Resumen DAVINI - La Formacion Docente. Cap1
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7/29/2019 Resumen DAVINI - La Formacion Docente. Cap1
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DAVINI Ma. CristinaLa formacin docente en cuestin: poltica y pedagoga.
DAVINI Ma. Cristina
La formacin docente en cuestin: poltica y pedagoga.
CAPTULO I.
Tradiciones en la formacin de los docentes y sus presencias actuales.
Los debates y las propuestas entorno a la formacin de los docentes y a su
perfeccionamiento tienden a emerger con fuerza en los momentos ms crticos,
sea por la insatisfaccin respecto de los logros de la escuela, sea por procesos
de cambio poltico.
En algn momento los docentes han participado activamente de estos
movimientos, a travs de organizaciones de clase, de asociaciones o grupos
comunitarios; en otros, han asistido a las reformas ms bien en posicin de
espectadores. Pero, en cualquier situacin, los docentes son actores directos en
la escuela, lo que viabiliza asumir comportamientos de sumisin o de
autonoma, expresados a veces en resistencia pasiva.
Sin embargo, estos movimientos hacia los cambios operan sobre tradiciones
anteriores, encarnadas en los sujetos y en las instituciones, que muchas veces
las nuevas reformas acaban reforzando.
Se entiende por tradiciones en la formacin de los docentes a las
configuraciones de pensamiento y de accin que, construidas histricamente, semantienen a lo largo del tiempo, en cuanto estn institucionalizadas,
incorporadas a las prcticas y a la conciencia de los sujetos. Esto es que, ms
all del momento histrico que como matriz de origen las acu, sobreviven
actualmente en la organizacin, en el currculum, en las prcticas y en los
modos de percibir de los sujetos, orientando toda una gama de acciones. Su
supervivencia se manifiesta en su forma de persistir en las imgenes sociales
de la docencia y en las prcticas escolares.
Junto a estas tradiciones, pueden identificarse otras tendencias que no han
llegado a consolidarse en tradiciones ni materializarse en formas institucionalesy curriculares de formacin. Estas circulan entre los docentes a nivel del
discurso, y tienen mucha dificultad para orientar las prcticas, absorbidas por
las fuerzas de las tradiciones.
Reflexionar sobre estas tradiciones, es un ejercicio til para comprender dnde
estamos situados e identificar nuestras propias argumentaciones y nuestros
propios compromisos.
La tradicin normalizadora-disciplinadora: El buen maestro.
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La organizacin de la escuela de masas, coherente y necesaria para la
consolidacin de las naciones modernas y de los proyectos poltico-econmicos
y sociales de sus dirigentes, requiri de la preparacin del personal idneo que
condujese la accin escolar.
Cuando la filantropa del siglo XIX descubri la miseria indiferenciada de laciudad, la marginalidad y los comportamientos disolutos, introdujo la
maquinaria pedaggica con el fin de normalizarla.
El la Argentina, el Estado fue el encargado de crearlas condiciones de
homogeneidad para que la sociedad civil se conformase, asumiendo la
posicin de Estado educador, actu en funcin del proyecto y bajo la
conduccin de las elites agraria y urbana, responsables de la integracin
econmica del pas al capitalismo, a travs de la agroexportacin.
En este marco, la conformacin del sistema educativo y la preparacin de sus
articuladores los docentes representaron instrumentos privilegiados. El
proyecto educativo liberal se centr, en la formacin del ciudadano con misin
de neto corte civilizador, no slo respecto de la barbarie autctona sino
tambin de la presencia de trabajadores inmigrantes extranjeros.
La empresa educativa se orient, desde entonces, mucho ms hacia el
disciplinamiento de la conducta y la homogeneizacin ideolgica de grandes
masas poblacionales que a la formacin de habilidades o al desarrollo del
pensamiento o del conocimiento.
Si bien se insisti en la imagen del docente como difusor de la cultura, estacultura se defini por la inculcacin de formas de comportamiento y por el
conocimiento mnimo bsico, susceptible de ser enseado y considerado til
para las grandes mayoras. Al mismo tiempo, el maestro era el encargado de
impulsar y concretar en la comunidad las campaas de salud pblica y diversas
acciones de control social.
La consolidacin de tal proyecto tuvo en la filosofa positivista un aliado
fundamental a travs de las nociones de orden y progreso de laicizacin de la
enseanza y de la organizacin de un sistema de instruccin pblica.
Los rasgos centrales de la tradicin normalizadora se caracterizaron por el papel
fundamentalmente moralizador y socializador que le asignaba al docente.
La maestra normal, pues, llena entre nosotros una visin muy modesta. []
pero siendo tan modesta, es de la mayor importancia.
Nuestra misin es hacer, por medio de los nios, un pueblo moral, culto, limpio
y despabilado. [] si son ms generosos, ms sufridos, ms constantes para el
trabajo, ms amables, ms aseados, [] de mejores sentimientos, de voluntad
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ms resuelta y saben algunas cosas tiles que antes ignoraban, nuestra obra
habr sido buena.
(Victorina Malharro, citada en Robredo, M. Ercilla, El pensamientovivo de una
maestra, Buenos Aires, s/edit, 1966).
Como continuidad y correlato de la educacin familiar, la ocupacin fue
rpidamente definida como femenina, dentro de un discurso tutelar: apoyo,
ayuda, segunda madre.
En este proceso se desarrollan los orgenes de la docencia argentina como
grupo social y ocupacional. As se configura una Legin de maestros
patrioteros, compenetrados con la misin de construir los cimientos de la
nueva nacin, con profunda autoestima y valoracin social. La docencia adopt
una actitud de entrega personal, que nadie mejor que las mujeres pudieronhacer.
El aparato de instruccin pblica y su peso sociocultural delinearon la visin
de la educacin como proceso de socializacin o de endoculturacin, transmisor
de patrones de comportamiento, pensamiento y valoracin, y a la escuela como
un hipersistema capaz de consolidad matrices ideolgicas sin gran consistencia
lgica pero dotadas de una gran carga afectiva.
La impronta que conform el trabajo de estos docentes estuvo sustentada en
una profunda utopa que diriga, como un timn, sus proyectos escolares. La
bsqueda bien intencionada de progreso de las grandes mayoras, la entrega alser en desarrollo, la creencia en un mundo moderno, mejor, atravesaban su
prctica.
Junto a ello y a pesar de que nunca contaron con recompensas materiales
acordes con su esfuerzo, los acompa un reconocimiento social y simblico del
valor de su trabajo.
De este modo, se implanta socialmente la visin de la funcin docente como
factor de disciplinamiento para la formacin del carcter a travs de toda una
gama de premios y castigos tangibles o simblicos como base delcomportamiento socioprofesional.
Esta tradicin se constituye en mandato social, que atraviesa toda la lgica de
formacin y de trabajo de los docentes. Ella se expresa hasta hoy en el discurso
prescriptito que indica todo lo que el docente debe ser, como modelo, como
ejemplo, como smbolo, sobre la trascendencia de su funcin social, y muchos
ms dictmenes de actuacin.
La tradicin normalizadora-disciplinadora (de los alumnos y los docentes) sigue
presente en la actualidad, tanto en los estilos objetivados de formacin inicial
como en el desarrollo de los puestos de trabajo y en las imgenes socialescircundantes.
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Posteriores acciones de reforma no han conseguido remover estos puntos
enquistados. El pasaje al nivel terciario de la formacin del magisterio, ocurrido
en 1969 bajo la conduccin poltica del gobierno militar, no fue condicin
suficiente para alcanzar una formacin docente ms avanzada.
La tendencia a modelizar la realidad y a manejarse con estereotipos tiene sucorrelato en concebir al docente como responsable de ser ejemplo o modelo,
impulsando acciones de entrega personal. Ello ha dificultado durante muchas
dcadas su autopercepcin como trabajadores, dentro de un discurso de
desinters material.
Esta tradicin ha marcado el disciplinamiento de maestros y profesores respecto
de las normas prescriptivas emanadas del aparato estatal. Ello ha dado a la
docencia mucho ms la imagen de funcionarios de Estado que la de categora
profesional.
En esta lnea suele circular en los discursos, la nostalgia respecto de la
formacin del antiguo normalismo. Tal vez la frecuente expresin de nostalgia
por lo perdido tenga que ver mucho ms con la prdida de un proyecto social
y educativo compartido y asumido por la sociedad que con los propios mritos
de aquella formacin o con la intencin de conservarla.
Hoy el docente se encuentra desprotegido respecto de aquella paternalidad del
Estado originario, enfrentado a profundas problemticas sociales en las escuelas
donde acta y siendo permanentemente cuestionado. Con escasas
herramientas materiales y tcnicas para atender los desafos de la escuela, seha ido minando su autoestima, cuestin sta muy peligrosa pues, como el
efecto Pigmalin, la autodesvalorizacin determina en gran medida el nivel de
los logros personales.
En este cuadro, el permanente reclamo de los docentes respecto de que no
pueden actuar en un sentido u otro si las autoridades de gobierno escolar no
dictan las normas correspondientes, puede entenderse como la continuidad del
rasgo disciplinador que los constituye en grupos sujetados o como la demanda
por la definicin de un proyecto social educativo. O puede tambin significar la
exigencia formal de normas para, dentro de los espacios de su autonomarelativa, no cumplirlas: finalmente, el contrato social educativo del proyecto
instaurador ya est agotado.
La tradicin acadmica: El docente enseante.
Desde que existen las instituciones escolares y se constituyeron los programas
de formacin de los docentes ha ido perfilndose ntidamente la tradicin
acadmica, que se distingue de la tradicin anterior respecto de dos cuestiones
bsicas:
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Lo esencial en la formacin y accin de los docentes es que conozcan
slidamente la materia que ensean;
La formacin pedaggica es dbil, superficial e innecesaria y an
obstaculiza la formacin de los, docentes.
La mayor parte de los embates de la tradicin, a nivel internacional, se
dirigieron a cuestionar los cursos de formacin pedaggica considerando
triviales, sin rigor cientfico, destinados a ahuyentar la inteligencia. Desde este
enfoque tales conocimientos podran conseguirse en la prctica, en la
experiencia directa en la escuela, dado que cualquier persona con buena
formacin y sentido comn conseguira orientar la enseanza, sin la prdida
de tiempo de los cursos vagos y repetitivos de la formacin pedaggica.
Por detrs de la defensa del enfoque acadmico se asienta un conflicto
corporativo entre los grupos de expertos, los pedagogos y los docentes portener el control de la enseanza. Segn Bernstein las formas a travs de las
cuales la sociedad selecciona, clasifica, distribuye y evala el conocimiento
educativo considerado pblico, refleja la distribucin de poder y los principios de
control social.
En la Argentina, esta tradicin tiene sus orgenes tambin en la enseanza
universitaria que, hasta comienzos de este siglo, tena el monopolio de la
formacin de profesores para la enseanza media y, evidentemente, de los
profesores de la universidad. Por entonces se entablo una batalla por la
legitimacin de la docencia para el nivel medio entre los universitarios y losprofesores graduados de los institutos terciarios, fundados a partir del Instituto
Nacional del Profesorado Secundario.
Esta puja tal responde a un conflicto de poder, resultante de la expansin
cuantitativa de la escuela media y, por ende, del acceso de la clase media a
niveles ms altos de enseanza. Los graduados universitarios (o doctores)
reivindicaban como atributos legtimos de la docencia la ilustracin y el
talento (capital cultural de la clase alta). Por otro lado, los profesores
secundarios sostenan el valor de la informacin profesional especfica y la
necesidad de reglamentarla evitando los favores polticos en la distribucin decargos.
La tradicin acadmica, como producto de la racionalidad positivista en la que
se funda, contina sosteniendo una desvalorizacin del conocimiento
pedaggico y la creencia en la neutralidad de la ciencia. De hecho, el
conocimiento pedaggico por someterse durante dcadas a dicha racionalidad
se ha ido constituyendo mucho ms como un cmulo de teoras aisladas, con
baja produccin en la constitucin de su objeto.
La tradicin acadmica ha tenido un rebrote en nuestro medio en los ltimostiempos, alrededor del debate sobre el vaciamiento de contenidos de la escuela,
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sobre su atraso relativo en cuanto a los saberes socialmente significativos que
deberan incorporarse a aqulla. Con ello, tal enfoque ha ido avanzando
paulatinamente hacia la bsqueda de un discurso hegemnica para la formacin
de los docentes de todos los niveles y no solamente para la escuela media.
Es evidente que ensear contenidos constituye un componente importante de lalabor docente. Sea cual fuere su organizacin en el currculum escolar
(disciplinaria, temtica, interdisciplinaria, prctica, por problemas), los docentes
deberan dominar los contenidos que ensean. En otros trminos, nadie ensea
aquello que no conoce en verdad. Y lo cierto es muy poco se ha hecho para que
los docentes se formen nominando efectivamente los contenidos de su ciencia.
Sin embargo, existen indicios preocupantes de las derivaciones de stas
propuestas para la formacin y el trabajo de los docentes. La misma consiste
en una tendencia a obturar el debate pedaggico, por lo que ste queda
relegado a propuestas de instrumentacin didctica de las distintas disciplinas,
bajo la genrica denominacin de trasposicin didctica, como si toda la
problemtica de la accin docente se encerrase en el trabajo instructivo,
bajando el contenido de las disciplinas a los sujetos concretos.
Hoy la tradicin acadmica circula no slo en el discurso de los especialistas; ha
sido incorporada en el discurso docente y de la sociedad, creando la opinin
pblica mediante los medios de comunicacin masiva y mostrando las
incompetencias de la escuela y, por ende, de los docentes.
En la medida en que la produccin de saber avanza y aun cambia deparadigmas, el docente deber alcanzar una actualizacin permanente. En ella
se le propondran contenidos muy distintos de los que estudi, sin incluir el
significado social, educativo y epistemolgico de las nuevas propuestas frente a
las anteriores.
A pesar de que la tradicin acadmica desestima el problema pedaggico, la
posicin de reproductor de saberes generados por otros y con el enfoque que se
le imponen por su opacidad o por la legitimacin de haber sido producidos por
expertos, tiene consecuencias pedaggicas importantes.
La tradicin eficientista: El docente tcnico.
La dcada del 60 trajo la instauracin de una nueva tradicin, que es la que ha
producido mayor nmero de reformas en el sistema educativo y, por lo tanto,
en la formacin de los docentes, colocando a la escuela al servicio del
despegue econmico.
Esta tradicin se acu al amparo de la idea desarrollista, la cual postula la
necesidad de llegar a la sociedad industrial moderna superando el estadio de
subdesarrollo propio de las sociedades tradicionales. A partir de ello, se prevun estadio de despegue, otro de impulso hacia la madurez y finalmente una
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etapa dealto consumo de masas. En esta evolucin se anticipa que la etapa deldespegue no se alcanzar sino bajo la conduccin de las sociedades ms
avanzadas. La posicin eficientista plantea un pasaje hacia un futuro mejor,
reiterando con frecuencia en trminos del trnsito de lo tradicional a lo
moderno.Todas las expresiones de esta tradicin reflejan la oposicin entre estos dos
polos: lo rutinario y lo dinmico, el estancamiento y el desarrollo, lo
improductivo y lo productivo, la conservacin y el cambio, lo arcaico y lo
renovado.
Se considera a la escuela como un instrumento para apoyar el logro de
productos del nuevo orden social. Evaluada como atrasada e ineficiente, las
acciones de reforma llevaron a la escuela y a la enseanza a los enfoques
tayloristas que haban tenido xito en la productividad industrial. Con ello, se
introdujo la divisin tcnica del trabajo escolar, separando a los
planificadores, los evaluadores, los supervisores, los orientadores educacionales
y muchas otras categoras, y la funcin del docente qued relegada a la del
ejecutor de la enseanza. Por primera vez aparece la organizacin del
currculum como proyecto educativo elaborado por otros, esto es,
constituyndose en un objeto de control social. La labor del docente consistira
en bajar a la prctica, de manera simplificada, el currculum prescripto
alrededor de objetivos de conducta y medicin de rendimientos.
La psicologa conductista signific una base importante para la consolidacin desus propsitos, ya que permita establecer un enfoque de enseanza centrado
en la definicin precisa de objetivos operativos y control de resultados.
El furor planificador se apoyaba en el mito de la previsibilidad que se
alcanzara a travs de la eficiente definicin de los medios y el constante control
de las etapas. En esta lnea, se considera que aquello que sale del circuito de lo
previsto (o en lo que en la corriente conductista llamaron efectos no
esperados) responde a un desvo de lo normal. Para ello no hay mejor
alternativa que depositar la culpa del desvo en el otro.
Llevada esta lgica a la escuela, el xito o el fracaso escolar encontrjustificaciones en la ideologa de las aptitudes naturales susceptibles de ser
medidas por bateras de tests psicolgicos. Tal enfoque sustent buena parte de
la informacin inicial de los docentes, con la profusin de gabinetes
psicopedaggicos en las escuelas y la creacin de grados de recuperacin.
Las polticas de perfeccionamiento docentes se centraron en bajar a la escuela
paquetes o documentos instruccionales preparados por especialistas, que los
docentes deban ejecutar, ello fue acompaado por intensivas reformas
curriculares producidas por los expertos y se expandi el mercado editorial de
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los libros-texto, que ya presentaban no slo qu ensear sino, tambin y
fundamentalmente, cmo hacerlo.
Durante la expansin de la tradicin eficientista se consolid definitivamente la
separacin entre la concepcin y la ejecucin de la enseanza por un lado, y el
sistema de control burocrtico sobre la escuela, por otro. Si bien las tradicionesanteriores no se caracterizaron por otorgarle al docente gran autonoma, fue
durante la hegemona de esta tradicin cuando el docente fue perdiendo el
control de las decisiones en la enseanza.
La tradicin normalizadora al menos haba revestido la labor docente de
prestigio simblico y valoracin social. Desgastada aquella tradicin, gan
espacio el eficientismo, engarzndose en el rasgo de reproduccin de los
rdenes.
Sin embargo, no se necesit demasiado tiempo para que los docentes
advirtieran las reglas de la dominacin y desarrollaran comportamientos de
resistencia a su circuito.
En los cursos de formacin se insista hasta los lmites de la paciencia en que la
planificacin era una herramienta de trabajo. Sin embargo, los docentes la
redujeron al rol del cumplimiento burocrtico que maldecan por el tiempo que
deban dedicarle, y que copiaban de otros colegas todas las veces que podan.
La tradicin eficientista se mantiene tanto en la formacin de los docentes como
las prcticas escolares y los estilos de conduccin poltica.
Finalmente el refuerzo a la lgica eficientista viene de los organismos deconduccin educativa, por la creciente burocratizacin de la escuela y la lgica
de controles externos sobre las escuelas y sobre las instituciones de formacin
de grado, sin transformar los procesos internos y sin la participacin de los
docentes.
Tendencias no consolidadas en tradiciones: Bsqueda de caminos
alternativos.
Mientras que las tradiciones tratadas han dado direccin a la historia de laformacin docente y las prcticas escolares, concretndose en la organizacin
material de la escuela y los institutos, los planes de estudio, las prcticas
curriculares y las imgenes sociales dominantes, existen otras tendencias
competitivas que no han conseguido instaurarse en formas objetivas de
formacin de grado y en el trabajo docente.
En este contexto es posible delinear dos tendencias:
La pedagoga crtico-social de los contenidos, centrada en la
recuperacin de los contenidos significativos de la enseanza dentro de
un enfoque de crtica social e histrica como instrumentos para la
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transformacin social. En esta tendencia, el docente es visto como un
mediador entre el material formativo (materias) y los alumnos,
contextualizando crticamente los contenidos, las prcticas sociales y la
enseanza.
La pedagoga hermenutico-participativa, centrada en la modificacinde relaciones de poder en la escuela y en el aula, tanto en la revisin
crtica de la organizacin escolar como en rituales de la clase, las formas
y las condiciones de trabajo, los dogmatismos y la estructura
internalizada en los docentes como producto de toda una historia de
formacin. En esta tendencia, se busca que el docente revise
crticamente las relaciones sociales en la prctica escolar, el
verticalismo, la pasividad, las formas latentes de discriminacin. Lo
esencial sera modificar las prcticas, de modo que los docentes
aprendan a pensar por su propia cuenta como camino a que formen, asu vez, sujetos pensantes, libres y solidarios. En la dcada del 90 puede
apreciarse el progresivo desplazamiento del eje de la democratizacin y
la paulatina adopcin del discurso administrativo-economicista,
fuertemente inspirado en documentos de organismos internacionales y
financiadores.
Con ello se ha logrado la restauracin de los ncleos de la tradicin eficientista
en propuesta de modernizacin y control de calidad y gestin.
La pedagoga crtico-social de los contenidos ha quedado absorbida poracuerdos de actualizacin de los contenidos de los documentos curriculares,
recuperando los rasgos de la tradicin acadmica, articulados con procesos de
evaluacin del rendimiento escolar en las distintas disciplinas. El impacto ms
fuerte ha sido destacar la incompetencia de la escuela (y por ende, de los
docentes) para lograr resultados de aprendizaje.
Entretanto, la pedagoga hermenutico-participativa ha desaparecido de la
agenda educativa, a lo largo de un proceso de reforma del sistema en el que los
docentes desearan saber de qu se trata.
Las huellas de las tradiciones y la configuracin actual: Caminos de
incertezas.
Las tradiciones en la formacin docente en la Argentina tratadas hasta aqu,
como productos histricos y matrices de pensamiento y de accin, construyeron
imgenes sociales que permanecen en la prctica y se renuevan peridicamente
en discursos ya acciones de poltica educativa. Las nuevas reformas, de una
forma u otra, reactualizan estos ncleos generadores.
Cada una de ellas responde a distintos proyectos sociales, a luchas polticas y agrupos de inters.
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En primer trmino todas sustentan un discurso prescriptito acerca de lo que el
docente debe ser: por ejemplo, moral, modelo, difusor de conocimientos,
instructor, tcnico, disciplinador. De esta forma en funcin del deber-ser-
normativo se ha imposibilitado la visin de un enfoque integral, que permita
entender lo que el docente efectivamente es, de los desafos que enfrenta, delas condiciones de su prctica, de la naturaleza ntima del trabajo pedaggico.
El discurso pedaggico ms avanzado le plante al educador la importancia de
evitar la relacin autoritaria en la educacin. Sin embargo, su frgil posicin en
el sistema y en la construccin histrica de su identidad ha confinado a los
docentes a ser reproductores de la cadena de rdenes o mandatos de esta
tradicin social.
Esta concepcin emprica y homogeneizante elimina simblicamente los sujetos
concretos y su diversidad cultural, que es la base de la construccin
pedaggica. En lugar de constituirse en un encuentro de sujetos en un acto
pedaggico, las propuestas que emergen de estas tradiciones se constituyen en
pedagogas disciplinadoras.
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