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125 Región, Revista del Centro de Estudios Regionales, Universidad del Valle, Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia/ No. 9 / enero - junio 2018 GUILLERMO DUQUE BOTERO, EL SACERDOTE HISTORIADOR DE SALAMINA Ángel María Ocampo Cardona Historiador Presidente Academia Caldense de Historia En el mes de julio de este año se cumplen 105 años del natalicio del Pbro. Guillermo Duque Botero, sacerdote e historiador salamineño cuyo legado para los historiadores caldenses es invaluable, toda vez que le abrió amplios caminos a la investigación del pasado regional, mediante el rescate documental de los sucesos de la fundación de Salamina, en los primeros años del siglo XIX. Como quiera que los sucesos de esta fundación estuvieron enmarcados en los conflictos agrarios suscitados en las primeras décadas del siglo XIX con el trasfondo de la colonización antioqueña y las creaciones municipales del norte y del oriente de Caldas, el aporte historiográfico de Duque Botero iluminó gran parte de la historiografía caldense, habida cuenta del rol ejercido por Salamina en la expansión paisa hacia toda la región de los actuales RECIBIDO: mayo 10/18 ACEPTADO: mayo 22/18

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Región, Revista del Centro de Estudios Regionales, Universidad del Valle, Universidad

Pedagógica y Tecnológica de Colombia/ No. 9 / enero - junio 2018

GUILLERMO DUQUE BOTERO, EL SACERDOTE HISTORIADOR DE

SALAMINA

Ángel María Ocampo Cardona Historiador

Presidente

Academia Caldense de Historia

En el mes de julio de este año

se cumplen 105 años del

natalicio del Pbro. Guillermo

Duque Botero, sacerdote e

historiador salamineño cuyo

legado para los historiadores

caldenses es invaluable, toda

vez que le abrió amplios

caminos a la investigación del

pasado regional, mediante el

rescate documental de los

sucesos de la fundación de

Salamina, en los primeros años

del siglo XIX. Como quiera

que los sucesos de esta

fundación estuvieron

enmarcados en los conflictos

agrarios suscitados en las

primeras décadas del siglo

XIX con el trasfondo de la

colonización antioqueña y las

creaciones municipales del

norte y del oriente de Caldas,

el aporte historiográfico de

Duque Botero iluminó gran

parte de la historiografía

caldense, habida cuenta del rol

ejercido por Salamina en la

expansión paisa hacia toda la

región de los actuales

RECIBIDO: mayo 10/18 ACEPTADO: mayo 22/18

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Departamentos de Caldas, Quindío y Risaralda.

Nacimiento y Primera Infancia:

El sacerdote Guillermo Duque Botero nació en efecto, en esa población del norte caldense,

el 25 de julio de 1913. El siguiente es el texto de su registro de nacimiento:

“ARQUIDIÓCESIS DE MANIZALES - GOBIERNO ECLESIÁSTICO

PARROQUIA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE SALAMINA - SALAMINA

CALDAS

PARTIDA DE BAUTISMO

CERTIFICO QUE EN EL LIBRO 0031 FOLIO 0924 Y NÚMERO 04954 SE

ENCUENTRA LA SIGUIENTE PARTIDA DE BAUTISMO

DUQUE BOTERO GUILLERMO Fecha de Bautismo: VEINTISIETE DE JULIO DE MIL NOVECIENTOS TRECE.

Nombre: DUQUE BOTERO GUILLERMO

Fecha de Nacimiento: VEINTICINCO DE JULIO DE MIL NOVECIENTOS TRECE

Lugar de Nacimiento: Salamina Caldas

Hijo Legítimo de: LUIS EMILIO DUQUE Y SOFÍA BOTERO

Abuelos Paternos: JOSÉ DOMINGO DUQUE Y ROSALINA AGUDELO

Abuelos Maternos: RAMÓN BOTERO Y LUCÍA ARANGO

Padrinos: GODOFREDO BOTERO Y DELFINA VILLEGAS

Ministro: PBRO. JOSÉ MARÍA OSPINA, COADJUTOR

Da fe: PBRO. RAFAEL A. RAMÍREZ V.

NOTAS MARGINALES

OBSERVACIÓN ESPECIAL: Recibió la sagrada ordenación del Presbiterado, en el

Pontificio Colegio Pío Latino A. de Roma, el sábado 23 de diciembre de 1939. Doy fe: Pbro.

Carlos Isaza Mejía. Expedida en Salamina Caldas, a veinte de diciembre de dos mil dieciséis.

Doy fe: Pbro. Julián Andrés Garcés Londoño.1”

De modo que el nacimiento del sacerdote historiador ocurrió tres años después que en

Colombia se celebrara el primer centenario del Grito de Independencia. Así, su primera

infancia estuvo rodeada de ese ambiente característico de Salamina, en que las familias

distinguidas respiraban el orgullo de ser descendientes de fundadores y de próceres de la

independencia. De hecho, se hablaba con presunción, entre otras cosas, sobre la firma que

Francisco de Paula de Santander había estampado en el decreto de fundación de la ciudad.

En el año 1919, Guillermo Duque Botero era apenas un niño de seis años. Seguramente sus

padres ya lo estaban acercando a las aulas escolares. Y entonces lo podemos imaginar con su

perspicacia infantil, observando todo lo que sucedía a su alrededor, en una población que se

1 PARTIDA DE BAUTISMO DEL PBRO. GUILLERMO DUQUE BOTERO, Parroquia de la Inmaculada

Concepción de Salamina Caldas, diciembre 20 de 2016.

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ufanaba de su pasado glorioso y que por tanto celebraba con pompa el primer centenario de

la Batalla de Boyacá. Quizás entonces, al contacto con los altavoces del Instituto Salamina,

el Colegio de La Presentación y las bandas marciales que desfilaban fastuosamente por la

calle principal, encabezando las lucidas procesiones escolares, el niño Duque Botero empezó

a sentir los aleteos de un extraño amor por las cosas idas y que se recordaban con orgullo

patrio. Desde aquella época sin duda, el niño y luego el joven, empezó a guardar curiosidades

históricas: libros, papeles, objetos que llamaron su atención. De ello nos percatamos cuando

conocimos, muchos años después, su extraordinaria biblioteca, el espacio central de su

residencia ubicada en la Carrera 8ª No. 3-50, donde el sacerdote conservaba no sólo millares

de libros de historia y literatura, sino también copias de documentos tomados de archivos

parroquiales, notariales, privados, y de diferentes entidades públicas de Salamina y de

Caldas, juiciosamente archivados, empastados y organizados de acuerdo a una lógica

historiográfica que él tenía bajo su control, con una especial memoria locativa que causaba

nuestra admiración. Pero además de libros, carpetas y voluminosos documentos foliados y

cubiertos con fino material para garantizar su pervivencia, se observaban en su biblioteca,

fotografías antiguas, cartas manuscritas de los fundadores y colonizadores, largas epístolas

recibidas de sus contertulios en diferentes regiones del país a quienes escribía solicitándoles

información para sus investigaciones y de manera especial, las firmas autógrafas y auténticas

de los más celebres protagonistas de la historia salamineña: Fermín López y Marco Aurelio

Arango, entre otros.

Los años de la Secundaria:

Entre 1924 y 1930 transcurrieron los años de la primera juventud del sacerdote, cursando sus

estudios secundarios en el Colegio de San Ignacio de Medellín y luego en el Instituto

Salamina. Fue la década que sucedió a la Primera Guerra Mundial y en la que se instituyó la

sociedad de Naciones como producto del acuerdo de las grandes potencias para repartirse el

territorio global y evitar que un conflicto de esa magnitud se volviese a repetir. El imperio

ruso se convirtió en la Unión Soviética que, con la ideología marxista de Lenin, fue la primera

nación del mundo gobernada por el “proletariado”. Estados Unidos proseguía su rápido

desarrollo económico que, sin embargo, se vio perturbado por la Gran Depresión de 1929.

Fue también la época de la expansión de las dictaduras en el sur de Europa: Mussolini en

Italia, Salazar en Portugal, Primo de Rivera en España y Alejandro I en Yugoeslavia. Y en

los países occidentales empieza una especie de resurgimiento cultural denominado

“rupturismo” o de los “años locos”, que incidió en la música (jazz, tango y charlestón) y en

la moda: primeras minifaldas, corte de cabello en las mujeres, a la garçon, (en francés: a lo

muchacho), amplios escotes y brazos expuestos al aire libre, así como cierto liberalismo

sexual promovido por los escritos de la antropóloga Margaret Mead entre otros y por la

influencia del psicoanálisis de Sigmund Freud. Se iniciaba también en las mujeres, la

costumbre de fumar tabaco en forma de cigarrillos, en sitios públicos.

En Colombia, la década del 20 correspondió al período de decadencia de la hegemonía

conservadora, que culminó con la llegada al poder del liberalismo en 1930. Es una etapa de

surgimiento de los movimientos sindicales, agrarios, políticos y sociales que se enfrentaron

a las anquilosadas estructuras ideológicas de la generación centenarista. Recuérdese no más

la masacre de las bananeras en 1928. Surgen los “Leopardos”, como una nueva derecha que

procura revitalizar al conservatismo en el poder, inspirada por cinco jóvenes conservadores,

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entre quienes se destacaba el caldense Silvio Villegas. Ellos “optaron claramente por una

política agresiva, ultra católica, antidemocrática y admiradora explícita de Mussolini”2. Y

según lo explica Ricardo Arias Trujillo, a lo largo de estos años, en medio de los grandes

debates que amenazaban con trastocar el orden tradicional, los intelectuales católicos

emprendían una serie de iniciativas tendientes a fortalecer su identidad como colectivo, como

grupo organizado. Para ello redoblaron sus intervenciones en todo tipo de escenarios,

recurrieron a la prensa, convocaron congresos, fortalecieron su participación en la política,

multiplicaron los llamados a cerrar filas en nombre del catolicismo. En esta atmósfera

ideológica, Silvio Villegas renuncia en 1928 a la dirección del diario “La Patria” y asume la

dirección del diario “El Debate”, fundado por el arzobispo de Bogotá Bernardo Herrera. Era

un órgano periodístico que correspondía a la estrategia de la Iglesia para afianzar el

catolicismo en una sociedad que, como ya se ha dicho, daba muestras de una mayor

secularización y de estar expuesta, por consiguiente, a los “numerosos males de la

modernidad”. La iniciativa había llegado del Vaticano, bajo el pontificado de Pío XI (1922-

1939), con el objetivo de “tomar de la modernidad sus instrumentos con el fin de crear una

prensa católica, edificante, informativa o entretenida, que inmunice a sus lectores contra las

amenazas del ambiente”3. En este contexto, la obra de la prensa se definía como un

apostolado, al mismo nivel que las tareas comprometidas de Acción Católica.

Aquí podemos imaginar al joven Duque Botero, altamente influido por las ideas católicas de

su familia, en un ambiente levítico de provincia, alertado por los desvíos de ese mundo

seducido por la modernidad, al que había que enfrentar con la lucha por el incremento de las

vocaciones sacerdotales. Así podríamos explicar el ingreso del joven intelectual, a la carrera

sacerdotal, en una época propicia, no sólo por el ambiente descrito sino también por la

costumbre inveterada de las familias de aquella época, de promover la formación de los hijos

para el servicio del culto católico.

El Sacerdocio y la Investigación Histórica

Terminados sus estudios secundarios en el Instituto Nacional de Salamina, Guillermo Duque

Botero se orientó hacia la vida clerical. Inició sus estudios de formación sacerdotal en el

Seminario de Manizales, para culminarlos en la Universidad Gregoriana de Roma, en el año

1939. De regreso a su tierra, desempeñó variados cargos en el ramo educativo, en simultánea

con su ejercicio pastoral en diferentes posiciones que le fueron conferidas en virtud de su

inteligencia y capacidad ampliamente demostradas. La ordenación del sacerdote ocurrió en

Roma el 23 de diciembre de 1939 de manos de Monseñor Luigi Traglia. Se desempeñó como

Vicecanciller de 1943 a 1949. Fue Cooperador de Salamina de 1950 a 1953, Capellán de

Cristo Rey y de la Merced en Salamina. Profesor del Instituto Nacional de Salamina.

Capellán del Hospital Departamental de Manizales el 27 de noviembre de 1959. Capellán de

Cristo Rey en Salamina y Capellán del Asilo de la misma4.

2 ARIAS TRUJILLO, Ricardo, Los Leopardos: Una Historia Intelectual de los años 1920, Bogotá, Universidad

de los Andes, 2007, pág. xiv y ss. 3 Ibídem, pág. 232. 4 Datos tomados de la tarjeta biográfica del Pbro. Guillermo Duque Botero, en el Archivo Histórico del Palacio

Arzobispal de Manizales, noviembre de 2016.

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Y así se fue haciendo también el historiador. Tras su consagración al sacerdocio, se doctoró

en Derecho Canónico en la Universidad Javeriana y fue admitido como Miembro

Correspondiente de la Academia Antioqueña de Historia. Alternando sus estudios

preparatorios para el sacerdocio, en el seminario de Manizales y en la Universidad

Gregoriana de Roma, con sus insaciables lecturas y pesquisas en los archivos de parroquias,

diócesis, arquidiócesis, colegios, seminarios y universidades, había ido construyendo un

inmenso repertorio que poco a poco fue organizando para dar a la luz pública una valiosa

serie de textos que se fueron constituyendo en la cantera fundamental para la historiografía

regional de Caldas y del país.

Haciendo gala de una infatigable disciplina investigativa, concibió desde muy temprano la

idea de establecer correspondencia epistolar con personalidades de Salamina y de Caldas,

que tuvieran cualquier grado de notabilidad y que, por estar ubicados en posiciones de relieve

social e intelectual en diferentes regiones del país, le podían aportar información personal,

oficial o de archivos, para reconstruir el pasado de su tierra natal. Era una época en que ni

siquiera en la imaginación estaba el internet o la comunicación celular. Entre las décadas del

50, 60 y el 70, la época de mayor productividad académica del sacerdote, no se tenía siquiera

la televisión en colores y menos la telefonía móvil ni los computadores. Las cartas eran

manuscritas o trazadas al tecleo de las primeras máquinas de escribir. La correspondencia era

enviada en sobres sellados que se entregaban en la oficina postal de la población y cuya

respuesta demoraba varios meses y en el mejor de los casos, semanas, cuando los

destinatarios se interesaban por dar respuesta ágil a las inquietudes del sacerdote

investigador. Preguntaba por el currículo académico y socio laboral de sus corresponsales,

por sus historias de vida, por datos familiares, por información sobre artistas, obras,

escritores, monumentos, escultores, constructores de templos, militares, sacerdotes, etc.

Permítaseme transcribir aquí una muestra de esas innumerables cartas en las que el sacerdote

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investigador indagaba a sus amigos en poblaciones lejanas, sobre asuntos que eran de su

interés por las materias históricas a las cuales se dedicaba:

“Salamina, enero 27 de 1980

Carrera 8ª No. 3-50 (Salamina Caldas)

Señor Don.

Jorge Eliecer Zapata Bonilla

Supía Caldas

Muy estimado Señor: Dígnese recibir mi más cordial y atento saludo. Como quiera

que usted es muy versado en el conocimiento de esa histórica y noble ciudad de Supía,

me permito escribirle esta con el fin de preguntarle acerca de un notable ciudadano

inglés de nombre Guillermo Martin, quien residió en esa ciudad hasta fines del siglo

pasado y a comienzos del presente siglo, quien hizo los planos del templo parroquial

de esta ciudad, el que, por su estructura sin columnas, es al estilo de un “hall” inglés.

Es una joya notable de arquitectura. Pero desafortunadamente no se tienen mayores

datos acerca de su personalidad.

Por consiguiente, me atrevo a escribirle esta, porque usted pueda tener más datos

acerca de él. Se dice que era protestante, pero no se sabe con seguridad de ello.

A propósito de esta carta, me permito además solicitarle muy atentamente se digne

enviarme un número de la edición extraordinaria de “El Supieño”, con motivo de los

cuatrocientos años de la fundación de esa ilustre ciudad y seguir teniendo la

suscripción de tan importante publicación.

Como he venido padeciendo del ojo izquierdo, esta tiene muchos desperfectos, por lo

cual le ruego excusarme lo mal escrito de esta carta.

De usted, atento y seguro servidor,

Guillermo Duque Botero5”

Cuando recibía las respuestas a su interminable correspondencia venía otra faena: La mayoría

de las veces, a la luz de una vela o de una lámpara de aceite (porque aún era inexistente la

energía eléctrica), hasta altas horas de la noche, leer, analizar, clasificar, interpretar, archivar

y darle el uso correspondiente a la información recibida. Y de esa manera fueron apareciendo

sus enjundiosas obras: Aguadas, Alma y Cuerpo de la Ciudad (Editor, Colombia, 1964),

Apuntes para la Historia del Combate de la Esponsión de Manizales, Genealogías de las

Familias Salamineñas, Historia Eclesiástica e Instituciones de Salamina, Historia Militar de

Salamina, Semblanza del Señor Marco Aurelio Arango (Bedout, 1958) y Apuntes para la

Historia del Clero de Caldas (Bedout, 1957).

5 Carta del Pbro. Guillermo Duque Botero, al escritor Jorge Eliécer Zapata Bonilla, tomada del archivo personal

del escritor supieño.

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El libro “Apuntes para la Historia del Clero de Caldas”, impreso por Bedout en 1957 lleva

prólogo del también sacerdote y escritor Adalberto Mesa Villegas. El prologuista reconoce

precisamente que la labor investigativa llevada a cabo para producir este texto, duró más de

trece años, escudriñando en numerosos sitios y fuentes, en un esfuerzo que refleja el amor a

la tierra nativa y que abre senderos en un terreno inexplorado por la historiografía nacional y

regional, puesto que para entonces no se había compuesto un diccionario biográfico de

sacerdotes evangelizadores del territorio colombiano, ni siquiera del ámbito regional de

Caldas.

Una característica fundamental de esta historia eclesiástica de Caldas es que incluye los

orígenes del quehacer de la iglesia católica, con raíces en Popayán, de la cual dependían los

territorios occidentales, y el Quindío, hasta el río Chinchiná. Abarca entonces dentro de su

contenido, los ancestros clericales de todo el suroccidente colombiano, incluyendo a

Antioquia, Tolima y toda la actual región del eje cafetero. Por eso, a propósito de esta obra,

Mesa Villegas aprovecha la oportunidad que le representa escribir su preámbulo, para

estampar la siguiente reflexión que al día de hoy sigue inquietando a los estudiosos de nuestra

historia regional:

“Cuando los criollos antioqueños, descendientes de españoles, repoblaron los

territorios de la “cultura de Caldas” aborigen, recomenzó una vida cultural con

características de la vida española ciertamente, pero con pobladores y con clero

colombianos ya, independientes de la Metrópoli. Por eso en Caldas las dos culturas

históricas, aborigen la una, caldense o hispánica la otra, no se tocan ni se confunden,

como en otros lugares de la patria; de donde ha resultado que, estrictamente hablando,

nunca surgió una cultura mestiza. Así se explica por qué la población antioqueña de

Caldas ha unificado el Departamento y le ha infundido su espíritu; porqué, además,

en lo eclesiástico, el clero ha sido predominantemente antioqueño. Con lo cual se ha

conseguido que esta provincia eclesiástica de Manizales, compuesta por regiones que

un día fueron marcas en lo político como en lo religioso, aparezca hoy como unidad

religiosa y política ejemplar”6.

En 1958 publicó la “Semblanza de Don Marco Aurelio Arango”7. Su orgullo de saberse

descendiente de este importante hombre público oriundo de Abejorral Antioquia, por la línea

de su abuela materna, doña Lucía Arango, lo motivó a escribir su biografía. En ella destaca

el papel cumplido por su tío abuelo, como parlamentario, periodista, escritor, Procurador

General del Estado de Antioquia, militar, y sobre todo su rol en el decreto de fundación del

municipio de Pensilvania, el Banco de Salamina, la Universidad y el Ferrocarril de Antioquia.

Por su parte, el primer tomo de la Historia de Salamina (Vida Municipal Siglos XIX y XX) se

imprimió en el mes de julio de 1974, en los talleres de la Editorial V. y Co. de Manizales,

dentro de la selección Biblioteca de Autores Caldenses, siendo Gobernador de Caldas, Oscar

Salazar Chaves, y Secretario de Educación el doctor Hernando Alzate López. En su prólogo,

el autor explica que dicha publicación estuvo motivada en primer lugar por la visita realizada

6 MESA VILLEGAS, Adalberto, Pbro., Prólogo al libro Apuntes para la Historia del Clero de Caldas, del Pbro.

Guillermo Duque Botero, Editorial Bedout, Medellín, 1957. 7 JARAMILLO R. Julio C. Pbro., Apuntaciones para la Historia de Abejorral, Edit. Vieco, Medellín, 1990.

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a Salamina el día 14 de octubre de 1967, por el entonces presidente de la República Carlos

Lleras Restrepo, para instalar la Tercera Asamblea de Cabildos del Norte de Caldas, en la

cual se disertó sobre la transformación que se aspiraba a lograr en los municipios a través de

la reforma constitucional que consagraba un nuevo régimen municipal y departamental. Y,

en segundo lugar, por la divulgación en 1969 del documento “La Iglesia ante el Cambio”,

mediante el cual, el Episcopado colombiano, reclamaba a los sacerdotes “asumir una actitud

más franca y decidida para despertar la conciencia de la necesidad de distribuir las

inversiones y responsabilidades fiscales en los municipios”. En otras palabras, el historiador

asumía la publicación de su obra, como una contribución al proceso de creación de identidad

y de sentido de pertenencia en los pobladores, con respecto a sus inmensas posibilidades de

desarrollo, contrarrestando el agudo centralismo político y administrativo que se vivía en el

país.

Este primer tomo de la historia salamineña cubre desde la primera etapa que se inicia en el

año 1800 con la Capitulación de Tierras, pasando por la etapa de la exploración en 1817, la

toma de posesión en 1824 y el decreto de fundación en 1825. Incluye también las semblanzas

de los fundadores Nicolás y Antonio Gómez, Francisco Velásquez, Juan José Ospina, Fermín

López, Juan de Dios Aranzazu, Francisco Marulanda Londoño, José Ignacio Gutiérrez

Arango, Henrique Umaña y Francisco de Paula Santander, mencionando también a las

mujeres fundadoras Ana Josefa García Mejía (esposa de Nicolás Gómez), Trinidad Álvarez

Meza (esposa de Antonio Gómez), Michaela Laurencia Delgado López (esposa de Juan José

Ospina), Manuela Villa (esposa de Carlos Olguín) y Ana Joaquina Hurtado (esposa de

Fermín López).

El segundo tomo de la Historia de Salamina (Vida Cultural Siglos XIX y XX), fue dado a

conocer en 1976 por la Editorial Kelly de Bogotá y en él se incluyen las reseñas biográficas

y bibliográficas de los intelectuales salamineños de los siglo XIX y XX: Estadistas,

Abogados no salamineños que ejercieron en la ciudad, abogados salamineños, sacerdotes

jesuitas, agustinos, terciarios capuchinos, precursores de la enseñanza en Salamina,

Institutores desde 1832 hasta 1975, médicos y militares avecindados en Salamina y

salamineños. También incluye en este tomo un estudio pormenorizado de la historia de las

bellas letras: Las tertulias literarias de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, la

imprenta, el periodismo salamineño, los juegos florales y concursos literarios, el teatro, las

bibliotecas, el club, los poetas, los humanistas, polígrafos, oradores, estilistas, escritores,

profesionales de la filosofía y el periodismo, los ingenieros, los servidores públicos en

Salamina, y otros notables representantes de diversos oficios.

El Discípulo de la Historiografía Científica:

Como premio a esa consagración, le fueron llegando al sacerdote Duque Botero, importantes

reconocimientos: Ingreso a la Academia Antioqueña de Historia, a la Academia

Costarricense de Ciencias Genealógicas, al Instituto Genealógico Brasilero, a la Academia

Colombiana de Historia Eclesiástica y a los Centros de Historia de Manizales y de Sonsón.

En su prolífica obra historiográfica que como ya lo hemos dicho, tuvo como centro de interés

al municipio de Salamina, su tierra nativa, el Pbro. Duque Botero cultivó los principios de la

historiografía científica que se desarrolló en Colombia en las primeras décadas del siglo XX,

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pero que había surgido en el mundo occidental desde la segunda mitad del siglo XIX,

inspirada por el alemán Leopoldo von Ranke (1795-1886), autor de las obras Monumenta

Germaniae Historica, La Historia de los Papas, Alemania en tiempos de la Reforma,

Historia de Inglaterra en los siglos XVI y XVII, Historia de Francia, Pueblos y Estados.

Se trataba de una escuela historiográfica gestada con la influencia del espíritu cientificista de

la época, como una crítica contra la historiografía narrativa y romántica, de la cual se decía

tener un “carácter emotivo, subjetivo, acontecimental, narrativo y heroico” 8. En otras

palabras, era una reacción contra el estilo de trabajo de los historiadores románticos del siglo

XIX, que se habían interesado por exaltar el sentimiento nacional y supra valorar la emoción

patriótica para fortalecer los Estados Nacionales, basados en el principio romántico según el

cual “la historia es vida y debe emocionar”; la historia debe ser “la resurrección del pasado”,

y debe presentar objetivamente lo acaecido, utilizando una narración que impacte por su

viveza y emotividad. Para los románticos, la historia era una narración minuciosa y viva que

acercaba al lector al suceso relatado y expresaba la fuerza espiritual propia de la Nación.

Los historiadores científicos, entre quienes se destacaron en Colombia Horacio Rodríguez

Plata, José Joaquín Casas, Eduardo Posada, Pedro María Ibáñez, Guillermo y Gregorio

Hernández de Alba, Indalecio Liévano Aguirre, Roberto Cortázar Toledo y Guillermo Duque

Botero, consideraron que, para llegar al plano de la seriedad científica con las demás ciencias

humanas y naturales, la historia tiene que encontrar los métodos científicos rigurosos y la

interpretación objetiva y subjetiva verídica, contra todo tipo de emotividad romántica. De

este modo, se consideró importante el manejo de las fuentes documentales, la crítica interna

y externa de los documentos, la aplicación oportuna de las ciencias auxiliares de la Historia,

entre ellas la paleografía, la arqueología, la genealogía, la heráldica, la numismática, la

diplomática, la epigrafía, la sigilografía y la geografía. Fueron contemporáneos de esta

escuela de la historiografía colombiana, una serie de personalidades disímiles en cuanto a

ideologías políticas y religiosas, pero unidas por el mismo entusiasmo frente al estudio del

pasado y por sus unificadas preferencias metodológicas para abordar sus objetos de estudio.

Entre ellos cabe mencionar a José Ignacio Perdomo Escobar, Alberto Lee López, Oswaldo

Díaz Díaz, Gabriel Giraldo Jaramillo, José María de Mier, Alberto Miramón, Roberto María

Tisnés, Joaquín Piñeros Corpas, Jaime Durán Pombo, Luis Duque Gómez y Pilar Moreno de

Ángel.

La corriente historiográfica en que se formó el académico Duque Botero, reflejó su pasión

por las fuentes documentales primarias; por la localización de dichas fuentes en los archivos

oficiales, eclesiásticos y privados. Este enfoque historiográfico señaló que la misión del

historiador consiste en ir desentrañando las grandes tendencias de los siglos y en desarrollar

la gran historia de la humanidad, que no es sino el complejo de estas diversas tendencias. Se

planteaba que el historiador debe investigar lo que realmente sucedió en el pasado, y en sus

escritos, mostrarlo tal como fue y como lo presentan las fuentes documentales directas y con

una hermenéutica o interpretación imparcial. Se debía tener en cuenta que cada época refleja

sus propios rasgos o características y su espíritu o episteme. El historiador, por lo tanto, no

8 OCAMPO LÓPEZ, Javier, “Horacio Rodríguez Plata y la Historiografía Científica en Colombia”, Boletín de

Historia y Antigüedades”, Vol. CII, No. 860, enero-junio de 2015, Academia Colombiana de Historia, pp. 252

y ss.

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puede manipular los hechos con parcialidad política, religiosa, familiar, social, etc., pues

debe respetar siempre “la verdad histórica”.

Esta escuela historiográfica influyó decisivamente en Colombia y en Hispanoamérica, donde

dio en llamarse “historiografía académica”, inspirando el surgimiento de las academias de

historia en las primeras décadas del siglo XX: La Academia Colombiana de Historia, fundada

en 1902; la Academia Antioqueña de Historia, fundada en 1903; la Academia Boyacense de

Historia, fundada en 1905, y posteriormente otras academias y centros de historia en el país.

Se puso en apogeo la idea de indagar por las fuentes documentales primarias de la historia y

divulgarlos a través de colecciones, para que los trabajadores de la historia pudieran labrar

sus trabajos, basados en canteras verídicas y objetivas.

Era una postura coherente con el interés de desarrollar la importancia de la “microhistoria”,

con el estudio del pasado de las diferentes localidades y regiones, como lo hizo Rodríguez

Plata, con su natal Socorro en Santander y Duque Botero con su natal Salamina en el norte

de Caldas. De hecho, hemos encontrado importantes concomitancias entre el quehacer

historiográfico de Rodríguez Plata en Santander y su coetáneo Guillermo Duque Botero en

Caldas. Ambos se dedicaron a historiar la vida de grandes personajes. El santandereano lo

hizo con Francisco de Paula Santander, la heroína Antonia Santos, Andrés María Rosillo y

Meruelo, José María Obando, el arzobispo Manuel José Mosquera, Manuel Plata Azuero,

Miguel de Santiestevan y otros. El caldense lo hizo con Marco Aurelio Arango, Fermín

López y toda la nómina de sacerdotes del clero del Gran Caldas, que gestaron el desarrollo

de la iglesia católica en lo que actualmente es Antioquia, Caldas, Quindío, Risaralda y parte

del Tolima, desde la época misma de la conquista y la colonia, hasta las primeras décadas del

siglo XX.

La obra intelectual del sacerdote Duque Botero fue muy elogiada por los humanistas

colombianos. En particular conocemos un concepto emitido por Otto Morales Benítez, acerca

de su obra, a propósito de un homenaje que se le rindió en Salamina:

“(…) al historiador Guillermo Duque Botero, revestido de la doble calidad de

presbítero e historiador. Es decir, en ambos casos, guiador de almas. En unas, en

devociones a la patria. En otras, en oblaciones hacia Dios. El caso de Duque Botero

es ejemplar y hay que exaltarlo. Desde Salamina –la cual he llamado “La Salamanca

de Caldas”-, ha escrito una obra excepcional. De suerte que él va desterrando el

prejuicio de que la provincia imposibilita toda tarea creadora. Esta, en cualquier

medio, depende del trabajo. En la historia, de la investigación, de la paciencia, del

denuedo para buscar los datos, consignarlos e interpretarlos”9.

La Revisión de la Obra de Duque Botero

La Historia de Salamina escrita por el sacerdote Guillermo Duque Botero es considerada

como uno de los mejores textos sobre el tema, por la cantidad de documentos que aporta para

interpretar la historia local y que según el historiador Albeiro Valencia Llano “permiten darle

9 Tomado de OCAMPO CARDONA, Ángel María, Jorge Eliécer Zapata Bonilla: Bastión de la Identidad

Caldense, Editorial Manigraf, Manizales, 2017.

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validez a la tradición oral expuesta por los primeros cronistas que se interesaron en el

asunto”10. Sin embargo hoy, quienes se han dedicado a profundizar en el tema de la

colonización antioqueña y en los conflictos que en su contexto dieron lugar a la fundación de

Salamina, afirman que la ortodoxia del sacerdote Duque Botero al inspirarse en el lema

propio de la historiografía científica, “Que hablen los documentos, puesto que así se hace la

historia”, lo llevó a incurrir en imprecisiones de fondo, pues negaba la tradición oral según

la cual, la población había sido fundada inicialmente en el sitio de Sabanalarga, más al sur

del Río Pozo y luego trasladada al sitio de Encimadas, más al norte de la citada corriente

fluvial11.

En efecto, quienes escribieron sobre la fundación de Salamina, antes del historiador Duque

Botero, a saber Manuel Uribe Ángel en Geografía General y Compendio Histórico del

Estado de Antioquia en Colombia, Emilio Robledo Correa en Geografía Médica y

Nosológica del Departamento de Caldas, y Juan Bautista López, en Salamina: De su Historia

y de sus Costumbres, no tuvieron el privilegio de contar con los documentos escritos que

fueron tomados posteriormente por el sacerdote historiador, de sus fuentes primarias, pero se

apoyaron en una tradición oral de la región, según la cual, la primera fundación de Salamina

en el sitio de Sabanalarga había sido una estrategia del latifundista Juan de Dios Aranzazu

para extender sus dominios territoriales en contravía de los intereses de los colonos

antioqueños que de hecho habían establecido su colonia agraria en el sitio de 12

las Encimadas, más al norte del Río Pozo. Y la traslación posterior del poblado inicial al sitio

de Encimadas, había sido el resultado de circunstancias reales que tenían que ver con la

insostenibilidad de la primera fundación en Sabanalarga.

El historiador Duque Botero, exaltando la importancia de los documentos por él rescatados

de los archivos del siglo XIX, y desconociendo la validez de la tradición oral, llegó a afirmar

que Sabanalarga y Encimadas, correspondían a dos denominaciones de un mismo lugar, con

lo cual se negaba el hecho de las dos fundaciones de la ciudad. Y lo que era más

trascendental, con este desconocimiento de la tradición oral se estaba contribuyendo al

fortalecimiento de una visión histórica que privilegiaba a personalidades tales como Juan de

Dios Aranzazu, Francisco de Paula Santander y Henrique Umaña, quienes, a juicio del

historiador, eran los verdaderos héroes de esa fundación. En la actualidad, se reconoce que

esa tradición oral avasallada, tenía fundamento histórico. En el complejo litigio entre la

familia Aranzazu y los colonos antioqueños, por la posesión de las tierras del norte caldense,

son éstos últimos quienes deben ser reconocidos como los verdaderos fundadores.

Este reconocimiento no invalida la grandeza de un sacerdote historiador que contribuyó de

manera enorme a dilucidar esa compleja historia de las fundaciones de los actuales

municipios del norte y del oriente caldense.

10 VALENCIA LLANO, Albeiro, Prólogo al libro La Fundación de Salamina, Caldas: Escenario y Crónica de

un Conflicto de Tierras, de Jorge Enrique Esguerra Leongomez, Fusión Comunicación Gráfica S.A.S.,

Manizales, 2017. 11 ESGUERRA LEÓNGOMEZ, Jorge Enrique, La Fundación de Salamina, Caldas: Escenario y Crónica de

un Conflicto de Tierras, Fusión Comunicación Gráfica S.A.S., Manizales, 2017.

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El fallecimiento del sacerdote historiador y la ingratitud de un pueblo

El pasado mes de abril, se cumplieron 29 años del infausto fallecimiento del sacerdote

historiador Guillermo Duque Botero, acaecido en Salamina el 21 de abril de 1989, a las 8 de

la mañana, víctima de un infarto cardiaco, certificado por el médico Dr. Francisco Luis

Gómez Pareja. Estaba próximo a cumplir los 76 años de edad.

Su desaparición física no nos duele tanto ahora, con la perspectiva del tiempo, porque

sabemos que, como siervo de Dios, está en una de las mejores moradas que Jesús le preparó

al lado de Su Padre (Juan 14,2). Lo que sí nos duele es la ingratitud irreparable de un pueblo

que lo vio nacer, crecer y luchar contra todos los imposibles, por la inmortalidad de su

historia, y que sin embargo se negó a preservar, en su escenario natural, su invaluable legado.

En la inmensa biblioteca del sacerdote historiador, se conservó durante su existencia, el más

preciado tesoro de la literatura y la historiografía regional de Caldas. La colección más

completa que se hubiera conocido de obras de autores caldenses y antioqueños; colecciones

completas de revistas y publicaciones de academias colombianas y extranjeras; obras de arte,

esculturas, cuadros, partituras, óleos de artistas y millares de libros escritos por historiadores,

poetas, novelistas, cuentistas y ensayistas de Caldas y de Colombia. Todo este legado salió,

después del fallecimiento del sacerdote, de su escenario natural, la culta ciudad de Salamina,

pese a que destacados historiadores e intelectuales de Caldas, entre quienes se puede

mencionar a Monseñor Horacio Gómez Orozco, los académicos Albeiro Valencia Llano y

Carlos Arboleda González entre otros, lucharon en vano para que esta valiosa biblioteca fuera

adquirida por el municipio o por el Departamento, para uso y beneficio de los caldenses. Hoy,

esa biblioteca está ubicada en la ciudad de Bogotá, bajo la tutela de los herederos del

sacerdote Duque Botero. Es una verdadera lástima, porque en esa ubicación, no se facilita su

uso oportuno a los estudiantes y ciudadanos en general, de la región caldense.

BIBLIOGRAFÍA

Arias Trujillo, Ricardo, “Los Leopardos: Una Historia Intelectual de los años 1920”, Bogotá,

Universidad de los Andes, 2007, pág. xiv y ss.

Archivo Histórico Del Palacio Arzobispal De Manizales, Tarjeta biográfica del Pbro.

Guillermo Duque Botero, noviembre de 2016.

Carta del Pbro. Guillermo Duque Botero, al escritor Jorge Eliécer Zapata Bonilla, tomada del

archivo personal del escritor supieño.

Duque Botero, Guillermo, Pbro. “Apuntes para la Historia del Clero de Caldas”, Editorial

Bedout, Medellín, 1957.

Duque Botero, Guillermo, “Historia de Salamina”, Tomo I. Vida Municipal, siglos XIX y

XX, Edit. V. y Co., Manizales, 1974.

Duque Botero, Guillermo, “Historia de Salamina”, Tomo II. Vida Cultural, Siglos XIX y

XX, Editorial Kelly, Bogotá, 1976.

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Esguerra Leóngomez, Jorge Enrique, La Fundación de Salamina, Caldas: Escenario y

Crónica de un Conflicto de Tierras”, Fusión Comunicación Gráfica S.A.S., Manizales, 2017.

Jaramillo R., Julio C., Pbro., “Apuntaciones para la Historia de Abejorral”, Editorial Vieco e

Hijas, Medellín, 1990.

Mesa Villegas, Adalberto, Pbro., Prólogo al libro “Apuntes para la Historia del Clero de

Caldas”, del Pbro. Guillermo Duque Botero, Editorial Bedout, Medellín, 1957.

Ocampo Cardona, Ángel María, “Jorge Eliécer Zapata Bonilla: Bastión de la Identidad

Caldense”, Editorial Manigraf, Manizales, 2017

Ocampo López, Javier, “Horacio Rodríguez Plata y la Historiografía Científica en

Colombia”, Boletín de Historia y Antigüedades”, Vol. CII, No. 860, enero-junio de 2015,

Academia Colombiana de Historia, pp. 252 y ss.

Partida De Bautismo Del Pbro. Guillermo Duque Botero, Parroquia de la Inmaculada

Concepción de Salamina Caldas, diciembre 20 de 2016.

Valencia Llano, Albeiro, Prólogo al libro “La Fundación de Salamina, Caldas: Escenario y

Crónica de un Conflicto de Tierras”, de Jorge Enrique Esguerra Leongomez, Fusión

Comunicación Gráfica S.A.S., Manizales, 2017.