Real Oratorio del Caballero de Gracia · 2020. 4. 13. · Las aclamaciones de la entrada en Jerusa-...

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E ste mes de Abril, a causa de las limitaciones impuestas por la epidemia, sabéis que no podremos tener las actividades habituales en el Real Oratorio, al menos en varias semanas del mes. Esa circunstancia, sin embargo, no debe impedirnos profundizar en la meditación de los acontecimientos del Santo Triduo Pascual. Os enviamos unas consideraciones y unos textos que nos ayuden a perma- necer unidos en afectos y ora- ciones durante estos días del mes de Abril que incluye la siempre trascendental Semana Santa de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. El Jueves Santo el Señor instituye la Eucaristía y sin embargo, muchos fieles tendrán que ofre- cer la contrariedad de no poder recibir la Sagra- da Comunión ni poder adorar presencialmente al Santísimo Sacramento. Lo podrán compensar con la Comunión espiritual y con otras oraciones de adoración y de acción de gracias como el “Adoro te devote”, el “Alma de Cristo”, “Tomad Señor y recibid”, al mismo tiempo que puedan seguir la Misa de la Cena del Señor por las retransmisiones de diversos canales de televisión o internet. El Viernes Santo conmemoramos la Pasión del Señor. Nos acordaremos especialmente si cabe, porque ya lo hacemos todos los días, de los que están afectados del virus, de los que trabajan en la atención de los enfermos, y de los que siguen trabajando en la provi- sión de los bienes indispensa- bles a las personas y familias confinadas, y de los fallecidos. Pedimos, que mirando a Cristo Crucificado, no tanto que se resignen, sino que por gracia del mismo Cristo se llenen de forta- leza y esperanza. El Sábado Santo contemplare- mos al Señor en el silencio expectante del Sepulcro. Nos- otros también místicamente podremos estar con Él aguar- dando la Resurrección y nuestra redención, dejar en el Sepulcro las cosas del “hombre viejo” para resucitar “nue- vos” con Cristo. La Vigilia Pascual, la Misa del Domingo de Resurrección y la Bendición “urbi et orbi” del Santo Padre podremos seguirlas como las demás ceremonias por televisión o internet. ¡Señor!, que a la alegría de la Pascua de Resu- rrección se una la alegría de ver superada la epi- demia, de ir volviendo a la normalidad e incorpo- rándonos a nuestros trabajos y quehaceres ordi- narios. ¡Virgen María!, Madre Santísima, Salud de los enfermos y Auxilio de los cristianos, mira a tus hijos angustiados y alcánzanos de tu Hijo, la pronta superación de este mal. Amén. Real Oratorio del Caballero de Gracia b o l e t í n m e n s u a l ABRIL 2020 Una Semana Santa especial

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Este mes de Abril, a causa delas limitaciones impuestas

por la epidemia, sabéis que nopodremos tener las actividadeshabituales en el Real Oratorio, almenos en varias semanas delmes. Esa circunstancia, sinembargo, no debe impedirnosprofundizar en la meditación delos acontecimientos del SantoTriduo Pascual. Os enviamosunas consideraciones y unostextos que nos ayuden a perma-necer unidos en afectos y ora-ciones durante estos días delmes de Abril que incluye lasiempre trascendental SemanaSanta de la Pasión, Muerte yResurrección de Cristo.

El Jueves Santo el Señor instituye la Eucaristíay sin embargo, muchos fieles tendrán que ofre-cer la contrariedad de no poder recibir la Sagra-da Comunión ni poder adorar presencialmente alSantísimo Sacramento. Lo podrán compensarcon la Comunión espiritual y con otras oracionesde adoración y de acción de gracias como el“Adoro te devote”, el “Alma de Cristo”, “TomadSeñor y recibid”, al mismo tiempo que puedanseguir la Misa de la Cena del Señor por lasretransmisiones de diversos canales de televisióno internet.

El Viernes Santo conmemoramos la Pasión delSeñor. Nos acordaremos especialmente si cabe,porque ya lo hacemos todos los días, de los que

están afectados del virus, de losque trabajan en la atención delos enfermos, y de los quesiguen trabajando en la provi-sión de los bienes indispensa-bles a las personas y familiasconfinadas, y de los fallecidos.Pedimos, que mirando a CristoCrucificado, no tanto que seresignen, sino que por gracia delmismo Cristo se llenen de forta-leza y esperanza.

El Sábado Santo contemplare-mos al Señor en el silencioexpectante del Sepulcro. Nos-otros también místicamentepodremos estar con Él aguar-dando la Resurrección y nuestraredención, dejar en el Sepulcro

las cosas del “hombre viejo” para resucitar “nue-vos” con Cristo.

La Vigilia Pascual, la Misa del Domingo deResurrección y la Bendición “urbi et orbi” delSanto Padre podremos seguirlas como las demásceremonias por televisión o internet.

¡Señor!, que a la alegría de la Pascua de Resu-rrección se una la alegría de ver superada la epi-demia, de ir volviendo a la normalidad e incorpo-rándonos a nuestros trabajos y quehaceres ordi-narios.

¡Virgen María!, Madre Santísima, Salud de losenfermos y Auxilio de los cristianos, mira a tushijos angustiados y alcánzanos de tu Hijo, lapronta superación de este mal. Amén.

Real Oratorio del Caballero de Graciaboletín mensual

ABRIL 2020

Una Semana Santa especial

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Las aclamaciones de la entrada en Jerusa-lén y la humillación de Jesús. Los gritos

de fiesta y el ensañamiento feroz. Este doblemisterio acompaña cada año la entrada en laSemana Santa, en los dos momentos carac-terísticos de esta celebración: la procesióncon las palmas y los ramos de olivo, al prin-cipio, y luego la lectura solemne de la narra-ción de la Pasión.

Dejemos que esta acción animada por elEspíritu Santo nos envuelva, para obtener loque hemos pedido en la oración: acompañarcon fe a nuestro Salvador en su camino ytener siempre presente la gran enseñanza desu Pasión como modelo de vida y de victoriacontra el espíritu del mal.

Jesús nos muestra cómo hemos de afron-tar los momentos difíciles y las tentacionesmás insidiosas, cultivando en nuestros cora-zones una paz que no es distanciamiento, noes impasividad o creerse un superhombre,sino que es un abandono confiado en elPadre y en su voluntad de salvación, de vida,de misericordia; y, en toda su misión, pasópor la tentación de “hacer su trabajo” deci-diendo él el modo y desligándose de la obe-diencia al Padre. Desde el comienzo, en lalucha de los cuarenta días en el desierto,hasta el final en la Pasión, Jesús rechaza estatentación mediante la confianza obedienteen el Padre.

También hoy, en su entrada en Jerusalén,nos muestra el camino. Porque en ese even-to el maligno, el Príncipe de este mundo,tenía una carta por jugar: la carta del triunfa-lismo, y el Señor respondió permaneciendofiel a su camino, el camino de la humildad.

El triunfalismo trata de llegar a la metamediante atajos, compromisos falsos. Buscasubirse al carro del ganador. El triunfalismovive de gestos y palabras que, sin embargo,no han pasado por el crisol de la cruz; se ali-menta de la comparación con los demás,juzgándolos siempre como peores, condefectos, fracasados... Una forma sutil detriunfalismo es la mundanidad espiritual, quees el mayor peligro, la tentación más pérfidaque amenaza a la Iglesia (De Lubac). Jesúsdestruyó el triunfalismo con su Pasión.

El Señor realmente compartió y se regoci-jó con el pueblo, con los jóvenes que grita-ban su nombre aclamándolo como Rey yMesías. Su corazón gozaba viendo el entu-siasmo y la fiesta de los pobres de Israel.Hasta el punto que, a los fariseos que lepedían que reprochara a sus discípulos por

CELEBRACIÓN DEL DOMINGO DE RAMOS Y DE LA PASIÓN DEL SEÑOR

HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCOXXXIV Jornada Mundial de la Juventud

Domingo, 14 de abril de 2019

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sus escandalosas aclamaciones, él les res-pondió: «Os digo que, si estos callan, grita-rán las piedras» (Lc 19,40). Humildad no sig-nifica negar la realidad, y Jesús es realmenteel Mesías, el Rey.

Pero al mismo tiempo, el corazón de Cristoestá en otro camino, en el camino santo quesolo él y el Padre conocen: el que va de la«condición de Dios» a la «condición de escla-vo», el camino de la humillación en la obe-diencia «hasta la muerte, y una muerte decruz» (Flp 2,6-8). Él sabe que para lograr elverdadero triunfo debe dejar espacio a Dios;y para dejar espacio a Dios solo hay un modo:el despojarse, el vaciarse de sí mismo. Callar,rezar, humillarse. Con la cruz no se puedenegociar, o se abraza o se rechaza. Y con suhumillación, Jesús quiso abrirnos el camino dela fe y precedernos en él.

Tras él, la primera que lo ha recorrido fuesu madre, María, la primera discípula. La Vir-gen y los santos han tenido que sufrir paracaminar en la fe y en la voluntad de Dios.Ante los duros y dolorosos acontecimientosde la vida, responder con fe cuesta «una par-ticular fatiga del corazón» (cf. S. Juan Pablo II,Carta enc. Redemptoris Mater, 17).

Es la noche de la fe. Pero solo de estanoche despunta el alba de la resurrección. Alpie de la cruz, María volvió a pensar en laspalabras con las que el Ángel le anunció a suHijo: «Será grande [...]; el Señor Dios le daráel trono de David, su padre; reinará sobre lacasa de Jacob para siempre, y su reino notendrá fin» (Lc 1,32- 33). En el Gólgota,María se enfrenta a la negación total de esapromesa: su Hijo agoniza sobre una cruzcomo un criminal. Así, el triunfalismo, des-truido por la humillación de Jesús, fue igual-mente destruido en el corazón de la Madre;ambos supieron callar.

Precedidos por María, innumerables san-tos y santas han seguido a Jesús por el cami-no de la humildad y la obediencia. Hoy, Jor-

nada Mundial de la Juventud, quiero recordara tantos santos y santas jóvenes, especial-mente a aquellos “de la puerta de al lado”,que solo Dios conoce, y que a veces a él legusta revelarnos por sorpresa.

Queridos jóvenes, no os avergoncéis demostrar vuestro entusiasmo por Jesús, de gri-tar que él vive, que es vuestra vida. Pero almismo tiempo, no tengáis miedo de seguirlopor el camino de la cruz. Y cuando sintáis queos pide que renunciéis a vosotros mismos,que os despojéis de vuestras seguridades,que os confiéis por completo al Padre queestá en los cielos, entonces alegraos y regoci-jaos. Estáis en el camino del Reino de Dios.

Aclamaciones de fiesta y furia feroz; elsilencio de Jesús en su Pasión es impresio-nante. Vence también a la tentación de res-ponder, de ser “mediático”. En los momen-tos de oscuridad y de gran tribulación hayque callar, tener el valor de callar, siempreque sea un callar manso y no rencoroso. Lamansedumbre del silencio hará que parez-camos aún más débiles, más humillados, yentonces el demonio, animándose, saldrá ala luz. Será necesario resistirlo en silencio,“manteniendo la posición”, pero con lamisma actitud que Jesús. Él sabe que la gue-rra es entre Dios y el Príncipe de estemundo, y que no se trata de poner la manoen la espada, sino de mantener la calma, fir-mes en la fe. Es la hora de Dios. Y en la horaen que Dios baja a la batalla, hay que dejar-lo hacer. Nuestro puesto seguro estará bajoel manto de la Santa Madre de Dios. Y mien-tras esperamos que el Señor venga y calmela tormenta (cf. Mc 4,37-41), con nuestrosilencioso testimonio en oración, nosdamos a nosotros mismos y a los demásrazón de nuestra esperanza (cf. 1 P 3,15).Esto nos ayudará a vivir en la santa tensiónentre la memoria de las promesas, la reali-dad del ensañamiento presente en la cruz yla esperanza de la resurrección.

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Queridos hermanos y hermanas

El Jueves Santo no es sólo el día de laInstitución de la Santa Eucaristía, cuyoesplendor ciertamente se irradia sobretodo lo demás y, por así decir, lo atraedentro de sí. También forma parte del Jue-ves Santo la noche oscura del Monte de losOlivos, hacia la cual Jesús se dirige con susdiscípulos; forma parte también la soledady el abandono de Jesús que, orando, va alencuentro de la oscuridad de la muerte;forma parte de este Jueves Santo la traiciónde Judas y el arresto de Jesús, así comotambién la negación de Pedro, la acusaciónante el Sanedrín y la entrega a los paganos,a Pilato. En esta hora, tratemos de com-prender con más profundidad estos even-tos, porque en ellos se lleva a cabo el mis-terio de nuestra Redención.

Jesús sale en la noche. La noche signifi-ca falta de comunicación, una situación enla que uno no ve al otro. Es un símbolo dela incomprensión, del ofuscamiento de laverdad. Es el espacio en el que el mal, quedebe esconderse ante la luz, puede pros-perar. Jesús mismo es la luz y la verdad, lacomunicación, la pureza y la bondad. Élentra en la noche. La noche, en definitiva,es símbolo de la muerte, de la pérdida defi-nitiva de comunión y de vida. Jesús entraen la noche para superarla e inaugurar elnuevo día de Dios en la historia de lahumanidad.

Durante este camino, él ha cantado consus Apóstoles los Salmos de la liberación yde la redención de Israel, que recuerdan la

primera Pascua en Egipto, la noche de laliberación. Como él hacía con frecuencia,ahora se va a orar solo y hablar como Hijocon el Padre. Pero, a diferencia de lo acos-tumbrado, quiere cerciorarse de que esténcerca tres discípulos: Pedro, Santiago yJuan. Son los tres que habían tenido laexperiencia de su Transfiguración —lamanifestación luminosa de la gloria deDios a través de su figura humana— y quelo habían visto en el centro, entre la Ley ylos Profetas, entre Moisés y Elías. Habíanescuchado cómo hablaba con ellos de su«éxodo» en Jerusalén. El éxodo de Jesús enJerusalén, ¡qué palabra misteriosa!; eléxodo de Israel de Egipto había sido el epi-sodio de la fuga y la liberación del pueblode Dios.

¿Qué aspecto tendría el éxodo de Jesús,en el cual debía cumplirse definitivamenteel sentido de aquel drama histórico?;ahora, los discípulos son testigos del pri-mer tramo de este éxodo, de la extremahumillación que, sin embargo, era el pasoesencial para salir hacia la libertad y la vidanueva, hacia la que tiende el éxodo. Losdiscípulos, cuya cercanía quiso Jesús enesta hora de extrema tribulación, comoelemento de apoyo humano, pronto sedurmieron. No obstante, escucharon algu-nos fragmentos de las palabras de la ora-ción de Jesús y observaron su actitud.

Ambas cosas se grabaron profundamen-te en sus almas, y ellos las transmitieron alos cristianos para siempre. Jesús llama aDios «Abbá».Y esto significa —como ellosañaden— «Padre». Pero no de la manera en

SANTA MISA EN LA CENA DEL SEÑORHOMILÍA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

Basílica de San Juan de LetránJueves Santo 5 de abril de 2012

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que se usa habitualmente la palabra«padre», sino como expresión del lenguajede los niños, una palabra afectuosa con lacual no se osaba dirigirse a Dios. Es el len-guaje de quien es verdaderamente «niño»,Hijo del Padre, de aquel que se encuentraen comunión con Dios, en la más profundaunidad con él. Si nos preguntamos cuál esel elemento más característico de la ima-gen de Jesús en los evangelios, debemosdecir: su relación con Dios. Él está siempreen comunión con Dios. El ser con el Padrees el núcleo de su personalidad. A travésde Cristo, conocemos verdaderamente aDios. «A Dios nadie lo ha visto jamás», dicesan Juan. Aquel «que está en el seno delPadre… lo ha dado a conocer» (1,18).

Ahora conocemos a Dios tal como es ver-daderamente. Él es Padre, bondad absolu-ta a la que podemos encomendarnos. Elevangelista Marcos, que ha conservado losrecuerdos de Pedro, nos dice que Jesús, alapelativo «Abbá», añadió aún: Todo esposible para ti, tú lo puedes todo (cf.14,36). Él, que es la bondad, es al mismotiempo poder, es omnipotente. El poder esbondad y la bondad es poder. Esta confian-za la podemos aprender de la oración deJesús en el Monte de los Olivos.

Antes de reflexionar sobre el contenidode la petición de Jesús, debemos prestaratención a lo que los evangelistas nos rela-tan sobre la actitud de Jesús durante suoración. Mateo y Marcos dicen que «cayó

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rostro en tierra» (Mt 26,39; cf. Mc 14,35);asume por consiguiente la actitud de totalsumisión, que ha sido conservada en laliturgia romana del Viernes Santo. Lucas,en cambio, afirma que Jesús oraba arrodi-llado. En los Hechos de los Apóstoles,habla de los santos, que oraban de rodillas:Esteban durante su lapidación, Pedro en elcontexto de la resurrección de un muerto,Pablo en el camino hacia el martirio. Así,Lucas ha trazado una pequeña historia delorar arrodillados de la Iglesia naciente. Loscristianos, al arrodillarse, se ponen encomunión con la oración de Jesús en elMonte de los Olivos. En la amenaza delpoder del mal, ellos, en cuanto arrodilla-dos, están de pie ante el mundo, pero, encuanto hijos, están de rodillas ante elPadre.

Ante la gloria de Dios, los cristianos nosarrodillamos y reconocemos su divinidad,pero expresando también en este gestonuestra confianza en que él triunfe.

Jesús forcejea con el Padre. Combateconsigo mismo. Y combate por nosotros.Experimenta la angustia ante el poder de lamuerte. Esto es ante todo la turbación pro-pia del hombre, más aún, de toda creaturaviviente ante la presencia de la muerte. EnJesús, sin embargo, se trata de algo más.En las noches del mal, él ensancha su mira-da. Ve la marea sucia de toda la mentira yde toda la infamia que le sobreviene enaquel cáliz que debe beber. Es el estreme-cimiento del totalmente puro y santo fren-te a todo el caudal del mal de este mundo,que recae sobre él. Él también me ve, y oratambién por mí. Así, este momento deangustia mortal de Jesús es un elementoesencial en el proceso de la Redención.Por eso, la Carta a los Hebreos ha definidoel combate de Jesús en el Monte de los Oli-vos como un acto sacerdotal. En esta ora-ción de Jesús, impregnada de una angustia

mortal, el Señor ejerce el oficio del sacer-dote: toma sobre sí el pecado de la huma-nidad, a todos nosotros, y nos conduce alPadre.

Finalmente, debemos prestar atenciónaún al contenido de la oración de Jesús enel Monte de los Olivos. Jesús dice: «Padre:tú lo puedes todo, aparta de mí ese cáliz.Pero no sea como yo quiero, sino como túquieres» (Mc 14,36). La voluntad naturaldel hombre Jesús retrocede asustada antealgo tan ingente. Pide que se le evite eso.Sin embargo, en cuanto Hijo, abandonaesta voluntad humana en la voluntad delPadre: no yo, sino tú. Con esto ha transfor-mado la actitud de Adán, el pecado primor-dial del hombre, salvando de este modo alhombre. La actitud de Adán había sido: Nolo que tú has querido, Dios; quiero ser diosyo mismo. Esta soberbia es la verdaderaesencia del pecado. Pensamos ser libres yverdaderamente nosotros mismos sólo siseguimos exclusivamente nuestra volun-tad. Dios aparece como el antagonista denuestra libertad. Debemos liberarnos deél, pensamos nosotros; sólo así seremoslibres. Esta es la rebelión fundamental queatraviesa la historia, y la mentira de fondoque desnaturaliza la vida.

Cuando el hombre se pone contra Dios,se pone contra la propia verdad y, portanto, no llega a ser libre, sino alienado desí mismo. Únicamente somos libres si esta-mos en nuestra verdad, si estamos unidosa Dios. Entonces nos hacemos verdadera-mente «como Dios», no oponiéndonos aDios, no desentendiéndonos de él onegándolo. En el forcejeo de la oración enel Monte de los Olivos, Jesús ha deshechola falsa contradicción entre obediencia ylibertad, y abierto el camino hacia la liber-tad. Oremos al Señor para que nos adentreen este «sí» a la voluntad de Dios, hacién-donos verdaderamente libres. Amén.

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I. Jesús es condenado a muerte

Del Evangelio según San Marcos (15, 14-15).Pero ellos gritaron con más fuerza: «¡Crucifícale!».Pilatos, entonces, queriendo complacer a lagente, les soltó a Barrabás y entregó a Jesús, des-pués de azotarle, para que fuera crucificado.

MeditaciónLa sentencia de Pilato fue dictada bajo la presiónde los sacerdotes y de la multitud. La condena amuerte por crucifixión debería de haber satisfe-cho sus pasiones y ser la respuesta al grito: «¡Cru-cifícale! ¡Crucifícale!» (Mc 15, 13-14, etc.). El pre-tor romano pensó que podría eludir el dictar sen-tencia lavándose las manos, como se había des-entendido antes de las palabras de Cristo cuandoéste identificó su reino con la verdad, con el tes-timonio de la verdad (Jn 18, 38). En uno y otrocaso Pilato buscaba conservar la independencia,mantenerse en cierto modo «al margen». Peroeran sólo apariencias. La cruz a la que fue conde-nado Jesús de Nazaret (Jn 19, 16), así como suverdad del reino (Jn 18, 36-37), debía de afectarprofundamente al alma del pretor romano. Estafue y es una Realeza, frente a la cual no se puedepermanecer indiferente o mantenerse al margen.El hecho de que a Jesús, Hijo de Dios, se le pre-gunte por su reino, y que por esto sea juzgadopor el hombre y condenado a muerte, constituyeel principio del testimonio final de Dios que tantoamó al mundo (cf. Jn 3, 16).También nosotros nos encontramos ante este tes-timonio, y sabemos que no nos es lícito lavarnoslas manos.

AclamacionesJesús de Nazaret, condenado a muerte en la cruztestigo fiel del amor del Padre. R/. Kyrie, eleisonJesús, Hijo de Dios, obediente a la voluntad delPadre hasta la muerte de Cruz

II Jesús carga con la cruz

Del Evangelio según San Marcos (14, 20).Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron lapúrpura, le pusieron sus ropas y le sacan fuerapara crucificarle.

MeditaciónEmpieza la ejecución, es decir, el cumplimien-tode la sentencia. Cristo, condenado a muerte,debe cargar con la cruz como los otros dos con-denados que van a sufrir la misma pena: «Fuecontado entre los pecadores» (Is 53,12). Cristo seacerca a la cruz con el cuerpo entero terrible-mente magullado y desgarrado, con la sangre quele baña el rostro, cayéndole de la cabeza corona-da de espinas. Ecce Homo! (Jn 19, 5 ). En Él seencierra toda la verdad del Hijo del hombre pre-dicha por los profetas, la verdad sobre el siervo

VIA CRUCIS DE SAN JUAN PABLO II

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de Yavé anunciada por Isaías: «Fue traspasado pornuestras iniquidades... y en sus llagas hemos sidocurados» (Is 53,5). Está también presente en Éluna cierta consecuencia, que nos deja asombra-dos, de lo que el hombre ha hecho con su Dios.Dice Pilato: «Ecce Homo» (Jn 19,5): «¡Mirad loque habéis hecho de este hombre!» En esta afir-mación parece oírse otra voz, como queriendodecir: «¡Mirad lo que habéis hecho en este hom-bre con vuestro Dios!» Resulta conmovedora lasemejanza, la interferencia de esta voz que escu-chamos a través de la historia con lo que nos llegamediante el conocimiento de la fe. Ecce Homo!Jesús, «el llamado Mesías» (Mt 27,17), carga lacruz so-bre sus espaldas (Jn 19,17). Ha empezadola ejecución.

AclamacionesCristo, Hijo de Dios, que revelas al hombre el mis-terio del hombre. R/. Kyrie, eleison Jesús, Siervodel Señor, por tus llagas hemos sido curados R/.Kyrie, eleison

III Jesús cae por primera vez

Del libro del Profeta Isaías (53, 4-6).Y con todo eran nuestras dolencias las que él lle-vaba y nuestros dolores los que soportaba!Nosotros le tuvimos por azotado, herido de Diosy humillado. El ha sido herido por nuestras rebel-días, molido por nuestras culpas. El soportó elcastigo que nos trae la paz, y con sus cardenaleshemos sido curados. Todos nosotros como ove-jas erramos, cada uno marchó por su camino, yYahveh descargó sobre él la culpa de todos nos-otros.

MeditaciónJesús cae bajo la cruz. Cae al suelo. No recurre asus fuerzas sobrehumanas, no recurre al poderde los ángeles. «¿Crees que no puedo rogar a miPadre, quien pondría a mi disposición al puntomás de doce legiones de ángeles?» (Mt 26,53).No lo pide. Habiendo aceptado el cáliz de manos

del Padre (Mc 14, 3 6, etc.), quiere beberlohasta las heces. Esto es lo que quiere. Y poresto no piensa en ninguna fuerza sobrehumana,aunque al instante podría disponer de ellas.Pueden sentirse dolorosamente sorprendidoslos que le habían visto cuando dominaba a lashumanas dolencias, a las mutilaciones, a lasenfermedades, a la muerte misma. ¿Y ahora?¿Está negando todo eso? Y, sin embargo, «nos-otros esperábamos», dirán unos días despuéslos discípulos de Emaús (Lc 24,21). «Si eres elHijo de Dios...» (Mt 27,40), le provocarán losmiembros del Sanedrín. «A otros salvó, a símismo no puede salvarse» (Mc 15,31; Mt27,42), gritará la gente. Y él acepta estas frasesde provocación, que parecen anular todo elsentido de sumisión, de los sermones pronun-ciados, de los milagros realizados. Acepta todasestas palabras, decide no oponerse. Quiere serultrajado. Quiere vacilar. Quiere caer bajo lacruz. Quiere. Es fiel hasta el final, hasta losmínimos detalles, a esta afirmación: «No sehaga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú»(cf. Mc 14,36, etc.). Dios salvará a la humani-dad con las caídas de Cristo bajo la cruz.

AclamacionesJesús, manso cordero redentor, que llevas sobreti el pecado del mundo. R/. Kyrie, eleison Jesús,compañero nuestro en el tiempo de angustia,solidario con la debilidad humana R/. Kyrie, elei-son

IV Jesús encuentra a su madre

Del Evangelio según San Lucas (2, 34-35.51).Simeón les bendijo y dijo a María, su madre:«Éste está puesto para caída y elevación demuchos en Israel, y para ser señal de contradic-ción ¡y a ti misma una espada te atravesará elalma! a fin de que queden al descubierto lasintenciones de muchos corazones.»... Su madreconservaba cuidadosamente todas las cosas ensu corazón.

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MeditaciónLa Madre. María se encuentra con su Hijo en elcamino de la cruz. La cruz de El es su cruz, lahumillación de El es la suya, suyo el oprobiopúblico de Jesús. Es el orden humano de lascosas. Así deben sentirlo los que la rodean y asílo capta su corazón: «...y una espada atravesará tualma» (Lc 2,3 5 ). Las palabras pronunciadascuando Jesús tenía cuarenta días se cumplen eneste momento. Alcanzan ahora su plenitud total.Y María avanza, traspasada por esta invisibleespada, hacia el Calvario de su Hijo, hacia su pro-pio Calvario. La devoción cristiana la ve con estaespada clavada en su corazón, y así la representaen pinturas y esculturas. ¡Madre Dolorosa!«¡Oh tú, que has padecido junto con El!», repitenlos fieles, íntimamente convencidos de que asíjustamente debe expresarse el misterio de estesufrimiento. Aunque este dolor le pertenezca y leafecte en lo más profundo de su maternidad, sinembargo, la verdad plena de este sufrimiento seexpresa con la palabra «compasión». También ellapertenece al mismo misterio: expresa en ciertomodo la unidad con el sufrimiento del Hijo.

AclamacionesSanta María, madre y hermana nuestra en el cami-no de fe, con te invocamos a tu Hijo Jesús. R/.Kyrie, eleison Santa María, intrépida en la vía delCalvario, suplicamos contigo a tu Hijo Jesús. R/.Kyrie, eleison

V Simón Cireneo ayuda a Jesús

Lectura del Evangelio según San Marcos (15, 21-22).Y obligaron a uno que pasaba, a Simón de Cirene,que volvía del campo, el padre de Alejandro y deRufo, a que llevara su cruz. Le conducen al lugardel Gólgota, que quiere decir: Calvario

MeditaciónSimón de Cirene, llamado a cargar con la cruz (cf.Mc 15,21; Lc 23,26), no la quería llevar ciertamen-

te. Hubo que obligarle. Caminaba junto a Cristobajo el mismo peso. Le prestaba sus hombroscuando los del condenado parecían no poderaguantar más. Estaba cerca de él: más cerca queMaría o que Juan, a quien, a pesar de ser varón, nose le pide que le ayude. Le han llamado a él, aSimón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo,como refiere el evangelio de Marcos (Mc 15,21).Le han llamado, le han obligado. ¿Cuánto duró estacoacción? ¿Cuánto tiempo caminó a su lado,dando muestras de que no tenía nada que ver conel condenado, con su culpa, con su condena?¿Cuánto tiempo anduvo así, dividido interiormente,con una barrera de indiferencia entre él y ese Hom-bre que sufría? «Estaba desnudo, tuve sed, estabapreso» (cf. Mt 25,35.36), llevaba la cruz... ¿La lle-vaste conmigo?... ¿La has llevado conmigo verda-deramente hasta el final? No se sabe. San Marcosrefiere solamente el nombre de los hijos del Cire-neo y la tradición sostiene que pertenecían a lacomunidad de cristianos allegada a San Pedro (cf.Rm 16,13).

AclamacionesCristo, buen samaritano, te has hecho cercano alprójimo, al pobre, al enfermo, al último R/. Chris-te, eleison Cristo, siervo del Eterno, considerasque se te hace a ti todo gesto de amor al deste-rrado, al marginado y al extranjero. R/. Christe,eleison

VI La Verónica limpia el rostro de Jesús

Lectura del Libro del profeta Isaías (53, 2-3).No tenía apariencia ni presencia; (le vimos) y notenía aspecto que pudiésemos estimar. Despre-ciable y desecho de hombres, varón de dolores ysabedor de dolencias, como uno ante quien seoculta el rostro.

MeditaciónLa tradición nos habla de la Verónica. Quizá ellacompleta la historia del Cireneo. Porque lo ciertoes que –aunque, como mujer, no cargara física-

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mente con la cruz y no se la obligara a ello– llevósin duda esta cruz con Jesús: la llevó como podía,como en aquel momento era posible hacerlo ycomo le dictaba su corazón: limpiándole el rostro.Este detalle, referido por la tradición, parece fácilde explicar: en el lienzo con el que secó su rostrohan quedado impresos los rasgos de Cristo.Puesto que estaba todo él cubierto de sudor ysangre, muy bien podía dejar señales y perfiles.Pero el sentido de este hecho puede ser interpre-tado también de otro modo, si se considera a laluz del sermón escatológico de Cristo. Sonmuchos indudablemente los que preguntarán:«Señor, ¿cuándo hemos hecho todo esto?» YJesús responderá: «Cuantas veces hicisteis eso auno de estos mis hermanos menores, a mí me lohicisteis» (Mt 25,40). El Salvador, en efecto,imprime su imagen sobre todo acto de caridad,como sobre el lienzo de la Verónica.

Aclamaciones¡Oh rostro de Cristo, desfigurado por el dolor,esplendor de la gloria divina! R/. Kyrie, elei-son?¡Oh rostro santo, impreso como un sello encada gesto de amor! R/. Kyrie, eleison

VII Jesús cae por segunda vez

Del Libro de las Lamentaciones (3, 1-2. 9. 16).El hombre que ha visto la miseria bajo el látigo desu furor. Él me ha llevado y me ha hecho caminaren tinieblas y sin luz... Ha cercado mis caminoscon piedras sillares, ha torcido mis senderos... Haquebrado mis dientes con guijarro, me ha revol-cado en la ceniza.

Meditación«Yo soy un gusano, no un hombre; el oprobio de loshombres y el desecho del pueblo» (Sal 22 [21],7):las palabras del Salmista-profeta encuentran suplena realización en estas estrechas, arduas calle-juelas de Jerusalén, durante las últimas horas quepreceden a la Pascua. Ya se sabe que estas horas,antes de la fiesta, son extenuantes y las calles estánllenas de gente. En este contexto se verifican laspalabras del Salmista, aunque nadie piense en ellas.No paran mientes en ellas ciertamente todos cuan-tos dan pruebas de desprecio, para los cuales esteJesús de Nazaret que cae por segunda vez bajo lacruz se ha hecho objeto de escarnio. Y Él lo quiere,quiere que se cumpla la profecía. Cae, pues,exhausto por el esfuerzo. Cae por voluntad delPadre, voluntad expresada asimismo en las palabrasdel Profeta. Cae por propia voluntad, porque«¿cómo se cumplirían, si no, las Escrituras?» (Mt26,54): «Soy un gusano y no un hombre» (Sal22[21],7); por tanto, ni siquiera «Ecce Homo» (Jn19,5); menos aún, peor todavía. El gusano se arras-tra pegado a tierra; el hombre, en cambio, como reyde las criaturas, camina sobre ella. El gusano carco-me la madera: como el gusano, el remordimientodel pecado roe la conciencia del hombre. Remordi-miento por esta segunda caída.

AclamacionesJesús de Nazaret, convertido en infamia de loshombres, para ennoblecer todas las criaturas R/.Kyrie, eleison Jesús, servidor de la vida, abatidopor los hombres, enaltecido por Dios R/. Kyrie,eleison

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VIII Jesús encuentra las mujeres de Jerusalén

Del Evangelio según San Lucas (23, 28-31).Jesús, volviéndose a ellas, dijo: «Hijas de Jeru-salén, no lloréis por mí; llorad más bien porvosotras y por vuestros hijos. Porque llegarándías en que se dirá: ¡Dichosas las estériles, lasentrañas que no engendraron y los pechos queno criaron! Entonces se pondrán a decir a losmontes: ¡Caed sobre nosotros! Y a las colinas:¡Cubridnos! Porque si en el leño verde hacenesto, en el seco ¿qué se hará?»

MeditaciónEs la llamada al arrepentimiento, al verdaderoarrepentimiento, al pesar, en la verdad del malcometido. Jesús dice a las hijas de Jerusalénque lloran a su vista: «No lloréis por mí; lloradmás bien por vosotras mismas y por vuestroshijos» (Lc 23,28). No podemos quedarnos enla superficie del mal, hay que llegar a su raíz,a las causas, a la más honda verdad de la con-ciencia. Esto es justamente lo que quiere dar-nos a entender Jesús cargado con la cruz, quedesde siempre «conocía lo que en el hombrehabía» (Jn 2,25) y siempre lo conoce. Por estoÉl debe ser en todo momento el más cercanotestigo de nuestros actos y de los juicios, quesobre ellos hacemos en nuestra conciencia.Quizá nos haga comprender incluso que estosjuicios deben ser ponderados, razonables,objetivos. Dice: «No lloréis»; pero, al mismotiempo, ligados a todo cuanto esta verdadcontiene: nos lo advierte porque es Él el quelleva la cruz.?Señor, ¡dame saber vivir y andaren la verdad!

AclamacionesSeñor Jesús, sabio y misericordioso, Verdadque guía a la vida R/. Kyrie, eleison SeñorJesús, compasivo, tu presencia alivia laslágrimas en la hora de la prueba R/. Kyrie,eleison

IX Jesús cae por tercera vez

Del Libro de las Lamentaciones (3, 27-32).Bueno es para el hombre soportar el yugodesde su juventud. Que se siente solitario ysilencioso, cuando el Señor se lo impone; queponga su boca en el polvo: quizá haya espe-ranza; que tienda la mejilla a quien lo hiere,que se harte de oprobios. Porque no desechapara siempre... si llega a afligir, se apiadaluego según su inmenso amor

Meditación«Se humilló, hecho obediente hasta la muerte,y muerte de cruz «(Fl 2,8 ). Cada estación deesta Vía es una piedra miliar de esa obedien-cia y ese anonadamiento. Captamos el gradode este anonadamiento cuando leemos laspalabras del Profeta: «Todos nosotros andába-mos errantes como ovejas, siguiendo cadauno su camino, y Yavé cargó sobre él la iniqui-dad de todos nosotros» (Is 53,6). Compren-demos el grado de este anonadamiento cuan-do vemos que Jesús cae una vez más, la terce-ra, bajo la cruz. Cuando pensamos en quiénes el que cae, quién yace entre el polvo delcamino bajo la cruz, a los pies de gente hostilque no le ahorra humillaciones y ultrajes...¿Quién es el que cae? ¿Quién es Jesucristo?«Quien, existiendo en forma de Dios, no repu-tó como botín codiciable ser igual a Dios,antes se anonadó, tomando la forma de siervoy haciéndose semejante a los hombres; y enla condición de hombre se humilló, hechoobediente hasta la muerte, y muerte de cruz»(Fl 2, 6-8 ).

AclamacionesCristo Jesús, tú has gustado la amargura de latierra para cambiar el gemido del dolor encanto de júbilo R/. Christe, eleison CristoJesús, que te has humillado en la carne?paraennoblecer toda la creación. R/. Christe, elei-son

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X Jesús es despojado de sus vestiduras

Del Evangelio según San Marcos (15, 24).Le crucifican y se reparten sus vestidos, echandoa suertes a ver qué se llevaba cada uno.

MeditaciónCuando Jesús, despojado de sus vestidos, seencuentra ya en el Gólgota (cf. Mc 15,24, etc.),nuestros pensamientos se dirigen hacia suMadre: vuelven hacia atrás, al origen de estecuerpo que ya ahora, antes de la crucifixión, estodo él una llaga (cf. Is 52,14). El misterio de laEncarnación: el Hijo de Dios toma cuerpo en elseno de la Virgen (cf. Mt 1,23; Lc 1,26-38). ElHijo de Dios habla al Padre con las palabras delSalmista: «No te complaces tú en el sacrificio y

la ofrenda..., pero me has preparado un cuer-po» (Sal 40 [39], 8.7; Hb 10,6.5). El cuerpo delhombre expresa su alma. El cuerpo de Cristoexpresa el amor al Padre: «Entonces dije:'¡Heme aquí que vengo!'... para hacer, ¡ohDios!, tu voluntad» (Sal 40 [39], 9; Hb 10,7).«Yo hago siempre lo que es de su agrado» (Jn8,29). Este cuerpo desnudo cumple la voluntaddel Hijo y la del Padre en cada llaga, en cadaestremecimiento de dolor, en cada músculodesgarrado, en cada reguero de sangre quecorre, en todo el cansancio de sus brazos, enlos cardenales de cuello y espaldas, en el terri-ble dolor de las sienes. Este cuerpo cumple lavoluntad del Padre cuando es despojado desus vestidos y tratado como objeto de suplicio,cuando encierra en sí el inmenso dolor de lahumanidad profanada. El cuerpo del hombre esprofanado de varias maneras. En esta estacióndebemos pensar en la Madre de Cristo, porquebajo su corazón, en sus ojos, entre sus manosel cuerpo del Hijo de Dios ha recibido una ado-ración plena.

AclamacionesJesús, cuerpo santo, profanado una vez más, vive.R/. Kyrie, eleison Jesús, cuerpo ofrecido poramor, aún dividido en tus miembros. R/. Kyrie,eleison

XI Jesús es clavado en la cruz

Del Evangelio según San Marcos (15, 25-27).Era la hora tercia cuando le crucificaron. Y estabapuesta la inscripción de la causa de su condena:«El Rey de los judíos». Con él crucificaron a dossalteadores, uno a su derecha y otro a su izquier-da.

Meditación«Han taladrado mis manos y mis pies y puedocontar todos mis huesos» (Sal 22 [21],17-18).«Puedo contar...»: ¡qué palabras proféticas!Sabemos que este cuerpo es un rescate. Un

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gran rescate es todo este cuerpo: las manos,los pies y cada hueso. Todo el Hombre enmáxima tensión: esqueleto, músculos, sistemanervioso, cada órgano, cada célula; todo enmáxima tensión. «Yo, si fuere levantado de latierra, atraeré a todos a mí» (Jn 12,32). Pala-bras que expresan la plena realidad de la cru-cifixión. Forma parte de ésta también la terri-ble tensión que penetra las manos, los pies ytodos los huesos: terrible tensión del cuerpoentero que, clavado como un objeto a losmaderos de la cruz, va a ser aniquilado, hastael fin, en las convulsiones de la muerte. Y en lamisma realidad de la crucifixión entra todo elmundo que Jesús quiere atraer a Sí (cf. Jn12,32). El mundo está sometido a la gravita-ción del cuerpo, que tiende por inercia hacialo bajo.Precisamente en esta gravitación estriba lapasión del Crucificado. «Vosotros sois deabajo, yo soy de arriba» (Jn 8,23). Sus palabrasdesde la cruz son: «Padre, perdónalos, porqueno saben lo que hacen» (Lc 23,34).

AclamacionesCristo, crucificado por el odio, hecho por elamor signo de contradicción y de paz,R/. Christe, eleison Cristo, con su sangre derra-mada en la Cruz, ha rescatado al hombre, elmundo y el cosmos. R/. Christe, eleison

XII Jesús muere en la cruz

Del Evangelio según San Marco (15, 33-34.37,39).Llegada la hora sexta, hubo oscuridad sobretoda la tierra hasta la hora nona. A la hora nonagritó Jesús con fuerte voz: «Eloí, Eloí, ¿lamasabactaní?», que quiere decir «¡Dios mío, Diosmío! ¿por qué me has abandonado?»... PeroJesús lanzando un fuerte grito, expiró... Al ver elcenturión, que estaba frente a él, que habíaexpirado de esa manera, dijo: «Verdaderamenteeste hombre era Hijo de Dios.»

MeditaciónJesús clavado en la cruz, inmovilizado en estaterrible posición, invoca, al Padre (cf. Mc 15,34;Mt 27,46; Lc 23,46). Todas las invocaciones ates-tiguan que El es uno con el Padre. «Yo y el Padresomos una sola cosa» (Jn 10,30); «El que me havisto a mí ha visto al Padre» (Jn 14,9); «Mi Padresigue obrando todavía, y por eso obro yo tam-bién» (Jn 5,17). He aquí el más alto, el más subli-me obrar del Hijo en unión con el Padre. Sí: enunión, en la más profunda unión, justamentecuando grita: Eloí, Eloí, lama sabachtani: «Diosmío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»(Mc 15,34; Mt 27,46). Este obrar se expresa conla verticalidad del cuerpo que pende del maderoperpendicular de la cruz, con la horizontalidad delos brazos extendidos a lo largo del madero trans-versal. El hombre que mira estos brazos puedepensar que con el esfuerzo abrazan al hombre yal mundo. Abrazan. He aquí el hombre. He aquí aDios mismo. «En Él.... vivimos y nos movemos yexistimos» (Hch 17,28). En Él: en estos brazosextendidos a lo largo del madero transversal de lacruz. El misterio de la Redención.

AclamacionesHijo de Dios, acuérdate de nosotros en la horasuprema de la muerte. R/. Kyrie, eleison Hijodel Padre, acuérdate de nosotros y renueva contu Espíritu la faz de la tierra.R/. Kyrie, eleison

XIII Jesús es bajado de la cruz

Del Evangelio según San Marcos (15, 42-43.46).Y ya al atardecer... vino José de Arimatea,miembro respetable del Consejo, que esperabatambién el Reino de Dios,... quien, comprandouna sábana, lo descolgó de la cruz.

MeditaciónEn el momento en que el cuerpo de Jesús esbajado de la cruz y puesto en brazos de la

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Madre, vuelve a nuestra mente el momento enque María acogió el saludo del ángel Gabriel:«Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, aquien pondrás por nombre Jesús... Y le dará elSeñor Dios el trono de David, su padre... y sureino no tendrá fin» (Lc 1,31-33). María sólodijo: «Hágase en mí según tu palabra» (Lc1,38), como si desde el principio hubiera que-rido expresar cuanto estaba viviendo en estemomento. En el misterio de la Redención seentrelazan la gracia, esto es, el don de Diosmismo, y «el pago» del corazón humano. Eneste misterio somos enriquecidos con un Donde lo alto (St 1,17) y al mismo tiempo somoscomprados con el rescate del Hijo de Dios (cf.1 Co 6,20; 7,23; Hch 20,28). Y María, que fuemás enriquecida que nadie con estos dones,es también la que paga más. Con su corazón.A este misterio está unida la maravillosa pro-mesa formulada por Simeón cuando la presen-tación de Jesús en el templo: «Una espadaatravesará tu alma para que se descubran lospensamientos de muchos corazones» (Lc2,35). También esto se cumple. ¡Cuántos cora-zones humanos se abren ante el corazón deesta Madre que tanto ha pagado! Y Jesús estáde nuevo todo él en sus brazos, como lo esta-ba en el portal de Belén (cf. Lc 2,16), durantela huida a Egipto (cf. Mt 2,14), en Na-zaret (cf.Lc 2,39-40). La Piedad.

AclamacionesSanta María, Madre de la inmensa piedad, con-tigo abrimos los brazos a la Vida y suplicantesimploramos R/. Kyrie, eleison Santa María,Madre y asociada al del Redentor, en comunióncontigo acogemos a Cristo y llenos de esperan-za invocamos R/. Kyrie, eleison

XIV Jesús es puesto en el sepulcro

Del Evangelio según San Marcos (15, 46-47).José de Arimatea,... lo envolvió en la sábana_ylo puso en un sepulcro que estaba excavado en

roca; luego, hizo rodar una piedra sobre laentrada del sepulcro. María Magdalena y Maríala de Joset se fijaban dónde era puesto.

MeditaciónDesde el momento en que el hombre, a causadel pecado, se alejó del árbol de la vida (cf. Gn3), la tierra se convirtió en un cementerio. Tan-tos sepulcros como hombres. Un gran planetade tumbas.En las cercanías del Calvario había una tumbaque pertenecía a José de Arimatea (cf. Mt27,60). En este sepulcro, con el consentimien-to de José, depositaron el cuerpo de Jesús unavez bajado de la cruz (cf. Mc 15,42-46, etc. ).Lo depositaron apresuradamente, para que laceremonia acabara antes de la fiesta de Pascua(cf. Jn 19,31), que empezaba en el crepúsculo.Entre todas las tumbas esparcidas por los con-tinentes de nuestro planeta, hay una en la queel Hijo de Dios, el hombre Jesucristo, ha ven-cido a la muerte con la muerte. O mors! egomors tua!: «Muerte, ¡yo seré tu muerte!» (1ªantif. Laudes del Sábado Santo). El árbol de laVida, del que el hombre fue alejado por supecado, se ha revelado nuevamente a loshombres en el cuerpo de Cristo. «Si algunocome de este pan, vivirá para siempre, y el panque yo le daré es mi carne, vida del mundo»(Jn 6,51). Aunque se multipliquen siempre lastumbas en nuestro planeta, aunque crezca elcementerio en el que el hombre surgido delpolvo retorna al polvo (cf. Gn 3,19), todos loshombres que contemplan el sepulcro de Jesu-cristo viven en la esperanza de la Resurrec-ción.

AclamacionesSeñor Jesús, resurrección nuestra, en elsepulcro nuevo destruyes la muerte y das lavida. R/. Kyrie, eleison Jesús, Señor, espe-ranza nuestra, tu cuerpo crucificado y resuci-tado es el nuevo árbol de la vida. R/. Kyrie,eleison

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Cristo vive. Esta es la gran verdad quellena de contenido nuestra fe. Jesús, que

murió en la cruz, ha resucitado, ha triunfadode la muerte, del poder de las tinieblas, deldolor y de la angustia. No temáis, con estainvocación saludó un ángel a las mujeres queiban al sepulcro; no temáis. Vosotras venís abuscar a Jesús Nazareno, que fue crucifica-do: ya resucitó, no está aquí (Mc 16,6). Haecest dies quam fecit Dominus, exsultemus etlaetemur in ea; éste es el día que hizo elSeñor, regocijémonos (Sal 118,24).

El tiempo pascual es tiempo de alegría, deuna alegría que no se limita a esa época delaño litúrgico, sino que se asienta en todomomento en el corazón del cristiano. PorqueCristo vive: Cristo no es una figura que pasó,que existió en un tiempo y que se fue, deján-donos un recuerdo y un ejemplo maravil-losos.

No: Cristo vive. Jesús es el Emmanuel:Dios con nosotros. Su Resurrección nos rev-ela que Dios no abandona a los suyos.¿Puede la mujer olvidarse del fruto de suvientre, no compadecerse del hijo de susentrañas? Pues aunque ella se olvidare, yono me olvidaré de ti (Is 49, 14-15), habíaprometido. Y ha cumplido su promesa. Diossigue teniendo sus delicias entre los hijos delos hombres (Cfr. Pr 8,31).

LA RESURRECCIÓNSan Josemaría Escrivá

Al atardecer de aquel día, el siguiente al sábado, estaban los discípulos en una casa, con laspuertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:«Paz a vosotros».Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría alver al Señor.Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».22 Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo;23 a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis,les quedan retenidos». (Jn 20-19-22).

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Cristo vive en suIglesia. “Os digo laverdad: os convieneque yo me vaya;porque si yo no mevoy, el Consolador novendrá a vosotros,pero si me voy, os loenviaré” (Jn 16,7).Esos eran los de-signios de Dios: Jesús,muriendo en la Cruz,nos daba el Espíritu deVerdad y de Vida.Cristo permanece ensu Iglesia: en sussacramentos, en suliturgia, en su predi-cación, en toda suactividad.

De modo especialCristo sigue presenteentre nosotros, en esaentrega diaria de la Sagrada Eucaristía. Poreso la Misa es centro y raíz de la vida cris-tiana. En toda misa está siempre el CristoTotal, Cabeza y Cuerpo. Per Ipsum, et cumIpso et in Ipso. Porque Cristo es el Camino,el Mediador: en Él, lo encontramos todo;fuera de Él, nuestra vida queda vacía. EnJesucristo, e instruidos por Él, nos atrevemosa decir –audemus dicere– Pater noster,Padre nuestro. Nos atrevemos a llamar Padreal Señor de los cielos y de la tierra.

La presencia de Jesús vivo en la HostiaSanta es la garantía, la raíz y la consumaciónde su presencia en el mundo.

Cristo vive en el cristiano. La fe nos diceque el hombre, en estado de gracia, está

endiosado. Somoshombres y mujeres,no ángeles. Seres decarne y hueso, concorazón y con pa-siones, con tristezas ycon alegrías. Pero ladivinización redundaen todo el hombrecomo un anticipo de laresurrección gloriosa.Cristo ha resucitadode entre los muertos yha venido a ser comolas primicias de losdifuntos: porque asícomo por un hombrevino la muerte, por unhombre debe venir laresurrección de losmuertos. Que asícomo en Adán mue-ren todos, así en

Cristo todos serán vivificados (1Co 15, 20-21).

La vida de Cristo es vida nuestra, según loque prometiera a sus Apóstoles, el día de laÚltima Cena: Cualquiera que me ama, obser-vará mis mandamientos, y mi Padre le amará,y vendremos a él, y haremos mansión den-tro de él (Jn 14, 23). El cristiano debe –portanto– vivir según la vida de Cristo, haciendosuyos los sentimientos de Cristo, de maneraque pueda exclamar con San Pablo, non vivoego, vivit vero in me Christus (Ga 2,10), nosoy yo el que vive, sino que Cristo vive enmí.(San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa,102-103).

Real Oratorio del Caballero de GraciaCaballero de Gracia, 5 y Gran Vía, 17. 28013 Madrid. Tf. 91 5326937. Fax: 91 2540664. e-mail: [email protected] web: www.caballerodegracia.org