Ruffinato, Boccaccio y Don Juan Manuel

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En su «Introducción al Decameron», un breve ensayo del año 1970 inclui- do en la traducción española de I segni e la critica (Crítica bajo control), Cesare Segre escribía: «La narrativa de Boccaccio se desarrolla en tres dimensiones: las relaciones bidimensionales entre sujeto y objeto, entre el hombre y el mundo, se integran en la dimensión de los ideales formales (que son también ideales sociales)»; añadiendo después que en el mundo del Decameron «se censuran los vicios no ya por sus consecuencias en la pers- pectiva de la eternidad, sino porque ofuscan o entorpecen las mejores cuali- dades del hombre»; y precisando, finalmente, que «en los cien cuentos, hay un valor ejemplar; pero el ejemplo, no llevado directamente a las categorías éticas, se sugiere como resultado —uno de los muchos posibles— de los impulsos morales y materiales que actúan sobre el hombre» (C. Segre [1970: 302-303]). Al redactar esta lista de rasgos distintivos, Cesare Segre tenía muy pre- sentes como términos de comparación otros géneros literarios pertenecientes al universo semiótico de la narratio brevis medieval (como la legenda, el exemplum, el fabliau, las vidas, etc.), donde también se hallaban rasgos pare- cidos pero tan sólo en el plano de las tendencias y mezclados con rasgos de carácter opuesto que le permitían a la instancia didascálica sobreponerse a la instancia narrativa suavizando considerablemente el vértigo de la diégesis. De hecho, incluso los más optimistas de entre los comparatistas españo- les (me refiero, naturalmente, a los que le otorgan a don Juan Manuel el títu- lo de «Boccaccio español») nunca pudieron esconder la distancia muy gran- de que tanto desde el punto de vista formal como en la perspectiva ideológica Cuadernos de Filología Italiana ISSN: 1133-9527 2001, n.º extraordinario: 137-156 137 Boccaccio y don Juan Manuel: el quehacer ficcional y las ideologías Aldo RUFFINATTO Universidad de Turín

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Artículo del famoso hispanista italiano, en el que compara los enxemplos de Don Juan Manuel con las novelle de Boccaccio

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  • En su Introduccin al Decameron, un breve ensayo del ao 1970 inclui-do en la traduccin espaola de I segni e la critica (Crtica bajo control),Cesare Segre escriba: La narrativa de Boccaccio se desarrolla en tresdimensiones: las relaciones bidimensionales entre sujeto y objeto, entre elhombre y el mundo, se integran en la dimensin de los ideales formales (queson tambin ideales sociales); aadiendo despus que en el mundo delDecameron se censuran los vicios no ya por sus consecuencias en la pers-pectiva de la eternidad, sino porque ofuscan o entorpecen las mejores cuali-dades del hombre; y precisando, finalmente, que en los cien cuentos, hayun valor ejemplar; pero el ejemplo, no llevado directamente a las categorasticas, se sugiere como resultado uno de los muchos posibles de losimpulsos morales y materiales que actan sobre el hombre (C. Segre [1970:302-303]).

    Al redactar esta lista de rasgos distintivos, Cesare Segre tena muy pre-sentes como trminos de comparacin otros gneros literarios pertenecientesal universo semitico de la narratio brevis medieval (como la legenda, elexemplum, el fabliau, las vidas, etc.), donde tambin se hallaban rasgos pare-cidos pero tan slo en el plano de las tendencias y mezclados con rasgos decarcter opuesto que le permitan a la instancia didasclica sobreponerse a lainstancia narrativa suavizando considerablemente el vrtigo de la digesis.

    De hecho, incluso los ms optimistas de entre los comparatistas espao-les (me refiero, naturalmente, a los que le otorgan a don Juan Manuel el ttu-lo de Boccaccio espaol) nunca pudieron esconder la distancia muy gran-de que tanto desde el punto de vista formal como en la perspectiva ideolgica

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    Boccaccio y don Juan Manuel: el quehacer ficcional y las ideologas

    Aldo RUFFINATTOUniversidad de Turn

  • separa el conocido ejercicio narrativo de don Juan Manuel (el Libro del Con-de Lucanor y de Patronio) de la obra maestra de Boccaccio. Se trata, en resu-midas cuentas, de la misma distancia que separa el ejemplo de la novella,aunque no siempre las afirmaciones de carcter general o terico que se for-mulan a este respecto resultan oportunamente respaldadas por las necesariascomprobaciones en el campo.

    Y es justamente esto lo que pretendo hacer ahora poniendo frente a fren-te dos objetos privilegiados: el Ejemplo L del Conde Lucanor (De lo quecontesi a Saladn con una duea, muger de un su vasallo) y la quintanovella de la primera Jornada del Decameron (La marchesana di Monferra-to, con un convito di galline e con alquante leggiadre parolette, reprime ilfolle amore del re di Francia).

    Las razones de dicha eleccin no pertenecen de ninguna manera a lacasualidad: se trata de dos relatos llevados a cabo ms o menos en la mismapoca pero en total independencia el uno del otro. Ambos pretenden demos-trar una tesis: et por ende vos ruego que me digades cul es la mejor cosaque omne puede aver en s, por lo que atae al Conde Lucanor (ed. J. M.Blecua 1983: 413); mientras que en lo referente a la novella de la marquesade Monferrato se intenta comprobar quanta sia la forza delle belle e pronterisposte, e s ancora perch quanto negli uomini gran senno il cercar da-mar sempre donna di pi alto legnaggio chegli non , cos nelle donne grandissimo avvedimento il sapersi guardare dal prendersi dello amore dimaggiore uomo chella non (ed. V. Branca 1951: 85).

    Ambos desarrollan el tema de la mujer honesta acechada por un pode-roso cuyos materiales narrativos se remontan a un arquetipo oriental que, sinembargo, llega a los dos autores por distintos caminos.

    Para poder captar con mayor conocimiento de causa las operaciones efec-tuadas por don Juan Manuel y Boccaccio en sus respectivos laboratorios, con-viene ofrecer una representacin esquemtica del arquetipo narrativo al que,por la una o la otra vertiente, ambos se dirigan: don Juan Manuel siguiendoel camino preciso y concreto del Libro de los engaos1, Boccaccio recorrien-

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    1 He aqu el texto segn la edicin crtica de E. Vuolo: Oy dezir que un rrey que ama-va mucho las mugeres, e non ava otra mala manera sinon esta. E sey el rrey un da encimade un soberado muy alto; e mir ayuso e vido una muger muy fermosa. E pagose mucho della,e enbi a demandar su amor. E ella dixo que non lo podra fazer seyendo su marido en la villa.E quando el rrey oy esto, enbi a su marido a una hueste. E la muger era muy casta e muybuena e muy entendida. E dixo: Seor, t eres mi seor e yo so tu sierva; e lo que t qui-

  • do un sendero desconocido aunque indudablemente relacionado con la ramaoriental del Sindbad.

    Dicho esquema, basado especialmente en las funciones de los personajes,pondr de manifiesto tanto la doble dimensin de la historia (primera ysegunda parte), como los fenmenos de duplicacin que aparecen en el pro-totipo del relato de la mujer honesta cuyas huellas se perciben claramente enun captulo de Las mil y una noches2). Y, finalmente, las variables de intrigaplanteadas por las distintas manifestaciones de la historia anteriormente a lasversiones manuelina y boccacciana:

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    sieres quirolo yo. Mas yrme he a los vaos afeytar. E quando torn, diol un libro de sumarido en que ava leyes e juyzios de los rreyes de commo escarmentavan a las mugeres quefazan adulterios; e dixo: Seor, ley por ese libro fasta que me afeyte. E el rrey abri el libro;e fall en el primer captulo cmmo deva el adulterio ser defendido. E ovo gran vergena, epesol mucho de lo qul quisiera fazer; e puso el libro en tierra e sallse por la puerta de lacmara, e dex los arcorcoles so el lecho en que estava asentado. E en esto lleg su marido dela hueste. E quando se asent l en su casa, sospech que y durmiera el rrey con su muger: eovo miedo e non os dezir nada por miedo del rrey, e non os entrar do ella estava; e dur estogran sazn. E la muger dxolo a sus parientes que su marido que la ava dexado, e non sabapor qul rrazn. E ellos dixironlo a su marido: Por qu non te llegas a tu muger? E eldixo: Yo fall los alcolcoles del rrey en mi casa, e he miedo; e por eso non me oso llegar aella. E ellos dixieron: Vayamos al rrey, e agora dmosle enxemplo de aqueste fecho dela muger, e non le declaremos el fecho de la muger; e si l entendido fuere, luego lo entende-r. E estonces entraron al rrey, e dixironle: Seor, nos aviemos una tierra e dimosla a esteomne bueno a labrar, que la labrase e la desfrutase del fruto della. E l fzolo as una gransazn, e dexola una gran piea por labrar. E el rrey dixo: Qu dizes t a esto? E elomne bueno rrespondi e dixo: Verdat dizen que me dieron una tierra as commo llosdizen; e quando fuy un da por la tierra, fall rrastro del len, e ove miedo que me conbri:por ende dex la tierra por labrar. E dixo el rrey: Verdat es que entr el len en lla; masnon te fizo cosa que te oviese de fazer, nin te torn mal dello. Por ende toma tu tierra, e lbra-la. E el omne bueno torn a su muger e preguntole por que fecho fuera aquello; e ella cont-gelo todo, e dxole la verdat commo le conteciera con l. E l creyola, por las seales queldixiera el rrey, e despus se fiava en lla ms que non dante (ed. E. Vuolo 1980: 15-17).

    2 Dicho arquetipo, segn nos sugiere A. Gonzlez Palencia (1926: 46-53; 1946: 29-30),no se alejara mucho de la versin del cuento de la mujer honesta tal como, hacia la primeramitad del siglo XI, lo haba propuesto al-Yahiz, uno de los mayores prosistas rabes del tiem-po. Chauvin (1902 122-123) lo resume as: Ayant vu la femme du vizir de son toit, un roicharge ce vizir dune mission lointaine et se prsente sa femme. Elle le reoit bien, lui faitlire un livre de morale et lui sert quatre-vingt dix mets ayant la mme saveur. Elle les compa-re aux baisers des quatre-vingt-dix femmes quil a chez lui; le roi, qui comprend lallgorie,se retire, mais oublie son anneau. Le vizir, son retour, le trouve et sloigne un an de sa fem-me. Le beau-pre se plaint au roi, qui dit au vizir que le lion dont il a vu la trace na causaucun dommage au jardin et ne sy montrera plus.

  • 1. Parte:1. Un poderoso ve a una bella mujer y siente de inmediato pasin por ella. 2. Determina, pues, el alejamiento del marido de la mujer hermosa y la

    eliminacin consiguiente del obstculo que puede estorbar la reali-zacin del deseo.

    3. El poderoso intenta seducir a la mujer. 4. La mujer trata de oponerse al deseo del poderoso:

    4a) dndole un libro para que lo lea; 4b) ofrecindole varios manjares pero todos de un mismo sabor.

    5. El poderoso abandona su intencin: 5a) tras haber ledo el libro; 5b) tras haber captado el mensaje transmitido por los manjares de

    un mismo sabor. 6. El poderoso se aleja de la casa de la mujer. 7. Al marcharse, el poderoso deja una huella de su visita.

    2. Parte: 8. Regreso del marido de la mujer honesta. 9. El marido descubre la huella del poderoso (la huella del len).

    10. El marido se aparta de su esposa. 11. La esposa descubre a sus parientes el abandono. 12. Los parientes solicitan explicaciones del marido y las obtienen. 13. Se piden aclaraciones al poderoso (por va metafrica). 14. Respuesta tranquilizadora del poderoso, en los mismos trminos. 15. El marido vuelve a su casa y se apacigua con su esposa.

    Cotejando este esquema con las versiones de don Juan Manuel y Boc-caccio se descubre de inmediato que los dos, por razones inherentes a la eco-noma de sus respectivos proyectos diegticos, omiten la segunda parte delrelato primitivo, dejando caer la funcin n. 7 (Al marcharse, el poderosodeja una huella de su visita), es decir, la funcin que en el esquema arque-tpico desempea el rol de elemento de conexin entre la primera y la segun-da parte. Y justamente en virtud de la desaparicin de la huella se originauna intensificacin de los posibles narrativos y un ensanchamiento de la intri-ga en el Conde Lucanor y en el Decamern que, de tal manera, toman cadavez ms las distancias del arquetipo engendrando nuevos mundos (posibles),harto desviados del punto de referencia (el modelo oriental), pero tambinmuy diferentes entre s.

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  • En este ltimo asunto, o sea, en el conflicto entre mundos derivados pon-dremos ahora el acento examinando en detalle las maniobras realizadas pordon Juan Manuel y Boccaccio, respectivamente, a lo largo del camino dieg-tico dibujado por el arquetipo.

    Comencemos por don Juan Manuel, cuyo Libro de los Enxiemplos delConde Lucanor e de Patronio se acab de escribir en 1335, o sea, unos quin-ce aos antes que el Decamern.

    El arranque de la parte narrativa3 del Ejemplo 50 comprende una varian-te actorial4 de no escaso valor para el desarrollo de la intriga: el poderosogenrico y mujeriego del mundo de referencia arquetpico (un rey que ama-va mucho las mugeres en el Sendebar), trasladndose al mundo de CL, I. 50,adquiere el semblante de Saladino, el sultn de Babilonia, es decir, el sem-blante de un personaje que la cultura de la Edad Media sealaba como sm-bolo de perfeccin5. En otras palabras, el individuo genrico del punto departida se convierte en el individuo simblico del punto de llegada dejandoas entender que el desplazamiento de un mundo narrativo a otro supone tam-bin el pasaje de un constructo cultural6 a otro. Ms detalladamente, elpaquete de las propiedades bsicas del individuo del Sendebar (calidad de

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    3 Como es bien sabido, todo Ejemplo manuelino abarca una parte didasclica, enco-mendada al dilogo entre el conde Lucanor (que representa emblemticamente la imagen deun seor feudal) y Patronio (su consejero), y una parte narrativa, que corre a cargo del conse-jero Patronio. Desde ahora en adelante, hablando de Conde Lucanor, I. 50 (siglado CL, I. 50),se har referencia tan solo a la parte narrativa de dicho Ejemplo.

    4 Utilizo esta definicin en el sentido, hoy da cannico, que le dio A. J. Greimas en suSmantique structurale (A. J. Greimas 1966: passim).

    5 Creo que no hace falta rememorar la fortuna de la que goz la imagen de Saladino(histricamente Yussuf Salah-ed-Din, 1137-1197) en las literaturas romnicas. En Italia se evi-denci la sagacidad, destreza y perspicacia de Saladino, en conformidad con una jerarquiza-cin esttica de la vida social. Mientras que en los textos franceses, el mismo personaje sehalla comprometido en batallas jurdicas y conflictos intelectuales que abarquen una verdadabsoluta y triunfadora. El Saladino de don Juan Manuel se relaciona lgicamente con la tradi-cin espaola que le confiere el ttulo de emisor y destinatario de prudentes consejos, arque-tipo de magnanimidad y ejemplar conducta moral (Cf. A. Castro, Presencia del Sultn Sala-dino en las literaturas romnicas, en Semblanzas y Estudios Espaoles, Princeton 1956, pp. 21-42).

    6 Un mondo possibile un costrutto culturale [...] Un mondo narrativo prende aprestito salvo indicazioni in contrario propriet del mondo reale e per far questo senzadispendio di energie mette in gioco individui gi riconoscibili come tali, senza ricostruirlipropriet per propriet. Il testo ci fornisce gli individui attraverso nomi comuni o proprii (U. Eco 1979: 130-131).

  • genrico [un rey]; personificacin de un vicio [que amava mucho lasmugeres]) remiten al mundo sin tiempo y sin fronteras del cuento de hadas odel relato fantstico, mientras que las propiedades del individuo del CL(calidad de simblico, modelo de perfeccin) remiten al mundo estticoy codificado de la cultura cristiana medieval en su manifestacin castellanadel siglo XIV.

    Y en coherencia estrecha con los principios reguladores de este mun-do, no recae directamente sobre el individuo, como en el arquetipo, la res-ponsabilidad del enamoramiento del seor poderoso (funcin n. 1), sinoque incumbe por entero sobre una fuerza ajena depositaria del Mal, esdecir, el Diablo: Et el diablo, que siempre se trabaja en que faga el omnelo ms desaguisado, puso en el talante de Saladn que olbidasse todo loque deva guardar e que amasse aquella duea non commo deva (ed. Ble-cua, 415).

    Puede decirse lo mismo con respecto a la funcin n. 2, pues el gesto infa-mante del poderoso (Alejamiento del marido de la mujer hermosa) resultaaqu encomendado, aunque no exactamente al diablo, por lo menos a unaproyeccin simblica del mismo, es decir, a un consejero maligno: E aquelmal consejero consejol que enviasse por su marido e quel fiziesse muchobien e quel diesse muy grant gente de que fuesse mayoral; e a cabo de algu-nos das, quel enviasse a alguna tierra luee en su servicio [...]. Esto plogo aSaladn e fizo lo ass (ed. Blecua, 415).

    Despus, la accin contina con el intento de seduccin llevado a cabopor Saladino (funcin n. 3) y con la resistencia de la mujer (funcin n. 4), aligual que en el Sendebar pero con mayor complejidad en el plano de la ela-boracin discursiva. Complejidad que en su mayor parte depende de laampliacin del espectro semntico de amor, un lexema que al comienzo,abarcaba un solo color: es decir, amor como apetito natural.

    Por lo que concierne a las modalidades de la resistencia de la mujer (fun-ciones 4a y 4b), conviene preliminarmente especificar que el ejemplar delrelato de don Juan Manuel (recurdese que el cuento manuelino llega alarquetipo a travs de un intermediario conocido, a saber el Sendebar o Librode los engaos) omite la modalidad 4b y, por consiguiente, la funcin deri-vada 5b. Lo que le confiere al itinerario 4a 5a la propiedad de alternativa ni-ca o, si se prefiere, obligada en CL. Pero, si en el Sendebar este itinerario seagotaba con rapidez a lo largo de pocas secuencias (entrega del libro lecturaarrepentimiento), en CL la variante atribucin de una tarea difcil, quereemplaza en todo y de manera apropiada la entrega del libro, determina el

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  • comienzo de una qute muy onerosa alrededor de la cual se desarrolla elncleo central, y tambin el ms extenso, del relato manuelino.

    Examinemos los distintos momentos que caracterizan la qute en el rela-to de don Juan Manuel:

    a) Saladino se dirige a los sabios de su tierra para conseguir una res-puesta apropiada a la cuestin planteada por la mujer, pero sin xito;

    b) a escondidas y acompaado por dos juglares cruza el mar y se tras-lada primeramente a la corte del papa y despus a la del rey de Fran-cia y otros reyes, pero en balde;

    c) cansado de peregrinar, acepta la invitacin que le hace un escudero,hijo de un viejo caballero, para que se hospede en su casa y hable consu padre;

    d) el caballero anciano, odas las palabras de Saladino, le entrega la res-puesta deseada aadiendo que, bajo el disfraz, ha reconocido su ver-dadera identidad;

    e) Saladino, concluda la pesquisa, regresa rpido a su patria donde susvasallos lo reciben con mucha alegra.

    Todo esto expresa un alejamiento marcado de los modelos, tericos yconcretos, pero al mismo tiempo descubre una conexin estrecha del relatomanuelino con el marco tpico de la novela medieval, sobre todo arturiana;puesto que la qute, como observa Zumthor, constituy para generacionesenteras de novelistas el tipo por antonomasia de la narracin (P. Zumthor,1973: 359). La qute, adems, incluye cierto nmero de convenciones (debi-damente subrayadas por Zumthor) a las que el ejercicio narrativo de don JuanManuel se ajusta puntualmente:

    1. enmascaramiento o disfraz del protagonista (Saladino se disfraza dejuglar);

    2. desplazamiento (Saladino desde su tierra se traslada a Europa);3. celeridad en el desplazarse (el movimiento frentico de Saladino que-

    da acentuado, en el plano formal, por disposicin paratctica de lassecuencias narrativas y, en el nivel de la expresin, por toda una seriede sintagmas como yvan muy a grant priessa, quanto ms anapudo, etc.);

    4. sensacin de vaco debida a la salida del protagonista (lo que, en CL,I. 50, se desprende del entusiasmo que suscita el regreso de Saladino

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  • a sus tierras: E desque lleg a su tierra, ovieron las gentes con lmuy grand plazer e fizieron muy grant alegra por su venida).

    Y justamente la qute requiere que la adquisicin del objeto se lleve acabo para el mayor bien del hroe y de la comunidad a la que pertenece (P.Zumthor, 1973: 359); y eso, dado el peculiar planteamiento de CL,I. 50, nopuede ocurrir sino a costa de una operacin dialctica que acte situando elmal en el mbito de la realizacin del deseo (del hroe) y el bien en elespacio de la supresin del deseo. De ah, la extensa cola del relato en la ver-sin manuelina, cuya funcin especfica se manifiesta en la formulacin delas premisas de un silogismo que llevan, como consecuencia necesaria, a lasiguiente conclusin: el bien (es ms, la mejor cosa del mundo) resideen la supresin del deseo o, si se prefiere, en la vergenza: E seor dicela mujer a Saladino, pues vos esto conoscedes, e sodes el mejor omne delmundo, pido vos por merced que querades en vos la mejor cosa del mundo,que es la vergena, e que ayades vergena de lo que me dezides (ed. Ble-cua, 419).

    El amor concupiscientiae que, en conformidad con los principios de ti-ca de Santo Toms, haba engendrado la falta de equilibrio inicial, se con-vierte en amor benevolentiae; y esta trasformacin determina, junto con larestauracin del equilibrio, la conclusin del relato: E commoquier que lal amava ante de otro amor, amola muy ms dall adelante de amor leal everdadero, qual deve aver el buen seor e leal a todas sus gentes (ed. Ble-cua, 420).

    No casualmente, pues, la elaboracin del tema de la mujer honesta de par-te de don Juan Manuel adquiere el tono, ms que de un cuento, de un captu-lo de doctrina moral con elementos narrativos aadidos de manera artificiosa(en suma, un ejemplo en el Ejemplo); tanto es as que el injerto de la qu-te en la delgada rama de un intento de seduccin determina efectos extra-vagantes, pero no simplemente a los ojos del lector sino tambin, por extraoque esto pueda aparecer, a los ojos del personaje implicado en la accin debsqueda, quien no duda en subrayar la falta de proporcin entre la magnitudde los medios utilizados y la nimiedad del fin perseguido: E en esto mortanto tiempo que era ya repentido de lo que ava comenado. E ya por la due-a non fiziera tanto; mas porque l era tan buen omne, tena quel era menguasi dexasse de saber aquello que ava comenado (ed. Blecua, 417).

    Hace falta, pues, modificar el impulso inicial (deseo sexual) en bene-ficio de algo ms honrado (deseo de conocimiento), para que la qute pue-

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  • da proceder y alcanzar el efecto deseado. Por otro lado, este cambio de pers-pectiva desva la atencin del hroe del objeto principal de su misin, y ladesva hasta tal punto que, una vez obtenida la respuesta y comprobada suautenticidad, el entendimiento del hroe no llega a valorar el contraste queprecisamente este tipo de respuesta establece con su entencin primera7.

    As las cosas, le corresponde a la mujer la tarea de establecer, a travs deun silogismo, una relacin entre los trminos que el entendimiento de Saladi-no mantiene separados, a saber:

    1. cul sea la mejor cosa que un hombre puede haber en s, madrey cabeza de todas las bondades (lase: la vergenza);

    2. quin sea el mejor hombre del mundo (= Saladino); 3. cmo deba comportarse el mejor hombre del mundo tras haber ave-

    riguado el punto 1 (= sentir vergenza y desistir de las intencionesdesvergonzadas).

    Tan solo despus de haber llegado a este punto, el narrador le permite asu personaje que tome conciencia del pecado muy grave que hubiera podidocometer, dndole, al mismo tiempo, permiso para actuar segn los parme-tros que le pertenecen: justicia, liberalidad y generosidad. Y justamente mer-ced a esta ltima virtud se abre una oportunidad tambin en favor del mari-do de la mujer honesta, quien, a pesar de que siga sin gozar de propiedadesactanciales especficas, obtiene por lo menos la dignidad de mencin al aca-barse el relato: E sealadamente por la su bondat della [la mujer honesta](Saladino) envi por su marido e fzoles tanta onra e tanta mercet porqueellos, e todos los que dellos vinieron, fueron muy bien andantes entre todossus vezinos (ed. Blecua, 421).

    Pero todo esto, si lo miramos bien, tiene principalmente el aspecto de unapndice ornamental all colocado para cerrar armnicamente el relato (algoparecido a la frmula y todos fueron felices de los cuentos de hadas); y nojustifica, por supuesto, la cantidad de energas (narrativas) dispensadas pordon Juan Manuel al principio del relato para apartar de la escena a un perso-naje en apariencia incmodo. De hecho, como ya sabemos, el marido de la

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    7 Incumbe a don Juan Manuel la responsabilidad del juego etimolgico engendrado porel contraste entre entendimiento (= facultad de entender, inteligencia) y entencin (= deseo,intencin). Adems, la mayor parte de CL, I. 50, se fundamenta en esta pareja relacionndosecon la oposicin antecedente/consecuente (cf. A. DAgostino, 1976: 222).

  • mujer honesta (en tanto personaje) puede expresar su potencialidad diegticatan solo en la segunda parte de la historia, como consecuencia de la huelladel len; es decir, la parte que, por razones inherentes a la economa de susmensajes, queda desatendida tanto por don Juan Manuel como por Boccac-cio. De manera que la persistencia de este personaje incmodo en la esce-na de un mundo posible que abarca simplemente la primera parte de la his-toria (como ocurre en CL, I. 50) resulta ser por lo menos impertinente o, decualquier modo, escasamente funcional con respecto al desarrollo de losacontecimientos; en definitiva, una persistencia debida ms a la influencia delmodelo que a exigencias narrativas concretas.

    Finalmente, es posible afirmar que la digesis manuelina, en ste comoen otros casos, se somete a las preeminentes exigencias didasclicas inclusocuando la instancia narrativa parece brotar con mayor fuerza y autonoma. Loque se percibe con claridad en las desproporciones, contrastes y excesos quelos elementos peculiarmente narrativos engendran en el interior de unaestructura cuya funcin primaria debera ser la de recogerlos como partesintegrantes de un diseo unitario, simtrico y armnico.

    Por el contrario, en CL, I. 50, elementos narrativos importantes y plena-mente codificados ya en la poca manuelina, como, por ejemplo, la qute, enlugar de integrarse con las partes restantes del relato, producen efectos muymarcados de desproporcin y ocasionan desequilibrios en el propio niveltemtico comprometiendo al narrador en atrevidos ejercicios dialcticos pararestablecer la armona del conjunto. O bien, otros elementos de importancia,como la figura del Marido dentro del consabido tringulo amoroso (Marido-Mujer-Amante) debido en esta ocasin al deseo pecaminoso de Saladino, semuestran faltos de propiedades actanciales y se sitan en los mrgenes de laaccin al igual que los elementos circunstanciales8.

    En resumidas cuentas, las aparentes concesiones que don Juan Manuelhace a la instancia narrativa en CL, I. 50, no acrecientan funcionalmente elrecorrido diegtico del Ejemplo, sino que se sobreponen al mismo engen-drando, por un lado, efectos de desviacin e introduciendo, por otro lado,residuos narrativamente apagados. De ah deriva que la versin manuelina del

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    8 Utilizo aqu el trmino circunstante en el sentido que, en un primer momento y enun mbito especialmente gramatical, le confiri L. Tesnire (1959) y que, despus, recogi A.J. Greimas y otros adaptndolo al espacio narratolgico. Con la ayuda de una expresin for-mular, puede decirse que el circunstante es al actante como la situacin, de por s estti-ca, es al personaje en accin.

  • relato de la mujer honesta descubra, al menos por lo que atae a la narracinpropiamente dicha, un nivel muy alto de incoherencia; cosa que no debe pro-yectarse en la pantalla del rendimiento esttico (pecaramos de trivialidad siquisiramos achacarle a don Juan Manuel escasas dotes de fabulacin), sinoque requiere criterios de valoracin totalmente distintos.

    En esta circunstancia, y en homenaje a los principios de la predicacinreligiosa (sobre todo dominica) a los que don Juan Manuel, desde la vertien-te laica, remite expresamente9, la coherencia del texto debe averiguarse notanto en el plano de los enunciados constativos como ms bien en el de losenunciados performativos10; pues lo que aqu real y principalmente cuenta esla exigencia de prescribir o sugerir un cierto tipo de conducta, mientras quela descripcin del hecho (o sea, el relato de la mujer honesta) desempea unafuncin meramente auxiliar. La coherencia didasclica se sobrepone a lain-coherencia diegtica afianzando sus excesos, como el empleo despro-porcionado de la qute, o la proliferacin de pormenores extraos a la eco-noma del relato; de ah los distintos artificios que caracterizan a este ejem-plo manuelino en su entereza y que han sido sealados ya convenientementepor algunos frecuentadores del mundo de Lucanor y Patronio, como, porejemplo, Mara Hernndez11. Me refiero a la eleccin de un personaje-tipocomo Saladino, a la tcnica de mise en abyme perceptible en la relacin entrela parte didasclica y la narrativa del Ejemplo, a la insistencia en la palabra-tema vergenza que une mediante un vnculo estrecho e indisoluble el rela-to con su marco, al planteamiento sinecdtico del conjunto12, etc.

    Las cosas cambian notablemente cuando, desde el mundo del CondeLucanor, nos trasladamos hacia el mundo de Fiammetta y la marquesa de

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    9 Para un primer acercamiento al asunto concreto de las relaciones entre el Conde Luca-nor y la predicacin dominica, vase: A. Ruffinatto (1993: 38-46).

    10 Con referencia a la conocida teora de los speech acts (actos de habla) de J. L. Austin(1962), recuerdo que el enunciado constativo describe y hace constar una situacin dada, mien-tras que el enunciado performativo prescribe (o sugiere) un determinado proceder.

    11 Cf. M. Hernndez Esteban (1975: pp. 45-66). 12 En el caso del exemplum sinecdtico los acontecimientos narrados aparecen siempre

    como verdaderos o verosmiles, y resultan extrados, a ttulo de muestrario, de una serie inde-finida de otros acontecimientos relevantes y pertenecientes a la misma categora. Este tipo deexemplum presupone una identidad de estatuto entre los hroes de la ancdota y los destinata-rios de la exhortacin. Adems, en el exemplum sinecdtico el papel de la leccin consisteprimero en seleccionar, entre la masa de los elementos concretos de la ancdota, los pertinen-tes a la leccin, fijndoles despus a cada uno de los elementos concretos pertinentes, el mejornivel de generalizacin adaptable a la ley. (Cf. C. Bremond, 1998: 311-313).

  • Monferrato. Efectivamente, en Decamern, I. 5, el individuo simblico deCL, I. 50 (Saladino como personaje-tipo), sufre una nueva transformacin,dirigindose hacia la historia: se convierte, pues, en el rey Felipe Augustoel Tuerto, el rey francs que al lado de Federico Barbarroja y Ricardo Cora-zn de Len haba participado desde 1189 hasta 1192 en la III Cruzada.Ocurre, pues, que si las propiedades del individuo del CL (calidad de sim-blico, modelo de perfeccin) remitan al mundo esttico y codificadode la cultura cristiana medieval en su manifestacin castellana del sigloXIV, las del individuo del Decamern, en cambio, remiten al mundo din-mico y problemtico de una nueva cultura en la que historia y ficcin pue-den juntarse provechosamente, pero no desempeando una funcin norma-tiva (como en don Juan Manuel), sino adoptando la perspectiva de unagradable juego intelectual donde los enunciados constativos dominan cla-ramente en los performativos.

    Participan en el juego, tanto en calidad de co-protagonistas como a ttulode elementos circunstanciales, otros personajes asimismo implicados en unaagradable combinacin de invencin fantstica y realidad histrica. Dehecho, si es verdad que el marqus de Monferrato13, en la poca a la queremiten los acontecimientos de la novella (1182), se encontraba en Palestinadesde haca algunos aos, como afirma Boccaccio, y si tambin es verdadque el rey francs Felipe Augusto haba embarcado para Tierra Santa justa-mente en Gnova, cruzando las tierras de Monferrato algn tiempo despusde la salida del marqus (segn leemos en la novella), no pertenece, en cam-bio, a la categora de la verdad el hecho de que la marquesa de Monferratohubiera podido hospedar al rey de Francia en aquel entonces, habiendo lainfeliz muerto antes de la salida del marido para Tierra Santa.

    De esta mezcla de datos histricos y datos inventados derivan efectos deverosimilitud muy consistentes hasta tal punto que incluso un motivo tradi-cional del mundo corts como el enamoramiento de odas puede insinuar-se sin problemas en el cuerpo de un rcit ya muy alejado de los cnones deaquella literatura, convirtindose en el principal impulso de una historiacuyas conclusiones se sitan en mbitos radicalmente opuestos. Tanto es asque desde el mismo comienzo el narrador no deja de subrayar que el amor delonh, ses vezer del rey de Francia para con la marquesa de Monferrato, enlugar de acercarse a un sentimiento profundo, noble y eterno, aunque no

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    13 En la poca el marqus de Monferrato era Corrado de los Aleramici, hijo de Guiller-mo V.

  • extrao a la esfera de las pasiones (como se manifestaba, por lo general, enla tradicin rudeliana), ofrece ms bien el aspecto de algo totalmente provi-sional y muy cercano a las hazaas de un don Juan ante litteram: ... avvi-sandosi che, non essendovi il marchese, gli potesse venir fatto di mettere adeffetto il suo disio (ed. Branca, 87). Lo cual significa que el enamoramien-to del rey de Francia, aunque llevado a cabo in absentia, corresponde exacta-mente al tipo de amor concebido in praesentia por un rey (en el arquetipo)y por Saladino (en CL); a saber, aquel amor que en vista de un resultado con-creto exige la funcin n. 2 (Alejamiento del marido de la mujer hermosa yeliminacin consiguiente del obstculo que puede estorbar la realizacin deldeseo).

    Ms atento que don Juan Manuel a la economa del relato, Boccaccio ela-bora un mundo posible donde el obstculo desaparece an antes de quecomience la representacin: Era il marchese di Monferrato, uomo daltovalore, gonfaloniere della Chiesa, oltre mar passato in un general passaggioda cristiani fatto con armata mano (ed. Branca, 86); puesto que la prdidade la huella del len en las versiones manuelina y bocacciana determina,como ya sabemos, la desaparicin de las esferas de accin relacionadascon este personaje (funciones n. 8, 9, 10, 12 y 15). Su eventual manteni-miento en la escena del teatro de los actantes hubiera causado (como efecti-vamente ocurre en CL, I. 50) un desequilibrio diegtico con los resultadosque ya conocemos.

    Es asimismo distinto el trato que Boccaccio reserva a la funcin n. 3 (Elpoderoso intenta seducir a la mujer), dado que en Decamern I. 5 no seencomienda la manifestacin del deseo a la realidad de un encuentro o a unrequerimiento explcito (como en el arquetipo y en CL) sino a la lectura enclave criptogrfica de un mensaje en apariencia inofensivo: ... e avvicinan-dosi alle terre del marchese, un d davanti mand a dire alla donna che laseguente mattina lattendesse a desinare (ed. Branca, 87). Le correspondepor tanto a la sabidura y discrecin de la mujer valorar el significadoprofundo del mensaje: La donna, savia e avveduta, lietamente rispose chequesta lera somma grazia sopra ogni altra e che egli fosse il ben venuto. Eappresso entr in pensiero che questo volesse dire, che un cos fatto re, nonessendovi il marito di lei, la venisse a visitare; n la ngann in questo lav-viso, cio che la fama della sua bellezza il vi traesse (ed. Branca, 87-88). Nopor casualidad en el relato de Boccaccio la mujer adquiere el papel de hero-na y todo el asunto de Decamern I. 5 contribuye al ensalzamiento de susdotes espirituales e intelectuales.

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  • E incluso en este aspecto no es difcil valorar las distancias que sepa-ran los dos mundos: pues, mientras que en CL el personaje femenino, aun-que no se niega a actuar como agente, le concede sin embargo a Saladi-no la ocasin de aparecer como el protagonista real del ejemplo merced ala adjudicacin de una tarea difcil y a la qute consiguiente, en el Deca-meron la responsabilidad entera de la accin recae sobre los hombros de lamujer a la que se encomiendan todos los preparativos necesarios para oca-sionar las palabras que favorecen el apagamiento del mal concebidofuego del rey de Francia. Lgicamente, esta estrategia narrativa exige laseleccin previa de un camino preciso, es decir, el que hemos sealado conlas funciones 4 y 4b (La mujer trata de oponerse al deseo del rey ofre-cindole varios manjares pero todos de un mismo sabor); un camino queen el mismo modelo arquetpico le confiaba a la mujer una funcin agen-tiva en su delicada relacin con el soberano. Sin embargo, como es fcil-mente apreciable, el cuento de Boccaccio trata de ensanchar los espaciosentre una funcin y otra (espacios que en el modelo aparecen fuertementereducidos) insertando una determinada cantidad de detalles, tan slo esbo-zados pero suficientes para crear un agradable efecto de tensin narrativa:se nos ofrece, pues, la posibilidad de acompaar a la mujer en los distin-tos momentos que anteceden a la visita real, conocer las reacciones del reyviendo a la bella marquesa, asistir al descanso del soberano, y, finalmente,ojear el banquete desde un lugar privilegiado, en las cercanas de la mesade honor14.

    Se manifiestan despus, segn el esquema, las funciones 5 y 5b (Elpoderoso abandona su intencin tras haber captado el mensaje transmitido

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    14 Nondimeno, come valorosa donna dispostasi ad onorarlo, fattisi chiamare di quebuoni uomini che rimasi verano, ad ogni cosa opportuna con loro consiglio fece ordine dare:ma il convito e le vivande ella sola volle ordinare. E fatte senza indugio quante galline nellacontrada erano ragunare, di quelle sole varie vivande divis a suoi cuochi per lo convito rea-le. Venne adunque il re il giorno detto, e con gran festa e onore dalla donna fu ricevuto. Il qua-le, oltre a quello che compreso aveva per le parole del cavaliere, riguardandola, gli parve bellae valorosa e costumata, e sommamente se ne maravigli e commendolla forte, tanto nel suodisio pi accendendosi, quanto da pi trovava esser la donna che la sua passata stima di lei. Edopo alcun riposo preso in camere ornatissime di ci che a quelle, per dovere un cos fatto rericevere, sappartiene (...) il re e la marchesana ad una tavola sedettero, e gli altri secondo lorqualit ad altre mense furono onorati. Quivi essendo il re successivamente di molti messi ser-vito e di vini ottimi e preziosi, e oltre a ci con diletto talvolta la marchesana bellissima riguar-dando, sommo piacere avea; ma pure, venendo lun messo appresso laltro, cominci a mara-vigliarsi... (ed. Branca, 88-89).

  • por los manjares de un mismo sabor), para las cuales es posible sacar muchoprovecho de una comparacin puntual entre las dos distintas manifestacionesdiscursivas: la del arquetipo perdido (aqu representado por el testimonio fiel,aunque tardo, de las Mil y una noches), y la de Boccaccio15.

    A simple vista y a nivel superficial la situacin planteada por los dos tex-tos se muestra idntica: el rey, al comprobar el sabor uniforme y la mismacomposicin de cada plato, solicita aclaraciones de la mujer y obtiene unarespuesta que le obliga a abandonar su primera intencin. Por el contrario, esmuy diferente la naturaleza de las preguntas y, por consiguiente, el tono delas respuestas en las dos versiones:

    1. El rey en el modelo oriental no maneja los datos que tiene a su alcan-ce sino que se limita a manifestar su maravilla: Veo que los guisosson diferentes mientras que el sabor es el mismo. De ah deriva lanecesidad de que la mujer adopte un estilo parecido al del conseje-ro en la literatura ejemplar; o sea que la mujer debe desempear elpapel de un maestro a quien le corresponde la tarea de someter a laatencin de un discpulo el primer trmino de una comparacin queen su primera aparicin, y por razones inherentes a su quehacermetafrico, haba tan solo expresado el segundo de sus trminos (asaber, los noventa platos con el mismo sabor). En otras palabras, seprecisa una descodificacin puntual del trayecto metafrico para quebrote en el alma del rey el sentimiento de la vergenza. Tanto es as

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    15 Las mil y una noches (ed. Vernet, 853): ... Aunque los guisos eran diferentes, el saborera el mismo. El rey se asombr mucho, y le pregunt a la mujer: Veo que los guisos son dife-rentes mientras que el sabor es el mismo. Dios haga feliz al rey! exclam la mujer. Esun ejemplo que he querido darte para para que puedas meditar sobre l. Y cul es el moti-vo de ello? Dios haga prosperar el estado de nuestro seor, el rey! prosigui la mujer. Entu palacio hay noventa concubinas de varias clases, y en cambio el sabor de ellas siempre esel mismo. Al or tales palabras el rey se avergonz, se levant en seguida y sali de la casa,sin hacerle mal alguno, en direccin a su palacio... . Decameron (ed. Branca, 89-90): ...cominci il re alquanto a maravigliarsi conoscendo che quivi, quantunque le vivande diversefossero, non pertanto di niuna cosa essere altro che di galline [...] con lieto viso rivoltoso ver-so lei, disse: Dama, nascono in questo paese solamente galline senza gallo alcuno?. La mar-chesana [...] rispose: Monsignor no, ma le femine, quantunque in vestimenti e in onorialquanto dallaltre variino, tutte perci son fatte qui come altrove. Il re, udite queste parole,raccolse bene la cagione del convito delle galline e la virt nascosa delle parole, e accorsesiche invano con cos fatta donna parole si gitterebbono, e che forza non vavea luogo [...] e fini-to il desinare [...] a Genova se nand.

  • que la mujer no puede simplemente conformarse con establecer unarelacin entre el producto de la transformacin (los noventa platos) yel elemento por transformar (las noventa concubinas), sino que debeincluso ilustrar la pertinencia de la relacin: variedad en las formaspero uniformidad de sabor tanto por lo que concierne a los platoscomo por lo que atae a las concubinas. Encaminado as en el pro-ceso de descodificacin, el rey puede, finalmente, dar por su cuentael ltimo paso estableciendo una relacin adicional entre el saboruniforme de sus noventa concubinas y el posible sabor de esta otramujer que l pretende seducir. Su deseo adquiere, pues, la configu-racin de un capricho debido a su egolatra, y sta es concretamentela razn de su vergenza.

    2. Menor ingenuidad manifiesta el rey de Francia en Decamern I. 5pues su entendimiento le permite al antagonista (la marquesa deMonferrato) que imparta la leccin sin sobrepasar los lmites de uncontexto meramente alusivo. De hecho, el rey, mediante la pregunta:Dama, nascono in questo paese solamente galline senza gallo alcu-no, demuestra haber interpretado o, por mejor decir, descodificadocorrectamente el mensaje enviado por la marquesa con sus platos degallina; la transformacin necesaria de un trmino (gallinas) en otro(mujeres) le pertenece y queda facilitada merced a la introduccin deun trmino bivalente (gallo)16 que funciona como intermediario entreel reino animal y el de los hombres.

    Lgicamente, la intencin del rey de Francia reside en comprobar la dis-ponibilidad de la mujer, que a su vez, al hallar el camino abierto por elentendimiento del rey, puede extinguir fcilmente el mal concebido fue-go de su pretendiente desplazndose directamente del contexto alusivo(gallinas) al contexto referencial (mujeres) sin tener que expresar en su res-puesta el mecanismo de la transformacin: Monsignor no, ma le femine,quantunque in vestimenti e in onori alquanto dallaltre variino, tutte percison fatte qui come altrove. O sea que la virtud escondida en las palabras lle-ga a vislumbrarse merced a un cdigo comn al rey y a la mujer; un cdigoque apela por lo menos a dos componentes:

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    16 Quiz no haga falta subrayar el doble sentido de la palabra gallo que aqu, por unlado, remite al mundo animal y, por otro, a la poblacin a quien pertenece el rey de Francia,es decir los Galos (en italiano: Galli).

  • a) a una ramificacin del cuento oriental que abarca el motivo Platosdel mismo sabor;

    b) al patrimonio del buen sentido moralizador del tiempo que abarcajustamente la consideracin sobre la uniformidad anatmica de lasmujeres, como se desprende, entre otros, del Libro di buoni costumide Paolo da Certaldo que al respecto afirma: ... pensa che tutte sonofemmine e tutte sono fatte a uno modo; e per non porre pi amorea luna che a laltra17.

    La activacin de la funcin metalingstica autoriza a la Marquesa deMonferrato para insertar en su mensaje la funcin conativa aconsejando al reyde Francia que deje de insistir en su mala intencin; un mensaje que el rey, entanto destinatario, acepta prontamente ahorrndose as un suplemento de dis-parates: e accorsesi che invano con cos fatta donna parole si gitterebbono, eche forza non vavea luogo; per che cos come disavvedutamente acceso seradi lei, cos saviamente era da spegnere per onor di lui il mal concetto fuoco. Esenza pi motteggiarla, temendo delle sue risposte, fuori dogni speranzadesin; e, finito il desinare, acci che col presto partirsi ricoprisse la sua diso-nesta venuta, ringraziatala dellonor ricevuto da lei, accomandandolo ella aDio, a Genova se nand (ed. Branca, 89).

    Pero, hay ms. El rey de Francia y la marquesa de Monferrato, si bienen su mundo y en el interior del consabido tringulo amoroso desempean,respectivamente, el papel de mujer y de amante (de la mujer), y aun-que, atenindose al guin, recorren nuevamente el mismo camino que elrey oriental y su esclava, Saladino y la mujer honesta, sin embargo, estospersonajes de Boccaccio se alejan cada vez ms de sus antecesores. Conrespecto al punto de partida (arquetipo oriental) donde la extrema conden-sacin del relato no permita que los personajes salieran de los automatis-mos de un esquema rgidamente funcional (al estilo de Propp), y conrespecto al Conde Lucanor, donde la densa textura simblica obligaba alos personajes a actuar siguiendo parmetros ejemplarmente convalida-dos, los personajes del Decamern gozan de una mayor libertad de accininterviniendo en el juego no simplemente como piezas de ajedrez, sinoms bien como elementos dinmicos aunque respetuosos hacia las reglasdel juego. Con palabras de Greimas podramos decir que los personajes deBoccaccio son algo menos actantes y algo ms actores, en el sentido de

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    17 Apud Branca, ed. Decameron, p. 89, n. 3.

  • que solicitan su derecho a una existencia dotada con rasgos peculiares ydistintivos.

    En prueba de esto advirtase que tan solo la primera de las tesis expresa-das por Fiammetta en la cornice (a saber, quanta sia la forza delle belle epronte risposte) resulta ser adoptada, desarrollada y demostrada a lo largodel cuento, mientras que la segunda (o sea, nelle donne grandissimo avve-dimento il sapersi guardare dal prendersi dello amore di maggiore uomo chella non ) queda sin puntos de apoyo excepto los que se desprenden dela indiscutible diferencia de estado y poder que exista entre la marquesa deMonferrato y el rey de Francia. La razn de esto debe buscarse posiblemen-te en el aspecto coercitivo e institucional de la segunda tesis, la cual, si biense mira, no requiere otra cosa que no sea el simple acogimiento de una situa-cin ampliamente codificada, y esto en perjuicio de la libertad de accin delos personajes. La primera tesis, en cambio, se muestra como una formavaca que puede rellenarse de diferentes modos y principalmente mediantelas sutiles palabras de los personajes implicados en los acontecimientos, loque orienta el rcit hacia un perfecto agotamiento en el discours18.

    Merced a esta mayor libertad de accin, o, si se prefiere, a una menordependencia de los modelos establecidos, el personaje mujer, antes desti-nado a desempear un papel subalterno con respecto al rey o a Saladino, pue-de revestir aqu el rol de protagonista y conducir directamente el juego pres-cindiendo de la ayuda de la ley (en las formas del Libro o del Ejemplo), o dela rgida estructura de un silogismo categrico (me refiero, naturalmente, alcomportamiento de la mujer honesta en el cuento manuelino). De hecho, alentrar en el mundo del Decamern I. 5, el personaje mujer se apodera delas riendas de la accin, abandona los lugares comunes que la pintan humil-de, sumisa y arrimada a otros para la defensa de sus derechos, y se convier-te en la herona de una contienda que, por primera vez, ve al hombre salir dela escena totalmente vencido.

    El anlisis de los dos objetos privilegiados, efectuada observando, por unlado, el dilogo intertextual que cada uno de los dos textos, por su cuenta,entabla con el arquetipo oriental y considerando, por otro lado, el mbito con-trastivo dibujado por la yuxtaposicin de los elementos que contribuyen aestablecer el perfil diegtico del ejemplo manuelino y de la novella boccac-ciana, nos ha llevado a resultados muy interesantes. En especial, el ejercicio

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    18 Sobre el planteamiento principalmente lingstico de la novella de Boccaccio vanselas consideraciones expresadas de manera sinttica por M. Picone (1985: 50-52).

  • contrastivo nos ha permitido contemplar desde cerca las estrategias narrativaspuestas en obra por los dos escritores con el fin de ofrecer a sus productosrespectivos una imagen bien determinada y en gran medida relacionada consistemas de valores diferentemente organizados en los dos mundos.

    La mujer honesta de don Juan Manuel nos ha planteado un mundo toda-va fuertemente vinculado con los principios bsicos del pensamiento medie-val: desde la estructuracin vertical de las jerarquas hasta la rgida particinde las funciones; desde lo esttico de los esquemas tanto morales como con-ceptuales hasta lo convencional y tpico de los personajes, lugares y situa-ciones, etc. La del Boccaccio, en cambio, nos ha introducido en un mundonuevo, donde la altura moral e intelectual de un vasallo, y adems de sexofemenino, puede exceder en mucho a la de un rey, donde el papel de venci-do puede ser asignado sin problemas a una figura destinada por tradicin arecubrir el papel opuesto, y donde, finalmente, el carcter esttico de losesquemas predeterminados puede ser quebrantado por el carcter dinmicodel actuar humano.

    Al mismo tiempo, la mujer honesta de Boccaccio nos ha permitido com-probar cmo las relaciones bidimensionales entre sujeto y objeto, entre elhombre y el mundo, se integran en la dimensin de los ideales formales (queson tambin, como afirma Segre19, ideales sociales). Una integracin que serealiza mediante la supresin casi entera de la moralidad (entre comillas) enfavor de una moral implcita o bien de un magisterio de la vida igualmenteimplcito; y tambin mediante la inclinacin detallista que sustituye la fun-cionalidad demostrativa con una funcionalidad estructural y esttica; y, final-mente, a travs de un fortalecimiento de los motes como solucin verbal,moderna y antidogmtica de situaciones que el mote puede incluso trastornar.

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