Ribeiro, civilización emergente

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    NUEVA SOCIEDAD NRO.73, JULIO- AGOSTODE 1984, PP. 26-37

    La civilizacin emergenteDarcy Ribeiro

    Darcy Ribeiro: Socilogo, etnlogo y antroplogo brasileo. Fundador y primerrector de la Universidad de Brasilia. Fue ministro de Educacin durante el gobier-no de Goulart. Autor de numerosas publicaciones sobre antropologa, cultura indi-genista y educacin. Actualmente es Vicegobernador electo por el Estado de Ro deJaneiro y Secretario Extraordinario de Ciencia y Cultura.

    El autor se dedic durante muchos aos tanto a investigaciones etnolgicas entreindgenas, como a la accin prctica indigenista y public varias obras sobre esos

    temas. Despus se dedic al estudio de la antropologa de la civilizacin, buscn-dole inteligibilidad al proceso de formacin de los pueblos americanos y las causasde su desarrollo desigual. Sobre este tema, Nueva Sociedad ofrece ahora a suslectores algunos significativos captulos de un denso y elocuente ensayo de Ribei-ro, escrito a pedido de la Divisin de Filosofa de la UNESCO. Debido a inevita-bles razones de espacio, lamentamos no poder publicar ntegramente este trabajo.

    Clasificamos una vez1 el conjunto de los pueblos extraeuropeos modernos en algu-nas categoras diferenciadas de acuerdo con su proceso de formacin histrica y

    cultural. Hablamos all, primero, de los Pueblos Trasplantados constituidos por laexpansin de naciones europeas sobre territorios de ultramar en donde, sin mez-clarse con la poblacin local, reconstituan su paisaje y retomaban sus formas origi-nales de vida. Ms adelante se desenvolvieron culturalmente dentro de lneas para-lelas y similares a las de la metrpoli, como pueblos blancos del otro lado del mar.Es el caso de los EE.UU. y Canad. Es tambin el caso de Nueva Zelandia y Austra-lia. Entran tambin en esta categora Argentina y Uruguay, aunque el caso de estosltimos se diferencia del resto ya que ambos slo se europeizaron despus de es-tructurarse como pueblos mestizos que construyeron sus pases y lograron su inde-pendencia. Esto ocurri por una transfiguracin cultural posterior, que se sigue delenorme volumen de la inmigracin europea que cay sobre ellos.

    CONFIGURACIONES HISTORICO-CULTURALES

    En esta configuracin de Pueblos Trasplantados se encuentran, orgullosos de smismos, los representantes y herederos de la civilizacin europea occidental, bene-ficiarios y vctimas de su propia expansin. Son los pueblos ms modernos y como

    1Darcy Ribeiro: Las Amricas y la Civilizacin, ECB, Ro de Janeiro, 1970. Ceal, Buenos Aires, 1969.Einaudi, Turn, 1973. Dutton, New York, 1971. Suhrkamp, Frankfort, 1983.

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    tales, los que ms radicalmente perdieron su semblante o su singularidad. En con-secuencia son, hoy, los seres humanos ms letrados, ms estandarizados y ms

    uniformes, pero tambin los menos interesantes y sustanciosos.

    En nuestra tipologa vienen, en segundo lugar, los Pueblos Testimonio, formadospor los remanentes actuales de altas civilizaciones originarias contra las cuales seenfrent la civilizacin europea sin lograr, a pesar de todo, asimilarlos en la condi-cin de nuevos implantes suyos. En esta categora estn los hindes, los musulma-nes, los chinos, los indo-chinos, los japoneses, etc. En Amrica los representantesson Mxico, Per, Bolivia y Guatemala.

    Cada uno de estos Pueblos Testimonio vivi enormes vicisitudes y sufri una pro-funda europeizacin. Insuficiente, sin embargo, para fundir, en un ente tnicamen-te unificado, a su poblacin. Viven el drama de la ambigedad de pueblos situadosentre dos mundos culturales contrapuestos, sin poder optar por ninguno de ellos.Ya no son indios. Jams sern europeos. La civilizacin emergente representarpara ellos, en el plano cultural, un inmenso desafo: el de deshacerse de una falsaimagen unitaria para que cada uno de sus componentes tnicos asuma su propioperfil y la direccin autnoma de su destino para, as, volver a florecer.

    Nuestra tercera categora, la de los Pueblos Nuevos , tiene que ver con aquellas po-blaciones oriundas del mestizaje y del entrecruzamiento cultural de blancos, ne-gros e indios de nivel tribal, y se ordenan bajo la denominacin de los primeros; ta-les son, entre otros, los brasileos, los colombianos, los venezolanos y los cubanos.

    Su caracterstica diferencial es la de ser pueblos desculturizados de su indianismo,africanismo o de su europeismo, para ser entes tnicos nuevos. Comparando conlos Pueblos Trasplantados, que son meros europeos de ultramar, o con los PueblosTestimonio, que acarrean dos herencias culturales inmiscibles, los Pueblos Nuevos

    son una especie de pueblos tabla-rasa, desheredados de su parco acervo original.Libres de pasados sin gloria ni grandeza, ellos slo tienen futuro. Su hazaa noest en el pasado sino en el porvenir. Su hecho nico es, debajo de todas las vicisi-tudes, haberse construido a s mismos como vastos pueblos lingstica, cultural ytnicamente unidos. Resumiendo en s la genialidad y las taras de todas las razas ycastas humanas, ellos estn llamados a crear una nueva condicin humana, quizsms solidaria.

    Es cierto que en la configuracin de cada Pueblo Nuevo predomin, gracias a lahegemona cultural, el europeo que les dio la lengua y una versin degradada de la

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    cultura ibrica. Pero ella se rellen tanto de valores que clandestinamente la im-pregnaban, oriundos de las culturas indgenas y africanas, que ganaron un perfil

    propio e inconfundible. Estas discrepancias, adems, son las que ofrecen a los Pue-blos Nuevos la singularidad que acaso tengan.

    Por mucho tiempo, las lites de estos Pueblos Nuevos se consideran, nostlgica-mente, como criollos europeos desterrados. Sus intelectuales no se consolaban vi-viendo en el trpico, suspiraban tanto por las dulzuras de los climas nrdicos comopor el brillo de la vida parisina. Intoxicados por el racismo europeo, se afligan consus rostros mestizos. Slo en tiempos recientes se generaliz la percepcin de queellos son otra cosa, tan diferentes de Europa como de la Amrica indgena y de la

    Africa negra. Pero todava hay muchos monitos tontos por ah, simulando ser loque no son: boquiabiertos chacharean europeidades.

    Del indgena, los Pueblos Nuevos recibieron dos herencias sustanciales. Primero,la forma de sobrevivencia en los trpicos, fundada en milenios de esfuerzos adap-tativos realizados por el indio que les ense cmo producir las condiciones mate-riales de existencia de sus sociedades. Segundo, una inmensa contribucin genti-ca. El llamado "blanco" en la poblacin de los Pueblos Nuevos es, esencialmente,un mestizo, engendrado por europeos en los vientres de mujeres indgenas. Como

    el nmero de hombres siempre fue muy pequeo, estas poblaciones son muchoms indgenas que caucsicas.

    Del negro los Pueblos Nuevos recibieron, tambin, un importante aporte gentico,variable de pas en pas, conforme a la magnitud de la esclavitud negra que tuvie-sen, lo que los hizo, adems de mestizos, mulatos. La contribucin cultural negrase observa fundamentalmente en aquellos trazos que pudieron persistir debajo dela opresin esclavista. Estas van desde tcnicas y valores hasta sentimientos, rit-mos, musicalidades, gustos y creencias que el negro esclavo pudo guardar en el

    fondo de su pecho y defenderlo del avasallamiento. Hoy estas cualidades confierencaractersticas de vigor, de alegra y de creatividad, como trazos distintivos de losPueblos Nuevos que incorporaron mayores masas negras. Tan profundo y com-pleto fue el proceso de "aculturizacin" de los negros, que su presencia se eviden-cia mucho menos por la africanidad que por la extraordinaria creatividad que leshace ms influyentes en la vida cultural de sus pueblos.

    La cuarta configuracin histrico-cultural de nuestra tipologa se refiere a los Pue-blos Emergentes, vale decir, a los grupos tnicos que hoy se levantan en Europa,Africa, Asia y tambin en las Amricas ocupando el espacio que ltimamente se

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    abri para la reconstitucin y la afirmacin del perfil tnico y cultural de los pue-blos oprimidos en tanto que minoras nacionales. En las Amricas esta categora

    est representada principalmente por las masas de los grupos indgenas del altipla-no andino, de Yucatn y de Guatemala. Son los sobrevivientes de la civilizacin in-caica, de la civilizacin azteca, y de la maya que, despus de siglos de la ms terri-ble opresin, comienzan a estructurarse como pueblos en s, aspirando a la autode-terminacin.

    CONFLICTOS INTERTNICOS

    Hasta hace poco estos grupos indgenas eran vistos por los estudiosos como meras

    asociaciones de campesinos que todava oponan resistencia a una asimilacin quepareca inexorable. Se crea que con una buena reforma agraria, alguna asistenciaeducacional e, incluso, con la ayuda de las insidiosas prcticas del indigenismo,ellos abandonaran la mana de ser indios para hacerse buenos ciudadanos perua-nos, bolivianos, guatemaltecos y mexicanos.

    Recientemente se generaliz la percepcin de que ellos no son meros campesinosatpicos. Son pueblos oprimidos. Como tales aspiran a la legtima direccin de sudestino a partir de la desproscripcin de la hegemona de minoras de criollos no-

    minalmente blancos y europeos que buscaron la independencia para ellos mismos.De hecho, desde que se apoderaron de los gobiernos, ellos oprimen a las poblacio-nes originarias, algunas veces mayoritarias, tanto o ms de lo que eran oprimidaspor la metrpoli espaola colonial.

    El levantamiento de estos grupos indgenas demuestra que no toda la historia esthecha de lucha de clases. Adems de las oposiciones clasistas, existen y persistenotras tensiones como las intertnicas, que son ms antiguas y, en muchos casos,ms fuertes y hasta ms dinmicas. En efecto, las primeras sociedades clasistas

    aparecieron hace cerca de seis mil aos, mientras que las identificaciones tnicas ylos conflictos resultantes de sus oposiciones, son muchsimo ms antiguas. Es hastaprobable que en sociedades futuras sin clases - o en aquellas en donde el dominioclasista sea atenuado sustancialmente - persistan oposiciones intertnicas, capacesde desencadenar conflictos.

    Efectivamente, los conflictos intertnicos pululan por todas partes con gravedadvariable, demostrando, por su generalidad, que son la expresin de alteracionesprofundas en el carcter de la civilizacin vigente o el anuncio del nacimiento de

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    nuevas civilizaciones. En ciertos casos, ellos amenazan con alcanzar una virulenciaextrema.

    Si persistiera, en las naciones americanas en donde se asientan los Pueblos Emer-gentes, el modelo espaol de estructuracin de Estados unitarios, dominando so-ciedades multitnicas, seran inevitables los conflictos violentos pudiendo hasta de-generar en guerras tnicas. Al contrario, la adopcin de formas ms participativas -como Suiza, por ejemplo - a partir de la organizacin de Estados multinacionalesque corresponden mejor a aquellas sociedades multitnicas, puede atenuar estosconflictos. Pero no proscribirlos.

    Lo ms trgico de la situacin de los Pueblos Emergentes es el imperativo de com-plicar con factores tnico-culturales el cuadro ya muy tenso de las luchas socialesde los pueblos americanos. Nada garantiza que las energas tnicas que ascendie-ron no se sumen a los reclamos clasistas para, juntos, promover una revolucin ca-paz de configurar un nuevo Estado ms abierto e igualitario en el plano tnico yms solidario en el plano social. Asimismo, puede suceder lo contrario. Las clasesdominantes haran lo posible por utilizar estas tensiones para eternizar su poder.

    Esto es lo que ocurre, ahora, con los miskitos, por ejemplo. Atizados por el gobier-

    no norteamericano y contra la revolucin nicaragense, los miskitos aparecen den-tro de su propio territorio, como viviendo en una tierra de nadie y entre fuegoscruzados.

    Es, probablemente, en Guatemala en donde, hoy, se manifiesta una lucha intertni-ca convertida en una guerra de liberacin. All, una minora insignificante de mes-tizos pretendidamente ibricos ejercen la hegemona tnica sobre una enorme ma-yora integrada por las poblaciones originarias de la civilizacin maya. Como susometimiento ya no es aceptado, la minora mestiza cae en la criminalidad del ge-

    nocidio para mantener a hierro y fuego la dominacin ms dura y perversa. Luchassemejantes tienden a surgir en el altiplano andino, en donde quechuas y aymarastoman conciencia activa de s mismos como pueblos oprimidos. Lo mismo ocurrecon los mapuches de Chile.

    Merecen atencin algunos enclaves tnicos establecidos dentro del cuerpo de losPueblos Nuevos y de los Pueblos Trasplantados que viven situaciones de conflictosimilares a las rebeliones de carcter tnico. Me refiero a contingentes poblaciona-les tnicamente diferenciados que buscan conquistar un espacio mayor y mejordentro del cuadro nacional en donde se encuentran oprimidos. Este es el caso de

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    los chicanos y puertorriqueos en los EE.UU., por ejemplo. Cada vez ms conscien-tes de s mismos y ms resistentes a la sumisin ideolgica y a la hegemona blan-

    ca, comienzan una lucha que slo tiende a recrudecer.

    La situacin de los negros norteamericanos es distinta, incluso porque ellos no sonpropiamente una etnia ya que ningn contingente poblacional est ms americani-zado que ellos. Sus luchas tienen, sin embargo, algn revivido carcter tnico pero,a la vez, constituyen un orden paralelo de conflicto ya que tambin ellos se con-cientizan a partir de un componente diferenciado que aspira a una posicin menosopresiva dentro del cuadro nacional, con mayor libertad y mejores condicionespara expresarse culturalmente.

    DESARROLLOS CIVILIZATORIOS

    Sealamos en otro estudio2 que a las diferentes configuraciones histrico-culturalesles corresponden diferentes desarrollos civilizatorios. Es notorio, por ejemplo, quelos Pueblos Trasplantados alcanzaron niveles ms altos de desarrollo, dentro de lacivilizacin industrial, que todos los otros, sobre todo los trasplantados del norte.Estos, aunque implantados un siglo ms tarde y habiendo sido mucho ms pobresy mucho menos ilustres en el pasado, lograron realizar plenamente sus potenciali-

    dades dentro de la civilizacin industrial.

    Estas diferencias en el desarrollo se explican, en parte, por los respectivos procesosde formacin. Los Pueblos Trasplantados prosiguieron en ultramar el gnero devida que tenan en Europa, realizando las potencialidades de la civilizacin a laque pertenecan, dentro de los amplios espacios que fueron conquistando. Los Pue-blos Testimonio se constituyeron, al contrario, como sobrevivientes de las civiliza-ciones originarias, cuyas poblaciones experimentaron terribles hecatombes con lainvasin europea. Los Pueblos Nuevos se edificaron a partir del mestizaje de ne-

    gros importados con indios tribales y unos pocos blancos desarraigados, todos se-parados de la matriz cultural original y reculturizados en una versin subalterna lacultura del colonizador.

    Todava esto se ve aumentado con el hecho de que, al revs de lo que suceda enlas colonias de poblamiento de los Pueblos Trasplantados en donde, de ordinario,la poblacin produca lo que consuma vendiendo el excedente y se le abra al in-migrante la posibilidad de ser un granjero libre; en las de sometimiento y esclavi-

    2Darcy Ribeiro: "La Nacin Latinoamericana" en Horizonte 82, Berln. Nueva Sociedad No. 62, Ca-racas, 1982, y en Encuentros con la Civilizacin Brasilea No. 27, Ro de Janeiro, 1982.

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    tud, de los Pueblos Nuevos, la fuerza de trabajo contratado para producir lo queno consuma era una mano de obra esclava, tratada ms bien como una bestia que

    como un pueblo con derechos. De hecho, el nativo y el negro siempre fueron trata-dos como una especie de fuente de energa que se gastaba al quemarla en la pro-duccin, de la misma forma como despus se quemaba el carbn.

    Otra es la explicacin del atraso que detanta la ideologa de las lites latinoamerica-nas. A travs de las dcadas y de los siglos, ellos se consolaban con la idea de queel subdesarrollo de sus pases se deba al clima tropical, insufrible, y al descontrola-do mestizaje con razas inferiores, no aptas para la civilizacin. Sin cuestionar esosconsuelos, los mismos aumentaban otras vicisitudes: por ejemplo, la religin catli-

    ca, tan poco propicia para el progreso. Otra desgracia latinoamericana sera la he-rencia ibrica, responsable de la intolerancia innata de estos pueblos exticos de losconfines del Mediterrneo, ms africanos que europeos. Muchos lamentan, toda-va, la expulsin de los franceses y holandeses de Amrica del Sur, o creen que so-mos pueblos nuevos que un da, en algn futuro, maduraremos.

    Recientemente, este discurso consolador empez a ser respondido. Alguien perci-bi qu bueno era el trpico para vivir. Otros demostraron que quien trabaja sol asol en nuestros pases, edificando cuanto se construye, cultivando todo lo que se

    planta, fabricando todo lo que se fabrica, es slo el negro, el mestizo o el blanco po-bre que, en definitiva, es la misma cosa.

    Las dems causas y culpas alegadas con respecto a nuestro atraso terminaron sien-do desmembradas. Unos mirando hacia la Francia y la Italia catlica percibieronque ellos no son, propiamente, subdesarrollados. Nuestros turistas, visitando al b-tavo Surinam o la gala Guayana, observaron que la colonizacin holandesa y lafrancesa no maravillaban a nadie. El final de los consuelos se dio cuando algnmalvado descubri que Amrica del Norte es cien aos ms joven que nosotros.

    Se cay, desde entonces, en la sospecha de que la culpa del atraso, no siendo atri-buible a los pueblos feos, pobres e ignorantes, bien podra residir en los ricos, boni-tos y educados.

    Quiz la causa verdadera de nuestro atraso resida en los proyectos organizativosnacionales que nuestra lite formul; justamente en aquellos que rigieron y rigendesde siempre, aquellos que, adems, siempre los gratificaron y lucraron.

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    DESAFOS CRUCIALES

    En el paso a la civilizacin emergente, surgen otros problemas socioculturales tancomplejos como las rebeliones tnicas y de carcter ms general. As, a las tensio-nes ya referidas se suman mltiples desafos. Algunos de ellos, de naturaleza simi-lar a los conflictos intertnicos, conciernen a las diferentes corrientes de fuerzatransformadora que se contraponen, avanzando y retrocediendo como aguas tur-bulentas. Un buen ejemplo nos lo ofrecen las campaas simultneas de descoloni-zacin de las antiguas reas de dominacin europea, ya de por s complejas - y dedestribalizacin de los pueblos que cayeron bajo el dominio de las burocracias delos nuevos Estados autnomos. Para aqullas, algunas veces, hacer patria - cons-

    truir una nacin - solamente es superar la organizacin tribal. Vale decir: avanzar,todava ms, en la occidentalizacin.

    Por razonables que parezcan las esperanzas de dar a sus pueblos acceso a la "cultu-ra" y a los beneficios "tcnicos" de la civilizacin, esta poltica puede y hasta tiendeal desastre. Primero, porque desde el punto de vista de estos pueblos tribales y delinters humano que consiste en conservar los pocos aspectos no europeizados queexisten - no tiene por qu preferir su negacin bajo los nuevos lderes nativos, envez del sometimiento anterior bajo el mando de regidores coloniales.

    Hace siglos, en la poca de la independencia americana, muchos grupos indgenashubieran preferido permanecer bajo el yugo espaol - con quienes haban aprendi-do a convivir en un modus vivendi precario pero viable -; grande fue el furor civili-zatorio de los nuevos seores criollos, para poder promover, con l, la moderniza-cin de sus pases a fin de desindianizarlos.

    En efecto, una verdadera tendencia etnocida se observa algunas veces en lideraz-gos descolonizadores y hasta revolucionarios que, en nombre del progreso, acep-

    tan el papel de nuevos agentes de la europeizacin; sus argumentos sobre las ven-tajas innegables que ofrece el difundir el uso de una lengua "culta", por ejemplo,mal disfrazan la esperanza de que las lenguas tribales desaparezcan. Al programarel "desarrollo" descubren, en los pueblos tribales, obstculos intolerables para lamodernizacin que desean imponer "urgentemente" .

    Estos vidos modernizadores se olvidan de que sobre sus pueblos ya se ejercierontodas las brutalidades desarraigadoras y se ejercieron sin penas, apelando tanto alas armas biolgicas como a la guerra, sociales e ideolgicas. Los pueblos que se les

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    resistieron y sobrevivieron continuarn resistiendo, incluso para que el futuro seamenos propenso a la brutalidad que el pasado colonial esclavista.

    Todo el conocimiento comparado de situaciones semejantes, ya ocurridas, nos au-toriza a aseverar que - a menos que se apele al genocidio ms cruel - en el futurohabr ms personas con identidades tnicas diferenciadas de las que existen hoy,que ellos continuarn hablando sus lenguas y que sus singularidades tnico-cultu-rales sern mayormente afirmadas. Como lo inevitable, si no es lo mejor, por lomenos es lo ms disuasivo; lo recomendable es favorecer esa tendencia para nocondenar a pueblos tan sufridos, ya, a un sufrimiento mayor.

    Hasta ahora, sucede que ser un pueblo tribal o minoritario implica ser atrasado ytodo el carcter de dominacin exgeno se ejerca sobre ellos. En el futuro no nece-sariamente tiene que ser as. Nadie dira de alguien que slo por ser gals o vasco,ande descalzo y sea ignorante.

    En las naciones independientes, desde hace siglos, tambin se registraron tensionesdesculturizantes de tal naturaleza, aunque diferentes. Este es el caso, por ejemplo,de la urbanizacin catica y de la marginalizacin de la poblacin latinoamericana.Millones de campesinos desalojados gracias a una poltica socialmente irresponsa-

    ble de modernizacin capitalista de la agricultura, se vieron lanzados a las ciuda-des tan poco preparadas para recibirlos como ellos para vivir en aqullas.

    Se cre, as, un problema de dimensiones inmensas. Hoy, ciudades como Montevi-deo y Buenos Aires absorben la mayor parte de la poblacin de sus pases respecti-vos. Ciudad de Mxico o Caracas recorren el mismo rumbo. Sao Paulo y Ro de Ja-neiro son varias veces mayores que Pars y Roma, a pesar de que contengan servi-cios urbanos diez veces menores. Lo que se gesta en estas metrpolis es una subur-banizacin alucinada, de dimensiones exponenciales, dada su enormidad. Es una

    hinchazn enfermiza que degrada la vida de todos los que en ella habitan.

    En tanto estaban sumergidas en la vida rural, estas poblaciones ejercan un tipo devida que conquistaron despus de siglos de esfuerzos, regidas por calendarios detrabajo y fiestas, contando con sus propios estilos de diversin, estructuradas en fa-milias matricntricas que, a pesar de su pobreza, lograban formar hijos en la tradi-cin de los pases y hacer de ellos personas capaces de hablar la lengua, de usar losinstrumentos de trabajo, de amar la vida, de procrear y de convivir solidariamente.

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    Puesta en los cinturones de miseria de las grandes ciudades, o en villas de despojosque slo aceptan viejos, nios o desempleados, esta poblacin se urbaniz conser-

    vndose, a su vez, rural. Su cultura tradicional, no siendo realizable all, tampocopuede ser transmitida a los hijos. Estos, no teniendo, a su vez, escuelas apropiadasen donde aprender el modo urbano de vivir, caen en la marginalidad y se formanen la delincuencia. Qu se puede esperar de esto, que no sea una futura guerra delas fuerzas armadas contra delincuentes juveniles, en naciones en donde las masasmarginadas se cuentan por centenas de millones como en Amrica Latina y entodo el Tercer Mundo?

    Estas poblaciones desculturizadas de su cultura original y no introducidas en las

    nueva cultura urbana y letrada, son bombardeadas por prodigiosos sistemas de co-municacin de masa. La radio y la televisin operando frenticos, los llaman insis-tentemente a un consumo que no est a su alcance y a un erotismo que slo pue-den ejercer por la violencia. Hacia dnde vamos?

    En la Europa ms prspera, semejantes situaciones son sufridas por las masas demillones de trabajadores extranjeros instalados con sus familias en diversos pases,oriundos de zonas rurales de Portugal, Espaa, Turqua, etc. Esta gente, que slointeresaba a los que los importaban como mano de obra barata, fue urbanizada, de-

    sarraigada de su arcaico mundo nativo y rehecha culturalmente. Hoy constituyennuevas minoras tnicas emergentes. Por ahora, luchan en el plano sindical, tratan-do de reivindicar para s mismos los derechos que poseen los trabajadores naciona-les. Maana, convencidos de que no podrn, no sabrn, ni querrn retornar a suspases de origen, van a luchar, ms bien, por la ciudadana cvica.

    REVOLUCIONES CULTURALES

    Es necesario, finalmente, focalizar los desafos culturales que derivan ms directa-

    mente de la revolucin tecnolgica, vale decir, de la introduccin masiva de la pos-guerra, de innovaciones tcnicas de base cientfica en la produccin, en la guerra,en la administracin, en la comunicacin y en la informacin. Nunca el mundo delos hombres sufri transformaciones tan radicales en tan corto plazo. Tan grandesque afectaron todo: las nociones de tiempo y de espacio, los modos de ser hombreo mujer, nio, joven o viejo, las rutinas de ejercicios de todos los profesionales, losestilos de accin social poltica, religiosa, intelectual, etc.

    Algunos de estos cambios se concatenan en lneas separables que potencian las ten-siones ya referidas y provocan otras. En ciertos casos, desencadenan verdaderas re-

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    voluciones culturales de un potencial tan tremendo que seguramente darn naci-miento a una nueva civilizacin.

    Est en el primer caso, por ejemplo, el movimiento verde, como expresin socialde la conciencia que se genera bajo el carcter catastrfico del sistema productivoactual. Repentinamente, se torn visible para todos que los hombres estn destru-yendo su propio nicho habitacional. Se consumen aceleradamente los escasos bie-nes, sin los cuales la civilizacin se paralizara. Se destruyen en la produccin lasmismas bases de la produccin.

    El asombro frente a esas evidencias desencaden las campaas ecolgicas, que pre-

    tenden hacer frente a la aparentemente ineluctable propensin corruptora de laeconoma mundial moderna. Es evidente sin embargo, la desproporcin entreaquellas fuerzas destructivas y las dbiles manos que se alzan contra ellas.

    Mientras los bosques son destruidos por el fuego y los txicos, para hacer lea oplantar csped, y las aguas son contaminadas y se envenena y mata la vida animal,algunos jvenes romnticos se pasean y, despus, duermen tranquilos. Todos no-sotros comenzamos a concebir cmo ser de ceniciento el mundo de los hijos denuestros nietos: ceniciento y txico, irrespirable. Tememos que ellos mismos -

    nuestros nietos - sean verdosos y ms parecidos a ranas que a nios. Pero somos onos declaramos impotentes. Pases hay - como el mo - cuyos dirigentes piden f-bricas corruptoras porque aman ms el dinero que la vida.

    Bien sabemos que el hombre es una especie de mono feroz que cay en el mundo.Termin con millones de plantas para dejar nacer solamente pasto para bueyes ycomida para personas; liquid casi todos los millares de especies animales, cam-bindolas por gallinas y bueyes. S, esta es nuestra tradicin. Lo nuevo es que, aho-ra, frente a la visin del desastre inminente, comenzamos a suspirar por unos cielos

    azules de aires limpios. Queremos aguas cristalinas, bosques vrgenes y animaleslozanos. Lo endiablado es que por estos bienes supremos slo suspiramos en nive-les de poesa o de oracin. Entretanto, en el mundo de las cosas reales, en dondedecidimos nuestro destino, la orden es corromper la vida hasta la muerte.

    Otro lugar de cambios que apenas comienza a revelar sus inmensas potencialida-des transformadoras es el movimiento feminista. El ingreso masivo de las mujeresen la fuerza de trabajo urbano remunerado y la liberacin de sus cuerpos - a travsde la pldora - en funcin de un erotismo nuevo y floreciente, son una de las princi-pales fuerzas innovadoras de este fin de milenio.

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    Entre una mujer joven y su madre, hoy, la distancia cultural es comparable a las demujeres de distintas civilizaciones. Sus sistema de valores chocan frontalmente. Sus

    hbitos y estilos de conducta, contrastan crudamente. Sus expectativas y aspiracio-nes se oponen escandalosamente. La nueva mujer se est reinventando, as comolas instituciones a las cuales estuvo siempre arrastrada, principalmente, la familia.

    Tambin la forma de relacin entre hombres y mujeres y sus papeles recprocos es-tn cambiando aceleradamente. El padre de familia patriarcal o el antiguo maridomachista estn dando lugar a compaeros ms fraternos y dciles. Surge as unnuevo modo de ser macho al que los hombres se van adaptando, les guste o no lesguste. Ya es notorio que los matrimonios que encarnan el nuevo estilo encuentran

    fuentes de amor impensables en la antigua relacin asimtrica.

    Hombres y mujeres, al mismo tiempo que aprenden a amarse mutuamente de for-ma ms profunda y placentera, se tornan menos represivos para las minoras quetienen talentos alternativos, con otras formas de relacin y satisfaccin. Las mujeresse aparean. Los hombres forman parejas. Las mujeres se asocian en casas comuna-les en donde la presencia eventual del hombre es ms la de un amante que la de unmarido.

    Esta nueva mujer que invadi las fbricas y los escritorios, las universidades, lascalles y hasta los bares, es una pionera en combate. Reclama con bro en donde de-jar a los hijos mientras trabaja. Se rebela contra la explotacin de los traficantes deabortos. Slo no logra liberarse de la tirana de la moda mercantilizada y de la in-dustria estandarizada de la belleza a la que paga pesados tributos.

    El movimiento feminista se relaciona con la anacrona irremediable de los cons-tructores bsicos de la personalidad y de los organizadores fundamentales de laconducta humana. Nosotros, que casi no sabemos nada de ellos - a lo sumo sospe-

    chamos que existen y los designamos con expresiones alegricas como complejo deEdipo o de Electra o como el tab del incesto - estamos desafiados a rehacerlos, tangrande es nuestra ignorancia que no podemos estar sin dejar estas alegoras refe-rentes a algunos de los componentes ms vetustos de la conducta humana. Ellosconstituyen, asimismo, actos inaugurales de la construccin de la cultura, sin loscuales una sociedad humana no sera practicable. Ah estn ellos, espantosamentevivos y actuantes todava, pero ya se ve que empiezan a debilitarse y tal vez hastaestn heridos de muerte.

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    Aquellos complejos eruditos en la sencillez de la convivencia de la antigua familiavienesa de clase media - y que no son ni siquiera generalizables a pueblos extra-eu-

    ropeos en donde faltan, incluso, las posiciones polares en que aquellos se apoyancontinan, efectivamente, siendo referencia til si no indispensable, en la descrip-cin de la estructura de la personalidad y en el diagnstico de algunos de sus trau-mas ms habituales.

    Lo mismo sucede con el tab del incesto que, pareciera ser tan slo la prohibicindel intercurso sexual entre ciertas rdenes de parientes - que, adems, varan deuna sociedad a otra - es de hecho la ley fundamental que hace viable la familia ypermite el florecimiento de la cultura. En efecto, es l quien impone la paz entre los

    machos del bando y que, al compelir a los grupos a quebrar el aislamiento y a co-municarse entre s en la bsqueda de mujeres en celo, propicia el intercambio cul-tural. Es igualmente crasa esa ignorancia sobre esa alegora sin la cual la vida sociales impensable. Pero a la que nosotros vemos debilitar debajo de nuestros ojos.

    Lo innegable es que las sociedades humanas ms complejamente estructuradaspierden aceleradamente la sencilla capacidad, que cada tribu o aldea tenia, de pro-crear hombres y mujeres contentos de ser ellos mismos, temerosos de Dios y de lasautoridades. Pierden igualmente el talento de convivir controlndose e intrigando,

    pero apoyndose recprocamente. Pierden hasta el gusto de vivir con los propiosdeseos y ascos sin necesidad de drogas tranquilizantes y dopantes, ni de psicoana-listas.

    Es notorio que aquellos instrumentos fundamentales de la sociabilidad humanacon base en la cual la vida social se volvi viable, estn amenazados de ser desacti-vados para dar lugar a otros medios de estructuracin de la familia, de la sociedady de la personalidad. Estamos impelidos a substituirlos por recursos todava msartificiales e intencionales de modulacin de la sociedad. Cules?

    Es verdad que no fue ningn desastre, en el pasado, que el hombre abandonara larecoleccin de frutos en donde la casualidad de la naturaleza los hizo crecer, subs-tituyndolos por los cultivos. Slo fue ventajoso, tambin, cambiar la caza errticapor la cra de animales. Ahora, por eso, se trata de rehacer la propia condicin hu-mana, de reinventar el propio hombre como proyecto, de programar nuevos nie-tos. Seremos capaces?

    Conforme se verific, estamos delante de nada menos que de una revolucin hu-mana, o sea, de la necesidad de dar un nuevo paso crucial de la evolucin de la es-

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    pecie en el curso del ltimo milln de aos. Con l se corona o se elimina la desa-fortunada aventura a travs de la cual nos construimos a nosotros mismos a travs

    de tres pasos esenciales, cada uno de los cuales represent una alienacin total, enla cual el hombre perdi su ser, seguido de una desalienacin en la que se constru-y, transfigurndose completamente.

    Por medio de la primera alienacin nos liberamos de la cmoda seguridad de la sa-bidura biolgica escrita en los cromosomas, pasando a depender de formas inven-tadas, artificiales, de conducta: naci la cultura.

    En el segundo movimiento de alienacin, los hombres, totalmente tribales, al ser

    sometidos perdieron su ser, su libertad, su autenticidad. Se vieron cosificados enuna fuerza de trabajo, siervo o asalariado, en una masa al servicio de la riqueza y lagloria de otros: naca la estratificacin social, la sociedad de clases y con ellos la ci-vilizacin.

    La tercera enajenacin, de la cual somos protagonistas, transcurre hoy. El hombreresidual que somos, producto de sus propias desventuras histricas, est desafiadoa reivindicarse a s mismo: Qu es lo que est naciendo? Es muy difcil prever.Mucho ms de lo que fue prefigurar en el curso de la primera revolucin indus-

    trial, como seramos nosotros, los nietos que ella estaba generando. Ser un mun-do de paz?

    El movimiento pacifista , todava dbil, posee inmensas potencialidades, ya que sesostiene en la conciencia generalizada de que una nueva guerra sera la ltima. Esmuy probable, no obstante, que la amenaza aterrorizadora de esa guerra terminalsea menor que la amenaza de una paz definitiva. Una nueva guerra mundial o, in-cluso, una guerra local con el uso pleno de las armas disponibles, sera, probable-mente, la ltima guerra. El poder de destruccin fsica, de corrupcin gentica y de

    alucinacin psquica, tanto de las armas nucleares como de las qumicas o de lasbiolgicas, amenazan clausurar la aventura humana.

    Lo espantoso es que frente a una amenaza tan terrible y tan inminente, las iglesiasecumnicas, las instituciones que agrupan intelectuales, los movimientos pacifistas,parecen ridculamente dbiles delante del podero de los amos de la guerra. Creoque hasta las campaas pacifistas con las que se busc evitar la primera y la segun-da guerras mundiales, fueron ms vigorosas que las actuales dada la estatura delas amenazas que se enfrentan. Por qu?

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    La propensin a la guerra terminal, que la convierte en inminente e inevitable, de-pende tanto de factores polticos como econmicos mucho ms poderosos que las

    corrientes de opinin que incentivan a los movimientos pacifistas. Casi creen queesa tercera guerra del fin del mundo llegar, todos sabemos que exterminar la es-pecie humana o la deformar irremediablemente, pero nuestro sentimiento es msde impotencia que de rechazo activo.

    Esta pasividad slo se explica a partir del hecho de que una duradera - y peor to-dava, una paz definitiva - es vista, por muchos de los conductores de los centrosmundiales de decisin, como ms desastrosa que la guerra. Aqu, otra vez, los fac-tores econmicos relativos a la viabilidad de los sistemas productivos y los polti-

    cos, relativos a la afirmacin de hegemonas continentales, se conjugan para mani-pular el destino humano ms all de los lmites de la racionalidad.

    El miedo a la paz une a los amos de la guerra y a los del lucro en su perplejidad in-sensata. Cmo instalar un mundo pacfico? Proscritas las armas terminales, todosu fatal poder: retrocederamos a las guerras convencionales sin bombas?, o real-mente le tememos a la paz? Si guerrearamos al modo antiguo, la gran potencia, deinmediato, sera, quizs, la China por su capacidad de armar y gastar cualquiercantidad de soldados. Hasta el Tercer Mundo, tal vez, tendra algn valor estrat-

    gico por su capacidad de conservar enormes ejrcitos consumibles. Con qu con-secuencias? Una hiptesis menos siniestra y ms probable sera la de las guerrasautomticas, realizadas por super artefactos cibernticos autoguiados. Por mediode ellos, las grandes potencias mantendran la paz entre ellas, ya que les temeran alas represalias, y simultneamente, consolidaran su hegemona sobre el mundosubdesarrollado. Sera una nueva y ttrica Pax romana.

    Llegamos as al otro mdulo de transformaciones radicales: la economa mundial,que entr en la paranoia y ya no produce para el hombre, produce para s misma.

    Tanto por sus cualidades esenciales que son la prodigiosa productividad y la ine-luctable tendencia a la guerra, como por su consecuencia funcional, que es la inca-pacidad de implantar una prosperidad general, la economa mundial - cuya racio-nalidad nunca fue humanitaria - enloqueci. En efecto, nunca fue tan grande y cre-ciente la riqueza de los ricos y la pobreza de los pobres. Nunca fueron tan desequi-libradas y deformes las relaciones internacionales de intercambio. Los pueblos po-bres siguen subsidiando la riqueza de los pueblos ricos y endeudndose astron-micamente.

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    En el lmite de esta tendencia, si persistimos en ella, tendremos fabulosas empre-sas, totalmente automatizadas, que agotarn los bienes de la Tierra para producir

    cantidades y variedades inmensas de inutilidades: para nada! Los hombres, la Hu-manidad entera, de brazos cruzados, sern un intil ejrcito de reserva de las fuer-zas productivas y morirn de hambre.

    Antiguamente, siempre fue enorme la carencia de mano de obra, sobre todo en elmundo de los pobres. Para atenderla, se consuman en el trabajo centenas de millo-nes de nativos y despus se importaban otros tantos esclavos y asalariados, negrosy blancos. Hoy, el nico elemento de produccin que no escasea es la mano deobra. Ah est ella, multitudinaria, ofrecindose en todas partes a cambio de sala-

    rios viles. Y nadie la quiere.

    Dadas estas circunstancias, otro desafo que se alza y se destaca entre tantos, por supotencia, es la amenaza de la revolucin de los pobres3. El socialismo de Marxproscrito, para los pueblos ricos, como coronamiento y superacin del capitalismomaduro, no prosper. Surgi en la casa de los pobres, en donde el capitalismo fra-cas. Y surgi para promover el desarrollo, alcanzando en este campo un xito ex-traordinario.

    El capitalismo, por su lado, reactivado a partir de las empresas multinacionales,con su capacidad prodigiosa de innovacin tecnolgica y de explotacin de recur-sos donde quiera que ellos se encuentren, renueva y refuerza los vnculos de de-pendencia de los pueblos pobres volvindolos ms sumisos y lucrativos que las an-tiguas colonias.

    Su debilidad reside en la ineptitud de las empresas multinacionales para promoverla abundancia, porque ella no es conciliable como el lucro. Esto es lo que hace delsocialismo una atraccin irresistible para el Tercer Mundo, en el cual, pueblos que

    suman billones de almas voraces, suspiran por una pequea y modesta utopa inal-canzable.

    Lo que piden no es ms que un empleo regular y modesto para cada hombre ycada mujer adultos. Y que todos coman todos los das. Y que cada nios frecuenteuna escuela eficaz para curso primario completo. Y que, en las enfermedades msgraves, se cuente con un mdico y con remedios gratuitos. Y, finalmente, que unacasa modesta abrigue a cada familia. No hay duda, sin embargo, de que esta utopa

    3Darcy Ribeiro: El Dilema de Amrica Latina , VOZES, Ro de Janeiro, 1971. Siglo XXI, Mxico 1971.Saggiatore, Miln, 1973.

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    sencilla excede a todo lo que puede prometer la humanidad y la economa mundialvigente. Si continuamos rodando sobre los mismos carriles, esa situacin de los

    pueblos pobres slo tendera a agravarse. Con qu consecuencias?

    Es cierto, todos sabemos, que el pauperismo no hace revoluciones sociales. Tantoms si al podero econmico de las empresas multinacionales ya le corresponde unpoder multinacional capacitado para desestabilizar gobiernos e implantar dictadu-ras en donde quiera que sus intereses se vean amenazados. Conforme con lo quevimos, esto es lo que sucede en Amrica Latina, cuya nueva cosecha de dictadurasregresivas y represivas, fue implantada a partir de este poder multinacional man-comunado con las viejas clases oligrquicas.

    La mayor amenaza que pesa hoy sobre la humanidad - amenaza que, felizmente,no es fatal ni inevitable - es, pues, la de sumergirse, todava ms, hasta el agota-miento, en una era de hambre e idiotizacin. Todo esto para que los pueblos ricosgocen su riqueza acumulada y reactiven una civilizacin obsoleta, sin causa, sinmisin ni apetito que no sea el de enriquecerse. Su ltima conquista ser el endure-cimiento de sus corazones y su sordera para, as, poder asistir impvidamente a lamuerte por inanicin de la humanidad.

    Estas son, a mi modo de ver, algunas de las cuestiones cruciales que la civilizacinemergente coloca delante del hombre. Cmo las resolver, yo no s. Apenas s quela vida de los pueblos pobres va a ser una ardua y bella batalla por ideales muyconcretos. Aqu, en la parte de abajo del planeta, nadie engordar intilmente, ni sesuicidar de tedio.

    Referencias

    *Ribeiro, Darcy, LAS AMERICAS Y LA CIVILIZACION. - Ro de Janeiro, ECB. 1970; La nacin lati-noamericana.

    *Ribeiro, Darcy, LAS AMERICAS Y LA CIVILIZACION. - Buenos Aires, Ceal. 1969; La nacin lati-noamericana.

    *Ribeiro, Darcy, LAS AMERICAS Y LA CIVILIZACION. - Turn, Einaudi. 1973; La nacin latinoa-mericana.

    *Ribeiro, Darcy, LAS AMERICAS Y LA CIVILIZACION. - New York, Dutton. 1971;*Ribeiro, Darcy, LAS AMERICAS Y LA CIVILIZACION. - Frankfort, Suhrkamp. 1983;*Ribeiro, Darcy, HORIZONT. 82 - Berln;*Ribeiro, Darcy, NUEVA SOCIEDAD. 62 - Caracas, Venezuela. 1982;*Ribeiro, Darcy, ENCUENTROS CON LA CIVILIZACION BRASILEA. 27 - Ro de Janeiro. 1982;*Ribeiro, Darcy, EL DILEMA DE AMERICA LATINA. - Ro de Janeiro, VOZES. 1971;*Ribeiro, Darcy, EL DILEMA DE AMERICA LATINA. - Mxico, Siglo XXI. 1971;

    Este artculo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad N 73, Julio-Agosto de 1984, ISSN: 0251-3552, .

    http://www.nuso.org/http://www.nuso.org/