Resumen DAVINI - La Formacion Docente. Cap1

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    DAVINI Ma. CristinaLa formacin docente en cuestin: poltica y pedagoga.

    DAVINI Ma. Cristina

    La formacin docente en cuestin: poltica y pedagoga.

    CAPTULO I.

    Tradiciones en la formacin de los docentes y sus presencias actuales.

    Los debates y las propuestas entorno a la formacin de los docentes y a su

    perfeccionamiento tienden a emerger con fuerza en los momentos ms crticos,

    sea por la insatisfaccin respecto de los logros de la escuela, sea por procesos

    de cambio poltico.

    En algn momento los docentes han participado activamente de estos

    movimientos, a travs de organizaciones de clase, de asociaciones o grupos

    comunitarios; en otros, han asistido a las reformas ms bien en posicin de

    espectadores. Pero, en cualquier situacin, los docentes son actores directos en

    la escuela, lo que viabiliza asumir comportamientos de sumisin o de

    autonoma, expresados a veces en resistencia pasiva.

    Sin embargo, estos movimientos hacia los cambios operan sobre tradiciones

    anteriores, encarnadas en los sujetos y en las instituciones, que muchas veces

    las nuevas reformas acaban reforzando.

    Se entiende por tradiciones en la formacin de los docentes a las

    configuraciones de pensamiento y de accin que, construidas histricamente, semantienen a lo largo del tiempo, en cuanto estn institucionalizadas,

    incorporadas a las prcticas y a la conciencia de los sujetos. Esto es que, ms

    all del momento histrico que como matriz de origen las acu, sobreviven

    actualmente en la organizacin, en el currculum, en las prcticas y en los

    modos de percibir de los sujetos, orientando toda una gama de acciones. Su

    supervivencia se manifiesta en su forma de persistir en las imgenes sociales

    de la docencia y en las prcticas escolares.

    Junto a estas tradiciones, pueden identificarse otras tendencias que no han

    llegado a consolidarse en tradiciones ni materializarse en formas institucionalesy curriculares de formacin. Estas circulan entre los docentes a nivel del

    discurso, y tienen mucha dificultad para orientar las prcticas, absorbidas por

    las fuerzas de las tradiciones.

    Reflexionar sobre estas tradiciones, es un ejercicio til para comprender dnde

    estamos situados e identificar nuestras propias argumentaciones y nuestros

    propios compromisos.

    La tradicin normalizadora-disciplinadora: El buen maestro.

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    La organizacin de la escuela de masas, coherente y necesaria para la

    consolidacin de las naciones modernas y de los proyectos poltico-econmicos

    y sociales de sus dirigentes, requiri de la preparacin del personal idneo que

    condujese la accin escolar.

    Cuando la filantropa del siglo XIX descubri la miseria indiferenciada de laciudad, la marginalidad y los comportamientos disolutos, introdujo la

    maquinaria pedaggica con el fin de normalizarla.

    El la Argentina, el Estado fue el encargado de crearlas condiciones de

    homogeneidad para que la sociedad civil se conformase, asumiendo la

    posicin de Estado educador, actu en funcin del proyecto y bajo la

    conduccin de las elites agraria y urbana, responsables de la integracin

    econmica del pas al capitalismo, a travs de la agroexportacin.

    En este marco, la conformacin del sistema educativo y la preparacin de sus

    articuladores los docentes representaron instrumentos privilegiados. El

    proyecto educativo liberal se centr, en la formacin del ciudadano con misin

    de neto corte civilizador, no slo respecto de la barbarie autctona sino

    tambin de la presencia de trabajadores inmigrantes extranjeros.

    La empresa educativa se orient, desde entonces, mucho ms hacia el

    disciplinamiento de la conducta y la homogeneizacin ideolgica de grandes

    masas poblacionales que a la formacin de habilidades o al desarrollo del

    pensamiento o del conocimiento.

    Si bien se insisti en la imagen del docente como difusor de la cultura, estacultura se defini por la inculcacin de formas de comportamiento y por el

    conocimiento mnimo bsico, susceptible de ser enseado y considerado til

    para las grandes mayoras. Al mismo tiempo, el maestro era el encargado de

    impulsar y concretar en la comunidad las campaas de salud pblica y diversas

    acciones de control social.

    La consolidacin de tal proyecto tuvo en la filosofa positivista un aliado

    fundamental a travs de las nociones de orden y progreso de laicizacin de la

    enseanza y de la organizacin de un sistema de instruccin pblica.

    Los rasgos centrales de la tradicin normalizadora se caracterizaron por el papel

    fundamentalmente moralizador y socializador que le asignaba al docente.

    La maestra normal, pues, llena entre nosotros una visin muy modesta. []

    pero siendo tan modesta, es de la mayor importancia.

    Nuestra misin es hacer, por medio de los nios, un pueblo moral, culto, limpio

    y despabilado. [] si son ms generosos, ms sufridos, ms constantes para el

    trabajo, ms amables, ms aseados, [] de mejores sentimientos, de voluntad

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    ms resuelta y saben algunas cosas tiles que antes ignoraban, nuestra obra

    habr sido buena.

    (Victorina Malharro, citada en Robredo, M. Ercilla, El pensamientovivo de una

    maestra, Buenos Aires, s/edit, 1966).

    Como continuidad y correlato de la educacin familiar, la ocupacin fue

    rpidamente definida como femenina, dentro de un discurso tutelar: apoyo,

    ayuda, segunda madre.

    En este proceso se desarrollan los orgenes de la docencia argentina como

    grupo social y ocupacional. As se configura una Legin de maestros

    patrioteros, compenetrados con la misin de construir los cimientos de la

    nueva nacin, con profunda autoestima y valoracin social. La docencia adopt

    una actitud de entrega personal, que nadie mejor que las mujeres pudieronhacer.

    El aparato de instruccin pblica y su peso sociocultural delinearon la visin

    de la educacin como proceso de socializacin o de endoculturacin, transmisor

    de patrones de comportamiento, pensamiento y valoracin, y a la escuela como

    un hipersistema capaz de consolidad matrices ideolgicas sin gran consistencia

    lgica pero dotadas de una gran carga afectiva.

    La impronta que conform el trabajo de estos docentes estuvo sustentada en

    una profunda utopa que diriga, como un timn, sus proyectos escolares. La

    bsqueda bien intencionada de progreso de las grandes mayoras, la entrega alser en desarrollo, la creencia en un mundo moderno, mejor, atravesaban su

    prctica.

    Junto a ello y a pesar de que nunca contaron con recompensas materiales

    acordes con su esfuerzo, los acompa un reconocimiento social y simblico del

    valor de su trabajo.

    De este modo, se implanta socialmente la visin de la funcin docente como

    factor de disciplinamiento para la formacin del carcter a travs de toda una

    gama de premios y castigos tangibles o simblicos como base delcomportamiento socioprofesional.

    Esta tradicin se constituye en mandato social, que atraviesa toda la lgica de

    formacin y de trabajo de los docentes. Ella se expresa hasta hoy en el discurso

    prescriptito que indica todo lo que el docente debe ser, como modelo, como

    ejemplo, como smbolo, sobre la trascendencia de su funcin social, y muchos

    ms dictmenes de actuacin.

    La tradicin normalizadora-disciplinadora (de los alumnos y los docentes) sigue

    presente en la actualidad, tanto en los estilos objetivados de formacin inicial

    como en el desarrollo de los puestos de trabajo y en las imgenes socialescircundantes.

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    Posteriores acciones de reforma no han conseguido remover estos puntos

    enquistados. El pasaje al nivel terciario de la formacin del magisterio, ocurrido

    en 1969 bajo la conduccin poltica del gobierno militar, no fue condicin

    suficiente para alcanzar una formacin docente ms avanzada.

    La tendencia a modelizar la realidad y a manejarse con estereotipos tiene sucorrelato en concebir al docente como responsable de ser ejemplo o modelo,

    impulsando acciones de entrega personal. Ello ha dificultado durante muchas

    dcadas su autopercepcin como trabajadores, dentro de un discurso de

    desinters material.

    Esta tradicin ha marcado el disciplinamiento de maestros y profesores respecto

    de las normas prescriptivas emanadas del aparato estatal. Ello ha dado a la

    docencia mucho ms la imagen de funcionarios de Estado que la de categora

    profesional.

    En esta lnea suele circular en los discursos, la nostalgia respecto de la

    formacin del antiguo normalismo. Tal vez la frecuente expresin de nostalgia

    por lo perdido tenga que ver mucho ms con la prdida de un proyecto social

    y educativo compartido y asumido por la sociedad que con los propios mritos

    de aquella formacin o con la intencin de conservarla.

    Hoy el docente se encuentra desprotegido respecto de aquella paternalidad del

    Estado originario, enfrentado a profundas problemticas sociales en las escuelas

    donde acta y siendo permanentemente cuestionado. Con escasas

    herramientas materiales y tcnicas para atender los desafos de la escuela, seha ido minando su autoestima, cuestin sta muy peligrosa pues, como el

    efecto Pigmalin, la autodesvalorizacin determina en gran medida el nivel de

    los logros personales.

    En este cuadro, el permanente reclamo de los docentes respecto de que no

    pueden actuar en un sentido u otro si las autoridades de gobierno escolar no

    dictan las normas correspondientes, puede entenderse como la continuidad del

    rasgo disciplinador que los constituye en grupos sujetados o como la demanda

    por la definicin de un proyecto social educativo. O puede tambin significar la

    exigencia formal de normas para, dentro de los espacios de su autonomarelativa, no cumplirlas: finalmente, el contrato social educativo del proyecto

    instaurador ya est agotado.

    La tradicin acadmica: El docente enseante.

    Desde que existen las instituciones escolares y se constituyeron los programas

    de formacin de los docentes ha ido perfilndose ntidamente la tradicin

    acadmica, que se distingue de la tradicin anterior respecto de dos cuestiones

    bsicas:

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    Lo esencial en la formacin y accin de los docentes es que conozcan

    slidamente la materia que ensean;

    La formacin pedaggica es dbil, superficial e innecesaria y an

    obstaculiza la formacin de los, docentes.

    La mayor parte de los embates de la tradicin, a nivel internacional, se

    dirigieron a cuestionar los cursos de formacin pedaggica considerando

    triviales, sin rigor cientfico, destinados a ahuyentar la inteligencia. Desde este

    enfoque tales conocimientos podran conseguirse en la prctica, en la

    experiencia directa en la escuela, dado que cualquier persona con buena

    formacin y sentido comn conseguira orientar la enseanza, sin la prdida

    de tiempo de los cursos vagos y repetitivos de la formacin pedaggica.

    Por detrs de la defensa del enfoque acadmico se asienta un conflicto

    corporativo entre los grupos de expertos, los pedagogos y los docentes portener el control de la enseanza. Segn Bernstein las formas a travs de las

    cuales la sociedad selecciona, clasifica, distribuye y evala el conocimiento

    educativo considerado pblico, refleja la distribucin de poder y los principios de

    control social.

    En la Argentina, esta tradicin tiene sus orgenes tambin en la enseanza

    universitaria que, hasta comienzos de este siglo, tena el monopolio de la

    formacin de profesores para la enseanza media y, evidentemente, de los

    profesores de la universidad. Por entonces se entablo una batalla por la

    legitimacin de la docencia para el nivel medio entre los universitarios y losprofesores graduados de los institutos terciarios, fundados a partir del Instituto

    Nacional del Profesorado Secundario.

    Esta puja tal responde a un conflicto de poder, resultante de la expansin

    cuantitativa de la escuela media y, por ende, del acceso de la clase media a

    niveles ms altos de enseanza. Los graduados universitarios (o doctores)

    reivindicaban como atributos legtimos de la docencia la ilustracin y el

    talento (capital cultural de la clase alta). Por otro lado, los profesores

    secundarios sostenan el valor de la informacin profesional especfica y la

    necesidad de reglamentarla evitando los favores polticos en la distribucin decargos.

    La tradicin acadmica, como producto de la racionalidad positivista en la que

    se funda, contina sosteniendo una desvalorizacin del conocimiento

    pedaggico y la creencia en la neutralidad de la ciencia. De hecho, el

    conocimiento pedaggico por someterse durante dcadas a dicha racionalidad

    se ha ido constituyendo mucho ms como un cmulo de teoras aisladas, con

    baja produccin en la constitucin de su objeto.

    La tradicin acadmica ha tenido un rebrote en nuestro medio en los ltimostiempos, alrededor del debate sobre el vaciamiento de contenidos de la escuela,

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    sobre su atraso relativo en cuanto a los saberes socialmente significativos que

    deberan incorporarse a aqulla. Con ello, tal enfoque ha ido avanzando

    paulatinamente hacia la bsqueda de un discurso hegemnica para la formacin

    de los docentes de todos los niveles y no solamente para la escuela media.

    Es evidente que ensear contenidos constituye un componente importante de lalabor docente. Sea cual fuere su organizacin en el currculum escolar

    (disciplinaria, temtica, interdisciplinaria, prctica, por problemas), los docentes

    deberan dominar los contenidos que ensean. En otros trminos, nadie ensea

    aquello que no conoce en verdad. Y lo cierto es muy poco se ha hecho para que

    los docentes se formen nominando efectivamente los contenidos de su ciencia.

    Sin embargo, existen indicios preocupantes de las derivaciones de stas

    propuestas para la formacin y el trabajo de los docentes. La misma consiste

    en una tendencia a obturar el debate pedaggico, por lo que ste queda

    relegado a propuestas de instrumentacin didctica de las distintas disciplinas,

    bajo la genrica denominacin de trasposicin didctica, como si toda la

    problemtica de la accin docente se encerrase en el trabajo instructivo,

    bajando el contenido de las disciplinas a los sujetos concretos.

    Hoy la tradicin acadmica circula no slo en el discurso de los especialistas; ha

    sido incorporada en el discurso docente y de la sociedad, creando la opinin

    pblica mediante los medios de comunicacin masiva y mostrando las

    incompetencias de la escuela y, por ende, de los docentes.

    En la medida en que la produccin de saber avanza y aun cambia deparadigmas, el docente deber alcanzar una actualizacin permanente. En ella

    se le propondran contenidos muy distintos de los que estudi, sin incluir el

    significado social, educativo y epistemolgico de las nuevas propuestas frente a

    las anteriores.

    A pesar de que la tradicin acadmica desestima el problema pedaggico, la

    posicin de reproductor de saberes generados por otros y con el enfoque que se

    le imponen por su opacidad o por la legitimacin de haber sido producidos por

    expertos, tiene consecuencias pedaggicas importantes.

    La tradicin eficientista: El docente tcnico.

    La dcada del 60 trajo la instauracin de una nueva tradicin, que es la que ha

    producido mayor nmero de reformas en el sistema educativo y, por lo tanto,

    en la formacin de los docentes, colocando a la escuela al servicio del

    despegue econmico.

    Esta tradicin se acu al amparo de la idea desarrollista, la cual postula la

    necesidad de llegar a la sociedad industrial moderna superando el estadio de

    subdesarrollo propio de las sociedades tradicionales. A partir de ello, se prevun estadio de despegue, otro de impulso hacia la madurez y finalmente una

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    etapa dealto consumo de masas. En esta evolucin se anticipa que la etapa deldespegue no se alcanzar sino bajo la conduccin de las sociedades ms

    avanzadas. La posicin eficientista plantea un pasaje hacia un futuro mejor,

    reiterando con frecuencia en trminos del trnsito de lo tradicional a lo

    moderno.Todas las expresiones de esta tradicin reflejan la oposicin entre estos dos

    polos: lo rutinario y lo dinmico, el estancamiento y el desarrollo, lo

    improductivo y lo productivo, la conservacin y el cambio, lo arcaico y lo

    renovado.

    Se considera a la escuela como un instrumento para apoyar el logro de

    productos del nuevo orden social. Evaluada como atrasada e ineficiente, las

    acciones de reforma llevaron a la escuela y a la enseanza a los enfoques

    tayloristas que haban tenido xito en la productividad industrial. Con ello, se

    introdujo la divisin tcnica del trabajo escolar, separando a los

    planificadores, los evaluadores, los supervisores, los orientadores educacionales

    y muchas otras categoras, y la funcin del docente qued relegada a la del

    ejecutor de la enseanza. Por primera vez aparece la organizacin del

    currculum como proyecto educativo elaborado por otros, esto es,

    constituyndose en un objeto de control social. La labor del docente consistira

    en bajar a la prctica, de manera simplificada, el currculum prescripto

    alrededor de objetivos de conducta y medicin de rendimientos.

    La psicologa conductista signific una base importante para la consolidacin desus propsitos, ya que permita establecer un enfoque de enseanza centrado

    en la definicin precisa de objetivos operativos y control de resultados.

    El furor planificador se apoyaba en el mito de la previsibilidad que se

    alcanzara a travs de la eficiente definicin de los medios y el constante control

    de las etapas. En esta lnea, se considera que aquello que sale del circuito de lo

    previsto (o en lo que en la corriente conductista llamaron efectos no

    esperados) responde a un desvo de lo normal. Para ello no hay mejor

    alternativa que depositar la culpa del desvo en el otro.

    Llevada esta lgica a la escuela, el xito o el fracaso escolar encontrjustificaciones en la ideologa de las aptitudes naturales susceptibles de ser

    medidas por bateras de tests psicolgicos. Tal enfoque sustent buena parte de

    la informacin inicial de los docentes, con la profusin de gabinetes

    psicopedaggicos en las escuelas y la creacin de grados de recuperacin.

    Las polticas de perfeccionamiento docentes se centraron en bajar a la escuela

    paquetes o documentos instruccionales preparados por especialistas, que los

    docentes deban ejecutar, ello fue acompaado por intensivas reformas

    curriculares producidas por los expertos y se expandi el mercado editorial de

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    los libros-texto, que ya presentaban no slo qu ensear sino, tambin y

    fundamentalmente, cmo hacerlo.

    Durante la expansin de la tradicin eficientista se consolid definitivamente la

    separacin entre la concepcin y la ejecucin de la enseanza por un lado, y el

    sistema de control burocrtico sobre la escuela, por otro. Si bien las tradicionesanteriores no se caracterizaron por otorgarle al docente gran autonoma, fue

    durante la hegemona de esta tradicin cuando el docente fue perdiendo el

    control de las decisiones en la enseanza.

    La tradicin normalizadora al menos haba revestido la labor docente de

    prestigio simblico y valoracin social. Desgastada aquella tradicin, gan

    espacio el eficientismo, engarzndose en el rasgo de reproduccin de los

    rdenes.

    Sin embargo, no se necesit demasiado tiempo para que los docentes

    advirtieran las reglas de la dominacin y desarrollaran comportamientos de

    resistencia a su circuito.

    En los cursos de formacin se insista hasta los lmites de la paciencia en que la

    planificacin era una herramienta de trabajo. Sin embargo, los docentes la

    redujeron al rol del cumplimiento burocrtico que maldecan por el tiempo que

    deban dedicarle, y que copiaban de otros colegas todas las veces que podan.

    La tradicin eficientista se mantiene tanto en la formacin de los docentes como

    las prcticas escolares y los estilos de conduccin poltica.

    Finalmente el refuerzo a la lgica eficientista viene de los organismos deconduccin educativa, por la creciente burocratizacin de la escuela y la lgica

    de controles externos sobre las escuelas y sobre las instituciones de formacin

    de grado, sin transformar los procesos internos y sin la participacin de los

    docentes.

    Tendencias no consolidadas en tradiciones: Bsqueda de caminos

    alternativos.

    Mientras que las tradiciones tratadas han dado direccin a la historia de laformacin docente y las prcticas escolares, concretndose en la organizacin

    material de la escuela y los institutos, los planes de estudio, las prcticas

    curriculares y las imgenes sociales dominantes, existen otras tendencias

    competitivas que no han conseguido instaurarse en formas objetivas de

    formacin de grado y en el trabajo docente.

    En este contexto es posible delinear dos tendencias:

    La pedagoga crtico-social de los contenidos, centrada en la

    recuperacin de los contenidos significativos de la enseanza dentro de

    un enfoque de crtica social e histrica como instrumentos para la

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    transformacin social. En esta tendencia, el docente es visto como un

    mediador entre el material formativo (materias) y los alumnos,

    contextualizando crticamente los contenidos, las prcticas sociales y la

    enseanza.

    La pedagoga hermenutico-participativa, centrada en la modificacinde relaciones de poder en la escuela y en el aula, tanto en la revisin

    crtica de la organizacin escolar como en rituales de la clase, las formas

    y las condiciones de trabajo, los dogmatismos y la estructura

    internalizada en los docentes como producto de toda una historia de

    formacin. En esta tendencia, se busca que el docente revise

    crticamente las relaciones sociales en la prctica escolar, el

    verticalismo, la pasividad, las formas latentes de discriminacin. Lo

    esencial sera modificar las prcticas, de modo que los docentes

    aprendan a pensar por su propia cuenta como camino a que formen, asu vez, sujetos pensantes, libres y solidarios. En la dcada del 90 puede

    apreciarse el progresivo desplazamiento del eje de la democratizacin y

    la paulatina adopcin del discurso administrativo-economicista,

    fuertemente inspirado en documentos de organismos internacionales y

    financiadores.

    Con ello se ha logrado la restauracin de los ncleos de la tradicin eficientista

    en propuesta de modernizacin y control de calidad y gestin.

    La pedagoga crtico-social de los contenidos ha quedado absorbida poracuerdos de actualizacin de los contenidos de los documentos curriculares,

    recuperando los rasgos de la tradicin acadmica, articulados con procesos de

    evaluacin del rendimiento escolar en las distintas disciplinas. El impacto ms

    fuerte ha sido destacar la incompetencia de la escuela (y por ende, de los

    docentes) para lograr resultados de aprendizaje.

    Entretanto, la pedagoga hermenutico-participativa ha desaparecido de la

    agenda educativa, a lo largo de un proceso de reforma del sistema en el que los

    docentes desearan saber de qu se trata.

    Las huellas de las tradiciones y la configuracin actual: Caminos de

    incertezas.

    Las tradiciones en la formacin docente en la Argentina tratadas hasta aqu,

    como productos histricos y matrices de pensamiento y de accin, construyeron

    imgenes sociales que permanecen en la prctica y se renuevan peridicamente

    en discursos ya acciones de poltica educativa. Las nuevas reformas, de una

    forma u otra, reactualizan estos ncleos generadores.

    Cada una de ellas responde a distintos proyectos sociales, a luchas polticas y agrupos de inters.

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    En primer trmino todas sustentan un discurso prescriptito acerca de lo que el

    docente debe ser: por ejemplo, moral, modelo, difusor de conocimientos,

    instructor, tcnico, disciplinador. De esta forma en funcin del deber-ser-

    normativo se ha imposibilitado la visin de un enfoque integral, que permita

    entender lo que el docente efectivamente es, de los desafos que enfrenta, delas condiciones de su prctica, de la naturaleza ntima del trabajo pedaggico.

    El discurso pedaggico ms avanzado le plante al educador la importancia de

    evitar la relacin autoritaria en la educacin. Sin embargo, su frgil posicin en

    el sistema y en la construccin histrica de su identidad ha confinado a los

    docentes a ser reproductores de la cadena de rdenes o mandatos de esta

    tradicin social.

    Esta concepcin emprica y homogeneizante elimina simblicamente los sujetos

    concretos y su diversidad cultural, que es la base de la construccin

    pedaggica. En lugar de constituirse en un encuentro de sujetos en un acto

    pedaggico, las propuestas que emergen de estas tradiciones se constituyen en

    pedagogas disciplinadoras.

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