Revista EMPRESA 185

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185 EMPRESA Agosto / Septiembre 2007 FRENTE A LA CORRUPCION Y A LA COERCION Editorial LA DIMENSION HUMANA EN LAS ORGANIZACIONES INDUSTRIALES FLEXIBLES Jorge A. Mohamad ¿QUE VIRTUD SE NECESITA PARA CONSTRUIR CIUDADANÍA? Rafael Braun

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Nº 185 de la Revista EMPRESA de ACDE - Ago-Sep 2007

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FRENTE A LA CORRUPCION Y A LA COERCION

Editorial

LA DIMENSION HUMANA EN

LAS ORGANIZACIONES INDUSTRIALES FLEXIBLES

Jorge A. Mohamad

¿QUE VIRTUD SE NECESITA

PARA CONSTRUIR CIUDADANÍA?Rafael Braun

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SUMARIOEMPRESA

Tarifa ReducidaConcesión Nº 1453

Franqueo PagadoConcesión Nº 1277

Número 185Agosto / Septiembre 2007

Publicación de ACDE Buenos AiresAsociación Cristiana de Dirigentes de Empresa

Afiliada a la Federación ACDEUNIAPAC de Argentina

DirectorCarlos G. Garaventa

Consejo de RedacciónEduardo Aceiro

Celso Enrique ArabettiPablo BevilacquaViviana Morandi

Victoria Riobó Héctor Mario Rodríguez

Consejo EditorialHoracio Bolaños

Enrique Del CarrilHoracio Diez

Gabriel Mayor

Secretario de RedacciónEduardo Otsubo

Asistente de DirecciónPatricia D’Agostino

Premio Santa Clara de Asís 2002

Los artículos reflejan el punto de vista del autor y no necesariamente

el de ACDERegistro Propiedad Intelectual 522.706

Precio del ejemplar: $12.- (S/envío postal)

Suscripción anual(seis números, incluye envío postal)

Buenos Aires, Interior: $ 70.- Países Limítrofes: U$S 60.- Resto de América: U$S 70.- Europa: U$S 80.- Suscripción estudiantes: $ 50.- Suscripción donación: $ 200.-

Bolívar 425 - (C1066AAI) Buenos Aires

República ArgentinaTel./Fax: (54 11) 4331-0251

E-mail: [email protected]

2 Editorial Cuando no hay excusas

4 Reportajes Manuel Solanet La administración de lo público,

una cuenta pendiente

12 Trabajo La promoción de empresas sustentables.

Una breve introducción Juan José Schaer

14 Economía Cómo armonizar políticas

de corto y largo plazo en la cadena de ganados y carnes

Luis M. Bameule

25 Reflexión Incentivos inadvertidos;

consecuencias no deseadas Glen Whitman

32 Organización Empresas que atraen Gustavo López Espinosa

34 Economía La necesidad de un gasto público

más focalizado en lo pobres Patricio Millán, Jorge Colina y Osvaldo Giordano

45 Empresa Creando valor… a través de las personas Alfonso Jiménez

50 Política Las tentaciones del poder Václav Havel

56 Organización Gerenciando recursos humanos

a través de las fronteras Guillermo Ceballos Serra

60 Reflexión ¿Moralidad o acierto? ¿Principios

o circunstancias? ¡Ambas! Roberto M. Estévez

63 Del archivo Luz en la platea Hober González

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Frente a la corrupción y a la coerción

“Buscad el Reino de Dios y su Justicia, lo demás se os dará por añadidura”

(Mateo 6,33)

Una vez más asistimos al acierto de las palabras de Lord Acton, lamentablemente y con razón citadas con demasiada y creciente frecuencia en nuestra Patria: “El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”.

Los últimos tiempos nos muestran las señales de la existencia, además también de la exi-gencia, de pagos indebidos e innecesarios para acceder a proveer de servicios o bienes al Estado, y de la soberbia, la impunidad y la amenaza para conseguir lo necesario para soste-ner e incrementar el poder monopolizado.

Sin duda los argentinos volvemos a estar en la disyuntiva de dejar la “cosa pública” en manos de quienes se sienten dueños absolutos de ella, o reclamar la vuelta a la esencia republicana de separar instituciones, personas y proyectos personales, de programas de gobierno.

Es cierto que debe haber muchos casos de empresarios que han cedido a la extorsión de algún funcionario prepotente que los ha amenazado con “invadir de inspectores” a sus em-presas si no se acataba un régimen tarifario o se fijaban precios arbitrarios e irreales. Pero esta circunstancia nos abre dos órdenes de problemas, que no convienen confundir para evitar justificar a funcionarios o apañar a empresarios.

El primer tipo de problema, el de la extorsión y el cohecho, requiere del desarrollo de una conciencia ciudadana que represente un freno a la concepción maquiavélica del poder al servicio de grupos que se autoerigen en defensores de los intereses del pueblo. En este sentido, vemos con regocijo la actitud objetiva y firme de nuestros obispos que no rehuyen su compromiso con los principios necesarios para velar por el bien común, aunque en más de una ocasión deban enfrentar enojosas situaciones, sean éstas equivocadas o malenten-didos deliberados. También la opinión de la Sociedad Rural Argentina constituye una voz de alerta expresada con la necesaria mesura y valentía, que no abundan.

El segundo tipo de problema es el que nos toca además, y en particular, como empresarios comprometidos con los valores trascendentes. En este caso, también es necesario encarar el tema con audacia y valentía, por cuanto que consideramos oportuna la cita bíblica que encabeza la reflexión de este editorial.

Ese pasaje evangélico culmina uno de las más bellos mensajes de Jesús, en el que nos insta a despreocuparnos por la búsqueda de nuestra comida y nuestro vestido. Algunos han

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pensado que ese mensaje fomenta la despreocupación por el trabajo y, por lo tanto, es contrario al espíritu empresario y al capitalismo. No obstante, el final que transcribimos señala con claridad un orden de prioridades aplicable a toda actividad humana: la búsqueda de la Justicia, que implica el Reino de Dios, debe primar sobre toda finalidad, aún sobre aquellas que de por sí son lícitas. En ese sentido, cuando la finalidad de obtener beneficios se opone a la Justicia, algo anda mal.

El empresario tiene la obligación de buscar negocios que rindan utilidades, no sólo porque en ello está su sustento y el de su familia, sino porque de él dependen todos los factores de producción que convergen en la actividad de su empresa: los trabajadores y sus familias, los proveedores, sus clientes, etc. En situaciones extremas, cuando el medio le impone con-ductas poco claras, a fin de conseguir contratos y trabajo, se le puede presentar un serio dilema: o entra en el vicioso sistema para preservar su empresa, o se aparta de él, con riesgo de hacerla desaparecer. El problema es que, si decide lo primero, con su conducta alimenta la espiral de corrupción, alentando a los funcionarios deshonestos a continuar con sus prácticas deleznables. Peor aún, sin buscarlo, contribuye a cimentar la corrupción estructural que termina asfixiando la libertad y matando la democracia ya reducida a la formalidad del voto captado de manera creciente con la mentira, el clientelismo y el pre-bendismo. La corrupción destruye la confianza entre los ciudadanos, base indispensable de todo sano entramado y de toda paz social.

Es aquí donde surge con claridad la aplicación del mensaje evangélico: no nos está pidien-do despreocupación por el diario sustento de nuestros trabajadores y nuestros colabora-dores. Sólo pide que prioricemos la Justicia del Reino de Dios a través de una verdadera Responsabilidad Social Empresaria y nos promete que, si seguimos ese consejo, la fortaleza de nuestras empresas “vendrá por añadidura”.

No creamos que eso sea un milagro. Se nos habla desde la actualidad: sabemos que, mu-chas veces, recurrir a la remanida excusa de que la realidad es como es, no deja de ser un argumento maniqueo y dualista: como el sistema es corrupto no está en mí cambiarlo y debo amoldarme, dejando la moralidad y los preceptos religiosos para mi vida privada. Se produce así un desdoblamiento de la personalidad del empresario que se traduce en el divorcio entre Fe y vida. Jesucristo, en cambio, nos está diciendo que buscar la Justicia en la relación con los demás y con el Estado, es el mejor de los negocios porque permitirá que la ganancia venga por añadidura. Eso realmente ocurre con muchos creativos, responsables y verdaderos empresarios, que no han entrado en el sistema corrupto, cuyas empresas gozan de prestigio y buena salud aunque hayan debido sacrificar ganancias para ello. Pero además, si apoyamos las organizaciones intermedias que denuncian la corrupción y coordi-namos nuestros esfuerzos para romper el círculo vicioso de la deshonestidad, seguramente en el futuro se verán los resultados.

No se pueden esperar resultados inmediatos, ni podemos erigirnos en jueces de las prác-ticas de los demás. Cada uno de nosotros, como pecadores que somos, hemos caído con seguridad en conductas reprochables fomentadas por el sistema que hoy, lamentablemente, es moneda común en nuestro país. Pero la lucha diaria contra el flagelo de la corrupción y la virtud de la esperanza debe ser nuestra guía como empresarios cristianos y ciudadanos conscientes.

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R e p o r t a j e s

José Ignacio Mariscal

El desafío de instrumentar el pensamiento social cristiano en la empresa“La visión cristiana es lo que nos da lineamientos muy claros para la acción”, señala José Ignacio Mariscal.

Este arquitecto y empresario mexicano es desde octubre pasado el segundo presidente latinoamericano en liderar la Unión Internacional de Empresarios Cristianos, UNIAPAC. Y ha tomado como foco de su gestión la responsabilidad social empresaria, y como un objetivo prioritario de la entidad, el de formarse en los principios y valores del pensamiento social cristiano e internalizarlos en la cultura de la empresa.

“Para mí este es el gran reto: ¿cómo aterrizar los principios y valores dentro de la empresa? Es exactamente lo que estamos haciendo ahora en UNIAPAC”, señala Mariscal de manera firme y convencida durante la entrevista.

Arquitecto (Universidad

Autónoma de México). Maestría en Administración

de Empresas (Universidad de Columbia, N.Y.).

Programa en Dirección Avanzada

(Universidad de Harvard, Boston).

Curso de Formación Social impartido

por la USEM México. Presidente

Ejecutivo de Grupo Marhnos. Ex presidente de USEM (México).

Presidente de la UNIAPAC

Internacional..

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R e p o r t a j e s

Desde los inicios de su gestión en UNIA-PAC, ha subrayado la idea de pensar y actuar bajo una concepción moderna de responsabilidad social empresaria y desa-rrollo sustentable. Nos gustaría pudiera profundizar en este concepto.

Mariscal: - Cuando tomé posesión como presidente de la UNIAPAC presenté al Consejo un plan de trabajo cuyo tema fundamental, durante mi gestión, sería la Responsabilidad Social Empresaria (RSE). Porque considero que entre los objetivos de nuestra asociación, el pri-mero es el de formarse en los principios y valores del pensamiento social cristia-no. Estos principios son universales y el punto de partida debiera ser entender que todo ser humano tiene dignidad, la que debe ser respetada como el eje, centro, principio y fin de la actividad económica y social en el ámbito empresa-rial. A partir de este principio, es que se desprenden como consecuencia lógica los demás: la solidaridad, la subsidiaridad, el bien común, el amor fraterno y el destino universal de los bienes. Todos estos prin-cipios son los que nos deben dar el basa-mento para desarrollar e implementar la responsabilidad social en la empresa.

La primera responsabilidad del empresa-rio a este respecto es tomar el compromi-so de hacer suyos estos principios, asu-mirlos como algo inherente a su queha-cer cotidiano; algo que le dará coherencia a su vida personal. Cuando realicé el planteamiento de la RSE, estaba seguro de que ésta es la forma concreta en que podemos instrumentar el pensamiento social cristiano en la empresa.

Ud. ha hecho referencia también a tres grandes áreas que conforman la RSE.

- La Responsabilidad Social Empresaria tiene tres grandes áreas que son: la econó-

mica (generar valor agregado y distri-buirlo equitativa-mente), la social (desarrollo integral de las personas “stakeholders”) y la ambiental (cuidar el medio ambiente, nuestro mundo, para nues-tra generación y las futuras); cada una de ellas iluminada por el pensamiento social cristiano, que es lo que le da solidez, trascendencia y consistencia a largo plazo.

Todo esto es intrínseco a la labor em-presarial; no lo podemos disociar, es esencial e incluyente de la actividad empresarial. Por eso propuse a todas las Asociaciones UNIAPAC tomar este tema como algo fundamental para la realización de los objetivos propios de nuestra organización.

¿Qué responsabilidad le cabe al dirigente de empresa en la construcción de una socie-dad más justa, y qué puede aportar para contribuir a crearla?

- Hace algunos años escuché al Dr. Ber-nardo Hillsberg, en una reunión que no era de empresarios, decir algo que me impactó profundamente. Él mencionó que en Latinoamérica hay una gran desigual-dad, pero planteó que una de las formas de disminuirla era la responsabilidad social empresaria; me llamó mucho la atención. Revisar el objetivo social interno de las empresas, que es el desarrollo integral de su personal –nosotros hemos agregado: y de sus familias– nos da la clave para poder formar una sociedad más justa.

Si conocemos y atendemos

estas necesidades de nuestros

colaboradores y los apoyamos de

distintas formas de acuerdo a la

estructura de cada país, por supuesto

que iremos contribuyendo a tener una

sociedad más justa.

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R e p o r t a j e s

Como empresarios hemos desarrollado un modo de medir el grado de avance de estos objetivos en la empresa, al que hemos lla-mado “El Censo”.

¿Cómo se implementa este sistema de medición?

- Hay una pregunta que hago constante-mente a los empresarios: ¿qué es lo más importante que tienes en tu empresa? Por supuesto que la respuesta es: “mi personal”. Inmediatamente viene la segunda pregun-ta: ¿conoces a tu personal? Y ya la respues-ta no es muy contundente.

Con el Censo lo que logramos es conocer de manera concreta a nuestros colaboradores. Se trata de hacer una ficha técnica, no solo de la persona sino también de su familia. De esta for-ma cada jefe tiene un conocimiento más profundo de su subordinado; hacemos énfasis en cuestiones de salud, de educación y de vivienda. Si cono-cemos y atendemos estas necesidades de nuestros colabo-

radores, y los apoyamos de distintas formas de acuerdo a la estructura de cada país, por supuesto que iremos contribuyendo a tener una sociedad más justa.

¿La RSE varía su foco según el estado de bienestar de cada sociedad?

- Por supuesto, pues cada país tiene distin-tas necesidades y está en distinto nivel de

desarrollo. En UNIAPAC tenemos mu-chos socios europeos y ellos también están trabajando en la RSE. La respuesta a cada uno de los problemas económicos, sociales y ambientales tiene que ser de acuerdo a la realidad concreta de cada país.

Lo que es un hecho, es que este mundo, la sociedad, es perfectible y todos los países –no importa el grado de desarrollo que ten-gan– siempre tienen mucho que mejorar.

¿Dónde se limita su campo de acción, frente a las falencias del sector público y a las instituciones civiles de muchos países de América Latina?

- Como ya expliqué en las respuestas an-teriores, el campo de acción dentro de la empresa es muy vasto y tenemos que darle respuestas concretas en cada una de las tres áreas de acción. En muchas de ellas hay una interrelación concreta y directa con instituciones del gobierno. Habrá que tener presente, y con toda claridad, el significado concreto de los principios de solidaridad y subsidiariedad.

Por ejemplo, la subsidiariedad la definiría con esta sencilla fórmula: “tanta empresa o sector privado como sea posible y tanto sector público como sea necesario”. Con esta perspectiva tenemos que enfrentar y resolver los problemas de salud, educación y vivienda. Debemos exigir los compromisos que han tomado las instituciones y partici-par en el debate público para que esto se dé.

¿Cuál es el aporte enriquecedor que la visión cristiana puede dar a esta temática de la RSE y al mundo de la empresa en general?

- La visión cristiana, como ya lo expresé, es la que nos da los lineamientos muy cla-ros para la acción. Como ustedes saben, algo que nos enseña el pensamiento social

“Tanta empresa o sector privado

como sea posible y tanto sector

público como sea necesario”.

Con esta perspectiva tenemos

que enfrentar y resolver los problemas

de salud, educación y vivienda. Debemos

exigir los compromisos que han tomado

las instituciones y participar en el debate

público para que esto se dé.

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cristiano cuando nos acercamos a la reali-dad es seguir el método del ver, juzgar y ac-tuar. Hay que partir siempre de la realidad, analizarla con objetividad, desmenuzarla, compararla, ver sus pros y sus contras, y de este análisis profundo pasar a evaluarla con los criterios de juicio que nos dan nuestros principios y valores; y desde ahí, fijar nuestras directrices de acción para que sean concretas, para que se puedan evaluar y medir de una forma práctica que nos lle-ve a soluciones sostenibles.

¿Cuál es el camino para que los principios y los valores de la doctrina social de la Iglesia se internalice en la cultura cotidiana de las empresas?

- Qué bueno que saca usted el tema de la cultura de las empresas. Este es un tema que muchas veces se menciona, sin que se

alcance a aquilatar la trascendencia que tiene en el desarrollo de una empresa exi-tosa y competitiva.

¿Qué es la cultura de la empresa? La cultu-ra de la empresa consiste en que los prin-cipios y valores, de los que hemos hablado, del pensamiento social cristiano, permeen en toda la estructura de la organización y se vuelvan parte de cada una de las perso-nas que trabajan en ella. Esto se dice fácil, pero requiere una dedicación constante de enseñar los principios y valores, discutir-los, implementarlos, instrumentarlos y, lo más importante de todo, la coherencia de lo que se piensa y de lo que se dice con lo que se actúa.

Si una empresa no cuenta con una cultura sólida, es muy difícil que permanezca a largo plazo, no será consistente en las de-

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cisiones, habrá distintos puntos de vista en las decisiones críticas, no tendrá una guía ética. Si observamos las empresas que han sido exitosas a largo plazo, como las que describe Collins en el libro “From Good to Grade”, nos damos cuenta que cada una de ellas tiene una cultura empresarial muy sólida y consistente.

¿Y el desafío para los empresarios compro-metidos en estos principios y valores?

- En primer lugar, el desafío para los em-presarios es el compromiso personal, de hacer propios y vivir los principios y va-lores. Este es el punto de inicio para llevar a buen fin a la empresa. La coherencia es también fundamental; no hay peor situa-ción que la ambivalencia y la falta de cla-ridad en el rumbo de la empresa; y luego, es la consistencia, esto tiene que hacerse en una forma organizada, metódica, con una visión integral del hombre siempre teniendo en cuenta el aspecto económico, de valor agregado, con una visión holística de la empresa.

Una de las críticas frecuentes que reciben los cristianos es su enfoque teórico, poco práctico y en ocasiones ineficaz para abor-dar los problemas sociales. ¿Qué respuesta daría a esta aseveración?

- Para mí este es el gran reto: ¿Cómo ate-rrizar los principios y valores dentro de la empresa? Es exactamente lo que estamos haciendo ahora en UNIAPAC.

Desde octubre del año pasado, pusimos manos a la obra y estamos desarrollando un documento sobre la RSE en el que vamos a instrumentar un modelo que incluya a toda la empresa. Es un esque-ma donde interactúan las tres áreas, la económica, la social y la ambiental, en el que vemos cómo se involucran cada una de las partes relacionadas, los llamados “stakeholders”: accionistas, personal, pro-veedores, gobierno, competidores, clien-tes, sociedad, organismos intermedios y medio ambiente.

Si los empresarios entendemos esta visión integral de lo que es la RSE y todas sus partes relacionadas, vamos a lograr un mo-delo práctico que se podrá instrumentar en cualquiera de nuestras organizaciones.

Desde su posición de dirigente empresario de América Latina al frente de una entidad internacional como UNIAPAC Mundial, sita en Europa y regida en gran parte de su his-toria por europeos, ¿qué experiencia recoge?

- Como ustedes saben, soy el segundo la-tinoamericano que preside la UNIAPAC. Los demás han sido europeos, y lo que nos une es el pensamiento social cristiano. Hay un término que usaba mi predecesor, Etienne Wibaux. Él decía que lo que nos debe de caracterizar por ser cristianos es el amor fraterno.

Cada país que participa en la UNIAPAC

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UNIAPAC

Creada en 1931 como la Unión de Empresarios Católicos, UNIAPAC se constituye a partir de 1962 en un Movimiento Ecuménico Mundial, cuyos integrantes, inspirados en la doctrina social cristiana y en los principios éticos del cristianismo, asumen sus responsabilidades como dirigentes de empresa y verdaderos referentes de la sociedad.

Con Sede en Bruselas, Bélgica, agrupa a asociaciones de empresarios cristianos de todo el mundo, principalmente de Latinoamérica y Europa. Entre ellas se encuentra ACDE. Carlos E. Dietl fue, durante el período 1977/1981, el primer presidente latinoamericano (Argentina) en presidir la entidad internacional.

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tiene realidades diferentes; sabemos que no son todas homogéneas, ni en América Latina ni Europa. Y el gran reto es que cada uno de nosotros, en nuestra posición actual y tomando en cuenta las experien-cias, opiniones y puntos de vista de los demás, nos ayuden con este intercambio a ser más efectivos en llevar a cabo el pensamiento social cristiano a nuestras empresas.

Desde UNIAPAC han iniciado una intensa gestión por promover nuevas asociaciones en Europa del Este, Estados Unidos y África. Nos gustaría conocer las razones de esta iniciativa y las experiencias que, en tal senti-do, vienen recogiendo.

- La expansión geográfica en la UNIA-PAC es otro de los objetivos que planteé desde que me hice cargo de la entidad. Considero que todo este acervo que hemos ido acumulando a través de muchos años, de publicaciones concretas, de pensa-miento, de acción y de unir a empresarios cristianos, es algo que no nos lo podemos quedar quienes hoy conformamos esta or-ganización.

Vemos una gran necesidad, en todo el mundo, de que se conozcan estos plan-teamientos, es algo que tenemos que comunicar al mundo; es, como se dice muchas veces, uno de los secretos mejor guardados de la Iglesia, y también de los empresarios cristianos, por lo que tene-mos la obligación de darlo a conocer en todo el mundo.

Por supuesto que este es un planteamien-to muy ambicioso y por eso nos hemos concretado en expandir nuestros trabajos hacia Estados Unidos, Europa del Este y dos o tres países de Asia y África. La expe-riencia y la repuesta que hemos tenido de los mismos, ha sido de un gran interés por participar en la UNIAPAC.

¿Qué otras acciones puntuales están en-carando –con una mirada a futuro– en la entidad?

- Una de las funciones de la UNIAPAC es tener comunicación con las distintas organizaciones mundiales como la Orga-nización Mundial del Trabajo, el Consejo Pontificio de Justicia y Paz, el CELAM (Conferencia del Episcopado Latinoameri-cano) y la Conferencia Episcopal Europea.

El estar en contacto con nuestros Pastores y exponerles nuestras ideas es también una de nuestras responsabilidades. En casi todos los países se organizan Congresos o encuen-tros de diálogo entre Obispos y Empresarios para intercambiar ideas, conocer sus puntos de vista y trabajar armónicamente.

Participamos en muchos foros donde apor-tamos nuestra visión de la RSE y de los diferentes tópicos de la vida de la empresa, y sobre el papel del empresario en el mundo de hoy. Los resultados han sido muy satis-factorios.

Eduardo Otsubo

R e p o r t a j e s

Mariscal: “La visión cristiana es la que nos

da los lineamientos muy claros para la acción”.

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Este año, en el marco de la 96.ª Reunión de la Conferencia In-ternacional del Tra-bajo, se desarrolló un amplio debate acerca de la promoción de la empresa sustenta-ble y cómo lograr ese objetivo.

Es importantísimo señalar que hubo co-incidencias entre los

sectores del Gobierno, de los trabajadores y de los empresarios en destacar el papel central del sector privado, en todas sus formas, como elemento clave para hacer frente a los desafíos en materia de desarro-llo, incluida la generación de empleo.

Dicho esto parece necesario definir qué debemos entender por empresa susten-table, concepto íntimamente vinculado al de desarrollo sustentable; es decir la forma de progreso que satisface las nece-sidades presentes, en este caso de la em-presa, sin comprometer la capacidad de generación futura. Para ello, no debemos mirar solo la cuestión medioambiental sino además la integración de los tres

pilares de desarrollo: el crecimiento eco-nómico, el progreso social y los aspectos medioambientales.

No se habla en este contexto de pers-pectivas restringidas que consideran a la empresa como una relación lineal insu-mo-producto dedicada exclusivamente a maximizar el valor económico a corto plazo sino, por el contrario, de un enfoque holístico, integrado y de largo plazo.

Una empresa sustentable engloba a las diferentes partes interesadas: accionistas, empleadores, trabajadores y consumidores, así como las relaciones con los proveedo-res, con los gobiernos y con la comunidad en general, enmarcándolas en un proceso de diferentes niveles, con un objetivo co-mún hacia el desarrollo permanente.

Para que la empresa logre este cometido necesita de ciertas condiciones básicas que generen oportunidades, que si bien no son suficientes, son necesarias, entre las que podemos mencionar la existencia de un ordenamiento jurídico respetado y fiable, de instituciones políticas previsibles y mecanis-mos de diálogo social para asegurar la buena gobernanza, entendida como el respeto a los derechos humanos, a la libertad de expresión y a la igualdad entre hombres y mujeres, entre otros elementos importantes para crear una base sólida de desarrollo sustentable.

No se puede dejar de reconocer que toda empresa que se esfuerce por alcan-

X Encuentro Anual

Pablo Taussig

Presidente del X Encuentro Anual

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Bases para el progreso argentino¿Cuál es nuestra responsabilidad como dirigentes?

zar un desarrollo de esta naturaleza verá en su personal una fuente de ventaja competitiva y tratará a sus empleados como activos y agentes de cambio. La globalización hace que invertir en las personas sea más importante que nunca, y esto implica invertir en la calidad de la vida activa mediante una organi-zación y unas prácticas en el lugar de trabajo, unas condiciones de empleo y el desarrollo y gestión de los recursos humanos apropiados.

La competitividad y la viabilidad -e in-cluso la supervivencia- de las empresas dependen cada vez más de la capacidad de garantizar la motivación, la capacitación y el compromiso de los trabajadores.

Cualquier práctica será apropiada si tiene en cuenta, más allá de lo que se refiere a seguridad y salud en el trabajo –que es básico–, las buenas relaciones entre los trabajadores y la dirección, y políticas de desarrollo de los recursos humanos ade-cuados.

No obstante, invertir en las personas implica también políticas públicas que fomenten un enfoque de la empleabilidad basado en las calificaciones y los cono-cimientos. La concepción y aplicación de políticas económicas coherentes que respondan a la demanda de la economía es esencial para garantizar que se aprovecha al máximo el potencial de una fuerza de trabajo empleable.

Por último, los gobiernos deben ser pro-activos y alentar a las organizaciones de trabajadores y de empresarios a crear condiciones propicias para el desarrollo de la empresa en tres esferas: gobernan-za democrática, eficiencia económica y equidad social. Evidentemente, para po-tenciar estas condiciones deben darse tres condiciones fundamentales: libertad (de-recho a organizarse y a la negociación co-lectiva), solidez (capacidad institucional suficiente), y factores externos (mercados e instituciones estatales que funcionen y presten apoyo).

Como síntesis podemos asegurar que en los próximos años asistiremos al desarro-llo de este concepto en la necesidad de una búsqueda continua para consolidar el crecimiento económico con la equi-dad social.

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La dimensión humana en las organizaciones industriales flexibles La formación de equipos de trabajo con funciones polivalentes, en una cultura de cooperación mutua, que contemple la importancia y la singularidad de cada uno de los integrantes es una de las claves para lograr una organización flexible que responda con rapidez a las variaciones de las demandas externas.

Mohamad profundiza en las llamadas organizaciones flexibles, diferenciándolas de los modelos tradicionales de producción y, desde una visión humana del trabajo, advierte con claridad acerca de algunas de las consecuencias de estas nuevas organizaciones que suelen impactar negativamente en la vida de los trabajadores, provocando efectos como el estrés laboral y el traslado del mismo a las relaciones familiares.

En este sentido, señala el autor, rescatar el concepto de empresa como comunidad de personas que buscan satisfacer sus necesidades fundamentales mediante el trabajo, brindando un servicio a la sociedad en su conjunto, sin considerar al hombre como un medio sino como un fin que se realiza a sí mismo empleando su libertad e inteligencia, es el desafío al que estamos llamados.

Ingeniero Mecánico (ITBA). Master Mechanical and Nuclear Engineering (MIT, Boston, Estados Unidos). Magíster en Sociología (UCA).Decano de la Facultad de Ciencias Fisicomatemáticas e Ingeniería (UCA). Reproducido de la revista Cultura Económica Año XXV • N° 68 • Mayo 2007: 17-22. Al presente artículo se le han omitido las citas bibliográficas.

E m p r e s a

Jorge Alejandro Mohamad

1. Introducción

Entendemos como sistema productivo a las relaciones institucionales entre los principios de gestión, la organización de las empresas, la articulación con los proveedores y clientes, las relaciones la-borales, el sistema educativo, el marco económico y las tradiciones culturales de la sociedad en la que se desenvuelve.

Dentro de estos sistemas productivos, en-contramos a las empresas industriales que constituyen el modelo de organización social que tiene como fin la producción de bienes v servicios útiles a la sociedad en condiciones económicamente justas,

la creación de la riqueza procurando la continuidad con un crecimiento razonable y el desarrollo de los trabajadores en su di-mensión subjetiva -como autores y dueños de su tareas- y en su dimensión objetiva -contribuyendo a la generación de esos bienes cuya utilidad aprovecharán otras personas-. Podemos así decir que el princi-pio institucional, o la legitimidad ética de la empresa, consiste en que su actuación debe estar orientada por el servicio al bien común para contribuir al bien de la so-ciedad de acuerdo con su naturaleza v sus capacidades.

La mayoría de las empresas industriales bus-can en la actualidad una organización que,

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combinada con las nuevas tecnologías, les permita dar una respuesta más rápida a los clientes, con estándares de calidad de sus productos cada vez más elevados, junto con la reducción de sus costos operativos, con el fin de mejorar su posicionamiento competi-tivo (O’Grady, 1992).

La necesidad de obtener simultáneamente una reducción de los inventarios de pro-ducción y una reducción de los tiempos de suministro de los productos conduce a la adopción de organizaciones más flexibles, basadas en un conjunto de métodos y pro-cedimientos combinados con un sistema de actitudes y comportamientos de las per-sonas que integran la organización. Estos sistemas flexibles de manufactura requie-ren una comprensión global por parte de todas las divisiones de las compañías; y la dimensión humana es fundamental para su correcta implementación. La motivación y la participación de los trabajadores consti-tuyen la evidencia del correcto funciona-miento de la organización.

2. Los modelos productivos tradicionales y su crisis

Los denominados sistemas productivos tradi-cionales, basados en los principios del Taylo-rismo –Organización Científica del Trabajo- y del Fordismo -línea de montaje móvil con movimiento de los productos, mediante el uso de la cinta transportadora para fijar la velocidad del proceso, con la permanencia rígida de los trabajadores en sus puestos den-tro de la línea-, desplegaban su potencialidad en un contexto de mercados muy estables, demanda insatisfecha muy alta, gusto de los consumidores homogéneo (poca variedad de productos y combinaciones) y tecnologías simples, con cambios lentos.

Desde la década de los setenta, los mode-los tradicionales de producción dejaron

de sostener la tendencia a incrementar la productividad y reducir los costos. Esta caída de las tasas de crecimiento puso en evidencia la crisis del modelo como paradigma socio-productivo. Además de los efectos de la globalización de los mer-cados, hecho que ciertamente contribuyó a esta crisis, otros factores tuvieron una participación decisiva y los podemos en-cuadrar como los límites de los modelos tradicionales que provocaron una crisis en el proceso del trabajo (Neffa, 1999). Junto con los límites económicos ya enunciados, nos enfrentamos a límites técnicos, socia-les y organizacionales.

Dentro de los límites técnicos, observamos que mientras los sistemas productivos tra-dicionales empleaban tecnologías simples con predominio electromecánico y con ciclos de diseño y fabricación de produc-tos muy largos, los sistemas modernos de control, automatización y manejo de la información, basados en tecnologías elec-trónicas e informáticas, requieren una gran capacidad de innovación como así tam-bién una capacitación de los trabajadores

E m p r e s a

Mohamad: “Rescatar el concepto

de empresa como comunidad de

personas”.

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de tipo polivalente que los habilite para acompañar la velocidad de los cambios tecnológicos.

Entre los límites sociales encontramos que, con el correr de los años, no sólo se produjo una evolución en la escolaridad de los trabajadores, con su correspondiente aumento de la capacitación técnica para el trabajo, sino que también los jóvenes han aumentado su exigencia en la elección de las condiciones del empleo, y que el mayor acceso a la información los lleva a valorar la posibilidad de participar en la gestión de su propio trabajo.

A la concepción mecánica del traba-jo industrial, en la que sólo se tenía en cuenta la fatiga sin importar las consi-deraciones psicoló-gicas y sociales que caracterizaba a los modelos industria-les tradicionales, se opone la necesidad que tienen las per-sonas de ser reco-nocidas, valoradas, y de que su trabajo constituya un ver-dadero motivo de desarrollo personal y social. Podemos decir que estos límites sociales tie-

nen que ver con que no basta con recono-cer la dimensión objetiva del trabajo, sino que es un imperativo contemplar también su dimensión subjetiva, debido a que en el trabajo humano participa la persona en su totalidad.

Con respecto a los límites organizaciona-les, reconocemos que las empresas de me-

nores dimensiones pero con innovaciones tecnológicas y organizacionales tales como una estructura más horizontal, una mejor comunicación y una mayor cooperación entre los trabajadores, procesan mejor la información y flexibilizan la producción para adaptarse a las incertidumbres de la demanda en mejores condiciones que las empresas muy grandes con estructuras jerárquicas rígidas y con bajo nivel de par-ticipación y comunicación.

3. Los nuevos sistemas productivos de manufactura flexible

Teniendo en cuenta los límites que res-tringen a los modelos productivos tradicio-nales, los que se pueden relacionar con su crisis, veamos ahora algunos mecanismos que constituyen las bases de lo que se puede denominar nuevos sistemas de ma-nufactura flexible. La expresión “manufac-tura flexible” aparece como una respuesta a la rigidez de los sistemas tradicionales y podemos caracterizarla como aquella or-ganización empresarial capaz de satisfacer las necesidades de una demanda cada vez más incierta y exigente, en cuanto a ca-lidad y variedad de productos, a la que se debe atender con inventarios reducidos y tiempos de suministro relativamente cor-tos para reducir los costos de producción y conservar la competitividad necesaria para permanecer activos en el mercado.

Entre estos nuevos modelos productivos encontramos una fuerte corriente hacia la innovación continua de productos y procesos, y una gestión centrada en los conceptos de “democracia industrial”, entendida esta última como la ampliación de la participación de los trabajadores en el conocimiento de los productos y proce-sos y en la descentralización del poder de toma de decisiones en los diferentes nive-les operativos.

Las organizaciones industriales

enfrentan actualmente grandes

desafíos para actuar y sostenerse

con éxito en mercados globalizados

y altamente competitivos.

Esta situación les demanda cambios

permanentes que, en muchos casos,

las conducen a instrumentalizar

la dimensión humana del trabajo.

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Los nuevos sistemas productivos se con-centran en los conocidos como “Especia-lización Flexible” o también como “Lean Manufacturíng” (Manufactura magra), eliminando todo lo que se considera inne-cesario a la hora de optimizar los procesos de producción. El objetivo está en produ-cir lotes pequeños de una gran variedad de productos para satisfacer una demanda diferenciada que exige alta calidad, inclu-sive de manera masiva. Para lograr estos objetivos no alcanza con la aplicación de las nuevas tecnologías, sino que el cambio es fundamentalmente organizacional, y la dimensión humana del trabajo, en la per-sona de los trabajadores, se vuelve de una importancia vital.

Podemos caracterizar a la dimensión hu-mana de las organizaciones industriales flexibles mediante cuatro variables (Gupta et al, 2000): 1. Educación y capacitación. 2. Desarrollo de un entorno de trabajo cooperativo. 3. Compensaciones e incenti-vos. 4. Comunicación abierta y participa-ción de los trabajadores.

De estas cuatro variables, probablemente, las más importantes son el desarrollo de un entorno de trabajo cooperativo y la comunicación abierta y participación de los trabajadores. La formación de equipos de trabajo con funciones polivalentes, en una cultura de cooperación mutua que contemple la importancia y la singulari-dad de cada uno de los integrantes, es una de las claves para lograr una organización flexible que responda con rapidez a las variaciones de las demandas externas. Por otro lado, el hecho de que los trabajado-res se perciban reconocidos en sus méri-tos, sientan orgullo por su trabajo y que sus ideas sean escuchadas y consideradas, promueve el clima de innovación y de colaboración en la resolución de los pro-blemas que requieren estas organizaciones modernas.

Contar con obje-tivos estratégicos a largo plazo, un sistema de comuni-caciones en ambas direcciones, un clima de relaciones cooperativas, una descentralización del poder de toma de decisiones, en resumen, con una cultura de la confianza, es cons-tituir valores que transforman a toda la organización en una verdadera ins-titución social.

4. Aspectos de los sistemas productivos flexibles que impactan negativamente sobre la dimensión humana del trabajo

Asumimos como conclusión de lo expues-to en el punto anterior que los nuevos sis-temas productivos revalorizan a la persona del trabajador. Sin embargo, observamos también que estos sistemas de manufactura flexible presentan algunos aspectos cuyas consecuencias impactan negativamente sobre la dimensión humana del trabajo.

Las organizaciones industriales enfrentan actualmente grandes desafíos para actuar y sostenerse exitosamente en mercados glo-balizados y altamente competitivos. Esta situación les demanda cambios permanen-tes que, en muchos casos, las conducen a instrumentalizar la dimensión humana del trabajo.

Observamos tres categorías que son bas-tante representativas en cuanto a originar algunos de estos impactos negativos:

Los sistemas modernos de control,

automatización y manejo de la

información, basados en tecnologías

electrónicas e informáticas, requieren

una gran capacidad de innovación

como así también una capacitación de

los trabajadores de tipo polivalente

que los habilite para acompañar la

velocidad de los cambios tecnológicos.

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a) Racionalización de la fuerza de trabajo: empleando el concepto moderno de racio-nalidad en cuanto a la aplicación medida y calculada de recursos para obtener un número determinado de objetivos finales; vemos que si entendemos a la dimensión humana del trabajo como un recurso más de los sistemas productivos, con cierta na-turalidad aceptamos que estos recursos son pasibles de que se les aplique el concepto de la racionalización.

Se habla de con-tar con fuerzas de trabajo flexibles, cuando en reali-dad el verdadero concepto es el de restringir la esta-bilidad de los tra-bajadores, modifi-cando los puestos de trabajo median-te las reducciones de personal, los empleos tempora-rios y otros tipos de manejos simila-res que provocan un alto grado de incertidumbre en la vida de los tra-

bajadores, muchas veces con impactos negativos en su desarrollo personal y en su entorno familiar.

b) Impacto de las Tecnologías de Informa-ción y de las Comunicaciones: en los ac-tuales entornos laborales con alto grado de informatización de las tareas, por el cual los trabajadores tienen la posibilidad de estar permanentemente comunicados, se requiere una mayor competencia en habi-lidades intelectuales para operar los siste-mas y para estar en condiciones de tomar decisiones rápidas en su correspondiente nivel dentro de la organización.

Esto, que en sí mismo es una ventaja de los modelos productivos modernos –que cum-plen con la integración del trabajo manual con el intelectual y permiten que la persona participe del conocimiento de todas las ta-reas de la empresa al sentir la responsabilidad de la toma de decisiones- suele, con frecuen-cia, transformarse en una herramienta de monitoreo y control excesivo del trabajo, muchas veces superior a la realizada por los anteriores capataces y supervisores, aislando también al trabajador del contacto directo con sus pares y superiores en la medida que este contacto directo y personal se reemplaza por la impersonalidad de una computadora.

Lo que debería ser un medio para comuni-car y flexibilizar las tareas termina siendo un fin en sí mismo que aísla al trabajador y lo sume en un control riguroso mediante el intercambio de información electrónica.

c) Énfasis en el trabajo en equipo con alto grado de compromiso: muchas empresas innovadoras adoptan el trabajo en grupos reducidos con personal polivalente y alta-mente comprometido con los resultados para desarrollar tareas complejas. Cada uno asume el trabajo como una responsa-bilidad propia y al sentirse parte integrante del equipo, también asume la responsa-bilidad de responder por los demás. Los trabajadores adoptan una visión global y comprensiva del negocio y adquieren una gran autonomía en sus tareas.

El problema que muchas veces se presenta es la dificultad para poner límites a este tipo de trabajo tan comprometido. Lími-tes no solo en cuestión de horarios, que suelen estar extendidos mucho más allá de lo pautado, sino también en el estado de ánimo de los trabajadores, quienes con-centran todo su esfuerzo intelectual y ope-rativo en estas tareas dejando de lado otras dimensiones de su vida personal y familiar (Mohamad, 2004).

Una organización que entienda la

dimensión humana del trabajo se

caracterizará por el ejercicio de la

virtud de la prudencia en sus directivos

y por el fomento de virtudes como la

justicia y la fortaleza, que constituirán

el clima de confianza necesario para

establecer relaciones laborales sanas.

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Estas situaciones enumeradas son algunas de las consecuen-cias de las nuevas organizacio-nes flexibles que suelen impac-tar negativamente en la vida de los trabajadores provocando efectos como el estrés laboral y su traslado a las relaciones familiares.

Desde el punto de vista de las empresas, es necesario que las mismas comprendan el manejo y la administración de esta nueva complejidad para evi-tar manifestaciones negativas como pueden ser la segmen-tación; o el fraccionamiento creciente de los procesos socia-les que, perdiendo de vista el objetivo final, sólo se dedican a gestionar la superación de obstáculos; y la anomia como estado de ánimo sin raíces morales, en el que las personas pierden su capacidad de proyecto por no sentirse identificadas con las normas vigentes de la empresa, lo que desemboca en pesimismo y estado de crítica permanente.

Es preciso, en una palabra, que las organiza-ciones incorporen valores permanentes que, coloquen la dimensión humana en primer lugar; reemplazando una cultura tecnocrá-tica por una cultura vital, transformándolas en verdaderas instituciones sociales, cuyas normas, usos y costumbres deriven de esos valores permanentes que guíen y, en última instancia, motiven las conductas de los tra-bajadores (Llano, 1992).

Dando un paso más adelante y pensando en las responsabilidades de los gobiernos, sobre todo en países de nuestra región con necesidades básicas insatisfechas, y ante la necesidad de contar con instituciones em-presariales sólidas capaces de generar los empleos que hagan realidad el desarrollo

socioeconómico tan pregonado, su partici-pación es sumamente importante.

La flexibilidad de los nuevos modelos pro-ductivos no debería significar un desman-telamiento de las normas y leyes laborales para terminar con una población dócil, que no oponga resistencia a las decisiones de los capitales que pretenden viajar de un país a otro desligados de los compromisos y responsabilidades hacia la dimensión hu-mana del trabajo (Bauman, 2004).

5. La inclusión del humanismo en los sistemas productivos de manufactura flexible

Habiendo analizado las implicancias de los nuevos sistemas productivos de manufactura flexible sobre la dimensión humana del trabajo, vamos a tratar de incorporar una serie de ideas que consti-tuyan el aporte de un humanismo integral con perspectiva cristiana del hombre y la sociedad a esta realidad del trabajo en las organizaciones.

Es preciso que las organizaciones incorporen valores permanentes que,

colocando la dimensión humana en primer

lugar; reemplazando una cultura tecnocrática

por una cultura vital, las transformen en

verdaderas instituciones sociales, cuyas normas,

usos y costumbres deriven de esos valores permanentes que guíen

y, en última instancia, motiven las conductas de

los trabajadores.

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Página 22 EMPRESA Nº185

Incluir el huma-nismo en las rela-ciones industriales modernas requiere de una nueva sen-sibilidad en las organizaciones y en la concepción de la empresa, que cen-tre su atención en la persona del tra-bajador como hom-bre y reconozca su realidad que es a la vez compleja y uni-taria. De todas las realidades que co-nocemos ninguna es tan compleja ni tan unitaria como la del hombre. Es necesario ir susti-tuyendo el modelo

mecánico de las organizaciones que toda-vía subsiste, aunque como hemos visto con la incorporación gradual de la dimensión humana, por una nueva antropología que tenga en cuenta la dignidad humana en su dimensión de criatura privilegiada de Dios Creador. Es necesario pasar de estructuras concebidas como tecnocráticas a estructu-ras concebidas dentro del mundo vital.

Entre los aspectos que contribuyen a la incorporación de este humanismo integral en las organizaciones, veamos algunos que, consideramos, revisten mayor impacto positivo:

a) La Ética como principio rector de los valores de la organización: en los últimos tiempos se ha acrecentado la perspectiva de una ética empresarial que está presente en todas las relaciones hacia adentro y ha-cia fuera de la empresa. Es necesario que, al reconocer la importancia vital de regir las relaciones laborales con principios éti-

cos, nos desprendamos de cierta concep-ción utilitarista mediante la cual la prin-cipal ventaja de las relaciones éticas pasa porque al mejorar el clima de confianza, mejoran los rendimientos económicos.

Creemos que los fundamentos para aplicar una verdadera ética en las organizaciones pasan por la incorporación de valores que estén sólidamente fundados en virtudes humanas. Una organización que entien-da la dimensión humana del trabajo, se caracterizará por el ejercicio de la virtud de la prudencia en sus directivos y por el fomento de virtudes como la justicia y la fortaleza, que constituirán el clima de con-fianza necesario para establecer relaciones laborales sanas.

b) Cultura de la participación que motive e integre a los trabajadores: es imposi-ble tratar de separar el trabajo operativo manual del trabajo de planificación inte-lectual. Todos los integrantes de una orga-nización moderna, que busca ser competi-tiva, dirigen y toman decisiones a su nivel. Las competencias comunicativas pasan a ser un factor fundamental dentro de este esquema de participación, y la motivación estará más orientada a pertenecer a la organización que a estar en los máximos niveles de dirección. Lo importante será, como dice Alejandro Llano, estar “aden-tro” y no tanto estar “arriba”.

c) Conciencia de comunidad y una cul-tura de la solidaridad: si pensamos en un humanismo con perspectiva cristiana del hombre y de la sociedad, debemos tener en cuenta que en muchos casos no basta con la justicia, sino que el paso característico será el de la caridad (Martínez Esteruelas, 1992). El real sentido de comunidad se concretará en aquellas organizaciones que entiendan a la solidaridad no como un mero asistencialismo hacia sus miembros en situaciones extremas, aunque particu-

Contar con objetivos estratégicos a

largo plazo, un sistema

de comunicaciones en ambas

direcciones, un clima de relaciones

cooperativas, una descentralización

del poder de toma de decisiones -en

resumen, con una cultura

de la confianza- es constituir valores

que transforman a toda la organización

en una verdadera institución social.

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lares, sino como un estado de permanente preocupación por el desarrollo personal y familiar de cada uno de sus integrantes, basado en la virtud de la caridad. Existe una necesidad de considerar a todos y cada uno de los trabajadores en su dimensión personal, organizando los procesos y las tareas de acuerdo con este espíritu.

El trabajo humano, y en nuestra sociedad moderna podemos aplicar el concepto al trabajo dentro de organizaciones empre-sariales, es sin duda uno de los aspectos vitales más importantes que Dios Creador puso en manos de los hombres. Mediante el trabajo, el hombre contribuye a la sa-tisfacción de necesidades de la sociedad produciendo los bienes y los servicios que mejoran la calidad de vida, atiende el bienestar económico propio y el de su gru-po familiar y logra un desarrollo personal que le ayuda a madurar afirmando su dig-nidad como persona.

En sentido objetivo, el trabajo humano de cada época y cultura mantuvo una re-lación con la técnica que confirmó su do-minio sobre la naturaleza. En sentido sub-jetivo, el hombre como sujeto del trabajo perfecciona su vocación de persona con-ciente y libre (S.S. Juan Pablo II, 1981).

Es esta dimensión subjetiva la que le da el valor ético y la que marca la dignidad del trabajo. Considerar estas dos dimensio-nes simultáneamente, unidas a la misma persona del trabajador será lo que, en defi-nitiva, consolide estos modernos sistemas productivos que requieren la sociedad y la economía de nuestros días.

El ámbito laboral proporciona, además, lazos sociales y de amistad para la persona del trabajador que son una fuente de con-tención, confianza en sí mismo y seguridad a la hora de trasladarla a la vida familiar.

La Iglesia nos propone una sociedad basada en el trabajo libre, en la empresa, pero tam-bién en la participación, entendiendo que, además de los beneficios económicos, se deben tener en cuenta los valores de desa-rrollo humano y moral como indicadores de la buena gestión (S.S. Juan Pablo II, 1991).

Rescatar el concepto de empresa como comu-nidad de personas que buscan satisfacer sus necesidades fundamentales mediante el tra-bajo, brindando un servicio a la sociedad en su conjunto, sin considerar al hombre como un medio sino como un fin que se realiza a sí mismo empleando su libertad e inteligencia, es el desafío al que estamos llamados.

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Diego Botana

Las dos constitucionesBotana ejemplifica y describe la distancia existente entre lo que dice la Constitución

en el papel (constitución formal) y aquella que realmente está vigente y resulta eficaz en un tiempo determinado (constitución material).

Frente a esta realidad, se suma al desafío de que la constitución material debe arrimarse a la formal, mediante el respeto a sus preceptos y directivas.

Y en este sentido argumenta con énfasis: “La Constitución presenta instrumentos valiosos que –si son utilizados- permiten generar consensos de largo aliento,

que de algún modo pueden sembrar semillas de crecimiento en materia de calidad institucional para encauzar, en un marco de previsibilidad, las decisiones políticas

y económicas que afectan a toda la ciudadanía”.

Abogado (Universidad de Buenos Aires) LL.M. en Duke University School of Law. Socio Allende & Brea. Especializado en el área de contratos internacionales, reestructuración de pasivos, quiebras y concursos.

Hay frases, posturas y declamaciones que los hombres de derecho repetimos inva-riablemente: la necesidad de un poder judicial independiente, que se respete la constitución, que las instituciones funcio-nen, entre muchas otras. No obstante, los años pasan y los diagnósticos se reiteran al compás de las violaciones sistemáticas de aquello que se proclama.

Es común sostener que si se consiguieran estos bienes apetecibles, las desventuras de la República poco a poco irían transfor-mándose para permitir el ansiado desarro-llo con equidad e inclusión social. Sin em-bargo, la historia reciente demuestra que en materia de calidad institucional, los principios republicanos parecieran degra-darse lentamente, sin que haya una actitud generalizada por parte de la sociedad civil que tienda a evitarlo o ponerle –cuanto menos- algún coto.

Por otra parte, también se dice (y así lo manifiestan reconocidos analistas e intelectuales), que ante momentos de crecimiento desde un punto de vista ma-croeconómico, el apetito por la calidad

institucional queda relegado a un segundo plano. Por el contrario, ante situaciones económicas complejas, el clamor por la institucionalidad republicana vuelve a aflorar, para languidecer ante un nuevo ciclo beneficioso.

Una revisión de los últimos veinte años de vida democrática pareciera confirmar esta

J u s t i c i a

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triste ecuación. En este contexto, el Encuentro Anual 2007 se enfoca –en el marco del proyec-to “Visión de País” de ACDE- en estos y otros aspectos, tomando como eje la calidad institu-cional que atraviesa tres grandes áreas: la económica, la judicial y la institu-cional; esta última involucra aquellas instituciones inter-medias y políticas que actúan como mediadoras entre la ciudadanía y entre quienes tienen la responsabilidad de ejercer funciones de gobierno.

Concretamente, en lo que hace a la justicia y a las instituciones, sería útil reflexionar sobre lo que significa una Constitución, y –más específicamente- lo que entendemos por nuestra Constitución Nacional, nacida en 1853-60, vigente aún hoy, con reformas varias e interrupciones sostenidas.

En definitiva, de este documento surge la estructura de derechos y garantías de los ciudadanos, así como la organización del poder en Argentina. Es interesante tomarse el trabajo de leer su articulado y contrastarlo luego con la realidad. La sor-presa en muchos casos será mayúscula, ya que de este ejercicio surgirán violaciones palmarias. Esto no es nuevo, y podemos decir que 1930 fue el año paradigmático de este contraste, cuando la Corte Supre-ma de Justicia de algún modo “homologó” el golpe de estado promovido por el Gral.

Uriburu contra el entonces presidente Hipólito Irigoyen. Ejemplos más recientes sobran, y basta mirar los acontecimientos de los últimos años para observar como determinados instrumentos que nacieron para conjurar severas crisis, como ser leyes y decretos en materia de emergencia, se han transformado en un capítulo normal de nuestra vida institucional.

A riesgo de simplificar, podemos revisar muy someramente nuestra vida institucio-nal y observar los resultados. El ambicioso proyecto de la generación del 80 intentó con buenos resultados organizar el Estado Argentino dotándolo de infraestructura, educación pública y expansión territorial, pero restringiendo el derecho de voto a grandes mayorías de la población. En 1930 se abrió una etapa extensa y compleja, dominada por mecanismos extraconstitu-cionales que dejaron de lado los previstos en la propia constitución para hacerse del poder. A partir de 1983, se recuperó la posibilidad de elegir autoridades en forma periódica, con amplia participación pero con una marcada erosión institucional.

Estos rasgos breves y parciales de nuestra historia institucional permiten vislum-brar algún hilo conductor: la vigencia del estado de derecho no fue plena y, por una razón u otra, la Constitución que se plasmó en una hoja de papel no lograba ni logra encarnarse en la ciudadanía. Puede observarse, en suma, el fracaso de la polí-tica ejercida en el marco de la república democrática como mediadora, apelando en cambio a la fuerza y a la facción para hacerse del poder.

La Constitución material versus la formal

El Dr. Daniel Sabsay nos recordaba en el desayuno de formación de ACDE del 22 de

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En la actualidad, la Constitución

es categórica en cuanto a que el

Poder Ejecutivo no puede emitir

disposiciones de carácter legislativo,

salvo excepciones expresamente

delimitadas. No obstante, desde

1983 el incremento de decretos de

necesidad y urgencia fue exponencial,

echando por tierra la expresa

limitación que la Constitución

establece para estos instrumentos.

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agosto pasado, la diferencia que el jurista Germán Bidart Campos realizó en su trata-do de derecho constitucional, entre la cons-titución material y la constitución formal.

Sostiene Bidart Campos que para anali-zar la Constitución que rige en un país determinado, habrá que apelar al texto escrito (constitución formal) y a aquella que realmente está vigente y resulta eficaz en un tiempo determinado (constitución material).

Para ejemplificar esta distinción, si toma-mos uno de los lapsos institucionales a los que nos referimos más arriba, entre 1930 y 1983 la Constitución establecía claramen-te que el Presidente de la República dura-ba en su empleo un término de seis años y que además sería elegido o reemplazado

mediante los mecanismos allí previstos. En al menos cinco ocasiones, un presidente electo fue reemplazado por la fuerza por movimientos golpistas, y se dejó de lado lo escrito en la Constitución.

En la actualidad, la Constitución es cate-górica en cuanto a que el Poder Ejecutivo no puede emitir disposiciones de carácter legislativo, salvo excepciones expresamen-te delimitadas. No obstante, desde 1983 el incremento de decretos de necesidad y urgencia fue exponencial, y echó por tierra la expresa limitación que la Constitución establece para estos instrumentos.

Dos ejemplos entre muchos otros, palma-rios y manifiestos, de siderales distancias entre lo que dice la Constitución en el papel y lo que los hechos muestran.

J u s t i c i a

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Actitudes frente a esta disociación

Una actitud bastante común frente a esta realidad es la del escéptico, como la de aquel que mira atentamente y ante la inexistencia de una opinión absolutamente segura se conforma con la realidad. El juicio respecto de si esa constitución real debe adaptarse o arrimarse a la formal queda suspendido, e intenta convivir con esa coyuntura.

Diríamos que para el escéptico, la his-toria constitucional argentina no hace otra cosa que de-mostrar que la cali-dad institucional es la que existe y surge de una revisión histórica, y que no resulta modificable. La constitución formal pues, debe adaptarse a esta realidad: Un Poder Ejecutivo hegemó-

nico, con un Congreso casi inexistente y un poder judicial que de algún modo se subordine, por la vía que sea, a ese poder hegemónico.

La otra actitud es la de aquellos que soste-nemos que la constitución material debe arrimarse a la formal, mediante el respeto a sus preceptos y directivas. La dificultad que encuentra este camino es la manera concreta en que cada uno, desde el lugar que le toca, puede colaborar en esta cicló-pea tarea. Menudo desafío el de la socie-dad civil –sus organizaciones intermedias, partidos políticos, asociaciones gremiales, organizaciones no gubernamentales y demás actores sociales- de continuar ge-nerando espacios de dialogo y debate que, de un modo u otro, afirmen esta idea de la calidad institucional y de respeto a la ley.

Una Constitución para generar consensos

En definitiva, nuestro país no está exento de los vaivenes que afectan la econo-mía global y sus consecuencias locales, sin olvidarnos de las crisis económicas recurrentes generadas internamente, en especial por problemas de índole fiscal. Basta recorrer nuestra historia reciente para advertir los devastadores efectos que hemos sufrido en los últimos veinte años y para comprobar también que parte de ellas estuvieron signadas por la falta de aplicación de las normas más básicas de convivencia.

El funcionamiento pleno de las institucio-nes permite consensuar herramientas para prevenir la crisis, y -cuando resulta inevi-table- encauzarla y morigerar sus costos, especialmente para aquellos que menos tienen.

Si revisamos cualquier manual de historia económica, se observa que varios países de América Latina o de otras partes del mundo que tenían un producto per cápita similar o inferior al argentino hace cuaren-ta años hoy lo duplican o triplican. Puede deducirse entonces que las crisis recurren-tes –amén de las explosivas recuperaciones posteriores– tienen en el largo plazo un efecto negativo.

La Constitución presenta instrumentos valiosos que –si son utilizados- permiten generar consensos de largo aliento, los que de algún modo pueden sembrar semillas de crecimiento en materia de calidad institu-cional para encauzar en un marco de pre-visibilidad las decisiones políticas y econó-micas que afectan a toda la ciudadanía.

La tarea parece inabarcable y prolongada, pero el bicentenario requiere agudizar el ingenio para continuar en este camino.

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El funcionamiento pleno de las

instituciones permite consensuar

herramientas para prevenir la crisis, y

-cuando resulta inevitable- encauzarla

y morigerar sus costos, especialmente

para aquellos que menos tienen.

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Héctor Mario Rodríguez

De ignorantes y condenados

Ni el “éxito”, ni el desarrollo, ni el crecimiento vendrán por generación espontánea; no seamos ignorantes. Pongámonos a hacer lo que se debe; no es imposible, pero es difícil.

Pocos países lo logran. ¿Seremos capaces?

El economista toma como referencia la división que expertos en el tema de desarrollo, y en las políticas públicas que lo promueven, realizaron sobre el modo general en que

los países alcanzan estatus de crecimiento superiores. Frente a esta categorización, Rodríguez ubica a nuestro país y subraya la necesidad de calidad institucional en

la gestión pública y en el control de la gestión privada, condición indispensable para garantizar el mayor grado de competencia. “Esa es la clave para pasar a una etapa

superior de crecimiento económico y bienestar material de la población”, afirma.

Economista (Universidad de Buenos Aires). Socio de ACDE y Miembro del Consejo de Redacción de EMPRESA.

Desarrollistas 2007

Desarrollo y crecimiento. Desiderátum de generaciones de argentinos y de nativos de otras naciones, desde que la evolución de posguerra de muchos países mostró modelos a imitar y horizontes de bienestar económico anhelados por la mayoría. En los discursos políticos, partidarios y mediá-ticos argentinos, el crecimiento y el desa-rrollo ocupan un lugar trascendente, cada vez que creemos estar saliendo del pozo, siempre nuevo y siempre parecido, que no-sotros mismos solemos cavar.

En los últimos tiempos, después de la ené-sima experiencia frustrada, junto al creci-miento y desarrollo hemos incorporado la equidad como meta bipartita o tripartita a la que arribar

No me cabe a mí (o no cabe aquí) re-flexionar sobre si lo material es todo en nuestra vida ya que, como economista, estoy entrenado para considerar aspectos tangibles del bienestar; aunque, como

cristiano, sé que la verdadera riqueza está más allá de lo que consumen la he-rrumbre y la polilla. Por eso las líneas siguientes se orientan a revisar, otra vez, el tema del desarrollo y crecimiento con equidad.

Lo primero que llama mi atención es que resulta difícil, aunque no imposible, que una nación alcance ese estadio, cualquiera sea su punto de partida. Y, lo que es más perturbador, se trata de un escalón del cual no es difícil caer o retroceder. Hay círculos virtuosos y viciosos que juegan en uno y otro sentido. Son pocas las naciones que en los últimos años han logrado salir del atraso económico relativo.

La condena

Ello es especialmente cierto sobre todo si no tomamos en cuenta el maná de la mejor etapa del comercio mundial y la demanda de productos básicos (com-modities) desde 2002. Esa bonanza, ese

E c o n o m í a

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viento de cola, lo único que hace –en aquellas so-ciedades que se embelesan con los cantos de sirena y retrasan los cam-bios necesarios subyugados por la abundancia tran-sitoria– es tapar los verdaderos pro-blemas y postergar las soluciones de fondo. Los estu-

diosos encontraron un nombre a esta distorsión: la “enfermedad holandesa”. Como dijo Warren Buffet: “Mucha bo-nanza transitoria, por demanda inespe-rada y poco sustentable de los productos básicos en el que se especializa un país, distorsiona los precios relativos de tal manera (entre ellos, el precio de su pro-pia moneda) que cuando la marea baja, deja en incómoda situación a aquellos que estaban sin traje de baño”.

Volviendo al tema de la dificultad plantea-da más arriba y parafraseando expresiones modernas argentinas (bonaerenses): no “estamos condenados al éxito” sino que para lograr ese éxito (¿qué entenderá por tal cosa quién lo dijo?) se debe trabajar muy duro en diversos aspectos estructura-les de nuestra realidad.

Hace ya algunos años, especialistas en el tema de desarrollo y en las políticas pú-blicas que lo promueven, lo habilitan o lo impiden, alcanzaron cierto consenso sobre la forma general en que los países alcanzan estatus de crecimiento superiores.

Para esquematizar el análisis, dividieron a las naciones en tres grandes categorías que, aproximadamente, obedecen a las si-guientes características:

Naciones pobres en situaciones críticas por razones bélicas, por desastres naturales o por conflictos internos.

Naciones de altos ingresos con desafíos competitivos y con problemas de distribu-ción.

Naciones de ingresos medios con poten-cial de crecimiento y expectativas frus-tradas, con recursos sub-explotados y con sistemas jurídicos básicos.

Lo fácil e inmediato

Para el primer grupo de países, el camino de superación del atraso es bastante lineal: consiste en ordenarse. Durante una guerra es difícil, para la sociedad civil al menos, pensar en otra cosa que no sea salvar la vida de la familia y la propia; pero una vez superado ese desafío y pacificado el terri-torio, resulta suficiente darse normas de convivencia probadas en otras sociedades para que los negocios se desarrollen y crez-can de forma regular. En particular, para aquellos que hubieran carecido de sistemas legales donde se reconozca el derecho a la propiedad privada, su establecimiento es causa suficiente para mejorar sustan-cialmente el bienestar de la población. Existen numerosas muestras de ello, en el pasado lejano, en el presente y (no como muestras, sino como expectativas) en el futuro.

Para el pasado lejano se encuentran ejem-plos en todos los rincones de la Tierra. El fin de la Guerra de Secesión en EE.UU., Alemania y Japón a la salida de la Segun-da Guerra Mundial y nuestro país posterior a Caseros, pueden citarse a tal efecto. En lo que respecta al presente, se pueden enumerar China luego de las reformas de Deng Xiao Ping y Europa Oriental al liberarse de la opresión soviética. Por su

R e f l e x i ó n

No debe ser fácil instaurar un efectivo

Estado de Derecho; si lo fuera, ya

estaría funcionando en todos los países

culturalmente aptos para ello. No

debe ser fácil, pero paga con creces: en

desarrollo, crecimiento y equidad.

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parte, hacia el futuro, no es difícil prever el boom económico de Cuba cuando el fin del régimen castrista dé espacio al ordena-miento de la libertad política y económica en la isla.

Lo difícil

El segundo grupo de países, los de altos ingresos, tienen un desafío competitivo y de consolidación de su bienestar basado en dos premisas:

No abandonar el estadio de alto imperio de la ley y la estabilidad institucional al-canzadas.

Innovación y creatividad en la frontera tecnológica, con el objeto de hacer cada vez más eficiente el uso de los recursos y la satisfacción de las necesidades de propios y ajenos.

No es tan poco habitual como pareciera que un país con alto respeto a la ley y con estabilidad institucional, abandone peligrosamente esos hábitos. Ejemplo pa-sado, la Alemania nazi; ejemplo presente, el atropello del gobierno de Bush a las libertades individuales dentro de EE.UU. con la excusa del combate al terrorismo; y ejemplo futuro (riesgosa posibilidad), el abandono del euro por parte de Italia a instancias de los nacionalistas de la Liga del Norte para poder volver a devaluar la lira y no tener que competir con mayor eficiencia sino con salarios más bajos, “a la Argentina”.

El crecimiento a partir de avances tecno-lógicos es lo que provoca la competencia entre las universidades e institutos de los países de altos ingresos, debido a que ello brinda la base a científicos y técnicos que habilitarán ese futuro deseado. En este caso, no sólo el estudio y la investigación

sino también la aplicación práctica de los conocimientos es lo que cristaliza en mejo-ras de bienestar y, por esa razón, los países escandinavos se destacan en los indicado-res de bienestar material.

Lo muy difícil, aunque no imposible

El último grupo de países –el de ingresos medios- requiere, en cambio, procesos algo más sutiles y, por consiguiente, más difíciles de implementar. Este conjunto de naciones, dentro de las cuales se halla una gran parte de la humanidad, requieren la liberación de las fuerzas creativas y pro-ductivas de sus habitantes y la efectiva im-plantación del imperio de la ley, de mane-ra tal que la razón no la tenga el más fuerte (mafias de distinto tipo) sino aquellos a quienes les corresponde legalmente.

Estabilidad jurídica, independencia de Poderes, transparencia de gestión, alter-nancia en el ejercicio del poder; en fin, lo que se conoce como calidad institucional en la gestión pública y en el control de la gestión privada que lo requiriere para garantizar el mayor grado de competen-cia. Esa es la clave para pasar a una etapa superior de crecimiento eco-nómico y bienestar material de la po-blación.

El misterio de este proceso radica en el protagonismo de la inversión de riesgo privada. La apuesta al futuro, corriendo el riesgo de perder todo lo

R e f l e x i ó n

Rodríguez: “Estabilidad jurídica, independencia

de Poderes, transparencia de gestión, alternancia

en el ejercicio del poder; en fin, lo que se conoce

como calidad institucional en la gestión pública y en

el control de la gestión privada que lo requiriere para garantizar el mayor grado de competencia”.

Page 38: Revista EMPRESA 185

Página 36 EMPRESA Nº185

que se apuesta pero con la expectativa de ganar un alto retorno si se acierta en la ad-ministración y gestión de los negocios, es lo que permite aumentar la base de capital de una sociedad. Este factor del desarrollo junto con la fuerza laboral, la tecnología y la gestión empresaria crea valor económi-co de largo plazo.

Para atraer la inversión de riesgo privada es imprescindible que la calidad institu-cional no agregue incertidumbre sobre el cumplimiento de los contratos o por cambios drásticos de reglas de juego, a los propios riesgos genuinos de cada actividad económica.

El conjunto de estas premisas es lo que constituye las reformas de “se-gunda generación” que la mayoría de los países que abra-zaron (abrazamos) las reformas priva-tistas y privatiza-doras, posteriores a la caída del co-munismo por todo el mundo, fallaron (fallamos) en im-plementar. Por di-ferentes razones y salvo excepciones como las de Chile, Irlanda, España y

Nueva Zelanda, los países que avanzaron (avanzamos) liberando política y eco-nómicamente a sus poblaciones a partir de los ochenta, no profundizaron (no profundizamos) el establecimiento del imperio de la ley y prefirieron (preferi-mos) achacarle la culpa de los problemas actuales al “pseudoliberalismo” aplicado por falsos liberales, bautizándolo como “neoliberalismo”.

¡Otra oportunidad, otra oportunidad!

No debe ser fácil instaurar un efectivo Estado de Derecho; si lo fuera, ya estaría funcionando en todos los países cultu-ralmente aptos para ello. No debe ser fácil, pero paga con creces: en desarrollo, crecimiento y equidad. Argentina está en condiciones de intentarlo nuevamente; será cuestión de reagrupar las fuerzas y dar combate otra vez. Cada tanto, en días eleccionarios, todo el poder vuelve a los mandantes; esa es la oportunidad para de-finir hacia dónde dirigirse.

A fines del año pasado el periodista Carlos Mira nos traía a la memoria referencias de Ortega y Gasset y de Jacinto Benavente sobre Argentina durante las primeras dé-cadas del siglo xx.

El filósofo nos recomendó que nos dedicára-mos a hacer lo que debíamos, con su conoci-da frase “Argentinos; ¡a las cosas!”. Después vinieron las “masas” con su “rebelión” y perdimos el rumbo de hacia dónde orientar los esfuerzos y nos dedicamos a la filosofía de café que nos hace revisar permanentemente el pasado en búsqueda de culpables más que de modelos. Mientras tanto, el resto del mundo siguió creciendo y satisfaciendo las necesidades materiales de la población.

Por su parte, el dramaturgo, algo más inso-lente pero más ocurrente, cansado -según las crónicas de la época- de que nuestros compa-triotas de entonces le consultaran sobre lo que opinaban en Europa sobre Argentina, lanzó un insulto memorable. Dijo algo así: “argenti-no tiene las mismas letras que ignorante”.

Ni el “éxito”, ni el desarrollo, ni el crecimien-to vendrán por generación espontánea, no seamos ignorantes. Pongámonos a hacer lo que se debe; no es imposible pero es difícil, pocos países lo logran. ¿Seremos capaces?

R e f l e x i ó n

Para atraer la inversión de riesgo

privada es imprescindible que la

calidad institucional no agregue

incertidumbre, sobre el cumplimiento

de los contratos o por cambios

drásticos de reglas de juego, a los

propios riesgos genuinos de cada

actividad económica.

Page 39: Revista EMPRESA 185

Agosto / Septiembre 2007 Página 37

CENTRO DE EDUCACIÓN EMPRESARIA

Sede Capital: 25 de mayo 586, Ciudad de Buenos Aires - Campus: Vito Dumas 284, Victoria, Buenos Aires

Más información en:

www.udesa.edu.ar/[email protected]. 4725-7011

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Page 40: Revista EMPRESA 185

Página 38 EMPRESA Nº185

Ezequiel de Freijo

Si estamos juntos es mejorLos clusters agroindustriales son para el autor el modelo a seguir. Como lo consiguió el norte italiano con la moda, o la industria exportadora chilena, o Mendoza con sus vinos.

“El consenso que logran los integrantes de una cadena productiva integrada en forma de clusters genera un entorno propicio para el desarrollo de los países”, señala de Freijó, concluyendo que la clave pasa en pensar en el mediano y largo plazo.

Contador Público Nacional (UB). Master en Economía y Ciencias Políticas (ESEADE). Analista económico de la Sociedad Rural Argentina. Nota publicada en Anales de la Sociedad Rural Argentina, Año CLX – Nro. 3 de julio de 2007..

La realidad nos muestra que en un país donde la democracia es delegada porque sólo se ejerce al momento de votar, los intereses políticos que privilegian el corto plazo acechan continuamente las decisio-nes de los gobernantes, lo que trae como resultado una baja calidad de las políticas públicas más proclives a favorecer a la ci-garra que a la hormiga trabajadora.

A pesar de lo trascurrido, en el proceso de formación de Argentina, rápidamente re-cordamos a las Provincias Unidas del Río de la Plata y acto seguido nos preguntamos: ¿Hubiera sido posible la formación de la Re-pública si no hubiera existido la conjunción de los poderes locales para realizar tal unión?

Pasados doscientos años, los intereses polí-ticos cortoplacistas siguen acechando a las decisiones políticas, lo que pone en blanco sobre negro el conflicto que existe por instrumentar políticas que propician esta-blecer subsidios cruzados, que benefician a unos y perjudican a otros, alimentando el fuego de esta antinomia entre el agro y la industria, que vivimos en los últimos se-senta años, situación que a esta altura me-rece un serio análisis y replanteamiento.

Hoy nadie duda del aporte de la cadena agroindustrial a la economía argentina. Está presente en los primeros lugares de todos los indicadores, tanto productivos, de mano de obra, comercio exterior y aporte fiscal. Por eso me pregunto: ¿Cómo no hemos logrado como sector influenciar más a fondo en las políticas públicas, que hasta el momento pareciera que fueran to-das adversas al campo?

La pesca

Las imágenes configuran ideas en nuestra mente, por eso los invito unos minutos a compartir una anécdota.

De chico solía ir a pescar al río Pilcoma-yo, donde habitan muchas colonias indí-genas que viven de la caza y de la pesca. A la orilla del río, con una inteligencia ingenieril, construían unas trampas de piedras, de forma tal que cuando los sá-balos subían río arriba para desovar, se quedaban entrampados. Luego, los indios se introducían en las trampas y con un palo los atontaban y a mano los metían en una bolsa.

E c o n o m í a

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Agosto / Septiembre 2007 Página 39

E c o n o m í a

Nuestro desafío pasa por construir una estrategia (la trampa) para lograr nuestro objetivo (comer pescado).

Tal como se puede ver en la Argentina de 2007, es importante remarcar que si bien el crecimiento económico es condición del desarrollo, este no es el único compo-nente del mismo, sino que incluye varia-bles de tipo social, cultural, político y de preservación del medio ambiente.

La clave del desarrollo radica en la si-nergia que puede generarse mediante la articulación inteligente de los factores productivos.

La conformación de clusters productivos es una buena idea que se viene desarro-llando en los principales países del mun-do, en los que se ha podido comprobar, a partir de casos concretos, que el consenso que logran los integrantes de una cadena productiva integrada en forma de clusters genera un entorno propicio para el desa-rrollo de los países.

Como señala Michael E. Porter en su obra “Ser competitivo”, un cluster o cúmulo productivo puede definirse como “un sistema de empresas e instituciones inter-conectadas cuyo valor global es mayor que la suma de sus partes, por la sinergia que genera este entorno”.

Un caso emblemático es el desarrollo del norte de Italia en el campo de la moda y el diseño, cuya reputación también benefició al sector del calzado, la piel, los comple-mentos y la ropa, constituyéndose esta reputación en una especie de bien publico del que pueden gozar todas las empresas instaladas en la zona que se dedican a la moda.

El desafío de impulsar esta forma de tra-bajo requiere un fuerte liderazgo para

desarrollar complejos proceso de coordi-nación de decisiones, convalidadas por altos grados de participación de los propios actores, tanto en la gestación como en el desarrollo y evaluación de las políticas públicas que el sector identifique, a fin de perfeccionar la productividad de los recur-sos del cluster productivo.

Nuestra experiencia deja en evidencia que no es posible un desarrollo si se acostumbra a que agentes externos a la comunidad im-pongan las condiciones ya que esto, por un lado, no genera el compromiso de los actores locales y, por el otro, favorece el gran riesgo de que las decisiones sean inapropiadas.

La trampa

Para que la trampa funcione, los nativos las adaptaban constantemente en función del nivel del río. Interactuaban entre las condiciones meteorológicas de los días an-teriores, las estaciones del año y la altura de las paredes de la trampa, a fin de que los peces quedaran entrampados.

De Freijo: “El estado de los clusters

de una nación da claras indicaciones sobre su

potencial productivo y sobre las limitaciones

de su desarrollo futuro. Al mismo tiempo, trae

importantes resultados para las empresas, para

el Estado y para las demás”.

Page 42: Revista EMPRESA 185

Página 40 EMPRESA Nº185

Esa no es ni más ni menos que la misma sintonía que tienen que tener la comple-mentariedad de las políticas sectoriales con las regionales e institucionales.

La visión de la competitividad como un sistema en el cual interactúan las fuerzas básicas, tales como el grupo empresario, el ambiente competitivo, las herramientas de políticas publicas, los objetivos naciona-les y regionales se basa en el rendimiento conjunto de la cadena productiva y de ser-vicios ligados a un producto competitivo que logra ubicarse en el mercado, según sea la estrategia de posicionamiento.

Hace unos años el profesor Stefano Zamagni nos co-mentaba acerca de la lex mercatoria en Italia, que supo ser el código de navegación es-tablecido por los mismos empresarios rondando el 1400. Esta ley, que hoy es el Código Comer-cial, no fue dictada por el rey o por la autoridad, sino que surgió desde abajo, porque fueron los empresarios mismos los que llegaron a la conclusión de que debían hacer un juego cooperativo. Aplicado a nuestra

situación, significa que los mismos actores establezcan las reglas de nuestro juego.

Puesto que la red de subcontratistas, pro-veedores y prestadores de servicios en tor-no a una producción competitiva se con-figura territorialmente y muestra una alta

densidad de interacciones en el espacio geográfico próximo a la empresa, ámbito que coincide con un territorio local o re-gional, las medidas sectoriales que permi-ten a un sector ser “competitivo” quedan rengas si al mismo tiempo no las acompa-ñan acciones tendientes a incrementar el valor institucional de las regiones, destina-das a resaltar la relevancia geopolítica de la misma, pues se estaría incentivando la creación de un oasis en un desierto.

Corresponde entonces a la región con-formar ese entorno adecuado y crear el ambiente propicio para el establecimiento de firmas, apoyar su desarrollo mediante la dotación de infraestructura y servicios, la promoción nacional e internacional de la región, la definición de una oferta educativa de acuerdo con la demanda del sistema productivo, el apoyo a los centros de investigación y el desarrollo en las ac-tividades representativas de la economía regional, entre otros procesos.

En este sentido, una buena experiencia fue la reforma educativa que se llevó adelante en Arizona, Estados Unidos, a partir de un demanda del sector empresario que detectó que la educación que recibían los habitantes de aquel estado no alcanzaba para los requerimientos tecnológicos que debían afrontar en el futuro, lo que los llevó a liderar un programa de reforma educativa cuyos resultados han sido co-mentados en todo el mundo, no sólo por su originalidad sino por sus resultados.

Palo y a la bolsa

Qué mejor para una empresa que el contexto que la rodea tenga una proyección favorable. No cabe duda de que las políticas regionales deben complementarse con las sectoriales, identificando los roles naturales que cada una de las instituciones debe jugar.

La conformación de clusters

productivos es una buena idea

que se viene desarrollando en los

principales países del mundo, donde

se ha podido comprobar, a partir de

casos concretos, que el consenso que

logran los integrantes de una cadena

productiva integrada en forma de

clusters genera un entorno propicio

para el desarrollo de los países.

E c o n o m í a

Page 43: Revista EMPRESA 185

Agosto / Septiembre 2007 Página 41

El sector vitivinícola argentino puede ser un ejemplo de esto. La entrada de inversores externos, que vieron en la vitivinicultura argentina un cluster con proyección mundial, le llevó a conformar el Plan Estratégico para la Vitivinicultura Argentina (PEVI) que le permitió contar con líneas de acción para desarrollar un marco inteligente con resultados más que satisfactorios, tanto en producción como en exportaciones y apertura de mercados.

Al contar con una estrategia integradora entre lo sectorial, lo geográfico y lo institu-cional, los actores que llevan adelante este juego cooperativo están en condiciones de ejercer una presión política capaz de retomar aquel callejón sin salida en el que están encajadas las políticas públicas.

Es en este momento cuando los políticos ten-drán que cambiar su actitud frente a este cír-

culo vicioso, recono-ciendo lo importante que es la comple-mentariedad de los distintos eslabones productivos -insu-mos, sector primario, industria y comercio-, motivándolos a com-prometerse en este proceso destinado a lograr un equilibrio competitivo con equidad.

En el caso de Chile, que es el país que esta cosechando mayores frutos -producto de estos acuerdos-, el afrontar los desafíos macroeco-nómicos desde esta visión le ha permitido en su momento concretar sus desafíos estratégi-cos en vastos sectores, tales como la fruticul-tura, los vinos, la uva de mesa, el desarrollo de la industria de la celulosa, la producción de salmones y el turismo, entre otros.

La clave del desarrollo radica en

la sinergia que puede generarse

mediante la articulación inteligente de

los factores productivos.

E c o n o m í a

Page 44: Revista EMPRESA 185

Página 42 EMPRESA Nº185

El factor unificador

El estado de los clusters de una nación da claras indicaciones sobre su potencial productivo y sobre las limitaciones de su desarrollo futuro. Al mismo tiempo, trae importantes resultados para las empresas, para el Estado y para las demás institu-ciones.

Debemos insistir con esta mecánica del planeamiento estratégico y trabajar en for-ma de clusters, prioritariamente con aque-llos sectores que tienen una vinculación con el mundo. Esto permitirá influenciar positivamente en las políticas públicas consensuadas a fin de que sean favorables al cúmulo y se mantengan en el tiempo.

Las propuestas deberían perseguir metas que realmente tiendan a ser eficientes las estructuras productivas. Esto es lo que nos habilita a competir a nivel mundial, al mismo tiempo que promueve un cambio de acento de la actividad gubernamental, pasando de una actitud centrada en los subsidios cruzados hacia la promoción de las iniciativas particulares y sociales.

También se deben adherir a ellas los orga-nismos públicos regionales a fin de darles una identificación territorial, propia del espacio en el que se desarrolla la economía de estos sectores, para poder identificar con mayor precisión la fuente de los re-cursos productivos para potenciarla y no esquilmarla, para construir ese valor insti-tucional que requieren las actividades para su evolución y funcionamiento.

Un buen comienzo sería iniciar este proce-so pensando nuestro futuro en el mediano y largo plazo, puesto que resultarían mayores coincidencias el pensar una visión a veinte años que en solucionar un punto de la co-yuntura. Contar con una visión de futuro se trasforma en un factor unificador; pasa a constituirse en una necesidad básica que da respuesta a nuestra dirección futura.

Es posible trampear a los peces, como lo hacen a diario nuestros hermanos aborí-genes del río Pilcomayo, que por su testi-monio desde el primer día aprendieron a atrapar al pez y no a esperar que alguien lo atrape por ellos. De no ser así, hace siglos hubieran ya muerto por inanición.

E c o n o m í a

La entrada de inversores externos, que vieron

en la vitivinicultura argentina un cluster

con proyección mundial, le llevó a conformar el

Plan Estratégico para la Vitivinicultura Argentina (PEVI) que le permitió

contar con líneas de acción para desarrollar

un marco inteligente con resultados más que satisfactorios, tanto en

producción como en exportaciones y apertura

de mercados.

Page 45: Revista EMPRESA 185

Agosto / Septiembre 2007 Página 43 Página 1 EMPRESA Nº184

E c o n o m í a

Cómo armonizar políticas de corto

y largo plazo en la cadena de ganados

y carnesEn el número pasado -EMPRESA 184- se publicó el artículo de Luis M. Bameule

titulado Cómo armonizar políticas de corto y largo plazo en la cadena de ganados y carnes, que incluyó dos gráficos presentados incorrectamente. Hecha la

salvedad, reproducimos a continuación esta información, complementada con el texto de referencia que acompañaba a los respectivos cuadros.

Fe de erratas

Declinación de la producción argentina de carnes vacunas (1970-2002)

Tras casi cien años de liderar el mercado mundial de carnes, y con el consumo in-terno per cápita más alto del mundo, la cadena de ganados y carnes ingresó en una etapa de declinación de largo plazo que se extendió hasta el nuevo milenio.

La conjunción de varios factores disparó esta etapa de retroceso:• Políticas económicas internas: una

mayor intervención del Estado en el funcionamiento del mercado; tipos de cambio efectivos para la carne, menores que el promedio; esquema de protección de industrias, tanto proveedoras como procesadoras de sus subproductos, que afecta su competitividad.

• Aftosa: la exclusión de las carnes argentinas de los mercados más importantes del mun-

do ha conspirado contra su mayor desarro-llo. El accidente de aftosa de 2001, agrava-do por el manejo político que se aplicó, fue la última y más grave crisis del sector.

• Proteccionismo agrícola: muchos países, especialmente los más desarrollados, han puesto en práctica mecanismos que restringen el acceso de nuestras carnes a sus mercados, subsidian a sus ganaderos redundando en una producción artificial-mente más alta y compiten en terceros mercados con subsidios a la exportación.

La carne vacuna es uno de los productos agroindustriales que más ha sufrido el pro-teccionismo y que más se beneficiaría con una liberalización comercial.

De los factores señalados, el más influyente ha sido el de la política económica interna, ya que otros países competidores han logra-do mejor desempeño, pese a haber enfren-tado uno o ambos de los obstáculos.

Page 46: Revista EMPRESA 185

Página 44 EMPRESA Nº185

Comparación de desempeño

Entre 2002 y 2005, todos los países del Mercosur pudieron aumentar su produc-ción, sus exportaciones y su consumo, en un contexto internacional que favoreció la actividad.

Sin embargo, la Argentina es el único país del bloque que ha aplicado medidas para restringir las exportaciones de carnes, lo que produjo una caída simultánea en la producción y en los embarques en 2006.

Además, y a pesar de la recuperación se-ñalada entre 2002 y 2005, la Argentina

ha quedado consi-derablemente re-zagada en compa-ración con sus so-cios del Mercosur –si tomamos los últimos diez años, tanto a nivel de producción como de exportaciones–, lo que significa que ha tenido menores oportuni-dades de capturar riqueza del en-tusiasta mercado internacional.

E c o n o m í a

PRODUCCIÓN Y EXPORTACIÓN DE CARNE VACUNA ARGENTINA 2001-2006

Mill

ones

de

tone

lada

s co

n hu

eso

3.5

3.0

2.5

2.0

1.5

1.0

0.5

0

Producción Exportación 2001 2002 2003 2004 2005 2006

La producción aumentó un 21% entre 2001 y 2006.

Las exportaciones crecieron un 120% entre 2002 y 2005 (no se tiene en cuenta 2001 por mercados cerrados por aftosa). En 2006, las exportaciones caen casi un 30%.

COMPARACIÓN DE DESEMPEÑODatos producción y exportaciones por países expresado en miles de toneladas

Producción Exportación

País 1995 2006 1995 2006

Argentina 2.688 3.018 520 565

Brasil 6.768 9.250 287 2.089

Paraguay 226 405 35 246

Uruguay 348 616 143 513

Total 10.030 13.289 985 3.413

Page 47: Revista EMPRESA 185

Agosto / Septiembre 2007 Página 45

El imperativo moral de la productividad

“Una sociedad que renuncia a mejorar su productividad condena a sus habitantes a no poder acceder a un bienestar perdurable en el tiempo”, nos alerta Gallacher.

Y si bien es cierto que mayor productividad no es condición suficiente para mayor bienestar, afirma que también es igualmente cierto que las mejoras de productividad

son una condición necesaria para que ese mayor bienestar pueda lograrse.

La organización económica argentina no es conducente a niveles sostenidos de crecimiento y aumento de productividad, según se evidencia en los índices de

competitividad presentados en la nota. En este contexto, y como primer paso, el autor plantea ayudar a que aquellos con responsabilidad sobre decisiones, sean éstas públicas o privadas, comprendan en su real magnitud lo que está en juego cuando se

deja de prestar atención al concepto de productividad organizacional.

Economista (Universidad de Buenos Aires) Doctorado en Economía (Universidad de Kentucky, Estados Unidos). Profesor de Economía y Organización Empresaria y miembro del Programa de Doctorado en la Universidad del CEMA.

E m p r e s a

Marcos Gallacher

Pocas palabras causan tanta antipatía como “productividad”. En efecto, la imagen que la palabra sugiere es la de un ingeniero en mangas de camisa, calculadora en mano, re-gistrando cómo se desarrolla tal o cual pro-ceso productivo. Como trasfondo, Carlos Chaplin atado a un engranaje que amenaza con triturarlo. La antipatía a esta palabra está especialmente difundida entre aquellos relacionados a tareas como la docencia, la política, las humanidades o el arte. La búsqueda de la productividad desemboca, según ellos, en deshumanización del indivi-duo, desempleo y conflicto social.

Esta nota presenta un argumento alter-nativo: existe un imperativo moral en la búsqueda de mayor productividad. Una sociedad que renuncia a mejorar su pro-ductividad condena a sus habitantes a no poder acceder a un bienestar perdurable en el tiempo. Es cierto que mayor produc-tividad no es condición suficiente para mayor bienestar. Sin embargo, es también igualmente cierto que las mejoras de pro-

ductividad son una condición necesaria para que pueda lograrse ese mayor bienes-tar. Cuando hablamos de “bienestar” nos referimos a todos aquellos bienes y servi-cios que los hogares –si pueden– eligen consumir en cantidades mayores a las que actualmente consumen. Atención de sa-lud, acceso a vivienda, mejor alimentación o educación son algunos de estos bienes.

El concepto de “productividad” empleado aquí se refiere a la cantidad de producto ob-tenido en relación a todos los insumos em-pleados en el proceso productivo. Hablamos de Productividad Total de Factores (PTF) para referirnos a este concepto. El concepto de PTF resulta especialmente importante: dado un stock de recursos, nos indica cuál es el potencial de producto que puede ser logra-do. El concepto de PTF es más abarcador–y por lo tanto más útil– que el tradicional de producción por horas-hombre.

En relación a la evolución de la PTF en la economía argentina, obsérvese que a

Page 48: Revista EMPRESA 185

Página 46 EMPRESA Nº185

mediados de la década de los setenta no contábamos con Internet, computadoras personales ni, por supuesto, con teléfonos celulares. En las fábricas no existían los sistemas de producción automatizados que hoy son moneda corriente. En el campo no se habían difundido semillas de maíz,

soja y girasol que hoy nos provee la biotecnología, ni tampoco muchos de los plaguicidas que permiten ob-tener altos rendi-mientos. Hoy con-tamos con todas estas tecnologías, sin embargo la producción argen-tina por habitante es prácticamente idéntica a la exis-tente en 1970. ¿Por qué, pese a contar con mejores medios productivos, segui-mos estancados? ¿Qué nos dice esto sobre la forma en que se organiza la sociedad argentina?

Dónde estamos

El logro de mayor productividad requiere el reemplazo de un sistema de incentivos por otro. Estos incentivos se refieren a cómo se asignan los recursos capital y tra-bajo dentro de organizaciones, entre éstas, así como entre distintos sectores de la eco-nomía. Abandonar un sistema de incenti-vos y reemplazarlo por uno que conduzca a aumentos de PTF resulta, sin embargo, un ejercicio plagado de dificultades. Como ha planteado el premio Nóbel en Economía, Douglass North, sistemas de incentivos

ineficientes pueden perdurar en el tiempo debido –entre otras razones– a percepcio-nes erróneas que los ciudadanos tienen so-bre la solución adecuada a los problemas. Es más, según North los casos de “éxito” en lo relativo a sistemas de incentivos son escasos: la prevalencia en el mundo de la pobreza más absoluta es testigo de ello.

Resulta cierto que la búsqueda de mayor pro-ductividad implica, en lo inmediato, costos de distinto tipo. A principios del siglo xx, en la mayor parte de las economías hoy de-sarrolladas, un 30 a un 40% de la población trabajaba en agricultura. Cincuenta años más tarde este porcentaje se había reducido a menos de la cuarta parte. El éxodo desde el campo a la ciudad fue traumático para muchos, sin embargo, permitió un enorme aumento de producción: la hora-hombre dedicada a labores agrícolas producía menos que esa misma hora-hombre en el sector manufacturas o servicios. Los niveles de bienestar a los cuales acceden las economías desarrolladas no podrían haber sido logrados si esta movilización de recursos hubiera sido frenada con el argumento de que los cambios eran traumáticos para muchos.

En Argentina, un ejemplo actual de frenos a la productividad que pasan desaperci-bidos es el de las “empresas recuperadas”, eufemismo empleado para denotar situa-ciones en las que un grupo de trabajadores resiste la decisión de un empresario de cesar operaciones y asignar sus recursos a otros destinos. Luego de la crisis de 2001, el “movimiento de empresas recuperadas” recibió apoyo de parte de diversos sectores, muchos ellos políticamente ubicados en el “centro”. La idea de evitar el cierre de una empresa y “la pérdida de fuentes de trabajo” resulta atractiva. Las empresas “recuperadas” incluyen metalúrgicas (Za-nón, Crometal), textiles (Brukman), mi-nería (Cantera Sime), medicina (Clínica IMECC) y otras. Sin embargo, debe reco-

La empresa que cierra ha fracasado,

aun contando con un sistema de

decisión y supervisión riguroso: el

del empresario mismo, que sufre en

carne propia los costos de sus errores.

El cierre es sin duda doloroso para

los involucrados en él; sin embargo,

impedir que se lleve a cabo resultará

en costos –muchas veces ocultos– de

considerable magnitud.

E m p r e s a

Page 49: Revista EMPRESA 185

Agosto / Septiembre 2007 Página 47

nocerse que el cierre de la empresa permi-te que –luego de un proceso de ajuste- los recursos por ella empleados –sean estos, trabajo, máquinas o edificios– pasen a otros usos. Se lleva a cabo, en efecto, una re-asignación de recursos hacia destinos de mayor productividad. La empresa que cie-rra ha fracasado, aun contando con un sis-tema de decisión y supervisión riguroso: el del empresario mismo, que sufre en carne propia los costos de sus errores. El cierre es sin duda doloroso para los involucrados en él; sin embargo, impedir que se lleve a cabo resultará en costos –muchas veces ocultos– de considerable magnitud.

El ejemplo de las empresas recuperadas no es cuantitativamente importante en la economía argentina. Sin embargo ilustra cómo ideas, aparentemente atractivas, pue-den tener consecuencias desfavorables, no

sólo para aquellos involucrados direc-tamente, sino para la sociedad en la cual el experimento se lleva a cabo.

Lo que plantea-mos, en definitiva, es que muchos cambios que en lo inmediato son costosos (y por lo tanto son rechaza-dos) resultan, en un plazo algo mayor, en beneficios im-portantes para la sociedad. Impedir estos cambios puede resultar en enormes costos para la sociedad en su conjunto. Los trau-mas asociados a la necesidad de cambio deben reducirse a través de diversos

E m p r e s a

Es cierto que mayor productividad no es

condición suficiente para mayor bienestar. Sin

embargo, es también igualmente cierto que las mejoras de productividad

son una condición necesaria para que ese mayor

bienestar pueda lograrse.

Page 50: Revista EMPRESA 185

Página 48 EMPRESA Nº185

mecanismos: planes de capacitación, cré-ditos blandos a trabajadores desplazados, sistemas de información para la búsqueda de nuevos empleos y otros.

Competitividad

La organización económica argentina no es conducente a niveles sostenidos de crecimiento y aumento de producti-vidad. Veamos algunas evidencias. Al respecto, el índice de competitividad elaborado por el Institute of Mana-gement Development (IMD) incluye variables relacionadas en cuatro áreas básicas: la economía, la eficiencia de gobierno, la innovación a nivel empresa

y la infraestructura. En estas categorías se contemplan mediciones de estabilidad macroeconómica y comercio, finanzas públicas, marco legal, incentivos para la innovación en organizaciones, disponi-bilidad de recursos humanos e infraes-tructura básica y tecnológica. Este índice constituye un buen barómetro de la evo-lución de los factores que contribuyen a las posibilidades de generar riqueza -y por lo tanto bienestar- en una economía.

Para el año 2007, el “World Competiti-veness Yearbook” publicado por el IMD informa que el índice de competitividad de la economía argentina es el 50% del australiano, el 60% del chileno y el 75% del colombiano. En una muestra de 55 países, Argentina se encuentra en el puesto 51. Mirando hacia atrás, hace diez años (1998), Argentina se ubicaba en un mediocre puesto 31 sobre un total de 46 países. Por lo tanto, la situación actual (puesto 51 sobre 55 países) es aún más desfavorable que la existente hacia fines de los noventa, aun cuando hoy tenemos un tipo de cambio que -según algunos- “fa-vorece la competitividad” de las empresas.

Los resultados anteriores son contun-dentes: el problema de la productividad amerita creciente atención por parte de empresarios, políticos y académicos. Un objetivo ambicioso sería intentar que nuestro país pase, en la próxima década, del puesto actual (51/55, o sea el 0.93-percentil en el ranking) a una posición similar a la chilena (26/55, o sea 0.47-percentil). El camino para llegar a esto es, sin embargo, muy complejo. El primer paso a tomar, sin embargo, es ayudar a que aquellos con responsabilidad sobre decisiones, sean éstas públicas o privadas, comprendan en su real magnitud lo que está en juego cuando se deja de prestar atención al concepto de productividad organizacional.

ACDE Y LA UNIVERSIDAD DEL CEMA

Mejorar el bienestar de los habitantes de nuestro país requiere medidas de todo tipo. El problema es enormemente complejo y de fundamental importancia. Sin embargo, para muchos ob-servadores resulta claro que el pobre desempeño de la econo-mía argentina, en particular el lento o nulo aumento en produc-tividad que ha ocurrido en las últimas décadas es un aspecto en que conviene detenerse. En pocas palabras: se produce mucho menos de lo que sería necesario para que la población en su conjunto acceda a niveles “razonables” de bienestar.

ACDE y el Centro de Estudios de Organizaciones y Productividad de la Universidad del CEMA han decidido enca-rar este problema en forma conjunta. Como primer paso, se publicará en la revista Empresa una serie de notas que buscan explorar las múltiples dimensiones del concepto de producti-vidad organizacional. La lista de temas a ser tratados incluye: • Productividad en organizaciones. El “imperativo moral” de

la productividad.• Tendencias internacionales en materia de productividad• Tendencias en la Argentina en materia de productividad.• Interacción humana y productividad organizacional.• Eficiencia en la producción de “bienes públicos”.• Nuevas formas de organización: implicancias para la pro-

ductividad.

E m p r e s a

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¿Qué virtud se necesita para

construir ciudadanía? “Para vencer la soledad del individuo hay que resolver el problema de las estructuras

de mediación. El partido político es la estructura de mediación propia de la dimensión política y está basado en un principio muy sencillo: la unión hace la fuerza; solos

no podemos. Entonces, ¿cómo participa la sociedad civil en un régimen republicano y democrático? Fundamentalmente, aumentando su capital social”. En vísperas de las elecciones nacionales en el país, Rafael Braun nos invita a reflexionar sobre el

significado que tiene ser ciudadano en un régimen republicano y democrático.

El autor subraya la coherencia entre la vida privada y la vida pública, el liderazgo basado en la ejemplaridad, y aboga por la necesidad de volver a una conciencia

de la interdependencia. Citando a Juan Pablo II, sostiene la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común -es decir, por el bien de todos, también

de las minoría- para que todos seamos verdaderamente responsables de todo.

Sacerdote de la Arquidiócesis de Buenos Aires, profesor de Filosofía de la Universidad de Lovaina de Bélgica, licenciado en Teología de la Universidad Católica Argentina. Actualmente rector de la Iglesia de Santa Catalina de Siena, miembro de la Academia Nacional de Periodismo y viceasesor doctrinal de ACDE. Versión periodística de la exposición realizada en el Ciclo Desayunos de For-mación de ACDE (mayo 15 de 2007).

S o c i e d a d

Rafael Braun

Cercanos ya a las elecciones nacionales, quisiera elaborar algunos apuntes acerca del significado que tiene ser ciudadano en un régimen republicano y democrático; una cuestión tal vez más clara para las comunidades civiles y políticas de países como Bélgica o Estados Unidos, en las que este concepto está profundamente arraiga-do; pero no para nosotros -sobre todo los para los de mi generación- que no hemos podido gozar o ejercer nuestra ciudadanía por más de medio siglo.

En relación a esto, quisiera detenerme sobre dos polos presentes en la estructura fundamental del orden político que son el mando y la obediencia. Si hay una rela-ción política, tomaría la vieja definición de Max Weber “el poder político es el po-der que tiene, sobre un territorio determi-nado, el monopolio de la coacción física”.

Y al mismo tiempo, desde un punto de vista moral, la definición de Aristóteles de “que no se puede demandar si primero no se aprende a obedecer”.

La obediencia a la ley

En un régimen republicano, la obediencia más que a las personas debe ser a la ley. Existen dos grandes concepciones históricas acerca de la ley. La primera, de raíz aristoté-lica, la vincula con la razón. Por eso cuando se redacta una ley hay considerandos que expresan cuáles son las razones por las que se legisla. La otra concepción, típica de los regímenes autoritarios, es que la ley es ex-presión de la voluntad del soberano.

En un régimen como el nuestro existe una jerarquía de obediencia: primero hay que

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obedecer a la Constitución, después a las leyes, luego a los decretos, y por último a la reglamentación. Asimismo, el poder se ejerce desde el gobierno pero también desde la sociedad civil, ya que el poder po-lítico en una sociedad libre no monopoliza la toma de decisiones.

Podemos enumerar algunos aspectos que se relacionan con la obediencia:

• La virtud de la humildad. Que implica por un lado, reconocer que somos uno más entre los treinta millones de ciudadanos y por el otro, reconocer con docilidad y respeto a la autoridad. Este punto es algo difícil de conseguir, y sin dudas, una de las cuestiones que más nos cuestan como país. El respeto debe ir dirigido a la ley por sobre las personas, las que muchas veces no tienen la cualidad ejemplar para que nosotros les prestemos el respeto que se merecen. En los países donde se respeta la ley, a las autoridades se las denomina ge-neralmente por el cargo; es el cargo el que honra a la persona y no a la inversa.

• El valor de contar con la información suficiente. Que nos lleva a tomar con-ciencia de nuestra limitación ciudada-na desde el punto de vista cognoscitivo. Opinamos de cosas sobre las que no tenemos la informa-ción adecuada. Por lo tanto, si queremos ser ciudadanos con humildad, tenemos que consagrar un tiempo más o menos significativo a estar informados de la realidad nacional y de la realidad inter-nacional.

• El valor de saber escuchar y tratar de en-tender. Para poder escuchar a los que opi-nan diferente y tratar de entender por qué piensan así. Una sociedad pluralista se sos-tiene si somos capaces de escucharnos los unos a los otros. Por lo tanto el sentido de la educación cívica, de conocer las leyes -las principales, por lo menos-, conocer la historia y la lógica interior de la política.

• El valor de obrar por conciencia y no por temor a la sanción. Un tema que está presente en la “Carta a los roma-nos” (cap.13), de San Pablo. Si no se obra a conciencia, obedeciendo, es im-posible controlar el delito, la violación de la ley. Y este punto tiene relación di-recta con la honestidad interna, esencial en el ejercicio de la obediencia.

El poder o el mando

Pasando al polo del poder, debemos refe-rirnos al tema de la participación. Parti-cipamos para elegir buenos gobernantes –para eso se supone que son las eleccio-nes–, pero también para dirimir qué se va a hacer colectivamente. Esta es una idea típica de la Ilustración, la que si todos par-ticipan van a tener mejores gobernantes, aunque todos sabemos que el voto es una expresión de voluntad y no siempre la ma-yor parte es la mejor parte.

Hay gente que quiere participar para soste-ner sus propios intereses; otros consideran que hay que integrar al individuo a la co-munidad. Creo que el aspecto válido de la participación es el antropológico: conside-rar que el individuo sea sujeto y no objeto. Durante años hemos sido objetos de los gobiernos, queremos ser sujetos. Sin em-bargo la exigencia ética debe ser tanto de protesta como de propuesta, y generalmen-te nos quedamos en la primera instancia.

Para vencer la soledad del individuo hay que resolver el problema de las estructuras

S o c i e d a d

Braun: “Hay dos tipos de justicia que debemos

diferenciar : la justicia conmutativa, en la que la obediencia a la ley crea un derecho y un deber recíprocos; y la justicia

distributiva, en la que uno tiene que pensar qué

implica el bien común y, cuando se propone algo, preguntarse cómo va a impactar en el tiempo”.

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de mediación. El partido político es la es-tructura de mediación propia de la dimen-sión política y está basado en un principio muy sencillo: la unión hace la fuerza; solos no podemos. Entonces, ¿cómo participa la sociedad civil en un régimen republicano y democrático? Fundamentalmente, aumen-tando su capital social.

La sociedad civil se conforma por tres grandes elementos: el poder moral, por un lado; los intereses económicos, por el otro; y en la actualidad, las ONG. El poder moral se reparte entre los medios de comu-nicación social, las comunidades religiosas y las instituciones de enseñanza. En la Argentina, estas últimas tienen muy poca relevancia. Basta ver las dificultades casi insalvables para elegir, de acuerdo con la ley, un rector en nuestra Universidad.

Los intereses económicos están representa-dos por las instituciones empresarias, por un lado, y por las sindicales, por el otro. La dife-rencia que hay entre estas instituciones de la sociedad civil y el partido político es que per-siguen intereses particulares, mientras que la participación política busca el bien común.

Lo límites a la participación

La participación tiene algunos límites:

• No se puede actuar sin estar informado. El que está informado prevalece, y la mayoría está desinformada. Por eso es una minoría la que siempre dirige en la sociedad civil.

• El tiempo libre es limitado, no sólo el conocimiento. La mayoría no lo posee y existe, por lo general, una distribución desigual de esta posibilidad. Por eso la mayoría de la gente que trabaja en po-lítica puede hacerlo porque no necesita trabajar catorce horas por día para ga-narse el pan.

• La idoneidad. La vida de partici-pación implica asumir una re-lación de con-flictos y, por lo común, cuando uno entra en aso-ciaciones civiles quiere cooperar, no pelearse con alguien. Por eso, una de las con-diciones morales para participar es la idoneidad. La Constitución la requie-re, y si se aplicase ese criterio a la mayo-ría de la gente que ocupa cargos públicos correspondería que no lo hicieran por-que carecen de esa cualidad. Y esto no ocurre sólo en el Estado.

• La solidaridad en relación con el bien común. En relación a esto, quisiera re-cordar la definición que daba Juan Pablo II, cuando decía que la solidaridad “es una virtud, no un sentimiento super-ficial por los males de tantas personas, cercanas o lejanas, sino la determina-ción firme y perseverante de empeñarse por el bien común, por el bien de todos y cada uno, para que seamos todos ver-daderamente responsables de todo”.

• Ser justos como conducta. Y en este aspecto hay dos tipos de justicia que de-bemos diferenciar: la justicia conmutati-va, en la que la obediencia a la ley crea un derecho y un deber recíprocos; y la justicia distributiva, en la que uno tiene que pensar qué implica el bien común y, cuando se propone algo, preguntarse cómo va a impactar en el tiempo.

El bien común y una mirada al largo plazo

El bien común obliga a pensar en las ge-neraciones que nos siguen, más que en el

S o c i e d a d

Si no se obra a conciencia,

obedeciendo, es imposible controlar

el delito, la violación de la ley. Y este

punto tiene relación directa con la

honestidad interna, esencial en el

ejercicio de la obediencia.

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corto plazo. Es no gobernar para la mayoría sino go-bernar para todos y, fundamentalmente, para cuidar de las minorías; se puede tener un gobierno de mayoría clara-mente injusto. Es cuidar que el interés particular no preva-lezca sobre el inte-

rés general. Podríamos pensar en lo difícil que es buscar una norma que resguarde los intereses legítimos de cada uno de los sec-tores que participan de un proyecto. Es muy difícil, y por eso, los países desarrollados tienen o tenían mecanismos para lograr una distribución un poco más justa de los ingre-sos, de las cargas y de los beneficios.

Hay que volver a una conciencia de la interdependencia. Según Juan Pablo II: “la determinación firme y perseverante de em-peñarse por el bien común”–es decir, por el bien de todos, también de las minorías– “para que todos seamos verdaderamente responsables de todo”.

La ambición de poder servir

Creo que nos encontramos frente a una crisis; el espíritu de servicio está en crisis. Es difícil encontrar personas que se consagren al servicio del otro por determinado tiempo en forma gratuita. En esa servicialidad hay que tener la aptitud para aceptar las respon-sabilidades adquiridas al asumir. No es una cuestión solo de voluntad. En este sentido creo que el servicio tiene que estar condi-cionado por la conciencia de los propios límites: lo que uno sabe o no sabe.

Esa ambición de poder tiene que pensarse en un liderazgo fundado en la ejemplaridad. En

la coherencia entre la vida privada y la vida pública, en la coherencia en la verdad, en la honestidad. Son temas básicos, pero no creo que hoy en día sea inútil recordarlas.

Los antiguos dirigentes políticos de nues-tro país perdían plata cuando iban a la función pública. A Irigoyen, cada revo-lución le costó una estancia. Siempre re-cuerdo una observación de Ronald Reagan –entonces jefe del sindicato de actores de Hollywood y luego presidente de los Estados Unidos–. Él decía que, cuando reclutaba gente para gobernar, ponía como criterio que tuvieran sueldos altísimos en la sociedad civil, ya que al llegar al gobier-no perderían mucha plata. Es decir, que vinieran a servir y no al revés.

Desde la sociedad civil, la Iglesia forma par-te del poder moral y tiene todo el derecho a decir lo que piensa y a actuar en conse-cuencia; porque está conformada por ciu-dadanos. Pero otra cosa es aspirar al poder. Podemos tomar casos de sacerdotes conven-cidos de que uno puede hacer política del bien común sin hacer política partidaria. Eso es falso. El cargo de una convención constituyente, por citar un ejemplo recien-te, es el cargo político más importante que alguien puede tener. Creer que cuando uno se postula como constituyente, eso es del bien común, es una ignorancia absoluta.

Los sacerdotes fueron constituyentes en 1853, porque hace ciento cincuenta años eran los únicos letrados en este país; recor-demos que la primera escuela fue la de los franciscanos. En ese entonces el clero local representaba las clases educadas. Pero no se puede extrapolar esto a nuestros tiempos.

La amistad social

La madurez de un país implica, justa-mente, poder discutir la diferencia de

S o c i e d a d

Más allá de la legalidad y de

lo dispuesto por el orden político,

es esencial a un régimen de libertad

la amistad social, y esta se logra si hay

integración de todas las clases.

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intereses en un clima de amistad social. Como en un club en el que los socios, independiente de su amistad, pueden tener maneras diferentes de concebir la Comisión Directiva. Porque más allá de la legalidad y de lo dispuesto por el orden político, es esencial a un régimen de li-bertad la amistad social, y ésta se logra si hay integración de todas las clases.

La amistad social se construye en el cono-cimiento recíproco y la amistad recíproca. Es volver al tema de Aristóteles, no es algo nuevo que nace de la caridad cristiana. Es la conciencia de la interdependencia y se construye en el conocimiento recíproco.

Dentro de la sociedad, el gobierno tiene que ser un administrador del bien común. Pero los encargados de este bien común no son ni el gobierno ni los partidos políticos,

sino todos los ciudadanos. Y aquí volve-mos al tema de la humildad, porque lo concreto es aceptar la realidad. Hace falta esta condición para saber lo difícil que es ser servidor en todos los niveles.

Generar una cultura que sea capaz de armonizar

Es lo que queremos cuando observamos a los países de Europa. Sin embargo, tome-mos el caso de España, un país que después de una guerra civil y de unos cuantos años de dictadura se pone en marcha, ingresa en la comunidad y consigue proyectarse al futuro. Nos preguntamos, ¿cómo hizo para superar sus crisis?

Es verdad que España nunca fue una repú-blica y no lo es tampoco hoy. Fue un país

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subsidiado durante veinticinco años, que pudo mantener todo su exceso de personas desocupadas en Europa, que se benefició por su posición estratégica, por el ingreso en la OTAN y por la ventaja competitiva de estar cerca de un polo de desarrollo inmenso. Sin embargo, su sociedad sufrió infinitamente más que la nuestra. Padeció el hambre antes y después de guerra civil y luego de la guerra mundial. ACDE na-ció justamente por pedido de los obispos argentinos, a partir de la ayuda organizada de los empresarios a ese país.

Un país imperfecto pero de oportunidades

Es la primera vez que en la Argentina transitamos veinticuatro años de respeto constitucional. Son imperfectos; total-mente de acuerdo. Pero tan imperfectos como el fraude de la primera elección de Bush en Florida; o como el cut and paste

de Tony Blair con una tesis de Berkley para justificar la segunda campaña a Irak, o como el otorgamiento de títulos nobiliarios para participar de la Cámara de los Lores, a beneficio el Partido Laboris-ta. Hay que pensar que otros gobiernos tampoco son per-fectos.

Hay muchos problemas, pero el hecho es poder hablar de ellos. Hoy se acabó la cen-sura de la información ya que todos están comunicados; todos tienen un celular. Hay que estar muy atentos a estas modificacio-nes de la vida cívica actual. Por ejemplo, cada día ingresan dos millones y medio de

personas a la ciudad de Buenos Aires, por lo tanto, gobernar la Capital es una cosa dis-tinta; ninguna provincia tiene ese conflicto. Hace falta reconocer la complejidad de las cosas y saber de qué se está hablando.

Sabemos que es muy difícil ser político. Lo experimentamos hace dos años en una re-unión de ACDE con mesas muy variadas y pluralistas en la que confluían las antiguas visiones y la nueva visión sobre la amistad social y la amistad política de los de menos de cuarenta.,.

Creo que si uno quiere ver los países que viven bien, hay que observar sus corrientes migratorias. No conozco ninguna corrien-te migratoria de Argentina hacia Brasil. Y por el contrario, está claro que las oportu-nidades aquí son muchas; sino no vendría población de América Latina; irían a Bra-sil. Los uruguayos emigran hacia nuestro país y no es solo por la lengua, sino por lo que les puede brindar este país.

Es cierto que hay muchas políticas económi-cas posibles, pero lo que hay que ver también son los resultados. Y cuando se habla de “inversiones”, hay que preguntarse: ¿inver-siones para qué?, ¿estoy pensando en toda la población cuando pienso en las inversiones?, ¿o estoy pensando en un determinado tipo de crecimiento para muy poca gente?

No tenemos que flagelarnos tanto cuando nos analizamos como sociedad. Tenemos muchísimos problemas, pero también esta-mos solucionando otros. Seamos sinceros. Si no, no vendrían tantos extranjeros acá. Hay que tener paciencia, no la paciencia pasiva de decir que todo está bien, sino la paciencia activa. Lo que sucede es que queremos la perfección. Y no comprendemos que todas las épocas de otros países han sido iguales. En el 64 no se podía caminar por Nueva York y después eso se modificó. Y en algún momento, esto también va a suceder aquí.

S o c i e d a d

Si no se obra a conciencia,

obedeciendo, es imposible controlar

el delito, la violación de la ley. Y este

punto tiene relación directa con la

honestidad interna, esencial en el

ejercicio de la obediencia.

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P o l í t i c a

La calidad institucional argentina Donde la posesión no tiene ninguna

estabilidad, debe haber guerra perpetua. Donde la propiedad no es transferida por el consentimiento, no puede haber ningún

comercio. Donde las promesas no son respetadas, no puede haber

ligas o alianzas. David Hume

Doctor en Administración (Universidad Católica de La Plata). Escritor y Profesor Titular de la Universidad de Buenos Aires y de la Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas (ESEADE). Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín (Guatemala). Miembro de la Mont Pelerin Society.

Martín Krause

En los últimos años en la Argentina ha sido recurrente la preocupación por la ca-lidad de las instituciones como la fuente última de los problemas que enfrenta el país, y de su incapacidad para transitar en un marco estable un sendero de progreso regular sin las convulsiones a las que esta-mos acostumbrados.

Esta preocupación, de por sí muy impor-tante, lo es más al considerarse que en el mundo actual, debido a lo que solemos llamar “globalización”, los marcos ins-titucionales se encuentran sujetos a un proceso de competencia generado por una creciente movilidad de los recursos (perso-nas, ideas, tecnologías, capitales).

¿Qué son las instituciones?, ¿cuáles de ellas promueven el progreso? y ¿cómo se encuentra la Argentina en este aspecto? Estas son las preguntas que he tratado de considerar en un trabajo más amplio, del que aquí presento un resumen.

Competencia institucional

Llamamos “instituciones” a las normas que nos permiten coordinar las acciones de los in-

dividuos en la sociedad, las que nos dan previ-sibilidad respecto a las acciones de los demás.

Lo que actualmente llamamos “globali-zación” es un fenómeno producido por la mayor movilidad de los recursos como re-sultado de los avances tecnológicos y de la remoción de las barreras regulatorias que reducían esa movilidad.

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Desde 1987 las exportaciones han crecido desde el 16% al 27% de la economía global, las inversiones di-rectas “externas” se han triplicado y las inversiones finan-cieras se han quin-tuplicado. El nú-mero de turistas se ha duplicado en las dos últimas décadas. Las comunicaciones internacionales han explotado: el tráfi-

co internacional telefónico ha crecido de unos 40.000 millones de minutos en 1991 a 140.000 millones en 2004; los usuarios de Internet que apenas existían en ese año se acercaban a los 900 millones en 2005.

Los consumidores tienen ahora más opcio-nes, conocen otras posibilidades. Esto incre-menta la competencia entre los productores lo que, a su vez, fomenta la creatividad, la in-novación y el aumento de la productividad. Esa competencia fuerza a los productores a buscar aquellos lugares que presenten las mejores condiciones para la producción, que no son otras que las derivadas de aquellas tres leyes que David Hume planteara y que comentáramos al comienzo de este trabajo.

La globalización, entonces, somete a los países a la competencia, y éstos compi-ten ofreciendo “marcos institucionales” para atraer los recursos cuya movilidad ha acelerado la globalización. Tanto sea para atraer recursos externos como para retener a los propios. Los países que pueden ofre-cer esas condiciones reciben recursos; los que no, los expulsan (personas, capitales, ideas, innovaciones, tecnologías).

No es sencillo medir la “calidad institucio-

nal” de un país ya que se trata de un con-cepto “cualitativo” determinado, además, por muy diferentes variables. Existen, no obstante, una serie de indicadores compa-rativos que nos permiten tener una idea de lo que estamos hablando. Lo que hemos intentando hacer es presentar distintos in-dicadores que de una u otra forma reflejan diversos aspectos que pueden mostrar su calidad de modo más o menos directo.

El siguiente paso fue agregar esa información para poder obtener un indicador propio al que denominamos Índice de Calidad Institu-cional. Los indicadores considerados fueron los siguientes: Índices de Libertad Econó-mica (Fraser Institute, Canadá, Heritage Foundation y Wall Street Journal); Índice de Competitividad Global (World Economic Forum); Haciendo negocios (Banco Mun-dial); Índice de Percepción de la Corrupción (Transparency International); Libertad de prensa (Freedom House); Voz y Rendición de Cuentas (Banco Mundial); y Vigencia del derecho –Rule of Law– (Banco Mundial).

Índice de calidad Institucional

El Indicador de Calidad Institucional muestra a los siguientes como los primeros diez países, junto a su promedio de posicio-nes relativas en cada uno de los indicado-res para el 2006, en un total de 184 países:

País PosiciónSuiza 1Dinamarca 2Finlandia 3Nueva Zelanda 4Islandia 5Suecia 6Luxemburgo 7Estados Unidos 8Holanda 9Reino Unido 10

P o l í t i c a

La globalización somete a los países

a la competencia, y éstos compiten

ofreciendo “marcos institucionales”

para atraer los recursos cuya movilidad

ha acelerado la globalización. Tanto sea

para atraer recursos externos como

para retener a los propios.

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En cuanto al hemisferio americano se refiere, se ha preferido aquí incluir a todos ellos, no simplemente a los “lati-noamericanos”, ya que en todos los casos son países relativamente “jóvenes” y se encuentran en la misma región. Es cierto que han heredado distintas tradiciones políticas y culturales, como se menciona-ra antes, pero esto no obsta a que países como Chile, Uruguay o Costa Rica, por ejemplo, se encuentren compitiendo en las primeras posiciones.

Venezuela, Cuba y Haití ocupan cómoda-mente los últimos lugares. Los tres países grandes de la región (México, Brasil y Ar-gentina) muestran un pobre desempeño, aunque México parece despegarse, segu-ramente a partir de su asociación con los países del hemisferio norte.

Los países más pequeños ocupan inte-resantes posiciones, no solamente los caribeños ya mencionados, sino otros como Uruguay, Costa Rica, Panamá y El Salvador; los dos primeros con una larga tradición democrática de respeto a los de-rechos individuales y ambiente políticos “moderados”; los dos últimos con mo-mentos traumáticos en su historia, pero que han sabido ordenarse y fortalecer su institucionalidad. Y en este último campo el mejor caso, por supuesto, es el de Chi-le, que sigue dando muestras de solidez institucional a punto de llegar a posicio-narse entre los primeros del mundo.

Argentina también ha pasado por períodos muy traumáticos, pero todavía no ha po-dido garantizar el respeto de los tres prin-cipios mencionados por Hume. Son sólo tres, pero en verdad resumen los aspectos principales de los mejores marcos institu-cionales modernos.

ESTOS SON LOS RESULTADOS PARA LA REGIÓN AÑO 2006:

País Posición

Estados Unidos 8

Canadá 11

Chile 22

Bahamas 23

St. Lucia 25

St. Vincent and the Grenadines 29

Barbados 32

Dominica 44

St. Kitts and Nevis 47

Uruguay 50

Antigua y Barbuda 51

Costa Rica 54

Belice 56

Jamaica 58

Grenada 59

Trinidad y Tobago 63

El Salvador 65

Panamá 68

México 75

Perú 80

Brasil 90

Argentina 93

Nicaragua 95

Surinam 97

Colombia 100

Guatemala 109

Guyana 111

Honduras 113

República Dominicana 114

Bolivia 118

Paraguay 128

Ecuador 133

Venezuela 161

Cuba 164

Haití 165

P o l í t i c a

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Página 62 EMPRESA Nº185

El cambio recién empieza

“El pueblo debe luchar por su ley como por sus murallas”Heráclito

Celso Enrique Arabetti

Con frecuencia asistimos, en tiempos electorales, a momentos en que ciertos eslóganes políticos de una fórmula presi-dencial –como, por ejemplo, el que dio título al presente artículo- se instalan en la sociedad para repetirse automáticamente, vengan o no al caso, sin que se haga el me-nor esfuerzo en desentrañar su significado. Valor y magia de la palabra elegida, en este caso: el cambio.

Es extensa la lista de los términos emplea-dos a lo largo de nuestra historia. Y sin áni-mo de ser nostálgico, o tal vez memorioso, los mismos formaron parte del imaginario colectivo de los últimos lustros, y muchos se incorporaron a la dialéctica constante de determinados sectores políticos.

No hemos dejado de escuchar que con la “liberación” terminaría la “dependen-cia permanente”, culpable invariable de nuestros fracasos, de los que nunca nos sentimos ni autores ni responsables. Siem-pre han existido “las teorías conspirativas” de algún “imperialismo mesiánico” que nos privilegió como “colonia”, no como Nación, teorías sazonadas en la actualidad con el fenómeno de “la globalización”.

Como no tener en cuenta también el cono-cido fenómeno del “regreso del péndulo”, cada vez que se han producido en el país cambios de gobierno –sin que ellos impli-

quen forzosamente cambio de partido–. Todo lo que hizo el anterior gobierno resul-ta por definición incorrecto, en ocasiones hasta perverso y, por lo tanto, no solo debe ser criticado sino también y en la medida de lo posible, descartado. Simple razona-miento: el nuevo puede y debe construir su imagen haciendo exactamente lo contrario, a veces con las palabras y no con los he-chos, de lo que hacia su antecesor.

Diría que el “regreso del péndulo” no deja de ser una expresión más de una patología tan demagógica como populista, para la que aún no hemos descubierto la vacuna adecuada. Pero sin ánimo de anticipo, estamos ante un proceso sucesorio no del todo original, pues con algunas variantes repite alternativas que creíamos superadas, en las que el “regreso del péndulo” puede terminar modificando las leyes de la física.

Tal vez para ser un poco tolerante diría que, al no ser nuevo este accionar, tampo-co es exclusivo de nosotros, los argentinos. Solo basta con echar una mirada a algunos países de la región para entender que nues-tro grado culpabilidad casi no existe.

¿Qué es el cambio?

Si bien se oye que ha transcurrido una “época de cambio”, después de la sombría

Ref lexiones

Ingeniero (ULPA). Socio de ACDE. Miembro del Consejo de Redacción de la revista EMPRESA

Page 65: Revista EMPRESA 185

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crisis del 2001 aparece una nueva afirma-ción: “El cambio recién comienza”. Esti-mado lector, ante tal emergencia histórica, ante tan magno anuncio, acontecimiento cargado de virtudes taumatúrgicas, y su-perando una supuesta obviedad que haría innecesaria la pregunta, uno como humil-de ciudadano reacciona casi de golpe y se anima a preguntar: ¿Qué es el cambio?

Como no soy filósofo, no me resulta fácil esclarecer este problema, cosa que además no pretendo; sin embargo, como un desa-fío personal me permitiré hacer algunas reflexiones:

Primero, no hay ser humano que no quiera cambiar lo que no le gusta. Desde la sim-ple corbata, cuando me miro en el espejo a la mañana y veo que no combina con la camisa elegida; pasando por el DT de mi equipo favorito, que perdió dos fechas consecutivas; llegando hasta el propio gobierno mientras me desayuno con las noticias periodísticas.

Segundo, tampoco hay ser humano que no quiera conservar lo que le gusta.

Me vienen a la memoria las palabras de un gran psicólogo quien, ante la dificultad de definir la felicidad o la infelicidad, el placer o el dolor, dijo: “que placentero es aquello que se desea prolongar y doloroso aquello que se desea terminar”. Gran pre-cisión en terreno tan impreciso.

Ahora bien, están los que no quieren cam-biar nada, los que quieren cambiar algo, los que quieren cambiar mucho, los que quieren cambiar todo. La experiencia histórica nos indica que es casi absolutamente imposible cambiar todo y que, por lo general, sólo cambia algo para bien o para mal. Pero no debemos olvidar una especialidad muy adop-tada en el orden local, el gattopardismo: “se puede cambiar para que todo siga igual”.

Pero podríamos ir más en profundidad sobre la frase “El cambio recién comien-za”. La historia es, por definición, devenir, proceso, movimiento, es decir cambio. En términos más técnicos, diríamos que es tiempo. Por eso ha sido, es y será casi ine-vitablemente, cambio. Sólo no hay cam-bio, fuera del tiempo, en la eternidad.

San Agustín o Hegel, para citar autores significativamente distintos, quedarían azorados, ante la afirmación: “El cambio recién empieza”. No hay época de cambio o de no cambio. Lo que hay, son épocas de mayor o menor aceleración del movimien-to histórico; es decir, épocas o momentos en que se producen más cambios que otras, en la misma unidad de tiempo. Que no se considere esta apreciación como una deformación profesional, a lo mejor más propia de un ingeniero que de un limitado interprete de la filosofía de la historia.

Arabetti: “Bueno sería entonces que cada

vez que se habla del cambio, especialmente

en momentos en que las palabras se ven como

sumatoria de votos, se especificara qué se quiere decir y qué se

quiere cambiar. Podremos estar de acuerdo o no, pero sabremos a qué”.

atenernos.

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La época que nos ha tocado vivir es probablemente la de mayor acele-ración que haya conocido la hu-manidad desde sus orígenes, lo que ha provocado, entre otros fenómenos, no solo un gran gap generacio-nal sino también tecnológico. Esta aceleración puede traer problemas, pero no es de suyo, ni buena ni mala; todo depende de la dirección, la inten-sidad y el sentido que adopte.

Extraño destino el de la palabra “cambio”. Preferida por los totalitarismos, siempre la tienen a mano aquellos que pretenden ins-taurar un régimen donde ya no es posible cambio alguno. Donde la libertad es degra-dada y donde el derecho a vivir sin miedo, que es una forma de libertad que sintetiza a las demás, deja de existir.

Si la verdadera Republica es el ámbito del cambio en el que confluyen, la transforma-ción creadora con la imaginación fecunda puesta al servicio del perfeccionamiento humano, y donde la libertad y la justicia no son parte de una fraseología de ocasión y de mediática frivolidad, bienvenido sea.

Bueno seria entonces que cada vez que se habla del cambio, especialmente en mo-mentos en que las palabras se ven como sumatoria de votos, se especificara qué se quiere decir y qué se quiere cambiar. Po-dremos estar de acuerdo o no, pero sabre-mos a qué atenernos.

Recordemos que en política, como en tan-tas otras cosas, más que la forma interesa el fondo, que está constituido por la cali-dad de los hombres que integran la socie-dad o, en todo caso, de los que asumen la función de gobernarla.

La democracia no es un privilegio; todos los hombres son virtualmente iguales. La cantidad o el número no crea el derecho, porque si no la ingeniosidad de Borges al decir: “la democracia es una exagera-ción de la estadística”, seria una verdad absoluta.

La soberanía del derecho hace predominar el interés del “mayor numero”, pero de-fiende a las minorías, es ésta la diferencia más esencial entre la verdadera democra-cia y el populismo demagógico.

Ese gran estadista y ex presidente de Brasil, Fernando Enrique Cardoso, escri-bió palabras que considero importante mencionar: “…el populismo es una for-ma insidiosa del poder que se define por prescindir de la mediación de las insti-tuciones, del Congreso y de los partidos, por basarse en la relación directa del go-bernante con las masas, cimentada en el intercambio de dádivas”.

Afirmando que la prudencia sin valor es cobardía, y el valor sin prudencia es temeridad, sería deseable que el cambio anunciado, sin pretender más, fuera aquel que solo tomara la correcta dirección que marcan los sabios principios de nuestra querida y a veces olvidada Constitución Nacional.

Como decía Platón: “...Las constituciones de las ciudades no proceden de las enci-nas ni de las rocas, sino de las costumbres mismas de los miembros que las componen y de la orientación que éstas imprimen a todo lo demás”.

Extraño destino el de la palabra

“cambio”. Preferida de los

totalitarismos, siempre la tienen

a mano aquellos que pretenden

instaurar un régimen donde ya no

es posible cambio alguno. Donde la

libertad es degradada, y donde el

derecho a vivir sin miedo, que es una

forma de libertad que sintetiza a las

demás, deja de existir.

Ref lexiones

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Sé protagonista. Hacé la diferencia

El 25 de agosto pasado se llevó a cabo la XVI Jornada Anual del Grupo Joven de ACDE. “Se protagonista. Hacé la diferencia” fue el título elegido de este encuentro que convocó

a 130 jóvenes profesionales.

El objetivo de la jornada fue reflexionar y analizar cómo los jóvenes pueden ser agentes de cambio positivos en nuestra sociedad, desde el lugar concreto en que se encuentran.

En esta edición compartimos -a manera de síntesis- una breve reseña temática de la actividad, y el testimonio de algunos de los asistentes.

Institucional

XVI Jornada Anual Grupo Joven

La Jornada se inició con las palabras de bienvenida a los jóvenes, a cargo del presi-dente del encuentro, César López Matien-zo. “En los momentos de crisis -señaló- se producen grandes pérdidas Y la brecha entre lo que se perdió y el estatus deseado es una oportunidad de mejora de la reali-dad. Los jóvenes tienen el potencial para cambiar las cosas”. Y subrayó: “Ser agente de cambio es hacer pequeñas cosas tratan-do de mejorar todos los ámbitos en los que alguien se mueve”.

La dinámica del encuentro se desarrolló con la presentación de los distintos pa-neles de reflexión, debate y trabajo en grupos.

Ser generadores de cambio

Fue la reflexión propuesta por el primer panel, a cargo de Paola Delbosco –doctora en Filosofía y profesora del IAE- y de Juan Bruchou –presidente del Citibank-, quienes profundizaron en la definición del agente de cambio en la sociedad y cómo llegar a serlo.

Paola Delbosco marcó la diferencia entre los cambios profundos que conducen al progreso y al crecimiento, de los cambios superficiales o meras sustituciones, seña-lando que la realidad es dinámica y varia-ble, y que hoy en día se vive una pérdida de anclaje y de certezas. Entre otros con-ceptos señaló:

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• Un cambio profun-do implica una dis-posición para hacer las cosas mejor, un cambio de superficie sólo es una adapta-ción a la realidad.• Para que un cambio represente un “progre-so” debe estar asenta-do sobre un conoci-miento profundo de la realidad y sobre una potencialidad que se realiza para dar lugar

a un crecimiento. Los cambios progresivos no son “arranques sentimentales”.

• El cambio es progreso cuando está en el camino del “deber ser”, cuando se dirige a un ideal. El mundo de hoy no tiene ideal de persona, ni de comunidad ni de empresa. Y ser protagonista es asumir la autoría de lo que uno hace, sus eleccio-nes y su papel en la historia.

• Ser agente de cambio es hacer uso de la libertad, asumir riesgos pero con ciertos recaudos. Es muy importante ser cohe-rente, íntegro en las acciones. Se dice que alguien es íntegro cuando atraviesa

dificultades con entereza.

Por su parte, Juan Bruchou exhortó a los jóvenes a bus-car el cambio, el progreso peleando cada pulgada. “Lo que logré en mi vida, lo logré en equipo –acotó-. La única manera de salir adelante es lu-chando en equipo, a veces liderando, a veces aprendiendo de otros líderes. A

veces las ganas de avanzar se ven trabadas por la falta de capacidad, pero hay que pelear con el corazón caliente y la mente fría. Cada uno es artífice de su propio des-tino, y a su vez, puede generar cambios en otros, influenciando positivamente e ins-pirando a los que lo rodean, al pelear cada pulgada”.

Indicó, además, que esta diferencia en el trabajo diario, se puede hacer asumiendo distintas responsabilidades: • Con el cliente: Al entregar un buen pro-

ducto, sin engaños. • Con la gente: Al fomentar la diversidad

dentro de la organización, al tratar con respeto dando oportunidad a los demás para sacar lo mejor de cada uno.

• Con la franquicia: Al tener como objetivo a largo plazo que, al abandonar uno la em-presa, ésta haya mejorado; con una visión compartida para que todos sepan hacia donde van, y luchen por un mismo objeti-vo, comprometidos con los mismos valores.

Generadores de cambio, un roll full time

En el segundo panel, a cargo de Carlos Contempomi –médico y padre de fami-lia– y Pedro Gorondi se hizo foco en los diferentes tipos de agentes de cambio que podemos llegar a ser.

Contempomi habló de los cambios a nivel social y personal, y en referencia a su ex-periencia familiar planteó tres etapas en la planificación:• La formación. Cuánto más se sabe, mejo-

res decisiones puede uno tomar. Para ser agente de cambio es necesario vivir en libertad, ser tenaz, tener respeto por las necesidades de otros, tolerar las propias incapacidades y buscar ser mejor cada día.

• El plan. Que debe ser diseñado en base a las virtudes y el deseo de vivirlas.

“En mi caso, por ser un socio nuevo, fue mi pri-mera Jornada en ACDE. Disfruté intensamente de todos los paneles. Cada expositor abordó el tema desde perspectivas muy distintas (desde lo más teórico hasta lo más autoreferencial), y todos enriquecieron mi visión sobre cómo ser un verdadero generador de cambios.

Como resumen, una frase del P. Llorente: ‘A los ojos de Dios, nuestra vida no es un

accidente’, genial disparador para asumir el protagonismo dentro del entorno en el que nos toque estar”.

Mario Litardo Solari

Institucional

“Hemos pasado un sábado excelente junto a ACDE y su gente. Los panelistas fueron de buen nivel y nos dieron muchas ideas acerca de cómo poder ser un generador de cambio y qué cosas debemos tener en cuenta para ello. La verdad que estas Jornadas vienen siendo un hito todos los años. Siempre me llevo muchas cosas

nuevas con las cuales debo comenzar a trabajar. Vamos a ver con qué nos sorpren-den en el 2008”.

Francisco White

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• La acción. Que debe llevarse a cabo con coraje, astucia y paciencia. El accionar según la libertad, el amor y la ver-dad que llevan a la alegría.

Gorondi, por su parte, hizo mención a quiénes fueron los impulsores de cambios en su vida, “los influenciadotes”. De este modo invitó a los jóvenes a entender que cada uno en su propio ámbito puede generar un cambio, y también puede ser motivador del cambio para otros.

Dejá tu marca, empezá ahora

El tercer panel conformado por Claudio Marangoni –deportista y empresario– y José María Simone –empresario y miembro de Fundación Banco de Alimentos–, tuvo como objetivo la relación entre el esfuerzo que de-manda ser un agente de cambio con la satis-facción y el impacto que esto implica.

Marangoni, a partir de su experiencia con su Escuela de Fútbol y los programas de ca-lidad de vida en las organizaciones, señaló dos factores claves, útiles en un emprendi-miento:• Que la persona que vaya a emprender el

cambio, encuentre aquello que lo apa-siona (en su caso, el deporte sumado a la docencia).

• Evitar hacer una lista extensa de necesi-dades antes de empezar, ya que muchos se desalientan en este primer intento. “Lo importante es adecuar las posibilida-des, a medida que se hacen las cosas, con fidelidad a la visión y a la vocación”.

José María Simone mencionó diferentes as-pectos y momentos de su etapa de formación en lo profesional, como dirigente y empre-

sario, en su familia y como miembro de la sociedad, y detalló los valores que fueron guiando su accionar en cada etapa: compro-miso, buscar hacer las cosas de la mejor ma-nera posible, dar lo máximo de sí, trabajar en equipo, honestidad, conocer los propios límites, y aprender a pedir ayuda y a tener iniciativa.

El camino empieza por uno mismo

¿Estamos siendo verdaderos agentes de cambio como nos demanda nues-tra condición de cristianos y ciuda-danos? Este fue el planteo elegido por el asesor doctrinal de ACDE, Alejan-dro Llorente, como reflexión para el último panel de la Jornada.

“Entusiasmo. Del griego En-theos (en Dios), como nos explicó el Padre Llorente cerrando el encuentro. La Jornada Anual del Gru-po Joven de ACDE dejó esa palabra en mi corazón. La alegría de distinguir el entusias-mo como sustento de un camino, un sueño, una ilusión. Dios activo en mí, entusiasmo que se transforma en gratuidad, en trabajo en equipo, en alegría honda y verdadera... la que nace de haber entregado todo, lágrimas y esfuerzo también. Reconociendo que no hay cambio profundo y verdadero sin algo de dolor, sin renuncia. Sembraron en mí gran-des desafíos: confiar y arriesgar, transformar la mirada, animarme al camino menos fácil pero más profundo viviendo en fidelidad, seguir buscando, multiplicar el don, “ser protagonista haciendo la dife-rencia”... esa que se distingue cuando el entusiasmo se hace vida.¡Gracias!”

Lucrecia Rampoldi

Institucional

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ALGUNAS CONCLUSIONES

El 86% de los asistentes se considera agente de cambio.

Un 60% de los jóvenes señalaron que pueden transformar la realidad que viven, principalmente, desde su ámbito laboral.

La política es considerada, por el 46%, como el ámbito menos favorable al cambio debido a que en ella se percibe un mayor interés por alcanzar objetivos individuales que por realizar el bien común. La falta de políticas a largo plazo y los altos niveles de corrupción son los factores que determinan esta percepción.

Un 41% piensa que el sector social cuenta con la mayor cantidad de agentes de cambio. Los motivos para esta elección se basaron principalmente en el trabajo que numerosas ONG realizan en distintos ámbitos, muchas veces, de manera silenciosa o anónima, aportando trabajo y recursos materiales a sectores de escasos medios de manera conciente y comprometida con la gente.

Sobre esta temática indicó que no se pue-de ser agente de cambio si no se cambia la gente. “Uno mismo tiene que cambiar primero para ser agente de cambio des-pués, y las personas cambian cuando se dan cuenta del potencial que tienen para eso. Es importante aprovechar bien los propios talentos y ser ‘pioneros morales’ –gente que quiera vivir de una manera distinta- en un país que necesita ser re-fundado”, señaló.

Para Llorente en el cambio está en juego lo que cada uno es y lo que quiere ser en el futuro. “No hay que perder de vista el

objetivo. Hay distintas maneras de cons-truir, pero siempre siendo fieles a la voz del propio corazón, sin dejar de contar con la ayuda y la asociación de otros”.

Al cierre de la actividad, el presidente de ACDE, Santiago del Sel, planteó –a manera de balance y en vísperas de la ce-lebración de los 200 años del país- algunas ideas disparadoras:• La Argentina de hoy deja mucho que

desear si se la compara con el país del primer centenario, con oportunidades e igualdades para todos.

• Es importante poner el gesto severo y mirarse a uno mismo, y no seguir bus-cando en los demás la causa de nuestra situación. Ser protagonista es asumir la corresponsabilidad.

• Es hora de levantarse de la platea y dejar de ser espectadores para subirse al escenario a ser parte de la función y de la construcción de un sueño. Podemos hacer algo más. No alcanza con ser buenos profesionales o buenos estudiantes.

Junto a Patricio Pinto, presidente del Grupo Joven, del Sel concluyó en la ne-cesidad de pensar qué más puede hacer cada uno desde su propio ámbito, desde el lugar donde sea capaz de hacer la diferen-cia; e invitó a los jóvenes a pasar de ser meros habitantes a ser ciudadanos plenos de este país.

Finalizadas las exposiciones se llevó a cabo una actividad en grupos, en la que los jó-venes identificaron agentes de cambio de la sociedad –entre los cuales destacaron a Juan Pablo II, Abel Albino (CONIN) y Juan Carr (Red solidaria)-, para analizar luego los objetivos que estas personalida-des se habían planteado, la metodología que implementaron para cumplirlos, las resistencias que tuvieron que vencer y los resultados obtenidos.

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Los tres desafíos del mundo globalizado

Este año, el encuentro de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales centró su temática en la caridad y la justicia en las relaciones entre pueblos y naciones. Previo a la sesión

plenaria de la entidad, Su Santidad remitió una carta a su presidenta subrayando el papel de la Iglesia frente a esta cuestión, dado que la búsqueda de la justicia y la

promoción de la civilización del amor son aspectos esenciales de su misión al servicio del anuncio del Evangelio de Jesucristo.

Como un aporte a la reflexión, y a manera de disparador, Benedicto XVI compartió su visión acerca de tres desafíos que afronta el mundo: el medio ambiente y un desarrollo sostenible, la persona humana, y los valores del espíritu, los que -según él-, únicamente pueden afrontarse con un compromiso convencido al servicio de la mayor justicia, que

está inspirada por la caridad.

D o c t r i n a

Benedicto XVI

No cabe duda de que la construcción de una sociedad justa corresponde en primer lugar al orden político, tanto dentro de los diversos Estados como en la comunidad internacional. Como tal, en todos los niveles requiere un ejerci-cio disciplinado de la razón práctica y un entrenamiento de la voluntad para poder discernir y satisfacer las exigen-cias específicas de la justicia, respetando plenamente el bien común y la dignidad inalienable de toda persona.

En mi encíclica Deus caritas est, reafirmé -al inicio de mi pontificado- el deseo de la Iglesia de contribuir a esta necesaria purificación de la razón, para ayudar a formar las conciencias y para estimular una respuesta más amplia a las exigencias genuinas de la justicia. Al mismo tiempo, subrayé que, incluso en la más justa de las sociedades, habrá siempre espacio para la caridad: “No hay ningún orden estatal, por justo que sea, que haga superfluo el servi-cio del amor” (n. 28).

La convicción de la Iglesia de que la justi-cia y la caridad son inseparables nace, en definitiva, de su experiencia de la infinita justicia y misericordia de Dios reveladas en Jesucristo, y lo manifiesta insistiendo

Extracto de la Carta envia-da por S.S. a la presidenta de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales, la profesora Mary Ann Glendon, con motivo de la sesión plenaria celebrada en el Vaticano sobre el tema “Caridad y Justicia en las relaciones entre pueblos y naciones”, del 27 de abril al 1 de mayo de 2007.

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en que el hombre mismo y su irreductible dignidad deben ocupar el centro de la vida política y social.

Por tanto, el magisterio de la Iglesia, que no sólo se dirige a los creyentes sino también a todos los hombres de buena voluntad, apela a la recta razón y a una sana comprensión de la naturaleza humana al proponer prin-cipios capaces de guiar a los individuos y a las comunidades hacia la búsqueda de un orden social marcado por la justicia, la li-bertad, la solidaridad fraterna y la paz.

El papel de la caridad en la búsqueda de justicia

En el centro de esa enseñanza, como sabéis muy bien, está el prin-cipio del destino universal de todos los bienes de la creación. Según ese principio fun-damental, todo lo que produce la tierra y todo lo que

el hombre transforma y confecciona, todo su conocimiento y toda su tecnología, todo está destinado a servir al desarrollo material y espiritual de la familia humana y de todos sus miembros.

Desde esta perspectiva íntegramente humana podemos comprender más plena-mente el papel esencial que desempeña la caridad en la búsqueda de la justicia. Mi predecesor el Papa Juan Pablo II estaba convencido de que la justicia por sí sola era insuficiente para entablar relaciones realmente humanas y fraternas dentro de la sociedad. “En todas las esferas de las relaciones interhumanas -afirmó- la justicia debe experimentar, por decirlo

así, una notable “corrección” por parte del amor que -como proclama San Pablo- es “paciente” y “benigno”, o dicho en otras palabras, lleva en sí los caracteres del amor misericordioso tan esenciales al Evangelio y al cristianismo” (Dives in misericordia, 14).

Es decir, la caridad no sólo permite a la justicia ser más creativa y afrontar nue-vos desafíos, sino que también inspira y purifica los esfuerzos de la humanidad en-caminados a alcanzar la auténtica justicia para construir así una sociedad digna del hombre.

En un contexto en que “la solicitud por el prójimo, superando los confines de las co-munidades nacionales, tiende a extender su horizonte al mundo entero” (Deus cari-tas est, 30), se debe comprender y subrayar más claramente la relación intrínseca que existe entre caridad y justicia. A la vez que manifiesto mi confianza en que vuestros debates de estos días resulten fructuosos a este respecto, deseo atraer brevemente vuestra atención hacia tres desafíos es-pecíficos que el mundo afronta, desafíos que únicamente pueden afrontarse con un compromiso convencido al servicio de la mayor justicia, que está inspirada por la caridad.

El medio ambiente y un desarrollo sostenible

El primer desafío atañe al medio ambiente y a un desarrollo sostenible. La comunidad internacional reconoce que los recursos del mundo son limitados y que todo pue-blo tiene el deber de poner en práctica políticas encaminadas a la protección del medio ambiente, con el fin de prevenir la destrucción del patrimonio natural cuyos frutos son necesarios para el bienestar de la humanidad.

Es preciso prestar atención particular

al hecho de que los países más pobres

son los que suelen pagar el precio más

alto por el deterioro ecológico.

D o c t r i n a

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Para afrontar este desafío, se requiere un enfoque interdisciplinario semejante al que vosotros habéis empleado. Además, hace falta una capacidad de valorar y prever, de vigilar la dinámica del cambio ambiental y del desarrollo sostenible, de elaborar y aplicar soluciones a nivel inter-nacional.

Es preciso prestar atención particular al hecho de que los países más pobres son los que suelen pagar el precio más alto por el deterioro ecológico.

En el Mensaje para la Jornada mundial de la paz de 2007, puse de relieve que “la destrucción del medio ambiente, su uso impropio o egoísta, y el acaparamiento violento de los recursos de la tierra, gene-ran fricciones, conflictos y guerras, preci-samente porque son fruto de un concepto inhumano de desarrollo.

En efecto, un desarrollo que se limitara al aspecto técnico y económico, descui-dando la dimensión moral y religiosa, no sería un desarrollo humano integral y, al ser unilateral, terminaría fomentando la capacidad destructiva del hombre” (n. 9: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 15 de diciembre de 2006, p. 6).

Al afrontar los desafíos de la pro-tección del medio ambiente y del de-sarrollo sostenible, estamos llamados a promover y a “sal-vaguardar las con-diciones morales de una auténtica ‘ecología humana’” (Cen-tesimus annus, 38). Por otra parte, esto exige una relación responsable no sólo con la creación sino también con nuestro pró-jimo, cercano o lejano, en el espacio y en el tiempo, y con el Creador.

La persona humana y los problemas globales

Esto nos lleva a un segundo desafío, que im-plica nuestro concepto de persona humana y, en consecuencia, nuestras relaciones re-cíprocas. Si a los seres humanos no se les ve como personas, varones y mujeres, creados a imagen de Dios (cf. Gn. 1, 26), dotados de una dignidad inviolable, será muy difícil lograr una plena justicia en el mundo.

A pesar del reconocimiento de los dere-chos de la persona en declaraciones in-

D o c t r i n a

No hay ningún orden estatal,

por justo que sea, que haga superfluo

el servicio del amor.

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ternacionales y en instrumentos legales, es necesario progresar mucho para que ese reconocimiento tenga consecuen-cias sobre los problemas globales, como los siguientes: la brecha cada vez mayor entre países ricos y países pobres; la desigual distribución y asignación de los recursos naturales y de la riqueza produ-cida por la actividad humana; la tragedia del hambre, de la sed y de la pobreza en un planeta donde hay abundancia de

alimento, de agua y de prosperidad; los sufrimientos humanos de los refugiados y de los prófugos; las con-tinuas hostilidades en muchas partes del mundo; la falta de una protección legal suficiente para los niños por nacer; la explota-ción de los niños; el tráfico inter-nacional de seres humanos, armas y drogas; y otras muchas injusticias graves.

Los valores del espíritu

El tercer desafío concierne a los valores del espíritu. Urgidos por preocupaciones económicas, tendemos a olvidar que -al contrario de los bienes materiales- los bie-nes espirituales, que son típicos del hom-bre, se extienden y se multiplican cuando se comunican.

A diferencia de los bienes divisibles, los bienes espirituales, como el conocimiento y la educación son indivisibles y cuanto más se comparten, más se poseen.

La globalización ha aumentado la inter-dependencia de los pueblos, con sus dife-rentes tradiciones, religiones y sistemas de educación. Eso significa que los pueblos del mundo, precisamente en virtud de sus diferencias, están aprendiendo continua-mente unos de otros y entablando contac-tos cada vez mayores. Por eso, resulta cada vez más importante la necesidad de un diálogo que pueda ayudar a las personas a comprender sus propias tradiciones cuando entran en contacto con las de los demás, para desarrollar una mayor autoconciencia ante los desafíos planteados a su propia identidad, promoviendo así la compren-sión y el reconocimiento de los verdaderos valores humanos dentro de una perspecti-va intercultural.

La justicia al servicio de la vida y de la promoción de la dignidad humana

Para afrontar positivamente estos desafíos es urgente y necesaria una justa igualdad de oportunidades, en especial en el campo de la educación y de la transmisión del conocimiento. Por desgracia, en muchas partes del mundo la educación, sobre todo en el nivel primario, sigue siendo dramáti-camente insuficiente.

Para afrontar estos desafíos sólo el amor al prójimo puede inspirar en nosotros la justicia al servicio de la vida y de la pro-moción de la dignidad humana. Sólo el amor dentro de la familia, fundada en un hombre y una mujer, creados a imagen de Dios, puede asegurar la solidaridad inter-generacional que transmite amor y justicia a las generaciones futuras. Sólo la caridad puede estimularnos a poner una vez más a la persona humana en el centro de la vida de la sociedad y en el centro de un mundo globalizado, gober-nado por la justicia.

La caridad no sólo permite a la justicia

ser más creativa y afrontar

nuevos desafíos, sino que también

inspira y purifica los esfuerzos

de la humanidad encaminados

a alcanzar la auténtica justicia para

construir así una sociedad digna

del hombre.

D o c t r i n a

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