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Ricardo Melogno:
Un caso de locura y muerte
Trabajo Final de Grado
Montevideo, Mayo de 2019
Quiñones Domínguez, Joanna Lourdes
4.360108-9
Tutor: Bafico Álvarez, Jorge
Revisor: De Los Santos, Laura
2
Resumen
El presente trabajo tiene por objetivo abordar clínicamente el caso de Ricardo
Melogno, conocido por la prensa como “el asesino de taxistas” del barrio Mataderos, en
la ciudad de Buenos Aires, Argentina. Para esto se tomó como fuente principal el libro
“Magnetizado” del escritor y periodista Carlos Busqued.
Se pretende articular dicho caso con la bibliografía ya existente en materia de
las psicosis, partiendo fundamentalmente de lo planteado por el psicoanalista Jean-
Claude Maleval, quien toma nociones trabajadas a priori por Jacques Lacan, con
respecto a los mecanismos presentes en estas. Se trabajan también los aspectos
inmanentes a los actos criminales acontecidos, con el propósito de explorar la
pertinencia de la asociación de este caso a un caso de asesinatos en serie.
Palabras clave: psicosis, caso clínico, psicoanálisis, crimen.
Abstract
This paper aims for a clinical approach of Ricardo Melogno´s case, known for the
press as “the taxi-drivers killer” (“el asesino de taxistas”) from a neighbourhood called
Mataderos, in Buenos Aires, Argentina. In order to do so, it was chosen as main source
the book “Magnetizado”, wrote by the writer and journalist Carlos Busqued.
It is intended to articulate this case with the existing bibliography about psychosis,
starting fundamentally from what is raised by the psychoanalist Jean-Claude Maleval,
who took some notions approached by Jacques Lacan, regarded to the mechanisms that
are present in it. It is also trated in this work some of the aspects involved in the criminal
actions that took part in the case, with the purpose of explore the pertinency of the
asociation of this case with a serial killer’s case.
Key words: psychosis, clinical case, psychoanalysis, crime.
3
Contenido
Resumen ...................................................................................................................... 2
Abstract ........................................................................................................................ 2
Introducción .................................................................................................................. 4
Marco teórico ................................................................................................................ 6
Acerca de las psicosis ............................................................................................... 6
Conceptos introductorios ........................................................................................... 6
Forclusión ................................................................................................................. 7
Función paterna ........................................................................................................ 8
El Nombre-del-Padre ................................................................................................. 9
Introducción al caso clínico ......................................................................................... 10
Una mirada desde la criminología ........................................................................... 10
Asesino organizado ................................................................................................. 11
Asesino desorganizado ........................................................................................... 11
La historia de Ricardo ................................................................................................. 12
Un antes y un después. ........................................................................................... 14
Un mundo ideal ....................................................................................................... 17
A través del espejo .................................................................................................. 18
Destino e inercia ..................................................................................................... 20
Pasaje al acto .......................................................................................................... 21
De rituales ............................................................................................................... 22
De vuelta a la realidad ............................................................................................. 23
Conclusiones .............................................................................................................. 24
Anexo ......................................................................................................................... 26
Referencias ................................................................................................................ 27
4
Introducción
El ser humano en mayor o menor medida ha cometido actos despiadados desde
el inicio de los tiempos. Somos seres instintivos por naturaleza, y muchas veces ese
instinto, en general bastante arcaico y primitivo, nos lleva a herir a quienes más
queremos, a mentir, a fantasear cosas que ni siquiera imaginábamos posibles; sin
embargo, no todos somos capaces de atentar contra la vida de otro ser humano.
En gran medida parece atraer a todo tipo de público todo aquello que se
relaciona con la fibra morbosa. Es, sin duda, uno de los grandes géneros comerciales e
industriales del presente fluido que nos acontece. Día a día escuchamos en las noticias
nuevos casos de violencia, con o sin motivo, que nos conmueve, nos indigna, nos
enfurece, nos asusta y lo expresamos constantemente. Los medios de comunicación no
cesan de brindarnos toda clase de información al respecto de diversos crímenes, porque
pareciera ser casi moneda corriente en la actualidad, por lo cual este tipo de sucesos
se encuentran en el vox populi cotidiano.
En esta fluidez de sucesos, el mundo de la psiquiatría y la psicología han
avanzado rauda y velozmente de un tiempo a esta parte, por lo cual contamos cada vez
más con diversas formas de determinar los diagnósticos y pronósticos de los autores de
dichos crímenes. O por lo menos eso escuchamos. El caso es que cuando desde
nuestro lugar, como futuros profesionales del campo de la salud, y particularmente de
la salud mental, nos encontramos frente a un caso de este orden, no deja de generarnos
perplejidad, ya que se trata de un aspecto de la conducta humana. Pero
fundamentalmente y, desde lo personal, curiosidad. Curiosidad de profundizar en el
tema, de formular hipótesis, de conocer los mecanismos y fenómenos en juego, en pos
de realizar una práctica lo más comprometida posible.
En el marco de la propuesta de la modalidad monográfica para la realización del
presente trabajo se pretende teorizar analíticamente aspectos del caso clínico de
Ricardo Melogno. Dicho caso fue electo por la extrañeza que despertó en quien escribe,
así como también por su escaza trascendencia mediática, por lo menos en nuestro país.
Una serie de inquietudes me envolvió desde la primera vez que tomé contacto con este
caso; cuestiones con respecto a la historia de vida del protagonista y la determinación
que tiene la misma en el devenir de este: las elecciones, la religión, los miedos, la
crianza, el deber, el fracaso, la supervivencia. Cuestiones inherentes a su vida, que
hicieron de Melogno, un recluso desde hace treinta y siete años.
5
Al otro lado del río, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en el año 1982,
pocos meses después del acuerdo de cese de hostilidades en las Malvinas, se
sucedieron una serie de crímenes que despertaron el terror en la comunidad de taxistas
de Mataderos; y el estado de alerta en el resto de la población de aquel barrio. A la edad
de veinte años, Ricardo comete cuatro asesinatos, en cuatro taxis distintos, y es
procesado por los mismos.
No estaba familiarizada con el caso hasta que me encontré con el libro
“Magnetizado”, escrito por Carlos Busqued. El escritor y periodista reúne una serie de
encuentros, llevados a cabo entre los años 2014 y 2015, con Ricardo Melogno, autor de
los asesinatos de los taxistas de Mataderos.
Ahora bien, siendo esta una introducción, es pertinente mencionar que en el
trabajo se abordan nociones y conceptos en relación a las psicosis, desde un marco
teórico psicoanalítico de orientación lacaniana. Se trabaja también el concepto de serial
killer, propuesto por Robert Ressler y tomado por el psicoanalista Jorge Bafico. Y se
expone el caso clínico, con la intención de dilucidar el entramado existente entre la
clínica y la criminología.
6
Marco teórico
Acerca de las psicosis
Desde el psicoanálisis, Lacan logra captar el concepto que hace a la estructura
de la psicosis mediante el retorno a Freud y sus trabajos, en el año 1957
aproximadamente. Tanto Lacan como Freud estaban fundamentalmente interesados en
determinar la estructura de la psicosis, y no meramente su fenomenología, por lo cual
dedican una parte importante de su obra a la dilucidación de diversas nociones, que
conjuntamente arman el entramado teórico del que hoy día nos servimos para el trabajo
con este tipo de psicopatologías.
El concepto clave es el de la forclusión del Nombre del Padre (La forclusion du
Nom-du-Père). Concepto que Lacan en el transcurso de su obra va reconsiderando en
referencia a los avances que realiza sobre la obra de Freud. Primeramente la idea de
forclusión es esbozada por el mismo Freud, en el afán de realizar una distinción entre
las psicosis y las neurosis. A partir de diversos conceptos que trabaja Freud, entre los
que se distingue el de Verleugnung y Verneinung, es que finalmente llega al de
Verwerfung para hablar de lo que sería posteriormente la forclusión, mayormente
profundizada por Lacan.
Conceptos introductorios
Cabe mencionar que la Verleugnung es entendida como un mecanismo de
defensa del yo que consiste en reprimir o renegar una representación intolerable para
el sujeto. Este mecanismo implica que aquello reprimido es reconocido de manera
negativa por el sujeto, siendo, no obstante aceptado o admitido en un primer momento.
Esta noción no era suficiente puesto que estaba presente tanto en las neurosis como en
las psicosis.
Por otra parte, la Verneinung en entendida como la negación o denegación. Se
distinguen dos tipos: “la denegación es una formación tardía, al servicio de la represión
y de los desconocimientos del yo, mientras que la negación inherente a la Bejahung
primaria instaura la represión primaria y participa en la estructuración del sujeto”
(Maleval, 2000). Vale aclarar que Bejahung es entendida como una admisión, una
aceptación, en el sentido de lo simbólico. Novas (s/f) plantea que:
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“Freud propone que previo a la ‘verneinung’ (denegación) debe existir una
‘bejahung’ (afirmación) que ocurre a la vez que una ‘ausstossung’ (expulsión),
operación que entiende como constitutiva de lo psíquico y regulada por el
principio del placer: expulsión de lo displacentero, inclusión de lo placentero,
primer distinción entre un afuera y un adentro”.
La negación da cuenta de un elemento reprimido, en tanto la represión
(Vedrangung), otro término muy utilizado por Freud, implica cierta aceptación, da cuenta
de una inclusión previamente acontecida.
Posteriormente Freud propone el término Verwerfung, en el año 1894, en el texto
“Las psiconeurosis de defensa”. En éste, según Maleval (2000) se “describe una forma
de defensa más eficaz y más enérgica que la que opera en las fobias y las obsesiones”.
Freud al respecto, en dicho trabajo plantea que “consiste en que el yo rechaza (verwirft)
la representación insoportable al mismo tiempo que su afecto, comportándose como si
la representación nunca hubiera llegado hasta el yo” (Freud, 1894). Sin embargo, esta
noción toma muchas acepciones por este autor: es utilizada como sinónimo de
represión, de expulsión al inconsciente, como rechazo de ciertos deseos. Y es a partir
de la última de las acepciones mencionadas que Lacan designará a la Verwerfung como
un “proceso primitivo de expulsión que, a su modo de ver, no es sino el de la represión
primaria, con la que vinculará, (…) la génesis de la culpabilidad inconsciente” (Maleval,
2000). Lacan relaciona a la Verwefung con la represión primaria, en un primer abordaje.
Según Maleval (2000), “la instauración de la represión primaria es la condición
para que lo simbólico capture a lo real en su trama”. A su vez, Lacan sostiene que la
represión primaria no tenía lugar en el esquizofrénico, para quien “todo lo simbólico es
real” (Lacan, 1966).
Forclusión
Hasta entonces lo único que se encontraba como característica de la psicosis
era la falta de la represión primaria. Es en el Seminario III realizado en el año 1955-56
que Lacan propone que en las psicosis algo “ha sido dejado fuera de la simbolización
general que estructura al sujeto” (1956, p.73).
Lacan definirá a la Verwerfung en dicho Seminario, diciendo que “se trata del
rechazo, de la expulsión de un significante primordial a las tinieblas exteriores,
significante que a partir de entonces faltará en ese nivel. Este es el mecanismo
8
fundamental que supongo está en la base de la paranoia” (1956, p. 217). Es entonces,
en esta noción de rechazo fundador en donde se encuentra uno de los orígenes del
concepto de forclusión, por esto es que propone traducir la Verwerfung freudiana como
forclusión, ya que implica la no-inscripción de aquello intolerable en la génesis de los
significantes primordiales.
Posteriormente, mediante la introducción de la metáfora del taburete, le es
posible a Lacan afirmar que “la psicosis resulta de una falta interna al orden simbólico”
(Maleval, 2000). Lo reprimido es pasible de revelarse, en tanto está inscripto en el orden
de lo simbólico; en cambio, el surgimiento de lo forcluído en lo real, no puede ser
dialectizado, ya que nunca fue incorporado, por ende, puede surgir en forma
alucinatoria. En este punto es que comienza a dilucidarse la noción de estructura
psicótica, con la pata ausente del taburete, siendo esta una forma de representar aquella
falta que es inherente a lo simbólico.
Función paterna
Hacia el final del Seminario III, y tomando “Las memorias de un neurópata” de
Schreber, es que Lacan comienza a preguntarse por la función paterna, otro gran mojón
en el desarrollo de lo que conformará el mecanismo fundamental de las psicosis. Plantea
que la función paterna (la función de ser padre) tiene como finalidad el “designar los
significantes nodales a partir de los cuales el orden simbólico y la realidad de un sujeto
se aseguran y se organizan” (Maleval, 2000). Por medio de distintas metáforas (por
ejemplo, la metáfora de la carretera) explica que la función paterna le indica al sujeto
qué camino tomar, mediante los anudamientos de los distintos significantes; pero
cuando no existe un camino principal, es cuando la hiancia es notoria, y el sujeto se
mueve motivado por indicaciones de caminos vagamente señalados, haciendo alusión,
de esta forma, a las alucinaciones.
9
El Nombre-del-Padre
La madre es asimilada como el primer Otro por el niño, ya que es quien introduce
al mismo los significantes y las significaciones que le corresponden a cada significante.
La madre se encuentra determinada por el proceso del nacimiento. Sin cambio, en lo
que concierne al padre, es introducido al niño por la palabra de la madre. Por eso, según
Maleval, “la función paterna demuestra ser indisociable del significante” (2000, p. 57).
En este entendido, y teniendo en cuenta la función paterna en cuanto al Complejo de
Edipo, se puede decir que tiene que ver con “la instauración del orden simbólico”1 en el
sujeto.
El Nombre del Padre es un significante excepcional ya que es el significante que
no significa nada, que esta vaciado de sentido. Sobre el final del Seminario III, Lacan
consagra el concepto del “Nombre del Padre como fuente de una estructuración
normativa del sujeto” (Maleval, 2000). Y más adelante, en sus Escritos, Lacan propone
una definición del Nombre del Padre como el “significante que, en el Otro, en cuanto
lugar del significante, es el significante del Otro en cuanto lugar de la ley” (Lacan, 1958).
En tanto la falta de este significante primordial en un sujeto, en otras palabras la
forclusión del Nombre del Padre, es lo que le genera una condición determinante para
la psicosis. Por ende, lo que se encuentra afectado en los pacientes psicóticos, es lo
que se entiende por Nombre del Padre, y no cualquier otro significante.
El significante unario o Nombre del Padre se encuentra inscrito en el campo del
Otro, y partiendo de que el Otro es aquello que designa el orden simbólico, donde el
sujeto trata de hacer reconocer su deseo, se entiende entonces que el Nombre del
Padre se trata de una instancia que “permite ordenar un universo de sentido bajo el cual
se ordena el mundo de las cosas, instaurándose así vínculos entre significante y
significado” (Maleval, 2000).
1 Íbid., p. 58
10
Introducción al caso clínico
En setiembre del año 1982, pocos meses después de finalizada la Guerra de las
Malvinas, ocurrieron una serie de cuatro asesinatos, en el barrio de Mataderos, en la
ciudad de Buenos Aires. Cuatro taxistas fueron asesinados mediante un disparo en la
sien, con una separación de pocos días cada crimen. Tres de los asesinatos fueron
reportados, excepto un último, que en realidad habría sido el primero en orden
cronológico.
Los crímenes tuvieron en común la desaparición de los documentos de identidad
de las víctimas y el hecho de haber sido los cuatro taxistas en plena función de su labor.
Además, todos fueron perpetuados mediante un único disparo en la cabeza. Los actos
se llevaron a cabo en una zona muy próxima.
La mañana del 15 de octubre del mismo año, el padre de Ricardo Melogno
encuentra las identificaciones de los taxistas; mientras desayuna con éste, el hermano
de Ricardo se encarga de realizar la denuncia ante un juez de Tribunales. Lo arrestan
sin dificultad.
Desde entonces ha permanecido encerrado, en diferentes locaciones. Ricardo
tenía veinte años cuando cometió los crímenes que lo llevaron a su procesamiento.
Una mirada desde la criminología
Juan Carlos Romi, médico forense argentino, sostiene sobre los crímenes
seriales lo siguiente:
“Los crímenes son delitos graves que consiste en herir, hacer daño o matar a
una o más personas. (…) Cuando estos crímenes se reiteran en el tiempo por
parte de una mismo sujeto se habla de la figura de los crímenes seriales que se
limitan en algunos casos solo al daño o las lesiones y en otros como
consecuencia de ello se llega al homicidio” (2011, p. 175)
Por otra parte, Robert Ressler, un ex agente del FBI (Federal Bureau of
Investigation) fue quien introdujo el concepto de serial killer en la década de los setenta,
en los Estados Unidos. El concepto se popularizó ya que a raíz de sus investigaciones
y de la introducción de los perfiles psicológicos, se han capturado en dicho país a varios
de los asesinos más famosos de la historia.
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Su metodología sigue de cierta forma vigente, y es en base a sus ideas (que a
pesar de que con el tiempo, los cambios de paradigma cultural y las investigaciones han
ido evolucionando) desde donde parto para pensar lo sucedido en este caso.
Según plantea Bafico, tomando lo propuesto por Ressler,
“los asesinos seriales propiamente dichos se caracterizan por matar un mínimo
de tres a cinco personas con más de un día entre un crimen y el siguiente. El
asesino no tiene relación previa con las víctimas y el crimen ocurre al azar o sin
conexión con los otros” (2015, p. 25).
Además se hace una categorización, planteando la existencia de asesinos de
tipo organizado y de tipo desorganizado. A continuación se describen brevemente las
características esenciales de ambos tipos.
Asesino organizado
Ressler plantea que tienen una inteligencia por encina de la normal. Además
llevan consigo su instrumental para cometer los crímenes que planean. Según Remi
“planifican sus crímenes muy metódicamente por lo cual pueden tardar cierto tiempo en
realizar un asesinato” (2011, p. 178). Puede haber violación y/o tortura. Son meticulosos
para evitar ser capturados, por lo cual, realizan una serie de elucubraciones para
despistar a la justicia. Se adaptan, en apariencia, perfectamente a la realidad; con
apariencia normal, con trabajo estable, con familia y amigos.
Asesino desorganizado
Por otro lado a los desorganizados, según Remi,
“se le observan notorias alteraciones mentales, suelen denominárselos como ‘el
asesino psicótico’. Mientras que el asesino organizado saldrá específicamente a
cazar a la víctima, el desorganizado matará a alguien cuando quiera que la
oportunidad surja, contadas veces se molestará en deshacerse del cuerpo,
dejándolo en el mismo lugar en que encontró a la víctima” (2011, p. 180).
Ressler plantea que no hay planificación, por lo cual solo llevan consigo un arma
o simplemente sus manos para cometer el delito. Son ataques decisivos, que propician
12
heridas que desde el principio serán mortales, según refiere Bafico (2015). Además no
se preocupan por ocultar el delito.
“A menudo son personas no sociables, con pocos amigos, y pueden tener un
historial de problemas mentales y ser referidos por sus conocidos como
excéntricos o hasta “un poco extraño”. Tienen poca consciencia sobre sus
crímenes y puede que bloqueen los recuerdos de sus asesinatos” (Remi, 2011).
Provienen de familias por lo general mal constituidas, donde puede haber
historias de consumo de sustancias. Pueden tener una pobre imagen de sí mismos.
Bafico hace referencia a varios acontecimientos en la historia de los sujetos que
a priori son propuestos por Ressler para sintetizar las características coyunturales de
estos. Plantea que dichos eventos tienen lugar en la niñez y en la preadolescencia, y
tienen que ver con “la falta de una figura paterna fuerte y afectiva y la presencia de una
madre lejana y poco contenedora, sumado al maltrato psicológico” (2015, p. 30).
La historia de Ricardo
Ricardo Luis Melogno tuvo una infancia peculiar. Vivió con sus padres y con sus
dos hermanos varones, sus primeros años de vida. Sus padres se separan cuando él
tenía aproximadamente ocho años, quedando la madre a cargo de los tres hijos. Ricardo
refiere que solía recibir visitas de su padre los fines de semana, durante un tiempo.
Durante su infancia fue un chico retraído, que prefería jugar solo, estar solo. Los vecinos
que hablaron con la prensa lo describían como “un muchacho sumamente apocado”,
“ensimismado”, “raro”, “muy tímido y retraído”, “con actitudes extrañas”.
Desde muy temprana edad Ricardo vivía en su mundo, ensimismado en sus
pensamientos y fantasías. Fantaseaba con otros lugares, con superhéroes que tomaba
de las historietas o de las series. Aquel mundo de fantasía solía ser un escape de la
realidad, con la que no se sentía muy a gusto: en la época escolar, le disgustaba la
escuela, no lograba concentrarse, obtenía muy malas notas, se escapaba y se iba a
caminar, para estar en ese mundo que él creaba.
Esto le generaba problemas con su madre, ya que cuando esta se enteraba de
sus calificaciones y demás, le propiciaba grandes palizas. Este es un punto de
importancia, ya que la gran violencia que impartía su madre, tanto a él como a sus
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hermanos, mediante lo que le llamaban “la maderita” (una vara de madera), fue el motivo
por el que Ricardo cometió cuatro intentos de autoeliminación, a la temprana edad de
once o doce años. Los intentos cesaron conjuntamente con la finalización de la etapa
escolar.
La madre de Ricardo era espiritista. Se introdujo en el mundo del espiritismo
estando embarazada de él. Era una mujer muy respetada en su círculo religioso por sus
habilidades para invocar espíritus. Ricardo creció en este entorno místico y religioso,
sintiendo miedo a lo que él denomina “presencias” que percibía en su casa. Además,
solía quedarse solo, su madre solía encerrarlo en la casa en su ausencia. Ella creía que
todas las personas de afuera iban a dañarlo, por lo cual consideraba que lo mejor era
que estuviera dentro de la casa. A raíz de este miedo a las presencias optó por
deambular y hasta dormir con un cuchillo debajo de su almohada para protegerse contra
estas.
Ricardo solía ser “Juana” para su madre. Ésta se dirigía con nombres femeninos
a sus hijos varones. Tenía la fuerte idea de que “todos los hombres eran abortos mal
hechos”, y acostumbraba decir eso delante de sus hijos, o mientras los estaba
golpeando, a ellos o a sus mascotas.
En un marco de violencia, espiritismo, abandono, abuso psicológico y maltrato,
creció un tímido Ricardo, que prefería vivir en su mundo, en lugar del mundo en el que
realmente vivía. Allí en su fantasía él era el protagonista y le prestaban atención.
A la edad de trece años aproximadamente, él mismo se inicia en santería como
forma de protegerse de su madre, en un intento por vencerla, por ser mejor y más fuerte.
Para esto realiza un viaje Brasil, en donde tiene experiencias importantes en relación a
la santería y el espiritismo. Al regresar se enfrenta a ella, para luego abandonar el
domicilio que compartían, yéndose a vivir solo, ayudado económicamente por su padre.
Intenta retomar los estudios, concurriendo al liceo, pero termina por abandonarlo.
Comienza varios trabajos, entre ellos de ayudante de su padre, quien realizaba zapatos.
Años después ingresa en el servicio militar, a la edad de dieciocho, en donde
pasa una gran parte estando preso, por encubrimiento en robo de armas. Allí aprendió
el manejo de diversas armas de fuego. Estuvo durante dos años en el servicio militar; y
dos meses después de salir, tienen lugar los crímenes de los taxistas.
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Un antes y un después.
A los veinte años ve a su madre por última vez cuando va a la casa de un novio
de ella, con el cual se casaría; además, se encontraba trabajando en un almacén que
su padre le instaló.
El padre le proporciona un arma calibre .22, en principio, para su protección y la
del negocio. Según relata, luego de trabajar, salía a caminar en la noche, en donde
podía volver a su mundo. Luego de trabajar un corto tiempo en aquel negocio, Ricardo
comienza a sentir que no quiere estar ahí, ni ahí ni en ningún lado.
Ante la pregunta de Busqued de cómo es que termina por irse a vivir a la calle,
Ricardo responde:
“Un lunes salí a caminar, y cuando volví a mi casa… me di cuenta de que no
quería nada. Estuve caminando todo el día, dando vueltas, y cuando toca
volverme a mi casa a la noche, me doy cuenta de que no quería volver (…) yo
NO QUERIA VOLVER. Quería seguir en esa caminata. No estar más en ningún
lado. No quería volver a atender el negocio, nada (…). Entonces fui, agarré
dinero del negocio, la pistola y le dejé una nota a mi viejo arriba del mostrador:
que me iba, que estaba bien. No me llevé nada de mis cosas, lo único que quería
hacer era IRME”2.
De esta forma decide irse a vivir a la calle. Aquel mundo de fantasía que lo
acompañó toda su vida se había visto más apagado durante su estadía en el servicio
militar, ya que el diario vivir dentro de ese dispositivo, tan simplificado a pocas normas,
le permitió agotar el cuerpo y mantener al margen su mundo de fantasía, por lo menos
algún tiempo.
Este mundo paralelo, fulgurante, puede responder a una posible parafrenia. De
hecho, una de las psiquiatras que trató a Melogno durante algunos años afirma estar
altamente de acuerdo con ese diagnóstico. Según Ey, la parafrenia se enmarca dentro
de las psicosis crónicas, y consta de:
“cierto número de delirios crónicos que están caracterizados por: 1) el carácter
fantástico de los temas delirantes; 2) la riqueza imaginativa del delirio; 3) la
yuxtaposición de un mundo fantástico al mundo real, al que el enfermo continúa
adaptándose bien; 4) la ausencia de sistematización; 5) ausencia de evolución
2 Mayúsculas originales.
15
deficitaria, permaneciendo notablemente intacta la capacidad psíquica de estos
enfermos” (p.462, 1978).
Pero a pesar de esto, Ricardo era bastante funcional en el mundo real, si bien
su modo de vida era un tanto bizarro a la edad de veinte años, él lograba vivir de forma
apacible, según relata. Hasta cierto momento en el que todo da un giro.
Maleval (1998) toma varias apreciaciones que realizan diversos autores acerca
de los tiempos del delirio. En el momento en que Ricardo ya no quiere estar en ningún
lado, y elige salir a caminar, se encuentra viviendo un estado de extrañeza y puede bien
ser relacionado con el estado de perplejidad angustiada [P0] que se corresponde con la
deslocalización del goce. A este respecto define a ese primer período como “de
incubación, de malestar, de inquietud, de perplejidad, estrechamente relacionado con
perturbaciones hipocondríacas, revelador de una carencia paterna fundamental, tiene
como característica más importante la deslocalización del goce. Y coincide con una
angustia extrema” (Maleval, 1998).
Existe un momento angustioso en aquella experiencia de extrañeza de acuerdo
a cómo relata Ricardo dicha experiencia:
“(…) Era todo bastante… lejano, bastante sin sentido, no había un sentido, no
recuerdo que hubiera algo que me emocionara, no había nada, ni la música…,
me acuerdo que miraba la tele, pero era como una cosa todo muy lejano, muy
distante”
En La lógica del delirio, Maleval sostiene que “durante el P0 el psicotizado
comprueba que el orden del mundo está perturbado. En el campo de lo simbólico se
abre una falla central que genera angustia y perplejidad” (1998, p. 125). En este sentido,
es importante destacar que Ricardo sufre una experiencia ominosa con respecto a la
realidad, y esto lo perturba, lo deja perplejo. Hace un intento de movimiento y se va a
caminar indefinidamente, sin destino. Por lo cual termina viviendo en la calle, y en estado
de indigencia.
Henri Grivois3, referido por Maleval (1998), plantea que “la perplejidad se asocia
con perturbaciones del lenguaje, de la relación y de la emotividad”. A su vez, también
toma pasajes de Psicopatología general de Karl Jaspers4, para mencionar los
sentimientos desagradables que los sujetos experimentan. Jaspers explica que:
3 Grivois, H. (1990). “Psychose naissante, la reconstruction de lien”. En L´information pychiatrique, núm. 66,9: 848 4 Jaspers, K. (1922). Psychopathologie générale. París: Alcan, 1933. Pág. 87.
16
“Los pacientes tienen sentimientos desagradables; ocurre algo que ellos
presienten. Todo objeto tiene para ellos un nuevo significado. Aquello que les
rodea ha cambiado, pero no desde el punto de vista sensible, grosero,
deformando los detalles – las percepciones sensoriales permanecen
inalteradas –, lo que existe más bien es una alteración fina, penetrante, que lo
envuelve todo en una luz misteriosa y aterradora” (Maleval, 1998).
Esto, si bien es antiguo, permanece bien vigente en la explicación
psicopatológica de los acontecimientos de Ricardo; en ese sin-sentido existencial.
Sumado a eso, Ricardo comienza a percibirse como “observado” por la gente. En este
período podemos apreciar en la vivencia de Ricardo lo que Lacan (1975) denomina
“significación de significación”, ya que éste se encuentra ante una significación que en
sí misma es una significación pero no sabe, a pesar de vivirlo con certeza, cómo
significarla.
Bafico (2013) a su vez plantea que “la perplejidad aparece ante la pregunta
formulada por la falta de significante, que pone en tela de juicio al conjunto del
significante”, y ante este panorama es que el sujeto experimenta sensación de
extrañeza, de no saber exactamente qué hacer, ya que se encuentra en el borde del
agujero, de la hiancia formada en el lugar del significante fundamental. La perplejidad
angustiada, según sostiene Maleval, “constituye un signo clínico directamente
correlacionado con la forclusión del Nombre del Padre” (1998, p. 150).
Su mundo seguía siéndole fiel, y era cuestión de traspasar el umbral y dejarse
tomar por este; a pesar de esto, ante la mirada de los otros se sentía perseguido, y le
generaba vergüenza dicho ensimismamiento, era una sensación más bien instintiva,
según lo que él describe.
En suma, por esto y todo lo anterior, es que se puede pensar que en este
momento de la historia, cuando Ricardo deja el servicio militar y retoma su actividad
cotidiana, es cuando comienza el primer tiempo del delirio, el P0 o período de
perplejidad, experimentado como algo instintivo y ominoso, frente a lo que busca
“correrse” de ahí, quizá sea para buscar lograr una significantización del goce; siendo
que hasta aquí lo que se presencia es la deslocalización del mismo.
Es importante en este punto retomar lo mencionado previamente sobre la función
paterna: si esta se instaura, el sujeto incorpora el significante, pudiendo localizar el
objeto del goce fuera de su propio cuerpo. En tanto la función paterna que regula la ley
del significante, se encuentre forcluida, el goce del Otro buscará la satisfacción en
objetos no separados del propio sujeto.
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Maleval plantea que “con el objeto de escapar a la angustia inherente a P0, que
hace dicha posición altamente inestable, se revelan como posibles numerosas
estrategias. Una de ellas orienta al sujeto hacia un pasaje al acto sacrificial, suicida u
homicida” (1998, p.163).
Mientras tanto, Ricardo seguía cruzando el umbral hacia aquel mundo paralelo,
en donde él es el protagonista.
Un mundo ideal
Es importante destacar que el mencionado mundo paralelo de Ricardo ha sido
forjado por este durante toda su vida, comenzando a experimentarlo en la niñez. Este
mundo propio, que tan accesible era para Ricardo, contenía personajes de cómics,
series y películas, que interactuaban entre sí y le permitían ser el héroe de historias
fantásticas, de las que él era, si se quiere, director, guionista y protagonista. Ricardo
refiere tener “la capacidad de estar en este mundo y en otro a la vez”. Más adelante en
su relato, dice que “entre los dos mundos había una disociación muy grande. Cruzaba
porque estaba más contento del otro lado”.
Según lo trabajado por Henri Ey y Paul Bernard (1994) en cuanto a los delirios
fantásticos, o parafrenias, podemos inferir que en el caso de Ricardo se trata de un
comienzo lento e insidioso, ya que se va desarrollando con el transcurso de los años
desde la niñez hasta la edad adulta.
Por otra parte, Maleval retoma el tema de las parafrenias en su libro La lógica
del delirio, y sustrae una definición realizada por Kraepelin en su Tratado, que tiene que
ver con uno de los subtipos de parafrenia que éste clasifica, y es el de la parafrenia
sistemática. Considero que a los efectos de este trabajo, es únicamente pertinente
exponer la definición de este subtipo, y no de las restantes. La parafrenia sistemática
entonces, según Kraepelin y citado por Maleval, “está caracterizada por el desarrollo
insidioso de un delirio de persecución progresivo con ideas de grandeza y sin
disgregación de la personalidad” (Maleval, 1998).
Siguiendo a Kraepelin y a Henri Claude, Lacan en su libro los Complejos
familiares de 1936, “cuando intenta repartir los diversos delirios en una serie de formas
de detención en las relaciones con el objeto, sitúa a la parafrenia como la forma más
regresiva de retorno al narcisismo primario, en el cual el yo y el objeto se confunden”
(Maleval, 1998).
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Los manuales de diagnóstico actuales, como el DSM IV o V, retiraron la
parafrenia como diagnóstico, y actualmente todas las formas de psicosis crónicas
forman parte de las esquizofrenias. Razón por la cual es posible que haya habido tanta
variación a lo largo de los años con respecto al diagnóstico de Ricardo.
A través del espejo
La noche del primer asesinato había pasado la tarde entera en un cine;
finalmente salió y se quedó de pie en la esquina de este lugar, en la avenida Rivadavia,
del lado de Provincia. De pronto un “deseo interno” le dice: “El taxi que viene”. Al primer
taxi que pasa, lo para, le da una dirección y, al llegar al destino, Melogno, que ya tenía
el arma en mano, le dispara al conductor. Un único disparo en la sien derecha. Solía
cargar una cartera en la cual guardaba su arma ya cargada. Esa cartera oficiaba de
almohada las veces que se encontró durmiendo en la calle.
Algo que lo impactó, según su relato, fue sentirse observado por unos ojos en el
espejo retrovisor del coche, durante esta primera muerte. Eran sus ojos que lo
observaban, se vio a sí mismo en el espejo retrovisor. En aquel momento relata que por
primera vez siente miedo, al sentirse mirado por esos ojos. Puede que en ese momento
él se haya sentido reconocido por primera vez, por unos ojos que en un momento fueron
ajenos. Cuando cuenta sus fantasías, dice que “fantaseaba con ser alguien, cosa que
en la vida real no era” (p. 54, 2018). Esta frase parece significativa siendo que Lacan
plantea que el sujeto busca ser reconocido por un otro, o por el Otro que a veces puede
ser encarnado en la figura de alguien significativo. En el caso de Melogno, este logró
ser reconocido por unos ojos que por un instante no fueron sus ojos, y esto lo convirtió
en alguien.
A este respecto, es pertinente mencionar la definición que realiza Ey sobre las
psicosis delirantes agudas o bouffées delirantes, actualmente conocidos como brotes
psicóticos. Ey plantea que
“se caracterizan por la eclosión súbita de un delirio transitorio, generalmente
polimorfo en sus temas y manifestaciones. Constituyen verdaderas experiencias
delirantes en el sentido de que el delirio es vivenciado como un dato inmediato
de la conciencia modificada, como una ‘experiencia’ de se impone al sujeto
(intuiciones, ilusiones, alucinaciones, sentimientos de extrañeza, etc)” (1994, p.
267).
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Esta experiencia delirante se presenta con algunas características que son
desarrolladas por Ey, de las cuales considero importante mencionar las siguientes: el
delirio irrumpe en forma de certeza en el sujeto de forma brusca y sin causa aparente;
las alucinaciones por lo general son del orden de lo psíquico; se producen oleadas de
delirio, que por lo general son mal hilvanados y sin sistematización, esto genera una
imposición en el sujeto, como si fueran revelaciones. El sujeto es presa de un
desdoblamiento de la experiencia, se mantiene lúcido pero a la vez parece atravesar un
estado de hipnosis, del cual no queda rastro al finalizar el cuadro clínico.
Desde la psiquiatría se le llamará Síndrome de automatismo mental (Síndrome
S), al fenómeno del que es presa Ricardo, cuando percibe aquella certeza de “el taxi
que viene” es el indicado, el elegido. Gaëtan de Clérambault fue quien definió al
automatismo mental como núcleo constitutivo de las psicosis crónicas, y sostuvo que el
delirio venía por añadidura. Lacan nos cuenta en su Seminario III que Clérambault, quien
fue su maestro de psiquiatría, es quien plantea la noción de fenómenos elementales; sin
embargo, sus posturas son divergentes con respecto a estos. Clérambault acentúa la
no relación entre el delirio y los fenómenos elementales, en cambio Lacan sostiene que
“los fenómenos elementales no son más elementales que lo que subyace al conjunto de
la construcción del delirio (…) El delirio no es deducido, reproduce la misma fuerza
constituyente, es también un fenómeno elemental.” (Lacan, 2017, p. 33).
Por su parte, el DSM IV-R se ocupa de describir el episodio psicótico breve de la
siguiente forma:
“Una alteración que comporta el inicio súbito de, por lo menos, uno de los
siguientes síntomas psicóticos positivos: ideas delirantes, alucinaciones, leguaje
desorganizado o comportamiento catatónico o gravemente desorganizado
(criterio A). Un episodio de esta alteración dura por lo menos un día, pero menos
de un mes, y el sujeto acaba recuperando por completo el nivel previo de
actividad (criterio B)” (p. 370, 2001).
Siguiendo a Lacan, sostengo que la sensación corporal que Ricardo describe es
un fenómeno elemental en relación a la estructuración de su delirio, que es su caso es
un fenómeno en relación al cuerpo, a la vez de sufrir una experiencia psicótica que se
desencadena por algún motivo que no se logra precisar.
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Destino e inercia
Durante la primera muerte Ricardo refiere no haber sentido absolutamente nada,
en lo que respecta a su accionar. No hubo angustia, no hubo placer, no hubo miedo.
Ricardo busca encontrarle un sentido a la perpetración de aquel crimen, y lo que
logra es percibir la decisión que toma el taximetrista con respecto al camino a realizar
con ese pasajero como si fuera el destino de éste morir aquella noche. La víctima le
explica que tomará cierta ruta, para evitar una pesquisa militar, y que el viaje será un
poco más largo por este inconveniente, y aclara que su intención no era cobrarle más.
Y el razonamiento que realiza Ricardo es el siguiente:
- El tipo podía haber elegido un lugar que permitía que me revisaran, que me
encuentren el arma y me arresten. Y elige dar una vuelta para cobrarme más
plata, y me lo dice claramente… vos decís: ‘La mierda, este tipo efectivamente
tenía que morir’. Entonces de ahí la teoría que yo tenía en un tiempo de que todo
sucedía por algo… de que había un porqué.
- ¿Y cuál sería ese porqué?
- El destino. Yo pensaba que era el destino de esas personas morir.
El primer tiempo del delirio, que se abordó previamente, se encuentra
estrechamente asociado al segundo período, que es el P1 o de significantización del
goce deslocalizado. En este momento “el enigma que se encuentra en el origen del
delirio persiste durante P1, puesto que dicho período se caracteriza por una movilización
del significante, que se esfuerza por resolverlo, sin conseguirlo todavía” (Maleval, 1998).
Esto es, que a pesar de que el sujeto ya cuente con suficiente material para la
elaboración del delirio, todavía no consigue “identificar su goce en el campo del Otro, de
manera que sus interpretaciones no encuentran la manera de organizarse a partir de un
centro”5.
Ricardo cuenta que luego de la primera muerte, las demás “fueron por inercia”. Era
algo casi impulsivo que a su vez deja una sensación de automatismo de la acción, algo
en lo que no hubo mediación alguna. “Era algo natural, que estaba ahí” describe
Melogno.
5 Íbid., p. 175.
21
Pasaje al acto
A raíz de la idea de lo automático del proceder, considero importante lo que plantea
Lacan acerca de lo maquinal del pasaje al acto. Al respecto Muñoz plantea que “la
maquinaria con la que pone límite al padecimiento impuesto por la presión invasora de
la idea parásita. La maquinaria del pasaje al acto se pone en marcha para alcanzar la
resolución del delirio” (2009, p. 92).
En este sentido, el pasaje al acto puede tener connotación de unicidad, pudiendo
referir a un único acto que prometa la resolución de cierto delirio; mas en el caso de
Melogno, bien sabemos que los homicidios han sido reiterados, por lo cual se podía
hablar de más de un pasaje al acto. Sin embargo, no es así. En este caso no hay una
resolución del delirio dada por ninguno de los homicidios. Hay un claro intento de
significantización del goce del Otro, mediante el argumento concerniente al destino de
muerte de cada uno de esos taxistas, en manos de Ricardo, pero no más que eso.
Al decir de Bafico (2015) “el pasaje al acto está en el lugar de un decir, no consiste
en un mero movimiento o acción sino que es necesario que haya un decir, que encuadre
y fije ese acto” (p. 138).
Acerca del protagonista de este caso, y en referencia al episodio psicótico agudo
que desarrolla, se puede decir que oscila entre los tiempos del P0 y el P1. No llega tanto
al tercer como al cuarto tiempo del delirio, conocidos como P2 y P3 o Identificación del
goce en el Otro y Consentimiento regulado del goce del Otro, respectivamente. Esto no
significa que los delitos cometidos hayan apagado el delirio, ya que ninguno tuvo, según
lo que él mismo relata, nada que nos permita pensar en una solución de la construcción
delirante.
Muñoz (2005) plantea que Lacan, a partir de la introducción de los tres registros,
sostiene que
“el aspecto resolutorio del pasaje al acto en la psicosis se generaliza y deviene
tentativa de operación sobre lo real del goce, lo cual permite explicar los casos en
los que opera como un punto de detenimiento de la psicosis, es decir, como una
estabilización” (p.64).
Por consiguiente, podemos decir que el pasaje al acto tiene como característica, ser
un corte en la temporalidad lógica del delirio, en el intento de producir una diferencia
simbólica en lo real del goce del Otro. Con esto vuelvo a reiterar la importancia en este
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caso de la función que cumple en Ricardo la forclusión del significante primordial, y la
consiguiente ubicación del goce en el lugar del Otro.
De rituales
Luego de cada crimen Ricardo relata una historia que sucede luego de estos
haber sido llevados a cabo.
Vale decir que después de matar, se tomaba unos diez a quince minutos en el
auto, para asegurarse de la muerte de la víctima, mientras fumaba un cigarro.
Posteriormente iba a cenar a un bar que conocía de toda la vida. Pedía siempre lo
mismo: suprema napolitana con papas fritas y de postre mousse de chocolate. Al
momento de las entrevistas refiere que aquellas cenas post-crimen pudieron haber sido
a modo de celebración. Sin duda algo pasaba en él.
Enseguida del primer crimen, lo que recuerda con claridad, son aquellos ojos,
que lo observaban por vez primera, que no reconoció como suyos por unos instantes
pero que lo eran y le generaron un momento de terror.
Luego del segundo asesinato, refiere haber visto por la ventanilla del auto, a una
familia disfrutando de la cena dentro del domicilio: “dos chicos, el padre, la madre parada
y sirviendo la cena”. Pero además, cuenta que días después se cruza con una mujer
que lo intimidaba por lo grande que era ella, pero esta vez él la percibe pequeña. Él se
siente con poder, se siente evolucionado tras aquellos crímenes. Otra particularidad de
este delito es que al otro día Ricardo retorna a la escena del crimen, refiriendo que se
simplemente se encontraba cerca.
Al cometer el tercer delito, en su ritual de la cena, refiere haberse sentido
magnetizado, ya que los cubiertos se le pegaban a las manos, y como eran de metal,
creyó que estaba atrayéndolos mediante algún tipo de campo magnético. Luego se
percató que era la sangre de la víctima lo que generaba esta “habilidad”. Paralelamente
escuchaba a varios taxistas hablando en el bar sobre el presunto asesino, mas a Ricardo
no parecía importarle demasiado.
Con respecto al cuarto y último crimen, se lleva a cabo como todos los demás,
pero al irse de la escena se encuentra con un taxi de frente a él, que de éste baja un
individuo y lo apunta con un arma, le dispara pero no sale la bala. Y ante esta situación,
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Ricardo apunta con su arma y le pide al sujeto que se retire, mostrando su insignia de
militar al atento público que observaba dicha escena.
Si bien no hubo algo que marcara el final de la elaboración delirante, por algún
motivo la actitud de Ricardo ciertamente evolucionó durante aquella semana. Luego, él
refiere haber percibido que aquel impulso, aquella sensación corporal había
desaparecido. No evitó ser entregado, ni capturado. No evitó colaborar con la justicia en
su caso. Pero no pudo dar motivo alguno por sus actos criminales.
Maleval sostiene que para que exista un P2, un tiempo de Identificación del goce
en el Otro, esto implicaría “estar en condiciones de situar en el campo del Otro un
significante que permita nombrar el goce. A partir de entonces se instaura una certeza
que determina sin reservas la existencia del sujeto” (1998, p. 209). Considero que el
material que se dispone sobre Melogno en este aspecto no es del todo suficiente, ya
que el único determinante que podría ser tomado en cuenta sería la certeza que este
tiene con respecto a que era el destino de ellos morir aquellos días. Pero considero que
no hay una identificación propiamente dicha del goce en el Otro.
De vuelta a la realidad
Tras el procesamiento Ricardo pasó por distintas instituciones psiquiátricas y
penitenciarias desde entonces hasta hoy día. Hubo un duro y prolongado tratamiento
medicamentoso, que tras varios años logró de cierta forma resetear a Ricardo y le
permitió llevar una vida estable en prisión. Aquel mundo de fantasía al que tan fácilmente
accedía se fue apagando, hasta que finalmente hubo un día en el que él describe haber
despertado, todo aquello le parecía un sueño que ahora era inaccesible.
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Conclusiones
En líneas generales se puede decir que se trata de un caso de psicosis crónica,
entendida según Ey, y sub-clasificada en parafrenia, o de delirios fantásticos. Tuvo un
comienzo insidioso, puesto que el sujeto presentaba ricas ideaciones fantásticas desde
temprana edad. Cabe destacar que él ya presenta una estructura psicótica de base pero
que al tratarse de una parafrenia, esto le permitía moverse sin grandes dificultades en
la realidad, y contactar con aquel universo paralelo cuando él quisiera.
Tuvo una infancia marcada por la violencia, además del misticismo que engloba el
espiritismo. Su padre estuvo bastante ausente durante la infancia, y su madre se
caracterizaba por ser distante y violenta. Durante la pre-adolescencia reafirmó las
creencias en lo místico, y no logró ser parte de grupos de pertenencia que pudieran
oficiar de sostén y apoyo. Estos son períodos vitales de gran importancia para Ressler
en la constitución de las personalidades homicidas. Por diversas vicisitudes del
transcurso de su vida familiar, Ricardo se vio envuelto en el espiritismo hasta el
momento actual, lo cual le generó muchos miedos al principio, pero eventualmente lo
utilizó como un arma de defensa.
A la edad de veinte es cuando tienen lugar los cuatro crimines que son de su
autoría. Según su accionar, podemos clasificar a Melogno dentro de nos denominados
“asesinos desorganizados”, ya que cumple con varias de las características que
conforman a este subgrupo, a saber: No había planificación del crimen; no carga con el
kit de herramientas para matar, utiliza simplemente un arma; no existe vínculo con la
víctima hasta el momento del incidente; no se preocupa por la evidencia, se marcha sin
mayores consideraciones; no le interesa esconder el cuerpo de la víctima. A esto hay
que agregarle la decisión de vivir en la calle, por lo cual su higiene, su aspecto y su
salud se encontraban alterados.
Hubo muy poco tiempo entre cada una de las muertes, habiendo ocurrido la
totalidad de estas en un lapso de una semana; lo cual tiene que ver con otra de las
características que Ressler menciona sobre los asesinos seriales.
Se plantea un posible episodio psicótico breve, que según lo describen los
autores del DSM IV-R. De todos modos, también se toma principalmente lo propuesto
por Ey en relación a lo que hace a las psicosis delirantes agudas para determinar lo
acontecido en el caso de Melogno. Durante este episodio, del que Ricardo tiene pocos
recuerdos (una importante característica de este tipo de trastornos breves), fue que llevó
a cabo los asesinatos.
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Luego del cuarto crimen, el impulso cesó. Volvió a la casa de su padre, y con los
documentos de las víctimas armó un altar, para protegerse de los espíritus de las
víctimas; de vuelta, la presencia de todo aquello místico que es clave en la vida de
Ricardo. Su hermano lo entrega y desde entonces, como se dijo previamente, ha pasado
encerrado.
Actualmente sigue sin haber un diagnóstico específico para Ricardo, ya que su
estadía por las distintas instituciones penitenciarias lo llevó a padecer patologías propias
del encierro aunque siempre manteniendo su estructura.
Su pasaje por las dichas instituciones, lo llevó en el año 1987, a la Unidad 20 del
Hospital Borda con un diagnóstico de “insania mental”. Permaneció allí hasta el 2011, y
desde esa fecha hasta esta parte se encuentra en el hospital psiquiátrico del complejo
penal de Ezeiza.
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Anexo
En una entrevista al escritor Carlos Busqued, el periodista de La Nación, Gabriel de
Nicola le realiza, entre otras, esta pregunta que considero relevante para la presentación
de este caso.
7 de septiembre de 2018
¿Qué le llamó la atención de la historia como para escribir un libro?
Me parece que su componente esencial es la extrañeza: lo infrecuente de su caso
clínico, lo insistente del formato de los crímenes acompañado de su falta de motivo. La
falta, incluso, de un motivo inferible. El clima crepuscular en su cabeza durante el mes
que vivió en la calle. Y, posteriormente, su paso por instituciones de terror, como la
Unidad 20 del Hospital Borda. Su tránsito a la estabilización, también misterioso. La
lucidez con la que habla y lo extraño del fenómeno del que fue protagonista.
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Referencias
Bafico, J. (2013) Casos locos. Montevideo, Uruguay: Psicolibros Universitario.
Bafico, J. (2015) El origen de la monstruosidad. Buenos Aires, Argentina: Indicios
Busqued, C. (2018) Magnetizado. Buenos Aires, Argentina: Anagrama
DSM IV. (1995) Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Barcelona,
España: Ed. Masson.
Ey, H., Bernard, P. (1994) Tratado de Psiquiatría. España: Ed. Masson.
https://www.lanacion.com.ar/sociedad/el-asesino-taxistas-semana-locura-muerte-
mataderos-nid2168826
Lacan, J. (2017) El Seminario III: Las psicosis. Buenos Aires, Argentina: Paidós
Maleval, JC. (1998) Lógica del delirio. Barcelona, España: Ediciones del Serbal.
Maleval, JC. (2002) La forclusión del Nombre del Padre: el concepto y su clínica. 1° ed.
Buenos Aires, Argentina: Paidós.
Muñoz, P. (2005) La solución del pasaje al acto agresivo en la estructura paranoica,
continuidad y discontinuidad. XII Jornadas de investigación y Primer Encuentro de
Investigadores en Psicología del Mercosur. Facultad de Psicología – Universidad de
Buenos Aires, Buenos Aires. Recuperado de: https://www.aacademica.org/000-051/89
28
Muñoz, P. (2009) La invención lacaniana del pasaje al acto: de la psiquiatría al
psicoanálisis. 1° ed. Buenos Aires, Argentina: Manantial
Novas, M. (s.f). La Forclusión del nombre del Padre. El concepto y su clínica. De Jean
Claude Maleval.
Recuperado de: http://www.querencia.psico.edu.uy/libros/mnovas0803.htm
Romi, J. (2011) Algunas reflexiones criminológicas y psicopatológicas sobre los
crímenes seriales. Rev. Arg. De Psiquiatría, Vol. XXII (p175-187)