Remedios Contra La Depresión Elías

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REMEDIOS CONTRA LA DEPRESIÓN (I REYES 19,1-18) LOS REMEDIOS DE DIOS CONTRA LA DEPRESIÓN DE ELÍAS I Reyes 19:1-18 I INTRODUCCIÓN Elías estaba en el apogeo, en el éxito, pero deprimido ¿Por qué? ¿Por agotamiento? ¿Por la edad? ¿Por el cansancio? Parece que la depresión se da por el mismo éxito. Luis Felipe Lenz, un santo de la historia, decía: “Señor guárdame del éxito; mis fracasos y luchas me recuerdan mis debilidades, pero el éxito, me embriaga”. Hay una paradoja profunda en el ser humano: lo que más desea es ser conocido tal como es, pero al mismo tiempo es lo que más teme, ¡qué contradicción! Anhelamos ser conocidos plenamente y, por otro lado, tenemos miedo de quedar expuestos en nuestra intimidad. Debemos mirarnos a nosotros mismos de vez en cuando, tal como somos. No a la “versión editada” que damos al público con la esperanza de que la encuentren más aceptable que la versión real. Si nos resulta difícil hacerlo ante otros, por lo menos, quitémonos las máscaras ante nosotros mismos y ante el Señor. Si no lo hacemos no podemos madurar. La historia de Elías y el modo en que actuó el Señor con él, nos ayudan a entender el amor y la magnanimidad de Dios hacia nuestra frágil humanidad. Elías era un hombre, no un superhombre, simplemente un hombre. El Nuevo Testamento dice que Elías era un hombre sujeto a pasiones como las nuestras (Santiago 5:17). Cuando la Biblia nos muestra a sus héroes los muestra tal como

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REMEDIOS CONTRA LA DEPRESIÓN (I REYES 19,1-18)

LOS REMEDIOS DE DIOS CONTRA LA DEPRESIÓN DE ELÍAS

I Reyes 19:1-18

I INTRODUCCIÓN

Elías estaba en el apogeo, en el éxito, pero deprimido ¿Por qué? ¿Por agotamiento? ¿Por la edad? ¿Por el cansancio? Parece que la depresión se da por el mismo éxito.

Luis Felipe Lenz, un santo de la historia, decía: “Señor guárdame del éxito; mis fracasos y luchas me recuerdan mis debilidades, pero el éxito, me embriaga”.

Hay una paradoja profunda en el ser humano: lo que más desea es ser conocido tal como es, pero al mismo tiempo es lo que más teme, ¡qué contradicción! Anhelamos ser conocidos plenamente y, por otro lado, tenemos miedo de quedar expuestos en nuestra intimidad.

Debemos mirarnos a nosotros mismos de vez en cuando, tal como somos. No a la “versión editada” que damos al público con la esperanza de que la encuentren más aceptable que la versión real. Si nos resulta difícil hacerlo ante otros, por lo menos, quitémonos las máscaras ante nosotros mismos y ante el Señor. Si no lo hacemos no podemos madurar.

La historia de Elías y el modo en que actuó el Señor con él, nos ayudan a entender el amor y la magnanimidad de Dios hacia nuestra frágil humanidad.

Elías era un hombre, no un superhombre, simplemente un hombre. El Nuevo Testamento dice que Elías era un hombre sujeto a pasiones como las nuestras (Santiago 5:17). Cuando la Biblia nos muestra a sus héroes los muestra tal como son, no una versión mejorada. Si permitimos que la Palabra de Dios nos examine nos va a mostrar lo que realmente somos. Dios nos ama tal como somos y quiere ministrarnos a la persona real, no a la “versión editada”.

I Reyes 18:46 nos dice que Elías corrió… ¡intoxicado de gloria, de placer espiritual! Acababa de tener dos grandes victorias, dos grandes hazañas: había degollado 450 profetas de Baal ―demostrando al pueblo que Jehová era Dios― y había hecho llover, luego de tres años y medio de sequía. Pero ahora, Elías corre, huye, tratando de poner en manos de Dios su destino antes que el enemigo se haga cargo de él. Su huida es para cuidar de su alma, para reclamar a Dios su sentir, para dar su vida a Dios en medio de la soledad del desierto, para que Él decida sobre su vida. Las opiniones están divididas respecto de si Elías tenía miedo o no. Es probable que sí, aunque seguía confiando en Dios. Jezabel

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había reforzado con doble juramento su deseo de matarlo. Es de suponer que algo de pánico sentía Elías al pensar que se había quedado solo en medio de la crisis. Elías vive una paradoja en su humanidad: por un lado, confía en Dios que lo ayudará y protegerá; pero, por otro, se muestra muy humano al sentir que está solo y puede caer en manos de Jezabel.

Esta es la paradoja nuestra también: somos valientes en la cumbre, pero cobardes en el valle. Expertos mientras tenemos éxito, pero inútiles en la crisis. Causamos impacto con nuestros mensajes sobre la familia y el matrimonio, pero llegamos a la casa y un hijo adolescente nos pone en apuros con sus problemáticas. Combatimos en oración contra el diablo y sus potestades, pero lloriqueamos cuando no nos llega el cheque a tiempo. Esta es nuestra realidad y lo es la de Elías.

Poco a poco, Elías se va hundiendo en el pantano de la depresión.

II ¿CÓMO SE MANIFIESTA LA DEPRESIÓN DE ELÍAS?

1. Deja a su criado (v3): Se llama aislamiento: despide al criado, no tiene con quién compartir las luchas, se queda solo. Está atemorizado y piensa que lo mejor es poner a salvo su vida sin comprometer a otros. Viendo el peligro no se levanta a orar; más bien, se levanta para huir en sus propias fuerzas. Prefiere estar solo. Deja su criado en Beerseba y se va en un viaje de un día de camino al desierto de Parán, quizás con la intención de verter su corazón ante Dios y rendirse a su destino.

El aislamiento es el primer paso en la depresión. Es uno de los peores enemigos de la estabilidad psicológica. Puede llevar al suicidio; más de mil suicidios diarios son registrados en el mundo, muchos de ellos en una condición de aislamiento. Debemos tener a alguien con quien compartir nuestras luchas.

2. Se fue por el desierto (v4): Se ausenta: La persona deprimida está en la casa, pero ausente. Conversa, pero no hace contacto. Muchos comentan: está medio distante, ¿verdad? Actúa como los rumiantes: está constantemente masticando y tragando los mismos pensamientos. Estar deprimido es como estar en el desierto: no hay rumbo, no hay camino, no hay puerto de llegada. Quienes han pasado por un desierto en su vida: un pecado, la pérdida de un ser amado, una relación rota u otra situación que lo margina de los demás y de Dios, saben que lo mejor sería no haber nacido, los días parecen interminables e insufribles. Elías se va por el desierto, un día de camino. Si desde un principio no había tenido la intención de peregrinar hacia Horeb el monte de Dios, sin duda se ha ido por el desierto con la intención de saber si el Señor le mostraría su misericordia como lo había hecho con Moisés, o si le había retirado su mano totalmente. Al irse solo, perdió el contacto con quienes lo podían ayudar. Pero en cierto sentido fue lo mejor, pues quería refugiarse en Dios y buscar en la soledad su guía y dirección. Es una acción arriesgada: el desierto ofrece peligros inminentes día y noche con carencia de provisiones. Pero Elías está tratando de comprobar si Dios todavía está con él, si vale la pena seguir su rumbo o si debe regresar. Hay una lucha en la humanidad del profeta, es la paradoja, quiere estar solo, pero a la vez anhela la compañía de Dios. Tal vez está experimentado un vacío de Dios en su vida. Siente que Dios le ha dejado solo y ese puede ser el motivo de su depresión. Cuando el cristiano pasa por esos momentos, lo mejor que puede hacer es orar, tomar distancia de otros para buscar a Dios. En lugar de refugiarse en los brazos equivocados, en el sexo o en los vicios, lo mejor es pasar ese desierto de su vida con Dios.

3. Desea morirse (v4): Después de un día de camino se sentó debajo de un enebro para protegerse del viento nocturno, buscando algo de alivio o tal vez queriendo desaparecer allí. Elías siente que ha trabajado y sufrido lo suficiente y que no merece vivir más que sus padres: “Basta ya ―dice― toma mi vida porque no soy mejor que mis padres”. La persona deprimida no desea salir de la situación sino desaparecer. La profunda depresión se manifiesta tanto en lo físico como en lo emocional y espiritual; nos neutraliza, nos paraliza, nos vuelve ensimismados.

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Empezamos a vegetar y a perder conciencia de lo que hay a nuestro lado. El pantano de la depresión nos traga y las experiencias gloriosas del pasado ya no sirven para sostenernos. ¡Elías desea morirse! Su hazaña gloriosa en la montaña, degollando a los profetas de Baal, ha pasado a ser una sombra efímera en su soleado día de camino. Tal vez desea llorar, pero no lo hace, porque como ha dicho alguien: “la depresión es cuando uno no se atreve a llorar por temor a no poder parar”.

4. Dormir mucho (v5): Echándose debajo del enebro se quedó dormido. Aunque no es un sueño reparador, es más bien una adicción en la que cae la persona deprimida. Es una forma de aislarse, de deshacerse de la realidad.

5. Comer poco (v5): El sueño reemplaza el apetito. Cuando estamos deprimidos tendemos a no comer.

Pero el ángel lo despierta, lo anima y le ofrece comida. Dos veces le da de comer (v. 5 y 7). Aunque el ángel no le dijo nada sobre la dirección que debía seguir ―solamente que tenía un largo camino por recorrer―, Elías vio en esto una señal del respaldo de Dios para continuar hasta Horeb.

III ¿CÓMO LE MINISTRA EL SEÑOR A ELÍAS PARA ALIVIARLO DE LA DEPRESIÓN?

Es interesante ver cómo el Señor no impide en ningún momento que su siervo viva esta paradoja de su humanidad. Dios lo deja vivir su crisis, pero lo busca allí, en medio de la crisis.

¿Qué iniciativas tomó el Señor para ayudarlo?

1. Le ministra a las necesidades del cuerpo (v5): Le da comida y descanso. Le pone fronteras al descalabro emocional de Elías. El objetivo es fortalecerlo, pero al mismo tiempo, dejar que termine de vivir su crisis. Aunque nos parezca interminable un desánimo cualquiera en nuestra vida, Dios viene para fortalecernos, a fin de que podamos continuar. Tal vez no nos diga lo que se propone lograr con nosotros en medio de las crisis, como tampoco se lo dijo el ángel a Elías, pero de seguro Dios está ahí, proveyéndonos lo necesario a fin de mantenernos en pie de lucha. Alguien ha dicho que: “es preciso mantenernos en una crisis el tiempo suficiente, hasta sacar beneficio de ella”. Dios le da a Elías las vacaciones que necesita. En ocasiones necesitamos esas mismas vacaciones, tomar distancia de nuestras labores diarias, de nuestras agotadoras jornadas de trabajo, para encontrarnos con Dios; para enfocar de nuevo nuestra visión y nuestros sueños y anhelos; para considerar qué es lo más importante en nuestra vida.

2. Dios le da ejercicio (v8): Cuarenta días y cuarenta noches de camino. Lo fortalece, pero lo deja vivir días largos y tediosos, días de tremenda soledad. Es en medio del trabajo, de las ocupaciones diarias como somos desalojados de nuestra depresión o de nuestros desánimos emocionales. Cuando estamos desalentados por alguna circunstancia, en ocasiones, lo mejor es mantener nuestra mente ocupada. Si nos dedicamos a pensar en nuestra crisis, a masticar los mismos pensamientos, seguramente no vamos salir de allí. A veces, lo más conveniente es practicar algún deporte, salir a caminar, acompañar a nuestros niños al parque, jugar con ellos, tomarnos menos en serio la vida.

3. Lo sacó de sus actividades normales: de Palestina al Sinaí (v8). Lo lleva hasta el Monte Horeb ¿Qué representa este monte para el profeta? El monte de Dios representa lo único que Elías sabe manejar, lo que le es familiar. Este monte es para Elías símbolo de éxito. Lo lleva para tener un encuentro con él.

4. Dios le da la oportunidad de desahogo (v9): Dios le hace preguntas, dialoga con él, pero no antes de tiempo. Ha respetado la decisión de Elías de huir, de aislarse, de ausentarse, de dormirse. Pero ahora es el tiempo de Dios. Entabla una comunicación con el profeta, viene a su encuentro, le dialoga como un amigo: ¿Qué haces aquí, Elías?.

Elías abre su corazón y le comparte la raíz de su depresión.

IV. LA RAÍZ DE LA DEPRESIÓN (v 10 y 4)

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Elías había tomado como punto de referencia el nivel de otros y se había propuesto superarlos… “no soy mejor que mis padres” (v4, 10). Se había comparado con sus antepasados y no se hallaba mejor que ellos, quería serlo, pero no pudo, por lo menos eso siente. Con estas palabras pronunció su insatisfacción con la situación actual y mostró el celo impetuoso que quería incitar la venganza de Jehová contra los idólatras. Por otro lado, Elías estaba inconforme porque no había visto los frutos de su celo. Sentía que no había sido recompensado aun después de haber degollado a 450 profetas de Baal. Al contrario sólo había visto persecución y, por poco, la muerte a manos de los servidores de Baal y Jezabel. Este es el meollo del asunto. Como ministros de Dios, somos muy dados a esperar recompensas y aplausos por nuestra labor, pero en ocasiones sólo recibimos críticas. Nos desanimamos y protestamos a Dios por ello. Creemos que somos los únicos que muestran celo por la obra de Dios, pensamos que somos indispensables. Pero Dios nos recuerda, como le recordó a Elías, que aún tiene mucha gente que le sirve con el mismo celo. Que si hacemos lo que nos manda hacer, siervos inútiles somos. Debemos estar alegres de poder servir al Señor aunque nuestra posición en la Iglesia sea muy humilde. Nuestro aplauso no debe ser de los hombres, sino del cielo.

Y qué decir cuando pensamos: conmigo va a ser distinto, yo seré el padre ideal, el esposo ideal, el santo que Dios está buscando, conmigo no va pasar esto o aquello. Pero cuando sale a la luz nuestra verdadera humanidad, entonces caemos en la depresión: no soy mejor que aquél hermano que cayó en pecado, no soy mejor que el hermano que mintió. He sido peor Señor: ¡quítame la vida! Ahora que realmente descubro quién soy: ¡quítame la vida! ¡No quiero vivir!.

Pero el Señor lo escucha pacientemente, no lo reprende, ni le recrimina, sólo lo escucha y le da una nueva percepción de su grandeza.

V. EL REMEDIO DE FONDO QUE EL SEÑOR LE DA (v11)

1. Le brinda un encuentro con Él: Elías entendía que Dios y fuego son sinónimos; Dios y terremoto son sinónimos; Dios y viento recio son sinónimos. Pero el Señor no se manifiesta sólo en lo espectacular sino en el susurro, en el silencio; quizás con el hermano que te dice: ten cuidado con esa tentación; le presto esto que he leído, tal vez te sea útil, etc.

2 Le renueva el llamado (v15): sigo contando contigo Elías. Qué distinto actuamos en la iglesia, cuando sabemos que alguien está deprimido o pasando un mal momento por alguna circunstancia, en especial, si es por un pecado, lo atacamos, lo excluimos, lo dejamos solo.

Dios envía a Elías a ungir a tres personas: un rey pagano, un rey judío y un campesino (le da a Eliseo). Lo interesante aquí es ver cómo Elías no se molestó por la designación de Dios al enviarlo a ungir a quien sería su remplazo. Elías había tenido un encuentro con Dios y eso fue suficiente para que él obedeciera. Elías salió más maduro, más fortalecido de la depresión, debido a su obediencia. Y obediencia es el factor crítico si queremos salir de una crisis depresiva. Aprendió que su celo impetuoso no se compara con el amor y la bondad que Dios tiene por los perdidos, que no se trata de vengar la muerte de aquellos que no siguen a Dios, sino de ser bondadoso, paciente y humilde, aun ante las infamias y detracciones de los enemigos, tal como Dios actúa con los pecadores. Elías fue depurado en su celo carnal y refinado para el oficio que Dios le tenía. Si nos disponemos en las manos de Dios, vamos a salir más renovados y fortalecidos en nuestro carácter y en nuestro servicio al prójimo y a Dios. Sobre todo, vamos a aprender a amar y aceptar a los que no piensan igual que nosotros.

VI APLICACIÓN

¿Estamos dispuestos a obedecer a Dios y renunciar a aquello que no está bien delante de Él o a aquellos pensamientos que masticamos a diario, y no nos dejamos ayudar por el Señor para salir de la crisis?.

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¿Cuál es la raíz de tu depresión hoy? ¿Un pecado? ¿Una relación rota? ¿La pérdida de un ser querido? ¿Un negocio que se ha quebrado? ¿Tu propio hogar en crisis? ¿Una enfermedad terminal? ¿Quizás la soledad: no tener novia o esposa? ¿Una traición? O tal vez, no sentirse valorado en su trabajo ministerial, no reconocen tus talentos en la Iglesia, no valoran su esfuerzo y fidelidad, solo recibe críticas de los hermanos. Dios tiene algo mejor para ti. Dios no se ha equivocado contigo. Él te quiere ayudar y renovar tu llamado y misión.

Monte Horeb y la restauración de Elías Texto bíblico: 1 Reyes 19:1-21 (*) LA CLARABOYA AUTOR Félix González Moreno 21 DE JULIO DE 2012 JUNTO A LA CUEVA DE HOREB Pasados cuarenta días Elías llega a Horeb, encuentra una cueva y de nuevo se echa a dormir. Y otra vez le despierta Dios: “¿Qué haces aquí, Elías?” Es la misma pregunta del principio en el desierto, debajo del enebro. ¿Qué sentido tiene esta pregunta? Significa: Elías, en el Carmelo oraste pidiendo que te respondiera para que Israel se diera cuenta de que yo soy Dios y tú, mi siervo. Te llamabas siervo mío. ¡Y yo te certifiqué como siervo mío! Pero los siervos tienen un señor sobre ellos, al cual obedecen y cuya voluntad secundan. ¿Me preguntaste tú acaso cuando emprendiste la huida? No, no me preguntaste. Has obrado como un señor que es dueño de sí mismo. “¿Qué haces aquí Elías?” ¿Qué responderá Elías a esta pregunta divina? El profeta da una respuesta esquiva: “He sentido un vivo celo por Jehová Dios de los ejércitos; porque los hijos de Israel han dejado tu pacto, han derribado tus altares, y han matado a espada a tus profetas; y sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida”. Elías no atiende a la pregunta de Dios. Se excusa, acusando a otros. Se justifica a sí mismo. Toda vida tiene sus dificultades. Nadie se verá libre de ellas. Pero hay una gran diferencia entre que las dificultades nos salgan al paso en caminos elegidos por nosotros mismos o en los caminos por los que Dios nos está guiando. Cuando nos asaltan las dificultades en los caminos de nuestra propia elección, con frecuencia desembocamos en el auto reproche: ¡Ah!, si yo no hubiera… Entonces nos faltan las fuerzas para sobreponernos y nos sentimos desbordados por los problemas. Pero cuando nos asaltan las dificultades en los caminos de Dios, podemos aferrarnos a la promesa divina que dice: “Mi poder se perfecciona en la debilidad”. Elías no ha tomado conciencia de que es culpable de su desaliento y depresión por causa de su ingratitud a Dios, de su incredulidad y de su escepticismo. Prefiere acusar a otros. Y también está decepcionado de su Dios quien, según él, tenía que haber procedido de otra manera. Seguidamente Dios le imparte a Elías una lección para corregirle Por eso Dios le va a mostrar a continuación cómo es Él. A este fin le dice el Señor: “Sal fuera, y ponte en el monte delante de Jehová. Y he aquí Jehová que pasaba, y un grande y poderoso viento que rompía los montes, y quebraba las peñas delante de Jehová; pero Jehová no estaba en el viento. Y tras el viento un terremoto; pero Jehová no estaba en el terremoto. Y tras el terremoto un fuego; pero Jehová no estaba en el fuego. Y tras el fuego un silbo apacible y delicado. Y cuando lo oyó Elías, cubrió su rostro con su manto, y salió, y se puso a la puerta de la cueva. Y he aquí vino a él una voz, diciendo: ¿Qué haces aquí, Elías?” (v.11-13). Con esta pregunta Dios alcanza la conciencia del profeta. ¿No te había enviado yo a Samaria? Yo te había colocado en Jezreel, ¿no? ¿Qué haces, pues, aquí en la desierta soledad del Horeb? ¡Dormir! ¿Es esta la actividad ejemplar de un profeta? ¿Es la oración de un profeta la letanía: Basta, Señor, no puedo más? ¿Es la conducta de un profeta ir escondiéndose por las cuevas del desierto, huyendo de una reina, como corre una liebre para salvar su vida? ¿Qué haces aquí? ¿Estirarte en la cama?En algunas situaciones de nuestra vida no hay para nosotros pregunta más importante que esta: ¿Qué haces aquí? Pero Dios no solamente reprende, castiga y corrige, sino que también ayuda siempre. Y con este fin le dice a Elías: Sal de la cueva. Ponte bajo el cielo estrellado, en medio de mi creación; sal de la estrechez donde te ha conducido tu desaliento y colócate en un espacio abierto. Y seguidamente deja Dios pasar delante del profeta las poderosas señales del huracán, el terremoto y el fuego. Y Elías siente que Dios no está ahí. Hasta que ha cesado ese impresionante espectáculo natural y todo el espacio del Horeb empieza a llenarse de un silbo apacible y delicado. Ahora sí siente el profeta que Dios está presente. Envuelve su cabeza con su manto y se inclina reverente ante el Señor. ¿Qué significan estas cuatro señales: viento huracanado, terremoto, fuego y, finalmente, silbo apacible y delicado?Dios quiere enseñarle a su profeta que ciclón, terremoto y fuego van delante del Señor y proceden del Señor, pero el Señor mismo viene detrás con refrigerio y paz. Elías tiene que comprender que para cosechar, primero hay que arar; pero mientras se ara no hay

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cosecha todavía. El huracán, el terremoto y el fuego que consumen el Horeb proceden de Dios mismo y van delante de Dios. Con esto, Dios le dice a su profeta: Elías, pretendes cosechar antes de arar. La cosecha vendrá con toda seguridad, así como yo he venido tras el huracán, el terremoto y el fuego. Pero ahora es tiempo de arar. Dios ha guiado a Elías a la quietud. En ella experimentará una nueva visión de Dios. Podemos dejar de lado muchas cosas, con una excepción: no podemos prescindir de la comunión íntima con Dios. Los cristianos desanimados y desalentados tienen que volver a establecer un orden de prioridades. Elías, estabas muy ocupado con tus ideas, tus actividades, tus carreras y tu celo. Todo giraba alrededor de ti. Escucha Elías, estoy hablando contigo, la cuestión fundamental es: “Señor, ¿qué quieres tú? Y el qué quieres tú, Señor, implica igualmente el ¿cómo lo quieres tú? Esto es lo que debe ocupar el primer lugar en tu vida. RESTAURADO @MULT#IZQ#52643@Dios fortalece y restaura a su siervo desanimado devolviéndole a su ministerio profético y encargándole nuevas misiones. El Señor envía de vuelta a Elías por su camino: “Ve, y vuélvete por tu camino” (1 Reyes 19:15). El siervo debe volver a su lugar. No se solucionan los problemas huyendo de ellos. Dios no nos saca simplemente de las situaciones angustiosas, pero nos guía a través de ellas. “¡Mío eres tú! ¡Te haré entender el camino que debes andar! ¡Sobre ti fijaré mis ojos!” Dios fortalece a su siervo confiándole una nueva misión. Debe ungir a dos nuevos reyes: Hazael y Jehú, y debe llamar como profeta en su lugar a Eliseo. Estos tres son el huracán, el terremoto y el fuego con los que Dios juzgará –arará– a Israel, preparándole para la venida de Dios en gracia y la gran cosecha. Finalmente, Dios fortalece a su siervo mostrándole que él no está solo en el camino del seguimiento: “Y yo haré que queden en Israel siete mil, cuyas rodillas no se doblaron ante Baal, y cuyas bocas no lo besaron” (1 Reyes 19:18). Elías había reaccionado como si la causa de Dios hubiera desaparecido de la tierra, como si con él se hubieran acabado todos los profetas. Y el Señor responde a esto que su causa no depende de Elías, sino de él, el Señor. Lo que ocurra con Israel no es asunto de Elías, sino de Dios: ¿Tú, Elías, crees que eres el único que ha quedado? Ni lo pienses. Todavía hay en Israel siete mil que me han permanecido fieles. De manera que, Dios es el que lleva la responsabilidad. Y esto no sólo en el caso de Elías, sino también en el tuyo y el mío.Leer más: http://protestantedigital.com/magacin/12847/Monte_Horeb_y_la_restauracion_de_Elias