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Actas XIV Congreso AIH (Vol. II). Ruth FINE. Reflexiones sobre la función del estereotipo ... - Reflexiones sobre la función del estereotipo en la obra cervantina Consideraciones teóricas 1 Ruth Fine UNIVERSIDAD HEBREA DE JERUSALÉN EL TRABAJO QUE DESARROLLARÉ a continuación parte, fundamentalmente, de un modelo teórico que establece tres ejes básicos para la caracterización de los personajes: el eje de complejidad, el eje de evolución y el de penetración en la vida interior. Es posible ubicar al personaje literario en un punto específico de estas escalas, situación que contribuye a determinar sus funciones, su modo de operar y sus rasgos constitutivos. El eje de complejidad será el determinante en cuanto a los objetivos de nuestro estudio. Se entiende por personaje complejo a aquél que posee más de un rasgo, hallándose dichos rasgos en contradicción más o menos pronunciada. Inversamente, el personaje simple es aquél poseedor de uno o pocos rasgos caracterizadores, siendo sólo uno o algunos de ellos los dominantes. Lo esencial consiste en que sus marcas constitutivas sean coincidentes y no se opongan entre sí. En el polo de la escala en la que se ubican los personajes simples, hallamos la figura alegórica, la caricatura y el tipo. Deseo centrarme en este último, el cual corresponde, acorde con nuestro modelo teórico, al personaje en el que pueden identificarse muchos o la mayor parte de los rasgos que caracterizan a un grupo social o étnico determinado, los cuales, muchas veces, aunque no necesariamente, aparecen ridiculizados o presentados de modo negativo 3 . 1 El presente trabajo se integra en el marco de un estudio más abarcador, en el que analizo, desde una perspectiva semiótico-narratológica, la caracterización de los personajes, el tiempo y la voz narrativa en la obra cervantina y en el Quijote, en particular. 2 La presente clasificación de los ejes es la estipulada por Ewen, Josef, «The Theory of Character in Narrative Fiction» (en hebreo), Hasifrut 3, 1971, pp. 1-30; en su libro posterior Character in Narrative (en hebreo),Tel Aviv: Sifriat Ha-Poalim, 1980, modificará los alcances del último eje, considerándolo simbólico-mimético. A nuestro juicio, se convierte, entonces, en un eje suplementario respecto de los otros dos, no esencial para la caracterización de los personajes. Agradezco a Assaf Ashkenazi, por sus obsevaciones respecto de la complementareidad de este eje. 3 Deseo mencionar otra dicotomía pertinente, que completa la anterior, y es la destacada por Martínez Bonati, entre tipificación y ejemplaridad: la tipificación consistiría en la adaptación de la imagen literaria a una realidad no empíricamente verificable, sino a la noción de los lectores 225 t- Centro Virtual Cervantes

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Reflexiones sobre la función del estereotipo en la obra cervantina

Consideraciones teóricas1

Ruth Fine UNIVERSIDAD HEBREA DE JERUSALÉN

EL TRABAJO QUE DESARROLLARÉ a continuación parte, fundamentalmente, de un modelo teórico que establece tres ejes básicos para la caracterización de los personajes: el eje de complejidad, el eje de evolución y el de penetración en la vida interior. Es posible ubicar al personaje literario en un punto específico de estas escalas, situación que contribuye a determinar sus funciones, su modo de operar y sus rasgos constitutivos.

El eje de complejidad será el determinante en cuanto a los objetivos de nuestro estudio. Se entiende por personaje complejo a aquél que posee más de un rasgo, hallándose dichos rasgos en contradicción más o menos pronunciada. Inversamente, el personaje simple es aquél poseedor de uno o pocos rasgos caracterizadores, siendo sólo uno o algunos de ellos los dominantes. Lo esencial consiste en que sus marcas constitutivas sean coincidentes y no se opongan entre sí. En el polo de la escala en la que se ubican los personajes simples, hallamos la figura alegórica, la caricatura y el tipo. Deseo centrarme en este último, el cual corresponde, acorde con nuestro modelo teórico, al personaje en el que pueden identificarse muchos o la mayor parte de los rasgos que caracterizan a un grupo social o étnico determinado, los cuales, muchas veces, aunque no necesariamente, aparecen ridiculizados o presentados de modo negativo3

.

1 El presente trabajo se integra en el marco de un estudio más abarcador, en el que analizo, desde una perspectiva semiótico-narratológica, la caracterización de los personajes, el tiempo y la voz narrativa en la obra cervantina y en el Quijote, en particular.

2 La presente clasificación de los ejes es la estipulada por Ewen, Josef, «The Theory of Character in Narrative Fiction» (en hebreo), Hasifrut 3, 1971, pp. 1-30; en su libro posterior Character in Narrative (en hebreo),Tel Aviv: Sifriat Ha-Poalim, 1980, modificará los alcances del último eje, considerándolo simbólico-mimético. A nuestro juicio, se convierte, entonces, en un eje suplementario respecto de los otros dos, no esencial para la caracterización de los personajes. Agradezco a Assaf Ashkenazi, por sus obsevaciones respecto de la complementareidad de este eje.

3 Deseo mencionar otra dicotomía pertinente, que completa la anterior, y es la destacada por Martínez Bonati, entre tipificación y ejemplaridad: la tipificación consistiría en la adaptación de la imagen literaria a una realidad no empíricamente verificable, sino a la noción de los lectores

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Nos importa precisar los alcances del personaje-tipo, para establecer una distinción respecto de su concepto afm, el de estereotipo4

• Tanto el tipo como el estereotipo constituyen modelos culturales de una determinada sociedad, relacionados con el proceso de representa-ción. Sus límites, al derivar de un saber general y no sistematizado, son necesariamente ambiguos. Ambos pueden caracterizarse como pobres en constituyentes, homogéneos, hiperbólicos, prefabricados y, fundamentalmente, redundantes: se trata de modelos que basan su identificación en la repetición, en los cuales la estructura profunda se mantiene estable, al eliminarse las cualidades específicas e individuales de los personajes esterotipificados. Es necesario destacar que el fenómeno del estereotipo se halla vinculado directamente con el proceso de lectura; es la interacción entre el texto y el lector la que da al estereotipo sus límites y dimensiones. El estereotipo debe ubicarse potencialmente, primero, en la mente del lector antes de ser actualizado en el texto, de modo que se trata de un fenómeno poseedor de notoria relatividad: lector y texto deben activar los mismos modelos culturales. Especular-mente, también la lectura del tipo/estereotipo puede considerarse selectiva y reductiva. Resulta primordial enfatizar la resistencia por parte del tipo/estereotipo a la recuperación de remanentes dejados por el texto (left-overs), es decir que no admite la relectura.

Desde la perspectiva asumida por Amossy, es principalmente la actitud del lector respecto del Saber, de la doxa, la que diferencia al tipo del estereotipo: la relación del tipo con el Saber es considerada como una relación con la verdad; seria una dramatización del conocimiento, la presentación de una verdad asumida como incuestionable y universal (una verdad a la que el lector debe adherirse )5. En cambio, la verdad del estereotipo se fundaria en un saber sospechoso, nacido del prejuicio-social, religioso, etc.-y cuya posibilidad de comprobación critica es aun mucho más problemática que la del tipo. El texto puede explotar, desde ya, la ambigüedad existente en los límites que separan a ambos-el tipo y el estereotipo-e instar, a partir de dicha ambigüedad, a una decodificación polisémica, que tenga en cuenta la compleja red de interrelaciones textuales.

El estereotipo del judío y su manifestación en la España áurea

de realidad: estas nociones incluyen prejuicios colectivos, generalizaciones, clichés, tipos, arquetipos y concepciones de mundo que se ponen de manifiesto, a partir de la lectura, como un conocimiento latente, pero olvidado. La ejemplaridad, en cambio, correspondería a una imagen que no pretende ser representativa de la realidad, sino que es más o menos utópica o se halla negativamente exagerada. Si bien la ejemplaridad se encuentra relacionada de un modo más directo con la fuerza retórica de la obra, existe siempre una elección o toma de posición en la selección de los tipos que conforman la imagen de mundo en la obra. En este sentido, y tal como lo destaca Martínez Bonati, es dable señalar que esta polarización se diluye en el Quijote, lo cual se haría extensivo, en gran medida, a muchas de las obras cervantinas. Martínez Bonati, Félix, Don Quixote and the Poetics of the Novel. Ithaca & London: Cornell University Press.

4 Esta distinción, necesaria, a mi juicio, es establecida por Amossy (Amossy, Ruth, «Stereotypes and Representation in Fiction», Poetics Today 5, 4, 1984, pp. 689-700).; en cambio, Ewen, en «The Theory ofCharacter in Narrative Fictiom>, op. cit., se refiere indistintamente al tipo o al estereotipo.

5 Amossy, Ruth, «Stereotypes and Representation in Fictiom>, op. cit., pp. 698-700.

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El corpus utilizado para un estudio abarcador del estereotipo en la obra cervantina debe comprender tanto textos narrativos como dramáticos y centrarse en figuras que correspondan expresamente a estereotipos socioculturales profundamente arraigados en la sociedad áurea, como, por ejemplo, el morisco, el turco, el renegado, el judío, el converso. Un estudio de esta índole comprobará, en mi opinión, cómo muchos de estos personajes cervantinos rehuyen una posible lectura estereotipificadora o aun tipificadora y sus constituyentes acusan un juego permanente de estructuración/desestabilización, resistiendo así la reducción esterotípica.

Dadas las restricciones de una presentación de la brevedad que ésta exige, decido referirme aquí, como caso ilustrativo, al estereotipo del judío, y ello por dos razones básicas: su aparición en los textos cervantinos no es de ningún modo protagónica, sino funcional y, además, su presencia limitada facilita el análisis puntual.

Un primer paso nos exige la reconstrucción del estereotipo extratextual del judío, en el cual se evidencian dos rasgos fundamentales, que constituyen la base de los argumentos antijudíos y configuran la imagen del mismo, con sus marcas fácilmente identificables: la malevolencia y la ceguera6

• La primera de ellas adquiere su máxima expresión en la acusación de deicidio contra el pueblo judío en su totalidad y por todas sus generaciones. En cuanto a la segunda-la ceguera-deriva, en gran medida, de la considerada como hermenéutica literal judía de las Sagradas Escrituras, hermenéutica «carnal» y no espiritual, como es la desarrollada por los padres de la Iglesia. El concepto de carnalidad se extiende más allá de la exégesis bíblica y queda inscripto en la imagen del judío, manifestándose en todos los aspectos materiales constitutivos de su imagen, como la avaricia, la gula y otros; todo ello encuentra su manifestación en numerosos textos y personajes de ficción, como en Shylock de Shakespeare, Elie Magus de Balzac o Raquel y Vidas, en el Cid. Tal como lo señala Lieu7

,

la imagen configurada en la época patrística se transformó en una realidad cognitiva, pasando a definir la identidad del judío y del judaísmo: la imagen referencial y el estereotipo textual se autoalimentan a lo largo de los siglos y fijan los rasgos redundantes que resultarán en el estereotipo del judío.

En el entramado demográfico y sociorreligioso correspondiente al Siglo de Oro español, tras la expulsión acaecida en 1492, la identidad social relativa al judío ha dejado de ser una realidad tangible, aunque continúe inserta en su imaginario literario y folclórico. Tal como lo señala Cid, desde la instauración del estado moderno la conducta en España respecto del judío ha sido la denominada de «exclusión», acompañada de un discurso también de exclusión, del cual la literatura-tanto la doctrinal como la de ficción creativa~onstituirá una parte fundamental8• Herrero García ha realizado, a partir de la literatura de la época, una

6 Una abarcadora visión de los orígenes de los argumentos antijudíos puede encontrarse en Lazare, Bemard, El antisemitismo: su historia y sus causas, Madrid: Centro de Publicaciones, 1986.

7 Lieu, Judith, Image and Reality, Edinburgh: T&T Clark, 1996. 8 Cid, Jesús-Antonio, «Judíos en la prosa española del siglo XVII», en Judíos en la

literatura española, Cuenca: Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 2001, pp. 213-266. Cid observa, asimismo, que en España no existió una separación tajante entre el antijudaísmo (de base religioso-teológica) y el antisemitismo (laico, racista y pseudocientífico ).

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clasificación de las ideas sostenidas por los españoles en aquel período, en relación con los judíos: la justificación de la expulsión, el deicidio, la esperanza vana del Mesías9

, el ritualismo anticristiano, la avaricia, la fisonomía y la odiosidad10

La presencia del judío como personaje literario o las referencias de diverso orden a las características de esta minoría social se patentizan tanto a través de sus manifestaciones estereotípicas y/o caricaturizadas-muy especialmente en los entremeses o comedias--0 bien, en su representación simbólico-alegórica, en el teatro religioso, como en los autos sacramentales.

En la literatura del Siglo de Oro, la hostilidad hacia el judío toma características cada vez más desrealizadas y estereotípicas. Un ejemplo de ello es el constituido por ciertas piezas dramáticas de Lope y de Calderón. Así en El niño inocente de la Guardia, los judíos constituyen la pura encarnación del mal, contrafigura del ideal cristiano y sus antagonistas de los mismos; su función es reafirmar los ideales de los héroes o mártires de la cristiandad 11 . En dichas obras, se promueve, en gran medida, el reconocimiento del estereotipo del judío por parte del público espectador; la construcción del estereotipo, como se ha señalado, es una actividad que depende del receptor, de su capacidad de reconocerlo y decodificarlo. Así, por ejemplo, el drama lopesco antes citado, en una actividad explícita de prefabricación del efecto deseado en el público, ratifica y enfatiza la imagen satánica del judío, reactivando los mitos anti judíos medievales (como la profanación de la hostia, por ejemplo) y, fundamentalmente, contrastando la maldad del judío con la santidad e inocencia del niño cristiano y con su bondad ejemplar12• El texto de Lope carece de remanentes que permitirían un juicio independiente y desestructurante por parte del espectador. Así, también en ciertos Autos Sacramentales calderonianos, asistimos a una presentación negativa del pueblo idólatra, infiel, culpable de la muerte del Mesías, y a partir de esta perspectiva, emerge la figura del judío

9 Respecto de la conexión entre la acción de «esperan> y el judío, ver Glaser, Edward, «Referencias antisemitas en la literatura peninsular de la Edad de Oro», Nueva Revista de Filología Hispánica VIII, 1954, pp. 39-62.

1ºHerrero García, Miguel, «Los judíos», en Ideas de los españoles del siglo XVII, Madrid: Editorial Gredos, 1966, pp. 597-640. Debo admitir que el trabajo de Herrero García constituye un caso paradigmático del fortalecimiento del estereotipo a partir de su lectura.

11 Lope de Vega, El niño inocente de la Guardia, ed. de Anthony J. Farrell, London: Tamesis Books, 1985.

12 La centralidad de la recepción y del rol del público en relación con la comedia nueva ha sido abundantemente tratada. Ver, entre otros, a Díez Borque, José María, Teoría,forma y fimción del teatro español de los siglos de oro, Barcelona: Libergraf, 1996, especialmente pp. 3 7-57: «el gusto se convierte en lo justo, marca, afianza y da sentido a la comedia nueva» (p. 37). Por su parte, Pedraza Jiménez demuestra cómo, en algunos casos, los dramaturgos parten de ideas admitidas que confirman en su conjunto, pero que pueden desmentir en sus detalles. Ver Pedraza Jiménez, Felipe, «Los judíos en el teatro del siglo XVII: la comedia y el entremés», en Judíos en la literatura española, Cuenca: Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 2001, pp. 153-212. En el caso de Cervantes, es necesario considerar que el autor se encontraba fuera del mecanismo mercantil de los corrales y que sus textos fueron probablemente publicados para la lectura.

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maléfico, cómplice del demonio y enemigo del cristianismo y del dogma de la Eucaristía, ampliamente identificable en ciertos personajes alegóricos de la obra calderoniana, como la Sinagoga y el Judaísmo13

No obstante, a lo largo del siglo XVII la literatura dará por sobreentendida la realidad de las acusaciones anti judías, poniendo el acento en lo cómico de la figura del judío y menos en sus rasgos maléficos, pasando a segundo plano el ataque religioso y antisemita. Lo constante será la falta de originalidad y hasta trivialidad en la representación del judío, para lo cual se adoptan las verdades recibidas sin oponer a ellas resistencia alguna.

El judío en la obra cervantina Ciñéndose al primordial principio de verosimilitud, la obra cervantina ubica a los

personajes judíos fuera de España (Argelia, Constantinopla, Chipre, Italia). Ello sucede en dos comedias-Los baños de Argel, La gran su/tan~, en una novela ejemplar-E/ amante liberal-y en la novela póstuma-Los trabajos de Persiles y Sigismunda14

• En todos estos textos, el judío se encuentra en una situación de relativa libertad en el ejercicio de su fe y de sus prácticas, lo cual presenta un contraste pronunciado, a mi juicio, tanto en relación con la realidad extratextual española como en relación con los personajes cristianos, despojados de su libertad, en el marco de los textos de cautivos.

El rol del judío varía en los cuatro textos y de ser víctima indefensa, adopta un rol contraofensivo y hasta de total independencia de acción. Desde mi perspectiva, su función debe determinarse por oposición a los otros núcleos sociales que aparecen en dichas obras: los cristianos, los moros y los turcos.

En relación con Los baños de Argel, Canavaggio ha destacado acertadamente la estilización y configuración ambigua del judío argelino en dícha obra15

• Tiendo a problemati

13 La antinomia «hebreo/judío» posee, desde ya, una base teológicamente fundada, según la cual el cristianismo sería el directo sucesor del pueblo hebreo, el elegido de Dios, el de la Gracia. Lo judío, en cambio, consigna la desgracia del pueblo de Israel: el ser rechazado por Dios, desterrado y despojado de su privilegios, como consecuencia de la no aceptación del Mesías verdadero. La presente antinomia se halla también registrada por Covarrubias, S. de, Tesoro de la Lengua Castellana o Española, Madrid: Tumer, 1977.

Son numerosos los autosacramentales calderonianos en los que se pone de manifiesto dicha dicotomía. Entre ellos podemos destacar: El socorro general, La primer flor del Carmelo, Los misterios de la misa, La torre de Babilonia, El cordero de Jsaías, La semilla y la cizaña. Calderón de la Barca, P., Autos Sacramentales, en Obras Completas, ed. de Ángel Val buena Prat, Madrid: Aguilar, 1987, Vol. III. Para un estudio abarcador sobre el tema, ver Reyre, Dominique, Lo hebreo en los Autos Sacramentales de Calderón, Kassel: Edition Reichenberger, 1998.

14 Cervantes, Miguel de, Los baños de Argel, en Los baños de Argel, El rufián dichoso, ed. de Florencio Sevilla Arroyo y Antonio Rey Hazas, Madrid: Alianza Editorial, 1998, pp. 17-145; La gran sultana, en Obras de Miguel de Cervantes Saavedra. Obras dramáticas 11, ed. de Francisco Ynduráin, Madrid: Biblioteca de Autores Españoles, 1962, pp. 241-294; El amante liberal, en Novelas ejemplares!, ed. de Juan Bautista Avalle-Arce, Madrid: Castalia, 1992, pp. 159-216; Los trabajos de Persiles y Sigismunda, ed. de Carlos Romero Muñoz, Madrid: Cátedra, 1997.

15 Canavaggio, Jean, «La estilización del judío en Los baños de Argel», en ¿ «¡Bon

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zar las afirmaciones de ciertos críticos16, quienes otorgan al judío una función meramente

cómica, tanto en este texto como en La gran sultana. En cambio, estimo que la figura del judío se enriquece al evidenciar un contraste obvio con los personajes de los graciosos, quienes lo victimizan con crueldad en relación con sus preceptos. En las cuatro secuencias en las que participa el judío, el que lleva la acción es el Sacristán, quien funciona como su antagonista. El Sacristán no es un personaje totalmente positivo; si tal como lo afirma Cid, los judíos, en tanto objeto de una caracterización negativa, prestan un gran servicio a quienes los denigran, constituyendo el espejo invertido en el que se miran los españoles cristianos para reforzar su autoestima (frente a la cobardía, su valentía, frente a la avaricia, su generosidad), el caso de la antítesis respecto del Sacristán es un caso significativo en que dicho funciona-miento antitético se ve sujeto a una problematización17

• El gracioso Sacristán encarna la actitud acomodaticia en el cautiverio, siendo presentado como cobarde, glotón y cruel, en contraste no sólo con el judío sino con el buen cristiano. Por lo tanto, observo aquí un registro irónico del texto, que atañe a uno de sus ejes temáticos: la problemática de la toleran-cia/intolerancia, de la que no quedan exentos los cristianos mismos, tanto víctimas como victimarios, como lo constituye el caso del Sacristán. La intriga se ve aquí especularmente repetida-los moros frente a los cristianos y los cristianos frente a los judíos. Ello se relaciona con la importante afirmación de Canavaggio, según la cual las conductas individuales en la obra dramática cervantina se corresponden, «colocadas dentro de un orden del mundo que las trasciende y del que depende[ ... ] su significado»18

. Como he señalado anteriormente, este juego de correspondencias es primordial para el efecto de cuestionarniento del estereotipo.

En La gran sultana volveremos a encontrar el contrapunto gracioso-judío, esta vez encarnado en el personaje de Madrigal. La singularidad de esta obra está constituida por la voz que se le otorga al judío, quien no se limitará a recibir el insulto de «perro» sino que lo devolverá a su vez al enemigo cristiano, quien ha profanado su olla con tocino. Como en Los baños de Argel, se destaca también aquí el conocimiento de los hábitos alimenticios judíos y la utilización de la palabra «mezquinm>----de origen hebreo [[Y.:l)tJ::l), con el sentido de «desventurado»--para su designación. La humillada resignación con que actuaban los judíos en la obra anterior, es aquí franco desafio y la voz del judío se deja oír desafiante: «¡El Dío te maldiga y te confunda! ¡Jamás la libertad amada alcances!»19

• Si bien las palabras de Andrea son una confirmación de los rasgos estereotípicos («¡0 gente aniquilada! ¡O infame

compaño,jura Di!»? El encuentro de moros, judíos y cristianos en la obra cervantina, Frankfurt und Main & Madrid: Vervuert Verlag & Iberoamericana, 1998, pp. 9-20.

16 Casalduero, Joaquín, Sentido y forma del teatro de Cervantes. Madrid: Gredos, 1951; Sevilla Arroyo, Florencio y Antonio Rey Hazas , «Introducción», en Miguel de Cervantes: Los baños de Argel y El rufián dichoso, Madrid: Alianza Editorial, 1998, pp. I-L VIII.

17 Ver Cid, «Judíos en la prosa española del siglo XVII», op. cit., p. 23 7. 18 Canavaggio, Jean, «La estilización del judío en Los baños de Argel», p. 1 O. El critico

destaca, asimismo, la presentación de una dificil convivencia entre las tres razas, opuesta a la visión idealizada y maniquea del cautiverio.

19 !bid, p. 248.

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o suzia/raza, y a qué miseria os ha traydo/vuestro vano esperar, vuestra locura»2º), hay en ellas un dejo de compasión-contrastante con la monolítica malevolencia de palabra y acción ejercida por Madrigal. Encontrarnos, asimismo, otras marcas textuales que resquebrajan el estereotipo: la mención del médico judío Sedequías-poseedor de un nombre-doctor de la corte que salva a la protagonista, el alojamiento de su padre en la judería local, el vestido de la sultana, comprado por judíos. Todo ello adquiere el valor de un «suplemento» en función del cual el estereotipo es problematizado.

El caso de El amante liberal constituye un interesante ejemplo, a nuestro criterio, de posibilidad de recuperación de remanentes que desestabilizarán el estereotipo estudiado. Tal como en Los baños de Argel y, parcialmente, en La gran sultana, el judío no posee aquí un nombre propio y es simplemente mencionado como «el judío», lo cual confirma su tipificación. Aquí también se encuentra gozando de una amplia libertad de movimiento y de acción, aun mayor que en los otros textos: se trata de un mercader cuyo principal rasgo caracterizador es la riqueza. En su primera aparición el narrador lo designa como «venerable judío»-sin que un registro irónico pueda ser adjudicado a dicha designación. El judío trae a la hermosísima esclava cristiana, extraordinariamente «aderezada y compuesta» para ser vendida ante los amos turcos, la cual resulta ser Leonisa, la amada del desdichado y cautivo Ricardo. La voz narrativa se refiere inmediatamente al judío como codicioso, al solicitar de los turcos un pago de cuatro mil doblas por la cristiana, pero Alí Baja acepta esta exigencia sin replicar. Si bien estas marcas textuales parecen reforzar la carnalidad del estereotipo, su ansia dineraria, unos párrafos después el mismo narrador es el que confirmará no sólo lo adecuado del precio exigido por el judío, sino también la moderación de su exigencia y la verdad de su argumento. Leemos:

pagaron al judío cada uno dos mil doblas, y así era la verdad, a causa que en los cabellos que parte por las espaldas sueltos traía, y parte atados y enlazados por la frente, se parecían algunas hileras de perlas que con extremada gracia se enredaban con ellos. Las manillas de los pies y manos asimismo venían llenas de gruesas perlas [ ... ] en fin, les pareció a todos que el judío anduvo corto en el precio que pidió por el vestido (ibid., p. 160; el énfasis es mío)

Así la incontrovertible avaricia del judío parece quedar cuestionada. Unas páginas más adelante, cuando Leonisa narra a Ricardo la historia de sus desgracias, destacará nuevamente la inmensa riqueza del mercader judío, quien la compró por dos mil doblas (lo cual ratifica que el precio exigido a los turcos, tras el riquísimo aderezo no era en absoluto excesivo). Leonisa menciona otro pecado camal, propio del estereotipo: la lujuria, puesta de manifiesto en la solicitud por parte del judío. No obstante, también señala que frente a la negativa ante sus atrevidos deseos, el mercader decidió venderla y no insistió tenazmente. Todo ello se presenta, en primer término, en clara antítesis respecto de la inagotable lujuria de los bajaes turcos y, fundamentalmente, atestigua un debilitamiento de los constituyentes claves del

20 Cervantes, Miguel de, La gran sultana, p. 249.

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estereotipo. Desde la perspectiva asumida por la presente comunicación, la obra cervantina instaura

un tipo singular de relación respecto de los estereotipos en ella diseminados. Si bien un primer horizonte de inteligibilidad atestigua la presencia de modelos culturales insertos en la conciencia social, los textos cervantinos estudiados dificultan y hasta impiden una lectura estereotipificadora y de mero reconocimiento de dichos modelos. La literatura se manifiesta así como modelización de la realidad extratextual y no sólo como su representación pasiva. El caso del estereotipo en Cervantes es, en mi opinión, paradigmático de la relación dialéctica obra-realidad, incitándonos a una reflexión acerca de uno de los interrogantes básicos a los que nos enfrenta el Quijote: de qué modo actúa la literatura en nuestras vidas y en nuestras concepciones de mundo.

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