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REPORTE EN REVISIÓN PARA SU PUBLICACIÓN.
Psic. Agustín Lorenzo Rodríguez Aké Dr. José Luis Batún Cuts
Mtra. Diodora Kantun Chim Mtro. Ernesto Guerrero Lara
Mtro. Henry Pantí Trejo Facultad de Matemáticas de la Universidad Autónoma de Yucatán
Nota: Este reporte se encuentra en estado de revisión y representa un trabajo aun no concluido. En particular esta investigación agrega rigor metodológico estadístico al trabajo presentado en el 4TH International Congress on Emotional Intelligence, Brief Paper Session A2 bajo el nombre de Impacto de una Intervención en Inteligencia Emocional con niños Hospitalizados.
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Efecto psicológico de una Intervención de apoyo emocional para niños hospitalizados.
Introducción. El propósito de este trabajo es explorar el impacto que una metodología de apoyo emocional tiene sobre el estado afectivo de pacientes pediátricos hospitalizados, ya que se ha observado consistentemente que la hospitalización es un evento adverso que genera una gran carga sobre la salud mental (citas) y que requiere de intervenciones que faciliten el proceso de adaptación emocional al ambiente hospitalario y a la enfermedad (cita). En otras palabras, el impacto negativo del hospital se traduce en problemas para adaptarse a la situación, que se manifiestan en diversas varibles de orden afectivo como por ejemplo niveles de altos ansiedad, signos de depresión, elevación del estrés y aumento del afecto negativo (cita). En este estudio, el objeto de análisis es una intervención psicoeducativa realizada por un proyecto de voluntarios universitarios en diversos hospitales de la ciudad de Mérida Yucatán, México, cuyo objetivo es ejercitar habilidades emocionales y de pensamiento que faciliten el proceso de adaptación a la hospitalización. El propósito es explorar si la intervención de apoyo emocional que ofrece el proyecto de voluntarios universitarios a los niños hospitalizados, logra disminuir el impacto negativo de la hospitalización, entendiendo esto ultimo como reflejando una disminución significativa de los niveles de afecto negativo en los niños hospitalizados y en el mantenimiento o incremento del afecto positivo. La hipótesis asumida es que la intervención muestra evidencia de efectividad para disminuir el impacto negativo de la hospitalización en los niños hospitalizados a través de calificaciones estadísticamente más bajas de afecto negativo y calificaciones estadísticamente iguales o más altas de afecto positivo, después de la intervención. La realización de esta exploración es de interés local, debido a que estos voluntarios atienden un aproximado de 400 niños hospitalizados en la ciudad de Mérida dentro de los principales hospitales con unidades de hospitalización infantil, su servicio llega a un porcentaje considerable de los niños hospitalizados en el Estado de Yucatán donde anualmente se hospitalizan unos 1,876 niños entre los 5 y los 14 años según datos del el Sistema Nacional de Información en Salud (2007), por otra parte, en la actualidad el servicio de salud mexicano no cuenta con un programa de atención a la salud mental de personas hospitalizadas, favoreciendo la aparición de un ecosistema de voluntarios que acuden a los hospitales con el propósito cubrir la necesidad de apoyo emocional y social que genera esta situación, generando muchos grupos de personas con buenas intensiones pero con enfoques de intervención cuyo efecto sobre la adaptación a la enfermedad es desconocido. Otro aspecto a considerar son las característica sociodemograficas de las personas que usan el servicio de salud publica, cuya inmensa mayoría esta conformada por estratos expuestos a diversas carencias sociales que los constituyen conceptualmente en una población con un considerable nivel de vulnerabilidad desde una perspectiva demográfica y que desde la perspectiva psicológica cobra relevancia al verse comprometido el desarrollo futuro del niño a través de un mayor nivel de alteraciones emotivas y conductuales asociadas a la hospitalización (Quinton y Rutter, 2008).
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Revisión de la Literatura La hospitalización infantil. La hospitalización en la vida de un niño es un acontecimiento estresante por sí mismo, que implica además muchas situaciones desconocidas, como el rompimiento con la rutina de la casa, el someterse a estudios médicos dolorosos, alejarse del ambiente familiar, de la escuela y el contacto con sus redes sociales (Aguilera Perez y Whetsell, 2007). Rodríguez (2002) menciona que el infante hospitalizado, debe adaptarse súbitamente a nuevos horarios, alimentos, personas, incluso pueden aparecer problemas de comunicación que agraven los problemas. Koller (2008) afirma que existen diversas formas de afrontar la hospitalización, por lo que el proceso de adaptación debe ser considerado como dinámico, flexible y dependiente de algunas variables, como las ambientales, personales y de las características de la enfermedad. Lambert (1984) señala una serie de elementos que intervienen en la adaptación a la hospitalización. Con respecto a características infantiles, señala nivel evolutivo y mecanismos de afrontamiento; en cuanto a los padres menciona el nivel educativo, los valores familiares, el nivel socioeconómico y el manejo que hagan de la separación, por último y con respecto al hospital, aclara que influye la duración del internamiento, acontecimientos estresantes, tipo de tratamiento y enfermedad. Palomo (1995) comenta que los preescolares son mas vulnerables al entorno hospitalario, sin embargo, aclara que a pesar de la edad, el hospital es un escenario que provoca estrés dado que suele haber separación de los padres, heridas, tratamientos invasivos y de forma en general situaciones amenazantes.Esta misma autora señala el importante papel que juega el concepto de enfermedad, las creencias sobre el hospital, el personal sanitario y los procedimientos médicos en el momento de la pre y post hospitalización. Poster (1983) identificó factores que producen estrés de forma general durante una hospitalización. Primero enlista al ambiente del hospital, pues obliga al niño a vivir en un entorno extraño, con normas, procedimientos, material y personas con las que no esta familiarizado. Continúa con la separación de los padres, cuyos hijos podrían reaccionar dramáticamente a través de llantos desesperados y rechazo del consuelo por otros adultos (Bolig y Gnezda, 1984). Los otros elementos citados por Poster (1984) son el dolor- malestar asociado a la enfermedad, la intimidación de muerte y el nivel de ansiedad paterno. Goldman (1993) apoya la idea del dolor como una de las principales experiencias que inciden en el nivel de estrés del infante hospitalizado, en este sentido Palomo (1995) señala que se puede considerar a la habilidad de un niño para enfrentarse a una inyección como un gran predictor de su reacción a otros aspectos de la hospitalización y la enfermedad. Esta misma autora señala que no existe consenso con respecto a la presencia de la idea de muerte durante una hospitalización, pero acota que es una amenaza subyacente a este tipo de experiencias y que en nuestra cultura suele evitarse como tema de una conversación. Tomando en cuenta las variables mencionadas anteriormente, Guzmán y Torres (2006) afirman que con frecuencia surge un desequilibrio biopsicológico que genera vulnerabillidad a los estresores, porque las capacidades de adaptación, que se traducen en la habilidad de afrontar y acomodarse a situaciones estresantes o adversas se encuentran minimizadas o ausentes. Bajo estas
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circunstancias, un pequeño está en crisis; es decir, muestra un estado temporal de trastorno y desorganización que le produce la incapacidad para resolver situaciones particulares con éxito. Rodríguez y Pardos (2000) comentan que en muchos casos, las reacciones psicológicas y emocionales adversas se mantienen incluso cuando el infante ya ha regresado a su casa. En ese sentido, resulta frecuente observar a niños que se encuentran muy apegados a su madre, que se alteran si escuchan hablar de hospitales, que sufren pesadillas, que se niegan a ingerir alimentos, que lloran repentinamente sin causa aparente o que les sobrevienen crisis agudas de ansiedad. Ezpeleta (2005) en su libro “Factores de Riesgo y Psicopatologías del Desarrollo” comenta que la mayoría de los menores que pasan por la experiencia de una hospitalización “sencilla” son capaces de afrontarla sin efectos a largo plazo en su conducta . Sin embargo, algunos cuyos antecedentes muestran relaciones difíciles con profesionales de la salud, poseen una afección crónica o tuvieron algún accidente grave, pueden afrontar la situación con dificultad y requerir atención especial. Durante el desarrollo de una escala para medir las respuesta de ansiedad de un grupo de 115 niños hospitalizados por cáncer y sometidos a aspiraciones de medula ósea, Katz, E. Kellerman, J. y Siegel. S. (1980), encontraron que los niños más pequeños tendían a emitir un gran variedad de comportamientos ansiosos y que las mujeres tenían una tendencia a mostrar altos niveles de comportamientos ansiosos en comparación con los hombres. Un estudio realizado por Kashani, Barbero, Wilfley, Morris, and Shepperd (1988) reporta mas problemas de comportamiento y menos competencias sociales en niños con enfermedades crónicas. En sintonía con lo anterior algunos estudios (Cadman, Boyle, Szatmari, y Offord, 1987; Gortmaker, Walker, Weitzman, y Sobol, 1990; Lavigne, J. V., Y Faier-Routman, J. 1992) mencionan que el riesgo de problemas de ajuste social, problemas de internalizados y externalizados de comportamiento, duplican su riesgo en los niños hospitalizados cuando son comparados con niños saludables. Por ultimo, Del Barrio y Mestre (1989) mencionan que la hospitalización podría provocar en los más pequeños inquietud y ritmos alterados, llantos, problemas con las comidas, conductas regresivas, ansiedad de separación; mientras que en niños de edad preescolar y escolar puede producir tristeza y depresión como síntomas más generalizados. Como se puede observar, la literatura revisada agrupa los problemas relacionados con la hospitalización en términos de ajuste o adaptación, ansiedad, depresión, miedo, alteraciones somáticas, estrés y problemas conductuales, por lo que se hace importante realizar una revisión breve del origen o significado de cada uno de estos constructos en el campo de investigación. Atención Emocional del Paciente Pediátrico. La literatura respecto al tema sugiere que existe una gran cantidad de enfoques para trabajar con los niños hospitalizados, desde muñecos, títeres, enseñanza de estrategias de afrontamiento y relajación, paseos por las zonas de hospitalización, video educativos, libros y hasta trípticos. También hay programas que se centran exclusivamente en dar soporte a los niños o a los padres (Koller, D. 2007). Koller (2007) señala que la habilidad del niño para afrontar los procedimientos médicos así como la cualidad y la intensidad de su reacción están influenciadas por muchas variables (Lynch M. 1994 y Melamed BG, Dearborn M, Hermecz DA. 1983) que incluyen la edad, el nivel de desarrollo, la personalidad, el estilo de afrontamiento, experiencias previas relacionadas con la salud y con el
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personal médico, así como su diagnostico y la complejidad e invasividad del mismo (Brewer S, Gleditsch SL, Syblik D, Tietjens ME, Vacik HW. 2006; Lynch M. 1994; Melamed BG, Dearborn M, Hermecz DA. 1983; y Tideman ME, Clatworthy S. 1990)). De igual forma, variables de tipo familiar, como la composición y el nivel de ansiedad de los padres, puede afectar la respuesta del niño (Brewer S, Gleditsch SL, Syblik D, Tietjens ME, Vacik HW. 2006 y Tideman ME, Clatworthy S. 1990). Koller (2007) señala que independientemente del procedimiento para el cual se prepara al niño, los tres elementos que logran dar efectividad a la intervención son la entrega de información adecuada para la edad, el impulso y reforzamiento de la expresión emocional y la formación de relaciones de confianza con el personal médico. Vernon (1965) ya había señalado estos elementos, pero fue O’Connor-Von (2000) quien realizó una revisión bibliográfica de 400 estudios y un meta análisis de 22 muestras, para confirmar la importancia de esos elementos como componentes esenciales de una preparación efectiva del paciente pediátrico ante la experiencia de hospitalización. Koller (2007) señala que el proceso de entregar de información médica al paciente pedíatrico debe de acompañarse con técnica de afrontamiento, pues aminoran el miedo y la sensaciones de ansiedad, por su parte, Campbell et al (1995) mencionan que cuando un programa de información incluye técnicas de afrontamiento, los niños se comportan de forma más positiva cuando van a ser sometidos a una cirugía. Un estudio realizado por Peterson y Shigetomi (1981) encontró que los infantes atendidos con técnicas de afrontamiento basadas en modelamiento, estuvieron más calmados y cooperativos que los niños de no recibieron este tipo de atención. La literatura muestra que las tecnicas de afrontamiento que logran ser más efectivas, son aquellas que han incluido elementos visuales, auditivos, de estimulación tactil, conteo de números, cantos e incluso interacciones verbales durante los procedimientos (Stevenson MD, Bivins CM, O'Brien K, Gonzalez del Rey JA. 2005). Independientemente del entendimiento que la literatura ha proporcionado, existen algunos vacíos en la investigación, Koller (2007) sugiere que deberían conducirce estudios para determinar que técnicas son más efectivas en función del nivel de desarrollo o de los rasgos de personalidad, inclusive, tomar en cuenta aspectos culturales. La misma autora señala que hacen falta estudios que exploren las mejores formas de expresión emocional en el curso de un procedimiento, básicamente, se debe buscar la evaluación de cuales son los tratamientos que conducen a los mejores resultados para el bienestar de los niños y sus familias. En una linea de investigación diferente a la de estrategias de afrontamiento, se encuentran los estudios que se concentran en revisar el impacto que el juego terapéutico tiene en los niños hospitalizados. De manera general, Fisher realizo un meta análisis de 800 estudios en el que encontró que había evidencia suficiente para señalar que el juego por si solo, tiene un impacto positivo para alcanzar tareas de desarrollo, que promueve de forma significativa el desarrollo cognitivo y social y que estos efectos se magnifican cuando adultos participan en los juegos. En concordancia con esto, se ha señalado que el juego infantil es crítico por múltiples razones, que incluyen la oportunidad de comunicar sentimientos, mal entendidos y preocupaciones a través del propio lenguaje, tanto el verbal como el no verbal, el juego enseña a los niños como manejarse en el mundo y los roles que existen en el, es el momento en que el niño aprende a interactuar con su ambiente. Koller (2008) señala que en el contexto del hospital existen formas de juego que promueven de manera efectiva al desarrollo personal y al incremento del bienestar, en particular, señala que el juego terapéutico se compone de actividades especializadas, con fundamento en estudios del desarrollo y que facilitan el bienestar emocional de un paciente pediátrico.
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El foco del juego terapéutico se encuentra en la promoción de un desarrollo normal al tiempo que capacita al niño para responder de forma mas efectiva a las situaciones médicas que se experimentan en un hospital (Oremland EK, Oremland, J.D.. 2000). El juego terapéutico típico se compone de capacitación para la expresión emocional, juegos explicativos de procedimientos médicos y juegos de rehabilitación física (Vessey JA, Mahon MM. 1990). Varios estudios han mostrado que esta técnica es efectiva para disminuir la ansiedad y el miedo que los niños tienen en las admisiones hospitalarias e inmediatamente después de cirugía o en el tiempo de egreso del hospital(Schwartz BH, Albino JE, Tedesco LA. 1983; Zahr LK. 1998; Rae WA, Worchel FF, Upchurch J, Sanner JH, Daniel CA. 1989; Johnson PA, Stockdale DF. 1975). Un aspecto determinante del juego terapéutico es una capacidad para facilitar la expresión de emociones y dirigir al niño hacia un estado de mayor bienestar psicológico dentro del hospital (Schwartz BH, Albino JE, Tedesco LA. 1983; Zahr LK. 1998). De acuerdo con algunos estudios ( Cassell S. 1965; Schwartz BH, Albino JE, Tedesco LA.. 1983; y Zahr LK. 1998), los niños que son atendidos con juego terapéutico muestran más cooperación durante procedimientos médicos estresantes y muestran más voluntad de regresar al hospital para sus tratamientos futuros. Un estudio realizado por Schwartz, Albino y Tedesco (1983) encontró que el juego terapéutico médicamente relacionado era más efectivo que los que no tenían relación médica. Estos autores examinaron la reducción del estrés en la preparación preoperatoria con 45 niños entre tres y cuatro años. Los niños fueron aleatoriamente asignados en tres grupos: uno control, uno con juego sin relación médica y otro con juego médicamente relacionado. Encontraron que los niños del último grupo estuvieron más cooperativos y menos molestos que los niños que estuvieron en los otros dos grupos, lo que sugiere que el juego sobre procedimientos médicos puede ser más efectivo que cualquier otro, para disminuir el estrés ante estos procesos. Otros estudios sugieren que el juego terapéutico produce beneficios que no se relacionan con los procedimientos médicos, específicamente Rae y sus colegas, (1989) compararon los efectos que el juego producía en el ajuste psicosocial con 46 niños entre los 5 y los 10 años que habían sido hospitalizados por enfermedades agudas. En este estudio se asignaron aleatoriamente a los niños dentro de 4 grupos: uno de juego terapéutico, uno de entretenimiento, uno de soporte por charla y uno sin tratamiento. El juego terapéutico fue una mezcla de juegos médicamente y no médicamente relacionados, con materiales como muñecos, títeres y juguetes, así mismo, durante el juego no médicamente relacionado, el facilitador enseñaba al niño a reflejar e interpretar sentimientos. Los resultados mostraron que los niños que fueron atendidos con este último tipo de juego, mostraron una reducción significativa en sus autorreportes de miedo al hospital en comparación con los niños de los otros grupos. Adicionalmente, otros estudios han demostrado que además de aliviar el estrés psicosocial, el juego terapéutico es efectivo para reducir respuestas fisiológicas de tensión emocional, como la sudoración en la palma de las manos, el movimiento corporal excesivo, el incremento de la frecuencia cardiaca y de las elevaciones de presión sanguínea (Zahr LK. 1998). Se ha observado que los niños que han sido provistos de juego terapéutico muestran menos estrés fisiológico, que es medido a través de indices más bajos de presión sanguínea, frecuencia cardiaca y disminución del tiempo que transcurre entre una cirugía y la primera micción (Young MR, Fu VR. 1988 ), incluso se ha reportado menor sudoración en las palmas de las manos que aquellos niños que no fueron tratados con juego terapéutico (Johnson PA, Stockdale DF. 1975). Cabe señalar que la mayoría de investigación en el área se ha realizado para evaluar juegos terapéuticos médicamente relacionados, mientras que áreas con aspectos más creativos y artísticos no han sido muy estudiadas. Koller (2008) señala que hay un rezago no sólo en la comparación de las diversas formas de juego terapéutico, sino que también hacen falta estudios sobre los tipos de
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juegos que funcionan mejor según la edad, el grupo étnico, o para reducir los niveles de ansiedad, así mismo, tampoco es muy claro que tipo de juego terapéutico es más efectivo para los niños hospitalizados en general. Koller (2008) señala que la investigación ha provisto evidencia que apoya la efectividad del juego terapéutico para reducir el estrés psicológico y fisiológico con los niños que enfrentan una hospitalización, además de que ofrece beneficios a largo plazo al promover respuestas más positivas para las experiencias médica futuras.
Metodología
Participantes. La muestra estuvo compuesta por 47 casos de niños atendidos durante las visitas del proyecto, de los cuales, 27 fueron atendidos a través de una metodología de juego basada en principios de IE. Estos casos fueron colectados de Agosto del 2012 a Junio del 2013 y el criterio de inclusión, fue la capacidad del niño para reconocer expresiones faciales con expresión de afecto negativo y asignarles una etiqueta emocional congruente con la polaridad que representaba la cara. La Figura 1 muestra la distribución de servicios de Inteligencia Emocional frente a los de Juego.
Figura 1. Gráfico de sectores sobre el porcentaje de niños atendidos según tipo de intervención.
Tratamiento. El proyecto de los voluntarios universitarios cuenta con dos opciones de intervención de apoyo emocional, en primer lugar, se cuenta con una metodología basada en el modelo de Inteligencia Emocional (IE) desarrollado por Mayer, Carusso y Salovey (1999) y en segundo termino, se realizan actividades lúdico-artísticas. Cabe señalar, que sólo en los casos en que no es posible implementar IE se usan juegos y actividades artísticas, que en su mayoría son pintura y dibujo libre, colorear dibujos, platicar, juegos de mesa entre otros. Mediciones. En los estudios revisados para determinar cuál sería la forma más apropiada para determinar el grado de impacto negativo en el niño hospitalizado, se ha encontrado que la mayoría de estudios sobre el tema utilizan autoinformes sobre el autoestima, la depresión, la ansiedad, los miedos percibidos y utilizan reportes de terceros, normalmente padres o staff médico, para evaluar la presencia de problemas conductuales (Small, L. y Mazurek, B. 2006; Carson, D. Graveley, J. y Council, J.1992; Karling, M. Stenlund, H, y Hägglöf, B. 2007; Piazza-Waggoner, C. Adamas, Ch. Muchant, Wilson, N. and Beth, M. 2006; y Bragado, Ma. Hernández, J. Sánchez, Ma. y Urbano, S. 2008). El trabajo de Mauss, I. y Robinson, M. (2009) destaca sobre los demás, arrojando pautas para decidir sobre el tipo de medición, pues condujeron una revisión de la literatura para evaluar la
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validez y la confiabilidad que tenían cada uno de los métodos disponibles para evaluar las emociones y concluyeron que de manera extendida, los instrumentos de evaluación de tipo autoreporte tenían más evidencia de validez cuando eran aplicados para experiencias emocionales que estaban ocurriendo en el presente. Bajo la lógica de las ideas antes expuestas, se determinó que la exploración del efecto de la intervención sobre el impacto la hospitalización debe realizarse con un instrumento breve que evalué el estado emocional lo más cercano al presente, de tal forma que se determino medir el afecto negativo y el positivo a través del instrumento psicométrico Rate Your Day (RYD). El instrumento mencionado fue diseñado como una medida breve para el afecto negativo y positivo, tiene dos sub-escalas derivadas empíricamente: Emociones positivas (alegría, tranquilidad) y emociones negativas (ansiedad, depresión). Cada factor se compone de adjetivos o frases en que los participantes señalan el nivel experimentado dentro de una escala de calificación numérica de 11 puntos. Este instrumento ha mostrado una excelente confiabilidad y validez (Thurber, 1995, 1997, 1999, Thurber y Sigman, 1998). En una muestra con los niños hospitalizados, tuvo alta consistencia interna en las escalas de emociones negativas y positivas (Thurber, C. Patterson, D. y Kiomi, K. 2007). En la investigación anterior, estos autores encontraron que con esta población, dos de las tres dimensiones de su instrumento presentaban una fuerte consistencia interna (afecto positivo y negativo), además la dimensión de emociones negativas de su instrumento se correlacionaba positivamente con instrumentos fuertemente validados para la medición de la ansiedad y la depresión en niños y que por el contrario, la dimensión de afecto positivo de su instrumento, se relacionaba negativamente con los instrumentos mencionados anteriormente. Para los fines de esta investigación, las mediciones fueron realizadas antes del tratamiento y después de éste. Diseño de la Investigación. El presente trabajo sigue un diseño preexperimental con un solo grupo, con mediciones antes del tratamiento y después del tratamiento, no se realizó aleatorización y no se estableció un grupo control. Por sus características, puede catalogarse como una investigación clínica, pues el fin es generar conocimientos de aplicación para la mejora de la atención del proceso salud- enfermedad. Análisis Estadístico. Para explorar el efecto de la intervención se realizaron tres procedimientos de análisis estadísticos. Primero, se efectuo un análisis exploratorio de los datos para caracterizar la muestra en cuanto a sus niveles de afecto negativo y positivo, a continuación se realiza visualización de las distribuciones de las calificaciones según el tipo de tratamiento y del comportamiento de las diferencias del afecto negativo y positivo al simultáneo, a través en un diagrama de dispersión. Como consecuencia del diagrama de dispersión se determinó explorar el efecto del tipo de tratamiento a través de su caracterización del resultado como ganancia terapéutica en terminos de las variables de interés, para lo cual se realizó un análisis de tablas de contingencia. Finalmente, se realizó una comparación de la diferencia media entre el antes y el después del tratamiento, en función del tipo de tratamiento recibido.
Resultados Descripción de Afecto Positivo
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La distribución de acuerdo a la puntuación obtenida en los reactivos que reflejan el afecto positivo y dividido por tipo de intervención y global se muestra en la figura 2.
Figura 2. Gráfico de barras sobre la distribución de calificaciones de Afecto Positivo del día
previo.
Se aprecia en la figura 2, que más del 66% de los pacientes que recibieron inteligencia emocional tuvo una puntuación mayor a 25, que representa la mitad posible de entre los cinco reactivos que se asocian al afecto positivo. Este porcentaje aumenta al 75% en los pacientes que recibieron terapia de Juego. De manera global más del 68% tuvo una puntuación por encima de 25. Lo anterior indica que los pacientes, en general, se encontraban con un “buen” afecto positivo. A los mismos pacientes se les aplicó el cuestionario después de la intervención y las puntuaciones obtenidas se aprecian en la Figura 3:
Figura3. Gráfico de barras sobre la distribución de calificaciones de Afecto Positivo posterior a
la intervención de Inteligencia Emocional. En el caso de los pacientes de inteligencia emocional el porcentaje por encima de 25 puntos se incremento a más del 89%, no en cambio los pacientes que recibieron juego disminuyeron a 45%. De forma global, el porcentaje de pacientes por encima de 25 puntos fue 71%. Descripción de las diferencias de Afecto Positivo. De forma individual y bajo la terapia de Inteligencia Emocional (Figura 4), cerca del 81% mostró un aumento en la puntuación de afecto positivo. El 19% de ellos inclusive por encima de 20 puntos de aumento. Sólo el 19% de los pacientes bajo el tratamiento de
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inteligencia emocional presentaron una disminución de afecto positivo hasta un máximo de 19 puntos.
Figura 4. Gráfico de Sectores sobre la distribución de diferencias de Afecto Positivo entre el
día previo y posterior a la intervención de Inteligencia Emocional.
Bajo la terapia de Juego, cerca del 35% mostró un aumento en la puntuación de afecto positivo mientras que el 65% mostró una disminución en la puntuación de afecto positivo, el 15% de ellos disminuyeron en más de 20 puntos.
Figura 5. Gráfico de Sectores sobre la distribución de diferencias de Afecto Positivo entre el
día previo y posterior a la Intervención de Juego.
De forma global (Figura 6), el 62% de los pacientes presentaron un aumento de afecto positivo, 18% de ellos tuvieron un aumento por encima de 20 puntos. Del 38% que tuvieron una disminución de afecto positivo, sólo el 10% disminuyó en más de 20 puntos.
Figura 6. Gráfico de Sectores sobre la distribución de diferencias de Afecto Positivo entre el
día previo y posterior a la Intervención de ambas intervenciones.
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Descripción de Afecto Negativo La distribución de acuerdo a la puntuación obtenida en los reactivos que reflejan el afecto negativo y dividido por tipo de intervención y global se muestra en la Figura 7.
Figura 7. Gráfico de barras sobre la distribución de calificaciones de Afecto Negativo del día
previo. Se aprecia en la Figura 7, que cerca del 41% de los pacientes que recibieron inteligencia emocional tuvo una puntuación mayor a 30 que representa la mitad posible de entre los seis reactivos que se asocian al afecto negativo. Este porcentaje disminuye al 30% en los pacientes que recibieron terapia de Juego. De manera global más del 36% tuvo una puntuación por encima de 30. Lo anterior indica que los pacientes, en general, no se encontraban con un afecto negativo por encima del 50% de puntuación total. A los pacientes anteriores se les aplicó el cuestionario después de la intervención y las puntuaciones obtenidas se aprecian en la Figura 8:
Figura 8. Gráfico de barras sobre la distribución de calificaciones de Afecto Negativo del día
previo. En el caso de los pacientes de inteligencia emociona,l el porcentaje por encima de 30 puntos disminuyó al 15%, para los pacientes que recibieron terapia de juego disminuyó a 10%., De forma global, el porcentaje de pacientes por encima de 30 puntos fue 13%. Descripción de las diferencias de Afecto Negativo.
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De forma individual y bajo la terapia de Inteligencia Emocional, cerca del 70% mostró un disminución en la puntuación de afecto negativo. El 43% de ellos inclusive disminuyeron más de 20 puntos. Sólo el 11% de los pacientes que recibió inteligencia emocional presentó un aumento de afecto negativo hasta un máximo de 19 puntos.
Figura 9. Gráfico de Sectores sobre la distribución de diferencias de Afecto Negativo entre el
día previo y posterior a la intervención de Inteligencia Emocional.
Bajo la terapia de Juego (Figura 10), cerca del 90% mostró una disminución en la puntuación de afecto negativo y sólo el 10% mostró un aumento de afecto negativo.
Figura 10. Gráfico de Sectores sobre la distribución de diferencias de Afecto Negativo entre el
día previo y posterior a la intervención de Juego. De forma global (Figura 11), el 89% de los pacientes presentaron una disminución de afecto negativo, 24% de ellos tuvieron una disminución por encima de 20 puntos. El 11% tuvo un aumento de afecto negativo.
Figura 11. Gráfico de Sectores sobre la distribución de diferencias de Afecto Negativo entre el
día previo y posterior a ambas intervenciones.
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Visualización de las diferencias de Afecto Positivo y Negativo Los siguientes diagramas de dispersión tienen como eje X al valor que resulta al restar el afecto positivo de hoy del afecto positivo de ayer; como eje Y se tiene el valor que resulta al restar el afecto negativo de hoy del afecto negativo de ayer. Por la naturaleza de los ejes, lo óptimo es que los puntos se encuentren en el II cuadrante, es decir, que el afecto positivo haya aumentado y el afecto negativo haya disminuido; sin embargo, es suficiente con que el afecto negativo disminuya, por lo tanto, lo bueno es que los puntos se encuentren en los cuadrantes I y II, siendo el significado del III, que el afecto negativo disminuyó, pero no aumento el afecto positivo. Bajo la terapia de juego (figura 12), vemos que son pocos los puntos que se encuentran en los cuadrantes III y IV, la gran mayoría se encuentran el I y II, que expresan ganancia de afecto positivo:
Figura 12. Gráfico de Dispersión de las diferencias de Afecto Negativo (eje Y) y Positivo (eje X)
en la intervención de Juego.
Bajo la terapia de Inteligencia emocional (Figura 13) podemos apreciar que la mayoría de los puntos se encuentra en el segundo cuadrante que es lo óptimo, ya que expresa disminución de afecto negativo y ganancia de afecto positivo:
Figura 13. Gráfico de Dispersión de las diferencias de Afecto Negativo (eje Y) y Positivo (eje X)
en la intervención de Inteligencia Emocional.
De forma global (Figura 14) se observa que la mayoría de los puntos se encuentran en los primeros dos cuadrantes y más de la mitad de ellos se encuentran en el segundo
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cuadrante. Son pocos puntos que se encuentran en el cuadrante IV, que implica ganancia de afecto negativo y perdida del positivo.
Figura 14. Gráfico de Dispersión de las diferencias de Afecto Negativo (eje Y) y Positivo (eje X)
en ambas intervenciones.
Análisis de Ganancia Terapéutica en Afecto Negativo y Positivo Una cambio en el afecto negativo después de la intervención, puede ser un indicador de que la intervención tiene un efecto positivo o no en el niño. Si el cambio consiste en una disminución del afecto negativo, se considera que la intervención tiene un efecto positivo en el niño. En términos de ganancia terapéutica, se puede pensar que una disminución después de la intervención es una ganancia. En base a esto, se considera la diferencia del afecto negativo entre el día previo y después de la intervención (ayer y hoy en la tabla de datos). Si esta diferencia es positiva, se considera como una ganancia, en caso contrario, como una no ganancia (no se reflejará como pérdida). Las siguientes tablas muestran la distribución de las ganancias en el afecto negativo con respecto al tipo de intervención en términos porcentuales:
Signo A-
Tipo de Intervención No Ganancia Ganancia Total general IE 15% 85% 27
Juego 15% 85% 20 Total general 7 40 47
Tabla 1. Tabla de contingencia porcentual del tipo de intervención con ganancia de afecto
negativo. Se observa que, en términos porcentuales, se tiene una ganancia muy similar en cada tipo de intervención, es decir, se presenta una disminución de afecto negativo con ambas, lo cual sugiere que ambos tratamientos tienen un efecto positivo en el niño. Debido al número de conteos por casilla, no es posible aplicar una prueba ji-‐cuadrada para determinar si el número de incrementos en el afecto negativo es independiente del tipo de intervención. En el caso del afecto positivo se procede de manera similar. Es importante mencionar que los cambios en este tipo de afecto no tienen una prioridad dentro de la intervención, sin embargo, definiremos un tipo de ganancia al estudiar este tipo de afecto. A diferencia del afecto negativo, en el afecto positivo se esta interesado en el incremento o no después de la intervención. Considerando las diferencias entre el afecto positivo antes y después de la intervención (ayer y hoy en la tabla de datos), se considera que
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hay una ganancia, si esta diferencia es menor o igual a cero. En otras palabras, si existe un incremento en el afecto positivo, o bien, si no hubo cambio alguno, después de la intervención. Cuando exista una disminución en el afecto positivo, se considerará como una no ganancia. En base a esto, tenemos las siguientes tablas.
Signo A+
Tipo de Intervención No Ganancia Ganancia Total general IE 7% 93% 27
Juego 45% 55% 20 Total general 24 23 47
Tabla 2. Tabla de contingencia porcentual del tipo de intervención con ganancia de afecto
positivo. Se puede observar un porcentaje mayor de ganancia en el tipo de intervención de Inteligencia Emocional con respecto al tipo de intervención juego. Como se puede notar en la tabla 2, se tiene un porcentaje muy similar entre las ganancias y no ganancias en el afecto positivo, esto indica que el tipo de intervención juego puede no ser un factor importante en el incremento del afecto positivo, a diferencia del tipo de intervención emocional. Lo anterior sugiere que el tipo de intervención de Inteligencia Emocional tiene un mayor efecto positivo en el niño. Debido a que el número de conteos menor que 5, no es posible aplicar una prueba ji-‐cuadrada para a determinar si el número de incrementos en el afecto positivo es independiente del tipo de intervención. Efecto de las Intervención de Juego en el Afecto Negativo y Positivo. Primeramente se considera el análisis de la intervención Juego sobre el afecto negativo, antes y después de la intervención en cada niño. Se pretende determinar si el efecto del tratamiento es significativo estadísticamente y para ello se considera la prueba estadística diferencia de medias para datos pareados, una prueba t. En la siguiente tabla se muestra lo datos descriptivos. Se analizaron 20 casos, con una diferencia media de 7.75, una desviación estándar de 8.711, el dato mínimo fue de -‐10 y el máximo de 22, con un rango de 32. La asimetría fue de -‐0.832 y la curtosis tipificada de 0.128 Se desea probar las hipótesis: Ho: El afecto Negativo de ayer es igual al afecto Negativo de Hoy. Ha: El afecto Negativo de ayer es mayor que el afecto Negativo de Hoy. Al realizar la prueba de hipótesis se obtiene un estadístico de prueba t=3.97877 con P-‐valor = 0.000402288, de aquí se observa que es altamente significativo. Se puede considerar que se rechaza la hipótesis nula con un nivel de 0.05 a favor de la alternativa, lo cual indica que el tipo de intervención de juego aplicada como tratamiento al niño, le ayuda a disminuir el afecto negativo dentro del hospital. Utilizando la prueba de Kolmogorov se analiza si el supuesto de normalidad respecto a la diferencia de medias, esto para confirmar la validez de las conclusiones presentadas. La siguiente tabla muestra el resultado a prueba de Kolmogorov-‐Smirnov para comprobar si los
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datos de la diferencia del afecto negativo de ayer y el afecto negativo de hoy proviene de una población normal, (con n=20) en ella se observa que se cumple el supuesto de normalidad (P-‐Valor= 0.965). Considerando el afecto positivo, de manera similar que el afecto negativo, se analizan los datos del afecto positivo antes y después de la intervención en cada niño, se desea determinar si el efecto de la intervención juego es significativo estadísticamente para analizarlo se realiza una prueba t para datos pareados. En la siguiente tabla se presenta información descriptiva de los datos. Fueron analizados 20 datos, con una diferencia media de 1.7, desviación estándar de 12.653, el mínimo en -‐23 y el máximo en 54, con un rango de 54. La asimetría calculada fue de 0.590 y la curtosis tipificada de 0.505. Se desea probar la hipótesis: Ho: El afecto Positivo de ayer es igual al afecto Positivo de Hoy Ha: El afecto Positivo de ayer es menor que el afecto Positivo de Hoy En el resultado de la prueba de hipótesis se obtiene el estadístico de prueba Estadístico t = 0.600823 con P-‐valor = 0.722471. De este resultado se concluye que la intervención juego no es significativo en el afecto positivo, esta intervención no ayuda a aumentar el afecto positivo en el niño. Realizando la prueba de kolmogorov para verificar si las diferencias entre los resultados antes y después de la intervención cumplen el supuesto de normalidad, lo que confirmará la validez de las conclusiones presentadas. El Valor-‐P=0.780 señala que se cumple el supuesto, los datos mencionados no violan el supuesto de normalidad, aquí es empleado n=27.
Efecto de las Intervención de Inteligencia Emocional en el Afecto Negativo y Positivo. En el siguiente análisis se consideran los datos del afecto negativo antes y después de la Intervención Inteligencia Emocional en cada niño, se pretende analizar si el efecto de esta intervención es significativo estadísticamente, para ello se propone la prueba t para datos pareados. Se analizaron 27 casos, con una diferencia media de 11.333, una desviación estándar de 12.32, un mínimo de -‐6 y un máximo de 39, siendo el rango 45. La asimetría fue de 1.70 y la curtosis tipificada de -‐0.094. Se desea probar la hipótesis: Ho: El afecto Negativo de ayer es igual al afecto Negativo de Hoy Ha: El afecto Negativo de ayer es mayor que el afecto Negativo de Hoy La prueba presenta el resultado del estadístico de prueba Estadístico t = 4.77659 con P-‐valor = 0.0000303058. En estos resultados se concluye que esta intervención es altamente significativo lo cual indica que, la intervención de Inteligencia Emocional aplicada al niño favorece en la disminución del afecto negativo dentro del hospital.
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Verificando el supuesto de normalidad de la diferencia de las medidas del afecto negativo antes y después de la intervención mediante la prueba de kolmogorov, esto para dar validez a las conclusiones anteriores, se encontró un P-‐Valor= 0.528, por tanto el supuesto de normalidad se cumple y se puede considerar válida la conclusión presentada respecto a la significancia de la intervención. Ahora es considerado el afecto positivo, se pretende analizar si la intervención de la Inteligencia Emocional favorece este afecto, se analizan los datos del afecto positivo antes y después de la intervención de la Inteligencia Emocional en cada niño. De manera similar a los casos anteriores se realiza una prueba t para datos pareados. Se analizaron 27 casos y su diferencia media fue de -‐8.037, con desviación estándar de 11.663, mínimo de -‐45 y máximo de 9, siendo el rango 54, l aseimetría -‐3.234 y la curtosis tipificada de 2.887. Se desea probar la hipótesis: Ho: El afecto Positivo de ayer es igual al afecto Positivo de Hoy Ha: El afecto Positivo de ayer es menor que el afecto Positivo de Hoy Al realizar la prueba t para datos pareados se obtiene el estadístico t = -‐3.58055 y el P-‐valor = 0.00138157. De aquí se observa que la intervención Inteligencia Emocional es altamente significativo. Se puede considerar que se rechaza la hipótesis nula a un nivel de significancia de 0.05 a favor de la alternativa, lo cual indica que esta intervención favorece al niño, ayudando a aumentar el afecto positivo y por consiguiente a su estado emocional en su estancia dentro del hospital Se realiza una prueba para verificar si los datos cumplen el supuesto del modelo, lo que confirmará la validez de las conclusiones presentadas, se realizó la prueba de Kolmogorov-‐Smirnov, cuyo P-‐Valor=0.220 indica que los dato analizados provienen de una población normal, en esta prueba es empleada una muestra con n=27.
Conclusión
El objetivo del estudio era explorar la efectividad de una metodología de apoyo emocional en niños hospitalizados y se planteo que se consideraría como tal, si era posible observar cambios psicológicamente positivos en los niños atendidos, es decir, reducciones en el afecto negativo y mantenimiento o incremento del afecto positivo. Los datos analizados aportan evidencia para considerar que el trabajo de los voluntarios es efectivo en cuanto a su propósito; mejorar el estado anímico del niño. Primeramente, tenemos los resultados de la sección de visualización de diferencias de afecto positivo y negativo en el diagrama de dispersión, en la cuál se pudo observar que desde una perspectiva global la mayoría de las diferencias se encuentran en el cuadrante II, lo que implica que se logra aumentar el afecto positivo y disminuir el negativo. En la misma sección encontramos información que permite suponer efectos diferencias entre los tipos de intervención, primeramente, el enfoque de Inteligencia Emocional tiene colocado a la gran mayoría de sus diferencias en el cuadrante II, lo que señala el efecto optimo, mientras que la intervención de Juego tiene sus diferencias casi igualmente repartidas entre el cuadrante I y II, siendo el significado de estar en el primero, que se observa un aumento de Afecto Positivo y un aumento del Afecto Negativo. Cabe señalar que la forma de visualizar y analizar los datos no permite establecer cuan profundo es el efecto del cambio, aunque no por ello se deja de interpretar positivamente lo encontrado.
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Los resultados anteriores sugirieron realizar un análisis de tablas cruzadas, que permitió obtener evidencia sobre la magnitud de efecto de cada intervención en cuanto a eficiencia, es decir, cuantos de los niños atendidos se beneficiaban de la intervención. Con este análisis pudimos observar que la eficiencia para reducir el afecto negativo es similar entre la intervención de Inteligencia Emocional y la de Juego, sin embargo, los datos no sugieren los mismo respecto al afecto positivo, pues la intervención de Inteligencia Emocional coloca un mayor porcentaje de niños en una zona de incremento de afecto positivo. Una primera conclusión que podemos derivar de estos datos, es que en forma general se logra el propósito de la intervención de reducción de Afecto Negativo, ambos enfoques tienen un eficiencia similar, sin embargo, los datos señalan que la intervención de Inteligencia Emocional es más eficiente para incrementar el afecto positivo. Revisada la eficiencia, el paso a seguir era medir el efecto que tiene que cada una de las intervenciones sobre los afectos positivo y negativo. Los datos en esta ocasión señalaron que el efecto de ambas intervenciones para reducir el afecto negativo fue significativo, es decir, ambas logran el propósito primario de su intervención, aunque por otra parte, los resultados señalan que en cuanto al afecto positivo, solo la intervención de Inteligencia Emocional logra un efecto significativo. En base a lo anterior es posible decir que la intervención realizada por los voluntarios logra reducir el afecto negativo, pero solo la intervención de Inteligencia Emocional incrementa el afecto positivo. En resumen, de forma general la intervención realizada por los voluntarios es efectiva para reducir significativamente el afecto negativo y ambos enfoques tienen una eficiencia similar para lograr reducciones de este afecto, sin embargo, no es posible decir que de forma general la intervención logra un aumento del afecto positivo, pues la intervención de Inteligencia Emocional es la que logra un efecto significativo para este propósito y al mismo tiempo, es la que logra una mayor proporción de resultados positivos en esta dimensión. Globalmente, los resultados aportan evidencia para favorecer la hipótesis de que la intervención de los voluntarios logra un efecto en la reducción del afecto negativo y ayuda a mantener o aumentar el afecto positivo.