Revista de la Catequesis en Uruguay - nº 1

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Catequesis en el Uruguay Otoño 2015 Una nueva época Muchos catequistas recordarán que hace un tiempo atrás existía una revista Catequesis en Uruguay, otros ni saben que existía y que fue un instrumento muy interesante de comunicación, formación,… Este año queremos desde el Departamento de Catequesis hacer un nuevo intento de comunicarnos. No habrán ejemplares impresos solamente estaremos enviando ediciones digitales. A cada uno de los lectores de suscribirse y suscribir a otros catequistas a través del correo electrónico: [email protected] También se pueden imprimir la revista para pasarla a catequistas que no tengan los medios digitales a su disposición. Siempre se pueden enviar aportes, sugerencias, fotos, noticias,….a la dirección del correo electrónico antes mencionado. ¡Esperamos su colaboración! Extractos del Mensaje Pascual de Mons. Carlos Colazzi Presidente del Departamento de Catequesis Celebramos el acontecimiento central de la historia: Jesucristo ha Resucitado!!! Se ha sellado la nueva Alianza entre Dios y la humanidad, Él se entregó por Todos para darnos Vida Nueva en abundancia. ¡Su Victoria es el triunfo de la Vida! Su Iglesia, nacida en la Pascua, está llamada en todos los tiempos a proclamar que Jesucristo está vivo, y convoca a todos a vincularse estrechamente con El. Por eso sentimos la urgencia de la Misión Permanente!!! …/… Los invito a meditar en estas fiestas de Pascua las palabras del Papa en la Carta mencionada: “Su resurrección no es algo del pasado, entraña una fuerza de vida que ha penetrado el mundo. Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la resurrección. Es una fuerza imparable. Verdad que muchas veces parece que Dios no existiera: vemos injusticias, maldades, indiferencias y crueldades que no ceden. Pero también es cierto que en medio de la oscuridad siempre comienza a brotar algo nuevo, que tarde o temprano produce un fruto. En un campo arrasado vuelve a aparecer la vida, tozuda e invencible. Habrá muchas cosas negras, pero el bien siempre tiende a volver a brotar y a difundirse. Cada día en el mundo renace la belleza, que resucita transformada a través de las tormentas de la historia. Los valores tienden siempre a reaparecer de nuevas maneras, y de hecho el ser humano ha renacido muchas veces de lo que parecía irreversible. Esa es la fuerza de la resurrección y cada evangelizador es un instrumento de ese dinamismo” (n. 276). DEPARTAMENTO DE CATEQUESIS- C.E.U.

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Revista para los catequistas del Uruguay - Nueva época - Otoño 2015

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Catequesis en el Uruguay Otoño 2015

Una nueva época

Muchos catequistas recordarán que hace un tiempo atrás existía una revista “Catequesis en Uruguay”, otros ni saben que existía y que fue un instrumento muy interesante de comunicación, formación,…

Este año queremos desde el Departamento de Catequesis hacer un nuevo intento de comunicarnos. No habrán ejemplares impresos solamente estaremos enviando ediciones digitales. A cada uno de los lectores de suscribirse y suscribir a otros catequistas a través del correo electrónico:  [email protected]      

También se pueden imprimir la revista para pasarla a catequistas que no tengan los medios digitales a su disposición.

Siempre se pueden enviar aportes, sugerencias, fotos, noticias,….a la dirección del correo electrónico antes mencionado. ¡Esperamos su colaboración!

Extractos del Mensaje Pascual de Mons. Carlos Colazzi Presidente del Departamento de

Catequesis

Celebramos el acontecimiento central de la historia: Jesucristo ha Resucitado!!! Se ha sellado la nueva Alianza entre Dios y la humanidad, Él

se entregó por Todos para darnos Vida Nueva en abundancia. ¡Su Victoria es el triunfo de la Vida! Su Iglesia, nacida en la Pascua, está llamada en todos los tiempos a

proclamar que Jesucristo está vivo, y convoca a todos a vincularse

estrechamente con El. Por eso sentimos la urgencia de la Misión

Permanente!!! …/…

Los invito a meditar en estas fiestas de Pascua las palabras del Papa

en la Carta mencionada: “Su resurrección no es algo del pasado,

entraña una fuerza de vida que ha penetrado el mundo. Donde

parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los

brotes de la resurrección. Es una fuerza imparable. Verdad que

muchas veces parece que Dios no existiera: vemos injusticias,

maldades, indiferencias y crueldades que no ceden. Pero también es

cierto que en medio de la oscuridad siempre comienza a brotar algo

nuevo, que tarde o temprano produce un fruto. En un campo

arrasado vuelve a aparecer la vida, tozuda e invencible. Habrá

muchas cosas negras, pero el bien siempre tiende a volver a brotar y

a difundirse. Cada día en el mundo renace la belleza, que resucita

transformada a través de las tormentas de la historia. Los valores

tienden siempre a reaparecer de nuevas maneras, y de hecho el ser

humano ha renacido muchas veces de lo que parecía irreversible. Esa

es la fuerza de la resurrección y cada evangelizador es un

instrumento de ese dinamismo” (n. 276).

D E P A R T A M E N T O D E C A T E Q U E S I S - C . E . U .

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El papa Francisco, en su exhortación apostólica Evangelii

gaudium, ha querido “perfilar un determinado estilo

evangelizador”, asumible “en cualquier actividad que se

realice” por cuantos formamos la Iglesia” (EG 18). Nos

ha propuesto “algunas líneas que pueden alentar y

orientar una nueva etapa evangelizadora, llena de fervor

y dinamismo” (EG 17). Una de las cosas que ve más

necesaria a la hora de presentar y anunciar el mensaje es

que este no pierda ni “frescura” ni “olor” a evangelio”

(cf. EG 39)

Artículo tomado de la revista “Catequesis” octubre 2014 (Editorial CCS) y escrito por Carlos Aguilar

Frescura y olor a Evangelio

Para descubrir la frescura y olor a Evangelio, nada mejor que contrastar lo que

venimos haciendo en nuestra catequesis, con las indicaciones que nos da el Papa.

Cabe preguntarnos y discernir si nuestra catequesis, su organización, su modo de darlas, de revisarlas, etc., están muy encerradas en sí mismas, o sea, si son más bien una realidad aislada y autorreferencial

de nuestra pastoral o no (cf. EG 8)

Preguntémonos si “estamos entendiendo nuestra misión como una heroica tarea personal” (EG 12) o como una tarea eminentemente eclesial, en la que nunca nadie debería actuar por libre.

Preguntémonos si en algún momento mutilamos la integralidad del mensaje del Evangelio (cf. EG 39).

Observemos si lo que transmitimos en nuestra catequesis son o no aspectos centrales o parciales del Mensaje, singularmente cuando hablamos de cuestiones de la moral (cf. EG 34).

Pensemos y discernamos si, como advierte el Papa, a la hora de transmitir los contenidos de la fe, damos por supuesto que quienes nos escuchan “conocen el transfondo completo de lo que decimos”. Cuando los que nos escuchan no están suficientemente iniciados, se hace muy díficil conectar nuestras palabras con “el núcleo esencial del Evangelio, que le otorga sentido, hermosura y atractivo”. (EG 34)

El Papa no ha querido darnos recetas para resolver ningún problema pastoral. Nos ha invitado a que

cada comunidad y cada cristiano discierna el camino que el Señor le pide a la hora de aceptar esta

llamada de salir y llegar a las periferias que necesitan la luz del Evangelio (EG 21)

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Recuperar “frescura” y “olor a Evangelio”

1. Renovar nuestro encuentro personal con Cristo. (EG 3), el momento en que Jesús nos tocó el corazón (EG 13), de modo que no podamos contener el deseo de comunicar a otros el

hecho de haber encontrado el amor que da sentido a la vida (EG 8), el amor inmenso que Dios nos manifestó en Cristo muerto y resucitado (EG 11). Evangelizar no como el que está cumpliendo una

obligación, “sino como quien comparte una alegría, señala un horizonte bello, ofrece un banquete deseable”. (EG 14)

2. Tratar de que el anuncio de la Buena Noticia responda “al anhelo de infinito que hay en todo corazón humano” (EG 165). Que nuestra catequesis respondan a las grandes preguntas que se hacen o tienen

que llegar a hacerse nuestros catecúmenos o catequizandos.

3. Comprender que, en nuestra misión, “el primado es siempre de Dios, que quiso llamarnos a colaborar

con Él e impulsarnos con la fuerza de su Espíritu” (EG 12). “Esta convicción nos permite conservar la alegría en medio de una tarea tan exigente y desafiante. Nos pide todo, pero, al mismo tiempo, nos

ofrece todo”. (EG 12)

4. Convencerse de que “la Palabra tienen en sí una potencialidad que no podemos predecir” (EG 22)

5. Reconocer que las comunidades cristianas “origen, lugar y meta de la catequesis” (DGC 253) deben adelantarse, tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces

de los caminos para invitar a los excluidos (cf. EG 24), estar dispuestas a acompañar los procesos, “por más duros y prolongados que estos sean” (EG 24)

6. “Acompañar con misericordia y paciencia las etapas posibles de crecimiento de las personas que se van construyendo día a día” (EG 44)

7. Dejar de lado toda ansiedad , mirar a los ojos y escuchar, renunciar a “las urgencias para acompañar al que se quedó al costado del camino” (EG 46)

8. Presentar el kerigma con estas caractéristicas, necesarias hoy en todas partes (cf. EG 164):

- Que exprese el amor salvífico de Dios, previo a la obligación moral y religiosa.

- Que no imponga la verdad y que apele a la libertad.

- Que posea unas notas de alegría, estímulo, vitalidad y una integralidad armoniosa que no reduzca la

predicación a unas pocas doctrinas a veces más filosóficas que evangélicas.

Ofrecemos algunas pistas que ayuden a encontrar los caminos que el Señor nos invita a recorrer personal y comunitariamente. De ahí saldrá la frescura y el olor a Evangelio de nuestras catequesis.

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9. Cuidar una adecuada proporción y examinar, de cuando en cuando, qué temas son los que más tratamos en nuestras catequesis, con qué frecuencia y con qué acentos (cf EG 38).

10. Expresar “la centralidad de algunas verdades” (EG 39). Tampoco nos debemos conformar con mantener un lenguaje completamente ordoxo, sobre todo si este es ajeno al lenguaje que la gente utiliza y comprende. Hemos de procurar entregar la sustancia de la fe buscando conectar con el hombre de hoy. (cf. EG 41)

11. Recuperar el valor de la belleza para poder llegar así al corazón humano y hacer resplandecer en él la

verdad y la bondad del Resucitado. Hay que atreverse a encontrar los nuevos signos, los nuevos símbolos, una nueva carne para la transmisión de la Palabra, las formas diversas de belleza que se valoran

en diferentes ámbitos culturales, e incluso aquellos modos no convenciales de belleza, “que pueden ser poco significativos para los evangelizadores, pero que se han vuelto particularmente atractivos para otros”

(EG 167).

El Papa nos ha insitido en que ya no vale aquello de “seguir haciendo lo de siempre”, sobre todo cuando somos conscientes de que no sirve para conectar con el hombre de hoy. Hemos de “poner los medios necesarios para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas

como están”. (EG 25). Solo así nuestras catequesis recuperarán toda su “frescura” y “olerán ciertamente a Evangelio”.

Para conversar entre catequistas….

o ¿Qué  te  sugiere  la  lectura  de  este  comentario?  

o ¿Qué  pasito  se  podrá  dar  en  tu  comunidad  cristiana?  

o ¿Dónde  están  los  frenos,  dónde  el  impulso  del  Espíritu  para  ponernos  “a  tono”  y  ofrecer  frescor  y  olor  de  Evangelio”?  

o ¿Cómo  pasar  de  la  queja  a  la  acción?    Pero  siendo  siempre  realistas…  

Esperamos tus comentarios al correo electónico:

[email protected]

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Encuentro “Sector Palabra de Dios” “INICIACIÓN CRISTIANA”

Montevideo, 12 al 14 de febrero 2015

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3. Dimensión catequética de la IC – Sr. Javier Díaz (Catequeta - Chile) 4. Dimensión litúrgica de la IC – P. Cristian Eichin Molina, OFM (Experto en Liturgia – Chile) El sábado durante la mañana tanto en las comisiones como en el trabajo de grupo se buscó cómo podemos seguir trabajando juntos para ir avanzando tanto en el tema como en el trabajo en conjunto en el Sector Palabra de Dios. Todos los participantes se fueron a su diócesis entusiasmado por lo escuchado y por los intercambios que se había producido. Ciertamente se tendrán que organizar en el futuro otros encuentros de éste índole para seguir creciendo en la comunión y la misión.

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El Sector “Palabra de Dios”, que nuclea la Comisión Nacional de Animación Bíblica de la pastoral, el Departamento de Catequesis,el Departamento de Liturgia, el Departamento de las misiones y la Comisión de Pastoral Popular, organizó por primera vez un encuentro con los delegados diocesanos de los distintos Departamentos y Comisiones. Lo que motivó el encuentro fueron las Orientaciones Pastorales de la CEU, en especial el numeral que dice: “Favorecer el Encuentro con Jesús, promoviendo el primer anuncio con la presencia, el testimonio, el diálogo y el kerigma; realizar verdaderos caminos de iniciación cristiana, que lleven a confesar la fe, celebrar la Eucaristía dominical, vivir la caridad y ser testigos de Cristo.” El Objetivo del Encuentro decía: “Concientizar a las distintas Comisiones Nacionales y Diocesanas sobre la importancia de un trabajo más coordinado en relación a la Iniciación Cristiana”. En el encuentro estuvieron presentes varios obispos, vicarios pastorales como representantes de las comisiones diocesanas. El plato fuerte fue ciertamente los aportes que pudimos escuchar durante el viernes: 1. Dimensión bíblica de la Iniciación Cristiana (IC) por P. César Buitrago, Secretario Ejecutivo de la Comisión Animación Bíblica de la Pastoral. 2. Dimensión antropológica de la IC - P. Richard Arce.

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Aspectos Catequéticos de la Iniciación Cristiana Javier  Díaz  Tejo  

Director  del  Dpto.  de  Evangelización  de  la  Provincia  Salesiana  de  Chile.  Docente  en  el  Instituto  Teológico  Pastoral  del  CELAM  (ITEPAL).  Presidente  de  la  Sociedad Chilena de

Catequetas,  Vicepresidente  de  la  Sociedad de Catequetas Latinoamericanos.  [email protected]  

 

Agradezco  la  invitación  que  me  hizo  la  Conferencia  Episcopal  del  Uruguay,  a  través  del  P.  Andrés  Boone,  para  aportar  con  algunas  reflexiones  al  discernimiento  que  están  realizando  respecto  a  la  iniciación  cristiana.  

Valoro  y  me  alegro  que  ustedes  se  den  tiempo  para  realizar  un  diálogo  comunitario,  amplio,  sobre  este  asunto.  Denota,  me  parece,  una  conciencia  compartida  respecto  a  los  límites  que  actualmente  evidencian  los  modelos  formativos  tradicionales  en  la  Iglesia.  En  efecto,  la  mayoría  de  estos  modelos  son  fruto  de  una  forma  de  evangelizar  que,  a  su  vez,  respondía  a  la  época  de  cristiandad,  es  decir,  a  aquella  época  cuando  la  Iglesia  era,  si  no  eje,  al  menos  un  fuerte  referente  social.  Tales  tiempos  llegaron  a  su  fin  ya  hace  varias  décadas,  las  personas  hemos  cambiado,  por  lo  cual  es  oportuno  diseñar  nuevos  modos  de  anunciar  y  proponer  el  Evangelio.  

Tal  es  la  razón  que  haya  adquirido  relevancia  el  concepto  de  “iniciación  cristiana”,  especialmente  desde  la  publicación  del  Directorio General para la Catequesis en  1997,  la  III  Semana  Latinoamericana  de  Catequesis

 en  2006  y  

la  Conferencia  de  Aparecida  en  2007.  Los  ojos  lentamente  se  han  ido  volviendo  hacia  este  concepto,  ha  crecido  poco  

a  poco  el  interés  por  conocer  experiencias  concretas  acerca  de  su  práctica,  entendiéndola  como  una  respuesta  a  la  paradójica  situación  en  que  está  la  mayoría  de  las  comunidades  cristianas  del  continente,  situación  que  se  sintetiza  en  la  expresión  “muchos  sacramentalizados,  pocos  evangelizados”.  En  esta  curiosa  frase  se  destaca  la  brecha  entre  el  alto  porcentaje  de  personas  que  socialmente  (en  una  encuesta,  por  ejemplo)  afirman  ser  católicos,  y  el  estilo  de  vida  que  evidencian  diariamente.  Y,  más  que  brecha,  podría  hablarse  de  “abismo”,  porque  si  de  verdad  estuviésemos  evangelizados,  otro  país,  otro  continente  estaríamos  construyendo;  uno  sin  estos  brutales  índices  de  desigualdad  socioeconómica,  más  preocupado  de  nuestros  ancianos,  acompañando  de  modo  más  atento  a  nuestros  jóvenes,  sin  hipotecar  el  medio  ambiente  de  las  próximas  generaciones,  etc.  

Esta  situación  hace  insostenible  seguir  viviendo  la  fe  como  costumbre  social.  Una  fe  así,  con  base  tan  endeble,  rápidamente  se  la  lleva  el  viento:  no  resiste  la  crítica  ante  las  evidentes  incoherencias  de  los  mismos  cristianos,  no  encarna  un  estilo  de  vida  atractivo  para  los  jóvenes,  no  abre  nuevos  horizontes  para  los  desorientados,  no  es  “signo  de  contradicción”  para  nuestra  sociedad  pluralista,  consumista  y  tecnologizada;  una  fe  así  no  genera  la  “Evangelii  Gaudium”  que  propone  el  Papa  Francisco,  ni  tiene  mucho  que  ver  con  el  estilo  de  vida  de  Jesús.  

Por  eso  me  alegro  que  ustedes  quieran  conocer  y  aplicar  la  noción  de  “iniciación  cristiana”,  y  a  eso  me  orientaré  en  los  próximos  minutos.  Sin  embargo,  me  parece  imprescindible  que  les  aporte  un  segundo  asunto,  algo  no  pedido,  a  modo  de  “bonus  track”  como  gustan  decir  las  nuevas  generaciones,  que  es  condición  de  posibilidad  a  lo  que  diré  a  continuación.    

Breve  recuerdo  histórico  de  la  iniciación  cristiana    

Diversas  investigaciones  sociales  muestran  la  paulatina  caída  que  ha  ido  teniendo  la  adhesión  de  la  población  latinoamericana  a  la  Iglesia  Católica.  Ante  esta  situación,  expertos  y  responsables  han  sugerido  volver  a  mirar  a  los  tiempos  en  que  surgió  la  Iglesia,  a  fin  de  sacar  algunas  enseñanzas.  Al  proceder  así,  se  constata  que,  animada  en  primer  lugar  por  un  pequeño  grupo  de  pescadores,  campesinos,  artesanos,  gente  iletrada,  pobre,  desde  un  rincón  insignificante  del  Imperio  Romano,  en  poco  tiempo  (mirado  desde  estos  casi  veintiún  siglos  de  vida)  ese  grupo  se  multiplicó  e  influyó  sobre  gran  parte  del  mundo  conocido  por  entonces.    

A continuación presentamos la primera parte del aporte sobre:

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Al  contemplar  los  primeros  pasos  de  la  Iglesia,  se  nota  en  sus  prácticas  el  convencimiento  implícito  de  que  una  persona  no  se  hacía  cristiana  sólo  por  un  acto  de  voluntad,  sino  que  debía  introducirse  lentamente,  ser iniciada en  la  fe  de  la  Iglesia.  Así,  ya  en  el  texto  Hecho  de  los  Apóstoles,  se  percibe  que  una  de  las  notas  especiales  de  las  primeras  comunidades  era  el  discernimiento;  que  les  interesaba  no  sólo  elegir  bien  a  sus  ministros,  sino  también  poner  extremo  cuidado  en  sondear  la  sinceridad  de  la  conversión  de  quienes  querían  hacerse  cristianos  por  medio  del  bautismo.  En  diversos  pasajes  se  habla  de  las  condiciones  que  les  ponían  a  los  interesados:  convertirse  al  Señor  Jesús,  abandonar  la  vida  descuidada  que  llevaban  y  formarse  en  la  enseñanza  de  los  apóstoles,  aprendiendo  a  celebrar  y  vivir  como  discípulos.  

A  medida  que  fueron  muriendo  los  apóstoles,  sus  sucesores,  en  ciudades  en  torno  al  Mediterráneo,  fueron  de  a  poco  sistematizando  un  método  de  formación.  Ya  a  mitad  del  siglo  II,  en  algunos  lugares  estratégicos  del  territorio  imperial,  como  Roma,  Antioquía,  Jerusalén,  Alejandría  y  Cartago,  se  vio  necesario  establecer  un  tiempo  de  prueba  a  quien  quería  hacerse  cristiano.  En  la  ciudad  costera  de  Cesarea,  cerca  de  Palestina,  Orígenes  decía  en  el  año  240:  

“¿Desean recibir el bautismo y merecer la gracia del Espíritu? Entonces tienen que ser purificados a partir de la ley; ante todo, oyendo la Palabra de Dios, tienen que desarraigar sus vicios habituales y aplacar sus costumbres bárbaras, para que, habiéndose revestido de dulzura y de humildad, puedan recibir la gracia del Espíritu Santo”.

Una  vez  comprobada  su  recta  intención,  en  una  ceremonia  se  invitaba  a  los  simpatizantes  a  firmar  un  libro  en  que  se  comprometían  a  perseverar  en  las  enseñanzas  que  le  dieran  los  agentes  pastorales  que  la  comunidad  designaba  para  ello.  Durante  un  tiempo,  que  podía  durar  entre  tres  y  cinco  años,  los  participantes  recibían  una  enseñanza  fundamentalmente  bíblica  y  litúrgica,  con  especial  énfasis  en  cómo  debe  vivir  un  cristiano.  

Se  entendía  que  alguien  estaba  apto  para  el  bautismo  cuando  daba  tres  frutos:  

• el  arrepentimiento  de  las  faltas  (pues  el  bautismo  es  un  «baño para la remisión de los ���pecados»,  afirmaba  Justino),   ���

• la  plena  acogida  a  la  fe  de  la  Iglesia  (y  a  ella  misma,  como  maestra  de  verdad),  y   ���

• una  vida  transformada  (hay  que  «asegurar que se es capaz de vivir según esta doctrina»).   ���3 ���

Una  vez  que  alguien  evidenciaba  estos  signos  de  madurez,  era  elegido  por  la  comunidad  para  el  bautismo.  Desde  esta  elección  hasta  el  día  de  su  bautismo,  mediaba  un  tiempo  de  profunda  penitencia  y  oración.  ¡Era  un  “elegido”,  y  debía  prepararse  bien  para  tal  paso!  Tertuliano,  en  el  norte  de  África,  a  principios  del  siglo  III,  recomendaba:  

“Los que van a acceder al bautismo deben invocar a Dios con fervientes oraciones, ayunos, genuflexiones y vigilias. Se prepararán también con la confesión de todos sus pecados pasados...”.  

Finalmente,  en  la  Vigilia  Pascual  de  preferencia,  la  persona  se  bautizaba,  en  una  ceremonia  llena  de  signos  significativos  que  acentuaban  la  nueva  vida  que  el  cristiano/a  asumía  desde  ahora.  

Pero  ese  no  era  el  final  del  camino.  Se  acostumbraba  que  los  nuevos  cristianos  continuaran  un  breve  tiempo  más,  para  ahondar  en  comunidad  el  regalo  que  habían  recibido  en  los  sacramentos  celebrados  antes.  Hipólito  de  Roma,  hacia  el  año  215,  comentaba:  

“Terminado esto, cada cual se aplicará a hacer buenas obras, a agradar a Dios y a portarse bien, a tener celo por la Iglesia, haciendo lo que ha aprendido y progresando en la piedad”.  

A  todo  este  proceso  se  le  llamó  Catecumenado.  

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Luz  para  nuestro  tiempo    

Lamentablemente,  con  el  tiempo,  en  especial  cuando  en  el  siglo  IV  concluyeron  las  persecuciones  a  las  comunidades  cristianas  y  poco  después  el  cristianismo  se  convirtió  en  la  religión  oficial  del  Imperio,  la  masiva  llegada  de  personas  para  bautizarse  hizo  que  la  Iglesia  no  pudiera  responder  a  esa  demanda  con  el  mismo  cuidado  y  exigencias  de  antes,  por  lo  cual  se  aligeraron  los  requerimientos  y  se  acortaron  los  tiempos  formativos.  Ya  en  el  siglo  VI  prácticamente  había  desaparecido  la  práctica  catecumenal,  pues  a  los  nuevos  cristianos  los  bautizaban  de  niños,  apostando  a  que  su  familia  y  la  sociedad  dieran  los  elementos  básicos.  Bajo  esa  perspectiva  llegó  y  se  desplegó  el  Evangelio  por  América  en  el  siglo  XVI.  Salvo  iniciativas  menores,  no  se  volvió  a  escuchar  de  itinerarios  catecumenales  hasta  fines  del  siglo  XIX,  cuando,  por  las  misiones  desde  Francia,  se  instauró  ese  sistema  en  África.  Pero  hubo  que  esperar  a  que  el  Concilio  Vaticano  II,  hace  sólo  50  años,  ordenara  re-­‐implementar  el  catecumenado,  para  descubrir  lentamente  que  la  iniciación  cristiana,  diseñada  bajo  ese  modelo,  es  una  iniciativa  que  puede  resultarnos  crucial,  dada  la  sociedad  descristianizada  en  que  estamos  viviendo.

Sí,  la  experiencia  que  vivieron  los  adultos  que  se  convirtieron  a  la  fe  cristiana  en  los  inicios  de  la  Iglesia  dice  mucho  a  la  Iglesia  actual.  Esto  porque,  como  se  dijo  antes,  la  cultura  latinoamericana  y  la  occidental  diluyen  rápidamente  su  identidad  católica  y  adquieren  tonos  agnósticos,  pentecostales,  desinstitucionalizada  o  plural  en  lo  religioso,  lo  cual  recuerda  algunos  aspectos  del  mundo  pagano  que  vio  nacer  a  la  Iglesia.  

No  es  de  extrañar,  entonces,  que  hoy  se  pida  con  creciente  urgencia  diseñar  itinerarios  de  iniciación  cristiana  de  inspiración  catecumenal.  Los  frutos,  sin  embargo,  hasta  el  momento  son  escasos  en  A.  Latina    ¿Por  qué?  Porque  este  tipo  de  itinerarios  presenta  varias  exigencias  inéditas,  que  chocan  con  hábitos,  inercias  y  “formateos”  pastorales.  Precisemos  un  poco:  

• Contrariamente  al  hábito  de  hacer  eventos  pastorales,  acciones  buenas  y  santas  (sin  duda),  pero  de  modo  aislado  y  descoordinado,  aquí  hablamos  de  itinerarios,  porque  la  formación  ha  de  ser  ofrecida  como  proceso,  es  decir,  de  modo  racionalmente  sistemático,  con  etapas,  objetivos  y  aprendizajes  esperados  predeterminados,  con  contenidos  al  servicio  de  los  aprendizajes,  promoviendo  la  generación  de  “competencias”  (o  “habilidades”)  cristianas,  con  métodos,  técnicas  y  evaluaciones.   ���

• Debido  a  que  muchos  aún  no  asumen  que  ya  no  habitamos  sociedades  de  cristiandad,  no  les  resulta  fácil  entender  qué  significa  iniciación  cristiana.  Se  requiere  que  las  comunidades  eclesiales  generen  espacios  donde  se  ofrezca  educación  básica  acerca  de  los  elementos  que  constituyen  e  implican  vivir  siguiendo  a  Jesús,  considerando  que  las  familias  católicas,  con  sus  innumerables  formas  de  constituirse,  tensiones  y  heridas,  en  medio  de  una  sociedad  secularizada,  rara  vez  son  capaces  de  enseñar  las  actitudes  cristianas  fundamentales  a  las  nuevas  generaciones.  ���

• Como  resultado  del  escaso  conocimiento  de  la  Tradición  eclesial,  no  resulta  inmediato  asumir  la  inspiración  catecumenal,  en  el  sentido  de  tomar  como  referente  la  sistematización  alcanzada  por  la  Iglesia  en  sus  primeros  siglos  de  vida  a  través  del  Catecumenado,  y  diseñar  procesos  similares,  con  adaptaciones  a  la  situación  específica  de  los  interlocutores  (en  nombres  de  sus  etapas,  duración  de  cada  una,  signos,  etc.).   ���Tal  es  la  importancia  que  tiene  la  iniciación  cristiana  que  ya  no  se  puede  considerar  como  un  proceso  más,  al  lado  de  lo  que  ya  se  hace  en  las  parroquias  y/o  colegios  católicos,  sino  como  el  formato  básico  para  todo  itinerario  orientado  a  la  educación  de  la  fe.  Esto  refleja  la  intención  de  los  obispos  latinoamericanos,  quienes  afirmaron  de  modo  rotundo:    “Proponemos  que  el  proceso  de  iniciación  cristiana  sea  asumido  en  todo  el  Continente  como  la  manera  ordinaria  e  indispensable  de  introducir  en  la  vida  cristiana  y  como  la  catequesis  básica  y  fundamental”  (DA  294)    

(sigue en el próximo número)

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CATEQUESIS EN EL URUGUAY OTOÑO - 2015

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La primera reunión del Oficio Nacional tuvo lugar en el Seminario Cristo Rey en Montevideo. Contamos con todos los delegados diocesanos. Durante la mañana tratamos el tema de la formación del catequista. Se ha formado una comisión para encarar el tema de un nuevo Instituto de Formación de catequistas ya que el ISCA no estaba funcionando los últimos tiempos. Y nuestros obispos en la Asamblea de Noviembre dieron cierre a esta experiencia solicitando que el DECAT buscará una forma de acompañar la formación de los catequistas a través de un nuevo servicio de un Instituto a dicho fin. Ya lo tendremos informado en los próximos meses. Durante las tardes se ultimaron los detalles del Día Nacional de la Catequesis. Y ya le podemos mostrar el afiche del mismo.

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“Tenemos que salir a hablarle a esta gente de la ciudad a quien vimos en los balcones. Tenemos que salir de nuestra cáscara y decirles que Jesús vive, y que Jesús vive para ella, y decírselo con alegría… aunque uno a veces parezca un poco loco. El mensaje del Evangelio es locura, dice San Pablo.

El tiempo de la vida no nos va a alcanzar para entregarnos y anunciar esto: que Jesús está restaurando la vida. Tenemos que ir a sembrar esperanza, tenemos que salir a la calle. Tenemos que salir a buscar.”

Cardenal Jorge Bergoglio - Mensaje a los catequistas, 11 de marzo de 2000

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Redactor responsable: P. Andrés BOONE, SDB

Secretario Ejecutivo del DECAT

LA REVISTA DE CATEQUESIS ABRIL - JUNIO 2015