Revista de la Catequesis en Uruguay - nº 1
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Catequesis en el Uruguay Otoño 2015
Una nueva época
Muchos catequistas recordarán que hace un tiempo atrás existía una revista “Catequesis en Uruguay”, otros ni saben que existía y que fue un instrumento muy interesante de comunicación, formación,…
Este año queremos desde el Departamento de Catequesis hacer un nuevo intento de comunicarnos. No habrán ejemplares impresos solamente estaremos enviando ediciones digitales. A cada uno de los lectores de suscribirse y suscribir a otros catequistas a través del correo electrónico: [email protected]
También se pueden imprimir la revista para pasarla a catequistas que no tengan los medios digitales a su disposición.
Siempre se pueden enviar aportes, sugerencias, fotos, noticias,….a la dirección del correo electrónico antes mencionado. ¡Esperamos su colaboración!
Extractos del Mensaje Pascual de Mons. Carlos Colazzi Presidente del Departamento de
Catequesis
Celebramos el acontecimiento central de la historia: Jesucristo ha Resucitado!!! Se ha sellado la nueva Alianza entre Dios y la humanidad, Él
se entregó por Todos para darnos Vida Nueva en abundancia. ¡Su Victoria es el triunfo de la Vida! Su Iglesia, nacida en la Pascua, está llamada en todos los tiempos a
proclamar que Jesucristo está vivo, y convoca a todos a vincularse
estrechamente con El. Por eso sentimos la urgencia de la Misión
Permanente!!! …/…
Los invito a meditar en estas fiestas de Pascua las palabras del Papa
en la Carta mencionada: “Su resurrección no es algo del pasado,
entraña una fuerza de vida que ha penetrado el mundo. Donde
parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los
brotes de la resurrección. Es una fuerza imparable. Verdad que
muchas veces parece que Dios no existiera: vemos injusticias,
maldades, indiferencias y crueldades que no ceden. Pero también es
cierto que en medio de la oscuridad siempre comienza a brotar algo
nuevo, que tarde o temprano produce un fruto. En un campo
arrasado vuelve a aparecer la vida, tozuda e invencible. Habrá
muchas cosas negras, pero el bien siempre tiende a volver a brotar y
a difundirse. Cada día en el mundo renace la belleza, que resucita
transformada a través de las tormentas de la historia. Los valores
tienden siempre a reaparecer de nuevas maneras, y de hecho el ser
humano ha renacido muchas veces de lo que parecía irreversible. Esa
es la fuerza de la resurrección y cada evangelizador es un
instrumento de ese dinamismo” (n. 276).
D E P A R T A M E N T O D E C A T E Q U E S I S - C . E . U .
CATEQUESIS EN EL URUGUAY OTOÑO - 2015
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El papa Francisco, en su exhortación apostólica Evangelii
gaudium, ha querido “perfilar un determinado estilo
evangelizador”, asumible “en cualquier actividad que se
realice” por cuantos formamos la Iglesia” (EG 18). Nos
ha propuesto “algunas líneas que pueden alentar y
orientar una nueva etapa evangelizadora, llena de fervor
y dinamismo” (EG 17). Una de las cosas que ve más
necesaria a la hora de presentar y anunciar el mensaje es
que este no pierda ni “frescura” ni “olor” a evangelio”
(cf. EG 39)
Artículo tomado de la revista “Catequesis” octubre 2014 (Editorial CCS) y escrito por Carlos Aguilar
Frescura y olor a Evangelio
Para descubrir la frescura y olor a Evangelio, nada mejor que contrastar lo que
venimos haciendo en nuestra catequesis, con las indicaciones que nos da el Papa.
Cabe preguntarnos y discernir si nuestra catequesis, su organización, su modo de darlas, de revisarlas, etc., están muy encerradas en sí mismas, o sea, si son más bien una realidad aislada y autorreferencial
de nuestra pastoral o no (cf. EG 8)
Preguntémonos si “estamos entendiendo nuestra misión como una heroica tarea personal” (EG 12) o como una tarea eminentemente eclesial, en la que nunca nadie debería actuar por libre.
Preguntémonos si en algún momento mutilamos la integralidad del mensaje del Evangelio (cf. EG 39).
Observemos si lo que transmitimos en nuestra catequesis son o no aspectos centrales o parciales del Mensaje, singularmente cuando hablamos de cuestiones de la moral (cf. EG 34).
Pensemos y discernamos si, como advierte el Papa, a la hora de transmitir los contenidos de la fe, damos por supuesto que quienes nos escuchan “conocen el transfondo completo de lo que decimos”. Cuando los que nos escuchan no están suficientemente iniciados, se hace muy díficil conectar nuestras palabras con “el núcleo esencial del Evangelio, que le otorga sentido, hermosura y atractivo”. (EG 34)
El Papa no ha querido darnos recetas para resolver ningún problema pastoral. Nos ha invitado a que
cada comunidad y cada cristiano discierna el camino que el Señor le pide a la hora de aceptar esta
llamada de salir y llegar a las periferias que necesitan la luz del Evangelio (EG 21)
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Recuperar “frescura” y “olor a Evangelio”
1. Renovar nuestro encuentro personal con Cristo. (EG 3), el momento en que Jesús nos tocó el corazón (EG 13), de modo que no podamos contener el deseo de comunicar a otros el
hecho de haber encontrado el amor que da sentido a la vida (EG 8), el amor inmenso que Dios nos manifestó en Cristo muerto y resucitado (EG 11). Evangelizar no como el que está cumpliendo una
obligación, “sino como quien comparte una alegría, señala un horizonte bello, ofrece un banquete deseable”. (EG 14)
2. Tratar de que el anuncio de la Buena Noticia responda “al anhelo de infinito que hay en todo corazón humano” (EG 165). Que nuestra catequesis respondan a las grandes preguntas que se hacen o tienen
que llegar a hacerse nuestros catecúmenos o catequizandos.
3. Comprender que, en nuestra misión, “el primado es siempre de Dios, que quiso llamarnos a colaborar
con Él e impulsarnos con la fuerza de su Espíritu” (EG 12). “Esta convicción nos permite conservar la alegría en medio de una tarea tan exigente y desafiante. Nos pide todo, pero, al mismo tiempo, nos
ofrece todo”. (EG 12)
4. Convencerse de que “la Palabra tienen en sí una potencialidad que no podemos predecir” (EG 22)
5. Reconocer que las comunidades cristianas “origen, lugar y meta de la catequesis” (DGC 253) deben adelantarse, tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces
de los caminos para invitar a los excluidos (cf. EG 24), estar dispuestas a acompañar los procesos, “por más duros y prolongados que estos sean” (EG 24)
6. “Acompañar con misericordia y paciencia las etapas posibles de crecimiento de las personas que se van construyendo día a día” (EG 44)
7. Dejar de lado toda ansiedad , mirar a los ojos y escuchar, renunciar a “las urgencias para acompañar al que se quedó al costado del camino” (EG 46)
8. Presentar el kerigma con estas caractéristicas, necesarias hoy en todas partes (cf. EG 164):
- Que exprese el amor salvífico de Dios, previo a la obligación moral y religiosa.
- Que no imponga la verdad y que apele a la libertad.
- Que posea unas notas de alegría, estímulo, vitalidad y una integralidad armoniosa que no reduzca la
predicación a unas pocas doctrinas a veces más filosóficas que evangélicas.
Ofrecemos algunas pistas que ayuden a encontrar los caminos que el Señor nos invita a recorrer personal y comunitariamente. De ahí saldrá la frescura y el olor a Evangelio de nuestras catequesis.
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9. Cuidar una adecuada proporción y examinar, de cuando en cuando, qué temas son los que más tratamos en nuestras catequesis, con qué frecuencia y con qué acentos (cf EG 38).
10. Expresar “la centralidad de algunas verdades” (EG 39). Tampoco nos debemos conformar con mantener un lenguaje completamente ordoxo, sobre todo si este es ajeno al lenguaje que la gente utiliza y comprende. Hemos de procurar entregar la sustancia de la fe buscando conectar con el hombre de hoy. (cf. EG 41)
11. Recuperar el valor de la belleza para poder llegar así al corazón humano y hacer resplandecer en él la
verdad y la bondad del Resucitado. Hay que atreverse a encontrar los nuevos signos, los nuevos símbolos, una nueva carne para la transmisión de la Palabra, las formas diversas de belleza que se valoran
en diferentes ámbitos culturales, e incluso aquellos modos no convenciales de belleza, “que pueden ser poco significativos para los evangelizadores, pero que se han vuelto particularmente atractivos para otros”
(EG 167).
El Papa nos ha insitido en que ya no vale aquello de “seguir haciendo lo de siempre”, sobre todo cuando somos conscientes de que no sirve para conectar con el hombre de hoy. Hemos de “poner los medios necesarios para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas
como están”. (EG 25). Solo así nuestras catequesis recuperarán toda su “frescura” y “olerán ciertamente a Evangelio”.
Para conversar entre catequistas….
o ¿Qué te sugiere la lectura de este comentario?
o ¿Qué pasito se podrá dar en tu comunidad cristiana?
o ¿Dónde están los frenos, dónde el impulso del Espíritu para ponernos “a tono” y ofrecer frescor y olor de Evangelio”?
o ¿Cómo pasar de la queja a la acción? Pero siendo siempre realistas…
Esperamos tus comentarios al correo electónico:
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Encuentro “Sector Palabra de Dios” “INICIACIÓN CRISTIANA”
Montevideo, 12 al 14 de febrero 2015
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3. Dimensión catequética de la IC – Sr. Javier Díaz (Catequeta - Chile) 4. Dimensión litúrgica de la IC – P. Cristian Eichin Molina, OFM (Experto en Liturgia – Chile) El sábado durante la mañana tanto en las comisiones como en el trabajo de grupo se buscó cómo podemos seguir trabajando juntos para ir avanzando tanto en el tema como en el trabajo en conjunto en el Sector Palabra de Dios. Todos los participantes se fueron a su diócesis entusiasmado por lo escuchado y por los intercambios que se había producido. Ciertamente se tendrán que organizar en el futuro otros encuentros de éste índole para seguir creciendo en la comunión y la misión.
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El Sector “Palabra de Dios”, que nuclea la Comisión Nacional de Animación Bíblica de la pastoral, el Departamento de Catequesis,el Departamento de Liturgia, el Departamento de las misiones y la Comisión de Pastoral Popular, organizó por primera vez un encuentro con los delegados diocesanos de los distintos Departamentos y Comisiones. Lo que motivó el encuentro fueron las Orientaciones Pastorales de la CEU, en especial el numeral que dice: “Favorecer el Encuentro con Jesús, promoviendo el primer anuncio con la presencia, el testimonio, el diálogo y el kerigma; realizar verdaderos caminos de iniciación cristiana, que lleven a confesar la fe, celebrar la Eucaristía dominical, vivir la caridad y ser testigos de Cristo.” El Objetivo del Encuentro decía: “Concientizar a las distintas Comisiones Nacionales y Diocesanas sobre la importancia de un trabajo más coordinado en relación a la Iniciación Cristiana”. En el encuentro estuvieron presentes varios obispos, vicarios pastorales como representantes de las comisiones diocesanas. El plato fuerte fue ciertamente los aportes que pudimos escuchar durante el viernes: 1. Dimensión bíblica de la Iniciación Cristiana (IC) por P. César Buitrago, Secretario Ejecutivo de la Comisión Animación Bíblica de la Pastoral. 2. Dimensión antropológica de la IC - P. Richard Arce.
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Aspectos Catequéticos de la Iniciación Cristiana Javier Díaz Tejo
Director del Dpto. de Evangelización de la Provincia Salesiana de Chile. Docente en el Instituto Teológico Pastoral del CELAM (ITEPAL). Presidente de la Sociedad Chilena de
Catequetas, Vicepresidente de la Sociedad de Catequetas Latinoamericanos. [email protected]
Agradezco la invitación que me hizo la Conferencia Episcopal del Uruguay, a través del P. Andrés Boone, para aportar con algunas reflexiones al discernimiento que están realizando respecto a la iniciación cristiana.
Valoro y me alegro que ustedes se den tiempo para realizar un diálogo comunitario, amplio, sobre este asunto. Denota, me parece, una conciencia compartida respecto a los límites que actualmente evidencian los modelos formativos tradicionales en la Iglesia. En efecto, la mayoría de estos modelos son fruto de una forma de evangelizar que, a su vez, respondía a la época de cristiandad, es decir, a aquella época cuando la Iglesia era, si no eje, al menos un fuerte referente social. Tales tiempos llegaron a su fin ya hace varias décadas, las personas hemos cambiado, por lo cual es oportuno diseñar nuevos modos de anunciar y proponer el Evangelio.
Tal es la razón que haya adquirido relevancia el concepto de “iniciación cristiana”, especialmente desde la publicación del Directorio General para la Catequesis en 1997, la III Semana Latinoamericana de Catequesis
en 2006 y
la Conferencia de Aparecida en 2007. Los ojos lentamente se han ido volviendo hacia este concepto, ha crecido poco
a poco el interés por conocer experiencias concretas acerca de su práctica, entendiéndola como una respuesta a la paradójica situación en que está la mayoría de las comunidades cristianas del continente, situación que se sintetiza en la expresión “muchos sacramentalizados, pocos evangelizados”. En esta curiosa frase se destaca la brecha entre el alto porcentaje de personas que socialmente (en una encuesta, por ejemplo) afirman ser católicos, y el estilo de vida que evidencian diariamente. Y, más que brecha, podría hablarse de “abismo”, porque si de verdad estuviésemos evangelizados, otro país, otro continente estaríamos construyendo; uno sin estos brutales índices de desigualdad socioeconómica, más preocupado de nuestros ancianos, acompañando de modo más atento a nuestros jóvenes, sin hipotecar el medio ambiente de las próximas generaciones, etc.
Esta situación hace insostenible seguir viviendo la fe como costumbre social. Una fe así, con base tan endeble, rápidamente se la lleva el viento: no resiste la crítica ante las evidentes incoherencias de los mismos cristianos, no encarna un estilo de vida atractivo para los jóvenes, no abre nuevos horizontes para los desorientados, no es “signo de contradicción” para nuestra sociedad pluralista, consumista y tecnologizada; una fe así no genera la “Evangelii Gaudium” que propone el Papa Francisco, ni tiene mucho que ver con el estilo de vida de Jesús.
Por eso me alegro que ustedes quieran conocer y aplicar la noción de “iniciación cristiana”, y a eso me orientaré en los próximos minutos. Sin embargo, me parece imprescindible que les aporte un segundo asunto, algo no pedido, a modo de “bonus track” como gustan decir las nuevas generaciones, que es condición de posibilidad a lo que diré a continuación.
Breve recuerdo histórico de la iniciación cristiana
Diversas investigaciones sociales muestran la paulatina caída que ha ido teniendo la adhesión de la población latinoamericana a la Iglesia Católica. Ante esta situación, expertos y responsables han sugerido volver a mirar a los tiempos en que surgió la Iglesia, a fin de sacar algunas enseñanzas. Al proceder así, se constata que, animada en primer lugar por un pequeño grupo de pescadores, campesinos, artesanos, gente iletrada, pobre, desde un rincón insignificante del Imperio Romano, en poco tiempo (mirado desde estos casi veintiún siglos de vida) ese grupo se multiplicó e influyó sobre gran parte del mundo conocido por entonces.
A continuación presentamos la primera parte del aporte sobre:
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Al contemplar los primeros pasos de la Iglesia, se nota en sus prácticas el convencimiento implícito de que una persona no se hacía cristiana sólo por un acto de voluntad, sino que debía introducirse lentamente, ser iniciada en la fe de la Iglesia. Así, ya en el texto Hecho de los Apóstoles, se percibe que una de las notas especiales de las primeras comunidades era el discernimiento; que les interesaba no sólo elegir bien a sus ministros, sino también poner extremo cuidado en sondear la sinceridad de la conversión de quienes querían hacerse cristianos por medio del bautismo. En diversos pasajes se habla de las condiciones que les ponían a los interesados: convertirse al Señor Jesús, abandonar la vida descuidada que llevaban y formarse en la enseñanza de los apóstoles, aprendiendo a celebrar y vivir como discípulos.
A medida que fueron muriendo los apóstoles, sus sucesores, en ciudades en torno al Mediterráneo, fueron de a poco sistematizando un método de formación. Ya a mitad del siglo II, en algunos lugares estratégicos del territorio imperial, como Roma, Antioquía, Jerusalén, Alejandría y Cartago, se vio necesario establecer un tiempo de prueba a quien quería hacerse cristiano. En la ciudad costera de Cesarea, cerca de Palestina, Orígenes decía en el año 240:
“¿Desean recibir el bautismo y merecer la gracia del Espíritu? Entonces tienen que ser purificados a partir de la ley; ante todo, oyendo la Palabra de Dios, tienen que desarraigar sus vicios habituales y aplacar sus costumbres bárbaras, para que, habiéndose revestido de dulzura y de humildad, puedan recibir la gracia del Espíritu Santo”.
Una vez comprobada su recta intención, en una ceremonia se invitaba a los simpatizantes a firmar un libro en que se comprometían a perseverar en las enseñanzas que le dieran los agentes pastorales que la comunidad designaba para ello. Durante un tiempo, que podía durar entre tres y cinco años, los participantes recibían una enseñanza fundamentalmente bíblica y litúrgica, con especial énfasis en cómo debe vivir un cristiano.
Se entendía que alguien estaba apto para el bautismo cuando daba tres frutos:
• el arrepentimiento de las faltas (pues el bautismo es un «baño para la remisión de los ���pecados», afirmaba Justino), ���
• la plena acogida a la fe de la Iglesia (y a ella misma, como maestra de verdad), y ���
• una vida transformada (hay que «asegurar que se es capaz de vivir según esta doctrina»). ���3 ���
Una vez que alguien evidenciaba estos signos de madurez, era elegido por la comunidad para el bautismo. Desde esta elección hasta el día de su bautismo, mediaba un tiempo de profunda penitencia y oración. ¡Era un “elegido”, y debía prepararse bien para tal paso! Tertuliano, en el norte de África, a principios del siglo III, recomendaba:
“Los que van a acceder al bautismo deben invocar a Dios con fervientes oraciones, ayunos, genuflexiones y vigilias. Se prepararán también con la confesión de todos sus pecados pasados...”.
Finalmente, en la Vigilia Pascual de preferencia, la persona se bautizaba, en una ceremonia llena de signos significativos que acentuaban la nueva vida que el cristiano/a asumía desde ahora.
Pero ese no era el final del camino. Se acostumbraba que los nuevos cristianos continuaran un breve tiempo más, para ahondar en comunidad el regalo que habían recibido en los sacramentos celebrados antes. Hipólito de Roma, hacia el año 215, comentaba:
“Terminado esto, cada cual se aplicará a hacer buenas obras, a agradar a Dios y a portarse bien, a tener celo por la Iglesia, haciendo lo que ha aprendido y progresando en la piedad”.
A todo este proceso se le llamó Catecumenado.
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Luz para nuestro tiempo
Lamentablemente, con el tiempo, en especial cuando en el siglo IV concluyeron las persecuciones a las comunidades cristianas y poco después el cristianismo se convirtió en la religión oficial del Imperio, la masiva llegada de personas para bautizarse hizo que la Iglesia no pudiera responder a esa demanda con el mismo cuidado y exigencias de antes, por lo cual se aligeraron los requerimientos y se acortaron los tiempos formativos. Ya en el siglo VI prácticamente había desaparecido la práctica catecumenal, pues a los nuevos cristianos los bautizaban de niños, apostando a que su familia y la sociedad dieran los elementos básicos. Bajo esa perspectiva llegó y se desplegó el Evangelio por América en el siglo XVI. Salvo iniciativas menores, no se volvió a escuchar de itinerarios catecumenales hasta fines del siglo XIX, cuando, por las misiones desde Francia, se instauró ese sistema en África. Pero hubo que esperar a que el Concilio Vaticano II, hace sólo 50 años, ordenara re-‐implementar el catecumenado, para descubrir lentamente que la iniciación cristiana, diseñada bajo ese modelo, es una iniciativa que puede resultarnos crucial, dada la sociedad descristianizada en que estamos viviendo.
Sí, la experiencia que vivieron los adultos que se convirtieron a la fe cristiana en los inicios de la Iglesia dice mucho a la Iglesia actual. Esto porque, como se dijo antes, la cultura latinoamericana y la occidental diluyen rápidamente su identidad católica y adquieren tonos agnósticos, pentecostales, desinstitucionalizada o plural en lo religioso, lo cual recuerda algunos aspectos del mundo pagano que vio nacer a la Iglesia.
No es de extrañar, entonces, que hoy se pida con creciente urgencia diseñar itinerarios de iniciación cristiana de inspiración catecumenal. Los frutos, sin embargo, hasta el momento son escasos en A. Latina ¿Por qué? Porque este tipo de itinerarios presenta varias exigencias inéditas, que chocan con hábitos, inercias y “formateos” pastorales. Precisemos un poco:
• Contrariamente al hábito de hacer eventos pastorales, acciones buenas y santas (sin duda), pero de modo aislado y descoordinado, aquí hablamos de itinerarios, porque la formación ha de ser ofrecida como proceso, es decir, de modo racionalmente sistemático, con etapas, objetivos y aprendizajes esperados predeterminados, con contenidos al servicio de los aprendizajes, promoviendo la generación de “competencias” (o “habilidades”) cristianas, con métodos, técnicas y evaluaciones. ���
• Debido a que muchos aún no asumen que ya no habitamos sociedades de cristiandad, no les resulta fácil entender qué significa iniciación cristiana. Se requiere que las comunidades eclesiales generen espacios donde se ofrezca educación básica acerca de los elementos que constituyen e implican vivir siguiendo a Jesús, considerando que las familias católicas, con sus innumerables formas de constituirse, tensiones y heridas, en medio de una sociedad secularizada, rara vez son capaces de enseñar las actitudes cristianas fundamentales a las nuevas generaciones. ���
• Como resultado del escaso conocimiento de la Tradición eclesial, no resulta inmediato asumir la inspiración catecumenal, en el sentido de tomar como referente la sistematización alcanzada por la Iglesia en sus primeros siglos de vida a través del Catecumenado, y diseñar procesos similares, con adaptaciones a la situación específica de los interlocutores (en nombres de sus etapas, duración de cada una, signos, etc.). ���Tal es la importancia que tiene la iniciación cristiana que ya no se puede considerar como un proceso más, al lado de lo que ya se hace en las parroquias y/o colegios católicos, sino como el formato básico para todo itinerario orientado a la educación de la fe. Esto refleja la intención de los obispos latinoamericanos, quienes afirmaron de modo rotundo: “Proponemos que el proceso de iniciación cristiana sea asumido en todo el Continente como la manera ordinaria e indispensable de introducir en la vida cristiana y como la catequesis básica y fundamental” (DA 294)
(sigue en el próximo número)
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La primera reunión del Oficio Nacional tuvo lugar en el Seminario Cristo Rey en Montevideo. Contamos con todos los delegados diocesanos. Durante la mañana tratamos el tema de la formación del catequista. Se ha formado una comisión para encarar el tema de un nuevo Instituto de Formación de catequistas ya que el ISCA no estaba funcionando los últimos tiempos. Y nuestros obispos en la Asamblea de Noviembre dieron cierre a esta experiencia solicitando que el DECAT buscará una forma de acompañar la formación de los catequistas a través de un nuevo servicio de un Instituto a dicho fin. Ya lo tendremos informado en los próximos meses. Durante las tardes se ultimaron los detalles del Día Nacional de la Catequesis. Y ya le podemos mostrar el afiche del mismo.
“Tenemos que salir a hablarle a esta gente de la ciudad a quien vimos en los balcones. Tenemos que salir de nuestra cáscara y decirles que Jesús vive, y que Jesús vive para ella, y decírselo con alegría… aunque uno a veces parezca un poco loco. El mensaje del Evangelio es locura, dice San Pablo.
El tiempo de la vida no nos va a alcanzar para entregarnos y anunciar esto: que Jesús está restaurando la vida. Tenemos que ir a sembrar esperanza, tenemos que salir a la calle. Tenemos que salir a buscar.”
Cardenal Jorge Bergoglio - Mensaje a los catequistas, 11 de marzo de 2000
Revista Catequesis en Uruguay formato digital
Redactor responsable: P. Andrés BOONE, SDB
Secretario Ejecutivo del DECAT
LA REVISTA DE CATEQUESIS ABRIL - JUNIO 2015