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REVISTA EUROPEA. NÚM. 131 27 DE AGOSTO DE 1 8 7 6 . AÑO III. LA GUERRA DE ORIENTE Y LA INTERVENCIÓN EUROPEA. Después de algunos meses de negociaciones es- tériles, ha fracasado por completo, como saben nuestros lectores, la obra de pacificación empren- dida con gran ostentación por los tres imperios. En vez de deponer las armas, los insurrectos de la Bosnia y la Herzegovina han recibido el apoyo ar- mado de la Servia y del Montenegro. La diplomacia ha ensanchado su misión por su propia impotencia, porque si ha encontrado un refugio momentáneo en la abstención, sabe perfectamente que será difícil permanecer en él siempre, y q«e tarde ó temprano tendrá que entrar en escena para resolver las difi- cultades que ha sabido prever. No podía ser de otra manera; los Principados sla- vos sólo estaban retenidos por las negociaciones de los gobiernos imperiales. Mientras las potencias les han hecho abrigar la esperanza de un arreglo sa- tisfactorio, la Servia y el Montenegro han contenido la impaciencia do sus pueblos. Cuando, á conse- cuencia de las imprudentes manifestaciones del ga- binete inglés, los tres imperios dejaron conocer sus irresoluciones ó su incapacidad para obrar de co- mún acuerdo, los dos Principados perdieron toda confianza en la acción de la diplomacia y cedieron á la corriente nacional que los arrastraba al socorro de los insurrectos. En esta brusca determinación de los pequeños go- biernos de Belgrado y de Celtigna creen descubrir ciertas personas una intriga de una de las grandes potencias. En casos parecidos, siempre hay gentes deseosas de encontrar, en hechos que>se explican perfectamente por sí mismos, razones ocultas y causas secretas; gentes que sólo ven en los Estados á los gobiernos y nunca á los pueblos; gentes que consideran la política como un tapete verde ó un juego de ajedrez, en el que algunos diplomáticos juegan con peones inanimados y piezas de madera insensibles que mueven á su voluntad. Si hay un país respecto del cual sean radicalmente falsas es- tas limitadas y mezquinas apreciaciones, es preci- samente el Oriente, esos Principados cristianos siempre impacientes por sacudir el yugo musul- mán. En esos países jóvenes é incompletos, los go- biernos resisten menos que en otras partes la prc- TOMO VIII. sion popular. Para entrar en campaña la Servia no tenía necesidad de ceder al consejo de ninguna potencia; no tenía más que dejarse ir y descender la pendiente en la cual han tratado en vano de de- tenerla durante un año próximamente. La verdad, en este punto, se encuentra más bien en una cari- catura del Punch de Londres, que representaba un ruso conteniendo á dos ó tres dogos que querían lanzarse contra un turco. Si las potencias han ani- mado en sus resoluciones al gobierno servio, no ha sido seguramente con instrucciones secretas de San Petersburgo ó de Berlín, sino con el espectáculo de su propia indecisión, de sus dudas y de su falta de dirección y de política en común. Viendo á la Eu- ropa tan incapaz de acción y eficacia en la Herze- govina y en la Bosnia, el gobierno de Belgrado po- dia creer que antes y después de su entrada en campaña, la política de observación sería para los tres imperios, y para toda la Europa, la más fácil y quizá la única posible. Una excitación involuntaria é indirecta de esta especie era muy bastante para gobiernos que si resistían más tiempo á los llama- mientos de los insurrectos de la Turquía, se expo- nían ellos mismos á ser víctimas de otra insur- rección. La Servia y el Montenegro no se parecen en nada á las grandes potencias, que tienen que atender á tantos intereses inórales y materiales, ni á los pe- queños Estados de la Europa central, que todo lo temen ^ nada pueden esperar de la guerra. Los Principados dependientes de la Turquía, y especial- mente los Principados servios, no son más que em- briones de Estado, y, por decirlo así, larvas de pue- blos condenados á engrandecerse y mertamorfo- searse en naciones, ó renunciar á vivir. En tales países existe para el pueblo un programa perma- nente, indicado por la historia, por la naturaleza, por el nombre mismo del país, programa al cual no pueden sustraerse impunemente los gobiernos. Para estos Estados hay un camino marcado, una vía tra- zada de antemano, y los príncipes ó los ministros que cuando llega la ocasión rehusan seguir la ruta im- puesta, tienen que dejar de reinar ó gobernar. Ha- biendo llegado á su apogeo la exaltación de los servios, el joven príncipe Milano tenía que elegir entre los riesgos de un destronamiento sin provecho para el país, ó los peligros de la guerra. Los insur- rectos bosniacos tenían ya en sus filas un preten- diente, un competidor que, en caso de duda del -17

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REVISTA EUROPEA.NÚM. 131 27 DE AGOSTO DE 1 8 7 6 . AÑO III .

LA GUERRA DE ORIENTEY LA INTERVENCIÓN EUROPEA.

Después de algunos meses de negociaciones es-tériles, ha fracasado por completo, como sabennuestros lectores, la obra de pacificación empren-dida con gran ostentación por los tres imperios. Envez de deponer las armas, los insurrectos de laBosnia y la Herzegovina han recibido el apoyo ar-mado de la Servia y del Montenegro. La diplomaciaha ensanchado su misión por su propia impotencia,porque si ha encontrado un refugio momentáneo enla abstención, sabe perfectamente que será difícilpermanecer en él siempre, y q«e tarde ó tempranotendrá que entrar en escena para resolver las difi-cultades que ha sabido prever.

No podía ser de otra manera; los Principados sla-vos sólo estaban retenidos por las negociaciones delos gobiernos imperiales. Mientras las potencias leshan hecho abrigar la esperanza de un arreglo sa-tisfactorio, la Servia y el Montenegro han contenidola impaciencia do sus pueblos. Cuando, á conse-cuencia de las imprudentes manifestaciones del ga-binete inglés, los tres imperios dejaron conocer susirresoluciones ó su incapacidad para obrar de co-mún acuerdo, los dos Principados perdieron todaconfianza en la acción de la diplomacia y cedieroná la corriente nacional que los arrastraba al socorrode los insurrectos.

En esta brusca determinación de los pequeños go-biernos de Belgrado y de Celtigna creen descubrirciertas personas una intriga de una de las grandespotencias. En casos parecidos, siempre hay gentesdeseosas de encontrar, en hechos que>se explicanperfectamente por sí mismos, razones ocultas ycausas secretas; gentes que sólo ven en los Estadosá los gobiernos y nunca á los pueblos; gentes queconsideran la política como un tapete verde ó unjuego de ajedrez, en el que algunos diplomáticosjuegan con peones inanimados y piezas de maderainsensibles que mueven á su voluntad. Si hay unpaís respecto del cual sean radicalmente falsas es-tas limitadas y mezquinas apreciaciones, es preci-samente el Oriente, esos Principados cristianossiempre impacientes por sacudir el yugo musul-mán. En esos países jóvenes é incompletos, los go-biernos resisten menos que en otras partes la prc-

TOMO VIII.

sion popular. Para entrar en campaña la Serviano tenía necesidad de ceder al consejo de ningunapotencia; no tenía más que dejarse ir y descenderla pendiente en la cual han tratado en vano de de-tenerla durante un año próximamente. La verdad,en este punto, se encuentra más bien en una cari-catura del Punch de Londres, que representaba unruso conteniendo á dos ó tres dogos que queríanlanzarse contra un turco. Si las potencias han ani-mado en sus resoluciones al gobierno servio, no hasido seguramente con instrucciones secretas de SanPetersburgo ó de Berlín, sino con el espectáculo desu propia indecisión, de sus dudas y de su falta dedirección y de política en común. Viendo á la Eu-ropa tan incapaz de acción y eficacia en la Herze-govina y en la Bosnia, el gobierno de Belgrado po-dia creer que antes y después de su entrada encampaña, la política de observación sería para lostres imperios, y para toda la Europa, la más fácil yquizá la única posible. Una excitación involuntariaé indirecta de esta especie era muy bastante paragobiernos que si resistían más tiempo á los llama-mientos de los insurrectos de la Turquía, se expo-nían ellos mismos á ser víctimas de otra insur-rección.

La Servia y el Montenegro no se parecen en nadaá las grandes potencias, que tienen que atender átantos intereses inórales y materiales, ni á los pe-queños Estados de la Europa central, que todo lotemen ^ nada pueden esperar de la guerra. LosPrincipados dependientes de la Turquía, y especial-mente los Principados servios, no son más que em-briones de Estado, y, por decirlo así, larvas de pue-blos condenados á engrandecerse y mertamorfo-searse en naciones, ó renunciar á vivir. En talespaíses existe para el pueblo un programa perma-nente, indicado por la historia, por la naturaleza,por el nombre mismo del país, programa al cual nopueden sustraerse impunemente los gobiernos. Paraestos Estados hay un camino marcado, una vía tra-zada de antemano, y los príncipes ó los ministros quecuando llega la ocasión rehusan seguir la ruta im-puesta, tienen que dejar de reinar ó gobernar. Ha-biendo llegado á su apogeo la exaltación de losservios, el joven príncipe Milano tenía que elegirentre los riesgos de un destronamiento sin provechopara el país, ó los peligros de la guerra. Los insur-rectos bosniacos tenían ya en sus filas un preten-diente, un competidor que, en caso de duda del

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príncipe Milano, hubiera tomado su lugar en Serviacomo en Bosnia. Una vez declarada la Servia, elpríncipe de Montenegro sólo podía esperar, si seempeñaba en guardar neutralidad, la suerte de lospríncipes italianos que habían permanecido neutra-les durante las guerras nacionales del Piamonte yde Austria. Y no solamente los príncipes hubieranabdicado permaneciendo inactivos, sino que la Ser-via y la Montaña Negra habrían también abandonadosu misión de promotores de la independencia nacio-nal, faltando al noble deber que les imponen losslavos del Sur.

La misma rivalidad de los dos Principados, ambosdeseosos de servir de csbeza á la Servia del porve-nir, no les permitía quedarse rezagados. La mutuaenvidia que, después de la dselaracion de guerrapodía impulsarlos á una acción aislada, les obligabaen el principio á una acción simultánea. Si la Ruma-nía y la Grecia pueden prescindir de tomar parte enla lucha, es porque la causa que so debate en estemomento, más que la de los cristianos de Turquía,es la causa de los servios, de los slavos, con loscuales griegos y rumanos tienen natural antagonis-mo. Además, no viendo la Rumania más al Sur delDanubio grupos compactos de población rumana,tiene poco que ganar en una lucha contra los tur-cos; y la Grecia, por su parte, teniendo á su alcancelos griegos de Thesalía y del Epiro, tiene que te-mer una intervención de la Europa ó de Inglaterra,tanto por su cualidad de potencia soberana, comopor el desarrollo de sus costas, que la dejarían ex-puesta á demostraciones navales que no pueden su-frir Estados continentales como la Servia y Monte-negro. A pesar de todos estos motivos de neutrali-dad, la Grecia y la Rumania se lamentarían de per-manecer ajenas á la lucha, en el caso de que unaderrota de los turcos pudiese haberles ofrecido fá-ciles éxitos; y ya uno y otro gobierno intentan apro-vechar las dificultades del Diván para obtener con-cesiones que producirían nuevas restricciones á lasoberanía otomana.

Quizá se han precipitado algo la Servia y la Mon-taña Negra en interés de su causa; quizá hubiesenIhecho mejor en esperar que la Puerta hubiera de-mostrado á todos su impotencia para reformarse.Después de un año entero de paciencia, los dospaíses han cedido á un movimiento de precipitacióndel que quizá tangán que arrepentirse. Esto es ver-dad, pero también lo es que esperar un año es yamucho para semejantes gobiernos, y á países deesta clase no pueden aplicarse las reglas generalesde la política. Lo importante para estos pequeñospueblos, para estos Estados en vía de formación, esdemostrar vida, afirmar su existencia, mantenerante todo su renombre y el prestigio nacional, queconstituye su fuerza moral. Es preciso no olvidar

esta razón: Estados como est03 sólo pueden obte-ner ganancia mostrándose resueltos, hasta el puntode que lo mismo el éxito que el fracaso puede lle-varlos á la larga al resultado que desean. Vencedo-res, triunfan en el presente; vencidos, sacan de suderrota fuerzas para el porvenir. En los últimosaños se ha observado que, aun frecuentemente der-rotadas, la Cerdeña y la Italia marchaban constan-temente hacia su objeto, lo cual no se debía sola-mente á la habilidad de la política italiana, sino másbien á que la Italia tenía en su favor la corriente delas cosas, el espíritu del siglo y hasta la naturaleza.El acontecimiento de Novara, juzgado por el crite-rio de una fría política, no fue más que un acto delocura, y, sin embargo, Novara ha sido una de lasprincipales etapas que en veinte años han llevadola casa de Saboya desde Turin al Quirinal.

¿Qué es lo que puede hacer Europa en presenciadel conflicto turco-sérvio? Seguramente esta guerra,en la cual se había dejado de creer en fuerza deanunciarla doce meses seguidos, esta guerra tanrepentinamente emprendida, es para Europa unadesagradable y peligrosa empresa. No puede de-cirse lo que saldrá del conflicto oriental, si la di-plomacia, que no ha sabido prevenirlo, no sabetampoco localizarlo. Para poner término á susinquietudes, Europa no tiene más que continuar lapolítica negativa que ha seguido hasta el presente.Antes de la guerra, la política de intervención podíaserla mejor, la única propia para prever la explo-sión del incendio; rotas las hostilidades y existien-do diferentes apreciaciones ó intereses en losGobiernos europeos, la política de abstención es lamás propia para impedir el contagio del mal. Siquieren conservar la paz, las potencias no tienenmás que permanecer simples espectadoras de lalucha, salvo intervenir á su fin como mediadorasentre las partes hostiles, para facilitar, si no paraarreglar, las condiciones de una paz duradera.Esta conducta parece hoy monos egoísta de lo quehubiere parecido antes, y quizá las grandes poten-cias podrán estar acordes entre sí hasta el fin eneste terreno. Semejante actitud es, por otra parte,la más conforme á los convenios diplomáticos. Unode los ministros considerados como más favorablesá Turquía, lord Derby, lo ha declarado en el Parla-mento inglés. Ni el tratado de Paris de 31 de Marzode 1856, concluido entre las seis potencias, ni eltratado subsiguiente de 15 de Abril del mismo año,firmado aisladamente entre la Gran Bretaña, Austriay Francia, obligan á las potencias garantes de laintegridad y de la independencia del Imperio oto-mano á intervenir en las circunstancias presentes.Estando la Servia y el Montenegro bajo la sobera-nía de la Puerta, se trata de un asunto interiorentre los vasallos y el soberano, y, por lo tanto,

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los signatarios de los tratados de 1856 no tienenpara qué mezclarse en los asuntos interiores de laTurquía.

El criterio del Foreing Office es el mismo, pordiferentes razones, que el de las demás grandesnaciones, y especialmente los tres imperios. Laentrevista de los emperadores de Austria y de Rusiaha tranquilizado bajo este punto de vista á Europa.Los dos Gobiernos que por situación y por tradi-ción tienen acerca de Turquía los criterios másdiversos, se han puesto de acuerdo afortunada-mente para no intervenir en el conflicto turco-sérvio. Es verdad que, fuera del deseo igualmentesincero de mantener la paz, este acuerdo de las dosgrandes potencias parece en cada una de ellas fun-dado en motivos diferentes. Conocidos la política ylos sentimientos de Austria-Hungría, fácil es calcu-lar que esta potencia teme la formación en su fron-tera meridional de un gran Estado servio quepudiera servir de centro de atracción á sus slavosdel Sur. Mientras los turcos puedan dominar á loselementos de este futuro Estado, la abstencióncuesta muy poco al Gabinete de Viena. Otra cosasucedería si los servios debieran triunfar; entonceslas complicaciones vendrían del lado de la Hungría.El criterio de la Rusia es menos claro y menos lim-pio. Hace algunas semanas, en Inglaterra y en elcontinente se acusaba á los rusos de incitar bajomano al Gabinete de Belgrado á la guerra. Todos seobstinaban en ver detras de la Servia á la Rusia, áquien se suponía dispuesta á prestar ayuda á losslavos de Turquía á riesgo de encender una confla-gración general. Hoy que el Gabinete de San Pe-tersburgo tiene ocasión de demostrar la sinceridadde sus seguridades pacificas, los mismos hombresy los mismos periódicos le acusan de haber fomen-tado frecuentemente las esperanzas de los serviossin desearles el éxito. Si se han de creer estasapreciaciones, la Rusia no desea más que el Austriael triunfo de los servios y la constitución de ungran Estado slavo que disminuiría su influencia enOriente y podría un dia ser obstáculo á sus tenden-cias acerca de Turquía. Así que, de cualquiermanera que sea, ya aconseje Rusia la intervenciónó la abstención, ya parezca dispuesta á recurrir álas armas ó á ser la guardiana de la paz, Rusia vesu conducta explicada siempre por los mismoscálculos y sus actos más opuestos ocasionados ásuscitar las mismas sospechas.

Las secretas divisiones de la Europa y el justotemor de dar publicidad y aumentar estas divisionesal intentar ejercer una acción común, aconsejan átodos los Gobiernos amigos de la paz la abstenciónmás completa. Ciertamente, en presencia de losexcesos ya cometidos, ante el carácter bárbaro quepuede revestir una guerra turca, la no intervención

de la Europa es una confesión de su impotencia; y,sin embargo, bajo el punto de vista de la políticaracional, bajo elpimto de vista científico, digámosloasí, la política de no intervención en apariencianegativa es la más prudente y la más fecunda. Dejarsolas á las razas y á las religiones que se disputanla península de Balkans, contemplando, sin mez-clarse en ellas, esas luchas salvajes, es poner pue-blos rivales ó cultos hostiles en la precisión de darpruebas de su fuerza y de su vida; es obligarles áque demuestren cuál es más capaz y más digno dereinar. El procedimiento quizá sea cruel y pococonforme con la humanidad, y el espíritu de la civi-lización; pero en cambio es el más conforme á lasleyes naturales. Solos los dos adversarios, la fuerzaserá la que venza, pero en tales circunstancias po-dría decirse que lai fuerza y el derecho estaban deacuerdo y no formaban más que una causa. En estono puede haber ninguna especie de materialismopolítico: entre dos pueblos ó dos cultos que habitanjuntos el mismo suelo y no pueden ser siempreseparados por una frontera política, el mando per-tenece naturalmente al más fuerte, al que lo es porel número, por la energía ó por la inteligencia,porque entre las naciones el valor intelectual y elvalor moral son también factores de la fuerza. Enestos conflictos de razas y de pueblos mezclados enel mismo suelo, la lucha puede sor muy bien eljuicio de Dios y el medio mejor y más equitativo deresolver los antagonismos. Verdad es que á esteterrible juicio de la fuerza sería preferible un arbi-trio pacífico; pero, ¿dónde encontrarle? ¿Sobre quése ha de fundar la sentencia y cómo se ha de ejecu-»tar? A estas querellas de nacionalidades se ha apli-cado en nuestro siglo más de una vez el procedi-miento admitido en las luchas políticas interiores,el procedimiento que decide entre los diferentespartidos de una nación; en una palabra, el voto, elsufragio. Por desgracia este procedimiento, que.sería el más sencillo y el más justo, no se aceptasiempre por los interesados, y hay casos tan com-plejos, casos en que se trata de pueblos de tal modomezclados ó de razas tan desiguales, que entonces,aunque se admitiera el voto, este sería un m<;diopoco equitativo de resolver el problema. A falta dela voz popular, á falta del voto pacífico, sólo que-dan para resolver tales cuestiones el sufragio ar-mado y el voto de los cañones.

Bajo el punto de vista racional, bajo el punto devista del derecho abstracto, la fuerza en tales cir-cunstancias no sería más que la manifestación ex-terior de la superioridad, y por lo tanto la marcadel derecho, pero á condición de que los dos ad-versarios estén igualmente armados, igualmenteabandonados á sí mismos, y que la lucha se cir-cunscriba verdaderamente á los interesados, á los

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habitantes del país disputado. Para que una pruebade esta naturaleza sea moralmente equitativa, seríapreciso que los dos adversarios estuviesen real-mente encerrados en el campo que se disputan yque ambos tuviesen la obligación de sacar de él losrecursos. De otra manera las condiciones de la lu-cha son desiguales y se falsea la balanza. Entre losturcos y los slavos, entre los musulmanes y los cris-tianos de la península de Balkans, para que el com-bate pueda producir una demostración de la supe-rioridad y del derecho de uno de los combatientes,debería localizarse la lucha a la península que sedisputa, ala Turquía Europea. Las cosas están muylejos de suceder así: si los cristianos están obliga-dos á agotar todas sus fuerzas en las regiones quereclaman, no sucede lo mismo á sus adversarios.Asia y África envían refuerzos á tos musulmanes deEuropa contra los cristianos de la Turquía Euro-pea. De sus posesiones asiáticas ó africanas saca laTurquía el grueso de sus fuerzas contra sus subdi-tos ó sus vasallos europeos. Bajo el punto de vistacientífico, bajo el punto de vista geográfico ó etno-gráfico, hay en esto una verdadera intervención deAsia y de África en los destinos do la Europa orien-tal. Sin esta intervención siempre renovada, lacuestión estaría resuelta hace mucho tiempo y elderecho de las poblaciones cristianas estaría ya es-tablecido por sus mismas victorias. Decir que lalucha actual es la consecuencia de las antiguas lu-chas entre Europa y Asia, que es una de las esce-nas del último acto de un drama cerca do treintaveces secular, es caer en un raciocinio que so hahecho muy vulgar, y sin embargo, la guerra actualno es otra cosa; es un esfuerzo de las poblacioneseuropeas para sacudir la dominación asiática. Eneste concepto, y bajo este punto de vista, que esel estrictamente verdadero, ya puede calcularsecuál de los dos adversarios podría contar con elapoyo y el socorro de Europa, y cuál puede felici-tarse más de su neutralidad.

No es solamente el peso de las armas de Asia loque en esta guerra con sus vasallos europeos puedeechar la Puerta en la balanza, sino también el pesodel oro de Europa. Hay un hecho poco observado,y que sin embargo debe jugar un gran papel en lalucha actual, falseando y desnaturalizando su re-sultado. Los armamentos de Turquía, el equipo desus tropas, sus cañones de acero y sus buques aco-razados, los ferro-carriles que desde Constantino-pla y Tesalóniea llevan sus soldados á los confinesde la Servia y del Montenegro, todo esto se lo he-mos suministrado nosotros; todo esto, puede de-cirse, se lo ha dado gratuitamente la Europa pormedio de numerosos empréstitos suscritos en Oc-cidente y hoy en estado de suspensión de pagos.Oyese hablar frecuentemente de los débiles socor-

ros enviados á los servios ó á los insurrectos de laHerzegovina por los slavos de Austria ó los cornilesrusos. Para no violar la neutralidad respecto á Aus-tria, se ha prohibido ¡a formación de comités, quehubieran podido reunir algunos miles de francospara los cristianos de Oriente. Si se autorizan sus-criciones para los heridos de la guerra, los produc-tos deben ser para los heridos de ambos campos.En todo esto no hay más que un fantasma ó una co-media de imparcialidad. Sólo se aparenta olvidar unacosa, los millones de millones anticipados á Turquíapor Francia é Inglaterra. ¿A dónde ha ido á parartodo ese dinero? Al ejército y al serrallo del Sultán.El verano último, cuando ya había estallado la insur-rección de la Herzegovina, y en el momento en queal desmentirla meditaba su bancarota, el Diván ar-rojó en el mercado francés el saldo de sus obliga-ciones de 4873, y reducía sus intereses aun antesde haberlos pagado una vez siquiera. La Europapuede pretender ahora apariencias de neutralidad,pero realmente ha intervenido con su dinero gran-demente en provecho de Turquía, y si la Puertatriunfa en la lucha actual, lo deberá al apoyo doFrancia y de Inglaterra, como en la guerra de Cri-mea. No es necesario demostrar hasta qué puntouna intervención financiera de esta clase hace pocoequitativas las condiciones de la lucha actúa!. Con-tra los turcos, equipados á costa do Europa y porésta provistos del nervio de la guerra, ios servioscombaten manifiestamente con armas desiguales.Entregados á sí mismos, á sus recursos y á sus ren-tas, los otomanos no poseerían hoy el ejército, laarmada y el material de que disponen. Una solaobservación puede hacerse: las dilapidaciones de laadministración turca han. agotado el tesoro, ali-mentado por los empréstitos, y como la interven-ción de los capitales europeos no se reproducirá enmucho tiempo, la Turquía quedará abandonada á símisma, y las condiciones de la lucha entre turcosy cristianos serán tarde ó temprano menos des-iguales.

Tal como ha empezado la guerra entre los turcosy los servios es manifiestamente desproporcionada;y los resultados no podrían ser aceptados como lamedida de la capacidad ó de las fuerzas de los ad-versarios. Los servios son la rama más belicosa dela raza slava, y quizá la población más guerrera detoda Europa; pero la Servia y el Montenegro reuni-dos no tienen dos millones de habitantes. Son paí-ses pobres, que carecen de los recursos financierosó industriales necesarios para la guerra moderna. Encampo raso todas las ventajas son de la Turquía,ricamente provista y armada con ayuda de los ca-pitales cristianos. Lo sorprendente es que al prin-cipio de la campaña no hayan sido más rápidos ymás completos los triunfos de los turcos. Para

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triunfar necesitarían los servios refuerzos en el ter-ritorio enemigo, una insurrección de los búlgaroscomo la de los bosniacos. Para provocar un levan-tamiento, los servios han diseminado sus fuerzas,han atacado á la vez por todas sus fronteras y hanintentado obrar con rapidez. Para sofocar todo mo-vimiento búlgaro, los turcos han recurrido al sis-tema de la intimidación preventiva y de la devasta-ción sistemática, han entregado la región de Bal-kans á los bachi-buzuks y á los tcherkesses, que hanquemado centenares de pueblos y aniquilado milla-res de hombres desarmados de antemano.

Cualquiera que sea la actitud del pueblo búlgaro,tan paciente como laborioso; cualesquiera que seanlos éxitos ó reveses de los servios, abandonados ásí mismos, es evidente que Peyeses 6 éxitos puedenno tenor la misma importancia para ambas partesbeligerantes. Vencidos en el campo de batalla, losturcos se verán obligados á abandonar á sus ad-versarios el territorio que les disputan. Batidos encampaña regular, los servios y montenegrinos, envez de pedir la paz ó un armisticio, pueden conti-nuar la lucha en sus montañas ó en sus selvas. Laspartidas reemplazarían á los cuerpos de ejército,la guerra de emboscada á la guerra militar, y nu-merosos ejemplos demuestran lo que en países ac-cidentados , en pueblos de eostumbres sencillas,pueden durar luchas semejantes. Podría suceder así,que, aun siendo vencedores, los turcos fuesen in-capaces de triunfar enteramente de sus adversa-rios; y podría suceder también que después de di-ferentes victorias ninguna de las dos partes estu-viese en estado de imponer sus condiciones al ene-migo. Para poner fin á las hostilidades no habríaentróneos más recurso que una intervención ó porlo menos una mediación de Europa.

De todos modos, será muy difícil á Oriente reco-brar la paz sin la ayuda de la diplomacia extranje-ra. En el curso de la lucha puedan surgir complica-ciones accesorias, y á los inconvenientes de unaguerra nacional pueden añadirse trastornos políti-cos. En cada uno de los países beligerantes, en Bel-grado como en Constantinopla, una revolución aldía siguiente de un desastre podría agravar repen-tinamente las consecuencias de la derrota. En todocaso, habrá al fin de la lucha un vencedor que mo-derar, arreglos que adoptar y condiciones de pazque sancionar, todo lo cual no puede hacerse sin elconcurso de la Europa, sin la ayuda de las seis po-tencias que han tomado parte en el Congreso deParís. Si, por imposible que parezca, los servios lle-garan á triunfar de los turcos, la Europa cristianano podría volver á colocar bajo el yugo musulmánlos cristianos libertados por las armas de la Serviay el Montenegro. A pesar de todas las tendencias deAustria-Hungría, sería muy difícil quitar á la Servia

y á la Montaña Negra todo el fruto de sus victorias.La diplomacia contemporánea lia adquirido la cos-tumbre de tener siempre muy en cuenta los hechosconsumados. La dificultad para ella sería encontrarun compromiso entre las aspiraciones nacionales delos servios y las justas susceptibilidades de Pesth yde Viena; por difícil que parezca esta misión no esimpracticable. Si, como es probable, los otomanos,armados á expensas de Europa, vencen á los ser-vios, la misión de la diplomacia sería más sencilla ylas complicaciones próximas menos sensibles. Unavictoria de los turcos puede preparar á Europa paranuevas y serias dificultades en un período no leja-no. Todas las cuestiones planteadas por la últimainsurrección se refieren á la situación de los cris-tianos y á la mala administración de la Puerta, y re-aparecerán pronto, agravadas por la victoria mis-ma del Diván, que revelará claramente la impoten-cia de Turquía para reformarse.

Si vencen el Montenegro y la Servia, sacaríanbuen partido de sus victorias; pero si son vencidosno podrían disminuir sus derechos de Estados ó suterritorio nacional. Si hay en esto una contradicciónaparente y una parcialidad manifiesta, la culpa esde las cosas mismas, de la situación recíproca de 15"""Turquía y de sus adversarios. Estos últimos son,como hemos dicho, pequeños Estados embriona-rios que tienen mucho que ganar y poco que perderen la guerra; la Turquía, por el contrario, tienemucho que perder y nada que ganar. Todo lo que laPuerta puede conseguir es detener el engrandeci-miento de los Estados slavos, impedir su crecimien-to natural, pero no suprimirlos ni mutilarlos. Elmotivo de la lucha son las provincias insurrectas,la Bosnia y la Herzegovina; pues bien, derrotada laTurquía las perderá; victoriosa, las conservará hastauna Dróxima insurrección. El mejor resultado queel Drvan puede sacar de la guerra es mantener bajosu dominación directa los países que quieren eman-ciparse. Esta desigualdad de las condiciones de lavictoria entre los turcos y los cristianos es el resul-tado de las cosas, la consecuencia de la civilizacióny aun de la misma naturaleza. Los triunfos de losturcos sólo producirían en Europa un efecto sus-pensivo, un efecto dilatorio, el mantenimiento delstatv, quo que, aunque ha durado siglos, será desdehoy necesariamente provisional. La victoria de loscristianos puede resolver definitivamente la cues-tión en litigio ó anticipar su solución; la victoria delos turcos no haría más que aplazarla.

La civilización, el cristianismo y el espíritu libe-ral del siglo se oponen á que se deje refluir la do-minación turca sobre países de que se ha retirado;pero la política y el egoísmo bien entendido de Eu-ropa, y, sobre todo, de Occidente, se oponen conmás fuerza todavía á que siga el estado actual de

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REVISTA EUROPEA.—27 DE AGOSTO DE 1 8 7 6 . N : 131cosas. La existencia de la Servia y del Montenegroestá garantizada, más que por la protección de Ru-SIÍI, por el interés de la paz y del equilibrio euro-peo. Europa puede quejarse cuanto quiera de esospequeños Estados turbulentos y ambiciosos, pero nopuede pasarse sin ellos. Su desaparición dejaría unvacío que nada podría llenar. Borrada del mapa ofi-cial de los Estados europeos, la Servia se levanta-ría al cabo de algunos años, como ya se ha levan-tado al principio de este siglo; y si aplastada por losturcos cayera sin fuerzas, ¿á quién aprovecharía sucaida? ¿A la TurquíM? ¿A Austria-Hungría? Era preci-so estar ciego para creer esto de buena fe. La des-trucción de la Servia sólo aprovecharía, á la larga, ála influencia rusa. Rusia llegaría á ser entonces, for-zosamente y aun á pesar suyo, el único abrigo, elúnico puerto de refugio do los slavos del rito grie-go, desprovistos de todo centro nacional. El panla-vismo, que no era más que una palabra vana y unespanta-muchachos para uso de los alemanes y loshúngaros, se convertiría con la desaparición de losEstados servios en una peligrosa realidad. Los másinteresados en el mantenimiento de la autonomía delos Principados slavos no son los rusos, sino lospueblos y las políticas que tienen, sobre todo enOriente, la preponderancia de la Rusia.

ANATOLIO LEROY-BEAULIEN.

MONOGRAFÍAS EXPOSITIVO-CliTICAS.

AL SEÑOR D. GUMERSINDO LAVERDE RüIZ,CATEDRÁTICO DE LITERATURA

EN LA UNIVERSIDAD DE VALLADOLID, ETC.

Mi carísimo amigo y paisano: Una vez terminadoel incidente que vino á torcer el hilo de nuestra li-teraria correspondencia, hora es ya de continuarlas indicaciones de re bibliographica, extendiéndolaslio y á las monografías expositivo-críticas, segundomedio de fomentar el cultivo de la ciencia española,y medio aun más útil y seguro que el de los diccio-narios bio-bibliográficos. Pero ante todo debo re-parar tres omisiones que noté en mi. segunda cartaal releerla.

Pasó en silencio los elogios en verso de escritoresespañoles, no muy recomendables en clase de poe-sía, ni propiamente trabajos eruditos, pero de uti-lidad suma, dado el gran número de ingenios quesin estas letanías hubieran quedado en olvido.Nombrando sólo las que conozco, recordaré algu-nas octavas de la bella imitación que hizo Boscándel Templo de amor del Bembo, sin las cuales notendríamos hoy noticia del poeta barcelonés Gual-

bes y del andaluz Haro; el canto 38-° del Cario fa-moso, de Luis Zapata; la Casa de la Memoria, deVicente Espinel; el Viaje de Samnio, de Juan de laCueva; el Canto del furia, de Gil Polo; el de Ca-liope y el Viaje del Parnaso, de Cervantes; el Lau-rel de Apolo, el Jardín y algunos trozos de la Jerw-salem, de Lope de Vega; la epístola de cierta señoraperuana á Diego Mejía, acerca de los poetas deaquellas regiones; la Aganipe de los cisnes arago-neses celebrados en el clarín de la Fama, peregrinopoema del cronista Andrés de Ustarróz; la Elegíain priscos et celebres Valentini Regni poetas, deldocto helenista Vicente Marinér; los Epigramas lati-nos del P. Tomás Serrano en loor de españolesilustres; el romance endecasílabo de González Posa-da, en alabanza de diversos poetas asturianos; otrode D. J. Julián de Castro, famélico coplero del siglopasado, en que se refieren los nombres de gran nú-mero de dramáticos españoles, buenos y malos; yotros y otros que en este instante no recuerdo. Noha de dudarse que estos catálogos son útilísimos,puesto que sólo en el Laurel de Apolo se mencionanmás de 300 poetas, lo cual no es un grano de aníspara el investigador curioso. Y sube de punto elinterés de semejante mina bibliográfica, si agre-gamos los comentarios que algunos de estos regis-tros poéticos han merecido, especialmente las pre-ciosas, extensas y eruditísimas notas de Cerda yRico al Canto del Turia, y las más breves, pero nomenos ricas en noticias, de La Barrera al Canto deCaliope y al Viaje del Parnaso, y de Rossell al Lau-rel de Apolo (1). Aún en el siglo XV encontraríamosalgún ensayo, si bien harto breve, de este génerode poéticas coronas, á cuyo lado deben ponerseciertos escritos en prosa, muy semejantes en la ín-dole, cuyo primer modelo fue la carta ó prohemiofamosísimo del Marqués de Santillana.

Entre las bibliografías que faltan, y conviene quese forníen, omití las relativas á un solo escritor,cuando por el gran número de ediciones, comenta-rios, criticas y escritos relativos á su persona, ópor haber fundado escuela y tenido numerosos se-cuaces, merece estudio y libro aparte. En este casose hallan, por lo que á nosotros toca, Séneca, Aver-roes, Raimundo Lulio, Suarez, Cervantes y algunomás. La Biblioteca cervántica, ya preparada porgran número de trabajos parciales, saldrá poco me-nos que perfecta de matios del infatigable, eruditoy entusiasta cervantista barcelonés D. LeopoldoRius, que ha dado en la Crónica de Cádiz una expo-sición del plan que se propone seguir en sus tareas.No ha podido caer en mejores manos la empresa: el

(i) En la Crónica de lot Cervantista!, que en Cádiz ve la publicaluz, ha insertado el Sr. Mainez algunas muestras de las anotaciones queprepara á los dos elogios de Cervantes.

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N/131 M. MENENDEZ PELAYO.—MONOGRAFÍAS EXPOSITIVO-CRÍT1CAS.

amor del Sr. Rius á su asunto y la riqueza asom-brosa de ediciones de Cervantes que ha logradoreunir en su biblioteca, sin rival en Europa, nosaseguran un pronto y feliz desempeño.

¡Ojalá pudiéramos abrigar igual esperanza res-pecto á las bibliotecas senequista, averroista ysuarista! ¿Para qué eruditos estará guardado el darfeliz remate á tan gloriosas aventuras? Desdichada-mente hoy nos gusta más discutir sobre el positi-vismo que revolver libros viejos.

Se me olvidóf por último, hacer mérito do la Bi-blioteca oriental y occidental, náutica y geográfica,compuesta en el siglo XVII por León Pinelo, ycontinuada en el pasado por D. Andrés González deBarcia, de la Económico-política de Sempere yGuarinos, y del Specimen bibliothecae hisrmno-maiansianae. Suplidas ya del modo posiblelas omi-siones que cometí, y que de fijo no serán las únicasen la referida carta, paso á tratar en esta del se-gundo punto de nuestro sermón, ó sea de las

MONOGRAFÍAS EXPOS1T1VO-CRÍTICAS.

Reunidos, clasificados en alguna manera, y aunjuzgados brevemente los materiales por el biblió-grafo, se ofrece una nueva y más importante tarea,el estudio detenido y formal de cada una de las sec-ciones y de cada uno de los escritores, y de su es-píritu, doctrinas y significación histórica; obra pro-pia del crítico, destinada por su índole á sor másleída y ejercer mayor influencia en el común de lasgentes, y aun entre los sabios no bibliófilos, que loscatálogos y diccionarios de que hasta ahora he ve-nido hablando. En esta parte podemos decir condolor que casi todo está por hacer en España, mu-cho más si tenemos en cuenta el gran número detales obras, tan útiles como agradables, que poseenlas principales literaturas extranjeras. No hay es-critor inglés acerca del cual no se hayan publicadoen su patria innumerables estudios, unos simple-mente biográficos, otros críticos, no sólo de todas,sino de parte de sus producciones: no hay autorfrancés, por mediano é insignificante que á los ex-traños parezca, que no haya dado ocasión á proli-jas investigaciones y minuciosos análisis, que á ve-ces rayan en lo ridículo. ¿Quién será capaz deenumerar los estudios sobre Lafontaine, Corneille,Racine, Moliere, Pascal, Voltaire, Rousseau, quecada dia y en todas formas aparecen'! ¿Quién con-tará los trabajos á que ha dado motivo el bueno deRabelais, ídolo del Sr. Revilla? Hasta Beaumarchais,autor de dos saínetes interminables, en que es máslo impertinente y ohocarrero que lo chistoso, daasunto á un muy curioso y bien escrito libro de L. deLomenie. Y no sólo á la propia literatura se diri-gen los trabajos de la erudición y de la critica fran-

cesa, sino que se extienden á las extranjeras y aunmás á la clásica, siendo muy dignos de recordarseen este concepto los estudios de Patin acerca de lostrágicos griegos y la poesía latina; los de Descha-nel sobre Aristófanes; el libro de Guillermo Guizotrelativo á Menandro; los de Chaignet sobre Pitágo-ras y Platón; el de Ravaisson de la Metafísica deAristóteles; el de Barthelemy-Saint-Hilaire sobre elOrganun; los Esludios de Saint-Beuve sobre Virgi-lio y Quinto de Esmirna; la Historia de Horacio ysus obras, de Walckenaer; los Poetas latinos de ladecadencia, de Nisard; los Moralistas romanos delimperio, de Martha; y otros libros semejantes, se-ñalados unos por la erudición, otros por la críticay muchos por la amenidad y ligereza del estilo, queen ocasiones les quita algo de su valor científico.Pero no ha de dudarse que son muy útiles y lauda-bles los ensayos hechos para popularizar la erudi-ción por medio de monografías como el Triumvi-rato literario del siglo XVI (Justo Lipsio, JoséEscalígero y Casaubon), y los Gladiadores de larepública de las letras, de Nisard; trabajos con-cienzudos, en especial el segundo, no obstante suforma agradable y modesta.

Pero en España, ni las monografías ligeras ni laspesadas abundan, y por demás está decir que laspocas existentes se refieren á cosas nacionales,pues nadie tiene vagar para ocuparse en erudi-ciones extrañas, y los mismos filósofos y literatosgermanescos y afrancesados harto hacen con se-guir, según su expresión, el movimiento de la cien-cia, pendientes siempre del último libro y de la úl-tima doctrina que asomen por Ultra-Puertos. Y encuanto á lenguas y literaturas clásicas, vale más nomeneallo, porque esto daría ocasión á largas lamen-taciones que no vienen al propósito de esta carta.Nuestros sabios de Ateneo han olvidado el latin yel griego, si algo aprendieron, y en cambio se handado al alemán con todas las potencias de su alma:los D. Hermógenes de nuestros dias hilan más del-gado que el de la Comedia Nueva; en zend y ensánscrito suelen ser eminentes, si hemos de atener-nos á su honrada palabra; no citan en griego laPoética de Aristóteles, pero recitan slokas del Ra-mayana; no hablan de la prótesis y de la epítasis,sino del nirvana y mazdeúmo;-s"Ahen al dedillo lasleyes de Manú y los preceptos de Zoroastro, y delos concilios buddistas entienden más que del Con-cilio de Trento. No es maravilla, pues, que andentan de capa caida ciertos estudios en la patria deVives y Sepúlveda, de Nuñez y del Brócense; nadatiene de extraño el que, para vergüenza nuestra,apenas contemos en el período contemporáneo tvesó cuatro monografías relativas á asuntos de litera-tura griega'y romana, cuando en otros países se su-ceden sin interrupción las publicaciones.

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264 REVISTA EUROPKA.- -27 DE AGOSTO DE 1876.

En modo alguno censuraría esta indiferencia, ydiérala hasta cierto punto por bien empleada, si encambio se dirigiera nuestra actividad científica aexponer y quilatarlos tesoros allegados por las ge-neraciones literarias que nos precedieron en elsuelo ibérico. Antes de estudiar lo de fuera, con-viene conocer lo de casa; una vez despertada laafición á cierta clase de trabajos y de lecturas, lodemás vendría natural y fácilmente.

A pesar de no ser grande el número de las actua-les monografías expositivo-evíticas, háylas excelen-tes entre ellas, asi absoluta como relativamenteconsideradas. No pocas han salido de plumas ex-tranjeras, lo cual, si nos muevo á agradecimiento,contrístanos más y más por el abandono sin ejemploque en nosotros revela. Voy á formar breve catálagode las que conozco, aunque con seguridad casi dedejar olvidada alguna, quizá do superior importan-cia, que, ó no ha llegado á mi noticia ó no ocurre ámi memoria en este momento.

Con e¡ título de La Filosofía española, indicacio-nes bibliográficas, publicó el Sr. Vidart en 1866 unacolección de apuntamientos acerca de nuestrosfilósofos, apreciable como ensayo, no bibliográfico(según impropiamente se intitula), sino expositivo.Casi igualan al libro del Sr. Vidart en extensión, yen riqueza de noticias le superan los excelentes ar-tículos que usted, amigo miov escribió sobre él enLa Abeja Montañesa, periódico santanderino degrato recuerdo, y recogió posteriormente en susEnsayos críticos. Son también dignos de leerse losamplios capítulos que, al fin de sus respectivos cur-sos latinos de Filosofía, han dedicado á reseñar lahistoria de la española los ilustres filósofos asturia-nos el P. Cuevas y Fr. Ceferino González. Por suextensión merece aun más que estos trabajos elnombre de monografía, aunque tampoco se hayaimpreso aparte, el Discurso preliminar de D. Adolfode Castro á su colección de filósofos españoles(tomo LXV de la Biblioteca de Autores españoles deRivadeneyra).

Fuera de estas tentativas generales, y dejados ensilencio, por ser más conocidos y en gran número,los libros y memorias que acerca do Séneca y otrosescritores hispano-romanos vienen publicándosedesde el siglo XVI, hay relativas á filósofos penin-sulares las monografías siguientes:

L' Hcole de Seville sous la monarchie des Visi-goths,par VAbbéBourett (P'M\s, 1855).

Averroes el VAverroisme, de Ernesto Renán. Li-bro erudito y muy agradable de leer, pero lleno dograves errores ó inspirado con frecuencia por uncriterio torcido y falso. De desear sería que algúnarabista católico emprendiese la tarea de comple-tarle, refutando al propio tiempo sus aventuradasaserciones.

Estudios orientales, de Adolfo Franck. Dos deellos versan sobre Avicebron y Maymonides. Elmismo autor francés ha publicado un libro tituladoLa Mbala, muy superior á la Kaballa denudata delbarón Knor de Rosenroth, contemporáneo de Leih-nitz, y cuya materia es en gran parte judaíco-espafiola.

Extractos de LA FUENTE BE LA VIDA de Salomón benGabirol (Avicebron).—Misceláneas de filosofía ará-biga y judaica, de Munck. Al mismo se debe unaexcelente versión francesa, con eruditas ilustracio-nes de El guía de los extraviados, obra capital doMaymonidos.

Maymonides y Spinosa. Estudio de Emilio Sais-set, en la Revista de Ambos Mundos de 15 de Enerode 1862 (1)..

Jehudá-Há-Leví. Monografía alemana do Gugen-heimer (Hamburgo, 1850). Los cantos do este granpoeta toledano á la par que profundo filósofo, cuyolibro de El Kuiari puso en castellano Jacob deAvendaña, han sido traducidos al aloman porDaumer.

Existen otros estudios alemanes sobre filósofosjudíos españoles; pero ni sus títulos ni los nombresde sus autores han llegado á mis oidos. Exceptúolos de Geiger y Sachs, mentados en un recientediscurso por el Sr. Valera.

Las doctrinas del doctor iluminado Raí/mundoLulio, por I). Francisco de P. Canalejas (Madrid,1872). A este precioso opúsculo, en que sólo es decensurar la brevedad excesiva, hay que agregarvarios artículos concernientes á Lulio dados á luzpor el Sr. Canalejas en la Revista de España y enotras publicaciones.

Raymundo Lulio juzgado por si mismo, obra eru-dita, aunque sobrado empírica, de D. F. Weiler yLaviña (Palma de Mallorca, 1867).

Biografía de Raymundo Lulio, por Delecluze, enla Revista de Ambos Mundos de 1S de Noviembrede 1840.

Raymundo Lulio, por Helfferich (Berlín, 1858).Ramón Lull (Raymundo Lulio) considerado como

alquimista (Barcelona, 1870). Excelente trabajo demi sabio amigo D. José Ramón Luanco, catedráticode química en la Universidad barcinonense^2).

Be Theología naturali Raimundi Sabundc, porHolberg, impreso en Halle de Sajonia.

Raymundo Sabunde, por D. Aquilino Suarez Bar-cena, en el tomo de la Revista de Instrucción públi-ca correspondiente á 1857. Por ser meramentebiográfico-bibliográficos, aunque eruditísimos, omi-

(1) De artículos de revistas citaré tínicamente los quo por su exten-

sión ó ínteres puedan figurar entro las monografías.

(2) Por no tener el carácter de monografías cxpos'livJ-ci'itiC'^t

(género qne pueda calificarse de moderno) omito una multitud de libros

que versan sobre Lulie y su doctrina.

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N.° 131 M. MENENDEZ l'ELAYO. MONOGRAFÍAS EXPOSITIVO-CRITÍCAS. 265tiré los estudios sobre León Hebreo y Miguel Ser-vet, publicados por el mismo escritor en la citadarevista, años de 1886 y 57.

Tita, Joannis Ludovici Vivís... a Gregorio Ma-jansio, generoso valentino, conscripta. Precede á lamagnífica edición valenciana de las obras de Vives,pero por su extensión y mérito debe, como otrasproducciones análogas de Mayans, colocarse en elcatálogo de las monografías.

Vindicación de Juan Luis Vives, por D. RicardoGonzález Muzquiz (Valladolid, 1839).

Luis Vives en sus tres libros DE PRIMA PHILOSO-PHIA combina las doctrinas de Platón y Aristótelescon las de los Padres de la Iglesia. Tesis doctoralde D. Facundo de los Ríos Portilla (1864).

Discurso preliminar á las Obras del I1. Juan deMariana, tomo XXX de la Bibl. de Rivadeneyra, porD. F. P. M. (Francisco Pi Margall). Citóle en estelugar, por referirse principalmente á la filosofía delP. Mariana, que expone y juzga con elocuencia,pero torcidamente.

Juan Ruarte.—Diego Alvarez (autor de una im-pugnación inédita de la obra de Huarte). Estudiosde D. Ildefonso Martínez insertos en el Círculo cien-tífico y literario (Madrid, 1854).

Doña Oliva Sabuco de Nantes; su vida, sus obras,su valor ftlosó/ico, su mérito literario. Tesis docto-ral de D. Julián Sánchez Ruano (Salamanca, 1869).

De vita et scriptis Joannis Genesii Sepulvedaecómmentarius. Precede á la edición de las obras deSepúlveda hecha por la Academia de la Historia, ylo escribió Cerda y Rico (Madrid, 1780).

Francisci Sanctii Brocensis vita, scriptore Gre-gorio Majansio. Al frente de las obras del Brócenseen la edición hecha por los hermanos Tournes (Gi-nebra, 1766).

Biografía del Maestro Francisco Sánchez de lasBrozas... Dala á luz et marqués de Morante (Ma-drid, 1859). En el tomo V del Catalogus librorum.Hay ejemplares sueltos. Compúsola el distinguidohumanista D. Raimundo de Miguel.

Vida del P. M. Feijo'o, atribuida á Campomanesy puesta al frente de la edición de 1774 de las obrasdel sabio benedictino.

Hay otra extensa crítica escrita, según creo, porRoca y Cornet en la Biografía eclesiástica completa(Barcelona, 1847).

D. Antonio Xavier Pérez y López, estudio delSr. D. Federico de Castro en la Revista de la Uni-versidad de Madrid (1873).

Los libros y Memorias de Blanche Raffln, Roca yCornet, García de los Santos, etc., sobre Balmes, yla biografía de Donoso Cortés, puesta al principiode las obras de éste por D. Gabino Tejado, cierranla lista de los escritos de algún interés, que re-cuerdo, relativos á nuestros filósofos, en cuya ca-

tegoría deben contarse también Piquer, Forner yalgún otro, do quienes haré mérito más adelantepor distintos conceptos.

Historiada Philosofía em Portugal, por LópezPraza.

Acerca de los teólogos*ortodoxos españoles, in-clusos escriturarios y místicos, son poquísimos losestudios que existen, cuya escasez contrasta nota-blemente con la inmensa riqueza del asunto. Encambio, reúnen mérito .nada común casi todos.

Elogio de Benito Arias Montano, monografía ricaen noticias y bellamente escrita por González Car-vajal, traductor ilustre de los Libros poéticos de laBiblia. Está inserta en el tomo VII de las Memoriasde la Academia de la Historia.

Vida de Melchor Cano, obra eruditísima do donFermiu Caballero (Madrid, 1871). Ocupa el 2.° tomode la serie de Conquenses ilustres.

Vida de Fr. Luis de León, por D. José Gonzálezde Tejada (Madrid, 1863).

Fr. Luis de León y la Inquisición, estudio alomandel doctor Reusche, publicado en el presente año.

Biografía del Maestro León de Castro, por donVicente de la Fuente, en el Catalogus librorum delmarqués de Morante. Tiráronse ejemplares aparte.

Vida del Ven. P. Fr. Luis de Granada, por ellicenciado Luis Muñoz.

San'Juan de la Cruz, bellísimo libro del difuntolectoral de Jaén D. Manuel Muñoz Garnica (Jaén,1875).

Histoire du Pére Rivadeneyra, por el P. PratS.J. (1862).

Les Mistiques espagnols, por Rousselot (Paris,1867). Sobre el mismo asunto ha publicado una seriede artículos en la Revista de la Universidad de Ma-drid el docto filósofo I). Nicomedes Martin Mateos.

Histisria de la vida de D. Félix Amat, arzobispode Palmira, por su sobrino D. Félix Torres Amat(con un extenso Apéndice).

Añádanse las varias Vidas de Santa Teresa deJesús, en especial la compuesta por el obispo deTarazona Fr. Diego de Yepes, y la publicada mo-dernamente en Bélgica por los Jesuitas continuado-res de las Acia Santorum de los Bolandos, que llenaun tomo en folio, riquísimo en erudición y crítica,y tendremos registrado casi todo lo digno de me-moria que hay escrito relativamente á nuestros teó-logos católicos.

Mayor ilustración han recibido, aunque no deplumas españolas por lo común, los heterodoxos,con ser infinitamente monos numerosos é impor-tantes.

Miguel Servet, opúsculo anónimo, impreso en18SS.

Michel Servet, estudio de Emilio Saisset en laRevista de Ambos Mundos (1848).

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266 REVISTA EUROPEA.-r— 2 7 DE AGOSTO DE 1 8 7 6 . N.° 131

Michael Servelundseine Vorgaenger. Erstes Buchdie Protestanlischen Antitrinitarier vor FaustusSocin, por Trechsel (Heydelberg, 1839).

Relaciones entre Calcino y Miguel Servet, libroalemán, recientemente estampado, de Tolin.

Servet ocupa también i p lugar señalado entre losfilósolos.

History of the progress and supression of the re-formation in Spain. (Londres, 1829). Obra de misterM'Crie, muy incompleta.

Historia de los protestantes españoles, por donAdolfo de Cas.tro. (Cádiz, 1852). Trabajo más con-cienzudo. Según tengo entendido, su ilustre autor,que hoy ve las cosas por distinto prisma que cuandole escribía, se propone refundirle y ampliarle.

Cenni biograUci suifratelli Giovanni é Alfonsodi Valdesso. Opúsculo del Dr. Bohemer que acom-paña á su edición italiana de las Consideraciones di-vinas de Juan de Valdés.

Life and mritings of Juan de Valdes othermiceValdesso, Spanish reformer in the sixteenth cenlury.By Benjamín Borrón Wiffen, (Londres, 1865).Obra notable en su línea. Va seguida de la traduc-ción inglesa de la CX Consideración divinas.

Alfonso y Juan de Valdés, por D. Fermín Caba-llero. Tomo IV de la preciosa galena de Conquen-ses ilustres. (Madrid, 1875).

Alfonso y Juan de Valdés. Tesis sostenida porEugenio Stern ante la facultad de teología protes-tante de Estrasburgo en 27 de Noviembre de 1868.

No incluyo los Spanish Reformers-BibliothecaWiffeniana del Dr. Bohemer por ser obra más pro-piamente bibliográfica que expositivo-crítica. Porigual razón omito los muy importantes prólogos éilustraciones de Usoz y Rio á su colección de -Be-

De otros dos protestantes modernos hay impre-sas monografías, á saber:

Life of Reverend Joseph Blanco- WMtemriten byhimself wit portions ofhis cor respóndeme. By JohnElapman (1845).

D. Juan Calderón.— ¿De Usoz y Rio?—(Madrid,1858).

Pasando ahora á la clase de humanistas, citaré,además de las de Vives, Sepúlveda, el Brócense yalgún otro mentados ya, las monografías siguientes:

Aloysia Jean Sigea et Meurse, por Mr. PaulAlluc.

Elogio de Antonio de Lébrija, por D. Juan B. Mu-ñoz, eu- el tomo V de las Memorias de la Acade-mia de la Historia.

De vita et scriptis Alphonsi Qarsiae MatamoriCommentarius, por Cerda y Rico, al frente de lasobras de Matamoros, (Madrid, 1769).

Emmanuelis Martini Eclesia Alonensis Decanivita... a Gregorio Majansio conscripta. Impresa con

las Epístolas latinas y otros opúsculos del DeanMarti, por Pedro Wiseling (Amsterdam, 1738).

Memorias para la vida de Luzan,' por su hijo donJuan Antonio (1789).

Completa la serie de trabajos, harto escasos pordesgracia, acerca de nuestros filólogos, la excelentemonografía de Hervas y Panduro, que forma el tí-tulo 1.° de Conquenses ilustres, por D. F. Caballero.

Antes de entrar en el campo de la historia y delas bellas letras, mencionaré de pasada, porque norecuerdo sus títulos ni los nombres de sus autores,las Memorias sobre Valles, Piquer y otros insignesmédicos, premiadas por la Academia de Medicina deMadrid é insertas en El Siglo Médico, y los no mu-cho más numerosos estudios que tenemos referen-tes á jurisconsultos, políticos y economistas, y son:

Vidas de los jurisconsultos. Ordenólas nuestroeruditísimo Floranes, y existen muchas en la Acade-mia de la Historia.

Noticias del Dr. Alonso Diaz de Montalvo. Tercertomo de Conquenses ilustres, poí D. Fermín Ca-ballero.

Vida de Antonio Agustín, arzobispo de Tarrago-na, publicada en castellano por Mayans al frente delos Diálogos de armas y linajes, y en latin prece-diendo á la edición completa de las obras de aquelsabio jurisconsulto y anticuario, hecha en Lucaen 1772.

De las doctrinas políticas de los españoles en laépoca austríaca. Estudio del Sr. Cánovas del Castilloen la Revista de España.

Memorias para la vida de Joeellanos y noticiasanalíticas desús obras, por D. Juan A. Cean Bermu-dez (Madrid, 1814).

Vida de Jovellanos. Precede á las Obras del es-clarecido polígrafo asturiano, coleccionadas por elSr. Nocedal para la Biblioteca de Rivadeneyra. Seha impreso también aparte en unión con el Discur-so preliminar al II tomo de la propia colección.

Llegamos, por fin, al terreno propiamente litera-rio, que ha sido el mejor cultivado. A continuaciónva el índice de los estudios de esta especie queofrecen más carácter monográfico:

Lucano: su vida, su genio, sus obras. Tesis docto-ral de D. Emilio Castelar (Madrid, 1857).

Estudios sobre los judíos de España, por 1). JoséAmador de los Ríos (Madrid, 1848). Su. mayor partees de crítica literaria, á diferencia de la Historiasocial", política y religiosa de los judíos de Españay Portugal, que el mismo renombrado escritor hadado recientemente á la estampa.

Poesía y Arte de los Árabes en España y Sicilia,del barón Adolfo Federico de Schack, admirable-mente traducida por el Sr. D. Juan Yalera (Madrid1867 á 72).

Les vieux anteurs castillans (París, 1861).— La

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M. MENENDEZ PELA YO. MONOGRAFÍAS EXPOS1TIVO-CRÍTICAS. 267

cow Ktteraire du Roi D. Jean //(Ibid. 1874). Obraseruditas, discretas y amenísimas del conde de Puy-maigre.

Los Trovadores en España (Barcelona, 1861).—Observaciones sobre la poesía popular (1853).—Re-senya deis antiohs poetas catalans (1868).—De la

' poesía heróico-popular castellana (1874).—Trabajosdel eminente escritor catalán D. Manuel Milá y Fon-tanals, que ni en madurez de juicio, ni en copia dedatos, ni en delicadeza de análisis, ni en sobrie-dad y concisión tienen superiores en nuestra lite-ratura.

Essai sur la litterature catalane, por F. R. Cam-boliou.

De primitiva cantilenarum epicarum vulgo ro-mances apud Hispanos forma. Tesis de Huber (Ber-lin, 1844).

Darstellmg der SpaniscAen liter ature in Mittelal-ter, de Ludovig Clarus (1846).

Studien der Spanischen und Portuguesischen Na-tional Literature, de Fernando José Wolf (Berlín,1889). Este sabio hispanista ha publicado ademásdiversos estudios sueltos muy notables.

Ilustraciones al Conde Lucanor, de D. Juan Ma-nuel, traducido al francés (París, -1834), por Al. Pui-buisque, autor también de la Historia comparadade las literaturas francesa y española.

Discurso preliminar y observaciones que antece-den al Romancero general, colectado por el sabioD. Agustín Duran (Madrid, 1859). Reunidos puedenformar una excelente monografía.

De la poesía castellana en los siglos XIV y XV.Estudio de D. Pedro José Pidal, que sirve de intro-ducción al Cancionero de.Baena (Madrid, 1851).

Elogio del arzobispo D. Rodrigo Jiménez de Ra-da, por D. Vicente de la Fuente, en las Memoriasde la Academia de la Historia.

Vida literaria del Canciller Pero López de Ayala,por D. Rafael de Floranes, en los tomos XIX y XXde Documentos inéditos para la Historia de España.

Vida política y literaria de D. Enrique de Ville-%a, por D. Juan A. Llórente. Tiónese noticia de estaobra por el catálogo que de sus escritos inserta elmismo Llórente en la autobiografía que publicó enParís (1818).

Vida del Marqués de Santularia, antepuesta porD. José Amador de los Rios á su excelente ediciónde las Obras de aquel ilustre procer (Madrid, 1852).

Vida de Alonso de Palencia. Discurso de entradadel Sr. Fabié en la Academia de la Historia.

Vida de Gonzalo Fernandez de Oviedo, con queencabezó el Sr. Amador de los Rios la Historia ge-neral y natural de las Indias, publicada por la Aca-demia de la Historia de 1851 á 1855.

Don Fernando Colon, historiador de su padre, porel autor de la Biblioteca americana vetustísima

(Harrise). Monografía impresa por la Sociedad deBibliófilos andaluces.

Progresos de la Historia de Aragón y elogios desus cronistas, obra comenzada por Andrés de Ustar-roz. El tomo primero concerniente á Zurita fue pu-blica'do por el arcediano Dormer. El segundo per-manece manuscrito.

Biografía del P. Juan de Mariana. Atribuyese áD. Vicente Noguera, ilustrador de la edición de laHistoria general de España hecha en Valencia porBenito Monfort á fines del siglo pasado.

Biografía de D. Carlos Coloma. Discurso de re-cepción de D. Alejandro Llórente en la Academiade la Historia.

Vida de Oarcilaso de la Vega, por D. EustaquioFernandez de Navarrete (Madrid, 1850).

Vida del Br. Francisco de la Torre. Discurso derecepción en la Academia Española, por D. Aurelia-no Fernandez-Guerra, y contestación del marquésde Molins.

Historia y juicio critico de la escuela poética sevi-llana de los siglos XVIy XVII, por D. Ángel Lasode la Vega y Arguelles (Madrid, 1870).

Pablo de Céspedes. Memoria del Sr. D. FranciscoMaría Tubino, premiada por la Academia de SanFernando.

Francisco Pacheco, sus obras artísticas y litera-rias, en especial su libro de Descripción de verdade-ros retratos, etc., por D. José María Asensio de To-ledo (Sevilla, 1867).

Estudio sobre Qóngora, por D. Leopoldo EguilazYanguas. Todavía inédito.

Biografía de Francisco de Rioja, trabajo erudití-simo de D. Cayetano Alberto de la Barrera, prelimi-nar á las Poesías de Rioja, edición de los Bibliófi-los españoles. Pueden servirle de complemento.

La canción á las ruinas de Itálica, ya original, yarefundida, no es de Francisco de Rioja. Informoleido á la Academia Española por I). Aureliano Fer-nandez-Guerra é inserto en el tomo 1 de las Me-morias de aquel cuerpo literario. Demuestra que elverdadero autor de dicha composición fue RodrigoCaro.

La Epístola moral á Fabio no es de Rioja. Des-cubrimiento de su autor verdadero por D. Adolfo deCastro (Cádiz, 1875). Evidencia que la escribió elcapitán Hernández de Andrada.

Vida de Rodrigo Caro. Prepárala por encargo delayuntamiento de Utrera, patria de aquel insigne an-ticuario, humanista y poeta, el Sr. D. Antonio Sán-chez Moguel.

Biografía del Maestro Vicente Espinel. Tiéne-la dispuesta para la impresión D. Juan Pérez deGuzman.

los dos Argensolas, por Pellicer, en suEnsayo de una Biblioteca de traductores españoles.

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268 REVISTA EUROPEA.—27 DE AGOSTO DE 4 8 7 6 . N.° 131

Vida de D. Esteban Manuel de Villegas, por donVicente de los Rios, á la cabeza de las Obras deaquel ingenio, edición de 1774.

De la poesía Úrica castellana anterior al sigloXVIII. Discurso preliminar de Quintana á los tresprimeros tomos de su Colección de poesías selectascastellanas.

De la poesía, épica castellana, introducción deQuintana á su Musa épica.

Vida de Ercilla, por D. /osó de Vargas Ponce.Quedó inédita é incompleta. Ha aprovechado partede sus noticias el Sr. Ferrer del Rio para el prólo-go de la edición de La Araucana, hecha por la Aca-demia Española en 1867.

Estudio sobre Balbuena, por Lista. En la Revistade Sevilla, tomo III.

Vida de D. Francisco de Queoedo y Villegas. Dis-cursos preliminares á las Obras del célebre polígra-fo en los tomos XXIII y XLVIII de la Biblioteca de Ri-vadeneyra. En ellos luce su auíor el Sr. D. Aurelianofernandez-Guerra exquisita erudición, método ex-celente y gallardísimo estilo.

Orígenes del teatro español, obra postuma de clonLeandro Fernandez de Moratin, dada á luz en 1830por la Academia déla Historia.

Discursos sobre la tragedia española, por donAgustín Montiano y Luyando (Madrid, 1750 y 53).

Lecciones de Literatura dramática, por D. AlbertoLista (Madrid, 1836). ^

Sobre la Tragedia española.—Sobre la Comedia-Apéndices del Sr. Martínez de la Rosa á su Poé-tica.

Discurso sobre el influjo de la crítica moderna enla decadencia del Teatro español (Madrid, 1828).—Estudios sobre Lope de Vega (en la Revista de Ma-drid), por D. Agustín Duran, á quien se deben asi-mismo excelentes análisis de algunas comedias deTirso.

Historia de la Literatura y del Arte dramático enEspaña, obra preciosa escrita en alemán por el ba-rón Adolfo Federico de Schack, de la cual empezóá publicarse en 1862, no pasando del primer tomo,una buena traducción española hecha por el señorD. Eduardo de Mier.

Del drama religioso antes y después de' Lope deVega.—Prólogos á las Farsas de Lúeas Fernandezy á la Josepkina de Micael de Carvajal. Opúsculosdel Sr. Cañete, que hacen desear su prometida His-toria del Teatro español antes de Lope de Vega.

Discurso preliminar al torno de Autos Sacra-mentales de la Biblioteca de Rivadeneyra. Notabletrozo de crítica debido á la pluma del malogradoescritor D. Eduardo González Pedroso.

De las antiguas colecciones dramáticas españolas.Monografía del barón Federico Halm de Münch-Bullinghausen (Víena, 1852).

Carácter dramático de D. Juan Ruiz de Alarcon.Discurso de entrada del Sr. Hartzenbusch en laAcademia Española. El mismo ilustre literato hacolectado é ilustrado para la Biblioteca de Riva-deneyra las obras dramáticas de Lope, Calderón,Alarcon y Tirso.

Don Juan Ruin de Alarcon y Mendoza, peregrinolibro compuesto por el Sr. D. Luis Fernandez-Guerra y premiado por la Academia Española. Alpropio literato somos deudores de la muy estimablebiografía de Moreto, que encabeza las Obras de estepreclaro dramaturgo en la tantas veces citada Bi-blioteca de Rivadeneyra.

Life of Lope de Vega By Lord Holland.—Va acompañada de otra biografía de Guillen de Cas-tro (Londres, 1806).

Crónica biográfica y bibliográfica de Zope de Ve-ga, manuscrito de La Barrera, premiado por la Bi-blioteca Nacional, donde se conserva.

Vida de Tirso de Molina. Manuscrito que perdió,según él refiere, D. Bartolomé José Gallardo en elfamoso dia de San Antonio de 1823.

Esludios acerca de Calderón, por el Sr. D. Patriciode la Escosura en la Biblioteca escogida de Autoresespañoles de la Academia Española, y en la Revistade España.

Discurso sobre la priníitiva novela española, porD. Buenaventura Carlos Aribau, en el lomo III de laBiblioteca de Rivadeneyra.

Discurso sobre la novela española, por D. Eusta-quio Fernandez de Navarrete, en el tomo XXXIII dela misma publicación.

Discurso preliminar de D. Pascual de Gayangosal tomo de Libros de Caballerías de la propia Bi-blioteca. ^ \

Los estudios relativos á Corvantes son innumera-bles. Por evitar prolijidad, sólo mencionaré los si-guientes, dejando á cargo del Sr. Rius la tarea deformar un catálogo completo de esta rama de labibliografía cervántica.

Análisis del Quijote, por D. Vicente de los Rios(1780).

Vida,etc., por D. Martin Fernandez de Navarrete(Madrid, 1819).

Vida de Cervantes, por Quintana.Cervantes vindicado en ciento quince pasajes del

Ingenioso Hidalgo que no han entendido ó han enten-dido mal sus comentadores , por D. Juan Calderón(Madrid, 1854).

Cervantes, sa vie, son lemps, ses asuvres, por Emi-lio Chasles (París, 1867).

Vida de Cervantes, por D. Jerónimo Moran, en lalujosa edición del Quijote hecha por Dorregaray.

Comentarios filosóficos al Quijote (en La Améri-ca).—La Estafeta de Urganda.—El Correo deAlqui-

fe.—Segundo aviso de Merlin. Monografías sobre el

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íN.° 131 M. MEXENDEZ PELAYO. MONOGRAFÍAS EXPOS1T1VO-CRÍT1CAS. 269sentido esotérico del Quijote, por D. Nicolás Díazde Benjumea. De sentir es que este docto é inge-nioso escritor no lleve á cabo el anunciado propó-

' sito de publicar reunidos sus numerosos estudioscervánticos.

El Quijote y la estafeta de Urganda.—Cenantesy el Quijote. Estudios críticos del Sr. Tubino.

Sobre el carácter del Quijote, discurso académi-co del Sr. Valere.

Pericia geográfica de Cervantes, por D. FermínCaballero.—Bellezas de Medicina práctica descu-biertas en el Ingenioso Hidalgo, por Hernández Mo-rcjon.—Jurisprudencia, de Cervantes, por D. Anto-nio Martin Gamero.—Cervantes teólogo é Intraduci-bilidad del Quijote, por D. Josó María Sbarbi.—Cer-vantes y la filosofía española, por D. Federico deCastro.—Ideas económicas del Quijote, por D. LuisPiernas y Hurtado.

Lecciones sobre la Literatura española, francesa,italiana é inglesa del siglo X VIII, dadas en el Ate-neo por D. Antonio Alcalá Galiano. La parte espa-ñola es harto escasa. El mismo escritor publicó enEl Laberinto notables esludios críticos acerca deMelendez, Cienfuegos, Moratin, Arriaza y otros poe-tas del siglo pasado, y en la Crónica de ambos mun-dos otro sobre la Escuela sevillana de la mismaépoca; asunto tratado también por Lista en la Re-vista de ¿Madrid (1.* época) (1).

De lapoesia Castellana del siglo XVIII. Discur-so de Quintana puesto al principio del tomo IV desu colección de Poesías selectas, en la segundaedición (1830).

Juicio critico (sic) de los principales poetas espa-ñoles de la última era. Obra postuma de D. José Gó-mez Hermosilla (París, 1845). Vale poquísimo. Re-futóla Gallego en la parte relativa á Melendez.

Bosquejo historíco-crítico de la poesía castellanaen el siglo XVIII, antepuesto por el Sr. D. LeopoldoAugusto de Cueto á la muy copiosa colección deLíricos de dicho período en la Biblioteca de Riva-deneyra. El título de este precioso trabajo peca demodesto en demasía y no da bastante idea de sumérito é importancia: no debiera llamarse Bosque-jo, sino Historia crítica. ¡Pluguiera á Dios queabundasen en España producciones semejantes áesta en riqueza de datos, severidad de juicio yamenidad y corrección de estilo! De este Bosquejose ha hecho en Paris una edición fraudulenta endos tomos con destino á América. De esperar esque el Sr. de Cueto lo reimprima por separado,agregándole la Reseñabibliográfica de poetas delsi-

[\\ Prestaría un buen servicio a lai letras quien imprimiese coleccio-

nados los eicritos literarios sueltos de estos crUicos y de otros contempo-

ráneos, como Gallego, Pídal, Estébanes Calderón, Burgos, Enrique Gil,

Darán, Oclioa, Ha: tzenlrjseli, Cuñete, etc., etc,

glo XVIII, que tiene inédita, y puede considerarsecomo su complemento.

Historia de la critica literaria desde Liizan hastanuestros dias. Memoria del Sr. D. Francisco Fer-nandez y González, premiada por la Academia Es-pañola en 1870.. Suplemento indispensable á estaobra son los artículos que sobre ella publicó usteden La Enseñanza y reprodujo en sus Ensayos críti-cos (Lugo, 1868).

Noticias para la vida del P. Flórez, recogidas por

el P. Méndez (1180).Elogio de D. Juan Pablo Forner, leido por don

Joaquín Sotelo en la Academia de Jurisprudenciaen 23 de Mayo de 1797. Reimprimióle el Sr. deCuelo al frente de las Poesías de Forner en el tomoLXII de la Biblioteca de Rivadeneyra.

Vida de D. Juan Melendez Valdés, por Quintana(1820).

Memorias del abate D. Manuel Lasala.Vida de D. Nicolás Fernandez de Moratin, por su

hijo D. Leandro (1821).

Vida de D. Leandro F. de Moratin, por Aribau.Impresa con la anterior en el tomo II de la Biblio-teca de Rivadeneyra.

Vida de D. Leandro Fernandez de Moratin, porD. Manuel Silvela (1845 y 1867).

Juicio de Moratin como poeta cómico. Opúsculode D. Joaquín Roca y Cornet, que lo publicó non elpseudónimo de Inarco Cortejarlo.

Quintana considerado como poeta lírico, discursoleido por el Sr. de Cueto al lomar asiento en laAcademia Española.

Conforme nos vamos acercando á la edad pre-sente, disminuyen más y más las monografías. Asíque , relativas á contemporáneos, sólo recuerdo(limitándome á las de alguna extensión) la Memo-ria sobre M vida política y literaria de Martínez dela Rosa, por Rebello da Silva; la Biografía delconde de Toreno y el extenso discurso necrológicodel Duque de Rivas, trabajos ambos del Sr. de Cue-to; la vida de D. Próspero Rofarull, escrita por elSr. Milá y Fontanals, y algunos discursos acadé-micos que, por sus dimensiones é importancia, me-recen contarse entre las monografías, cual es, porejemplo, el del Sr. Escosura sobre Espronceda,Vega y Pardo, leido á la Academia Española en1870.

No es mucho más beneficiada monográficamente laliteratura lusitana que la castellana. Como tales pue-den estimarse cada uno de los tomos de la excelen-te Historia de la literatura portuguesa, de TeófiloBraga, puesto que constituyen, considerados aisla-damente, estudios completos, por más que sobretodos ellos se cierna un pensamiento común quelos traba y enlaza. Rebello da Silva, antecesor suyoen la única cátedra de literatura que, si no estoy

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270 REVISTA EUROPEA. 2 7 DE AGOSTO DE 1 8 7 6 . N.° 131

mal informado, en Portugal existe, publicó unaMemoria biográfica y literaria acerca do ManuelMaría Barbosa da Bocage, y estudios sobre otrosingenios menos conocidos, como Garcao, satíriconotable; Domingo dos Reis Quita; Antonio Diniz,autor del poema burlesco El Hisopo, etc., etc. Enpunto á trabajos de escritores castellanos sobre laliteratura portuguesa, conocemos sólo uno relativoá Camoens, escrito por el Sr. Canalejas en la RevistaIbérica; la biografía de Antonio Feliciano de Casti-Iho, impresa en Cádiz, 4837, con las iniciales T. G.;el erudito libro del Sr. Romero Ortiz, titulado Lite-ratura portuguesa del siglo XIX, y uno recientede 1). Gonzalo Calvo Asensio sobre' El teatro his-pano-lasitano en el siglo XIX.

Considerable parecerá á primera vista este catá-logo (sin duda incompleto), y tendrán de fijo porinfundadas nuestras quejas quienes ignoren quepocos, muy pocos de los estudios referidos reúnenel carácter expositivo-crítico, que muchos son pu-ramente biográficos, que otros pecan de brevedadexcesiva, y que, por consecuencia de todo esto,conviene rehacerlos casi todos bajo un plan másamplio y completo. Nótese, además, que la mayorparte de ellos conciernen á la literatura y no á lasciencias ni á la filosofía, y que muchos de los mejo-res son parto de plumas extranjeras y aún no hansido castellanizados, habiendo numerosas materiasenteramente intactas, no obstante ser de igual ósuperior interés que las hasta hoy dilucidadas. Elpublicar estudios sueltos sobre determinados escri-tores cuando éstos no son muy conspicuos é impor-tantes, no me parece método tan acertado como elde considerarlos agrupados, historiando el géneroque cultivaron, la escuela á que pertenecieron, etc.Por eso convendría que se publicasen libros se-mejantes á Los Místicos españoles, de Rouselot;Los trovadores en España y Lapoesía heróico-pop%-lar, de Milá; La corte literaria de Juan II, de Pui-maigre; la Historia de los falsos cronicones, deGodoy Alcántara; el Bosquejo de la poesía caste-llana en el siglo XVIII, de Cueto; la Historia de lacritica literaria en España desde Luían, de Fer-nandez y González, y algún otro de la mismaíndole.

A tres puntos principales debe, en mi concepto,dirigirse la actividad erudita por lo que á monogra-fías respecta, á saber:

I. Exposiciones histórieo-críticas de la vida ydoctrinas de los graneles pensadores ibéricos y delas escuelas de que respectivamente fueron cabe*za, v. gr.:

Séneca y el Senequismo.Damos este nombre á la doctrina moral estoica

tal como la formuló Séneca, doctrina que en todala Edad Media y en los siglos XVI y XVII ejerce

muy señalada influencia en España y fuera de ella.San Isidoro y la tradición Isidoriana.Averroes y el Averroismo.Maymonides y el Maymonismo.En este libro deben estudiarse los progresos del

panteísmo hispano-judáico hasta Spinosa, y sus re-laciones con la moderna filosofía germánica.

Lidio y el Lulismo.Vives y el Vivismo.Suarez y el Suarismo.Cada uno de estos temas requiere dos gruesos

tomos en 4.° para su cabal desarrollo. En la mismalínea pueden entrar otros preclaros sabios españo-les que, si no dieron origen á escuelas ó sectasfilosóficas propiamente dichas, personifican grandesfases de la vida intelectual de la Península, apare-cen como iniciadores de trascendentales movimien-tos en la esfera de las ideas, ó descuellan por laoriginalidad y universalidad de su doctrina, de talsuerte, que para darlos á conocer debidamente espreciso trazar en torno suyo el cuadrd de la épocaen- que florecieron, con sus antecedentes y consi-guientes. A esta clase corresponden:

El arzobispo D. Bodrigo Jiménez de Rada.Alfonso el Sabio.Antonio de Nebrija.Antonio Agustín.Arias Montano.Caramuel.Feijoó.Campomanes.Jovellanos.Hervas y Panduro.M5s ó menos próximos por su significación histó-

rica á los que acabo de mencionar, figuran en losanales de la ciencia española otros muchos egre-gios varones, dignos asimismo de que sus hechos yescritos sean expuestos críticamente bajo la formamonográfica en sendos volúmenes. Sólo citaré, poí-no ser prolijo, los nombres de (Juintiliano, Th&fail,Jehudaha L&vi, Avicebron, Pedro Hispano, SanRaymundo de Peñafort, el infante D. Juan Manuel,Arnaldo de Vilanova, el Tostado, los Abarbaneles,Fray Antonio de Guevara, Sepúlveda, Gourea, Gó-mez Pereyra, Foxo Morcillo, Miguel Servet, Valles,Mariana, Fray Luis de Granada, Domingo de Soto,Victoria, Molina, Vázquez, Fray Luis de León, Azpil-cueta, el Brozense, Martin del Rio, Quevedo, Gra-cian, Nieremberg, Isaac Cardoso, el Padre Tosca,Martin ; Martínez, Piquer, Luzan, Mayans, PérezBayer, Andrea Eximeno, el Padre Almeida, el PadreCeballos, los autores de La España Sagrada, Forner,Martínez Marina, Lista, etc., etc.

II. Estudios biográfico-criticos extensos, por elestilo del Don Juan Ruii de Alarcon, del Sr. Fer-nandez Guerra (D.Luis), acerca de los principales

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M. MENENDEZ PELA YO. MONOGRAFÍAS EXPOSITIVO-CRÍTICAS. 271

ingenios peninsulares, no juzgados todavía con eldetenimiento y profundidad necesarios, ni menosrelativamente á s% tiempo y á la influencia que tu-vieron en las vicisitudes de la bella literatura. Há-llanse en este caso—y únicamente recuerdo los deprimera marca—Lueano, Prudencio, Ausias March,Juan de Mena, Torres Naharro, Garcilaso, Camoens,Ercilla, Balbuena, Herrera, Góngora, los Argenso-las, Lope de Vega, Tirso de Molina, Moreto, Rojas,Calderón, Torres Villarroel, los Iriartes, D. Ramóndéla Cruz, los Moratines, Melendez, Arriaza, Quin-tana, etc., etc., ninguno de los cuales tiene libroaparte de crítica (que yo sepa), cuando en Franciay otras naciones no hay poeta mediano que no estéjuzgado y aquilatado en todos sus aspectos y rela-ciones. ¿Dónde hallar, si no, obra alguna españolatocante á los mencionados autores, que se parezca,por ejemplo, á las de Guizot sobre Shakspeare,y Corneille y su tiempo?

III. Historia de los principales periodos, ramasy corrientes de nuestra cultura, de determinadosgrupos de escritores, y de las opiniones profesadaspor los españoles en orden á ciertos puntos de laciencia, como

Los Padres toledanos.Sabios españoles que brillaron en las Galias bajo

la dominación Carlovingia.Los Kabalistas españoles.Impugnadores del judaismo y del mahometismo.El escolasticismo tomista en España.Anti-aristotólicos españoles.La fisiología filosófica en España.Estudios fisionómicos y frenológicos.Doctrinas de los filósofos españoles sobre la na-

turaleza y origen de las ideas.Id. sobre los primeros principios de los cuerpos.Id. sobre el alma de los brutos (1).Filosofía del derecho en España.El derecho romano en España.Políticos españoles.Moralistas.Místicos.Casuistas.Canonistas.

[i] Quien historie este punto y el anterior deberá examinar, entreotras obras, la De opere sex dierum, (le Suarez; los Cursos filosóficos,de líernaldo de Quirós, Henao y Arriaga; la Philosopliia mera, de Va-lles; la Anloniana Margarita, de Gómez Pereyra; las Objectiones, de Mi-guel de Palacios; el Emdecalogo contra Antoninna Margarita,iaPhilo-tophin libera, de Isaac Cardoso; el Diamantino escudo atomístico, deGuzman; los tratados de los PP. Tosca y NAjera; El ocaso de las formasaristotélicas, de Zapata; la Philosophia sceptica, de Martin Martínez; elTheatro crítico y las Cartas eruditas, del P . Feijóo; la Física moderna,elDiscurso sobre el mecanismo, de Piquer; las[nslitntionesphilosoficceelmathematicos, de Eximeno, y la Filosofía fundamental, de Raimes, queofrecen toda variedad de opiniones, algunas harto originales y atre-vidas.

Escriturarios rabínicosId. católicos.La oratoria sagrada.Heterodoxos españoles, desde Prisciliano hasta

los krausistas.Impugnadores del enciclopedismo (i).Las controversias de auxiliis.Hebraizantes españoles.Arabistas.Helenistas.Latinistas.Cultivadores de lenguas exóticas.Arqueólogos.Geógrafos.Historiadores de Indias.Geopónicos.La estética en España.Las doctrinas sobre la Historia.Poetas hispano-latinos modernos.El culteranismo en España.La poesía lirico-dramática.La tragedia clásica.Escuela poética salmantina.Los jesuítas españoles en Italia á fines del si-

glo XVIII,y otros mil temas semejantes á estos, que sin ordenhe ido apuntando á medida que acudían á la me-moria y á la pluma.

El promover la composición y publicación de ta-les Memorias toca á las cinco Academias, según suespecialidad respectiva, pero más particularmenteá la de la Historia, que tiene por instituto cultivar,no sólo la política, civil y religiosa, sino también laintelectual de la Península. Y para que esos traba-jos se hiciesen con el debido esmero, convendríaque dichas corporaciones señalaran para los certá-menes jjjazos más largos que los de costumbre, te-niendo en cuenta las dificultades inherentes á labusca de datos, ordenación del plan y redaccióncorrecta y elegante. Bien puede asegurarse que

(1) Citaré ]o3 principales que recuerdo, para facilitar el trabajo á

quien emprenda la ilustración de esta interesante materia. El P . Feijóo,

el P. D. Antonio Rodríguez (El Philotheo); Valcárcel (Desengaños filo-

sóficos); el P. Cehallos (La Falsa filosofía, Juicio final de Vollaire);

Forner (Preservativo contra el Ateísmo, Discursos filosóficos sobre el

hombre); el P . Almeida (Recreaciones filos:'ificas\; el P . Muñoz [im-

pugnación al Dupnis); Olavide (El Evangelio en triunfo); Peñalosa

[La Monarqu a); Pereyra (Theadicta); Pérez y López [Principios del

orden esencial déla naturaleza); el canónigo Castro [Diosy la Natu-

raleza); Jovellanos (Tratado leórlco-práctlco de educación); el P. Ve-

lez [Apología del A lar y el Trono): el P. Alvarado [Carlas del filósofo

rancio); el P. Ajo Solórzano (El Hombre en su estado natural);

Rentería y Reyes (Filosof a de la Religión); Hermosilla {El Jacobinis-

mo); el P. Vidal (Or gen de los errores revolucionarios); Sánchez y

Soto (El Filosofo cristiano impugnando al libertino); Cortinas (De-

mostración de la inmortalidad del alma, El trian fo de la verdad y re-

futación del materialismo), sin oividar los escritos de Hervas, Costa y

otros jesuítas de los desterrados & Italia.

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REVISTA EUROPEA.—27 DE AGOSTO DE 1 8 7 6 .

cuantos autores han sido laureados por nuestrasAcademias y en méritos de obras eruditas de ciertobulto, las tenían ya compuestas, ó cuando menoshabían acopiado-para ellas gran cpntidad do materia-les al anunciarse los concursos, siendo, por tanto,una casualidad el que éstos no resultasen estériles.

También sería medio muy conducente para obte-ner buenas monografías del género indicado, elexigir que las tesis doctorales, en vez de reducirse,cual vemos comunmente, á breves disertaciones,sean escritos de mayor extensión, verdaderos li-bros, como en otras naciones acontece, y que éstosversen precisamente sobre puntos de la historiacientífica ó literaria de nuestra patria. Lo que hoyse pide para el caso a los graduandos es tan poco yde tan poco momento y utilidad, que bien podríasuprimirse sin inconveniente alguno, más aún quepor las exiguas proporciones de los discursos, porla facilidad de hallar en libros modernos y sin lamenor fatiga las especies necesarias para compo-nerlos. ¿No es un dolor el ver cuál nuestros aspi-rantes á doctores hacen alarde de una erudiciónpostiza ante el claustro de la Universidad Central,disertando ostentosamente sobre el Budismo, y Só-crates, y el Petrarca, y Descartes, y Kant, y el Dar-winismo y otras materias tan poco trilladas comoestas, mientras dejan en despreciativo olvido lasobras y las doctrinas de nuestros antepasados, so-bre las cuales tanto bueno y verdaderamente nuevopudieran decirnos? Quipotest capere capiat.

En la próxima carta seguiré conversando con us-ted, mi señor D. Gumersindo, sobre los medios defomentar el estudio de nuestra pasada cultura, y lo-grar, en un plazo más ó menos breve, historias delas diversas ciencias en España (\).

Es de usted siempre devoto amigo y servidor,M. MENENDEZ Y PELAYO.

Santander 10 Julio 1876.

LA GUERRA DE SUCESIÓNEN 111SMPO DE FELIPE V.

(Continuación). *

Apenas se halló de vuelta en la corte, lo asedia-ron por todas partes los atrevidos y hábiles agentesde la casa de Borbon, repitiéndole á cada paso lospolíticos de más nota que Luis XIV de Francia erael único Monarca bastante poderoso para librar de

[i) No terminaré esta carta sin hacer mérito de dos notabilísimasmo

nografijs* que sólo en parte dicen relación á nuestra literatura: los

Apunte* 'gara la historia de la sátira en ¡(t antigüedad y en ¡a Edad

Mt din. de D. Joaquín Uubió y Ors (Barcelona, 1868), y Ln Sátira Pro-

venzal, de D. José Coll y Vehl.

* Véase el número anterior, pág. 321.

una desmembración k la España, y que el Austria nppodría en modo alguno evitar que recibiera cumpli-miento el tratado de Repartición. Entre tanto, nofaltaban jurisconsultos de gran valer que afirmabanno debía entenderse la renuncia de la infanta confor-me á la letra, sino conforme al espíritu. Sin duda al-guna que la letra excluía los príncipes franceses;pero, en cuanto al espíritu, sólo revelaba la tenden-cia de querer evitar que pudieran reunirse en lamisma persona las coronas de España y Francia.

Según todas las probabilidades, los razonamien-tos políticos y legales no habrían bastado para ven-cer la parcialidad que mostraba Carlos en favor dola casa de Austria. Esto era natural. La unión másestrecha había reinado siempre entre las dos fami-lias reales que descendían de Juana y de Felipe elHermoso, y los franceses habían sido siempre paraellas como sus enemigos naturales. Fuerza era,pues, poner en juego alguna intriga, y así lo hizoPortocarrero.

La vida del Rey llegaba á su término. ¿Había decometer en aquellos momentos el Monarca cristia-nísimo un gran pecado? ¿Podía existir un pecadomás grave que aquel que fuera parte á excluir de lasucesión al heredero legítimo de los inmensos do-minios de-la corona española, por extremar sin ra-zón ni justicia el afecto á la familia, ó la mala vo-luntad á una casa rival? La timorata conciencia deCarlos y su espíritu estrecho y apocado no pudieronresistir el choque de estos argumentos. Lo cual,visto por Portocarrero, determinó, á fin de concluirla lucha, aconsejar al Rey que acudiese á la san-tidad del Romano Pontífice en demanda de consejo.S. M. siguió el parecer de su ministro, y éste, quesabía que el Papa era muy partidario de la Francia,esperó lleno de confianza la respuesta de Roma. Enefecto, el Papa escribió á Carlos para advertirlo dela flagrante injusticia que estaba á punto de cometer;porque siendo el derecho de la casa de borbon, elRey no debía exponer la salud de su alma por daruna muestra de afecto á la casa de Austria.

Carlos vaciló todavía; que ni aun la autoridad delPapa era bastante a vencer el amor que sentía porlos suyos y sú odio á la Francia. Pero llegó un mo-mento en que creyó morir. El cardenal redobló susesfuerzos; el lecho del espirante Monarca se vio ro-deado de teólogos que llevaban la lección bienaprendida; se le dijo que moría en pecado si priva-ba de la sucesión á la casa de Francia, y que legabaá su pueblo al pasar de esta vida los horrores de laguerra civil. Cedió entonces, y suscribió aquel tes-tamento memorable que había de causar tantas des-venturas y calamidades á la España. Después de ha-ber escrito su nombre al pié del papel, rompió enlágrimas y dijo: Dios es quien da y quita los impe-rios. Ya no soy nada.

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N/131 MACAULAY.—GUERRA DE SUCESIÓN EN TIEMPO DE FELIPE V. 273El testamento permaneció secreto ios pocos dias

que mediaron hasta la muerte de Carlos, que ocurrióel 3 de Noviembre de 1700.

Todo Madrid se agolpó á las puertas del alcázar.Las antecámaras y salones de la regia morada sevieron invadidas luego al punto de grandes, títulosde Castilla y embajadores, ávidos de conocer las úl-timas disposiciones del Monarca difunto. Se abrióuna puerta y se presentó en el dintel el duque deÁbranles. Todos supieron entonces que el herederode la monarquía española era Felipe de Anjou. Car-los había dispuesto, además, que durante el inter-valo que pudiera mediar entre su muerte y la llega-da del sucesor se confiara el gobierno á un consejopresidido por el cardenal.

Luis XIV procedió como hubiera podido esperar-se. Fingió vacilar un espacio antes de infringir todaslas disposiciones del tratado de Repartición, y al finaceptó para su nieto el magnífico legado de Carlos.El nuevo soberano se apresuró á tomar posesión desus dominios; toda la corte de Francia lo acompañóhasta Sceaux, y sus hermanos vinieron con él hastala frontera, que consideraban como una expresióngeográfica desde el momento en que Luis XIV pro-pronunció las memorables palabras de ya no hayPirineos. Pocos años después, aquellas mismasmontañas eran teatro de una lucha sangrienta entreLuis XIV y el príncipe que la Francia enviaba en-tonces para regir los destinos do la nación española.

Si Carlos hubiera recorrido la Europa entera enbusca de un sucesor que se le pareciera moral éinteloctualmente, no habría podido hacer mejorelección. Felipe no estaba enfermizo como él, perosí era tan débil, tan indolente y tan supersticioso, yno tardó mucho en tornarse tan hipocondriaco yexcéntrico, aventajándole con exceso en punto áternura conyugal. Su primer pensamiento cuandolo proclamaron rey fue casarse, y cuando se hubocasado, desde el dia de sus bodas hasta el de lamuerte de la reina, tener siempre á su esposa cercade sí y hacer en todo su voluntad. Al fallecimientode ésta, su primera idea fue buscar otra. Se la pro-curaron; pero muy diferente de la anterior. Sinembargo, era su mujer, y Felipe estaba satisfecho,llegando con ella al extremo de no separarse de sulado jamás durante media hora, ni de dia ni denoche, enferma ó en buena salud, que se tratara deplaceres ó de negocios de Estado. Su inteligenciaera escasa, y la educación que había recibido, antesera ocasionada á debilitarla que no á robustecerla,como criado en la monótona magnificencia de Ver-salles. Su abuelo era tan despótico y tan aficionadoá la ostentación en sus relaciones con la familiacomo en sus actos públicos, y de esta suerte losprincipes que nacieron y crecieron á su vista fue-ron siempre taciturnos, huraños y torpes: todos,

TOMO VIH.

excepto ol duque de Borgoña, empezando por eldelfín y acabando por Felipe de Anjou, fueron hom-bres vulgares, sin energía ni fuerza de voluntad, ytan poco acostumbrados á juzgar por sí mismos delas cosas y menos aún á tener iniciativa, que la obe-diencia absoluta en todo y por todo era la baseindispensable á su bienestar. Cuando el nuevo reyde España quedó libre de aquella vigilancia y sumi-sión en que había vivido, pareció como un hombreque hubiera pasado gran parte de su existenciasujeto á la pared con un aparato, y que al soltarlocayera desplomado por serle necesaria ya aquellatraba para sostenerse. Mientras D. Felipe no tuvoesposa, no pudo hacer nada por sí; cuando la tuvo,sólo hizo la voluntad de su mujer.

En tanto que este niño débil y melancólico se di-rigía á Madrid, su abuelo desplegaba extraordinariaactividad; y aun cuando nada tenía que temer de uncombate singular con el emperador de Austria, sepreparó para medirse con él. Intimidó á los Estadosgenerales con un gran ejército y trató de tranquili-zar con buenas palabras al Gobierno inglés; peroGuillermo no cayó en el lazo: aborrecía mortal-mente á Luis XIV, y si hubiera podido dejarse lle-var de los impulsos de su corazón, le habría decla-rado la guerra desde que conoció el testamento deCarlos II; pero le ataba las manos el precepto cons-titucional.

En Inglaterra iba todo al gusto de Luis XIV. Losjefes del partido mhig habían abandonado el podery carecían por completo de popularidad á causa delmal resultado del tntado de Repartición. Los lorys,entre quienes se contaban hombres que tenían losojos fijos en Saint-Germain, constituían el Gobiernoy la mayoría de la Cámara de los Comunes. Guiller-mo, ü quien preocupaba por extremo el estado delos partidos, no era osado á pensar en la guerracontra Tos Borbones. Además de esto, adolecía degraves é incurables enfermedades, y todo hacíapresentir que antes de mucho se rompiera el lazoque unía su débil y gastado cuerpo á su alma indo-mable y ardiente. Si Luis lograba prolongar poralgún tiempo la paz, sus inmensos designios se ve-rían realizados probablemente. En aquel momentotan importante, el más importante de toda su vida,su orgullo y su pasión lo arrastraron á cometer unafalta que deshizo cuanto habían podido labrar cua-renta años de intrigas y victorias, produciendo ladesmembración del reino de su nieto y atrayendosobre el suyo propio la invasión, la bancarota y elhambre.

Antes de morir Jacobo II en Saint Germain,Luis XIV le hizo una postrera visita, y quedó tanconmovido de aquella solemne despedida y del do-lor de la reina, que, perdiendo de vista toda consi-deración política, y excitado de la compasión y de

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274 REVISTA KUKOPfiA. 2 7 DE AGOSTO HE 1 8 7 6 . N.° 131

cierta vanidad que no carecía de grandeza, recono-ció al principo de Gales como rey de Inglaterra.

La indignación que sintieron los castellanos alsaber que tres potencias extranjeras habían em-prendido la obra de arreglar la sucesión de España,no fue nada si se la compara con el furor de los in-gleses al saber que su buen vecino se había tomadoel trabajo de proporcionarles un rey. Whigs y iorysestuvieron unánimes en condenar la conducta de laFrancia. La ciudad de Londres fue la primera enlanzar el grito de guerra, y este grito halló eco entodos los confines del reino. Guillermo conoció quehabía llegado su hora; y aun cuando sus dolenciasy sufrimientos apenas le permitieran moverse, sualma estaba tan viril, enérgica y resuelta comocuando, á la edad de veintitrés años, desafió lasfuerzas unidas de Francia é Inglaterra. Abandonó LaHaya, donde se ocupaba en negociar con los Esta-dos y el emperador un tratado defensivo contra losdesignios ambiciosos de los Borbones, corrió áLondres, removió el Ministerio y disolvió el Parla-mento. La mayoría de la nueva Cámara estaba conel rey, y la nación se preparó activamente á laguerra.

Pero antes de que las hostilidades hubieran co-menzado vigorosamente, Guillermo ya no existía.Sin embargo, la gran alianza de los príncipes euro-peos contra la casa de Borbon quedaba hecha. «Elobrero había muerto, dice Burke, pero la obra esta-ba trazada con arreglo á los verdaderos principiosdel arte, y se puso en ejecución con el mismo espí-ritu.» El 15 de Mayo de 1702, se declaró la guerrade común acuerdo en Viena, Londres y La Haya.

Así se empeñó la gran lucha que agitó durantedoce años la Europa, desde el Vístula hasta el Océa-no Atlántico. Eran las dos coaliciones, bajo el puntode vista del territorio, de la riqueza y de la pobla-ción, de fuerza casi igual. De una parte se hallabanFrancia, España y Bayiera; de otra Inglaterra, Ho-landa, el Imperio y varias potencias secundarias.

La parte de la guerra que lord Mahon se ha pro-puesto referir es, en efecto, interesante, pero estambién la que tiene menos atractivo. En Italia,en Alemania y en los Países Bajos insignes genera-les disponían de grandes recursos. Se dieron bata-llas importantes y sangrientas. Unas en pcs deotras, se rindieron fortalezas formidables. La cadenade plazas fuertes belgas quedó rota; y por medio deuna serie regular y continua de operaciones, que seprolongaron durante algunos años, fueron arrojadoslos franceses de las orillas del Danubio y del Pó, yrechazados á sus provincias. *

En España, por el contrario, la guerra vino á seruna serie de acontecimientos sin conexión y enlaceaparente. Los caprichos de la fortuna semejaron álos que se suceden en los sueños. Las victorias y

las derrotas no iban seguidas de sus consecuenciasnaturales: los ejércitos surgían inesperadamente dela tierra y desaparecían de igual modo; sin embar-go, para lectores sensatos la guerra de España estal vez más interesante que las campañas de Mal-borough y de Eugenio; porque si la habilidad mili-tar decidió de la Suerte del Milanesado y de losPaíses Bajos,, las condiciones del carácter nacionaldecidieron de la suerte de España.

Cuando comenzó la guerra, se hallaba el jovenRey en la situación más deplorable. A su llegada áMadrid, encontró á Portocarrero al frente de losnegocios, y no creyó que debía reemplazar en ellosal hombre á quien debia la corona. El cardenal eraun intrigante, no un hombre de Estado. Había ad-quirido con los años grande habilidad para gober-nar de mil maneras los espíritus débiles por natu-raleza; pero en cuanto á la noble ciencia de gobier-no, en cuanto á las causas que pudieran influir enla grandeza ó decadencia de los imperios, las igno-raba de igual modo que su Rey y señor. Y es dignode llamar la atención y de ser estudiado el con-traste que ofrece su destreza en gobernar la con-ciencia de un Rey valetudinario y la incapacidad deque dio pruebas cuando se halló á la cabeza del go-bierno: En vano buscamos en qué se funda lordMahon cuando nos habla del cardenal como de unhombre «de admirable ingenio» y «de grandes fa-cultades.» Luis XIV lo juzgaba de muy diversomodo, y rara vez se engañaba en su apreciación delos caracteres. «Todo el mundo sabe, dice S. M. encarta á su embajador, cuan incapaz es el Cardenaly cuan desprestigiado se halla en su país.»

Hicióronse en España algunas miserables econo-mías, que arruinaron los individuos sin traer al Es-tado ninguna ventaja digna de ser tomada en cuen-ta. La policía fue cada vez más ineficaz. Los aven-tureros franceses vinieron á aumentar el desordenque reinaba en la capital. Estos miserables mirabaná los españoles como á raza conquistada, á la cuallos compatriotas del nuevo soberano podían impu-nemente, insultar y robar. El Rey pasaba la nochecomiendo y bebiendo, y el dia en la cama ; hablabaen el Consejo, y dejaba durante semanas enteras sinabrir los papeles más importantes. Al cabo se re-animó algún tanto, gracias á la única emoción deque fuera susceptible su indolente y apática natu-raleza. Su abuelo consintió en que se casara. Laelección fue feliz, porque recayó en María Luisa,princesa.de Saboya, hermosa y agraciada niña detrece años, mujer ya en lo físico y en lo moral. ElRey determinó ir á recibirla á Cataluña,jy abandonósu capital, de la que ya estaba hastiado. A su salidade Madrid, lo asaltó una horda de mendigos: seabrió paso entre ellos y llegó al cabo de algunosdias á Barcelona.

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N/131 MACAÜLAT.— GUERRA DE SUCESIÓN EN TIEMPO DH FELIPE V. 275Como sabía perfectamente Luis XIV que la Reina

gobernaría á Felipe, buscó quien fuese á propósitopara dirigir á la Reina. Nombró, pues, á la princesade los Ursinos camarera mayor, cargo importanteen el palacio de una Reina, y más aún siendo éstamuy amada de su marido. Era la princesa hija de unpar de Francia y viuda de un grande de España (elduque romano de Rracciano). Se hallaba, pues, porsu posición en las mejores condiciones para ser enMadrid un instrumento de la corte de Versalles. Elduque de Orleans la llamaba, pero en términos de-masiado groseros para que podamos repetirlos, elteniente del capitán Maintenon, nombre que le con-venía á maravilla. Soñaba con representar en Es-paña el papel que la Maintenon había representadoen Francia; mas, aun cuando por su saber y su ta-lento para la intriga se hallase, cuando monos, á laaltura de su modelo, carecía de imperio sobre símisma, de la calma necesaria y de la imperturbableigualdad de carácter que hizo de la viuda de un bu-fon la compañera del más altivo de los monarcas.La princesa tenía más de cincuenta años; pero aúnestaba orgullosa de la hermosura de sus ojos y de lasingular nobleza de su porte; vestía como una jo-ven, y sus intrigas amorosas prestaban asunto ácomentarios y hablillas en la corte. Era fina y elo-cuente, y estaba dotada de mucha fuerza de volun-tad. El mismo Saint-Simón confiesa que si se pro-ponía ganar á alguno á su partido era imposible re-sistir largo espacio al encanto de sus maneras y desu conversación.

Fáltanos espacio para referir cómo estableció yconservó su poder sobre la joven pareja á cuyolado se hallaba, y de qué manera llegó á ser tan po-derosa, que ni los ministros españoles ni los em-bajadores de Francia pudieron luchar con éxito con-tra ella; cómo Luis XIV se vio forzado á hacerle lacorte; eómo de Versalles recibió la orden de reti-rarse; cómo la Reina tomó la defensa de su favo-rita y el Rey el partido de la Reina, y cómo trasmuchos altercados, engaños, amenazas y ardidesacabó por arreglarse la querella. Volvamos, pues, áocuparnos de los sucesos de la guerra.

Cuando se preclamaron las hostilidades en Lon-dres, Viena y La Haya, D. Felipe se hallaba enÑapóles; que al fin, cediendo á las apremiantesrepresentaciones de Versalles, se había decidido Atrasladarse á sus Estados de Italia amenazados porel Emperador. La Reina ejerció las funciones de re-gente durante su ausencia; y, á pesar de su extre-mada juventud, apareció por lo menos tan apta paragobernar el¡*tino como su marido ó sus ministros.

En Agosto de 1702, una escuadra bajo las órdenesdel duque de Ormond, se presentó en Cádiz. Lasautoridades carecían de dinero y de tropas regula-res; mas el espíritu nacional suplió en cierto modo

lo que faltaba. Los nobles y la clase media adelan-taron recursos; los campesinos formaron lo que losescritores españoles llaman partidas de heroicospatriotas, y lo que el general Stanhope denomina«mala infantería.» Si los invasores hubieran proce-dido con enérgica prudencia, Cádiz habría sucum-bido probablemente; pero los jefes de la expediciónse hallaban divididos por rivalidades nacionales yde profesión; rivalidades de holandeses é ingleses,de tropas de tierra y de mar. El general holandésSparre era de mal carácter y propenso á sostener laopinión contraria á la de los demás; el inglés Be-llasys, á su vez, se apoderaba de los fondos y delos víveres. Lord Mahon atribuye el mal carácterdel holandés á la influencia de las instituciones re-publicanas de su país; mas observando este mismosistema, suponemos que atribuiría los hábitos derapacidad de Bellasys á la influencia de las institu-ciones aristocráticas y monárquicas de Inglaterra. Elduque de Ormond, que mandaba en jefe la expedi-ción, se mostró entonces, como en toda ocasión,falto de las cualidades necesarias para hacer frenteá grandes dificultades. La disciplina no se observa-ba; dejábase á los soldados robar ó insultar á aque-llos á quienes era más necesario atraer; se saqueabalas iglesias, se derribaba las imágenes, so ultrajabalas religiosas; y en lugar de imponer castigo á losautores de tales demasías, los oficiales participarondel saqueo, hasta que la escuadra, cargada, segúnla expresión de Stanhope, «de robos y de infamia»,dejó el teatro de la gloria de Essex, abandonandoá la venganza de sus compatriotas el único españolde calidad que se declaró en favor de los ingleses,y que fue ahorcado.

Iba la escuadra la vuelta de Inglaterra, nave-gando por las costas de Portugal, cuando supo elde Ormtikd que la ilota de América acababa de lle-gar á Europa, cargada do plata, y se había refugiadoen el puerto de Vigo, huyendo de ella. Decíase queel cargamento lo componían más de quince millo-nes de pesos en plata y oro, sin contar muchosotros objetos preciosos. La idea de saquearla calmólos ánimos, cortó las diferencias y puso término álas disputas. Holandeses é ingleses, generales y al-mirantes, todos deseaban ardientemente venir á lasmanos. Los españoles hubieran podido fácilmentesalvar sus riquezas desembarcándolas; pero, comoel comercio español tenía costumbre de no desem-barcar los galeones sino en Cádiz, el consulado deesta plaza, fiel al espíritu de monopolio, se negó,aun en tan crítica ocasión, á ceder un punto de susprivilegios. Llevóse el asunto al Consejo de Indias,el cual vaciló y deliberó un dia más de lo que de-biera. Se hicieron entre tanto algunos preparativosde defensa; dieron la guarnición de dos torres ar-ruinadas, establecidas á la entrada de la bahía de

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Vigo, algunos hombres mal armados y sin discipli-na; cerraron el puerto con una cadena, y los buquésde guerra franceses que habían escoltado los galeo-nes desde América, se acoderaron; pero todo fueinútil: los navios ingleses rompieron la cadena;Ormond y sus soldados subieron á los castillos; losfranceses quemaron sus bajeles y ganaron la orilla,y los vencedores se repartieron algunos millonesde pesos, perdiéndose Jo demás. Cuando los gáleo-'nes habían sido ya tomados ó destruidos llegó áVigo la autorización para proceder al desembarco.

Felipe regresó á Madrid á principios de 1713, ha-llando el Erario en peor estado que á su partida; alpueblo más descontento., y más formidable y teme-rosa que nunca la coalición. La pérdida de losgaleones había causado ur. gran déficit en las ren-tas. El almirante de Castilla, uno de los más pode-rosos vasallos de la Europa, se había refugiado enLisboa, prestando juramento de fidelidad al archidu-que. El rey de Portugal reconoció poco después á1). Carlos como rpy de España, y se preparó á de-fender con las 'armas los derechos de la casa deAustria.

Luis XIV, por su parte, envió en auxilio de sunieto un ejército de doce mil hombres á las órdenesdel duque de Berwick. Era el duque hijo de Jacobo IIy de Arabella Churchill: había crecido rodeado delas más lisonjeras esperanzas; pero la revoluciónque derribó á su padre del trono, cambió por com-pleto el curso de su vida. Berwick quedó reducidoá ser un emigrado, teniendo que renunciar á Ingla-terra; mas, desde aquel día, el campamento fue supatria y el honor militar su patriotismo. Al ennoble-cer de esta suerte su triste situación, y a) cum-plir como cumplió sus deberes de soldado aventu-rero, tuvo algo de la antigua grandeva; su fria yaustera virtud recordó siempre los tiempos deBruto. Las más temibles ocasiones no pudieronconmover siquiera su fidelidad militar, y fue inven-cible en todas las circunstancias de la vida. Así esque á pesar de haber combatido contra su tio ycontra su hermano, nunca se sospechó por nadieque fuera capaz de cometer una traición, ni siquieraun acto de debilidad.

A principios de 1704 un ejército compuesto deingleses, holandeses y lusitanos se reunió en ¡afrontera occidental de España. El archiduque Carlosacababa de llegar á Lisboa y se presentó en personaá la cabeza de sus tropas. La pericia militar deBerwick contuvo, durante la,campaña, á los aliadosbajo las órdenes de lord Galway; mas, en cambio,los ingleses tomaron un gran desquite en el Medio-día. Una flota de esta nación, á las órdenes de sirJorge Rooke, y que llevaba algunos regimientos dedesembarco mandados por el príncipe de Hesse-Darmstadt, se presenta frente á Gibraltar; y esta

plaza famosa, á la cual la naturaleza hizo inexpug-nable casi, y contra la que se han empleado en vanotodos los recursos del arte militar, fue conquistadade una manera tan fácil como si hubiera sido unaaldea situada en campo abierto. En vez de ejercerla mayor vigilancia su guarnición, pasaba el tiempoen el mayor abandono. Subieron por la peña algu-nos marineros; los españoles capitularon, y el pa-bellón inglés quedó plantado en aquellos baluartes,de donde nunca lograron arrancarlo ni los ejércitosni las escuadras combinadas de Francia y España.Rooke hizo después rumbo á Málaga, tuvo un com-bate en las inmediaciones del puerto con una flotafrancesa, y temó la vuelta de Inglaterra después dela batalla, cuyo éxito fue dudoso.

Pero acontecimientos más importantes estaban ápunto de verificarse. El gobierno inglés había deter-minado enviar á España una expedición bajo las ór-denes de Carlos Mordaunt, conde de Peterborough.Este hombre ha sido, si no la figura más grande dosu siglo, la más extraordinaria al menos, sin excep-tuar el rey de Suecia Carlos XII. Y, á la verdad, pué-dese llamar á Peterborough un Carlos XII culto, ins-truido y apasionado. Su valor era impetuoso como elde los franceses, y tenaz como el de los ingleses. Lafecunda actividad de su ingenio era incomparable,y se echaba de ver en todos los casos: en sus cam-pañas, en sus negociaciones, en su correspondenciafamiliar, en su conversación más frivola y menospreparada. Era buen amigo, enemigo generoso ycumplido caballero; pero su ligereza, su movilidad,su humor irritable, la enfermiza necesidad que sen-tía siempre de cambiar incesantemente de ocupa-ción y de asunto, hicieron casi inútiles para supatria sus grandes facultades y sus virtudes. Susdebilidades le causaron en más de una ocasióngraves inconvenientes y peligros, pues lo arrastra-ron hasta á cometer acciones completamente indig-nas de su noble y generoso carácter. La tranquili-dad y el reposo oran cosa para él insoportable. Legustaba recorrer la Europa á manera de corroo, yasí se le veía un domingo en La Haya, y en Viena eldomingo siguiente; luego, entrábale el deseo de verMadrid, y apenas llegaba, pedía sus caballos y re-gresaba á Copenhague. Nadie podía seguirlo; nin-

j guna dolencia era parte á detenerlo; la vejez, lasi enfermedades, una muerte inminente apenas hacíanj algun-efocto en su alma verdaderamente intrépida.I En los momentos mismos en que sufría la más horri-

ble operación quirúrgica, era su conversación tananimada como la de un joven que goza de la másenvidiable salud. Al dia siguiente de aquella opera-ción, y á pesar de los ruegos de sus facultativos,quiso emprender un viaje: parecía un cadáver; perola elasticidad de su temperamento le permitía so-portar fatigas y males que parecían capaces de

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N.° 4 31 MACAÜLAY -GUERRA DE SUCESIÓN EN TIEMPO DE FELIPE V. 277

matar al hombre más robusto. Necesitaba cambiarde ocupación como de lugar: gustábale dictar seisó siete cartas á un tiempo; y los que trabajaban conél decían que hablaba de todo con grande ingenio,pero apartándose á veces de su asunto. «LordPeterborough, escribe Pope, decía en sus cartas-infinidad de cosas bellas y agradables, pero erandemasiado alegres y lijeras; mientras que si Boling-broke tenía que escribir á un rey ó á un hombre deEstado, escogía el punto capital, lo ponía en elmás favorable aspecto y se servía de él de maneraque le diese el mejor resultado posible.» Lo quePeterborough era á Bolingbroke como escritor, loera á Malborough como general. En verdad fue elúltimo de los caballeros errantes, valiente hasta latemeridad, liberal hasta la profusión, cortés en lasrelaciones con sus enemigos, protector de los opri-midos y apasionado de las mujeres. Tuvo las virtu-des y los vicios de los caballeros de la Tabla redon-da, y no es posible pintar mejor su carácter quecitando los versos en que el autor del espiritualpoemita intitulado Monjes y Gigantes describe ásir Tristram:

«Su nacimiento, á lo que parece, según los cálcu-los de Merlin, tuvo lugar bajo la influencia de Ve-nus, Mercurio y Marte: su ingenio se componía detodos los atributos de estos dioses, y como estosplanetas era errante y poco estable. Corría de reinoen reino, sin detenerse nunca; ganaba coronas 6imperios para darlos luego al punto, como si elruido y movimiento de la lucha bastaran á recom-pensarlo de sus fatigas; no había hecho conquistasni aprovechádose de nada; su placer más grandeera, en un dia de fiesta, cabalgar triunfante y altivo,y arrojar puñados de oro á la multitud que lo acla-maba. Sus planes guerreros eran repentinos, impre-vistos, inexplicables para amigos y enemigos, ymás parecía que un pasajero capricho le hubieseinspirado el proyecto y aconsejado el golpe. Cuantomás débiles eran sus recursos y más miserables,mayor y más grande era su triunfo y su fortuna; ysiempre más dueño de sí mismo y monos embara-zado se veía, cuanto estaba más rodeado de escollos ,y de más fuertes y numerosos enemigos.»

En Junio de 1705 llegó á Lisboa este hombre no-table, seguido de cinco mil soldados holandeses ybritanos. El archiduque se embarcó en su navio conun séquito numeroso, que Peterborough obsequióespléndidamennte á sus expensas en el viaje. DoLisboa hizo rumbo la flota á Gibraltar, donde tomó ásu bordo al principe de Hesse-Darmstadt, y avanzóhacia el Nordeste, á lo largo de las costas de Es-paña.

El primer punto donde tocó la escuadra, despuésde su partida de Gibraltar, fue Altea, en la provinciade Valencia. El gobierno de D. Felipe había produ-

cido gran descontento en aquella parte, por cuyacausa fueron acogidos los invasores con entusiasmo,acudiendo en gran número las gentes dal campo conprovisiones al grito de: ¡Viva Carlos III! La vecinafortaleza de Denia se rindió sin hacer resistencia.

Con esto se inflamó la imaginación del caudilloinglés, y concibió la esperanza de acabar rápida-mente la guerra. Madrid se halla situado á cientocincuenta millas de Denia; no había en el trayectoapenas una plaza fuerte; las tropas de D. Felipe sehallaban en las fronteras de Portugal ó hacia laparte de Cataluña, y en la capital sólo contaba elmonarca para su defensa con algunos guardias. Peroun archiduque no podía prestar asentimiento á unproyecto que consistía en avanzar hacia el corazónde un gran reino, sin más ejército que siete milhombres. El príncipe de Hesse-Darmstadt, que bajoCarlos II había sido gobernador de Cataluña, y quese forjaba ilusiones respecto de su influencia en laprovincia, era de parecer que debían ir allí sin pér-dida do tiempo y atacar á Barcelona. Peterboroughestaba con las manos atadas, porque sus instruccio-nes le prescribían obediencia.

Llegó la escuadra á Barcelona el 16 de Agosto, yPeterborough vio entonces que la tarea encomen-dada á su cuidado y pericia por el archiduque y elpríncipe ofrecía dificultades insuperables casi. Lamar defendía una parte de la ciudad; de otra se ele-vaban las terribles fortificaciones de Monjuich, ytenían los muros tanta extensión, además, que ape-nas hubieran bastado para cercarla treinta mil hom-bres; la guarnición era tan numerosa como el ejér-cito sitiador; la mandaban los mejores oficiales deD. Felipe, y para colmo de desgracia las esperanzasque había fundado el príncipe de Darmstadt en unainsurrección general de Cataluña quedaron amarga-mente desvanecidas, no logrando allegar los invaso-res á su partido sino mil quinientos campesinos áquienes era forzoso pagar sus servicios á muy altoprecio.

Nunca se vio general en situación más lastimosaque la en que se hallaba entonces colocado Peter-borough. Se había opuesto siempre al sitio de Bar-celona, quedando en toda ocasión desestimadas lasrazones en que fundaba su dictamen, contrario alparecer de los demás; y ahora tenía que ejecutarun proyecto siempre reputado por él de impracti-cable, y cuando se hallaba su campo dividido enfacciones hostiles y todos lo censuraban acre-mente. Y mientras el archiduque y el príncipe lohacían cargos muy severos porque no comenzabael asedio de la ciudad sin más tardanza, aunque sinsugerirle ningún medio por el cual pudiera con7.000 hombres hacer la obra de 30.000, otros seindignaban de que sometiera su propia iniciativa ysus talentos militares á los planes ridículos y fan-

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tásticos de Carlos, disponiéndose á sacrificar sustropas para intentar lo imposible, y el general ho-landés manifestaba que, si tal cosa sucedía, los su-yos no se moverían de su puesto; que lord Peter-horough podría dar cuantas órdenes quisiera, peroque siendo temeraria la empresa de aquel cerco,no enviaría él sus hombros en busca de una muertesegura, cuando no existía la menor probabilidad desacar ventaja ninguna del sacrificio.

Al cabo, después de tres semanas de inacción,Peterborough dijo que se hallaba decidido á levan-tar el sitio. Embarcóse la artillería de grueso cali-bre, y se tomaron todas las providencias necesariaspara la retirada. Carlos y el príncipe de Hesse es-taban furiosos; pero la mayor parte de los oficialescensuraban á su general por haber tardado tantotiempo en decidirse por el partido que al fin juz-gaba necesario. El 12 de Setiembre hubo con estemotivo regocijos en Barcelona y fiestas popularespara celebrar el suceso, y el día siguiente, al des-puntar del alba, ondulaba sobre el castillo de Mont-juich la bandera inglesa: el ingenio de un hombrehabía hecho más que 40 batallones hubieran podidohacer.

A media noche fue Peterborough á buscar al prín-cipe de Hesse, con quien no hablaba siquiera tiempohacía, y le dijo:—Estoy resuelto á intentar el asalto;si os parece podéis acompañarnos, y entonces ve-réis si los mios y yo merecemos lo que os ha pla-cido decir de nosotros.—El de Darmstadt se quedóestupefacto, y aunque le manifestó que no creía enel resultado favorable de la empresa- se dispuso á ircon él, y, sin añadir más palabra, pidió su caballo.

Había el conde reunido bajo sus órdenes á 1.500soldados ingleses, y dispuesto que 1.000 más que-dasen de reserva cerca de un convento vecino, bajolas órdenes de Stanhope. Y después de rodear lascolinas, Peterborough y su pequeño ejército llega-ron á los muros de Monjuich, haciendo alto para es-perar el amanecer. Cuando el enemigo los vio,avanzó al foso exterior para rechazarlos; allí losesperaba Peterborough; sus hombres estaban pre-venidos; recibieron el fuego y se lanzaron adelante;saltaron al foso, pusieron en fuga la guarnición yentraron en las fortificaciones al mismo tiempo quelos fugitivos. Antes de que la guarnición volviesedo su sorpresa primera, el conde era dueño de lasobras exteriores, había cogido algunos cañones ylevantado un parapeto para defender á sus tropas.Hizo venir entonces la reserva de Stanhope, y mien-tras esperaba este refuerzo, anunciaron que 3.000hombres de Barcelona corrían á Monjuich. Acudióen persona para ver lo que era; mas apenas se ha-bía separado de sus soldados cuando quedaron és-tos sobrecogidos de pánico. La situación era muycrítica á decir verdad; los de Peterborough habían

llegado á Monjuich sin saber easi de qué modo;eran poco numerosos; su general se había alejado;les faltó con esto el valor y se prepararon á evacuarel fuerte. Afortunadamente llegó á noticia de Peter-borough en tiempo de evitar la retirada; y llegandoá galope hasta los fugitivos, les dirigió algunas pa-labras y se puso á su cabeza. El metal de su vozy su presencia les restituyeron el valor por entero,y volvieron á ocupar sus posiciones.

El príncipe de Hesse había perecido en medio deltumulto del asalto; salvo esta desgracia, todo ibabien. Con la llegada de Stanhope, las tropas quevenían de Barcelona se retiraron, y se desembarcóla artillería de grueso calibre, que sirvió para batirlas fortificaciones interiores de Monjuich. Poco ta dóen rendirse la plaza; y Peterborough, con su gene-rosidad acostumbrada, protegió á los soldados es-pañoles de la ferocidad de los ingleses, y tributógrandes honores á su rival el principo de Hesse.

Con la toma de Montjuich se inauguró una largay brillante serie de hechos de armas. Porque de allíá poco sucumbió Barcelona, y Peterborough tuvo lagloria de ganar con un puñado de hombres una delas más grandes y fuertes plazas de Europa. Cúpoletambién la gloria, no menos estimada de su carác-ter caballeresco, de salvar honor y vida á la her-mosa duquesa Pepoli, en ocasión que huía de labrutalidad de sus soldados. Durante su estancia enBarcelona supo aprovecharse de las rivalidadesque, de todo tiempo, han existido entre catalanesy castellanos para utilizarlas contra estos últimos;y garantizó á la provincia, cuya capital ocupaba, elgoce y ejercicio de sus antiguos derechos y liberta-des, ganando, merced á esta política, la voluntadde sus moradores á la causa de D. Carlos deAustria.

El llano se declaró en favor del Pretendiente, yTarragona, Tortosa, Gerona, Lérida y San Mateo leabrieron sus puertas. Y como el Gobierno españolenviara al conde de las Torres con 7.000 hombrespara reducir á San Mateo, Peterborough, seguidode 1.200 solamente, hizo levantar el cerco. Aconse-járonle sus oficiales que se contentase con un triunfotan brillante, y Carlos le instó para que volviese áBarcelona; pero todo fue inútil á contenerlo. Era lomás crudo del invierno, la tierra montañosa, loscaminos estaban intransitables casi, sn ejército malvestido, la caballería extenuada y el ejército que sebatía en retirada era más numeroso que el perse-guidor; pero no había dificultades ni peligros que nocedieran á la energía incontrastable de Peterbo-rough. Siguió, pues, su marcha de avance, picandola retaguardia de las Torres; Nules se rindió al sa-ber que se acercaba (1), y llegó á Valencia. Mas,

(1) 4 de Febrero de Í706.

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131 J . 0LMED1LLA. -CARBONELL. 279sabedor allí de que ua cuerpo de 4.000 hombres sedirigía á reunirse con el de las Torres, salió á me-dia noche de la ciudad, pasó el Júcar, llegó de im-proviso al campo enemigo y dispersó las tropas au-xiliares sin más tardanza. Los habitantes de Valen-cia, apenas daban fe á sus ojos cuando veían luegollegar los prisioneros.

Justamente alarmados los Gobiernos de Madrid yVersalles con la pérdida de Barcelona y el levanta-miento de los pueblos inmediatos, determinaronhacer un gran esfuerzo, y al efecto entró en Cata-luña numeroso ejército bajo las órdenes de Felipe,que lo acaudillaba en jefe, y del mariscal de Tessé,que lo dirigía en realidad. Una flota, mandada porel conde de Toulouse, hijo natural de Luis XIV, sepresentó en el puerto de Barcelona; y así, por mary tierra fue sitiada la ciudad al mismo tiempo,viéndose por tal manera en grandísimo peligro lapersona del archiduque. Súpolo Peterborough yacudió á marchas forzadas desde Valencia á la ca-beza de 3.000 hombres; y como con iuerzas tanescasas hubiera sido locura presentar batalla á ungran ejército de tropas regulares, á cuyo frente sehallaba un mariscal de Francia, el conde hizo laguerra á la manera de los Minas y Empecinados denuestro tiempo, apostándose en las vecinas monta-ñas, acosando al enemigo sin cesar, cortando laretirada á los rezagados y Loda comunicación inte-rior á los demás, y aprovechando las ocasiones dehacer entrar en la plaza víveres y refuerzos. Maspoco tardó en comprender que la única esperanzade los sitiados estaba en el puerto. Y como las ór-denes que tenia del Gobierno inglés le daban elmando supremo, no sólo sobre las tropas de tierra,sino también sobre la escuadra cuando se hallase ábordo, se embarcó una noche en una chalupa sincomunicar á nadie su proyecto, y á pocas leguas dela costa encontró á uno de ios navios de la escua-dra. Apenas hubo pisado el entrepuente, manifestóque tomaba el mando en jefe de las fuerzas nava-les, y despachó una chalupa con sus órdenes alalmirante. Si estas disposiciones se hubieran dadoalgunas horas antes, la flota francesa habría caidoen poder del enemigo; pero el conde de Toulousetuvo tiempo de hacerse á la mar. Sin embargo, elpuerto quedaba libre, y con esto la ciudad, porqueal dia siguiente los franceses levantaron el sitio yse retiraron al Rosellon. Peterborough regresó muyluego a Valencia, su ciudad predilecta en España, yFelipe, que había permanecido algunas semanasseparado de su mnjer, no pudiendo soportar mástiempo tan prolongada separación, volvió á reunirseá ella en Madrid.

Pero ya no podía permanecer en Madrid. Eléxito verdaderamente prodigioso que habían alcan-zado las armas de Peterborough en la costa orien-

tal de la Península, logró despertar la emulaciónen el indolente y apático Galway, que avanzó haciael corazón de España con su ejército. Berwiek seretiró; y Alcántara, Ciudad-Bodrigo y Salamancaquedaron en poder de los conquistadores, que sedirigieron á la capital.

Entonces aconsejaron sus ministros á D. Felipeque trasladase su corte á Burgos. Las avanzadas delos aliados se veían ya desde Madrid, y se sabía quelas seguía de cerca el grueso del ejército. Los re-yes abandonaron, pues, su habitual residencia, yllegaron á Valladolid, después de haber viajadoocho dias bajo un sol canicular, por malos cami-nos, albergándose ocho noches consecutivas en mi-serables aposentos, y de estar á punto de perecerentre los escombros de una habitación en que serecogieron y que se desplomó sobre ellos. Entretanto los conquistadores hacían su entrada triunfalen Madrid, y proclamaban al archiduque por rey dolas Españas. Aragón, siempre coloso del ascendien-te de Castilla, siguió el ejemplo de Cataluña; Zara-goza se sublevó sin haber visto un enemigo; y elgobernador que 1). Felipe había puesto en Cartage-na le hizo traición y entregó á los aliados'el mejorarsenal y los últimos barcos que poseía la nación.

MACAULAY.

(Concluirá.)Trad. de M. JUDERÍAS BENDI5U.

CARBONELL.

Había ya trascurrido más de la mitad del si-glo XVIII. Las ciencias físicas y naturales se encon-traban en un estado de lamentable atraso, soste-nido, ühitre otras causas, por la escasa considera-ción que se tributaba á los que se dedicaban á ellas.¿Qué abnegación no era necesaria para abandonarel florido campo de las ciencias morales y políti-cas, que ofrecían por do quiera no escasos halagosá sus cultivadores, y entregarse al aparentementemolesto estudio de las ciencias de experimenta-ción, donde no esperaban ni el aplauso público nilos altos puestos de la política, sino la pura satis-facción del platónico amor de la ciencia por lo quees en sí?

En efecto, la falta de premio es á veces causa deque no haya investigadores en determinados cam-dos del saber; y es preciso imbuir la idea, de quetodas las manifestaciones de la inteligencia soniguales en grandeza, lo mismo el sabio que con-sume sus horas en el laboratorio ó discurriendopor los campos en pos de objetos naturales que en-riquezcan una colección, como el poeta de preclaroingenio, de cuya brillante pluma brotan raudales

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inmensos de encantadoras imágenes, al modo quedo un grupo de vistosísimas flores surge rico ma -nantial de cristalinas aguas, viéndose en cada gotalos cambiantes de luz que pudiera ofrecernos des-lumbrador diamante.

En el número de los sabios, más atentos al cul-tivo de la ciencia en sí misma que al esplendor quela rodea, se hallaba D. Francisco Carbonell y Bravo,una de las glorias de España y de la ciudad de Bar-celona, donde nació el 5 de Octubre de 1768. Des-lizáronse sus primeros años en preliminares estu-dios de humanidades, retórica y filosofía en el Se-minario tridentino de la referida ciudad, donde yase dio á conocer por su no común talento y aplica-ción asidua, para dedicarse más larde al estudio dela matemática, desde las ideas más sencillas hastalas más sublimes abstracciones del cálculo. En estelinaje de estudios fue donde dio á conocer su ta-lento claro y de aptitud especial para tan abstrusaciencia, donde las verdades tienen singular enlace,sin ser posible solución alguna de continuidad enla extensa cadena que las forma.

El padre de Carbonell era farmacéutico, y bajo sudirección comenzó los estudios teóricos y prácticosde una ciencia en la cual tan alto renombre alcanzóy tanto contribuyó con sus luces á progresar yenaltecer. El 29 de Enero do 1789, apenas cumpli-dos cinco lustros, recibió el título de farmacéutico,después de unos brillantes exámenes que verificóante la Junta de farmacia de Barcelona. Pero enesta ciudad no existían grandes laboratorios ni mu-seos extensos donde pudiera perfeccionarse en losconocimientos de su nueva carrera; así es que, ávidode respirar más dilatada atmósfera y de colocarseal nivel de la ciencia moderna, so trasladó á Madridpara llenar tan laudable deseo, en cuya traslaciónadquirió gran cosecha de conocimientos que des-pués habia de utilizar en bien de la ciencia con elsuperior talento sintético de que fuera dotado porNaturaleza.

Es de advertir que antes de esta época, mercedá su especialísima aplicación y claro ingenio, le ha-bía condecorado la Universidad de Palma de Ma-llorca, en 4 de Setiembre de 1785, con el título deDoctor en Filosofía, distinción pocas veces otorga-da á tan prematura edad, pues no debe olvidarseque sólo contaba Carbonell en aquella época diezy siete años. Con sólo anotar este dato, basta paracomprender que ya en sus albores se manifestabaaquella inteligencia muy superior á la generalidad,y que tan frondosa primavera no podía menos de serprecursora de abundante otoño, rico en copiosos ysazonadísimos frutos.

Cuando hubo llegado á Madrid se presentó á unosejercicios de oposición á una plaza de la real botica,pero no alcanzó el puesto á que aspiraba. Nada tiene

esto de extraño, porque, a nuestro entender, no esla fortuna de un momento dado lo que puede justi-preciar el mérito; así es que vemos con frecuenciajóvenes brillantes deslucirse en los ejercicios de uncertamen, mientras que otros muy inferiores á ellosen ciencia, aunque superiores en audacia, llenanmejorías exigencias del acto.

Sin embargo, no se desanimó por eso Carbonell,sino, por el contrario, continuó sus estudios conahínco y asistió á las cátedras de física experimen-tal, química, mineralogía y botánica, siendo esti-madísimo de sus profesores, que veían desde luegolos rápidos progresos que diariamente hacía en es-tas ciencias, donde estaba llamado á ser una de susgrandes lumbreras, para orgullo de la nación queha tenido la dicha de contarle entre sus hijos.

Por entonces le abrieron sus puertas dos corpo-raciones científicas, el Colegio de farmacéuticos de

1 Madrid y la Academia médica matritense, honrán-dose los distinguidos hombres de ciencia que á es-tos cuerpos pertenecían con llamar compañero alnuevo socio, apenas salido de la adolescencia, cuyafama comenzaba á extenderse por el público ilus-trado, no sólo de su país natal, sino del reino en-tero; lo cual es tanto más de tener en cuenta aten-dida la escasa publicidad que á las ideas entoncesse daba, por no existir apenas el periodismo, que,aparte de sus extravíos, no puede negarse queconstituye una de las principales vías de cultura ycivilización de un pueblo.

La ambición de Carbonell no se hallaba con esosatisfecha, y por eso emprende la carrera de medi-cina en la Universidad de Huesca, en donde recibióel grado do Doctor en 1795. De allí pasó á Barcelona,donde asistió tres años al Colegio de cirugía, y máslardo á Montpeller, para escuchar las sapientísimaslecciones de aquellos catedráticos de fama univer-sal y adquirir asimismo el grado de Doctor en me-dicina en la facultad de Montpeller, dejando gratorecuerdo de su estancia, como la había dejado á suuaao por las cátedras de Barcelona, Madrid y Huesca.Compartía sin embargo sus horas entre los estudiosde medicina y los de farmacia, química ó historianatural.

Vuelto á Barcelona, fue nombrado por el Colegiode farmacéuticos Cónsul, ó sea uno de los cargosmás importantes de la corporación, y allí lució suseminentes dotes de hombre científico en las intere-santes discusiones que con frecuencia tuvieron lu-gar, aportando el cúmulo de conocimientos ad-quiridos en los diversos ramos del saber que habíacultivado, los cuales brotaban de su privilegiadoingenio, hábilmente combinados y con la originali-dad impresa en todos sus detalles, al modo que lassemillas de una planta á tierra lejana trasportadasdan por resultado vegetales de magnitud diversa,

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de matices y fragancia vanados, de virtudes dife-rentes.

Carbonell publicó el año 1796 la primera ediciónde su obra titulada Elementos de Farmacia, librode gran importancia, donde expone la ciencia conespecialísimo método, y que fue acogido con gene-ral aplauso entre las personas sensatas, como loprueban los repetidos elogios que de todas partesla tributaron, entre ellos, algunos catedráticos de laEscuela de Farmacia de Paris. En la referida obradivide todas las operaciones farmacéuticas en cua-tro grupos, que son: división, extracción, mixtión ycombinación, y en la preparación de todo medica-mento debería figurar necesariamente alguna ope-ración comprendida en uno de estos cuatro grupos.Fue reimpresa la obra diferentes veces, y Pomet latradujo al francas, lo cual habla muy alto en elogiosuyo, pues sabido es el concepto que tienen los ex-tranjeros del escaso nivel á que se halla-la cienciaen España, para merecer la traducción de ur.a obraque haya visto la luz del lado acá del Pirineo.

Consideró Carbonell que la obra del farmacéuticofrancés Baumó se hallaba muy distante de la perfec-ción exigida por los adelantos de la química, porcuyo motivo se decidió á publicar sus Elementos,deseoso de proporcionar utilidad á los noveles queal estudio de la farmacia se dedican, con objelo daque funden sus conocimientos en las ciencias físicasy naturales, base de la especialidad á que se con-sagran, única manera de llegar á ser dignos de po-seer honroso título y de ejercer con decoro su pro-fesión.

En el año 1800 publicó la tercera edición, dedi-cada á la Real Junta superior gubernativa de Far-macia, y también se hizo de la misma edición unaversión francesa por Cloquet, y en 1824 salió á luzla cuarta en España, extraordinariamente aumen-tada, en términos de haber sido una de las fuentesá que acudieron Hcnry y Guibourt para la redacciónde su Farmacopea razonada. No consideramos exen-ta de defectos la obra de Carbonell, sobre todo mi-rándola á travos del prisma de la ciencia contem-poránea, pero desde luego la juzgamos muy dignade figurar como una de las primeras de su época yde ser con fruto consultada en no poco frecuentenúmero de ocasiones.

Establecida por la Junta de comercio de Baree-lona una cátedra de química aplicada á las artes,fue nombrado para desempeñarla en 1803 Carbo-nell. Trabajó extraordinariamente en la formacióndel laboratorio de la misma, hasta el punto de lle-gar á constituir un verdadero arsenal de la ense-ñanza, muy al nivel de los conocimientos de la épo-ca. Ocurrió por entonces á Carbonell un desgra-ciado accidente, de esos á que están mjy expuestoslos que se dedican á la química práctica. El 8 de

Junio de 1805 quiso demostrar experimentalmentela síntesis del agua con objeto de comprobar lacomposición de la misma, que ya el análisis habíasuministrado. En un voluminoso globo de cristalestaba contenido el hidrógeno, de cuya vasija debíasalir este gas por un tubo provisto de una llave, yen el extremo del referido tubo, quemándose el hi-drógeno, daba origen al agua que se condensaba enforma de clarísimo rocío en un cuerpo enfriado.Pero un descuido que cometió la persona que le au-xiliaba en la operación, dejando entrar en el globode vidrio una pequeña cantidad do aire, dio por re-sullado la formación de mezcla detonante que pro-dujo terrible explosión y la ruptura en multitud defragmentos del globo de vidrio. Hubo algunos heri-dos de gravedad entre los concurrentes, pero Car-bonell quedó por completo desfigurado y con lapérdida de un ojo. No faltó entre sus enemigosquien atribuyese el accidente á impericia; mas debeprotestarse con energía de aserto tan gratuito. Sa-bido es que había asistido á los principales labora-torios de España y del extranjero á la sazón en queocurría lo que referimos, y, por consiguiente, nopasó por alio en el experimento ninguna precau-ción. Pero durante un breve espacio, mientras ól nolo observaba, fue cuando por escaso cuidado de lapersona de quien se valía, se verificó la entrada deuna corta cantidad de aire en el aparato y ocurrió elfracaso, que no fue motivo para retraer á Carbonellde continuar sus trabajos de química experimental.

Asi es que la cátedra, como dice uno de sus eru-ditos biógrafos, fue durante algunos años el princi-pal teatro de sus glorias, acreditando sus vastos co-nocimientos, y sobre todo, la inflexible lógica quepresidía en todas sus explicaciones, su luminosaconcisión y claridad de lenguaje. Distinguíase asi-mismo p*or lo ameno de su trato y lo comunicativocon sus discípulos, lo cual no es muy frecuente enios catalanes, que son capaces de sacrificarse enaras de la amistad y del saber, que tienen una labo-riosidad superior á todas las comarcas de España,que ha» heredado el heroico y legendario valor doRoger de Flor en los combates, pero que al lado deestas grandes y sublimes cualidades son partidariosdel afecto sin manifestaciones externas, concen-trando la amistad en el seno de su conciencia,como concentran su actividad en el seno del ince-sante trabajo.

Nadie puede disputar á Carbonell la gloria de ha-ber sido uno de los que primero han contribuido ála propagación de los conocimientos químicos ennuestro país, por medio de la cátedra y del libro,publicando numerosos opúsculos y traduciendo al-gunas obras, entre las que deben citarse la de Quí-mica aplicada á las artes, de Chaptal.

Conocedor de la enseñanza, dio á luz una Memo-

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ria que, con el título de Ensayo de wn plan generalde las ciencias naturales en España, dilucida de unmodo razonado este importante asunto; y poco des-pués tradujo un opúsculo de Fourcroy, titulado:Discurso sobre la unión de la química y la farmacia,cuyo trabajo leyó este eminente químico en el actode su admisión en la Sociedad de Farmacia de París.

Carbonell mereció distinciones honrosas durantesu vida. Los monarcas !e dieron señaladas muestrasdel aprecio que de su talento hacían, las corpora-ciones científicas y populares le señalaron los car-gos de confianza y de interés. Del mismo modoalgunas .de las principales sociedades extranjerasse apresuraron á honrar la lista de sus socios consu nombre. Así es que la Sociedad de Farmacia deParis, la de Ciencias y Bellas Artes deMontpeller, lade Agricultura, Comercio y Artes de Narbona lecontaban en el número de sus corresponsales. Hoyfigura su retrato en el techo del paraninfo de laUniversidad central al lado de los más eminentesvarones que han iluminado con el resplandor de sugenio todos los ramos del saber.

Hó aquí, pues, á grandísimos rasgos bosquejadala vida científica de una de nuestras glorias nacio-nales. Sus discípulos, entre los que se cuentan natu-ralistas y químicos de gran talla, los cuales han po-dido más que nadie apreciar de cerca el inmensovaler del sabio español, pudieron muy bien decir el15 de Noviembre de 1837, dia en que espiró Carbo-nell: Hoy baja á la tumba una de las lumbreras cien-tíficas del primer tercio de nuestro siglo; hoy co-mienza para nosotros la obra de honrar á nuestromaestro enseñando al mundo que somos sus dig-nos discípulos.

JOAQUÍN OLMEDILLA Y PUIG.

DN PASEO POR M A R R U E C O S .

XII. *

Mogador, 23 Agosto 18K.

En mi últimy carta anuncié á usted que en éstame ocuparía de los países independientes del Sur yy Guad-Nun, valiéndome para ello de las noticiasque me han dado los indígenas y de las que yomismo he podido adquirir en un viaje que el añopasado hice por mar á lo largo de la costa de Tek-na, pues estoy convencido de lo necesario que espara los que entre nosotros se dedican al comercioel conocimiento exacto de estos países; pero nuncapensé que mi trabajo tuviera el mérito de la opor-tunidad, hasta que al recibir el correo veo entre los

• Véanse los núms. 123, 124, |26, 128, 129 y 130, págs. 27, 48,121, 168, 210 y 244.

periódicos, en un número del Gibraltar Guardiandel 20 del corriente mes, un suelto que dice así:

«El correo de Canarias, cuyas noticias alcanzanal 9 de este mes, dice se había iniciado el proyectode una sociedad para establecer en la costa deÁfrica factorías comerciales situadas fuera del ter-ritorio de Marruecos, y entendiéndose la empresacon las tribus de Sahara.»

Es decir, que mientras yo me preparaba á en-cender un fósforo para alumbrar el camino, nues-tros activos y emprendedores Canarios se disponená entrar por una senda en la que de seguro han deencontrar inagotables manantiales.

Esto me anima á proseguir mi empezada tarea, yquizás con el modesto fósforo, que procuraré alzartodo lo que sea posible para que desde lejos sevea, otros con más dotes encenderán el faro que hade iluminar los nuevos horizontes que preparannuestros industriosos paisanos.

Pero no crea usted qué será todo llegar y besarel santo; hay por el contrario grandes dificultadesque vencer y no pocos peligros que arrostrar, sien-do necesario, para que la empresa no fracase, mu-cho conocimiento del país, mucho tacto, muchaenergía, unida á una gran prudencia, y con todoesto el apoyo decidido del Gobierno.

Pero dejando á un lado las lecciones que sin pe-dírmelas nadie me he metido á dar, volvamos lisa yllanamente á mi propósito, como si tal sociedad nose hubiera formado en Canarias, que después detodo no sería de extrañar, pues grillas más gordasque esa nos dispara cada dia la prensa y se quedatan fresca, y nosotros, convencidos ó no, tan con-tentos como antes.

Ya dije á usted, hablando de la fundación de Mo-gador, que las kábilas del campo de Agadir eran taninsubordinadas, que el emperador Mohamed, paracastigarlas, había echado los cimientos de un nuevopuerto, cerrando el de Agadir al comercio, hacién-doles de esta suerte más pobres, porque producíanmás caro, pues los artículos del país, para encontrarventa, tenían que gravarse con un largo y costosoviaje, y con las mismas condiciones llegaban á susmanos los géneros de Europa.

Estas turbulentas kábilas están apostadas en lagran cordillera del Atlas, que surgiendo del mar encabo Gir, sube inclinándose hacia el Noreste en unaextensión de muchos grados hasta tropezar con lasfronteras argelinas.

Tras de estas montañas empieza lo misterioso, lodesconocido; ellas son la pared que separa al mundoreal del maravilloso jardín do las Hespérides.

Al Norte de las montañas están Marruecos, Mequi-nez, Fez y todos los puertos de que he hablado áusted .durante la relación de mi viaje. Todos estossitios han sido visitados por los europeos; la geo-

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N.° 131 J . ALVAREZ PÉREZ. UN PASEO POR MARRUECOS. 283

grafía los conoce en gran parte, y con más ó menososcuridad conservan su historia.

Al Sur de las montañas están Agadir, Tarudant,Tafilete, Tumbuctú, el desierto, lo desconocido, lofabuloso. La geografía apenas se ha atrevido á mar-car aquí y allí algunos puntos aislados; fuera del li-toral no tenemos nociones precisas de la tierra, y suhistoria no es ya confusa, sino por completo des-conocida.

Sin embargo, adheridas á los anales de Marrue-cos encontramos algunas páginas que, si bien noarrojan luz bastante para enseñarnos lo que fueronaquellos pueblos, podrán quizás en lo porvenir ser-vir de base para estudios más serios.

Los bereberes habitaban el país cuando lo inva-dieron los árabes, y usted sabe con qué brío y tena-cidad se resistieron á sufrir el yugo de los conquis-tadores.

Los descendientes de Solimán, hermano de Moha-med el Probo, se esparcieron por el Sur y penetra-ron hasta el Sus-el-Aksa, cuya capital era Tarudanty que se llamaba así para diferenciarla de Sus-el-Adna, que es el terreno comprendido entre los riosMoluya y Morveya, mientras que los límites de laprimera, única que hoy conserva su nombre, eranTedia y Gebel Derén.

De allí salió Edris para Tánger, disfrazado con untraje de lana y un turbante grosero, y poniéndose ála cabeza de la tribu de Guaraba, la más poderosadelMorgreb, fundó la dinastía do los Husenitas, y alaño siguiente de su coronación (789 de J. C.) em-prendió una nueva campaña para someter los bere-beres cristianos y judíos que estaban atrincheradosen montañas é inaccesibles castillos, siendo tantasu constancia y pericia en el arte de la guerra, quelos venció y degolló á los que no quisieron hacersecristianos.

Por entóneos los bereberes estaban en paz conlos árabes, aun cuando según parece se gobernabanaparte, pues en Rut-el-Cartas encuentro que mien-tras Khanza, la esposa de Edris, daba á luz al here-dero del trono á la sazón vacante, el fiel esclavoRachid estaba á la cabeza de los bereberes, los cua-les le asesinaron el año 803 de nuestra era, reem-plazándole en los negocios Aben Kabeb Ben ¥6zidlien Elias el Hamudi, que en 20 días obligó alas tri-bus bereberes á reconocer la sobe-ranía de Edris.

El nuevo soberano, que no sabía hablar más queel árabe, excluyó á los bereberes de los honores yempleos públicos, teniéndolos durante su vida bas-tante sujetos.

A su muerte ocurrieron bastantes turbaciones enel Imperio, figurando en ellas los bereberes, que tanpronto ayudaban á un bando como al otro, lograndocon esta conducta establecer su independencia, puesya en el reinado de Emir Hach Abu Hainet se go-

bernaban por sí en S>gilniesa, teniendo á su frenteá Menader el Berebere.

Durante el reinado del Emir Hasen Ben Keummimperaba en esta ciudad Ben Medrar el Safyrij, quepretendía ser Califa, se titulaba Emir de los creyen-tes y so hacía llamar el Ghaker Billah (el recono-cido A Dios), que fue muerto por Ismael el Rumy (elcristiano), general del verdadero Emir, el cual tomóá Sijilmesa y dispersó alas tribus berberiscas.

Estas, sin embargo, se refugiaron en el desierto,donde había un reino poderoso que ocupaba un es-pacio de país de siete meses de marcha á lo largo,por cuatro meses de marcha i lo ancho, cuyo primerrey fue Tlutan.

Sucedió á este poderoso rey el Emir Jeya BenOrnar, que en 447 se apoderó de todo el Sahara y lamayor parte de las poblaciones del Sudan, Sigilme-say Draa.,

Su hijo, primo del famoso Jusef Ben Tachjin, in-vadió el país do Gesula, y se apoderó de las ciuda-des de Masa y Tarudant, con lo cual se hizo dueñodel Sus, y extendió sus armas por toda la provinciade Marruecos, de modo que por segunda vez vemosá los Bereberes salir del desierto, unir las dispersastribus é invadir el país ocupado por los conquista-dores. • /

A ésto sucedió Abu-Beker,,que obligado á acudiral desierto por una insurrección de aquellas tribus,dejó el mando de las provincias de Marruecos áJusef Ben Tachjin, el cual, valiéndose de la oca-sión, se alzó con el reino, dejando á Abu-Beker lasprovincias del Sahara, donde murió de un flechazoel año 1087 de J. C, por cuya causa Jusef heredótodo el Imperio.

Durante el reinado de Alí, hijo do Jusef, los delSus se sublevaron de nuevo, y desde entonces fue-ron instiles cuantos esfuerzos hicieron para some-terlos los soberanos del África occidental.

Abu üabus, famoso capitán almohada, queriendoalzarse con el Imperio, cuyo peso no podían so-portar los débiles hombros de Alu Haffs, llamó ensu ayuda á los belicosos Berberiscos, que sentaron,tras largas luchas, en el trono de Fez á su jefe Ju-sufJacob.

A la caida de los Benimerines se segregaron denuevo las tribus Berberiscas del imperio Marroquí,declarándose independientes muchos Chekgs, for-mando pequeños Estados, entre los cuales los másnotables fueron los de Sijilmesa y el Sus, de cuyoúltimo punto se proclamó soberano un Sherif, elcual derrotó al rey de Fez en los campos de Bab-Cuba, donde murió luchando por ajena causa el des-graciado Boadil, último rey de Granada.

Dueños los Sherifes del campo, recobraron áAgadir, que con otras ciudades de la costa poseíanlos Portugueses, y establecieron su poder sobre

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sólidas bases, extendiendo sus dominios MuleyMamet hasta los desiertos del Sahara, conquistandoen varias campañas á Tegmarin, Tuat, Tumbuctú yotros puntos hasta las fronteras de Guinea.

Poco á poco, merced á las continuas luchas ci-viles que desgarraban el país, fueron los Bereberessacudiendo el yugo de los conquistadores, hasta elpunto de que el ilustrado Muley Solimán, al dar lalibertad á todos los Cristianos cautivos en su Impe-rio, se comprometió también á rescatar los que ca-yesen en poder de los pueblos independientes delSus y del desierto.

Esto lo confirma el artículo 18 del tratado de pazy comercio firmado el 28 de Mayo de ¡767, y quevoy á copiar, porque para más adelante importa sa-ber cuáles han sido hace mucho tiempo las cons-tantes aspiraciones de España. El citado artículodice así:

«Su Majestad Imperial se aparta de deliberar so-bre el establecimiento que S. M. O. quiere fundaral Sur del rio Nun, pues no puede hacerse respon-sable de los accidentes ó desgracias que sucedie-ren á causa de no llegar allá sus dominios y ser lagente que habita el país errante y feroz, que siem-pre ha ofendido y aprisionado á los Canarios. DeSanta Cruz al Norte, S. M. Imperial concede á éstosy á los Españoles la ppsca, sin permitir que nin-guna otra nación la ejecute en ninguna parte de lacosta, que quedará enteramente por aquellos.»

En el artículo 22 del tratado de 1799 se compro-meten los soberanos Marroquíes libertar las tripu-laciones de los buques que tengan la desgracia denaufragar en el rio Nun y su costa, donde no ejerce

Mientras esto sucedía por Marruecos, los Españo-les habían descubierto y conquistado las Canarias,y vencida la resistencia de sus naturales, nuestrosguerreros hacían entradas y correrías por las costasde África para proveerse de esclavos negros ó Ber-beriscos, que en la raza y color se paraban pocolos soldados de Herrera, llegando á extenderseesta costumbre desde Lanzarote á las otras islas,i;n las cuales, a' tomar carta de naturaleza, adqui-rieron tal importancia, que las expediciones de estegénero se organizaban en gran escala en Las Pal-mas, autorizadas por una Real cédula da 1505.

Antes de esto, D. Alonso de Lugo proyectó esta-blecerse en la costa para más á mansalva hacer susentradas por tierra de moros, y aun cuando pareceque no pudo lograrlo, señaló el camino á D. Diego deHerrera, que, más afortunado, construyó una torreen Santa Cruz de Mar pequeña, que después de ha-ber pasado al dominio de la corona, fue mejorada ymejor fortificada por D. Alonso Fajardo, gobernadorde la Gran Canaria en 1492.

En 1524 los moros arrasaron la torre, cuyas

ruinas se ven hoy en un sitio llamado Sebonia, céreadel rio Asaca, y, según me ha dicho un moro deaquel país, á los habitantes de Sebonia los llamancristianos para denostarlos, porque no sé con quéfundamento, suponen que descienden de los habi-tantes de la torre.

A fuerza de ser hechos esclavos, los Bereberesaprendieron de nosotros á traficar con carne huma-na, y desde entonces todos los que tenían la des-gracia de naufragar en las costas por ellos domina-das, perdían la libertad, que no recobraban sino ácosta de un crecido rescate, por lo cual estas playaseran y son aún hoy el terror de los navegantes.

El 30 de Mayo de 1819 naufragó, no lejos del caboBojador, la corbeta francesa Sofía, y presos sustripulantes por los indígenas, fueron vendidos alChekg de Guad Hun, llamado el Beiruk.

Este jefe, que debía sor algo más civilizado quesus paisanos, aspiraba abrir sus puertos al comer-cio europeo, librándose así del tributo que pagabaá Marruecos por el forzoso tránsito de las mercan-cías que mandaba y recibía de Europa por las tier-ras del Imperio; y al efecto, al paso que trataba delrescate de los cautivos, quiso entablar, por mediode uno ellos, relaciones con Francia; pero cuandolos náufragos se vieron en libertad, no pensaronmás en el Chekg Beiruk, cuya primera tentativa notuvo resultado.

Diez y siete años más tarde, un nuevo viajero, unmártir de la ciencia, el inglés Davidson, que murióasesinado en las fronteras del desierto por la nó-mada tribu de Arib, aportó á Glimim (capital de GuadNun) y fue recibido con gran agasajo por el ChekgBeiruk, que renovando sus planes, logró entusias-mar al sabio viajero, el cual decidió á su gobiernoá mandar el Scorpion, de la marina real, con rega-los consistentes en armas, telas de fabricación in-glesa, azúcar y té; pero la expedición, que tuvo lu-gar en Diciembre de 1836, no dio resultado, á causade los grandes temporales que sufrió, los cualesobligaron al Scorpion, á regresar á Inglaterra conserias averias.

En 1837 reanudó el Beiruk las negociaciones conFrancia por medio del cónsul en Mogador M. Dela-porlB; y después de cuatro años vino á explorar lacosta la cañonera Malouine, mandada por M. Boüet,el cual, como el Scorpion, -íio pudo comunicar conlos de tierra.

En 1845 hicieron otra tentativa los franceses conel Joven Víctor, y al año siguiente nuestro gobier-no, por medió de D. José Saenz de Urraca, trató conlos naturales de Guad Nun, con los cuales queríacomerciar D. Juan Cumella, no sé si con sus pro-pios recursos ó con los de una sociedad por el estilode la que anuncia el Qibraltar Guardián; y, porúltimo, en 1853, por su cuenta, entró_ el Beiruk en

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N.° 131 I.OS NUEVOS INVENTOS. 28f>

relaciones con la casa Altaras y León Cohén, deMarsella.

Alarmado Muley Aldherhaman, abuelo del Empe-rador reinante, por la insistencia que en realizarsus proyectos demostraba el Chekg, celebró con élun tratado, por el cual le concedió una casa en Mo-gador, donde se estableció una especie de Consu-lado de Guad Nun, y las dos terceras partes de losderechos que abonaran en esta aduana los produc-tos de aquel país.

Casi al mismo tiempo murieron Aldherhaman y elBeiruk, sucediéndoles sus hijos Mohamed y el Je-bib, entre los cuales no se conservó el acuerdoque habían hecho los padres, por lo cual en 4860acudió el Jebib al gobierno inglés para que, inter-poniendo su influencia, hiciera que el emperadorMohamed volviera á poner en vigor el tratado; peroviendo que sus gestiones eran inútiles, envió unemisario á Tetuan ofreciendo á España que hos-tilizaría con sus tropas las fronteras del Sur deMarruecos a cambio de algunas ventejas comer-ciales.

Aun cuando se había hecho la paz a la llegada ánuestro cuartel general del emisario del Jebib, elduque de Tetuan lo recibió bien, y desde entoncestrató el gobierno español de estrechar amistad conaquellas kábilas, las cuales, no contentas con el em-perador, formaron una alianza para apoderarse deAgadir, si bien esto no se llevó á efecto por disen-siones que ocurrieron entre ellas.

En 1867, unos negociantes españoles que habíancomerciado años anteriores con Guad Nun fueroná Glimin, y el Jebib los privó de libertad, prolon-gándose el cautiverio hasta que el 16 de Setiembredel año pasado tuve la dicha de arrancarlos de susgarras y devolverlos al seno de sus desconsoladasfamilias.

Hasta aquí, querido amigo, tiene usted en resu-men la historia de estos países que la sociedad co-mercial formada en Canarias se propone explotar,no siendo culpa mia si no es más clara, sino de lafalta de historiadores que hay en este país, y deque, careciendo de libros de consulta, escribo casiá ciegas y guiado sólo por alguno que otro apunte ylas tradiciones que me cuentan los moros, en lasque por cierto no tengo gran confianza.

LOS NUEVOS INVENTOS.

.1. ATWAREZ PÉREZ.

(Concluirá.)

El dinamógrafo.

M. Dudley, do Cleveland, Ohfo (Estados-Unidos),acaba de inventar un instrumento que se llama di-nágráío, ó más bien dinamógrafo, que es más eti-mológico, destinado á medir y trascribir sobre elpapel la resistencia que experimentan los trenes. In-dica al mismo tiempo el estado general de la vía yla potencia de la tracción. En un wagón que se co-loca inmediatamente después de la locomotora, sehalla dispuesto un cilindro de acero lleno de aceitey provisto de dos pistones, uno de cuatro pulgadasy otro de una y cuarto de diámetro, ambos prepa-rados de manera que pueden servir indiferente-mente. La barra de tracción del wagón se extiendepor detrás y obra directamente sobre el pistón gran-de, que hace pasar el aceite del cilindro á otro ci-lindro pequeño, al cual está adaptado el pistón chi-co. Este último pone en movimiento el pincel queanota sobre el papel el grado de fuerza desarrolla-da. El papel, que tiene 150 á 400 pies de longitud,señala un cuarto de pulgada por cada 100 pies derecorrido. Un cronógrafo eléctrico indica el tiempocada 7 */« segundos.

La Salamandra.

En la Exposición internacional de Higiene y Sal-vamento que se está celebrando en Bruselas, se hanhecho diferentes experimentos de un aparato queha inventado M. Osberg, capitán de la marina sueca,dándole el nombre de Salamandra.

El objeto de este aparato es que el hombre puedaaproximarse al fuego cuanto sea preciso, y aun pe-netrar»en él utilizando metódicamente el agua quelleva consigo y evitando un consumo inútil del ele-mento prolector. Compónese el aparato principal-mente de un doble vestido que rodea el cuerpo. Elvestido interior, en el cual circula el aire frió, esimpermeable al aire y al agua. El segund# vestidoestá confeccionado de una tela porosa incesante-mente empapado en agua por medio de un chorrocontinuo que mantiene alrededor del cuerpo y porigual una capa delgada de agua destinada á parali-zar la acción del fuego. El aire se introduce en elvestido por medio de un tubo colocado en el tubode agua y adaptado á una tapadera de tornillo quese lleva en la espalda. Mantiene el cuerpo fresco,sirve para la respiración y sale por los agujerosoculares de la careta, lo cual preserva á los ojos delas llamas y del humo. Una válvula facial permiteensanchar ó disminuir los agujeros á voluntad delexperimentador.

Una bomba ó una boca de riego suministra el agua

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que se necesita, la cual entra por la parte superiordel casco y desde allí se extiende inundando sin ce-sar el traje y manteniendo siempre fria la válvula dela careta. Además, el portador de la Salamandralleva un tubo á su disposición.

Los experimentos hechos han dado magníficos re-sultados. Los expositores y concurrentes han 'vistoá M. Osberg atravesar tranquilamente por en mediode las llamas durante algunos minutos. También handejado satisfechos á todos, los experimentos hechospara demostrar la incombustibilidad de los tejidospreparados de cierta manera, y la posibilidad depenetrar en sitios llenos de humo ó de gases mefí-ticos por medio de caretas ingeniosas y admirable-mente construidas.

Nuevo combustible sin humo.

Ha empezado á fabricarse en Breton-Ferry, en lascercanías de Bristol, un aglomerado que arde sinproducir humo. El nuevo procedimiento, inventadopor un químico francés establecido en Inglaterra,M. Vassart, consiste en sustituir el silicato de sosaal coaltar que se emplea ordinariamente para aglu-tinar los polvos de la hulla ó los carbones menu-dos. Los ensayos hechos en las máquinas de buqueshan demostrado que las nuevas briguetas tienen lasventajas de ocupar el menor espacio posible, locual es muy importante en el mar, no producir hu-mo, no absorber humedad en la cala, resistir á loschoques ordinarios, no desleírse ni producir polvoal contacto del agua ó del frote, y dar muchísimocalor, y, por lo tanto, vapor con pocos residuos.

Bujías higiénicas purifieadoras.

La ciencia ha demostrado suficientemente que elaire viciado por los miasmas humanos, anhnales óvegetales, es la causa de todas las enfermedadescontagiosas, y que la insalubridad del aire del ex-terior ó de las habitaciones modifica desfavorable-mente la constitución del hombre, ó le produceabierta enfermedad.

El aire impuro contiene vibriones, insectos mi-croscópicos, sporos de criptógamas, infusorios re-ducidos á polvo por el desecamiento de los líqui-dos, bacterios que trasmiten de persona á personatodos los gérmenes de las numerosas afecciones á((de estamos sujetos. De aquí se deduce la impor-tancia higiénica de los antisépticos.

Las habitaciones cuyo aire se vicia por su mora-dores apenas tienen medios de saneamiento, comono sea la aereacion exterior que no siempre es con-veniente ó no se hace por descuido y negligencia; y

para obviar esta dificultad el doctor ftuarante ha in-ventado una bujía que purifica el aire al mismotiempo que alumbra. Para conseguir este resultadoincorpora en la materia grasa de la bujía un anti-séptico, cuyos efectos son los siguientes: la partemás cercana á la mecha se quema suministrandooxígeno á la mecha y aumentando la luz; la otraparte mezclada en el sebo ó estearina se volatilizasin producir más que un olor inapreciable, y des-truye los miasmas contenidos en el aire.

La densidad y la blancura de la bujía no se alte-ran de ningún modo, y el precio módico del anti-séptico (dos reales cada 100 kilos) permite conser-var á las bujías higiénicas el mismo precio que á lasdemás. El inventor ha pedido y obtenido privilegioen varias naciones, y sin duda por esto, y para ob-tener resultados comerciales de su invención, noexplica la naturaleza del antiséptico ni da más de-talles de los que dejamos consignados. De todosjnodos, la invención es de gran importancia higié-nica si produce los resultados que le atribuye suautor.

CRÓNICA CIENTÍFICA.

EL FRIÓ NOCTURNO.

Se ha insistido en diferentes veces, y con razón,sobró la importancia del estudio del frió nocturnopara la agricultura. M. Carlos Martins ha hecho cons-tar que, durante la noche, el frió disminuye á me-dida que se eleva á cierta altura.

Este fenómeno había sido ya indicado por variosobservadores; pero M. Martins ha hecho un estudioespecial de él en Montpeller, escalonando termó-metros desde el suelo del Jardin de Plantas hasta laveleta de la torre de la catedral, ó sea una alturade 59 metros.

Según los experimentos hechos por el autor, au-menta rápidamente la temperatura en cualquier ele-vación en las noches serenas. En las noches nubla-das apenas se observa diferencia alguna. Estudian-do las noches serenas de todo el año, se ha vistoque el aumento ha sido de 5o,26 por SO metros. Enlas noches cubiertas ha sido sólo el aumento del°,07 en la misma diferencia de nivel. La mismaley se extiende á los meses más frios, Diciembre,Enero y Febrero; así es que en Montpeller, durantelas noches serenas del invierno, con temperaturasinferiores á cero, el aumento ha sido de 4°,70 por80 metros, y 1°,47 en las noches nubladas. El au-mento empieza á ser muy rápido á partir del suelo,pero es menos pronunciado á partir de cierta al-tura.

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N.° i 3i A. LEÓN. CRÓNICA DE LA EXPOSICIÓN DE F1LADELFIA. 287

Considerando el invierno de un modo general, ytomando el conjunto de todas las noches, se en-cuentra 3°,89 de aumento medio nocturno en SOmetros, lo cual da 0",004 por metro. En los seisprimeros metros, á partir del suelo, el aumento hasido de 1°,91, ó sea 0o,34 por metro.

Las consecuencias de este aumento de tempera-tura con la altura explican por qué en los inviernosrigurosos, los árboles ó arbustos delicados, sufrenen sus ramas inferiores, las que se acercan alsuelo, y por qué los valles bajos son siempre másfrios que las pendientes, las laderas y las mesetasde las colinas..

Ciertos agricultores atribuyen á la humedad losdaños que experimentan cultivos diversos en losvalles bajos y en las depresiones del suelo en lasllanuras; pero esta humedad, que parece revelar lapresencia de nieblas locales, no es más que la con-secuencia de la baja temperatura en la proximidaddel suelo. Su influencia puede añadirse a la accióndel frió y agrabarla; pero no es la causa primeradel mal demostrada por la agricultura.

Las observaciones de M. Carlos Martins, consig-nadas en el Journal d'agrieultwre pratique, son,como se ve, de gran importancia para los cultiva-dores.

Luis FIGUIER.

CRÓNICA DE LA EXPOSICIÓN DE FILADELFIA.

LA INSTRUCCIÓN PÚBLICA EN LA Exposición.—LAS COLONIAS INGLESAS.

—LOS ADELANTOS DHL IMPERIO RUSO.—LAS ESCUELAS MODELOS DE

NOflURGA.—EL SERVICIO DE CORREOS EN LA EXPOSICIÓN.—LA MÁ-

QUINA DE HACER SOBRES.

La instrucción pública tiene siempre merecidaimportancia, y á su mejora y desarrollo se dedicanmodernamente los esfuerzos de todos los gobier-nos; así es que las Exposiciones universales vienenya presentando hace algún tiempo novedades y ade-lantos dignos de consignarse. La de Filadelfla ofrecealgún interés en este punto, y en la imposibilidadde hacer un estudio detenido y comparativo de esteimportante ramo, vamos á indicar ligeramente loque presentan algunas naciones y á dar somera ideade algunos sistemas, conforme vayamos teniendonoticias exactas y directas.

Inglaterra no presenta nada de importancia, perosí sus colonias, en cuyas instalaciones se ven cosasnotables. La provincia de Ontario, en el Canadá, sedistingue por sus escuelas modelos que, desde hacemuchos años, se esfuerzan en perfeccionar. Loscuadros, los mapas, los dibujos y demás objetos queallí se destinan a la enseñanza, se exhiben con un

orden lógico admirable y facilitan al observadorlos medios de estudiar mejor el sistema emplea-do en aquella parte de los dominios de la GranBretaña.

Diseminadas como están las escuelas por los cam-pos y en las ciudades, los resultados que han pro-ducido son beneficiosos para aquellas poblaciones,á juzgar por los datos estadísticos que se exponen.La enseñanza superior en la ciudad de Quebee estárepresentada por 25 modelos de colegios y conven-tos, cuyos edificios son espaciosos, bien ventiladosy están rodeados de jardines y pintorescos prados.La educación en aquella provincia es obligatoria, ylos padres de familia que no mandan sus hijos a lasescuelas públicas son multados, ó encarcelados sila multa no se paga. Lectura, fisiología, matemáti-cas, historia, etc., son los ramos principales delestudio. En las escuelas superiores se enseñan losclásicos y las lenguas modernas. Las rentas de todosestos establecimientos varían de 12.000 á 80.000pesos, incluyendo los terrenos que el gobierno lesha dado. Tiene también el Canadá institutos paralos ciegos y sordo-mudos, para los mecánicos yagricultores.

Los datos correspondientes á la isla de Jamainano han llegado aún; pero se sabe que el gobiernobritánico gasta allí una regular suma al año en elsostenimiento de sus escuelas, y que aunque laeducación no es obligatoria, la asistencia de losniños es notable, sobre todo la de los de color, loscuales se muestran ávidos de aprender algo que losilustre.

En el Cabo de Buena Esperanza hay también al-gunas escuelas subvencionadas por el gobierno dela metrópoli, y al muchacho que quiere ser her-rero, carpintero, sastre, etc., se le dan 7S pesosal año.

Generalmente los que visitan la sección rusatienen la idea de que en ella no encontrarán nadaen materia de instrucción pública, creyendo, sinduda, que aquel pueblo vive todavía en la mayorignorancia. No es así, sin embargo; y el que sefije en lo que el gobierno moscovita ha enviado re-lacionado con la enseñanza que allí se da, verá queson dignos de elogio los esfuerzos que aquel colosodel Norte hace por ilustrar á sus subditos.

Las materias de enseñanza son su religión, ma-temáticas, historia natural en todos sus ramos,geografía, higiene, etc. Los mapas en bajo-relieves, los álbums de pinturas históricas y otrosobjetos dan una idea de los progresos alcanzadospor el pueblo de aquella nación en su parte inte-lectual.

Las escuelas públicas están divididas en militares

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2 8 8 REVISTA EUROPEA. 2 7 DE AGOSTO DK 1 8 7 6 . N.° 131

y ciyjles, bajo la dirección del ministro de Inslruc-eion. Las primeras se subdividen en preparatorias, álas cuales asisten niños de 10 á 14 años, y en ellasviven los hijos de los militares; en gimnasios paramuchachos de 12 á 17 años; en colegios militarespara jóvenes de 17 á 24 años y en los cuales secalifica la aptitud del alumno para entrar de oficialen el ejército. En estos colegios el. estudio del fran-cés y del alemán es obligatorio. Cerca de 600 jóve-nes salen todos los años de estos colegios paraseguir la carrera de las armas, ó para alistarse enel cuerpo de ingenieros.

Las demás escuelas son públicas y privadas,siendo las primeras costeadas por el Tesoro delImperio. En 1853 sólo había en aquel vasto terri-torio 3.000 de estas escuelas primarias; peroen 1863 su número aumentó á 38.000. Desde en-tonces acá se hacen esfuerzos por establecerlason cada distrito, y con tal objeto el gobierno pro-tege las escuelas normales. Hay también escuelasgratuitas para los artesanos, tes cuales están abier-tas los sábados y los domingos, y en ellas se ense-ña á leer y á escribir, y el dibujo lineal. Durante elinvierno se dan en las capitales lecciones orales alpueblo, ilustradas con cuadros y otros objetos. Demodo que el siervo ruso emancipado tiene á su dis-posición todas las_ escuelas, desde la primaria hastala superior, para nutrir su espíritu con el pan de lainstrucción.

Noruega ha enviado un modelo de sus escuelaspúblicas, en el cual se ven arreglados los asientos,las carpetas, los tinteros, tos libros, etc. En aquelpaís es obligatoria, hasta cierto punto, la asistenciaá las escuelas, pues se exige álos niños que con-curran á ellas durante nueve ó doce semanas en elaño, hasta que sepan leer y escribir y tengan algunainstrucción religiosa.. Había en 1867, 32.600 niñosen las escuelas públicas, que recibían lecciones delectura,' geografía, historia, dibujo, etc. Todas lasescuelas están bajo la vigilancia de la Iglesia y áellas asisten los hijos de los pobres y de la clasemedia, porque los de los acaudalados prefieren losestablecimientos purticulares.

Hay también en Noruega Universidades públicas,muchos asilos para niños, y academias de agricultu-ra, de náutica, de marina y militares, así como tam-bién escuelas para la gente del campo, á la que sele instruye durante la estación del invierno en his-toria, geografía y religión.

Otro dia continuaremos dando cuenta de lo queotras potencias exponen relativamente á la instruc-ción pública. Hoy debemos comunicar á nuestros

lectores curiosísimas noticias sobre el servicio decorreos en la Exposición, el cual se halla estableci-do en el rnismo edificio que contiene exclusivamentelos objetos gubernamentales de los Estados-Unidos.Es á la vez una oficina de correos en actividad yuna exposición propiamente dicha. Se llama Sucur-sal de la administración de correos de Filadelfia enel Centenario.

Hay 1.6S1 cajas para cartas, hechas exactamentepor el modelo de las que se han establecido recien-temente en Nueva-York, y son elegantísimas; en suparte superior tiene cada una como emblema unapaloma viajera con un pliego cerrado en el pico.Allí se expiden letras y libranzas para todas las par-tes del mundo.

Los buzones establecidos en los edificios de laExposición y on todo el terreno del Centenario i;seabren cada hora y se reparte con la mayor exacti-tud la correspondencia dirigida á los expesitores yá toda clase de personas, á las señas que indiquenlos sobres ó á las mismas instalaciones de los ex-positores si no se pone más que el nombre.

A la izquierda de la oficina funciona una elegantemáquina, puesta en movimiento por una joven, parahacer sobres provistos de sellos que se llamanSobres del Centenario, que compra todo el quequiere.

No lejos están en vistosos escaparates y presen-tados en orden simétrico las diferentes clases desellos de correos de los Estados-Unidos; sobres detodos los tamaños y formas con sus sellos; las ba-lanzas que se usan en el servicio de correos; losbuzones que se colocan en las calles; las cajas quellevan los carteros con sus diferentes sistemas decerraduras; los libros, los formularios y las ins-trucciones para el servicio de correos.

Las paredes están cubiertas de enormes sacos ymaletas para cartas. En un lado se ven mapas ad-mirablemente hechos de los correos de la Unionamericana, aislados ó reunidos en atlas; en otro ungran mapa mural con el servicio postal de los ferro-carriles, ante cuyas distancias se queda uno mara-villado.

Una curiosidad histórica de esta sección es ellibro de correos llevado por Benjamín Franklin,primer administrador general de Correos en los Es-tados-Unidos, cuyo libro termina en 5 de Octubrede 1776.

A. LEÓN.