Que Pasa Despues de La Muerte

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“Escatología” ACyM Noroeste ¿QUÉ PASA DESPUÉS DE LA MUERTE ? Introducción La muerte nos nivela a todos – nadie tiene poder sobre la muerte. Pero, ¿qué es la muerte? Y, ¿qué pasa después de la muerte? 1. LA NATURALEZA DE LA MUERTE FÍSICA Cuando Dios creó al hombre, primero hizo la parte física, y luego lo complementó con la parte espiritual (Gén 2:7). La muerte es el proceso en inverso. Primero, el cuerpo deja de funcionar; y luego el espíritu o el alma se va (Ecle 12:7). La muerte del ser humano no es algo natural; la Biblia lo relaciona con el pecado. La muerte física es la consecuencia del pecado (Gén 2:16-17). La muerte es una realidad ineludible (Sal 89:48; Cant 8:6); es nuestro destino, a no ser que Cristo vuelva antes. Sólo dos personas se han escapado de la muerte física – Enoc y Elías. Cuando morimos, nuestros cuerpos son sepultados. La palabra en hebreo es qeber’ (= ‘tumba’ o ‘sepulcro’). Este término se usa 66 veces en el A.T., y denota un lugar físico; 51 veces es traducido, ‘sepulcro’, y 15 veces, ‘sepultura’. El equivalente en griego es, ‘mnemeion’ (= ‘un recordatorio’). ADVERTENCIA: Cuidado con relatos de experiencias después de la muerte. 2. LA SUPERVIVENCIA DEL ALMA Dado a que el ser humano es compuesto por dos partes – física (material) y no física (espiritual), no hay que suponer que la muerte del cuerpo significa el fin de toda existencia. La Biblia indica que el alma (o el espíritu) de la persona sobre vive la muerte. Pero, ¿cómo sobrevive, y dónde? ¿Qué experimenta? a. El Caso del Inconverso

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“Escatología”ACyM Noroeste

¿QUÉ PASA DESPUÉS DE LA MUERTE?

Introducción

La muerte nos nivela a todos – nadie tiene poder sobre la muerte. Pero, ¿qué es la muerte? Y, ¿qué pasa después de la muerte?

1. LA NATURALEZA DE LA MUERTE FÍSICA

Cuando Dios creó al hombre, primero hizo la parte física, y luego lo complementó con la parte espiritual (Gén 2:7). La muerte es el proceso en inverso. Primero, el cuerpo deja de funcionar; y luego el espíritu o el alma se va (Ecle 12:7).

La muerte del ser humano no es algo natural; la Biblia lo relaciona con el pecado. La muerte física es la consecuencia del pecado (Gén 2:16-17).

La muerte es una realidad ineludible (Sal 89:48; Cant 8:6); es nuestro destino, a no ser que Cristo vuelva antes. Sólo dos personas se han escapado de la muerte física – Enoc y Elías.

Cuando morimos, nuestros cuerpos son sepultados. La palabra en hebreo es ‘qeber’ (= ‘tumba’ o ‘sepulcro’). Este término se usa 66 veces en el A.T., y denota un lugar físico; 51 veces es traducido, ‘sepulcro’, y 15 veces, ‘sepultura’. El equivalente en griego es, ‘mnemeion’ (= ‘un recordatorio’).

ADVERTENCIA: Cuidado con relatos de experiencias después de la muerte.

2. LA SUPERVIVENCIA DEL ALMA

Dado a que el ser humano es compuesto por dos partes – física (material) y no física (espiritual), no hay que suponer que la muerte del cuerpo significa el fin de toda existencia. La Biblia indica que el alma (o el espíritu) de la persona sobre vive la muerte. Pero, ¿cómo sobrevive, y dónde? ¿Qué experimenta?

a. El Caso del Inconverso

Uno de los términos importantes en el Antiguo Testamento es ‘seol’. La palabra ‘seol’ significa, más que un lugar, un reino o estado; es decir, el reino de la muerte (Sal 18:5; 2 Sam 22:5,6). La RV halla dificultades en traducir esta palabra:

31 veces ‘sepulcro’ 12 veces ‘sepultura’ 11 veces ‘Infierno’ 4 veces ‘profundo’ 3 veces ‘abismo’ 2 veces ‘fosa’

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2 veces ‘osario’

Grau observa que mientras la palabra ‘qeber’ frecuentemente (27 veces) se usa en forma plural, esto no es cierto del ‘seol’; siempre se usa en forma singular1. Además, aunque a veces ‘qeber’ lleva un pronombre personal (por ejemplo, ‘mi sepulcro’); esto no es cierto de ‘seol’. Aunque 43 veces en la RV, los traductores han traducido, erróneamente, ‘seol’ por ‘sepulcro’, en estos casos el término nunca lleva un pronombre personal.

El ‘seol’ es un lugar infeliz. Es un “lugar de silencio” (Sal 31:17; 115;17), donde no se alaba a Dios (Sal 6:5; Is 38:18); es un lugar de pena (2 Sam 22:6; Sal 18:5; 116:3) y de inactividad (Ecl 9:10). Es un lugar descrito como, “la región de las tinieblas y de sombra de muerte” (Job 10:21-22). Lacueva comenta:

“El Antiguo Testamento describe el ‘seol’ como lugar tenebroso y caótico, donde la misma luz es tenebrosa y donde el vocablo ‘polvo’ indica, por una parte, algo así como los desperdicios que quedan tras la vida terrena; y por otra parte, la soledad desierta de un lugar estéril, carente de fertilidad; en una palabra, todo lo contrario a ‘la tierra de los vivientes’ (v. Job 7:21; 10:22; 17:16;Sal 88:10; 143:3; Is 26:19). El habitante del ‘seol’ es el hombre mismo (hebr. ‘Néfhesh’ = alma, como sinónimo de ‘persona’), en una condición miserable, pues está separado de la comunión con Dios y del culto que se tributa a YHWH...”.

b. El Caso del Creyente

A primera vista, el Antiguo Testamento no distingue entre la muerte del justo y del injusto – todos terminan en el ‘seol’ (Gén 37:35; 42:38). Sin embargo, algunos versos del Antiguo Testamento hablan de un fin positivo luego de la muerte (Sal 16:10; 17:15; 49:15; etc).

Según la Iglesia Católica, el ‘seol’ se dividía en dos secciones; una para los justos, y la otra para los injustos. La Iglesia Católica denomina el lugar de los justos, ‘limbus patrum’2. “El limbo de los padres, limbus patrum...sirvió como la habitación temporal de los santos del AT hasta que ‘Cristo descendió al hades’, en cuya oportunidad fueron trasladados al cielo”3.

Algunos comentaristas evangélicos toman esta idea, pero denominan el limbus patrum como ‘paraíso’. Harold Willmington observa, “La Biblia de Scofield sugiere que durante el período de su muerte y resurrección, nuestro Señor descendió al Hades, despobló al paraíso, y encabezó una entrada triunfal espiritual en los cielos con todos los que habían sido salvos hasta ese momento”4. Esta idea se basa en Efe 4:8-9. Comentando sobre este pasaje, Donald Barnhouse afirma, “Cuando ascendió a lo alto vació el Hades del paraíso y lo llevó directamente a la presencia de Dios. La cautividad fue llevada cautiva...De ahí en adelante no habría ninguna separación para los que

1 Grau, op. cit., p. 409.2 Lacueva lo llama, ‘Limbo de los Justos’ (Lacueva, op. cit., p. 99).3 Donald G. Davis, ‘Limbo’, en Diccionario de Teología, E. F. Harrison, G. W. Bromiley and C. F. H. Henry (eds), Grand Rapids: T.E.L.L., 1985, p. 318.4 Harold Willmington, Auxiliar Bíblico Portavoz (Grand Rapids: Portavoz, 1995), p. 686.

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creen en Cristo. Las puertas del Hades nunca más prevalecerían en contra de ningún creyente”5.

Pero debemos notar que esta idea de una división del ‘seol’ en dos partes proviene de la literatura judía tardía (es decir, de entre los dos testamentos); por ejemplo, en Enoc 22:1-14. Algunos Padres de la Iglesia adoptaron esta creencia, aunque no fue hasta el siglo V que la frase, “descendió al infierno” fue introducida al credo cristiano. Tomás Aquino, en el siglo XIII, estableció lo que posteriormente iba a ser la doctrina Católica6.

Tanto la Iglesia Católica como algunos evangélicos, procuran establecer esta doctrina sobre la base de Efe 4:8-97. Sin embargo, la mayoría de comentaristas evangélicos afirman que Efe 4:8-9 no describe el descenso de Cristo al hades para liberar las almas de los justos del limbus patrum, sino que describe simplemente el descenso de Cristo a la tierra (ver Fil 2:6-8), con miras a liberar a los pecadores del cautiverio a Satanás8. La victoria de Cristo sobre Satanás se dio en la cruz (Col 2:14-15); por ende, no era necesario que Él descendiera al hades para liberar a las almas de los justos.

¿Cómo explicamos, entonces, el hecho que el Antiguo Testamento hable de los justos en el ‘seol’? La explicación es que el énfasis, en el Antiguo Testamento, está puesto sobre la muerte como algo que afectaba a todos por igual, sean justos o injustos. En la cosmovisión hebrea, vivir como espíritu separado del cuerpo, no era equivalente a vivir. Por ende, para los santos del Antiguo Testamento, su esperanza estaba puesta en lo que pasaría luego del juicio de Dios, cuando el cuerpo sería resucitado (aunque para la gran mayoría de judíos el concepto de la resurrección del cuerpo era algo poco pensado y analizado).

Durante la época intertestamentaria, los judíos dedicaron mucho tiempo a meditar sobre estos temas. Por ende, para el tiempo de Cristo la perspectiva de los judíos ya había cambiado. Sin embargo, hay que recalcar que aunque estas enseñanzas se hallan en el Nuevo Testamento, su base se remonta a la época del Antiguo Testamento. En otras palabras, esta enseñanza no es tanto la del Nuevo Testamento, sino es el resultado de una honda reflexión sobre los datos del Antiguo Testamento.

Cristo habló, por ejemplo, del ‘seno de Abraham’, como el lugar donde iban las almas de los justos (Lucas 16:22). Acerca del origen de esta expresión Lacueva comenta lo siguiente:

“De acuerdo con la interpretación rabínica, la frase admitía dos sentidos; quizá ambos están implicados en la parábola de Lc 16:19 ss.: A) Yacer (o estar sentado) en el seno de Abraham puede ser una figura para expresar la amorosa comunión que existe entre Abraham y sus descendientes creyentes, por analogía con la ternura paternal de un padre hacia su hijo (comp. Jn 1:18); B) también puede expresar la idea del banquete celestial, teniendo en cuenta que, en aquella época, se comía reclinándose en

5 Donald Barnhouse, Revelation (citado por H. Willmington, op. cit., p. 686).6 Lacueva, op. cit., p. 101.7 Calvino también comenta que algunos católicos usan pasajes tales como Sal 107:16 y Zac 9:11 para confirmar lo que él llama, “esta fantasía”; pero, como Calvino observa, “...el salmo relata el modo cómo fueron libertados los que estaban aherrojados en tierras extrañas y lejanas; y Zacarías compara el destierro que el pueblo de Israel padecía en Babilonia a un pozo profundo y seco...” Concluye, “No comprendo, pues, cómo posteriormente se llegó a pensar en la existencia de un cierto lugar subterráneo, al cual llamaron Limbo” (Institución de la Religión Cristiana, II, XVI, 9). 8 Ver J. Stott, W. Hendriksen, Eadie, etc.

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divanes, con lo que la cabeza de un comensal quedaba recostada sobre el pecho del comensal que estaba a su izquierda9.

Cristo también habló de estar ‘en el paraíso’ (Lucas 23:43). Estas palabras no han de ser entendidas como una nueva revelación acerca del destino de las almas de los justos, sino que expresan la fe de los judíos en el tiempo de Cristo, que se basaba en la revelación del Antiguo Testamento. El paraíso es equivalente al cielo, por lo que leemos en 2 Cor 12:2,4.

En la Septuaginta, ‘seol’ es traducido ‘hades’. Hablando acerca del origen de este término, Lacueva comenta: “Para los griegos, ‘hades’ era uno de los nombres que se le daban a Plutón, el dios de las regiones subterráneas, pero fue transferido también para designar la región de los muertos...”10. El ‘hades’ es el lugar donde van las almas de los injustos, cuando su cuerpo muere (Lucas 16:23). Es un lugar de tormento, aunque no es todavía el infierno.

Antes del Juicio Final, el ‘hades’ entregará todos los muertos (Apo 20;13), y luego del Juicio Final no habrá más necesidad de él, sino que será echado al lago de fuego (Apo 20:14).

La enseñanza del Nuevo Testamento es que al momento de morir, el alma del creyente pasa a la presencia del Señor (2 Cor 5:8; Fil 1:23). El lugar donde se encuentra es llamado ‘Paraíso’ (Lucas 23:43), que (como hemos visto) es sinónimo de ‘cielo’ (2 Cor 12:2,4). Otro término neotestamentario es ‘la diestra de la Majestad’ (Heb 1:3) o ‘la diestra de Dios’ (Heb 10:12).

NOTA: Algunos evangélicos afirman que cuando el creyente muere, entra a un estado de sueño, en el cual el alma duerme hasta el Día Final. Es cierto que los autores del Nuevo Testamento hablan de la muerte como un ‘dormir’; sin embargo, como comenta Lacueva, “esa dormición no se refiere al alma, sino al cuerpo”11. Luego añade,

“Los pasajes del Antiguo Testamento que podrían dar a entender un estado inconsciente de las almas de los difuntos (por ej., Sal 6:5; 30:9; 115:17; 146:4; Ecl 9:10; Is 38:18,19), sólo expresan el desconocimiento, por parte de los difuntos, de lo que sucede en este mundo. De esto sí que podemos deducir que los difuntos – aun nuestros familiares más próximos – no saben lo que hacemos, a menos que Dios tenga a bien revelarles algo...”12.

9 Lacueva, op. cit., p. 102. 10 Lacueva, op. cit., p. 76.11 Lacueva, op. cit., p. 81-82.12 Lacueva, op. cit., p. 82.