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Reseña
El español y los siete pecados capitales. Fernando Díaz-Plaja. 1966, p. 23-127.
Lilian Paola Torrente Paternina. Abril 15 de 2013
Fernando Díaz-Plaja utiliza los siete pecados capitales para describir de forma jocosa la
idiosincrasia del español. La soberbia, según el autor, es la culpable de la mayoría de sus
características de su personalidad; en un recorrido por la nobleza, la religión, el individualismo,
lo intelectual, la honra, el amor y el patriotismo, el autor va develando los comportamientos y los
pensamientos de los españoles que se asocian al orgullo, pecado supremo de los españoles.
También hace notar cómo la literatura española relata y hasta justifica estas conductas y con el
uso de refranes y situaciones anecdóticas, se va describiendo el actuar del español en su círculo
íntimo y social.
Nobleza. La escala social es un tema importante para los españoles, ya que les
proporciona a un alguien inferior con quien pueden sentirse superiores; la mendicidad permite al
español regodearse de su posición social actual, ya que siendo el mendigo el último en la escala
puede estar por encima y además le permite ganarse el cielo al proporcionar la limosna. La
forma de vestir (traje y corbata), proporciona también un estatus superior de apariencia, sin
importar que la persona no tenga cómo comer tendrá que vestirse muy bien. El honor prima ante
todo, y el ser cuestionado o corregido es una ofensa mayúscula al español: que le soliciten sus
documentos o poner en evidencia algún yerro lo ofusca y reclama reparación.
Religión. Los españoles tienen una relación de igual a igual con Dios, y a pesar de ser una
nación que defendió a muerte la religión católica, para la época que se escribió el libro se indica
que sólo la mitad de la población profesa ser católica; pero prefieren tener a la vista y a la mano
los dispositivos religiosos para sentirse salvos y ayudados por la fuerza metafísica (una confesión
de última hora, las frases “Dios le oiga” y similares, la encomendación al santo, etc.), resumida
en esta frase: "Los españoles, he pensado muchas veces al notar el porcentaje que asiste al culto,
son más capaces de morir defendiendo la puerta de una iglesia que de entrar en ella”. En la
literatura española, las tramas amorosas de las novelas se situaban cerca a las iglesias, ya que era
el único sitio donde los amantes podían verse y encontrarse: las iglesias eran más “casas de
conversación” que un sitio para acoger los ritos religiosos; se puede decir que “el español
defiende la religión católica porque es la suya y siendo la suya, tiene que ser perfecta”.
Individualismo. La reluctancia del español a pertenecer a un grupo, especialmente al gran
colectivo del estado, resulta impositivo y molesto ya que lo considera como un regulador y por
tanto, entrometido agente en sus vidas cotidianas. La frase “se acata pero no se cumple”, común
en la América descubierta por España, refleja ese sentimiento de desconocer el cumplimiento de
las leyes, ya que el español considera que está por encima del Estado, y por ende, todo lo que
implique el mismo. El autor considera que incluso los movimientos anarquistas surgidos en
España provienen de esta soberbia del español, establecido en el hecho de que se les permitiría
“hacer lo que cada uno quiera”.
Lo intelectual. Los españoles se caracterizan por ser buenos oradores, sin embargo, a la
hora de argumentar sus afirmaciones o del contra-argumento, se quedan cortos en los
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razonamientos. Es impaciente y un mal escucha, por lo que los diálogos son monólogos
intercalados.
La honra. El temor al ridículo, a la burla y “el qué dirán” se encuentran muy arraigados
en los españoles: lo grave, lo malo, lo risible, no lo son per se sino que los otros piensen que es
así. La honra también se define en el estrato, ya que la siguiente generación debe estar en un
escaño superior en la sociedad haciendo u ocupando alguna profesión que sea considerada de
prestigio.
Amor. El español no es dado a las expresiones de afecto, y las reprocha cuando suceden
estas en público.
Patriotismo. Los españoles se ponen a la defensiva cuando hablan negativamente de
algún aspecto del país, ya que ellos son los únicos que tienen derecho a criticarlo pero si alguien
foráneo lo hace, el sentimiento nacional aflora; pero las observaciones y críticas solo se quedan
en eso, ya que no hay ningún paso a la acción, al cambio. Además, la indiferencia frente a lo
foráneo, reflejado en el desinterés hacia las lenguas y culturas extranjeras limita la visión del
mundo del español.
Se puede detectar una ausencia de alteridad en el español, un exceso de egoísmo o más
bien de egocentrismo. La falta de un sentimiento de alteridad y de pertenecer a un colectivo
influye ostensiblemente en la forma cómo los ciudadanos perciben las normas y se acogen a ellas.
Como remata el autor: “el español es muy niño… egoísta… vanidoso, como el niño que siempre
quiere hacer lo que le dé la gana… y como el niño le encanta llamar la atención y ‘que le hagan
caso’. Como el niño, quien necesita un vigilante para que cumpla la norma.
Preguntas
1. ¿Cuáles de estos comportamientos se ven reflejados en la Latinoamérica actual?
2. ¿Cómo puede ser posible el cumplimiento de normas si el proyecto de nación es
inexistente debido al individualismo de la sociedad?