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Revisión bibliográfica sobre las funciones y evolución del clítico se Por: Manuel Burgos Este ensayo presenta una breve revisión bibliográfica sobre las funciones del clítico se, y los estudios diacrónicos enfocados en su proceso de evolución. Dada la diversidad teórica, se presentan de forma separada los estudios formalistas y funcionalistas en cuanto a sus usos sincrónicos. Por otra parte, se exponen diferentes perspectivas sobre su proceso de evolución, haciendo énfasis en las propuestas dentro del marco teórico de la gramaticalización. 1. Introducción El estudio sobre los usos y valores del clítico se es el tema que mayor atención ha recibido dentro de la lingüística hispánica 1 . No hay gramática del español que no dedique un apartado al fenómeno, y es lugar común en los trabajos que abordan este asunto, el advertir sobre la redundancia que puede suponer el mismo y la imposibilidad de proveer tanto un completo estado de la cuestión, como unos resultados conclusivos. El gran interés por este clítico tiene una natural justificación: se trata de un elemento gramatical de enorme productividad en términos cuantitativos y cualitativos. En relación con el primer aspecto, es altísima su frecuencia de aparición. La búsqueda de su uso como forma aislada, es decir, no ligada a un verbo, ni a sus variantes personales (me, te, nos, os) resulta en 1’131.175, siendo una de las palabras más frecuentes dentro del corpus del español (Davis, 1 Dado el enorme caudal bibliográfico, no cito estudios específicos en esta afirmación. Las referencias usadas en este ensayo son sólo una fracción de los cientos de trabajos dedicados al tema.

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Revisión  bibliográfica  sobre    

las  funciones  y  evolución  del  clítico  se  

 

Por:  Manuel  Burgos    

 

Este  ensayo  presenta  una  breve  revisión  bibliográfica  sobre  las  funciones  del  clítico   se,   y   los   estudios   diacrónicos   enfocados   en   su   proceso   de   evolución.  Dada   la   diversidad   teórica,   se   presentan   de   forma   separada   los   estudios  formalistas  y  funcionalistas  en  cuanto  a  sus  usos  sincrónicos.    Por  otra  parte,  se  exponen  diferentes  perspectivas  sobre  su  proceso  de  evolución,  haciendo    énfasis  en  las  propuestas  dentro  del  marco  teórico  de  la  gramaticalización.    

1. Introducción

El estudio sobre los usos y valores del clítico se es el tema que mayor atención ha recibido

dentro de la lingüística hispánica1. No hay gramática del español que no dedique un apartado al

fenómeno, y es lugar común en los trabajos que abordan este asunto, el advertir sobre la

redundancia que puede suponer el mismo y la imposibilidad de proveer tanto un completo

estado de la cuestión, como unos resultados conclusivos.

El gran interés por este clítico tiene una natural justificación: se trata de un elemento

gramatical de enorme productividad en términos cuantitativos y cualitativos. En relación con el

primer aspecto, es altísima su frecuencia de aparición. La búsqueda de su uso como forma

aislada, es decir, no ligada a un verbo, ni a sus variantes personales (me, te, nos, os) resulta en

1’131.175, siendo una de las palabras más frecuentes dentro del corpus del español (Davis,

                                                                                                               

1  Dado  el  enorme  caudal  bibliográfico,  no  cito  estudios  específicos  en  esta  afirmación.  Las  referencias  usadas  en  este  ensayo  son  sólo  una  fracción  de  los  cientos  de  trabajos  dedicados  al  tema.    

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2002-). Si se asume que su uso aislado es tan sólo una parte de sus diferentes representaciones,

podemos decir que estamos frente a una de las unidades más usadas del español.

En cuanto al aspecto cualitativo, y en relación con lo anterior, su productividad se

evidencia en la gran diversidad funcional que el clítico puede desempeñar. El número de

funciones, y el tipo de las mismas, varía de acuerdo a los autores que se consulte. Esta falta de

consenso entre los estudiosos del tema es una muestra indirecta de la complejidad semántica del

clítico se. A esto debe añadirse su gran versatilidad sintáctica, que complejiza aún más los

intentos de darle una caracterización gramatical.

Los factores planteados permiten matizar los objetivos y alcances de este ensayo. Por una

parte, mis propuestas sobre las funciones actuales del se y su proceso de desarrollo diacrónico es

una modesta síntesis de las teorías que considero más adecuadas en su explicación. Por otra

parte, no busco dar respuesta a los problemas que supone un tema tan complejo, sino exponer

algunos criterios que podrían resultar útiles en análisis posteriores y de mayor envergadura.

Teniendo esto en cuenta, son dos los objetivos generales de este trabajo: describir los

usos actuales del clítico se y exponer su proceso de evolución, a partir de estudios previos

hechos sobre el tema. Dada la diversidad de enfoques en relación a las funciones del clítico se,

separo los trabajos sincrónicos de acuerdo a dos perspectivas teóricas: estudios formalistas y

estudios funcionalistas. Por otra parte, integraré diversas perspectivas dentro de los estudios

diacrónicos en un mismo apartado. Este orden de ideas corresponde a la estructura global del

presente ensayo. A continuación paso a explicar brevemente la forma en que abordaré cada uno

de estos temas, y a justificar la elección de los contenidos internos de cada uno.

El proponer una taxonomía de los usos actuales del clítico se, supone un punto de partida

epistémico: asumir que existen usos diferenciados e identificables. La gran mayoría de estudios

hechos sobre el tema parten de este principio. Dado que las aproximaciones al fenómeno varían

de acuerdo al marco teórico dentro del cual se inscriben, es natural que la clasificación de los

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usos se haga a partir de diversas categorías conceptuales. Por otra parte, es común que, incluso

dentro de un mismo marco teórico, los términos correspondan a nociones distintas, como lo

prueba el hecho de que un mismo enunciado sea usado como ejemplo para describir dos

categorías diferentes.

Teniendo en cuenta esta diversidad teórica, propongo una aproximación que separa los

estudios en dos grupos diferentes: perspectivas formalistas y perspectivas funcionalistas. El uso

del plural en estas agrupaciones evidencia que no se trata de marcos teóricos homogéneos, sino

con diversidad en su interior. Por otra parte, la separación no implica una ruptura absoluta de los

dos modelos: encontramos casos en que, partiendo desde postulados diferentes, se llega a

conclusiones similares. Este breve estado de la cuestión de los estudios sincrónicos sobre el se

sirve como base para mi propuesta de clasificación de sus usos actuales, haciendo énfasis en que

la categorización debe ser en forma de prototipos, dentro de un continuo de niveles de

transitividad.

En cuanto al segundo apartado, el desarrollo diacrónico del se, propongo una

aproximación similar. Presentaré un estado de la cuestión de los estudios históricos y, a la luz de

éstos, expondré el proceso de gramaticalización que explica el aumento funcional y distributivo

del clítico se. Concluyo la importancia de estudiar la gramaticalización de construcciones

específicas, en oposición a estudios genéricos.

2. Estudios sincrónicos del clítico se

Dentro de la abundante bibliografía respecto al estudio del se, los trabajos sincrónicos ocupan la

mayor parte de ella. No es extraño, sin embargo, que dentro de varios de estos análisis se haga

menciones periféricas sobre sus origenes, o que se integren observaciones históricas elaboradas.

Las razones que utilizo para definir lo que son estudios formalistas y funcionalistas son

cuatro criterios relacionados. El primer criterio tiene que ver con la naturaleza de los datos

usados para sustentar las hipótesis. Mientras muchos estudios formalistas proponen ejemplos sin

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mencionar su origen, los mayoría de estudios funcionalistas se basan en muestras recogidas de

corpus. Es importante aclarar que esta diferencia metodológica no es absoluta: hay estudios

enmarcados dentro del paradigma formalista que usan ejemplos extraídos de textos, por lo

general clásicos literarios o “lo que se dice hoy en día” (Bello 1988), como hay estudios

claramente funcionalistas que proponen ejemplos plausibles del español, pero sin mencionar de

donde fueron extraídos (Maldonado 1999).

El segundo criterio se deriva del primero. Al partir de ejemplos concretos, los autores de

la corriente funcionalista proponen las categorías, siguiendo un método inductivo. Por el

contrario, los autores formalistas establecen desde un principio las categorías, para luego

proponer ejemplos que las sustenten, en una metodología deductiva. Esta última estrategia

supone un grave error argumentativo: no es difícil encontrar dentro de enorme variedad de

construcciones con se aquellas que se adapten a una teoría, y, por otra parte, se pasan por alto

los ejemplos que no concuerdan, o simplemente se toman como usos vulgares no adaptados a la

norma (Gili Gaya 1943; Fernández Soriano 1993).

El tercer criterio también se deriva del uso corpus. Cuando estos son el origen de las

tesis, se pueden establecer hechos discursivos que inciden en el uso del se, como procesos

paralelos (Aaron 2003), o hechos pragmáticos como subjetivización (Aaron and Cacoullos

2005). Por el contrario, cuando la base de las afirmaciones son ejemplos aislados, se pierde de

vista la importancia del contexto discursivo o situacional, y con ello se deja de lado aspectos

determinantes en cuanto a la configuración semántica y usos discursivos del clítico se.

Por último, el criterio más importante para determinar si un estudio pertenece a la

corriente formalista o funcionalista tiene que ver con la forma de categorizar. En los estudios

formalistas se tiende a presentar a las categorías de forma discreta, donde cada una supone un

nivel autónomo e independiente. En los estudios funcionalistas, la categorización se hace sobre

un modelo de prototipos (Givón 1986; Geeraerts 2006), en donde las diferentes categorías no

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tienen límites absolutos sino que se dan dentro de un continuo. Este modelo no sólo resulta útil

para demostrar cómo una construcción puede ser altamente prototípica con respecto a una

función, sino que evidencia el nivel de relación en cuanto a su valores semánticos. Este hecho, a

su vez, permite una explicación en los procesos de cambio diacrónico (Company Company

2003).

Teniendo en cuenta los cuatro criterios establecidos: uso de corpus, método inductivo vs.

deductivo, análisis de contexto discursivo-situacional y modelos de categorización, paso a

plantear lo que se ha propuesto sobre los usos del se, desde los dos paradigmas de la lingüística:

formalismo y funcionalismo. Una vez presentadas estas dos aproximaciones, plantearé cuáles

son los elementos que considero relevantes para dar cuenta de los usos actuales del clítico se.

2.1 Estudios sincrónicos formalistas

La caracterización de estudios formalistas sobre el se tiene que ver con los criterios expuestos,

más que con una adscripción explícita por parte de los autores que abordan el tema. De hecho,

muchos de ellos no podrían ser clasificados como tal, ya que la aparición de sus textos preceden

a la consolidación de la escuela formalista (Bello 1847; Menéndez Pidal 1905). Asumo a los

trabajos como formalistas, más por su oposición con los criterios funcionalistas, que por una

coherencia total en sus postulados.

En este grupo se pueden diferenciar dos aproximaciones básicas: los estudios de base

filológica y estructuralista, y los estudios generativistas. Considero que el primer grupo es el que

mejores aportes brinda para una caracterización de los usos del se, por lo que dedico a ellos la

atención de este apartado. Brevemente comentaré algunas propuestas generativistas.

Los autores de la línea filológica-estructuralista asumen el valor reflexivo del se como su

uso central (Gili Gaya 1943; Montes Giraldo 2003; Bello 1988; Zorraquino 1979). Este se

considera su uso paradigmático, puesto que los autores asumen que es el más frecuente - hecho

negado por los estudios de corpus (Bogard 2006)- y por la influencia del análisis filológico que

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se centra en la evolución desde el latín clásico, en donde el uso reflexivo efectivamente es el

dominante (Alvar 1983; Lapesa 1980).

Este principio epistémico es determinante para la clasificación del se. Una consecuencia

terminológica es que esta forma sea llamada “pronombre reflexivo” a pesar de que su uso como

pronombre solo haga parte de una de las funciones (correferencialidad) y que, dentro de ella, la

de reflexivo sea sólo la que se refiere a una entidad que ejerce una acción transitiva sobre sí

misma.

A partir de este criterio, las demás funciones se verán como un tipo de reflexivo. Así, la

función recíproca es asumida como una variante reflexiva. Se utilizan dos argumentos para tal

agrupación. Según Bello, lo que caracteriza la reflexividad es el hecho de que “una persona es

paciente y agente a la vez” (Bello 1988, 492). En una construcción recíproca, esta condición se

manifiesta en que las entidades son sujeto y objeto simultáneamente (Molina Redondo 1974). A

partir de tal representación, la construcciones recíprocas son un tipo de reflexivas donde hay

múltiples participantes (Alcina Franch and Blecua 1975, 910). Por otra parte, se asume que tanto

la función reflexiva, como la recíproca, tiene origen en que el clítico actúa como un duplicador

de función (Bogard 2006), por lo que estos dos usos deben ser agrupados bajo una misma

categoría. La mayoría de estudios formalistas (y algunos funcionalistas) concuerdan en que el

uso reflexivo y recíproco constituye una misma función del se en construcciones verbales

transitivas.

Los usos mencionados se asumen como los más claros y evidentes, y, por lo tanto, no

son incluidos en los estudios amplios sobre el fenómeno (Sánchez López 2002; Mendikoetxea

1999). La atención se centra en las funciones que desempeña el se en construcciones donde no

tiene un valor reflexivo. En este punto la categorización tiene múltiples aristas y sería de poco

benéfico para el propósito de este ensayo proveer una lista exhaustiva de sus funciones, que en

algunos casos llegan hasta doce (Montes Giraldo 2003)

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Puede decirse que la clasificación general de los estudios formalistas proviene de un

criterio básico: la sustitución por parte del se de uno de los argumentos de la oración o valencias

del verbo. Desde este principio, se propone que cuando el se sustituye al sujeto, se da una

función impersonal, y que cuando el se aparece junto a un objeto directo, asumido como sujeto

nocional, convierte la oración en una pasiva. Los argumentos utilizados para diferenciar estas

construcciones resultan por lo general de un análisis sintáctico, por ejemplo:

a) Se venden casas b) Se vende casas

En el primer caso, dada la concordancia entre el único argumento nominal de la oración (objeto

directo) con el verbo, se asume que esta oración es equivalente a una pasiva, mientras en el

segundo caso, la falta de concordancia supone que el sujeto está representado por el se, lo que la

haría impersonal (Alarcos Llorach 1980; Molina Redondo 1974). Un tipo similar de

argumentación subyace a los análisis generativistas. Estos plantean que existen dos tipos de

estructuras profundas diferentes (activas y pasivas) representadas superficialmente a través del

uso del se como marcador de impersonalidad o un elemento transformador de una pasiva

perifrástica (Luján 1979; Fernández Soriano 1993).

Por último, quedan los muchos casos donde el se no tiene un correlato dentro de la

oración (reflexivo-reciproco), ni se puede decir que reemplace a uno de los argumentos

(impersonal-pasiva). En estos casos, los estudios formalistas presentan una clasificación vario-

pinta según el autor que se consulte. Dada la amplitud en las aproximaciones, no me detendré a

explicar cada una de ellas. Sin embargo, vale la pena destacar el trabajo de Bello (1988, original

de 1847). Pese a no estar elaborado sobre una marco analítico consistente, las observaciones del

autor son muy agudas frente a los distintos matices significativos que el se puede incorporar a

las construcciones que él llama “cuasi-reflejas”. Es interesante ver que muchas de sus

observaciones coinciden con las interpretaciones que dan los estudios funcionalistas, en especial

en lo que respecta al grado de afectación.

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2.2 Estudios sincrónicos funcionalistas

Como mencioné antes, el criterio fundamental para la inclusión de los estudios en la perspectiva

funcionalista tiene que ver con su forma de categorización. A diferencia de la clasificación en

categorías discretas, como las mostradas en el apartado anterior, los estudios funcionalistas

proponen una mirada holística que ve un continuo en las diferentes categorías desde un modelo

de prototipos (Givón 1986; Geeraerts 2006).

De acuerdo a este principio común, presento lo que, hasta donde he podido estudiar, son

los trabajos más completos sobre las funciones semánticas del se en términos globales

(Maldonado 1999; Garcia 1975; Clements 2006; Azpiazu Torres 2004) y los estudios en

construcciones específicas (Aaron 2003; Aaron and Cacoullos 2005; R. Torres Cacoullos and

Schwenter 2008).

Con respecto al primer grupo, vale la pena destacar las tesis doctorales de García (1975)

y Maldonado (1999). El trabajo de García constituye el primer estudio que refuta los postulados

generativistas en la explicación de los usos del se. Su perspectiva se basa en una correlación

entre forma y contenido que busca proporcionar una explicación homogénea para todos los usos

(y no usos) de lo que ella llama el reflexivo romance. Esta posición, lleva a la autora a proponer

que en realidad existe un único tipo de se, que adquiere diferentes valores bajo procesos de

inferencia que se dan en la interacción comunicativa y de naturaleza semántica. De esta manera,

presenta ejemplos del tipo:

a) Juan y María se besan b) Juan y María se asustan

Para un análisis estrictamente formalista, no habría forma de explicar el porqué las dos

oraciones tienen lecturas distintas (recíproco/voz media) dado a que guardan características

sintácticas idénticas y ambos verbos son transitivos. García muestra que esta diferencia de

significado se debe a un proceso inferencial que se da de acuerdo a las nociones activadas por

los dos verbos (Garcia 1975, 154). En este sentido, se adelanta a lo que más adelante Fillmore

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llamará marcos semánticos (Fillmore 1982), es decir, conocimientos previos que determinan la

forma de interpretación de las unidades lingüísticas. De esta manera, García da cuenta detallada

de los diferentes usos del se, a partir una lógica de inferencias mediadas por conocimientos del

mundo, y sin necesidad de recurrir a una taxonomía de niveles discretos. Además de este aporte,

es el primer trabajo que introduce nociones de frecuencia sobre corpus, lo que le da una sólida

evidencia empírica a sus postulados.

El segundo trabajo importante, A media voz, de Ricardo Maldonado (1999), sigue una

línea de análisis similar, en el sentido de que se basa en criterios semánticos para la explicación

de los usos del clítico se. El autor propone, como se evidencia en el título, la existencia de la voz

media en español. Esta concepción es motivo de polémica en los estudios formalistas, puesto

que el español no tiene un marcador formal exclusivo para ella (Alarcos Llorach 1980). Este

argumento formalista no presenta mayor dificultad en su refutación: la voz es un fenómeno

semántico que puede ser expresado con múltiples recursos formales, incluida la forma del

pronombre reflexivo, como es común en varias lenguas indoeuropeas (Croft, Shyldkrot, and

Kemmer 1987; Clements 2006).

El autor asume a la voz media como un complejo sistema de representación semántica

que se da por medio de distintos grados de flujo de energía y de focalización de los

participantes. Esta concepción gradual lo lleva a plantear la existencia de categorías difusas que

están condicionadas por los dos continuos mencionados. Así, un enunciado como Valeria se

peinó, que bajo la mirada formalista sería considerado un ejemplo paradigmático de

construcción reflexiva, para una mirada desde la semántica cognitiva corresponde a una

instancia intermedia entre la voz reflexiva y la voz media, ya que “la separación entre sujeto y

objeto no se puede establecer, dado el carácter inherente de pelo con respecto a su poseedor”

(Maldonado 1999, 21). Este es un ejemplo de su tipo de análisis: parte de una interpretación

detallada de los enunciados para situarlos en estadios no discretos, de manera inductiva, en

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contraste con el determinismo de la posición formalista, que adecua enunciados a categorías

absolutas y preestablecidas.

El trabajo de Maldonado desarrolla gradualmente los criterios de focalización y flujo de

energía, para crear una red de instancias que actúan como base en la representación de otras. En

este sentido, las formas medias presentan un sistema coherente de relaciones semánticas,

sintácticas y conceptuales (Maldonado 1999, 400). Este objetivo totalizador es similar al de

García (1975), sin embargo, el aparato teórico de la autora tiene más influencia comunicativa y

el motor explicativo de los usos tiene relación estrecha con los procesos de inferencia.

Considero que estos dos trabajos son los estudios más completos sobre el se, y que, en

conjunto, proporcionan un panorama integral de sus usos, sin recurrir a una categorías discretas.

Sin embargo, no creo que cumplan absolutamente con los objetivos generalizadores propuestos.

En el caso de Maldonado (1999), su argumentación parte de: X enunciado es realizable, Y no,

por lo tanto…(teoría). Este método genera dudas en varios argumentos, por ejemplo: según el

autor “Nacho se le comió la manzana a Valeria” es agramatical (1999, 418). Desde mi posición

de hablante nativo, y mi conocimiento del dialecto colombiano (Bogotá-Cali) no solo diría que

este tipo de enunciados son gramaticales, sino incluso frecuentes. Si se demuestra la existencia

en el discurso de lo que Maldonado llama construcciones agramaticales, sus teorías resultan muy

debilitadas. Considero que esta deficiencia se debe a la falta de uso de corpus, y asumir criterios

de agramaticalidad a priori. Con muchos menos casos, García cae en generalizaciones

similares: por ejemplo, según la autora “Pedro se murió” implica que definitivamente él no fue

asesinado (García, 4; 155). Esta criterio no daría cabida a fenómenos como el que un rehén, en

una toma guerrillera en Colombia, haya dicho “acá nos vamos a morir si no hacen algo” en una

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llamada a un noticiero2. Este comentario evoca claramente la potencial muerte por asesinato,

por lo que la afirmación de García tendría que se matizada.

Otro de los aportes de la línea funcionalista al análisis del se lo dan los artículos de

Clements (2006) y Azpiazu Torres (2004). Estos autores parten del principio de que la

transitividad no es una categoría binaria, como lo propone la gramática tradicional, sino que se

trata de un fenómeno gradual (Hopper and Thompson 1980). Partiendo de que la función del se

está en gran medida determinada por el nivel de transitividad del verbo con el que interactúa,

proponen una escala de valores que varía de acuerdo al menor o mayor grado de transitividad de

la construcción.

La propuesta de Clements es que el clítico aporta un valor opuesto al nivel de

transitividad del verbo, es decir, si el clítico aparece con un verbo altamente transitivo, éste

reducirá su transitividad, al punto de llegar a anular una de las valencias del verbo. Uno de sus

ejemplos es el verbo enamorar, si este verbo es acompañado del se, no se hace necesario la

inclusión de un agente que genere el estado, sino que el participante asume el valor de

experimentante. Por otro lado, si el clítico interactúa con un verbo intransitivo, este incrementará

su transitividad, añadiendo uno o más de los criterios establecidos por Hopper and Thompson

(1980). Así, la diferencia entre dormir o dormirse radica en la telicidad, mientras que la

diferencia entre comer y comerse es la especificidad del objeto.

Azpiazu Torres (2004) llega a una conclusión similar. Su modelo propone un continuo

entre construcciones altamente transitivas donde el se ejerce una fuerza semántica que

desintrativiza el verbo, dando como resultado varios niveles dentro de la escala diatética, que

puede sintetizarse en: sujeto hace – sujeto experimenta – sujeto padece (Azpiazu Torres 2004,

11). Y en el otro extremo del continuo, el clítico tiene una función contraria, expletiva, donde se

                                                                                                               

2  Tomado  de  las  grabaciones  hechas  durante  la  toma,  por  parte  del  M-­‐19,    del  palacio  de  justicia  en  Colombia,  en  1985.    

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presenta un agente esquemático (impersonal), que en la mayoría de casos actúa también como

un reforzador aspectual.

Por último, dentro de esta breve descripción de las aproximaciones funcionalistas, vale la

pena citar los estudios basados en construcciones (Aaron 2003; Aaron and Cacoullos 2005; De

Mello 1996; R. Torres Cacoullos and Schwenter 2008). En estos casos, los autores, en lugar de

proponer explicaciones genéricas del clítico se, parten del análisis de su aparición junto a verbos

específicos. Esta estrategia les permite analizar de forma variacionista los factores

estadísticamente relevantes que inciden en la pronominalización.

De esta manera, Aaron (2003) propone que en las construcciones que involucran

desplazamiento (salir, ir, entrar etc.) la aparición de se junto al verbo genera un grado mayor de

dinamismo energético, confirmado la tesis de Maldonado (1999). Por otra parte, factores como

proceso paralelo, es decir, la previa aparición de construcciones similares, o elementos

pragmáticos, como la contra expectativa frente al evento, juegan un rol importante en la

selección de la forma pronominal.

El trabajo de Aaron y Cacoullos (2005) presenta la misma metodología, método

variacionista, basado en corpus. En este caso, los resultados demuestran que el uso del se es

favorecido por factores de subjetividad, es decir, el nivel de involucramiento del hablante frente

al evento. La fórmula para medir tal criterio se basa en la aparición del clítico junto a verbos

conjugados en primera persona o en tercera con referentes cercanos al hablante.

En una línea similar, Torres Cacoullos y Schwenter (2008) analizan el uso del clítico se

en los verbos subir(se) y bajar(se). Uno de los resultados más importantes de este trabajo es el

reconocimiento de que el uso del se aparece favorecido en determinadas construcciónes. Este

punto es significativo, puesto que no son criterios abstractos los que determinan su aparición,

sino que intervienen factores relacionados con el frecuencia de uso de la construcción, como

niveles de agrupamiento (constuency), y por lo tanto, formularicidad, hechos que han

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demostrado tener una gran importa en la forma en que se estructura la lengua (Joan L. Bybee

2007; Joan L. Bybee and Paul Hopper 2001).

2.3 Conclusiones

Esta primera sección, estudios sincrónicos, ha tenido la intención de responder a la pregunta:

¿Cuáles son los usos actuales del se? La estrategia que he tomado es presentar un breve estado

de la cuestión, en vez de dar una lista de usos y ejemplos, como lo haría un enfoque formalista.

La mención de los estudios ha demostrado la variedad de perspectivas que se le puede dar a la

pregunta, por lo que considero útil el definir primero cual serían aquellos que mejores

herramientas analíticas aportan y, a partir de éstos, proponer un modelo que permita la

interpretación de los distintas construcciones donde aparece el clítico se.

La primera conclusión es que las aproximaciones funcionalistas tienen los

métodos y marcos teóricos que mayor profundidad y nivel explicativo pueden proveer al

análisis. La perspectiva formalista de asumir al se como un anulador de valencia deja de lado

muchos hechos significativos del clítico. Por otra parte, la divergencia terminológica a la que

llega este procedimiento y la debilidad en su argumentación crean más dudas que respuestas.

Dentro del aproximación funcionalista se ha visto una diversidad de planteamientos. De

acuerdo a los criterios que usé para la inclusión de los estudios dentro de esta perspectiva (uso

de corpus, método inductivo, análisis de contexto discursivo-situacional, y categorización por

medio de prototipos), los diferentes estudios se pueden plantear en un continuo, siendo los que

reúnen todas estas características los más funcionalistas, y, a medida que se dejan de lado

algunas de ellas, menos funcionalistas. Como conclusión, siguiendo estos criterios, considero a

la corriente funcionalista “radical”, la que incluye todos los criterios, la más apropiada para una

explicación de los usos del clítico se, y paso a exponer las razones.

En primer lugar, destacaría la importancia de una metodología basada en el estudio de

corpus. Este método tiene tanto coherencia teórica como beneficios en cuanto a la información

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que nos provee. En cuanto a la coherencia teórica, nos permite ser consistentes frente a los

objetivos de la lingüística, si queremos describir y explicar los fenómenos del lenguaje, tenemos

que partir de su manifestación: el uso que de él hacen los hablantes. En cuanto a la información

que nos provee, se ha demostrado la existencia de factores discursivos y pragmáticos que

influyen en la elección del clítico. Esto sólo es rescatable a través de un análisis de los elementos

contextuales dentro de un corpus. Por otra parte, nos permite evitar juicios a priori, y contrastar

los contra-ejemplos dentro de un marco estadístico, lo que nos pueden llevar a explicaciones de

variación y frecuencia.

En segundo lugar, plantearía la importancia de analizar construcciones específicas en

lugar de proponer una teórica genérica frente al clítico se, es decir utilizaría un método

inductivo. Aunque la generalización y el objetivo de dar un explicación globalizadora es muy

sugestiva, creo que la naturaleza del objeto de estudio está condicionada por diferentes

variables, que hacen imposible tal empresa. Una de las razones es puramente semántica. Creo

que la configuración significativa de las construcciones se da por medio de blendings (G.

Fauconnier and Turner 1994), asumidos como “the construction of additional spaces with

emergent structure, not directly available from the imput domains” (idem, 365). En este sentido,

no es la suma del valor semántico del verbo y del clítico los que generan el significado, sino la

interacción entre ellos, del cual emerge un sentido único. Esta posición no significa que cada

construcción sea una función única del clítico se. Creo que hay niveles de regularidad (como

mencionaré mas adelante) pero que tienen que ser demostrados a partir de instancias específicas.

En tercer lugar, considero importante el análisis de construcciones específicas si se

tiene en cuenta que cada una de ellas está determinada por factores de gramaticalización

distintos (siguiente apartado). En este sentido, por ejemplo, una construcción con verbos como

morir/ morirse puede plantear la pregunta de qué aporta semánticamente el clítico se al verbo,

mientras que el contraste entre dormir/dormirse no generaría el mismo objetivo, pues puede

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considerarse que dormirse ha pasado por un proceso de lexicalización en el cual el verbo

designa un cambio de estado, mientras dormir es un verbo durativo. Es decir, pese a su factor

común, estamos frente a dos verbos distintos. Por otra parte, son muchas las construcciones que

se han cristalizado junto al se, por ejemplo “me morí del susto”. Sería bastante raro encontrar

“morí del susto” por lo que es importante tener en cuenta estas regularidades formulaícas al

momento de presentar un análisis de las construcciones y sus significación.

Teniendo estos elementos en cuenta, paso a proponer lo que todos los estudios

funcionalistas comparten: una categorización semántica basada en un modelo de prototipos. Esta

es, sin lugar a dudas, la mejor manera de caracterizar el clítico se y en general todas las unidades

lingüísticas. En este sentido, considero que la escala de transitividad propuesta por Hopper y

Thompson (1980) y aplicada por Azpiazu Torres (2004) y Clements (2006), recoge de manera

integral las distintas significaciones que el se puede desempeñar en construcciones específicas, y

permite incluir, sin necesidad de elaborar otra escala, los criterios de flujo de energía y

focalización propuestos por Maldonado (1999). La representación general de esta escala sería:

Alta transitividad + Participantes + Kinesis (flujo de energía) Telico Puntual + Volitivo + Agentividad + Individuación (focalización) + Afectación

Baja transitividad - Participantes

- Kinesis (Flujo de energía) Atelico

No puntual - Volitivo

- Agentividad - Individuación (focalización)

- Afectación Reflexivo valores medios Impersonal

A partir de esta escala, una construcción verbal podría ser clasificada dentro del continuo de

acuerdo al nivel (o niveles) que sean aumentados o reducidos por la presencia del clítico se. Es

importante aclarar que los niveles se modifican de forma independiente, aunque muchas veces el

cambio de uno afecte a otros. Según Clements (2006) y Azpiazu Torres (2004) el se

desintrativizaría una construcción altamente transitiva y de forma opuesta, construcciones de

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baja transitividad, serían transitivizadas. Aunque ésta pueda ser una regularidad, no creo que

deba ser tomada como principio absoluto. Por ejemplo, en un contraste del tipo:

Mataron a mi perrita ayer / Me mataron a mi perrita ayer (comentario escuchado a un conocido)

Podríamos decir que, pese a la alta transitividad de la construcción sin se, la presencia

del clítico aumenta aun más el nivel de transitividad, ya que: 1) aumenta los participantes - el

enunciador se incluye en forma dativa- Esto a su vez genera 2) aumento de focalización – el

enunciador aparece situado como tópico relevante en la construcción y 3) la construcción eleva

su nivel de afectación – el enunciador aparece como participante afectado por la acción.

Otro ejemplo para ilustrar la incidencia en el nivel de transitividad, podría verse en

verbos de movimiento:

Salí del salón a las cinco / Me salí del salón a las cinco

En este caso, la presencia del clítico es consistente con la hipótesis de Clements (2006).

La construcción sin se tiene una lectura de baja transitividad. La presencia del clítico en este

caso aumenta 1) la agentividad – el enunciador parece tener mas control sobre la acción – 2) la

volicionalidad – dado este control, se puede inferir su deseo de realizar la acción, y 3) el nivel

de kinesis y aspectualidad – la acción parece ser desarrollada con mayor energía y por lo tanto

con mayor rapidez.

La elección de este último ejemplo tiene como intención mostrar el hecho en el que he

venido insistiendo: no es posible dar una explicación absoluta de enunciados aislados, sin tener

en cuenta los factores pragmático-discursivos. En este caso, como lo muestra Aaron (2003) la

elección del clítico puede estar relacionada con una contra expectativa (por ejemplo, que dentro

del discurso se hubiera indicado que la clase terminaba a las 5:30). Esta lectura es consistente

con los factores de transitividad mencionados.

Como conclusión, el se puede tener múltiples funciones dentro de una misma

construcción, no solo en términos de activar varios de los niveles de transitividad, sino de

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incorporar elementos pragmático-discursivos de forma integral y complementaria. Su estudio

debe partir de las construcciones en contexto, y su caracterización permitirá acercarlos a

instancias dentro del continuo.

3. Estudios Diacrónicos

Si los estudios sincrónicos sobre el se presentan diversidad de posiciones, no lo es menos lo que

respecta a los estudios relacionados con su desarrollo diacrónico. Considero que las diferencias

que se han planteado frente a su origen no se derivan de una falta del consenso frente al proceso

de cambio como tal, pues los datos son incontrovertibles, sino a los posiciones asumidas con

respecto al concepto de voz – de ahí su categorización – y la diferente identificación de lo que es

una lengua en el plano diacrónico.

Este último criterio tiene un impacto en lo que se ha propuesto como las etapas de

cambio. Muchos de los estudios sobre el tema parten de una diferencia no matizada entro lo que

es el latín y el español. Este es uno de los motivos que más confusión crea, pues pretende

diferenciar dos categorías que en realidad pertenecen a un continuo. Nuevamente toma

importancia la categorización en prototipos, que nos permite plantear la relación entre las

diferentes etapas de desarrollo de acuerdo a su baja o alta prototipicidad. Si asumimos esta

perspectiva, mas que dos lenguas discretas, estamos frente a un continuo que va desde un latín

prototípico (imperial) – un hispano romance – un español medieval – y un español prototípico

(moderno) (Penny 2000).

La otra causa de divergencia tiene que ver con la base teórica sobre la cual reposan los

estudios, en especial con lo que respecta a la noción de voz. Estas diferencias presentan muchos

matices, pero pueden englobarse en dos criterios: aquellas posiciones que establecen una

dicotomía entre dos sistemas básicos de voz: activo y pasivo, donde la media constituye un

punto entre éstas (la mayoría de estudios filológicos) o donde la noción de voz media es negada

(Alarcos Llorach 1980). Por otra parte, están los autores que asumen a los sistemas básicos de

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voz como activo y medio, donde las pasivas se incluyen y se derivan de este último sistema

(Azpiazu Torres 2004; Croft, Shyldkrot, and Kemmer 1987; Maldonado 1999).

Como plantee en el modelo para la caracterización de los usos del se, me inclino por esta

última perspectiva, si se asume que la voz media presenta una variación relacionada con niveles

de transitividad, en especial el grado de distinción (distinguishability) y afectación (Kemmer

1993) así como el grado en el flujo de energía y focalización (Maldonado 1999). Es decir,

asumo a la voz media de forma semántica y general como indicador de que “the action or state

affects the subject of the verb or his interests” (Lyons, 1969, citado por Kemmer, 1993). Esto no

significa que desconozca o descalifique las aproximaciones que se dan desde la otra perspectiva.

Por el contrario, creo que allí es donde se plantea de forma más detallada y precisa las etapas de

cambio, en especial Bogard (2006) Sánchez López (2002) y Monge (2002, original 1955).

Para no generar confusión terminológica, usaré las categorías a las que se refieren los

autores mencionados, como pasivas, anticausativas, incoactivas etc., dando por entendido que

las considero como parte del continuo de la voz media.

La pregunta inicial acerca del origen del se nos remonta al latín prototípico (imperial). El

primer factor para tener en cuenta es que esta variedad genera el significado gramatical a partir

de morfemas tanto en nombres (declinaciones) como en verbos (desinencias): se trata de una

lengua altamente sintética. En este sentido, la desinencia -r como en lavatur podían tener dos

interpretaciones: pasiva “es bañado” o reflexivo “se baña” que se infería por el contexto (Monge

2002). Con el proceso de analizabilidad, se pierde esta terminación y se empieza a usar el

pronombre se para marcar la reflexividad (Jupiter mutaba sese: Jupiter se transformaba a sí

mismo, en Sánchez López 2002, 126). Con el tiempo, la marcación de reflexividad se extiende a

otras donde el sujeto no tiene responsabilidad (Iam ego me convortam in hirudinem: ya me

convirtiera yo en sanguijuela, ídem). Lo que se evidencia en esta primera etapa es un cambio en

el latín donde el reflexivo directo, pasa a un reflexivo indirecto o lo que consideraríamos una

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voz media. En este sentido, se podría confirmar que “el origen de las pasivas e impersonales con

se está en la existencia, ya en latín, de construcciones medias caracterizadas por su forma

reflexiva” (Sánchez López 2002, 124)

La construcciones “reflexivas” iniciales se caracterizaban por tener un sujeto humano

junto a verbos transitivos. De esta instancia se derivan dos cambios paralelos y

complementarios: el se empieza a ser usado con sujetos no animados, por ejemplo: yo veo que’s

deuen poner las cosas en tres maneras (Siglo XII, tomado de Monge 2002, 354) y a ser usado

con verbos intransitivos: E fuese Diana a Senceba (año 1136, tomado de Maldonado 1989).

Estos dos cambios representan una “desdibujación del agente” (Sánchez López 2002, 137)

dentro de las construcciones con se.

Vale la pena advertir que estos usos no significan el origen de la voz media como valor

significativo. Este valor, como anotan Croft, Shyldkrot y Kemmer (1987) puede ser manifestado

a través del significado léxico del verbo, que se daba en latín en casos como aegrotat:

enfermarse o ardeo: arder. Lo que se da es un paso hacia una marcación morfológica de voz

media que se realiza por medio del pronombre reflexivo, o en palabras de los autores

mencionados “in one of the best attested case of evolution of the middle voice, that of the

reflexive forms from Latin to Romance, the middle voice uses were adquiere gradually by the

reflexive pronoum form” (idem, 186).

El fenómeno interesante es que una vez dada la marcación morfológica a través del

clítico, éste se anexa a los verbos con valor medio, que para el 750 d.C eran casi todos

intransitivos (Maldonado 1989, 345). Esto supone el inicio de la pronominalización, y explica el

hecho de que la mayoría de verbos que tienen sentido medio en español de produzcan con

altísima frecuencia usando el clítico se (levantarse, acostarse, enfermarse etc.).

A partir de lo mostrado, se hace evidente que el clítico se en latín pasa por un cambio

típico de gramaticalización. Este es un proceso central en el cambio lingüístico, y dentro de las

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características asociadas a él, se encuentra la ampliación funcional (y por lo tanto distributiva)

de una unidad lingüística (Company Company 2003). Si asumimos que la unidad central de la

lengua es la construcción (Goldberg 1995), estamos frente al hecho de que la gramaticalización

no se da en el clítico como tal, sino en las construcciones donde éste aparece, es decir, en su

interacción frente a determinados verbos. Este hecho, a su vez, está mediado por la fijación de

estrategias discursivas (Company Company 2003).

Este último punto es fundamental en la comprensión del cambio lingüístico. A diferencia

de los estudios diacrónicos tradicionales, que proyectan la evolución de la lengua desde una

mirada teleológica (independiente a su uso), una mirada de gramaticalización asume a éste como

el factor determinante en el proceso de cambio, y en relación con esto, propone a la frecuencia

como motor central en el proceso de evolución de determinadas instancias (Bybee and Paul

Hopper 2001, 3). Esta propuesta explica el hecho de que las primeras construcciones donde se

amplía la funcionalidad del clítico se, sean aquellas que incorpora verbos de alta frecuencia: de

movimiento y cambio de estado (Sánchez López 2002; Maldonado 1989).

El uso continuo de estas expresiones da origen a otro de los fenómenos de

gramaticalización, el debilitamiento del significado referencial y la ganancia de nuevos usos

(Company Company 1997; Paul J. Hopper and Elizabeth Closs Traugott 2003). Este proceso y

su relación con la frecuencia se entiende como semantic bleaching, en términos de Bybee and

Thompson (1997), y da como resultado el que la unidades frecuentes puedan ser interpretadas en

diferentes contextos discursivos gracias a extensiones metafóricas (Company Company 2003;

Maldonado 1989).

Este último proceso se relaciona con el fenómeno de subjetivización, o en nivel

involucramiento del hablante frente a lo enunciado (Traugott 1995). Este factor explica el

aumento funcional del clítico se en los dos grupos verbales mencionados. Con respecto al de

cambio de estado, es natural suponer que cuando éste se da en humanos, activen nociones

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valorativas en el hablante, aumentando las posibilidades del uso de se que elevan el nivel de

afectación (Maldonado 1999). Por otra parte, Aaron and Cacoullos (2005), muestran el efecto de

la subjetivización en el cambio diacrónico de los verbos de movimiento, en especial salirse,

dada la cualidad semántica de esta construcción de expresar un evento no anticipado o de

contra-expectativa.

Los procesos mencionados, blanqueamiento semántico y subjetivización, permiten

explicar la expansión funcional de clítico se en los distintos niveles de la voz media en el latín.

En este sentido, hay consenso entre los autores en que cuando el latín llega a su etapa tardía (e

inicio del español), ya tiene incorporados a la clásica función reflexiva, aquellas funciones

derivadas de la voz media (afectación, telicidad, contraexpectativa etc.). La diferencia entre los

autores corresponde a que, según algunos, los valores pasivos e impersonales son una

innovación propia de las romances (Azpiazu Torres 2004, 11; Sánchez López 2002, 131),

mientras que otros aseguran que estos valores ya estaban dados en Latín (Bogard 2006;

Maldonado 1989). Respaldando la última perspectiva, la misma Sánchez López expone un

contra-ejemplo a su afirmación: Neque herba nascetur, queque lutamenta scident se – ni la

hierba nace, ni se rompe el barro (126).

Sin entrar a mediar en esta polémica, y asumiendo que la divergencia tiene un origen

terminológico, lo que se puede establecer es que en el inicio del español, el clítico se

desempeñaba varias funciones. En este sentido, la única referencia con un corpus extenso que

busca explorarlas a cabalidad desde el siglo XII al XVI, se encuentran en Bogard (2006). Por la

importancia de su trabajo, cito a continuación la tabla que sintetiza los resultados de su

investigación:

Función/Siglo XII % XIII % XIV % XV % XVI % Total % Reflexivo Reciproco Impersonal Pasiva Anticausativa Antipasiva

21.5 3.1 1.5 3.8 36.9 3.8

23.3 4.3 2.2 4.3 29.6 8.4

21.5 2.7 3.2 15.3 24.5 10.3

15.5 0.6 4.3 21.2 35.3 10.7

15.3 1.2 5.8 27.2 28.6 6.0

18.6 2.1 3.9 17.1 30.3 8.3

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Aspecto Afectación

22.3 6.2

20.2 7.2

21.2 0.6

6.4 3.3

9.7 4.2

14.0 1.5

Funciones del clítico se (siglo XII al XVI)3

Si asumimos que las categorías pasíva, anticausativa, antipasiva, aspecto y afectación

corresponden a diferentes instancias de la voz media, se evidencia que esta función es la más

productiva desde los origenes del español y se mantiene de manera estable hasta el siglo XVI

(46.5% del total). Esta conclusión es uno de los resultados más llamativos de la investigación,

pues la mayoría de estudios predicen que una vez iniciado el proceso de gramaticalización, este

presentará un continuo desarrollo, tanto en funcionalidad como en distribución (Company

Company 2003; Croft, Shyldkrot, and Kemmer 1987; Sánchez López 2002; Maldonado 1989).

En este sentido, la investigación de Bogard (2006) confirma que se da una tendencia en

el aumento cuantitativo del clítico, y sin embargo, “en términos de sus funciones y de su

distribución porcentual promedio, el clítico reflexivo ya se comporta en el siglo XII en lo

esencial como lo hace actualmente” (Bogard 2006, 865).

Según esta conclusión, el clítico se habría llegado a un estado de estabilidad en cuanto a

su gramaticalización desde finales del hispano romance y origenes del español medieval. Este

resultado debe ser tomado con cierta cautela. En primer lugar, los datos del autor llegan hasta el

siglo XVI, por lo que no tenemos evidencia de corpus que nos muestren si en los siglos

posteriores se haya presentado variación funcional o distributiva. Por otro lado, y lo que

considero más relevante, es que el autor plantea un estudio diacrónico homogéneo, es decir, no

separa los tipos de construcciones verbales. Como se expuso antes, la gramaticalización se da en

construcciones, por lo que es predecible suponer que algunas de ellas - las más frecuentes y las

que mayor nivel de subjetividad supongan - tendrán un proceso diferente al resto, por lo que se

hace necesario comparar estos resultados genéricos con estudios de construcciones específicas, y

                                                                                                               

3  Tomado  de  Bogard  (2006,  774).  En  la  tabla  sólo  incluyo  los  valores  porcentuales.    

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así determinar cuáles son los núcleos que presentan mayor gramaticalización y cuáles presentan

mayor estabilidad.  

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