Reseña El orden del discurso

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Elizabeth Londoño Tamayo Comunicaciones III Libro: El orden del discurso Autor: Michael Foucault El discurso es el lugar donde se ejercen los poderes, en este se evidencian las relaciones de poder. Según Foulcault, “en toda sociedad la producción del discurso está a la vez controlada, seleccionada y redistribuida por un cierto número de procedimientos que tienen por función conjurar los poderes y peligros, dominar el acontecimiento aleatorio y esquivar su pesada y temible materialidad” (1992: Pág. 5). Es así como, la institución se dedica a transformar paulatinamente el pensamiento del hombre, ella comienza a influir en su razón (institucionalización), y esto termina actuando en el discurso que él cree propio. Dichos procedimientos son los encargados de dominar y, por ende, de excluir. Acudir a valores de juicio basados en lo prohibido, en lo que es producto de la locura o la cordura, y en lo que es falso o verdadero; es eliminar, es censurar; y es de esto que se encargan las instituciones. El proceso discursivo, sin duda alguna, está lleno de implicaciones y de formalizaciones concretas de las relaciones saber–poder. Un discurso puede ser un diálogo común con cualquier persona, el cual puede pasar inadvertido, pero también puede ser algo que, por el tema que maneja o por su impacto en la gente, traspase los años y recorra el mundo. Por ejemplo, desde el siglo XVIII la humanidad está intentando encontrar la verdad (procedimiento falso o verdadero) y la formulación de proposiciones para llegar a una conclusión (silogismo) ha sido el método predilecto para ello, el problema con esto es que esas proposiciones siempre estuvieron intervenidas por los postulados institucionales.

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Elizabeth Londoño TamayoComunicaciones III

Libro: El orden del discursoAutor: Michael Foucault

El discurso es el lugar donde se ejercen los poderes, en este se evidencian las relaciones de poder. Según Foulcault, “en toda sociedad la producción del discurso está a la vez controlada, seleccionada y redistribuida por un cierto número de procedimientos que tienen por función conjurar los poderes y peligros, dominar el acontecimiento aleatorio y esquivar su pesada y temible materialidad” (1992: Pág. 5). Es así como, la institución se dedica a transformar paulatinamente el pensamiento del hombre, ella comienza a influir en su razón (institucionalización), y esto termina actuando en el discurso que él cree propio.

Dichos procedimientos son los encargados de dominar y, por ende, de excluir. Acudir a valores de juicio basados en lo prohibido, en lo que es producto de la locura o la cordura, y en lo que es falso o verdadero; es eliminar, es censurar; y es de esto que se encargan las instituciones. El proceso discursivo, sin duda alguna, está lleno de implicaciones y de formalizaciones concretas de las relaciones saber–poder.

Un discurso puede ser un diálogo común con cualquier persona, el cual puede pasar inadvertido, pero también puede ser algo que, por el tema que maneja o por su impacto en la gente, traspase los años y recorra el mundo. Por ejemplo, desde el siglo XVIII la humanidad está intentando encontrar la verdad (procedimiento falso o verdadero) y la formulación de proposiciones para llegar a una conclusión (silogismo) ha sido el método predilecto para ello, el problema con esto es que esas proposiciones siempre estuvieron intervenidas por los postulados institucionales. "La verdad depende de nuestras voluntades, y nuestras voluntades cambian con el tiempo" (1997: Pág. 12).

La verdad tiene que ver también con los procesos internos que auto-reprimen el discurso. En primer lugar, un comentario sobre un discurso afecta la interpretación de dicho discurso. En segundo lugar, conocer el autor1 es importante para generar credibilidad. Y por último, las disciplinas son sectores especializados y están directamente relacionadas con las proposiciones, porque son ellas quienes deciden si son verdaderas o falsas. De esta manera funcionan los auto-limitadores del discurso.

1 Visto no como quien habla, si no como “el principio de agrupación del discurso, como unidad y origen de sus significaciones, como foco de su coherencia (…) El autor es quien da al inquietante lenguaje de la ficción sus unidades, sus nudos de coherencia, su inserción en lo real” (Foucault, 1992: pág. 17). Este principio es relativo.

Los procedimientos que permiten el control de los discursos, son otra forma de dominio al determinar las condiciones en las que se usa un discurso específico, porque no en todas las circunstancias se pueden ofrecer todos los discursos, no todas las personas están a la altura académica de entender discursos filosóficos por ejemplo, porque no entienden el código, es decir, hay una dependencia doctrinal, una fisura en la adecuación social del discurso. “Todo sistema de educación es una forma política de mantener o de modificar la adecuación de los discursos, con los saberes y los poderes que implican” (Foucault, 1992: Pág. 38).

Para todos estos problemas, Foucault propone cuatro principios: Trastocamiento, discontinuidad, especificidad y exterioridad. El trastocamiento consiste en llegar a la fuente primaria de un discurso, para comprender las lógicas de su funcionamiento. La discontinuidad se refiere a que los discursos deben de ser tratados como prácticas discontinuas que se cruzan, yuxtaponen, ignoran o excluyen. La especificidad muestra que los discursos tienen una realidad concreta, no se limitan a transmitir la realidad del mundo, sino que el discurso ejerce una violencia sobre las cosas. Y la exterioridad dice que a partir del discurso, ir hacia sus condiciones externas de posibilidad, sus motivos, y lo que fija sus límites. Estos principios se oponen, uno a uno, el acontecimiento a la creación, la serie a la unidad, la regularidad a la originalidad, y la condición de posibilidad a la significación.

Todo este trabajo de análisis de los discursos está dividido en dos componentes: el conjunto crítico, que mediante el principio de trastocamiento persigue determinar las formas concretas de exclusión, de delimitación y de apropiación de los discursos; y el conjunto genealógico, que mediante el uso de los tres principios restantes, investiga cómo se ha formado efectivamente el discurso por medio de los diferentes sistemas de coacción. Si se pretende analizar el discurso en sus condiciones, juegos y efecto, deben considerarse tres aspectos: poner en duda nuestra voluntad de verdad, restituir al discurso su carácter de acontecimiento y levantar finalmente la soberanía del significante.

Bibliografía:Foucault, M (1992). El orden del discurso. Tusquets Editores. Buenos Aires: 50 págs.