REVISTA Arqueología y Sociedad 15

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  • Arqueologa y Sociedad N 15

  • Universidad Nacional Mayor de San Marcos

    Rector

    Luis Izquierdo Vsquez

    Centro Cultural de San Marcos

    Director General

    Federico Garca Hurtado

    Museo de Arqueologa y Antropologa

    Presidente del Comit Directivo

    Javier Alcalde Gonzales

    Miembro del Comit Directivo

    Harold Hernndez Lefranc

    Miembro del Comit Directivo

    Virgilio Cabanillas Delgadillo

    Cartula: Tapiz excntrico de Waka Malena perodo Horizonte Medio. Coleccin del Museo de

    Arqueologa y Antropologa de San Marcos. Fotografa, Wilbert Salas.

  • oArqueologa y Sociedad N . 15

    Museo de Arqueologa y Antropologa

    Centro Cultural de San Marcos

    Universidad Nacional Mayor de San Marcos

  • Edicin

    Museo de Arqueologa y Antropologa

    Diagramacin, correccin y diseo

    Christian Altamirano

    Gabriel Heredia

    Jos Martnez

    Vctor Paredes

    Juan Roel

    Wilbert Salas

    Cecilia Nnez (Orbis Tertius)

    Lissett Vara (Orbis Tertius)

    Comit Editorial y de lectura

    Javier Alcalde Gonzales

    Carlos Del guila Chvez (MNAAHP)

    Rafael Vega-Centeno

    Comit Directivo

    Javier Alcalde Gonzales

    Harold Hernndez Lefranc

    Virgilio Cabanillas Delgadillo

    Museo de Arqueologa y Antropologa

    Centro Cultural de San Marcos - Universidad Nacional Mayor de San Marcos

    Primera edicin, 2004

    Hecho el depsito Legal: 2006-7502

    ISSN: 0254 8062

    Museo de Arqueologa y Antropologa

    Centro Cultural de San Marcos

    Av. Nicols de Pirola 1222 - Parque Universitario

    Centro Histrico de Lima

    Telfono - fax6197000 - anexo. 5216

    E-mail: [email protected]

    Pgina web: http://museoarqueologiasanmarcos.perucultural.org.pe

    http://www.ccsm-unmsm.edu.pe

  • Presentacin

    La Muralla de Santa

    Dr. Julio C. Tello Rojas +

    Arquitectura pblica del Arcaico Tardo en el valle de Fortaleza.

    Reflexiones sobre las sociedades complejas tempranas en la Costa Nor

    Central

    Rafael Vega-Centeno

    Variabilidad y funcin de la cermica del sitio Wari de Marayniyoq,

    Ayacucho

    Lidio Valdez

    El Horizonte Medio en los Andes Centrales a travs de los textiles del

    Museo de Amrica de Madrid

    Mara Jess Jimnez

    Asentamientos Yauyos en el valle alto del ro Caete: Distritos

    Huangascar y Viacc

    Consuelo Gonzlez Madueo y Carmen Pacheco Sivirichi

    Acerca de la ocupacin Inca del valle bajo del Mala

    Henry Tantalen y Omar Pinedo

    La ocupacin Inca en el valle del Cunas (Junn, Per): una aproximacin

    desde el sitio arqueolgico de Arhuaturo

    Manuel F. Perales Mungua

    CONTENIDO

    9

    11

    33

    61

    93

    119

    135

    155

  • Observatorios y alineamientos astronmicos en el Tampu Inka de

    Hunuco Pampa

    Jos Luis Pino Matos

    Produccin y uso de cermica inka en el sitio La Huerta (Quebrada de

    Humahuaca, Provincia de Jujuy, Argentina)

    M. Andrea Runcio

    El arte del Per Antiguo visto por los viajeros del siglo XIX: Wiener,

    Squier y Marcoy

    Virgilio Freddy Cabanillas

    La arqueometalurgia en el Per

    Luisa Vetter Parodi y Pilar Portocarrero Gallardo

    Historia de la esclavitud africana en el Per desde la Conquista hasta la

    Abolicin

    Maribel Arrelucea

    Shullupacanga: El registro arqueolgico de un cementerio con

    pictografas en el cerro San Cristbal de Chiquin

    Javier Alcalde Gonzales

    173

    191

    203

    219

    239

    279

  • A travs de este nuevo volumen de Arqueologa y Sociedad, el Museo de Antropologa y

    Arqueologa de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos cumple con la satisfactoria tarea de

    continuar lo iniciado en 1970: el desarrollo de un espacio de difusin del quehacer cientfico relacio-

    nado con la arqueologa, as como un espacio de opinin acerca de la problemtica existente con rela-

    cin al patrimonio arqueolgico nacional y la actividad profesional del arquelogo.

    En esta ocasin, la revista aparece con un formato diferente al de volmenes anteriores, hecho

    que se debe fundamentalmente a una adecuacin de nuestra publicacin a estndares nacionales e

    internacionales de revistas cientficas, que a un cambio en la lnea editorial que Arqueologa y

    Sociedad tuvo desde sus inicios.

    Tomar la posta de esta tarea es, a la vez, una responsabilidad y una motivacin y, por lo tanto, una

    prioridad en el trabajo del presente Comit Directivo del Museo. En esta direccin, esta presentacin

    quiere ser, tambin, una invitacin abierta a todos los aquellos que busquen un espacio para compar-

    tir los resultados de sus investigaciones o reflexiones sobre los temas antes mencionados.

    El presente volumen cuenta con una interesante reunin de contribuciones cuyos aportes varan

    significativamente. El primer trabajo, es un notable testimonio de la calidad del trabajo de Julio C.

    Tello como investigador de campo. En l, observamos su capacidad de observacin y de anlisis del

    dato emprico, gracias a la cual logra desarrollar una interesante explicacin, an vigente en muchos

    de sus aspectos, de la llamada Muralla de Santa.

    El segundo texto, autora de R. Vega-Centeno, presenta nuevos datos sobre los asentamientos

    monumentales del Perodo Arcaico Tardo en el valle de Fortaleza, junto con algunas reflexiones te-

    ricas sobre sus implicancias.

    El tercer trabajo, escrito por Lidio Valdez, nos presenta de manera detallada un contexto alta-

    mente significativo del tipo de actividades econmicas que se desarrollaron en los sitios con arquitec-

    tura formal Wari de la zona de Ayacucho. Valdez presenta, adems, una sugerente metodologa para

    reconstruir las dimensiones funcionales de artefactos cermicos y lticos y, a travs de ellos, definir

    reas de actividad al interior de conjuntos arquitectnicos.

    El cuarto texto, escrito por Mara Jess Jimnez, nos pone delante de una de las colecciones ms

    notables de textiles del rea Andina, ubicada actualmente en el Museo de Amrica de Madrid.

    Jimnez presenta un anlisis bastante detallado de las colecciones relacionadas con el fenmeno Wari

    en diferentes partes de los Andes Centrales, indicando los rasgos diagnsticos que permiten definir

    tradiciones tecnolgicas e iconogrficas, as como sus distribuciones espaciales. Este anlisis le permi-

    te adems proponer interesantes hiptesis acerca de la dinmica de produccin y distribucin de bie-

    nes textiles durante la poca Wari en los Andes Centrales.

    El quinto texto, presentado por Consuelo Gonzlez y Carmen Pacheco, presenta de manera pio-

    nera una aproximacin a la arqueologa de perodos tardos en la cuenca alta del ro Caete. Gonzlez

    y Pacheco documentan patrones constructivos, formales, de organizacin del espacio y, de adecua-

    cin al territorio y al paisaje, en cinco asentamientos del rea en cuestin, discutiendo su relacin con

    la abundante informacin etnohistrica existente para la cuenca alta del ro Caete.

    Presentacin

  • El siguiente artculo, de Henry Tantalen y Omar Pinedo ha buscado, a travs de la evidencia

    emprica de las ocupaciones tardas del valle bajo de Mala, discutir las implicancias de los procesos

    imperiales y sus connotaciones ideolgicas.

    A continuacin Manuel Perales nos ofrece un panorama de la ocupacin Inka en el valle del

    Cunas, discutiendo la problemtica cronolgica y de sistema de asentamiento a travs del caso espe-

    cfico del sitio arqueolgico de Arhuaturo.

    El octavo artculo, de Jos Luis Pino nos presenta un detallado estudio de los posibles observato-

    rios y alineaciones astronmicas de algunos sectores de la ciudad Inka de Hunucopampa, entendida

    por el autor como tampu Inka. Entendemos este trabajo como un acercamiento a la importancia que

    los elementos y fenmenos astronmicos tuvieron en la sociedad Inka y su planificacin arquitectni-

    ca y de asentamientos.

    El noveno texto del presente volumen nos presenta un trabajo de Mara Andrea Runcio sobre la

    produccin y uso de cermica Inka como elemento econmico activo para el sustento de su estado

    imperial. Esta produccin, controlada estatalmente, as como sus influencia han sido constatadas en

    el sitio La Huerta en Quebrada de Humahuaca, Jujuy, Argentina.

    Virgilio Freddy Cabanillas, historiador y profesor de nuestra universidad nos presenta un artculo

    que resume las visiones e interpretaciones de Wiener, Squier y Marcoy sobre el arte del Per Antiguo.

    Cabanillas define con claridad las lneas de pensamiento y criterios con la que cada uno de estos viaje-

    ros del siglo XIX observaron las manifestaciones de poca prehispnica.

    El dcimo primer artculo, presentado por Luisa Vetter y Pilar Portocarrero nos presenta las impli-

    cancias de la arqueometra para el estudio de la metalurgia prehispnica. Este acercamiento a las tc-

    nicas de estudio resulta un texto bsico de consulta para nefitos y especialistas ya que es un breve

    pero rotundo estado de la cuestin de la arqueometalurgia en el Per.

    La historia de la esclavitud de poblaciones tradas de frica, as como la insercin social de sus des-

    cendientes son las preocupaciones que motivan el texto que la historiadora Maribel Arrelucea pre-

    senta en este volumen. El tratamiento de temas cotidianos as como otras particularidades temticas

    constituyen la estructura de este artculo, de responsabilidad absoluta de la autora.

    El ltimo artculo es una presentacin de datos recuperados en un cementerio con pictografas

    muy cerca del poblado de Chiquin. Sin mayores referentes regionales el autor, Javier Alcalde, pasa

    directamente a discutir las posibles implicancias del arte rupestre, los cementerios de shullpa, y las

    caractersticas del paisaje en las relaciones intrasociales o intrasocietarias.

    Javier Alcalde Gonzales (ed.)

    Carlos Del guila Chvez

    Rafael Vega-Centeno

  • La Muralla de Santa*

    Dr. Julio C. Tello Rojas

    Resumen En este artculo, luego de sus diversas exploraciones al Maran, el Dr. Julio C. Tello

    present las conclusiones de sus trabajos acerca de la Gran Muralla de Santa. Tello

    sustent que sta no era otra cosa que un camino que conectaba la zona costea con

    la andina y cuyo carcter era eminentemente religioso y comercial. Asimismo,

    describi minuciosamente el curso de la Gran Muralla, sus ramales, y las aldeas,

    ciudades y edificios contiguos a ella. Finalmente, dio cuenta del hallazgo del templo

    de Ipuna, dedicado al dios Apocatequil.

    Palabras clave: Costa Nor-Central, valle de Santa Gran Muralla, Waka Corral, Arquitectura

    Monumental, Alfareria Muchik.

    Abstrac After several surveys conducted towards the Maraon river, Dr. Julio C. Tello pub-

    lished the results of this research on the Sant Great Wall. Tello stated that this wall

    was a road that connected the coastal zone with the highlands, and had a religious

    and economic role. Tello provided a detailed record of the Great Wall course an its

    branches as well as its adjacent villages, cities and others kinds of building. Finally,

    he accounted the find of the Ipuna temple dedicated to the Apocatequil god.

    Keywords: North Central Coast, Santa valley, Great Wall, Waka Corral, Monumental

    Architecture, Muchik Pottery.

    11

    * Este artculo se basa en la revisin que hizo el Sr. Jorge Crovetti del artculo escrito por Julio C. Tello en el diario El

    Comercio de Lima, el 11 de octubre de 1938, con el ttulo La Gran Muralla del Norte del Per. Crovetti present la revisin

    al Dr. Tello en un informe fechado el 11 de agosto de 1945, donde adems propone incluir un breve anexo que contiene

    datos de la expedicin a la hoya del Maran de 1934 realizada por Tello y los norteamericanos Richard Cross y

    Cornelius Van S. Roosevelt. La presente transcripcin y seleccin fotogrfica fueron realizadas por Vctor Paredes

    Castro y Wilbert Salas Egsquiza.

    Arqueologa y Sociedad,

    N 15, 2004

  • XXVI//P5//F1: (1-18)/

    La Muralla de Santa, descubierta en 1931 por

    los jvenes aviadores Shippee y Johnson, ha

    sido uno de los objetivos de mis exploraciones

    arqueolgicas en el norte peruano durante los

    ltimos aos. El resultado alcanzado en los

    diversos viajes que he efectuado con este fin lo

    doy a conocer aqu sintticamente. Para ello

    trato a continuacin:

    1ro. Del descubrimiento y estudio de la

    Muralla. 2do. De su recorrido y estructura. 3ro.

    De la supuesta asociacin entre la Muralla y

    otras estructuras contiguas a ella. 4to. Del pro-

    psito de su construccin y de la Nacin,

    Cultura, y Edad a que pertenece. 5to. De la

    existencia de monumentos similares a ste en

    otros lugares del Per.

    Descubrimiento y estudio de la muralla

    Los aviadores Shippee y Johnson realizaron,

    el ao 1931, tres viajes areos de reconocimiento

    de la Muralla y, adems, uno a pie para examinar-

    la en su extremo occidental. Durante el primer

    viaje areo, efectuado de oriente a occidente del

    valle, la distinguieron sobre las cimas de los

    cerros que bordean el ro Santa en su parte alta.

    En el segundo viaje, la siguieron de occidente a

    oriente, desde la desembocadura del ro hasta la

    sierra por ms de 40 millas, perdindola de vista a

    causa de la neblina. En el tercer viaje fotografia-

    ron catorce fuertes, unos circulares y otros rec-

    tangulares, que hallaron sobre los cerros a uno y

    otro lado de la Muralla. Por ltimo, en el viaje a

    pie, la siguieron por su extremo occidental

    explorndola ligeramente.

    A fines de julio de 1934, realic un viaje al

    Alto Maran y a mi paso por el valle de Santa,

    acompaado por los jvenes Richard Cross y

    Cornelius Van S. Roosevelt, explor durante

    varios das la Muralla en su tramo occidental,

    entre Las Salinas de Guadalupito y el fundo

    Tanguchi, en una longitud aproximada de 20 km.

    En la Expedicin Arqueolgica al Maran

    [de 1937] explor nuevamente la Muralla en

    compaa de Toribio Meja Xesspe, antiguo

    conservador del Museo de la Universidad, cuya

    colaboracin es muy valiosa dada su vasta

    experiencia en los trabajos arqueolgicos. En

    esta oportunidad estudi con mayor detalle la

    Muralla, trac su exacto curso, levant los

    planos de las aldeas, ciudades y edificios princi-

    pales contiguos a ella y, mediante excavaciones

    de prueba, logr reconocer la edad y la cultura

    de los ms importantes grupos arqueolgicos,

    junto a los cuales pasa la Muralla, en mi afn

    por descubrir las posibles asociaciones que

    pudieran existir entre s; y por ltimo, logr

    descubrir el celebrado Templo de Ipuna, dedica-

    do al Dios Apocatequil, de muy alto rango en el

    antiguo Panthen peruano.

    Los aviadores Shippee y Johnson dejaron

    constancia documentada e ilustrada de la exis-

    tencia del monumento sin avanzar explicacin

    alguna fundamentada sobre su propsito o finali-

    dad, sobre la edad y la cultura a la cual pertenece.

    Los peruanistas norteamericanos consulta-

    dos en el ao 1932 por American Geographical

    Society sobre la ndole e importancia de la

    Muralla descubierta, como Kroeber, Seville y

    Olson, se han limitado, unos discretamente como

    Kroeber, a remarcar la necesidad de que un

    arquelogo competente la examine en el terreno

    antes de formular juicio sobre ella; y otros a emitir

    diversas hiptesis de carcter meramente especu-

    lativo. Literatos y periodistas extranjeros y nacio-

    nales han exaltado posteriormente el descubri-

    miento de Shippee y Johnson, dando margen a

    fantsticas teoras y atrevidas especulaciones.

    De su recorrido y estructura

    An no se ha realizado la completa explora-

    cin de la Muralla en todo su largo recorrido.

    Shippee y Johnson la siguieron a lo largo de la

    margen derecha del Santa, desde las vecindades

    de Corongo hasta la ribera del Ocano Pacfico.

    La naturaleza misma de los viajes areos de

    reconocimiento no les permiti conocer las

    ramificaciones que tiene, las interrupciones que

    presenta ni los mltiples detalles relacionados

    con los monumentos y yacimientos arqueolgi-

    12

    Arqueologa y Sociedad, N. 15 2004

  • cos, junto y a travs de los cuales pasa, y cuyo

    conocimiento es imprescindible para la acertada

    interpretacin de su significado. Bajo la impre-

    sin sin duda de que sta Muralla era similar a

    otras de la antigedad, como la Gran Muralla del

    Emperador Adriano que divide en dos la Gran

    Bretaa, o a la Gran Muralla, que en el siglo III a.

    C. hizo construir en la China el Emperador Che-

    Hwang-Te, los aviadores americanos la conside-

    raron como parte de un sistema de fortificacin,

    un lindero territorial. Creyeron que las estructu-

    ras rectangulares y circulares que aparecen sobre

    las cimas de algunos cerros eran fuertes asocia-

    dos a la Muralla, sin percibir que estas estructu-

    ras no son accesorias de ella desde que aparecen

    tambin en las colinas de la otra margen del

    valle, sino que son acrpolis muy comunes en

    todo el Per. Adems, como es de suponer, no

    siendo arquelogos, no prestaron atencin a los

    mltiples cementerios explotados, salpicados de

    osamentas blanqueadas por el Sol, junto y a

    travs de los cuales pasa; ni tampoco a los tem-

    plos donde conducen los diferentes ramales de

    esta Muralla.

    Las exploraciones que yo he realizado en el

    valle de Santa con el objeto de estudiar este

    importante monumento han puesto de manifies-

    to que la Muralla, en su recorrido a lo largo de la

    margen derecha del ro, es simple. Esto es, no

    presenta restos de ramificaciones en el tramo

    comprendido entre Tanguchi y Waka Corral. El

    primero de estos lugares est a 21 km al oriente de

    la desembocadura del Santa y el segundo a 10 km.

    En Waka Corral presenta su primera bifurcacin y

    a partir de este sitio, en su corto trayecto hacia el

    mar, sus ramificaciones son ms frecuentes.

    La Muralla en todo su recorrido pasa a travs

    de poblaciones, de cementerios correspondien-

    tes a diversos perodos, y de wakas o restos de

    antiguos adoratorios y templos, monumentos

    que existen en las hoyadas y flancos de las colinas

    del valle.

    La parte explorada de la Muralla corresponde

    a tres secciones que fueron recorridas de occi-

    dente a oriente: 1 la de los ramales terminales;

    2 la comprendida entre la casa del fundo Waka

    Corral y la casa del fundo Sarcope; y 3 la com-

    prendida entre Sarcope y las ruinas situadas

    frente a la casa de la hacienda Tanguchi.

    En setiembre del ao 1934, acompaado por

    los jvenes norteamericanos Roosevelt y Cross,

    encontr un ramal de la Muralla que corre muy

    cerca de Las Salinas de la hacienda Guadalupito.

    A poco menos de medio kilmetro, antes de

    llegar a la casa de Las Salinas, la Muralla cruza el

    llano en direccin SO - NE. Ella es aqu relativa-

    mente baja, un poco ms ancha en la base que en

    la parte superior: mide 4 m mximo en la primera

    y apenas 1 m en la segunda. Su altura no ha

    podido determinarse porque en gran parte se

    halla total o parcialmente desmoronada. Est

    construida siempre con los materiales que se

    hallan en las vecindades o ms a la mano, ya sea

    fragmentos de rocas de los peones contiguos o

    cantos rodados transportados de la playa marina;

    siempre pircadas cuidadosamente en sus dos

    caras y con un relleno de ripio, tierra o basura,

    esto es, con los materiales extrados del propio

    terreno sobre el cual pasa.

    A poca distancia de Las Salinas, hacia el mar,

    la Muralla pasa por un antiguo campamento de

    pescadores revelado por montones de conchas y

    basura: conchas pecten quemadas, huesos de

    llama y ceniza. Este sitio se llama Cabeza de Toro.

    La Muralla, despus de atravesar el llano cubier-

    to de arena, el cual en parte presenta restos de

    antiguos cultivos por una distancia como de

    kilmetro y medio de Las Salinas, desaparece

    como sepultada por la arena en un largo trecho y

    reaparece ms lejos, casi en el lmite de la tierra

    cultivada del fundo Pusal, frente a la isla del

    Corcovado.

    Reconocido y estudiado este tramo de la

    Muralla volv a Las Salinas y, desde este lugar,

    continu la exploracin del mismo ramal hacia el

    oriente en su ruta a la Sierra. Para ello tom el

    camino de herradura que conduce a Santiago de

    Chuco y que corre casi paralelamente a aqul

    desde donde se le puede seguir perfectamente. A

    menos de medio kilmetro de Las Salinas ascien-

    Julio C. Tello Rojas La Muralla de Santa

    13

  • de por la falda occidental del elevado cerro de

    prfido de Waka Corral, que se halla al NE de

    aquel lugar. La Muralla avanza hasta la mitad de

    la falda y all desaparece. La cuesta es muy empi-

    nada y el ascenso es dificultoso, no slo por esta

    causa, sino porque las partes no inclinadas estn

    cubiertas de una capa gruesa de arena arrastrada

    por el viento. Se asciende por el camino de herra-

    dura de Santiago de Chuco hasta alcanzar una

    garganta, desde este sitio tuerce hacia el Sur y

    sigue el curso de la quebrada de Las Brujas que

    conduce directamente al valle de Santa. Este

    camino, segn refieren los naturales, es muy

    antiguo. Por l trafican las gentes que bajan de la

    sierra al valle de Santa, empleando de cuatro a

    cinco das en el viaje desde Santiago de Chuco a

    dicho valle.

    Descendiendo por esta quebrada, junto al

    camino y un poco ms abajo de la garganta, hay

    dos rocas aparentemente ferruginosas, de formas

    extraas con eminencias y oquedades que tienen

    el aspecto de metal fundido o de aerolitos. A la

    percusin producen un sonido metlico y su

    forma general hace la impresin de porciones

    desprendidas de un cuerpo mayor. Una de estas

    piedras simula, muy lejanamente, la silueta de

    parte del cuerpo de una mujer. Ambas estn casi

    totalmente cubiertas con una multitud de pie-

    dras amontonadas por los caminantes que pasan

    por este sitio. Dichas rocas, segn la leyenda

    popular, son wakas o piedras sagradas donde

    moran o se hallan encantadas diosas femeninas

    que, como las brujas, tienen la virtud de tomar

    formas de diversos animales como bhos, guilas

    y an cuadrpedos alados que vuelan o corren

    tan velozmente como el venado.

    En tiempos muy remotos estas diosas tenan

    su imperio en las serranas de Santiago de Chuco.

    Eran las proveedoras de la sal, cuya bsqueda y

    comercio ha sido siempre uno de los ms caros

    afanes de los indios de la sierra. Ellas lo transpor-

    taban desde largas distancias, controlaban su

    suministro y comercio. Gracias al poder que

    posean de encarnarse en animales alados, goza-

    ban del privilegio de ser dueas nicas del precio-

    so elemento cuya adquisicin era pagada por los

    indios con sacrificios cruentos y ofrendas de

    sangre. Cansados los indios de esta tirana de las

    diosas buscaron secretamente otros medios

    menos penosos de conseguir la sal. Con este fin,

    trataron de descubrir de donde la sacaban sus

    proveedoras; disfrazndose de gente muy pobre,

    recorrieron el pas mendigando sal y alimentos.

    De esta forma pudieron saber que en la costa otras

    diosas ms benvolas posean ingentes riquezas

    de este mineral. Desde entonces, los indios de

    Santiago de Chuco se socorran de all, muy

    secretamente, librndose de antiguos sacrificios.

    Como era de esperar, el hallazgo produjo un

    cambio de actitud en las gentes hacia las diosas

    serranas de la sal. Todas las ceremonias destina-

    das al culto de ellas se debilitaron; los cruentos

    sacrificios fueron cada vez ms raros. Esto las

    alarm y las oblig a espiar a los indios en sus

    viajes, descubriendo muy pronto que ellos

    extraan de Las Salinas grandes cantidades del

    precioso elemento a cambio de alimentos como

    carne de llama, papa, oca, chochoca y que ofren-

    daban a sus dueas que eran tambin diosas

    semejantes a aquellas.

    Las diosas serranas se empearon desde

    entonces en posesionarse de Las Salinas de

    Santa, haciendo guerra a muerte a sus legtimas

    dueas. Se entabl, por esta causa, una lucha

    que dur muchos aos; algunas veces alcanzaron

    victorias, en otras fueron vencidas. En una de

    estas luchas, la ms cruel y tal vez la ltima, las

    diosas de la costa lograron sorprender a las serra-

    nas que se hallaban escondidas en la quebrada.

    Tomadas prisioneras fueron descuartizadas y sus

    restos arrojados al aire, los cuales al caer a tierra

    quedaron petrificados. Dos partes de cuerpo de

    estas diosas son las piedras meteoritas ya men-

    cionadas.

    Desde entonces los indios de Santiago de

    Chuco obtienen la sal de Las Salinas de Santa

    amparados por las diosas vencedoras que custo-

    dian este precioso elemento. Sin embargo, los

    indios temen todava la venganza de las diosas

    petrificadas; por esto, al pasar por este lugar, y

    2004

    14

    Arqueologa y Sociedad, N. 15

  • con el fin de evitar su desencantamiento o la

    influencia de sus poderes malficos, le arrojan

    piedras para sepultarlas o anularlas. Las ofrendas

    de piedras frescamente fracturadas, los guijarros

    y astillas producidas por el rayo, y cargadas por

    tanto de poder mgico, son arrojadas por los

    caminantes a los cerros y peones, a las lagunas y

    manantiales donde se considera que residen los

    espritus malficos.

    La Muralla, que qued interrumpida en la

    falda del pen de Waka Corral, reaparece a

    trechos sobre las partes ms altas del flanco

    izquierdo de la mencionada quebrada, y corre en

    lnea recta en la misma direccin del eje de sta

    hasta unirse con una muralla ms grande y mejor

    conservada que la de Las Salinas, y que est

    ubicada exactamente a poca distancia del banco

    norte del valle de Santa. Un reconocimiento

    cuidadoso de esta muralla grande permiti

    asegurarme que era la muralla principal, la des-

    cubierta por Shippee y Johnson, la que no se

    alejaba (como la de Las Salinas) demasiado del

    valle, sino que corra muy cerca de la tierra

    cultivada ascendiendo por las colinas que bor-

    dean la margen derecha.

    Entre Waka Corral y Tanguchi, hasta donde

    alcanza mi exploracin, la Muralla corre casi en

    lnea recta a travs de las faldas de las colinas que

    bordean el lecho del ro y a muy corta distancia de

    ste. Atraviesa los llanos o pampas de arena

    contiguos a la playa, las mesetas altas y los blancos

    de aluvin que bordean el valle; asciende a la cima

    /F4/2a/ Parte de

    un antiguo

    sistema de

    irrigacin, muy

    cerca del lugar

    donde la Gran

    Muralla colinda

    con el mar.

    /F4/1a/ (Lugar

    donde la Gran

    Muralla empieza

    su ascenso a las

    montaas. Vase

    el mar en la parte

    superior de la

    fotografa).

    Julio C. Tello Rojas La Muralla de Santa

    15

  • de las lomas y cruza en partes, zigzagueando, las

    faldas de los cerros, subiendo y bajando por las

    eminencias y depresiones del terreno, evitando

    en lo posible los rodeos y desarrollos, o bien,

    situndose paralelamente al lecho de las peque-

    as quebradas como para evitar su desmorona-

    miento por accin de los derrumbes que, de tiem-

    po en tiempo, se suceden en estas regiones. En los

    sitios en que el terreno es muy accidentado se

    desva de su recta direccin y donde tropieza con

    pendientes muy empinadas o rocas cortadas a

    pique, como algunas que se hallan en los bancos

    de ro, se dobla para ascender en lnea quebrada

    hasta dominar la altura. Tal sucede en una sec-

    cin de la Muralla que se halla a menos de 1 km al

    /F4/3a/ Vista

    panormica de

    la Muralla de

    Santa

    atravesando las

    faldas de los

    cerros.

    /F4/3b/ En este

    punto la Gran

    Muralla

    asciende por la

    colina de los

    cerros. Hacia el

    fondo se puede

    apreciar que la

    Muralla viene

    del mar.

    oriente de la casa de Waka Corral. Por regla gene-

    ral, el muro no sigue el fondo de las muchas que-

    bradas secas que encuentra en su recorrido, ni

    asciende a las cumbres de las colinas muy eleva-

    das; se mantiene siempre en los flancos de los

    cerros contiguos a la quebrada, atravesando en

    lnea recta las ondulaciones del terreno.

    La continuidad de la Muralla se manifiesta

    en toda su longitud. Sin embargo, en las partes

    ms altas parece que desapareciera pero fcil-

    mente se descubre que sus escombros estn

    confundidos con las formaciones del terreno

    natural, y muchas de las piedras que la formaban

    han descendido al fondo de las quebradas veci-

    nas. Las piedras, de un modo general, son mucho

    16

    Arqueologa y Sociedad, N. 15 2004

  • ms pequeas en las partes altas que en las bajas.

    En casi todas las quebradas del trayecto recorri-

    do, el muro ha sido destruido por las avenidas,

    principalmente la de 1925, la cual ha barrido la

    Muralla en porciones considerables y, junto con

    ella, ha cargado con los basurales y cementerios

    gentilicios situados en sus vecindades y en las

    partes bajas. En algunas quebradas entre Waka

    Corral y Sarcope quedan todava, en sus flancos,

    los muros frescamente cortados por las avenidas

    que han arrastrado todo el material acumulado

    en el fondo de ellas.

    La parte ms interesante de mi exploracin

    es el tramo comprendido entre Waka Corral y la

    ribera del Ocano Pacfico. Al pie oriental del

    cerro Waka Corral y muy cerca del banco de ro,

    la Muralla se divide en dos ramos: uno asciende

    por la falda del cerro, un poco al NO. Siguiendo

    de cerca el camino antiguo de Santiago de

    Chuco, se pierde a trechos y aparece nuevamen-

    te junto a Las Salinas; contina por el llano

    Cabeza de Toro, que es un viejo paradero cubier-

    to de basura; y desaparece cerca de Pusal.

    El muro que va al pen y pasa cerca de Las

    Salinas mide entre 1.2 m y 1.5 m de ancho y su

    altura no puede ser mayor de 3 m dado el volu-

    men del desmonte acumulado al pie. Su estruc-

    tura es relativamente simple: algunas piedras de

    tamao regular, las ms grandes en la base, angu-

    losas, transportadas de las faldas de los cerros

    donde hasta ahora existen grandes acumulacio-

    nes. Casi todas las piedras han sido colocadas

    directamente sobre el suelo o sobre la arena, sin

    cimientos, y no se descubre que haya habido

    trabajo cuidadoso de mazonera. No son muros

    construidos como los de las terrazas agrcolas tan

    comunes en la sierra, en los cuales las piedras

    estn bien adaptadas entre s y las caras exterio-

    res niveladas, sino son paredes a manera de

    cercos rsticos, construidos mediante el apilona-

    do en hileras de piedras con un relleno de cascajo

    y piedra. Esta falta de solidez ha originado el

    derrumbe casi total de la Muralla, la que slo se

    mantiene casi intacta cuando en la tierra baja ha

    sido construida con adobes rectangulares y

    adobones. El examen del relleno verificado en

    varios sitios no pone al descubierto resto alguno

    de la actividad humana a no ser cenizas, frag-

    mentos de alfarera utilitaria, salpicadas muy

    escasamente en el terreno.

    El otro ramo es un poco ms complicado en sus

    bifurcaciones. Pasa por dos cimas de las colinas

    contiguas al valle; salta la honda quebrada de

    Gallinazos, donde seguramente debi existir un

    /F4/4a/ Lugar donde se encontr la Gran Muralla por primera vez.

    Julio C. Tello Rojas La Muralla de Santa

    17

  • puente; y alcanza una amplia meseta donde se

    halla mejor conservada. Aqu tiene una direccin

    perfectamente rectilnea; su ancho aproximado

    es de 2.5 m. Junto a ella aparece, en este sector,

    una pista ancha, amplia, bien nivelada, como si

    hubiera sido construida recientemente. Al llegar

    la Muralla a la entrada de Inka Pampa, donde hay

    un pen con algunas ruinas de habitaciones, se

    divide en tres ramales: uno, apenas perceptible,

    que va a perderse en el terreno de cultivo y a

    destacarse claramente mucho ms lejos, en la

    falda del cerro que se halla junto al puente moder-

    no de Santa donde est el templo de Ipuna. Los

    otros dos ramos se dividen, a su vez, en subramales

    que van francamente hacia el occidente, sobre la

    cima, el pie y la falda de las colinas, hasta alcanzar,

    unos la tierra cultivada y las acequias antiguas, y

    otros, la cima del pen llamado Entre Cerros. La

    arena ha ocultado el muro en sus terminaciones

    occidentales pero se nota que l no ha respetado,

    en ciertos sitios, la tierra cultivada ni los viejos

    acueductos, como si su propsito fuera alcanzar,

    venciendo toda dificultad, su destino que en mi

    concepto fue, por un lado, el Templo de Ipuna, y

    por otro, algn otro templo que debe existir sepul-

    tado en la isla de Corcovado, porque el muro

    parece terminar su recorrido en un pen que

    puede haber servido de embarcadero de balsas.

    Casi todas las islas de la costa peruana, principal-

    mente las islas guaneras, contienen restos de

    templos dedicados al culto de la Luna.

    En suma, el trazo de la Muralla, en las seccio-

    nes exploradas por m, es casi recto y las desviacio-

    nes que presenta se deben a obstculos insalva-

    bles o al obligado alejamiento de los acantilados

    que bordean el valle. Este trazo se adapta, por su

    estilo, al de los senderos de las serranas por donde

    trafican a pie los indios. El trazo de estos senderos,

    como el de la Muralla, obedece principalmente a

    la necesidad de acortar las distancias. De all por

    qu se mantiene el predominio de la lnea recta y

    se da preferencia al ascenso y descenso, muchas

    veces casi vertical, en vez de los largos rodeos para

    cruzar las sierras. Los datos relacionados con el

    trmino oriental de la Muralla son todava muy

    inciertos y slo cabe conjeturas y suposiciones

    sobre la base de las informaciones locales y de los

    restos de los muros all existentes.

    Parte de la gran Muralla cerca de Gallinazo.

    18

    Arqueologa y Sociedad, N. 15 2004

  • Los aviadores americanos distinguieron la

    Muralla en las vecindades de Corongo. Hasta

    ahora no ha sido todava posible seguirla en su

    recorrido a travs de la provincia de Pallasca. Las

    informaciones suministradas por los nativos

    sobre el particular, a pesar de ser vagas e inciertas,

    son lo suficientemente sugestivas como para

    vislumbrar que la Muralla, al penetrar a las sierras

    y cruzar las tierras cultivadas, se divide y subdivi-

    de como sucede en su trmino occidental. Desde

    luego, en su curso por la margen derecha del ro

    Santa, debe necesariamente mantenerse en la

    altura porque de otra manera no habra sido

    percibida por los aviadores. La exploracin de

    este tramo permitir conocer si se conecta con el

    camino incaico que va en direccin N - S, entre

    Pallasca y el Callejn de Huaylas, y que fue el que

    sigui Hernando Pizarro en su viaje a

    Pachacamac; o si lo atraviesa trepando la cordille-

    ra para pasar a la cuenca del Maran. La

    Muralla, de acuerdo con las notas de Shippee y

    Johnson, no aparece en rigor claramente sino en

    las alturas de La Limea. Es muy posible que de

    este lugar parta un nuevo ramo contiguo a la

    quebrada de Chumllay y que avance por las pobla-

    ciones de Llapuy y Tauca hasta alcanzar el afama-

    do Templo de Cabana. Este es el tramo menos

    problemtico que lo menciono slo a base de

    informaciones populares. Otro ramo, el ms

    importante, sigue la margen derecha del

    Tablachaca o Chuquicara, ms o menos a lo largo

    del viejo camino de herradura entre el valle de

    Santa y Santiago de Chuco. Las informaciones

    sobre este ramo son ms precisas y es probable que

    la Muralla avance ms all de Santiago de Chuco

    hasta alcanzar Porcn, donde estn las ruinas del

    celebrado Templo de Apocatequil.

    Los restos de muros encontrados cerca de

    Santiago de Chuco, Pallasca, Corongo y

    Huamachuco pertenecen sin duda a una red

    mural desprendida del tronco principal del

    Santa. Se podra imaginar, tal vez, que la Muralla

    sigue por la margen del ro Chuquicara en direc-

    cin de Huaylillas, afluente de ste, hasta

    Santiago de Chuco; o bien puede avanzar a la

    hacienda Angasmarca y por aqu continuar por

    la quebrada de Quishguayhuar, penetrar a la

    Pampa de Yamobamba, donde existen restos

    claros de la Muralla, y avanzar hasta Marka

    Huamachuco. Por ltimo, puede haber seguido

    el ro Tablachaca, penetrar por la quebrada de

    Piscochaca hasta encontrar el muro cerca de

    Corongo y alcanzar el cerro Huaylillas, la Laguna

    Negra y el Cerro Sasn, lugares donde aparece

    otra vez la Muralla. Por ltimo, restos de otro

    ramal aparecen en la margen izquierda del Santa

    entre, La Limea y Pachmar, y contina hasta

    alcanzar Corongo.

    El material empleado en la construccin de la

    Muralla es el que se halla ms accesible en los

    sitios por donde pasa: trozos pequeos de rocas

    fragmentadas por la accin de los cambios de

    temperatura, cantos rodados, grava, barro, y an

    basura para los rellenos.

    En las partes bajas y llanas, cerca del Ocano

    Pacfico, la Muralla est construida con adobes

    rectangulares y en algunos sitios con un cimiento

    de piedras rodadas. En el extenso llano de Inka

    Pampa contiene piedras cargadas de las colinas

    contiguas y adobes rectangulares hechos con

    tierra sacada de los terrenos de cultivo.

    En las partes ms elevadas y sobre las faldas

    empinadas y cima de las colinas hay un predomi-

    nio de piedras pequeas que al desmoronarse han

    sido, en parte, arrastradas por las lluvias y el mor-

    tero de barro eliminado por el viento. De un modo

    general, la Muralla es muy delgada en las partes

    altas y aumenta de grosor y altura a medida que

    desciende al llano.

    La tcnica de la construccin es semejante a la

    empleada por los indios en trabajo de mamposte-

    ra, andenes agrcolas, andenes viales, calzadas y

    cercos. Los lienzos de sostenimientos son de

    piedras apilonadas, barro, cascajo y basura.

    Ciertos rezagos de torta hallados en las caras del

    muro permiten suponer que, por lo menos en

    parte, ha estado tarrajeado y enlucido. Los tem-

    blores, las fuertes lluvias y las

    han hecho colapsar los muros en algunos sitios

    hasta su base.

    corrientes areas

    Julio C. Tello Rojas La Muralla de Santa

    19

  • De la supuesta asociacin de la Muralla con

    otras estructuras contiguas a ella.

    En su recorrido, la Muralla pasa al lado o a

    travs de ruinas de poblaciones y paraderos, de

    cementerios y muy distante de las pukaras o

    acrpolis construidas sobre los cerros que bor-

    dean el valle por ambos lados. El ramal de Las

    Salinas pasa por un antiguo paradero de pesca-

    dores llamado hoy Cabeza de Toro cuya vasta

    rea est indicada por residuos de cocina, huesos

    de animales marinos y llama, y fragmentos de

    alfarera rstica. Sobre estos restos se destacan

    montones de piedras rodadas, sin duda cimien-

    tos de viviendas, algunos batanes y fragmentos

    de morteros y an restos de origen post-

    colombino.

    En el tope y falda del Cerro Ipuna, la Muralla,

    por su estilo, recuerda a la que circunda y ascien-

    de en caracol el pen de Chim Capac en Supe

    y que tiene de lejos la apariencia de una fortaleza.

    Pasa tambin junto a las ruinas de poblaciones de

    diferente extensin. Algunas son grupos de

    posadas modestas; otras parecen corresponder a

    residencias de curacas por la circunstancia de

    estar ubicadas sobre subestructuras tronco

    cnicas. En Inka Pampa, la Muralla tiene un

    pequeo ramal que conduce directamente a un

    templo que debi tener cierta importancia por-

    que algunas de sus habitaciones estn adornadas

    con frescos policromos de estilo Muchik.

    A la entrada de la quebrada de Gallinazos,

    contigua a la tierra cultivada y a muy corta dis-

    tancia de la Muralla, se hallan las ruinas de un

    templo incaico. El estilo de las construcciones,

    los pequeos nichos trapezoidales de las paredes,

    los depsitos destinados al almacenamiento de

    vitualla y el estilo de la alfarera hallada en frag-

    mentos en la basura constituyen un conjunto de

    elementos culturales caractersticos de la cultura

    incaica. Esta clase de establecimientos se

    encuentran en casi todos los valles de la costa y

    corresponden al asiento o residencia de los

    colonos, gobernadores o administradores incai-

    cos, encargados especialmente a la recaudacin

    de los tributos.

    Frente a la casa hacienda de Vinzos y sobre

    una extensa formacin rocosa contigua al lecho

    del ro Santa, se encuentran las ruinas de una

    interesante poblacin: la de Sarcope. Todas las

    habitaciones son de piedra; muchas de las pare-

    des estn todava en buen estado; al pie de la

    poblacin hay un montculo artificial de 5 m de

    alto y con terrazas escalonadas. En la parte

    superior del montculo hay numerosos restos de

    alfarera ordinaria.

    La Muralla atraviesa la poblacin, dividin-

    dola en dos mitades, sin que exista el ms insigni-

    ficante vestigio de relacin entre ambas, como si

    hubiera estado abandonada cuando aquella fue

    construida. Restos de viviendas arruinadas se

    hallan tambin en El Cenicero, que es una anti-

    gua fbrica de alfarera Muchik, y que se encuen-

    tra entre Sarcope y Tanguchi. Se ve aqu las

    ruinas de una poblacin de alfareros, un cemen-

    terio y gruesas capas de basura que atestiguan

    una larga ocupacin. Las lluvias torrenciales del

    ao 1925 han cortado estas capas hasta una

    profundidad, en ciertos sitios, de 3.5 m poniendo

    a la vista multitud de fragmentos de alfarera,

    tanto ceremonial como utilitaria.

    A la entrada del Ro Seco, muy cerca de

    Tanguchi, se ve igualmente los restos de una

    poblacin o tambo al pie de un cerro de pendien-

    te muy fuerte que forma el flanco de la quebrada

    por el lado occidental. Aqu hay dos grandes y

    altas murallas como de 9 m de alto: una de ellas

    orientada de S - N, en direccin al eje de la que-

    brada, y otra de E - O, dirigida hacia las pendien-

    tes del cerro y perpendicular a la primera. Tal vez

    ellas sean restos de una muralla rectangular que

    encerraba o defenda una pequea poblacin a

    juzgar por las acumulaciones de basura y de

    cocina existentes en sus inmediaciones.

    Ms hacia el oriente de la quebrada de Ro

    Seco, y contiguo al fundo Tanguchi, existen

    tambin ruinas de pequeas poblaciones dis-

    puestas en terrazas y mesetas naturales. Hileras

    de piedras amontonadas, formando pequeos

    rectngulos, y un denso salpicado de fragmentos

    de alfarera son testimonios de antiguos estable-

    20

    Arqueologa y Sociedad, N. 15 2004

  • Julio C. Tello Rojas La Muralla de Santa

    /F4/6b/ Fuertes que

    estn a lo largo de la

    Gran Muralla, muy

    cerca de Waka

    /F4/9q/ Grandes

    fortificaciones junto

    a la Gran Muralla

    cerca de Waka

    Corral.

    /F4/9p/ El Dr. Tello

    tomando nota de los

    detalles de la

    construccin del

    gran templo que est

    detrs de Santa

    Clara y junto a la

    Gran Muralla.

    21

  • cimientos humanos en estos lugares. La Muralla

    pasa junto a estas poblaciones, y an a travs de

    ellas, y a ciertos sitios aproximadamente corre

    paralela al camino de herradura que conduce a

    Santiago de Chuco.

    Son muchos los cementerios a travs de los

    cuales pasa la Muralla. En El Cenicero, en

    Tanguchi, en Waka Corral, en Gallinazos y

    principalmente en Inka Pampa, los wakeros han

    explotado tumbas que se encuentran muy cerca

    o debajo de los cimientos de muro. En uno de

    estos cementerios, como el que se halla entre

    Sarcope y El Cenicero, comprob la existencia

    de dos tumbas superpuestas correspondientes a

    dos periodos: la inferior contena un cadver con

    fragmentos de alfarera del tipo arcaico de

    Huaylas y la superior contena cadveres relati-

    vamente recientes con alfarera de tipo Muchik.

    No existen, en rigor, como se ve, testimonios

    que permitan establecer una clara asociacin

    entre los cementerios, las pequeas aldeas, los

    templos, adoratorios y otras estructuras de dife-

    rentes pocas, y la Muralla. Pero puedo afirmar

    categricamente que los ramos terminales de la

    Muralla conducen, casi todos ellos, a las cimas de

    los peones que dan al mar en donde hay estruc-

    turas aparentemente de carcter religioso y

    cementerios en sus contornos.

    /F4/8a/

    Cementerio

    cercano a la

    Gran Muralla,

    muy cerca de

    Waka Corral.

    El Dr. Tello

    tomando notas.

    /F4/8b/ En esta

    vista, la Gran

    Muralla

    atraviesa, por

    encima, un

    cementerio.

    22

    Arqueologa y Sociedad, N. 15 2004

  • Del propsito de su construccin y de la

    nacin, cultura y edad a que pertenece.

    La existencia de una muralla tan extensa

    como la de Santa, que parte de la ribera del

    Ocano Pacfico, asciende directamente hacia la

    Sierra y avanza con toda probabilidad hasta

    sobrepasar la Cordillera Occidental, da margen a

    muchas suposiciones cuando se pretende indagar

    acerca de su origen y fines a que fue destinada.

    Dos son las principales hiptesis hasta ahora a

    planteadas: 1 .- La de una muralla de defensa o

    de un sistema de fortificacin, segn pensaron

    sus descubridores Shippee y Johnson; y 2.- La de

    un lindero territorial, tal como lo supona el

    eminente y ya finado americanista Marshall H.

    Saville.

    A estas hiptesis yo me permito, basado en

    mis estudios en el terreno, plantear la siguiente

    tesis: La Muralla de Santa es un camino de pene-

    tracin que atraviesa el pas de occidente a

    oriente y que representa uno de los tantos ele-

    mentos del vasto y admirable sistema vial de los

    antiguos peruanos.

    Cuando los aviadores descubrieron la

    Muralla lo que ms les impresion fue la presen-

    cia, sobre las cimas de las colinas contiguas a ella,

    de estructuras circulares y cuadrangulares que

    parecan fuertes. Desde el avin les fue difcil

    disociar estos dos elementos arqueolgicos. No

    existe entre ellos, como lo he dicho antes, rela-

    cin alguna de contigidad o contemporanei-

    d Los supuestos fuertes son acrpolis que

    existen desparramadas por todo el territorio del

    Per y que los espaoles llamaron indistintamen-

    te castillos, fortalezas, huacas y que, en rigor, no

    son otra cosa que pequeos templos o adorato-

    rios. Ninguno de estos fuertes podra dar cabida a

    mas de cincuenta personas y muchos de ellos

    ad.

    /F4/10b/ Antiguo sistema de irrigacin sobre el valle, detrs de Santa Clara. El gran templo se

    encuentra al fondo, mientras el muro corre a travs de la fotografa. Tambin se ve una zanja paralela

    que da la apariencia de una carretera.

    Julio C. Tello Rojas La Muralla de Santa

    23

  • estn situados en lugares de difcil acceso y

    carentes de los medios indispensables de vida.

    Cuando un pueblo edifica una muralla de

    fortificacin lo hace impulsado por un espritu de

    defensa, por el inters de salvaguardar su patri-

    monio territorial del asedio de otra nacin ene-

    miga. Por consiguiente, la barrera levantada para

    este fin tiene que llenar ciertos requisitos que

    aseguren este propsito. La fortificacin tiene

    que ser lo suficientemente slida para evitar que

    el enemigo la destruya, la asalte o la socave con

    facilidad. Tiene que ser suficientemente alta

    para no ser escalada y contar con elementos

    accesorios como parapetos, escalas, entradas

    fortificadas y atalayas.

    La Muralla de Santa no satisface el propsito

    de una fortificacin. Lejos de hallarse edificada a

    lo largo de los lugares ms encumbrados para

    dominar al enemigo desde la altura se halla, por

    el contrario, casi en toda su longitud, en las

    faldas y partes ms bajas de las colinas y en

    muchos sitios al nivel del llano, penetrando an

    en el cauce del ro. En el llano, su altura no es

    suficientemente apropiada para una defensa. A

    juzgar por el volumen del material descombrado,

    su altura no sera nunca mayor a 3 m. En los sitios

    en que el suelo presenta elevaciones, el muro al

    pasar sobre ellas se reduce considerablemente y,

    en ciertos lugares, su altura no debi ser mayor a

    1 m. Ninguna de las estructuras contiguas a la

    Muralla pueden ser consideradas como fuertes.

    An menos fundamento existe para sostener

    la tesis de que la Muralla sea un lindero territo-

    rial divisorio entre las naciones antiguas de la

    costa. En su largo recorrido atraviesa, como he

    dicho ya, tierras cultivadas, cementerios y pobla-

    ciones situados en la hoya hidrogrfica del Santa.

    Sera lgico suponer que una cadena de cerros,

    un ro o cualquier accidente natural sirviera

    como lindero entre una nacin y otra, como

    sucede en las tierras pastales y de cultivo de los

    ayllus del interior del Per. Pero parece fuera de

    toda lgica suponer que una muralla que pasa a

    travs de pueblos, tierras de cultivo y de otros

    lugares de intensa actividad humana, correspon-

    diente a la regin agrcola de Santa, sirviera

    como lmite territorial de naciones como la

    Chim e Inka, por ejemplo.

    La Muralla es una lnea casi montona,

    desnuda, una obra de mazonera que atraviesa

    slo en parte terrenos bajos, frtiles o de cultivo.

    Ella no ofrece, en los muchos kilmetros que la

    he recorrido paso a paso, atractivo alguno.

    Siguindola por donde pasa es como seguir la

    lnea del telgrafo. Compulsando los mltiples

    hechos, productos de mi larga y perseverante

    /F4/10a/ Pila de huesos encontrada en un bajo

    pasadizo en el cerro la Virgen, cerca de Santa

    Clara. Se supone que han sido brujas convertidas

    en piedras.

    /F4/12b/ Momia de beb encontrada en el flanco

    oeste del cementerio en Waka Corral.

    24

    Arqueologa y Sociedad, N. 15 2004

  • observacin, lleg al convencimiento de que la

    Muralla no es otra cosa que un camino: unas

    veces se camina sobre el muro y otras veces a su

    lado, como si ste no fuera sino una marca que

    seala la ruta ms corta entre dos puntos aleja-

    dos. Es un camino de penetracin de la costa a la

    sierra, de carcter comercial y principalmente

    religioso. Debi servir para el intercambio de los

    productos marinos y serranos y para el comercio

    de sal; pero, sobre todo, debi ser la va sagrada

    por donde traficaban los cuidadores y peregrinos

    de los templos erigidos en la costa y en la sierra a

    una misma divinidad o a una misma clase de

    divinidades.

    La Muralla es una construccin reciente.

    Debe remontarse ms all del perodo incaico.

    /F4/9m/

    Sistema de

    irrigacin muy

    cerca del

    templo que

    est detrs de

    Santa Clara.

    Ntese la

    principal zanja

    de irrigacin al

    lado de las

    colinas del

    fondo.

    /F4/11b/ Vista

    donde la Gran

    Muralla

    termina en el

    mar. A la

    izquierda se

    aprecia el

    antiguo

    sistema de

    irrigacin.

    Julio C. Tello Rojas La Muralla de Santa

    25

  • Est construida en muchos sitios sobre cemente-

    rios Muchik y Sub-Muchik, Chim y Sub-Chim,

    comprendidos dentro de los ltimos horizontes de

    la prehistoria peruana. En ciertos lugares, tumbas

    recientes Sub-Chim han sido halladas dentro de

    los escombros de la Muralla lo cual revela que los

    cementerios por donde cruza sta continuaban

    usndose an despus de la conquista espaola.

    No se podra determinar con exactitud qu

    nacin construy este monumento. Este acon-

    tecimiento debi tener lugar dos o tres siglos

    antes de la Conquista y en ella tomaron parte,

    seguramente, varias naciones coetneas que

    usaban diversos tipos de alfarera bicroma y

    policroma que estuvieron incorporadas dentro

    de una vasta organizacin poltica sea Chim,

    Huamachuco o Inka.

    Sobre la existencia de monumentos similares a

    ste en otros lugares del Per

    La Muralla de Santa no es la nica en el terri-

    torio del Per. Existe en Huaura otra muralla

    importante entre el trmino de la hacienda

    Rondoy, por el Este, y el pen de Chacaca, por el

    Oeste. Esta Muralla es el antiguo camino que,

    viniendo de la sierra, penetra al valle, atraviesa

    por la hacienda de

    Maso, y llega a Chacaca

    donde estn las ruinas

    del antiguo Templo de

    Choke Ispana. En el

    valle de Supe he encon-

    trado restos de otra

    muralla que parece par-

    tir del Templo de Chim

    Kpac y avanzar hacia el

    interior. Algunos inves-

    tigadores han credo que

    ste sea el camino de los

    incas. En el valle de

    Huarmey hay otra mura-

    lla que lo cruza de Norte

    a Sur y asciende a las coli-

    nas alcanzando, por un

    lado, uno de los peones

    contiguos a la ribera marina. Por la falda norte del

    gran pen de Chiquitanta, en el valle de Chilln,

    aparece igualmente otro soberbio muro del

    mismo estilo que el de la Muralla de Huaura;

    asciende a la cumbre del pen en la tierra culti-

    vada para aparecer ms tarde en los peones que

    bordean el lado norte del valle.

    Tambin de la vieja ciudad del Lima, llamada

    Hutica, de la misma ciudadela sagrada donde

    estn los grandes templos llamados Waka

    Arambur, Waka Concha y Waka La Campana,

    parte otra muralla en direccin NE y aparece en la

    margen derecha del ro Rmac, en diversos sitios

    como Mango Marka y Cajamarquilla. La llamada

    Muralla de Circunvalacin de Pachacamac posi-

    blemente es tambin el trmino de otro camino,

    tal vez el de la gran va que pasaba por Lomayacu,

    Mushia y Pariakaka.

    A poca distancia del balneario de Pucusana

    existe tambin otra muralla semejante a la de

    Santa en sus porciones ms bajas. Parte del pie del

    antiguo templo hoy llamado Cerro de la

    Bandurria; corre en direccin Norte sobre la cima

    de las colinas; se pierde en el llano desrtico y rea-

    parece al pie de los espolones occidentales de la

    Cordillera.

    / F4/12a/ El Dr. Tello junto a la Gran Muralla por el lugar donde sta cruza

    un cementerio

    26

    Arqueologa y Sociedad, N. 15 2004

  • ANEXO*

    De los cementerios encontrados

    De la choza de Waka Corral a Sarcope hay

    una legua y cuarto. En este trayecto el camino de

    herradura sigue casi paralelamente a la Muralla.

    A muy poca distancia de la choza se encuentra

    un pequeo cementerio sobre el cual pasa el

    muro. Est situado sobre una pequea loma o

    montculo y contiene tumbas del tipo Muchik

    puro, sin mezcla de otros estilos. Sin embargo, los

    cadveres estn frescos. Adems, abundan las

    palas de madera para excavar o de labranza;

    tambin hay muchos fragmentos de tazas campa-

    nuladas, sobre todo cntaros antropomorfos que

    representan hombres con un mono en la frente.

    En la falda norte de este montculo, el joven

    Roosevelt encontr de modo casual, por haber

    pisado su caballo una olla grande muy quemada,

    el cadver de una criatura como de 7 aos. La

    olla, en la que se guardaba esos restos, estaba

    acuada o protegida con piedras y fragmentos.

    El hallazgo de Roosevelt me oblig a estudiar

    este cementerio. Se halla en la parte alta de los

    ranchos viejos de Waka Corral. Es grande y sobre

    la superficie se constatan hileras de adobes

    rectangulares y tambin algunas piedras. La

    posicin de los cadveres enterrados es horizon-

    tal; el crneo parece deformado con aplasta-

    miento occipital; el paladar est manchado de

    verde. La alfarera es muy abundante, tanto la

    fina como la utilitaria Muchik; hay muchos

    fragmentos de vasos grandes campanulados,

    restos de cabezas de alfarera con cerquillo y en

    las orejas tubos cilndricos. Tambin muchos

    restos de balanzas de mates, alfarera represen-

    Julio C. Tello Rojas La Muralla de Santa

    /F4/9a/ Capa profunda del cementerio que est junto a la Gran Muralla, cerca de Waka Corral.

    Ntese los ladrillos cnicos redondos

    * Este anexo fue escrito por Jorge Crovetti, quien lo adjunt en el informe que le present al Dr. Tello para que se

    incluyera en la versin final del texto sobre la Muralla de Santa.

    27

  • tando figuras humanas y, en general, gran varie-

    dad morfolgica y figurativa de alfarera Muchik.

    En el camino de Santa Clara a Waka Corral

    se pasa por cuatro cementerios: el primero, est

    cerca del canto del ro en la culata de Waka

    Corral; el muro pasa a cierta distancia de este

    cementerio que es de tipo andino. El segundo

    cementerio, est en la quebrada del camino real

    y es el que anteriormente se ha descrito; en l se

    han encontrado tumbas explotadas y parece

    estar cubierto por los derrumbes del muro.

    Dentro de los terrenos de Waka Corral se

    encuentran los cementerios principales: uno (el

    tercero) est en la falda del cerro, al Este de la

    choza del yanacn Novoa. Este cementerio es

    grande y contiguo a la Muralla. La waka se llama

    Toma de Corral. El cementerio est muy explota-

    do, encontrndose considerables cantidades de

    huesos humanos en la superficie. De las excava-

    ciones que se hicieron se pudo encontrar tumbas

    del tipo Callejn, adems muchos fragmentos de

    alfarera tipo Muchik con predominio de las

    tazas grandes campanuladas. Las tumbas son

    sistos construidos con piedra, no hay abobes. El

    muro pasa sobre este cementerio.

    Avanzando un poco ms hacia el oriente se

    encuentra el cuarto cementerio de Waka Corral.

    Aqu tambin el muro pasa por el propio cemen-

    terio que, como el anterior, est muy explotado.

    Las tumbas, vaciadas pero manteniendo todava

    los productos encontrados en ellas, como huesos

    y fragmentos de cermica, estn situadas en el

    muro. Una de las tumbas tiene especial inters

    porque se halla en asociacin con la Muralla

    misma. Est debajo de la base de la Muralla y ha

    sido excavada profundamente. Tiene en la

    actualidad 2.5 m de profundidad. La excavacin

    permite cerciorarse de que el muro no tiene

    cimientos sino que las piedras han sido colocadas

    encima del suelo que ya guardaba cadveres,

    como si al construirse la Muralla se hubiera

    ignorado la existencia de este cementerio. De la

    base del muro a la profundidad donde ha sido

    excavada la tumba hay de 3.8 m a 2 m. Un poco

    ms afuera de esta excavacin se encuentra otra,

    tan amplia y profunda como la anterior, cuyo

    examen ofrece datos muy ilustrativos. Se trata de

    un pozo grande, de 3.3 m de profundidad. El

    dimetro del pozo, cerca de la boca, es de 4 m en

    direccin N - S y es un poco ms largo en direc-

    cin E - O. A juzgar por las capas de las paredes

    de la excavacin, sta ha cortado primero una

    capa de tierra suelta; despus un muro formado

    por varias hileras de abobes odontiformes dis-

    puestos en tres o cuatro hileras apilonadas y

    alternando entre s. En la capa de tierra suelta

    aparecen adems dos hileras de adobes rectan-

    gulares cuyas caras presentan surcos que no son

    sino huellas del molde de caas que debi ser

    usado para su fabricacin. Esta capa de tierra y

    adobes rectangulares tiene como 1.20 m de

    espesor y corresponde, seguramente, a las tum-

    bas de la capa superficial. Este mismo tipo de

    adobes aparece en las paredes de otras tumbas

    abiertas contiguas a sta y que tambin contie-

    nen multitud de fragmentos de cermica

    Muchik dejada por los huaqueros.

    Los cementerios hasta ahora descritos se

    hayan, en su mayor parte, sobre pequeas terra-

    zas o lomas bajas casi al pie de la falda de los

    cerros que bordean el valle por el Norte o bien en

    alguna hoyada. Todos ellos han sido violados por

    los huaqueros. La Muralla pasa siempre a muy

    poca distancia de estos cementerios, y en la

    mayora de las veces por encima de ellos. Casi

    todas las tumbas abiertas presentan huellas

    frescas de excavacin y abundan en la superficie

    restos de esqueletos humanos y alfarera corres-

    pondiente a diversos estilos. As, se encuentran

    corrientemente ollitas quemadas con ornamen-

    tos en relieve, tazas campanuladas, alfarera

    ceremonial Muchik, alfarera negra Chim, etc.

    No se halla hasta ahora resto alguno de alfarera

    propiamente andina de Santa.

    De Sarcope a Tanguchi hay aproximadamen-

    te dos leguas. Dentro de los lmites de Sarcope se

    encuentra el gran cementerio de El Cenicero

    que se halla al pie de un cerro muy elevado, el

    cual tiene muros y terrazas alrededor y que pro-

    bablemente es una waka o templo. Este cerro

    28

    Arqueologa y Sociedad, N. 15 2004

  • llamado El Castillo se ve bien desde El Cenicero

    y las murallas que lo circundan son de piedra y

    barro. Hace algunos aos, un individuo de

    Sarcope trabajaba este lugar en la creencia de

    que all exista algn entierro.

    El cementerio de El Cenicero es muy exten-

    so. Est dividido en cuarteles por medio de

    muros a manera de terrazas o muros de conten-

    cin. Uno de stos -el principal- divide, por

    decirlo as, al cementerio en dos grandes propor-

    ciones: una superior y otra inferior. En el cuartel

    inferior hay abundante tierra amontonada y el

    superior es cascajoso y est sembrado por todas

    partes de fragmentos de cermica. En rigor, el

    cementerio est en un enorme basural que por

    los restos de alfarera que presenta hace la impre-

    sin de una fbrica de alfarera. Las tumbas en

    la parte superior del cementerio son relativa-

    mente pequeas, los cadveres frescos, y la

    alfarera de tipos muy mezclados, aunque con

    predominio de los tipos utilitarios. En la parte

    inferior, los pozos son grandes y profundos; los

    crneos no tan frescos como los del cementerio

    superior; la alfarera es muy abundante y con

    predominio de la ceremonial Muchik, pero

    siempre asociada con las formas utilitarias, y

    tambin con vasijas negras con ornamento y

    vasijas con ornamentaciones en relieve de tipo

    andino. Llama la atencin la falta de deforma-

    cin de los crneos recogidos en la parte baja del

    cementerio.

    Cerca del camino de herradura que pasa a

    travs de este gran basural, en direccin S - N, he

    examinado una tumba grande. Las paredes han

    sido formadas con piedras pequeas pircadas y

    en la parte superior con varias hileras de adobes

    rectangulares. Dentro de la tumba y en los con-

    tornos he encontrado trozos grandes de alfarera

    ceremonial Muchik y un cadver relativamente

    fresco.

    Este gran basural presenta hoy una enorme

    facilidad para su estudio porque las lluvias del

    ao 1925 lo han cortado, produciendo zanjas

    profundas que hoy permiten ver claramente los

    detalles estructurales de este terreno y, principal-

    mente, conocer el monto y las variaciones de

    Julio C. Tello Rojas La Muralla de Santa

    /F4/9d/ El Dr. Tello junto a una porcin de la Gran Muralla, mostrando el tipo de construccin.

    Santa Clara.

    29

  • estilo de las enormes masas de alfarera rotas que

    se hallan dentro de estos basurales. En ciertos

    sitios las zanjas tienen 5 m de profundidad, y la

    basura en ambos lados de la zanja es ms o menos

    uniforme: tierra negruzca mezclada con arena,

    de aspecto de humus, fragmentos de sogas, telas

    rsticas de algodn, caas, corontas de maz,

    frejoles, y trozos de alfarera casi en su totalidad

    rstica o quemada. Llama la atencin la escasez

    de alfarera ceremonial Muchik en la basura, y la

    frecuencia con que aparece esta alfarera mezcla-

    da con Chim en las tumbas abiertas en este

    basural. Entre los fragmentos colectados por m

    en el recorrido que hice de este extenso cemen-

    terio, figuran los siguientes tipos (apreciados slo

    por sus fragmentos):

    1-. Cntaros semi antropomorfos: el gollete

    transformado en una cabeza humana y las manos

    en relieve sobre la panza del cntaro. Este tipo es

    uno de los ms frecuentes, y aqu aparecen sus

    ms tpicas representaciones (en la cabeza un

    gorro).

    2-. Grandes tazas campanuladas y de tamao

    medio y pequeo: las de tamao medio y peque-

    o sin pedestal, baado en rojo y con dibujos

    simples trazados con lneas gruesas y blancas.

    3-. Cntaros de diferentes tamaos cuyo gollete

    (y slo el gollete) est transformado en una

    cabeza humana escultrica bien moldeada.

    4-. Cntaros globulares del tipo ms fino cere-

    monial Muchik con gollete tubular arqueado.

    Estos tipos son los nicos que aparecen hacia la

    parte oriental del cementerio y hacia la occiden-

    tal es donde ya aparecen los otros tipos, o sea, los

    muy ordinarios Muchik y los Chim.

    Las informaciones dadas por los huaqueros

    coinciden con los siguientes hechos: 1.- Que no

    hay tipo nico de tumbas; tampoco hay costum-

    bre uniforme de enterrar los cadveres. 2.- Las

    tumbas pueden ser simples hoyos abiertos en el

    terreno cascajoso natural cubiertos con basura y

    pueden ser hoyos abiertos dentro de la misma

    masa de basura, con paredes de piedras pircadas;

    o bien pueden ser hoyos rectangulares con ado-

    bes igualmente rectangulares. 3.- El cadver

    aparece por lo general echado, en algunos casos

    sentado y enfardelado y, en casos excepcionales,

    parado. 4.- El cadver est envuelto en telas

    rsticas de algodn y algunas veces tiene tiles

    de costura o de tejidos, objetos de cobre y en

    algunos casos telas de diferentes colores. 5.- En

    cada tumba se encuentra, por lo general, cuatro

    o cinco piezas de alfarera, unas ceremoniales y

    otras ordinarias o comunes; no es raro encontrar

    piezas finas Muchik con cntaros comunes

    negros Chim.

    Fbrica de alfarera muchik

    Al recorrer El Cenicero, lo que ms llama la

    atencin es la gran abundancia de alfarera

    Muchik y el predominio en ella de sus tipos

    utilitario y ceremonial. En la parte interior del

    cementerio se encuentra alfarera mezclada y se

    recogen varios fragmentos de ejemplares que

    corresponden a cntaros globulares algo cnicos,

    con asitas auriculares en el hombro y el gollete

    transformado en cabeza humana en su mitad

    inferior, y en la superior libre, pero que hace la

    impresin de un gorro; ste es todo hecho en

    barro negro. Este tipo de alfarera no es ni

    Muchik, ni Chim; posiblemente es una forma

    correspondiente a algn otro tipo ignorado.

    Adems, en esta parte del cementerio he recogi-

    do grandes fragmentos de alfarera muy gruesa,

    que en la cara interna presenta surcos gruesos y

    profundos; alfarera que he encontrado tambin

    en los basurales que se hallaban al oriente del

    pueblo de Chimbote y en Lacramarca y en algu-

    nas Wakas de Chincha y Pisco.

    En la parte baja del cementerio he hallado

    una considerable cantidad de fragmentos de

    trompetas, muchos pedazos de cuchimilcos y

    cntaros con ornamentaciones en relieve. No he

    encontrado por ninguna parte huellas manifies-

    tas de construcciones que correspondan a anti-

    guas habitaciones. Es posible que hayan existido

    chozas, dentro o fuera del rea del cementerio.

    No se explica donde ha vivido la gente que ha

    fabricado tanta cantidad de alfarera y que ha

    dejado tan gruesas y extensas capas de basura.

    30

    Arqueologa y Sociedad, N. 15 2004

  • 31

    Julio C. Tello Rojas La Muralla de Santa

    kapam

    ta

    o

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    lla.

  • 32

    Arqueologa y Sociedad, N. 15 2004

  • Arquitectura pblica del Arcaico Tardo en el valle de

    Fortaleza. Reflexiones sobre las sociedades complejas

    tempranas en la Costa Nor-Central

    Rafael Vega-Centeno Sara-Lafosse*

    Resumen En este texto se presentan los resultados de la prospeccin y mapeo de sitios con

    arquitectura monumental temprana de una seccin del valle medio de Fortaleza. Se

    analiza la arquitectura de los sitios asignados tentativamente al perodo Arcaico

    Tardo, planteando algunas hiptesis sobre su desarrollo. Los sitios de Fortaleza son

    comparados con otros valles de la costa Nor-Central, plantendose que los

    complejos arquitectnicos existentes en esta regin parecen corresponder a

    entidades sociopolticas de alcance local, antes que a centros de alcance regional. Se

    concluye con algunas reflexiones sobre nuevas perspectivas tericas para entender

    el surgimiento y desarrollo de estas sociedades.

    Palabras Clave Costa Nor-Central, Arquitectura Monumental, Escala, Complejidad del Espacio,

    Montculo Piramidal, Plaza Circular.

    Abstract I present in this article the results of survey and mapping at sites with early monu-

    mental architecture in the Middle Fortaleza Valley. Architecture provisionally

    assigned to the Late Archaic period is analyzed, and some hypotheses on its devel-

    opment are proposed. The Fortaleza sites are then compared with other ones

    throughout the North Central Coast. I propose that the architectural complexes in

    this region seem to correspond to local-range sociopolitical entities, instead of large,

    regional polities. Finally, I conclude with some thoughts on new theoretical per-

    spectives to understand the origins and development of such entities.

    Keywords North Central Coast, Monumental Architecture, Scale, Spatial Complexity,

    Pyramid Mound, Circular Court.

    * Profesor de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Correo electrnicol: [email protected],

    [email protected]

    33

    Arqueologa y Sociedad,

    N 15, 2004

  • Este trabajo presenta los primeros resultados

    de las investigaciones del Proyecto

    Arqueolgico Fortaleza, dirigido por el autor,

    llevadas a cabo en el valle del mismo nombre. Se

    hace un resumen de la informacin obtenida en

    la prospeccin y mapeo de sitios con arquitectu-

    ra monumental temprana de la llamada Zona IV

    del valle medio de Fortaleza. Luego de una des-

    cripcin de las evidencias registradas, se hace un

    anlisis de la escala y complejidad de los sitios, a

    partir del cual se plantean algunas hiptesis

    sobre la naturaleza de las sociedades responsa-

    bles de la construccin de la arquitectura estu-

    diada.

    Estos resultados son comparados con la

    informacin de otros valles vecinos, en particu-

    lar el valle de Supe. Sobre la base de esta compa-

    racin, se busca sintetizar el estado de la cuestin

    del estudio del Arcaico Tardo para la denomina-

    da Costa Nor-Central. Finalmente, se plan-

    tean algunas reflexiones tericas para contex-

    tualizar el estudio de estas sociedades en el

    marco de la reflexin internacional sobre el

    surgimiento de sociedades complejas.

    La Costa Nor Central est ubicada entre los

    150 a 205 km al norte de la ciudad de Lima, e

    incluye a los valles de Huaura, Supe, Pativilca y

    Fortaleza. La cercana de los tres ltimos permite

    la formacin de una franja frtil de 25 km, deno-

    minada Complejo de Pativilca por Paul Kosok.

    Fue este mismo autor quien llam la atencin

    acerca de impresionantes complejos arquitect-

    nicos tempranos en el valle de Supe (Kosok

    1965:217-223).

    La documentacin de sitios tempranos con

    arquitectura monumental en el valle de Supe, se

    enriqueci notablemente con el trabajo catastral

    llevado a cabo por el Instituto Nacional de

    Cultura (Williams y Merino 1979). En este

    trabajo se identificaron alrededor de 20 sitios de

    estas caractersticas, que brindaron nuevas

    perspectivas al estudio de las primeras tradicio-

    nes arquitectnicas andinas (Williams

    1980:405-407). Casi simultneamente, Robert

    Feldman dio cuenta de la presencia de sitios con

    caractersticas semejantes en los valles de

    Pativilca (5 sitios) y Fortaleza (3 sitios) (Feldman

    1980:Fig. 2). Esta informacin fue posteriormen-

    te refrendada por Carlos Williams para el valle

    de Pativi lca (Wil l iams 1985, 1988).

    Recientemente, el autor, en compaa de Luis

    Felipe Villacorta, Luis Cceres y Giancarlo

    Marcone, ampli la muestra de sitios tempranos

    en el valle de Fortaleza (Vega-Centeno et.al.

    1998). Asimismo, el Proyecto Arqueolgico

    Caral, bajo la direccin de Ruth Shady, ha pro-

    porcionado mayor informacin acerca de los

    sitios tempranos del valle de Supe, presentando

    planos de los sitios previamente documentados

    (Shady et al. 2000).

    En contraste con la abundante informacin

    proveniente de reconocimientos superficiales,

    las excavaciones han sido escasas. El sitio de

    spero, en el valle bajo de Supe, adquiri noto-

    riedad por ser uno de los pocos sitios de estas

    caractersticas excavado antes de la dcada del

    noventa (Feldman 1980, 1985, 1987; Moseley y

    Willey 1973; Willey y Corbett 1954).

    Recientemente, los trabajos dirigidos por Shady

    en los sitios de Caral y Chupacigarro (Shady

    2000; Shady y Leyva 2003) han llevado a replan-

    tear anteriores consideraciones sobre la arqui-

    tectura pblica temprana de esta regin, en par-

    ticular en lo que concierne a su ubicacin crono-

    lgica (v.g., Burger 1992:76; Kaulicke 1994:298;

    Lumbreras 1989:109; Vega-Centeno et. al.

    1998:229-231). Junto con los continuos trabajos

    del Proyecto Arqueolgico Caral, se vienen desa-

    rrollando otros dos proyectos arqueolgicos en la

    regin: El Proyecto Norte Chico, en los valles de

    Pativilca y Fortaleza, a cargo de Jonathan Haas y

    lvaro Ruiz; y el Proyecto Fortaleza, a cargo del

    autor, en el valle del mismo nombre.

    Puede decirse que el estudio de las socieda-

    des tempranas en la Costa Nor-Central se

    encuentra en una etapa expectante, con tres

    proyectos trabajando la misma problemtica en

    forma simultnea. Los resultados de esta con-

    fluencia de iniciativas deben empezar a verse en

    los siguientes aos. En esa direccin, se presen-

    34

    Arqueologa y Sociedad, N. 15 2004

  • Figura 1. Mapa del valle medio de Fortaleza. Ubicacin de los treinta sitios identificados con

    arquitectura temprana.

    Arquitectura pblica del Arcaico Tardo en el valle de Fortaleza...Rafael Vega-Centeno Sara-Lafosse

    35

  • 1 Estos trabajos fueron patrocinados y financiados por la Direccin Acadmica de Investigacin de la Pontificia

    Universidad Catlica del Per.2 Los planos fueron hechos con apoyo de una estacin total Pentax 315. Incluyeron la indicacin de elementos

    arquitectnicos visibles, as como del entorno topogrfico de los conjuntos identificados.

    tan los primeros resultados de los trabajos en la

    Zona IV del valle medio de Fortaleza, dirigidos 1

    por el autor en el ao 2002 .

    La arquitectura pblico-ceremonial tempra-

    na en la Zona IV de Fortaleza

    El valle medio de Fortaleza se encuentra en el

    lmite de los departamentos de Lima y Ancash.

    Comprende una franja frtil de 60 km de largo

    ubicada entre los 25 y 1600 m.s.n.m. Esta regin

    puede dividirse en cuatro zonas diferenciadas

    por su topografa, clima y tipos de suelos (Vega-

    Centeno et al. 1998:220-222). A lo largo de estas

    zonas, se han podido identificar un total de

    treinta sitios con arquitectura temprana que

    puede ser definida como de carcter pblico y/o

    ceremonial (Figura. 1).

    Las evidencias de superficie slo permiten

    una asignacin cronolgica tentativa y, adems,

    bastante gruesa de los sitios. Elementos arquitec-

    tnicos, tales como montculos piramidales aso-

    ciados con plazas circulares hundidas, asemejan a

    los edificios encontrados en el vecino valle de

    Supe y, en particular, a las estructuras del sitio de

    Caral, recientemente asignadas al Arcaico Tardo

    (Shady et al. 2000). Por su parte, estructuras de

    plataformas adosadas a lo largo de un eje longitu-

    dinal y articuladas a una estructura piramidal en

    uno de sus extremos, asemejan las estructuras del

    Formativo Temprano en los valles de Casma y

    Huarmey (lvarez y Espinoza 1997; Pozorski y

    Pozorski 1987; Williams 1972). Estos indicadores

    sugieren que los sitios inicialmente asignados al

    Formativo Temprano (Vega-Centeno et al.

    1998:229-230) pueden ser asignados a ms de un

    perodo. En tal sentido, las investigaciones en el

    valle medio de Fortaleza estn orientadas, entre

    otras cosas, a precisar la ubicacin temporal de las

    diferentes tradiciones arquitectnicas tempranas

    all desarrolladas, en el marco de un estudio

    mayor, sobre la naturaleza del surgimiento de for-

    maciones sociales complejas.

    Como etapa previa al desarrollo de excavacio-

    nes, se levantaron planos de trece de los treinta 2

    sitios identificados en 1996 , incluyendo todos los

    sitios de lo que hemos llamado Zona IV del valle

    medio. La Zona IV es un rea caracterizada por el

    ensanchamiento de la planicie aluvial y la reduc-

    cin de la pendiente a lo largo y ancho del valle.

    Dentro de esta zona se pudieron identificar siete

    sitios con arquitectura pblica temprana (Figura

    2). Estos son los sitios de Tunn, Cerro Blanco

    Norte, Cerro Blanco Centro, Cerro Blanco Sur,

    Caballete, Cerro Lampay y Porvenir.

    Dentro de estos sitios fue posible identificar

    ocho tipos de unidades arquitectnicas. Cinco

    de estos tipos corresponden a unidades de volu-

    men. Es decir, unidades que definen espacios a

    partir de la construccin de planos elevados. Por

    otro lado, tres tipos corresponden a unidades de

    rea, o unidades que definen espacios a partir de

    la modificacin de la superficie del terreno.

    Las unidades de volumen son:

    1. Plataforma aterrazada.

    2. Plataforma simple.

    3. Montculo piramidal simple.

    4. Montculo piramidal con atrio en la cima.

    5. Montculo piramidal con atrio intermedio.

    Por su parte, las unidades de rea son:

    1. Plaza cuadrangular hundida.

    2. Plaza circular hundida.

    3. Patio rectangular.

    En base a la identificacin de estas unidades,

    se pueden definir estructuras arquitectnicas

    como los espacios discretos generados a partir de

    la articulacin de una o ms de las unidades

    antes mencionadas.

    El Cuadro 1 presenta las estructuras arqui-

    tectnicas de los sitios de la Zona IV, indicando

    el nmero y tipo de las unidades componentes en

    cada estructura. Asimismo, presenta las dimen-

    siones de rea de las estructuras en su conjunto,

    as como una estimacin tentativa de las dimen-

    siones en las unidades de volumen.

    36

    Arqueologa y Sociedad, N. 15 2004

  • Como puede observarse, los sitios pueden

    clasificarse en tres estructuras aisladas (Tunn,

    Cerro Blanco Norte y Cerro Lampay) y cuatro

    complejos arquitectnicos de tres (Cerro Blanco

    Sur), cinco (Cerro Blanco Centro), doce (Caba-

    llete) y trece (Porvenir) estructuras arquitect-

    nicas.

    Cronologa Tentativa

    Cualquier intento por entender la organiza-

    cin espacial de una regin requiere de la identi-

    ficacin de tipos arquitectnicos susceptibles de

    ser considerados contemporneos. En tal senti-

    do, en el caso de la Zona IV de Fortaleza, se

    pueden distinguir dos patrones arquitectnicos

    muy marcados. Uno se

    caracteriza por la

    construccin de mon-

    tculos o plataformas

    de pendiente pronun-

    ciada, eventualmente

    asociadas con patios o

    plazas hundidas. El

    otro patrn es de

    construccin de plata-

    formas asentadas sobre

    las faldas de cerros,

    articuladas con uno o

    ms patios dentro de

    los cuales pueden

    encontrarse plazas

    h u n d i d a s . C o m o

    indicamos anterior-

    mente, ambos patro-

    nes pueden ser relacio-

    nados con tradiciones

    arquitectnicas de

    distintos perodos. El

    primero asemeja a las

    evidencias diagnsti-

    cas del Arcaico Tardo

    en la Costa Nor-

    Centra l (Feldman

    1980, Shady et.al.

    2000, Williams 1980 y

    1988), mientras que el

    segundo parece rela-

    cionarse con las tradi-

    ciones arquitectnicas

    d e l F o r m a t i v o

    Temprano (Pozorski y

    Pozorski 1987, Vega-

    Centeno 1995, 1999).

    Figura 2. Mapa de la Zona IV del valle medio de Fortaleza que muestra la

    ubicacin de los siete sitios identificados con arquitectura temprana.

    Arquitectura pblica del Arcaico Tardo en el valle de Fortaleza...Rafael Vega-Centeno Sara-Lafosse

    37

  • *Las cantidades no corresponden al volumen real, sino al producto del rea de las unidades de volumen por su altura mxima.

    ** No se puede definir su altura mxima.

    Cuadro 1

    38

    Arqueologa y Sociedad, N. 15

    Volumen rea

    total

    2004

  • El Arcaico Tardo en la Zona

    IV. Descripcin de las

    evidencias arquitectnicas

    Para los fines de esta

    presentacin, se opta por

    restringir la muestra a los

    cinco sitios asignables al

    Arcaico Tardo, con el fin de

    lograr una aproximacin

    sincrnica a la organizacin

    espacial de la Zona IV. Nos

    referimos a los sitios de Cerro

    Blanco Norte, Cerro Lampay,

    Cer ro B lanco Cent ro ,

    Porvenir y Caballete.

    Cerro Blanco Norte

    (Figura 4) est compuesto por

    una sola estructura. sta se

    compone de un montculo

    orientado hacia el Noroeste,

    construido sobre un promon-

    torio natural de forma alarga-

    da (Figura 3). El montculo se

    compone de por lo menos tres

    plataformas, teniendo la

    plataforma intermedia un

    rea delimitada en tres de sus

    lados, comparable con un

    atrio. El montculo se asocia

    a una plaza circular hundida.

    Cerro Lampay (Figura 5)

    se compone de un montculo

    de forma cuadrangular, orien-

    tado hacia el Noroeste, par-

    cialmente asentado sobre una

    terraza natural. Este montcu-

    lo est asociado con un patio

    de grandes dimensiones, en

    medio del cual encontramos

    una plaza circular hundida

    (Figura 7). Por otro lado,

    existe un extenso muro-

    plataforma adosado a la parte

    posterior del montculo.

    Figura 7. Vista panormica de la estructura arquitectnica de

    Cerro Lampay.

    Figura 8. Vista frontal de la Estructura 2 de Cerro Blanco Centro.

    Figura 3. Vista de la estructura arquitectnica de Cerro Blanco

    Norte desde el Noreste.

    Arquitectura pblica del Arcaico Tardo en el valle de Fortaleza...Rafael Vega-Centeno Sara-Lafosse

    39

  • Figura 4. Plano del sitio de Cerro Blanco Norte.

    0 10 20 30 40 50m.

    L E Y E N D A

    PROBABLE ZONA DOMSTICA

    OCUPACIN POSTERIOR

    ARQUITECTURA DEFINIDA

    ARQUITECTURA PROYECTADA

    ALTERACIN MODERNA

    0 10 20 30 40 50m.

    L E Y E N D A

    PROBABLE ZONA DOMSTICA

    OCUPACIN POSTERIOR

    ARQUITECTURA DEFINIDA

    ARQUITECTURA PROYECTADA

    ALTERACIN MODERNA

    E 1

    95,9

    00

    N 8'823,300

    E 1

    95,8

    50

    E 1

    95,8

    00

    E 1

    95,7

    50

    N 8'823,250

    N 8'823,350

    N 8'823,400

    N 8'823,450

    90

    85

    08

    75

    59

    Figura 5. Plano del sitio de Cerro Lampay.

    40

    Arqueologa y Sociedad, N. 15 2004

  • Cerro Blanco Centro

    (Figura 6) es un complejo

    arquitectnico compuesto de

    cinco estructuras. La estruc-

    tura de mayor tamao

    (Estructura 1) cuenta con un

    montculo-plataforma asen-

    tado sobre la ladera de un

    cerro vecino. Este montculo

    cuenta con un rea interme-

    dia a desnivel (a manera de

    atrio) y se asocia con una

    pequea plaza cuadrangular

    hundida. Delante de esta