Quilodrán. Familia y Demografia

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tudios Demográficos y UrbanosColegio de Mé[email protected] 

SN (Versión impresa): 0186-7210ÉXICO

2008Julieta Quilodrán

LOS CAMBIOS EN LA FAMILIA VISTOS DESDE LA DEMOGRAFÍA; UNA BREVEREFLEXIÓN

Estudios Demográficos y Urbanos, enero-abril, año/vol. 23, número 001El Colegio de México

Distrito Federal, Méxicopp. 7-20

Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal

Universidad Autónoma del Estado de México

http://redalyc.uaemex.mx

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Los cambios en la familia vistos desde la demografía;una breve reflexión*

 Julieta Quilodrán**

 Este texto contiene una serie de reflexiones producto de años de investigación y docencia

en torno a los temas de fecundidad y nupcialidad, entendida esta última en su acepción

más amplia de proceso de formación familiar. En primer lugar busca ubicar la evolución

de estos dos fenómenos en el contexto de la dinámica demográfica general para luego

destacar cuáles son los principales cambios observados en las sociedades desarrolladas y

en la región latinoamericana. La transición demográfica que se efectuó durante dos si- 

glos en los países de Europa, está realizándose en menos de uno en los que la iniciaron

entrado el siglo XX . En torno a estos fenómenos –nupcialidad y fecundidad– han ocu- rrido al menos dos hechos inesperados: el descenso de la fecundidad por debajo del nivel

de reemplazo y las transformaciones en la formación y la estabilidad de las parejas con- 

 yugales. En el ámbito de las familias, junto con el descenso continuo de la fecundidad

de las parejas se ha incrementado la sexualidad fuera del matrimonio, los hijos nacidos

al margen de éste, el control natal, la interrupción de uniones, las nuevas nupcias y las

uniones informales.

 El objetivo del artículo es analizar los aspectos de la nupcialidad que están ejerciendo

influencia sobre el régimen reproductivo en la era postransicional y que son justamente

los que están en el centro de la discusión sobre la segunda transición demográfica.

Palabras clave: familia, matrimonio, nupcialidad, unión libre.Fecha de recepción: 11 de mayo de 2006.Fecha de aceptación: 14 de marzo de 2007.

Changes in the Family as Seen from Demography: a Brief Reflection

This text contains a series of reflections drawn from years of research and teaching on

 fertility and marriage rates, the latter being understood in its broadest sense of the fam- 

ily formation process. It begins by attempting to place the evolution of these two phenom- ena within the context of general demographic dynamics in order to highlight the prin- 

cipal changes observed in developed societies and the Latin American region. The

** Intervención realizada originalmente en el panel Tendencias Sociodemográficasdurante la ceremonia inaugural del “Foro Internacional sobre nexo entre ciencia social y política” auspiciado por la UNESCO, sede Córdoba, Argentina, el 21 de febrero de 2006 yrevisada para su publicación. Por tratarse de una reflexión se mencionan en la biblio-grafía solamente algunos de los tantos trabajos que han influido en las ideas que sepresentan en este texto.

** Profesora investigadora del Centro de Estudios Demográficos, Urbanos y Am-bientales de El Colegio de México. Correo electrónico: [email protected].

ESTUDIOS DEMOGRÁFICOS Y URBANOS, VOL. 23, NÚM. 1 (67), 2008, 7-20

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demographic transition that took place over two centuries in Europe is occurring in less

than one in the countries where it began in the 20th century. These phenomena -marriage

rates and fertility- have been accompanied by two unexpected events: the decrease in

 fertility to below replacement levels and transformations in the formation and stability

of conjugal couples. Within the familial sphere, the continuous decline in couples’ fertil- 

ity has been accompanied by extra-marital sex, children born outside wedlock, birth

control, the interruption of unions, remarriage and informal unions.

The aim of the article is to analyze the aspects of marriage rates that are influencing

the reproductive regime in the post-transitional era, which are precisely those that are at

the center of the discussion on the second demographic transition.

Key words: Family, marriage, marriage rates, living together.

La naturaleza misma de la familia propicia por su proximidad y coti-dianidad que todos tengamos opiniones sobre su funcionamiento ydevenir. El problema comienza cuando manejamos como certeza lainformación que obtenemos de la observación de nuestro entorno yla consideramos representativa de lo que sucede en los grupos demayor tamaño e incluso en la población en su conjunto. Dada la grandosis de emotividad que permea el  tema de la familia, nuestras afirma-ciones suelen ser exageradas tanto para expresar sus bondades como

los defectos derivados de los continuos cambios que experimenta. Éstaes una constante que solamente los resultados aportados por la inves-tigación pueden confirmar o refutar.

La plasticidad de la institución familiar se ha dejado ver a lo largode la historia. A pesar de sus mutaciones no ha perdido hasta la fechasu calidad de célula social básica, de ámbito de la reproducción bioló-gica y social, así como de refugio para la expresión de los sentimientos.Crea lazos de consanguinidad entre sus miembros y con ello construyeel andamiaje de las relaciones de parentesco. En palabras de E. Jelin,

la familia constituye una institución social “anclada en las necesidadeshumanas universales de base biológica; vale decir, la sexualidad, lareproducción y subsistencia cotidiana”.

 A través del tiempo la familia se ha organizado de distintas mane-ras para llevar a cabo las funciones básicas relacionadas con los aspec-tos recién mencionados. En el camino ha redefinido, compartido conotras instituciones e incorporado nuevas funciones, o bien abandona-do algunas de ellas. Ha modificado sus estructuras jerárquicas, reasig-nado los roles entre sus miembros y, atendiendo a los vaivenes de lamortalidad y de la fecundidad, ha reducido o agrandado su tamaño.

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La familia, como todos sabemos, no es una célula social aislada;sus integrantes interactúan con el mundo exterior y reelaboran en suseno las influencias que reciben en un proceso de retroalimentación

constante. Con la inserción de sus miembros en la vida social y con lainteracción que propicia entre ellos la cohabitación, se van gestandonuevas actividades y comportamientos, y junto con ellos los referentespara la socialización de las nuevas generaciones. Aunque las necesida-des que impone la reproducción son básicamente las mismas, cadasociedad tiene su propia manera de satisfacerlas, de ahí las variacionesen los modelos de familia a través del tiempo y del espacio.

La época actual se caracteriza por la velocidad con que ocurrenlos cambios en todos los órdenes de la vida social. En el ámbito demo-

gráfico lo sabemos muy bien, pues la transición demográfica que duródos siglos en los países de Europa está ocurriendo en menos de unoen los que la iniciaron apenas entrado el siglo XX. A este respectopersiste la incógnita sobre el tiempo que tardarán en efectuarla lospaíses subsaharianos. Esperemos que la disminución de sus tasas decrecimiento resulte de la reducción de sus niveles de fecundidad y node la pandemia de sida que los amenaza.

Después de la Segunda Guerra Mundial y una vez finalizado elrepunte de la fecundidad conocido como “baby boom” se instaló de-finitivamente en Europa y en general en los países más desarrolladosun nuevo régimen demográfico: la fecundidad y la mortalidad se equi-pararon pero esta vez en bajos niveles. Entre el baby boom  –que ocurrióentre finales de los cuarenta y comienzos de los sesenta– y la épocaactual, la fecundidad no solamente regresó a sus niveles de preguerrasino que continuó descendiendo de manera inesperada hasta alcanzaren muchos países tasas que están por debajo del reemplazo poblacio-nal. El impacto principal de este nuevo régimen de fecundidad se estádejando sentir tanto con carácter macro –envejecimiento de la pobla-ción, cambios en las relaciones de dependencia, escasez de mano deobra, etc.– como individual y familiar. En realidad lo que está en pro-ceso es una nueva manera de vivir en sociedad donde la familia setransforma una vez más para adaptarse a las condiciones que en parteella misma generó.

El hecho de que cada vez se viva durante más tiempo y que cada vez más los eventos importantes de la vida emanen de las decisionesindividuales, obligan a redefinir el papel de las personas y el de lasinstituciones. El tener o no hijos, tenerlos dentro o fuera de un matri-monio, prolongar la soltería y disponer aún de tiempo suficiente para

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lograr los dos hijos que la gran mayoría manifiesta desear, equivocarseen la elección de pareja y contar todavía con tiempo para rehacer la

 vida conyugal, etc., ponen de manifiesto las variadas opciones de or-

ganización familiar que posibilita una esperanza de vida prolongada.Sin embargo el transformar estas posibilidades en opciones reales su-pone un largo trayecto que conlleva cambios en las actitudes de laspersonas y en sus comportamientos y también en las instituciones y enlas leyes que los regulan. Para avanzar en este proceso es convenienteque lo relativo a la familia se aborde de manera integral, como unasunto que atañe a la sociedad.

 Al revisar algunos de los cambios más importantes que se han ve-nido dando en el ámbito de la formación familiar debemos reconocer

que todos ellos atañen a situaciones conocidas pero cuya mayor pre-sencia les otorga visibilidad. La sexualidad fuera del matrimonio, loshijos nacidos al margen de éste, el control natal, la interrupción deuniones, las nuevas nupcias, así como las uniones informales, han es-tado siempre presentes en la sociedad. Lo que ha cambiado es la inci-dencia de cada uno de estos fenómenos y las razones a las cuales res-ponde. Así tenemos que la difusión de la tecnología anticonceptiva nosolamente ha permitido regular la fecundidad dentro del matrimoniosino que ha abierto paso a la separación entre el ejercicio de la sexua-lidad y la reproducción biológica, y con ello se ha cuestionado el papeldel matrimonio como hito fundador y regulador de la vida sexual yreproductiva.

Si bien desde el advenimiento de la anticoncepción se esperabanla disminución del número de hijos por mujer y el debilitamiento del

 vínculo entre la vida sexual y reproductiva, han surgido al menos doshechos inesperados en esta evolución. La primera sorpresa fue que eldescenso de la fecundidad podía llegar a situarse por debajo del nivel dereemplazo; esto significa que 2.1 hijos por mujer, que es la fecundidadque lo asegura, ha perdido su calidad de cifra mítica. En muchos paí-ses europeos, en especial los mediterráneos y algunos de Europa delEste, la fecundidad ha descendido por debajo de este rango que habíasido considerado su límite inferior.

La otra novedad son los cambios en la formación y la estabilidadde las parejas conyugales. A pesar de que la nupcialidad no es un fe-nómeno que forme parte de la ecuación demográfica, su desempeñofue clave en el Antiguo Régimen. Asociada ahora con cambios de orden

 valórico ha vuelto a constituir un tema relevante en la discusión sobrela baja fecundidad de las parejas y por ende, la reproducción de la

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población. En la actualidad su influencia ya no deriva exclusivamentedel hecho de retirar a las mujeres de la exposición al riesgo de conce-bir mediante la postergación de la edad al matrimonio o de la soltería

definitiva.¿Cuáles son los otros aspectos de la nupcialidad que están ejercien-do influencia sobre el régimen reproductivo en la era postransicional?Detengámonos un momento en estos factores que están, por lo demás,en el centro de la discusión sobre la segunda transición demográfica.

La soltería prolongada • . Conduce a una elevación de la edad almatrimonio. Se trata de un fenómeno en franca expansión: enlos países desarrollados las edades promedio al primer matri-

monio son cada vez más tardías, cerca de 30 años para loshombres y entre 25 y 30 para las mujeres alrededor del año2000. En muchos países asiáticos una de cada tres personaspermanece soltera a la edad de 35 años. Cabe mencionar queen los países desarrollados, a diferencia de lo que sucede enlos asiáticos, en su gran mayoría los matrimonios van precedi-dos por cohabitaciones.La estabilidad de las parejas.• La mayoría de las personas adultascontinúa viviendo en pareja y teniendo hijos, pero duran me-nos tiempo juntos, son menos estables  que en el pasado. Ahoraque quienes se separan o divorcian tienen la opción de volvera contraer nupcias, la viudez da esa oportunidad solamente alcónyuge sobreviviente.

  La interrupción de las uniones genera dos tipos de subpobla-ciones: la de quienes permanecen solos y la de quienes vuelvena ingresar en uniones conyugales –matrimonios o unioneslibres–. Cuanto más interrupciones haya y mayores sean losdiferenciales de las probabilidades por sexo y edad de ingresaren nuevas uniones, más grande será el volumen de poblaciónque permanecerá sola con o sin hijos. Ahora, al ser estas pro-babilidades diferenciales por tipo de unión –matrimonio ounión consensual– el abanico de arreglos conyugales posiblesse diversifica.La desinstitucionalización de las uniones conyugales • . Las parejas nonecesariamente inician su vida marital contrayendo matrimo-nio. Hay quienes nunca lo hacen, algunas legalizan sus unionesinformales transcurrido cierto tiempo, otros consideran estetipo de uniones una manera alternativa de formar una familia,

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mientras que para otros se trata solamente de un periodo deprueba en la definición de una relación más estable.

Un aspecto de la nupcialidad que está también cambiando perodel que poco se habla es el de la

 Elección del cónyuge: • Se trata de una etapa de la formación de lasuniones poco estudiada por los demógrafos a pesar de que esla primera cronológicamente hablando. La elección del cónyu-ge, cualquiera sea el sexo de éste, pone en juego todo el capitalsocial de los candidatos, de ahí la importancia de estudiar lasformas de emparejamiento en el contexto social actual. Cabe

preguntar acerca del efecto de los flujos migratorios crecientessobre los matrimonios mixtos, sobre todo cuando existe unaselectividad por sexo que hace proclives a quienes migran enedades casaderas a concluir sus uniones en los lugares de des-tino. Conviene también conocer los efectos que pudieran estarderivándose de la irrupción del internet como un espacio al-ternativo para encontrar pareja. Se trata de la globalización queal introducirse en las familias modifica los niveles tradicionalesde homogamia conyugal que aseguran estabilidad y cohesiónsocial al estar basados en la formación de parejas cuyos miem-bros tienen características semejantes. Los encuentros en espa-cios “cercanos” como el trabajo, las escuelas, las fiestas familia-res o la comunidad han favorecido hasta ahora una homogamiarelativamente elevada. Su disminución se convertirá sin dudaen un nuevo reto que las familias tendrán que resolver. El yernoo la nuera ya no serán del pueblo ni del barrio, ni tampococompañeros de escuela o de trabajo; vendrán de lejos con cos-tumbres distintas aunque puedan contar con los mismos diplo-mas y trabajar en el mismo lugar. Sin duda la circulación cre-ciente de estudiantes o de cuadros jóvenes de las empresas –queno podemos calificar propiamente de migraciones– profundi-zará la diversidad de origen de los cónyuges.

Desde luego que tales fenómenos no se manifiestan necesariamen-te en todas partes, y cuando llegan a ocurrir no lo hacen con la mismarapidez e intensidad.

 Ahora, ¿qué tan presentes están estos cambios en América Latina?¿Podemos seguir pensando en que la familia tradicional domina en la

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región pese a la elevación de los niveles de educación y la crecienteinserción de la mujer en el mercado de trabajo?

Se ha documentado ampliamente que la situación demográfica

latinoamericana está muy lejos actualmente de la que prevalecía en losaños sesenta. Esto no significa, sin embargo, que se hayan reducido demanera homogénea los niveles de mortalidad y fecundidad; las brechaspersisten. Los rangos de crecimiento poblacional son bajos porque lastasas globales de fecundidad también son bajas, pues hoy día repre-sentan la mitad o menos de las que imperaban a mediados del siglopasado. Esta disminución de la fecundidad ha acarreado la reduccióndel tamaño de las familias; cabe añadir a esto la complejidad que agre-gan las migraciones, especialmente las internacionales, a la organiza-

ción familiar. Las migraciones afectan la formación de las parejas através de su selectividad por sexo, así como la responsabilidad encuanto a la crianza de los hijos, ya que hay padres ausentes, uno o máshijos fuera, niños a cargo de los abuelos, y mujeres solas, solteras ocasadas con marido ausente. Por otra parte, dado el marcado incre-mento de la escolaridad entre generaciones cabe cuestionar si enmuchos lugares de América Latina los hijos de los emigrantes que sequedan en el sitio de origen están siendo criados por personas analfa-betas que poco pueden contribuir a elevar su rendimiento escolar, ylo mismo puede ocurrirle a los que pertenecen a familias en que elpadre y la madre trabajan fuera del hogar.

En cuanto a los cambios que está experimentando la formaciónfamiliar en la región, cabe reiterar en primer lugar que se ha prolon-gado la soltería, como lo muestran las mujeres de las generaciones más

 jóvenes de los países incluidos en las encuestas DHS de fines de losnoventa. Alrededor de 20% de ellas continuaba soltera a los 30 añosde edad en comparación con 5% de las nacidas en los cuarenta. Para-lelamente se observa que el grupo de mujeres que se unen antes delos 30 años lo están haciendo a edades más tempranas. Esto ha dadoorigen a una segregación: por un lado un nutrido grupo de mujeresque prolongan la soltería, y por otro las que ingresan en uniones y quelo hacen en forma cada vez más temprana. Este proceso es especial-mente notable en países como Brasil y Colombia.

Una de las mayores implicaciones del retraso de la formación deun nuevo núcleo conyugal, de que los jóvenes permanezcan más tiem-po sin pareja o sin pareja estable lo constituye el hecho de que hombres

 y mujeres vivan durante más tiempo en el hogar de los padres y retra-sen una de las transiciones más importantes hacia la vida adulta: el

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abandono del hogar familiar. Lamentablemente en América Latinacasi no disponemos de información sobre el tema, pero dada la escasezde puestos de trabajo puede suponerse que esta situación se expandi-

rá en el futuro. La escolaridad cada vez más prolongada de los jóvenesactuales, la falta de un empleo estable, la posibilidad de mantenerrelaciones sexuales sin la presión del embarazo de la mujer y el conse-cuente matrimonio de reparación, son, sin duda, algunas de las muchasrazones que explican la prolongación de la soltería y correlativamentela edad más tardía de abandono del hogar paterno. Esto es bastantecomún en los países desarrollados de Europa, sobre todo en los medi-terráneos donde la edad promedio supera ya los 30 años.

En lo que se refiere a la institucionalización del vínculo conyugal

cabe recordar que en la gran mayoría de los países de América Latinala unión libre o consensual constituye una forma tradicional de formaruna familia relativamente estable. Lo novedoso de lo ocurrido en losúltimos 30 años ha sido su difusión en países como Argentina, Brasil,Chile y Uruguay, donde las proporciones eran muy escasas. Pervivenen los de Centroamérica, donde son y han sido siempre abundantes.

 Al examinar la información contenida en la ronda de censos 2000 ycompararla con la de los censos de 1990 se advierte que la unión libresigue creciendo en Chile y sobre todo en Brasil; en el resto de los paí-ses hay descensos o al menos un estancamiento de sus niveles. Decualquier forma, esto no debe ser interpretado como un regreso a lasituación anterior. Si las cosas suceden como en México, donde dispo-nemos de información sobre la naturaleza del vínculo conyugal desdeel censo de 1930, lo que podría ocurrir es una mayor secularizacióndel matrimonio, pues el civil y religioso ha sido reemplazado progre-sivamente por el matrimonio solamente civil y por las uniones consen-suales, muchas de las cuales se legalizan al transcurrir cierto tiempo.

La información disponible y los análisis realizados han mostradoque la legalización es un fenómeno frecuente en la región; luego deun periodo de convivencia algunas personas que vivían en unión libredeciden contraer matrimonio. En el caso de México su proporciónalcanzaba hasta hace algunos años alrededor de 50%. No podemosprever en este momento si la frecuencia de la unión libre alcanzará losmismos niveles y si reproducirá el mismo calendario de las generacio-nes pasadas.

 Aunque la situación predominante en la región sigue siendo launión libre tradicional asociada a condiciones de pobreza, coexistecon la que podemos calificar de moderna, cuyas características se ase-

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mejan a las de las cohabitaciones propias de los países desarrolladosen que ambos cónyuges cuentan con altos niveles educativos. La per-misividad cada vez mayor hacia este tipo de uniones podría ocasionar

que aumentaran en el futuro, ya que más personas podrían preferir launión libre como primera unión e inclinarse por la misma al contraernuevas nupcias.

Pero también cabe preguntar ¿cómo está afectando este contextode mayor tolerancia a las relaciones sexuales extramaritales?, ¿qué tansolteros pueden ser considerados quienes se declaran como tales aunteniendo una pareja sentimental con la cual no corresiden? O sea, ¿quétan solteros son los que no han ingresado nunca en una unión estableo quienes han terminado la que mantenían? Cualquiera que sea la

definición de lo que es una pareja conyugal en la actualidad, estamosfrente a modalidades de relación no frecuentes en el pasado. El livingapart together,  como se suele llamar a los arreglos sentimentales sincohabitación, podría incrementarse en nuestra región si un mayornúmero de hombres y mujeres contaran con las condiciones econó-micas para solventarlo.

El problema conceptual que plantea la situación conyugal de laspersonas no es menor, sobre todo cuando esta situación es autodecla-rada y no media ningún documento comprobatorio, como sucede ennuestros censos. Solteros que no son solteros, unidos que no estáncasados, separados que no se han divorciado, o separados que no pue-den divorciarse porque nunca han estado casados; los matices aumen-tan y con ello las situaciones de hecho.

La interrupción de las uniones está progresando de manera ace-lerada. Al igual que el incremento de las uniones consensuales, elavance de la disolución voluntaria constituye otro de los rasgos carac-terísticos de la segunda transición demográfica. Sin llegar a los nivelesde disolución que se presentan en los países europeos, incluidos los deEuropa del Este, Canadá, Estados Unidos, Australia y Nueva Zelanda,los divorcios y las separaciones de hecho aumentan a un ritmo crecien-te en toda la región. Las estadísticas de divorcio señalan a Cuba yUruguay por su mayor frecuencia de divorcios en América Latina. Allímás de la mitad de las parejas termina divorciándose, al igual que su-cede en Estados Unidos y Canadá. Sin embargo el indicador de divor-cio no refleja la realidad de la disolución voluntaria de uniones en elresto de los países de la región, pues al calcular el índice opera la for-malidad tanto para constituir la pareja conyugal como para romper el

 vínculo existente.

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El tema de la inestabilidad conyugal es recurrente en la prensa,en los discursos de los políticos y de los empresarios porque se le aso-cia con la desintegración familiar y la pérdida de cohesión social. Es

difícil responder oportunamente y explicar con argumentos contun-dentes que se trata de un cambio social mayor y hay que aprender a vivir con él, para lo cual se requiere la conjunción de muchas accionespúblicas y nuevos comportamientos de los actores directos –padres ehijos– para quitarle el dramatismo a un hecho no deseado. Lamenta-blemente hasta este momento los estudios demográficos existentes sonescasos y los indicadores que se pueden construir con los datos de lasestadísticas vitales dejan fuera las separaciones de hecho, con lo quese ignora a muchas parejas que han experimentado una disolución.

La “informalidad” observada en cuanto a la formación de las unionesse repite en el caso de la disolución de las mismas y la situación es aúnmás complicada en este último caso, ya que en la categoría de separa-dos se confunden quienes lo son de matrimonios y los que provienende uniones libres. Si la situación de México reflejara hasta cierto pun-to la de otros países de la región encontraríamos que las proporcionesde separaciones son el doble de las de los divorcios. Este dato coloca deinmediato en evidencia las limitaciones de las estadísticas vitales paradar cuenta del fenómeno de la disolución conyugal. El problema dela subestimación es tanto más agudo porque incide sobre las nuevasnupcias, responsables en gran medida de la complejidad que está ad-quiriendo la organización familiar. En estas circunstancias el abanicode arreglos posibles se multiplica sobre todo en el presente, cuandoambos cónyuges sobreviven.

Si admitimos, como todo lo indica, que la mujer seguirá educán-dose y con ello aumentando sus posibilidades de conseguir trabajofuera de casa y postergando su unión, debemos reconocer tambiénque difícilmente reasumirá su rol tradicional de “mujer de hogar”dedicada únicamente al cuidado de los hijos y a las labores domésticas.

 Así, habrá mucho más población joven soltera que cuando decidaformar pareja optará por la unión libre más frecuentemente que enel pasado, independientemente de que luego contraiga un matrimo-nio de preferencia civil. Las parejas así constituidas tendrán pocoshijos y una proporción importante de ellas terminará divorciada oseparada al transcurrir un lapso no muy largo, y por lo tanto sus inte-grantes serán suficientemente jóvenes para contraer nuevas nupcias

 y tener quizás nuevamente hijos. Sin embargo lo más probable es quese unan con personas que ya hayan formado previamente su descen-

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dencia en una unión anterior y cuyos deseos de tener hijos en comúnsean pocos.

 Aceptado un escenario como el recién descrito, las preocupaciones

se centran en el modo de asegurar el cuidado de los dependientes,hijos y padres ancianos. La carga que representa la población mayorno dejará de aumentar en el futuro, ni tampoco la de los hijos, ya queaunque menos numerosos, su crianza es más demandante y dura mástiempo. Ahora, de continuar elevándose la participación de la mujeren la fuerza de trabajo, de no revertirse la tendencia creciente a ladisolución de las uniones y de mantenerse las divisiones de génerodentro de la familia, el panorama será el de un número creciente demujeres “sobrerresponsabilizadas”.

Las exigencias relacionadas con la escolarización de los hijos, elaprovechamiento de los programas de ayudas estatales o de otras fuen-tes, la atención de los padres ancianos y la ejecución de su propiotrabajo fuera del hogar para allegarse más recursos o simplementeporque se ha convertido en una costumbre más, le ocuparán todo eltiempo disponible. Si a esto añadimos el hecho de que las disolucionesde uniones se están dando de manera cada vez más temprana, cuandolos hijos son más pequeños y demandan más atención, las posibilidadesde estas mujeres de rehacer su vida en pareja son todavía más escasas.De hecho las proporciones de mujeres en esta situación son por logeneral tres veces mayores que las de los hombres. ¿Revertirán ellasesta tendencia al recurrir con mayor frecuencia a una relación tipoLAT que es más compatible con la condición de jefa de familia de unhogar monoparental? La no convivencia disminuye las responsabilida-des asociadas a la gestión de un hogar más complejo y los eventualesconflictos entre los hijos, los padres y los hermanos no biológicos.

Conclusiones

Una primera conclusión a la que llegamos luego del breve repasorealizado se refiere a que es necesario concebir los efectos negativosque se derivan de los cambios que está experimentando la familia comoproblemas que atañen a la sociedad en su conjunto, y entender que lareproducción social, cuya responsabilidad recae en gran parte enla institución familiar, representa un reto cuyo manejo la rebasa. Enesta vía, una de las tareas urgentes que es preciso emprender es asegu- rar la compatibilidad de las labores cotidianas del hogar con la participación

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de la mujer en la fuerza de trabajo . Los avances realizados en tal sentidohan sido más bien escasos, pero no hay duda de que se requiere perse-

 verar en ese camino sensibilizando a la población sobre el tema y, sobre

todo, adoptando políticas públicas basadas en un conocimiento cabalde la problemática familiar. Esto implica la disposición de informaciónadecuada y la realización de análisis rigurosos de la misma teniendosiempre presentes las variantes culturales tan necesarias en el tratamien-to de una institución especialmente sensible como es la familia.

Otra conclusión a la que podemos llegar tiene que ver con elgrado de avance de la segunda transición demográfica en AméricaLatina. Mi opinión es que sí están presentes los postulados teóricos:en muchos países los niveles de la fecundidad se están acercando rá-

pidamente a los de reemplazo; las uniones libres, la disolución de lasuniones y la proporción de hijos nacidos al margen del matrimoniose han incrementado. Sin embargo la fecundidad no ha descendidotodavía por debajo de los niveles de reemplazo; las uniones libres ylos hijos fuera de unión son fenómenos que hay que analizar concuidado, ya que desde siempre han estado presentes en la región. Elfenómeno que parece encuadrarse mejor en esta teoría es el de ladisolución de uniones, aunque casi en ninguna parte hayan alcanzadoaún las proporciones de los países desarrollados. El pero  es que la in-terpretación de la evolución de cada uno de estos fenómenos debematizarse. Las uniones libres, los nacimientos fuera de unión, las se-paraciones de hecho, son todas situaciones seculares, forman partede la cultura, tienen sus propios significados, y éstos no son necesa-riamente los mismos que dieron origen a la teoría de la segundatransición demográfica. La institucionalización del proceso de forma-ción y disolución de las parejas nunca se universalizó, de modo quela situación actual no puede ser la de una desinstitucionalización alestilo de la que están experimentando las sociedades desarrolladas dehoy. Se parte de realidades distintas, aunque esto no implica negarque en la región existen grupos cuyos valores y comportamientos seajustan al modelo de la segunda transición demográfica. Se trata enrealidad de la coexistencia de los dos modelos: el derivado de la situa-ción tradicional de semiinstitucionalización, y el otro cercano al im-perante en los países más avanzados. Hasta la fecha es poco lo que seha hecho para distinguir ambas poblaciones, por lo mismo consideroque convendría ser cuidadosos antes de afirmar lo que aparentemen-te los datos nos indican, que estamos en la denominada segundatransición demográfica.

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Para terminar he de anotar que el logro del bienestar social pasaindiscutiblemente por el desempeño familiar pero no necesariamentepor el que reivindica a la familia tradicional y estigmatiza su inestabi-

lidad actual. Convencer de que en gran medida el modelo de familiapatriarcal ya no responde a la realidad y aportar conocimientos sobrelas razones de los comportamientos imperantes, me parece, son come-tidos de nuestro quehacer como investigadores sociales.

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