Revista jus dioses de barro febrero 2015

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El culto, la idolatría, el fanatismo, la dependencia. Vivimos en un mundo donde los dioses de barro han reemplazado los ideales. Los héroes ya no son esos que dieron o dan su vida por una causa noble. Ahora son los de las películas hollywoodenses, los futbolistas, actores y actrices que, en algunos casos, distan mucho de ser ejemplos de vida. Miles de personas están al pendiente de qué hace éste o aquel artista, los siguen en la TV, las redes sociales, conciertos, en las puertas de sus casas y su vida ronda en ese mundo de otro ficticio, donde lo importante es, o bien vivir a través de ese ídolo o parecerse cada día más a él o ella. ¿A quién o qué adoramos? ¿De qué o de quién dependemos? ¿A qué o quién aspiramos parecernos? Y lo más importante, ¿qué lugar ocupamos como seres humanos en esta pseudo-realidad?

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Editorial

DIOSES DE BARRO

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“Seremos como dioses. Donaremos a los hombres milagros estupendos, deliciosas bellezas,

divinas mentiras, les regalaremos la convicción de un futuro tan extraordinario, que todas

las promesas de los sacerdotes serán pálidas frente a la realidad del prodigio apócrifo.

Y entonces, ellos serán felices... ” Roberto Arlt

DIOSES DE BARRO

¿Qué tienen en común Maradona, Madonna, Lady Gaga, One Direction, Arjona, Messi, las siliconas, los implantes, los reality show y las redes sociales?

El culto, la idolatría, el fanatismo, la dependencia. Vivimos en un mundo donde los dioses de barro han reemplazado los ideales. Los héroes ya no son esos que dieron o dan su vida por una causa noble. Ahora son los de las películas hollywoodenses, los futbolistas, actores y actrices que, en algunos casos, distan mucho de ser ejem-plos de vida. Miles de personas están al pendiente de qué hace este o aquel artista, los siguen en la TV, las redes sociales, conciertos, en las puertas de sus casas y sus vida rondan en ese mundo del otro ficticio, donde lo importante es, o bien vivir a través de ese ídolo o parecerse cada día más a él o ella.

Las discusiones y enfrentamientos porque tal o cual es el mejor, no tienen precedentes. Basta ver una final de futbol que se convierte en una batalla campal o una discusión entre adolescentes (y no tanto)

sobre quién es el mejor cantante para ejemplificar lo que deseamos transmitir.

El culto al cuerpo ha desplazado el culto a la espiritualidad o a la inteligencia. Ejércitos de ciru-janos plásticos no dan abasto para inyectar siliconas, hacer liposucciones, realizar implantes o cambiar el aspecto de los miles de fans que genera el capitalismo. Todo es válido a la hora de adorar al dios de turno o intentar desesperadamente convertirse en uno, por más de barro que sea, y como sea por esos quince minutos de fama que pocos logran alcanzar.

Paralelamente se produce un fenómeno en las redes sociales en las cuales cualquiera puede ser Superman; después de todo, en ellas podemos mostrar sólo lo que queremos que se vea y no la cruda realidad, o lo que es lo mismo, la humanidad. Cualquier hijo de vecino con algo de capacidad, puede, consultando Google o Wikipedia, parecer un genio en lo que sea.

Antes se creaban religiones, hoy se crean grupos de fans. Nuestra vida ha pasado a ser virtual. La realidad no se enfrenta, se disfraza. Nos despertamos, comemos, vamos al baño y dormimos pendientes de la red social, cualquiera que sea la que tengamos instalada en nuestro celular. Nos convertimos en dioses o fans de otros dioses que pululan en el ciberespacio.

En este número de Jus Revista Digital, los invitamos a reflexionar sobre este tema, que más que alcanzarnos, se ha instalado en nuestros hogares y convive con nosotros.

¿A quién o qué adoramos? ¿De qué o de quién dependemos? ¿A qué o a quién aspiramos pare-cernos? Y lo más importante, ¿qué lugar ocupamos como seres huma-nos en esta pseudo-realidad?t

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JUS es una publicación mensual de JUS, Libreros y Editores, S.A. de C.V., especializada en asuntos de conocimiento literario. Conforma una tribuna para el pensamiento en general. Nuestro objetivo principal es generar conversaciones, por lo que el material que publicamos es representativo de múltiples sectores de opinión. La proyección de nuestra revista es hacia los lectores hispanohablantes y hacia una nueva experiencia mas allá del libro y de nuestros libros.

JUS es una revista basada en una temática especialmente escogida por nuestro equipo de redacción, donde desarrollamos una visión crítica, apoyándonos en las opiniones y letras de escritores y cronistas contemporáneos. En ella encontrarás cada mes un motivo más para sumergirte no sólo en la literatura, sino en todas las artes.

JUS es una revista con entrevistas, reportajes, artículos de información, opinión, análisis y testimonios sobre realidades y personalidades de actualidad.

DIRECTORIO

DIRECTOR EDITORIALBernardo Domínguez

JEFE DE REDACCIÓNMercedes Mayol

REDACCIÓNDiabolgrot

Valentina Sanjuan (Asistente de redacción)Aarón Cervantes (Redactor)

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DISEÑOVictoria Aguiar (Diseño y visuales)

Mario Patronelli (Webmaster)

México - Barcelona - Buenos Aires

INFORMACIÓN LEGAL.JUS REVISTA DIGITAL, Año VI, Nueva Época –No. 20– Febrero de 2015. JUS REVISTA DIGITAL, es una publicación mensual editada por JUS, LIBREROS Y EDITORES, S.A. DE C.V., calle Donceles # 66, Colonia Centro, Delegación Cuauhtémoc, C.P. 06010, Tel. (55) 1203-3770, http://jus.com.mx/revista [email protected]. Editor responsable: Mercedes Mayol. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2014-04116555300-203, otorgado por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. ISSN: 2007-9087. Responsable de la última actualización de este Número, Webmaster Mario Patronelli, calle Donceles número 66 Colonia Centro, Delegación Cuauhtémoc, Distrito Federal, C.P. 06010, fecha de última modificación, 15 de Febrero de 2015. Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura del editor de la publicación. Queda prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación sin previa autorización de JUS, LIBREROS Y EDITORES, S.A. de C.V.

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OPINIÓN

10LA ELUSIVA POTESTAD

DE LA PALABRAPor SANTIAGO DE ARENA

12DIOSES FALSOS:

LA ILUSIÓN DE LO DIVINOPor VALENTINA TOLENTINO SANJUAN

TERCER ESTANTE14

DIETA LITERARIA Por REDACCIÓN JUS

SUMARIO

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REFUGIO POÉTICO18SOMOSPor MERCEDES MAYOL

19YO LO PREGUNTO / NIQITOAPor NEZAHUALCÓYOTL

revistatexturas.blogspot.com.ar

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INTERVALO NARRATIVO

20EL LUCRO DE LA MUERTE

Por GABRIEL VÁZQUEZ

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LOS OTROS LIBRO DE…Por GERARDO UGALDE

26¿LLUVIA DE BARRO?

Por MARTA MAÑEZ FERRER

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ROSARIOPor CARLOS PRIEGO

32DOBLE SENTIDO

Por MARTA KAPUSTIN

34JUNO Y EL ESPEJO

Por GABRIELA FONSECA

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Los textos de la presente edición pueden verse junto al

resto de las colaboraciones en nuestra página web:

www.jus.com.mx/revista

o en nuestro blog:

www.jus.com.mx/colabora

Los colaboradores seleccionados para la edición digital de la revista del mes de Febrero de 2015 son:

¡¡¡Gracias siempre!!!

Santiago de ArenaNezahualcóyotlGabriel VázquezGerardo Ugalde

Marta Mañes FerrerCarlos Priego

Marta KapustinGabriela Fonseca

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Santiago de Arena

La elusiva potestad de la palabra

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Alguna vez, el cálamo del viejo Tertu-liano, que oscilaba permanente entre la fe y la misoginia, gastó algunos de sus trazos en tratar de definir a la mujer, su conclusión pasó a la historia como una de las frases más controversiales es-critas en torno a la condición femenina: un templo construido sobre un albañal.

Pareciera que este juego de palabras, hoy famoso por oscuro, pretencioso y ofensivo -no se olvide la inclinación de aquel filósofo hacia el peso del absurdo- hallaría alguna mejor aplicación al referirse a otro concepto de carácter mucho menos veleidoso, más tangible, más concreto, más presente y cotidiano, sin diezmar las infinitas realidades que la manifestación concreta de la feminidad hace posible, sobre todo en sociedades en las que el ruido derivado de la pugna mantenida entre los sexos cada vez se orienta más hacia el ayer.

Pero el tiempo nos demuestra que la vida no se rige por principios de entropía, y que inclusive en el lenguaje, las palabras que buscaron definir a algún concepto pueden verse transmutadas en silencio, mientras se hallan a la espera de la nueva realidad a la que puedan alumbrar de un modo mucho más preciso y eficiente.

Ya el mismo Nietzsche declaraba entre las normas de su célebre decálogo para escribir con estilo que, cuanto más

abstracta es la verdad que se quiere enseñar, más importante es hacer converger hacia ella todos los sentidos del lector, orientando los distintos niveles de significado y sentido hacia el cumplimiento de un mismo fin.

De ello resulta conveniente el que se frene la condena que se esgrime con la fuerza de un acto reflejo hacia las máximas dictadas por la no siempre acertada convicción de los antiguos. A fin de cuentas, la amplitud de sus palabras no hizo más que referir la realidad que resultaba circundante, sin que el esfuerzo conceptual haya implicado en todo caso un infalible acercamiento a la verdad, y descubrir, en la medida en que lo hacen posible las nuevas condiciones de lenguaje que rodean a nuestros tiempos, otros terrenos susceptibles de aceptar la aplicación de los conceptos que a la luz del pasado resultaron deficientes.

Mucho más que en la mujer, las palabras del teólogo cartaginés -que junto con Orígenes de Alejandría se convirtiera en el único padre de la igle-sia cristiana que no fue canonizado, sin duda gracias a su apego posterior a la herejía montanista- hacen pensar en referentes de carácter inasible y remiten a conceptos más ambiguos y elusivos, semejantes al valor de los famosos universales que la antigua escolástica buscaba aprehender.

Convocados por tales abstractos, un desfile de conceptos guarda turno pretendiendo ahormar su esencia sin usar un calzador y hallar el eco de una nueva resonancia.

Juventud, vejez, verdad, mentira, vida y muerte; que al final, haciendo caso a la invariable condición del artículo determinado que las acompañan, tam-bién son nombres de mujer.

Las palabras se transforman al igual que los objetos a los que hacen referencia, multiplicando en un efecto de semántica expansiva a las concretas e inefables posibilidades de su evocación.

Aunque no debe de olvidarse que el poder atribuido a una palabra nunca es más que la extensión de la conciencia de quien puede pronunciarla, cerrando el juego de reflejos que permite con-tener lo continente y definir lo definido.

El creador deviene entonces en un nuevo predicado que da cuenta de su propio acto creativo, constriñendo entre los límites de su experiencia a la extensión de lo enunciado, y dejando alguna huella permanente e indeleble en las palabras emanadas por sus labios, al igual que el áureo tacto del arcano rey de Frigia, que impregnaba de su ser a todo aquello que tocaba. t

“ El verdadero significado de las cosas

se encuentra al tratar de decir lo mismo

con otras palabras. ” ////////////////////////// Charles Chaplin

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Las creencias son una necesidad casi innata del ser humano. Incluso los ateos “creen” en la no existencia de un Dios o en la Nada. Creen, a su manera, en la imposibilidad de un ser divino: algunos anteponen al ser terrenal, es decir, a hombres y mujeres como causa y efecto de lo que somos, y muchos otros se inclinan hacia el nihilismo filosófico o práctico.

Ante cualquiera de las posturas en oposición, es decir, el ateísmo o la religión, el punto es que hay intentos de conocer más acerca del hecho concreto de existir. Lo que hay en el trasfondo de estos pensamientos es el anhelo de entender por qué nos levantamos a diario y hacemos lo que hacemos; por qué estamos aquí en forma de seres humanos, nacidos en un planeta que resulta insignificante en comparación con la inmensidad del universo: ¿habrá algún plan oculto trazado para nosotros?, ¿qué “sentido” tendrá ser quienes somos?

DIOSES FALSOS: LA ILUSIÓN DE LO DIVINO

Valentina Tolentino Sanjuanwww.flickr.com/nientezuccheronelcaffe

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La religión y ciertas doctrinas tratan de aminorar, por lo menos un poco, la angustia que nos oprime desde el momento en que somos conscientes de que existimos. Por su parte, la religión ha fungido como un buen calmante, y en el caso de las fundamentalistas, como una buena droga que dopa a sus seguidores y los enajena del sufrimiento y de la agonía que en ocasiones crece día con día hasta la llegada de la extinción, de la muerte.

Pero existe el contrapeso y por eso a lo largo de todos los tiempos ha habido pensadores que encaran la deformación que se produce de las religiones, es decir, los dogmas.

El término “nihilismo” acuñado por Iván Turguénev, en su novela Padres e hijos, es un concepto que pone nombre a las creencias que nos dicen que no hay un propósito establecido por una entidad superior respecto de las vidas terre-nales, por lo que no hay autoridad a la cual se le tenga que rendir fe o pleitesía por la creación… la humanidad es simplemente un producto contingente, y como tal pasará sin pena ni gloria.

Hay que recordar que la formación del nihilismo creció en la medida en que los dogmas religiosos arreciaban, por ello filósofos como Nietzsche disertaron en contra de ellos. En el caso de este pensador, quien repudió al cristianismo, su reflexión dio como resultado la cre- encia en el Superhombre. Es decir, el hombre tendría que morir, metafó-ricamente, –y con ello sus creencias religiosas- y resucitar en un ser humano capaz de cargar sobre sus hombros los problemas existenciales que le acucia-ban y dejar de recurrir al cristianismo para aminorarlos, enfrentar su propio des- tino sin utilizar el bastón de la religión.

Si Nietzsche habló de esa manera y atacó al cristianismo, no fue por simple capricho, sino porque vio cobardía, mentiras y enajenación del ser humano

escudados bajo la religión. Él creía en el hombre, tenía fe en que éste podría enfrentar su destino sin necesidad de confiar su existencia en entes supremos. Pero esa propuesta filosófica jamás vio nacer a ese ser anhelado.

Con el paso del tiempo, en la actualidad, somos testigos de que no existe un Superhombre, ni mucho me-nos han dejado de existir los dogmas. El ser humano sigue tan maleable como siempre, tan amoldable, y claro, tan incapaz de cargar con su propio destino, que le es necesario creer en entes, aunque sean avenidos de la superficial superación personal.

En una sociedad altamente superflua como ésta, los lazos sociales se ero-sionan cada vez con mayor facilidad y las relaciones se diluyen tan pronto como un pequeño hielo expuesto al más duro rayo de sol, como sostiene Bauman (2000).

Sucede que las mismas relaciones, el amor de pareja, la amistad, están volviéndose a modo de los utensilios, aparatos, ropa, electrónicos, etc., que utilizamos en nuestra vida cotidiana: todo es desechable porque ha sido diseñado para consumir y consumir, y con ello incrementar nuestra ansiedad de poseer y de tirar.

El vacío y la ansiedad amplían cada vez más el hoyo negro en el que ha caído el ser de nuestra sociedad globalizada. Y los dioses, ahora más que nunca, se vuelven necesarios, buscados con fervor en medio de esta inmensa y creciente angustia existencial. Eso también lo sabe la industria del entretenimiento, la industria de los refritos editoriales y claro, de las sectas, por ello no resulta extraña su proliferación, los millones de ejemplares de libros vendidos sobre superación personal y las congre-gaciones tipo Pare de Sufrir, que llenan el hueco de la figura que la gente no tiene, y que se proponen como los

nuevos dioses a los que hay que adorar, a los que hay que prodigarles nuestra fe, y además nos tratan de convencer de que la fe se traduce en dinero.

Justein Gaarder, en su excelente obra El mundo de Sofía (1991) explica que esos dioses falsos han sido creados por esa necesidad innata del ser humano de creer, de afianzar su existencia, de sentirse parte de un plan superior o terrenal, en fin, destaca la necesidad de creer como una cuestión milenaria. Por eso resalta que en los tiempos actuales y ante la fragilidad de la religión y la falta de filosofías que expliquen a nuestra especie y la complejidad en que se encuentra inmersa, la charlata-nería ha encontrado gran auge y se vende en forma de esoterismo: ahí está el tarot, las muchas veces mal empleadas técnicas de filosofía oriental, las constelaciones, las elucubraciones baratas y sin sustento, que a fin de cuentas proveen en lo superficial a los menesteres de los seres humanos de encontrarse con lo sagrado.

El éxito de muchas doctrinas vacuas es un indicio de lo superficial de nuestros tiempos, de la falta de justificación de nuestras existencias, pero también del fracaso del ser humano de conducir su propio destino. El desencanto es visi- ble, y si bien las religiones no por ello han recobrado más adeptos, sí ha triunfado el engaño de los muchos que se han percatado de que el lugar de los dioses en nuestros tiempos está vacío.

Quizás lo anterior no sería digno de ser criticado, siempre y cuando cumpliera su función de dar cobijo y paz al espí-ritu humano, pero encontramos que, ante el fracaso de esta ilusión divina, la incertidumbre, el desasosiego y el sufrimiento se hacen cada vez más hondos y más difíciles de sanar. A este paso, pronto se nos venderá a un “mono” como deidad al que tendremos que “adorar”. t

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DIETA LITERARIA

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La broma (1967) // Milan Kundera

La obra escrita por Milan Kundera en 1967, La broma, viene a colación para el tema de este mes de la Revista Jus Digital: Dioses de barro. Hay figuras que pretenden darse a conocer casi en forma de dioses para ser adorados, figuras que no sólo pertenecen al mundo religioso, del espectáculo o artístico… sino lo peor: nacen del terreno político. Lo que padeció Kundera durante la imposición del comunismo en la República Checa es producto de la enajenación del poder, de la comparación de éste respecto de un dios o un poder divino, personificado casi siempre en un individuo enfermo, dogmatizado, y de cuyas prácticas deriva la represión. El totalitarismo y la censura que padeció Kundera lo condujeron incluso al exilio.

Por ello es que en La broma, Kundera construye un relato con el que se burla de todo el sistema dictatorial que pareciera que ha pretendido ponerse en el lugar de Dios, con una ideología que lacera a todo detractor, traducida en represión y persecución.

Es la historia de Ludvik Jahn, un joven que al pretender ligarse a una mujer, le escribe en una carta la siguiente frase a manera de broma: “¡El optimismo es el opio del pueblo! El espíritu sano hiede a idiotez. ¡Viva Trotski!”. Para la ideología predominante decir la palabra Trotski era un insulto, y de inmediato la carta es descubierta por el Partido Comunista de Praga. Tal vez si Ludvik hubiese sabido lo que le esperaba, nunca hubiera escrito aquella frase ni a manera de broma, pues acto seguido es recluido en una prisión militar y condenado a hacer trabajos forzados en una mina por un lapso de tres años.

La historia transcurre entre la terrible cerrazón de los miembros del Partido Comunista, y entre los efectos que ha causado la broma de Ludvik; ya se sabe, en la amargura del totalitarismo, está prohibido reír y más con chistes de esta índole. En un régimen totalitario, en donde existe una especie de fanatismo y adoración, o bien, de miedo y represión, el primer disidente es perseguido y enjuiciado, como le sucedió a Kundera en la vida real y a su personaje, Ludvik, en esta extraordinaria y recomendable obra.

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DIETA LITERARIA

Max Weber

Milan Kundera

Sociología de la religión // Max Weber

Las ideas religiosas no sólo son un referente de la fe de un pueblo, sino que éstas tienen gran injerencia en el entramado social, político y económico. Es la premisa con la que Max Weber elabora su obra Sociología de la religión, pues más allá de la religión en sí, el sociólogo alemán interpreta la necesidad de la creencia de los seres humanos, lo cual, conjugado con determinadas estructuras económicas, sociales y la evolución que de estos factores surge, ha dado forma a diversas éticas religiosas, cinco de las cuales analiza en este libro: el confucianismo, el hinduismo, el budismo, el cristianismo y el islamismo.

Para Weber, la creencia en los dioses obedece además de la necesidad de tener una explicación racional de la vida y de la muerte, de tener una respuesta acerca del sufrimiento; es decir, la religión ha tenido históricamente la función para los seres humanos de explicar el porqué de los padecimientos que se nos atraviesan en esta vida para, una vez señalado el sendero por la doctrina religiosa, seguir el camino y aminorar nuestra angustia.

Esta obra es una interpretación sociológica de la religión, por lo que analiza la incidencia de ésta respecto a la orientación de la acción de los individuos, de su psique y de su visión del mundo.

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Vida de consumo // Zygmund Bauman

En una época en donde se privilegia el consumo, el desecho de los productos y lo efímero de las relaciones personales y amorosas, los mismos individuos entran en una dinámica en donde todo es atravesado por la oferta y la demanda, sus capacidades y cuerpos también; con el respaldo de una fuerte campaña de marketing se puede vender la imagen personal a través de las redes sociales virtuales. Esa campaña consiste en hacer público todo acontecimiento que antes era íntimo, hasta el más mínimo, con tal de entrar en esa competencia de la adoración y del culto al consumo, al poder adquisitivo.

Esta obra escrita por el Zygmund Bauman (2007) hace una descripción de la fluidez de los tiempos actuales, característicos por el dominio del capitalismo y del hiperconsumismo. Siguiendo esta línea, ahora es fácil encontrar de igual modo productos qué adorar, por más vacíos que estos se encuentren, no importa, la mercado-tecnia hará la suficiente labor para aparentar cualidades y virtudes del producto en cuestión, aunque no los posea; el objetivo principal es propiciar el consumo y luego su desecho, igual que como está sucediendo con la propia vida humana. t

Zygmund Bauman

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AUTOR PATRICIA DE SOUZATÍTULO ELLOS DOSNÚM. DE PÁGINAS 128FORMATO 13,5 X 23 CM ISBN 978-607-412-052-3

“¿Qué sucede cuando el experimento humano lo realiza una mujer consciente de su condición? Cualquiera

pensaría que no es una cuestión de género sino el esfuerzo humano por descubrirse, darse un lugar y un

sentido en el mundo. Sin embargo, ser mujer es además enfrentar los miedos más arraigados, desnudarse en

completa vulnerabilidad, desarticular los mitos, autodefinirse, reescribirse. No es sólo el hecho de redescubrirse,

también es necesario describirse como una forma de entenderse.

¿Cuando se termina una relación es para siempre? Ellos dos es la novela del duelo de la relación con O,

y de otras relaciones, pero más que nada, de la pérdida de un hombre que es siempre aquel que nunca

conoceremos del todo, del que nunca sabremos, como decía Proust, si no es sólo el producto de nuestra

imaginación, y son siempre fugitivos, resistentes e indiferentes al desamparo que generan. La protagonista

evoca ese pasado y lo hace rito, evocación obsesiva. No es solamente la búsqueda de O sino también la

de cualquiera de nosotros: Yo no sabía adónde ir con mi relación con O, que parecía lejos de acabarse y

avanzar delante de mí sin que pudiese alcanzarla. Y sin embargo no desesperaba, latía dentro de la propia

desesperación formando una misma y sola cosa. Esta novela discurre con un lento dramatismo digno de las

mejores novelas contemporáneas.

«El estilo doloroso y lúcido de la autora, así como su intencional reconstrucción de un pasado, nos remite al de

Marguerite Duras en El amante, pues en ambas obras las autoras contribuyen a crearse un mito, basado en tres

elementos principales: deseo, desarraigo, literatura.» Elena Méndez, Escribo sobre libros

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Somos seres ficticios…Como esas nubes de arena y fuego que dejan los dioses al pasar por una carretera sedienta.

Destellos errantes,gotas de sudor de un sol ocioso e indolente.

Somos sólo una mota de polvo en un haz de luz perlado.Un soplo de inocencia en medio de la oscuridad.

El gemido de un soldado agonizante en una guerra sin sentido.Un punto en el tiempo.

Un grano de arena en el mar de la ignorancia.Somos la gesta y el parto de un Guernica desangrado.

Un capricho...Un suspiro…Un pecado…

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SomosMercedes Mayol

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Somos seres ficticios…Como esas nubes de arena y fuego que dejan los dioses al pasar por una carretera sedienta.

Destellos errantes,gotas de sudor de un sol ocioso e indolente.

Somos sólo una mota de polvo en un haz de luz perlado.Un soplo de inocencia en medio de la oscuridad.

El gemido de un soldado agonizante en una guerra sin sentido.Un punto en el tiempo.

Un grano de arena en el mar de la ignorancia.Somos la gesta y el parto de un Guernica desangrado.

Un capricho...Un suspiro…Un pecado…

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SomosMercedes Mayol

Yo lo Pregunto

Yo Nezahualcóyotl lo pregunto:

¿Acaso de veras se vive con raíz en la tierra?

Nada es para siempre en la tierra:

Sólo un poco aquí.

Aunque sea de jade se quiebra,

Aunque sea de oro se rompe,

Aunque sea plumaje de quetzal se desgarra.

No para siempre en la tierra:

Sólo un poco aquí.

Niqitoa

Niqitoa ni Nezahualcoyotl:

¿Cuix oc nelli nemohua in tlalticpac?

An nochipa tlalticpac:

zan achica ya nican.

Tel ca chalchihuitl no xamani,

no teocuitlatl in tlapani,

no quetzalli poztequi.

An nochipa tlalticpac:

zan achica ye nican.

Nezahualcóyotl

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El lucro de la muerte

Gabriel VázquezFotografía: Adriano Agulló

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NARRATIVO

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Gabriel Vázquez

Se levantó. Le resultaba imposible continuar sentado frente a ese teclado. Cogió el teléfono y marcó un número que se sabía de memoria.

— ¿Carlos? Estoy quebrado.

— ¿Y? Eso no es una novedad.

— Bueno, amigo, pensé que podrías ayudarme, la verdad es que no sólo estoy quebrado, no puedo terminar ese maldito trabajo que me encargó tu amiguita.

— Y bueno, Patricio, siempre has salido cuando tienes que salir, así que no creo que debas preocuparte demasiado.

— Sí… tal vez… ¿tienes cervezas?

— No, y no se te ocurra caer por acá, ya sabes cómo se pone mi mujer cuando te ve.

— ¿Caliente?

— No abuses de tu suerte… chau

Patricio colgó y buscó en el cenicero alguna colilla decente, pero todos los cigarros estaban consumidos hasta cero. Se puso el abrigo y salió a la calle. Se detuvo en el puesto de periódicos de la esquina, todos los diarios tenían en la portada al mismo individuo: un viejo futbolista, casi un dios, que se drogaba demasiado. ¿A quién le importa? Hay gente que se pasa la vida pegado a un billete y al polvo, y no son portadas, pensó.

Entró en el bar, el viejo detrás de la barra levantó la cabeza, puso un posavasos y esperó a que Patricio se sentara, sacó una cerveza y una vieja libretita.

— ¿Y? ¿Cómo va el escritor más desconocido del mundo? —Dijo el anciano sonriendo mientras dejaba la botella.

Patricio no respondió, tomó el vaso, dio un trago largo, lento, saboreando su bebida y volteó a ver el televisor. El “analista” hablaba del caso del futbolista/adicto, intentaba demostrar que los culpables eran esas malas influencias que había tenido desde la infancia y que lo habían acompañado durante todos esos años.

— La cantidad de estupideces que puede uno absorber sin darse cuenta eh… —Dijo Patricio

— Espero que hoy sí traigas dinero, la única estupidez que no pienso seguir absorbiendo es tu deuda –Contestó malhumorado el anciano.

— Y… ¿qué opina del futbolista?

— Una lástima… ese hombre nos dio tantas alegrías y hoy… está destrozado… pero no es su culpa…

— Sí, por supuesto… es culpa de esas “malas amistades” ¿no? —Interrumpió Patricio

sonriente e irónico, mientras señalaba el televisor. El hombre vio la burla en el comentario y arremetió:

— Al menos él hizo algo de su vida.

— Sí, destruirla para el lucro de otros.

— ¿Y tú? ¿Para el lucro de quién la destruyes?… pseudopoeta

— Para el tuyo —Dijo Patricio mientras le cerraba el ojo.

El anciano se quedó paralizado. Patricio acabó el vaso, le sonrió al veterano, se levantó y salió a la calle. En el puesto de periódicos compró un ejemplar con la noticia del futbolista, y siguió su camino. Leía mientras caminaba, tropezando de vez en cuando con alguien. Unos pasos adelante de él un hombre tiró el cigarrillo recién prendido mientras entraba en una tienda departamental, Patricio lo recogió, examinó su esta- do, le quitó el polvo y le dio una fumada, siguiendo su recorrido con una sonrisa nueva.

En casa encontró una botella con un poco de whisky sobrante y se la llevó a la boca, dejó el periódico al lado de su teclado y comenzó a escribir El Lucro De La Muerte.

Sonreía mientras escribía, sabía que la amiga de Carlos detestaría el artí-culo, pero igual tendría que pagarle; lo de menos era que lo publicaran, lo más importante era comprar ciga-rrillos y continuar apoyando ese lucro del que casi había terminado de escribir.

Quizá mañana pensaría de distinta forma, lo más seguro es que no fuera así, como seguro sería que ese ex futbolista estaría ocupando las prime-ras planas durante algunos días y meses más… “el lucro, el lucro”, pensó mientras encendía algo de hierba y se terminaba lo poco que quedaba de la botella.

Iba a ser una noche muy larga. t

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quila. Juan llegó menos taciturno de lo usual, con una sonrisa, sus arrugas se marcaban más; tal vez porque su rostro no estaba acostumbrado a sonreír. Él era un hombre serio, cariñoso con los suyos, pero frío e imponente con los extraños y a veces con los amigos. Me levanté de la mesa para que me notara, llevábamos tres meses de trato… cierta afinidad por la literatura escandinava nos obligaba a relacionarnos.

Yo empecé con el entusiasmo de tres caballazos, Juan reía de mis palabrotas al describirle pasajes, autores, títulos. Esta vez venía con el plan de platicar informalmente, podría decir que se aca-baba de ganar la lotería. Terminamos la botella, sin embargo nuestra plática no había llegado a la mitad, cuando Juan sacó un billete y pidió una cubeta; me extrañé de eso, no creí que fuera un hombre de cervezas. Encendimos

A punto de morir, tengo que liberarme de ciertos secretos, algunos no tan importantes. Otros, más que de remor-dimiento… de alegría y simpatía. Uno de ellos, tan terrible por lo que significa la persona que me lo confió; no sólo como el amigo que era para mí, sino lo que es para la demás gente.

Aquel día yo estaba en la taberna, curándomela con una botella de te-

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Gerardo Ugalde

Acercó la silla a la mesa e inclinó su espalda hacia la madera, con seriedad me dijo:

—La mera verdad es que odio mi nombre.

— ¿Por qué amigo? yo creo que es tu bien más importante.

— Eso dices tú, porque cuando te nombran, no sucede una catarata de halagos, pedimentos y toda esas chingaderas que trae la fama.

— Pero Juan, quién no quisiera ser tú. Mírame, yo llevo diez libros: poesía, novela, cuentos y ensayo. Ni en mi casa me leen. En cambio tú eres el mejor escritor del país. Todos comentan tu novela y tus cuentos. Hasta en el extranjero te aclaman.

— Puras pendejadas dicen de mí, yo a veces quisiera no ser Juan Rulfo.

— Nomás dilo amigo, y yo me quedo con tu reconocimiento.

— Mejor quédate con este pinche se-creto que me carcome, yo he publicado más libros, bajo otros nombres.

— ¿Eso como para qué?

— Para ver si realmente Juan Rulfo sabe escribir más que su nombre.

— ¿Se puede saber tus otras per-sonalidades?

— Rodrigo Díaz, Eric Rojo y el apenas bautizado Sancho Cornejo.

Jamás los había escuchado mencionar, eso que me consideraba al tanto de la

Los otros libros de…

los cigarrillos, guardamos silencio y nos miramos uno al otro, perdidos por el alcohol y la amistad que une a dos borrachos; cómplices tramando algo en una cantina. Únicamente él y yo éra- mos personas comunes y corrientes. En eso cometí el error de preguntarle sobre sus proyectos (todos le preguntá-bamos eso cada vez que lo veíamos), sus ojos no estaban enojados, sino que reflejaban el anhelo de una confesión.

Fotografía: Rodrigo Calvi

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“Ese sonido que contigo llevas no es más la suma de aquellos

que estuvieron antes, escuchando a su vez tu canto enigmático, lleno de mentiras

alegrías y penurias. Contradicciones eternas,

utilizadas para crear cosmogonías en cada rincón de la parcela.

La leche y la miel, la sangre y la hiel; ambas son las promesas del nacer y morir a los niños

ante el fuego ardiente de las entrañas…”.

No pude terminar el primer poema, era una completa porquería. Desilu-sionado, me convencí de la buena broma de mi amigo. Él no pudo haber mecanografiado esos intentos de pro-fundidad, remedos de sueños de alguien que no entendía sobre literatura. No comenté a nadie, ni a él mi lectura de aquel irrisorio texto. Continué mis días, hasta hoy, cuando la muerte se ha presen- tado en mi espejo.

Escribo estos recuerdos, porque hace un año, en una librería de viejo, acon-teció el desafortunado hallazgo de un libro bajo el título de El agujero fir- mado por el nombre cuya esencia cifra a un hombre que en otro tiempo escribió con amargura y misticismo Pedro Páramo. Ese nombre era Sancho Cornejo. Compré el libro, antes de que el polvo se lo comiera. Llegué a mi casa y me arrojé al sofá. La trama, interesante, iniciaba con un hombre atrapado en un pozo seco. Abandonado a su suerte, esperando con suma desesperación la llegada de otro ser humano. En comparación con los poemas de Eric Rojo (mejor dicho con el poema, sólo leí el primero y lo deposité a la basura) la prosa de Cornejo me sabía a cenizas. Era Rulfo, o una treta de aquel borracho… creo que jamás se sabrá, ya que yo destruí el libro de Sancho Cornejo. Por envidia y por odio a un hombre egoísta o falto de talento adorado por millones. El agujero era mejor que El llano en llamas y Pedro Páramo juntos. t

literatura nacional. Guardé esos tres nombres hasta el día de hoy. Después de que él los dijera, nuestra plática terminó abruptamente. Yo estaba para- lizado, sabía que era un bromista de primera, además de que ambos estábamos más fumigados que las cucarachas. Lo dejé pasar, conside-rando que Juan sólo estaba borracho y quería entretenerme.

Pero la curiosidad me ganó. Realicé las pesquisas correspondientes, estaba por convencerme de la jugarreta de Rulfo cuando mi hijo encontró un libro de Eric Rojo. Un libro de poesía: El viento huele a muerto. Le pregunté a mi muchacho su opinión, la cual fue expresada con una sonrisa desen-cajada y la mano tanteando el aire. “Léelo papá, no soy muy adicto a los versos”. Ahí en la mesa, el libro de Eric Rojo, con su tapa roja, y la ilus-tración de unas líneas que simulaban ser el viento formando una calavera, me alejaba al mismo tiempo que me obligaba a tomarlo.

Salí de la cocina y fui a mi estudio. Encendí dos cigarrillos antes de hojearlo:

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AUTOR: PIOTR BEDNARSKITÍTULO: LAS NIEVES AZULESFORMATO 14 X 21CMNÚM. DE PÁGINAS 144 ISBN 978-84-15996-22-4

«La temperatura rebasó los cuarenta grados bajo cero. La nieve era azul, la frontera entre

la tierra y el cielo se desvaneció. El sol, despojado de su esplendor, privado de su brillo,

languidecía en la miseria proletaria. El intenso frío absorbió todo calor vivificante y sólo

quedaron el fuego, el amor y trescientos gramos diarios de pan rancio para alejarnos de la

muerte.»

En las entrañas del sistema represivo soviético, en la gélida Siberia de los gulags, un niño

trata de serlo conservando el entusiasmo por la vida que la vida le niega. Porque la muerte

triunfa en torno a él. A pesar de ello, a despecho de cárceles y desapariciones, el joven Petia,

condenado a la madurez antes de cumplir diez años, logrará espantar el miedo o desarmar

el espanto apoyado en una fe inquebrantable y, sobre todo, en la fuerza cálida de la poesía.

El recuerdo de una época feroz irrumpe así en la novela menos ficticia. Y la desborda. Y la

ennoblece. Porque la ficción logra a veces reflejar todas las aristas de la barbarie si también

consigue recortarlas contra el fondo de lo indeleblemente humano. Entonces nos redime.

«Belleza absoluta, ésa es la expresión que le corresponde a este pequeño volumen.» E. R., Le Monde

«Sus palabras sobrias apelan directamente al corazón del lector.» Neue Presse

«Esta pequeña novela es una joya [...]. Si los libros pueden cambiarnos, Las nieves azules lo hará de forma

dramática.» Mittelpunkt

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Marta Mañes Ferrer

¿Lluvia de barro?

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La competencia entre ellos era brutal. Los chacales a su lado parecían simples mascotas de compañía. Se empujaban y ponían trampas sin miramientos. No tenían piedad. A pesar de estar en lo más alto del estatus social, ninguno toleraba ser superado. A muerte. Sólo se sentían a gusto cuando se hablaba de ellos en las portadas de los medios. Cuando estaban en el centro del ojo del huracán. Ellos, y ellos, y siempre ellos. ¿Y por qué? ¿De qué material estaban hechos por dentro para desear eso?

—¡Apartá! ¿Oíste? yo llegué primero —dijo Diego—. El punto es para mí. Me llevaré la bandera para que vean que fui el más veloz en esta prueba. ¿Sabés? He sido el mejor jugador del mundo. Millones de personas me adoran. Soy su ídolo —rio ampliamente e inspiró a tope hasta llenar sus pulmones de aire como si la vida le fuese en aquel gesto. Su pecho se ensanchó de orgullo.

—Qué te has creído —respondió Belén—. Eso no es verdad. ¡Tú flipas con todo lo que te metes en el cuerpo, guapo! ¡Anda que no! Yo no soy cualquiera. Soy humilde pero sincera. Y famosa. No lo olvides. Por algo me llaman la reina del pueblo, y me adoran. ¿Qué te crees? Tengo muchos seguidores en twitter y Facebook. Más de media España está a mis pies. Te aviso. Si no me entregas la bandera ahora mismo, cuando vaya a mi programa te aplastaré y hundiré hasta lo más hondo. No sabes a quién te enfrentas ¡Ja!

No hay dos sin tres…

—De eso nada ¡my friends! Llevo rato escuchando vuestra discusión hecho que indica que estaba aquí antes de que llegaseis. Ni me habéis visto. Estabais tan metidos en lo vuestro que…—y con una sonrisa sarcástica continuó diciendo —mirad— y levantó la mano hasta la altura de su rostro desfigurado por las operaciones de estética, mostrando la bandera de la prueba—. La tengo yo.

Mientras Diego y Belén se quedaban pasmados al escuchar y ver la escenita de Mickey Rusque, el resto de participantes del nuevo programa internacional de televisión ¿Son Dioses auténticos? llegaban agotados al lugar. Se sentaron por el suelo. Sabían que no habían ganado aquella etapa pero aún quedaba la más importante, la última por jugar. Nada estaba decidido, todavía.

Jessica Alva, Jennifer Mopez, Sofía Berjara, Inés Dastre, Paris Filton, Xer, Nicole Quitnam., Ana Olregón, Victoria Bicham, Fan Bingting, Eugenia Mardines, Elsa Petaca, Ayumi Itom, Ha Ji-Wonu, Carolina de Mótenegro, y Penelope Ruz eran algunas de las mujeres famosas que quisieron participar en el impresionante programa. Fama y glamour asegurados. Llevaban semanas concursando. Se sentían diosas por dentro. Para demostrarlo habían cruzado ríos, subido árboles, nadado en aguas frías y profundas, y comido incluso insectos.

¿Lluvia de barro?

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marca “Look de Dioses”. Allí hay un sobre. En él está la pregunta que os llevará hasta la meta. Si respondéis correctamente, se os entregará un plano que os mostrará el camino hasta la silla de los Dioses auténticos. Sabéis que solo seis de vosotros seréis escogidos. Seis sillas os esperan. Tres hombres y tres mujeres de entre vosotros seréis los ganadores. La única pista que os damos es la siguiente: El mal tiempo del frío Norte te acercará a la verdad.

De pronto se miraron entre ellos y comenzaron a correr en la misma dirección. Tras un buen rato de carrera llegaron a las calles asfaltadas de la ciudad ficticia. Un cielo oscuro parecía amenazar el reto o ¿tal vez les daba la pista para encontrar el Norte? Siguieron adelante. Estaban caminando por las aceras principales del decorado cuando se escuchó un trueno tremendo. Miraron hacia arriba. No se lo podían creer. Empezó a llover. Unas gotas enormes caían sin miedo. De pronto comenzaron a sentir algo extraño. No se encontraban bien. ¿Qué sucedía en su cuerpo? ¿Llovía barro? Sus manos empezaron a estar manchadas de un color arcilla. Se volvieron a mirar entre ellos para ver si a todos les ocurría lo mismo.

Y, sí. Las manchas marrones cubrían sus ropas y cuerpos enteros.

En unos instantes se mojaron hasta quedar empapados.

Lo curioso fue que a medida que seguían avanzando sintieron que se quedaban sin fuerzas. Sus ambiciones y expectativas de éxito y ego se apagaban sin quererlo. ¿Se sorprendieron?

No. Eso no les sorprendió.

Lo que les descolocó fue ver que sus cuerpos se deshacían con cada gota que les rozaba la piel. ¿Habían hecho de verdad algo de provecho en su vida? o ¿Eran simples Dioses de barro creados por los medios?

Un riachuelo color marrón rojizo fluyó con rapidez durante más de tres horas hasta morir en una de las alcantarillas.

Todos los concursantes desaparecieron. t

Carla Truni, Tamara Salcó, Pilar Bubio, Cristina Peluche, Eva Sandum, Paula Echenamía, Byonzéla, Paulina Rusio, Reneé Zellwegheterger, Salma Hadayek, Halle Belirrylin, Shakhilra habían sido descalificadas en anteriores fases. Al acabar una de las etapas, se esfumaron como el humo de un cigarrillo en el viento.

Asimismo, el elenco de varones concursantes era de lo más variado.

Lanze Armstrongoli, Nani Rom, Jorge Javier Bázkuez, Mario Kassas, Leo Nessi, Kim Bumbum, Charlie Sheeheen, Rafa Nadales, Jonny Dheepsee, David Bekquami., Brad Phitti, Heminems, Leonardo Diaprilio, Kim Hyuno Jooing, Miguel A. Silbestie, Jesús Fázquez, Justin Bieberly, Kilian Gourmet eran algunos de los participantes masculinos que todavía competían. Tam- bién habían demostrado que eran capaces de hacer pruebas absurdas dignas de novela. Habían cruzado acantilados, comido carne y pescado crudo, construido chozas con defecaciones y encontrado agua potable para sobrevivir y mostrar su valía.

Christiano Ropaldo, Rod Steewartsts, Van Morroson, Mike Heh, Carles Mollàno, Yon Gonzálet, Mick Jakker, Hugo Silbame, Alejandro Sanzio, David Gusta Amante, Joan Manuel Terrat, Carles Jujol, y Carlos Nainz, en el anterior reto fueron pulverizados como una tormenta de arena en el desierto.

De repente, una voz habló por el altavoz:

—Queridos concursantes. Habéis conseguido superar con nota esta fase. Habéis llegado muy lejos. Os felicitamos desde la dirección del programa. Los puntos que habéis ganado subirán a vuestros marcadores pero sabéis perfectamente que ahora empieza el juego final. Os queda realizar la última prueba que comienza… ¡Ya!

Unas campanillas dieron la señal de salida. La voz volvió a hablar esta vez con decisión. No había descanso alguno.

—Tenéis que salir de la zona de la jungla donde os encontráis y dirigiros hacia la ciudad. Una vez allí, tenéis que encontrar según vuestro sexo la tienda de ropa de

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AUTOR: GUADALUPE LOAEZATÍTULO: ATREVIDAS: MUJERES QUE HAN OSADONÚM. DE PÁGINAS 275FORMATO 13,5X23CM PRE-VENTA EN LA WEB DE JUS

La primera parte de este libro reúne artículos publicados a lo largo de varias décadas, escritos por Guadalupe Loaeza y editados para rendir homenaje a Elena Poniatowska. Encontramos en esta recopilación a una Elena madre, hija, amiga, esposa, pero sobre todo, a una Elena humana y noble que puso su vida profesional periodística al servicio de los que no tienen voz, de los ciudadanos de a pie y de las capas más pobres de México. La segunda parte es una compilación de mujeres que se atrevieron, que osaron, que dieron un sentido diferente a sus vidas y se rehusaron a seguir el camino de la subordinación histórica que han padecido la mayoría. La fantástica y trágica vida de Nahui Olin; el talento y creatividad de Elena Garro, de Rosario Castellanos; las combativas Elvia Carrillo Puerto y Benita Galeana, entre otras muchas mujeres aquí reunidas, son destacadas Guadalupe Loaeza en esta extraordinaria obra.

Un homenaje sin precedentes realizado desde el corazón a todas esas mujeres que han luchado no

sólo como seres existentes en una realidad concreta, sino como quienes han sufrido de distintas

maneras su condición de género: la moral judeo-cristiana recalcitrante, el impedimento de la

interrupción del embarazo, la represión sexual, la entonces prohibición del ejercicio del voto, etc.

Desde la política hasta las artes, han hecho uso de sus voces para denunciar y enaltecer al mítico ser

que encarnan. Elena Poniatowska, Nahui Olin, Elena Garro, Rosario Castellanos, Elvia Carrillo Puerto,

Benita Galeana, y muchas más, componen esta recopilación extraordinaria de las guerreras más

Atrevidas de la historia.

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RosarioCarlos Priego

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capas exteriores de los concebidos, des- plazábamos las pasiones, hasta el punto máximo de liviandad existencial a la luz del alba. Con románticas frases de sensualidad describí tu silueta, eyectando al mundo historias de batallas campales entre sábanas de terciopelo.

Creo que el sueño de la vida me ha situado frente a tu torso ardiente, cimiento de tus caderas. Me transportó al cúmulo de voracidad insaciable, para respirar la fragancia de tu osada vida, alojaré mis sentidos por tus senos; cálidas piezas esculpidas por la naturaleza. Para llegar al marco del monte de Venus, refugio de las almas perdidas que le encuentran sentido a sus trivialidades; portadora de creación, pasión y devoción.

Los segundos corren lentos cuando me enfrento a tus labios, pero los minutos se esfuman prontos al desprenderse tus prendas y tocar los claros poros trans-parentes de la piel que llevas puesta. Cuando susurro perversos cuentos sublinguales, ante el ardor de tus muslos humeantes; tan sólo dejándote con aquella pluma gris, colgante en tu lóbulo derecho, resaltando la congruente combinación sobre el altar blanqueado de eso que llamo piel.

Le arrancaré suspiros al viento para trasladarme a las entrañas de tu cuerpo; inventaré oraciones para acercarme cada día a tu rosario evangelizador. Hasta el punto que pierda mi cognición, buscaré razones perfectas para decla-

rarme con vida, porque al estar situado en el púlpito de tus suspiros, he encontrado la dulce frivolidad de mantenerte consciente. Sólo te daré la razón perfecta para evadir la realidad, a través de mis letras, jugaremos con la inmortalidad de nuestros relatos.

Me inclino temeroso por estar a tu costado, pero ten la certeza de mi devoción por tu figura, por tu ser al amanecer y por el hecho de mi admiración inocua, ante la diosa de senos ajustados y caderas delicadas. Sólo poseo el miedo a perderme en el altar de Venus, generador de existencia y locura. Te concedo mis pasiones, devociones y miedos por la eternidad, hasta llegar al infinito umbral de la reconfortante nada. Sólo procura mantener la puerta dimensional cerrada para no ser pillados en el confesionario de nuestros sensuales juegos.

Quizás el mundo opine sobre la incongruencia que se ha posicionado sobre las ideas; porque nos hemos entregado a la esencia del devenir, por entrelazar los destinos expuestos con bondad de existencia humana, sentimental y tierno racimo de enseñanzas. Pero la misericordia en el reflejo de tu mirar te ha forjado con el dulce néctar de tus labios. Si llegamos al instante donde fijamos las miradas, rociaré la magia cósmica sobre la dicha de estar frente a la diosa humana de ojos miel y labios rosados. t

En el altar de una mente descuidada se ha alojado una pieza celestial de realidad. Antiguamente los dioses se apreciaban en el imaginario de sus creyentes; pero el fervor que transpiro es real y sincero. Las deidades noveles-cas aparecían en mitológicos cuentos, con proezas de batallas en cruentos combates. Para mí, la verdadera repre-sentación de la bondad piadosa tiene nombre y cuerpo de mujer.

Fijarme sobre tu postura, hace que hinque lentamente sobre tus muslos, y albergar en la magnificencia del éxtasis final.

Tal vez han pasado muchas vidas y en todas hemos coincidido, pero ésta es diferente; la más difícil de apa- riencia ha juntado dos esencias finales y divagantes, para conjugarse carnalmente en la dialéctica corporal del destino. Para comprobar la vera-cidad de la existencia, te tomé de la mano; te besé para comprobar que aún pertenecemos al mismo espacio y tiempo, y tú, sólo enrojeciste tus mejillas para señalar mi sentido. Más vivos que la realidad misma, comenzamos a entrelazar los labios y perdernos en un pequeño cuarto, con el imaginario de la razón posible.

No sé por qué debía rezarle a ese rosario viviente, con caricias extraídas de mi locura, pero tú, como diosa de la carnalidad, pretendías envolverte una y otra vez con mi sangre viva. Anunciábamos la impaciencia por volver a estar juntos; devorando las

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Doble sentido

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Reyes. Reyes Magos. Aunque Fabiancito reporta once años, la ceremo- nia cada seis de enero se cumple. Cartita, zapatos, agua para camellos, y asombro o desilusión ante el obsequio. En esta ocasión es un inespe-rado fantástico regalo.

Foto.

Foto del héroe. El eterno vencedor. El que una vez, una, firmó un autógrafo sin dedicatoria pero garabato y gesto imborrables. Retrato del hombre que supo ponerse la camiseta en el doble sentido de la expresión -destaca Papá-, aunque Fabiancito no abarca el sentido de ese sentido. Mamá, que nunca opina, asiente.

Foto. Foto enmarcada tras vidrio. Foto en color, con peinado de onda en ondas, del que supo portar doblemente la camiseta. Con tarugo y clavo Papá –vean su orgullo- la cuelga al costado de la cama de Fabiancito, altura almohada.

El chico antes de dormir, sea noche sea siesta, conversa con el venerado. Pregunta y respuestas recibe. Glosa sus travesuras y hay sonrisas tras el cristal. Suspiran a la par cuando las cosas, incluyendo las más íntimas e innombrables, no van bien… o ni van.

Digamos que fue en primavera, aunque la fecha exacta se nos escapa.

Comadreos. Comidillas. En el diario primero. En la radio. Cuando ya en la tele el comentarista que todo lo sabe confirmó que el rumor era un hecho y que el hecho probado, los progenitores de Fabiancito decidieron vedar cualquier información al respecto.

Querían privar al pequeño de las patrañas: una vieja loca, quizá puta, no podía mancillar al campeón con absurdas acusaciones. Imposible que amenazas, imposible que empujones, imposible que palizas. Moretones simulados han de ser, tabiques rotos ficticios. El hombre de la foto bajo ninguna circunstancia haría eso. Ni hablar.

Fabiancito se enteró en el cole mucho antes que sus padres y decidió ocultárselos. Si lloró –y lloró- fue a escondidas. Interrogó al héroe y jamás obtuvo contestación. Llegó a pedirle, a rogarle, explicaciones. Llegó a exigirle que lo negase todo. El ídolo mudo e inmutables las ondas de su peinado de onda.

El chico decidió esperar a la verdad.

Y la espera días más días, hasta que de forma casual escucha a Mamá. Su madre -que nunca opina- opinó: esa loca, esa puta no lo puede acusar. Entonces ya no tuvo dudas Fabiancito. Desmonta la foto, la ubica en el piso, y bota y rebota sobre ella hasta convertir en escombros, esquirlas y astillas al sujeto que la camiseta en doble sentido otrora supo portar. t

Doble sentidoMarta Kapustin

Fotografía: www.flickr.com/vecinodelquinto

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Juno y el espejo

Gabriela FonsecaFotografía: www.flickr.com/elsie

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Juno y el espejo

Estas páginas serán mi consagración, mi propósito y mi razón de ser. Los días de Juno es el título que me apetece hoy para cuando se publique este diario; y que, cualquiera que sea, quiero que también me sirva de epitafio. Quiero reposar en un cementerio europeo lleno de ángeles de piedra y bronce, bajo árboles cuyos brazos se cubran de velos nevados bajo los cielos grises del invierno.

“Juno”

No es mi nombre verdadero, desde luego, me lo puso Frau Murmel, quien tampoco se llama así. “Rosalba Peralta” no podía ser el nombre de la astróloga de estrellas de televisión y cine, y que en privado es asediada por políticos locales y extranjeros. Por eso se inventó el nombre y la nacionalidad, y ocultó su mayor secreto: no sabe leer ni escribir.

Asegura que nació con el poder de la videncia, pero que desde niña le advirtieron que podría perderlo si intentaba aprender a leer. La lengua escrita sería un dique que impediría el fluir de su contacto con otros mundos, le dijeron su madre y su abuela, de quienes heredó sus supuestos poderes. La segunda visión, como ella le llama, quedaría atrapada y luego se secaría, y eran impredecibles las consecuencias que tendría el haber tirado a la basura un don.

Frau Murmel parecía congelada en el tiempo. Tenía retratos de sí misma en su habitación, siempre acom-pañada de celebridades fallecidas hacía muchos años y ella aparecía siempre idéntica a como la conocí: una figura pequeña y amorfa vestida siempre con un kaftán de color vivo y entero, zapatos abiertos de tacón que permitían ver sus pies maltratados, de campesino. Tenía el cabello corto y lacio, pero teñido de color trigo que a veces crecía y mostraba sus blancas raíces. Tenía los ojos color café avellana, varias papadas y una piel blanca por la que se transparentaban sus venas azules y que parecía siempre recién embadurnada de cold cream.

Para responder su correspondencia y escribir sus artículos me tiene a mí, Juno. No es el nombre que aparece en mi título ni en mis constancias de estudios de maestría y doctorado, ni en mis diplomas de los cursos avanzados

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Un día me levanté a mi hora habitual a desayunar, bañarme y vestirme antes de recoger la prensa en el puesto de periódicos y leerla antes de despertar a Frau Murmel; cuando llegué a la estancia, la sirvienta y el chofer colocaban sobre el espejo otra enorme cortina hecha de un pesado terciopelo negro, que fijaban en la parte alta del cortinero con pinzas para ropa, desde luego blancas.

Les pregunté qué significaba la repentina inmensidad negra que cubría el área más extensa del apartamento: yo tenía prohibido dirigirme a la servidumbre y ellos tenían miedo de hablarme.

Y sin embargo esa mujer de mediana edad, vestida con un uniforme blanco y un delantal de encaje, quien de todos modos debía cambiarse a pantalones de mez- clilla raídos y camisetas viejas para hacer las faenas del hogar, me respondió:

-Frau Murmel dice que cuando cambiamos de estación, el espejo es peligroso porque se abre y se convierte en una puerta, y entonces no quiere que nadie lo vea para que no se metan los espíritus. Todos tenemos prohibido acercarnos a este espejo hasta mañana en la noche que quitemos la cortina.

No conté con que ser parte del cerebro de alguien, vol-verse su memoria externa y su medio de comunicación era un trabajo sin descanso. Me convertí en una prótesis.

La astróloga se volvió aficionada a las revistas de chismes en las que aparecen sus horóscopos. Al principio mi obli- gación era sólo recortar cada una de las páginas dedicadas a ella y archivarla cuidadosamente en papel y en imagen digital. Ahora debo leerle las revistas de principio a fin, incluidos todos los pies de foto.

Y claro, es fanática de las telenovelas, pero no le gusta ver televisión sin compañía. Se aficionó a las películas que pasan en televisión por cable, siempre y cuando esté yo ahí para leerle los subtítulos. A veces se distrae y pierde el hilo de la historia, y entonces me pide un resumen. Si la transmisión tiene comerciales no tengo

de inglés y alemán con que cuento. Cuando me recomen-daron para el empleo como asistente de Frau Murmel todas esas cosas hablaron a mi favor. No sabía que en realidad le servirían a la astróloga a ampliar la base de su clientela al volverse analfabeta trilingüe.

Yo buscaba un empleo que me permitiera tener algo de tiempo libre para escribir poesía y ficción. Servir de asistente a una charlatana de fama internacional me parecía lo ideal; contaba con casa y alimentación, con la oportunidad de viajar con ella. Debía acompañarla a sus apariciones en radio y televisión; el sueldo, que era generoso, podría ahorrarse íntegro al tener mis gastos cubiertos. Podría dedicarme a leer y a escribir por las noches, los fines de semana, en mi tiempo libre.

Me emocioné al principio al ver la bella habitación amue-blada que ocuparía en el penthouse de Frau Murmel, decorado exclusivamente en color blanco. Lo único que no se mimetizaba en esos espacios níveos eran sus instrumentos de trabajo: un telescopio en el balcón, mapas del cielo y cartas astrales, péndulos de piedras semipreciosas guardados en cajas de cristal, su mazo de Tarot envuelto en seda morada y depositado sobre una mesa de madera cubierta con paño violeta, que era donde hacía sus lecturas.

El área para la atención mágica a su clientela compren-día el balcón, un extremo de un salón enorme en el que estaba la sala de satín blanco con una mesa de centro hecha de vidrio. Las paredes estaban desnudas de todo adorno, excepto la más grande que era un espejo de piso a techo extendido desde la entrada hasta la puerta corrediza del balcón.

Mi dueña me explicó algún día, cuando estaba yo re- cién llegada, que ese espejo permitía el correcto fluir de las energías, pero también dijo que era peligroso porque esa pared reflejante era la puerta hacia otras dimensiones y, por eso, durante las noches lo cubría con una cortina de tul blanco. Ya había escuchado eso de que gente sale de los espejos y desaparece a través de ellos, pero era lógico que para la analfabeta fuera una novedad susceptible de volverse superstición.

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Su instrumento principal para conocer el destino de las personas eran esas cartas astrales que ella dibujaba sobre pergaminos que yo pintaba de azul noche con témpera. Para localizar las estrellas se ayudaba con su telescopio, y fue feliz cuando encontré un programa para astrólogos que calculaba coordenadas exactas en vez de las aproximaciones que siempre usó Frau Murmel, quien me ordenó comprar de inmediato el programa, instalarlo en su computadora y, como ella no lo sabía usar, fui yo quien se encargó de hacer las cartas astrales que ella después integraba a sus mapas físicos hechos a mano.

Cada una de estas cartas correspondía a uno de los clientes, y era guardado cuidadosamente en uno de los tubos de cartón que Frau Murmel mandaba hacer en una tienda del centro y que yo debía recoger cada mes. Mi dueña mandó a hacer un mueble de pino que cubría de piso a techo las cuatro paredes de la habitación más grande del departamento, y que constaba de varios cientos de compartimientos cuadrados y profundos, originalmente diseñados para guardar mapas, en que los tubos cabían a la perfección y eran guardados en riguroso orden alfabético por mí.

En alguna ocasión me dijo que decidió contratarme cuando se dio cuenta de que necesitaba un sistema de archivo que corriera a cargo de alguien más, cuando su clientela empezó a crecer descontroladamente.

Antes confiaba en su memoria y guardaba las cartas as-trales simplemente enrolladas y atadas con un cordel, y antes de la visita de cada cliente revisaba cada una y recordaba a quién correspondía esa constelación particular y la posición de los astros en relación con ella; hasta que llegó el momento en que ya no fue posible guardar esos datos en su memoria. Según ella, sería desastroso confundir una carta astral con otra.

Me contó que entonces se dio cuenta de que la persona que le ayudaría, que se convertiría en su propiedad y en su sombra iba a ser tan indispensable para su negocio que no tendría más opción que convertirla en esclava, pero también en heredera de su imperio.

problema, esperamos al espacio publicitario y le doy la explicación que requiere. Pero cuando vamos al cine o vemos una película sin pausas termina gritándome, pues quiere que le haga un resumen sin interrumpirla cuando ve la historia.

Al principio mis labores se limitaban a lo estipulado en mi contrato, incluido mi nuevo nombre mitológico. Creí que tendría tiempo de leer y de escribir, pero los libros y la laptop que tengo en mi habitación queda- ron en el abandono. Llego todas las noches sin ganas de otra cosa que meterme en la cama y olvidar el nom-bre de las constelaciones, después de que Frau Murmel se ha quedado dormida.

-Lo que yo te enseño es mucho más importante que lo que tú querías hacer. ¿Sabes cuánto dinero gano al año? Y tú estás aprendiendo a leer en las estrellas como yo. Desde luego no te puedo dar la videncia con que yo nací, pero con las cartas astrales tienes más que suficien-te para vivir como reina cuando yo me haya ido. Porque eso sí, no podrás irte a poner ningún negocio mientras yo siga aquí. Cuando ya no esté te vas a quedar con todo esto y con mi clientela.

Nunca supe qué edad tenía, ni cuánto me faltaba para heredar su imperio forjado sobre la base de dar consue-lo a la incertidumbre, que es el futuro; por decir que los muertos eran felices en donde estaban, por convencer a la gente de que el universo no sólo estaba a su favor sino que le echaba porras.

Había quien venía diario por una lectura de cartas. Cada decisión importante para su vida la consultaba con el mazo de Tarot de Frau Murmel. Venían también con sus deseos, para preguntar cuándo les sería concedido un hijo, un empleo, un amor, bajar de peso, salir de deudas. La gente poderosa preguntaba en qué invertir y a quién comprar. La adivina cobraba siempre, a cada quien de acuerdo con sus posibilidades; y había quien salía de ahí habiendo dejado un cheque por la misma canti-dad que yo ganaba en un año.

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Siempre me olvidaba de ese reto debido a mi distrac-ción y para cuando lo recordaba, ya estábamos en otra estación, la cortina había sido retirada y el espejo reflejaba, callado y sin misterios, todo lo que tenía enfrente.

Presioné el terciopelo contra la pared y ésta cedió. Empujé con ambas manos y éstas traspasaron el espacio.

No lo pensé. Fui hacia el extremo del espejo, con una mano levanté las dos cortinas; la de tul blanco y la de terciopelo negro y di un paso hacia el interior del reflejo.

Todo era igual. El departamento era igual, todos sus objetos dispuestos de idéntica manera con una sola diferencia. Estaba sola. Fui al cuarto de Frau Murmel y vi su cama, impecable y vacía.

Me asomé por el balcón y la calle oscura estaba de- sierta. Miré a través del telescopio. El universo estaba vacío, no había estrellas ni constelaciones, ni planetas ni una luna.

Fui al espejo y subida en una silla del comedor, quité todas las pinzas para ropa y dejé caer al suelo la cortina negra. La de tul la descorrí. Empujé el cristal y era liso, frío e impenetrable.

La noche sin luna volvió tenebroso el departamento, así que llegando a mi habitación encendí primero la luz del techo, luego la de mi buró. Saqué mi laptop y la coloqué sobre el pequeño escritorio que nunca antes había utilizado. Inventé en la pantalla electrónica un documento en blanco y lo llené con estas líneas.

Quizá regrese en el próximo equinoccio, si es que Rosalba, dolida, no decide destruir el espejo. t

No puedo decir que era feliz mientras viví con Frau Murmel, pero no puedo negar que me sentía parte de algo grande. Sobre todo, empecé a creer en que esta- ba en deuda con ella. Me convencí de que debía seguir su obra y aceptar ser su heredera. No creía en el mundo de Frau Murmel, pero tampoco en el mundo que dejé fuera de este departamento. Apenas y lo recordaba.

Mi dueña cerraba con llave la puerta de la casa todas las noches, pero nunca intenté marcharme. Me sentía perdida, pero resignada. Sólo me limitaba a recordar la vida que había deseado durante unos minutos antes de caer agotada en un sueño hondo en el que sólo veía el transcurrir de cuerpos celestes muy lejanos.

La cortina negra que cubre el enorme espejo de la estan-cia fue colocada mientras yo salí a recoger pergaminos y los tubos de cartón que los contendrían una vez que pintáramos sobre ellos el destino de alguien. Sí, antes apenas me percataba cuándo había solsticios y equinoccios, ahora era parte de mi labor, mi segunda naturaleza pensar en el cielo oscuro impenetrable que rodea al planeta y lo que ocurre en él.

Guardé las compras en el armario destinado para ello en la habitación donde archivábamos las cartas as- trales. Casi era de noche. Fui a la habitación de Frau Murmel y sin abrir la puerta percibí que dormía una siesta. Más de cuatro lecturas de Tarot en un día la dejaban agotada y hueca.

Regresé a la cortina negra y acaricié su terciopelo. Siempre obedecí la orden de la señora. La negrura opaca y pesada de esa tela además me intimidaba, como si fuera uno de esos retablos antiguos de iglesia que tienen en el centro un Cristo lleno de sangre y dolor. Pero desde hacía algunos años, me propuse constatar que detrás de esa tela no había una puerta como decía Frau Murmel, sino un espejo liso y común.

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TERV

ALO

NARRATIVO

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AUTOR: TERESA WAISMANTÍTULO: POR QUÉ MATA EL HOMBRENÚM. DE PÁGINAS 504FORMATO 13,5X23CM PRE-VENTA EN LA WEB DE JUS

¿Por qué mata el hombre? Es una pregunta que tiene vastas respuestas llegadas desde enfoques científicos hasta artísticos y de la jerga popular. ¿Es una cuestión de esencia o de cultura?, la respuesta es difícil, pero no por ello inabarcable.

En estos tiempos de grave violencia en México es, más que necesario, obligado preguntarnos como sociedad qué es lo que motiva a todos esos sicarios, miembros del crimen organizado y personas que se les unen, a matar con tremenda saña a sus semejantes, a sus prójimos. Es en esta época cuando las dudas son más intensas y, por lo mismo, cuando las respuestas se vuelven vitales.

Este ensayo nos da luces sobre el tema y nos muestra cómo la muerte es un aspecto presente en la humanidad, mismo que ya antes ha sido abordado y reflejado en la literatura. En el caso específico de la muerte propinada por el otro, hay una suerte de enigma ¿Por qué el hombre, paradójicamente, en la conservación de su vida mata al otro, es decir, extermina eso que considera un gran valor para sí mismo?

Es fundamental conocer los orígenes de la violencia tomando en cuenta los genes y el ambiente. No es suficiente el castigo a los culpables como tampoco marchas, demostraciones, denuncias y crítica que no pasan de ser paliativos o calmantes.

Son de gran importancia, por el contrario, el control de las tendencias de la naturaleza humana y la creación de medios sociales propicios para la convivencia pacífica; ejes sobre los cuales se desenvuelve el presente ensayo.

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