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Regresa a España tras pasar los últimos seis meses en México acompañando a su madre, que lentamente recupera la salud GENOVEVA CASANOVA AÑO NUEVO, VIDA NUEVA Revela los detalles de su noviazgo con Gonzalo Vargas Llosa y de los inolvidables recuerdos de su viaje juntos a Estocolmo para asistir a la ceremonia de entrega de los Premios Nobel «Nos conocimos hace ya tres años y nos hemos estado viendo desde entonces, lo que pasa es que no quería- mos adelantarnos a tomar la decisión de tener ya una relación formal y presentarnos a los amigos como pare- ja hasta que estuviéramos un poco más seguros de lo que queríamos. Y eso fue un poquito antes de que nos dieran la noticia del Nobel» Ante la atenta mirada de los «ca- rabinieri», Genoveva Casanova camina con seguridad por las características calles empedra- das de Roma. Luce un «twin-set» y falda de Alaïa para Just One, collar y pulsera de Becara, bolso de Gloria Ortiz y zapatos Cuple. A la izquierda, una imagen para el recuerdo: Genoveva posa jun- to a Gonzalo Vargas Llosa du- rante la fiesta posterior a la en- trega del Premio Nobel de Lite- ratura a Mario Vargas Llosa 58

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Regresa a España tras pasar los últimos seis meses en México acompañando a su madre, que lentamente

recupera la salud

GENOVEVA CASANOVAAÑO NUEVO, VIDA NUEVA

Revela los detalles de su noviazgo con Gonzalo Vargas Llosa y de los inolvidables recuerdos de su viaje juntos a Estocolmo para asistir a la ceremonia de entrega de

los Premios Nobel

«Nos conocimos hace ya tres años y nos hemos estado viendo desde entonces, lo que pasa es que no quería-mos adelantarnos a tomar la decisión de tener ya una relación formal y presentarnos a los amigos como pare-ja hasta que estuviéramos un poco más seguros de lo que queríamos. Y eso fue un poquito antes de que nos

dieran la noticia del Nobel»

Ante la atenta mirada de los «ca-rabinieri», Genoveva Casanova camina con seguridad por las características calles empedra-das de Roma. Luce un «twin-set» y falda de Alaïa para Just One, collar y pulsera de Becara, bolso de Gloria Ortiz y zapatos Cuple. A la izquierda, una imagen para el recuerdo: Genoveva posa jun-to a Gonzalo Vargas Llosa du-rante la fi esta posterior a la en-trega del Premio Nobel de Lite-ratura a Mario Vargas Llosa

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GENOVEVA Casanova ha vuelto. Regresa a España después de

pasar seis meses en México al lado de su madre, Mariana, quien, lenta, pero esperanzadoramente, se recu-pera del ictus cerebral que sufrió en abril del año pasado. En su querido México, alejada de la vida social de Madrid, ha recuperado por un tiem-po el anonimato que a veces echaba de menos, las amistades de siempre y

los recuerdos de niña. Sus hijos, Luis y Amina, han estudiado durante este semestre en un colegio del D. F. y se han adaptado sin problemas a las costumbres, los sabores, los acentos y las diversiones mexicanas; toda una experiencia.

Pero Genoveva, que es una caja de sorpresas, guardaba celosamente un secreto romántico que sólo sus más íntimos conocían. Tres años atrás, en

un viaje humanitario organizado por el ACNUR, había conocido a Gonza-lo Vargas Llosa y se habían enamora-do. Las primeras fotografías de la pareja compartiendo confidencias en una terraza de México D. F. fue-ron publicadas por ¡HOLA! en octu-bre de 2010, cuando acababa de ha-cerse público que la Academia Sueca había otorgado el Premio Nobel de Literatura al escritor peruano Mario

Vargas Llosa, padre de Gonzalo. «Me llamó por teléfono a las cinco de la mañana y me dijo: “Ya sé, ya sé, per-dona por despertarte. Tengo que contarte algo muy importante: a mi padre le han dado el Nobel”», re-cuerda Genoveva con emoción.

Ya no había remedio. Aquellas fo-tografías evidenciaban un noviazgo consolidado y serio, y la presencia de la mexicana días después en Estocol-

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mo, acompañando a la familia del escritor, elegante y divertida, siempre al lado de Gonzalo y de sus dos hijas, terminó de con! r-mar lo que era un hecho: que Genoveva había encontrado, por ! n, un amor del bueno.

Su relación es sólida, aunque poco convencional. Ella vive a ca-ballo entre México y Madrid, y él, entre Nueva York y la República Dominicana. Las llamadas son a larga distancia, igual que la año-ranza, pero los encuentros y reen-cuentros mantienen muy vivo su cariño. No hay planes de futuro, no hay promesas, tal vez porque aún no ha llegado el momento de organizarse mejor. Genoveva es consciente de que sus hijos son españoles y de que su vida gira en torno a ellos. También debe ocu-parse de su madre en México y de su trabajo como diseñadora, modelo y cronista de viajes. Gon-zalo, por su parte, vive dedicado a su labor humanitaria en Haití. Así son las cosas, los amores difí-ciles.

—Por fin en casa, Genoveva. ¿Has vuelto a España para que-darte?

—Sí —contesta rotunda—. Este tiempo que pasé en México estuvo muy bonito. Me reconecté con México, me organicé una vida muy tranquila y muy familiar. Tuve la ocasión de enseñarles a Luis y Amina un México más profundo que el que conocían. Se adaptaron muy bien, tuvieron sus amiguitos y fueron supercariñosos con mi mamá y con mi papá.

—¿Cómo se encuentra tu ma-dre?

—Ella va mejorando muy lenta-mente —nos dice con cierta nos-talgia en la voz—, pero, bueno, ahí va. Estaré ahora yendo y viniendo hasta que llegue el verano, y en-tonces me instalaré allí un par de meses.

—Habrá sido una experiencia dura… ¿Crees que las pruebas de la vida sirven para crecer? ¿Qué has aprendido de tu familia, de tu madre, durante estos meses?

—Claro. Sirven para crecer si de verdad estamos atentos al men-saje. De mi familia he aprendido lo importante que es que en los momentos de verdad duros en la vida haya unidad familiar. De mi madre, su interminable capacidad de luchar. Eso la hace ser no sólo una sobreviviente, sino una triun-fadora.

—También echarías de menos España.

—Mis hijos, sobre todo, lo echa-ron mucho de menos: el colegio, a su padre, a su abuela… Yo eché de menos a mis amigas. La vida era muy agradable, muy tranquila, me encontré muy a gusto con mi fami-lia y recuperé mucho tiempo per-dido por allá.

—¿Las amistades son para siem-pre?

—No siempre, a veces la gente entra en tu vida por un período de tiempo, pero por más corto que sea, siempre con un propósito. Los amigos, de una manera u otra, siempre te enseñan algo. Siempre aprendes algo, ya sea de ti misma para ser mejor persona, o sobre la vida o simplemente sobre el cari-ño. Yo lo que más valoro de la amistad es el cariño verdadero e incondicional que surge y la leal-tad a la que conlleva.

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Cosmopolita y elegante, Ge-noveva Casanova se toma un respiro en el hotel Palace Boscolo. Junto a estas lí-neas, dispuesta a salir a las frías calles romanas con vestido de Armani Collezioni, zapatos de Cuplé y chaqueta de piel de Nelsy Chelala. En la página anterior, enfunda-da en un vestido de All Saints y zapatos grises de vertigi-noso tacón de Gloria Ortiz

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Izquierda, distinción con un toque de bohemia en la Piazza del Popo-lo, gracias a un sofi sticado conjun-to de «trench» de Burberry, «blazer» y pantalón de Ralph Lauren, botas de Luis Onofre y bolso de Lancel para El Corte Inglés. Pero una visi-ta a Roma jamás está completa sin la consabida visita a la Fontana di Trevi, visita que no se quiso perder Genoveva Casanova. Vestida con camisa con lazo en el cuello y cha-queta marrón de Paul Smith para Just One, «jeans» de Mango y bol-so de Gloria Ortiz (Genoveva siem-pre atiende con especial atención a los complementos), retó el frío y posó con la mejor de sus sonrisas frente a uno de los monumentos más fotografi ados del mundo (arri-ba). Por su expresión, dulce y pro-funda, Genoveva Casanova parece estar viviendo uno de los momen-

tos más plenos de su vida

«Es cierto que ya nos está costando vivir esta relación a distan-cia, pero es la primera vez que realmente decimos: “¡Puf, esto

está complicado!”»

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—¿Y en el amor?—Yo creo que lo mismo, sólo que a eso le añades

el hecho de que puedes contar con un compañero de vida. ¿No crees?

—Vuelves con una sorpresa: la de tu relación con Gonzalo Vargas Llosa… ¡Qué callado te lo tenías, Genoveva!

—(Se ríe.) La sorpresa se supo cuando todavía estaba allá. Gonzalo y yo nos conocemos desde hace casi tres años. Nos conocimos gracias al ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados) en un viaje de trabajo que yo hice a Nueva York y nos presentaron allí en una reunión. El trabaja en el ACNUR desde hace veinte años y en aquel momento vivía en Nueva York. Ahora pasa la mayor parte del tiempo fuera, porque está encarga-do de la o! cina de República Dominicana y Haití como jefe de operación.

—Cuenta, cuenta.—Como te digo, nos conocimos hace ya tres

años y nos hemos estado viendo desde entonces, lo que pasa es que no queríamos adelantarnos a

tomar una decisión hasta que estuviéramos un poco más seguros de lo que queríamos. Y eso fue un poquito antes de que nos dieran la noticia del Nobel.

—¿A qué te re! eres cuando hablas de tomar una decisión?

—Pues a tener ya una relación formal y presen-tarnos a los amigos como pareja.

—¿Cómo os va?—Nos va muy bien. Ha sido una relación super-

bonita. He aprendido mucho de él. Gonzalo me ha ayudado una barbaridad.

—También habrá tenido sus di! cultades.—Bueno, con la distancia...—Y cada uno con dos hijos.—El tiene dos hijas lindísimas, encantadoras,

bien cariñosas, buenas, muy estudiosas…—¿Ya conocen a tus niños?—No. No los conocen porque ellas viven en

Ginebra y no han coincidido con mis hijos cuan-do han venido. Además, te digo, también era par-te de que queríamos llevar todo con mucha cal-

ma. Apenas hace poco tiempo hemos empezado a convivir.

—Pero tú sí las conocías antes de los Nobel.—Sí, ya. Y a los padres de Gonzalo también.—Tendrás un recuerdo inolvidable de ese día,

¿verdad?—Ese día estuvo increíble.A Genoveva se le ilumina la cara cuando nos rela-

ta cómo se vivió en la familia Vargas Llosa la conce-sión del Premio Nobel de Literatura al patriarca. Sin duda es una experiencia única en la vida. Como ella, con gracia, nos comenta: «A una invitación así no puedes negarte».

—Gonzalo estaba muy nervioso —recuerda—. Bueno, en realidad todo empezó porque justamen-te poco antes de que avisaran al padre de Gonzalo estuvimos hablando del tema y recuerdo muy bien que en la familia lo tenían como algo ya asumido que nunca iba a ocurrir. Y era como una espinita clavada para todos… Y de pronto, un día, a las cinco de la mañana, suena el móvil y lo cojo y era Gonza-

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Con la llegada del nuevo año, Genoveva Casanova ha decidido hacer balance de lo vivido no sólo en 2010, sino a lo largo de su vida, con algunas decisiones importan-tes, como la de darlo todo por sus hijos. Entre los recuer-dos inolvidables que almacena en su memoria tiene un lugar privilegiado la ceremonia de los Nobel, donde los Vargas Llosa la acogieron con todo cariño, como a una más de la familia. «Nunca voy a olvidar lo detallista que fue el padre de Gonzalo conmigo». Con el Vaticano de fondo, posa con un chaquetón de Alaïa para Just One, camisa de rayas de Ralph Lauren y «leggings» de Mango

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lo, que me decía: «Ya sé, ya sé, perdona por desper-tarte, lo sé, lo sé, pero es que me acaban de llamar para decirme que a papá le han dado el Nobel». Entonces, pues imagínate, por la mañana se organi-zó una ! esta…

—¿Fuiste la primera persona a la que llamó?—Sí. Me telefoneó en cuanto supo la noticia.—Tal vez es que no se atrevió a despertar a nadie

más.

—¡No! —estalla en una carcajada—. Sabe que soy la única que duerme con el móvil encendido —nos cuenta entre risas—. En ! n, que fue muy bo-nito.

—Y te dijo: «Vente conmigo».—Sí, pero en realidad fue una invitación de parte

de sus padres, y entonces, pues claro, yo no me po-día negar a una invitación así. Entonces fui a Esto-colmo con gran honor.

—Sería inolvidable lo que viviste allí… ¿Saludas-te a los Reyes de Suecia y a los príncipes?

—No, yo no. Entró el padre de Gonzalo con Pa-tricia, su mujer, y los nietos, porque éramos tanta gente que tampoco era posible que entráramos to-dos.

—Es lo que tienen las familias latinas.—Sí. Era muy gracioso porque la gente del ho-

(SIGUE)

«La decisión de tener a mis hijos implicaba renunciar a mi juventud, a mis estudios de Filosofía, a la posibi-lidad de tener una profesión seria, como la de ser es-critora; a mi familia, a mis amigos, a mis raíces... En fi n, a todo lo que era y a todo lo que proyectaba ser»

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tel no daba crédito a lo que veía, imagínate: éramos una pandilla enorme. Eran catorce de familia que podían entrar a la gala, más todos los amigos que estaban en el hotel, y claro, los que nos veían alucinaban con la familia. El día que salimos hacia los Nobel esta-ba todo el «hall» del hotel lleno de peruanos y españoles, con las banderitas peruanas y españolas así moviéndolas… Bueno, los del hotel ! ipaban, decían que el año pasado, Herta Müller, la escritora alemana que ganó el Nobel de Literatura, acudió con una sola persona.

—Sí, porque los escritores sue-len ser gente solitaria..., pero está claro que no todos.

—No todos, no.—¿Qué es lo que más te gusta

de él?—La cantidad de amor que es

capaz de dar. Su capacidad de amar es impresionante.

—Cuando lo conociste, ¿cómo te encontrabas tú?, ¿en un momen-to de soledad, de incertidum-bre?...

—Estaba pasando un momento muy duro porque me acababa de separar… Era un momento muy difícil, yo estaba muy baja de áni-mos…

—Por eso tampoco te atreviste a ir más deprisa…

—Claro, te cuesta más trabajo tomar una decisión. Pero es que desde que lo conocí se ha dedica-do todos los días a rea" rmarme el amor que me tiene.

—¿Habláis de futuro?—No. Nunca. Nunca, nunca,

nunca. Ahora ya nos está costando más la distancia, pero nada más, es lo único que hemos hablado.

—Ya, pero una relación tiene que evolucionar, y así, a distancia, debe de ser difícil.

—Es difícil.—¿No habéis pensado traslada-

ros a algún lugar para estar jun-tos?

—No nos lo hemos planteado, la verdad. No. Es cierto que ya nos está costando vivir esta relación a distancia, pero es la primera vez que realmente decimos: «¡Puf, esto está complicado! ».Pero no, todavía no hemos hablado de que él venga para acá y mucho menos de que yo me vaya.

—Claro, tú tendrías di! cultades por los niños también.

—Sí. Sus hijas ya son mayores, pero los míos aún son pequeños. Y él tiene un trabajo superinteresan-te. Todavía tiene que estar en Re-pública Dominicana como un año y medio o dos, o más, probable-mente.

—El vive allí, en República Do-minicana.

—Sí, parte y parte, pero la ma-yoría del tiempo la pasa ahí.

—¿Has estado con él allí?—Sí, varias veces. He estado en

Haití. He ido tres o cuatro veces a Haití. Siempre vuelvo muy impre-sionada. Es muy impactante. Escri-bí un artículo y me costó tres viajes ponerme a escribir sobre el tema. Se publicó en el suplemento domi-nical de un periódico.

—Parece que has encontrado una nueva faceta profesional, la de escribir. ¿Cómo es tu estilo?

—Pues no te sabría de" nir mi estilo. Creo que combino la labor periodística con la literaria. A la Con la ilusión de todo lo que le resta por vivir y la felicidad de contar con Gonzalo Vargas Llosa, Genoveva

Casanova aparece en Roma, a pesar de las bajas temperaturas, más bella que nunca. Sobre estas líneas, muy juvenil, con un vestido bicolor y chaqueta de cuero, de Mango. En la siguiente página, en el Campo di

Fiori con camisa, pantalón y «trench» de Mango, con bolso XXL de Longchamp(SIGUE)

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«El mejor recuerdo de este año ha sido toda la experiencia de Estocolmo. Y nunca se me va a olvidar lo detallista que fue el padre de Gonzalo conmigo»

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vez que relato un viaje, explico la si-tuación histórica, política y humani-taria del conflicto, y también dejo que surja una parte más personal y emocional en el texto.

—¿Te ves convertida en una cro-nista de viajes? ¿Cuál crees que po-dría ser tu aportación?

—Esa parte de mí la descubrí hace poco, quizá cuando empecé a colaborar con el ACNUR, por suge-rencia del entonces representante en Madrid, Agni Castro, quien ha sido una de las mejores personas que he conocido en mi vida. De! ni-tivamente, es lo que más me llena después de los viajes de misión, por-que une todos los aspectos que más me interesan: la Historia, la políti-ca, las crisis humanitarias, el servi-cio a la Humanidad, la literatura, la fotografía, la gente.... ¡Todo! Si sir-ve para que una sola persona lo cuente a otras personas, o para que alguien decida apadrinar un niño, construir un pozo, enviar materia-les escolares o subsidiar una tempo-rada de vacunación, o simplemente colaborar con su trabajo, la vida de muchísima más gente de la que creemos cambia para siempre. ¡Para siempre!

—¿Cómo es tu trabajo en el ACNUR? ¿Cómo te ha cambiado la forma de entender la vida?

—¡Uf! ¡Muchísimas! Mi colabora-ción consiste en hacer misiones con

un doble propósito. El primero es comprender las necesidades que se tienen en diversas áreas para buscar apoyo económico y la conciencia-ción social sobre la crisis en cuestión. El segundo es la obtención de metas a nivel político o administrativo den-tro del país de acogida para la mejo-ra de la colaboración entre el Go-bierno, otras instituciones y el ACNUR, y también para que esa rela-ción se traduzca en bene! cios para las condiciones de los refugiados. Así que me toca ir a varias reuniones con diferentes representantes del Go-bierno local, jefes de otras institucio-nes, grupos organizados sociales, et-cétera.

—¿Puedes contarnos alguna vi-vencia que te haya impresionado es-pecialmente de tus viajes?

—Una historia que me impresio-nó mucho fue una vez que estaba en una oficina de acogida en la India aprendiendo todo el proceso de re-gistro y repartición de ayudas. De pronto entró una mujer afgana em-barazada a la sala de espera y se sen-tó. Me contó que acababa de llegar a Delhi como refugiada de la guerra en Afganistán. Que su marido había muerto y la había dejado embaraza-da de gemelos. El viaje hasta Delhi fue tan duro para ella que perdió a uno de los dos bebés. Ahora estaba a

punto de perder al otro y no tenía manera de costearse la atención mé-dica que necesitaba para salvar la vida del bebé, que apenas podía afe-rrarse a la vida. En ese momento la enviamos a un hospital con una per-sona de la o! cina para que cubriera todos los gastos a cuenta de la ONU y poder salvarle la vida a ella y al niño. Fue especialmente difícil para mí, que soy madre de mellizos. Toda-vía, cuando recuerdo ese momento, se me eriza la piel.

—¿Se puede utilizar la fama, la popularidad, para buenos fines? ¿Por eso modelas?

—Claro que se puede, pero más que eso: ¡se debe! Las personas que tenemos acceso a atención mediática y pública tenemos más responsabili-dad que muchas otras para contar lo que sucede en el mundo y que pode-mos cambiar con un poco de ayuda. Este es el punto más positivo, el mejor que tiene mi trabajo. Yo sé que mu-cha gente puede criticarme o estar en desacuerdo, pero la realidad es que tengo mucha suerte de poder tener un trabajo honrado con el que puedo no solamente vivir y hacerme respon-sable de mis obligaciones, sino tam-bién hacer algo por las personas que sufren cosas que son realmente dra-máticas. No te voy a negar que esto no es lo que yo hubiera querido para mi vida, pero la decisión de tener a mis hijos implicaba muchas otras co-

sas que tal vez desde fuera no se ven, pero implicaba renunciar a mi juven-tud, a mis estudios de Filosofía, a la posibilidad de tener una profesión seria, como la de ser escritora; a mi familia, a mis amigos, a mis raíces... En ! n, a todo lo que era y a todo lo que proyectaba ser. Ahora solamente intento hacer lo mejor que pueda con lo que la vida me ha dado.

—¿Qué opina Gonzalo de que es-cribas?

—Bueno, no sabes cómo me ayu-da.

—¿Le enseña lo que escribes a su padre para que lo lea?

—¡No! La que ha leído más cosas mías es Patricia, y le ha hecho co-mentarios a Gonzalo sobre lo que escribo…, pero mejor que ni lo lea. ¡Me da todo el miedo del mundo! Imagínate una persona como él que lo juzgue… No, mejor que ni lo lea.

—De estos meses, ¿cual dirías que ha sido tu mejor recuerdo?

—Ha sido toda la experiencia de Estocolmo. Y nunca se me va a olvi-dar lo detallista que fue el padre de Gonzalo conmigo.

Realización: NATY ABASCALFotografía: FERDINANDO CEFALU

Maquillaje: VICKY MARCOSpara BOBBI BROWN

Peluquería: VICKY MARCOS para GHDNuestro agradecimiento

al hotel PALACE BOSCOLO

«Yo sé que mucha gente puede criticar-me, pero la realidad es que tengo mucha suerte de poder tener un trabajo honrado con el que puedo no solamente vivir y ha-cerme responsable de mis obligaciones, sino también hacer algo por las personas que sufren cosas realmente dramáticas»

Apasionada de la fi lo-sofía y de las artes, el mundo de la cultura siempre ha ocupado un lugar importante en su vida. En Roma, visitó el Museo de Arte Contemporáneo ves-tida con un conjunto de falda y «blazer» de Ralph Lauren, zapatos cuplé, bolso Lancel para El Corte Inglés y fastuoso reloj Rolex

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