Quinn Julia - Bridgerton 03 - Te Doy Mi Coraz n [2

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Te doy mi corazón 2º epílogo Julia Quinn Sinopsis: Todo el mundo se merece un final feliz. Especialmente Posy Reiling, la indudablemente no malvada hijastra de Te doy mi corazón. Ella ha estado viviendo con los Bridgertons durante tres años, pero a pesar de la más ferviente labor de casamentera de Violet, no ha encontrado marido. Posy asegura estar contenta de ser una solterona, pero Sophie Bridgerton ene otros planes… A los veincinco años, la Srta. Posy Reiling era considerada casi una solterona. Había algunos que podían considerarla más allá del corte de las jovencitas para ser la líder de las desahuciadas sin remedio; veintrés era a menudo considerado como el cruel límite cronológico. Pero Posy era, como Lady Bridgerton (su guardiana oficial) comentaba a menudo, un caso único. En los años de debutante, Lady Bridgerton insisa, Posy sólo tenía veinte, quizá veinuno. Eloise Bridgerton, la más mayor de las hijas solteras de la casa, lo exponía un poco más rotundamente: Los primeros pasos de Posy en la sociedad no habían tenido ningún valor y no debían contar en su contra. Hyacinth la hermana más pequeña de Eloise, nunca nadie la superaría verbalmente, simplemente indicaba que los años de Posy entre la edad de diecisiete y veindós habían sido “completamente putrefactos” Era en este punto cuando Lady Bridgerton suspiraba, se servía una bebida fuerte, y se tumbaba en el sofá. Eloise, cuya boca era tan mordaz como la de Hyacinth (aunque gracias a Dios con un humor algo más discreto), señalaba que lo mejor sería que consiguieran casar rápidamente a Hyacinth o su madre se volvería una alcohólica. Lady Bridgerton no apreciaba el comentario, aunque ínmamente pensaba que podía ser cierto. Hyacinth era así. Pero esta es una historia sobre Posy. Y como Hyacinth ene tendencia a asumir el control sobre cualquier cosa en lo que esté involucrada… por favor, olvidaros de ella durante el resto del relato. La verdad era, que los primeros años de Posy en el Mercado Matrimonial habían sido completamente putrefactos. Era verdad que había hecho su debut a la apropiada edad de diecisiete. Y, de hecho, era la hijastra del úlmo Conde de Penwood, que tan prudentemente había hecho los arreglos para su dote antes de prematura muerte varios años antes.

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Te doy mi corazón2º epílogo

Julia Quinn

Sinopsis:

Todo el mundo se merece un final feliz. Especialmente Posy Reiling, laindudablemente no malvada hijastra de Te doy mi corazón. Ella ha estado viviendo conlos Bridgertons durante tres años, pero a pesar de la más ferviente labor decasamentera de Violet, no ha encontrado marido. Posy asegura estar contenta de seruna solterona, pero Sophie Bridgerton tiene otros planes…

A los veinticinco años, la Srta. Posy Reiling era considerada casi una solterona. Habíaalgunos que podían considerarla más allá del corte de las jovencitas para ser la líder delas desahuciadas sin remedio; veintitrés era a menudo considerado como el cruel límitecronológico. Pero Posy era, como Lady Bridgerton (su guardiana oficial) comentaba amenudo, un caso único.

En los años de debutante, Lady Bridgerton insistía, Posy sólo tenía veinte, quizáveintiuno.

Eloise Bridgerton, la más mayor de las hijas solteras de la casa, lo exponía un pocomás rotundamente: Los primeros pasos de Posy en la sociedad no habían tenidoningún valor y no debían contar en su contra. Hyacinth la hermana más pequeña deEloise, nunca nadie la superaría verbalmente, simplemente indicaba que los años dePosy entre la edad de diecisiete y veintidós habían sido “completamente putrefactos”

Era en este punto cuando Lady Bridgerton suspiraba, se servía una bebida fuerte, yse tumbaba en el sofá. Eloise, cuya boca era tan mordaz como la de Hyacinth (aunquegracias a Dios con un humor algo más discreto), señalaba que lo mejor sería queconsiguieran casar rápidamente a Hyacinth o su madre se volvería una alcohólica. LadyBridgerton no apreciaba el comentario, aunque íntimamente pensaba que podía sercierto.

Hyacinth era así. Pero esta es una historia sobre Posy. Y como Hyacinth tiene tendencia a asumir el

control sobre cualquier cosa en lo que esté involucrada… por favor, olvidaros de elladurante el resto del relato.

La verdad era, que los primeros años de Posy en el Mercado Matrimonial habíansido completamente putrefactos. Era verdad que había hecho su debut a la apropiadaedad de diecisiete. Y, de hecho, era la hijastra del último Conde de Penwood, que tanprudentemente había hecho los arreglos para su dote antes de prematura muertevarios años antes.

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Ella era totalmente agradable de mirar, si quizá un poco regordeta, tenía todos susdientes, y, había sido comentado sobre ello más de una vez, ella tenía los ojosextraordinariamente amables.

Cualquiera evaluándola sobre el papel no entendería por ello porque llevaba tantotiempo sin una sola proposición.

Pero cualquier persona que la evaluara sobre el papel no conocía a la madre dePosy, Araminta Gunningworth, la Condesa viuda de Penwood.

Araminta era espléndidamente hermosa, aun más que la hermana mayor de Posy,Rosamund, quien había sido bendecida con el pelo rubio, una boca de capullo de rosa yunos ojos azul celeste.

Araminta era también ambiciosa, y enormemente orgullosa de su ascenso desde lapequeña nobleza a la aristocracia. Había ido desde Srta. Wincheslea a Srta. Reilinghasta Lady Penwood, aunque al oírla hablar de ello, su boca había estado chorreandocucharas de plata desde su nacimiento.

Pero Araminta había fallado en un aspecto; no había podido proveer al Conde de unheredero. Lo que significaba que a pesar del Lady antes de su nombre, ella no ejercíauna cantidad terriblemente grande de poder. Ni tenía acceso al tipo de fortuna quesentía que se le debía.

Y por eso fijó sus esperanzas en Rosamund. Rosamund, estaba segura, haría unespléndido partido. Rosamund era dolorosamente encantadora. Rosamund podíacantar y tocar el pianoforte, y si no era talentosa con la aguja, entonces sabiaexactamente como empujara a Posy, quien si lo era. Y desde que Posy lo hacia nodisfrutaba de los reiterados pinchazos de las agujas en su piel, los bordados deRosamund parecían siempre exquisitos.

Posy, por otra parte, generalmente iba sin terminar.Y como el dinero no era tan abundante como Araminta hacia creer a sus pares,

derrochó todo lo que tenían en el guardarropa de Rosamund, y las lecciones deRosamund, y en toda Rosamund.

Ella no iba a permitir que Posy luciera vergonzosamente lamentable, perorealmente, no había ninguna razón en gastar más de lo que tenía en ella. Usted nopodría convertir la oreja de un cerdo en un monedero de seda, y verdaderamenteusted no podría convertir a Posy en Rosamund.

Pero.(Y esto sí que es un gran pero)Las cosas no resultaron tan bien para Araminta. Esta es una terriblemente larga

historia, y una que probablemente merecería tener su propio libro, pero suficiente paradecir que Araminta engañó a otra joven muchacha sobre su herencia, a Sophie Beckett,quien resultó ser hija ilegitima del conde. Ella se había salido completamente con lasuya porque ¿quien se preocupa de un bastardo?, excepto porque Sophie había tenidola osadía de enamorarse de Benedict Bridgerton, segundo hijo de la mencionada (yextremadamente bien conectada) familia Bridgerton.

Esto no había sido suficiente para sellar el destino de Araminta, excepto queBenedict decidió que correspondía al amor de Sophie. Completamente loco. Y mientrasque él podía haber pasado por alto la malversación, él ciertamente no pudo hacer lomismo para sacar a Sophie de la cárcel (la mayoría cargos por fraude).

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Las cosas parecían desalentadoras para la querida Sophie, incluso con laintervención a su favor de Benedict y su madre, la antes mencionada Lady Bridgerton.Pero entonces, ¿quién podía aparecer para salvar el día excepto Posy?

Posy, quien había sido ignorada la mayor parte de su vida.Posy, quien había pasado años sintiéndose culpable por no enfrentarse a su madre.Posy, quien seguía siendo un poco regordeta y nunca sería tan hermosa como su

hermana, pero quien siempre tendría los más amables ojos.Araminta la había repudiado al momento, pero antes incluso de que Posy tuviera un

momento de preguntarse si eso constituida buena o mala fortuna, Lady Bridgerton lahabía invitado a vivir en su casa tanto tiempo como ella quisiera.

Posy podía haber pasado veintidós años empujada y pinchada por su hermana, perono era tonta. Ella aceptó alegremente e incluso no se molestó en regresar a su casa apor sus cosas.

Y en cuanto a Araminta, bien, ella comprobó rápidamente que era más interesantepara ella no hacer ningún comentario público sobre la que pronto sería SophieBridgerton a menos que fuera una declaración de alegría y placer absolutos.

Lo que ella no hizo. Pero tampoco continuó llamándola bastarda, cosa que erarealmente lo que cualquier persona habría podido esperara.

Todo esto explica (la verdad es que de manera velada) porqué Lady Bridgerton era laprotectora no oficial de Posy, y porqué la consideraba un caso único. A su parecer, Posyno había tenido un verdadero debut hasta que no vino a vivir con ella. Dote dePenwood o no, ¿quien en la tierra habría mirado dos veces a una chica con vestidosque no la quedaban bien, siempre pegada en una esquina, intentando lo mejor quepodía no ser notada ni por su propia madre?

Y si ella seguía siendo una solterona a los veinticinco, ¡vaya!, seguramente era iguala los veinte para alguien más. O eso decía Lady Bridgerton.

Y realmente nadie deseaba contradecirla.En cuanto a Posy, decía a menudo que su vida no había empezado realmente hasta

que había ido a sacarla de la cárcel. Eso tendía a requerir alguna explicación, pero la mayor parte de las declaraciones de

Posy lo hacían.A Posy no la importaba. Realmente a los Bridgertons les gustaban sus explicaciones.

Ella les gustaba.Incluso mucho mejor, ella se gustaba a sí misma.Lo que era más importante de lo que ella nunca se había dado cuenta.

Sophie Bridgerton consideraba que su vida era casi perfecta. Adoraba a su marido,amaba su acogedor hogar, y estaba absolutamente segura de que sus dos pequeñosniños era las criaturas más hermosas, brillantes, que nunca hubieran nacido encualquier lugar, cualquier momento, cualquier… bien, cualquier, cualquier no podíasuceder.

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La verdad era que ellos vivían en el campo porque incluso con la importanteinfluencia de la familia Bridgerton, Sophie, a causa de su nacimiento, probablementeno era aceptada por algunas de las anfitrionas más exigentes de Londres.

(Sophie las llamaba exigentes. Benedict las llamaba algo más fuerte.)Pero eso no importaba. Realmente no. Ella y Benedict preferían vivir en el campo,

así que no era una gran pérdida. Y aunque siempre sería susurrado que el nacimientode Sophie no había sido el que debía ser, la historia oficial era que ella era una lejana –y completamente legítima–familiar del último Conde de Penwood. Y aunque nadiehabía realmente creído a Araminta cuando ella confirmó la historia, confirmaba que loera.

Sophie sabía que para cuando sus niños crecieran, los rumores serían bastanteviejos de manera que las puertas no les serían cerradas cuando ellos quisieran tomarsu lugar en la sociedad de Londres.

Todo estaba bien. Todo era perfecto.Casi. En realidad, todo lo que necesitaba hacer era encontrar un marido para Posy.

No sólo un marido, por supuesto. Posy se merecía el mejor.–Ella no es como cualquiera, –Sophie había admitido a Benedict el día anterior, –

pero eso no significa que no sea una brillante captura.–Desde luego que no, –él murmuró. Estaba intentando leer el periódico. Era de

hacia tres días, pero en su mente todo era nuevo para él.Le miró fijamente.–Lo pienso, por supuesto, –dijo él rápidamente. Y entonces, cuando ella no continuó

inmediatamente, él se enmendó. –Pienso que cualquiera piensa que ella sería unaespléndida esposa.

Sophie dejó escapar un suspiro. –El problema es que la mayoría de la gente noparece darse cuenta de lo encantadora que es.

Benedict hizo un gesto piadoso. Entendía su papel en ese particular cuadro. Era laclase de conversación que no era realmente una conversación. Sophie pensaba en vozalta, y él solo estaba allí para proporcionar el ocasional estímulo verbal o gesticular.

–O por lo menos eso es lo que tu madre informa, –Sophie continuó.–Mmm–hmm.–Ella no consigue que la pidan bailar tan a menudo como debería.–Los hombres son bestias, –Benedict agregó, hojeando la siguiente página.–Es verdad. –Sophie dijo con cierta emoción. –Excluyendo la presente compañía,

por supuesto.–Oh, por supuesto.–La mayor parte del tiempo, –ella agregó, un poco picada.Él la hizo un gesto. –No pienso nada de eso.–¿Me estás escuchando?, –preguntó ella, estrechando sus ojos.–Cada palabra, –la aseguró, bajando el periódico lo suficiente para verla sobre el

borde superior. Realmente no había visto sus ojos estrecharse, pero la conocía bastantebien para oírlo en su voz.

–Necesitamos encontrar un marido a Posy.

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Él lo consideró. –Quizá ella no quiera uno.–¡Por supuesto que quiere uno!–Me han dicho, –opinó Benedict, –que toda mujer quiere un marido, pero por

experiencia, eso no es exactamente verdad.Sophie solo le miró fijamente, lo que él no encontró sorprendente. Era una

declaración bastante larga, viniendo de un hombre con un periódico.–Piensa en Eloise, –él dijo. Sacudió su cabeza, que era su tendencia habitual

mientras pensaba en su hermana. –¿A cuántos hombres ha rechazado hasta ahora?–Por lo menos tres, –Sophie dijo, –pero esa no es la cuestión.–Entonces, ¿cuál es la cuestión?–Posy.–Cierto, –dijo él lentamente.Sophie se inclinó hacia delante, su ojos adquiriendo una mezcla mitad de

desconcierto y mitad de determinación. –No sé porque los caballeros no ven como demaravillosa es.

–Ella tiene un gusto adquirido, –dijo Benedict, momentáneamente olvidándose quese suponía que él no debía dar una opinión real.

–¿Qué?–Dijiste que ella no era como cualquiera.–Pero no se supone que tú... –Ella se dejó caer ligeramente en el sofá. –No importa.–¿Qué ibas a decir?–Nada.–Sophie, –él pinchó.–Solo que tú no estás aparentemente de acuerdo conmigo, –ella murmuró. –Pero

puedo reconocer como es de ridículo esto.Era una cosa espléndida, Benedict se había dado cuenta hacia tiempo, que tenia una

mujer sensible.Sophie no habló durante un tiempo, y Benedict había reanudado su atención al

periódico, excepto que era también interesante mirar su cara. Ella mordía su labio,luego soltaba un suspiro cansado, luego se enderezaba un poco, como si tuviera unbuen pensamiento, a continuación fruncía el ceño.

Realmente, él podía mirarla toda la tarde.–¿Puedes pensar en alguien?, –le preguntó repentinamente.–¿Para Posy?Ella le lanzó una mirada. Una mirada de de–quien–otro–podría–yo–estar–hablando.Él soltó una respiración. Debía haber anticipando la pregunta, pero había empezado

a pensar en la pintura en la que estaba trabajando en su estudio. Era un retrato deSophie, el cuarto que le hacia en sus tres años de matrimonio. Estaba empezando apensar que no había conseguido perfectamente su boca. No eran sus labios sino másbien los bordes de su boca. Un buen retratista necesitaba conocer los músculos delcuero humano, incluso esos de la cara, y…

–¡Benedict!

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–¿Qué tal El Sr. Folson?, preguntó rápidamente.–¿El abogado?Él movió la cabeza.–Él parece sospechoso.Ella tenía razón, él se dio cuenta, ahora que pensaba en ello. –¿Sir Reginald?Sophie le lanzó otra mirada, visiblemente en desacuerdo con esa elección. –Es

gordo.–También lo es…–Ella no lo es, –Sophie le cortó. –Ella es agradablemente regordeta.–Iba a decir que también lo era El Sr. Folson, –Benedict dijo, sintiendo la necesidad

de defenderse, –pero tú has decidido comentar sobre sus artes.–Oh.Él se permitió la más pequeña de las sonrisas.–La astucia es peor que el exceso de peso, –masculló ella.–No podría estar más de acuerdo, –dijo Benedict. –¿Qué te parece El Sr. Woodson?–¿Quién?–El nuevo vicario. El que tú dijiste…–… tiene una brillante sonrisa! –Sophie terminó emocionada. –¡Oh, Benedict, es

perfecto! Oh, ¡te amo, te amo, te amo!–En esto, ella prácticamente saltó sobre la bajamesa entre ellos a sus brazos.

–Bien, yo también te amo, –el dijo, y se felicitó a sí mismo por haber tenido laprevisión de cerrar la puerta del salón antes.

El periódico voló sobre su hombro, y todo estaba bien en el mundo.

La temporada llegó a su fin unas semanas más tarde, y debido a ello Posy decidióaceptar la invitación de Sophie para una larga visita. Londres era caluroso y bastantemaloliente en verano, y una estancia en el campo parecía lo correcto. Además, ella nohabía visto a ninguno de sus ahijados en varios meses, y se había horrorizado cuandoSophie le había escrito que Alexander ya había empezado a perder su grasa de bebé.

Oh, él era sólo la más adorable y apretujable cosa. Tenía que ir a verle antes de queél se pusiera demasiado delgado. Simplemente tenía que hacerlo.

Y sería agradable ver a Sophie también. Había escrito que todavía se sentía un pocodébil, y a Posy le gustaba ser una ayuda.

A los pocos días de su llegada, Sophie y ella estaban tomando el té, y conversando,como lo hacían en ocasiones, de Araminta y Rosamund, con quien Posyocasionalmente se tropezaba en Londres. Después de más de un año de silencio, sumadre finalmente había empezado a saludarla, pero aún así, la conversación era brevey forzada. Lo que, Posy había decidido, era lo mejor. Su madre podía no haber tenidonada que decirla, pero ella no tenía nada que decir a su madre, tampoco.

Hasta que fueran las epifanías, era bastante liberador.

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–La vi fuera de la modista, –dijo Posy, preparando su té justo de la forma que lagustaba, con extra de leche y sin azúcar. –Ella estaba justo bajando las escaleras, y yono podía evitarla, y luego me di cuenta de que no quería evitarla. No es que quierahablar con ella, por supuesto. –Tomó un sorbo. –Más bien, no quiero malgastar laenergía necesaria para esconderme.

Sophie cabeceó con aprobación.–Y a continuación nosotras hablamos, y no dijimos nada, aunque ella logró lanzar

unos de sus poco inteligentes insultos. –Odio eso.–Lo sé. Es bastante buena en eso.–Es un talento, –Sophie observó. –No es uno bueno, pero, no obstante, un talento.–Bien, –Posy continuó. –Debo decir, estuve bastante madura durante todo el

encuentro. Le dejé decir lo que quiso, después la ofrecí un adiós. Y a continuación tuvela más increíble comprensión.

–¿Qué es esto?Posy sonrió. –Me gusto a mí misma.–Bien, por supuesto que lo haces, –Sophie dijo, parpadeando confusa.–No, no, no lo entiendes, –Posy dijo. Era extraño, porque Sophie debería haberlo

entendido perfectamente. Ella era la única persona en el mundo que sabía lo quesignificaba vivir como la niña desfavorecida de Araminta. Pero había algo tan alegre enSophie. Siempre lo había habido. Incluso cuando Araminta la trató como una virtualesclava, Sophie nunca parecía maltratada. Siempre había habido algo singular en ella,una chispa. No era desafío; Sophie era la persona menos desafiante que Posy conocía,excepto quizá ella misma.

No desafiante… resistente. Sí, eso era exactamente.En cualquier caso, Sophie debería haber entendido lo que quería decir Posy, pero no

lo había hecho, por lo que Posy dijo: –No siempre me gusté a mí misma. ¿Por quédebería hacerlo? A mi propia madre no la gustaba.

–Oh, Posy, –Sophie dijo, sus ojos rebosantes de lágrimas, –no deberías…–No, no, –Posy dijo con buen humor. –No pienso nada de eso. No me molesta.Sophie solo la miró.–Bueno, ya no. –Posy corrigió. Miró al plato de los bizcochos que estaba en la mesa

entre ellas. Ella realmente no debería comer uno. Había tomado tres, y quería tresmás, así que quizá significaba que si cogía uno, ella en realidad se abstendría de dos…

Jugueteó con sus dedos sobre su pierna. Probablemente no debería coger otro.Probablemente debería dejarlos para Sophie, quien acababa de tener un bebé ynecesitaba recuperar sus fuerzas. Aunque Sophie parecía totalmente recuperada, y elpequeño Alexander tenía casi cuatro meses…

–¿Posy?–¿Te pasa algo?Posy se encogió de hombros ligeramente. –No puedo decidir si quiero comer una

galleta.Sophie parpadeó. –¿Una galleta? ¿De verdad?

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–Hay al menos dos razones por las que no debería, y probablemente alguna más. –Hizo una pausa frunciendo el ceño.

–Parecías bastante sería, –Sophie comentó. –Casi como si estuvieras conjugandolatín.

–Oh, no, yo parecería mucho más en paz si conjugara latín, –declaró Posy. –Eso seríamuy sencillo, ya que no sé nada sobre eso. Sobre galletas, por otro lado, medito sincesar. –Suspiró y miró hacia su centro. –Demasiado para mi consternación.

–No seas tonta, Posy, –la regañó Sophie. –Eres la mujer más hermosa de misconocidos.

Posy sonrió y cogió la galleta. Lo maravilloso de Sophie era que no estaba mintiendo.Sophie realmente pensaba de ella que era la más hermosa de sus conocidos. Pero, porotro lado, Sophie había sido siempre ese tipo de persona. Ella veía bondad donde otrosveían… bien, donde otros incluso no se molestaban en buscar, para ser francos.

Posy tomó un mordisquito y mascó, decidiendo que eso valía la penaabsolutamente. Mantequilla, azúcar y harina. ¿Qué podía ser mejor?

–He recibido una carta de Lady Bridgerton hoy, –comentó Sophie.Posy alzó la mirada con interés. Técnicamente, Lady Bridgerton podía significar la

cuñada de Sophie, la esposa del actual vizconde. Pero ambas sabían que se refería a lamadre de Benedict. Para ellas, ella siempre sería Lady Bridgerton. La otra era Kate. Loque era lo mejor, ya que era la preferencia de Kate dentro de la familia.

–Ella dice que El Sr. Fibberly fue de visita. –Cuando Posy no contestó, Sophie agregó,–Él fue a visitarte a ti.

–Bien, por supuesto que lo hizo, –Posy dijo. –Hyacinth es demasiado joven y Eloisele aterroriza.

–Eloise me aterroriza, –admitió Sophie. –O al menos solía hacerlo. Hyacinth, estoysegura, me aterrorizará en la tumba.

–Sólo necesitas saber cómo manejarla, –dijo Posy moviendo la mano. Era cierto,Hyacinth Bridgerton era aterradora, pero ellas dos siempre se habían llevado bien.Probablemente era debido al firme (algunos podrían decir inflexible) sentido de lajusticia de Hyacinth. Cuando ella descubrió que la madre de Posy nunca la habíaquerido como a Rosamund…

Bien, Posy nunca contaba chismes, y no iba a empezar ahora, pero se decía queAraminta no había vuelto a comer pescado.

O pollo.Posy lo había sabido por los criados, y ellos siempre tenían los más certeros

chismes.–Pero cuéntame sobre El Sr. Fibberly, –dijo Sophie, todavía disfrutando de su té.Posy se encogió de hombros, a pesar de que no había estado a punto de hacer tal

cosa. –Es tan aburrido.–¿Apuesto?Posy se encogió de hombros de nuevo. –No puedo decirlo.–Uno generalmente sólo necesita mirar la cara.–No puedo pasar su estupidez. No creo que él ría.

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–No puede ser tan malo.–Oh, si puede, te lo aseguro. –Se estiró y cogió otra galleta antes de darse cuenta de

que no quería. Oh bien, estaba en su mano ahora, ella no podía regresarla. Movió sumano en el aire mientras hablaba, intentando demostrar su opinión. –Él algunas vecesun ruido horrible como “ehrm, ehrm, ehrm” y creo que él piensa que está riendo, peroclaramente no.

Sophie se rio tontamente aunque parecía como si ella pensara que no debíahacerlo.

–¡Y él ni siquiera me mira el pecho!–¡Posy!–Es mi única característica buena.–No lo es. –Sophie miró alrededor del salón, aunque no había nadie a su alrededor

precisamente. –No puedo creer que digas eso.Posy lanzó un suspiro de frustración. –No puedo decir “pecho” en Londres, y ahora

¿tampoco puedo decirlo en Wiltshire?–No cuando estoy esperando al nuevo vicario, –dijo Sophie.Un pedacito de la galleta de Posy se rompió y cayó sobre su regazo. –¿Qué?–¿No te lo he dicho?Posy la miró con desconfianza. La mayoría de la gente pensaría que Sophie era una

lamentable mentirosa, pero eso era solo porque ella tenía un aspecto tan angelical. Yrara vez mentía. Por lo que todo el mundo asumía que si lo hacía, ella lo haría fatal.

Posy, sin embargo, la conocía mejor. –No, –dijo, cepillando su falda, –no me lodijiste.

–Qué extraño en mí, –Sophie murmuró. Cogió una galleta y la mordió.Posy la miró fijamente. –¿Sabes lo que no estoy haciendo ahora?Sophie sacudió su cabeza.–No tengo mis ojos en blanco porque estoy intentando actuar de una manera que

corresponda a mi edad y mi madurez.–Tienes una mirada muy solemne.Posy se la quedó mirando un rato más. –Él es soltero, supongo.–Er, si.Posy levantó su ceja izquierda, el arco de la expresión posiblemente el único regalo

útil que había recibido de su madre. –¿Cuántos años tiene ese vicario?–No lo sé, –Sophie admitió, –pero tiene todo su pelo.–Y ha llegado a esto, –Posy murmuró.–Pensé en vosotros cuando le conocí, –dijo Sophie, –porque él sonríe.¿Por qué él sonríe? Posy estaba empezando a pensar que Sophie estaba un poco

loca. –¿Perdón?–Él sonríe tan a menudo. Y tan bien. –Ante esto Sophie sonrió. –Yo no podía dejar

de pensar en ti.Posy giró sus ojos en ese momento, después continuó con un inmediato, –He

decidido renunciar a la madurez.

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–Por todos los medios.–Voy a cumplir con tu vicario, –Posy dijo, –pero debes saber que he decidido aspirar

a la excentricidad.–Te deseo lo mejor con eso, –dijo Sophie, no sin sarcasmo.–¿No crees que pueda?–Eres la menos excéntrica de las personas que conozco.Lo que era cierto, por supuesto, pero si Posy tenia que pasar su vida como una

solterona, quería ser una excéntrica con un gran sombrero, no una desesperada con laboca ceñida.

–¿Cómo se llama?, –preguntó.Pero antes de que Sophie pudiera contestar, ellas oyeron abrirse la puerta de

entrada, entonces fue el mayordomo quien la dio su respuesta, cuando anunció, –El Sr.Woodson está aquí para verla, Sra. Bridgerton. –Posy puso su galleta a medio comerdebajo de una servilleta y dobló sus manos con gracia sobre su regazo. Ella estaba unpoco ofendida con Sophie por invitar a un soltero al té sin advertirla, pero aún así, noparecía un pequeño motivo para no causar buena impresión. Ella miró con expectacióna la puerta, esperando pacientemente cuando los pasos de El Sr. Woodson seacercaban.

Y entonces…Y entonces…Honestamente, esto no podría intentar contarlo, porque ella no recordaba casi nada

de lo que siguió.Ella le miró, y fue como si, después de veinticinco años de vida, su corazón

finalmente empezara a latir.

Hugh Woodson nunca había sido el chico más admirado de la escuela. Nunca habíasido el más guapo, o el más atlético. Nunca había sido el más inteligente, o el másesnob, o el más tonto. Lo que él había sido, y lo que había sido toda su vida, era el quemás gustaba. A la gente le gustaba. Siempre lo hacían. Él suponía que era porque acambio a él le gustaba la mayoría de la gente. Su madre juraba que él había salido desu matriz sonriendo. Ella lo había dicho con gran frecuencia, aunque Hugh sospechabaque lo decía sólo para provocar a su padre por: “Oh, Gertrude, sabes que solo fue gas.”

Lo que nunca fallaba para que cualquiera de ellos tuviera ataques de risa.Era un testimonio de amor de Hugo hacia ellos, y su general alivio consigo mismo,

que por lo general también se reía.Sin embargo, por toda su simpatía, él nunca había parecido atraer a las mujeres.

Ellas le adoraban, por supuesto, y le confiaban sus secretos más desesperados, peroellas siempre hacían así, en una forma que llevó a Hugh a creer que él era visto comouna especie de alegre y digna de confianza criatura.

Lo peor de todo era que cada mujer que le conocía estaba absolutamente segura deque ella conocía a la mujer perfecta para él, o si no, entonces ella estaba bastantesegura de la mujer perfecta existía en realidad.

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Que ninguna mujer había pensado en si misma como la mujer perfecta no habíapasado desapercibido. Bueno, para Hugh, al menos. Todos los demás eraninconscientes.

Pero él continuó, porque no había otra razón para hacer lo contrario. Y comosiempre había sospechado que las mujeres eran el sexo inteligente, mantenía todavíala esperanza de que la mujer perfecta existiera.

Después de todo, no menos de cuatro docenas de mujeres habían dicho eso. Todasellas no podían estar equivocadas.

Pero Hugh estaba cerca de los treinta, y la Srta. Perfecta todavía no habíaconsiderado oportuno revelarse a sí misma. Hugh había empezado a pensar quedebería tomar el asunto en sus propias manos, excepto que el no tenía la más mínimaidea de cómo hacer tal cosa, especialmente cuando él acababa de comenzar su vida enun rincón bastante tranquilo de Wiltshire, y no parecía haber una soltera con una edadapropiada en su parroquia.

Extraordinario pero cierto.Quizá el debería pasear por Gloucestershire el domingo próximo. Había una vacante

allí, y había pedido ponerse a trabajar y ofrecer un sermón o dos hasta queencontraran un nuevo vicario. Tenía que haber al menos una mujer soltera, sincompromiso. La totalidad de los Costwolds no podía estar emparejada.

Pero este no es el momento para detenerse en tales cosas. El sólo había ido paratomar el té con la Sra. Bridgerton, una invitación por la que estaba enormementeagradecido. Él todavía se estaba familiarizando con la zona y sus habitantes, pero habíatardado solo un servicio de la iglesia para conocer que la Sra. Bridgerton erauniversalmente querida y admirada. Ella parecía bastante amable e inteligentetambién. Confiaba en que la gustaran los chismes. Realmente necesita a alguien que lepusiera al corriente de las tradiciones e los vecinos. Uno realmente no podía atender alrebaño sin conocer su historia.

También había oído que su cocinera ofrecía un té muy bueno. Las galletas habíansido mencionadas en particular.

–El Sr. Woodson ha venido a verla, Sra. Bridgerton.Hugh dio un paso dentro del salón cuando el mayordomo mencionó su nombre. Él

estaba más que complacido de haberse olvidado de comer porque la casa olíacelestialmente y…

Y luego se olvidó de todo.Por qué había ido.Quien era él.Incluso del color de cielo y del olor de la hierba.De hecho, mientras estaba allí, bajo el arco de la puerta del salón de los Bridgertons,

él sabía una cosa, y solo una cosa.La mujer en el sofá, la única con los extraordinarios ojos no era la Sra. Bridgerton,

era la Srta. Perfecta.

Sophie Bridgerton sabía una cosa o dos sobre el amor a primera vista. Hubo una vezun tiempo en que había sido alcanzada por ese proverbial rayo, muda por una pasión

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sin aliento, una embriagadora felicidad y una extraña sensación de hormigueo a travésde todo su cuerpo.

O al menos, era como ella lo recordaba.También recordaba que mientras Cupido arrojaba su flecha, en su caso, una

demostración muy precisa, les había tomado bastante tiempo a ella y a Benedict parallegar a sus felices para siempre. Así que, aunque quiso saltar en su asiento con júbilocuando vio a Posy y a El Sr. Woodson mirarse el uno al otro como un par de cachorrosenamorados, otra parte de ella, la parte más práctica, nacida–en–el–lado–equivocado–de–la–manta, soy–consciente–de–que–el–mundo–no–está–formado–de–arcos–de–lluvia–y–de–ángeles, estaba tratando de contener su emoción.

Pero el asunto de Sophie era, no importaba como hubiera sido su infancia (y partede ella habían sido bastante terriblemente espantosas), no importaba a que crueldadesy ultrajes se había enfrentado en su vida (y allí, tampoco, ella había tenido suerte), queella era, en esencia, una romántica incurable.

Lo que la había llevado a Posy.Es cierto que Posy les visitaba varias veces cada año, y también era cierto que una

de esas visitas, casi siempre, coincidía con el final de la temporada, pero Sophie podríaagregar que últimamente ofrecía unas pocas súplicas extras a su invitación. Podíahaber exagerado un poco al describir como de rápido estaban creciendo los niños, yexistía una posibilidad de que ella hubiera mentido cuando dijo que ella se sentía mal.

Pero en este caso, los fines justificaban absolutamente los medios. Oh, Posy habíadicho que ella estaría totalmente feliz de permanecer soltera, pero Sophie no la creyóni por un segundo. O para ser más precisos, Sophie creía que Posy creía que ella seríatotalmente feliz. Pero uno tenía sólo que mirar a Posy acurrucando al pequeño Williamy a Alexander para saber que ella había nacido para ser madre, y que el mundo seríaun lugar mucho más pobre si Posy no tenía un puñado de niños a los que llamar suyos.

Lo cierto es que Sophie tuvo, una vez o doce, que encargarse de presentar a Posy acualquier caballero soltero que se encontrara en ese momento en Wiltshire, pero estavez…

Esta vez Sophie lo sabía.Esta vez era amor.–El Sr. Woodson, –dijo ella, intentando no sonreír como una mujer loca, –¿me

permite presentarle a mi querida hermana, la Srta. Posy Reiling?El Sr. Woodson parecía como si pensara que estaba diciendo algo, pero la verdad

era, él estaba mirando a Posy como si acabara de conocer a Afrodita.–Posy, –Sophie continuó, –este es El Sr. Woodson, nuestro nuevo vicario. Él ha

llegado recientemente, ¿cuánto hace, tres semanas?Llevaba residiendo cerca de dos meses. Sophie lo sabia perfectamente bien, pero

estaba ansiosa por saber si él la estaba escuchando lo suficientemente bien como paracorregirla.

El sólo asintió, nunca separando sus ojos de Posy.–Por favor, Sr. Woodson, –Sophie murmuró, –siéntese.El logó entender sus palabras y se dejó caer en una silla.–Te, ¿Sr. Woodson?, Sophie preguntó.

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Él asintió.–Posy, ¿podrías servirlo?Ella asintió.Sophie esperó, entonces cuando se hizo evidente que Posy no iba a hacer nada a

parte de sonreír al Sr. Woodson, ella dijo, –Posy.Posy se giró a mirarla, pero su cabeza se movió tan lentamente y con tanta

renuencia, que fue como si un gran imán hubiera ejercido su fuerza sobre ella.–¿Puedes servirle el té al Sr. Woodson?, –murmuró Sophie, tratando de limitar su

sonrisa a sus ojos.–Oh, por supuesto. –Posy se giró hacia el vicario, esa sonrisa tonta regresó a su cara.

–¿Le gustaría tomar té?Normalmente, Sophie habría mencionado que ya se lo había preguntado al Sr.

Woodson, pero no había nada normal en ese encuentro, por lo que decidiósimplemente sentarse y observar.

–Me encantaría, –El Sr. Woodson dijo a Posy. –Sobre todas las cosas.Realmente, pensaba Sophie, era como si ella no estuviera allí.–¿Cómo lo toma?, –preguntó Posy.–Como usted desee.Oh, esto era ya demasiado. Ningún hombre caía tan ciegamente enamorado para no

tener preferencia por su té. Esto era Inglaterra, por amor de Dios. Más exactamente,esto era té.

–Tenemos tanto leche como azúcar, –Sophie dijo, no podía controlarse a sí misma.Tenía intención de sentarse y mirar, pero realmente, incluso el romántico másdesesperado no podía permanecer en silencio.

El Sr. Woodson no la escuchó.–Uno de ellos sería apropiado en su taza, –agregó ella.–Usted tiene los ojos más extraordinarios, –él dijo, su voz estaba llena de asombro,

como si él no pudiera creer que él estuviera allí en ese salón, con Posy.–Su sonrisa, –Posy dijo a cambio. –Es… encantadora.Él se inclinó hacia delante. –¿Le gustan las rosas, Srta. Reiling?Posy asintió.–Tendría que haberla traído algunas.Sophie renunció a parecer tranquila y finalmente se permitió a si misma una sonrisa.

No era como si cualquiera de ellos la estuviera mirando, de todas formas. –Nosotrostenemos rosas, –ella dijo.

No hubo respuesta.–En el jardín trasero.De nuevo, nada.–Donde los dos podrían ir a dar un paseo.Fue como si alguien les hubiera clavado un alfiler a los dos.–Oh, ¿de verdad?–Me encantaría.

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–Por favor, permítame…–Tome mi brazo.–Yo debería…–Usted debe…Durante el tiempo que Posy y el Sr. Woodson tardaron en llegar a la puerta, Sophie

apenas podía decir quien estaba diciendo que. Y ni una gota de té había caído en lataza del Sr. Woodson.

Sophie esperó un minuto y luego se echó a reír, aplaudiendo su mano sobre su bocapara sofocar el sonido, aunque no estaba segura de porqué lo necesitaba. Era una risade puro placer. Orgullo, demasiado, por haber organizado todo el asunto.

–¿De qué te ríes? –Fue Benedict, paseando por la habitación, sus dedos manchadosde pintura. –Ah, galletas. Excelente. Estoy hambriento. Olvidé comer esta mañana. –Cogió la última de ellas y frunció el ceño. –Podías haber dejado alguna para mí.

–Fue Posy, –Sophie dijo, sonriendo. –Y el Sr. Woodson. Yo predigo un compromisomuy corto.

Los ojos de Benedict se abrieron. Se giró hacia la puerta, y a continuación, a laventana. –¿Dónde están?

–En la parte de atrás. Nosotros podemos verlos desde aquí.Él masticó pensativo. –También podríamos desde mi estudio.Por unos dos segundos ninguno se movió. Pero solo durante dos segundos.Ellos corrieron hacia la puerta, abriéndose paso a empujones en su camino por el

pasillo hacia el estudio de Benedict, el cual sobresalía en la parte exterior de la casa,dándole la luz desde tres direcciones. Sophie entró la primera, aunque no por mediojustos totalmente, y dejó salir un jadeo sobresaltado.

–¿Qué es eso?, Benedict dijo desde la entrada.–Se están besando.Él dio una zancada hacia dentro. –Ellos no están.–Oh, ellos están.Él se detuvo junto a ella, y su boca cayó abierta. –Bien, que me aspen.Y Sophie, quien nunca maldecía, respondió, –Lo sé, lo sé.–¿Y ellos se acaban de conocer? ¿De verdad?–Tú me besaste la primera noche que nos conocimos, –ella señaló.–Eso fue diferente.Sophie consiguió quitar su atención de la pareja besándose en el césped sólo el

tiempo suficiente para preguntar, –¿Cómo?Él pensó en ello durante un momento, entonces contestó, –fue en un baile de

disfraces.–Oh, ¿por lo que estabas en todo el derecho de besar a alguien sin saber quién era

ella?–No es justo, Sophie, –el dijo, chasqueando la lengua cuando movió su cabeza. –Te

lo pregunté, y tú no me contestaste.

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Esto era lo suficientemente cierto para poner fin a esta particular rama de laconversación, y lo dejaron allí para otro momento, descaradamente observando a Posyy al vicario. Ellos habían dejado de besarse y están hablando de nuevo—desde supunto de vista, a mil por hora. Posy hablaba y entonces rl Sr. Woodson asentía y lainterrumpía, y después ella le interrumpía a él y después él parecía reírse, de todas lascosas y a continuación Posy comenzó a hablar con tanta animación que sus brazos seagitaban sobre su cabeza.

–¿Qué demonios podían estar diciendo?, Sophie se preguntaba.–Probablemente todo lo que ellos deberían haberse dicho antes de que él la besara,

–Benedict frunció el ceño, cruzando sus brazos. –¿Cuánto tiempo llevan con esto, detodas maneras?

–Has estado viéndolo el mismo tiempo que yo.–No, quiero decir, ¿cuándo ha llegado él? ¿Ellos incluso han hablado antes de…” –

Agitó sus manos hacia la ventana, señalando a la pareja, quien parecía a punto debesarse de nuevo.

–Si, desde luego, pero… –Sophie hizo una pausa, pensando. Tanto Posy como el Sr.Woodson habían estado bastante mudos en su reunión. De hecho, ella no podíarecordar ni un solo sustantivo que hubieran dicho. –Bueno, no mucho, me temo.

Benedict movió la cabeza lentamente. –¿Crees que debería salir ahí fuera?Sophie le miró, luego a la ventana, de nuevo a él. –¿Estás loco?El se encogió de hombro. –Ella es mi hermana ahora, y esta es mi casa…–¡Ni te atrevas!–Entonces, ¿no tengo que proteger su honor?–¡Es su primer beso!.Él arqueó una ceja. –Y aquí estamos, espiándola.–Estoy en mi derecho, –dijo Sophie indignada. –Yo lo arreglé todo.–Oh, tú lo hiciste, ¿verdad? Me parece recordar que fui yo el que sugirió a El Sr.

Woodson.–Pero no has hecho nada al respecto.–Ese es tu trabajo, querida.Sophie consideró un replica, porque su tono de voz fue bastante molesto, pero él

tenía razón. Ella había disfrutado bastante de encontrar un partido para Posy, y ellaestaba definitivamente disfrutando de su evidente éxito.

–Tú sabes, –Benedict dijo pensativamente, –nosotros podríamos tener una hijaalgún día.

Sophie se giró hacia él. Normalmente él no era alguien de semejantesincongruencias. –¿Perdona?

El hizo un gesto hacia los tortolitos en el jardín. –Sólo que esto es una excelentepráctica para mí. Estoy absolutamente seguro que deseo ser un padre arrogantementeprotector. Podría irrumpir y despedazarle miembro a miembro.

Sophie hizo una mueca de dolor. El pobre El Sr. Woodson no tendría ningunaoportunidad.

–¿Desafiándole a un duelo?

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Ella sacudió su cabeza.–Muy bien, pero si él baja al suelo, intercederé.–Él no irá… ¡Oh, Cielos! –Sophie se inclinó hacia delante, su cara contra el cristal. –

Oh, ¡Dios mío! Y ella incluso ni cubrió su boca horrorizada por haber blasfemado.Benedict suspiró, luego flexionó sus dedos. –Realmente no quiero dañar mis manos.

Estoy a la mitad de su retrato, y está saliendo tan bien.Sophie tenía una mano en su brazo, sujetándoles aunque él realmente no

moviéndose hacia ninguna parte. –No, –dijo ella, –no… –Jadeó. –Oh, Dios mío. Quizádeberíamos hacer algo.

–No están en el suelo todavía. –¡Benedict!–Normalmente yo diría que hay que llamar a un sacerdote, –él comentó, –excepto

que parece ser que esto fue lo que nos metió en este lio en primer lugar.Sophie tragó. –¿Quizás puedas conseguir una licencia especial para ellos? ¿Cómo

regalo de bodas?Él sonrió. –Considéralo hecho.

Fue una boda espléndida. Y ese beso al final…No fue una sorpresa cuando Posy tuvo un niño nueve meses más tarde, después a

intervalos de un año tras ese. Ella se tomó mucho cuido con los nombres de su prole, yel Sr. Woodson, quien era tan querido como vicario como lo había sido en todas lasotras etapas de su vida, la adoraba demasiado para discutir cualquiera de susdecisiones.

Primero había sido Sophie, por razones obvias, después Benedict. El siguiente habríasido Violet, excepto que Sophie la pidió que no. Ella siempre deseó el nombre para suhija, y sería demasiado confuso con las familias viviendo tan cerca. Así que Posy fue conGeorgette, como la madre de Hugh, de quien ella pensaba que tenía la sonrisa másagradable.

Después fue John, como el padre de Hugh. Desde hace algún tiempo parecía que élseguiría siendo el bebé de la familia. Después de dar a luz cada junio durante cuatroaños en fila, Posy dejó que quedarse embarazada. Ella no hacía nada diferente, leconfesó a Sophie; ella y Hugh todavía estaban muy enamorados. Sólo que parecía quesu cuerpo había decidido pasar de la maternidad.

Lo que era justo lo mejor. Con dos niñas y dos niños, todos ellos con un solo dígito,ella tenía sus manos llenas.

Pero entonces, cuando John tenía cinco, Posy se levantó de la cama y se cayó alsuelo. Eso sólo podía significar una cosa, y el otoño siguiente, ella dio a luz a una niña.

Sophie estuvo presente en el nacimiento, como siempre estaba. –¿Qué nombre lepondrás?, –preguntó. Posy miró hacia abajo a la perfecta pequeña criatura en susbrazos. Dormía profundamente, y aunque ella sabía que los recién nacidos no sonreían,el bebé realmente parecía como si estuviera bastante contento sobre algo.

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Tal vez por haber nacido. Quizá iba a combatir la vida con una sonrisa. El buenhumor sería su arma elegida.

Que ser humano más espléndido llegaría a ser.–Araminta, –dijo Posy repentinamente.Sophie casi se cayó de la impresión. –¿Qué?–Quiero que se llame Araminta. Estoy muy segura. –Posy acarició la mejilla del bebé,

después la tocó suavemente por debajo de la barbilla.Sophie parecía no poder parar de sacudir su cabeza. –Pero tu madre…no puedo

creer que tú…–No la estoy llamando así por mi madre, –Posy la cortó suavemente. –La estoy

llamando así debido a mi madre. Es diferente.Sophie parecía dudosa, pero se inclinó para mirar más de cerca al bebé. –Ella es

realmente bastante dulce, –murmuró.Posy sonrió, sin separar por un momento sus ojos de la cara del bebe. –Lo sé.–Supongo que podré terminar acostumbrándome a ello, –dijo Sophie, su cabeza

moviéndose de un lado a otra en aceptación. Movió su dedo entre la mano del bebé yel cuerpo, haciéndole cosquilla en la palma hasta que los minúsculos dedos seenvolvieron instintivamente sobre el suyo propio. –Buenas tardes, Araminta, –dijo. –Encantada de conocerte.

–Minty, –dijo Posy.Sophie levantó la mirada. –¿Qué?–Voy a llamarla Minty. Araminta estará bien la Biblia familiar, pero creo que ella es

un Minty.Sophie juntó sus labios con presión, en un esfuerzo para no sonreír. –Tu madre

odiará esto.–Sí, –murmuró Posy, –lo hará, ¿verdad?–Minty, –dijo Sophie, probando el sonido en su lengua. –Me gusta. No, me encanta.

La queda bien.Posy besó la cima de la cabeza de Minty. –¿Qué tipo de chica llegará a ser?, –

susurró. –¿Dulce y dócil?Sophie sonrió ante eso. Había estado presente en doce nacimientos, cuatro propios,

cinco de Posy y tres de Eloise la hermana de Benedict. Nunca había oído a un bebéentrar en este mundo con un grito tan fuerte como a la pequeña Minty. –Esta, dijofirmemente, va a llevarte a una alegre persecución.

Y lo fue. Pero esa, querida lectora, es otra historia…