Revista Biblioteca de México 114. Alfonso Reyes
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BR 1 Z N A S
ta hacia todos los temas universales. De la colección que publicaba
como Archivo, con su nombre, y del llamado Briznas I ¡que en su
parte superior derecha inscribe una graciosa y amistosa dedicatoria
manuscrita: A Margos: ¡Perdón por la confianza! AR\, reproducimos
algunos textos (2". Y 4". de forros\ que e~emplifican con exactitud su
carácter. La edición es del año en que fallece: 1959, en 50 ejempla
res no venales, según consta en el copyright ¡comprada en una libre
ría de viejo, en un pequeño e invaluable lote de sus obras dedicadasl,
y que pertenece a mi biblioteca particular. JOSE ANTONIO MONTERO.
Estas briznas son el gotear espontáneo de la tinta, la enfermedad congénita de la pluma. Pero no puedo publicar sino una parte de las que he escrito. Con pena he suprimido algo, o le he dado "segunda esponja", como se decía en el siglo XVII -sin duda echándolo a perder-, cuando la alusión o la caricatura eran demasiado transparentes. ¡Y luego dirán que no es uno buena persona!
Además, no todo se ha de decir, o no todo de manera que lo entiendan todos, como nos lo enseña el Evangelio:
Entonces, llegándose a él los discípulos, le dijeron: -¿Por qué les hablas por parábolas? -y él, respondiendo, les dijo: -Porque a vosotros es concedido saber los misterios de los cielos; mas a ellos no es concedido ... Por eso les hablo en parábolas; porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden. (San Mateo, XIII, 10-11, 13.)
Del Bestiario Mexicano:
A. R. 1958
En el norte de México acostumbran poner a los gallos en lo alto de un templete, para que no se los coman los coyotes. Desde su mirador, el gallo va y viene. y mira de reojo al coyote que se va acercando con un airecillo bondadoso: -Buenos días, hermano gallo. -Buenos días, hermano coyote. -¿Que haces ahí trepado? -Ya lo ves, tomando el sol.
-¿Por qué no bajas un rato a "platicar" conmigo? - No me atrevo, ¡No vaya a pasarme "alguna cosa"!
-¿Qué puede sucederte? Si desconfias de mí, acuerdate de que ya el leon. el Rey de la Selva, acaba de dictar una ley ordenando que ningún animal le hag.l daño a otro. ¡Anda, baja, no tengas miedo! -No me atrevo ... -iPero si la nueva ley te ampara!
-No creas, hermano: hay cabrones que ni la ley respetan.
Más difícil 3Uil que ser datCiioso con elegancia es ser agradecid0 con pI O;:;::
cía, Por lo cual muchos preC,,,ren pasar por un poco ingratos ... Asu/1t,~ ti.=> f'L. estética.
EMMANUEL CARBAL LO
ALFONSO REYES, ENSAYISTA
En 1920, recién aparecido El pIa
no oblicuo, Ramón López Ve
larde dijo con cierta impertinen
cia que prefería a Alfonso Reyes
en la prosa y no en el verso.
Afirmación que le valió la ene
mistad de Reyes, quien no supo
ver en él a un poeta modificante
y vigoroso.
López Velarde fue un crítico
perspicaz: don Alfonso no figura
en el sistema solar de nuestra lí
rica. Sin embargo López Velarde
pasó por alto una virtud que ca
racterizó a Reyes desde joven: el
uso frecuente y eficiente de la
poesía en la prosa, tanto la na
rrativa como la ensayística . Tam
poco pudo adivinar que ese libro
que no le gustaba, junto con En
sayos y poemas (1917) de Julio
Torri, inauguraría, entre nosotros,
la prosa imaginativa del siglo xx.
Una última acotación acerca de
López Velarde: advirtió que en
las narraciones de Reyes apare
cían con frecuencia sorprenden
tes "parpadeos fosfóricos" . Sí,
los de la inteligencia, pero junto a
los de la emoción . Esa es la fór
mula literaria de don Alfonso.
Hoy recuerdo el aserto de Ló
pez Velarde porque estoy de
acuerdo con él: don Alfonso como
poeta es un sutil lírico de segunda
fila . Además, conviene recordar
lo, fue un sensato teórico, histo
riador y ensayista de la poesía.
No meto en este saco la hermosa
lfigenia cruel porque es poesía
dramática y no poesía lírica.
Aprovecho la distinción que
hace don Alfonso en El deslinde,
que tan pocos lectores tiene en
nuestros días, entre literatura
pura y literatura ancilar para re
ferirme a su obra ensayística.
Sus ensayos son en ciertos
momentos (pienso, para dar un
ejemplo, el de los años españo-
2 Biblioteca de México
les) literatura y en otros, sobre
todo en los años mexicanos, de
1939 en adelante, no-literatura .
Como primera aproximación a
este problema, Reyes ofrece las
siguientes observaciones gene
rales: admite que la literatura es
un servicio mental que propone
una manera muy peculiar de ex
presar asuntos de cierta índole.
Sin cierta expresión no hay lite
ratura sino materiales para ha
cer literatura . Sin cierta índole de
asuntos no hay literatura en pu
reza sino literatura aplicada a
asuntos ajenos , o sea literatura
ancilar o de servicio .
En el primer caso (poesía , pro
sa narrativa, ensayo, teatro) la
expresión agota en sí misma su
objetivo. En el segundo (historia
aderezada con erudición, ciencia
amenamente expuesta, filosofía
de sobremesa , homilías sociales
y religiosas) la expresión sirve de
vehículo a un contenido y a un fin
no-literarios. Para la literatura
propiamente dicha el asunto se
refiere a la experiencia humana;
para la no-literatura a conoci
mientos especiales. La literatura
expresa al hombre en cuanto es
hombre a secas; la no-literatura
en cuanto es teólogo, filósofo,
científico, historiador, político.
En su momento, Reyes es el
escritor más complejo y ambicio
so de su generación , el Ateneo
de la Juventud. Quiere ser poe-
ta , narrador, articulista, autor de firio Díaz. Reyes es un liberal ,
ensayos, traductor, erudito. En
un país subdesarrollado quiere
ser al mismo tiempo que escritor,
divulgador: dar a conocer a Mé
xico en el mundo y al mundo en
México. Sin decirlo en letras de
pero un liberal sin los "excesos"
de Ignacio Ramírez y su grupo de
escritores utópicos . Un liberal
que acepta el positivismo de los
científicos y, más adelante, la de
mocracia de los maderistas. Tam-
imprenta, se propone ser un pró- bién , conforme avanza el tiempo,
cer de la historia mexicana. Si su
padre Bernardo Reyes quiso y
no pudo cambiar la historia polí
tica de México, don Alfonso fue ,
y no se ufanó al conseguirlo , uno
de los primeros escritores sobre
salientes del siglo xx, tanto en la
manera de pensar como de es
cribir. Hizo escuela .
Nutrido en nuestra tradición
decimonónica del arte entendido
como servicio a la gente pen
sante, don Alfonso procuró evi
tar este sacrificio artístico y no
pudo: literariamente terminó sus
días más como maestro que co
mo creador. Pudieron en él más
los afanes didácticos de su pa
dre (quien fue su guía) que sus
propios intereses artísticos.
Con él culminan extemporá
neamente los propósitos sociales
y culturales de la generación jua
rista de los liberales "puros", mar
ginados durante los años de Por-
un hombre que se adapta sin
grandes esfuerzos al carrancis
mo y al callismo (a cuyo jefe dedi
ca su "Discurso por Virgilio"). No
entiende a Cárdenas (con cuyas
ideas políticas está en desacuer
do), y en cuyo sexenio se rein
corpora a la vida de México. Los
presidentes posteriores tuvieron
con él cordiales relaciones: con
frecuencia llegaban a su casa
sacos del mejor café, cajones de
fruta poco frecuentes de encon
trar en el mercado, invitaciones a
actos oficiales, reuniones a las
que no asistió.
A partir de este momento don
Alfonso es el "hombre del cen
tro": el presidente de la república
mexicana de las letras. No co
mulga con la derecha extrema ni
tampoco con los desbordados
escritores de izquierda. De Ávila
Camacho a López Mateos ejer
ce el equilibrio: ni vodka ni coca
3 Biblio t eca de Mé xico
REYES
(1889-1959)
Grande personaje y escritor
de una enciclopédica e im
prescindible obra de ensa
yo, de creación literaria y de
estudioso de todas las cul-
turas, es el ilustre Alfonso
Reyes, desaparecido hace
medio siglo, en el mismo
año que José Vasconcelos.
Para conmemorar el año
de la muerte de este extra-
ordinario mexicano, publica
mos aquí textos de algunos
notables escritores contem-
poráneos suyos, que lo ad
miraron y leyeron y con
quienes convivió intelectual
mente en distintos tiempos
y países, durante su fecun
da vida de viajero: Jorge
Guillén, Jorge Luis Borges,
Manuel Bandeira; las cons
tancias de sus colegas me
xicanos, MarUn , Luis Guz
mán, Julio Torri y Carlos
Pellicer a la hora de su
muerte, forman parte de es
tas páginas, que serán
siempre insuficientes para
homenajear a un creador y
una obra de tales proporcio
nes. Textos del propio Re
yes y dos más de Ernma-
cola , tequila diluido con agua
mineral.
En el fondo de sí mismo don
Alfonso era más un hombre de
etérea derecha que un hombre
de profunda izquierda. Más pró
ximo a la visión del mundo de su
padre que a la de Zapata y Villa .
En los terrenos del arte no
aceptó el compromiso como tam
poco la evasión . En ese campo
se hizo bolas con los alcances de
la literatura pura: la entendía (y
defendía) pero no siempre por
distintas razones la practicaba.
Su obra estuvo lastrada casi
siempre por la erudición .
Su tragedia familiar, el acribi
lIamiento de su padre el 9 de fe
brero de 1913, trastornó sus
sentimientos y sus ideas. Optó
por lo que parecía más fácil, la
huida: se incorporó al servicio
exterior mexicano que lo destina
a París .
Así se evita intervenir en la
"vendetta" mexicana y consigue
figurar tenuemente en la historia
de la literatura nacional.
A don Alfonso sus contempo
ráneos lo acusan de "extranjero"
y él mismo tiene que insistir en su
condición de escritor mexicano.
En los años españoles, los
mejores de su vida, don Alfonso
no era ni un escritor ibérico ni
tampoco (en la superficie) un es
critor mexicano. Era un escritor
de lengua española, un adelan
tado de la globalización de la
que hoy tanto se habla . En el
fondo , y fatalmente, don Alfonso
era en profundidad de la misma
estirpe de Fernández de Lizardi .
Estirpe, en su caso, llevada a las
últimas consecuencias.
Anoto la mayor de sus imper
fecciones. Don Alfonso pudo po
cas veces concretar los arran
ques de sus libros en proceso en
obras terminadas, definitivas:
arranques de novela, prolegó
menos a la teoría de la literatura,
inicio de sus memorias, apuntes
para su diario. Pocas veces
obras definitivas, siempre esbo
zos brillantes pero incompletos.
De 1939 a 1959, el año de su
muerte, don Alfonso no pudo de
dicarse únicamente a escribir.
Inventó sucesivamente El Cole
gio de México y luego El Colegio
4 Biblioteca de México
Nacional. Antes su ayuda fue
decisiva en el arranque del Fon
do de Cultura Económica.
En búsqueda del público que
no consiguieron sus libros, Re
yes colaboró en diarios y revis
tas, en estaciones de radio . Para
acceder a lectores y auditores
ínfimos don Alfonso tuvo que
bajar el nivel de sus artículos
pasó de la literatura a la no-lite
ratura: de mostrar a enseñar. Ya
no buscaba lectores cómplices
sino coautores desmadejados y
ordinarios.
Los últimos años de don Al
fonso son a un tiempo de triunfo
y de fracaso . De éxito porque
mexicanos eminentes dictami
naron que su . obra era parte del
patrimonio nacional. De infortu
nio porque los lectores brillaron
por su ausencia . Unas cuantas
decenas de textos magníficos,
de diversa índole , no obtuvieron
los destinatarios para los cuales
fueron escritos. Literatura para
minorías, sus ensayos, puros e
impuros, están a la espera de
ojos novísimos que los gocen y
comprendan .
Lo mismo que textos hechos
"a lo Montaigne", escribió ensa
yos cuya raigambre parte de una
futesa y arriba a una abstracción
feliz y llena de sugerencias. Se
trata de observaciones acerca
del ser humano (poéticas unas,
filosóficas otras) que no sólo se
aferran al pensamiento científico
sino que aterrizan en el pensa
miento poético. Los más anti
guos datan de los años diez y
los más nuevos fueron escritos
meses antes de su muerte.
Entre una y otra fechas don
Alfonso escribe un corpus ensa- su biografía de la niñez al mo-
yístico que casi no tiene paran
gón con los creados en esos
años a lo largo y ancho de la len
gua española.
Maneja el idioma con una sol
tura que parece regalo de los
dioses más que conquista de la
razón y la imaginación .
Uso un lugar común : desde la
salida de Cuestiones estéticas
(1910-11) Reyes escribe una
prosa casi perfecta, y las imper
fecciones se deben a las aride
ces de la erudición más que a la
inexperiencia de la extrema
juventud o al cansancio mental
de los últimos años.
Pronto empieza a desterrar la
frase larga (herencia marceli
nesca) y a valerse de la corta .
En España la frecuentación de
Azorín (como persona y como
autor) quizá haya ayudado a que
mento en que sale a Francia al
servicio de Huerta , dejando
atrás una familia y un país en
vueltos en llamas.
Los ensayos de don Alfonso
ofrecen más de lo que prometen .
Nos dan el goce generoso pro
pio de la literatura y nos conce
den, también , el del conocimien
to : en su juventud nos entrega
nociones filosóficas acerca del
estar del hombre en la tierra ; en
la madurez y la senectud nos
proporciona pistas que, de se
guirlas, nos harían menos infeli
ces en este valle de lágrimas.
Si al hablar del estilo creo que
éste es una dádiva difícil de es
tablecer, al referirme a la estruc
tura también sospecho que es
un don sólo concedido a los que
superan la palabra talento. Y Re
yes, en cuanto a la prosa ensa-
surjan sus pequeños ensayos y yística, es un escritor impar. Al
prosas breves de los Cartones leerlo creemos que lo difícil es
de Madrid (1917) y Calendario fácil , que lo complicado es sen
(1924), donde figura uno de los cilla , que lo común y corriente
textos perfectos de don Alfonso, (en cuanto a temas y desarrollo
"Romance viejo" , en el cual me- literario) nada tiene que ver con
diante unas cuantas líneas traza el clisé y la ramplonería .
5 B ib l io teca de Méx ico
nuel Carbal/o que lo entre
vistó en los últimos meses
de su vida y una espléndida
ficción de José Emilio Pa
checo (Diálogo de los muer
tos: Alfonso e eyes y José
Vasconce/os) complemen
tan brillantemente núestro
número final del año 2009.
Hemos bebido en la enor
me y luminosa producción de
Reyes los lectores y los escri
tores mexicanos de todas las
generaciones (también los
de otros continentes) y sin
eUa no hubiéramos podido
entender lo. que nuestra lite
ratura y la de otras lenguas
ha sido para la de nuestro
país y aun para los del conti
nente americano, en cuyos
más destacados círculos mi-
litó e~ gran Reyes como es
trella principal.
Aun el maligno y malicio
so Borges, que siempre lo
declaró el mayor prosista
latinoamericano (pero que
no dejaba qe embromarlo
en esos diálogos maledi
cientes que Bioy Casares
revivió en un diario de re-
ciente edición) lo encomió
en un largo y bello poema:
El vago azar o las preciosas leyes
JOSÉ EMILIO PACHECO
DIÁLOGO DE LOS MUERTOS:* ALFONSO REYES
Y JOSÉ VASCONCELOS
S on las cinco de La mañana. La
hora deL Lobo. La hora en que, dice
L6pez Ve Larde , se nace, se muere y
se ama . México parece un cemen
terio . Nadie se aventura a pie por
Las calles en que será invariable
mente asaltado, si no por los la
drones por la patrulla . Con todo,
no cesa el estruendo de los vehícu
los . En la esquina de Lo que fiteron
caLzada de Tacubaya y Juanaca
tlán aparece elfantasma de Alfon
so Reyes. Cruza el Circuito Inte
rior el espectro de José Vascon
celos y se aproxima a su amigo de
juventud.
Vascol1celos: ¿Qué haces a estas
horas, Alfonso?
Reyes: Contemplo mi calle . Un
poco triste ¿no?
Vasconcelos. Cuando menos la
animan alguna putas . En cambio
• "Diá10go de los Il1UCI10S: Alfonso Reyes y José ascollcc1os·· . Proceso No . 164.24 de diciembre
de 1979. pp. 50-5 1 . recogido en Asedio a AIfiJ/lso Reyes /889- / 989. Mcxico. 1M -UAM-A. 1989 . pp. 14 1-145 .
la mía ni siquiera es calle. Un
puente sin agua , un viaducto, al
go hecho para las máquinas y no
para los seres humanos.
Reyes: Después de muertos se
guimos unido : nuestras ca lles
hacen esquina. Y en Tacubaya .
Para nuestra generación fue muy
importante Tacubaya .
Vasconcelos: Como verás, no
queda nada de Tacubaya . No era
un lugar de ricos como San
Ángel. Acabaron con ell a las
obras viales, todas inconclusas, de
no sé cuantos sexenios. Oye ¿qué
es e o que se levanta donde esta
ban las bombas de la Condesa?
A Jesús Arellano: In Memoriam
Vasconcelos: Hay cosas buenas.
Me da gusto comprobar que al
fin se adoptaron oficialmente mis
tesi s sobre el criollismo.
Reyes: Cambiemos de tema. No
critico al régimen ni me gusta ha
blar de política.
Vasconce/os: Ni la muerte pudo
curarte de tu trauma, Alfonso: el
general Reye murió hace mucho
tiempo. Todo es política en la vida .
Reyes: El lmcé, más conocido
como e l monumento a la deva
luación. ¿No quieres caminar un
poco? Me gustaría aparecerme
en mi casa. Hace veinte años que
no la veo. Reyes: Todo es violencia. Jamá
pude aceptarlo. Nunca quise el
Reyes y Vasconce/os atraviesan la sufrimiento ni el exterminio de
caLLe entre camiones que 11.0 se de
tienen, pero como no los ven tam
poco pueden atropellarlos. Toma
dos de/ brazo caminan lentamente
por la acera de/ Circuito Interior.
Vasconce/os: Veinte años. Lleva
mos muertos veinte años .
Reyes: Parecen veinte iglo . Es
otro mundo . No me gustaría nada
seguir viviendo en él.
6 Biblioteca de México
los demás.
Vasconcelos: Nadie te lo agrade
ció. Por e o no te leen. Tus virtu
des no on de e te siglo . Tu obra
es una gratísima conversación,
un salón literario portátil. Eres el
compañero ideal para endulzar
las incomodidades y abolir el
tedio del viaje. Tu mundo es el
siglo dieciocho , antes de la Re
volución francesa por supue too
Reyes: ¿Y tú? te conformaste con ser lo mejor que fuiste? Tu sitio no estaba en
Vasconcelos: Hablé el lenguaje la república del poder, al menos de la pasión, sacudí las concien- no de ese poder que buscaste . cias como decíamos entonces. Ante mí nadie puede ser indiferente. Me odian o me veneran,
Alfonso: no se limitan a respetarme . Soy algo más que una gloria literaria, una estatua a la que pocos vuelven la mirada. Soy muchos , no soy uno. En mí encamaron todas las contradiccio
nes que forman la miseria y la
gloria humana.
Reyes: Te admiro y me horrori-
Vasconcelos: Me robaron las elecciones.
Reyes: Y si no te las hubieran
robado ¿sabes cuál hubiese sido tu destino? A los tres meses los generales, los empresarios y el embajador norteamericano te hubieran echado a patadas. Acuér
date de Madero, de Rómulo Ga-Ilegos y de Juan Bosch.
zas, José. Por tu causa se derra- Vasconcelos: Tú no te arriesgas
mó la sangre. Yo no conduje a te, Alfonso. Por eso cometiste nadie a su muerte. menos errores.
Vasconcelos: Traté de redimir a Reyes: Me arriesgué a ser nada este país de infamias, a esta tierra más escritor, a darle a mi país lo de asesinos, ladrones y fariseos... único y lo mejor que podía
darle. Reyes: Tu tierra .
Vasconcelos: Sí, una obra encanVasconcelos: La nuestra , Alfon- tadora e inconclusa . Proyectos ,
so. Somos lo que México hizo de esquemas, puntos de partida , nosotros. resúmenes, glosas. Muy bien es-
crita, claro. El estilismo. Siempre Reyes: México y tu ambición y odié el estilismo, consuelo de los vanidad sin medida. ¿Por qué no estériles y los cobardes.
Alfonso Reyes en junio de 1959, México, 1927
7 Biblioteca de México
Que rigen este sueño, el universo,
Me permitieron compartir un terso
Trecho del curso con Alfonso
Reyes.
Supo bien aquel arte que ninguno
Supo del todo, ni Simbad ni Ulises,
Que es pasar de un país a otros
países
y estar íntegramente en cada uno.
Grande viajero, en el año de
1913, pobre exiliado parisino,
alguna vez dijo en una carta a
Julio Torri: "Julio, París es un
lugar en que vale la pena
morirse de hambre".
Viajero sí, pero nunca turis
ta ocioso ni vagabundo estéril,
sino verdadero explorador de
mundos y culturas que dejó
rastros de luz en todas las ciu-
dades en que vivió.
Nosotros, por lo pronto, lo
hemos leído casi entero y pro-
seguimos alimentándonos de
su bella e inagotable tarea de
poeta, de narrador y de ensa
yista.
E.L •
. ~ ----. _~ -.. ~ .~.: ':" _ . . .. ~--=-
Reyes: Lo odiaste porque no podías escribir prosa como Martín Luis ni como yo. Sin embargo, a pesar tuyo, fuiste un gran escritor. Ulises criollo es un libro prodigioso. Lo más parecido, junto con El águila y la serpiente y La
Vasconcelos : Un especialista en generalidades . Alguien que mari
posea sobre todos los temas y no se compromete con ninguno. Tu obra entera es periodismo , sin duda magistral y de suprema calidad literaria, pero al fin y al ca-
sombra del caudillo, a una nove- bo periodismo. la en una generación de extraor-dinarios prosistas y narradores que jamás pudimos escribir novelas ni dramas ni verdaderos poemas.
Vasconcelos: Fui un filósofo, intenté crear un sistema filosófico. En cambio tú, Alfonso -con toda la admiración que mereces y con medio siglo de afecto- no fuiste sino esa cosa amorfa y horrible que llamamos "hombre de letras" porque no podemos nombrarlo de una manera más precisa.
Reyes: Fui un escritor, a secas. Un ensayista.
Reyes: ¿Por qué te parece mal el periodismo? Democraticé hasta
donde pude el saber de los pocos y lo llevé a quienes habían aprendido el alfabeto gracias a tu labor
como secretario de Educación
Pública. Además, Pepe, casi toda la literatura española de nuestra época es periodismo: Ortega, Unamuno, Azorín, Díez-Canedo. Tú también fuiste un gran periodista. Lástima que hayas puesto ese talento al servicio de las peores causas. Qué pena ver que terminaste tus días como editorialista estrella del coronel García Valseca.
8 Biblioteca de México
Vasconcelos : No robé. Tenía que ganarme la vida . Acepto, si tú
quieres, que me equivoqué trágicamente respecto a Hitler, Franco y Mussolini. Pero lo hice por
antimperialismo, por creer que los enemigos de nuestros enemi
gos eran nuestros amigos.
Reyes: Pepe, no contribuyamos a
la confusión general. Tu antiyan
quismo fue tan de derecha como el de Federico Gamboa o Carlos
Pereyra.
Inmersos en la discusión, Reyes y
Vasconcelos han llegado sin
darse cuenta frente a la casa del
primero. Atraviesan las paredes
y entran en la biblioteca.
Reyes: Todo está como lo dejé
hace veinte años.
Vasconcelos : Un museo. Qué es
panto.
Reyes: Pepe, estás a punto de
alcanzar tu centenario (te quitabas la edad , como tu coterráneo
don Porfirio) . Los desplantes juveniles ya no te quedan. ¿Por qué
no te sientas?
Vasconcelos: Déjame ver tus libros. Qué antiguallas. Mira,
Toynbee. Dedicado. Ya nadie cita a Toynbee . Sic transito
Reyes: Pero Toynbee fue el único
que predijo adecuadamente lo que iban a ser los terribles setentas . Fortuna nuestra no haberlos vivido. Nadie, basado en el pensamiento socioeconómico ni en el pensamiento mágico, supo ver lo que nos esperaba, de la crisis petrolera a la crisis de Irán, de Camboya al Cono Sur. El 16 de diciembre de 1969 Arnold dijo: "En la próxima década la violencia llegará a extremos infernales.
La situación será espantosa para
todo el planeta, especialmente
para el Tercer Mundo".
Vasconcelos: Te da miedo la si
tuación , Alfonso .
ma. Tu ideal hubiera sido no el
siglo dieciocho -me equivoqué
sino el monasterio del siglo doce:
libros , manuscritos , tranquilidad,
buena mesa , buena cama. La isla
rodeada de barbarie por todas par
Reyes: Hace setenta años tradu
cíamos en voz alta a Wilde. ¿Te
acuerdas?: "No vale la pena nin
gún mapa que no incluya la isla
de Utopía" .
tes. Alfonso , "fuego y sangre ha La luz de la mañana invade la
Reyes: Me aterra . Pienso siempre sido nuestro tiempo". Tus virtu- Capilla Alfonsina.
en lo que dijo T. W. Adorno: "Del des -tolerancia, concordia, respe-
mundo, tal como existe , uno nun- to humano- no son de este Vasconcelos: Adiós, Alfonso.
ca estará lo suficientemente asus- mundo . Aun muerto , eres un ana- Nos veremos en mi centenario.
tado ." cronismo viviente .
Vasconcelos: Buscaste la paz. Paz Reyes: Objeta lo que desees a
en la guerra. Por eso a tu manera esos rasgos . Cuando todo se ha
fuiste un freak. Perdona el pochis- dicho son preferibles a sus con
mo: formamos, qué curioso , la trarios: intolerancia , inhumani
primera generación mexicana que dad, tortura , exterminio de quien
habló fluidamente el inglés. En un no es o no piensa como yo.
mundo donde todos quieren pe-
lea, tú intentaste no hacerle daño a Vasconcelos: El mundo es de los
Reyes: Hasta muy pronto, Pepe,
hasta el 82 . Mientras tanto, no
dejaré que mueras: te seguiré le
yendo . A pesar de todo.
Vasconcelos: Yo también te se
guiré leyendo, Alfonsito.
nadie. Por tanto interrumpiste la fuertes y de los crueles, Alfonso. Desaparecen . La Capilla Alfon
maquinaria. Todo se te vino enci- Tu proyecto de vida es una utopía. sina queda en silencio.
'A José Vasconcelos. Alfonso Reyes", México, 1927
9 Biblioteca de México
MARTíN LUIS GUZMÁN*
ALFONSO REYES y LAS LETRAS MEXICANAS
Dos razones, dos por lo menos, me obligan a salu
dar el nuevo libro de Alfonso Reyes (El suicida,
Madrid, 1917) con reflexiones que no se refieren al
libro precisamente. En primer lugar, El suicida
llega a nosotros como eslabón arrancado de una
cadena desconocida casi, y en la cual este libro
tiene un valor episódico, difícil de apreciar sin la
perspectiva completa . Recuérdese que Alfonso
Reyes comenzó a escribir en prosa desde 1908
(mucho antes escribía en verso) y que a partir de
entonces no ha soltado la pluma un instante; de
suerte que, acumuladas y acumuladas las cuarti
llas, su obra inédita comprende a esta hora tres o
cuatro tantos iguales a lo publicado hasta aquí.
Olvidar esto sería tender un puente desde Cues
tiones estéticas hasta El suicida, a sabiendas de
que hay tierra firme de por medio, sin otros apoyos
evidentes que los diversos artículos aislados (pro
ducción bien copiosa) que Reyes ha dado a la
imprenta aquí y allá, parte de sus estudios de his
toria literaria y alguno que otro escrito de índole
especial , como la bella y jugosa Visión de Aná
huaco Aunque bastante en sí mismo para fundar
una reputación de primer orden, esto último no
abarca sino un trozo de la labor de Alfonso Reyes.
El haz central de sus poesías permanece inédito;
inéditos están sus cuentos, inéditos muchísimos
-'de sus ensayos y diálogos.
En segundo lugar, El suicida es -lo diré abu
sando de una palabra desgastada- un libro subje
tivo, un libro cuyo interés supremo radica en el
autor. Analizarlo equivaldría más que a otra cosa,
a exponer el procedimiento mental de Alfonso
Reyes y a reconocer sus dotes extraordinarias .
.. Porque la amenidad y fina gracia, el atrevimiento y
la agilidad, los súbitos arranques hacia lo impre
visto, la sutileza, el intenso ambiente de humani
dades, y, más que todo eso junto, el admirable
barajar de las ideas, animadas a veces de tal mo
vilidad que parecen tocarse punta y cabo, dan a El
* Martín Luis Guzmán, Obras completas, Compañía General de Ediciones, S. A. , México, 1961 , 1 ero tomo, 1624 pp.
suicida un carácter inusitado en libros castellanos.
y tan nueva actitud espiritual contribuye a que la
mirada del lector se vuelva irresistible hacia el
ensayista. Se atiende a lo que las páginas dicen,
se sigue el curso sinuoso del pensamiento y se
saborea cada una de las líneas de este rico volu
men; pero la imagen del autor está siempre pre
sente, y no podemos menos que detenernos en
las circunstancias , pasajeras unas, otras definiti
vas, de su talento , su cultura, su maestría literaria
y aun la disposición sanguínea que hace de él un
vigoroso escritor. Ahora bien -y aquí se funden
por un punto la segunda razón y la primera-, de
tales cosas prefiero no hablar todavía.
Otras hay no menos importantes. La aparición
de El suicida renueva el interés de ciertas cuestio
nes relacionadas con el actual movimiento cultural
mexicano, en el que, ahora se ve más claro que
nunca , Alfonso Reyes adquiere cada día mayor
relieve. Dentro de este movimiento, Reyes figura
como individuo (el individuo más joven) de un
grupo de escritores, homogéneo fundamental
mente, que en México se conoce con el nombre,
demasiado amplio e impreciso de Ateneo. Carac
terízase este grupo por una cualidad de valor ini-
11 Biblioteca de México
cial indiscutible, si bien de mérito muy diverso y
abierto a todas las apreciaciones en cuanto a la
realización personal : la seriedad . La seriedad en
el trabajo y en la obra ; la creencia de que las co
sas deben saberse bien y aprenderse de primera
mano, hasta donde sea posible; la convicción de
que así la actividad de pensar como la de expre
sar el pensamiento exigen una técnica previa, por
lo común laboriosa, difícil de adquirir y dominar,
absorbente, y sin la cual ningún producto de la
inteligencia es perdurable; el convencimiento de
que ni la filosofía , ni el arte, ni las letras son mera
distracción o noble escapatoria contra los aspec
tos diarios de la vida, sino una profesión como
cualquiera otra , a la que es ley entregarse del to
do, si hemos de trabajar en ella decentemente, o
no entregarse ni en lo mínimo.
Sin duda que, dadas las condiciones tradiciona
les de México en materia cultural, un propósito de
esta especie había de exceder necesariamente a
su implantación práctica . Baste recordar que mu
cho se habló y escribió en este grupo sobre
Grecia, sobre su literatura , su arte, su filosofía, sin
conocer una sola palabra del griego. Mas no por
tales limitaciones, y otras análogas, el impulso pri
mitivo resultó menos fructuoso. Fue primer pro
ducto acabado de este grupo, jefe de él en mu
chos sentidos, Antonio Caso. En él figuró como
voz orientadora infatigable -nunca se lo agrade
cerán bastante la cultura y las letras mexicanas
Pedro Henríquez Ureña, alto espíritu dotado a la
vez, por raro privilegio, de un talento adulto, sobrio
y tranquilo y del más bello entusiasmo juvenil.
Formase allí, quizá como su pensador más pro
fundo y original, José Vasconcelos, teórico del rit
mo y el acto desinteresado.
El punto de partida de estos jóvenes escritores
Uóvenes cuando, seguidos de cerca de otros
cuyos nombres no es necesario mencionar, co
menzaron a ver coronados sus esfuerzos en 1910
Y 1911) les valió prestigio suficiente para lograr
una fusión inesperada: de una parte, atrajeron
hacia su órbita a los representantes más eminen
tes de generaciones anteriores, los cuales no tu
vieron empacho en retroceder, para ese fin , sobre
los caminos de la edad ; de la otra, llevaron su
influencia , gracias al brillante magisterio de An
tonio Caso, y, más enérgicamente aún , por la per
suasión y el trato directo de Pedro Henríquez
Ureña, a generaciones más jóvenes. Tal coloca
ción, activamente abierta sobre dos horizontes; tal
concentración e irradiación simultánea de los me
jores impulsos nacidos en diversos parajes, hicie
ron creer por un momento que este grupo, y las
fuerzas a él concurrentes, anunciaban al fin la pri
mera cristalización de una cultura nacional verná
cula abrevada en las culturas clásicas, antiguas y
modernas. Hicieron creer por un momento, he
dicho, porque hasta ahora la esperanza no se ha
colmado, si bien es verdad que no ha de pronun
ciarse aún la última palabra. Después de varios
años de mar deshecha parece que los maderos de
la balsa se afirman de nuevo, con otros que la
tempestad misma ha juntado. De lejos unas, de
cerca otras, las voluntades dispersas vuelven a
coordinarse hacia el fin primero. La perspectiva
sigue descubierta y todavía hay motivos para que
los ojos se fijen en la lontananza.
Pues bien, Alfonso Reyes empieza a delinearse
como la hechura más perfecta de las tendencias
arriba indicadas. No se trata tan sólo de la canti
dad y calidad de su obra; trátase de la absorción
12 Biblioteca de México
completa de su ser en su obra, de su actitud
resuelta a cortar de plano con todo lo ajeno a su
vocación espiritual, de la honradez que lo ha lle
vado a hacerse un maestro de su arte. Nada de
esto valdría la pena de decirse, por supuesto, si la
literatura mexicana fuera ya un organismo íntegra-I
mente formado y no una semilla que apenas está
por reventar; aquellas virtudes serían entonces
meras circunstancias de rigor. Pero así las cosas,
Alfonso Reyes cumple una misión cerca de las
letras patrias -a la vez que realiza sus propios
fines- esforzándose por dar de sí la llama más
intensa que él alcance a producir. E igual diríamos
de espíritus menos generosos, menos brillantes,
pero poseídos del mismo afán de superación. Se
puede ser un escritor o un pensador modesto; es
explicable y aun plausible el no aspirar a más.
Pero no se debe ser, sobre todo en países todavía
no formados (como México), un escritor o un pen
sador improvisado durante la vida entera. Los
peores enemigos de las sociedades informes son
justamente los genios esporádicos; ellos las retie
nen en el desorden primitivo, ellos no las dejan
conocerse ni coordinarse. Cuando en un país los
músicos son sólo músicos a medias, y los litera
tos, literatos por mitad, y así los médicos, y los
generales, y los pintores, la otra mitad, que no es
mitad de nada, sino ocioso jirón flotante, se man
tiene como agresiva posibilidad de todo, que todo
lo emprende, todo lo juzga, todo lo trastorna y lo
destruye. Únicamente la especialización rigorosa
hace pueblos completos y organizados, porque en
ellos nadie adquiere derecho a la universalidad si
ejemplo, sino el general o el médico versados a
fondo en su arte sospechan las dificultades de la
misión de legislar o del papel de unir las palabras
y devanar las ideas?
Alfonso Reyes rompe nuevo surco para la lite
ratura mexicana llevando a la práctica, en buena
parte por lo menos, los preceptos tácitos del grupo
de escritores a que pertenece. Con su pluma pro
fesional y sabia, que hacen más elocuente, más
atractiva, más grata las cualidades superiores de
su espíritu, está marcando la entrada del verdade
ro camino, el camino que Herder hubiera señala
do: el estudio extenso y atento de todas las litera
turas, lo mismo antiguas que modernas, para
acostumbrar los ojos a la oculta luz que nos des
cubre las formas reales , eternas. Hecha la mirada
a los rayos de esa luz, fácil será encontrar la rea
lidad patria a través de la visión interior y construir
la nueva forma adecuada a la nueva materia.
y no hay otro sendero. Porque si es lícito afir
mar que existe, aunque con ciertas restricciones,
una poesía mexicana, nadie concedería que Mé
xico tiene una literatura propiamente nacional, es
decir, una corriente de pensamiento, sobre la vida
y la naturaleza, con características internas y ex
ternas discernibles; una manera de interpretar
emotivamente las cosas, conforme a una sensibi
lidad peculiar, que culmina en un núcleo de escri
tores clásicos (lejanos, próximos o inmediatos)
para derivarse de ellos después. De aquí el grave
problema para los mexicanos que se empeñen en
hacer obra nacional, y que además de nacional
sea literaria -en el buen sentido del término-, sin
antes no ha dominado su oficio. ¿Sin esa garantía otra materia que la substancia mexicana misma:
es posible la vida social ascendente? ¿Quién, por equivale a crear de un golpe la tradición.
13 Biblioteca de México
JULIO TORRI*
NOTAS SOBRE ALFONSO REYES
14 Biblioteca de México
Alfonso Reyes nos ofrece un
ejemplo de entrega total a su
vocación, desde la adolescencia
hasta su muerte . Estudiar con
perseverancia tenaz ; escribir;
mostrar a los demás cómo supe
rarse en el cultivo de las buenas
letras; divulgar en el extranjero
lo valioso de nuestra literatura y
de nuestra historia: éstos fueron
sin duda los objetivos que diri
gieron su vida, la misión espiri
tual que realizó en sus años de
aprendizaje y en los de madurez .
Su obra es tan vasta que satis
face gustos diversos. Unos pre
fieren la Visión de Anáhuac o
¡figenia cruel; no falta quien está
por la Crítica ateniense o la
admirable Junta de sombras;
otros estamos por los libros de
ensayos diversos, sin desestimar,
por supuesto, otros aspectos de
su copiosa producción .
Se mueve en una densa atmós
fera libresca. No porque le falte
la experiencia humana natural
mente, sino porque su mundo es
el mundo de las ideas .
La rica producción alfonsina
se puede distribuir en períodos:
el primero, el de su juventud que
inicia con Cuestiones estéticas,
libro en que se reflejan lecturas
de escritores españoles, y que
desde el punto de vista del len
guaje es de los mejores y el más
, castizo. Después vienen los li
bros publicados durante su esta
día en España y en París (por
ejemplo, El suicida y El cazador,
en los que es visible la preocupa
ción filosófica). El plano oblicuo
que aparece por entonces había
sido escrito en México. En Río
de Janeiro y en Buenos Aires su
producción siguió acrecentándo
se, lo mismo que cuando retomó
a la patria.
Julio Torri, Tres libros, Fondo de Cultura Económica; México, 1964, 186 pp.
Bernardo Reyes
ALFONSO REYES Y SU PADRE. A.
R. nació el 17 de mayo de 1889 ,
año en que se fundó en París la
célebre revista literaria Le Mer
cure de Franee y en que se co
menzó a levantar la torre Eiffel.
Alfonso escribió en Tren de ondas
que alguna vez la torre y él tuvie
ron la misma estatura. Su abuelo
paterno nació en Nicaragua. Su
padre el general de división don
Bernardo Reyes se distinguió al
frente del 6°. regimiento de caba
lIería , bajo las órdenes del general
don Ramón Corona, en la guerra
contra el temible "Tigre" de la
Sierra de Álica, el feroz Lozada;
fusilado éste, contra sus lugar
tenientes. El general Reyes hizo
una brilIante carrera militar; se
señaló siempre por su extraordi
nario valor personal, y como per
sonaje de aliento heroico fue vÍC
tima de la fatalidad inexorable.
De sobremesa, cierta vez Alfonso
me aconsejó que escribiera mis
Julio Torri
15 Biblioteca de México
memorias; y añadió: "Yo lIevo ya
escritos dos tomos de las mías, y
todavía no nazco." Uno de estos
tomos es Parentalia, en que narra
hazañas que su padre solía referir
le hac iendo recuerdos.
EL MENSAJE DE ALFONSO RE
YES. Para el sociólogo Francisco
García Calderón -prologu ista del
primer libro de Alfonso , Cues
tiones estéticas- "defiende el
ideal español , la harmonía grie
ga, el legado latino, en su país
amenazado por turbias plutocra
cias".
Chacón y Calvo, erudito escri
tor cubano, opina: " ... Lección ...
la del trabajo sin tregua, la de
sentir la vida toda cargada de de
beres y encontrar en su cumpli
miento una profunda alegría."
Octavio Paz lo lIama " . . . el ena
morado de la mesura y la propor
ción , sediento de claridad y armo
nía , hombre para el que todo, in
clusive el amor, la acción y la
pasión ética, debería resolverse en
equilibrio; sabía que estamos ro
deados de caos y silencio".
En mi opinión , la obra de Al
fonso es una exhortación a culti
var nuestro intelecto con las más
severas disciplinas , una entusiasta
excitación a desarrolIar y acrecen
tar nuestra inteligencia en el co
mercio de la antigüedad clásica y
de las principales literaturas mo
dernas para lograr la posesión de
una alta cultura, de una cultura
de primer orden.
Este propósito fundamental de
la obra de Reyes es perceptible
en casi toda su producción. Cite
mos entre otros los Estudios he
lénicos, libro de iniciación y guía
para el estudioso.
SU RETRATO. En cuanto a su "re
trato" intelectual, recordemos la
respuesta que dio, en una encues
ta, a una revista de Bogotá:
.. . Los fi nes humanos son , para la
Divinidad , sólo medios . De aquí
el mal y el dolor. Aceptac ión
estoica .
... La Estética. La escala plató
nica del deseo desde el apetito
hasta la contempl ac ión. Imperio
so afán hacia la belleza , y sospe
cha de que la comprensión es un
resultado de hábito en la contem
plac ión.
. . . La expresión: toda la Poé
ti ca . Suma voluptuosidad , suma
sensualidad , la palabra único ver
dadero producto humano , único
sentido en que el hombre crea , o
colabora plenamente con la Crea
ción .
.. . El orden humano es un or
den moral. Todo ac ierto humano ,
consciente o inconscientemente,
es una in vestigac ión hac ia el
bien .
... La Economía , la Economía
Política , la Política . Nunca lo he
entendido muy bien . ¿Acaso aquí
el anhelo de independencia , de
libertad? Libertad , ¿para qué?
Para conquistar el ocio . El ocio ,
¿para qué? Para trabajar siempre
en lo que yo quiera . Y trabajar
siempre en lo que yo quiera ¿no
será más bien jugar? Tal vez .. .
. . . El princ ipi o ortodoxo de
toda acc ión; a saber: 1) rigor en
lo esencial; 2) tolerancia en lo
accesorio; 3) abandono de lo inú
til.
... La fábula del astrónomo al
revés : ver cada día donde se va
afirmando la planta, y afir-
marla bien . Y, en cuanto a
la trayectoria del viaje
( jes curioso!) , cierto fata
li smo cierta obediencia
semejante a la que me
permite acatar con senci
llez , en mi carrera diplo
lática, los cambios de país
que me ordenan desde
Méx ico . De aquí el horror
de los "manifiestos", "pla
taformas", "programas" -y
hasta de las definiciones
como ésta que voy hacien
do , que me parecen atenta
dos contra la plasticidad
necesaria de mi ser.
Platón hasta Bergson y Husserl. No en balde su estrecha amistad con Antonio Caso, Henríquez Ureña , y Vasconcelos. Spinoza,
Descartes, Montaigne, Hobbes ,
Rousseau, Schopenhauer, qué se yo cuantos más ocupan largo
espacio en sus escritos. Sentía horror porque se le definiera, se le
clasificara, se le limitara en su
pensar. Con todo, no es aventurado afirmar que se inclina al eclec
ticismo. Oíd esta fábula que apa
rece en El cazador:
Un hombre se propuso un día no
tener ideas preconcebidas, no
tener prejuicios; y ese mismo día
perdió la vista . Al siguiente se
colgó de una sola idea , como
desesperado , y fundó en ella todo
su sistema del mundo: y siguió a
ciegas. Al tercer día meditó en
sus dos experiencias. Y como al
hacerlo tuviera que confrontar la
desconfianza en todas las ideas
-de la antevíspera- con la fe en
una sola idea -de la víspera- ,
recobró súbitamente la vista.
" iEureka ! - salió gritando por
la calle-, y de hoy más mi ojo
derecho se llamará dogmatismo ,
y mi ojo izquierdo escepticismo ."
Alfonso fue un autor que deslumbraba al lector con la pirotec
nia de su inteligencia siempre alerta y activa: con las innumerables referencias a toda suerte de lecturas; con la avalancha de sus
oportunas citas. En el mundo de las ideas descubre relaciones nuevas e insospechadas, sin fatiga y en un juego que tiene mucho del arte del prestidigitador. No en balde se titula uno de sus libros Árbol de pólvora .
Escritor de la familia espiritual Su POSICIÓN FILOSÓFI- de Sainte-Beuve, el gran crítico CA . Fue un expositor europeo del siglo XIX. SUS imprebrillante de las doctri- siones directas de las cosas desnas filosóficas desde piertan resonancias de sus am-
16 Biblioteca de México
plias lecturas. Fue un escritor
libresco, sin que esta palabra im
plique nada de peyorativo o de
censurable. Toda idea trae en él
el recuerdo de otras semejantes
que halló en sus autores predilec
tos , que son legión . Es un tipo de
escritor que sólo se produce en
los ambientes literarios más doc
tos, en los países de cultura más
refinada . En su formación inte
lectual colaboran no únicamente
nuestra Metrópoli , en las últimas
etapas del modernismo, cuando
el nivel de cultura literaria era
superior al que hoy priva , sino
también el Madrid del segundo
decenio del presente siglo, el
Buenos Aires anterior al peronis
mo, y el Río de Janeiro "foco
vivaz de pensamiento", que dijo
Rubén Darío .
SU PROSA . Emilio Oribe, al saber
la muerte de Alfonso ha excla
mado: "Ya nunca se volverá a dar
en castellano una prosa tan atra
yente, engañosa y veraz, como
frágil y enigmática."
¿ Qué operación de magia rea
lizaba para investirla de una cali
dad tan rara y preciosa?
CÓMO TRABAJABA . De Stendhal
se cuenta que apuntaba los pen
samientos que le ocurrían, aun en
las mangas de la camisa, cuando
, no tenía a mano un pedazo de
papel. En El cazador dice Reyes:
Esta tarea de ir apuntando cada
uno de nuestros fugaces pensa
mientos ofrece el riesgo de todos
los "narcisismos", conduce a la
desesperación y a la muerte. Quien
a toda hora escribe lo que dice o lo
que piensa decir, acaba por consi
derar la "nota" como el objetivo
supremo de su vida y por enamo
rarse de todas sus ideícas. Ya no
El grupo Contemporáneos reunido en una comida al escritor español Enrique Diez-Canedo (2 de septiembre de 1932). De pie (de izquierda a derecha): Florisel. Xavier Villaurrutia. Francisco Monterde. José Gorostiza. Carlos Pellicer, Manuel Toussaint. Artemio del Valle-Arizpe. Xavier lcaza. Enrique González Rojo. Bernardo Ortiz de Montellano. Guillermo Jiménez. Jorge Cuesta y Celestino Gorostiza. Sentados: Samuel Ramos. Roberto Montenegro. Julio Torri . Salvador Novo. Enrique Diez-Canedo. Palma Guillén , Gonzalo Zaldumbide. Enrique González Martinez y Mariano Azuela.
nos mal si se trata de una mente
desordenada, que se regocija en su
desorden ... Olvidará el comer y el
dormir. i Ay del que clasifica pala-
Ateneo de la Juventud , incluyen
do a los poetas Roberto Argüelles
Bringas y Rafael López , hoy in
justamente preteridos por la boga brasL (y figuraos que , en cierto de López Velarde. Sus amigos
modo , la humanidad nunca ha he
cho otra cosa).
Muchos años después, en Anco
rajes rectifica estas apreciacio
nes sobre el valor de los libros de
notas :
Tú , en cambio, hostigado de
ideas y de motivos, a cada instan
te te aíslas para fijar un rasgo,
una sugestión, una palabra.
Alfonso era un escritor que ad
ministraba tan perfectamente sus
extraordinarias facultades crea
doras, que alguna vez me mostró
un baúl mundo que usaba en sus
viajes, lleno de pequeños com
partimientos para guardar y cla
sificar las apuntaciones que fuera
registrando su continuo e intenso
pensar. Su vida es digna de ejem
plo. Su dedicación a las letras, su
entrega total a ellas, duró hasta el
fin de sus días.
predilectos, además de Antonio
Caso y de Henríquez Ureña, fue
ron el arquitecto Jesús T. Ace
vedo, a quien consagra un senti
do artículo en Simpatías y dife
rencias (notas sobre Jesús T.
Acevedo) , Ricardo Gómez Robe
lo , a quien menciona alguna vez,
y Martín Luis Guzmán. En los
comienzos de su carrera literaria
influye en sus lecturas el egregio
bardo colombiano Ricardo Are
nales (que se llamó antes Miguel
Ángel Osorio , y después Porfirio
Barba Jacob). En los años de la
piensa, no habla, no escribe, sino Los AMIGOS DE ALFONSO. Lo
en vista de su libro de notas . Y me- fueron todos los miembros del Pedro Henríquez Ureña
17 Biblioteca de México
madurez, además de los citados,
Luis G. Urbina , Nervo, González
Martínez, Enrique Díez-Canedo ,
Gabriela Mistral , Amado Alonso.
Yo mismo di sfruté largamente de
su amistad y bondades.
EL ENSAYISTA . Se quejaba siem
pre de que se le elogiaba sin leer
le . Sucedía esto -y es más expli
cable- respecto de los tratados ex
tensos como El deslinde (en que
aísla el concepto de lo literario ,
segregándole especies adventi
cias) y en colecciones de sustan
ciosos artículos como Junta de
Carta de Jaime Torres Bodet para Alfonso Reyes
sombras. Menudean hoy las men
ciones de la Visión de Anáhuac y
de la Ifigenia cruel, tan admi
rables, pero apenas si se recuer
dan sus escritos más personales ,
donde se reflejan mejor su gran
talento e ingenio: las crónicas
periodísticas (recogidas en colec
ciones como Simpatías y diferen
cias); sus ensayos críticos , sus im
presiones de viaje (así Las víspe
ras de España); sus recuerdos
literarios (del tipo de Pasado in
mediato) , como las Burlas veras.
La dispersa Historia documental
de mis libros, que recogió la
Revista de la Universidad, es una
el poeta , nada desdeñable; el críti
co con preferencias por Góngora,
Goethe y Mallarmé; el evocador
de nuestro pasado en Visión de
Anáhuac; el tratadista de Estética,
en El deslinde, en La antigua
Retórica y en La crítica en la
Edad ateniense; el traductor del
delicioso Viaje sentimental de
Steme, y de libros del humorista
católico Chesterton. La produc
ción literaria es tan variada como
sorprendente no sólo por su valor
intrínseco sino por su vastedad. La
personalidad literaria de este escri
tor es verdaderamente proteica.
autobiografía imprescindible. OTRAS ACTIVIDADES. Además de
En Reyes además del ensayista la copiosa producción de libros ,
y notable prosista merece atención ejecutó útiles trabajos. Citemos
Carta de Gabriela Mistral para Alfonso Reyes
18 Biblioteca de México
algunos: para la Biblioteca Nue
va , de Madrid, dirigió la edición
de Obras Completas de Amado
Nervo (en 28 volúmenes). Le
auxilió eficazmente desde aquí
Genaro Estrada que hacía copiar
"A Alfonso Reyes", fotografia dedicada por Genaro Estrada
las colaboraciones del bardo na
yarita en diversas revistas . Paleo
grafió el Manuscrito Chacón de
las poesías de don Luis de Gón
gora, para la edición definitiva
que hizo el sabio francés Rey
mond Foulché-Delbosc. Regentó
desde su fundación La Casa de
España en México, editora de
importantes obras; y más tarde El
Colegio de México . A la muerte
de Amado Alfonso asumió la di
rección de la Nueva Revista de
Filología Hispánica, que tanto
honor ha traído de los filólogos
del mundo para nuestro país .
JORGE MENDOZA R OMERO*
ALFONSO REYES Y LA HERMENÉUTICA
En las siguientes líneas referiré mi comercio con
la obra de Alfonso Reyes en uno de los ensayos
centrales de La experiencia literaria : "Aristarco o
anatomía de la crítica" que puede ser considera
do, junto con el "Apolo o de la literatura" y el
"Jacobo o idea de la poesía", entre los más im
portantes momentos reflexivos en torno al fe
nómeno literario escritos en nuestra lengua. Las
ideas sobre las que discurre Alfonso Reyes hoy
integran la vanguardia del pensamiento contem
poráneo a la luz de la hermenéutica textual, que
se desprende de la hermenéutica ontológica. El
círculo hermenéutico -una manera gradual de
acercarse a los discursos simbólicos (religioso,
mítico y estético) para interpretar los diversos sen
tidos que encarnan, que se desprende de las
A Renato Prada
sión-explicación-comprensión) es asimilable a los
grados de la crítica alfonsina (impresión-exégesis
juicio).
De acuerdo con Gabriel Zaid la perennidad del
Alfonso Reyes ensayista radica en la calidad de su
prosa que es un "paseo de lujo", mientras que los
datos allí ensayados podrían envejecer por el
avance del conocimiento . En cuanto al "Aristarco o
anatomía de la crítica " y algunos de los ensayos
de "Páginas adicionales" (escolio del "Aristar
co . .. ") ni la prosa ni las ideas allí desarrolladas
han envejecido sino que han alcanzado una nueva
lozanía .
La experiencia literaria (1942) fue escrita duran
te el periodo que José Luis Martínez denomina "el
periodo de madurez" en la vida y obra de Alfonso
Reyes, etapa que abarca once años, de 1939 a
1950. Estudios como La crítica en la edad ate
niense (1941), El deslinde (1944) o Letras de la
Nueva España (1948) sobresalen en una de las
etapas más fértiles en el de por sí abundante cor
pus alfonsino. Por estos años había regresado
definitivamente a México y dividía el tiempo entre
la escritura y la dirección e impulso de institucio
nes como La Casa de España en México, pos
teriormente El Colegio de México.
El lector recordará que la formulación principal
del "Aristarco o anatomía de la crítica" es el aná
lisis de los diferentes momentos o grados a los
que convoca una obra literaria: impresión, exége
sis y juicio. Alfonso Reyes sopesó a lo largo de su
vida la función de la crítica y los rasgos que la
caracterizarían. Este derrotero, dirá Evodio Esca-
inquisiciones de filósofos como Paul Ricceur y lante, sufriría una transformación fundamental :
otros hermeneutas- encuentra correspondencias . como Goethe, Alfonso Reyes se movió de un ro
con lo que Alfonso Reyes llamó de modo lacónico manticismo a una visión clásica (40-57). Escalante
"Crítica". Así, el círculo hermenéutico (compren-
* Jorge Mendoza Romero, Puebla 1983. Realizó la maestría en Letras Mexicanas, en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla . Ha publicado en revistas como Alforja, Tierra Adentro y Casa del Tiempo. Es catedrático del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey. Becario de la Fundación para las Letras Mexicanas en ensayo.
encuentra y demuestra que la configuración y
valoración del primer grado de la crítica (la impre
sión) proviene de los románticos alemanes para
quienes lo idéntico sólo puede ser juzgado por lo
idéntico. Esto es, la obra literaria sólo puede ser
enjuiciada o contestada por una crítica igualmente
19 Biblioteca de México
Manuela Mota de Reyes y Alfonso Reyes
literaria . Vista de este modo, la crítica para Reyes
se convierte en inquilina en vez de parásita : crea
ción y crítica se moverán en el mismo rango for
mal. No el acercamiento aséptico de la academia,
sino a través de un expresivo juicio: "El verdadero
crítico impresionista es un creador en creación"
(Reyes 333). Esta crítica podrá tener el mismo
valor "poemático" o aun superar el de la propia
obra a la que se enfrenta. En México, junto con
Alfonso Reyes, Octavio Paz (también muy ligado
al ideario romántico) es quien ha alcanzado el
"impresionismo superior", el punto cimero de este
grado de la crítica, donde se pone en juego el
talento y gusto del crítico. El impresionismo
"medio e inferior", no obstante, es lo que campea
sobretodo las páginas de las revistas y periódicos
o cuartas de forros de cuanto libro circula. : El
impresionismo que ejerció Alfonso Reyes es una
trampa engañosa. Solicita una refinada sensibili
dad. Quien no la posea y sepa verbalizarla, debe
abstenerse de ejercer la crítica impresionista.
Alfonso Reyes emprende una apología de esta
crítica. El principal de sus argumentos es el
siguiente: "el fin de la creación literaria no es pro
vocar la exégesis, sino iluminar el corazón de los
hombres, de todos los hombres en lo que tienen
de meramente humanos, y no en lo que tienen de
especialistas en esta o la otra disciplina." (Reyes
110). Aquí debemos apuntar que por una parte,
para Reyes, el fin de la creación literaria es hablar
al hombre en sentido general ; por el otro, "La
experiencia literaria supone la comunicación de
una obra literaria ." Sin embargo, toda recepción
de una obra supone una mediación marcada y
condicionada por el horizonte cultural que lleva
consigo el hombre inscrito en ésta y no en aquélla
cultura. Vemos que aqu í la voz del humanista se
escucha con vigor.
Para la actual hermenéutica textual, la impre
sión alfonsina es denominada como "comprensión
intuitiva". No obstante a diferencia de lo planteado
por Alfonso Reyes, esta comprensión intuitiva no
es separable del marco de recepción en que es
leído todo discurso simbólico específicamente y
cualquier discurso en sentido amplio. Si bien la
obra se dirige a "todos los hombres en lo que tie
nen de meramente humano", cada hombre tendrá
una vivencia , una "experiencia literaria", en pala
bras de Reyes, acotada por todo aquello que le
marca su lugar de enunciación y recepción . Antes
de llegar al hombre, la obra pasa por el tamiz de la
cultura en la que interactúa y que marca su modo
de interlocución con otras culturas.
Si volvemos a la tesis de Evodio Escalante, la
transición a una perspectiva clásica se encontrará
en la obra más ambiciosa del análisis literario
emprendida por Alfonso Reyes, El deslinde. Sin
embargo, ¿en verdad hay una transición? ¿No es
sólo un cambio de nivel al interior de la misma
arquitectura conceptual? Considero que, si bien el
ensalzamiento de la crítica impresionista es una
muestra clara de la influencia romántica, ésta en
cuentra su lugar en todo el entramado conceptual
que urde Alfonso Reyes, siempre guiádo por una
visión clásica, equilibrada , donde el pathos y el
lagos se enfrentan de modo dinámico para ofre
cernos una imagen diáfana de aquello que obser
va el pensamiento alfonsino. Todo ocupa su lugar
y su tiempo correspondiente. Pongamos un ejem
plo. De modo marginal, Alfonso Reyes también
dedica líneas al lugar que jugaría la emoción en su
escala crítica. Si para Ramón López Velarde es
imprescindible que cada verso sea templado por
la emoción, por la combustión de sus huesos, an
tes de ser registrado en la página, la emoción tam
bién adquiere un papel y un lugar importante en la
experiencia literaria. En ningún momento Reyes
pide que el encuentro con la obra sea impersonal
y distanciado. Todo lo contrario, incluso en la parte
metódica de su escala crítica, la "exégesis", indica
que la emoción debe estar presente y advierte:
"si la emoción es indispensable y aun anterior al
20 Biblioteca de México
método, ella en el método debe depurarse y educar
se como un factor más de la interpretación . Lo obje
tivo en bruto no merece el exclusivo derecho, porque
dista mucho de ser un elemento literario puro. ( ... ) el
crítico no debe privarse del choque emocional , al
que tiene opción por derecho humano. Ello equival
dría a extirpar violentamente el único medio de
comunicación intuitiva con la obra . Ahora bien : la
disciplina ha de corregir su sentimiento , enseñarlo a
sentir literariamente, sometiendo el subjetivismo a la
dieta y a la gimnasia que lo purguen de adiposidades
extrañas" (Reyes 326).
Como en una de las tesis del Sensacionismo pes
soano, para Reyes también "sentir es compren
der", la emoción es imprescindible para la inter
pretación a cuenta de que sea cincelada .
Renato Prada Oropeza apunta que si la com
prensión intuitiva (la impresión), la primera media
tización entre la obra y el hombre, se "hace metó
dica y sistemáticamente entramos en la instancia
de la explicación" (47), lo que Alfonso Reyes
denomina "exégesis" o "crítica metódica". El pro
pio Reyes da algunos de los rasgos externos que
la definen: es una exacerbación de la didáctica , es
dominio de la filología , admite la aplicación de mé
todos específicos (tres básicamente: psicológicos,
históricos y formales) y es la única que puede
enseñarse y aprenderse. Nos encontramos en el
terreno medio de la Crítica o la hermenéutica tex
tual cuyo fin al que apunta y que sirve como ante
sala, es el juicio o la comprensión intelectiva, una
comprensión enriquecida que no intenta hacer de
la obra un fetiche , sino elevar y enriquecer la frui
ción estética inicial.
En Alfonso Reyes los tres acercamientos básicos
son igualmente válidos aunque atiendan diversos
aspectos de la obra. Para la descripción de esta
etapa del círculo hermenéutico -que hace Renato
Prada Oropeza partiendo del Ricreur de Teoría de
la interpretación , sobre todo- es indispensable y
aun punto de partida del análisis un modelo formal,
una semiótica literaria (narratológica o poética).
Sobre esta cimentación que da cuenta de la organi
zación de la obra, pueden sobreponerse otros mé
todos como los que menciona Alfonso Reyes.
Naturalmente, esta descripción formal puede apa
recer implícita como en muchos de los libros de
Mario Vargas Llosa dedicados a narradores como
Víctor Hugo, Flaubert, García Márquez u Onetti. Así
como Alfonso Reyes menciona que "por lo mismo
que el impresionismo carece de rigores científicos,
desgraciadamente ofrece un fácil acceso a los inge
nios legos y aun a los legos sin ingenio. De modo
que hay también un impresionismo medio y un
impresionismo inferior" (Reyes 335); lo mismo
, ,
Dibujo de Elvira Gascón
21 Biblioteca de México
22 Biblioteca de México
podría decirse de la exégesis o explicación.
Tan pronto como se mencionan, palabras
como semiótica causan disgusto a quienes
las escuchan . Sin embargo debemos pen
sar que también hay una exégesis superior,
media e inferior. Un ejemplo de la primera
me sigue pareciendo Poesía española de
Dámaso Alonso en la que el análisis y la
emoción cincelada alumbran la obra de los
poetas del siglo áureo.
El último grado de la crítica alfonsina y la
hermenéutica textual es el "juicio" para la
primera o la "comprensión intelectiva" para
la segunda. Alfonso Reyes también llamará
a este grado "dirección del espíritu" que,
como la "impresión" no puede enseñarse,
pero además de estar mediada por el
marco de recepción sociocultural , posee la
mediación de la exégesis. Reyes la define
como "acto del genio". Es una vuelta al dis
curso del cual se desprende todo y para el
que se emprende la exégesis que "sitúa la
obra en el saldo de las adquisiciones hu
manas" ( Reyes 113).
Al contrario de lo que propone la tesis
de Evodio Escalante, la crítica de Alfonso
Reyes se mueve en un trazo que forma
parte del mismo cuerpo. Si se mueve
hacia algún punto alejándose de otro no
es para cambiar de figura : ahora un cua
drado, después un triángulo. Alfonso Re
yes, cuya mente es por excelencia clásica
se abandona al viaje circular que traza su
visión de la crítica , actualísima y modelo
de la hermenéutica textual de nuestro
tiempo.
BIBLIOGRAFíA
Escalante, Evodio. "El concepto de la crítica en
Alfonso Reyes". Las metáforas de la crítica.
México: Joaquín Mortiz, 1998.
Reyes, Alfonso. La experiencia literaria . Obras
Completas de Alfonso Reyes. Vol XlV. México:
FCE, 1962.
Reyes , Alfonso. Páginas adicionales. Obras
Completas de Alfonso Reyes. Vol XlV. México:
FCE, 1962.
Ricceur, Paul. Teoría de la interpretación. Discurso y
excedente de sentido. México: Siglo XXI, 1995.
Prada Oropeza, Renato. Hermenéutica, símbolo y
conjetura. México: UIA, 2003.
JORGE LUIS BORGES*
IN MEMORIAM A. R. El vago azar o las precisas leyes Que rigen este sueño, el universo,
Me permitieron compartir un terso Trecho del curso con Alfonso Reyes.
Supo bien aquel arte que ninguno Supo del todo, ni Simbad ni Ulises, Que es pasar de un país a otros países
y estar íntegramente en cada uno.
Si la memoria le clavó su flecha Alguna vez, labró con el violento Metal del arma el numeroso y lento
Alejandrino o la afligida endecha.
En los trabajos lo asistió la humana Esperanza y fue lumbre de su vida Dar con el verso que ya no se olvida
y renovar la prosa castellana.
Más allá del Myo Cid de paso tardo y de la grey que aspira a ser oscura,
• Alfonso Reyes, Homenaje nacional, INBA, Cultura, SEP, Instituto Nacional de Bellas Artes, México, 1981, 112 pp.
23 Biblioteca de México
Rastreaba la fugaz literatura Hasta los arrabales del lunfardo.
En los cinco jardines del Marino
Se demoró, pero algo en él había
Inmortal y esencial que prefería
El arduo estudio y el deber divino.
Prefirió, mejor dicho, los jardines
De la meditación, donde Porfirio
Erigió ante las sombras y el delirio
El Árbol del Principio y de los Fines.
Reyes, la indescifrable providencia
Que administra lo pródigo y lo parco
Nos dio a los unos el sector o el arco,
Pero a ti la total circunferencia.
Lo dichoso buscabas o lo triste
Que ocultan frontispicios y renombres:
Como el Dios del Erígena, quisiste
Ser nadie para ser todos los hombres.
Alfonso Reyes en la embajada de México en Brasil. en Rlo de Janeiro. 1931
Z4 BlbUoIeca "e ..... _
Vastos y delicados esplendores
Logró tu estilo, esa precisa rosa,
y a las guerras de Dios tornó gozosa
La sangre militar de tus mayores.
¿Dónde estará (pregunto) el mexicano?
¿Contemplará con el horror de Edipo
Ante la extraña Esfinge, el Arquetipo
Inmóvil de la Cara o de la Mano?
¿O errará, como Swedenborg quería,
Por un orbe más vívido y complejo
Que el terrenal, que apenas es reflejo
De aquella alta y celeste algarabía?
Si (como los imperios de la laca y del ébano enseñan) la memoria Labra su íntimo Edén, ya hay en la gloria
Otro México y otro Cuernavaca.
Sabe Dios los colores que la suerte Propone al hombre más allá del día;
Yo ando por estas calles. Todavía Muy poco se me alcanza de la muerte.
Sólo una cosa sé. Que Alfonso Reyes (Dondequiera que el mar lo haya arrojado)
Se aplicará dichoso y desvelado Al otro enigma y a las otras leyes.
Al impar tributemos, al diverso Las palmas y el clamor de la victoria:
NO profane mi lágrima este verso Que nuestro amor inscribe a su
26 Biblioteca de México
CARLOS PELLICER*
RETRATO DE ALFONSO
REYES 1
La palabra a la mano y en la mano toda la flor de la sabiduría. Era un bosque y hablaba como el día; noche de lucidez tuvo su arcano .
Fue como un príncipe republicano; un diamante de toda garantía. Un diamante engarzado en la alegría de tener siempre cerca lo lejano.
Si de la Poesía los confines alcanzó, los antiguos paladines le vieron junto al mar armando el viaje
que entre sirenas y constelaciones colocó , a la manera de un paisaje lleno de misteriosas relaciones.
11 En el espacio de una perla, cabe; es todo el mar y sólo es una gota. Escribe con ternura de gaviota Poniéndole la sal a su jarabe.
Hay un rincón en el que todo cabe: el arpa abandonada y lo que brota de tanta soledad. De odio, ni jota. Nada que la armonía menoscabe
Si con los ojos la palabra hechiza y sonríe al mirar, su voz maciza de pájaro barítono clarea.
¡Ay, Alfonso, qué hermoso haber estado contigo tantas veces! Lisonjea toda una vida haberte siempre amado .
• Alfonso Reyes, Homenaje nacional, INBA, Cultura, SEP, Instituto Nacional de Bellas Artes, México, 1981, 112 pp.
27 Biblioteca de México
III Si sacar las palomas del sombrero aun cuando en el sombrero no hay palomas ... Esto fue así ¿no es cierto? Las palomas a veces fueron águilas primero.
Toda Tenoxtitlán y todo Homero y diagonales límpidas de aromas. y las Grecias, las Francias y las Romas le dieron de sus luces el lucero .
Si Góngora y el Cid -alma y diademadiéronle conjunción y no dilema; si habitar el idioma fue su silla
y comprender, el drama de su juego , Alfonso Reyes, hombre y maravilla tuvo del solla luz y el amor ciego.
Las Lomas, junio 4 y 5 de 1960 .
SONETO
A un amigo, enviándole
un ejemplar de Visión de
Anáhuac de Alfonso Reyes
Mírala aquí -ciudad y poesía-, flor tan viva que en sangre se derrama. Una mano perfecta le da fama, música historia de su biografía.
28 Biblioteca de México
Su ejercicio final de primacía - quetzal atardecido en una ramabri ll a entre los metales de ese drama que angustia en oro su mortal valía .
Oro sangró la tierra mexicana junto al maíz de sus felicidades. ¿Oyes en mis arterias la mañana?
Ven a escuchar entre mis soledades la caída de un vaso de obsidiana
sobre un muerto collar contado en jades .
Alfonso Reyes en la Capilla Alfonsina , 1954
29 Biblioteca de México
JORGE GUILLÉN*
ALFONSO REYES
Alfonso Reyes, embajador de México en Brasil. Caricatura de Caras y Caretas
• Jorge Guillén, Homenajes, Club Internacional del Ubro, Madrid, 1998, 608 pp.
A lfonso Reyes pasea
Por la Historia de papel
Una mirada muy fiel
A la vida hermosa o fea,
y sin cesar albacea
BRINDIS
De tanto inventor difunto,
Pone con gracia en su punto
Más luminoso el invento
Para que con nuevo aliento
Se ajuste a mayor conjunto.
Mirando con el rabillo
Del ojo murmura a medias
Alusiones que tú asedias,
Interlocutor sencillo,
Con ahínco a fin que el brillo
Del ingenio no te impida
Ver claro en luz tan ardida,
Tan ágil, tan mexicana
Mientras la fatal manzana
Del saber da sólo vida.
Goza mucho en biblioteca
-Su mansión lo es, muy grande
y adonde el gozo le mande
Siempre irá como a su Meca.
Confiado así, no peca:
Todo es Amor, Opus Dei.
y -sin dejar a su grey-
Tan egregio, vida, vida
Crea en obra con buida
Pluma nuestro Alfonso, Rey.
MANUEL BANDEIRA *
DOS POEMAS SOBRE ALFONSO REYES**
Traducción del portugués, Mario Bojórquez
Rondó de los Caballitos
Los caballitos corriendo los caballones comiendo ... Tu belleza, ay, Esmeralda me terminó enloqueciendo.
Los caballitos corriendo nos, caballones comiendo ... el sol tan claro allá afuera y en mi alma -ianocheciendo!
Los caballitos corriendo y nos, caballones comiendo ... Alfonso Reyes partiendo, y tanta gente quedando ...
Los caballitos corriendo, los caballones comiendo ... la Italia casi gritando la Europa desalentando
Los caballitos corriendo los caballones comiendo ... El Brasil politiqueando, y nuestra poesía muriendo ... El sol tan claro allá afuera el sol tan claro, Esmeralda, y en mi alma -ianocheciendo!
* Manuel Bandeira, Testamento de Pasárgada , Organiza<;:ao e Estudos Críticos de Ivan Junqueira , Editora Nova Fronteira-Academía Brasileira de Letras, Río de Janeiro, 2003, 352 pp. **EI primer poema fue escrito en ocasión de la fiesta de despedida otorgada por el Gobierno de Brasil a su embajador mexicano, don Alfonso Reyes , quien viajaba a Buenos Aires; la recepción fue en la terraza del Jockey Club , desde donde se podía ver a los caballos correr en el hipódromo de Río de Janeiro. El segundo poema al parecer fue escrito tiempo después de la partida, y aunque no está explicita la mención de Alfonso Reyes , los tres últimos versos hablan de la nostalgia por la ausencia del amigo. Fred Ellison P., Alfonso Reyes e o Brasil, um mexicano entre os cariocas, Topbooks-Consulado General de México, Río de Janeiro, 2002, 278 pp.
32 Biblioteca de México
Rondó del Palace Hotel
En el hall del Palace el pintor Cicero Dias entre el Pan de Azúcar y un cajón de entierro (¿Es un rey andrógino que entierran?) Toca un jazz de pandero con la mano que Blaise Cendrars perdió en la guerra. ¡Dios del cielo, qué alucinación! Hay una criatura tan bonita que hasta los ojos parecen estar desnudos: iNuestra Señora de la Prostitución! -"iGan;on, cinco martinis!" Los adolescentes inhalan éter en el hall del Palace.
Aquí nadie pone atención a los empréstitos (pasa un estruendo de clubes allá afuera): Aquí se danza, se canta, se habla y se bebe incesantemente para olvidar el dolor aquél por alguien que no está presente en el hall del Palace.
Alfonso Reyes en el navío Giulio Cesare, 1930
33 Biblioteca de México
ALFONSO REYES*
PALINODIA DEL POLVO
Primera edición de Visión de Anáhuac, en Costa Rica
¿ Es ésta la región más transpa
rente del aire? ¿Qué habéis
hecho, entonces, de mi alto valle
metafísico? ¿Por qué se empa
ña, por qué se amarillece?
Corren sobre él como fuegos
fatuos los remolinillos de tierra .
Caen sobre él los mantos de
sepia, que roban profundidad al
paisaje y precipitan en un solo
plano espectral lejanías y cerca
nías, dando a sus rasgos y colo
res la irrealidad de una calcoma
nía grotesca, de una estampa
vieja artificial, de una hoja pre
maturamente marchita.
Mordemos con asco las areni
llas. Y el polvo se agarra en la
garganta, nos tapa la respiración
con las manos. Quiere asfixiar
nos y quiere estrangularnos.
Subterráneos alaridos llegan
solapados en la polvareda, que
debajo de su manta al rey mata.
Llegan descargas invisibles, ata
que artero y sin defensa; lenta
dinamita microbiana; átomos en
sublevación y en despecho con-
Alfonso Reyes, Vlslon de Anáhuac, Planeta Conaculta, México, 2002, 72 pp.
tra toda forma organizada; la
energía supernumeraria de la
creación resentida de saberse
inútil; venganza y venganza del
polvo, lo más viejo del mundo.
Último estado de la materia, que
nació entre la bendición de las
aguas y -a través de la viscosi
dad de la vida- se reduce prime
ro a la estatuaria mineral , para
estallar finalmente en esta dis
gregación diminuta de todo lo
que existe. Microscopía de las
cosas, camino de la nada; ani
quilamiento sin gloria ; desmoro
namiento de inercias, "entropía";
venganza y venganza del polvo,
lo más bajo del mundo.
iOh desecadores de lagos,
taladores de bosques! iCercena
dores de pulmones, rompedores
de espejos mágicos! Y cuando
las montañas de andesita se
vengan abajo, en el derrumbe
paulatino del circo que nos gua
rece y ampara, veréis cómo, sor
bido en el negro embudo girato
rio, tromba de basura, nuestro
mismo valle desaparece. Cansa
do el desierto de la injuria de las
ciudades; cansado de la planta
humana, que urbaniza por don
de pasa, apretado el polvo con
tra el suelo; cansado de esperar
por siglos de siglos, he aquí:
arroja contra las graciosas flores
de piedra, contra las moradas y
las calles, contra los jardines y
las torres, las nefastas caballe
rías de Atila, la ligera tropa sal
vaje de grises y amarillas pesu
ñas. Venganza y venganza del
34 Bibliot eca de México
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~",,", ¡.,r.;;\':::;~. c'í -..J-~. ~~"',!--.
,. ~~ ~~~~1 ' l 1': ~I\A H\. Ip.
Carta de Alfonso Reyes al editor Joaquin Garcia Monge
polvo . Planeta condenado al
desierto, la onda musulmana de
la tolvanera se apercibe a barrer
tus rastros.
y cuando ya seamos hormi
gas -el Estado perfecto- discu
rriremos por las avenidas de
conos hechos de briznas y de
tamo, orgullosos de acumular
los tristes residuos y pelusas;
incapaces de la unidad, suman
dos huérfanos de la suma; inca
paces del individuo, incapaces
de arte y de espíritu -que sólo
se dieron entre las repúblicas
más insolentes, Grecia y la Italia
renacentista-, repitiendo acaso
con el romántico, cuya voz ya
apenas se escucha, que la gloria
es una fatiga tejida de polvo y de
sol.
iPorvenir menguado! iPolvo y
sopor! No te engañes, gente que
funda en subsuelo blando, don
de las casas se hunden, se cuar
tean los muros y se descascan
las fachadas. Ríndense uno a
uno tus monumentos. Tu vate,
hecho polvo, no podrá sonar su
darín. Tus iglesias, barcos en re-
~!
- ..
saca , la plomada perdida, ense
ñan ladeadas las cruces. iOh
valle , eres mar de parsimonioso
vaivén! La medida de tu onda
escapa a las generaciones. iOh
figura de los castigos bíblicos, te
hundes y te barres! "Cien pue
blos se apoderaron este valle",
dice tu poeta .*
Pasen y compren : todo está
cuidadosamente envuelto en
polvo. La catástrofe geológica se
espera jugando: origen del arte,
que es un hacer burlas con la
muerte. Nápoles y México: su
ciedad y canción, decía Caruso.
Tierras de disgregación volcáni
ca , hijas del fuego, madres de la
ceniza. La pipa de lava es el
compendio. Un Odiseo terreno,
surcado de cicatrices, fuma en
ella su filosofía disolvente .
Carlos Pellicer: "Retórica del paisaje", Hora de junio, México, Ediciones Hipocampo, 1937, p. 57; en Material poético, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1962, p. 283.
Dibujo de Alfonso Reyes
Stevenson se confiesa un día ,
horrorizado, que toda materia
produce contaminación pulveru
lenta, que todo se liga por sucie
dad. ¿Cuál sería, oh Ruskin , la
verdadera "ética del polvo"? En
el polvo se nace, en él se muere.
El polvo es el alfa y el omega.
¿ y si fuera el verdadero dios?
Acaso el polvo sea el tiempo
mismo, sustentáculo de la con
ciencia . Acaso el corpúsculo
material se confunda con el ins
tante. De aquí las aporías de
Zenón, que acaba negando el
movimiento, engaño del móvil
montado en una trayectoria ,
Aquiles de alígeras plantas que
jadea en pos de la tortuga. De
aquí la exasperación de Fausto,
entre cuyos dedos se escurre el
latido de felicidad : "Detente.
iEras tan bello!" Polvo de instan
táneas que la mente teje en una
ilusión de continuidad, como la
que urde el cinematógrafo. Por
35 Biblioteca de México
la ley del menor esfuerzo -el
ahorro de energía , de Fermat- el
ser percibe por unidades, creán
dose para sí aquella "aritmética
biológica" de que habla Charles
Henry, aquella noción de los
números cardinales en que
reposa la misma teología de
Santo Tomás. El borrón de pun
tos estáticos sucesivos deposita,
en los posos del alma, la ilusión
del fluir bergsoniano. Las móna
das irreducibles de Leibniz se
traban como átomos ganchudos.
La filosofía natural se debate en
el conflicto de lo continuo y lo
discontinuo, de la física ondula
toria , enamorada de su éter
caballo, y la física corpuscular o
radiante , sólo atenta al átomo
jinete. El polvo ¿cabalga en la
onda o es la onda? El cálculo
infinitesimal mide el chorro del
tiempo, el cálculo de los cuantos
clava sus tachuelas inmóviles.
¿La síntesis? La continuidad ,
dice Einstein , es una estructura amanecer, cruza la estancia do de unidades. Por donde uni
del espacio, es un "campo" a lo como una bandera de luz, como dad y átomo y polvo vuelven a
Faraday. La unidad es foco ener- una vela fantasmal de navío. ser la misma cosa.
gético , fenómeno, átomo, grano Red vibratoria que capta , en su En sus cuadros provisio
tal vez de polvo . Heráclito , curso, la vida invisible del espa- nales, la ciencia no ha concedi
maestro del flujo , se deja medir cio , deja ver, a los ojos del filó- do aún la dignidad que le corres
a palmos por Demócrito , el cap- sofo atónito, todo ese enjambre ponde al estado pulverulento,
tador de arenas. El río , diría de polvillo que llena el aire. Una junto al gaseoso, al líquido y al
Góngora , se resuelve en un
rosario de cuentas.
¿Por qué no imaginar a
Demócrito, en aquella hora de la
zarabanda de puntos luminosos sólido. Tiene, sin duda, propie
va y viene, como cardumen azo- dades características, como su
rada que en vano pretende aptitud para los sistemas disper
escapar a la redada de luz. El sos o coloidales -donde acaso
mañana, cuando hablan las filósofo hunde la mano en el sol, nace la vida-, y como también
Musas según pretendían los la agita levemente y organiza -tal vez por despliegue de
poetas, reclinado sobre sus torbellinos de polvo. La intuición superficie- su disposición para
estudios, la frente en la mano, estalla: nace en su mente la figu- la catálisis , esta misteriosa
pasajeramente absorto, en uno ra del átomo material , que no influencia de la materia que
de aquellos bostezos de la aten- existiría sin el polvo. El átomo es tanto se parece ya a la guardia
ción que el resto aprovecha para el último término de la divisibili- vigilante de un espíritu ordena
alancear la conciencia de las dad en la materia. En la inten- dar. ¿Será que el polvo preten
partículas de la realidad circun- ció n al menos, porque cada vez de, además, ser espíritu? ¿Y si
dante, metralla del polvo del admite divisores más íntimos. fuera el verdadero dios?
mundo, herida cósmica que Sin el átomo, la materia sería
acaso alimenta las ideas? Un destrozable y no divisible. Todo
rayo de sol, tibio todavía de conjunto es una suma, un acuer-
Romance, año /, núm. 9, México, 1°. de junio de 1940.
* Alfonso Reyes, Soldé Monterrey, Libros del Rincón, SEP. Colección: Cascada, proyecto editorial Marta Acevedo, SEP / CONAFE / Editorial Trillas, S.A. de C.V., México 1988, sin folio.
SOL DE MONTERREY
ALFONSO REYES*
No cabe duda: de niño, a mí me seguía el Sol. Andaba detrás de mí como perrito faldero;
despeinado y dulce, claro y amarillo: ese Sol con sueño que sigue a los niños.
Saltaba de patio en patio, se revolcaba en mi alcoba. Aún creo que algunas veces lo espantaban con la escoba.
Y a la mañana siguiente, ya estaba otra vez conmigo, despeinado y dulce, claro y amarillo: ese Sol con sueño que sigue a los niños.
(El fuego de mayo me armó caballero: yo era el Niño Andante, y el sol, mi escudero.)
Todo el cielo era de añil; toda la casa, de oro. ¡Cuánto Sol se me metía por los ojos!
Mar adentro de la frente, a donde quiera que voy, aunque haya nubes cerradas, ¡oh cuánto me pesa el Sol!
Bibl ioteca de México
iOh cuánto me duele, adentro esa cisterna de Sol que viaja conmigo!
Yo no conocí en mi infancia sombra, sino resolana. Cada ventana era Sol, cada cuarto eran ventanas.
Los corredores tendían arcos de luz por la casa.
En los árboles ardían las ascuas de las naranjas, y la huerta en lumbre viva se doraba.
Los pavos reales eran parientes del Sol. La garza empezaba a llamear a cada paso que daba.
Ya mí el sol me desvestía para pegarse conmigo, despeinado y dulce, claro y amarillo: ese Sol con sueño que sigue a los niños.
Cuando salí de mi casa con mi bastón y mi hato, le dije a mi corazón: -iYa llevas Sol para rato!-
Es tesoro -y no se acaba: no se me acaba- y lo gasto. Traigo tanto Sol adentro que ya tanto Sol me cansa.
Yo no conocí en mi infancia sombra, sino resolana.
38 Biblioteca de México
ALFONSO REYES*
COMENTARIOS A LA IFIGENIA CRUEL
I. LA AFICIÓN DE GRECIA
Por el año de 1908, estudiaba yo las "Electras" del
teatro ateniense. Era la edad en que hay que suici
darse o redimirse, y de la que conservamos para
siempre las lágrimas secas en las mejillas. Por ven
tura, el estudio de Grecia se iba convirtiendo en un
alimento del alma, y ayudaba a pasar la crisis. Aque
llas palabras tan lejanas se iban acercando e incor
porando en objetos de actualidad. Aquellos libros,
testigos y cómplices de nuestras caricias y violen
cias, se iban tomando confidentes y consejeros. Los
coros de la tragedia griega predican la sumisión a los
dioses, y ésta es la única y definitiva lección ética
que se extrae del teatro antiguo. Hay quien ha podi
do aprovechar su consejo. La literatura, pues, se sa
lía de los libros y, nutriendo la vida, cumplía sus ver
daderos fines. Y se operaba un modo de curación, de
sutil mayéutica, sin la cual fácil fuera haber naufra
gado en el vórtice de la primera juventud. Ignoro si
éste es el recto sentido del humanismo. Mi Religio
Grammatici parecerá a muchos demasiado senti
mental .
Tenemos derecho -una vez que por cualquier
camino alcanzamos la posesión de un módulo- para
manejarlo a nuestra guisa. ¿Y qué otra cosa han
hecho los trágicos de todos los tiempos, sino volver
a contar a su modo una historia conocida en lo gene
ral? Lamento tener que referir una triste anécdota.
Cierto amigo, no ayuno de letras, me dijo cuando
leyó la Ifigenia: "Muy bien, pero es lástima que el
tema sea ajeno". "En primer lugar -le contesté-, lo
mismo pudo usted decir a Esquilo, o Sófocles, a
Eurípides, a Goethe, a Racine, etc. Además, el tema,
con mi interpretación, ya es mío. Y, en fin, llámele,
a Ifigenia, Juana González, y ya estará satisfecho su
engañoso anhelo de originalidad".
* Alfonso Reyes , Voz viva de México , Universidad Nacional Autónoma de México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Instituto Nacional de Bellas Artes, Gobierno del Estado de Nuevo León. México, 1989,32 pp.
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1111.IOTEC .\ e .4. L Z. E , _-t
Primera edición de lfigenia cruel
Sucede en esto lo que con el libro de cabecera: es
tan nuestro, que rueda por las sillas y por las mesas,
le anochece en el velador y le amanece a los pies de
la cama. Al libro predilecto lo tratamos -en nuestro
fuero interno- con todas las veleidades de la sinceri
dad: reñimos con él, le exigimos más que a ninguno.
Justificada la afición de Grecia como elemento pon
derador de la vida, era como si hubiéramos creado
una minúscula Grecia para nuestro uso: más o me
nos fiel al paradigma, pero Grecia siempre y siem
pre nuestra. Entonces, ya era dable arriesgarse a sus
asuntos sin tono arcaizante, y aun sin buscar com
promisos líricos entre lo antiguo y lo moderno. Esto,
con ser más sincero, es a la postre más valiente:
exhibición no disfrazada de nuestras inteligencias o
aciertos, nos vende, nos entrega; si la obra empren
dida fracasa, no podemos recuperamos. Somos uno
con ella: no es Grecia, es nuestra Grecia. Tanto ries
go solicita a todo corazón templado.
Además de que hay una Grecia cotidiana, una
39 Biblioteca de México
Edición mexicana de Ifigenia cruel
perspectiva de ánimo que nos capacita para huma
nar hasta los mitos más rígidos y arcaicos. Los pin
tores supieron adorar a la Virgen María en traza de
señora flamenca. La afición de Grecia es tan impe
riosa o más. Helena vivió por las páginas capricho
sas del Fausto con más verdad que Ifigenia, en el
drama que Goethe le consagró.
Al tiempo de estudiar la evolución de Electra
-Esquilo, Sófocles, Eurípides-, íbamos divagando
sobre talo cual motivo paralelo: hoy sobre Hécuba
o Casandra, y mañana sobre Ifigenia. Y estas diva
gaciones -entonces verdaderos reposos y bostezos
de la atención- se han quedado ahí, por los cuader
nos de notas, en estado de disjecta membra, espe
rando que tronara el clarín del ángel.
Antes de que mi Ifigenia pudiera alentar, había
de cerrarse un ciclo de mi vida.
11. IDEA DE LA TRAGEDIA
De entonces acá no he vuelto a pensar sobre la tra
gedia clásica en sí misma, y mis meditaciones de
entonces pueden resumirse así (Cuestiones estéti
cas, París 1910, pp. 54-66):
La tragedia griega, es , desde luego, humana, pe
ro universalmente humana, en cuanto sumerge al
hombre en el cuadro de las energías que desbordan
su ser. Hoy, Emerson ha podido decir: -Venimos a
perturbar el optimismo de la naturaleza. Pero al
griego sus propios dolores se le representaban co
mo ecos de un mal general: él no era más que una
oreja en la conciencia dolorida del universo. Este
era, precisamente, el consuelo, ésta la alegría fun
damental de la vida griega: que el hombre no esta
ba a solas con su dolor, que su dolor mismo no era
exclusivamente suyo. Esto era también lo que hacía
posible la desesperación y el desahogo dionisíacos:
el duelo era comunicable al mundo. En el caso
superior del héroe y el mundo se cambian influen
cias universales, y la suerte de un pueblo no es más
que un reflejo de las contaminaciones, del diálogo
entre Edipo y la Esfinge. Vivo él, suceden catástro
fes a su paso . Muerto, sus huesos abonarán a la glo
ria de la tierra que le dio sepultura.
Para los aspectos más individuales de su pasión,
el griego usaba de la Lírica. Al Teatro no quería
llevar más que un diálogo cosmogónico, aunque
revestido en pretextos humanos ciertamente, por
que sólo al modo humano tenemos noticia de la
agencia de los destinos. Y el griego prestaba al Tea
tro, por lo demás, la misma imaginación colorida
que tuvo para su religión. Por muy abstracto que
sea el propósito, a un griego no le será dable rodar
por las aberraciones estéticas del teatro medieval, y
especialmente aquellos extraordinarios "autos
sacramentales", delirios del frenesí teológico.
Hasta el mecanismo de las antiguas representa
ciones favorecía esta concepción cósmica: la trage
dia griega se gobernaba por una fórmula simétrica,
dentro de la cual el poeta iba labrando . Los aconte
cimientos habían de sucederse en un proceso siem
pre regular: el prólogo de los autores, los parodoi
del coro, los episodios de los actores, los stásima del
coro, los finales éxodos, todo ello se entretejía con
un ritmo fijo . El coro se movía a compás y en tiem
pos predeterminados. El protagonista debía tener al
deuterogonista a la derecha y al tritagonista a la
izquierda, y cada uno entraba y salía por cierto lugar
del proscenio. Los diálogos mismos parecen obede
cer a una norma: 1) largo parlamento del héroe; 2)
comentario rápido del coro; 3) amplia respuesta del
interlocutor o adversario; 4) rápido comentario del
coro; 5) charla apresurada, en fin, donde los dispu
tantes se arrebatan la palabra y se completan mutua
mente las frases, torciéndolas y esgrimiéndolas
como en el teatro español (sticomythia).
Todo lo cual hace de la tragedia una escena de
40 Biblioteca de México
danzas, marchas, discursos equidistantes, en que
fácilmente se descubre el ánimo ritual, el ánimo de
superar lo social e inmediato para más bien repre
sentar un objeto de filosofía religiosa, una suerte de
misa. Sin que esto excluya, por supuesto, los rasgos
de sátira que cada vez van invadiendo más la tra
gedia. Aquellas escenas sugieren, pues, un univer
so regido por leyes armoniosas, musicales, mucho
más que un drama individual.
La misma figura humana se agigantaba por el
uso del coturno, se inmovilizaba en el gesto de la
máscara; la voz se alteraba en los resonadores , y el
actor era como una expresión visible y audible de
la fuerza mística . Los personajes no son sino con
ciencias que cavilan en los destinos, a través de
símbolos objetivos u humanos . Los haces místicos
vuelan por el aire oscuramente; pero se tiñen y se
hacen perceptibles en ese pretexto de voluntad: la
figura humana.
Desde luego que yo no intentaría conservar aquí
el mecanismo de la tragedia; pero , por lo menos, su
abstracción. Mi parodia no tiene escenario muy
definido, ni retrata tipos sociales, ni alardea con los
pueriles encantos del color local. Sus caracteres
mismos muy posible es que sean meras sombras de
seres cargados con una misión ética. Fueron conce
bidos con sencillez. Unos frente a otros, suscitan
conflictos, como los mordedores reactivos de la
química al encontrarse; pero , en sí mismos, viven
bajo la complicidad de sus corazones. En tal senti
do la obra es una alegoría moral.
La lfigenia, además, encubre una experiencia
propia. Usando del escaso don que nos fue conce
dido, en el compás de nuestras fuerzas, intentamos
emanciparnos de la angustia que tal experiencia
nos dejó, proyectándola sobre el cielo artístico,
descargándola en un coloquio de sombras.
III. FUNCIÓN DEL CORO
el personaje simpático al coro , aun en los casos en
que le lleva la contraria.
El coro es embrión de la tragedia y representa ,
arqueológicamente, las danzas de sátiros alucina
dos. Sus alucinaciones engendran al dios, al héroe,
al actor trágico . En el coro se conserva el principio
lírico, pues la narración épica ha quedado confiada
a los mensajeros, y la acción presente, a los perso
najes. Así pues, en el origen, el coro produce a los
actores. Pero creado ya el Teatro, la representación
y la escenificación de episodios son lo que el
Teatro tiene de propio, su aportación nueva y espe
cial. Los actores pasan, entonces, al primer térmi
no , y los coreutas al segundo . La ley genética va a
invertirse, y ahora, según lo explicaremos, los acto
res producen al coro:
El coro funciona periódicamente, como un ins
trumento dinámico por donde estalla, en cantos, en
gritos, en ololygmoi, el sedimento o carga emocio
nal precitado s por los episodios de la tragedia. Por
eso es fuerza que el coro esté presente a todos los
acontecimientos y que penetre los secretos del
héroe: para así conocer el drama íntimamente, para
vivir de su contacto y, de cuando en cuando, desa
hogar -con lírico desahogo y donde precisamente
lo requiere el ánimo de un espectador ideal- esa
emoción, ese pathos acumulado por las acciones
dramáticas; esa piedad, ese terror. El coro es, pues,
el instrumento de la kátharsis aristotélica: la purifi
cación de las pasiones por la danza y el grito, por
la ejercitación y la mimesis artísticas. El coro es un
agente oportuno, rítmico, lírico, que permite aliviar
la plétora de los sentimientos.
Aparece, pues, la tragedia antigua, como una
completa representación del alma en su dinamismo
pasional: en medio del torbellino de la vida, solemos
alzar la cabeza, valorar victorias y derrotas, y pro
rrumpir en exclamaciones y lamentos, en ololygmoi
-desahogos líricos, llantos y cantos- como el coro
mismo; y de esos gritos se mantiene la vida. Privarse
Con todo, no hemos querido privarnos de algunos de esta válvula hubiera sido quitar a la obra su res
elementos felices del teatro griego. Desde luego, piración, untarla en el papel sin prestarle virtudes
del coro .
Por razones de orden material, por la dificultad
de hacer salir y entrar al coro constantemente, re
sultó que éste viniera a participar en los secretos
del héroe. El generoso espíritu de los griegos lo
entendió sin malicia: el coro, por regla, no sería
traidor, el protagonista casi podría definirse como
vivas. El coro es el dios que lo ve todo, eres tú, soy
yo, y es -más que nada- la conciencia misma del
drama, enfrentada con su propio espectáculo. Así se
procura engendrar un animal perfecto. Y ¡qué delei
te si lográramos verlo andar por sí, escapar a nuestro
pensamiento, llevarnos en rastra, a pesar nuestro, a
donde el poema sólo tiene su natural recinto!
41 Biblioteca de México
Faltaba saber si, a nuestro capricho, el coro había
de ser fiel, traidor o indiferente. Bien mirado, un
coro traidor deja de ser coro para convertirse en
actor, siquiera colectivo. De ser actor, sería interesa
do: no nos convenía que la opinión pública fuera
parcial. Ese desahogadero de la acción dramática ,
ese pueblo perfecto, debería conservarse puro, para
ser capaz de toda la razón. En cuanto a un coro indi
ferente, no pasaría de ser un adorno externo, una
retórica ociosa en redor de los acontecimientos.
Hacía falta un coro fiel -y pasivo-. Contempla con
dolor el desastre e, incapaz de evitarlo, el coro se
desahoga por la boca. Le hemos tronchado pies y
manos, de modo que ni obre ni huya. Y está conde
nado al sacrificio parlante.
-Como el poeta.
IV.IFIGENIA
Conocida es la historia: transmitióse la maldición de
Tántalo por toda la familia . Tántalo contagia a Pélo
pe, y éste a Tiestes ya Atreo, sus hijos. Agamemnón
y Menelao, los hijos de Atreo, nacen malditos, y la
Helena de Menelao se encarga de propagar el mal a
toda la raza de los hombres, mientras que la Clitem
nestra de Agamemnón, adúltera y "sponsuricida" ,
muere apuñalada por su hijo Orestes. Según la senci
lla interpretación clásica, a Orestes toca redimir la
maldición. Persíguenlo las Erinies o Furias de la ma
dre, y por sus padecimientos y ruda justicia, lo
absuelve un consejo de ancianos que tiene poder so
bre las cosas del cielo. Es decir, que el pecado se redi
me por la expiación. Y esto pudiera parecer ad
misible a un cristiano; pero sólo desde un punto de
vista individual. La expiación de Orestes puede ser
que redima a Orestes; pero ¿por qué a toda la raza? A
los hombres no nos redimió la expiación de Adán
--dice el cristiano-. Los antecesores de Orestes su
frieron también por sus crímenes, y no anularon la
maldición. En cuanto al consejo de ancianos, es una
mera ficción plástica.
A Ifigenia, hija de Agamemnón y de Clitem
nestra, hermana de Orestes y de Electra (y de Cri
sótemis, a quien nadie recuerda), he querido con
fiar la redención de la raza. Es más digna ella que
aquel colérico armado de cuchillo. Además de que
me inclino a creer que lo femenino eterno -molde
de descendencias- es más apto para este milagro
cosmogónico de las depuraciones que no el ele-
mento masculino. Concibo a Ifigenia como una
criatura combatiente , en la tradición de Atalanta y
otras vírgenes varoniles.
Sigamos con la historia: en Áulide, las naves de
Agamemnón que se dirigen a Troya han sido azota
das por el viento, o acaso no logran vientos propi
cios. Los dioses, para aplacar su cólera, han pedido
el sacrificio de Ifigenia. En vano interviene Odiseo
con sus piadosos engaños (la virgen helénica no
entenderá nunca esta piedad) e Ifigenia será atavia
da para unas fingidas nupcias. En vano. Eurípides
nos la presenta, espantada y terrible, lanzando aque
llas palabras de dudoso helenismo: "Vale más vivir
miserablemente que morir con gloria". Cuando
Ifigenia, en fin, se inclina bajo el cuchillo de Calcas,
la diosa Artemisa (satisfecha con la intención como
en el Sacrificio de Abraham) la hace desaparecer, la
arrebata y la transporta a la tierra de Táuride, donde
la consagra para su sacerdocio. Aquel pueblo brutal
adora a Artemisa, y sacrifica en su templo a los
extranjeros . Un día los tauros encuentran , al pie de
la Diosa, a la nueva sacerdotisa, que canta las exce
lencias del sacrificio humano como pudo hacerlo
algún oficiante de los sagrarios aztecas.
y ésta, en Eurípides, en el teatro francés, en el ale
mán y el italiano, en todos los imitadores de la
Ifigenia en Táuride, recuerda su vida anterior y se
lamenta de tener que preparar sacrificios humanos ,
interrogándose sin cesar sobre la suerte de su familia
y de su patria. Al fin llega Orestes, acompañado de
Pílades, el providencial. Viene afligido por la locura
del matricidio y, en estado de enajenación, combate a
los ganados, como Ayax y como Don Quijote. Los
dioses le han pedido el rapto de la Artemisa que se
adora en Táuride, prueba final de sus expiaciones. Se
opera la agnición o anagnórisis, el reconocimiento de
los hermanos, en unos diálogos que no olvida quien
los ha leído una vez. Y Orestes y Pílades huyen, lle
vando consigo a lfigenia y a la Artemisa, la cual es
libertada así al culto de sus adoradores bárbaros. La
maldición de Tántalo ha sido redimida.
No admite ya nuestra inteligencia estos medios
de salvación. Creemos que una maldición no se
redime sino con el choque de otra fatalidad . Car
gamos a Ifigenia de un dios tan rudo y tan altivo,
que en ella rematará el daño de la raza, como una
flecha que rebota contra un escudo.
y ante todo, queremos que lfigenia, sacerdotisa
de Táuride, viva como en sueños, sin el recuerdo de
42 Biblioteca de México
su vida anterior, el cual una divinidad sabia, armóni
ca, habrá cuidado de arrebatarle al envolverla en el
vaho sagrado que la ocultó. Que sea Orestes quien
venga, como la fulminación del rayo , a encender en
ella la memoria de su vida anterior, irritando -con la
alegría de la conciencia recobrada- el horror de
saberse hija de una casta criminal. Que Orestes robe
en buena hora la estatua de la diosa (este rasgo nos
resultó inútil), pero que no logre convencer a
Ifigenia. Ella, superior a la vendetta de Micenas,
aprovecha la hora en que los destinos vacilan y,
escogiendo la emancipación, se niega a volver a la
patria. Ha anulado la maldición . Vive en sus entra
ñas el germen de una raza ya superada.
En un principio, se nos ocurrió solamente la idea
de la pérdida de la memoria: la verdadera tragedia de
Ifigenia no nos parecía compatible con el recuerdo de
su vida anterior. Había que guardarla en el misterio
de su desaparición y su reaparición, como a una
estrella disimulada tras una nube , y hacer que Ores
tes, provocando en ella el conocimiento del pasado ,
vertiera en su alma todo el horror de la certeza.
Poco a poco, la antigua fábula se fue desvistien
do a nuestros ojos de sus atavíos inútiles, y se redu
jo a un poema sin arqueología, donde pierde todo
su valor la historia del rapto de la imagen. Y nos
sedujo la idea de tratar el asunto con cierta escasez
verbal y en un solo estilo de metáforas. Una obse
sión por determinadas palabras muy concretas
podía hacer de brújula estética: mano, brazo, pie ,
fuerza, oro, piedra, sangre, leche; vocabulario de
entrañas, verbos de estallido y agitación, adjetivos
de dureza; reiteración de ciertos términos que un
oído habituado percibirá fácilmente . .. , y aun algu
nos provincialismos felices.
Era menester escoger una dirección muy precisa
para, con la preparación -o mejor, la imprepara
ción- actual, abordar un tema de esta especie. Y
menos mal en los trozos líricos; pero ¿y las narra
ciones inevitables? Un alto testigo del pensamien
to poético contemporáneo , Paul Valéry, confiesa,
comentando el Adonis: "Cierto es que , en los ver
sos , todo lo que es necesario decir, casi es imposi
ble decirlo bien ." Así andamos ahora . Opté por
estrangular, dentro de mí propio, al discípulo del
modernismo. Suprimí todo 10 cantarino y 10 melo
dioso; resequé mis frases , y despulí la piedra.
Nadie podrá decir que engaño.
¿Qué final dar al episodio? ¿Ifigenia había de
huir de Táuride, como en mis grandes modelos? No
10 sabíamos aún hace unos cuantos años. Un súbi
to vuelco de la vida vino a descubrirme la verdade
ra misión redentora de la nueva Ifigenia, haciendo
que su simbolismo creciera solo , como una flor que
me hubiera brotado adentro.
En este retiro plácido de verano -al que agrade
cemos tantas horas de contemplación junto al mar,
y el consejo de sus colinas- entrecerramos los ojos ,
para dejar nacer, en redor de la sacerdotisa, a sus
compañeros necesarios. Poco después, el otoño de
Madrid, consejero inquieto , tuvo, sin embargo, pie
dad de nuestras cuartillas comenzadas.
1923
En su biblioteca, Buenos Aires, c. 1927
43 Biblioteca de México
ALFONSO REYES
IFIGENIA CRUEL Poema dramático
PERSONAS:
IFIGENIA, sacerdotisa y sacrificadora.
ORESTES, náufrago.
PÍLADES, su amigo.
TOAS, rey de los tauros.
PASTOR, mensqjero de noticias.
CORO de mujeres de Táuride. Gente marinera y pastores, ador
nados con cuemecillos .
TARDE. COSTA DE TÁURIDE. CIELO. MAR. PLAYA.
BOSQUE. TEMPLO. PLAZA: EMPIEZA LA CIUDAD
1
IFIGENIA
que ha perdido la memoria de su vida anterior:
Ay de mí, que nazco sin madre
y ando recelosa de mí,
acechando el ruido de mis plantas
por si adivino adónde voy.
Otros, como senda animada,
caminan de la madre hasta el hijo,
y yo no -suspensa del aire-,
grito que nadie lanzó.
Porque un día, al despegar los párpados,
me eché a llorar, sintiendo que vivía;
y comenzó este miedo largo,
este alentar de un animal ajeno
entre un bosque, un templo y el mar.
Yo estaba por los pies de la diosa,
a quien era fuerza adorar
con adoración que sube sola
como una respiración.
-y pusiste en mi garganta un temblor,
hinchiendo mis orejas con mis propios clamores;
me llenabas toda poco a poco
jarro ebrio del propio vino
si ya no me hacías llorar
a los empellones de mi sangre.
De tus anchos ojos de piedra
comenzó a bajar el mandato,
que articulaba en mí los goznes rotos,
haciendo del muñeco una amenaza viva.
Tu voluntad hormigueaba
desde mi cabeza hasta el seno,
y colmándome del todo el pecho,
se derramaba por mis brazos.
Nacía entre mi mano el cuchillo,
y ya soy tu carnicera, oh Diosa.
44 Biblioteca de México
CORO
Respetemos el terror
de la que salió de la muerte
y brotó como un hongo en las rocas del templo .
A osadas pretendía hablar
como no hablan viento y mar,
sacudiendo ansiosa los árboles
que respondían a gritos de pájaros,
o arrancando caricias rotas
en el reventar de las olas .
-Hija salvaje de palabras:
¿quién te hizo sabia en destazar la víctima?
¿ Quién te enseñó el costado donde esconde
su corazón el náufrago extranjero?
Íbamos a envolverte compasivas,
a ti, montón de cólera desnuda ,
cuando nos traspasaste con los ojos,
hecha ya nuestra ama.
IFIGENIA
Otros se juntan en fáciles corros
apurando mieles del trato:
yo no, que si intento acercarme,
huyo, de mí misma asustada,
como si otro por mi voz hablara.
Otros prenden labios a labios
y promesas se ofrecen con los ojos,
gozando en conciliarse voluntades:
yo no, que amanezco cada día
al tronco de mí misma atada.
Otros, en figuras de baile
alternan amigos y familias ,
contrastando los suyos con los pasos de otros:
y yo no, que caigo cada noche
en mi regazo propio.
CORO
¿Te dio Artemisa su leche de piedra,
mujer más fuerte que todos los guerreros?
¡ Qué cosa es verte retorcer los brazos
en el afán de ahogar a un hombre!
Prefieres la víctima iracunda,
vencida primero y luego abierta,
para que Artemisa respire
la exhalación de sus entrañas.
¡Oh cosa sagrada y feroz!
U na fuerza que desconoces
está anudada en tu entrecejo.
y con todo, entre temor y antojo,
te amamos como a fiera joven,
y mil veces, señora, vamos a acariciarte,
cuando he aquí que de pronto nace el rayo
por la sobrehaz de tu piel.
¡Oh cabellera híspida que no puedo peinar!
¡Oh frente y nuca broncas de besar!
¡Brazos redondos, piernas ágiles ,
pies elásticos y perfectos!
¡ Vaso precioso de mujer arisca:
dinos, di nos al menos
si no puedes ser dulce un solo instante:
dime si al fin podré besarte
las leves puntas de las manos!
IFIGENIA
Y, sin embargo , siento que circula
una fluida vida por mis venas:
algo blando que, a solas , necesita
lástimas y piedades.
45 Biblioteca de México
Quiero, a veces, salir a donde haya
tentación y caricia .
Pero yo sólo suelto de mí espanto y cólera.
y cuando, henchida de dulces pecados,
me prometo una aurora de sonrisas,
algo se seca dentro de mí misma;
redes me tiendo en que yo misma caigo:
siendo yo, soy la otra . . .
y me estremezco al peso de la Diosa,
cimbrándome de impulso ajeno;
y apretando brazos y piernas,
siento sed de domar algún cuerpo enemigo.
¡Oh amor mejor que vuestro amor, mujeres!
Os corre un vigor frío por la espalda;
ya son las manos dos tenazas,
y toda yo, como pulpo que se agarra.
y en la gozosa angustia
de apretar a la bestia que me aprieta,
entramos en el mundo
hasta pisar con todo el cuerpo el suelo.
Libro un brazo, y descargo
la maza sorda de la mano.
Hinco una rodilla, y chasquean
debajo los quebrados huesos .
¡Ya es mío! ¡Ya es tuyo,Artemisa!
Y subo , con un grito, hasta la eterna oreja.
Pero al furor sucede un éxtasis severo.
Mis brazos quieren tajos rectos de hacha,
y los ojos se me inundan de luz .
Alguien se asoma al mundo por mi alma;
alguien husmea el triunfo por mis poros;
alguien me alarga el brazo hasta el cuchillo;
alguien me exprime, me exprime el corazón.
CORO
Respetemos el dolor
de la que se salió de la muerte
y brotó como un hongo en las rocas del templo .
Secerdotisa pura en traza de mujer,
nunca divagaré por sus dos senos
de virgen atleta,
ni gozaré tejiendo sus cabellos.
Nunca di sfrutarán su piel mis manos,
ni ha de tocarla sino el aire,
o el agua donde suele romper con el contento
del caballo sediento .
-y te envidio, señora ,
el agrio gusto de ignorar tu historia .
46 Biblioteca de México
IFIGENIA Es que reclamo mi embriaguez,
mi patrimonio de alegría y dolor mortales.
¡ Me son extrañas tantas fiestas humanas
que recorréis vosotras con el mirar del alma!
Cuando, en las tardes, dejáis andar la rueca ,
y cantáis solas , a fuerza de costumbre,
unas tonadas en que yo sorprendo
como el sabor de algún recuerdo hueco ;
canciones hechas en el hilo lento ,
canciones confidentes y cómplices
que , siempre con iguales palabras,
esconden cada vez hurtos distintos
y mordiscos secretos en la pulpa de la vida;
que , mientras manan sin esfuerzo de la boca,
dan libertad para otros pensamientos-,
entonces yo adivino que andáis errando lejos
de la labor que ocupa vuestras manos ,
dueñas de lo que sólo es vuestro
y que en vano atisban los maridos
en la joya robada de los ojos.
Ninguna costumbre es sujeta
y, en lícita infidelidad ,
abrís con la llave que lleváis al cinto
una cerradura sin chirridos.
y os envidio , mujeres de Táuride ,
alargando mis manos a la canción perdida.
(¿ Veis? Magníficamente nace del mar la sombra
cuando, en las colinas violetas,
asoman, de regreso, los pastores de toros ... )
CORO
Canta, con aire monótono
Cantemos, dando al tiempo
alma y copo, rueca y voz.
Horas inútiles tejen
tierra y cielo, tarde y mar.
Arañita de la casa,
no me dan oficio mejor.
Consejos me da la rueca,
sintiéndome a solas reír.
Hay quien de noche duerme,
y hay quien de día trabaja.
Hay quien aún se acuerda,
y secretea y call a.
Hay quien perdió sus recuerdos
y se ha consolado ya .
Ca/la un instante. Dice luego:
¿Callas, señora? ¡Solamente callas!
Y, como a aquel que canta contra el aire,
nuestra canción parece caernos en la cara ,
queriéndose volver de nuevo al pecho .
¡Oh mujer de rodillas duras!
No acertamos a compadecerte .
Fuerza será llorar a cuenta tuya ,
a ver si, de piedad, echas del seno
ese reac io aborto de memoria
que te tiene hinchada y monstruosa.
No hay de nosotras quien no ceda a la canción,
poniendo en ella lo que cada una sabe a solas ,
si no eres tú, pregunta sin respuesta ,
a quien vivimos parteando el alma con afán.
No hay de nosotras quien a las lágrimas no ceda
con esa gula íntima de probar un secreto,
donde comienza el juntarse de las almas
en un temblor de miedo y amistad.
¡Pero tú, que ni nos engañas siquiera!
Tú que nos das la nada que te llena,
¿no harás, al menos , por forjar un sueño,
una memoria hechiza que nos pague
la sed de consolarte que tenemos?
No; rechina entre tus dientes la voz:
ni recordar ni soñar sabes.,
ni mereces los senos en el pecho ,
ni el vientre, donde sólo crías la noche.
IFIGENIA Os amo así; sentimentales para mí,
haciendo, a coro , para mi uso, un alma
donde vaya labrada la historia que me falta,
con estambre de todos los colores
que cada una ponga de su trama,
47 Biblioteca de México
Tal vez me apunta un resabio de memoria El coro
engendra hecha de vuestras ansias naturales ,
yen el imán de vuestras voluntades, al héroe
parece que la estatua que soy arriesga un pálpito.
Pero soy como me hiciste , Diosa,
entre las líneas iguales de tus flancos:
como plomada de albañil segura,
y como tú: como una llama fría .
Sobre el eje de tu nariz recta,
nadie vio doblarse tus cejas,
ni plegarse los rinconcillos
inexorables de tu boca,
por donde huye un grito inacabable,
penetrado ya de silencio.
¿ Quién acariciaría tu cuello,
demasiado robusto para asido en las manos:
superior a ese hueco mezquino de la palma
que es la medida del humano apetito?
¿ y para quién habías de desatar la equis
de tus brazos cintos y untados
como atroces ligas al tronco,
por entre los cuales puntean
los cuernecillos numerosos
de tu busto de hembra de cría?
¿ Quién vio temblar nunca en tu vientre
el lucero azul de tu ombligo?
¿Quién vislumbró la boca hermética
de tus dos piernas verticales?
En tomo a ti danzan los astros.
¡Ay del mundo si flaquearas , Diosa!
y al cabo, lo que en ti más venero:
los pies, donde recibes la ofrenda
y donde tuve yo cuna y regazo:
los haces de dedos en compás
donde puede ampararse un hombre adulto:
las raíces por donde sorbes
las cubas rojas del sacrificio , a cada luna .
11
CORO
Pero callemos, que un pastor color de tierra,
vago engendro de lanas y hojarasca ,
se acerca aquí , como bulto que echa a andar,
filtrando una mirada de ansia y susto
por entre el heno de la barba y las cejas.
Con el cayado sólo bate el aire,
y parece irradiar palabras con la honda:
que al hombre cogido entre sorpresas
no hay útil cuyo oficio no se esconda;
Y -todo él lanzando ariete-
devuelve al alma oscura la luz de los sentidos,
y es ya todo intenciones, todo oídos,
todo aspavientos, todo interrogación.
En vano la pesuña elemental
se articula en los cinco dedos ágiles,
ni el unánime ruido animal
se distribuye en cortadas palabras.
Ya olvida el habla , ya descuida el andar;
de su vetusta cojera no se acuerda,
y de lejos nos tiende la mano temblorosa,
como si en esa mano sus noticias trajera.
48 Biblioteca de México
Entra el
PASTOR Náufragos, náufragos hay, señora,
si lo es el que pisa tierra ingrata a sus plantas ,
aun cuando no lo ruede el mar hasta la orilla ,
ni el barco entre en la playa con el costado abierto .
IFIGENIA ¿De dónde son?
PASTOR Helenos .
Uno llamaba Pílades al otro.
Son dos amigos como dos manos bien trabadas;
donde pregunta el uno , el otro le contesta;
donde uno dicta, el otro le obedece.
Son como un alma repartida en dos cuerpos;
cuando habla el uno, calla el otro ,
y se completan como dos porciones
de una misma necesidad.
IFIGENIA ¿ y los habéis cazado?
PASTOR Nuestros y tuyos son. -y de la Diosa.
IFIGENIA Pero ¿qué harán los pastores en el mar,
y deshoras corriendo tras las olas
y enloquecidos por vellones de espuma?
Pero ¿qué andáis juntando los rebaños del agua?
¿De dónde trocasteis los oficios,
confundiendo remos y cayados,
redes y ondas, maldiciones y canciones?
Oh padres apacibles de la tierra
domesticada y quieta,
médicos de zampoña y melodía
y abuelos de la oveja preferida:
¿ Qué hacíais entre el sobresalto sin fondo
que se burla con velas y con leños,
cuerdas y puños y gritos de furor?
PASTOR Mensaje
Íbamos a bañar las reses en la cueva
que sirve de refugio al pescador de púrpura ,
porque el toro , señora, vuelve al mar como el río,
para cobrar allí sangre, valor y brío .
Muge el novillo; late el can. Es hora
en que la última tarde se dora ,
y el mar se deja traspasar el pecho
por una haz de espadas de plata.
Hiere la luz, pero no alumbra;
y sorda sensación de una presencia humana
nos cohíbe de pronto , al saludar las cuevas.
Sobrecogido retrocedo entonces,
de puntillas y haciendo la señal del silencio,
de miedo que algún dios desconocido
habite el mar que bate las Simplégadas ,
hijo de la marina Leucotea,
Palemo -o algún otro poeta de las aguas.
y es verdad; que , al rumor que alzamos ,
salta en figura de doncel armado
y, echando espumajos por la boca,
a tajos y a mordiscos cae sobre las reses ,
gritando: " ¡Oh Furias , oh Dragón,
oh mala hembra que muerta me persigues ,
oh vergüenza de Micenas de oro,
oh baño ensangrentado en sangre del esposo!"
El otro, Pílades, en vano lo sujeta,
como a demente que mira sólo el fuego
profundo de su alma, y finge formas
y torna objetos, y cambia el sueño de los ojos
por el sueño de su corazón.
Y, sea que el instinto nos avise
que bajo su locura humana alienta un dios,
o que las armas vibren en respetos en su mano,
huímos, como huían los ganados,
para sólo volver y dar sobre el intruso
cuando el otro lo tiene ya sujeto.
Y es fuerza que les valga algún conjuro
o que vengan ungidos de aceites prestigiosos,
para que no perezcan en los nudos
de brazos de pastores y gente campesina
que se junta al tumulto.
49 Biblioteca de México
,
Gracias que estamos ilesos unos y otros
y que tu sacrificio, Madre, será perfecto,
III
..! ¡,':j: 1:\ .. -!,~V '
, ; ~ , t .-. ~.'
Entran hombres con los dos cautivos atados,
ORESTES
atado , apedreado
delira así:
Cabra de sol y Amaltea de plata
que, en la última ráfaga, suspiras
aire de rosas, palabras de liras,
sueño de sombras que los astros desata;
al viejo Dios leche difusa y grata,
y, del reflejo mismo en que te miras,
hacendosa hilandera, porque estiras
en hebra y copos el vellón que labras;
tarde , en fin , quieta como impropicia y dura:
prueba pues, ya que a tanto conspiran mis estrellas,
a exaltar otra vez mi razón en locura,
para que yo, que vivo amamantado en ellas,
no sufra el tacto de otra piedra impura
sin estallar mil veces en centellas,
IFIGENIA
(Dice, a solas, palabras que apenas se tienen unidas,
como el que sale, bandeando, del torpor de un sueño;
mas hay una oscura voluntad que atisba
-perro fiel- junto a la embriaguez de su dueño),
-Helenos: Grecia
¿De dónde traéis carga de destinos y los bárbaros
para dar en playas donde mueren los hombres?
¿Qué irritados espíritus tenéis sedientos
de sal y aceite que apaciguan hambres del cielo?
Helenos: la fortuna está en no buscarla,
y habéis tentado todos los pasos del mar,
No os basta la ciudad medida a las plantas humanas
y, rompiendo los límites del cielo,
¿os sorprende ahora caer en la estrella sin perdón?
Helenos: forzadores de la virgen del alma:
los pueblos estaban sentados, antes de que echarais a andar
Allí comenzó la Historia y el rememorar de los males,
donde se olvidó el conjugar
un solo horizonte con un solo valle ,
La sabiduría ya estaba descubierta;
los brazos ya estaban cruzados sobre el pecho;
los ojos se escrutaban a sí mismos
para desanudar en su revés el mundo;
y el índice de piedra
sujetaba en racimos el espacio profundo,
Se apaciguaba, helenos, el gotear del agua eterna;
y en el reló dormido del estero
lanzasteis la bellota profana,
y cedisteis al inmenso engaño
partido en diminutas y graciosas mentiras;
y con el bien y el mal terribles
hicisteis moderadas apariencias
para cebar la codiciosa bestia,
oh falsificadores de lágrimas y risas,
Os acuso, helenos, os acuso
de prolongar con persuasión ilícita
este afrentoso duelo, esta interrogación",
Así deis con la frente en las esferas últimas, Titanes
y os sienta el último fantasma
rodar entre peñascos en declive,
surtiendo por el pecho maldición de volcanes,
¡oh instrumentos de la cósmica injuria,
oh borrachos de todos los sentidos!
50 Biblioteca de México
ORESTES
gJila:
¡ Raza vencida de la tierra:
reconoce a tu domador!
¿ Tú que temblabas, gusanera apl astada,
bajo los Siete Días orientales
de la Creación!
Tú que apenas usabas como alma
un escozor de pánico,
y que desfallecías, heredera
de todos los pavores animales;
devuelta con arrobamiento al fango;
lodacero que criabas raíces
para enredar los talones bail átiles
de los hijos de Prometeo:
¿Qué me acusas , ojos de arcilla?
Frentes hacia abajo , ¡qué sabeis
de levantar con piedras y palabras
un sueño que reviente los ojos de los dioses,
otra simiente de naturaleza,
hija pura y radiosa del humano deseo,
oro de eternidad , diamante pleno
labrado en los martillos
impecables del corazón!
IFIGENIA
En vano , por primera vez , aguardo
que me sacuda en cólera la Diosa.
-Librad al griego; recoged mi manto:
sobran horas al tiempo .
Apercíbese lfigenia con vasos lustrales. Pílades, atado, da
un paso hacia Orestes, como a socorrerlo.
ORESTES Detente, Pílades , que siento
el indeciso vaho de los dioses;
y, entre los ojos de la carnicera,
Comienza la
anagnóJisis
me sorprende el halago de una mirada rubia.
No en vano las aguas se abren y se juntan;
no en vano los vientos y el elástico mar,
no en vano gimen y aúllan
en torno a la nave del griego que sabe esperar.
No fue ciega la ira que me devolvió a Micenas,
incubando en el monte mis furores de niño;
nodriza ruda que criaba para el cuchillo,
y soy dardo de mano derechera.
¿Nada te dice, amigo, el portento que te sale al paso?
¿Dónde está la tierra de las Amazonas guerreras?
¿Cuándo vi ~ te, Pílades, combatiendo brazo a brazo
a la sacerdotisa con las víctimas extranjeras?
Bien que la barbarie, educada en el desorden del mundo,
pisotee los prodigios como las yerbas,
confundiendo árboles y fieras y hombres y sexos,
sin distinguir lo propio de lo desorbitado y súbito .
Pero tú , filósofo en cuyos brazos descanso ,
¿me enseñaste acaso a concebir mujeres
como la Quimera, con garras y crestas y fauces,
o sacerdoti sas mezcladas de leonas?
Sólo cuando el dios anda rondando los montes
miras volar los árboles y oyes hablar a los pájaros.
Así me devuelves, mujer, la confianza en Apolo ,
sólo con tu furia y con tu locura sólo .
No está lejos, no , la fuerza que me trajo rodando:
y ya no vacilo , que estoy en tierra de Tauros.
De Artemisa es, Pílades, el templo que venimos buscando,
y esta mujer-
IFIGENIA - ¡Oh calla, por tus enemigos dioses!
Mira que estás por quebrar la puerta sorda
51 Biblioteca de México
donde yo golpeo sin respiración.
Mira que me doblo con influjos desconocidos ,
juntas en imploración estas manos mías tan ásperas.
Tengo miedo, calla, la Diosa nos oye .
Ella me implica toda: yo crecí de sus plantas.
Si tú sabes más , tejedor de palabras
-pues así adivinas tierras y hombres
ensartando lo que ignoras con lo que conoces-,
calla, por tus amuletos; calla, por tus cabellos,
en los que reclavo con ansia mis dedos ;
calla, por tu mano derecha;
calla, por tus cejas azules;
y por ese lunar que hay en tu cuello ,
gemelo -mira-,
gemelo del lunar que hay en mi hombro.
TOAS
Soy el rey Toas, de leves pies como las aves.
Como quien manda, olvido mis cuidados
por oír el rumor que corre el pueblo.
Hecha de mar y roca, alta señora,
sacerdotisa que llevas la clava
desde que el cielo apedreó a la tierra
con el poder de la nocturna Diosa
-Díctina de la selva, hija de Leto:
Prepárense los vasos y los cestos ,
yarda el fuego de la salsa mola;
echad el llanto, hombres oscuros:
la Diosa no perdona.
Ejércitos de abejas amarillas
aplaquen -cediendo miel-las tumbas.
Calla, porque me aniquila el peso del nombre que espero; Iras de Inmortales reclaman
oh vencedor extraño , calla, porque , al fin , no quiero la miel salobre y roja de otra ofrenda.
saber --oh cobarde seno- quién soy yo .
ORESTES
¿Callaré , Pílades, cuando vine a decirlo?
PÍLADES
No .
CORO
Dos animales de la misma cría
no se juntan mejor. Uno conduce,
y la otra le sigue -antes tan fiera.
Manda el varón, y al fin es hembra ella.
Pero ¿esas miradas que se hunden
la una en la otra, como en propio elemento?
y la gota negra de aquel cuello
resbala aquí, camino de este seno.
Un mismo arte de naturaleza
concertó los dos sones de gargantas .. .
¡Mil cosas misteriosas nos relatan los viejos,
y yo, sin serlo, he visto tantas!
IV
Toas y el séquito.
IFIGENIA
Oye la voz de tu sacerdotisa ,
rey de nombre de ave:
éstos me vencieron sin manos
y me ataron con la amenaza.
No los quiere la Diosa: traen a cuestas
el nombre que he perdido.
TOAS
El nombre que tenías lo has perdido en el mar. Ademán
S uspensión entre los que llegan y los que estaban presentes.
52 Biblioteca de México
IFIGENIA
Éstos, del fondón de los mares
llegan, vomitados de olas.
TOAS
Náufragos son, ley igual los condena.
IFIGENIA
Ley que un hombre trazó y otro quebranta.
TOAS
Escrita está en las plantas de Artemisa.
IFIGENIA
-Que es superior a ella y con los pies la pisa.
TOAS
¿Qué pretendes?
IFIGENIA
Que hablen.
TOAS
Hablad, hombres oscuros .
ORESTES
v
¿Diré Pílades, el nombre que azuce
las bandadas de nombres temerosas?
Evitaré más bien el torbellino
que alzan los vientos súbitos,
y habré de conducirla paso a paso,
como a ciega extraviada que tantea el camino,
hasta dejarla donde la perdí.
-Oye, sacerdotisa: devuélveme las manos,
porque no sé contar sin libertad mi historia.
y el Padre deshacía sus horripilantes juguetes,
bien como alfarero que ensaya el jarro dos veces.
Perra alulante, Gea sus cachorros le disputaba.
-¡Hijos del Padre loco!- ¿Quién me vengará? -les deCÍa
Yel último , Cronos , contraído bajo sus tetas ,
tiembla de furor y designios .
Era creada ya la raza del blanco acero.
Cronos esconde la hoz, y Urano un deseo aventura;
pero , segadas a puntos las informes flores del sexo ,
la sangre del Padre loco fecunda todavía el suelo.
Erinies y Gigantes y Ninfas brotan y Diosas ,
y sobre el mar, la deseada rosa:
Afrodita la llaman, hija de las espumas;
Citerea , vecina de la isla:
Kiprigenia, porque llega a Chipre batida de olas;
Filomedea, en fin, hija de los anhelos.
Así la vital angustia , derramada en sangría,
Gea, perra ululante , sigue fomentando tus crías.
Ya está mezclado el crimen en la masa del mundo.
Dioses recelosos de sus proles indeseadas
acechan a las diosas que se acuestan con hombres.
Los padres de tribus a los mancebos devoran ,
y el justo Edipo, testigo insobornable ,
se descuaja los ojos contra el error del cielo.
Hubo un rey en Lidia cuya casa honraba el Olimpo,
¡y osó hacer festín de las carnes de su hijo!
Como torres gigantes, los Inmortales , mudos,
contemplan la ofrenda de Tántalo mezclada de horrores.
¿Qué hacías , Diosa hambrienta, olvidadiza Deméter,
devorando, sin saberlo, el hombre arrancado del Pélope?
Zeus Tempestuoso hinca los ojos en Tántalo,
que entra desbarrancado en los Infiernos ,
donde con boca reseca jadea tras el agua que huye;
donde, por hurtárselas, los árboles sus pomas degluten.
Júntanse las partes, y Pélope vuelve a vivir;
Ademru de Ifigenia. Desatan a Orestes , que continúa: se alza cetro en mano, y el hombre de marfil.
Pero la maldición vuela, contaminando
Teogonía a todos los brotes de su gente.
Dos veces Urano engendraba en el seno de Gea. Niobe deshijada, piedra que llora ríos,
ensayando monstruos que la vergüenza rechaza. ve traspasados sus hijos con flechas de oro ,
Voluntad oscura, sus intentos multiplicando, y Tiestes y Atreo, en festines horrendos ,
mezclaba impetuosos crímenes con virtudes severas. vomitan, desfallecidos, la sangre criminal del abuelo.
En los Cíclopes era espanto la mal trazada frente
y los brazos de Briareo eran fuerza desperdiciada.
53 Biblioteca de México
y nacieron , uno de otro ,
Tántalo , Pélope y Atreo ,
y Agamemnón, castigador de Troya
y hermano vengador del zaino hermano.
Igual deslealtad les esperaba
con Clitemnestra , hembra matadora del macho,
y con Helena , por quien tiene hartazgo
de cadáveres la ciudad de los pájaros.
Mientras las naves huecas deshacían la ruta del Ilión ,
tramaba Clitemnestra con Egisto;
y Agamemnón cayó a mansalva ,
vencido entre los brazos de su casa .
Entre los que crecían en palacio ,
el mayor de los hijos
era menor que la venganza: Electra,
hermana blanca; pero , providente ,
me hizo nutrir de tielTa y raíces ,
abrigado de cuevas y de pieles,
montaraz y distante,
intacto cazador de Apolo .
Y, en la incertidumbre de sus noches ,
el sueño de la madre dio presagios:
me veía dragón, me padecía
estrujando y sorbiendo en sus pezones
fango de leche y sangre.
y al fin , entre relámpagos de crimen,
bajo el furor de Apolo cómplice
y la tronante cólera del cielo,
y bajo las legiones espantadas
y saltonas de Furias,
el cazador cazó a la madre adúltera.
¡Oh vino soberano
que un día me embriagaste para siempre!
¡Nunca probara yo de tu delirio,
y no me persiguiera
la indignada caterva de mi madre!
IFIGENIA Los nombres que pronuncias irrumpen por mi frente
y se abren paso entre tumultos de sombra;
y, por primera vez, mi dorso cede
con un espanto conocido.
Me devuelvo a un dolor que presentía;
me reconozco en tu historia de sangre,
y gime, sin que yo lo entienda todavía,
un grito en mis orejas que dice: "¡Áulide! ¡Áulide!"
CORO Asisto a los misterios -y callo.
IFIGENIA Siento, como en la ácida mañana,
madrugar el pavor de estar despierta:
cenizosa conciencia
que torna a la mentira de los días
con una lumbre todavía de sueño,
hecha de luz funesta que transparenta el mundo .
ORES TES
Te asiré del ombligo del recuerdo;
te ataré al centro de que parte tu alma .
Apenas llego a ser tu prisionero ,
cuando eres ya mi esclava.
En Áulide , los vientos no prosperan
o los adversos dioses redoblan el resuello:
y para que los leños flotantes de las naves
sigan el curso, piden sacrificios .
La sangre de una virgen Artemisa reclama.
IFIGENIA ¡Oh Diosa , vaya ti, pues tú me llamas!
ORES TES
Aguarda, hay tiempo aún-o Ya los oráculos
designan a Ifigenia.
IFIGENIA ¡Oh Diosa!
ORESTES Aguarda.
La casta de adivinos es ávida de males .
Hija de Agamemnón: fuerza es traerte
engañada hasta el sitio de la ofrenda,
donde adelanta en pago de lágrimas la madre
el crimen que ha de cometer más tarde.
IFIGENIA Al fin es madre, Orestes;
y espera, en las edades de la hija,
que la fruta de nietos se le rinda.
54 Biblioteca de México
Al fin es madre, Orestes, y prolonga
hasta la pubertad el gusto de mi cuna .
Al fin, en cada hora presentía
la cosecha de una caricia nueva;
porque es todo inquietudes y sorpresas
el logro minucioso de la hija .
Odiseo me trajo prometida
al lecho de un valiente -Aquiles-. (Oye:
al crear este nombre con esfuerzo,
tengo piedad yo misma de mis labios .)
-Pero ¿qué hago , Diosa? ¿Salgo de tu misterio?
Amigas, huyo: ¡esto es el recuerdo!
Huyo, porque me siento
cogida por cien crímenes al suelo .
Huyo de mi recuerdo y de mi historia ,
como yegua que intenta salirse de su sombra.
Sujétanla.
ORESTES Sujetadla y que beba la razón
hasta lo más reacio de sus huesos.
Hínchate de recuerdos ,
óyelo todo: En Áulide fuiste sacrificada;
pero Artemisa te robó a su templo
a la hora en que Calcas descargaba el cuchillo,
y cayó en tu lugar, forjada de tu miedo,
cierva temblona que mugió con muerte.
IFIGENIA Orestes , soy tu hermana sin remedio,
y en el torrente de la carne siento
latir la maldición de Tántalo .
Pero contéstame , pues me castigas
de envidiar la miseria de las hijas de Táuride
y desear la vida compartida
-humano pan de donde todos coman-,
¿no me estaba yo bien , guijarro de esta roca,
arista desgajada de la Diosa?
¿No me fuera más dulce la sombra en que yacía
y el destazar continuo de las vÍCtimas?
¿A qué trajiste el rayo de mi casa
a la ribera en que estaba yo perdida?
¡Ay hermano de lágrimas , crecido
entre la palidez y el sobresalto!
¡Déjame, al menos que te mire y palpe,
oh desvaída sombra de mi padre!
CORO Entran los ojos en los ojos . Andan
tentándose las manos con las manos .
Yen la arena, la huella de la hermana
acomoda a la huella del hermano.
ORESTES y déjame que alivie tanto llanto
-¡ay hermana que fuiste mi nodriza!
viendo rodar mi lloro por tu cara
y latir en tu cuello mi fatiga.
55 Biblioteca de México
CORO ¡Señora! ¿Y te acaricia? ¡Y tú te doblas
debajo de su barba! Y nos pareces
más pequeñita, al paso que reviven
y te van apretando las memorias.
IFIGENIA
¡Suelta, suelta, que mi dolor no importa!
No me abandones, Diosa,
y permite que huya de mí propia
como yegua que intenta salirse de su sombra.
ORESTES
¿Recuerdas?
IFIGENIA
Sí. -Llegamos en el carro:
mi madre -porque es mi madre, Orestes-,
tú, tierno niño que sólo ríe y llora,
yo, y los presentes de mi boda.
Me bajaron en brazos las muchachas de Calcas,
como a la prometida del nieto de Nereo;
y a ti, con delicadas manos,
para no sacudir tu frágil sueño;
que eran asustadizos los caballos,
y no obedecían a la voz.
Saltamos como terneras sueltas en prado.
Ignorando las rudezas del campamento,
yo, corazón nupcial, fiesta hacía de todo .
Y he visto a los dos Ayaces, amigos de armas;
y a Protesilao y Palamedes
que jugaban con unas figurillas;
ya Diomedes, hecho a lanzar el disco;
y al portentoso Merión, raza de Ares;
y al hijo de Laertes , engañoso;
y al hermoso Nereo , el más hermoso .
A pie, de lejos, disputaba Aquiles
-oh sienes mías hechas al dolor
victorias de carrera a la cuadriga
de Eumelo, que acosaba a los caballos
blancos del yugo ,
ya los rojos manchados que iban a la larga rienda.
CORO
¡Oh Paris, Paris, que con la flauta frigia
apacentabas novillos en el Ida!
¡Oh juez de diosas y ladrón de hogares,
cómo va a perecer por ti la flor del año!
ORESTES
Di, ¿conociste a Aquiles?
IFIGENIA
No, sino en el relato de mi madre
que, con estrago de dolor y miedo ,
se echó a sus pies, pudores olvidando.
Alumno de Quirón, hijo de diosa,
era ajeno al engaño, y fue a salvarme.
Lloraba sin rubor: ¡era tan joven!
No negaba el pavor: ¡era tan bravo!
No quiso conocerme: ¡era tan casto!
ORESTES Prosigue.
56 Biblioteca de México
IFIGENIA
¡Infierno, Infierno!
Tu boca misma habló por Clitemnestra .
Me hizo llegar, trayéndote en el manto ,
y a mí, que lo quería más que todos,
me redujo a escuchar lo que le dijo al padre.
CORO
Un gran dolor ahoga la vergüenza.
IFIGENIA
Dijo: -"Me arrebataste a mi primer marido;
y, arrancándomelo de los pechos,
estrellaste a mi primer hijo contra el suelo.
Mi padre hizo la paz en los hermanos,
y fui casta y sobria en tu palacio .
Tres hijas y un hijo te he dado.
Te sales de tus tierras por ajenos agravios,
y, además de tu aposento vacío,
¿quieres que llore ahora la muerte de Ifigenia?
¿ y qué frente ofrecerás mañana
al beso de tus hijos sin hermana?
Que ceda Menelao a su hija Hermione:
suya es la ofensa, no son ciegos los dioses.
¡Oh mano que mandas de lejos!
¿Arrastrarás tu propia hija por los cabellos
hasta el ara de la Divina Cazadora ,
y yo la seguiré, sin soltar sus vestidos,
hecha consternación de tus ejércitos?"
ORESTES
¿ y yo, entretanto?
IFIGENIA
No sabías hablar, ¡oh el más amado!
Con lágrimas y brazos implorantes
tú me ayudaste, en fin , cuanto podías.
Estreché con el tuyo el cuerpo de mi padre,
como con elocuente rama de suplicantes:
-"Yo la primera te he llamado padre;
tú la primera me llamaste hija;
gozosas nupcias prometiste un día,
y yo soñaba en acogerte, anciano,
entre próspera bulla de la prole.
Insano afán de navegar a tierras bárbaras
te hace dejar la tierra
donde cortan jacintos y rosas los que dio a luz mi madre.
Mas yo no debo amar demasiado la vida.
-¡Dispón , oh Calcas, de mi ración de sangre! "
y desvié los ojos
del bulto convulsivo de mi madre .
Calcas alzó la mano: ¿se oyó el golpe?
ORESTES
He aquí que te encuentro muerta y viva,
sacrificada y sacrificadora.
IFIGENIA
Con sospecha:
¿A qué viniste, di?
ORESTES
En busca tuya.
IFIGENIA
Recobrando su anvgancia perdida:
¿Para que siga hirviendo en mis entrañas
la culpa de Micenas, y mi leche
críe dragones y amamante incestos;
y salgan maldiciones de mi techo
resecando los campos de labranza,
y a mi paso la peste se difunda,
mueran los toros y se esconda la luna?
¿En busca mía, para que conciba
nuevos horrores mi carne enemiga?
¿Para que aborten las madres a mi paso,
y para que, al olor de la nieta de Tántalo,
los frutos y las aguas huyan de mi contagio?
ORESTES
Por el sello que llevas en la frente,
hija de Agamemnón, ante los tauros
oye la orden que traigo de Apolo:
Me seguirás hasta Micenas de oro ,
y volverás a la casera rueca,
y cumplirás con dar los brotes nuevos
a la familia en que naciste hembra.
Fuerza será que, complaciente esposa,
te alimente en su casa algún príncipe aqueo.
No se corta la sangre sin mandato divino.
57 Biblioteca de México
IFIGENIA Huiré de mí propia,
como yegua acosada que salta de su sombra.
ORESTES Me seguirás, y ceñirás la vida
a que las altas normas te condenan .
Cualquier dolor pasado
es, a los mismos dioses, duro espanto.
¿Quieres romper con la Necesidad,
vuelta contra el latido que llevas en el vientre?
¿Y qué harás, insensata,
para quebrar las sílabas del nombre que padeces?
IFIGENIA ¡ Virtud escasa , voluntad escasa!
¡Pajarillo cazado entre palabras!
Si la imaginación, henchida de fantasmas,
no sabrá ya volver del barco en que tú partas,
la lealtad del cuerpo me retendrá plantada
a los pies de Artemisa, donde renazco esclava.
Robarás una voz, rescatarás un eco;
un arrepentimiento, no un deseo.
Llévate entre las manos, cogida con tu ingenio,
estas dos conchas huecas de palabras: ¡No quiero!
Refúgiase en el templo , desapareciendo de la escena.
TOAS He aprendido a llorar ajenos males
y a gozar con mesura el bien que alcanzo.
No puede el noble decir lo que le plazca.
¡ Qué vanas apariencias nos gobiernan!
Cierto es que servimos a la plebe.
Licencia tienen otros para clamar a voces,
no el monarca prudente ,
que sólo con el ceño engendra nubes.
CORO Nadie que no sea sensato
mande en las plazas de los hombres.
Oh rey de leves pies de ave:
hay sed de tu clemencia.
TOAS Com o dirigiéndose a Ifigenia:
Todo lo sé: la onda cordial desata ,
voluntad que anulaste la porfía
del bien y el mal: dureza generosa,
basa de templos, muralla de ciudades.
Boca de dictar leyes ,
mano de hacer y deshacer cadenas ,
frente para corona verdadera ,
¿qué nombre te daremos?
Todo 10 sé: la onda cordial desata ,
cólmate de perdón hasta que sientas
lo turbio de una lágrima en los ojos:
Mata el rencor, e incéndiate de gozo .
CORO Alta señora cruel y pura:
compénsate a ti misma , incomparable;
acaríciate sola, inmaculada;
llora por ti, estéril;
ruborízate y ámate, fructífera ;
asústate de ti, músculo y daga;
escoge el nombre que te guste
y llámate a ti misma como quieras :
ya abriste pausa en los destinos, donde
brinca la fuente de tu libertad.
TOAS Destuerzan la senda los náufragos.
Dadles, tauros, remos y velas .
Oh mar: tuyo era el mensaje:
Guárdalos tú de tus procelas.
58 Biblioteca de México
Artemisa mata a Acteón
Seguichs del pueblo, aléjanse ha.:ia el mar PílaJes y Omstes, bruza
en el hombro, dobladas las baroas sobm el pecho .
hasta descubrir sus estrellas:
no lo sabías, y ya sabes
CORO i Oh mar que bebiste la tarde
que los hombres se libran de ellas!
Ha anochecido. Las primeros luces se atreven .
59 Biblioteca de México
Biblioteca de México
ALF ON SO REY ES*
UN PASO DE AMÉRICA
Por febrero de 1926 Jules Ro
mains me convidó a almorzar en
su casa de la rue des Lilas, un
hotelito de las Buttes Chaumont
con jardín montaraz y amplios
salones de trabajo. Recuerdo
que, además de su señora , nos
acompañaba a la mesa una sim
pática pareja británica, los tra
ductores ingleses de Jules Ro
mains, que habían sido amigos
de Henry James y trajeron a la
conversación el recuerdo del
gran apóstata de América . Al
revés de su hermano William
James, el bien conocido filósofo
pragmatista, Henry James no se
sintió con fuerzas de ser ameri
cano, se reintegró en la antigua
Inglaterra. Donde, a pesar de no
estar nunca solo, y aunque, se
gún célebre decir de la época,
era tan popular y mundano que
todas las noches se veía obliga
do a "cenar en la ciudad", siem
pre se quedaba un poco al mar
gen de la vida y, después de
todo, era extranjero. Esto resul
ta, al menos, del irrecusable tes
timonio de Edmund Gosse.
Así, la conversación me llevó,
naturalmente, a uno de mis te
mas preferidos: la existencia de
América como hecho patético.
Patetismo negativo para Henry
James y sus semejantes -los
personajes del ilustre novelista
andan, a veces, de un Conti
nente en otro, sin encontrar sitio
y como unos desesperados;
-patetismo ya positivo para Wal
do Frank y otros americanos de
hoy que, aunque sea por venir
más tarde, han percibido ya cla
ramente hacia qué lado del cielo
apunta el alba. De aquí a hablar
de la América española no hay
más que un paso: El Paso, Te
xas. Y, ante una pregunta de
Jules Romains, yo le expliqué
más o menos, y él me entendió
admirablemente, que el verda
dero problema de la literatura
hispanoamericana en París, yen
toda la Europa ultrapirenáica, se
reducía a esto: allá sólo piden al
hispanoamericanismo que sea
pintoresco y exótico. Y este gé
nero de literatura, mediocre en sí
mismo, sólo seduce a los me
diocres. La literatura europea se
basta sola en cuanto a ideas,
religión , filosofía , ética, estética,
del grano de especia . iY preci
samente nuestro escritor, si real
mente lo es, huye como de la
peste de todo abuso del llamado
"color local", y procura escribir
libros de valor universal y no pu
ramente curiosidades o siquiera
"documentos humanos"! Este
extremo no tiene más solución
que el que las minorías selectas
de América , tan dadas a la lite
ratura de ideas y al lirismo abs
tracto , hagan el esfuerzo de ir a
la literatura de invención, y arre
baten a los ramplones el privile
gio de escribir novelas y cuentos
regionales . Tal es el sentido
-añadí entonces- de La vengan
za del cóndor, obra de Ventura
García Calderón, el peruano uni
versal. Y tal es el sentido, puedo
añadir ahora, del Don Segundo
Sombra, obra de difícil facil idad
lírica; y sólo se decide a asomar- en que el llorado Guiraldes ha Sur, revista trimestral publicada bajo la di- se al libro americano en busca hecho, con las humildes cosas
receión de Victoria acampo, verano 1931 , año 1, número 1, Buenos Aires, 1931 , 208 pp. de algunas curiosidades, a caza diarias del campo argentino, un
.... Col/age con dibujos y fotografía de Alfonso Reyes 61
Biblioteca de México
monumento de valor más que mistas de entonces sentían así: Ocampo se hace eco todavía de
nacional. También es de notar, este pesimismo (el más justo,
en tal concepto, La vorágine , del
colombiano José Eustasio Rive
ra, cuya reciente muerte en Nue
va York es una pérdida lamenta
ble. Después ha venido El águi
la y la serpiente, de Martín Luis
Guzmán , y luego se ha dado a
conocer Mariano Azuela, con
Los de abajo, libros mexicanos
ambos que, felizmente traduci
dos ya al francés, inauguran otra
era para el conocimiento de
nuestras letras entre el público
ultrapirenaico, en tanto que se
traduce a Estrada, a Torres
Bodet, a Villaurrutia, a Icaza, a
Novo, a Montellano, a Martínez
Sotomayor, a otros más, que
bien merecen los honores del
editor Fourcade.
América ha dado un paso ade
lante; y es innegable que también
la otra persona del diálogo,
Europa, ha dado el suyo hacia
nosotros. Bien sé que todavía
quedan escritores europeos para
quienes eso de que haya países
extranjeros es, a lo sumo, "tres
dróle", y, en particular, eso de que
haya hispanoamericanos sólo es
admirable en calidad de extrava
gancia y, como la pimienta en los
guisos, "hasta ahí no más". Pero
de este prejuicio ateniense se han
libertado ya los mejores -que es
lo que nos importa- y aun la in
mensa mayoría de los medianos
lo cual tampoco deja de importar
nos en un fenómeno que tras
ciende de lo literario a lo social.
LAS FATALIDADES
CONCÉNTRICAS
Las cosas afortunadamente han
cambiado. Pero todavía la inme
diata generación precedente se
sentía nacida en el centro de
varias fatalidades concéntricas.
No digo que todos, pero los pesi-
1°. Prescindamos de la primera hasta tanto que no levantemos a
gran fatalidad, que consistía des- América a la altura que le está
de luego en ser humanos, confor- ofrecida) cuando, hablando de la
me a la sentencia del antiguo Quiromancia de la pampa, se
Sileno recogida por Calderón: siente, de pronto, "propietaria de
Porque el delito mayor
del hombre es haber nacido.
2°. Dentro de éste, venía el se
gundo círculo, que consistía en
haber llegado muy tarde a un
mundo viejo . Aún no se apaga
ban los ecos de aquel romanti
cismo que el cubano Juan Cle
mente Zenea compendia en dos
versos:
Mis tiempos son los de la antigua
Roma,
y mis hermanos con la Grecia
han muerto.
En el mundo de nuestras letras,
un anacronismo sentimental do
minaba a la gente media .
3°. Era el tercer círculo, encima
de las desgracias de ser humano
y ser moderno, la de ser america
no; es decir, nacido y arraigado
en un suelo que no es el foco
actual de la civilización, hijo de la
sucursal del mundo. En una hora
de desconcierto, nuestra Victoria
62 Biblioteca de México
un alma sin pasaporte".
4°. Y ya que se era americano,
otro handicap en la carrera de la
vida era ser latino o, en suma,
de formación cultural latina. Era
la época del A quoi tient la supe
riorité des Anglo-Saxons? Era la
época de la sumisión al presen
te estado de cosas, sin esperan
zas de cambio definitivo ni fe en
el porvenir. Sólo se oían las
arengas de Rodó, nobles y can
dorosas.
5°. Ya que se pertenecía al orbe
latino, nueva fatalidad dentro de
él pertenecer alarbe hispánico.
El pobre león hacía ya tiempo
que andaba con el rabo entre las
piernas. España parecía estar
de vuelta de todas sus grande
zas anteriores, escéptica y des
valida. Se había puesto el sol en
sus dominios. Y, para colmo, el
hispanoamericanismo no se en
tendía con España -como toda
vía sucede entre muchos retar
datarios que las dan de avanza
dos: ila fábula del rey que anda
ba desnudo, creyendo engañar
a los demás porque se engaña
ba a sí mismo!
6°. Dentro del mundo hispánico,
todavía veníamos a ser dialecto,
derivación, cosa secundaria, sucur
sal otra vez: lo hispano-americano,
nombre que se ata con guioncito
como con cadena.
7°. Dentro de lo hispanoamerica
no, los que me quedan cerca
todavía se lamentaban de haber
nacido en la zona cargada de
indio. El indio, entonces, era un
fardo, y no todavía un altivo
deber y una fuerte esperanza.
8°. Dentro de esta región , los
que todavía más cerca me que
dan tenían motivos para afligirse
de haber nacido en la peligrosa
vecindad de una nación pujante
y pletórica. Este inapreciable
honor de ser frente de raza -se
creto , acaso, de nuestra fuerza
sólo parecía motivo de desalien
to y recelo. Y, desde luego, en
política, se convertía en argu
mento de terror, en amenaza
constante que sobrecogía un
tanto al país. Fue necesario que
la Revolución lo echara todo
abajo, hasta el "tapanco" donde
se ocultaba el Enano-Cabeza.
De todos estos fantasmas ,
que el viento se ha ido llevando
o la luz del día ha ido dibujando
hasta convertirlos, cuando me
nos, en realidades aceptables,
algo queda todavía por los rinco
nes de América , y hay que per
seguirlo abriendo las ventanas
de par en par y llamando a la
superstición por su nombre, que
es la manera de ahuyentarla.
LA MAYORíA DE EDAD
poco resultaba muy comprome
tedor. iHay por ahí cada traduc
ción de autor hispanoamericano,
hay por ahí cada prólogo euro
peo -y hasta peninsular espe-
creían verle, desde el otro lado
del río, perfil árabe y oriental al
inocente pueblecito vasco de
Fuenterrabía, los modernos -por
ejemplo- tenían como por obliga-
cialmente- a cada libro hispano- ción el equivocar toda cita en len-
americano, que en Europa circu
lan y pasan como valor entendi
do! No cuentan, no son imputa
bles al prologuista o al traductor:
no que esto se diga alguna vez.
En cambio , cuando José Orte
ga y Gasset aplica toda su sin
ceridad y se explica sin ambajes
frente a las características del
hombre y del paisaje argentinos,
me parece que declara su reco
nocimiento de mayoría de edad
para los hispanoamericanos. No
pone mayor seriedad para anali
zar las cosas de su España. Y si
a Paul Morand se le va la frase
más allá de la cortesía al tratar
de los pueblos antillanos, por lo
menos los considera con igual
desenfado que el que usa para
su propia Francia. Dígase lo que
se quiera, estos testimonios son
más honrosos -aún suponiendo
que haya en ellos epigrama o
censura- que la inocua palmadi
ta en el hombro con que en otro
tiempo nos despachaban.
ALGUNOS DISPARATES
gua española, con una atingencia
verdaderamente misteriosa. No
desperdiciaban ocasión de fallar.
Les acontecía lo que al chusco
brasileño de quien me cuentan
mis amigos de Río: le pregunta
ron si hablaba español y él, que
riendo demostrar que lo hablaba,
contestó: "Un pueco". Sea dicho
lo anterior de un modo general,
ya se entiende. Pues bien, si de
España pasábamos a Hispanoa
mérica, sin duda por acumulación
de fatalidades o "círculos" las
cosas iban de mal en peor. Aquí
era el confundir lamentablemente
pueblos y distancias, que daba
verdadera grima. Aquí el pregun
tar al vecino de México por unos
parientes que se habían ido a
Buenos Aires, y otras cosas por
el estilo. Paul de Saint-Victor,
equivocándose por otra parte aún
más como crítico que como geó
grafo, se burlaba de Manet con
estas palabras: "Imaginad a un
Gaya trasladado a México, vuelto
salvaje en medio de las pampas y
embarrando telas con cochinillas
aplastadas". iLas pampas en
Antes de la Guerra, al pasar, vi- México, sea por Dios! Y menos
Mientras éramos o se esperaba niendo de Europa, los Pirineos, mal que conocía la procedencia
que sólo fuéramos pintorescos, casi parecía de buen estilo dispa- de la cochinilla.
el trato crítico con América tam- ratar un poco. Si los románticos
63 Biblioteca de México
De aquella torcedura mental
quedan aún algunos rastros. Yo
tuve la honra de visitar, hace
unos cuatro años, el precioso
Museo Paleontológico de París ,
donde se custodian documentos
venerables que han servido para
establecer doctrinas fundamen
tales de la biología. Un sabio, un
verdadero sabio, me acompaña
ba, y me lo explicaba todo suma
riamente. De pronto, se detuvo
ante unos fósiles gigantescos:
-Esto le interesará a usted
mucho -me dijo-, porque es de
estatua a Montezuma, el empera
dor indio mártir, y de este mártir, la
religión de la raza ha hecho un
santo. La raza blanca no se man
tiene sin lucha sino en aquellas
regiones donde ha podido prolife
rar, poblar, sea por reproducción o
sea por inmigración: los Estados
Unidos para los anglosajones -y
aun ahí tienen su problema
"negro" y hasta su problema
"amarillo":-Ia Argentina, Bolivia, y
Venezuela para los españoles; el
África del Norte para Francia y los
cho de que México y el Perú
sean países hispanoindios no da
lugar al adverbio ya, no es una
reacción de estos tiempos, ni
representa la menor novedad,
puesto que siempre lo fueron
desde el día de la Conquista,
siendo notorio que hay ahora en
ellos más blancos que durante
todo el tiempo de la dominación
española? ¿Para qué explicarle
que en esa simplificación de
"hispanoindios" en "indios" a se
cas demuestra que hoy no se ha
muy cerca de su tierra. Estos fó- francolatinos; y el África del Sur echado a la cara, a un solo pe-
siles proceden de las mesetas
bolivianas.
Yo accedí, con una perfecta
sonrisa asiática que fui a sacar de
no sé qué fondos de mí mismo.
Pero el senador León Honnorat,
que estaba presente, no pudo
contenerse:
-Querido maestro- objetó-,
iesto de la cercanía entre Mé
xico y Bolivia!. ..
-De todos modos- contestó
también para los anglosajones,
aunque ¿no tienen ahí el proble
ma de los indígenas?"
Casi da pereza ponerse a en
derezar estas inexactitudes de
hecho, y mucho más ponerse a
redibujar y rectificar estas fáciles
generalizaciones, impropias de
un escritor que dista mucho de
ser un primario. ¿Para qué expli
carle que Moctezuma -o Mon
tezuma, como él lo escribe, a la
ruano o a un solo mexicano, ni,
lo que es peor, se ha tomado
nunca el trabajo de meditar so
bre la historia de ambos pue
blos? ¿Para qué explicarle que
eso de que la raza blanca sólo
se ha quedado donde ha podido
quedarse es un fenómeno que
data , por lo menos, de los tiem
pos de Perogrullo, que en fran
cés se dice La Palice? ¿Para
qué explicarle que, al juntar con
secamente el maestro-, les que- europea- no es lo mismo que la Argentina , como países pura
da más cerca que China. Cuauhtémoc? ¿Para qué expli- mente poblados por europeos, a
Y el otro día, leyendo en Les carie que el culto por la memoria Bolivia y a Venezuela, ha toma
Nouvelles Littéraires (2-VIII-930) de éste tiene el mero valor histó- do precisa , exacta y matemáti-un artículo sobre Egipto y la
Indochina, de no menor persona
que Pierre Mille, por mil motivos
acreedor a nuestro respeto, en
cuentro esta joya inapreciable. El
autor explica cómo la raza blanca
parece haberse propuesto unifi
car la tierra, conquistando y colo
nizando de preferencia los sitios
de las civilizaciones más antiguas
y cargadas. Y luego revierte:
"A estas horas, hay una reac-
rico de una afirmación nacional,
y que nadie lo ha erigido en
santo, aparte del respeto que
merezca su heroicidad, como el
que puede merecer en Francia
la heroicidad de Vercingectórix?
¿Para qué explicarle que México
y el Perú son, con Colombia,
acaso los países que mejor con
servan en América la pureza del
castellano hablado y escrito,
como todo el mundo lo sabe? ción: hay una crisis de la coloni- ¿Para qué explicarle que el hezación, de la unificación del globo
por la raza blanca. Esta crisis es
más antigua de lo que, al pronto,
pudiera pensarse. México, el
Perú, no son ya españoles sino
por la lengua -iY aún eso es
mucho decir! Son hispanoindios o
indios. México ha elevado una
64 Biblioteca de México
camente el rábano por las ho
jas? iEsta Bolivia sin indios
merece ser la misma Bolivia que
queda en la vecindad de México!
¿Para qué explicarle todo esto si
no va a hacernos el menor
caso? Y con todo, ya no se pue
de hablar de América a tontas y
a locas. América tiene ya mayo
ría, tiene ya personería jurídica,
y cada vez que se la nombre ha
de acudir al juicio.
Vivir Mejor www.gobiernofederal.gob.m)(
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El Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. a través de la Biblioteca de México "José Vasconcelos" en colaboración con el Foro Cultural de Austria en México se complacen en invitarle a la exposición documental itinerante
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