar claramente. Por
no saber si tanta hermenéutica es mejor que la metodología cuantitativa a la
postre. Es la molestia por aprobar tres seminarios de tesis y no tener ni idea de
que hacer, ni como hacer eso que no se sabe que se va a realizar. Es la
molestia por un plan que se les presenta como desarticulado, inconexo.
Demasiado general, abstracto o teórico; o por el contrario, demasiado
decimonónico, histórico y con pocas miras de largo histórico. Perspectivas
encontradas en un mismo hecho. En realidad no es el plan el problema de por
sí, es la situación y el sustento que le da sentido a los estudios
latinoamericanos.
Quisiera proponerles entonces un par de puntos a discutir:
1) Pensemos en verdad la propuesta de Mario Miranda: el nuestro es un
oficio. Un oficio que se aprende andando, practicándolo. No es una
disciplina liberal típica. Somos algo más que una disciplina –para bien o
para mal- y por tanto no podemos quedar atados a una asignatura
curricular ni a un conjunto de ellas;
2) pensemos también, a partir de esto, que es necesario una preparación
general, un intento si quiera de ello. Se que muchas ocasiones esto les
parece abstracto, que no es directamente su tema de interés. Pero
piensen también que no hay posibilidad de que curricularmente se
cumplan las expectativas y requerimientos de todos y cada uno en su
especificidad, amén de que es necesario tener un panorama general
para poder pensar en seguir estudios en la temática latinoamericanistas,
suponiendo que esto interese a las y los compañeros;
3) no quiero decir con esto que la especialización no sea necesaria, es
parte de la formación académica, para quien esté interesada en
proseguirla. Sin embargo un primer acercamiento a un objeto de estudio
como lo es América Latina no puede ser de otra forma que la general y
por general me refiero a que sepamos ubicar la especificidad de nuestro
tema de estudio en un contexto amplio, articulado, conectado con otras
temática;
4) de esta forma quiero decir que efectivamente, para mi, América Latina si
es un objeto de estudio. Y si queremos afrontarlo seriamente tenemos
que saber hacer las conexiones entre unos y otros fenómenos (sean de
la índole que sean, se les catalogue como políticos o filosóficos), que no
tengamos un paradigma totalizante como en antaño, no quiere decir que
dentro de “nuestro tema” no exista relación con el resto. Esto es lo que
pasa, me parece, con la asignatura “América Latina hoy”3 impartida en
los dos primeros semestres, en donde los estudiantes se ven sometidos
a un bombardeo de información, datos, hechos, que sin la preparación
que posteriormente obtendrán, les resulta nebuloso, inconexo,
desbordante incluso;
5) en éste sentido me parece que deberíamos dejar de poner tanto énfasis
en las asignaturas como “metodología de la investigación”: si para
investigar –en cualquiera de sus formas, insisto- estamos
preparándonos, sólo hay una forma de aprender del oficio: haciéndolo,
realizándolo. Urge la inclusión verdadera en grupos de investigación y
para ello es necesario ampliar la participación de nuestros profesores de
tiempo completo;
6) Vayamos más allá: no discutamos sobre lo que el plan dice que un
licenciado en estudios latinoamericanos es o debería ser. Pensemos en
verdad que queremos que sea: yo diré que quiero que sea una
alternativa a las visiones unilaterales que rondan en las disciplinas. Lo
disciplinario hace eso, disciplina, ordena, modera, contiene, limita. Pues
bien, lo nuestro no es disciplinario, lo que no quiere decir que no deba
ser riguroso, aspira a ser una formación que abre espacios, que plantee
preguntas, que deje incógnitas para ser recogidas y respondidas más
adelante. En gran medida esta perspectiva se da porqué somos
políticamente activos, o queremos serlo, o pretendemos serlo, o decimos
serlo…. O a veces imaginamos serlo. No lo sé con exactitud. Pero creo
que es indudable que el efecto latinoamericanista que mencioné hace un
rato debe ser un dato a nuestro favor, no en nuestra contra;
7) esto significa que como alternativa conceptual, epistemológica, teórica,
tenemos una tarea más amplia. No definir nuestro objeto de estudio por
unas fronteras muertas que no existen, sino por un ser un sujeto vivo,
cambiante, profundamente heterogéneo, no siempre accesible
plenamente a su conocimiento, con huecos… tener conciencia de la
3 Esta es sin duda una de las asignaturas más innovadoras en el nuevo plan de estudio. Quienes cursamos el plan 1974 no conocimos nada similar. Su permanencia y fortalecimiento es una necesidad imperiosa.
necesidad, diría Engels, es la libertad. Pues bien, tener conciencia de
este estatus es lo que nos posibilitaría ser o no ser una alternativa.
8) como oficio4 requerimos la inserción al campo de la investigación (sea
esta literaria, filosófica, histórica) pronta por parte de las y los
estudiantes. No podemos postergar éste momento. Sin esa
incorporación plena o más o menos plena estamos dando vueltas. ¿Cuál
es el perfil de ingreso? Ese: formar gente que al saber investigar
produzca conocimiento, planteando y respondiendo preguntas. ¿Esto
quiere decir que todos las y los alumnos deben estar enfocados a la
investigación en su forma académica en un futuro laboral? No, quiere
decir que serán capaces de generar el conocimiento, sabrán plantear las
preguntas y las respuestas tentativas en cualquier espacio en el que se
desarrollen, sea este o no académico. ¿O es que sólo en la academia se
necesita la producción de conocimiento? ¿o sólo en la universidad se
hacen preguntas y respuestas para resolver problemas concretos? Creo
que no. De otra manera la licenciatura se vuelve un cúmulo de datos
inconexos cuyo momento de investigación es la tortura llamada tesis,
que quizá algún día se logre terminar;
9) ¿Qué necesitamos, además de éste eje central en nuestro “perfil”? la
pronta recuperación de un espacio. Hoy todos quieren hacer algo
parecido: vayan a la FCPyS y vean como las disciplinas tradicionales
buscan ampliar sus miras y lo hacen precisamente hacia América Latina.
El asunto es que hemos perdido peso en la Universidad (quizá en la
propia facultad). Esa es una “lucha” a dar: ganar espacio en el
bachillerato, no porqué queramos una salida laboral más, sino porqué es
urgente re-dimensionar el aspecto regional de nuestro país. Brasil lo
hace y crea una Universidad para la región (ahí le va una profecía: en
unos años ese país tendrá catalogada a la mejor universidad en los
llamados “rankings”). Como objeto de estudio, como interés político,
como requerimiento en nuestros tiempos: ampliar la perspectiva hacia el
emplo. Lograr un enlazamiento efectivo con el bachillerato, por ej
4 Miranda Pacheco, Mario, Sobre el oficio del latinoamericanista: pláticas y reflexiones, México, STUNAM, 2010. Miranda lo define por la triada: experiencias, hábitos y técnicas.
posgrado, aunque ciertamente aquí tenemos una mayor debilidad con
respecto a la FCPyS (quien ocupa y decide en gran medida sobre el
ingreso. En fin, recuperar el lugar que debemos ocupar no por capricho,
sino por la indudable actualidad del estudio y conocimiento de la región;
10) Vuelvo al tema de la interdisciplina y la metodología. Con la
interdisciplina nos pasa que la buscamos todo el tiempo, a toda hora, en
cada rincón. ¿Y si la tuviéramos enfrente y no lo viéramos? Y es
precisamente el problema, ¿qué acaso nuestro objeto de estudio no es,
de facto, “interdisciplinario”? Segundo punto problemático, pues bien
podríamos, a mi parecer, dejar esa discusión ya: todo lo multi, inter, pluri
disciplinario o como se le llame, tiene una definición inmediata no
problematizada: unión y diversidad de disciplinas y puntos de vista. Ya
hable de lo que significa la disciplina. ¿Y si, por una vez le hiciéramos
caso a Immanuel Wallarstein cuando plantea que el problema no es ese,
sino más bien la construcción de una sola ciencia de lo humano-social?
Si la alternativa de construcción de lo multi-inter-pluri ha fallado, quizá
esta sea otra opción, igual de válida;
11) volvamos al punto: o nos constituimos como una carrera que alberga,
respeta y dialoga con múltiples disciplinas, aunque nos echamos a
cuestas la tarea inmensa de construir otra forma epistemológica (¿cuál?
La que elude lo multi-inter-pluri disciplinario) o comenzamos a formar
investigadores que si bien especializados, también son receptivos del
resto de las áreas de conocimiento, o sea, formamos en disciplinas, pero
ampliadas. En otras palabras, aceptemos que América Latina es un
sujeto/objeto de estudio y que hay diversas metodologías para
acercarse a ella o bien que hay una pretensión de construir una teoría
sin disciplina. Dos de muchos otros posibles caminos;
12) finalmente quiero apuntar un tema que me parece importante: hasta
el momento la carrera se ha mantenido en la línea de los estudios
clásicos, o sea, como una forma o carrera de tipo liberal. Si aceptamos
el asunto del latinoamericanismo como oficio, creo que sería importante
ampliar nuestros horizontes de visibilidad con respecto a las formas de
ejercerla o de legitimarla. Me refiero a que seguimos enclaustrados en la
forma tradicional –escrita- del desarrollo de nuestro oficio. ¿Y si
introdujéramos el elemento –de manera crítica- de lo “oral”? ¿y si
cultiváramos esa forma tan latinoamericanista de conocimiento que es el
ensayo (como lo hicieron antes Martí, Mariátegui, Ureña, por mencionar
sólo algunos)? ¿ y si nos atrevemos a cruzar nuestro oficio con la
música, la pintura o el cine? Si aceptamos que no somos una disciplina y
que nuestro marco es más amplio, quizá entonces podamos decir que
20 años de crisis no son nada.