Reik, Theodor (1963). Cómo Se Llega a Ser Psicólogo. Ed. Hormé

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INDICE.

Prólogo del Dr. Angel Garma . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11

Cap. 1 Cómo se llega a ser psicólogo . . . . . . . . . . . . . . . . 25

Cap. II Psicologfa y de personalización . . . . . . . . . . . . . . 51

Cap. 111 La significación patológica del silencio .... ~ 1I5

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INDICE.

Prólogo del Dr. Angel Garma . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11

Cap. 1 Cómo se llega a ser psicólogo . . . . . . . . . . . . . . . . 25

Cap. II Psicologfa y de personalización . . . . . . . . . . . . . . 51

Cap. 111 La significación patológica del silencio .... ~ 1I5

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'l~ODoR

u1 r torno de lo r primido n las religiones ul io . de dioses antropomórfl o vuelv a surgir pre­

dominando la re&ldía de los hijos, los que llegan á onstitufr lo dioses p in ·pale .. Son d~oses gue, om astigo por su incesto con sus mailies, pere­

cen de u modo no naturaL Adonis es muerto por un jabalí; O iris esposo de su madre !sis, es asesi­

do por su hermano Tifón; Atis se castra a si mis-mo. En las narraciones mitológicas~ el dolor de sus ma~res hace que dicho dio es resuciten y que sean q mparados a sus padres, para llegar a alcanzar Ja

má '"Íma adoración. Affrma eik que una muestra clara de esta evo­

lución es el cristianismo. Las narraciones de los su­frimientos, muerte y resurrección de Cristo consti­tuyen un co1:junt? .de :?,to5 de pubertad, en los que no ~alta la identtflcac1on de los púberes entre sí, realrzada en una cena pascual de índole totémica.

" sí ?m~ ~e la influencia- de su padre le ~ino a 'l1 : !leilc su mterés por el estudio científico de las r~hg1on~s, de su madre derivó su interés por la mú­~1ca. Re1k admiró intensamente a Gustav Mahler, al que e cu~haba ernbeles,ado como director de la Orq.uesta F1larmóni a de Viena. Sobre él escribió un mteresante trabajo: "La melodía encantante".

Reik tuvo ~os hermanos mayores varones. Señala :John C. Gus m que su rivalidad hacia ellos puede adarar. la . que posteriormen~e sintió hacia otros psi­coanalistas, sobre todo hacla Han.& Sachs y Ot R~L ~

_Desde níño fue un lector in fatiga ble. A los 18 ano~, la muerte de su padre le sumió en una obre­za intensa. Compulsivamente "devoró~' tod~s las

ÓMO S I GA

ob as de . oe be que era mu admirado po aq él. Lo estüdtó l~ego psicoana ítrcamente, dedicánd le un ?-ermoso libro: Por qué Goetlte abandonó a Fe..­dertca.

Cuando -es udiaba filosofía en la uni \··e ida de Viena, R~ik oyó al profesor odl bu1lai: de Freud. Esto l~ J rrvió como indicación para leer La i te -pretcu:io11" de los sue-fi.oJ· que le ent · m v en 191 O, temen do 22 años, buscó conocer personal.nien­te a Frend.

A .partir de entonce asi tió regularme e a la reuniones de la · sociación Psicoanalítica de liena. Dos años después- escribe u te is doctoral ob e el libro de Flaubert Las tentaciones de n ' Antonio. la que de pertó fuerte oposición entre u profesor · por su contenido p icoanalítico. Pero tu 'º que er aprobada. E la prime a te is psicoanalitica en la Universidad de Viena.

A lo 26 años se casa con Ella de quien e ta a enamorado de de sus ocho anos. Tienen im hijo al que llamaron Arturo en honor de Anhur Schnitzler el médico escrito vienés que Rei,. a -miraba mucho y sobre el cual escribio el libro Arthur Schnitzler como P icóloao . · ra un - icor, cuya vida vocación y lealizacio'ne tienen pare ·d ~ con las de Freud.

Freud ayudó repetida ·eces a R i · situación económica mediante ~ uh i io o f 'li án~ dole el conseguir algún empl o. por ejemplo. la editorial de Vilh hn eU r que había u li a­do Totem y Tabú. También le a o :l. e·· tra .. l\.!· d r&e a Berlín para analizarse e n arl _ braham. •r nd lo arregl d modo que o lam nte n tu­vie e qu pagar por e te tra amien , i1 o que t m ..

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u1 r torno de lo r primido n las religiones ul io . de dioses antropomórfl o vuelv a surgir pre­

dominando la re&ldía de los hijos, los que llegan á onstitufr lo dioses p in ·pale .. Son d~oses gue, om astigo por su incesto con sus mailies, pere­

cen de u modo no naturaL Adonis es muerto por un jabalí; O iris esposo de su madre !sis, es asesi­

do por su hermano Tifón; Atis se castra a si mis-mo. En las narraciones mitológicas~ el dolor de sus ma~res hace que dicho dio es resuciten y que sean q mparados a sus padres, para llegar a alcanzar Ja

má '"Íma adoración. Affrma eik que una muestra clara de esta evo­

lución es el cristianismo. Las narraciones de los su­frimientos, muerte y resurrección de Cristo consti­tuyen un co1:junt? .de :?,to5 de pubertad, en los que no ~alta la identtflcac1on de los púberes entre sí, realrzada en una cena pascual de índole totémica.

" sí ?m~ ~e la influencia- de su padre le ~ino a 'l1 : !leilc su mterés por el estudio científico de las r~hg1on~s, de su madre derivó su interés por la mú­~1ca. Re1k admiró intensamente a Gustav Mahler, al que e cu~haba ernbeles,ado como director de la Orq.uesta F1larmóni a de Viena. Sobre él escribió un mteresante trabajo: "La melodía encantante".

Reik tuvo ~os hermanos mayores varones. Señala :John C. Gus m que su rivalidad hacia ellos puede adarar. la . que posteriormen~e sintió hacia otros psi­coanalistas, sobre todo hacla Han.& Sachs y Ot R~L ~

_Desde níño fue un lector in fatiga ble. A los 18 ano~, la muerte de su padre le sumió en una obre­za intensa. Compulsivamente "devoró~' tod~s las

ÓMO S I GA

ob as de . oe be que era mu admirado po aq él. Lo estüdtó l~ego psicoana ítrcamente, dedicánd le un ?-ermoso libro: Por qué Goetlte abandonó a Fe..­dertca.

Cuando -es udiaba filosofía en la uni \··e ida de Viena, R~ik oyó al profesor odl bu1lai: de Freud. Esto l~ J rrvió como indicación para leer La i te -pretcu:io11" de los sue-fi.oJ· que le ent · m v en 191 O, temen do 22 años, buscó conocer personal.nien­te a Frend.

A .partir de entonce asi tió regularme e a la reuniones de la · sociación Psicoanalítica de liena. Dos años después- escribe u te is doctoral ob e el libro de Flaubert Las tentaciones de n ' Antonio. la que de pertó fuerte oposición entre u profesor · por su contenido p icoanalítico. Pero tu 'º que er aprobada. E la prime a te is psicoanalitica en la Universidad de Viena.

A lo 26 años se casa con Ella de quien e ta a enamorado de de sus ocho anos. Tienen im hijo al que llamaron Arturo en honor de Anhur Schnitzler el médico escrito vienés que Rei,. a -miraba mucho y sobre el cual escribio el libro Arthur Schnitzler como P icóloao . · ra un - icor, cuya vida vocación y lealizacio'ne tienen pare ·d ~ con las de Freud.

Freud ayudó repetida ·eces a R i · situación económica mediante ~ uh i io o f 'li án~ dole el conseguir algún empl o. por ejemplo. la editorial de Vilh hn eU r que había u li a­do Totem y Tabú. También le a o :l. e·· tra .. l\.!· d r&e a Berlín para analizarse e n arl _ braham. •r nd lo arregl d modo que o lam nte n tu­vie e qu pagar por e te tra amien , i1 o que t m ..

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THE..ODOR RE.IK

bi n Abr:tliam Je diese dinero, cada ez que lo ne-esi t :se algo que en la aciualida<l e ·ul. ª .muy e?'­

traño. En un afán de evitar est ~ub 1d10s, Re~k trat:tba de ahorrar ha ta en las com1d y se sent1a a menudfi hambriento. Y bromeaba ~~bre ello, lo qu no agradaba nada a Freud.

lo largo de muchos años, Freud fue un men­tor constante de Th~ Reik y, a pedido de éste, a_de­má.s su crítico severo. Significativos de su relación con ' I con lo siguiente párrafos de cartas que le

· diri 'ó: ... in embargo, no puedo alabar su ensayo. Es <lema iado burdo, m01daz y contiene una 5ospe­cha superflua" 1913). "EspeTo mucho de Ud. y con gu ~ to le criticaré in .compasión, pero con idero in­admi_ible hacer lo mismo con otro autores que no me piden tales criticas con la misma urgencia' (1914). " na vez más u obra me p ar ce pene trante / correcta en la interpretación. .. fe alegra el que

d. recorra caminos tan recompensadores. Pero el artículo e tá pobremente organizado, de· algún mo­do 11 a a la os.curidad y, además, Ud. no ha tenido en cuenta suficientemente que está escrito para no p~icoanalista " J 918 J. ''Aunque, siguiendo mi os­t robre, evito pronunciar un juicio sobre una obra que acabo de leer, me atrevo a exteriorizar mi im­presión que ba producido d. algo especialmente valioso'~ ( I 9_25 ). "Gracias por enviarme su artículo ~obre ... Malestar en la Cultura11

, Es lo mejor y lo más digno que hasta ahora. he leído obre ello" 1930}.

. o agradaban a Freud los ataques birosos de eik contra los colegas que le criticaban, ni tam­~o u n idad de castigo por sus fantasías cri­mmale~ en contra de ellos, ''Tal vez tenga que ven-

CÓMO SE LLEGA A SER PSlc6LOCQ 17

cr en Ud. mismo un rasgo de sentimiento de e I a­bilidad 1]: _.so~ista que le impulsa- a estropearse o ortunidades .favorañles" (1914). "No me gusta en· terarme e que, por ora pa teT no tiene U4 mo-tivos -de satisfacción. Sé que está Ud. tratando de nuevo de estropearse tantas oportunidades, como le son posibles. ¡Y todo por causa de unas pocas per­sonas, a quienes desearía matart ¡Es demasiado arrepentimientol ... Le deseo una conciencia escle­rótica y éxito rápido en sus planes inme<liatús" (1915). "El cálculo es correcto, pero me apena que Ud. ne ·esite tal terapia. u hostilidad sob epa a to­da medí la justHícable, rompe las fronteras de lo pérmisible, estropea su presentación y entristece ne­cesariamente a cualquiera que, como yo, e siente su amigo y apre ia mucho 5Us realizaciones. Es im­posible que e to continúe a~í'' (1928).

Reik fue teniente durante la Prim ra Guerra 1viundiaL Vuelto a Viena, trabajó e.orno psicoanalis­ta clínico hasta 1928. en qu , denunciad.o a la po­licía por un paciente paranóico, fue obligado a t a · ladarse a Berlín, donde el ej rci io protesional era más libre. Aquel incidente llevó a _Freud a e ribir El sicoanáli.vi xajana y ·ende l ecesidatl de autorizar la práctin1 clíni a profesional del si-

coanáli is también a los ue no son m di La presen~ia-de Reik en Berlín me permiti reali~

zar on él mi psi oanálisis dídá ti o, durante los años de 1928 a 1931 y disfrutar de sus n~ ñanzas y confer n ias en el Instituto y A ociación P icoana· líticos d Berlín.

En J 32 Rei.k volvió a Viena y luego nuevamente a erlín, hasta qu en 1934, por lo d mane· del

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THE..ODOR RE.IK

bi n Abr:tliam Je diese dinero, cada ez que lo ne-esi t :se algo que en la aciualida<l e ·ul. ª .muy e?'­

traño. En un afán de evitar est ~ub 1d10s, Re~k trat:tba de ahorrar ha ta en las com1d y se sent1a a menudfi hambriento. Y bromeaba ~~bre ello, lo qu no agradaba nada a Freud.

lo largo de muchos años, Freud fue un men­tor constante de Th~ Reik y, a pedido de éste, a_de­má.s su crítico severo. Significativos de su relación con ' I con lo siguiente párrafos de cartas que le

· diri 'ó: ... in embargo, no puedo alabar su ensayo. Es <lema iado burdo, m01daz y contiene una 5ospe­cha superflua" 1913). "EspeTo mucho de Ud. y con gu ~ to le criticaré in .compasión, pero con idero in­admi_ible hacer lo mismo con otro autores que no me piden tales criticas con la misma urgencia' (1914). " na vez más u obra me p ar ce pene trante / correcta en la interpretación. .. fe alegra el que

d. recorra caminos tan recompensadores. Pero el artículo e tá pobremente organizado, de· algún mo­do 11 a a la os.curidad y, además, Ud. no ha tenido en cuenta suficientemente que está escrito para no p~icoanalista " J 918 J. ''Aunque, siguiendo mi os­t robre, evito pronunciar un juicio sobre una obra que acabo de leer, me atrevo a exteriorizar mi im­presión que ba producido d. algo especialmente valioso'~ ( I 9_25 ). "Gracias por enviarme su artículo ~obre ... Malestar en la Cultura11

, Es lo mejor y lo más digno que hasta ahora. he leído obre ello" 1930}.

. o agradaban a Freud los ataques birosos de eik contra los colegas que le criticaban, ni tam­~o u n idad de castigo por sus fantasías cri­mmale~ en contra de ellos, ''Tal vez tenga que ven-

CÓMO SE LLEGA A SER PSlc6LOCQ 17

cr en Ud. mismo un rasgo de sentimiento de e I a­bilidad 1]: _.so~ista que le impulsa- a estropearse o ortunidades .favorañles" (1914). "No me gusta en· terarme e que, por ora pa teT no tiene U4 mo-tivos -de satisfacción. Sé que está Ud. tratando de nuevo de estropearse tantas oportunidades, como le son posibles. ¡Y todo por causa de unas pocas per­sonas, a quienes desearía matart ¡Es demasiado arrepentimientol ... Le deseo una conciencia escle­rótica y éxito rápido en sus planes inme<liatús" (1915). "El cálculo es correcto, pero me apena que Ud. ne ·esite tal terapia. u hostilidad sob epa a to­da medí la justHícable, rompe las fronteras de lo pérmisible, estropea su presentación y entristece ne­cesariamente a cualquiera que, como yo, e siente su amigo y apre ia mucho 5Us realizaciones. Es im­posible que e to continúe a~í'' (1928).

Reik fue teniente durante la Prim ra Guerra 1viundiaL Vuelto a Viena, trabajó e.orno psicoanalis­ta clínico hasta 1928. en qu , denunciad.o a la po­licía por un paciente paranóico, fue obligado a t a · ladarse a Berlín, donde el ej rci io protesional era más libre. Aquel incidente llevó a _Freud a e ribir El sicoanáli.vi xajana y ·ende l ecesidatl de autorizar la práctin1 clíni a profesional del si-

coanáli is también a los ue no son m di La presen~ia-de Reik en Berlín me permiti reali~

zar on él mi psi oanálisis dídá ti o, durante los años de 1928 a 1931 y disfrutar de sus n~ ñanzas y confer n ias en el Instituto y A ociación P icoana· líticos d Berlín.

En J 32 Rei.k volvió a Viena y luego nuevamente a erlín, hasta qu en 1934, por lo d mane· del

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vo descubre lo anhe adas

~ lo que pen nas

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:tqu<ll.t ro"l:t.~ ·vid;uH tjll' tod: ¡wt.ona ulta t·n~ ttt'lltk c•n 1 :H Cí•, :in h• ·1r n oiuguarn dud·. Pu·~ dt•n ustt·d< s c·o11sidt't·.u lo , itt lll:l ti i meno · or11 o uno dl· In. ct'l'Olt'. f1it1d,1JJH Jtt,d ·~ de· fa psicología tt '11íf1c;.t. l•. lltl:t <.1t:ut ·lÍ•dÍr d(• t:d<·s l'fillc l >S

·n <'>ucos y bá. Í( o q Ul' su f ueua d · ( on vi< ilm e irivulu ·1,1blf ~1 10(1.l udad y tjUL' 1 u d.t :q .lir, :td<'111:í 1 , ~• lltl .<.11ti111irntt d· 1·),peto d-Lid<> a su :mti l'iiedn l. Lh g~1t1H) · ha tri a ¡.HJJH.:r cnt •r:Jmct1f<.·

c. u teb d juit io t.1 qu · j>tttda sub í cir rn1a i •n< i~1, ·i 1 '.:ilrncult• pr J<:nclc 111f't< <.. •r :t • uomLr . sü1 . •,.

Hl ·j:111t 'h fah · Lid.es h:bica .. C:u ·e ·Ju J., k1 ca d mo-11w111 o d • toda pe i ·w ia a · ·t • r •sp to ...

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Jito ~•. lt .uw f'!Jl:ufa ·11 b <'1111 atL1 el ·J t<·rn1 l<> (k I d· fos pt ·rde, ' la luz el e· a · i J iu.:ia inuwdiata <l Ja p ·te p<j<'>11 i11terna, l( d.i su dc .. ·c HHt rla11t • a•· toridad P• ta co11vlTti1s • c.·u un.1 .tliosa ~• ri· tln~ cía, e uyo s ·nt idc) ~t· r ·istc d .. fo i hin< ja de tr lo lu iI11<.·1 j,>r mente p ·r iüido. J• 1 he1 nw~o :..1(ori ,u10

hit n ¡ odlÍa ha«;. juego · 11 at¡ut'lla·~ rn~í - mi.i.· qu • adornan l. ( ~1s:1 lcl IHtrgut'·.s ~ lc. rn{ar l orno: "1 d 1 ~ tu l ogar" "El propio hogar <:>s :d ·oso u 1 o d uro'. 1 Ido altí < Ol c-.r 1 ido ll d l 4n1a 1 la .. psi( o. Jogi. p.tt'a uso drnnl•sti( o•• dt la < i<.'ll< ia. El hijo c.l Z u~ sal1h lo q11c ltat fo.

Hoy f ontmos en dnJa si, al c1 t'.ll' su f: ma n ;í i­ma, <l'ttt.;tt'OIJ pm· fo Jl11(·Ut<· 1 .. 1 dios et Hi ) e hu t~

Í . fl 'S l~\tl f.ri hl<:' fOlllO éstas. 'l ~ 1 Cl tu Í .l ,l SÓ·

lo un s ntid<, tan i:d¡J'lhl e il nt· 1ara loli f·Í­cMogos auulc5rni< ( d • l: antigütddtL 1 un di)') ~Jy< s OJ ácu los t nfan tau mal; fam< por l o Ttatn.

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l nino, el a í ad o l con-

ci ncia de I 1 del niñ . n e toda fa e e -en e ompren ible en u o-éne i~: se de-envuel-o o u te e _aben. mu • tarLle. Lipp Vundt

im e)tio-ador 1 n indicad on razón ue o ta :f o de la Jal b a v n· a demu -rra

.:& -

ze J. avrici n del entirniento de . o. o- pare-ce, en ieali d, que Jo ·entimiento· del ·o apare-en anterío1meme u o e b palabr3. ' . i u-

tede ahora me permiten hablar en de to m do ah e i dament . diré: La onciencia del ropio o

l <le1 ni1o depende de la con iencia de que el mun-

/ d e~ ·terior, lo_ padr .» la per onas que l~ cui an. lo ob- 1 an lo on ideran orno ,·o. eprto pues: la autoob er n no e níriaún fenómeno pri ü-enio~ d :riva -u orígen del -entimient de er ob­:r ·ado. Puede upone1se a imi-m que la diferen­

cia en L orma y la inten idad de la ob ervación pod:fa. er de importancia para el de J.irollo del s nt1m1ento de r ob erv. do y con e o, para el fu­tu o inter p~ico1ót)'i o.

Es fáci ente comprensible que el entimiento de s~r oh·en ado lleoa a <le a1 ro U ar b, jo la influen­cia de la carg· narcisí tíca. a la que, su z for­talece. El entimiento de er ob nado es mu ' .

no al de r: Cl)tim do y r aru do. A uí h ll -

fO E

mo· una del m e la psicolOQ"Ia; que m rr pee ·ón.

'·o camino, que parte bién e a u ', n condu e a b heteroobse •aci n. El sentimiento de ~er b·erYado no llega.na ro tituirse in u aten-ión primiu a~ dirigida a la pe onas del ambien­

te. De ta manera el -entimiento de _er observado delat ·a el ditamento de un e ga objeti\ a li­bidino- : el niño ob en ado tiene derecho a pe-1 ar la :iti-facción de us ne e·idad por per ona ob erva ora. Otro e timulo de la transición a la li­bido objetiva de ma' or ale nce contien ademá la

ndencia de er ob.sel'\·ado: El objeto . ·trañ á ama tanto como el )O se iente querid par éste.

a etapa intermedia del narci ismo en que se ope-a la u·an forma.ci n de la libido na ci Ltica en li­ido objetiva, no ha sido a in e.·pl ra a a fondo. ~o propondría la denominaci n de narci · mor e­i ·o para d i tino-uirlo del primario. En l Ilt. bJ.Ua­

m: la cate.-i in enua del :o infantil. El a -mrrci i-ti " ·a ha

m-

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l nino, el a í ad o l con-

ci ncia de I 1 del niñ . n e toda fa e e -en e ompren ible en u o-éne i~: se de-envuel-o o u te e _aben. mu • tarLle. Lipp Vundt

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tede ahora me permiten hablar en de to m do ah e i dament . diré: La onciencia del ropio o

l <le1 ni1o depende de la con iencia de que el mun-

/ d e~ ·terior, lo_ padr .» la per onas que l~ cui an. lo ob- 1 an lo on ideran orno ,·o. eprto pues: la autoob er n no e níriaún fenómeno pri ü-enio~ d :riva -u orígen del -entimient de er ob­:r ·ado. Puede upone1se a imi-m que la diferen­

cia en L orma y la inten idad de la ob ervación pod:fa. er de importancia para el de J.irollo del s nt1m1ento de r ob erv. do y con e o, para el fu­tu o inter p~ico1ót)'i o.

Es fáci ente comprensible que el entimiento de s~r oh·en ado lleoa a <le a1 ro U ar b, jo la influen­cia de la carg· narcisí tíca. a la que, su z for­talece. El entimiento de er ob nado es mu ' .

no al de r: Cl)tim do y r aru do. A uí h ll -

fO E

mo· una del m e la psicolOQ"Ia; que m rr pee ·ón.

'·o camino, que parte bién e a u ', n condu e a b heteroobse •aci n. El sentimiento de ~er b·erYado no llega.na ro tituirse in u aten-ión primiu a~ dirigida a la pe onas del ambien­

te. De ta manera el -entimiento de _er observado delat ·a el ditamento de un e ga objeti\ a li­bidino- : el niño ob en ado tiene derecho a pe-1 ar la :iti-facción de us ne e·idad por per ona ob erva ora. Otro e timulo de la transición a la li­bido objetiva de ma' or ale nce contien ademá la

ndencia de er ob.sel'\·ado: El objeto . ·trañ á ama tanto como el )O se iente querid par éste.

a etapa intermedia del narci ismo en que se ope-a la u·an forma.ci n de la libido na ci Ltica en li­ido objetiva, no ha sido a in e.·pl ra a a fondo. ~o propondría la denominaci n de narci · mor e­i ·o para d i tino-uirlo del primario. En l Ilt. bJ.Ua­

m: la cate.-i in enua del :o infantil. El a -mrrci i-ti " ·a ha

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cic'm. l

llUl' .! p nrimi nro d

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c·I 1d1111 i11w111 i11.b r:ud • 1111.1 .111itucl 1 n.1hi11iri.1.

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~01' lic1111 s t •11ido l.1 <poi l1111id.u1 d · < nu1p111h.11· <'ti

tc.:1111' p-r11pi:1. nJl' j• r dit )¡,¡ c:n 11tH'~l1.1 propia •id.1

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U~t •dt" h;¡n oídu lc"'t i1 que Ju, l'"ic t')h1Kns . t li,111 - v lll\H hn ti < llc)s ni ~icp1it • 1 : t St' h.u1

t• traf1ad11 d' •¡11i. <'I ;u ¡111l d,1 ul ·e1 v.ll~c .1 í nu ·-

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36 THEO

Pero ahora sabemo qui én '! ~ L yo obs V UlO. 1 J J· J rHfr <lor: es el objeto in t royeua< en · yo. '1

el adre o la nurse, la p rs n · qu nos ha obs rv

d p 1 ·-e D e t·1 rn1ancra s com 1 nde 1 o eh a nin z. · ,., · . , ¡

. 6 en dos parte <le la obscr va< . .l<>J cnoops( .. esc1 J n . . , d , J - 0 qui a. Se explica por la introy "C wn e ::i per!' na educadora, n el yo; 1 yo que ob xva. e l sobre. viviente de la mad1e observadora o d ·I padre. Scgu 1·amente asocian u ted s ahora, a raíz de · t · razo­namiento,. la gé i de la creencia r lig:io ~ ·n 1. omni · ici· de Dio , a nuestra creen ·1a infantil d q e Dios todo 1o e.

Acá nlaza el segundo hecho su l 1 ayado por n.o otro ; e ta autoo rvaó6n ·s tá t.cm p ranarn · bajo 1 jgno de una crítica primitiva d sí mismo, má aún I arte de ahí, y esta autocrí tic:a la . n­tinuación d la crítica de los dem:.1. s. •reud expu en una opart nidad que la ob erva :ión de Jos ün· UUJ~, e d cir, la percepción íntrospec..tiva de las propias tendencias in<;tintivas, desembo ·a finalmen• te en una inhibición de los impulsos. Pero quere­mos agregar que esta misma observación de lo in tin a es el tefü]tado de una jnhibi ~Íón tem· prana de aquéllo. "o existiría~ i en la memoria no

. on rvar~n rastros _de la forma en que el am· bien~ ~eaco~maba a cu~i:as expresiones imp iv con mdignac n, con en JO o con pérdida del amor .. Perro ta~me u des olver a n stro ej mplo o • e.reto: si }'O me hago ·n e&t room nto con íen t~ en . erta forma, de m · m<Himj ntü y mi '-OZ

~izo lo que . J~ama n ir~glé hacer e selfconlt> aous, ~te t1mi nto adqu ere citrt.a ira .. n i

ta reacoón se a ~rcaria ráp.dam nte a Ja de

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36 THEO

Pero ahora sabemo qui én '! ~ L yo obs V UlO. 1 J J· J rHfr <lor: es el objeto in t royeua< en · yo. '1

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. 6 en dos parte <le la obscr va< . .l<>J cnoops( .. esc1 J n . . , d , J - 0 qui a. Se explica por la introy "C wn e ::i per!' na educadora, n el yo; 1 yo que ob xva. e l sobre. viviente de la mad1e observadora o d ·I padre. Scgu 1·amente asocian u ted s ahora, a raíz de · t · razo­namiento,. la gé i de la creencia r lig:io ~ ·n 1. omni · ici· de Dio , a nuestra creen ·1a infantil d q e Dios todo 1o e.

Acá nlaza el segundo hecho su l 1 ayado por n.o otro ; e ta autoo rvaó6n ·s tá t.cm p ranarn · bajo 1 jgno de una crítica primitiva d sí mismo, má aún I arte de ahí, y esta autocrí tic:a la . n­tinuación d la crítica de los dem:.1. s. •reud expu en una opart nidad que la ob erva :ión de Jos ün· UUJ~, e d cir, la percepción íntrospec..tiva de las propias tendencias in<;tintivas, desembo ·a finalmen• te en una inhibición de los impulsos. Pero quere­mos agregar que esta misma observación de lo in tin a es el tefü]tado de una jnhibi ~Íón tem· prana de aquéllo. "o existiría~ i en la memoria no

. on rvar~n rastros _de la forma en que el am· bien~ ~eaco~maba a cu~i:as expresiones imp iv con mdignac n, con en JO o con pérdida del amor .. Perro ta~me u des olver a n stro ej mplo o • e.reto: si }'O me hago ·n e&t room nto con íen t~ en . erta forma, de m · m<Himj ntü y mi '-OZ

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mourr,ri 'HJf 11 n ·n-dd J adt ·

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·n 1 ovoR

, l· <lllC Cl •} - , l upervo. ' 1 n. e · 1 J'J an e h é ce

v ntarla. nato e (Tenio·o abb • o .

.ªY da a le .. CÓMO SE LLEGA A SER PSICÓLOGO 4 7

su rgido del complejo de Edipo, y termina omo mé­todo para la investigación y el dominio de esta an­g u s tia de la conciencia.

En el curso <le este estudio sobre la partió pa ión, que al ~uperyó y a la conciencia les corresponden en él origen y en el desanollo de la psicología, he­mos tropezado nuevamente con el hecho de que el h01nbre vive ha ta der o grado -rebasancfo~ en dos dir~cciones, las condicione5> básicas de su vida psí­quica: negando, por un lado, sus emociones libidi­nosas y hastiles, y negando por otra parte, el pa­pel que en su vida p íquica desempeñan los senti­mientos procedentes del superyó. ¿Vamos a ~rmi­tirnos ahora un vistazo fugaz a cierta crítica del p i­coanálisí ? De de determinado sector se ha Yepro­chado a los anali t::i -todo u stedes lo han e. 'peri­mentado-, que la de tacada importancia que con­cedemos a la sexualidad en la ·ida psíquica e l:i emanación de un pensamiento :ucio • la ivo . Por supue to. no entraremo a con iderar la e e ncía de esta críti a, ni tampoco la de cierta concepción. que parece re !amar al psicól go a quien nada humano debiera serle extraño, que e "ja por el espíritu in­genuo ele esto ver os:

Yo oy p equefío .i\.f i corazó1 es limpio:

7cZdie debe e. tar en él 1Ud. que je ú .

p. 1·ec e . tr~uio que n o e ha ;a que­el "alor moral ue h 1 ido n ecesario

tigación profunda d lo p-íqui o ~· pa-

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su rgido del complejo de Edipo, y termina omo mé­todo para la investigación y el dominio de esta an­g u s tia de la conciencia.

En el curso <le este estudio sobre la partió pa ión, que al ~uperyó y a la conciencia les corresponden en él origen y en el desanollo de la psicología, he­mos tropezado nuevamente con el hecho de que el h01nbre vive ha ta der o grado -rebasancfo~ en dos dir~cciones, las condicione5> básicas de su vida psí­quica: negando, por un lado, sus emociones libidi­nosas y hastiles, y negando por otra parte, el pa­pel que en su vida p íquica desempeñan los senti­mientos procedentes del superyó. ¿Vamos a ~rmi­tirnos ahora un vistazo fugaz a cierta crítica del p i­coanálisí ? De de determinado sector se ha Yepro­chado a los anali t::i -todo u stedes lo han e. 'peri­mentado-, que la de tacada importancia que con­cedemos a la sexualidad en la ·ida psíquica e l:i emanación de un pensamiento :ucio • la ivo . Por supue to. no entraremo a con iderar la e e ncía de esta críti a, ni tampoco la de cierta concepción. que parece re !amar al psicól go a quien nada humano debiera serle extraño, que e "ja por el espíritu in­genuo ele esto ver os:

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THE DOR REI1t

arece tambi n en ott enfermedade , pero el ale-ap i· ·ó íf~ ·amiento de la desper ona izan n _es espec ico, po.. ~iéndose de manifíe to en determinadas fonnas tí­picas. en ,cuya de crip ión conc~uerdan todos los in-·e tigadores. Natural?1ente. e ?~ten dentro- de los

cuadro típico varia on lndividuales, p~ro ~l que ha visto -numero os ca os de de personahzac16n o, má5 aún. sólo ha estudiado detenida1nente la bi­bliografía, no puede su traer e a la . impresión de la uniformidad de los síntoma ap1tales. Pueden demostrarse fácilmente variaciones de grado y colo­rido en la de per onalización. El extrañamiento li­gero y .fu az no e diferencia m.á& que por grados de la profunda perturbación de la autoconciencia. Por una prolongada ob·ervadón se llega fácilmente a la convicción de que los síntomas, que en los ca­sos gn1ves son muy pronunciados, también existen apena esbozados en los casos leves. La desperso~ lización se diferencia de estados patológicos por cier­tos rasgos. El enfermo no sólo observa su extraña­miento ino que también reconoce el carácter pa­tológico~ o pür lo menos anormal, de es te estado: No solamente comprneba que no siente alegría ni

dolor, amor ni odio sino que también se queja de este e tado, percibiéndolo como un defecto. La per­cepción inmediata y vivaz de los sentimientos y sen­&aciones ha sido sustituida por una autoobservación ~almente aumentada y de una precisión tam­bién anormal.

Iniciemos nuestro e tudio tomando e tos rasgos ~omo punto de partida. Schil er y otros autores han

emostrat\(} nue 1 . . .6 . . i·ue-ba 1 . ,_ a 1nve tigac1 n ob1et1va cornp

a integridad d . s e la percepoón n estos enfen ° ·

OÓM SE LLEGA A SER P SICÓLOGO

L s reac iones afe tivaS- na tura les de la mímica, pos­tura, etc., demue tran claramente que no puede ha­blarse en absoluto de una carencia completa de sen­saciones y sentimientos. Sín embargo, debemos dar crédito a los enfermos: reflejan en la descripción de su introspección algo verdadero,. algo realmente w­cibido.

¿Encontramos, por consiguiente, en la de persona­lización una disminución real de ensaciones y sen­timiento ? í y no. No cabe duda de que se u·ata de una di minución de la intensidad de los senti­mientos y afectos, como también del interé vivaz ditigido al ambiente, si nos referimos a la vida aní­mica consciente. Pero estos e tados no se basan en una disminución de las. catexis afectivas, sino, por el contrario; en un aumento.

El análisis demuestra que la desper onalización e un estado psíquico particular en el ual el yo trata de sustraerse a un ataque violento o a una supremacía de determinadas vivencia . Se trata, por lo t an to, de un intento de huida del individuo fren­te a entimientos afecto para afrontar lo cuales el yo no e con idera suficientemente fuerte. La si­tuación anímica, en lo que respe ta a la riqu za o pobreza de sentimiento , puede ar~ t izar e con <:l ejemplo iguiente: un hombre pudiente ha es ondi­do u dinero, quejáudo~e ah ra de b pobreza mi­seria que tiene que sufrir. Podem ~ agregar que ha olvidado el escondite o que é, te · tf:"mporanamen­te inacce~ible. ¿No corre p n "U lamento actual a los he ho ? ¿No e te h rnbr re3.lment pobre? En realidad es un p bre ri o.

1 contr te entr un. disminu i n on iente, ex-

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THE DOR REI1t

arece tambi n en ott enfermedade , pero el ale-ap i· ·ó íf~ ·amiento de la desper ona izan n _es espec ico, po.. ~iéndose de manifíe to en determinadas fonnas tí­picas. en ,cuya de crip ión conc~uerdan todos los in-·e tigadores. Natural?1ente. e ?~ten dentro- de los

cuadro típico varia on lndividuales, p~ro ~l que ha visto -numero os ca os de de personahzac16n o, má5 aún. sólo ha estudiado detenida1nente la bi­bliografía, no puede su traer e a la . impresión de la uniformidad de los síntoma ap1tales. Pueden demostrarse fácilmente variaciones de grado y colo­rido en la de per onalización. El extrañamiento li­gero y .fu az no e diferencia m.á& que por grados de la profunda perturbación de la autoconciencia. Por una prolongada ob·ervadón se llega fácilmente a la convicción de que los síntomas, que en los ca­sos gn1ves son muy pronunciados, también existen apena esbozados en los casos leves. La desperso~ lización se diferencia de estados patológicos por cier­tos rasgos. El enfermo no sólo observa su extraña­miento ino que también reconoce el carácter pa­tológico~ o pür lo menos anormal, de es te estado: No solamente comprneba que no siente alegría ni

dolor, amor ni odio sino que también se queja de este e tado, percibiéndolo como un defecto. La per­cepción inmediata y vivaz de los sentimientos y sen­&aciones ha sido sustituida por una autoobservación ~almente aumentada y de una precisión tam­bién anormal.

Iniciemos nuestro e tudio tomando e tos rasgos ~omo punto de partida. Schil er y otros autores han

emostrat\(} nue 1 . . .6 . . i·ue-ba 1 . ,_ a 1nve tigac1 n ob1et1va cornp

a integridad d . s e la percepoón n estos enfen ° ·

OÓM SE LLEGA A SER P SICÓLOGO

L s reac iones afe tivaS- na tura les de la mímica, pos­tura, etc., demue tran claramente que no puede ha­blarse en absoluto de una carencia completa de sen­saciones y sentimientos. Sín embargo, debemos dar crédito a los enfermos: reflejan en la descripción de su introspección algo verdadero,. algo realmente w­cibido.

¿Encontramos, por consiguiente, en la de persona­lización una disminución real de ensaciones y sen­timiento ? í y no. No cabe duda de que se u·ata de una di minución de la intensidad de los senti­mientos y afectos, como también del interé vivaz ditigido al ambiente, si nos referimos a la vida aní­mica consciente. Pero estos e tados no se basan en una disminución de las. catexis afectivas, sino, por el contrario; en un aumento.

El análisis demuestra que la desper onalización e un estado psíquico particular en el ual el yo trata de sustraerse a un ataque violento o a una supremacía de determinadas vivencia . Se trata, por lo t an to, de un intento de huida del individuo fren­te a entimientos afecto para afrontar lo cuales el yo no e con idera suficientemente fuerte. La si­tuación anímica, en lo que respe ta a la riqu za o pobreza de sentimiento , puede ar~ t izar e con <:l ejemplo iguiente: un hombre pudiente ha es ondi­do u dinero, quejáudo~e ah ra de b pobreza mi­seria que tiene que sufrir. Podem ~ agregar que ha olvidado el escondite o que é, te · tf:"mporanamen­te inacce~ible. ¿No corre p n "U lamento actual a los he ho ? ¿No e te h rnbr re3.lment pobre? En realidad es un p bre ri o.

1 contr te entr un. disminu i n on iente, ex-

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THEOD R RE K 4 -

~ 1

enf-·"'ida de la fue1 la afect.i a, )r l co-pre ad~. a1n LLL 1_ l -

. . . 1º11consciente del u er ~a<. t r de que n ro1 t?" to f

1 a rea ión del ·o ren te a un aumenc

tr [ e un d 1 b . o d~l

3f et que ' te no plle. ~ a orar tiene oino

. encía aquella " panen i ele l o also y arti-onse H . 'bl ,, l ·1

f. . difícilmente d s np i e u d r) que 1 1 o, . d 1 d

prmocan las maníf tacio~~~ e a e~per onaliza-ión. La experiencia ~n~ htica .h a demo trado que

1a de·penmnalización_ iempre· tiene e m? punt de arranque una ·d 1enc1a gra e o un conflicto psíqui-

0 que no puede ~ominar : (re~usamien~o interno

0 externo). e deci:. una i: Cia que uéne como

condición un e.xce ivo de phegue de afe to. De tal manera. fa manife tacione de despersonalización se pr sentan con especial frecuencia y muy- típica­mente en un determinado estado intermedio del conflicto de am bivalen cia . Veamos un ejemplo: una joven señora, que se encontraba en tratamiento ana­lítico, oscilaba entre fuertes- sentimientos ho-stile& con cientes y entimientos amorosos inconsciente& hacia su marido, conflicto que se exacerbó- durante el análisi . Por haber sufrido excesivam-ente duran­te s~ matrimonio, causa por-la que &e separó de su mando,. cr?a tener todo Jos motiv_os para recordar­lo con odio y amargura. Pe:ro en su inconsciente e-0nse~aba el recuerdo de la época feliz anterior al casamiento y del primer año de matrimonio. '.Aún a~aba a su marido y deseaba vivir con él. Cons--1entemen t • , • e ex1stian solo tendencias hostiles y de

rechazo haci '1 . ª e y sus parientes, que perturbaron grandemente- el · . . . . matnmon10. Ag1tada por sentl--m1entos tan 'd . . opuestos, había abandonado a su ma-n o vanas vece l . ......____ s, vo Vlendo siem re de nuevo a él.

CÓMO 'E LL CA A SER ~ 1 ÓLOC.O .55

i~, h~1ent . se para una vez má , por ue le pa­rec1 ~ n ipos1ble la convi en ·ia por dive ·sa ircuns­tanCia . El ':11:1ento del conflicto que apareció du­rant~ l análI l e taba condi iona o pór la drcun _ tan ia que lo sentimient in onscientes se a{;erca­b~n al plano con~dente. A u vez fueron moviliza. da . todas la~ .re i~tencias para evitar u irrupcion hacia la conciencia. En el punto culmínante de estos estados de excitación, aparece un e tado de despersonalización característico, que pre enta casi todos los síntomas línico de este pade iiniento. Los elementos más patentes de los cuales ~e quejaba la enferma eran el extrañamiento del yo y 5U completa falta de interés y sentimientos.

i:an~~ en éste com? en otros estados de despers0-nahzac1on, que con tituyeron el re ultado de o cila­dones de ambivalencia, extraordinariamente refo -zados d:irante el análisis, se llegó a aber que la p i­cogénes1s de la despersorntlización era odetermina­da. par la eficacia de mecanismós de de plazamiento y generalización. El retiro de la libido a la cua1 Nun~erg con razón considera como condición pri­n10rd1al de la despersonalización, comenzó n un momento determinado de la rela ión con el mari­do, siendo desplazada dicha libido sobte objetos y circunstancias relacionadas con é te e tendiéndo­se siempre más, hasta invadir por ompleto todos los aspectos e la vida de la enferma. Por el hécbo de relacionar inconscientemente p rsonas y objeto on su marido, llegó a desplazar su supue ta carenda de sentimiento e interés a us niño su hogar, sus ami tades, etc. Todo le parecía estar sin contenido sin personalidad. Ella misma no podía percibir i

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THEOD R RE K 4 -

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enf-·"'ida de la fue1 la afect.i a, )r l co-pre ad~. a1n LLL 1_ l -

. . . 1º11consciente del u er ~a<. t r de que n ro1 t?" to f

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. encía aquella " panen i ele l o also y arti-onse H . 'bl ,, l ·1

f. . difícilmente d s np i e u d r) que 1 1 o, . d 1 d

prmocan las maníf tacio~~~ e a e~per onaliza-ión. La experiencia ~n~ htica .h a demo trado que

1a de·penmnalización_ iempre· tiene e m? punt de arranque una ·d 1enc1a gra e o un conflicto psíqui-

0 que no puede ~ominar : (re~usamien~o interno

0 externo). e deci:. una i: Cia que uéne como

condición un e.xce ivo de phegue de afe to. De tal manera. fa manife tacione de despersonalización se pr sentan con especial frecuencia y muy- típica­mente en un determinado estado intermedio del conflicto de am bivalen cia . Veamos un ejemplo: una joven señora, que se encontraba en tratamiento ana­lítico, oscilaba entre fuertes- sentimientos ho-stile& con cientes y entimientos amorosos inconsciente& hacia su marido, conflicto que se exacerbó- durante el análisi . Por haber sufrido excesivam-ente duran­te s~ matrimonio, causa por-la que &e separó de su mando,. cr?a tener todo Jos motiv_os para recordar­lo con odio y amargura. Pe:ro en su inconsciente e-0nse~aba el recuerdo de la época feliz anterior al casamiento y del primer año de matrimonio. '.Aún a~aba a su marido y deseaba vivir con él. Cons--1entemen t • , • e ex1stian solo tendencias hostiles y de

rechazo haci '1 . ª e y sus parientes, que perturbaron grandemente- el · . . . . matnmon10. Ag1tada por sentl--m1entos tan 'd . . opuestos, había abandonado a su ma-n o vanas vece l . ......____ s, vo Vlendo siem re de nuevo a él.

CÓMO 'E LL CA A SER ~ 1 ÓLOC.O .55

i~, h~1ent . se para una vez má , por ue le pa­rec1 ~ n ipos1ble la convi en ·ia por dive ·sa ircuns­tanCia . El ':11:1ento del conflicto que apareció du­rant~ l análI l e taba condi iona o pór la drcun _ tan ia que lo sentimient in onscientes se a{;erca­b~n al plano con~dente. A u vez fueron moviliza. da . todas la~ .re i~tencias para evitar u irrupcion hacia la conciencia. En el punto culmínante de estos estados de excitación, aparece un e tado de despersonalización característico, que pre enta casi todos los síntomas línico de este pade iiniento. Los elementos más patentes de los cuales ~e quejaba la enferma eran el extrañamiento del yo y 5U completa falta de interés y sentimientos.

i:an~~ en éste com? en otros estados de despers0-nahzac1on, que con tituyeron el re ultado de o cila­dones de ambivalencia, extraordinariamente refo -zados d:irante el análisis, se llegó a aber que la p i­cogénes1s de la despersorntlización era odetermina­da. par la eficacia de mecanismós de de plazamiento y generalización. El retiro de la libido a la cua1 Nun~erg con razón considera como condición pri­n10rd1al de la despersonalización, comenzó n un momento determinado de la rela ión con el mari­do, siendo desplazada dicha libido sobte objetos y circunstancias relacionadas con é te e tendiéndo­se siempre más, hasta invadir por ompleto todos los aspectos e la vida de la enferma. Por el hécbo de relacionar inconscientemente p rsonas y objeto on su marido, llegó a desplazar su supue ta carenda de sentimiento e interés a us niño su hogar, sus ami tades, etc. Todo le parecía estar sin contenido sin personalidad. Ella misma no podía percibir i

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T. I.EO OR REI •

pJ er ni dolor. Aparentemente, una au.toob er-va. cion ar nte de af ect l eem lazo a lo. r¡ a e sen. timiento antedore . Es posible est.udi r la j .a ia psíquica de la labor de desplaza.m1~nt., y generali­zación en cada caso e desper ona11zac1 n. durante la r alíza ión del análisi . Se llega a elaborar una

ran parte de lo psicológi amente nign átk de los f nómeno de despersonalización por medio de es.­te camino, es decir, descubriendo los mecanismos de de plazamiento y reduciendo la desper onaliza. ción a 5u parte medular, a la diver as vivencia de la uale ha partido primitivamente. En esta for. ma llegan a adquirir importancia las relacione.s a ociativas y afectiva que son demostrables por la generalización de la de per onalización. Puede reco­nocerse como motivo de tal de plazamiento el sen­timiento inconM:iente: ¡qué interés puedo tener yo en esto o en lo de más allá, en tal asunto o en tal otro,. si no me interesa aquello que me resulta lo má importante? -ros encontramos por primera vez con elementos psicológicos comunes entre la des.­~nonalización ~ la neurosis obsesiva. La perturba­~on de ~a ~apaadad amatoria conduce en la neuro-IS obse ~va a la duda, la cual, finalmente, lo invade

todo, ~1entras que en la despersonalización ocurre un r~uro de la catexis libidinosa, que en últi.rnD término e e t' d i. x ien e a todas las personas y relacio-

I

Ó O SE L ~GA A SER PSJCÓT ... DCO 57

. ,L pr irr~er a.se de la cle~per ona izacieón apare· ~w i entma e me perada ente, después de habe

alcanza o nu tra enferma el máximo del confücto de ~m ivalen ia. D rante el e uso del anális1se tuvo vanas fases de de pe sonalización. ra como ~i este estado caracterizara la inver-ión rperipetia) de los e tados de excitación. Se quejaba de la carencia de tod~ se~tim:iento e jnte~és, de su indiferencia y ex­tranam1ento de su ambiente. El el mento p:sicológi­co central era una autoobservación en apariencia n:uy aguda, carente de afecto. Le daba la impre .. ~16n de haberse convertido en un laboratorio de oh-

otr~s neurosis. • i siquiera tenemos descripcione buenas, es d~cu, detalla.das, de l~s manifestaciones de de personaliza­ción, por más aclaraciones que nos umíni tran lo cas s descritos por childer, unberg, Oesterreich, etcétera.

El pare ido entre el igniíicado latente de íntomas bse­siv<>s aislados y de síntomas de despersonalización aislado , 11.ega muc~~s vec~ hast!1 detalles ínfimo-. in una inve tiga­c1ón anah~rca es . imposible la compren ión e la lógica in­manente, mconsc1~te, común a ambo productos p íquicos4

Compárese, por e1emplo. la estructura · el contenido de ]a­oraciones siguiente , que parafra ean 1 entido latent in­conscíen~e de ~n grupo de síntoma obsesi\os y de un grupa de manüestac10nes de la d personalización; l) o puedo estar seguro i hoy martes o miércoles o i el dinero auténtico o falso, la amida buena o mala · no s.é. si amo a nú mujer. 2) <> es po ·ible que yo tenn interés en i hov es martes o miércol . si el dinero e aut mico o falso la co~ida C:S bue~a o mala i ni iq uie1 puedo intere rme por m1 propta mu1er.

La _siempre r petida afirmaci n de una íntima relación p i. cológica entre la d per na1i ión y el hí teri mo . una de aquella tradiciones agradas, incom pren i les · fal · de los manuale de psiq?iat;ía que siemp e de nuev no pro­ducen profunda adm1rac1ón poi 1 potente spíritu con er. vadar de la cienci .

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T. I.EO OR REI •

pJ er ni dolor. Aparentemente, una au.toob er-va. cion ar nte de af ect l eem lazo a lo. r¡ a e sen. timiento antedore . Es posible est.udi r la j .a ia psíquica de la labor de desplaza.m1~nt., y generali­zación en cada caso e desper ona11zac1 n. durante la r alíza ión del análisi . Se llega a elaborar una

ran parte de lo psicológi amente nign átk de los f nómeno de despersonalización por medio de es.­te camino, es decir, descubriendo los mecanismos de de plazamiento y reduciendo la desper onaliza. ción a 5u parte medular, a la diver as vivencia de la uale ha partido primitivamente. En esta for. ma llegan a adquirir importancia las relacione.s a ociativas y afectiva que son demostrables por la generalización de la de per onalización. Puede reco­nocerse como motivo de tal de plazamiento el sen­timiento inconM:iente: ¡qué interés puedo tener yo en esto o en lo de más allá, en tal asunto o en tal otro,. si no me interesa aquello que me resulta lo má importante? -ros encontramos por primera vez con elementos psicológicos comunes entre la des.­~nonalización ~ la neurosis obsesiva. La perturba­~on de ~a ~apaadad amatoria conduce en la neuro-IS obse ~va a la duda, la cual, finalmente, lo invade

todo, ~1entras que en la despersonalización ocurre un r~uro de la catexis libidinosa, que en últi.rnD término e e t' d i. x ien e a todas las personas y relacio-

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Ó O SE L ~GA A SER PSJCÓT ... DCO 57

. ,L pr irr~er a.se de la cle~per ona izacieón apare· ~w i entma e me perada ente, después de habe

alcanza o nu tra enferma el máximo del confücto de ~m ivalen ia. D rante el e uso del anális1se tuvo vanas fases de de pe sonalización. ra como ~i este estado caracterizara la inver-ión rperipetia) de los e tados de excitación. Se quejaba de la carencia de tod~ se~tim:iento e jnte~és, de su indiferencia y ex­tranam1ento de su ambiente. El el mento p:sicológi­co central era una autoobservación en apariencia n:uy aguda, carente de afecto. Le daba la impre .. ~16n de haberse convertido en un laboratorio de oh-

otr~s neurosis. • i siquiera tenemos descripcione buenas, es d~cu, detalla.das, de l~s manifestaciones de de personaliza­ción, por más aclaraciones que nos umíni tran lo cas s descritos por childer, unberg, Oesterreich, etcétera.

El pare ido entre el igniíicado latente de íntomas bse­siv<>s aislados y de síntomas de despersonalización aislado , 11.ega muc~~s vec~ hast!1 detalles ínfimo-. in una inve tiga­c1ón anah~rca es . imposible la compren ión e la lógica in­manente, mconsc1~te, común a ambo productos p íquicos4

Compárese, por e1emplo. la estructura · el contenido de ]a­oraciones siguiente , que parafra ean 1 entido latent in­conscíen~e de ~n grupo de síntoma obsesi\os y de un grupa de manüestac10nes de la d personalización; l) o puedo estar seguro i hoy martes o miércoles o i el dinero auténtico o falso, la amida buena o mala · no s.é. si amo a nú mujer. 2) <> es po ·ible que yo tenn interés en i hov es martes o miércol . si el dinero e aut mico o falso la co~ida C:S bue~a o mala i ni iq uie1 puedo intere rme por m1 propta mu1er.

La _siempre r petida afirmaci n de una íntima relación p i. cológica entre la d per na1i ión y el hí teri mo . una de aquella tradiciones agradas, incom pren i les · fal · de los manuale de psiq?iat;ía que siemp e de nuev no pro­ducen profunda adm1rac1ón poi 1 potente spíritu con er. vadar de la cienci .

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58 TIIEODOR REIK

• 1 / ""t~ a Esta ircun tancia p rmite er . adón ps1co1ot5 · · . • . d . 1 significado d1nám1co afectivo y eco..

coml?render le estados de desperson. alización: .son nónuco e o . · · fl' · d eaeto arrrnsuc10 en un con icto ele una e pea e e ..s l f. l

· s'quicas opuesta , las cua es 1na mente potencias p I . , . llegan a equilíbrarse. Con la pro ·~cuc10n y repetI-oón del conflicto de ambivalencia en la transf<:-

• ¡.,, llegó "l p· roducirse una nueva despersonab-renc1c1, .... ··0

1 n su punto de partida era la a paren te falta za 1 • 1 ..

de interés y sentimientos frente al aná 1s1s y al ana-lista. La enferma que duran~e mu~~~s semanas. os­cilaba entre una transferencia pos1t1va y negativa, manifestó súbitamente que no sentía ni odio ni amor ni respeto ni desconfianza frente .a mí, sino que vo le resultaba completamente indiferente. Ini­ciab~ ·la sesión analítica diciéndome con tono de aburrimiento; "Todo me resulta indiferente, todo me parece carecer de interés. Pudiera decirle ahora que lo amo o que lo odio y me resultaría igual. Es como si nada me importara". La misma indiferencia la siente con respecto a toda ocupación, toda dis­tracción y aun con respecto a . su propio padeci­miento. Todo lo ob erva, 'Y a sí misma con intensi­dad exagerada. La eJ?ferma se extraña, pues no coro .. prende cómo es posible esto, habiendo sido agitada poco antes por sentimientos tan intensos. Otro es­tado de despersonalización aparece .cuando las espe­ranza& de reunirse con su marido son frustradas por u~ ob táculo imprevisto e insalvable. Con anticipa­c~ón a ello estaba llena de proyectos esperando an­swsamente la reunión y siendo capaz de apartar to­das &~s dudas. Al recibir !a noticia de que par mu-cho tiempos ' · . ena 1mpos1ble el encuentro, la desper-

... ÓMO SE LEGA A . ER l'SICÚWGO 59

onali.ladón se presentó brm amente. El mecanismo de desplazamien'to y genern.lizadón, ya descrito, en­tró nuevamente en ac ión. Aunque el motivo fue exterior e independientemente de su propia volun­tad, posiblemente no se hubiese llegado a la de per­sonalización si el rehusamiento exterior no hubiese

_estado relacionado a la hostilidad, aún eficaz, con­tra su marido. La observación nos permite llegar a la conclusión de que, en general, existen relaciones íntimas entre la ambivalencia y la despersonaliza­ción~ y que en primer término una inclinación ha­da la ambivalencia, constitucionalmente determina­da y reforzada por vivencias infantiles, umm1stra el terreno para los .estados de despersonalización. La ambivalencia naturalmente no es la única condición psicológica de la despersonalización 2• La "oposi-

2 La ruptura afectiva con el propio pasa<lo, así como el proceso defensivo pro ocado por I a<:ercamiento a él, o a elementos que le pertenecen, determinan condiciones p ico~ lógicas favorables para la aparición de la despersonalización_ Un enfermo caía en estado de despersonalización en uanto su yo debía aceptar una parte del pasado . Toda las veces que pensaba en su ·propia infancia se producía una tra~a afectiva (Gefuehlssperre) durante la cual no podía cónGebir que ese yo fuera el suyo mimo o se decía que ese yo sería otra persona. Una enferrna, que sufrió ':1º~ profunda modi­ficación de su carácter después del falle im1ento de una her­mana, demostraba durante el aná1isis ra go de de per ona~ lización cada vez. que apare 'an recuerdos de aquella época de la infancia. Frente a sa época s ' ntía como una extra­ña, afirmando que ese pasad no era el s~yo. Otra en!enna que anhelaba a determinado hombre, realizaba fant~1as se­xuale cuando éste se at1 entaba, mostrando en cambio una de personalización .p3rcial cua?do e encon~ra?a ante ~l. L_a sen ación de una carencia de interés y sentimiento la domi­naba por co~pleto en sta ituación. Simultáneamente ap~ ·

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• 1 / ""t~ a Esta ircun tancia p rmite er . adón ps1co1ot5 · · . • . d . 1 significado d1nám1co afectivo y eco..

coml?render le estados de desperson. alización: .son nónuco e o . · · fl' · d eaeto arrrnsuc10 en un con icto ele una e pea e e ..s l f. l

· s'quicas opuesta , las cua es 1na mente potencias p I . , . llegan a equilíbrarse. Con la pro ·~cuc10n y repetI-oón del conflicto de ambivalencia en la transf<:-

• ¡.,, llegó "l p· roducirse una nueva despersonab-renc1c1, .... ··0

1 n su punto de partida era la a paren te falta za 1 • 1 ..

de interés y sentimientos frente al aná 1s1s y al ana-lista. La enferma que duran~e mu~~~s semanas. os­cilaba entre una transferencia pos1t1va y negativa, manifestó súbitamente que no sentía ni odio ni amor ni respeto ni desconfianza frente .a mí, sino que vo le resultaba completamente indiferente. Ini­ciab~ ·la sesión analítica diciéndome con tono de aburrimiento; "Todo me resulta indiferente, todo me parece carecer de interés. Pudiera decirle ahora que lo amo o que lo odio y me resultaría igual. Es como si nada me importara". La misma indiferencia la siente con respecto a toda ocupación, toda dis­tracción y aun con respecto a . su propio padeci­miento. Todo lo ob erva, 'Y a sí misma con intensi­dad exagerada. La eJ?ferma se extraña, pues no coro .. prende cómo es posible esto, habiendo sido agitada poco antes por sentimientos tan intensos. Otro es­tado de despersonalización aparece .cuando las espe­ranza& de reunirse con su marido son frustradas por u~ ob táculo imprevisto e insalvable. Con anticipa­c~ón a ello estaba llena de proyectos esperando an­swsamente la reunión y siendo capaz de apartar to­das &~s dudas. Al recibir !a noticia de que par mu-cho tiempos ' · . ena 1mpos1ble el encuentro, la desper-

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onali.ladón se presentó brm amente. El mecanismo de desplazamien'to y genern.lizadón, ya descrito, en­tró nuevamente en ac ión. Aunque el motivo fue exterior e independientemente de su propia volun­tad, posiblemente no se hubiese llegado a la de per­sonalización si el rehusamiento exterior no hubiese

_estado relacionado a la hostilidad, aún eficaz, con­tra su marido. La observación nos permite llegar a la conclusión de que, en general, existen relaciones íntimas entre la ambivalencia y la despersonaliza­ción~ y que en primer término una inclinación ha­da la ambivalencia, constitucionalmente determina­da y reforzada por vivencias infantiles, umm1stra el terreno para los .estados de despersonalización. La ambivalencia naturalmente no es la única condición psicológica de la despersonalización 2• La "oposi-

2 La ruptura afectiva con el propio pasa<lo, así como el proceso defensivo pro ocado por I a<:ercamiento a él, o a elementos que le pertenecen, determinan condiciones p ico~ lógicas favorables para la aparición de la despersonalización_ Un enfermo caía en estado de despersonalización en uanto su yo debía aceptar una parte del pasado . Toda las veces que pensaba en su ·propia infancia se producía una tra~a afectiva (Gefuehlssperre) durante la cual no podía cónGebir que ese yo fuera el suyo mimo o se decía que ese yo sería otra persona. Una enferrna, que sufrió ':1º~ profunda modi­ficación de su carácter después del falle im1ento de una her­mana, demostraba durante el aná1isis ra go de de per ona~ lización cada vez. que apare 'an recuerdos de aquella época de la infancia. Frente a sa época s ' ntía como una extra­ña, afirmando que ese pasad no era el s~yo. Otra en!enna que anhelaba a determinado hombre, realizaba fant~1as se­xuale cuando éste se at1 entaba, mostrando en cambio una de personalización .p3rcial cua?do e encon~ra?a ante ~l. L_a sen ación de una carencia de interés y sentimiento la domi­naba por co~pleto en sta ituación. Simultáneamente ap~ ·

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THEODOR REIK

ión" de las vivencias, que childer considera .ca.. - 1 lto fimdamental de la despersonalua .. mo un e eme1 · ·ó , ·

.6 d· duci'da Por una observac1 n mas m1-Cl n, que a re .

. 1 ntraste que un instmto sufre por otros nuc10 a, a co · . 1 .b~ ·on"" e ·teriores Los contrastes en el

0 por m n ic1 .... .. • . • _ cn.m o intelectual o perceptivo ~on de tipo secu~-dart. Por consiguiente, parece _que la despe~sonah ..

~6n rece en circunstancias aun no bien. co-z cr apa , . · d f .d ndo un eonflicto entre mstmtos e uer-noc1 ~*wa .

za apro¿·imadamente igual alcanza u~a dete1m1~a· da intensidad 0 ha durado un cierto ueropo. La in-eguridad de lo expres~d~ correspon~d~ al act~a~ es­

tado de nuestros conocumentos anahtu?s·. Q~1~a te­nemos motivo de avergonzarnos de la limJtac1on de

recf<t una autoobservación precisa~ La despersonaliz~dón apa­rece en este caso en calidad de recurso, de hmda de la realidad, pcr no poder realizarse su fantasía, El caso de una enferma americana es parecido. Caía en un e~tad~ de desper· son.añzación mientras se encontraba en la lgles1a. Durante su pubertad perteneció a una d~ .las numerosas. sectas que esperaban su salvación de la aparmón de la Gracia. De ~>lle­nas ganas quería ser creyente, pero sus dudas eran dema iado fuertes. Míentras esperaba inútilmente durante horas en la iglesia la aparición de la grace, ap-arecía un estado de des­personalización con autoscopia. El caso de una pa<:iente que hacía con frecuencia compañía a su madre, gravemente en­ferma, sentándose al la.do de su Jecho, demuestra claramente la relación psíquica con la ambi al~ncia. La niña, de apro­ximadamente trece años, debía en realidad considerar _ como un pnvilegio el permiso de estaT junto a Ja madre, pero pronto se dio cuenta que no le agradahan esos momentos y que -Clóntaba ímpacientemente las horas que pa aba junto al lecho de la enferma. Al darse cuenta de que tenía tales sen· timientos, se asustó profundamente. Siempre que llegaba tarde para visitar a la madre~ aparecía un estado de de perronali· zación pronunciado pero pasajeroJ pues desapa·reda luego len­t~mentc.

dÓ~O SE LLEGA A SER. PSlOÓLOCO 61

nuestro conocimiento, pero no tenemos derecho a ocultarlo. El mismo Schilder confiesa que deséono­cemos los elementos que conducen a que una neu­r?s.is. sea d~minada por el cuadro de la despersona~ hzaoón ~: 'Las obras de Abraham y Nun ber.g que enfocan el cambio de libido (Líbidoumstellwng), es.. clarecen tan escasamente este punto como mis pro­pias observaciones".

Si aceptamós que un conflicto de ambivalenGia ac­tual es una de las situaciones ps.íquicas fundan:ten­tales de las cuales surge la des.personalización, ésta se presenta como estado pasajero de interferencia de dos -tendencias anímicas opuestas de fuerza apro­ximadamente igual. No sería del todo malo deno­minar este estado como ínt,eroalo ocup1lldo) parodian­do otra expresión de la psicopatología. La escasez de sentimientos que aparece durante éste, debe com­prenderse como una manifestación reactiva a. un despliegue máximo de efectos inconscientes·. Veamos un ejemplo: Supongamos que un Estado tenga de­seos vehementes de incorpOTar a su imperio-colonial un trozo de tierra transoceánica. Si otras potencias más fuertes prohiben toda acción tendiente a la in­corporación de dicha porción de tierra1 o se lo im­posibilita la situación interior del mismo Estado, seguramente declarará su desinterés p-0r dicha ad­quisición. Pero ningó.n político es tan inexperto pa­ra considerarla como un serio abandono del propó­sito. Todo el mundo sabe que se trata de una renun-

3 ScHILDER: Entwurf su einer Psychiatrie auf Psychoanaly­tischef' Grundlage (Esbozo de una psiquiatría sobre bues psicoanalíticas). 1925, S. -43.

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ión" de las vivencias, que childer considera .ca.. - 1 lto fimdamental de la despersonalua .. mo un e eme1 · ·ó , ·

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. 1 ntraste que un instmto sufre por otros nuc10 a, a co · . 1 .b~ ·on"" e ·teriores Los contrastes en el

0 por m n ic1 .... .. • . • _ cn.m o intelectual o perceptivo ~on de tipo secu~-dart. Por consiguiente, parece _que la despe~sonah ..

~6n rece en circunstancias aun no bien. co-z cr apa , . · d f .d ndo un eonflicto entre mstmtos e uer-noc1 ~*wa .

za apro¿·imadamente igual alcanza u~a dete1m1~a· da intensidad 0 ha durado un cierto ueropo. La in-eguridad de lo expres~d~ correspon~d~ al act~a~ es­

tado de nuestros conocumentos anahtu?s·. Q~1~a te­nemos motivo de avergonzarnos de la limJtac1on de

recf<t una autoobservación precisa~ La despersonaliz~dón apa­rece en este caso en calidad de recurso, de hmda de la realidad, pcr no poder realizarse su fantasía, El caso de una enferma americana es parecido. Caía en un e~tad~ de desper· son.añzación mientras se encontraba en la lgles1a. Durante su pubertad perteneció a una d~ .las numerosas. sectas que esperaban su salvación de la aparmón de la Gracia. De ~>lle­nas ganas quería ser creyente, pero sus dudas eran dema iado fuertes. Míentras esperaba inútilmente durante horas en la iglesia la aparición de la grace, ap-arecía un estado de des­personalización con autoscopia. El caso de una pa<:iente que hacía con frecuencia compañía a su madre, gravemente en­ferma, sentándose al la.do de su Jecho, demuestra claramente la relación psíquica con la ambi al~ncia. La niña, de apro­ximadamente trece años, debía en realidad considerar _ como un pnvilegio el permiso de estaT junto a Ja madre, pero pronto se dio cuenta que no le agradahan esos momentos y que -Clóntaba ímpacientemente las horas que pa aba junto al lecho de la enferma. Al darse cuenta de que tenía tales sen· timientos, se asustó profundamente. Siempre que llegaba tarde para visitar a la madre~ aparecía un estado de de perronali· zación pronunciado pero pasajeroJ pues desapa·reda luego len­t~mentc.

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nuestro conocimiento, pero no tenemos derecho a ocultarlo. El mismo Schilder confiesa que deséono­cemos los elementos que conducen a que una neu­r?s.is. sea d~minada por el cuadro de la despersona~ hzaoón ~: 'Las obras de Abraham y Nun ber.g que enfocan el cambio de libido (Líbidoumstellwng), es.. clarecen tan escasamente este punto como mis pro­pias observaciones".

Si aceptamós que un conflicto de ambivalenGia ac­tual es una de las situaciones ps.íquicas fundan:ten­tales de las cuales surge la des.personalización, ésta se presenta como estado pasajero de interferencia de dos -tendencias anímicas opuestas de fuerza apro­ximadamente igual. No sería del todo malo deno­minar este estado como ínt,eroalo ocup1lldo) parodian­do otra expresión de la psicopatología. La escasez de sentimientos que aparece durante éste, debe com­prenderse como una manifestación reactiva a. un despliegue máximo de efectos inconscientes·. Veamos un ejemplo: Supongamos que un Estado tenga de­seos vehementes de incorpOTar a su imperio-colonial un trozo de tierra transoceánica. Si otras potencias más fuertes prohiben toda acción tendiente a la in­corporación de dicha porción de tierra1 o se lo im­posibilita la situación interior del mismo Estado, seguramente declarará su desinterés p-0r dicha ad­quisición. Pero ningó.n político es tan inexperto pa­ra considerarla como un serio abandono del propó­sito. Todo el mundo sabe que se trata de una renun-

3 ScHILDER: Entwurf su einer Psychiatrie auf Psychoanaly­tischef' Grundlage (Esbozo de una psiquiatría sobre bues psicoanalíticas). 1925, S. -43.

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fi4 'l'HEODOR REIK

jant matices. En cambio, los enfermos, cuyo d re. cho a interesarse por sus propios estados p íqui os no pueden discutir e, demo traron una excelente comp ensión de la& diferencias de ambas situacione psíquicas. Un enfermo con desper onalización, que tu e oportunidad de ob ervar pudo omprobar en sí mismo ambos estados y no los mezclaba ni lo con­fundía en sus descripcione&. Denominaba la forma caiacterizada por un alejamiento y falsedad de sen­timientos <:on auto copia, como un estado de "mirar­se u ob ervar e a sí mismo" o, con mucha mayor exactitud, como "despersonalización de los .senti· miento u. La otra forma, la de completa carencia de sentimientos e interés, la designó corno "rigidez de sentimientos". Efectivamente1 es recomendable, tan­to por motivos diagnósticos como pronósticos, dife­renciar ambo~ estados por una terminología exacta. Podemos denominar a la primera forma, Ta más suave, como détachement (del afecto, del interés), re­servando el nombre de despersonalización, en el sen­tido más res~ngido, para el estado del segundo ti­po. La necesidad de marcar el típico estado del d,é­tachement dentro del gran complejo sintomático de la despenonalización, resulta también de la circuns-anci~ ~ que e te. tipo de disposiciÓn puede ser la ttan 1c16-n entre s1 tuaciones psíquicas normales y :anormales. -~>nceptuando, como nosotros, la despersonaliz.a­

a como un mecani~o de defensa ambas formas r: ser explicadas sin díficultad~s, pues sus di-. ~quedan basadas sobre la diversidad de las s1tuac1~ ,.,... · d f ~uicas que las precedieron. Expresa-º en otra orma: la magnitud de la reacción se ex-

ÓM<> Sf!. LLJ< ... GA A S ·- .PSICiJJJ.JGO fi,

te1i()ri1a á po fr if· encía ilm <l· sta'í forra. ~I retiro d la libid ), por ejC;m1,lo, 5e impon tá orno :ea ci0n. a un máx ·roo de 'atcxi de libido bajo la mfluen Ja de un rehusami ·nto ·xtcrno. ~n este o

i h forma de a cfa absoluta de interés apa. é~ erá -en a¡ arienda- súbitame te. 1 a o e la en­

ferma _ue h~ descrit , quien con ·<len ba ímposíble fa onv1ven 1a on ·u marido, penene e, orno ejem~ plo, a la espersonalización en el sentido más res~ tringido. Tal estado orrcspon<le, omparatí amen­t , a una ra 'da de gran al ura que tiene o '>eCUCD­

cias má! graves que una de escasa altura. Pero la rea ción ante una tensión de ambivalencia aumen­tada también puede conducir a esta forma de des.­pers nalízación . La forma exterior que orre p-0nde a un amortiguamiento o al rlétachement, se impon­drá en los casos en que el retiro de libido n o rre bruscamen te ni en la misma medida. E to también hace comprensible la transición de na forma a otra. Habiéndose realizado l retiro de la li id hasta u cierto grado. puede pr <lucirse un inte t de nue '"ª ca exi de é ta, contra cuya catexi se alzar' n b. -táct los intra o extrap :í ui os. La defen a condirio­nada y reacti amente re orzada por ello onduciría finalmente a una amplia ión e inten ifi ación de la despersonaliza ión. La di minu ión o limitación de las manife taciones de de personaliza · ón n sig­no5 de una nue a catexis objetal

Puede comprende e ]a índ le defcn iva de la d personaliza ión .durante la explica .ión analítica de u géne. ¡..,. Los pensaruient0 torturante • ontra lo. uales l enfermo e defendía d rante tanto tiempo on todas u energías, ya p ovocan en-

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jant matices. En cambio, los enfermos, cuyo d re. cho a interesarse por sus propios estados p íqui os no pueden discutir e, demo traron una excelente comp ensión de la& diferencias de ambas situacione psíquicas. Un enfermo con desper onalización, que tu e oportunidad de ob ervar pudo omprobar en sí mismo ambos estados y no los mezclaba ni lo con­fundía en sus descripcione&. Denominaba la forma caiacterizada por un alejamiento y falsedad de sen­timientos <:on auto copia, como un estado de "mirar­se u ob ervar e a sí mismo" o, con mucha mayor exactitud, como "despersonalización de los .senti· miento u. La otra forma, la de completa carencia de sentimientos e interés, la designó corno "rigidez de sentimientos". Efectivamente1 es recomendable, tan­to por motivos diagnósticos como pronósticos, dife­renciar ambo~ estados por una terminología exacta. Podemos denominar a la primera forma, Ta más suave, como détachement (del afecto, del interés), re­servando el nombre de despersonalización, en el sen­tido más res~ngido, para el estado del segundo ti­po. La necesidad de marcar el típico estado del d,é­tachement dentro del gran complejo sintomático de la despenonalización, resulta también de la circuns-anci~ ~ que e te. tipo de disposiciÓn puede ser la ttan 1c16-n entre s1 tuaciones psíquicas normales y :anormales. -~>nceptuando, como nosotros, la despersonaliz.a­

a como un mecani~o de defensa ambas formas r: ser explicadas sin díficultad~s, pues sus di-. ~quedan basadas sobre la diversidad de las s1tuac1~ ,.,... · d f ~uicas que las precedieron. Expresa-º en otra orma: la magnitud de la reacción se ex-

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ferma _ue h~ descrit , quien con ·<len ba ímposíble fa onv1ven 1a on ·u marido, penene e, orno ejem~ plo, a la espersonalización en el sentido más res~ tringido. Tal estado orrcspon<le, omparatí amen­t , a una ra 'da de gran al ura que tiene o '>eCUCD­

cias má! graves que una de escasa altura. Pero la rea ción ante una tensión de ambivalencia aumen­tada también puede conducir a esta forma de des.­pers nalízación . La forma exterior que orre p-0nde a un amortiguamiento o al rlétachement, se impon­drá en los casos en que el retiro de libido n o rre bruscamen te ni en la misma medida. E to también hace comprensible la transición de na forma a otra. Habiéndose realizado l retiro de la li id hasta u cierto grado. puede pr <lucirse un inte t de nue '"ª ca exi de é ta, contra cuya catexi se alzar' n b. -táct los intra o extrap :í ui os. La defen a condirio­nada y reacti amente re orzada por ello onduciría finalmente a una amplia ión e inten ifi ación de la despersonaliza ión. La di minu ión o limitación de las manife taciones de de personaliza · ón n sig­no5 de una nue a catexis objetal

Puede comprende e ]a índ le defcn iva de la d personaliza ión .durante la explica .ión analítica de u géne. ¡..,. Los pensaruient0 torturante • ontra lo. uales l enfermo e defendía d rante tanto tiempo on todas u energías, ya p ovocan en-

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timi nto algun . Ha u traído I ·1f to .· agerado a 1 p n a1 iento qu n es er n u ca acterí tica 6. El enf rmo ·e. n cierto m d n pensar y ' ste .se

e arr 11 ah a en trna fon11a utomática, como si pro ini ra de un düco fonoaráfico e:x.i ten te en su int rior. E evíde te que no se han interpretado co-re t mente los mecanismo -p íquicos de esta parti­

<:ular tivid<'. d de lo pen amientos al designárselos como fuga de idea , en el entido corriente. Sin em~ baro-o, d de detern1inado punto de vista, no podría objetar e nada contra esta denonlinación. En reali­d d. deberíamos arriesgarnos a interpretar esta fu­ga de idea e.~ a tamente como lo contrario de lo que los p iqufatras comprenden por ella: la fuga o la huida ante una o varias ideas.

En determinado .a o se llega a una inhibición del proce o del pen ar, durante el cual los enfermos se quejan de no er capaces de pensar. La relación de e te íntoma con las perturbacione análogas de la neurosis ob e iva es patente. Una enferma que durante un período de de personalización se daba cuenta de u falta de ínter 's también fr nte a la in­capacidad mencionada lo e plicaba de la siguiente manera: .. Es mejor que no piense. pürque si no ten­d ía q u p n ar demasiad o u. Esta enferma, de la eual ya hemos hablado ante , compn1eba un buen día que ya no piensa en su marido, despué~ de que

pen amiento estuvieron ocupados durante me­se& él. De tal manera comienza su de personali­a.ao~ que progresivamente fue desplazándose so-

. ~nza entre esta po ición frente a la ideas pro-~~i.1a Plftlim afectiva de los neuróticos obsesivos es

ÓMO SE LLEGA A SER PSICÓLOGO 67

bre el resto de sus intereses hasta tal grado, que más adelante manifiesta que no piensa nada ni "en na­da" 7. En cierta oportunidad manifestó la enferma en uno de los estados- de transición entre la de~pet­sonaliza ión y una nueva catexis objetat que su fal .. ta de afecto o interés ya no Je extrañaba, porque en estos últimos tiempos le habían ocurrido muchas co as dolorosa&. Y agrega, con esta comprensión psí­colóo-ica particular propia de este tipo de enfermos:

o . 1 "No sentir más nada~ esto es bueno". Era espeoa -mente fácil observar en este caso la eficacia de las tendencias de desplazamiento y generalización .. Un enfermo, cuya despersonalización ro~y. pronunc1~~a comenzó poco despué~ de haber reab1do la notloa de que su padre estaba gravemente enferm~, mas.­traba simultáneamente a una total falta de mterés y una extraordinaria autoobservación, que se exte~­-día hasta los detalles más insignificantes de su acn~ vidad, aquella característica inhibición del pensar, que aparentemente le imposibilitaba para pensar. Siempre manife taba que ni durante el aná~ Iisi~, en el cual se mostraba casi apático, ni fue­ra de él, pensaba en nada. Es{;uchaba e? fo_rma cor­té pero sin participar en ella , las explicaciones pa­ra hacerle comprender la rela~ión ~~tre su conducta actual, aquella noticia y la d1 po _1c1ón _de u trans­ferencia. Finalmente se logró la i~rupc1ón a~ ceder el enfermo a mi presión en ~ terminado senudo:. Le propuse, aplicando un . onseJO de Freu~, que ~1 )ese aquello que menos le m tere ara, lo m.:í.s a~sm do o lo roá traído por lo cab llos. La cont stac1ón, des-

7 La" irrupci '.l , analíticamen e demo ~rable , a través de este "no p nsar" se referían todas al marido.

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timi nto algun . Ha u traído I ·1f to .· agerado a 1 p n a1 iento qu n es er n u ca acterí tica 6. El enf rmo ·e. n cierto m d n pensar y ' ste .se

e arr 11 ah a en trna fon11a utomática, como si pro ini ra de un düco fonoaráfico e:x.i ten te en su int rior. E evíde te que no se han interpretado co-re t mente los mecanismo -p íquicos de esta parti­

<:ular tivid<'. d de lo pen amientos al designárselos como fuga de idea , en el entido corriente. Sin em~ baro-o, d de detern1inado punto de vista, no podría objetar e nada contra esta denonlinación. En reali­d d. deberíamos arriesgarnos a interpretar esta fu­ga de idea e.~ a tamente como lo contrario de lo que los p iqufatras comprenden por ella: la fuga o la huida ante una o varias ideas.

En determinado .a o se llega a una inhibición del proce o del pen ar, durante el cual los enfermos se quejan de no er capaces de pensar. La relación de e te íntoma con las perturbacione análogas de la neurosis ob e iva es patente. Una enferma que durante un período de de personalización se daba cuenta de u falta de ínter 's también fr nte a la in­capacidad mencionada lo e plicaba de la siguiente manera: .. Es mejor que no piense. pürque si no ten­d ía q u p n ar demasiad o u. Esta enferma, de la eual ya hemos hablado ante , compn1eba un buen día que ya no piensa en su marido, despué~ de que

pen amiento estuvieron ocupados durante me­se& él. De tal manera comienza su de personali­a.ao~ que progresivamente fue desplazándose so-

. ~nza entre esta po ición frente a la ideas pro-~~i.1a Plftlim afectiva de los neuróticos obsesivos es

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bre el resto de sus intereses hasta tal grado, que más adelante manifiesta que no piensa nada ni "en na­da" 7. En cierta oportunidad manifestó la enferma en uno de los estados- de transición entre la de~pet­sonaliza ión y una nueva catexis objetat que su fal .. ta de afecto o interés ya no Je extrañaba, porque en estos últimos tiempos le habían ocurrido muchas co as dolorosa&. Y agrega, con esta comprensión psí­colóo-ica particular propia de este tipo de enfermos:

o . 1 "No sentir más nada~ esto es bueno". Era espeoa -mente fácil observar en este caso la eficacia de las tendencias de desplazamiento y generalización .. Un enfermo, cuya despersonalización ro~y. pronunc1~~a comenzó poco despué~ de haber reab1do la notloa de que su padre estaba gravemente enferm~, mas.­traba simultáneamente a una total falta de mterés y una extraordinaria autoobservación, que se exte~­-día hasta los detalles más insignificantes de su acn~ vidad, aquella característica inhibición del pensar, que aparentemente le imposibilitaba para pensar. Siempre manife taba que ni durante el aná~ Iisi~, en el cual se mostraba casi apático, ni fue­ra de él, pensaba en nada. Es{;uchaba e? fo_rma cor­té pero sin participar en ella , las explicaciones pa­ra hacerle comprender la rela~ión ~~tre su conducta actual, aquella noticia y la d1 po _1c1ón _de u trans­ferencia. Finalmente se logró la i~rupc1ón a~ ceder el enfermo a mi presión en ~ terminado senudo:. Le propuse, aplicando un . onseJO de Freu~, que ~1 )ese aquello que menos le m tere ara, lo m.:í.s a~sm do o lo roá traído por lo cab llos. La cont stac1ón, des-

7 La" irrupci '.l , analíticamen e demo ~rable , a través de este "no p nsar" se referían todas al marido.

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8

pu de un momento fue: "El de umbe del 1 río -hino '. Pos1bleme1 te pensaba qu e ta m~ .

• r. l . de ; h asocia C1on tan e1ana me mostr 1a a qra claramen t 1 · ridfoul - de mi intento. Sin mbargo -llev' a sue 0

_ cu~rtl0 9ue -él mismo me había re atado en u~: oportunidad -que su _padre estuvo -durante far tiempo en la China con10- médi o joven, aparecie~ do allí lo primeros síntomas <lel padecimiento que más adelante se agravara tanto. D~spués. de esto la desper onalización di minuyó rápidamente durante a elaboración analítica de la _ ambivalencia, au-

- mentaaa en forma actual. La relación entre la des­personalización y las manifestaciones obsesivas se pone~ también de manifiesto en otra forma, duran­Je el análisis de 1as quejas del d@sper onalizado. Una enfe~a de Sdüider mencionaba, para demostrar u carena.a de sentimientos, ~!ltre otras cosas, que en su estado actual no sentiría los menores celos aun-. ' que su mando besara en su .presencia a den mu je-re& DesJ??és- de vencer la extrañeza que causa esta abnegat:1on, que po~ lo c?mún no es propia de es­po~~ a~ntes, hubiese sido fácil adivinar que en l~ genes1s de la despersonalización debía haoer te­nido un papel importante la defensa de sentimien­tos d~ celos. Tanto en el análisis. de los enfermos oi:~1vas co~o en el de los despersonalizados se po­

e mamflest0 que ~na queja, o comprobación ª al nasar, o entre otras, contiene la idea fun­

~~~ntal .que conducirá a la explicación de las :eau­otivos del padecimiento.

OÓ fO SE LLEGA A SER PSICÓLOGO 69

III

Presenta ciertas difi ultades- deslíndar las mani­festaciones' de la despersonalización-de otros -estados parecidos. Así, por ejemplo, el duelo patológico y aun el normal-presentan en ciertas fases de su evo-

-lución determinados aspectos que pueden denomi­narse despersonalización. La tensión de ambiv-alen cia que está en el fondo del duelo, explica el pare­cido de estas fases con las de la despersonalización. Pero los rasgos típícos · de la despersonalización no están representados uníformement~ en estos estados psíquicos. Según lo~ casos se encuentra en segundo plano el sentimiento de extrañamiento, la carencia de sentimiento y sensaciones, o la autoobservación. Pero a pes-ar de e to la relación existente entre las manifestaciones de la despersonalización no puede negarse. Es difícil pasar por alto el paxentesco .psi­cológico entre los fenómenos de la _desp~rsonahz-a­eión y los padecimientos neuróticos obseMv?s m~­níacodepresivos, por grande que se~ la d1ferenc1a de los cuadros sintomátisos. Detemunados casos de estados obsesivos presentan la misma aparente .ca­rencia de sentimientos la misma autoobservac1ón tan enormemente aumentada y la misma inhibición del pensar. Áparece en ellos ta:nbién, la . "ensación de la escisión del yo, la ausencia del indice de ac­ti id~d de las tendencias y ~entimien tos. Aquí~ co­mo en la psicología de los procesos maníacodepresi­vos, el conflicto de ambivalencia se reconoce como el centro psicológico del -cual irradian estas mani­festaciones tan extrañas. En otros casos, a u vez

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8

pu de un momento fue: "El de umbe del 1 río -hino '. Pos1bleme1 te pensaba qu e ta m~ .

• r. l . de ; h asocia C1on tan e1ana me mostr 1a a qra claramen t 1 · ridfoul - de mi intento. Sin mbargo -llev' a sue 0

_ cu~rtl0 9ue -él mismo me había re atado en u~: oportunidad -que su _padre estuvo -durante far tiempo en la China con10- médi o joven, aparecie~ do allí lo primeros síntomas <lel padecimiento que más adelante se agravara tanto. D~spués. de esto la desper onalización di minuyó rápidamente durante a elaboración analítica de la _ ambivalencia, au-

- mentaaa en forma actual. La relación entre la des­personalización y las manifestaciones obsesivas se pone~ también de manifiesto en otra forma, duran­Je el análisis de 1as quejas del d@sper onalizado. Una enfe~a de Sdüider mencionaba, para demostrar u carena.a de sentimientos, ~!ltre otras cosas, que en su estado actual no sentiría los menores celos aun-. ' que su mando besara en su .presencia a den mu je-re& DesJ??és- de vencer la extrañeza que causa esta abnegat:1on, que po~ lo c?mún no es propia de es­po~~ a~ntes, hubiese sido fácil adivinar que en l~ genes1s de la despersonalización debía haoer te­nido un papel importante la defensa de sentimien­tos d~ celos. Tanto en el análisis. de los enfermos oi:~1vas co~o en el de los despersonalizados se po­

e mamflest0 que ~na queja, o comprobación ª al nasar, o entre otras, contiene la idea fun­

~~~ntal .que conducirá a la explicación de las :eau­otivos del padecimiento.

OÓ fO SE LLEGA A SER PSICÓLOGO 69

III

Presenta ciertas difi ultades- deslíndar las mani­festaciones' de la despersonalización-de otros -estados parecidos. Así, por ejemplo, el duelo patológico y aun el normal-presentan en ciertas fases de su evo-

-lución determinados aspectos que pueden denomi­narse despersonalización. La tensión de ambiv-alen cia que está en el fondo del duelo, explica el pare­cido de estas fases con las de la despersonalización. Pero los rasgos típícos · de la despersonalización no están representados uníformement~ en estos estados psíquicos. Según lo~ casos se encuentra en segundo plano el sentimiento de extrañamiento, la carencia de sentimiento y sensaciones, o la autoobservación. Pero a pes-ar de e to la relación existente entre las manifestaciones de la despersonalización no puede negarse. Es difícil pasar por alto el paxentesco .psi­cológico entre los fenómenos de la _desp~rsonahz-a­eión y los padecimientos neuróticos obseMv?s m~­níacodepresivos, por grande que se~ la d1ferenc1a de los cuadros sintomátisos. Detemunados casos de estados obsesivos presentan la misma aparente .ca­rencia de sentimientos la misma autoobservac1ón tan enormemente aumentada y la misma inhibición del pensar. Áparece en ellos ta:nbién, la . "ensación de la escisión del yo, la ausencia del indice de ac­ti id~d de las tendencias y ~entimien tos. Aquí~ co­mo en la psicología de los procesos maníacodepresi­vos, el conflicto de ambivalencia se reconoce como el centro psicológico del -cual irradian estas mani­festaciones tan extrañas. En otros casos, a u vez

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70 THEODOR REIK

_e. ·i te una -erie.- de rasgos em jan e a lo de la des.. _ - p 1 onalización, pero de lo u les se diferenc.

f . ; ian

siempre en alguna orma, reconoc1endose dicha di-ferencia psi ol 'ui a a pesar de una amplia coin . - Cl-

denqa .• hor~ bien: sin m , podemo suponer que algunas mamfestac1one pueden ser achacadas a la despers nalización mima, en ontrando cabida ólo dentro de la estructura de la neurosis. Debe acep­tarse que en la ma oría de las neurosis se hallan -:ra go de despersonalización, uniéndose íntimamen-te con otros grupo sintomáticos .. de manera que su clara ,separación por el momento, sólo puede ser un de eo, un norte, muy útil de alcanzar. Es asom­broso lo poco que 8€ presta la naturaleza al esfuer­zo del hombre, para hacer clasificaciones.

Con justa razón se llamó la atención sobre el he­cho de que la falta de afecto e interés en la desper­sonalización no es completa y que lo~ enfermos pre­sentan. to~os los síntomas de auténticas percepciones Y s~um1entos. Me parece que se ha valorado de­mas1~do poco ?tr;>s dos rasgos. La queja sobre la ca­rencia de senum1entos es en sí un sentimiento. Sea cu~l fuere la forma en que se piensa sobre la am­plitud Y naturaleza de los afectos conservados, no pued7 negarse que el alejamiento del yo del mundo e~tenor, o sea el contraste con la dispo ición ante ..

ur, es sentido vivamente por el enfermo. Está claro q ~ 1?8 enfermos deploran la diferencia con la vida ~ an~ior; ?Poniéndose vivamente a su actual iSÍ y en psicoló~ica. La modificación que notan en registradas elaci~;:mes con el mund exterior no son

ninguna manera en forma objetiva,

Ó fO S~ LL • GA A SER PSICÓLOGO 71

omo parec.iera ocurrir al observar superficialmente las ~osas, smo que es sentida dolorosamente. La quep s?b~e la despersonalización señala una parte de sentimientos conservados, y no menos el vehe­mente deseo, :o_nservado en Ja mayor parte de los casos, de perc1b1r nuevamente los sentimientos con la vivacidad antigua. Si uno escucha lo que dicen los enfermos se recibe la impresión de que ellos

- desean sentir sea lo que fuere, o desean sentir con la­vivacidad y fuerza anteriores~ La observacion analí­tica demuestra fácilmente que los enfermos, ante to­do guieren sentir amor y que los demás- sentimien­tos son anhelados en el grado en que s.on capaces de conferir al individuo la capaddad amatoria. Tam­bién en estos casos se impone al _analista el pareci­do con los mecanismos psíquicos de la neurosis ob­sesiva.

El segundo factor demasiado poco explorado y observado, es el especial papel de la autoobserva­ción, así como su relación con la vida instintiva y afectiva en la despersonalización. E ta autoob erva­ción sirve en primer término, para establecer la propia carencia de aspiradones y afectos, a í como para establecer o registrar las diferencia entre las si­tuaciones psíquicas actuales y pa a das. Lo peculiar de ella es que parece encontrar e en lugar de los afectos o haberse apoderado,_ por lo meno , de una gran cantidad de la energía p íquica que antes per­teneda a sentimientos y emociones conscientes. Ella no estaba presente antes en grado muy pronunciado, pero desempeña hora uno d lo papeles más impor­tante de la vida anímica y parece haber consumido

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_e. ·i te una -erie.- de rasgos em jan e a lo de la des.. _ - p 1 onalización, pero de lo u les se diferenc.

f . ; ian

siempre en alguna orma, reconoc1endose dicha di-ferencia psi ol 'ui a a pesar de una amplia coin . - Cl-

denqa .• hor~ bien: sin m , podemo suponer que algunas mamfestac1one pueden ser achacadas a la despers nalización mima, en ontrando cabida ólo dentro de la estructura de la neurosis. Debe acep­tarse que en la ma oría de las neurosis se hallan -:ra go de despersonalización, uniéndose íntimamen-te con otros grupo sintomáticos .. de manera que su clara ,separación por el momento, sólo puede ser un de eo, un norte, muy útil de alcanzar. Es asom­broso lo poco que 8€ presta la naturaleza al esfuer­zo del hombre, para hacer clasificaciones.

Con justa razón se llamó la atención sobre el he­cho de que la falta de afecto e interés en la desper­sonalización no es completa y que lo~ enfermos pre­sentan. to~os los síntomas de auténticas percepciones Y s~um1entos. Me parece que se ha valorado de­mas1~do poco ?tr;>s dos rasgos. La queja sobre la ca­rencia de senum1entos es en sí un sentimiento. Sea cu~l fuere la forma en que se piensa sobre la am­plitud Y naturaleza de los afectos conservados, no pued7 negarse que el alejamiento del yo del mundo e~tenor, o sea el contraste con la dispo ición ante ..

ur, es sentido vivamente por el enfermo. Está claro q ~ 1?8 enfermos deploran la diferencia con la vida ~ an~ior; ?Poniéndose vivamente a su actual iSÍ y en psicoló~ica. La modificación que notan en registradas elaci~;:mes con el mund exterior no son

ninguna manera en forma objetiva,

Ó fO S~ LL • GA A SER PSICÓLOGO 71

omo parec.iera ocurrir al observar superficialmente las ~osas, smo que es sentida dolorosamente. La quep s?b~e la despersonalización señala una parte de sentimientos conservados, y no menos el vehe­mente deseo, :o_nservado en Ja mayor parte de los casos, de perc1b1r nuevamente los sentimientos con la vivacidad antigua. Si uno escucha lo que dicen los enfermos se recibe la impresión de que ellos

- desean sentir sea lo que fuere, o desean sentir con la­vivacidad y fuerza anteriores~ La observacion analí­tica demuestra fácilmente que los enfermos, ante to­do guieren sentir amor y que los demás- sentimien­tos son anhelados en el grado en que s.on capaces de conferir al individuo la capaddad amatoria. Tam­bién en estos casos se impone al _analista el pareci­do con los mecanismos psíquicos de la neurosis ob­sesiva.

El segundo factor demasiado poco explorado y observado, es el especial papel de la autoobserva­ción, así como su relación con la vida instintiva y afectiva en la despersonalización. E ta autoob erva­ción sirve en primer término, para establecer la propia carencia de aspiradones y afectos, a í como para establecer o registrar las diferencia entre las si­tuaciones psíquicas actuales y pa a das. Lo peculiar de ella es que parece encontrar e en lugar de los afectos o haberse apoderado,_ por lo meno , de una gran cantidad de la energía p íquica que antes per­teneda a sentimientos y emociones conscientes. Ella no estaba presente antes en grado muy pronunciado, pero desempeña hora uno d lo papeles más impor­tante de la vida anímica y parece haber consumido

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e .to . Pero si la autoobs t v ción s ha col 0 en e ugar de las pul ·ione~ in tinti , y de ~­

afectos! debe presentar ella. in1sn1~ ~a.sgos y ignos defonnadcr de la tendencias pnm t1 va despo e,. a . Según reglas ar:al_íti~a: fundrune~t~l~s~ lo qu~ reemplaza es la cont1nuaoon de lo prunitrvo, orien .. tado en determínado sentido. La obsesión lo su .. traído a la propia aluntad, así corno_ otros rasgos, revelan efectivamente que la autoobservación pre­viene de la vida in t1ntiva. !~lás adelante discutire­mos> desde otro punto de ista, un significado has. ta hora no comprendido de la · autoobservación, dentro de la dinámica de la despersonalíza.Eión.

Schilder y N un beTg han explicado brillantemente el significado libidinoso, el carácter nardsístko y el refi:ro de la libido hacia -el yo de la autoobs<!rvación. La catexis libidinosa del yo hace comprensible el re­tiro del interés y su orientación hacia -la vida anímica propia, de la misma manera que la cate ris narcisís­tica del yo, en la hipocondría, dirige la atención so­be el propio organismo. Schilder relaciona -con mu­Cha sagacidad la de. personalización con los... fenóme­nos hipocondríacos. La desper onalización es real­mente como una hipocondría dirigida sobn! los pro­cesos de_ la propia vida anímica. Por otra parte, re-ulta evidente que, ju&tamente en los casos de des­

pc.nonalización que se reconocen sin dificultad co-

A .ER oco 73

rno es ado intennedios del on icto de ambivalen-ia, el dio ha ·ido desviad de de el m ndo exte-

1 .. or y dirigido contra el yo. De t l mane ... a la jbido,. que f e retirada del objeto, está diricida contra el yo, en la mi ma forma como ocurre con la tenden­cias agresivas- dirigidas contra el obje o, tende -cias que en u mayor parte, ellas m · mas,, son de natu­raleza libidinc~a, El predominio incon c~e te de una parte o de la otra de la tensión de ambivalencia se­rá deci ivo_para la índole de la autoobservación ~ la desperwnalización. En los casos en que l entl­mientos amorosos sean inconsciente , la au toob~erva­ción tendrá menor agudeza e -inflexibiliaad predomí-

- nando eI carácter narcisi ta obre el de control Las tendencias agresiva-s inconsciente -e ponen de ma~ nifiesto per la autoo-bse ación continua .,. ca ~i tor­turante. Pero en todos los casos de de personaliza­ción la autoob ervación co-mo tal a libera o un a­dismo dirigido contra el o· tiene carácte mawquis-

. ta 9. Puede sospecharse que par el r~ti_~o de la ~ibido de los objetos e produ ·o una di ooac1 n par 1al e los in intos lo que hace re 1 ar m · proni:n i~da­mente 1-0s componentes de~tructivo de la Ytda n -tintiva. La participación de 1a acti i ad del in~ tin­to de -muerte onduce su vez de nue,. a -1 ela­-ción que une a la despersonalinci 'n_ .o_n 1 ~ neur

is oh esiva T la n elancolí - . El entmu n de ul-pabilidad del neur 'tic be '~''º lo- ·en im·en o de insuficiencia del mel n 'hco p i ológi amente, a la en. a~i :n ni nto de la d ~per n; hza 1 n.

n 1 ntid d ra. cal: Le Moi est Jwi a ble.

nti­ne de

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e .to . Pero si la autoobs t v ción s ha col 0 en e ugar de las pul ·ione~ in tinti , y de ~­

afectos! debe presentar ella. in1sn1~ ~a.sgos y ignos defonnadcr de la tendencias pnm t1 va despo e,. a . Según reglas ar:al_íti~a: fundrune~t~l~s~ lo qu~ reemplaza es la cont1nuaoon de lo prunitrvo, orien .. tado en determínado sentido. La obsesión lo su .. traído a la propia aluntad, así corno_ otros rasgos, revelan efectivamente que la autoobservación pre­viene de la vida in t1ntiva. !~lás adelante discutire­mos> desde otro punto de ista, un significado has. ta hora no comprendido de la · autoobservación, dentro de la dinámica de la despersonalíza.Eión.

Schilder y N un beTg han explicado brillantemente el significado libidinoso, el carácter nardsístko y el refi:ro de la libido hacia -el yo de la autoobs<!rvación. La catexis libidinosa del yo hace comprensible el re­tiro del interés y su orientación hacia -la vida anímica propia, de la misma manera que la cate ris narcisís­tica del yo, en la hipocondría, dirige la atención so­be el propio organismo. Schilder relaciona -con mu­Cha sagacidad la de. personalización con los... fenóme­nos hipocondríacos. La desper onalización es real­mente como una hipocondría dirigida sobn! los pro­cesos de_ la propia vida anímica. Por otra parte, re-ulta evidente que, ju&tamente en los casos de des­

pc.nonalización que se reconocen sin dificultad co-

A .ER oco 73

rno es ado intennedios del on icto de ambivalen-ia, el dio ha ·ido desviad de de el m ndo exte-

1 .. or y dirigido contra el yo. De t l mane ... a la jbido,. que f e retirada del objeto, está diricida contra el yo, en la mi ma forma como ocurre con la tenden­cias agresivas- dirigidas contra el obje o, tende -cias que en u mayor parte, ellas m · mas,, son de natu­raleza libidinc~a, El predominio incon c~e te de una parte o de la otra de la tensión de ambivalencia se­rá deci ivo_para la índole de la autoobservación ~ la desperwnalización. En los casos en que l entl­mientos amorosos sean inconsciente , la au toob~erva­ción tendrá menor agudeza e -inflexibiliaad predomí-

- nando eI carácter narcisi ta obre el de control Las tendencias agresiva-s inconsciente -e ponen de ma~ nifiesto per la autoo-bse ación continua .,. ca ~i tor­turante. Pero en todos los casos de de personaliza­ción la autoob ervación co-mo tal a libera o un a­dismo dirigido contra el o· tiene carácte mawquis-

. ta 9. Puede sospecharse que par el r~ti_~o de la ~ibido de los objetos e produ ·o una di ooac1 n par 1al e los in intos lo que hace re 1 ar m · proni:n i~da­mente 1-0s componentes de~tructivo de la Ytda n -tintiva. La participación de 1a acti i ad del in~ tin­to de -muerte onduce su vez de nue,. a -1 ela­-ción que une a la despersonalinci 'n_ .o_n 1 ~ neur

is oh esiva T la n elancolí - . El entmu n de ul-pabilidad del neur 'tic be '~''º lo- ·en im·en o de insuficiencia del mel n 'hco p i ológi amente, a la en. a~i :n ni nto de la d ~per n; hza 1 n.

n 1 ntid d ra. cal: Le Moi est Jwi a ble.

nti­ne de

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74 THE-ODO-R _RJUK

mani-fíes 0 con espe -ial claridad durante el aná¡· . . l ~ de ca os frontenzos, que presentan sólo una de

I . . sper, -sonalización y _que _ ue .en o~ur 1T en. _muchas perso.. nas en determinadas s1tuaaones. "EhJo el siguie

l . . d f nte ejemplo ~el ~n~ 1s1s e un . en- ·er~a con especia¡ talento ps1colog1co: recha~ó los apas10nados requeri .. mientos amoroso de un JOVen que se demostró in, -capaz de llevar una amistad reposada; sugiriéndole q e emigrara -a otro país. De improviso aparece el infeliz en la casa de la joven, suicidándose delante de sus ojos. Durante esta escena, y mientras pedía telefónicamente un médico como durante todos los pequeño& actos necesarios de realizar en tal situa .. ción, y durante el transporte del moribundo al cual acompañaba al hospital, ella no percibía ningún sentimiento consciente. Se extrañaba de que no pre­sentaba ningún afecto, sino solamente una autoob­servación minuciosa. Con todo esto estaban mezcla· dos pensamientos desprovisto& de afecto, en forma de monólogo, como por ejemplo: "Siempre querías ten:et alguna aventura especialmente extraña y ex­citante. Ahi la tienes. Pues entonces, ¿por qué no sientes nada?" Otros pensamientos se presentaban en forma de autorregaños, carentes de afecto" si esto puede ser llamado así. Por lo demás ella se sentía cc:-mo ~utómata, hecho típico de la despersonaliza· ~6n, e1ecutando mecánicamente, pero en forma pr~-tJSa_ Y ~dec~ada, todo lo que exigía esta extr.aord~ nana s1tuac¡ón, permaneciendo durante un uernp SO: ouga~o en esta especie de Tigidez psíquica. ~~

lnguna manera raros éste o un parecid compo · ¡fl'len·

d . to en aquellos momentos especia ..... ~ te eces oa · · pe-unportan tes para r,u vida anímica.

-OÓMO SE LLEGA A SER PSlCóLooo 75

ro esta despersonalización atenuada, que denomina­mos détachementJ se presenta también en situacio­nes que no on tan violentamente trági as como la descrita. U na enferma caía en un estado de áni­mo parecido toda ez que debía rendir un examen.

~ Ella no sentía ninguna excitación ni miedo al exa­men ni afecto alguno como por lo general se presen­ta en tales momentos. La unica sensación que tenía era la de ''no estar", la de "no participar". Las res.­puestas Ias daba mecánicamente, sólo acompañadas por uná sensación de ser una tercera persona que la observaba, y ella misma, simultáneamente. Si por ejemplo, escuchaba la pregunta del examinador pensaba: "Seguramente no lo sabrá,s,.,~ Después . de haber dado Ja respuesta. ''Fue una respuesta bien tonta la que di". Pero no estaba disgustada ni ~· quiera se sentía avergonzada. Todo lo q_ue experi­mentaba, aparentemente quedaba absorbido por la autoobservación. Sin embargo la atención dirigida hacia el mundo exterior no e encontraba pertur~ bada en ninguna forma. Por lo demás, no siempre se encuentra menoscabada la atención. 1\tiás bien, al contrario, anál~gamente a la introspección, puede estar especialmente agudizada y ser de ?ºtable ob­jetividad y precisión. Lo que la <:aractenza ~e: la :iu­sencia del interés consciente y de la part1Cipac16n interior para los acontecimientos del mundo exte­rior. No debe interpertarse erróneamente a lo_s en­fermos que afirman ver a las persona que los ro­dean como a travé de un 'elo o una -ombra. Estas indicaciones no deben con iderarse como un igno de una percep ión debilitada. T mpoco deben ser desechadas como imaginación o irnulación. Tienen

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74 THE-ODO-R _RJUK

mani-fíes 0 con espe -ial claridad durante el aná¡· . . l ~ de ca os frontenzos, que presentan sólo una de

I . . sper, -sonalización y _que _ ue .en o~ur 1T en. _muchas perso.. nas en determinadas s1tuaaones. "EhJo el siguie

l . . d f nte ejemplo ~el ~n~ 1s1s e un . en- ·er~a con especia¡ talento ps1colog1co: recha~ó los apas10nados requeri .. mientos amoroso de un JOVen que se demostró in, -capaz de llevar una amistad reposada; sugiriéndole q e emigrara -a otro país. De improviso aparece el infeliz en la casa de la joven, suicidándose delante de sus ojos. Durante esta escena, y mientras pedía telefónicamente un médico como durante todos los pequeño& actos necesarios de realizar en tal situa .. ción, y durante el transporte del moribundo al cual acompañaba al hospital, ella no percibía ningún sentimiento consciente. Se extrañaba de que no pre­sentaba ningún afecto, sino solamente una autoob­servación minuciosa. Con todo esto estaban mezcla· dos pensamientos desprovisto& de afecto, en forma de monólogo, como por ejemplo: "Siempre querías ten:et alguna aventura especialmente extraña y ex­citante. Ahi la tienes. Pues entonces, ¿por qué no sientes nada?" Otros pensamientos se presentaban en forma de autorregaños, carentes de afecto" si esto puede ser llamado así. Por lo demás ella se sentía cc:-mo ~utómata, hecho típico de la despersonaliza· ~6n, e1ecutando mecánicamente, pero en forma pr~-tJSa_ Y ~dec~ada, todo lo que exigía esta extr.aord~ nana s1tuac¡ón, permaneciendo durante un uernp SO: ouga~o en esta especie de Tigidez psíquica. ~~

lnguna manera raros éste o un parecid compo · ¡fl'len·

d . to en aquellos momentos especia ..... ~ te eces oa · · pe-unportan tes para r,u vida anímica.

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ro esta despersonalización atenuada, que denomina­mos détachementJ se presenta también en situacio­nes que no on tan violentamente trági as como la descrita. U na enferma caía en un estado de áni­mo parecido toda ez que debía rendir un examen.

~ Ella no sentía ninguna excitación ni miedo al exa­men ni afecto alguno como por lo general se presen­ta en tales momentos. La unica sensación que tenía era la de ''no estar", la de "no participar". Las res.­puestas Ias daba mecánicamente, sólo acompañadas por uná sensación de ser una tercera persona que la observaba, y ella misma, simultáneamente. Si por ejemplo, escuchaba la pregunta del examinador pensaba: "Seguramente no lo sabrá,s,.,~ Después . de haber dado Ja respuesta. ''Fue una respuesta bien tonta la que di". Pero no estaba disgustada ni ~· quiera se sentía avergonzada. Todo lo q_ue experi­mentaba, aparentemente quedaba absorbido por la autoobservación. Sin embargo la atención dirigida hacia el mundo exterior no e encontraba pertur~ bada en ninguna forma. Por lo demás, no siempre se encuentra menoscabada la atención. 1\tiás bien, al contrario, anál~gamente a la introspección, puede estar especialmente agudizada y ser de ?ºtable ob­jetividad y precisión. Lo que la <:aractenza ~e: la :iu­sencia del interés consciente y de la part1Cipac16n interior para los acontecimientos del mundo exte­rior. No debe interpertarse erróneamente a lo_s en­fermos que afirman ver a las persona que los ro­dean como a travé de un 'elo o una -ombra. Estas indicaciones no deben con iderarse como un igno de una percep ión debilitada. T mpoco deben ser desechadas como imaginación o irnulación. Tienen

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-7 THEODOR REIK -

un ntido preciso: deben i1:t~rpertarse. y valorar e coro expre ión de una _po i~ ión .afe -u a determi­nada inco:q. ci nte frente l arnb1ent como ere-

s dentro -de uno momentos.

IV

Ha pensamiento que a veces apare en en for­ma indebida, a vece& en forma completamente in­coherente, pero que denu·o de la a. spersonalización adquieren un con iderable interés teórico y prácti­co. Con frecuencia son del tipo de las ideas que a veces, como llegando de un terreno lejano_, irrum­pen a travé de la estructura de la despersonaliza­ción. iguiéndolas analítica1nent_e conducen siempre al nódulo etiológico de la despersonalización. Un enfermo que e encontraba en un estado de desper-onalización especialmente intenso que · presentaba na fuerte carencia de afectos e interés,_ tenía el si­

guiente pensamiento. que, aparentemente, carecía de sentido* Todas la mañanas, al despertar, pensaba ties palabras, de las cuales se exuañaba: ''cabeza­dí paro-fin·~. (En alemán: Kopf-Schuss-Schluss). Pro­nunciaba esta tres palabras sin saber lo que este c~mjunto significaba. Le parecían carentes de sen~ udo y exu·.afia~ cuando las pronunciab~. P-'ero la

personaliza 16n había aparecido algunas semanas uc:JQl\1es de haberse convencido de la infidelidad de

je . Creía que desde tiempo atrás ya no la a ......... ~ l este acontecimiento aparentemente no lo tta · · · ' - ' nq :aba en nmguna forma. 1 análisis de es-

pala. 11 tan sin &entido, que pronunciaba, de-ostró que f ta .d . . · er n a 1 eas inconscientes de sut-

CÓMO SE LLEGA A SER P WÓLOGO- 77

idi re:a iona.das con la de epción que le habíq, proporcionado la mujer, aún amada, pero odiada.

Una enferma, con una marcada de personaliza­c10n, presentaba en el análisis una particularidad que llamaba la atención por ser dicha enferma de l~n .ª,rácter retraído. En los e tados de despersona­hzac10n, .durante los cuale siempre se quejaba de la care1?c1a de sentimientos, pronunciaba, como pa­ra sf misma, frases entrecortad s que la extrañaban" y <;uyo significado ignoraba. Pero no se encontraba de ningún modo ausente. Las fra es aparecían s.im­ple1nen te ya terminadas y surgían en su pensamien­to, en apariencia sin relacíón ni preparación, como Palas Atenea de la cabeza de Zeus. E taba iempre sorprendida de lo que expresaba, no presentando frente a estas frases otro sentimiento más que el de asombro y extrañeza. Ella hacía resaltar la ensación oe completa pasividad frente a estos pen amientos la aceptación de ellos sin ningún efecto y el a om­bro, a í orno la autoobservación, que acompañaba a todo esto. Comparaba sus. pen amiento con lo signos trazados sobre una banda tele<=>ráfic que se va desarrollando mecánframente. La ampara i u es excelente. Senala tan-ibién aquella parte del yo incon ciente eliminada, del cu._ l parten 1 s p nsa.­mien tos. Las frases que pronunciaba. tanto durante la sesión analíti a como fuera de ella. on una voz carente por complet de ton af ti o, casi como registrándolas, las denominaba orno "fr e ri ible , sin sentido" o como "palabr ah urda , incoheren­te ' 10 • En l épo a qu ~iguió a la expre i n más

10 Siempre di no de s ·p ha uando alguien habla tan dcsp crivam te de u capa idad iut lectual, "iendo qu la

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-7 THEODOR REIK -

un ntido preciso: deben i1:t~rpertarse. y valorar e coro expre ión de una _po i~ ión .afe -u a determi­nada inco:q. ci nte frente l arnb1ent como ere-

s dentro -de uno momentos.

IV

Ha pensamiento que a veces apare en en for­ma indebida, a vece& en forma completamente in­coherente, pero que denu·o de la a. spersonalización adquieren un con iderable interés teórico y prácti­co. Con frecuencia son del tipo de las ideas que a veces, como llegando de un terreno lejano_, irrum­pen a travé de la estructura de la despersonaliza­ción. iguiéndolas analítica1nent_e conducen siempre al nódulo etiológico de la despersonalización. Un enfermo que e encontraba en un estado de desper-onalización especialmente intenso que · presentaba na fuerte carencia de afectos e interés,_ tenía el si­

guiente pensamiento. que, aparentemente, carecía de sentido* Todas la mañanas, al despertar, pensaba ties palabras, de las cuales se exuañaba: ''cabeza­dí paro-fin·~. (En alemán: Kopf-Schuss-Schluss). Pro­nunciaba esta tres palabras sin saber lo que este c~mjunto significaba. Le parecían carentes de sen~ udo y exu·.afia~ cuando las pronunciab~. P-'ero la

personaliza 16n había aparecido algunas semanas uc:JQl\1es de haberse convencido de la infidelidad de

je . Creía que desde tiempo atrás ya no la a ......... ~ l este acontecimiento aparentemente no lo tta · · · ' - ' nq :aba en nmguna forma. 1 análisis de es-

pala. 11 tan sin &entido, que pronunciaba, de-ostró que f ta .d . . · er n a 1 eas inconscientes de sut-

CÓMO SE LLEGA A SER P WÓLOGO- 77

idi re:a iona.das con la de epción que le habíq, proporcionado la mujer, aún amada, pero odiada.

Una enferma, con una marcada de personaliza­c10n, presentaba en el análisis una particularidad que llamaba la atención por ser dicha enferma de l~n .ª,rácter retraído. En los e tados de despersona­hzac10n, .durante los cuale siempre se quejaba de la care1?c1a de sentimientos, pronunciaba, como pa­ra sf misma, frases entrecortad s que la extrañaban" y <;uyo significado ignoraba. Pero no se encontraba de ningún modo ausente. Las fra es aparecían s.im­ple1nen te ya terminadas y surgían en su pensamien­to, en apariencia sin relacíón ni preparación, como Palas Atenea de la cabeza de Zeus. E taba iempre sorprendida de lo que expresaba, no presentando frente a estas frases otro sentimiento más que el de asombro y extrañeza. Ella hacía resaltar la ensación oe completa pasividad frente a estos pen amientos la aceptación de ellos sin ningún efecto y el a om­bro, a í orno la autoobservación, que acompañaba a todo esto. Comparaba sus. pen amiento con lo signos trazados sobre una banda tele<=>ráfic que se va desarrollando mecánframente. La ampara i u es excelente. Senala tan-ibién aquella parte del yo incon ciente eliminada, del cu._ l parten 1 s p nsa.­mien tos. Las frases que pronunciaba. tanto durante la sesión analíti a como fuera de ella. on una voz carente por complet de ton af ti o, casi como registrándolas, las denominaba orno "fr e ri ible , sin sentido" o como "palabr ah urda , incoheren­te ' 10 • En l épo a qu ~iguió a la expre i n más

10 Siempre di no de s ·p ha uando alguien habla tan dcsp crivam te de u capa idad iut lectual, "iendo qu la

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THEODOR REIK

intensa de la an1bi alen ia frei:te .~ su marido, y que condujo a una despers01~ahzacion decía apro.. ximadamente. "1Pero o no siento lo que digo. Es omo si leyese en un papel.,, En estas oraciones. se

ponía iempre de n1anifiesto la_ a~bivalencia sobre la cual se basaba la desper onahzac1ón: eran en cier­to modo frases de "dos sentidos, uno de los cuales atisfacía los sentimientos amorosos y el otro las

tendencia de odio. De tal manera decía, con ab-oluta carencia de tono afectivo, y una a continua­

ción de otra: l love1 him, I hate him; I want to go to the devil, I want to be help·erd; I want to cry, I do not watnt to cry. I want to1 feel something, l do not want to feel something. A cada una de las oraciones, carentes de emoción, le seguía otra de sentido contra io. Al mismo tie1npo se sentía vacía, sin entimientos, "como una muñeca" 11•

Hay otro fenómeno muy parecido al de las pa ..

tendencia general es la de supervalorar las propias manifes· tacion intelectuales.. El doctor Feigenbaum (Nueva Yor~) señal durante una <::onferencia en la Asociación Psicoanah· tica. Internacional que puede demostraTse una relación in· consciente y un sentido latente aún en las ecnosias, que consisten en hablar deliberadamente cosas sin sentido (pl>f

jemplo durante el juego de naipes, etc.). El profesor Fr~ud entaba en la discusión que e desarrolló a continuac:ón,

q,ue es muy difícil hablar oonscientemente sin sentido, nuen­tras que los libros de numerosos sabios se encontraban pla· P40s de cosas sin sentido, inconscientes.

:.1.. tas fr~es ••cayente de senti lo", no sólo aparecían en

'I' :i ~t de despersonalización. Uno de mis enfermos JDe

eia a e · d • . . f ..L.te 1 e o mv1tado a comer n la · asa de su t o, c..,

cw~"T ta quería servirse algo más. Con gran onsteI'11a· decir: .. ~termo, que~ aquella época tenía 13 años, se cry~

t.To que estás en los delos, perdona nues

CÓMO SE LLEGA A SER PSICÓLOGO 79

labras pronunciadas y oídas sin a ecto, de cuya relación p íquica con la desper onalización no a­be duda: es la sensación de _ mirarse y escucharse a sí mi mo mientras se está ha blando. La enferma antes mencionada visitó, por eje mplo a una ami-­ga durante uno de su estados de despersonaliza­ción. Mientras conversaba con ella e escuchaba a sí mi ma y se daba cuenta que .arecía de senti­mientos, que nada le interesaba. ni lo que decía la amiga, ni lo que ella mi ma decía. Sólo sentía el feeling of Looking on como ella lo denominaba. Después de algún tiempo sus palabras Ie parecían erróneas, la entonación fal a su pos tura artificio­sa y sus movimiento peco naturale . En otras oportunidades la cr1 tica del propio yo no era tan fuerte. Pero en su lugar era muy inten a la sen:­sación de falta de sentimientos, de carencia de in­terés, así como una minuciosa autoobsen ación a la cual no escapaba el menor detalle de su a tuar y pensar. Uno de mis enfermos, al ser llamado por su padre moribundo, sentí durante el largo ca­mino, que recorría apurado, una parti ular falta dt.! sentimientos, simultáneamente on autoobserv -ción. Se extrañaba mucho obre e to ju t por la situación por la cual atra e aba. íientra corría decía: "Terrible ' o 'Dio mío'. P ro aseguraba que

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THEODOR REIK

intensa de la an1bi alen ia frei:te .~ su marido, y que condujo a una despers01~ahzacion decía apro.. ximadamente. "1Pero o no siento lo que digo. Es omo si leyese en un papel.,, En estas oraciones. se

ponía iempre de n1anifiesto la_ a~bivalencia sobre la cual se basaba la desper onahzac1ón: eran en cier­to modo frases de "dos sentidos, uno de los cuales atisfacía los sentimientos amorosos y el otro las

tendencia de odio. De tal manera decía, con ab-oluta carencia de tono afectivo, y una a continua­

ción de otra: l love1 him, I hate him; I want to go to the devil, I want to be help·erd; I want to cry, I do not watnt to cry. I want to1 feel something, l do not want to feel something. A cada una de las oraciones, carentes de emoción, le seguía otra de sentido contra io. Al mismo tie1npo se sentía vacía, sin entimientos, "como una muñeca" 11•

Hay otro fenómeno muy parecido al de las pa ..

tendencia general es la de supervalorar las propias manifes· tacion intelectuales.. El doctor Feigenbaum (Nueva Yor~) señal durante una <::onferencia en la Asociación Psicoanah· tica. Internacional que puede demostraTse una relación in· consciente y un sentido latente aún en las ecnosias, que consisten en hablar deliberadamente cosas sin sentido (pl>f

jemplo durante el juego de naipes, etc.). El profesor Fr~ud entaba en la discusión que e desarrolló a continuac:ón,

q,ue es muy difícil hablar oonscientemente sin sentido, nuen­tras que los libros de numerosos sabios se encontraban pla· P40s de cosas sin sentido, inconscientes.

:.1.. tas fr~es ••cayente de senti lo", no sólo aparecían en

'I' :i ~t de despersonalización. Uno de mis enfermos JDe

eia a e · d • . . f ..L.te 1 e o mv1tado a comer n la · asa de su t o, c..,

cw~"T ta quería servirse algo más. Con gran onsteI'11a· decir: .. ~termo, que~ aquella época tenía 13 años, se cry~

t.To que estás en los delos, perdona nues

CÓMO SE LLEGA A SER PSICÓLOGO 79

labras pronunciadas y oídas sin a ecto, de cuya relación p íquica con la desper onalización no a­be duda: es la sensación de _ mirarse y escucharse a sí mi mo mientras se está ha blando. La enferma antes mencionada visitó, por eje mplo a una ami-­ga durante uno de su estados de despersonaliza­ción. Mientras conversaba con ella e escuchaba a sí mi ma y se daba cuenta que .arecía de senti­mientos, que nada le interesaba. ni lo que decía la amiga, ni lo que ella mi ma decía. Sólo sentía el feeling of Looking on como ella lo denominaba. Después de algún tiempo sus palabras Ie parecían erróneas, la entonación fal a su pos tura artificio­sa y sus movimiento peco naturale . En otras oportunidades la cr1 tica del propio yo no era tan fuerte. Pero en su lugar era muy inten a la sen:­sación de falta de sentimientos, de carencia de in­terés, así como una minuciosa autoobsen ación a la cual no escapaba el menor detalle de su a tuar y pensar. Uno de mis enfermos, al ser llamado por su padre moribundo, sentí durante el largo ca­mino, que recorría apurado, una parti ular falta dt.! sentimientos, simultáneamente on autoobserv -ción. Se extrañaba mucho obre e to ju t por la situación por la cual atra e aba. íientra corría decía: "Terrible ' o 'Dio mío'. P ro aseguraba que

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n n .. d _. tr:: u- ba or d cirl . Al de. del t · bajo de du lo or sponde,

e mo 'ª h m dicho, m.' Jeno un est do de de r: nalizc ción par ial. En a o pronunciado

te t.ip de 1 ri idez p "íqui ·a d Jnin 't la m,. yor parte del i mpa d duelo. _e caracteriz.:. por el he ho de que en lugar de 1 s inten o entunientos que debe ian experimentarse _a con~inua ión de un a ontecimiento conmoYed r, e ad 1erte un acío 0 fTi ·de~ afee ti o . La diferencia entre la frigidez afecth . entida on ci ntemente el in remento afe ti' o ue se e pera y a un e .. ige, da una sensación penoM . fientra que en la mayoría de los casos ha. sólo extrafíeza, en alguno casos ta sensación de la falta de afecto~ se intensific , hasta llegar a lo insoportable y aun ha ta la desesperación. La de rip ión que estas per5ona hacen de sus proce­so psíquico no pernüte dudar que se trata de di­ferente tipo de manifestaciones de de5personaliza­ción 12. Se hacen comprensibles si recordamos la génesi , los mecan · mos psíquicos del trabajo de duelo, que no ha hecho conocer especialmente Freud. El trabajo de duelo se inicia con la pérdida ~e objet? del amor estando principalmente bajo la mfluenc1a del conflicto de ambivalencia y de las autoacu aciones incon ciente de las personas de due-1<>. Con e ta base puede explicarse el contraste en­~c el derroche afectivo esperado y la arencia afec­tt a. Esta dispo ición es tan frecuente y típica que

12 • dC$C1i e_ncwnamo • como ejemplo especialmente bu no, una ció pd6n ~guda Y muy característica de la despersonaliza­

n i:;1 ªf¡=Ga . pués .de la muerte de una persona querida, aulDbiográf1-e0 de Tolstoi, Infancia y 1uventud.

CÓMO SI!~ LLEGA A S _R p ·JCÓLOGO .81

ca i pudier h blarse de una de per onalíza ión del duelo. En 1e lidad, naturalmente, no e u«< ta de una caren ia afe tiva -tan p o como -en las otra formas d d p r on liza ión- ino del desarrollo de un complicado pro eso p íquico. Duranre e ta de"­p r5onalización los sentimientos de duelo y dolor que aparecen al pensar en el fallecido, tienen que lu har tanto con lo entimientos de satisfacción po.r la muerte de éste, hasta que llegan casi a paralizar­se, lo que es un juego de fuerza difícilmente des­criptible~ que sólo aparentemente termina en un equilibrio anímico. La diferencia se pone claramen­te de manifiesto si comparamos la situación de un cuerpo movido por dos fuerzas física de patencia­lidad aproximadamente igual y que actúan en sen­tido contrario, -con la de un cuerpo en reposo.

La introspección casi ininterrumpida de la vida anímica constituida por las propias percepciones sensaciones, que se ha colocado en lugar de las ex­teriorizaciones afectiva inmediatas, pre enta en e -tos caso , con frecuencia, un matiz conscientemente percibido ·como torturante y ob e ivo. A este rasgo se agrega a menudo otro que no e meno de~agra­

dable: la sensación de que el ambiente espera de nosotros signos audibles o por lo meno vi ible del dolor y del duelo simultáneamente con una espe­cie de repro he de que e to~ sentimientos no on sentidos, y aun menos, dem trados. Todo intento de demostrar sto entimiento se r onoce de in­medi to orno falo o e 1110 cal ulando un efect e_. ·­terior. De de el punto de vi t analítico es fácilmen­te comp nsible en qué fo1·ma en qué entido el superyó influ e d cisivament obre esta situación

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n n .. d _. tr:: u- ba or d cirl . Al de. del t · bajo de du lo or sponde,

e mo 'ª h m dicho, m.' Jeno un est do de de r: nalizc ción par ial. En a o pronunciado

te t.ip de 1 ri idez p "íqui ·a d Jnin 't la m,. yor parte del i mpa d duelo. _e caracteriz.:. por el he ho de que en lugar de 1 s inten o entunientos que debe ian experimentarse _a con~inua ión de un a ontecimiento conmoYed r, e ad 1erte un acío 0 fTi ·de~ afee ti o . La diferencia entre la frigidez afecth . entida on ci ntemente el in remento afe ti' o ue se e pera y a un e .. ige, da una sensación penoM . fientra que en la mayoría de los casos ha. sólo extrafíeza, en alguno casos ta sensación de la falta de afecto~ se intensific , hasta llegar a lo insoportable y aun ha ta la desesperación. La de rip ión que estas per5ona hacen de sus proce­so psíquico no pernüte dudar que se trata de di­ferente tipo de manifestaciones de de5personaliza­ción 12. Se hacen comprensibles si recordamos la génesi , los mecan · mos psíquicos del trabajo de duelo, que no ha hecho conocer especialmente Freud. El trabajo de duelo se inicia con la pérdida ~e objet? del amor estando principalmente bajo la mfluenc1a del conflicto de ambivalencia y de las autoacu aciones incon ciente de las personas de due-1<>. Con e ta base puede explicarse el contraste en­~c el derroche afectivo esperado y la arencia afec­tt a. Esta dispo ición es tan frecuente y típica que

12 • dC$C1i e_ncwnamo • como ejemplo especialmente bu no, una ció pd6n ~guda Y muy característica de la despersonaliza­

n i:;1 ªf¡=Ga . pués .de la muerte de una persona querida, aulDbiográf1-e0 de Tolstoi, Infancia y 1uventud.

CÓMO SI!~ LLEGA A S _R p ·JCÓLOGO .81

ca i pudier h blarse de una de per onalíza ión del duelo. En 1e lidad, naturalmente, no e u«< ta de una caren ia afe tiva -tan p o como -en las otra formas d d p r on liza ión- ino del desarrollo de un complicado pro eso p íquico. Duranre e ta de"­p r5onalización los sentimientos de duelo y dolor que aparecen al pensar en el fallecido, tienen que lu har tanto con lo entimientos de satisfacción po.r la muerte de éste, hasta que llegan casi a paralizar­se, lo que es un juego de fuerza difícilmente des­criptible~ que sólo aparentemente termina en un equilibrio anímico. La diferencia se pone claramen­te de manifiesto si comparamos la situación de un cuerpo movido por dos fuerzas física de patencia­lidad aproximadamente igual y que actúan en sen­tido contrario, -con la de un cuerpo en reposo.

La introspección casi ininterrumpida de la vida anímica constituida por las propias percepciones sensaciones, que se ha colocado en lugar de las ex­teriorizaciones afectiva inmediatas, pre enta en e -tos caso , con frecuencia, un matiz conscientemente percibido ·como torturante y ob e ivo. A este rasgo se agrega a menudo otro que no e meno de~agra­

dable: la sensación de que el ambiente espera de nosotros signos audibles o por lo meno vi ible del dolor y del duelo simultáneamente con una espe­cie de repro he de que e to~ sentimientos no on sentidos, y aun menos, dem trados. Todo intento de demostrar sto entimiento se r onoce de in­medi to orno falo o e 1110 cal ulando un efect e_. ·­terior. De de el punto de vi t analítico es fácilmen­te comp nsible en qué fo1·ma en qué entido el superyó influ e d cisivament obre esta situación

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11. Cl d I tr

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la la fri< id '/. d pu 'd ~ 11 ~r'lr

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11. Cl d I tr

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4 THEODOR REl

t n idad con pondiente a la cau a, en oportunida- _ de. aparentemente indíf rentes 1

.

En la mayor parte de los a os de esta de persona­-lización del uelo. pued compraba se un aumento

d la aiención· diri ida hacia el exterior. Se advier~ . b

te notablemente la fonna en que resalta la relación del yo de la ímpre iones xteriores habitual?I_ente inconscientes. En e te rasgo se pone de tnan1fiesto la conexión e.·istente entre la naturaleza peculiar de la atención dirigim ha ia el exterior propia de l s de personalizados, y u autoobservación . El pai-aje no e ob erva desde el pun to de vista objetivo

o estét1co, sÜ).o que su imagen es enlazada solamen­te con lo propio ecuerdos y afectos. La conducta de la per onas e utiliza sólo para la comparación on la propia posición y sentimientos. La parte d e

obj tivl.dad aparente que hemos adquirido penosa­mente desaparece. Sin velo se revela lo egocéntrico, que e. nuestra pane menos m odificable.

V

iempre que la despersonalización n o se estacio­ne, tennina por una irrupción instintiva, d emostran­do también en su desenlace las bases inst intivas. Las neurosis o psicosis, a las cuales pr ecede con tanta f~ecuencia la desper onalización , muestr.an d e qué tipo fueron las fuerzas anímicas cu yo avance debía ser impedido por la despersonal ización. En la neu-

14 °ED.€.Ontn m os u n bu.en. ejemplo de tal desplazamie n to

del duelo -en La historia de u'ná n eurosis infantil (Obr Comp.) de Freud que t d 1 · .._~ rata e duelo del enfermo por Ja muerte de su i.1111auiana.

CÓMO SE LLEGA A SE:R PSICÓLOGO 85

:rosis y psicosis lo reprimido retorna deformado des­pué · de haber vencido el baluarte de la despersona­lización. El carácter p íquico, así como el desenlace de la despersonalización que hemos descrito, reve­lan que en ella el conflicto entre las pulsiones ins­tinti,as y las tendencias defensivas continúa, por de­cir, así entre bastidore ~ constituyendo una forma­ción de ompromiso entre ambas.

Schilder y Nunberg ya ,hicieron resaltar el bene­ficio libidinoso de la enfermedad. Arnoos autores, sin enibargo, omitieron señalar la satisfacción del masoquismo inconsciente que se puede observar en la de personalización es, coro.o ya lo indica su nom­bre,. la 'Pérdida advertida consdentemente de lo más valioso y vivaz de la personalidad, de sus sensacio­nes, sentimientos y tendencias in...,tintivas o, por lo meno , de la sensación de actividad que acompaña a esto actos psíquicos n estado normal. Puede com­probarse, sin entrar en mayores detalles, que la sen­sación de actividad .es la expre ión de una de nues­tras ilusiones más tenaces. Parece que el déficit de e ta ilusión es de especial importancia para aquella otra ilusión, la de l a unidad de la per onalidad. La obsexvación de Nunberg es exacta uando dice que incon dentemente es sentido y valor:ido omo cas­traáón 15. Taro.bién en la de. personaliza ión, se Po­ne de manifiesto el lado femenino de la atisfacción in stintiva masoquista. Toda observación analítica algo m inuciosa del enfermo revele que tener con-

1 5 Es notable que Jos propio fenómeno p íqui os pueden presentane con el cu adro d e la ca tradón. Un enfermo- des-

.be su estado d e esd ió.n del diciendo que s siente "como ortado en do ".

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4 THEODOR REl

t n idad con pondiente a la cau a, en oportunida- _ de. aparentemente indíf rentes 1

.

En la mayor parte de los a os de esta de persona­-lización del uelo. pued compraba se un aumento

d la aiención· diri ida hacia el exterior. Se advier~ . b

te notablemente la fonna en que resalta la relación del yo de la ímpre iones xteriores habitual?I_ente inconscientes. En e te rasgo se pone de tnan1fiesto la conexión e.·istente entre la naturaleza peculiar de la atención dirigim ha ia el exterior propia de l s de personalizados, y u autoobservación . El pai-aje no e ob erva desde el pun to de vista objetivo

o estét1co, sÜ).o que su imagen es enlazada solamen­te con lo propio ecuerdos y afectos. La conducta de la per onas e utiliza sólo para la comparación on la propia posición y sentimientos. La parte d e

obj tivl.dad aparente que hemos adquirido penosa­mente desaparece. Sin velo se revela lo egocéntrico, que e. nuestra pane menos m odificable.

V

iempre que la despersonalización n o se estacio­ne, tennina por una irrupción instintiva, d emostran­do también en su desenlace las bases inst intivas. Las neurosis o psicosis, a las cuales pr ecede con tanta f~ecuencia la desper onalización , muestr.an d e qué tipo fueron las fuerzas anímicas cu yo avance debía ser impedido por la despersonal ización. En la neu-

14 °ED.€.Ontn m os u n bu.en. ejemplo de tal desplazamie n to

del duelo -en La historia de u'ná n eurosis infantil (Obr Comp.) de Freud que t d 1 · .._~ rata e duelo del enfermo por Ja muerte de su i.1111auiana.

CÓMO SE LLEGA A SE:R PSICÓLOGO 85

:rosis y psicosis lo reprimido retorna deformado des­pué · de haber vencido el baluarte de la despersona­lización. El carácter p íquico, así como el desenlace de la despersonalización que hemos descrito, reve­lan que en ella el conflicto entre las pulsiones ins­tinti,as y las tendencias defensivas continúa, por de­cir, así entre bastidore ~ constituyendo una forma­ción de ompromiso entre ambas.

Schilder y Nunberg ya ,hicieron resaltar el bene­ficio libidinoso de la enfermedad. Arnoos autores, sin enibargo, omitieron señalar la satisfacción del masoquismo inconsciente que se puede observar en la de personalización es, coro.o ya lo indica su nom­bre,. la 'Pérdida advertida consdentemente de lo más valioso y vivaz de la personalidad, de sus sensacio­nes, sentimientos y tendencias in...,tintivas o, por lo meno , de la sensación de actividad que acompaña a esto actos psíquicos n estado normal. Puede com­probarse, sin entrar en mayores detalles, que la sen­sación de actividad .es la expre ión de una de nues­tras ilusiones más tenaces. Parece que el déficit de e ta ilusión es de especial importancia para aquella otra ilusión, la de l a unidad de la per onalidad. La obsexvación de Nunberg es exacta uando dice que incon dentemente es sentido y valor:ido omo cas­traáón 15. Taro.bién en la de. personaliza ión, se Po­ne de manifiesto el lado femenino de la atisfacción in stintiva masoquista. Toda observación analítica algo m inuciosa del enfermo revele que tener con-

1 5 Es notable que Jos propio fenómeno p íqui os pueden presentane con el cu adro d e la ca tradón. Un enfermo- des-

.be su estado d e esd ió.n del diciendo que s siente "como ortado en do ".

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b THEODOR RElK

• 11 i de caiecer de actividad p íquica sentida vi-1 • • •

\' 1 ente. onstitttye un autocast1go ~n ~~s ient : La aráli i afe tiva de la d ·per onah~ non contiene

lgu lmente una p~rción ~e utoca~u~o= En alg~n?s caso se recibe la 1mpres16n que . ign1flca un ahv10 p ra 1 enfermo entirse d graciado. Esto no pue­de er ~ erdad, pero contiene un núcleo de verdad. Lo que ocurre es que aparece una _des~arga psíqui­ca cu n<lo e logra llevar a I conc1enc1a y a la ex­presión lo entimientos de di placer. En algunos ~a­sos el anali ta e da cuenta que los enfermos estan in posibilitados de percibir conscienteX?-ente z ex­teriorizar su dolor por u profundo e inconsoente entimiento de culpabilidad. El don de observación ) ico1ógi a de Do toievsky ha podido captar en opor­tunidade e te mecanismo anímico. Así, el deprava­do empleado fam1eladoff, en Crimen y Cas~igo) de­clara que no se emborracha para alegrarse, sino más bien p ra poder entir su pena y .poder ll?rar. Esto ignifica, querer vence1 la detenaón afectiva y sen­

tir con cientemente el dolor que en él se encuen~ra, para librarse de él llorando. La aut:o~bservac1~n que es advertida penosamente, y que tiene carac­ter ob e i o, debe colocarse dentro del marco de la autopunición. Aunque la censura del superyó

n la de per onalización no está aumentada en su ºgor, como n la neuro i ob esiva, sí lo está e?"

que atañe a u agudeza. ambi n ha exte~d1-ndemente u dominio, pues están supedita­

ª ella todos los act 10. El automartirio que

l"'l1l~em hace la consideración d que, ontradamcnte 1•1l0llta, en la cual el yo e vencido por •1 id. al de~

tll:.et1K>Dabzaci6n el yo no llena las exig noas de

CÓMO SE LLEGA A SER PSICÓLOGO 8-7

con&Lituye tal auto ontrol continuo, sirye para la. atisfa ción del masoqui mo narci-sista. El carácter

de ste masoquismo, dirigido como sadismo contra el yo, e comprende por la psicogénesis de la des­personalización. Pareciera que la conver íón de los instintos (Triebwandlung) estuviera ligada a un des­prendimiento parcial de la libido del mundo exte­rior y de sus objetos. Es casi corno si la concentra­ción ¡;,obre el yo no se hubiese logrado íntegramente, teniendo esto también su expresión en la conversión de los instintos en el masoquismo. U na enferma u­fría en su pubertad de despersonalizaciones pasaje­ras, que tenninaban por a-ctos masoquistas. En una oportunidad, habiéndo e quebrado el hermano una pierna, no pudo advertir dentro de sí ninguna es­pecie de sentimiento y describía ese e tado como durn, numb, feelirzgless. Pudo soportar esta ituación anímica sólo durante un tiempo determinado. Se hizo progresivamente más torturante ha ~a que lle­gó a pincharse ·con agu jas1 con el propó~1to de en-

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b THEODOR RElK

• 11 i de caiecer de actividad p íquica sentida vi-1 • • •

\' 1 ente. onstitttye un autocast1go ~n ~~s ient : La aráli i afe tiva de la d ·per onah~ non contiene

lgu lmente una p~rción ~e utoca~u~o= En alg~n?s caso se recibe la 1mpres16n que . ign1flca un ahv10 p ra 1 enfermo entirse d graciado. Esto no pue­de er ~ erdad, pero contiene un núcleo de verdad. Lo que ocurre es que aparece una _des~arga psíqui­ca cu n<lo e logra llevar a I conc1enc1a y a la ex­presión lo entimientos de di placer. En algunos ~a­sos el anali ta e da cuenta que los enfermos estan in posibilitados de percibir conscienteX?-ente z ex­teriorizar su dolor por u profundo e inconsoente entimiento de culpabilidad. El don de observación ) ico1ógi a de Do toievsky ha podido captar en opor­tunidade e te mecanismo anímico. Así, el deprava­do empleado fam1eladoff, en Crimen y Cas~igo) de­clara que no se emborracha para alegrarse, sino más bien p ra poder entir su pena y .poder ll?rar. Esto ignifica, querer vence1 la detenaón afectiva y sen­

tir con cientemente el dolor que en él se encuen~ra, para librarse de él llorando. La aut:o~bservac1~n que es advertida penosamente, y que tiene carac­ter ob e i o, debe colocarse dentro del marco de la autopunición. Aunque la censura del superyó

n la de per onalización no está aumentada en su ºgor, como n la neuro i ob esiva, sí lo está e?"

que atañe a u agudeza. ambi n ha exte~d1-ndemente u dominio, pues están supedita­

ª ella todos los act 10. El automartirio que

l"'l1l~em hace la consideración d que, ontradamcnte 1•1l0llta, en la cual el yo e vencido por •1 id. al de~

tll:.et1K>Dabzaci6n el yo no llena las exig noas de

CÓMO SE LLEGA A SER PSICÓLOGO 8-7

con&Lituye tal auto ontrol continuo, sirye para la. atisfa ción del masoqui mo narci-sista. El carácter

de ste masoquismo, dirigido como sadismo contra el yo, e comprende por la psicogénesis de la des­personalización. Pareciera que la conver íón de los instintos (Triebwandlung) estuviera ligada a un des­prendimiento parcial de la libido del mundo exte­rior y de sus objetos. Es casi corno si la concentra­ción ¡;,obre el yo no se hubiese logrado íntegramente, teniendo esto también su expresión en la conversión de los instintos en el masoquismo. U na enferma u­fría en su pubertad de despersonalizaciones pasaje­ras, que tenninaban por a-ctos masoquistas. En una oportunidad, habiéndo e quebrado el hermano una pierna, no pudo advertir dentro de sí ninguna es­pecie de sentimiento y describía ese e tado como durn, numb, feelirzgless. Pudo soportar esta ituación anímica sólo durante un tiempo determinado. Se hizo progresivamente más torturante ha ~a que lle­gó a pincharse ·con agu jas1 con el propó~1to de en-

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9 THE DOR EIK

eo de d "trucóón. La imp ·e ión e b di un ia 1 al j miento se n uen tra en una re ta en CU)· o

·t em halL 1 f nta ia d 1 o o del mundo de l. e. ha en ntrad~ u e. pi . . . . o~

7 de li bid . si 0

t mbién l.. ho tihdad in on c1ent . omprende que. cua. ldo lo de p ron Iizado

de-ignan la per on que Ia- r iean omo mune~ as, m quinas o mbras. no l ha . en ol mente co.

mo re ult . do un ten<l n ia i Ií a de di minu~ 1 n. e uraruente t3.mbi 'n p oy t n ..,obre ell ,

in on.cie temente~ la ~en a ión de h pr pia pará .. li i. af t.tiva y falta de yivacidad. En ierto m do le confi ren U3.lidades que perciben incon ciente­mente en ~Í mi mo . o ncontramo ~i.i en fornu indi~ ta, on ·entimiento ho úle ,~ de o de muer­te diTigido entra el propio ¿o. E- te ra~.._ o impo­ne al ob ervador adíe tr do analíticamente~ por la el e i n de lo t nnino en la d - ipci ne típicas

ue lo d personalizado dan de u - e tado p. íqui­co : " o no esto aquí del todo", 'yo no me iento ·i o" .. me p zco a mí mi mo como una o a··~ et ·

n enfermo le KrLhabcr manifestaba que er:i co­mo i n e · · tiese y una nf nn.. o t r cr menta: ' ·o no i to ·a. todo ha t nninado ... Un

cspersonalizado de mi ob rvación s queja iem·

E LLE• 9

e-

za -· ' n, -

l Picu · , ui · ue11t s ' e Roff.

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9 THE DOR EIK

eo de d "trucóón. La imp ·e ión e b di un ia 1 al j miento se n uen tra en una re ta en CU)· o

·t em halL 1 f nta ia d 1 o o del mundo de l. e. ha en ntrad~ u e. pi . . . . o~

7 de li bid . si 0

t mbién l.. ho tihdad in on c1ent . omprende que. cua. ldo lo de p ron Iizado

de-ignan la per on que Ia- r iean omo mune~ as, m quinas o mbras. no l ha . en ol mente co.

mo re ult . do un ten<l n ia i Ií a de di minu~ 1 n. e uraruente t3.mbi 'n p oy t n ..,obre ell ,

in on.cie temente~ la ~en a ión de h pr pia pará .. li i. af t.tiva y falta de yivacidad. En ierto m do le confi ren U3.lidades que perciben incon ciente­mente en ~Í mi mo . o ncontramo ~i.i en fornu indi~ ta, on ·entimiento ho úle ,~ de o de muer­te diTigido entra el propio ¿o. E- te ra~.._ o impo­ne al ob ervador adíe tr do analíticamente~ por la el e i n de lo t nnino en la d - ipci ne típicas

ue lo d personalizado dan de u - e tado p. íqui­co : " o no esto aquí del todo", 'yo no me iento ·i o" .. me p zco a mí mi mo como una o a··~ et ·

n enfermo le KrLhabcr manifestaba que er:i co­mo i n e · · tiese y una nf nn.. o t r cr menta: ' ·o no i to ·a. todo ha t nninado ... Un

cspersonalizado de mi ob rvación s queja iem·

E LLE• 9

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9:! THEODOR :kEIK

<le arrollo de la libido a la fa e sádi oaua.L La re-. tem:ión afe ti va, pue amo. tal fa de mo concep. tuar en la apare11 te car nc1a de la de pex ·onaliz.a. ión, peitenece al eroti mo "~al ?-esde el punto de

vi ·ta de la p icología de lo 1nstmtos, así como la autcob er\•ación los deseos de i~1uerte,_ ~e. cubier­to po noso o ·. p rtenecen al ~d1 1~1.0 d~1:g1do on­tra el yo 21. La regre ión a la pred1~po ic1ón narci­si. ta primitiYa. a í omo la forni.as verbal~s de las quejas del enferm?, i::~nniten re{:onocer qu~ duran­te la <lesper onabzac10n un ele eo proveniente de la infanda nata de er atisfecho nueva1nente: el de eo del retorno al vientre materno.

VI

Hemo lle ado a diferen iar dos formas prmd­pales de la despersonalización: En la primera, la más pesada. podría decfrse la má inconsciente, las sensaciones de falta de interés y de detención afec­tiva son las centrales. Los enfermos impresionan co­mo dominado por una resignación casi de&eada. Sus queja tienen un carácter leve, pero perceptible de melancolía.. Se encuentra ya presente la autoobse~­vacíón, peto toda ía no se ha adjudicado el dom1•

)\- nio exclusho sobre la vida anímica consóente. L-a aegunda forma queda cara terizada por la especial mten idad de la autoobservación, así como por la f ~ resútencia contra el vacío afectivo y la falta de ' terés. El analista reconoce que en dicha forma

. 21 Hall referencia aquí. de nu-evo. a l< ncuroi;i' 01.>sc-

stva, en la Ctlal lo instintos sádicos )' er6 ·c;oanale , tienen un papel d~tacado.

CÓMO S.E LLFGA ER P S f ÓLOCO

no e trata olam nte de una manifestación defen­si a. sino que constituye ya utl intento de curación. E la forma o fase que condu e. ea .a la irrupción. adaptándose con ello a la realidad, sea a la neurosis o psicosis, debido al aumento extraordina io del po­der de lo rechazado.

La cue tión de cómo pueden comprenderse los fenómenos de la despersonalización, desde el punto de vista de Ja teoría de la represión, fü> es le nin­guna manera tan fá'Cil como se lo representan algu­nos- autores .analíticos. Siguiendo a Nunberg, los sentimientos de extrañeza serian la expresión de la iniciación de la fase de la represión. Esta afirmacíón me parece demasiado amplia. Creo más bien que la despersonalización no responde al mecani rho espe­cial de la represión, sino más bien al del rechazo, de orden más general 22. En la mayor parte de lo casos de despersonalización se trata del rechazo de una exigencia instintiva proveniente del yo. A ve­ces puede reconocerse en la desper onalización un re haza de la reaparición de lo reprimido. La en­sacione~ de extrañeza son, por lo tanto, má bien expresión del rechazo de una parte de Tealidad in­deseable, o la rea pari ión de algo i-eprimido, pero no el signo de una represión que se e ' tá iniciando. La autoobservación de la de per onalización no ó­lo se explíca por el retorno d la libido hacia l yo, sino tambi 'n por la 1·eacción prot.e tora del o on­tra un r forzamiento in tintivo, rea ción pue-t al servicio de la cen ura, par impedir la a parí i 'n de

2.2 so· re l.t difer ncia entre rcpre.'16µ ' e hazo éase fR.E n: lnhibuiónJ ·lutoma y aU[.!USLia .

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9:! THEODOR :kEIK

<le arrollo de la libido a la fa e sádi oaua.L La re-. tem:ión afe ti va, pue amo. tal fa de mo concep. tuar en la apare11 te car nc1a de la de pex ·onaliz.a. ión, peitenece al eroti mo "~al ?-esde el punto de

vi ·ta de la p icología de lo 1nstmtos, así como la autcob er\•ación los deseos de i~1uerte,_ ~e. cubier­to po noso o ·. p rtenecen al ~d1 1~1.0 d~1:g1do on­tra el yo 21. La regre ión a la pred1~po ic1ón narci­si. ta primitiYa. a í omo la forni.as verbal~s de las quejas del enferm?, i::~nniten re{:onocer qu~ duran­te la <lesper onabzac10n un ele eo proveniente de la infanda nata de er atisfecho nueva1nente: el de eo del retorno al vientre materno.

VI

Hemo lle ado a diferen iar dos formas prmd­pales de la despersonalización: En la primera, la más pesada. podría decfrse la má inconsciente, las sensaciones de falta de interés y de detención afec­tiva son las centrales. Los enfermos impresionan co­mo dominado por una resignación casi de&eada. Sus queja tienen un carácter leve, pero perceptible de melancolía.. Se encuentra ya presente la autoobse~­vacíón, peto toda ía no se ha adjudicado el dom1•

)\- nio exclusho sobre la vida anímica consóente. L-a aegunda forma queda cara terizada por la especial mten idad de la autoobservación, así como por la f ~ resútencia contra el vacío afectivo y la falta de ' terés. El analista reconoce que en dicha forma

. 21 Hall referencia aquí. de nu-evo. a l< ncuroi;i' 01.>sc-

stva, en la Ctlal lo instintos sádicos )' er6 ·c;oanale , tienen un papel d~tacado.

CÓMO S.E LLFGA ER P S f ÓLOCO

no e trata olam nte de una manifestación defen­si a. sino que constituye ya utl intento de curación. E la forma o fase que condu e. ea .a la irrupción. adaptándose con ello a la realidad, sea a la neurosis o psicosis, debido al aumento extraordina io del po­der de lo rechazado.

La cue tión de cómo pueden comprenderse los fenómenos de la despersonalización, desde el punto de vista de Ja teoría de la represión, fü> es le nin­guna manera tan fá'Cil como se lo representan algu­nos- autores .analíticos. Siguiendo a Nunberg, los sentimientos de extrañeza serian la expresión de la iniciación de la fase de la represión. Esta afirmacíón me parece demasiado amplia. Creo más bien que la despersonalización no responde al mecani rho espe­cial de la represión, sino más bien al del rechazo, de orden más general 22. En la mayor parte de lo casos de despersonalización se trata del rechazo de una exigencia instintiva proveniente del yo. A ve­ces puede reconocerse en la desper onalización un re haza de la reaparición de lo reprimido. La en­sacione~ de extrañeza son, por lo tanto, má bien expresión del rechazo de una parte de Tealidad in­deseable, o la rea pari ión de algo i-eprimido, pero no el signo de una represión que se e ' tá iniciando. La autoobservación de la de per onalización no ó­lo se explíca por el retorno d la libido hacia l yo, sino tambi 'n por la 1·eacción prot.e tora del o on­tra un r forzamiento in tintivo, rea ción pue-t al servicio de la cen ura, par impedir la a parí i 'n de

2.2 so· re l.t difer ncia entre rcpre.'16µ ' e hazo éase fR.E n: lnhibuiónJ ·lutoma y aU[.!USLia .

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TJ-{ OOR RE:IK

· ep:re entaciones y entimier1tr1s e a· percepc1one , r . . rl bl ~ L defen a contra ci retorno de Jo repr1.

gra a es. a . li d 'd 1 ... ,J,,.snersorutHza ión, s rea za en o for mi o, en .ut u.e: y-. una vigilancia aumenLada, -y por sustrae-.mas, por · d _.l·

dón de la libido, que luego e e:<uen e por me,.i10

d l "'can· r.no del desplazamiento y de la genc-e os m.... • '· P 1 b -· ,. . ·n rnbr.o toda la 1da anmnca. or o a ')... r.u1zauo ~ . .,..., '-

uacto de las relacione que debemo> e.aptar, es ~-'bl" la c-0mparací6n nos pre5te bueno servi-

l>! ~ que i·b·d 1 d cios. :El papel de Ja sustracción de la 1 t o y e ~ la .autoobservaciónf es comparable a lo preparao­vo que un.a di ,.:;..sión de ·oldad_os, ~opta al_ enterar­se del acercamiento de un eJérato ene:nictgo muy superior. La díví i6n amenazada se repllega a una. p<>sidón segura, que no se encuentra expue.;ta a ataque sorpre;ivos, e. pforándase constan ementr~el terreno con reflectores, patrnllas .. etc., para n Jrar de manera anticipada todo ae<Jrca-:njenw ~el ene-­migo. El dinamismo p_íqui o descnto ~~Jte com­prender cuál e5 h. posición de los sen ~ro1~tos de extrañamiento, dentro de la despers<)na1Jz.aCIÓD1 ~ la forma en que (..onducen a la neurosh ) a la psic<>­~fa. El alejamiento dél mundo exterior cone.&p~n< e ~1 rechazo de una porcihn p.eno a de la realidad exterior. a la cual una trata de sw;traerse. El ale­jamiento del o c.o.rresponde a una reacción deíen­ai. a frente a una parte inc.r:m ,dente de la per <JDa·

:licb.d, percib~ da penosamente, que tntta de llegar a la .eoncieru::ía. Lo dicho. nat .iralmente, ~ sólo ver­dal• en sus rasgos más generales, debido a 9ue por 1a d«tividad de los roecan · sme>5 de pro1·t:caón, los. ~ientos interiores son ub'cadoi) en el mundo~, 5iendo poi lo tanto el exnañarnien-

to de die ho mundG cxtttiCir, ~lo un 1cíl.ej1; r '!"X.-

tr~fJamie-nttJ <1 1 }'>.

;s scntln Lnt<~r. <le exrr11ña.rní-;n1r, "íºr... f/;

nen d mar i!í(: f.IJ en hi dCSJA~r'irm Ji'/'3 ~il n, "re; te al yo y a] niun o e~t,:rirJr, ri ) tien1;n !J m}Ajfl1o ''ª or psin;Jlgk .;, pr_, r á qu'.: amtYJS in C"6r~r ,~J e: '.dro Jntrjm~ ico. L(J dHere o~ de :SIJ u:rmina..- 10rJ rY'-'rié

de relieve !.a impr.>1'tárlCJ3 de f: '

cuandr) pn:rlornina el éxtrafiamient terfor puede Ue~arsc .a la p~· (.<.1si~, uarJdo pt~v mina el del yo, es rn~~ pt::>bab ,. ( 1..rn M Jlf-"e;u ,,,_ a new o is. Si tratáramr15 de r pta. la di e renda úcl extrañanüc-nto, !rnmula.rfamo~ ¡,.-_,, siguícntt:~ E t.e nil es •J ambiente que yr; wr. ()IU;<J, y é _ no el ~!> que ·o ronozr.o 2?.. Pr: o e_, me:v dar a ':-... ta .!ó T ula. el a.:.1..1e<:li> de; ín1;1~rro~cil;n r1ue t'..f..>r r"" ,f">n<\e mu­cho mW; a carácter psicol0'" .r:o de la e.;,V-.t30na i. zadól.4 / tendría que íorm.ularsr~ así: i:.Dfruk ~stoy y quién ro:·( 5Í K-guím JS so t.en ·cndo q e lo t:.S '•dm de de.sper1mnalfaac· ln se re elan a.JT110 una re---d:Cd r

a una •livenda. grave, (/'Jll'iO, f>O ejem i "'· el rehu­~iento de un dé-seo, no podr1:mof> negar al ·­trañani.iento del mundo C"Xteríor un si2'Di~--c:ado pri­rnari .. que ya po5(;e desde el punto de · ta ¡;>ura-meute histlrríco. 5i to puede ac tar < ... ej-

:2:> La daperwoalizaálm parcial, ~ri.gíd;i w ra del ctH!TJXJ, no auwae a esta rt~ar. fa. • una e:n"cm.a J-'ª"éda reperit.inament.e <..-xtraña Ju prop1;.i. m-no , pertenecien e .al yo. D an.r · · dem<.l'!tró <JU

ptttfa dd av.Jmbr9 ':lue scm . .a 12 enkTI:na. aundú ~no e:ru a c.osía "' e.;cr-P·,{a. ra comt) • e. ma dijew:: et.ta man(> que está ~iP.r.tdo e ~ m )D!efl

p erJe ~ Ja m· roa que JO r a y a abo alQ f<:as.

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TJ-{ OOR RE:IK

· ep:re entaciones y entimier1tr1s e a· percepc1one , r . . rl bl ~ L defen a contra ci retorno de Jo repr1.

gra a es. a . li d 'd 1 ... ,J,,.snersorutHza ión, s rea za en o for mi o, en .ut u.e: y-. una vigilancia aumenLada, -y por sustrae-.mas, por · d _.l·

dón de la libido, que luego e e:<uen e por me,.i10

d l "'can· r.no del desplazamiento y de la genc-e os m.... • '· P 1 b -· ,. . ·n rnbr.o toda la 1da anmnca. or o a ')... r.u1zauo ~ . .,..., '-

uacto de las relacione que debemo> e.aptar, es ~-'bl" la c-0mparací6n nos pre5te bueno servi-

l>! ~ que i·b·d 1 d cios. :El papel de Ja sustracción de la 1 t o y e ~ la .autoobservaciónf es comparable a lo preparao­vo que un.a di ,.:;..sión de ·oldad_os, ~opta al_ enterar­se del acercamiento de un eJérato ene:nictgo muy superior. La díví i6n amenazada se repllega a una. p<>sidón segura, que no se encuentra expue.;ta a ataque sorpre;ivos, e. pforándase constan ementr~el terreno con reflectores, patrnllas .. etc., para n Jrar de manera anticipada todo ae<Jrca-:njenw ~el ene-­migo. El dinamismo p_íqui o descnto ~~Jte com­prender cuál e5 h. posición de los sen ~ro1~tos de extrañamiento, dentro de la despers<)na1Jz.aCIÓD1 ~ la forma en que (..onducen a la neurosh ) a la psic<>­~fa. El alejamiento dél mundo exterior cone.&p~n< e ~1 rechazo de una porcihn p.eno a de la realidad exterior. a la cual una trata de sw;traerse. El ale­jamiento del o c.o.rresponde a una reacción deíen­ai. a frente a una parte inc.r:m ,dente de la per <JDa·

:licb.d, percib~ da penosamente, que tntta de llegar a la .eoncieru::ía. Lo dicho. nat .iralmente, ~ sólo ver­dal• en sus rasgos más generales, debido a 9ue por 1a d«tividad de los roecan · sme>5 de pro1·t:caón, los. ~ientos interiores son ub'cadoi) en el mundo~, 5iendo poi lo tanto el exnañarnien-

to de die ho mundG cxtttiCir, ~lo un 1cíl.ej1; r '!"X.-

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de relieve !.a impr.>1'tárlCJ3 de f: '

cuandr) pn:rlornina el éxtrafiamient terfor puede Ue~arsc .a la p~· (.<.1si~, uarJdo pt~v mina el del yo, es rn~~ pt::>bab ,. ( 1..rn M Jlf-"e;u ,,,_ a new o is. Si tratáramr15 de r pta. la di e renda úcl extrañanüc-nto, !rnmula.rfamo~ ¡,.-_,, siguícntt:~ E t.e nil es •J ambiente que yr; wr. ()IU;<J, y é _ no el ~!> que ·o ronozr.o 2?.. Pr: o e_, me:v dar a ':-... ta .!ó T ula. el a.:.1..1e<:li> de; ín1;1~rro~cil;n r1ue t'..f..>r r"" ,f">n<\e mu­cho mW; a carácter psicol0'" .r:o de la e.;,V-.t30na i. zadól.4 / tendría que íorm.ularsr~ así: i:.Dfruk ~stoy y quién ro:·( 5Í K-guím JS so t.en ·cndo q e lo t:.S '•dm de de.sper1mnalfaac· ln se re elan a.JT110 una re---d:Cd r

a una •livenda. grave, (/'Jll'iO, f>O ejem i "'· el rehu­~iento de un dé-seo, no podr1:mof> negar al ·­trañani.iento del mundo C"Xteríor un si2'Di~--c:ado pri­rnari .. que ya po5(;e desde el punto de · ta ¡;>ura-meute histlrríco. 5i to puede ac tar < ... ej-

:2:> La daperwoalizaálm parcial, ~ri.gíd;i w ra del ctH!TJXJ, no auwae a esta rt~ar. fa. • una e:n"cm.a J-'ª"éda reperit.inament.e <..-xtraña Ju prop1;.i. m-no , pertenecien e .al yo. D an.r · · dem<.l'!tró <JU

ptttfa dd av.Jmbr9 ':lue scm . .a 12 enkTI:na. aundú ~no e:ru a c.osía "' e.;cr-P·,{a. ra comt) • e. ma dijew:: et.ta man(> que está ~iP.r.tdo e ~ m )D!efl

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Page 93: Reik, Theodor (1963). Cómo Se Llega a Ser Psicólogo. Ed. Hormé

JK

l i a duda- urge a 11 1 ue tión d~ ~i es posi­b ::> ol e. -uafl.amiel1 lel ~undo e~renor, como lo re entan lo pe -onahz.ado:. 1 un e_~u·aña-

p - 1 . 1

iie 11- pr vio del .'º· u~st1a re aci :les on el

1 iun .o e. ~ ior on detennmada -. en pnmer lugar,

f el e. ·3 men e 1. re lidad. E te examen de la real" al pertenece eQ·uramente_ a.l yo omo afirma F 1. • p r e:::re -yo no e-. de ninguna n1anera, uni­foni r e·t, b1e n l épü a del desaTTOlIO de la ü n i -d de la re 1i ad. Tambi en el futuro pue-

e iúrir un amenaz prm eniente de do parte . bemo cómo Jo podere del ello f .. 1 ean nue tras

pe cepcion -. _~o~ tros ~emo-, oímo·, olemo lo que nu - ro: in·tintos nos h en de ear. La dependen­ci de nue tra constitución animal inmodificable, pert rb rá nue tra función de reahdad : su des­arrollo en múluple· entidos. P ero nuestro yo e encontró dominado durante largo tiem.po por per-onas m vore , re·peradas ' amada-s1 a las- cuales de­

jaba tom~r tod• las decisi~ne- . La función de reali­dad primaria: 1leº4 a e ta.r por e to bajo el control del uperyó que puede revisar los re~ultados de las percepcione , aprobando o rechazando: compl et.ando

o modificando. ora bien, -ería bastante mezquino que nues­

tro concepto del mundo exterior dependiera de la ~deza de nue tras percepcione sensoriales (no-

. mse ras torpe de nuestra razón (la de chimpancé un poco más inteligente que su con­

f(é)tW!liel~ Pero el hombre el animal doméstico mas nümablle de Dios decide obre i algo es verdadero

lo desee. con demasiada frecuencia Utefte la verdad, porque no puede penni-

CÓ .. 10 SE LL-w:-G ' .i;;. A S.ER PSICOLOGO 97

tir ~ . onsid~~arla como verdadera, aunque lo de­seai a: o hlo ofo deducen evidentemente d

Prop1eda 1 e es.tas es. que e hombre se encuenna llamado

a re ~oJver lOs enigmas de este und . . d d . f l'b m o con segun-ª m a 1 le ' diferenciar lo erdadero de lo falso En la desper ?naiización, durante el alejamiento dei mundo :~ne~or, la función de la realidad se en­cuent a infhuda tanto por el ello como por el su-

1.)eI 'Ó !H ; .

YII

. La fórmula para la despersonalización antes enun­ciada. "¿Quién soy yo?" -en el sentido de la com­pren ión psicológica del propio yo- nos -conduce a nu.estro tema propia.mente di ho: la"°' relaciones que exISten entre la de personalización ·y la psicología. Según la advertencia de la deidad de Delio , es é ta

~4 s:=gurameute ocurrirá esto en di tin o· gra.d , y la in­fluencia de nuestras pulsiones i:nstinth-a. , as1 como la ten­dencia d-e e\itar el displacer, tendrán en la maYoTía de los ca-os el p~pel principal. Ha ta ahora apenas se han ~is.tra­do en la literatura. aso de despersonalización en niños, peru. no h'.1Y . duda que ?_:ben exi ?-r en ma or o menor grado, espeoalm.ente en n1nos que aenen tendencia a la nenro-is ob esi 'ª· El anili i de un enfermo adulto hace aparecer un recuerdo del sexto año de edad, que demuestra, in lugar a duda-. e5tados de despersonalización. Había momento , en aquella época, en que la falta de interés la carencia de la participación del niño llegó a llamar la átención de l pa­dres. El chico e extrañaba de i mi mo. En aquella época se ocupaba mucho con la pregunta de quién era realmente. "! lo que _entia. Recuerda que numer~a tar e e n on­trab~ aoostado ~bre. el sof~ ... Uamándo5e en · z ba·a por su propio nombre: Félix, Féill , y que s e.·Lrañaha <le que él, en \erdad fuese Féli • queriendo aber i realmente ntía.

Page 94: Reik, Theodor (1963). Cómo Se Llega a Ser Psicólogo. Ed. Hormé

JK

l i a duda- urge a 11 1 ue tión d~ ~i es posi­b ::> ol e. -uafl.amiel1 lel ~undo e~renor, como lo re entan lo pe -onahz.ado:. 1 un e_~u·aña-

p - 1 . 1

iie 11- pr vio del .'º· u~st1a re aci :les on el

1 iun .o e. ~ ior on detennmada -. en pnmer lugar,

f el e. ·3 men e 1. re lidad. E te examen de la real" al pertenece eQ·uramente_ a.l yo omo afirma F 1. • p r e:::re -yo no e-. de ninguna n1anera, uni­foni r e·t, b1e n l épü a del desaTTOlIO de la ü n i -d de la re 1i ad. Tambi en el futuro pue-

e iúrir un amenaz prm eniente de do parte . bemo cómo Jo podere del ello f .. 1 ean nue tras

pe cepcion -. _~o~ tros ~emo-, oímo·, olemo lo que nu - ro: in·tintos nos h en de ear. La dependen­ci de nue tra constitución animal inmodificable, pert rb rá nue tra función de reahdad : su des­arrollo en múluple· entidos. P ero nuestro yo e encontró dominado durante largo tiem.po por per-onas m vore , re·peradas ' amada-s1 a las- cuales de­

jaba tom~r tod• las decisi~ne- . La función de reali­dad primaria: 1leº4 a e ta.r por e to bajo el control del uperyó que puede revisar los re~ultados de las percepcione , aprobando o rechazando: compl et.ando

o modificando. ora bien, -ería bastante mezquino que nues­

tro concepto del mundo exterior dependiera de la ~deza de nue tras percepcione sensoriales (no-

. mse ras torpe de nuestra razón (la de chimpancé un poco más inteligente que su con­

f(é)tW!liel~ Pero el hombre el animal doméstico mas nümablle de Dios decide obre i algo es verdadero

lo desee. con demasiada frecuencia Utefte la verdad, porque no puede penni-

CÓ .. 10 SE LL-w:-G ' .i;;. A S.ER PSICOLOGO 97

tir ~ . onsid~~arla como verdadera, aunque lo de­seai a: o hlo ofo deducen evidentemente d

Prop1eda 1 e es.tas es. que e hombre se encuenna llamado

a re ~oJver lOs enigmas de este und . . d d . f l'b m o con segun-ª m a 1 le ' diferenciar lo erdadero de lo falso En la desper ?naiización, durante el alejamiento dei mundo :~ne~or, la función de la realidad se en­cuent a infhuda tanto por el ello como por el su-

1.)eI 'Ó !H ; .

YII

. La fórmula para la despersonalización antes enun­ciada. "¿Quién soy yo?" -en el sentido de la com­pren ión psicológica del propio yo- nos -conduce a nu.estro tema propia.mente di ho: la"°' relaciones que exISten entre la de personalización ·y la psicología. Según la advertencia de la deidad de Delio , es é ta

~4 s:=gurameute ocurrirá esto en di tin o· gra.d , y la in­fluencia de nuestras pulsiones i:nstinth-a. , as1 como la ten­dencia d-e e\itar el displacer, tendrán en la maYoTía de los ca-os el p~pel principal. Ha ta ahora apenas se han ~is.tra­do en la literatura. aso de despersonalización en niños, peru. no h'.1Y . duda que ?_:ben exi ?-r en ma or o menor grado, espeoalm.ente en n1nos que aenen tendencia a la nenro-is ob esi 'ª· El anili i de un enfermo adulto hace aparecer un recuerdo del sexto año de edad, que demuestra, in lugar a duda-. e5tados de despersonalización. Había momento , en aquella época, en que la falta de interés la carencia de la participación del niño llegó a llamar la átención de l pa­dres. El chico e extrañaba de i mi mo. En aquella época se ocupaba mucho con la pregunta de quién era realmente. "! lo que _entia. Recuerda que numer~a tar e e n on­trab~ aoostado ~bre. el sof~ ... Uamándo5e en · z ba·a por su propio nombre: Félix, Féill , y que s e.·Lrañaha <le que él, en \erdad fuese Féli • queriendo aber i realmente ntía.

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EIK

L fa l cu, l tie 1de i 1c n ientemente

toda inv -tí .. ión p-i olóo-i n. !\.h ra bie1. e-t< r Iacione -e ha hecho 1esalta

en r etid~ - o o ti 1.da e- -iendo má;, de una Tez b'eto de ·n -e~rig ción ..... o interna,.nos e\' ·dente­

m 1He en un terri o ·o pelio-ro-o. El e la p-i olo­~-1 • ambién aquí L in ·e ti ación la realiza el pi­c 'lOQ"o comprende la~ premLas p~icológica , lo moti\ :: anímico· del p-icólogo. ¿_.,.o- está permiti-

dudar que tale: in ·e-rüracione quedan por com­ple o ·m-e: de. la influencia de l~~. ~rejuicios ,' 1 i en --o~ eco ·o:- peronale- tan d1hcile de con­

trolar? _ -o. pue la duda e-. por lo o-enera1. ina propiedad impropia para el p icólogo. -. To ~ con­

·1iab e con el carácter exacto de una oencia.

childer quien e ha ocupado con nuestro tema en onna e-pecialmente insistente y ao-uda, señala que puede Ue--arse a cabo una p icOloCTia intro pec­ti a in estar de-personalizado 2 j. .. fe auevería a ontr decir esta entencia, que nos conduce a lo

qué es lo Que enria. Otro enfermo desarrol!ó a la eda de etc añ una 3l toobservación e·traorcinariamente aumenta­

da. q e percibía como lorturante • de a cual e qu }aha a u roa e fran . D nom · ó, en aquella época. a ta

o i6n, la de ob ~r a u propio :o. mu: caracteri tica.· mente: ·~a man ·e des deu per onne.- . El papel ·el "Uperyó en la desper naliz.ació permit:e comprender p r qué es o esta os pueden aparecer en n ·fi apena despu _ de cierta edad.

a de ta pra. a. -personalidad. er . ·eurl. P ·cb.''. u deI-

E L S R PSJ 'L0Go

m, ín imo de nuestro pwblema 2c L . . intr ~pe ti a contiene aún una a~ a /r,1cologia despe1 onalizaci 'n que relacio P e aq1:1:1:ª - . namos con la e;:,c1s1 n Y extranam1ento del 0 con 1 d . . , " - T >. a ~apanoo de los afe.~to ) la desper onahzación de los entimíentas

fa grave que el error de esta afirmación es lo . falta en ella. s fácil completarla cambiandoq i! forma del verbo. Parece má que dudo"o 1. e d h . , . ~ . pue-. e a er P:51cologia mtrospecti 'ª in encontrarse

de personalizado en ~ierto grado, Pero es eguro que no puede hacer e ps.-1cologia intro-pecti ·a -in haber e tado de~personalizado. :Falta en la afirm ci · d -·~i....:1d - a on e ~~ er solamente e te único elemento~ _-o, falta au:r: o~ro. Debe .ªgre:7arse: sólo p ede hacere p-ico­log1a Introspectiva s1 se ha -encído en cierta medi-da a 4 de:p~on~ízación. P?~ lo tanto sobrepa.ia­mos en do- direcciones la oprmón de childer.

~gú~. childer, e- característico para la de-per 0-

na zaoon una lucha de la tendencia a la obsen-a­ción con la ten encia afecti a. Pudie ·a decirse que e1 de-per-onalizado -iente qui-iera ob:ervar - míen~ tra oh er 'ª~ qu· iera -entir plena111ente. E-w oc rr in duda en cierta medida, ; la de - ipción e-

ductora, e pecialmente pcr u redacción, que ofrece un .... impático conuaste. in emba.m:o. un ra-~o no­table de la desper onalización, que ha~ta abo " ha ~í o p ado por alto es que e-to- en ermo~_. e acuerdo on su falta de inreré-! no demu rran rea ·­zar e fuerzo alguno para hacer

26 Posteriormente pude ta .ecer 1 !'."" 1u::Jl'4l.'-

p of -or bílder, al m tí mí objcci ceridad que hoy dfa 'a n de endena ~ e n zón, 1 ··pr ro· de mez fa q e

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EIK

L fa l cu, l tie 1de i 1c n ientemente

toda inv -tí .. ión p-i olóo-i n. !\.h ra bie1. e-t< r Iacione -e ha hecho 1esalta

en r etid~ - o o ti 1.da e- -iendo má;, de una Tez b'eto de ·n -e~rig ción ..... o interna,.nos e\' ·dente­

m 1He en un terri o ·o pelio-ro-o. El e la p-i olo­~-1 • ambién aquí L in ·e ti ación la realiza el pi­c 'lOQ"o comprende la~ premLas p~icológica , lo moti\ :: anímico· del p-icólogo. ¿_.,.o- está permiti-

dudar que tale: in ·e-rüracione quedan por com­ple o ·m-e: de. la influencia de l~~. ~rejuicios ,' 1 i en --o~ eco ·o:- peronale- tan d1hcile de con­

trolar? _ -o. pue la duda e-. por lo o-enera1. ina propiedad impropia para el p icólogo. -. To ~ con­

·1iab e con el carácter exacto de una oencia.

childer quien e ha ocupado con nuestro tema en onna e-pecialmente insistente y ao-uda, señala que puede Ue--arse a cabo una p icOloCTia intro pec­ti a in estar de-personalizado 2 j. .. fe auevería a ontr decir esta entencia, que nos conduce a lo

qué es lo Que enria. Otro enfermo desarrol!ó a la eda de etc añ una 3l toobservación e·traorcinariamente aumenta­

da. q e percibía como lorturante • de a cual e qu }aha a u roa e fran . D nom · ó, en aquella época. a ta

o i6n, la de ob ~r a u propio :o. mu: caracteri tica.· mente: ·~a man ·e des deu per onne.- . El papel ·el "Uperyó en la desper naliz.ació permit:e comprender p r qué es o esta os pueden aparecer en n ·fi apena despu _ de cierta edad.

a de ta pra. a. -personalidad. er . ·eurl. P ·cb.''. u deI-

E L S R PSJ 'L0Go

m, ín imo de nuestro pwblema 2c L . . intr ~pe ti a contiene aún una a~ a /r,1cologia despe1 onalizaci 'n que relacio P e aq1:1:1:ª - . namos con la e;:,c1s1 n Y extranam1ento del 0 con 1 d . . , " - T >. a ~apanoo de los afe.~to ) la desper onahzación de los entimíentas

fa grave que el error de esta afirmación es lo . falta en ella. s fácil completarla cambiandoq i! forma del verbo. Parece má que dudo"o 1. e d h . , . ~ . pue-. e a er P:51cologia mtrospecti 'ª in encontrarse

de personalizado en ~ierto grado, Pero es eguro que no puede hacer e ps.-1cologia intro-pecti ·a -in haber e tado de~personalizado. :Falta en la afirm ci · d -·~i....:1d - a on e ~~ er solamente e te único elemento~ _-o, falta au:r: o~ro. Debe .ªgre:7arse: sólo p ede hacere p-ico­log1a Introspectiva s1 se ha -encído en cierta medi-da a 4 de:p~on~ízación. P?~ lo tanto sobrepa.ia­mos en do- direcciones la oprmón de childer.

~gú~. childer, e- característico para la de-per 0-

na zaoon una lucha de la tendencia a la obsen-a­ción con la ten encia afecti a. Pudie ·a decirse que e1 de-per-onalizado -iente qui-iera ob:ervar - míen~ tra oh er 'ª~ qu· iera -entir plena111ente. E-w oc rr in duda en cierta medida, ; la de - ipción e-

ductora, e pecialmente pcr u redacción, que ofrece un .... impático conuaste. in emba.m:o. un ra-~o no­table de la desper onalización, que ha~ta abo " ha ~í o p ado por alto es que e-to- en ermo~_. e acuerdo on su falta de inreré-! no demu rran rea ·­zar e fuerzo alguno para hacer

26 Posteriormente pude ta .ecer 1 !'."" 1u::Jl'4l.'-

p of -or bílder, al m tí mí objcci ceridad que hoy dfa 'a n de endena ~ e n zón, 1 ··pr ro· de mez fa q e

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l nrrooo

Gon - expHC'aeiones de lo; o en r.nc'!. d los: hed1 _ on mucho ~ c:omphcado~;

' " . .. oe:r501na11"zado qu"ere l ir y sentir~ pero l' o lo

.q e el upo de 'S ·vr.nda / aE t~ no eseable.. La o~ ac·in .e ow_s: a

encer !a impvs~bTdad de tener entim'en. ·~ "'Iici.a-5:: ro p<>nd~ por fo tant0, a. n

r.2.Ción. Al mi n " tiempo mini: rd. útucro de las'· encía , .. sentimíen~. .1n

orma. e cieno modo diluida, de la. inur"'f/.:(­ción. La _ - ja,ci® de _ ilder re!iulta, ¡x

:da exa ~ E -erdarl

llarftllr 'llliall02:í"'~ intro.specn" a rs· cicru medid.a

J(H

deh-,f:1 ilm

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l nrrooo

Gon - expHC'aeiones de lo; o en r.nc'!. d los: hed1 _ on mucho ~ c:omphcado~;

' " . .. oe:r501na11"zado qu"ere l ir y sentir~ pero l' o lo

.q e el upo de 'S ·vr.nda / aE t~ no eseable.. La o~ ac·in .e ow_s: a

encer !a impvs~bTdad de tener entim'en. ·~ "'Iici.a-5:: ro p<>nd~ por fo tant0, a. n

r.2.Ción. Al mi n " tiempo mini: rd. útucro de las'· encía , .. sentimíen~. .1n

orma. e cieno modo diluida, de la. inur"'f/.:(­ción. La _ - ja,ci® de _ ilder re!iulta, ¡x

:da exa ~ E -erdarl

llarftllr 'llliall02:í"'~ intro.specn" a rs· cicru medid.a

J(H

deh-,f:1 ilm

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111 OI R l lK

1 conflicto ent e l,· s fuerzas in tintivas . . . y la p tencias d 1 yo dan carácter de reprtml el .. • • ,

l . d al problema de la. intro pecc1on. Como tu, ª d.d l d

d .cl 0 queda compren 1 o 'entro e este hen o. i 1 . . d l . . d , .

fl . t l ü rento de anestesia e a v1 a an1m1ca e n 1 o e <l . . :i •1·b1·m,..,·s en lo tado de espersonahzac1ón que ue c1 V' , • . •

· Si e to e realmente a.si, . l!l ge de nuevo la cues-'ó obre el papel igmfacado de la autoobser-

tl 11 · ¡· ·ó S á

1 r • 1 dentro de la de per ona .iza 1 n. ¿ er que ~ l 1 . d . 'ó

no heroo re onocido su verda era. pos1c~ n? Esto rece er realmente a í. L'l autoobservac1ón no se

pa . li 'ó . e en uentra ligada a la de persona z~ct n en i.onna i.rim ... ria. Es un I nón:eno secundario~ N? es ex_acta la afirma ión de Schilder de que el primer signo de la de personalización es una "torturantt: obse­:)ión de autoobservación''y ni la de Oesterre1ch, de qu "la aparici 'n de la desperso~alización estaría basada par:cialmente en forma directa sobre una exub~rancia de las funciones de autoobservaciónn.

o primario e la e d ·ión y exu-añamiento ~del yo. .E' posible que la autoobservación aparezca como primer elemento que llame la atención_, pero esto

o ignifica que ha ido 1a pri~era en existir. Debe onsiderarse ya como un signo de lucha contra las ~orla - en aciones de extrañamiento del yo, y como un primer intento insuficiente de orientación den­tro dd yo. El retiro de la libido del mundo exte­rioT, a í como su "uelta hacia el yo, es una condi­c~ ón p1evia de la autoobservación, pero estos pro-

l>añadu ¡»r el sol"> e dirigirá solamente hacia la "habitación 0

. r~ ' ando afu ra. ocurra algo desagradable o un a on-t.ccuniento n la · . . . ·. misma pieza determine e ta invers1611.

'>MO SE LLEGA: A SER P.SICÓLOG()

c-esos no conducen necesariamente a ella. Est~s C-01}- .

diciones prevías son idénticas para determinadas psi osi . Pero el resultado psíquico e~ comp~eta~en­te diferente. El hecho que la autoobservac1ón ~pa­rece en la despersonalización no demuestra en í uál es la posición que le ·Corresponde den_tto de

estas manife taciones. ¿Cómo debemos conceptuar la autoobservación y

qué función ie de hemos conferir -dentro de la des­personalización? Ya hemos dicho que _serí~ u~C: ~us­ti tución de afe0tos estancados, por una inh1b1aón intrapsíquica. Desde este punt~ de vista, -y por otras consideraciones; resulta que lo que nos pare~e tener el valor de un ·sin toma pa toiógico en la aumentada y típica. ,autoobservación de la despersonalización .. en realidad es más bien el -síntoma de un intento de curación. Creemos haber reconocido que la auto­observación de la despersonalización p_articipa en cierto modo de ambos significados; es part~ de la enfermedad y al mimo tiempo señala el camino hacia la curación. Sirve a esta segunda función, que hasta ahora pasó inadvertida, evidendando las di­ferencias ent-re la situación aními_ca antenor y fa .

. actual, acercándose así inconscientemente a los mo­ti vos ocultos que determinaron tal cambio de acti­tud, de manera que en cierto modo sondea el terre .. no anímico. La autoobservación es, por lo tanto,. simultáneam.ente síntoma del padecimiento como síntoma de la tendencia curati a_, en la 1nisma for­ma en que la fiebre constituye la enfermedad de un organismo y imultáneaménte la expresión de su defensa contra el germen patógeno. En este sen­tido resulta que la autoobservadón proviene de la

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111 OI R l lK

1 conflicto ent e l,· s fuerzas in tintivas . . . y la p tencias d 1 yo dan carácter de reprtml el .. • • ,

l . d al problema de la. intro pecc1on. Como tu, ª d.d l d

d .cl 0 queda compren 1 o 'entro e este hen o. i 1 . . d l . . d , .

fl . t l ü rento de anestesia e a v1 a an1m1ca e n 1 o e <l . . :i •1·b1·m,..,·s en lo tado de espersonahzac1ón que ue c1 V' , • . •

· Si e to e realmente a.si, . l!l ge de nuevo la cues-'ó obre el papel igmfacado de la autoobser-

tl 11 · ¡· ·ó S á

1 r • 1 dentro de la de per ona .iza 1 n. ¿ er que ~ l 1 . d . 'ó

no heroo re onocido su verda era. pos1c~ n? Esto rece er realmente a í. L'l autoobservac1ón no se

pa . li 'ó . e en uentra ligada a la de persona z~ct n en i.onna i.rim ... ria. Es un I nón:eno secundario~ N? es ex_acta la afirma ión de Schilder de que el primer signo de la de personalización es una "torturantt: obse­:)ión de autoobservación''y ni la de Oesterre1ch, de qu "la aparici 'n de la desperso~alización estaría basada par:cialmente en forma directa sobre una exub~rancia de las funciones de autoobservaciónn.

o primario e la e d ·ión y exu-añamiento ~del yo. .E' posible que la autoobservación aparezca como primer elemento que llame la atención_, pero esto

o ignifica que ha ido 1a pri~era en existir. Debe onsiderarse ya como un signo de lucha contra las ~orla - en aciones de extrañamiento del yo, y como un primer intento insuficiente de orientación den­tro dd yo. El retiro de la libido del mundo exte­rioT, a í como su "uelta hacia el yo, es una condi­c~ ón p1evia de la autoobservación, pero estos pro-

l>añadu ¡»r el sol"> e dirigirá solamente hacia la "habitación 0

. r~ ' ando afu ra. ocurra algo desagradable o un a on-t.ccuniento n la · . . . ·. misma pieza determine e ta invers1611.

'>MO SE LLEGA: A SER P.SICÓLOG()

c-esos no conducen necesariamente a ella. Est~s C-01}- .

diciones prevías son idénticas para determinadas psi osi . Pero el resultado psíquico e~ comp~eta~en­te diferente. El hecho que la autoobservac1ón ~pa­rece en la despersonalización no demuestra en í uál es la posición que le ·Corresponde den_tto de

estas manife taciones. ¿Cómo debemos conceptuar la autoobservación y

qué función ie de hemos conferir -dentro de la des­personalización? Ya hemos dicho que _serí~ u~C: ~us­ti tución de afe0tos estancados, por una inh1b1aón intrapsíquica. Desde este punt~ de vista, -y por otras consideraciones; resulta que lo que nos pare~e tener el valor de un ·sin toma pa toiógico en la aumentada y típica. ,autoobservación de la despersonalización .. en realidad es más bien el -síntoma de un intento de curación. Creemos haber reconocido que la auto­observación de la despersonalización p_articipa en cierto modo de ambos significados; es part~ de la enfermedad y al mimo tiempo señala el camino hacia la curación. Sirve a esta segunda función, que hasta ahora pasó inadvertida, evidendando las di­ferencias ent-re la situación aními_ca antenor y fa .

. actual, acercándose así inconscientemente a los mo­ti vos ocultos que determinaron tal cambio de acti­tud, de manera que en cierto modo sondea el terre .. no anímico. La autoobservación es, por lo tanto,. simultáneam.ente síntoma del padecimiento como síntoma de la tendencia curati a_, en la 1nisma for­ma en que la fiebre constituye la enfermedad de un organismo y imultáneaménte la expresión de su defensa contra el germen patógeno. En este sen­tido resulta que la autoobservadón proviene de la

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104 THEODOR REIK

d 'P r 0 1aliza ión, p ro al n~i m tie1 ipo repre en.. t un intento e yencerl., siendo a la . presión d una tendencia para acabar on la influ ncias p~nógenL . rec noce qu l a~~oobse1 aci >n coin .. ide en el fondo con la autocnuca. Freud hace la

oh erv dón de que Ja misn ·~ a ~ivid d que ha adop­t ao la función de la conc1en ~ª~ se h colocado al e ido de la investigación del interior.

partir de aquí no_ resulta fácil encontrar el amino de retorno hac1 nuestro problema, el de

ia relaciones entre la psi olo ía y la despersonali­zaci n. Nadie ni ga el parente·co entre la auto­eb e ación y la desper analiza ión, por un lado, y la p i ología intro pectiva como método científico, por 1 otro. Pero e tas relaciones no son simples y nuestr impaciencia que siempre de nuevo trata de mpujarnos hacia soluciones simples y elegan­te , no es el mejo medio para solucionar adecua­damente un p1oblema. Todo aquel que domina la · literatura respectica., sabe que los autores psicoló­gico científicos se han ocupado sin cesar con el p ob1ema de cómo pueden conciliarse la introspec­ción on la fidelid, d y vivacidad de los afectos~ S~ s be también que los sabios comprueban las mod1-ficadone que sufren los fenómenos anímicos some­tido a la autoobservación, ju ·tamente par la. int~os­pección. Se ha señalado que la autoobservac16n im­pedía la aparición de efectos intenso , y atenuaba

in ensidad de los sentimiento . Recordemos. lo q os dicho sobre la autoob rvación en la des­per alización. No hemos negado la opin~ón de os ne 6logos, según la cual la autoob ervación "?º ra favorable a. los sentimientos, pero hemos aftr-

CÓM SE'; LLEGA A SER P 1CÓLOGO 105

i ad al mi mo tfompo que la autoobserva ión no pe1 tene e primariamente a la despersonalización, · sino que e a yr- ga a ella, eon tituyendo un intento ' para. su vencimiento 2s. Nos permitiremo objetivar lo d1 ho · o 1 una con paradón.

Supongamos que un empleado trabaje un deter­minado número de horas iarias en su escritorio. En una par d, cerca del e crito1io, e encuentra coloc~do un sptjo. Este empleado, por lo general especialmente diligente y a iduo, siente una buena tarde, mi ntras está sentado frente a su e critorio a la 1 ora acostumbrada, que no tiene el mínimo deseo de trabajar. En lugar de continuar la tarea comenzada, se ocupa del espejo, sometiendo su cara a un examen atento y minucioso, retornando de nuevo a su imagen después de un vano intento de concentrarse en su traba jo. Los ob ervadores de nuestro empleado afirman que el ocuparse con su propia imagen le impide trabajar, perturb u aten­ción y desvía sus ideas de la& sagrada cuestiones del estado. Si nos referimos a una ente cia ya ci­tad de un neurólogo,. la situ ión sería imple-

28 El grado de difer ncia ntr la opinión imperante hasta aho;a y la que nosotro defend m surge en la obra de Sch1lder (Enttvurf zu einer Psychiatr· auf p ychoanal iti cher Grti:';dlage, pág. 39): "E •presado en tra forma, la autoobser~ vaoon .r 1:res~nta la ont adi ción inte na". En realidad la contrad1caón mterna e, i 'ti, ant de la aut<:>observación, ero ésta no solamente su m<tnifestación ino ya un intet to de v. ~cerla. La per pción ndop íquica íncon iente, cuvo ig~ 0Jf1ca o p .rn . l al jamicnto <l l yo para la sen a ión de <l sp rson~luac_tót1 ( Entp r, oenli htm.g) e tá. claro, es natural­m. ntc: pnmana. per :e en u n ra , in1ada en tro plano ps1qm o qu Ja autoob~cr ación n l extrañamient d l o .

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104 THEODOR REIK

d 'P r 0 1aliza ión, p ro al n~i m tie1 ipo repre en.. t un intento e yencerl., siendo a la . presión d una tendencia para acabar on la influ ncias p~nógenL . rec noce qu l a~~oobse1 aci >n coin .. ide en el fondo con la autocnuca. Freud hace la

oh erv dón de que Ja misn ·~ a ~ivid d que ha adop­t ao la función de la conc1en ~ª~ se h colocado al e ido de la investigación del interior.

partir de aquí no_ resulta fácil encontrar el amino de retorno hac1 nuestro problema, el de

ia relaciones entre la psi olo ía y la despersonali­zaci n. Nadie ni ga el parente·co entre la auto­eb e ación y la desper analiza ión, por un lado, y la p i ología intro pectiva como método científico, por 1 otro. Pero e tas relaciones no son simples y nuestr impaciencia que siempre de nuevo trata de mpujarnos hacia soluciones simples y elegan­te , no es el mejo medio para solucionar adecua­damente un p1oblema. Todo aquel que domina la · literatura respectica., sabe que los autores psicoló­gico científicos se han ocupado sin cesar con el p ob1ema de cómo pueden conciliarse la introspec­ción on la fidelid, d y vivacidad de los afectos~ S~ s be también que los sabios comprueban las mod1-ficadone que sufren los fenómenos anímicos some­tido a la autoobservación, ju ·tamente par la. int~os­pección. Se ha señalado que la autoobservac16n im­pedía la aparición de efectos intenso , y atenuaba

in ensidad de los sentimiento . Recordemos. lo q os dicho sobre la autoob rvación en la des­per alización. No hemos negado la opin~ón de os ne 6logos, según la cual la autoob ervación "?º ra favorable a. los sentimientos, pero hemos aftr-

CÓM SE'; LLEGA A SER P 1CÓLOGO 105

i ad al mi mo tfompo que la autoobserva ión no pe1 tene e primariamente a la despersonalización, · sino que e a yr- ga a ella, eon tituyendo un intento ' para. su vencimiento 2s. Nos permitiremo objetivar lo d1 ho · o 1 una con paradón.

Supongamos que un empleado trabaje un deter­minado número de horas iarias en su escritorio. En una par d, cerca del e crito1io, e encuentra coloc~do un sptjo. Este empleado, por lo general especialmente diligente y a iduo, siente una buena tarde, mi ntras está sentado frente a su e critorio a la 1 ora acostumbrada, que no tiene el mínimo deseo de trabajar. En lugar de continuar la tarea comenzada, se ocupa del espejo, sometiendo su cara a un examen atento y minucioso, retornando de nuevo a su imagen después de un vano intento de concentrarse en su traba jo. Los ob ervadores de nuestro empleado afirman que el ocuparse con su propia imagen le impide trabajar, perturb u aten­ción y desvía sus ideas de la& sagrada cuestiones del estado. Si nos referimos a una ente cia ya ci­tad de un neurólogo,. la situ ión sería imple-

28 El grado de difer ncia ntr la opinión imperante hasta aho;a y la que nosotro defend m surge en la obra de Sch1lder (Enttvurf zu einer Psychiatr· auf p ychoanal iti cher Grti:';dlage, pág. 39): "E •presado en tra forma, la autoobser~ vaoon .r 1:res~nta la ont adi ción inte na". En realidad la contrad1caón mterna e, i 'ti, ant de la aut<:>observación, ero ésta no solamente su m<tnifestación ino ya un intet to de v. ~cerla. La per pción ndop íquica íncon iente, cuvo ig~ 0Jf1ca o p .rn . l al jamicnto <l l yo para la sen a ión de <l sp rson~luac_tót1 ( Entp r, oenli htm.g) e tá. claro, es natural­m. ntc: pnmana. per :e en u n ra , in1ada en tro plano ps1qm o qu Ja autoob~cr ación n l extrañamient d l o .

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10( ·n11 :0 >R lH. •

el m p l · ~ lo q 1 i t e tt a ha j;; l , ·e nnudo mi 1 a ·n d c>s <jo

qui r . la Jm} _p1 d - > y e~tl.adcn~ que l, e ÍJ H1J1 1. uu 'it~1do de unb1V'1len J.. d

.... JJ si· 1·l111 " de ]JI I)Ó it s ·n la ual s · t1 1• un.1 < · • • • lo a u e it · ng ucr 1 el Ja i ·ten i.i hnman . ¿1' s ., <.ksr.rip iú11. sntici ntc . m > P'll l arrar todo J e, t.ido ;tnínm o d O!-)as? 'Í atr<:> • d t1

l:u de f•llo. El -ipcj iet ipr · staha en :'lqu 1 luga , h. 'e , fi y·1, p ·t ·l m pl el , cu1 ad J int nsa­ment 011 la act.t:, ap nas s cfaba uent· d la pi e. en ia de' ' te. h ra 1 . 1 e jo lo mol .. ta. Muy hit:n. ¿P ro por qth~' 110 lo ha mole. tado antes? ¿De d )r el pi vien · la ep l tirw at ncíbn? ¿No sería dc­masi do su p rfi ü 1 ·u pon r qu h, y._ ido el sp jo •1 e lp ~ ble l " 1 pe1turba(j u el su trabajo? cie to, no es po ·ible tr. bajar y " rirar e ·n el espejo , imultin ament . P ·o l te no s el contenido csen-

ial de la s· ua i6n <l scri . ~le paree que seria mu ho má, rev ,,lador averiguar ué es lo qu nw-1 ta a nu ·tro empleado, primitjvamcnte tan dili" g nte, iml u iéndolo a una a ti vi dad tan 1 s.a ·os· umbrada vani osa. uízá tenía preocupa ion s

privada qu iutct wnpían sn trabajo, quiz.tl ha~ aparecido hoy en él id .as q u d :vían su interc ,or lo gen ral dir)o-ido h ia la act, . Quj1á uírió una s ·n. ible ofensa su nic.lad o ti ne preocll­paciones por >nf rm .. dad 0 vejez. n este caso no

ri~ el sp jo el elemento pcrturl a<lor. La p >rtu.r­ba ión existí ya antes y e te mirarse e i el sp Jº

s ya u con ·c;ucn ia y no su . iotivo. Seguram nte, la pe turba ón del t abajo du a rni ntras nuest 0

mpleado observa en 1 csp "jo, per su ruto-

CiÚM ) SE LLJ!.GA A sm l' ' I , ·o ·' e) 107

1hs r ' ( ic)n JlO e ' d nw ivo St r · . • t pongatr > p<>r un H o111('nto fl e no a ontecimi nt 1 1 ~ . } . . . 1 l , . ' .o l<.ty.t i ,ndo en l'ill v.uu< :l< y "1hora PttJ<'r. ''º .

. • . , • 1 • Vf'n< ·r e q u . ue _ U tl clSj> (to b.1sta1H .. l ga tite y agradabl . No n LOJH '(· · la nb~c · 6 1 . < se fa

. , . . · va ' n n · s.p ·Jo mf s bi ·n un mtcnto d <'11( r ('{ e l ·mer1tc J. r.·b· l d • - • > 11 u' 1< 01 • l tn.1 ba-Jº' :1c., rnpan ad o no d é it <J <•1 1 <l·-< 1 ~

1 1 r11 1e ~n ose c,uenta <¡llt' s Ha perdido n un e 'ó l . .d . a r: g1 n e . ( no-1 a ti-atad or1cntarse> en o11trará el (mi no re to ante~ que a<1u l (ll.l · ontinúa l ·siutercsado rt <le, tmo. ·u

R .~~>~ n. mos a nu st a pregunta. N0 negamo la modd1c ~~1ón el lo ' <to p . íqui os por la auto­ob.s rva i¿~. R:'>larnos aún indinados a a cp tat ~lg1 -nas modJfH'acaone. fnnchimental 'S a las. e ll le la ps1 ,ología aün no ha chdo importan ia !rn. p 0 s~gu. , nos pare e, l celo d e table r sta m di­f1c;:¡non . y. de basarla n J. intro p. e ió1 , ha. teni 0

como motivo qu · a l s psi éilogos e les h" a . pa<lo aJgo d mayor impo tanda. No r f ·rimo las modifi ' · ion s qlle ocurr n on a1 teri ridad y qu~ conduc n 3 la aut bserv~ ció . Por lo tanto s posible om1 robar dos proc ' ·o. s par· do.; rno de ~llo¡; ondua~ a un situa i<)n psi pii .a m dili ad , unpuhand hac~ <.~ la a~1toobs rv ión; el g n<lo es la utoobservnc10n nu ma, que a u vez n >s h 1~ ·r ibir lo: propio· ad s p 'quicos n fo1·ma modi­ficacla. er a sed u tor atrihuir , J seg n<lo pr e o

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el m p l · ~ lo q 1 i t e tt a ha j;; l , ·e nnudo mi 1 a ·n d c>s <jo

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l:u de f•llo. El -ipcj iet ipr · staha en :'lqu 1 luga , h. 'e , fi y·1, p ·t ·l m pl el , cu1 ad J int nsa­ment 011 la act.t:, ap nas s cfaba uent· d la pi e. en ia de' ' te. h ra 1 . 1 e jo lo mol .. ta. Muy hit:n. ¿P ro por qth~' 110 lo ha mole. tado antes? ¿De d )r el pi vien · la ep l tirw at ncíbn? ¿No sería dc­masi do su p rfi ü 1 ·u pon r qu h, y._ ido el sp jo •1 e lp ~ ble l " 1 pe1turba(j u el su trabajo? cie to, no es po ·ible tr. bajar y " rirar e ·n el espejo , imultin ament . P ·o l te no s el contenido csen-

ial de la s· ua i6n <l scri . ~le paree que seria mu ho má, rev ,,lador averiguar ué es lo qu nw-1 ta a nu ·tro empleado, primitjvamcnte tan dili" g nte, iml u iéndolo a una a ti vi dad tan 1 s.a ·os· umbrada vani osa. uízá tenía preocupa ion s

privada qu iutct wnpían sn trabajo, quiz.tl ha~ aparecido hoy en él id .as q u d :vían su interc ,or lo gen ral dir)o-ido h ia la act, . Quj1á uírió una s ·n. ible ofensa su nic.lad o ti ne preocll­paciones por >nf rm .. dad 0 vejez. n este caso no

ri~ el sp jo el elemento pcrturl a<lor. La p >rtu.r­ba ión existí ya antes y e te mirarse e i el sp Jº

s ya u con ·c;ucn ia y no su . iotivo. Seguram nte, la pe turba ón del t abajo du a rni ntras nuest 0

mpleado observa en 1 csp "jo, per su ruto-

CiÚM ) SE LLJ!.GA A sm l' ' I , ·o ·' e) 107

1hs r ' ( ic)n JlO e ' d nw ivo St r · . • t pongatr > p<>r un H o111('nto fl e no a ontecimi nt 1 1 ~ . } . . . 1 l , . ' .o l<.ty.t i ,ndo en l'ill v.uu< :l< y "1hora PttJ<'r. ''º .

. • . , • 1 • Vf'n< ·r e q u . ue _ U tl clSj> (to b.1sta1H .. l ga tite y agradabl . No n LOJH '(· · la nb~c · 6 1 . < se fa

. , . . · va ' n n · s.p ·Jo mf s bi ·n un mtcnto d <'11( r ('{ e l ·mer1tc J. r.·b· l d • - • > 11 u' 1< 01 • l tn.1 ba-Jº' :1c., rnpan ad o no d é it <J <•1 1 <l·-< 1 ~

1 1 r11 1e ~n ose c,uenta <¡llt' s Ha perdido n un e 'ó l . .d . a r: g1 n e . ( no-1 a ti-atad or1cntarse> en o11trará el (mi no re to ante~ que a<1u l (ll.l · ontinúa l ·siutercsado rt <le, tmo. ·u

R .~~>~ n. mos a nu st a pregunta. N0 negamo la modd1c ~~1ón el lo ' <to p . íqui os por la auto­ob.s rva i¿~. R:'>larnos aún indinados a a cp tat ~lg1 -nas modJfH'acaone. fnnchimental 'S a las. e ll le la ps1 ,ología aün no ha chdo importan ia !rn. p 0 s~gu. , nos pare e, l celo d e table r sta m di­f1c;:¡non . y. de basarla n J. intro p. e ió1 , ha. teni 0

como motivo qu · a l s psi éilogos e les h" a . pa<lo aJgo d mayor impo tanda. No r f ·rimo las modifi ' · ion s qlle ocurr n on a1 teri ridad y qu~ conduc n 3 la aut bserv~ ció . Por lo tanto s posible om1 robar dos proc ' ·o. s par· do.; rno de ~llo¡; ondua~ a un situa i<)n psi pii .a m dili ad , unpuhand hac~ <.~ la a~1toobs rv ión; el g n<lo es la utoobservnc10n nu ma, que a u vez n >s h 1~ ·r ibir lo: propio· ad s p 'quicos n fo1·ma modi­ficacla. er a sed u tor atrihuir , J seg n<lo pr e o

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TH O R REll{

ser cons iente, las modifi ciones que de­al primero, en su mayor p rte in-

con dente.

:VIII

Hemos afirmado que la autoob ervación de la des er onalización es y la e~'presión de un intento de cur ción, un esfuerzo para vencer las influencias patógen3 • Su ob.et~'º laten.te co.nsiste .en. ~acer re­wmar la v:ida anímica a la s1tuac16n prun1t1va. Des­de aquí hasta la p icología ~trospec~va nos separa sólo un paso. La psico~ogia .1;1 trospect1;a se encuen­tra situada en la contmuac1on de la hnea, en cuyo comienzo e. encuentra la autoobservación, aún bru­mosa, de la despersonalización, con su comp~o.ba­ción de los dos yo y sus quejas sobre las mod1f1ca­ciones del yo. La autoobservación de la despersona­lización no es todavía psicología como ciencia. , Es, en cierto modo, ~u estado larval, una especie de forma preexistente de la investigación psicológic~. El interés objetivo en los propios fenómenos a_m­micos demuestra que en la psicología introspectiva la tendencia curativa ha progr~ado, habiendo ven· cido ampliamente a la despersonalización. Sus ma-

ifestaciones re&iduales pueden aún comprobarse en la intro pección científica.

De tal manera puede considerarse a la psicología óentffica como resto, como "supervivencia'' de un ~íntoma patológico, al menos que se considere como 1 tento <le -curación, lo que s igualmente verdade­ro. ~uno de los signos de ha:ber alcanzado un ~e­termmado grado de cultura, demo~trando las in-

CÓMO SE LLEGA A S R p ICÓ'LO 109

fluencia patógenas de dicha cultu:a. Simultánea­mente s un correctivo e Itural parcial El ocuparse con psicolo í intro pe ti a segur~mente no perte­nece a las acti idades de los comienzos de la cul­tura. En verdad la psi ología es la más joven. de las ciencias y solamente posible por substracclÓn. de libido al mundo exterior. Todas las demás cien­cias resultan un intento de vencer necesidades ex­teriores de importancia vital para el hombre, en .un medio ho til, o por lo menos indiferente. La psico­logía sirve, indudablemente, para el apaciguamien­to y vencimiento de aquellos poderes interiores, que antes eran exteriores y que se pretendía dominar por la magia y la oración. El hombre primitivo, lo mismo que el niño, está inclinado primiti amente a tratar a las manifestaciones instintivas percibidas endopsíquicamente que lo molestan, como una par­te del mundo exterior, es decir de proyectarlas

_ hacia afuera. Desde el punto de vista de la historia de la cultura, toda psicología es metapsicología. De t~l manera _Iogr~ co~ocer más o merios las penu­rias <le la vida 1ntenor, que en último término se han desarrollado a partir de lo conflictos entre las e~5Ü~encias del mundo exterior y las necesidades ins­tmt1vas, con lo cual alcanza cierto dominio o ate­nuación e&te conflicto.

No podemos. descr~bi: aquí la forma en que apa­r~c.en, en la ps1colog1a introspectiva, elementos nar­c1s1~tas y masoquista , por el retomo de Ja libido h.ana el yo. Ni tampoco cómo esta rama de la cien-Cia demuestra al'm los ras s de ane tesia de 1 ·d ' · d . a VI a ani~1ca, e que hablamo en la despersonalización Quizá no resulte agradable a la vanidad d 1 ..

e os ps~- ·

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ser cons iente, las modifi ciones que de­al primero, en su mayor p rte in-

con dente.

:VIII

Hemos afirmado que la autoob ervación de la des er onalización es y la e~'presión de un intento de cur ción, un esfuerzo para vencer las influencias patógen3 • Su ob.et~'º laten.te co.nsiste .en. ~acer re­wmar la v:ida anímica a la s1tuac16n prun1t1va. Des­de aquí hasta la p icología ~trospec~va nos separa sólo un paso. La psico~ogia .1;1 trospect1;a se encuen­tra situada en la contmuac1on de la hnea, en cuyo comienzo e. encuentra la autoobservación, aún bru­mosa, de la despersonalización, con su comp~o.ba­ción de los dos yo y sus quejas sobre las mod1f1ca­ciones del yo. La autoobservación de la despersona­lización no es todavía psicología como ciencia. , Es, en cierto modo, ~u estado larval, una especie de forma preexistente de la investigación psicológic~. El interés objetivo en los propios fenómenos a_m­micos demuestra que en la psicología introspectiva la tendencia curativa ha progr~ado, habiendo ven· cido ampliamente a la despersonalización. Sus ma-

ifestaciones re&iduales pueden aún comprobarse en la intro pección científica.

De tal manera puede considerarse a la psicología óentffica como resto, como "supervivencia'' de un ~íntoma patológico, al menos que se considere como 1 tento <le -curación, lo que s igualmente verdade­ro. ~uno de los signos de ha:ber alcanzado un ~e­termmado grado de cultura, demo~trando las in-

CÓMO SE LLEGA A S R p ICÓ'LO 109

fluencia patógenas de dicha cultu:a. Simultánea­mente s un correctivo e Itural parcial El ocuparse con psicolo í intro pe ti a segur~mente no perte­nece a las acti idades de los comienzos de la cul­tura. En verdad la psi ología es la más joven. de las ciencias y solamente posible por substracclÓn. de libido al mundo exterior. Todas las demás cien­cias resultan un intento de vencer necesidades ex­teriores de importancia vital para el hombre, en .un medio ho til, o por lo menos indiferente. La psico­logía sirve, indudablemente, para el apaciguamien­to y vencimiento de aquellos poderes interiores, que antes eran exteriores y que se pretendía dominar por la magia y la oración. El hombre primitivo, lo mismo que el niño, está inclinado primiti amente a tratar a las manifestaciones instintivas percibidas endopsíquicamente que lo molestan, como una par­te del mundo exterior, es decir de proyectarlas

_ hacia afuera. Desde el punto de vista de la historia de la cultura, toda psicología es metapsicología. De t~l manera _Iogr~ co~ocer más o merios las penu­rias <le la vida 1ntenor, que en último término se han desarrollado a partir de lo conflictos entre las e~5Ü~encias del mundo exterior y las necesidades ins­tmt1vas, con lo cual alcanza cierto dominio o ate­nuación e&te conflicto.

No podemos. descr~bi: aquí la forma en que apa­r~c.en, en la ps1colog1a introspectiva, elementos nar­c1s1~tas y masoquista , por el retomo de Ja libido h.ana el yo. Ni tampoco cómo esta rama de la cien-Cia demuestra al'm los ras s de ane tesia de 1 ·d ' · d . a VI a ani~1ca, e que hablamo en la despersonalización Quizá no resulte agradable a la vanidad d 1 ..

e os ps~- ·

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l o TH • ODOR REIK

logo que u cien i~ segú1?- ·u origen y según u e5en ia, se relacione tan íntrmam i:te con elemen­to patológico . Per_o no emo t nm~bIJ.~1· po~ibili­da de t-ener miramientos con e a sens1 i 1dad n .ar-. · No hay por qué pensar que lo p icólogos Cl l ta. d . .

no hayan sufrido dificnlt es inter10res en la mis-ma f rroa que otras persona ~ d~ l~s uales muc~os Ól diferencian por un senunnento de. supeno-s o se . . .f. d a<> . l d completamente m JUStI 1ca o . ru a ,

La int.rmpección directa y consciente ha_ sumi­. trado hasta ahora a la psico~ogía, sólo resultados

:-ca os y in importancia. La per~epción endopsí-·c 1ºncon ciente, por el contrario, debe ser con-qo1 a . . . , , .

siderada como la condición pre _-1a mas 1

1rnportante del conocimiento psicológico. No podr1amos. :om­prender los procesos psíquicos en los dem~s: s1 no tuvíésemo una po ibilidad d~ comparacron con nuestros propios procesos anímicos en esta percep: ción endop íquica inconsciente. Tropezamos aqm con un círculo inconsciente y de naturaleza e~tra­ña: no otros comprendemos al otro, al refleptse él en nosotros, y nosotros- nos lleg~os a c~:npren~ der en el reflejo del otro. El aspecto naros1sta de la autoobservación se ha hecho resaltar con ta~ta

• I • s-fiecuencia y con tanta vehemencia que sena IllJU

to no darle la importancia debida a otro aspe~to de la misma. La autoobservación es también un .m· tentó de objetivar al propio yo, de verlo sustancial~

30 La naturaleza patol6crica de la ·psicología, proveniente 1 o- • ·en•o de .sufrimiento humano parece que no duyc sentnni ~

, l su-tan altaneros en l-0s psicólogos. También en est caso, e fritniento psicológico se transforma en virtud. En realidad e bte el origen de todas nuestras, así llamadas, virtud •s.

t.; ·,MO S ,. LLEGA A SER P I ÜLOC lI 1

mente, acercándolo en esta forma al mu~do exte­rior~ on el ual los límite:; del yo se conf ndían en la época de la primera iufan ia. Apenas se ha notado que en la autoob ervació.n se encuentra una tendencia inmanente a la heteroob ervación. histó­rica;mente anterior. La re ersión hacia el mundo ex­terior, su vez significa de nuevo una catexi libi­dinosa de lo objetos e.·terjores, y on e to una parcial descarga psíqui a. ólo ahora se hace po­sible la psicología científica; su -co11di ión previa es, por lo tanto, una transformación del narci. i mo secundario en catexi objetal.

Hablando burdamente, en el caso de la psicolo­gía se trata de una huida de un estado de de per-

-sonalización leve hacia la ciencia. Hasta qué grado se libera n , por este retorno hacia el mundo e_ terior, impulsos instintivo sádi os 'Y de apoderamiento -Knowledge i power- es una cuesti 'n que re­quiere una inve tigación má minucio a. Tampoco debe pasa;rse por alto que en la p icología e pierde una parte de las viven ia ingenuas que en e ta ciencia se ha conservado aún un re to de aquel e -trañamiento de los sentimiento frente a 1 s pro­pias vivencias, que domjnaba la despersonalización.

A esto, podría objetarse que toda in 'ti~a ión científica excluye en lo posible tod entimiento individual, postulando romo .· igencfa primordi 1 y más importante la ob erv ión de los he hos . De todas man ra , le re, ulta fá ilrn nt ompren ible a cnalqui ra que lo fenóm no anímicos n sen­tidos como má. e r an al ·o que lo hecho .. ce­sibles por la p 1 cepción t rior. qu lla de. per­sonali7ación parcial de b ' ti da . f tiva que h mo

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l o TH • ODOR REIK

logo que u cien i~ segú1?- ·u origen y según u e5en ia, se relacione tan íntrmam i:te con elemen­to patológico . Per_o no emo t nm~bIJ.~1· po~ibili­da de t-ener miramientos con e a sens1 i 1dad n .ar-. · No hay por qué pensar que lo p icólogos Cl l ta. d . .

no hayan sufrido dificnlt es inter10res en la mis-ma f rroa que otras persona ~ d~ l~s uales muc~os Ól diferencian por un senunnento de. supeno-s o se . . .f. d a<> . l d completamente m JUStI 1ca o . ru a ,

La int.rmpección directa y consciente ha_ sumi­. trado hasta ahora a la psico~ogía, sólo resultados

:-ca os y in importancia. La per~epción endopsí-·c 1ºncon ciente, por el contrario, debe ser con-qo1 a . . . , , .

siderada como la condición pre _-1a mas 1

1rnportante del conocimiento psicológico. No podr1amos. :om­prender los procesos psíquicos en los dem~s: s1 no tuvíésemo una po ibilidad d~ comparacron con nuestros propios procesos anímicos en esta percep: ción endop íquica inconsciente. Tropezamos aqm con un círculo inconsciente y de naturaleza e~tra­ña: no otros comprendemos al otro, al refleptse él en nosotros, y nosotros- nos lleg~os a c~:npren~ der en el reflejo del otro. El aspecto naros1sta de la autoobservación se ha hecho resaltar con ta~ta

• I • s-fiecuencia y con tanta vehemencia que sena IllJU

to no darle la importancia debida a otro aspe~to de la misma. La autoobservación es también un .m· tentó de objetivar al propio yo, de verlo sustancial~

30 La naturaleza patol6crica de la ·psicología, proveniente 1 o- • ·en•o de .sufrimiento humano parece que no duyc sentnni ~

, l su-tan altaneros en l-0s psicólogos. También en est caso, e fritniento psicológico se transforma en virtud. En realidad e bte el origen de todas nuestras, así llamadas, virtud •s.

t.; ·,MO S ,. LLEGA A SER P I ÜLOC lI 1

mente, acercándolo en esta forma al mu~do exte­rior~ on el ual los límite:; del yo se conf ndían en la época de la primera iufan ia. Apenas se ha notado que en la autoob ervació.n se encuentra una tendencia inmanente a la heteroob ervación. histó­rica;mente anterior. La re ersión hacia el mundo ex­terior, su vez significa de nuevo una catexi libi­dinosa de lo objetos e.·terjores, y on e to una parcial descarga psíqui a. ólo ahora se hace po­sible la psicología científica; su -co11di ión previa es, por lo tanto, una transformación del narci. i mo secundario en catexi objetal.

Hablando burdamente, en el caso de la psicolo­gía se trata de una huida de un estado de de per-

-sonalización leve hacia la ciencia. Hasta qué grado se libera n , por este retorno hacia el mundo e_ terior, impulsos instintivo sádi os 'Y de apoderamiento -Knowledge i power- es una cuesti 'n que re­quiere una inve tigación má minucio a. Tampoco debe pasa;rse por alto que en la p icología e pierde una parte de las viven ia ingenuas que en e ta ciencia se ha conservado aún un re to de aquel e -trañamiento de los sentimiento frente a 1 s pro­pias vivencias, que domjnaba la despersonalización.

A esto, podría objetarse que toda in 'ti~a ión científica excluye en lo posible tod entimiento individual, postulando romo .· igencfa primordi 1 y más importante la ob erv ión de los he hos . De todas man ra , le re, ulta fá ilrn nt ompren ible a cnalqui ra que lo fenóm no anímicos n sen­tidos como má. e r an al ·o que lo hecho .. ce­sibles por la p 1 cepción t rior. qu lla de. per­sonali7ación parcial de b ' ti da . f tiva que h mo

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Page 110: Reik, Theodor (1963). Cómo Se Llega a Ser Psicólogo. Ed. Hormé

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11 TUI~ JJ.><)l<. J<.J-. JK

r n lo i ue.11as condicion s ultrnal , u mo on. die i<)n p vi.i , ·s po o proba} I • qu stPtno- in Ji_ n· dos :1 upe1valo1ar nuc'iu a fic;a ia t r apéutica n d :.impo <le Ja d( spc1st.maliz:1 ·i(m. Pc:sc a con .

. j f " ·· l se al p.icoan:Uhi. Jmo I· te ap<.'- u tica hasta ahoi, nr's profumla paL.1 I· n 'urosi ·. s · puede t 11. d('l' ('Jl g n 1:al. a un ligero e. ( ·pticismo en lo y_ue l<:!Spcna a -u ~Gc:H'Ía n . tas "'1lÍ nneclad s . .Sé muy bi ·n que 1 -'s eptici:rno e· malo. od.iado por los di­vt:t s s -tnt 'lCsc' de la l.1s s so ·ja.J s y J l .EstJdo y un lJ{)rror ante J >io y la J1umanidad. ero el terro­ri. ... 11ü tt•rnp<-utíl u no qu .da má jmtific.ad p r ello. l~l fan.tlJSCno fMl.i al< ar11ar el "bi n" aj ·no po ible­m ut ha h dw más de~gra iada a la humanidad 'f '1 d imple lai · e -f aíre. n realidad, en lo más l rofond , L mp o h : mo<lifi ad nada. La socie­<Llcl .i ilizada siemp1 r po :u<.t sobr la constitu-

ic' n instintiva y l· mi ~ · ia, tontería y miopía de sn .omponentc. , >s dccn, obre base inconmo­vibl · .

T1·adudd por EDGARDO .BLUM.

CAPtTULO lll

LA SIGNIFICAC1óN PSICOLóGIC DEL SILENCIO

Las observacione · que siguen toman su punto de partida en un problema específico de la técnica ana~ lítica, pero tienden a ouo fin.

No e me tomará a mal, por lo tanto, que eluda la dis u sión clel problema técnico, aun cuando for­zosamente me vea obligado a rozarlo.

En el curso de una sesión analítica caracterizada por una onsiderable re i tencia -y a la cual vol­veremo · a referirnos más adelante- se quejó un en­fermo amargamente de que l análisis era "una si­tuación impo ible". La sinceridad obligaría a decir que tien razón, desde el punto de vista de las con­venciones sociales. Resulta casi itnposible el referir a una persona extraña lo su esos m íntimo de la vida propia, hasta ahora cuidadosamente mante­nido en seer tot y hacerle partícipe de pensami n­tos y entimientos que apenas e ha o a lo onfesar-e a sí mismo. Cono emos, además, ._ lgo que hará.

aún má , difí il la itua ión: son las e. periencia de la tran feren -ia, que a su v z d berán er expre a­tlas y comunicada ·. Sin alirnos d l ca o má encí-11 , 1 del hombr que tiene qu onf sar, en el cur­so d I análisi~. ha t qué punto -on ho tiles y des­pccti vo · lo& p nsamiento que de ubre en sí mis-

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11 TUI~ JJ.><)l<. J<.J-. JK

r n lo i ue.11as condicion s ultrnal , u mo on. die i<)n p vi.i , ·s po o proba} I • qu stPtno- in Ji_ n· dos :1 upe1valo1ar nuc'iu a fic;a ia t r apéutica n d :.impo <le Ja d( spc1st.maliz:1 ·i(m. Pc:sc a con .

. j f " ·· l se al p.icoan:Uhi. Jmo I· te ap<.'- u tica hasta ahoi, nr's profumla paL.1 I· n 'urosi ·. s · puede t 11. d('l' ('Jl g n 1:al. a un ligero e. ( ·pticismo en lo y_ue l<:!Spcna a -u ~Gc:H'Ía n . tas "'1lÍ nneclad s . .Sé muy bi ·n que 1 -'s eptici:rno e· malo. od.iado por los di­vt:t s s -tnt 'lCsc' de la l.1s s so ·ja.J s y J l .EstJdo y un lJ{)rror ante J >io y la J1umanidad. ero el terro­ri. ... 11ü tt•rnp<-utíl u no qu .da má jmtific.ad p r ello. l~l fan.tlJSCno fMl.i al< ar11ar el "bi n" aj ·no po ible­m ut ha h dw más de~gra iada a la humanidad 'f '1 d imple lai · e -f aíre. n realidad, en lo más l rofond , L mp o h : mo<lifi ad nada. La socie­<Llcl .i ilizada siemp1 r po :u<.t sobr la constitu-

ic' n instintiva y l· mi ~ · ia, tontería y miopía de sn .omponentc. , >s dccn, obre base inconmo­vibl · .

T1·adudd por EDGARDO .BLUM.

CAPtTULO lll

LA SIGNIFICAC1óN PSICOLóGIC DEL SILENCIO

Las observacione · que siguen toman su punto de partida en un problema específico de la técnica ana~ lítica, pero tienden a ouo fin.

No e me tomará a mal, por lo tanto, que eluda la dis u sión clel problema técnico, aun cuando for­zosamente me vea obligado a rozarlo.

En el curso de una sesión analítica caracterizada por una onsiderable re i tencia -y a la cual vol­veremo · a referirnos más adelante- se quejó un en­fermo amargamente de que l análisis era "una si­tuación impo ible". La sinceridad obligaría a decir que tien razón, desde el punto de vista de las con­venciones sociales. Resulta casi itnposible el referir a una persona extraña lo su esos m íntimo de la vida propia, hasta ahora cuidadosamente mante­nido en seer tot y hacerle partícipe de pensami n­tos y entimientos que apenas e ha o a lo onfesar-e a sí mismo. Cono emos, además, ._ lgo que hará.

aún má , difí il la itua ión: son las e. periencia de la tran feren -ia, que a su v z d berán er expre a­tlas y comunicada ·. Sin alirnos d l ca o má encí-11 , 1 del hombr que tiene qu onf sar, en el cur­so d I análisi~. ha t qué punto -on ho tiles y des­pccti vo · lo& p nsamiento que de ubre en sí mis-

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roo, dirigidos contra el médi o .. o el de l mujer u se e bligada a confesar a ést , groseros dese~ e f nta ias de cará ter sexual que e refieren prect Y mente a él se admitirá sin discu ión que se tr sa~ de superar dificultade nada co~n~1nes. El intento~: com encer al enfermo. por med10 del razonamient de que la e encia y la eficacia mi ma del pro.ce o,

. . h "b1 s.o onnsten prec1samente en ater po 1 e aquello u le parece imposible, tiene pocas probabilidadesqd: xito a causa de la resistencia afectíva. Tampoco

no a ·udará mucho el hacer un llamado a su sen­timientas narcisí tices, diciéndole, por ejemplo que cono.cernas bien lo difícil de la tarea que le p~opa. nemo pero que e tamos convencidos de que, es­tando en jue o la recuperación de .su salud y &u ca­pa idad, abrá poner a contribución la energía y, el alor moral necesarios. Podríamos agregar aún, continuando en este tren

que preci amen~e el hecho de que esperamos de éÍ --que ha de sentirse capaz de realizar un~ tarea tan difí il represent~ un voto, de confianza que le otor­gamo~, que nadie esperara de Hércules que levante una ~Ha a ólo 50 centímetros del suelo_, y cosas por el e_stilo. Pero será mucho mejor hacer reconocer al P ciente la bases inconscientes de su resistencias de tran feren~ia y esperar hasta que él mismo trans­fom1e en posible. 5:1 ituación imposible.

Estas Y otra d1f1cultades del p icoanálisis están li­gadas al hablar, a la palabra.· El hablar se halla ~?pando en todo caso el punto céntrico del aná­hsi . Todos hemos tenido ocasión de escuchar el ar­gul ment?_que tan f ecuentemente e ha usado contra e anáhs1s: no es posible e d. ·o ., . . - ice- que un sen smtoma bisté ico, una obsesión grave o los efectos

CÓMO SE LLEGA A SER l'SIC 'LOGO 117

cohibitivo de una fobia puedan h~cerse de apare-e r úni ~ente "con palabra ". Esta objeción pro~ cede fác1Im~n te d~ aquella mi m?-s personas que durante su infancia no dudaron m un instante de que una montaña se abre mediante la palabra má­gica "sésamo'', que un conjuro puede convertir un hombre en un animal o que unas pocas silabas pue­dan hac.er aparecer espíritus, nocivos 0- propicios. Estas mismas personas se sienten más- tarde entu­siasmadas por el discurso político de un caudillo, corimovidas por la tragedia de un poeta, calmadas y absueltas mediante la confesión ante un sacerdote. U na vez más son los mismos que no dudan -la histotia de los pueblos y de la propia vida les ha­bla con excesiva claridad- de la suma de felicidad y de miseria que pueden resultar de palabras ni de la frecuencia con que pueden depender tan sólo de palabras las grandes _decisiones en la vida del indi­viduo y de las naciones.

Recordamos aún cómo la primera paciente llamó talking-cure al psicoanálisis. Con todo lo que contie­ne d~ expresiva esta denominación no sería justo atribuir todos los resultados del análi is a la pala­bra. Sería más correcto, en mi opinión, decir que lo que demuestra el psicoan~i is es el púder d~ la palabra y el poder del silencio. Tanto se ha dicho sobre el hablar en el análisis que se ha pasado por alto casi completamente el efect? del silencio ~obre la psiquis. Y si en alguna oca51ón se ha deslizado

_por ahí alguna obser a ión sobre el silencio, ésta se refería m{t bien a la pausas que suele ha er el enfermo durante la se ión. Omitimos aquí intencio­nalmente todos los problemas relacionados on el i­lencio del analizado y elegimos un camino harto más

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roo, dirigidos contra el médi o .. o el de l mujer u se e bligada a confesar a ést , groseros dese~ e f nta ias de cará ter sexual que e refieren prect Y mente a él se admitirá sin discu ión que se tr sa~ de superar dificultade nada co~n~1nes. El intento~: com encer al enfermo. por med10 del razonamient de que la e encia y la eficacia mi ma del pro.ce o,

. . h "b1 s.o onnsten prec1samente en ater po 1 e aquello u le parece imposible, tiene pocas probabilidadesqd: xito a causa de la resistencia afectíva. Tampoco

no a ·udará mucho el hacer un llamado a su sen­timientas narcisí tices, diciéndole, por ejemplo que cono.cernas bien lo difícil de la tarea que le p~opa. nemo pero que e tamos convencidos de que, es­tando en jue o la recuperación de .su salud y &u ca­pa idad, abrá poner a contribución la energía y, el alor moral necesarios. Podríamos agregar aún, continuando en este tren

que preci amen~e el hecho de que esperamos de éÍ --que ha de sentirse capaz de realizar un~ tarea tan difí il represent~ un voto, de confianza que le otor­gamo~, que nadie esperara de Hércules que levante una ~Ha a ólo 50 centímetros del suelo_, y cosas por el e_stilo. Pero será mucho mejor hacer reconocer al P ciente la bases inconscientes de su resistencias de tran feren~ia y esperar hasta que él mismo trans­fom1e en posible. 5:1 ituación imposible.

Estas Y otra d1f1cultades del p icoanálisis están li­gadas al hablar, a la palabra.· El hablar se halla ~?pando en todo caso el punto céntrico del aná­hsi . Todos hemos tenido ocasión de escuchar el ar­gul ment?_que tan f ecuentemente e ha usado contra e anáhs1s: no es posible e d. ·o ., . . - ice- que un sen smtoma bisté ico, una obsesión grave o los efectos

CÓMO SE LLEGA A SER l'SIC 'LOGO 117

cohibitivo de una fobia puedan h~cerse de apare-e r úni ~ente "con palabra ". Esta objeción pro~ cede fác1Im~n te d~ aquella mi m?-s personas que durante su infancia no dudaron m un instante de que una montaña se abre mediante la palabra má­gica "sésamo'', que un conjuro puede convertir un hombre en un animal o que unas pocas silabas pue­dan hac.er aparecer espíritus, nocivos 0- propicios. Estas mismas personas se sienten más- tarde entu­siasmadas por el discurso político de un caudillo, corimovidas por la tragedia de un poeta, calmadas y absueltas mediante la confesión ante un sacerdote. U na vez más son los mismos que no dudan -la histotia de los pueblos y de la propia vida les ha­bla con excesiva claridad- de la suma de felicidad y de miseria que pueden resultar de palabras ni de la frecuencia con que pueden depender tan sólo de palabras las grandes _decisiones en la vida del indi­viduo y de las naciones.

Recordamos aún cómo la primera paciente llamó talking-cure al psicoanálisis. Con todo lo que contie­ne d~ expresiva esta denominación no sería justo atribuir todos los resultados del análi is a la pala­bra. Sería más correcto, en mi opinión, decir que lo que demuestra el psicoan~i is es el púder d~ la palabra y el poder del silencio. Tanto se ha dicho sobre el hablar en el análisis que se ha pasado por alto casi completamente el efect? del silencio ~obre la psiquis. Y si en alguna oca51ón se ha deslizado

_por ahí alguna obser a ión sobre el silencio, ésta se refería m{t bien a la pausas que suele ha er el enfermo durante la se ión. Omitimos aquí intencio­nalmente todos los problemas relacionados on el i­lencio del analizado y elegimos un camino harto más

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118 TH.E DOR l Ell"

difi I oso scasam nt fr cuentado: iucremo h blat obre 1 silen .i del anali.'.)la sobre . n igm ·f~

. I <l d l . . ' 1 1 ~ ca ión e pe l<,1 entro e a 1tw non analíti a, s ·alora ión afecti a por otr.i parte el p· ient y ~

sentido latente- ob este t. ma no m · ha ido da­do en ·ontrar, dentro d la literatura analítica, nin­guna obse va ión digna de mencionars . Una sola xcepción cabe ha er resaltar d~ntro del olvido ge­

neral de e te tema t n importante. Son unas breves pero alío as ex1 resiones de R. de Sans ur , en su~ cortas Rema•rque sur la Teichnique de la Psychana­lyse Freudierme 1

. Que emos llamar aquí presa­mente la atención obre este exc lent trabajo.

II

No cabe ninguna duda de que el silencio d l a·na .. li ta se haHa incluido también dentro de la "impo­sibilidad" que caracteri7a a la situa ión analítica. En cualquier conversación corriente, ]o usual es que los parti ipantes de la Tni ma se turnen en el uso de la J?alabra. Si una persona ha dicho o relatado alg-0, 1gue de parte del interlo utor o intcrlocuto­r7~ una o~servacíón, na pregunta, una exclama­non, un s1gno cualquiera de partkipadón. Acaso tenga aho:a el .interlocutor algo que decir, y se e~­t~blece a 1 un mtenambio de pensamientos u op1-ntone" · Se procura incluso evit r en so iedad un si­lencio prolongado; si el uno nada tiene que decir, el otro tomará la palabra. El om porta.míen to re­traído del analista~ tan distinto de lo corriente, tie­ne que parecer realmente "imposible" dcsd el pun~

1 En L'évol r

·ÓMO Si~ LLLGA A ' ER l:' lCÓLO .. o l l9

to d , vista de la convent i< lH!S usu~d .'·" 1 ~ an- lista no te1ne 1 sH u io. El val >r de un:.: silenc ws<i a t D· ción h- sido ·i 'mprc e, timaclo, p r ci.e to, ~a.ni po la p siq oia tria lási< a orno por la ps1cologn u pl·1"ª" da. p o bastará. p ·n sa.r <'n el méto<lo d ' e s n ·n· fas para apr cia ~tod~ !ª. ~ikr u i: qu ·· 1:.

del método d l p JC'Oanalm.;;. Com d .Hª.c:'i. z{m Sa ussu e, nadi l1a rigid (m p. 1 n .Jpto r U 0 l rnon<Jlogo ü1 oh rente el '1 pa< 1ente, p( una. ~)arte, y por otra, el silencio casi <J b:<>l ttr lel mé-dico!!. .

Creemos qu nos s ·rú rrd.. ,' ·i~ d veJa1 ·] s ,ntidn latent . d l sjJenc io del analista , t part1:n d ·~. fcc­to que e. te silen io produ ~ n el p ucnt . S m~s ofre e, n verdad, una ·a ·1(111 de t·nrneucl.n 1 .~­cho, y·1 que m jo s ·ni halJ _ar de los . r>f, los d 1. s~ lenc.io. Est s varían, e real1 lad, no sola1 nt n1<la uno de Jos ind1vídu . iuc se . or e ·n <: •

Ii is sino qu, ambian en el t é ns urso d ·.un mis­mo 'an·qisj. · . .En la "ida psíq i á de. u t111smu p -< i nte ~idquicr el sil nci del anahst; , en. u:'~

· ·(: d ·st· to cará ·t · un, · tgntfH. · otra s1tua 1 m, un 1 u ' -ci<'>n djfe •nte. . .

.i l' d notar ante tod<>, qu el paCl nt. at11~ s <. igno , . . . 1 ·t m1n d

b t. n n ral, a este silenn , una e . sig·~ tf1 aci~n afectiva: no tendrá la < ~m pr ·ns1 >ll ... nd •

. d .t. qu s, trat~ s1rnpl ment

l·sa.nadpara a tm1a]1ry obliga la del an lit ... quin

a con u · a na u . l · d e alJar p ra ~~ ucha con at ·n ión. -<.in in-

1 d . 'o ·e nois q11'il serait fau:x. e e in: q n 2 ". . . ·p n<l~ nr, l. , · . . l'onc pa t k mon( lo-

. t cud f. igc n P m 1'P ' ava1t, avan r •. d'aut e art, 1 sil •n<:e prc·sq e ,J · •

gu dt' wsu <lu p<.tttr..nt, 1 .... 11,,.rl'qr• .. ttr la TPc/mín1J.~ rle lu 1 ' l " " A\lS'iU"RE, \." ~" ~ " • ·1 u du ni ( cm. d.. J, wolution psy lnnt ritfUt'; ~ g. 40. Psychanalyse Frett · ierme. 4

u ion Psychiatríque, Parí., 1925. ~:.:._~~~_L_.~~~~~~~~~~~~~--

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difi I oso scasam nt fr cuentado: iucremo h blat obre 1 silen .i del anali.'.)la sobre . n igm ·f~

. I <l d l . . ' 1 1 ~ ca ión e pe l<,1 entro e a 1tw non analíti a, s ·alora ión afecti a por otr.i parte el p· ient y ~

sentido latente- ob este t. ma no m · ha ido da­do en ·ontrar, dentro d la literatura analítica, nin­guna obse va ión digna de mencionars . Una sola xcepción cabe ha er resaltar d~ntro del olvido ge­

neral de e te tema t n importante. Son unas breves pero alío as ex1 resiones de R. de Sans ur , en su~ cortas Rema•rque sur la Teichnique de la Psychana­lyse Freudierme 1

. Que emos llamar aquí presa­mente la atención obre este exc lent trabajo.

II

No cabe ninguna duda de que el silencio d l a·na .. li ta se haHa incluido también dentro de la "impo­sibilidad" que caracteri7a a la situa ión analítica. En cualquier conversación corriente, ]o usual es que los parti ipantes de la Tni ma se turnen en el uso de la J?alabra. Si una persona ha dicho o relatado alg-0, 1gue de parte del interlo utor o intcrlocuto­r7~ una o~servacíón, na pregunta, una exclama­non, un s1gno cualquiera de partkipadón. Acaso tenga aho:a el .interlocutor algo que decir, y se e~­t~blece a 1 un mtenambio de pensamientos u op1-ntone" · Se procura incluso evit r en so iedad un si­lencio prolongado; si el uno nada tiene que decir, el otro tomará la palabra. El om porta.míen to re­traído del analista~ tan distinto de lo corriente, tie­ne que parecer realmente "imposible" dcsd el pun~

1 En L'évol r

·ÓMO Si~ LLLGA A ' ER l:' lCÓLO .. o l l9

to d , vista de la convent i< lH!S usu~d .'·" 1 ~ an- lista no te1ne 1 sH u io. El val >r de un:.: silenc ws<i a t D· ción h- sido ·i 'mprc e, timaclo, p r ci.e to, ~a.ni po la p siq oia tria lási< a orno por la ps1cologn u pl·1"ª" da. p o bastará. p ·n sa.r <'n el méto<lo d ' e s n ·n· fas para apr cia ~tod~ !ª. ~ikr u i: qu ·· 1:.

del método d l p JC'Oanalm.;;. Com d .Hª.c:'i. z{m Sa ussu e, nadi l1a rigid (m p. 1 n .Jpto r U 0 l rnon<Jlogo ü1 oh rente el '1 pa< 1ente, p( una. ~)arte, y por otra, el silencio casi <J b:<>l ttr lel mé-dico!!. .

Creemos qu nos s ·rú rrd.. ,' ·i~ d veJa1 ·] s ,ntidn latent . d l sjJenc io del analista , t part1:n d ·~. fcc­to que e. te silen io produ ~ n el p ucnt . S m~s ofre e, n verdad, una ·a ·1(111 de t·nrneucl.n 1 .~­cho, y·1 que m jo s ·ni halJ _ar de los . r>f, los d 1. s~ lenc.io. Est s varían, e real1 lad, no sola1 nt n1<la uno de Jos ind1vídu . iuc se . or e ·n <: •

Ii is sino qu, ambian en el t é ns urso d ·.un mis­mo 'an·qisj. · . .En la "ida psíq i á de. u t111smu p -< i nte ~idquicr el sil nci del anahst; , en. u:'~

· ·(: d ·st· to cará ·t · un, · tgntfH. · otra s1tua 1 m, un 1 u ' -ci<'>n djfe •nte. . .

.i l' d notar ante tod<>, qu el paCl nt. at11~ s <. igno , . . . 1 ·t m1n d

b t. n n ral, a este silenn , una e . sig·~ tf1 aci~n afectiva: no tendrá la < ~m pr ·ns1 >ll ... nd •

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u ion Psychiatríque, Parí., 1925. ~:.:._~~~_L_.~~~~~~~~~~~~~--

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120 T.HEQDOR REIK

mens.. mayoría de los casos. tiene el sil~ncio del ana. lista,, especialmen~e al con~1 nzo, un efect benéfico r tranquilizador. Pr onsc1en.t inente l paciente lo

jnterpreta sin duda ~oroo tgn de- una reposada atención, pero esto m1 ... mo l .parece una demo tra­ción de simpatía· Cuan~o de~unos. "demo trar- aten­CIOn alguien" queremo ev1~enc1ar con ello nue3_ tra omplacenda, nue ;1'ª. estnna. Es evidente que e t silen io, de p;>r 11 infunde confianza al pa­ciente y pare e annnarlo a expre arse con toda li­bertad . .Es cara teristica indudable de la situación analítica el suspender en gran medida. en el curso de la sesión, el imperio de las convencio_!les que ri­gen la relaciones humanas. Pero este alentador si­lencio del anali ta no e solamente- la condición ne­ce aria 9ara que pueda entender lo que dice el pa­ciente. El analista oye con iluplicado entido lo que aquél di e, norque siente resonar - las voces incons-iente que le hablan a través de sus propias ocu­

rrencia . penas ha sido contado hasta ahora que ste aspecto se halla ligado, para el paciente, - con_

otro más, que consiste en un apartamiento parcial del mundo exterior. Esto último es comparable al efecto producido por una pantalla qu€ atenúa una luz excesivamente intensa. La apremiante cercanía de la realídad retrocede. Este silencio del analista .es /ª garantía del comienzo de una capacidad de valoración más tranquila y más objetiva. Pero sería naturalmente erróneo suponer que con el comien­zo ~el análisis desaparece toda la vida anterior del paciente para dejar lugar a una vida nueva. El en­fermo. procede de una determ ínada esfera donde ri­gen ciertos wnceptos y valoraciones, firmes mane­ras d pensar y rígidas convenciones; a todo esto

GÓMO LEC A SER P SICÓLOGO 121

seguirá siendo fiel por mu ho tiempo y con tena· ciclad. De un a·mbiente en que rige el sil ncio pasa nuestro pa iente a un situacit)n peculiarfaima pa­ra n 1 esu~o mundo cultural caracterizada- por la li­bre ex presión acerca de lo asuntos más íntimos. Ac stumbrab.: callar a- e ca de determinada expe, riencias y sentimientos, así fuera la persona más lo­cuaz y harlatana. Pero esto no quiere decir que n-o haya hablado de sí mismo y de sus asuntos, sino que se ha ab tenido de hablar de aquella parte del yo que emerge en el anál.isis. Por cierto que tan inoportuna franqueza hub1era despertado asombro y has ta indignación~ le hu hiera valido tropezar con rechazos e interpretaciones. De un mm.ido en que sólo los niños y los insensatos dicen la erdad - ' aún a éstos se les impide hacerlo- tiene que pa ar a otro en que sólo tiene valor la sincerid d. 1:_1 i­lencio del analista brinda as.í la mejor oportunidad para el establecimiento de la traD:sferencia..: Bta í­tuación hace recordar aquellos primeros J.~1.0S de la infancia en que el niño no encuentra obstaculos ya~ ra expresar sus sentimient.os e impulso . cualquiera sea· la índole de los mismos. En aq uel1a époc::i la elemental necesidad de expresión del pequeño ~er no era estorbada aún por máxima e '1110 a uella que reza children s~ould ~e eeu and not h~ard. Probablemente la sabiduna de tale no:ina:> de decencia tampo o hubiera hallado la debida 01n-prensión de parte del intere ad~. . . . .

En esta fase del análi, is el pao nte Jnterpr ta .1n-onscientemente I ilencio como una d~~ostrac1ón

d . · - t'a a 1 ... que orre'ponde lecid1éndose a e s1n1pa I , < " il · hablar. Resulta evid nte, a aql~Í, qu este s enc10, que parece pasivo_. tiene en realidad un ará ter ac·

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mens.. mayoría de los casos. tiene el sil~ncio del ana. lista,, especialmen~e al con~1 nzo, un efect benéfico r tranquilizador. Pr onsc1en.t inente l paciente lo

jnterpreta sin duda ~oroo tgn de- una reposada atención, pero esto m1 ... mo l .parece una demo tra­ción de simpatía· Cuan~o de~unos. "demo trar- aten­CIOn alguien" queremo ev1~enc1ar con ello nue3_ tra omplacenda, nue ;1'ª. estnna. Es evidente que e t silen io, de p;>r 11 infunde confianza al pa­ciente y pare e annnarlo a expre arse con toda li­bertad . .Es cara teristica indudable de la situación analítica el suspender en gran medida. en el curso de la sesión, el imperio de las convencio_!les que ri­gen la relaciones humanas. Pero este alentador si­lencio del anali ta no e solamente- la condición ne­ce aria 9ara que pueda entender lo que dice el pa­ciente. El analista oye con iluplicado entido lo que aquél di e, norque siente resonar - las voces incons-iente que le hablan a través de sus propias ocu­

rrencia . penas ha sido contado hasta ahora que ste aspecto se halla ligado, para el paciente, - con_

otro más, que consiste en un apartamiento parcial del mundo exterior. Esto último es comparable al efecto producido por una pantalla qu€ atenúa una luz excesivamente intensa. La apremiante cercanía de la realídad retrocede. Este silencio del analista .es /ª garantía del comienzo de una capacidad de valoración más tranquila y más objetiva. Pero sería naturalmente erróneo suponer que con el comien­zo ~el análisis desaparece toda la vida anterior del paciente para dejar lugar a una vida nueva. El en­fermo. procede de una determ ínada esfera donde ri­gen ciertos wnceptos y valoraciones, firmes mane­ras d pensar y rígidas convenciones; a todo esto

GÓMO LEC A SER P SICÓLOGO 121

seguirá siendo fiel por mu ho tiempo y con tena· ciclad. De un a·mbiente en que rige el sil ncio pasa nuestro pa iente a un situacit)n peculiarfaima pa­ra n 1 esu~o mundo cultural caracterizada- por la li­bre ex presión acerca de lo asuntos más íntimos. Ac stumbrab.: callar a- e ca de determinada expe, riencias y sentimientos, así fuera la persona más lo­cuaz y harlatana. Pero esto no quiere decir que n-o haya hablado de sí mismo y de sus asuntos, sino que se ha ab tenido de hablar de aquella parte del yo que emerge en el anál.isis. Por cierto que tan inoportuna franqueza hub1era despertado asombro y has ta indignación~ le hu hiera valido tropezar con rechazos e interpretaciones. De un mm.ido en que sólo los niños y los insensatos dicen la erdad - ' aún a éstos se les impide hacerlo- tiene que pa ar a otro en que sólo tiene valor la sincerid d. 1:_1 i­lencio del analista brinda as.í la mejor oportunidad para el establecimiento de la traD:sferencia..: Bta í­tuación hace recordar aquellos primeros J.~1.0S de la infancia en que el niño no encuentra obstaculos ya~ ra expresar sus sentimient.os e impulso . cualquiera sea· la índole de los mismos. En aq uel1a époc::i la elemental necesidad de expresión del pequeño ~er no era estorbada aún por máxima e '1110 a uella que reza children s~ould ~e eeu and not h~ard. Probablemente la sabiduna de tale no:ina:> de decencia tampo o hubiera hallado la debida 01n-prensión de parte del intere ad~. . . . .

En esta fase del análi, is el pao nte Jnterpr ta .1n-onscientemente I ilencio como una d~~ostrac1ón

d . · - t'a a 1 ... que orre'ponde lecid1éndose a e s1n1pa I , < " il · hablar. Resulta evid nte, a aql~Í, qu este s enc10, que parece pasivo_. tiene en realidad un ará ter ac·

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122 THEODOR :REIK

tivo -y bembs de dar la i:azón Sa~ts ure cuando h bla de valeur tkérapeut1que del üencio. a-

De manera que siempre que hallemos en e~ta et pa del análisis ilencio y vacilación de parte <l ª} -paciente_. deberem.os tomarlo, ei: general -natura~­men te hay ex epc1ones- como signo de las re 1sten. cias má superficiales producida EDr las dificulta­des de la acomodación a la nueva y extraña situa­ción. Pero estas resistencias no dejan de tener im­portancia. on comparables al lejano trueno que anuncia la cercanía de una tempe tad- Generalmen­te esas primeras resistencias, que -parecían eviden­ciar las. mi mas re 'stencias en el orden social in­corparadas aq~í en el individuo, son pronto supe­radas, para depr lugar entonces a las más profun­das y más tenaces que yacen debajo de ellas. Poco a poco el silencio del analista cambia de significado para e! pacien~te. A1go se le ha ocurrido a éste que no qmere decir o que le cuesta mucho decirlo. El enfermo sigue h~bl_ando de otras cosa5, pero aque· llo que fue r.epnm1do pugna por abrírse camino y apenas le de1a hablar de otra cosa· ahora cana él también. E como si el silencio- deÍ analista se hu­biera e. tendido a él, contagiándolo. La ~ituación no ha llegado todavía hasta aquella supuesta irn· posibil~dad de que ya hablamos, pero m~estra ya p~r pnmera. vez su incomodidad. El silencio conti­nua. El paciente, que se halla habituado a evitar conio penosa toda pausa, comienza a hablar de nue­~fi 5e esfuerza por hablar de cualquier cosa insig· ~1 cante e inocua. Pero aquel fragmento suprirni-

0· a9uel pensamiento pue to de lado reaparece co-mo s1 q · · • • . UJ.Siera o bien ser expre.sado o de lo contra· no imponér un completo silencio; de tal modo se

CÓ JO ~E U A SER PSlCÓLOC . 123

filtra, perturbándolo, en todo otro pensamient p I 1 á d d 0

• a-recen. o m · a ecua o pedir ayu<la al an- J. +

é ll a, is .. a, pe-

ro ste _a a, ~om~ i fuera ello lo único natural en semepnte s1tuac1ón, o como si le importara bien P.º o .el gran mundo de afuera, que prohibe este s1~enc10 ~esconcertante. Se cuenta de la geníal ac­tnz Jo:efma Galhneyer, que dijo ierta vez a un coropanero de me~a que durante r ás e media ho­ra había permanecido mudo a su lado: "Hablemos ya d_e. otra cosa". Se podría comparar la situacíón anah~1ca_, a e ta altu_ra, con la que dio motivo a e~ ta chistosa _ocurrencia. De buen grado qui iera ha­blar el paciente de otra cosa, si algo se le ocurriera. Incluso desea_ria callar sobre algo si le fuera po ¡_ ble. U na paClente que en el tran curso de la seQ'Un-· da sesi 'n había estado callada durante unos

0

diez n;.1n-t~to , e:clamó de pronto, aunque más bien para s1 m1 ma: ¡ To hablemos más de eso1'"' De este mo·

- do delató ella misma haber estado pensando algo en una forma tal como sí lo hubiera expresado en alta voz y ahora estaba obligada~ · de buen o mal

0rado, a decir lo que e le había ocurrido. hora

ya no son solamente el propio pensamiento ocurri­do y las resisr_encias del mismo paciente lo factores 9.ue se. oponen a q_ue aquél , ea expresado: en el 3uego de fuerzas p íquícas influye _ también en es­te momento., el silencio del anali ta. Es e te ilen­cio el que parece oponerse a la harla fá il, el que hace enmudecer las observaciones sobre lo herm-0-so del tiempo, sobre la biblioteca o el re1oj del g.abinete. El paciente se ha e argo, gracias a este silencio, de que la -sítua ión analíti no e acoino­da bien a esa clase de conversación que lo ingle­ses designan, tan característica 1ente, con el nombre

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tivo -y bembs de dar la i:azón Sa~ts ure cuando h bla de valeur tkérapeut1que del üencio. a-

De manera que siempre que hallemos en e~ta et pa del análisis ilencio y vacilación de parte <l ª} -paciente_. deberem.os tomarlo, ei: general -natura~­men te hay ex epc1ones- como signo de las re 1sten. cias má superficiales producida EDr las dificulta­des de la acomodación a la nueva y extraña situa­ción. Pero estas resistencias no dejan de tener im­portancia. on comparables al lejano trueno que anuncia la cercanía de una tempe tad- Generalmen­te esas primeras resistencias, que -parecían eviden­ciar las. mi mas re 'stencias en el orden social in­corparadas aq~í en el individuo, son pronto supe­radas, para depr lugar entonces a las más profun­das y más tenaces que yacen debajo de ellas. Poco a poco el silencio del analista cambia de significado para e! pacien~te. A1go se le ha ocurrido a éste que no qmere decir o que le cuesta mucho decirlo. El enfermo sigue h~bl_ando de otras cosa5, pero aque· llo que fue r.epnm1do pugna por abrírse camino y apenas le de1a hablar de otra cosa· ahora cana él también. E como si el silencio- deÍ analista se hu­biera e. tendido a él, contagiándolo. La ~ituación no ha llegado todavía hasta aquella supuesta irn· posibil~dad de que ya hablamos, pero m~estra ya p~r pnmera. vez su incomodidad. El silencio conti­nua. El paciente, que se halla habituado a evitar conio penosa toda pausa, comienza a hablar de nue­~fi 5e esfuerza por hablar de cualquier cosa insig· ~1 cante e inocua. Pero aquel fragmento suprirni-

0· a9uel pensamiento pue to de lado reaparece co-mo s1 q · · • • . UJ.Siera o bien ser expre.sado o de lo contra· no imponér un completo silencio; de tal modo se

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filtra, perturbándolo, en todo otro pensamient p I 1 á d d 0

• a-recen. o m · a ecua o pedir ayu<la al an- J. +

é ll a, is .. a, pe-

ro ste _a a, ~om~ i fuera ello lo único natural en semepnte s1tuac1ón, o como si le importara bien P.º o .el gran mundo de afuera, que prohibe este s1~enc10 ~esconcertante. Se cuenta de la geníal ac­tnz Jo:efma Galhneyer, que dijo ierta vez a un coropanero de me~a que durante r ás e media ho­ra había permanecido mudo a su lado: "Hablemos ya d_e. otra cosa". Se podría comparar la situacíón anah~1ca_, a e ta altu_ra, con la que dio motivo a e~ ta chistosa _ocurrencia. De buen grado qui iera ha­blar el paciente de otra cosa, si algo se le ocurriera. Incluso desea_ria callar sobre algo si le fuera po ¡_ ble. U na paClente que en el tran curso de la seQ'Un-· da sesi 'n había estado callada durante unos

0

diez n;.1n-t~to , e:clamó de pronto, aunque más bien para s1 m1 ma: ¡ To hablemos más de eso1'"' De este mo·

- do delató ella misma haber estado pensando algo en una forma tal como sí lo hubiera expresado en alta voz y ahora estaba obligada~ · de buen o mal

0rado, a decir lo que e le había ocurrido. hora

ya no son solamente el propio pensamiento ocurri­do y las resisr_encias del mismo paciente lo factores 9.ue se. oponen a q_ue aquél , ea expresado: en el 3uego de fuerzas p íquícas influye _ también en es­te momento., el silencio del anali ta. Es e te ilen­cio el que parece oponerse a la harla fá il, el que hace enmudecer las observaciones sobre lo herm-0-so del tiempo, sobre la biblioteca o el re1oj del g.abinete. El paciente se ha e argo, gracias a este silencio, de que la -sítua ión analíti no e acoino­da bien a esa clase de conversación que lo ingle­ses designan, tan característica 1ente, con el nombre

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de small talk. qui se e ·de cia por seguhd el poder activo del silen io~ H ay en éste una : ei,

. 1 l . uerza propt i ora que impu a a p aciente h acia a dela . f d . , d nte que lo obliga a pro un l~ar roas e lo que se habi~ propue to desde un comienzo. Es un hecho asom.

b o o y apen3;S ob ~ervado. jqu: la palabra propia, la que. prnnunciamos., e p51qu1 amente valorada de una manera distinta a aquella que pen&amos por me io de representaciones verbalesA

La palabra pronunciada tiene un efecto reacti­vo. El paciente se asombra con frecuencia de lo que él mismo dice y a menudo _dice cosas que aún no había osado confesarse a s.í mismo. El silencio del anali ta refuerza es-te poder rea e: ti vo de la pa­labra, le sirve de caja de re onancia- El callar tie­ne, de este modo, un poder mayor del que podrían tener fas palabras. La diferencia entre el primitivo silencio del analista y el que ahora le es impuesto al paciente, es fácil de reconocer.

Es apena en este momento que el enfermo se entera de que el analista está callado. Esperamos que esta expresión no dará lugar a un mal enten­dido: el paciente~ naturalmente, ya lo había notado .antes~ pero sólo ahora toma conocimiento de ello,_ le atribuye conscientemente una significación. En otras palabras, toma conocimiento del silencio del ªll:ali ta como una expre ión anímica cuando en él nusmo surge la primera resistencia 5eria.

ignificadón que toma el silencio del analista opinión del paciente, se evidencia con toda

lSllY..._ ........ como el resultado de una proyección qu~ re _}a • tuación psíquica del analizado. E te Sl ..

lencto más ra él el callar tran uilo del

CÓMO SE LLEGA A SER P . ICÓLOGO 125

oyente; ahora significa h ab er enmudecido n · h d d

. . lC O e otro m~ o, s1 por la impre5ión producida signifi-caba prrmeramente la oluntad de escuchar, ahora exp~esa la volu.ntad de no hablar, y así omo el si­Ienc10 del analista en la primera fase era aceptado como os~. natural, el de la segu nda tién e un efecto intranqu1hzad~::n~r .~l acento psíquico aparece despla­zado: ahora s1g111fica el mutismo de un hombre a quien le ha sido dado el h abla y que a pe ar de lo que se espera e~cuchar de él , no habla 3. i el ha­blar del p acien te significab a p rimer amente un ma­yor o menor asentimiento a la situación, ahora de­be ten er también, en su sentido inconsciente, el ig­nificado adicional de una solicitación.

Porque el silencio deI analist a parece decif : "Si quieres q_ue yo hable debes imponerte a ti mi roo y seguir las reglas del análisis también aquí~ don­de te resulta difícil, donde se trata de decir cosas casi imposibles de expresar". El enfermo, que está asombrado de ver que la confianza demo&ttada por medio de sus relatos, de las quejas sobre sus sufri­mientos, no ml:le en al analista a ninguna demos­tración de simpatía, a ningún signo de participa· ción, experimenta un ligero sentimiento de impa­ciencia contra el médico. Esta impaciencia lo im-

3 Se me permitirá que, a título de ilu !ración, trate de aclarar las dos da es de silencio con uno de eso chl te judíos de tanta penetra ión p i lógica: "M~uricio se traba en una discu ión con un e traño, en pr enoa de u compa­ñero. Mientras la violencia del altercado va en aumento. el a~igo de Mauricio enmudece y no da ninguna ei al ?-e par~ licipación. -)Y tó t quedas ahí tan allado?. - le m repa Mauricio, indignado. lo que contesta el am1go: - ¿Aca.o estoy callado? Solament que no digo nada u . FJe ct·v .. mente. xiste una dif encia entre no decir nada y callar.

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de small talk. qui se e ·de cia por seguhd el poder activo del silen io~ H ay en éste una : ei,

. 1 l . uerza propt i ora que impu a a p aciente h acia a dela . f d . , d nte que lo obliga a pro un l~ar roas e lo que se habi~ propue to desde un comienzo. Es un hecho asom.

b o o y apen3;S ob ~ervado. jqu: la palabra propia, la que. prnnunciamos., e p51qu1 amente valorada de una manera distinta a aquella que pen&amos por me io de representaciones verbalesA

La palabra pronunciada tiene un efecto reacti­vo. El paciente se asombra con frecuencia de lo que él mismo dice y a menudo _dice cosas que aún no había osado confesarse a s.í mismo. El silencio del anali ta refuerza es-te poder rea e: ti vo de la pa­labra, le sirve de caja de re onancia- El callar tie­ne, de este modo, un poder mayor del que podrían tener fas palabras. La diferencia entre el primitivo silencio del analista y el que ahora le es impuesto al paciente, es fácil de reconocer.

Es apena en este momento que el enfermo se entera de que el analista está callado. Esperamos que esta expresión no dará lugar a un mal enten­dido: el paciente~ naturalmente, ya lo había notado .antes~ pero sólo ahora toma conocimiento de ello,_ le atribuye conscientemente una significación. En otras palabras, toma conocimiento del silencio del ªll:ali ta como una expre ión anímica cuando en él nusmo surge la primera resistencia 5eria.

ignificadón que toma el silencio del analista opinión del paciente, se evidencia con toda

lSllY..._ ........ como el resultado de una proyección qu~ re _}a • tuación psíquica del analizado. E te Sl ..

lencto más ra él el callar tran uilo del

CÓMO SE LLEGA A SER P . ICÓLOGO 125

oyente; ahora significa h ab er enmudecido n · h d d

. . lC O e otro m~ o, s1 por la impre5ión producida signifi-caba prrmeramente la oluntad de escuchar, ahora exp~esa la volu.ntad de no hablar, y así omo el si­Ienc10 del analista en la primera fase era aceptado como os~. natural, el de la segu nda tién e un efecto intranqu1hzad~::n~r .~l acento psíquico aparece despla­zado: ahora s1g111fica el mutismo de un hombre a quien le ha sido dado el h abla y que a pe ar de lo que se espera e~cuchar de él , no habla 3. i el ha­blar del p acien te significab a p rimer amente un ma­yor o menor asentimiento a la situación, ahora de­be ten er también, en su sentido inconsciente, el ig­nificado adicional de una solicitación.

Porque el silencio deI analist a parece decif : "Si quieres q_ue yo hable debes imponerte a ti mi roo y seguir las reglas del análisis también aquí~ don­de te resulta difícil, donde se trata de decir cosas casi imposibles de expresar". El enfermo, que está asombrado de ver que la confianza demo&ttada por medio de sus relatos, de las quejas sobre sus sufri­mientos, no ml:le en al analista a ninguna demos­tración de simpatía, a ningún signo de participa· ción, experimenta un ligero sentimiento de impa­ciencia contra el médico. Esta impaciencia lo im-

3 Se me permitirá que, a título de ilu !ración, trate de aclarar las dos da es de silencio con uno de eso chl te judíos de tanta penetra ión p i lógica: "M~uricio se traba en una discu ión con un e traño, en pr enoa de u compa­ñero. Mientras la violencia del altercado va en aumento. el a~igo de Mauricio enmudece y no da ninguna ei al ?-e par~ licipación. -)Y tó t quedas ahí tan allado?. - le m repa Mauricio, indignado. lo que contesta el am1go: - ¿Aca.o estoy callado? Solament que no digo nada u . FJe ct·v .. mente. xiste una dif encia entre no decir nada y callar.

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Pu:lsa h.ad adelante, le_ bllga a hablar lllás d de h · d , e sus p de imientos, su I tona, sus s1ntomas .

uinalid des, se le ocurren nuevo recuerdos Pey o:r¡_ o- d - l . . . ro el anal· ta sigue -calla a y a im pac1en ia y el en .

. . b . ºJº del pac1en te van en a um · n to. a e ciertamente q . p ue

se espera de él que ea ~1ncero. er~ ¿aca 0 no ha sido sincero, no lo ha dicho todo? S1 el silencio

8 mantiene, el paciente se acordará de que ha olvj~ dado algo, que algunos detalles han sido relatados en forma de figurada o incompleta; corrige y com. pleta su relato. :Los límites de la censura se despla­zan: en vista del silencio obstinado del analista, di­ce ahora cosas preconscientemente retenidas. y se ani­ma a relata lo que has~- ahora consideraba como .chocante o inmoral. Pero el silencio continúa y obra ahora con el ~ gnific~do de un rechazo, dado que no quiere ceder ftente a tantas confe iones.

El silencio así prolonga o- del analista puede con­ducir a un fuerte incremento de la irrita:ción del p_a­ciente. El silencio se transforma en el indicio de una imninencia o ya ocurrida pérdida de amor y p b<luce un efecto que sólo _podemos interpretar. co­mo temor a la castración o angustia de la concien­cia. ~.Más correcto sería decir que hay en el paciente un oscuro temor que le ha.ce interpretar de ese modo este ~ilencio.

El callar del médico adquiere inconscientemente el carácter de castigo. En dete1minadas situaciones, 5i esta impresión se inten ifi a, pued llegar a te·

el ~1smo efecto que podría producir un apre· te inte1 ogatorio, una o ·ura amenaza o u~

Slt~ma • cusaei6n. Parece omo i por in ter~ll .<l10

10 se hubiera apelado al mudo senurn1en· cu de paciente, y en una forma tal que u

.CÓ 1:0 SE LL é A F. R P S ÓLOG ] 27

efecto es mayor y más inmediat que el de cual­quier lenguaje hum no. omprende os q i' e o que conduce a engendrar tale sentí ientos. La irri­tación del enfermo se ha intensificado con el re­cuerdo de frustraciones anteriore · sus sentimiento de rebelión e indigna ión por la falta d sen~ibili­dad de parte del analjsta se han a recentado ha ta convertirse en un impulso de poderosa hostilidad. El desarrollo · ncon ciente de estas tendencias agre­sivas y de resentimiento, entre tanto ha de embo­cado en deseos de muerte contra el mudo interlocu­tor. La situación analítica, que flota entre la reali­dad material y la psíquica, favorece aqui, n algu­nas ocasiones, la aparición de una impresión que es capaz de sobreponerse a la objeción racional del yo; el pensamiento de que el anali ·ta podría estar muerto. Un paciente solía expre ar e to diciendo que en tales situaciones sentía como i el anali ta se hallara situado en un Iuo- r mu J lejano. Porque el silencio es, para la vida p íq i a in on iente -como ha quedado e tablecido por el n 'li i de los sueños y el significado de lo mi to r lo uen­tos de hadas- un de lo sign ca acterí tico de la muerte. También aquí está claro el efecto incons­ciente del mec;ani mo d proye ión.- qne b an .. gustia a que nos r f rimo~ en lo. ca o anteriorm n­te cles~rito ·· ha surgido e mo rea ci 'n a fuerte~ de· eos incon ci ntes ntr el anali. ta. En algunos a­

so la imp e. itm pro ucida por te silen io pu d lI gar a . r tan f ierte qu el p4 iente implora al analist : upo f · r, diga alg ", o " r fa v r, h ·:­bl ·m ". q 1í t n ro.os que referirn únicame1 t la impresión q el silencio pr du al l ~ i n no la r la que en tales ca os d be gu ir .l an ...

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Pu:lsa h.ad adelante, le_ bllga a hablar lllás d de h · d , e sus p de imientos, su I tona, sus s1ntomas .

uinalid des, se le ocurren nuevo recuerdos Pey o:r¡_ o- d - l . . . ro el anal· ta sigue -calla a y a im pac1en ia y el en .

. . b . ºJº del pac1en te van en a um · n to. a e ciertamente q . p ue

se espera de él que ea ~1ncero. er~ ¿aca 0 no ha sido sincero, no lo ha dicho todo? S1 el silencio

8 mantiene, el paciente se acordará de que ha olvj~ dado algo, que algunos detalles han sido relatados en forma de figurada o incompleta; corrige y com. pleta su relato. :Los límites de la censura se despla­zan: en vista del silencio obstinado del analista, di­ce ahora cosas preconscientemente retenidas. y se ani­ma a relata lo que has~- ahora consideraba como .chocante o inmoral. Pero el silencio continúa y obra ahora con el ~ gnific~do de un rechazo, dado que no quiere ceder ftente a tantas confe iones.

El silencio así prolonga o- del analista puede con­ducir a un fuerte incremento de la irrita:ción del p_a­ciente. El silencio se transforma en el indicio de una imninencia o ya ocurrida pérdida de amor y p b<luce un efecto que sólo _podemos interpretar. co­mo temor a la castración o angustia de la concien­cia. ~.Más correcto sería decir que hay en el paciente un oscuro temor que le ha.ce interpretar de ese modo este ~ilencio.

El callar del médico adquiere inconscientemente el carácter de castigo. En dete1minadas situaciones, 5i esta impresión se inten ifi a, pued llegar a te·

el ~1smo efecto que podría producir un apre· te inte1 ogatorio, una o ·ura amenaza o u~

Slt~ma • cusaei6n. Parece omo i por in ter~ll .<l10

10 se hubiera apelado al mudo senurn1en· cu de paciente, y en una forma tal que u

.CÓ 1:0 SE LL é A F. R P S ÓLOG ] 27

efecto es mayor y más inmediat que el de cual­quier lenguaje hum no. omprende os q i' e o que conduce a engendrar tale sentí ientos. La irri­tación del enfermo se ha intensificado con el re­cuerdo de frustraciones anteriore · sus sentimiento de rebelión e indigna ión por la falta d sen~ibili­dad de parte del analjsta se han a recentado ha ta convertirse en un impulso de poderosa hostilidad. El desarrollo · ncon ciente de estas tendencias agre­sivas y de resentimiento, entre tanto ha de embo­cado en deseos de muerte contra el mudo interlocu­tor. La situación analítica, que flota entre la reali­dad material y la psíquica, favorece aqui, n algu­nas ocasiones, la aparición de una impresión que es capaz de sobreponerse a la objeción racional del yo; el pensamiento de que el anali ·ta podría estar muerto. Un paciente solía expre ar e to diciendo que en tales situaciones sentía como i el anali ta se hallara situado en un Iuo- r mu J lejano. Porque el silencio es, para la vida p íq i a in on iente -como ha quedado e tablecido por el n 'li i de los sueños y el significado de lo mi to r lo uen­tos de hadas- un de lo sign ca acterí tico de la muerte. También aquí está claro el efecto incons­ciente del mec;ani mo d proye ión.- qne b an .. gustia a que nos r f rimo~ en lo. ca o anteriorm n­te cles~rito ·· ha surgido e mo rea ci 'n a fuerte~ de· eos incon ci ntes ntr el anali. ta. En algunos a­

so la imp e. itm pro ucida por te silen io pu d lI gar a . r tan f ierte qu el p4 iente implora al analist : upo f · r, diga alg ", o " r fa v r, h ·:­bl ·m ". q 1í t n ro.os que referirn únicame1 t la impresión q el silencio pr du al l ~ i n no la r la que en tales ca os d be gu ir .l an ...

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DO R IK

& neccsano destacar que no trata aquí de dar ~i~-di! normas técnica$, ·no que amos a d.Oeribír

el efecio p q ico del · iencio. problemas,, Poi' 'Clant.es, -sobre cuáles son la situad es cuáles

UWW.''91Jlldilli"~os frente e al Ja conducta · n<:· 4lebé cootraindicada y en qué caSOt acOO"'

.l:'lliMill de esta exposición.

CÓMO .S-J'.: LLEG A SER PSI ÓLO - 129

a ~' ~-ocurre con fre uenci ue sus pa ie te n pu den 'de ir nada?" inguna respue ·ta. Despué de al­gunos mínut 5 expone una reflexión acerca d l li­bre albedrío~ en el cual no cree. ~us puños tán crispados. Su .cabeza gira sobre la alr oh' da. De -pués e una pausa más prolongad ,, ag ega: "''l rould not hPlp being sd'. La voz suena a retad,.,, las m,.. no se aflojan~ ahora tfo nean repetid' s veces de uello, uelven a de ansar, cub en la rente y lue­

go -Ion ojo. I:a re piración se 'celtra. _ru v-0 silen-. cio prol ngado. De pront se ti a hada un e tado~ en forma q e yo no pueda ver su ro tro, y rompe en desconcertados oUozos. Hacia el final e la se ión se tranquiliza, y dice o a mbro: -ª! don't know what the hell 1 e ied about". e mí parte ni una

la pal bra era necesaria ni de ea ble. 'I con u-· ria a r pdmir la eacción largar ente presentí< a

del aciente, rderente a la relación con u pa<lre . . ól na poca fra e habían ur ido en ta esíón, que significó, in embargo, uno de lo· momento rífcos de este anális· .

Las eaccione de los paci te al il ncio conti­nuado del analista son de dí lnto ti , desta are­mo aquí la dos formas má importante . l a o rnás orriente es aquel en que el pa 1ente e rebela contra la supue ta insen ibilidad del analí ta ma .. nífestada en su silencio, y adopta contra él. o con­tra el an is, una actitud agresiva. .. uy p a ve­ces a esta altura~ admitirá el pa "ente q e la acti­tud re ervada del an i · ta sea la erdade a ca - e u propia hostilidad. Por lo omún bus , á

mot · o > Jos encon ttará. ta eacci llegar hasta un , e dad ero e tallido d idea de abandonar el anál' ·

Page 126: Reik, Theodor (1963). Cómo Se Llega a Ser Psicólogo. Ed. Hormé

DO R IK

& neccsano destacar que no trata aquí de dar ~i~-di! normas técnica$, ·no que amos a d.Oeribír

el efecio p q ico del · iencio. problemas,, Poi' 'Clant.es, -sobre cuáles son la situad es cuáles

UWW.''91Jlldilli"~os frente e al Ja conducta · n<:· 4lebé cootraindicada y en qué caSOt acOO"'

.l:'lliMill de esta exposición.

CÓMO .S-J'.: LLEG A SER PSI ÓLO - 129

a ~' ~-ocurre con fre uenci ue sus pa ie te n pu den 'de ir nada?" inguna respue ·ta. Despué de al­gunos mínut 5 expone una reflexión acerca d l li­bre albedrío~ en el cual no cree. ~us puños tán crispados. Su .cabeza gira sobre la alr oh' da. De -pués e una pausa más prolongad ,, ag ega: "''l rould not hPlp being sd'. La voz suena a retad,.,, las m,.. no se aflojan~ ahora tfo nean repetid' s veces de uello, uelven a de ansar, cub en la rente y lue­

go -Ion ojo. I:a re piración se 'celtra. _ru v-0 silen-. cio prol ngado. De pront se ti a hada un e tado~ en forma q e yo no pueda ver su ro tro, y rompe en desconcertados oUozos. Hacia el final e la se ión se tranquiliza, y dice o a mbro: -ª! don't know what the hell 1 e ied about". e mí parte ni una

la pal bra era necesaria ni de ea ble. 'I con u-· ria a r pdmir la eacción largar ente presentí< a

del aciente, rderente a la relación con u pa<lre . . ól na poca fra e habían ur ido en ta esíón, que significó, in embargo, uno de lo· momento rífcos de este anális· .

Las eaccione de los paci te al il ncio conti­nuado del analista son de dí lnto ti , desta are­mo aquí la dos formas má importante . l a o rnás orriente es aquel en que el pa 1ente e rebela contra la supue ta insen ibilidad del analí ta ma .. nífestada en su silencio, y adopta contra él. o con­tra el an is, una actitud agresiva. .. uy p a ve­ces a esta altura~ admitirá el pa "ente q e la acti­tud re ervada del an i · ta sea la erdade a ca - e u propia hostilidad. Por lo omún bus , á

mot · o > Jos encon ttará. ta eacci llegar hasta un , e dad ero e tallido d idea de abandonar el anál' ·

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T .IBODOR REIK

-

siempre en ob ervacion hostiles- contra el anai· - r¡• . El lSta o contra el ana l 1s. otro caso es aquél en qu

. . f • j . e er paciente rea;cc1ona rena: a oscuro sentuniento d culpa exacerba~º- en él por. el . silencio, mediant~ una .nueva co~fes1ón de sus ~nst1ntos; un sector de u vida psí~1i:1ca1 has~a aquí ignorado -por él, surge

a la superfic1e . . $i eguimos desde el c6mienzo las reacciones ael

analiza<;lo al silencio del analista.- veremo con toda claridad que en u transcurso se refleja,_ en forma abreviada; una experiencia lejana de aquél. Parece omo si volvieran a revivir sentimíentós que desem ..

peñaron un papel importante en sus pasadas rela­ciones con un objeto querido_, des e. e primitivo cariño hasta la am~rgura sufrida por un rechazo fanta eado o real. I.a transidón de una signifü;a- _ ión -del -silencio a otra no es tan neta cómo a pri­

mera vista podría parecer. Se halla jntimamente _li­o-ada a la actitud ínconsdente O.e am_bivaienéia del paciente.

Queremos destacar que de ninguná manera se tra­ta-- de esbozar aquí una descripción del comienzo del análisis, comienzo que, por cierto_, se desarrolla de manera diferente en cada: caso ·individual. No nos referimos tampoco a aquellos casos qu~ ya des;­~e un principio se distinguen por una forma pecu­liar. de r~acción, como por ejemplo, aquellos en q~e ª! s1l~nc10 .del analista opone el paciente su propio SJ enc10. ~1 es el caso de dilucidar aquí los proble­m~ .técmcos que se refieren al comportamiento del ª. ta frente a las variadas reacciones de los pa .. cien. s. Lo que nos proponemos e5 indagar algo del sentido tente del silencio,, considerado en gene-­ral. Los e-mas técnicos no constituyen el cen-

CÓMO SE .JLEGA: A SER S1 ·óLOCO .- un

tro d e nues tro interés; queremos utilizar la · adaI .. ción q ue acerca _ de esta cuestión nos pr oporciona la técnica del psicoanálisis como quíen utiliza una escalera que nos conduce a uha · determinada pro­fundidad, y que, una vez lograda ésta, se puede de­jar <le lado ..

III

Se podría créer que el callar puede -significar -na- _ -da máSc-que eso: callar, estar mudo y nada _ m~s . .Pe~ _ro las comprobadones del análisis contradken de la manera más decidida esta simplificación. Esas comprobaciones parecen querer enseñarnos que hay _ -distintas manera de callar. Hasta se pndría hablar de grados de intensidad del silencio y eS-ta.blecer ma: tices, si nos atreviéramos a fijar, en nuestro torpe

_y obtuso-lenguaje conceptual, fenómenos tan difici .. les -de captar :en su sentidó psicológico. Aún con sus menguados recursos de expresión, el lenguaje huma­no -que en lo esencial no se ha aleja_dq_ aún gran cosa del de lo~ gorilas- ha intentado distinguir di­fe entes clases de silencio. Hablamos así de un si­lencio glacial, pesado, opresivo y tranquilizador, al· tanero- y sumiso, de reprobación y de aprobación, condenatorio y absolvente. De esta enumeración de adjetivos -que no tiene ninguna pretensión de ser c~nnpleta- resalta un rasgo sorprendente: los -signi~ Ílca~os opuestos que parece reunir en sí el concepto de s1lendo. No dejará de s01·prendernos, por ejem­plo, que el silencio pueda ser interpretado tanto como signo de aprobación comú de reprobación. E alo-o así como si fuera capaz de incluir ambos sen--tidos, o por así decirlo, de aparecer tanto con signo

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T .IBODOR REIK

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siempre en ob ervacion hostiles- contra el anai· - r¡• . El lSta o contra el ana l 1s. otro caso es aquél en qu

. . f • j . e er paciente rea;cc1ona rena: a oscuro sentuniento d culpa exacerba~º- en él por. el . silencio, mediant~ una .nueva co~fes1ón de sus ~nst1ntos; un sector de u vida psí~1i:1ca1 has~a aquí ignorado -por él, surge

a la superfic1e . . $i eguimos desde el c6mienzo las reacciones ael

analiza<;lo al silencio del analista.- veremo con toda claridad que en u transcurso se refleja,_ en forma abreviada; una experiencia lejana de aquél. Parece omo si volvieran a revivir sentimíentós que desem ..

peñaron un papel importante en sus pasadas rela­ciones con un objeto querido_, des e. e primitivo cariño hasta la am~rgura sufrida por un rechazo fanta eado o real. I.a transidón de una signifü;a- _ ión -del -silencio a otra no es tan neta cómo a pri­

mera vista podría parecer. Se halla jntimamente _li­o-ada a la actitud ínconsdente O.e am_bivaienéia del paciente.

Queremos destacar que de ninguná manera se tra­ta-- de esbozar aquí una descripción del comienzo del análisis, comienzo que, por cierto_, se desarrolla de manera diferente en cada: caso ·individual. No nos referimos tampoco a aquellos casos qu~ ya des;­~e un principio se distinguen por una forma pecu­liar. de r~acción, como por ejemplo, aquellos en q~e ª! s1l~nc10 .del analista opone el paciente su propio SJ enc10. ~1 es el caso de dilucidar aquí los proble­m~ .técmcos que se refieren al comportamiento del ª. ta frente a las variadas reacciones de los pa .. cien. s. Lo que nos proponemos e5 indagar algo del sentido tente del silencio,, considerado en gene-­ral. Los e-mas técnicos no constituyen el cen-

CÓMO SE .JLEGA: A SER S1 ·óLOCO .- un

tro d e nues tro interés; queremos utilizar la · adaI .. ción q ue acerca _ de esta cuestión nos pr oporciona la técnica del psicoanálisis como quíen utiliza una escalera que nos conduce a uha · determinada pro­fundidad, y que, una vez lograda ésta, se puede de­jar <le lado ..

III

Se podría créer que el callar puede -significar -na- _ -da máSc-que eso: callar, estar mudo y nada _ m~s . .Pe~ _ro las comprobadones del análisis contradken de la manera más decidida esta simplificación. Esas comprobaciones parecen querer enseñarnos que hay _ -distintas manera de callar. Hasta se pndría hablar de grados de intensidad del silencio y eS-ta.blecer ma: tices, si nos atreviéramos a fijar, en nuestro torpe

_y obtuso-lenguaje conceptual, fenómenos tan difici .. les -de captar :en su sentidó psicológico. Aún con sus menguados recursos de expresión, el lenguaje huma­no -que en lo esencial no se ha aleja_dq_ aún gran cosa del de lo~ gorilas- ha intentado distinguir di­fe entes clases de silencio. Hablamos así de un si­lencio glacial, pesado, opresivo y tranquilizador, al· tanero- y sumiso, de reprobación y de aprobación, condenatorio y absolvente. De esta enumeración de adjetivos -que no tiene ninguna pretensión de ser c~nnpleta- resalta un rasgo sorprendente: los -signi~ Ílca~os opuestos que parece reunir en sí el concepto de s1lendo. No dejará de s01·prendernos, por ejem­plo, que el silencio pueda ser interpretado tanto como signo de aprobación comú de reprobación. E alo-o así como si fuera capaz de incluir ambos sen--tidos, o por así decirlo, de aparecer tanto con signo

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L4

bale en que una simple va~iadón ~0~1~tica basta para dif renciar los clo ent1do ant1.tet1 os, como clamare (gritat) y clam (se<:reto) º. Stn-:1-me (voz) y stumm (mudo), e~~lan. en una dirección que nos demuestra que on mariame~te ,el contraste entre hablar y callar no fue de n1ngun modo tan neto como ahora no parece. El valor problemáti 0 del conc pto de callar parece profundizarse; creemos re­<::Onocer que el allar no. es algo n~gati~o, sino po.. sitivo. No e iste, en realidad, un silenc10 absoluto; sólo h y un ilenciamien to de aquellos sonidos que nue tro sentido auditivo puede percíbir. No existe un aJlar incon ciente ni tampoco una negación in­con iente. El niño pequeño no ono e en realidad el calla se; tampoco e conoce en lo cuentos de ha­da ; halila la mesa y también los espejos, las plan-ta la mi ma naturaleza inorgánica. ·

El hablar y el callar son opuesto , por cierto, pero no constituyen un contraste ab oluto; un puente condu e del uno al otro, y nq se pueden discutir los aspectos del uno in compararlo con el otro. De roo~ do que no sólo encontramos un doble sentido anti­tético en las más antiguas raíces verbales, sino que los con eptos mismo de hablar y callar son concep­to gemelo&, puesto que originariamente sólo podían 5er penados ·onjuntamente. Esta antítesis, en la que recono emos la expresión de la originaria arobiva­le~cia in tíntiva, a ompaña el lenguaje ya desde s.u m ma .cuna. Tanto conoció su imperio el lenguaJe en on1unt?, como los elementos que lo omponen.

em0s v1~~ que el hablar mismo está lejos de ser bastante Hrc 1so. No sólo es insuficiente para toda da~ .de comunicaciones, como ya lo demuestra el auxiho q equiere de nuestro lenguaje de gestos

CÓMO SE LLEGA A SER PSI LOGO 135

y de mímica, sino que ni siquiera bata para la ex­presión de nuestros sentimientos y pensamiento 1.

La parcial desviación de su primitiva funci-On, que ha expcrim~ntado el lenguaje, ·se reconoce en el he­cho de que los hombres, a menudo, hablan sólo por­que no pueden soportar el silencio. Esa conversación precipitada que es el "hablar a todo precio'' demues­tra que el callar tiene algo de -funesto que se intenta rehuir. Hay un temor al silencio, del mismo modo que hay un temor al hablar. Es dado ver en reunio­nes · ciertos intervalos en la conversación que son tan penosos que se recurre a decir las cosas más trivia­les e insignificantes con el solo propósito de huir del si1encio. U na observación bien aguda no revelará que es acerca de las mismas . cuestiones humanas que resulta difícil el hablar y el callar. Es así que nuestro oído aún descubre en el silencio las resonan­cias de aquellas cosas ínexpresadas que presiden, en lo más profundo, fas relaciones humanas.

Nuestro punto de partida no ha sido la significa­ción básica del hablar o de1 callar; hemos partido de aquellos fenómenos que se evidencian como for­maciones mixtas, es decir, que revelan el doble sen­tido de ambos. La experiencia analítica demuestra que lo que 5e halla detrás del miedo al silencio es . la angustia ínconscíente de la pérdida de amor. Sa-

7 El mismo Guillermo 'Vundt no dCl!dctió dar esta contes­tación a la p1·egunta de por qué lo ~º.!-°1ª~e:· no saben .. ha­blar: "Porque no tienen nada que <leer~· . (J orlesungen uber die l\{enschen-und Tierseele: Conferenrw.s obre el alma d~l hombre 'V de los animales. 4\l edic., 1906. D. 437.) Conceda­mos qtH·· <"ºº esto quede resu ·'to el prohl mj de- Ia in e-xi ten;.

cfa del lenguaje ntre l s anunale . Pero entonce :;urge otro: ¿por qué saben hablar casi todos los hombres?

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bale en que una simple va~iadón ~0~1~tica basta para dif renciar los clo ent1do ant1.tet1 os, como clamare (gritat) y clam (se<:reto) º. Stn-:1-me (voz) y stumm (mudo), e~~lan. en una dirección que nos demuestra que on mariame~te ,el contraste entre hablar y callar no fue de n1ngun modo tan neto como ahora no parece. El valor problemáti 0 del conc pto de callar parece profundizarse; creemos re­<::Onocer que el allar no. es algo n~gati~o, sino po.. sitivo. No e iste, en realidad, un silenc10 absoluto; sólo h y un ilenciamien to de aquellos sonidos que nue tro sentido auditivo puede percíbir. No existe un aJlar incon ciente ni tampoco una negación in­con iente. El niño pequeño no ono e en realidad el calla se; tampoco e conoce en lo cuentos de ha­da ; halila la mesa y también los espejos, las plan-ta la mi ma naturaleza inorgánica. ·

El hablar y el callar son opuesto , por cierto, pero no constituyen un contraste ab oluto; un puente condu e del uno al otro, y nq se pueden discutir los aspectos del uno in compararlo con el otro. De roo~ do que no sólo encontramos un doble sentido anti­tético en las más antiguas raíces verbales, sino que los con eptos mismo de hablar y callar son concep­to gemelo&, puesto que originariamente sólo podían 5er penados ·onjuntamente. Esta antítesis, en la que recono emos la expresión de la originaria arobiva­le~cia in tíntiva, a ompaña el lenguaje ya desde s.u m ma .cuna. Tanto conoció su imperio el lenguaJe en on1unt?, como los elementos que lo omponen.

em0s v1~~ que el hablar mismo está lejos de ser bastante Hrc 1so. No sólo es insuficiente para toda da~ .de comunicaciones, como ya lo demuestra el auxiho q equiere de nuestro lenguaje de gestos

CÓMO SE LLEGA A SER PSI LOGO 135

y de mímica, sino que ni siquiera bata para la ex­presión de nuestros sentimientos y pensamiento 1.

La parcial desviación de su primitiva funci-On, que ha expcrim~ntado el lenguaje, ·se reconoce en el he­cho de que los hombres, a menudo, hablan sólo por­que no pueden soportar el silencio. Esa conversación precipitada que es el "hablar a todo precio'' demues­tra que el callar tiene algo de -funesto que se intenta rehuir. Hay un temor al silencio, del mismo modo que hay un temor al hablar. Es dado ver en reunio­nes · ciertos intervalos en la conversación que son tan penosos que se recurre a decir las cosas más trivia­les e insignificantes con el solo propósito de huir del si1encio. U na observación bien aguda no revelará que es acerca de las mismas . cuestiones humanas que resulta difícil el hablar y el callar. Es así que nuestro oído aún descubre en el silencio las resonan­cias de aquellas cosas ínexpresadas que presiden, en lo más profundo, fas relaciones humanas.

Nuestro punto de partida no ha sido la significa­ción básica del hablar o de1 callar; hemos partido de aquellos fenómenos que se evidencian como for­maciones mixtas, es decir, que revelan el doble sen­tido de ambos. La experiencia analítica demuestra que lo que 5e halla detrás del miedo al silencio es . la angustia ínconscíente de la pérdida de amor. Sa-

7 El mismo Guillermo 'Vundt no dCl!dctió dar esta contes­tación a la p1·egunta de por qué lo ~º.!-°1ª~e:· no saben .. ha­blar: "Porque no tienen nada que <leer~· . (J orlesungen uber die l\{enschen-und Tierseele: Conferenrw.s obre el alma d~l hombre 'V de los animales. 4\l edic., 1906. D. 437.) Conceda­mos qtH·· <"ºº esto quede resu ·'to el prohl mj de- Ia in e-xi ten;.

cfa del lenguaje ntre l s anunale . Pero entonce :;urge otro: ¿por qué saben hablar casi todos los hombres?

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te ior. Creemos que en la :vida an mi a lo incons .. ciente reprimido consti~u re también una ~zona e silencio". En la neuro~1s . ta zona se h:1 ampli 0 , profundiz do. Este s1lenc ~ a que aqu1 n os referi­rnos no es si nplemente mut1s1no,~ más b ien se halla g ávido de I?ªl bras no pro~~1nc1adas. Es la expre­sión correlatrva de le repres1on y muestra todos los ra go propios de la ~ansacciones enn:e fu ga con­denación que caracten~n. a la. repre,,s16n. El psic0-

náli i r pre enta la primera JrrupClón en esta zo-n.: de ilencio en el individuG.

uí e- el momento de recordar una teoría psico­analíti a que se planteó el propósito de aclarar una tendenci.. hast._ ahora no alorada de la vida psíqui­ca la teoría de la u o b e ión d e -confesar ' 11. Esta endenda in on ciente que b ajo la pre ión de de­

t rmina o h tore cul turale , se ha desarrollado p rtien o del iropul o d e e.' terior ización de las ten­d ncias instintiva incon cientes, muestra todo los ra go e s ori en y d e l a in tandas psíquica"S que i r~flu, eron en . u conform ación. Como a.lgo interme-

10 entr e lL r y decir. irve, sin embargo, a un im­:p lso P. íq tico que tiende a comunicar lo proces_o m .onsc1en e . ue tras con ideraóones sobre el 1g-ni i ~ d l tente del ilen io como indicio de la efi-. ' ac1 d lo instintos de muer te y obre el hablar com ~n il:tento d s p r r quéllo on la a uda d lo m u n to erótic , a r a aho a) a los funcü.t­m .mo p icoló i o de 1 ob ión e onfes, r, una ma ampfr ba e biológi a .

139

Beethoven obs rvó cierta vez· "L ás . te de la mú ica no r -ide en las.noto 7;11 T -impürtan-el nálisis es lo hablado, como t 1ª

8

1· ª~W.>co en t Má

· a, o mas 1mpor tan e. s esencial nos parece saber -call el hablar y lo q ue dice el silenc~~~ocer lo que

Traducido del alemán por i lARIO &1U.t SXY.

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te ior. Creemos que en la :vida an mi a lo incons .. ciente reprimido consti~u re también una ~zona e silencio". En la neuro~1s . ta zona se h:1 ampli 0 , profundiz do. Este s1lenc ~ a que aqu1 n os referi­rnos no es si nplemente mut1s1no,~ más b ien se halla g ávido de I?ªl bras no pro~~1nc1adas. Es la expre­sión correlatrva de le repres1on y muestra todos los ra go propios de la ~ansacciones enn:e fu ga con­denación que caracten~n. a la. repre,,s16n. El psic0-

náli i r pre enta la primera JrrupClón en esta zo-n.: de ilencio en el individuG.

uí e- el momento de recordar una teoría psico­analíti a que se planteó el propósito de aclarar una tendenci.. hast._ ahora no alorada de la vida psíqui­ca la teoría de la u o b e ión d e -confesar ' 11. Esta endenda in on ciente que b ajo la pre ión de de­

t rmina o h tore cul turale , se ha desarrollado p rtien o del iropul o d e e.' terior ización de las ten­d ncias instintiva incon cientes, muestra todo los ra go e s ori en y d e l a in tandas psíquica"S que i r~flu, eron en . u conform ación. Como a.lgo interme-

10 entr e lL r y decir. irve, sin embargo, a un im­:p lso P. íq tico que tiende a comunicar lo proces_o m .onsc1en e . ue tras con ideraóones sobre el 1g-ni i ~ d l tente del ilen io como indicio de la efi-. ' ac1 d lo instintos de muer te y obre el hablar com ~n il:tento d s p r r quéllo on la a uda d lo m u n to erótic , a r a aho a) a los funcü.t­m .mo p icoló i o de 1 ob ión e onfes, r, una ma ampfr ba e biológi a .

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Beethoven obs rvó cierta vez· "L ás . te de la mú ica no r -ide en las.noto 7;11 T -impürtan-el nálisis es lo hablado, como t 1ª

8

1· ª~W.>co en t Má

· a, o mas 1mpor tan e. s esencial nos parece saber -call el hablar y lo q ue dice el silenc~~~ocer lo que

Traducido del alemán por i lARIO &1U.t SXY.

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S::E TERID~-0 DE IMPRI'MIR ·EL

DIA 20 DE :MARZO DE 1965, E~ lIACAG:i.-0 L:AND~ . Y Ci .,

A.RAOZ 1&4. BUENOS AIRES, A"RG.EA~I A