Revista 15-02-2013
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Transcript of Revista 15-02-2013
“Provocador, agresivo y chulo”. De esta
manera definía hace no mucho un diario
deportivo a uno de los jugadores más
mediáticos del panorama futbolístico
actual. Tres adjetivos relacionados
íntimamente con características
psicológicas de dicho profesional.
Pues bien, dado el interés suscitado por
este apartado psicológico en el mundo
deportivo, incluso en los periódicos
futbolísticos de mayor tirada, creemos
conveniente proporcionar a todo aquel
que esté interesado en un campo tan
atractivo como desconocido aún, como
es la psicología deportiva, una serie de
conocimientos básicos para desentrañar,
de una manera más acertada y menos
trivial, los elementos clave de
situaciones reales que pueden ocurrir,
ocurren y, obviamente, ocurrirán en
nuestro querido mundo del fútbol, tanto
a nivel amateur como, eminentemente, a
nivel profesional y de élite.
En este primer artículo, muy relacionado
con los tres “piropos” que mencionamos
al inicio, vamos a tratar uno de los
aspectos fundamentales a nivel
psicológico en el seno de un vestuario, el
cual puede llegar a convertirse en todo
un reto para directivos y entrenadores de
máximo nivel. Estamos hablando del
tratamiento de egos.
Pero primero, antes de sumergirnos más
en profundidad en este apartado tan
interesante como controvertido,
debemos empezar por especificar y
aclarar de qué estamos hablando. Para
ser más correctos, en el mundo de la
psicología, ya sea deportiva o de
cualquier otra índole, no se habla de ego
como tal, sino que manejamos dos
términos más oportunos y concretos:
autoconcepto y autoestima.
A priori son términos muy parecidos, con
una misma raíz etimológica (auto), lo cual
nos lleva a pensar, obviamente, que
están relacionados con cuestiones
propias, es decir, con pensamientos de
uno mismo. Sin embargo, para hablar con
propiedad es interesante diferenciarlos y,
por tanto, tener mayor conocimiento de
a qué nos referimos.
Cuando hablamos de autoconcepto nos
referimos a la descripción que hacemos
cada uno acerca de nosotros mismos, es
decir, lo que percibimos, de una manera
neutra, sin establecer juicios ni
valoraciones. Por tanto no existen
autoconceptos buenos ni malos, en
cualquier caso, existen autoconceptos
más o menos realistas.
Íntimamente relacionada con el
autoconcepto encontramos la
autoestima, es decir, el juicio de valor, la
evaluación, ya sea positiva o negativa, de
nuestro autoconcepto. A esto es
realmente a lo que nos referimos cuando
hablamos del ego de tal jugador o
entrenador.
Para un mejor análisis de este concepto,
conviene tener en cuenta las
implicaciones de dicha evaluación, ya sea
positiva o negativa, con respecto a:
Son los aspectos relacionados con la
confianza/desconfianza que tenemos en
nosotros mismos y que influyen en
nuestro bienestar/malestar emocional.
En otras palabras, la
confianza/desconfianza que depositamos
en los demás, el sentimiento de
aprecio/rechazo por el resto hacia
nosotros y la capacidad de mayor o
menor autonomía respecto al grupo en el
que nos encontramos.
Teniendo en cuenta los dos factores
anteriormente mencionados, el
desempeño del futbolista será más o
menos exitoso dependiendo del tipo de
autoestima que presente, y como ésta
sea tratada (o por qué no decirlo,
manipulada) por su cuerpo técnico (en el
cual destacamos la figura del entrenador
y del psicólogo deportivo).
Siendo sinceros, no nos hace falta buscar
mucho para encontrar casos de
problemas con el ego de algún jugador
en el fútbol de élite. A decir verdad,
como mencionábamos antes, casi resulta
ya algo natural y un aspecto más con el
que los entrenadores deben tratar.
Nosotros mismos
Las personas de nuestro entorno
Desempeño profesional
Desempeño profesional
Ha habido casos muy llamativos, todos
recordamos aquella “caricia” de
Djalminha a Irureta, aquel francés que
llegó al Madrid con vitola de estrella,
Nicolás Anelka, o si nos remontamos más
en el tiempo, podemos recordar aquellos
problemas de Hugo Sánchez con Leo
Beenhakker y Ramón Mendoza. Un caso
menos conocido en España y que derivó
en graves problemas con la bebida y
otros problemas sociales fue el de la
estrella inglesa George Best.
Casos actuales podemos encontrar en
todos los equipos de las clases nobles de
nuestro fútbol.
Futbolistas que tienen un autoconcepto
tan…si nos lo permiten “endiosado”, que
obviamente les aleja de la realidad y
equivoca su autoestima. Cuando en
alguna situación deportiva, estos
jugadores cometen errores, debido a
esta característica psicológica, no los ven
como propios sino que llegan a pensar
que es culpa de otra causa. Por ejemplo,
les han pasado mal el balón, les han
arrebatado la posesión del balón y piden
falta (sin que lo haya sido). Debemos
mencionar que normalmente debido al
alto grado de autoestima y
autoconcepto que tienen, ellos mismos
se exigen demasiado, y esto, como
decíamos, les conduce a no aceptar los
errores propios ni ajenos.
¿Es realmente tan complicado
“sujetar” mentalmente a un jugador
de élite?, la respuesta: sí, sin duda.
Pónganse en la piel de una persona de 25
años, en plenitud física, que no va a tener
problemas económicos (si no hace
locuras) en su vida y que casi la totalidad
del mundo quisiera estar en su situación.
De esta manera, casi parece lógico que
estos jugadores puedan tener problemas
de ego.
Los excesos fueron una constante en la carrera
de George Best. “Si yo hubiera nacido feo, no
hubiérais oído hablar de Pelé”, una de las frases
más célebres del “quinto Beatle”.
¿Cómo debe actuar el entrenador para y
con estos problemas? Bien, como las
comparaciones son odiosas, pongamos
un ejemplo propio, un ejemplo nuestro.
¿Qué les parece un equipo de zona alta
de tabla?, un equipo que lucha por los
cuatro primeros puestos. Dicho equipo
tiene jugadores en la plantilla con un
importante salario y también con un
destacado currículo en su carrera que les
garantiza un nombre en la historia de
nuestro deporte. En concreto hay un
determinado jugador, de unas
características envidiables, tiene 26 años
de edad, y además de la cantidad
económica que recibe por el fútbol, tiene
un par de contratos publicitarios, ya que
da el perfil para ello. No nos pillemos los
dedos y concretemos que no todos
tienen que tener problemas, de hecho
los hay muy humildes y trabajadores;
pero, ¿No les parece un ejemplo en el
que se pueden dar problemas con el ego?
De acuerdo. Puesto el ejemplo, veamos
qué hacemos cuando se nos presenta el
problema.
En primer lugar, un enfoque adecuado,
tanto para el entrenador como para el
psicólogo deportivo, es abordar el caso
desde una perspectiva grupal, tomando
conciencia del carácter colectivo de este
deporte, y no haciendo caso omiso al
hecho de que en fútbol, las acciones y el
comportamiento de un solo jugador
repercute en el rendimiento y éxito de un
colectivo completo, y no sólo en su
propia persona.
Para tratar este caso de una forma
grupal, convendría tener en cuenta una
teoría promovida por el gran psicólogo
social Martin Seligman, la teoría de los
Estilos Atributivos. Esta teoría establece,
en una de sus vertientes más sencillas,
pero a la par, más prácticas, cuatro
características a las que, como su
nombre indica, atribuir los éxitos o
fracasos conseguidos en el desempeño
de una determinada tarea.
Estas categorías se agrupan por parejas
antagónicas, quedando clasificadas de
esta manera:
El sujeto percibe las causas de un éxito o
fracaso como controlables, o por el
contrario, percibe que no ejerce ningún
control sobre estas causas.
El sujeto percibe que la causa de su éxito
o fracaso se encuentra en él mismo o,
por el contrario, atribuye dichos éxitos o
Martin Seligman, una eminencia en el campo
de la psicología social.
Controlabilidad de las causas
Locus o lugar de origen de las causas
fracasos a factores externos que nada
tienen que ver con él.
Teniendo en cuenta esta teoría, y a la
vista del caso práctico que planteamos, el
entrenador debe hacer especial hincapié
en la atribución realista y positiva de las
razones del éxito o fracaso del
desempeño deportivo del equipo. Por
tanto, deberá centrar sus esfuerzos en
orientar la perspectiva del jugador hacia
los factores controlables de su labor
como futbolista, factores como el trabajo
duro, el constante entrenamiento, la
concentración, la cooperación entre los
distintos jugadores, etc. Por otro lado,
también deberá poner especial énfasis en
remarcar al jugador problemático el
origen del buen o mal rendimiento que
pueda tener, haciéndole ver que los
éxitos o fracasos dependen de él y su
equipo, y no de factores externos ajenos
a su propia figura, intentando equilibrar
esta atribución, dándole un tinte positivo
enfatizando especialmente los aspectos
relacionados con el buen trabajo
realizado por el propio futbolista. En
resumen, la tan manida frase, pero no
menos cierta, de “ganamos y perdemos
todos, y todos somos responsables”.
Y de la mano de este último concepto, la
responsabilidad, encontramos otra
herramienta muy útil para el entrenador
en casos de difícil manejo, como el que
hemos expuesto.
Depositar buena parte de la
responsabilidad en el jugador
problemático, dotándole de un cierto
grado de liderazgo dentro del grupo,
siempre sujeto a la autoridad del cuerpo
técnico, ayudará al propio entrenador a
centrar la atención y la motivación del
futbolista en el colectivo, propiciando un
mejor rendimiento y comportamiento
que revierta en un buen desempeño
deportivo.
Por último, y siempre como último
recurso, pero sin perderlo de vista en
determinados casos que se convierten en
inabordables, tenemos la herramienta de
las medidas disciplinarias, que puede
tomar el club en un momento
determinado, ya que, como cualquier
psicólogo sabe, el “paciente” que no
tiene sensación alguna de necesidad de
ser tratado, deja de ser susceptible a
ninguna medida “no punitiva” o
disciplinaria, esto es, sólo una sanción o
castigo pueden tener un efecto positivo
e incluso ejemplarizante para que la
actitud del futbolista experimente un
cambio adecuado.
Pocos son los defensores de la gestión de Mancini al frente del City. El crédito
ganado con la victoria en la pasada Premier se ha agotado con una temporada
plagada de polémicas en el vestuario y fracasos deportivos. Ha llegado la era de
cambiar al director en este nuevo rico del fútbol mundial.
La figura de Roberto Mancini es una de
las más controvertidas en el fútbol
actual. Si miramos su palmarés se podría
afirmar que es un técnico de notable
éxito, mientras que si nos detenemos en
sus planteamientos tácticos le
tacharíamos de cicatero. Levantar las
copas puede valer para justificar el
carácter ultradefensivo que inyecta a
menudo a sus equipos, pero cuando los
títulos empiezan a escasear los rumores
de destitución no tardan en
multiplicarse.
En poco más de una década al frente de
los banquillos de Fiorentina, Lazio, Inter
de Milán y Manchester City ha forjado un
palmarés digno de mención: cuatro
Copas de Italia, dos Supercopas de Italia,
tres Serie A, una FA Cup, una Premier
League y una Community Shield. No se
ha ido con las manos vacías en ninguno
de los equipos que ha dirigido. A pesar de
las críticas que arrecian a diario contra él,
su trayectoria en el terreno doméstico, y
no precisamente en las competiciones
europeas, es su mejor aval para
defenderse ante el ejército de críticos
que abundan en su contra.
Pese a sus títulos, Mancini fue un blanco predilecto
de la prensa durante su estancia en el Inter.
Oír hablar de Mancini en nuestros días
suele ir acompañado de adjetivos como
cicatero, ultradefensivo, ramplón,
miedoso, cobarde…, todos ellos intentan
hacer hincapié en su excesiva pasión por
primar el aspecto defensivo sobre el
ofensivo y su poca ambición como
estratega futbolístico. La última prueba
de ello la tuvimos el fin de semana
pasado: con el marcador adverso (3-1
perdía en el campo del Southampton de
Mauricio Pochettino) y la Premier
acercándose casi de forma definitiva a las
vitrinas de su rival en la ciudad, Mancio
optó por sustituir a Silva para dar entrada
a Maicon. El miedo había vuelto a ganar
la partida a la ambición. Otra vez más un
cambio del italiano carecía de sentido
para la mayoría de los más reputados
analistas. Al día siguiente, previa victoria
del United en Old Trafford ante el
Everton, la Premier se tiñó
definitivamente de rojo. 12 puntos a falta
de 13 jornadas es una distancia
demasiado cómoda para el equipo de
Ferguson.
La vida de Mancini en el banquillo del
City ha tenido tantos altibajos que parece
el perfil de la etapa reina del Tour de
Francia. Llegar a mitad de temporada a
un equipo que tiene “el dinero por
castigo” no es un reto fácil. Al jeque
Mansour bin Zayed Al Nahyan no sólo le
acompañaron millones de petrodólares
para reventar cada verano el mercado
futbolístico, sino que se desbordaron las
ilusiones de una afición poco
acostumbrada a saborear las mieles del
éxito.
Nadie puede dudar que al técnico
italiano le han dado los mimbres
necesarios para hacer un equipo
ganador. Esto es el fútbol, no se puede
tener a Touré, Agüero, Dzeko, Tévez,
Silva, Nasri, Balotelli, Kompany, Hart … y
conformarte por pelear y, en ocasiones
ganar, los títulos nacionales mientras en
la Champions tus participaciones se
cuentan por decepciones.
Mancini ha pasado a la historia del City
por ser el entrenador que, tras una larga
espera de más de 40 años, les devolvió el
Silva, junto a Nasri, representan la
creatividad en el juego del City. Ha sabido
adaptarse al fútbol de la Premier.
Mansour bin Zayed Al Nahyan,
su dinero cambio el curso de
la historia de los sky blue.
cetro liguero; pero también su figura será
recordada por no haber cumplido las
expectativas de un proyecto cuyos límites
excedían sobremanera las Islas
Británicas.
Con la ingente inversión realizada, una
Premier League ganada en el último
minuto tras una épica remontada al QPR
y un par de trofeos de menor entidad (FA
Cup y Community Shield) es un botín
escaso y, lo que es peor, no parece que
en los próximos meses vaya a aumentar.
Los ridículos en Europa, donde no ha
conseguido pasar de la primera fase de la
Champions en los dos últimos años
(incluso esta temporada quedó último de
grupo por detrás de Borussia, Madrid y
Ajax) pesan demasiado. Dominar el Viejo
Continente era la meta final de los jeques
cuando pusieron sus ojos en el City y,
visto los resultados, sólo se puede hablar
de fracaso.
La victoria en la pasada Premier debía ser
un punto de inflexión para la estancia de
Mancini en el City. La directiva demostró
su confianza en el preparador italiano y
se apresuró a renovarle hasta 2017. Una
noticia que sorprendió y sobre la que, a
buen seguro, se están arrepintiendo en
las oficinas de los citizen. Quizás, por muy
extraño que hubiera parecido, era el
momento idóneo para agradecer los
servicios prestados y empezar el asalto
de Europa con un nuevo capataz. El
periplo del italiano en Manchester, como
le ocurrió a su compatriota Di Matteo en
el Chelsea, debió haber llegado a su fin
tras la consecución de sendos títulos. El
segundo ya ha sido destituido y el camino
del primero parece que va a seguir la
misma senda. Desde entonces todo ha
ido de mal en peor.
Nadie olvidará el 13 de mayo del 2012. La
Premier volvió ese día a las vitrinas del City.
Mancini y Di Matteo, ¿Dos
entrenadores y un mismo destino?
Su tradicional relación tensa con Balotelli
casi termina en pelea en un
entrenamiento tras una desmedida
entrada del delantero italiano a su
compañero Sinclair. El Milan de Allegri es
el nuevo destino del díscolo jugador al
que Mancini nunca supo domar. Otros
jugadores como el “intocable” Hart o
Nasri han sido víctimas de las
acusaciones del transalpino en la sala de
prensa. Su relación con los jugadores,
base fundamental para consolidar un
proyecto ganador, no pasa por su mejor
momento.
También esta temporada será la que
“pasará a la historia” por haber asistido a
una mini siesta del entrenador italiano
cuando su equipo iba perdiendo 0-1 ante
el Tottenham. Tanto el City como su
técnico despertaron pronto y
remontaron el partido.
Estas pequeñas anécdotas pueden no
adquirir gran significado analizadas de
forma individual. Sin embargo, unidas a
los fracasos deportivos en la Premier y la
Champions suponen la certificación del
fallecimiento de la época de Mancini al
frente de los sky blue. Su fútbol poco
atractivo sólo se puede sostener con
títulos y, a pesar de la insólita paciencia
que está demostrando el jeque, ha
llegado la hora de pensar en un nuevo
comandante para dirigir la nave del City.
Mancini, sólo faltaba con la plantilla que
le han regalado, ha completado la
primera parte del proceso: consolidar al
equipo como uno de los grandes del
fútbol inglés; pero ha fracasado en su
conquista de Europa. Ha comenzado el
casting para ocupar uno de los banquillos
más apetecibles.
¿Habrá nacido el entrenador que pueda aplacar
el indomable carácter de Mario Balotelli?
Allegri es el próximo en intentarlo.
Su sueño casi se convirtió en pesadilla.
La nueva perla del fútbol neozelandés se
está convirtiendo, por méritos propios,
en el mejor jugador de la liga Australiana,
dejando en un segundo plano al gran
Alessandro Del Piero.
El joven kiwi fue fichado en 2011 por el
Melbourne Victory procedente del
Wellington Phoenix de la débil liga de
Nueva Zelanda.
Marco tiene 21 años y gracias a su corta
estatura (1,65) es un jugador muy hábil.
La posición en la que suele jugar es la de
extremo izquierdo pero también puede
ser ubicado en el campo como medio
centro.
En la actual campaña 2012-2013 lleva
doce goles y cinco asistencias en
diecinueve partidos, lo que permite que
su equipo, el Melbourne Victory, sea un
asiduo en las primeras posiciones de la
tabla.
Lleva jugados 7 partidos en la selección
Sub-20 en los que ha anotado 4 goles.
Uno de ellos fue en un enfrentamiento
contra Uruguay por la Copa Mundial Sub-
20 de 2011.
El 21 de junio de 2012 Rojas fue
seleccionado entre los 18 jugadores que
representaron a Nueva Zelanda en los
Juegos Olímpicos de Londres.
Ya veremos si Marco es capaz de dar el
salto a Europa. Ojalá pueda.
Muchos hijos de grandes jugadores han
vivido con el estigma de intentar superar
a sus predecesores. En la mayoría de las
ocasiones no lo han conseguido pero, el
caso de Jakub, puede ser la excepción.
Este jugador de origen polaco está
llevando en volandas a su equipo, el
Legia Varsovia. Esta temporada lleva
jugados un total de 23 partidos en los
que ha marcado 9 goles y ha dado 5
asistencias.
Kosecki juega de extremo y entre sus
virtudes destacan una gran velocidad, un
excelente control de balón y una enorme
habilidad para el regate con ambas
piernas.
Jakub ha pasado por todas las categorías
inferiores de la selección de Polonia e
incluso ya ha debutado con la absoluta.
Si lleva los genes de su padre, pronto
será un jugador de 10.