Ruidos en el Atico

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Ruidos en el ático Había comenzado el apocalipsis y ellos aún no se enteraban. Robín y Amanda prescindían de medios de comunicación, por elección, y su casa estaba en el claro de un bosque, lejos de la carretera. Hacían las comprar como para todo un mes, y cultivaban una huerta que les proporcionaba casi todo su alimento. Robín, desde la cama, escuchó un rumor lejano pero creciente que venía del bosque. Se levantó con cuidado; Amanda dormía tranquilamente. Fue hasta la ventana y subió la persiana. La noche era clara, el límite del bosque comenzaba a escasos cincuenta metros de distancia. Robín escuchó con detenimiento, ladeando la cabeza para oír mejor. El rumor crecía sobre el silencio habitual del lugar. De pronto una figura humana surgió de la espesura, y enseguida otra, y otra, una multitud se acercaba caminando con paso lento. Robín fue hasta la cama y despertó a Amanda. ¿Qué quieres, qué hora es? - dijo Amanda medio dormida. Levántate, que se acerca una banda de vagos borrachos, o vándalos. ¿Banda de vagos? ¿Aquí? - preguntó Amanda, ahora completamente despierta. Con una seña el le indicó que callara, y juntos fueron hasta la ventana. Al verlos ella se cubrió la boca para no gritar, y retrocedió asustada. Esos no son vagabundos - observó Amanda, con un temblor en la voz. Robin siguió mirando por la ventana. Lo que veía eran zombis, y no dejaban de salir del bosque, eran cientos. Bajó la persiana y fue hasta Amanda, que ahora se agarraba la cabeza con las manos, la agarro de los hombros y le dijo en voz baja: Tenemos que irnos. Toma la caja del dinero y algún bolso, yo voy a buscar la escopeta. Sí, hay que irse, me quiero ir, ¿qué tiene esa gente? ¡SCH! No sé. Busca el dinero de la caja. Algunos zombis alcanzaron la casa y comenzaron a emitir sonidos guturales, gemidos, y los que estaban más lejos volteaban hacia los gemidos y cambiaban su rumbo; todos se acercaban a la casa. Al intentar huir por el fondo vieron que estaban rodeados. Los zombis empezaron a romper puertas y ventanas, Amanda dejó escapar un grito. - ¡Vamos al ático! - le dijo Robín. Bajaron la escalera desplegable y subieron. Los zombis entraron en tropel, se chocaban, volteaban cosas y se abrían paso por todo el interior de la vivienda. En la oscuridad del ático los dos quedaron en silencio. Abajo los zombis se apiñaban cada vez más, hasta que apenas se movían de tan apretujados que estaban. Pasaron las horas, llegó el día, y los zombis seguían en la casa. Terminó ese día y los sucedieron otros más. Sin agua ni comida, y sin poder salir de allí, al final los dos perecieron casi al mismo tiempo. Tras esto los zombis comenzaron a retirarse, hasta que la casa quedó vacía, entonces en el ático comenzaron a sonar ruidos.

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Ruidos en el áticoHabía comenzado el apocalipsis y ellos aún no se enteraban.  Robín y Amanda prescindían de medios de comunicación, por elección, y su casa estaba en el claro de un bosque, lejos de la carretera. Hacían las comprar como para todo un mes, y cultivaban una huerta que les proporcionaba casi todo su alimento. Robín, desde la cama, escuchó un rumor lejano pero creciente que venía del bosque. Se levantó con cuidado; Amanda dormía tranquilamente. Fue hasta la ventana y subió la persiana. La noche era clara, el límite del bosque comenzaba a escasos cincuenta metros de distancia. Robín escuchó con detenimiento, ladeando la cabeza para oír mejor. El rumor crecía sobre el silencio habitual del lugar.De pronto una figura humana surgió de la espesura, y enseguida otra, y otra, una multitud se acercaba caminando con paso lento. Robín fue hasta la cama y despertó a Amanda.

¿Qué quieres, qué hora es? - dijo Amanda medio dormida.  Levántate, que se acerca una banda de vagos borrachos, o vándalos. ¿Banda de vagos? ¿Aquí? - preguntó Amanda, ahora completamente despierta. Con una seña el le indicó que callara, y juntos fueron hasta la ventana. Al verlos ella se cubrió la boca para no gritar, y  retrocedió asustada.  Esos no son vagabundos - observó Amanda, con un temblor en la voz. Robin siguió mirando por la ventana. Lo que veía eran zombis, y no dejaban de salir del bosque, eran cientos. Bajó la persiana y fue hasta Amanda, que ahora se agarraba la cabeza con las manos, la agarro de los hombros y le dijo en voz baja:

Tenemos que irnos. Toma la caja del dinero y algún bolso, yo voy a buscar la escopeta. Sí, hay que irse, me quiero ir, ¿qué tiene esa gente? ¡SCH! No sé. Busca el dinero de la caja. 

Algunos zombis alcanzaron la casa y comenzaron a emitir sonidos guturales, gemidos, y los que estaban más lejos volteaban hacia los gemidos y cambiaban su rumbo; todos se acercaban a la casa.Al intentar huir por el fondo vieron que estaban rodeados. Los zombis empezaron a romper puertas y ventanas, Amanda dejó escapar un grito. - ¡Vamos al ático! - le dijo Robín. Bajaron la escalera desplegable y subieron. Los zombis entraron en tropel, se chocaban, volteaban cosas y se abrían paso por todo el interior de la vivienda. 

En la oscuridad del ático los dos quedaron en silencio. Abajo los zombis se apiñaban cada vez más, hasta que apenas se movían de tan apretujados que estaban. Pasaron las horas, llegó el día, y los zombis seguían en la casa. Terminó ese día y los sucedieron otros más. Sin agua ni comida, y sin poder salir de allí, al final los dos perecieron casi al mismo tiempo.Tras esto los zombis comenzaron a retirarse, hasta que la casa quedó vacía, entonces en el ático comenzaron a sonar ruidos.