Saga la guarida del escriba

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Siento mucho esta tardanza, debería haber subido mis trabajos hace tiempo pero por motivos personales me atrase más de lo debido. Lo que vais a leer a continuación es una historia fantástica. Estos dos capítulos no están terminados, cada día los detallo más y los modifico para así mejorar yo mismo y la saga. Espero que os guste. Esta saga, que cuyo nombre aún carece, será contada a través de los ojos de distintos personajes y de diferentes personalidades, que en muchas ocasiones se encontraran separados por miles de leguas. La narración no será secuencial, es decir, no todo será simultáneamente, en especial las acciones. Dorian Los hombres doloridos se felicitaban mutuamente, algunos se dedicaron a contemplar como el viento ondeaba el estandarte de los Grinnd que seguía el movimiento del viento. Bordado en él un enorme árbol y un león con un fino hilo de oro. Quedaban unas pocas millas para llegar a nuestro destino, llevábamos un lustro fuera de nuestras casas, tras vencer en las batallas libradas en las Tierras de Fuego estaba seguro que al llegar a Kaldragak capital, seria recibido como un héroe de guerra y podría ganarme el respeto de la casa de los Leones. Tras cruzar el Mar Rojo, el barco llegó a la costa blanca, miles de personas aguardaron con ansias la llegada de los soldados junto a su capitán. El primero en bajar fue un joven con una gran armadura con incrustaciones de esmeralda en forma de hojas que hacia juego con sus ojos verdes, yelmo en mano y un mandoble reluciente al igual que el árbol esculpido en su coraza, además de sus hombreras desgastadas que revivían las batallas libradas. Bajaba arrastrando su pierna derecha, con forzada sonrisa y con un pelo largo y rizado negro como el carbón. A medida que avanzaba, paraba a saludar varios amigos suyos mientras subía sobre su caballo. Las damas se sonrojaban cuando este les dedicaba guiños y señales. Muchos soldados bajaron con lágrimas de alegría, algunos presentaban síntomas de quemaduras, con el amargo recuerdo de todo aquello que habían vivido y que nunca olvidarían. Entre aplausos, silbidos, gritos y sonrisas, el capitán llegó al castillo, donde le ayudaron a bajar del caballo y subir al salón del rey. Durante el trayecto hasta la sala principal arrastro su dolorida pierna hasta encontrarse en presencia de su señor, contemplo la enorme sala, alzo su vista y vio esas enormes cristalerías con adornos que hacían de techo, seguidamente volvió la vista a su señoría. Se arrodilló en señal de respeto y habló:

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Siento mucho esta tardanza, debería haber subido mis trabajos hace tiempo pero por motivos

personales me atrase más de lo debido. Lo que vais a leer a continuación es una historia

fantástica. Estos dos capítulos no están terminados, cada día los detallo más y los modifico

para así mejorar yo mismo y la saga.

Espero que os guste.

Esta saga, que cuyo nombre aún carece, será contada a través de los ojos de distintos

personajes y de diferentes personalidades, que en muchas ocasiones se encontraran

separados por miles de leguas. La narración no será secuencial, es decir, no todo será

simultáneamente, en especial las acciones.

Dorian

Los hombres doloridos se felicitaban mutuamente, algunos se dedicaron a contemplar como el

viento ondeaba el estandarte de los Grinnd que seguía el movimiento del viento. Bordado en

él un enorme árbol y un león con un fino hilo de oro.

Quedaban unas pocas millas para llegar a nuestro destino, llevábamos un lustro fuera de

nuestras casas, tras vencer en las batallas libradas en las Tierras de Fuego estaba seguro que al

llegar a Kaldragak capital, seria recibido como un héroe de guerra y podría ganarme el respeto

de la casa de los Leones.

Tras cruzar el Mar Rojo, el barco llegó a la costa blanca, miles de personas aguardaron con

ansias la llegada de los soldados junto a su capitán. El primero en bajar fue un joven con una

gran armadura con incrustaciones de esmeralda en forma de hojas que hacia juego con sus

ojos verdes, yelmo en mano y un mandoble reluciente al igual que el árbol esculpido en su

coraza, además de sus hombreras desgastadas que revivían las batallas libradas. Bajaba

arrastrando su pierna derecha, con forzada sonrisa y con un pelo largo y rizado negro como el

carbón. A medida que avanzaba, paraba a saludar varios amigos suyos mientras subía sobre su

caballo. Las damas se sonrojaban cuando este les dedicaba guiños y señales. Muchos soldados

bajaron con lágrimas de alegría, algunos presentaban síntomas de quemaduras, con el amargo

recuerdo de todo aquello que habían vivido y que nunca olvidarían.

Entre aplausos, silbidos, gritos y sonrisas, el capitán llegó al castillo, donde le ayudaron a bajar

del caballo y subir al salón del rey. Durante el trayecto hasta la sala principal arrastro su

dolorida pierna hasta encontrarse en presencia de su señor, contemplo la enorme sala, alzo su

vista y vio esas enormes cristalerías con adornos que hacían de techo, seguidamente volvió la

vista a su señoría. Se arrodilló en señal de respeto y habló:

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-Padre, he cumplido con mi deber, hemos derramado mucha sangre en batalla pero la victoria

ha sido nuestra.

El señor en ese mismo instante se levantó y con un tono de voz alto dijo:

-¡Levántate hijo! Llevo todo un lustro sin verte a ti y a tus valientes hombres, hemos rezado día

y noche a los dioses para que volváis sano y salvo. Sin duda habéis crecido, espero que estos

últimos cinco años hayan servido como una experiencia…

De pronto la puerta ubicada tras el trono del señor se abrió y de ella salió una señora, madre

del joven, que emocionada por el encuentro avanzo hacia su hijo:

-¡Dorian hijo mío! ¡Cómo has crecido, estamos muy orgullosos de ti! –Gritaba con lágrimas en

los ojos. Abrazó a su hijo con ternura, al mismo tiempo que el padre, ordenaba a su criado que

acompañara a su hijo a su habitación.

Durante el trayecto se limitó únicamente a tocar algunas paredes. Paso por delante de las

habitaciones de sus hermanos, aunque no abrió ninguna puerta, pues era demasiado orgulloso

y no quería ver a nadie. Cuando llegó a su habitación, se encontró con muchas cosas tal y

como las dejo, lo primero que diviso fue su capa roja, colgada en el perchero, la cogió y se

sentó en su lecho mientras la contemplaba detenidamente recordando momentos en

Kaldragak y en las devastadoras Tierras de Fuego. Se levantó firmemente y se miró

detenidamente en el espejo que tenía enfrente, contemplando su rosto:

-¡Juro por los doce dioses que no volveré a dejarme pisar por nadie! –Grito a la vez que golpeo

el espejo con fuerza. El espejo acabo completamente roto, se tuvo que vendar su mano

derecha a causa de los cortes producidos por el impacto. Tras curarse la mano, cambio su

vestimenta militar por un jubón con finos hilos verdes dando una forma de un árbol, se puso

unos pantalones de seda negros, botas con un pequeño tacón y un cinturón con decorativos

de plata. Pero ante todo la capa de la familia, una capa con un bordado de león excelente que

cubría medio cuerpo, empezando por el hombro hasta llegar a la pelvis terminando en punta,

finalmente le añadió a la capa piel de diferentes animales para guardarse del gélido frio.

La puerta de la habitación se abrió, rápidamente se dio la vuelta y vio como entraba un joven

con pelo corto rizado, piel templada y ojos oscuros. Tenían un cierto parecido.

-¡Vaya! –Dijo asombrado – ¿El Pequeño León ha venido a felicitar al más grande de los Grinnd

por su victoria, verdad? –Dijo Dorian en tono vacilante.

Este otro se quedó mirándolo, mientras sujetaba el pomo de su espada.

-¿Piensas contarle a padre tus actos viles en Tierras de Fuego? –Decía mientras se dirigía hacia

él. –Nunca pensé que llegarías a tal extremo, hermano.

-No tengo nada que contarle… ¡o sí! –Suspiro y cogió aire.- ¿Quieres que le cuente cómo

cabalgue por esas tierras venciendo a cada paso, derrotando a todos los generales y a sus

criaturas más salvajes? ¿¡Es eso lo que quieres que cuente!? –Termino mirándolo fijamente.

-¡Habló de tus actos para ganar la guerra, actos de cobarde! –Afirmo el joven señalándole.

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Dorian se enajeno y cogió a su hermano por el cuello, estrangulándolo cada vez más fuerte, sin

darle oportunidad alguna para que este pudiese respirar.

-Acaso pretendes traicionar a tu reino, eh? ¿A nuestra familia? ¿Tu gente? ¡Hablaaaa! -Grito a

pleno pulmón-. Y te cortare esa lengua, ¡bastardo!

Empujo a su hermano, y acabo saliendo por la puerta de su habitación gruñendo.

-¡Debemos darte las gracias, pues has empezado una guerra! –Dijo el hermano llevando su

mano al cuello con una forzada respiración. No lo siguió, no era momento para discusiones,

pues la llegada del rey estaba cerca y debía estar preparado.

Antes de que Dorian llegara a su reino, varias semanas antes ya sabía de la llegada del rey,

pues sus más allegados le avisaron para que pudiese llevar a cabo su plan. Llegada la noche se

preparó un festín, los señores de Kaldragak invitaron a todos sus reinos aliados en celebración

de la victoria de Tierras de Fuego y para un posible alzamiento, el nuevo señor del reino. El

padre de Dorian, brindaba felizmente con su guardia real y junto a sus caballeros,

permaneciendo en la puerta principal de su castillo esperando la llegada de sus invitados, pues

su majestad llevaba dos largos meses de viaje y sabía que llegarían cansados con muchas

ansias de comer y beber.

Las horas pasaban y los invitados iban llegando, hasta que finalmente, llego el rey, el hombre

que gobernaba los doce reinos, Roger Sttan. Llevaba una armadura totalmente blanca, llena de

adornos de oro, con incrustaciones de diamante que a mitad noche brillaba como una estrella,

carecía de yelmo, iba montado en su más apreciado caballo de guerra que estaba cubierto de

una fina tela de seda con los estándares de la familia Sttan que hacia juego con la

indumentaria de este.

Vino con toda su familia y parte de su guardia real. Tuvieron la mejor bienvenida posible, toda

la familia Grinnd junto a las otras familias, estuvieron en la puerta esperándoles. Antes de que

el rey bajara de su caballo todos ya estaban arrodillados en señal de respeto mirando hacia

abajo. Subió al trono a los catorce años de edad, ha sido el hombre más joven en ponerse la

corona. Físicamente era un hombre robusto, alto, con una melena dorada como el oro, con

unos ojos color miel y una mirada muy seria. Aunque corría el rumor que al emborracharse se

hacia el hombre más odiado y pesado de los doce.

-Señor, ¿Por qué no ha bajado en compañía de su padre? –Pregunto con mucha intriga.

-¿Yo? –Respondió con desprecio.- Hijo de Ever Grinnd, futuro señor de Kaldragak, señor de las

Tierras Antiguas, protector y capitán de la legión… -recitaba sus títulos con gran orgullo.-

¿Crees que debería arrodillarme ante ese inútil llamado “El Grandioso Sttan”? Debería hacerlo

el, no crees Munk. -Dirigió la mirada hacia su acompañante.

-Si confirmara sus palabras mi señor… se- seria acus-s-sado de tr-tr-traición hacía la corona –

Dijo tartamudeando y mirando al suelo.- Per-o si opino que debería estar ahí abajo, mi señor. –

Afirmo el medio-elfo.

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-Eres astuto, pero no eso no me vale. –Sonrió el joven- Desde aquí los veo bastante bien, veo a

esos desgraciados, y ahí esta ese capullo… -Señalo con su dedo índice al hermano del rey.-

-¿Ese no es Brad Stan, mi señor? –Pregunto Munk.

Dorian se quedó pensativo mirando a esa criatura, contemplando sus feas alargadas orejas y

sus cicatrices que desconocía de donde provenían, llevaba unas simple camisa blanca

desgastada de tanto uso, también unos pantalones cortos que le dejaban al descubierto las

rodillas que siempre las tenía peladas y unas botas llenas de agujeros por los que podías meter

el puño de un niño.

-Efectivamente. -suspiro- Ese me envió a la guerra con doce años, tuve que guiar al ejército

más valiente de los doce, sin estudios previos de guerra, solo lo que me enseño padre.

<<Pagara por esos actos, llevo cinco años esperando esta noche... >> Pensaba mientras miraba

al hermano del rey constantemente.

-Creía que usted estaba feli…

-¿¡Feliz dices?! –Dorian interrumpió las palabras del semi-elfo.- ¡No sabes nada! Cómo voy a

ser feliz llevando a un ejército sin saber combatir, y por unas tierras tan calientes que creías

estar en el mismísimo infierno… -Decía mientras se cogía de la barandilla que daba visión al

patio central donde se encontraban los reyes y familiares.

-Siento mi imprudencia. –Dijo mientras echaba unos pasos hacia atrás por miedo.

Dorian se fue sin decir nada, Munk ni siquiera lo siguió. El joven que creía que bajar a rendir

respeto al rey sería un des-honor para su nombre, bajo al salón principal pero antes de entrar

se acordó de algo muy importante, el puñal con el que debía acabar con la vida del hermano

del Rey, tenía pensado un segundo plan, veneno.

Llego rápidamente a su habitación, abrió un cajón de su mesa y recogió el material que tenía

reservado para el asesinato, comprendía perfectamente que si fallaba y lo pillaban seria

decapitado por su propio padre, pero a él eso no le importaba.

Salió a prisas de su habitación chocando con una pobre cocinera gorda, esta se le disculpo

unas diez veces por el accidente, el paso de largo, sería una pérdida de tiempo quedarse

hablando con esa mujer. Cuando llegó al salón ahí estaban todos, cientos de nobles, damas

bellas que solo hacían que mirarle y dedicarle unas sonrisas muy tímidas.

<<Panda de putas, ninguna sirve para nada, todas me quieren ahora tras la batalla, pero ahí se

quedaran… >> Pensaba Dorian mientras les dedicaba unas falsas dulces sonrisas.

Los músicos le vieron llegar y pararon la música, era el protagonista del festín. Mientras que el

odio cada segundo de ese parón, ahora tenía a todos los invitados fijándose en él y no podría

llevar al cabo su plan. Durante unos segundos se quedó totalmente paralizado, no hizo ningún

movimiento, solo se fijó en los juglares y trovadores.

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-Podéis seguir –Dijo en un intento para que los músicos volviesen a tocar sus instrumentos-.

Pero no sirvió, el padre se levantó, estaba esperando a que Dorian se diese la vuelta para que

le dijese que tenía que subir a la mesa de los señores.

Pero a los pocos segundos volvió en sí, olvido a los artistas y dio media vuelta en dirección a su

padre y su majestad el rey, quedándose mirando fijamente a estos.

Jay

La música era un sin parar, los tambores retumbaban por toda la sala, los juglares, junto a sus

laudes cantaban versos en honor al Rey y a la familia Grinnd, cantos tradicionales, la llegada de

Roger al trono y como Ever defendió el norte.

Los invitados disfrutaban del banquete, pues tenían todo tipo de manjares y bebidas. El rey se

encontraba junto a Grinnd, las hermanas de Jay en un intercambio de miradas con los hijos de

su majestad, mientras que su madre se encontraba junto a la reina Alissa. El encambio estaba

sentado en la mesa de abajo, con algunos de los nobles de Kaldragak, según le dijo su tío no

tenía suficientes títulos como para comer junto al rey, algo que a él le parecía una tontería,

pero al mismo tiempo le daba igual, solo quería que su familia estuviese bien.

<< Tengo un mal augurio. >> Pensaba el joven. Notaba como varias hijas del rey no dejaban

de mirarle una y otra vez y susurrarse cosas acerca de él, aunque ellas estaban en la mesa de

arriba. Se sentía molesto, pues nunca estuvo con ninguna mujer ni amo, no sabría

desenvolverse con una dama y únicamente se limitaba a sonreír.

Hubo un detalle que estuvo dándole vueltas una y otra vez, era la marca del dedo anular, un

sello, como les solían hacer a los caballos para saber de quién era cada uno, solo que este eran

un conjunto de letras y un dibujo << ¿Qué significara?>> Pensaba una y otra vez, ya que nunca

vio algo parecido, nadie en ese salón llevaba algo así, solo el, uno de los hermanos menores

del Rey, Vic Sttan “El esclavo”. Se levantó para contar el total de personas que había en esa

mesa rectangular, conto a veintisiete personas, y la gran mayoría hermanos e hijos del rey:

-Se ve que sus padres tenían mucho tiempo libre. –Dijo en voz baja añadiendo una risa-. La

sirvienta de su hermana Sershá se quedó mirándolo fijamente:

-¿Pasa algo mi joven señor? – Pregunto muy intrigada hacía las palabras del joven-. No le he

escuchado bien.

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Su primo Frank, que se encontraba sentado junto a Jay se echó a reír, pues el oyó al completo

las palabras de su primo y se rio aún más cuando vio la sirvienta preguntar tan intrigada.

-¡Oh no! ¡No, no no! –Respondió el joven muy nervioso- Solo que he visto que el rey tiene unas

hijas muy bellas... –Añadió en un intento de cubrir su gracia acerca de la familia real.

La señora, sonrió y le confirmo que en un futuro una de esas bellas damas seria su esposa y así

juntarían familias reales. Eso a él no le sonó muy convincente, aunque sabía que era su destino

y no iba a poder modificarlo.

Se volvió a sentar en su silla, hubo un intercambio de risas entre él y su primo acerca del

incidente de su broma. Se pusieron a debatir sobre el sello del hombre, cada uno de ellos

afirmaba una teoría sin sentido alguno, hasta que la música paro y su conversación al igual,

enseguida Jay se dio la vuelta y vio a su hermano entrar, recordó el encuentro que tuvieron y

por unos segundos solo resonaban las palabras que le dijo:

“¿Acaso pretendes traicionar a tu reino? ¿A nuestra familia? ¿Tu gente? ¡Habla! Y te cortare esa lengua,

¡bastardo!”

Era algo muy descarado la actitud de las damas hacía el, se quedó parado por unos segundos

viendo a los juglares, pero enseguida se dio la vuelta en dirección hacia padre y el Rey, se

quedó unos segundos mirándolos fijamente y se arrodillo, puso su puño en el suelo, levanto la

mirada y con voz firme dijo:

-Pido disculpas mi Rey, no he podido estar junto a mi padre e hermanos en la puerta

esperando vuestra llegada, el cansancio del viaje me ha costado muchas horas en mi lecho,

tenía que reponer fuerzas. –Decía mientras miraba fijamente al hermano del rey.

El rey soltó una carcajada, una risa que al paso de los segundos se hacía muy molesta y que

nunca acaba. – ¡Tranquilo joven! –Levanto con energía su copa llena de vino haciendo salpicar

varias gotas-. Ni siquiera sabía que habías vuelto de tu guerra. ¡Pensé que acabaron contigo! –

Siguió con su risotada.

Esas palabras hicieron que a Dorian le dieran ganas de cambiar de objetivo, pues el rumor

acerca de su actitud con el alcohol era totalmente cierto. Aprieto fuertemente su puño y con

severas palabras dijo:

-¡No mi rey! Tengo la fuerza y la valentía de mi familia, somos leones, defendemos el honor de

los doce.

El padre de Dorian enseguida interrumpió la conversación, invitando a su hijo a subir con él a

la mesa donde se encontraban los altos mandos. Cada vez tenía más ganas de acabar con Brad,

pero no tenía oportunidad por el momento. Era tiempo de escuchar las estúpidas frases que

escupía su majestad:

-Por los Dioses Ever -dijo con gran entusiasmo.- Siempre me han encantado tus cristales

decorados con escenas de guerra de tu familia del tejado. –Miraba al techo mientras se le

salían gotas de vino por la boca- Es increíble, ¡creo que me lo quedare! - Bromeo el rey

soltando otra de sus carcajadas.

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<< Antes quemo el castillo que un usurpador como tú de los Sttan se lo quede… >> Pensaba el

joven mientras que el rey se reía a si mismo sus bromas. Mientras tanto el padre de Dorian, se

dedicaba a afirmar las palabras de este. Pasaban las horas, el rey cada vez más borracho. Para

la familia Grinnd perdió el respeto que le otorgaron al verlo, con ese rostro tan serio y

confiado. Ahora, es otro vulgar hombre borracho capaz de tirarse a las cocineras y putas de

todo el reino.

-¿Por qué te llaman el “El Esclavo”?. –Pregunto la hija menor de Ever con gran entusiasmo.

El rey se quedó mirándola seriamente durante unos segundos, el padre la aparto rápidamente

alertado por la reacción del rey, mientras que a los pocos segundos este volvió a reírse, pero

esta vez, con un tono más alto y más molesto. La hija se equivocó de persona.

-¡Tranquilo Ever! ¡Jamás tocaría a una niña y mucho menos la de mi mejor amigo! –Decía

mientras le daba palmadas en el muslo del padre de la niña-. -¡Yo no soy Vic, pequeñaja!-

Aliviado, el padre obligo a la niña que se callara mientras que ordenaba a la sirvienta que se la

llevara. Mientras Jay contemplaba todo lo ocurrido en esa mesa, se alegraba de no haber

estado ahí y estar al lado de su primo, que lo tenía como mejor amigo comentando los actos

del gran “Sttan Borracho” sin preocupación alguna.

De pronto se nublo el cielo, la luna se ocultó bajo nubes negras que trasmitían miedo y

desconfianza, Jay alzo su mirada, supo que algo iba mal. A los pocos segundos se puso a llover,

este se levantó de la silla, miro a los guardias y les lanzo un grito:

-¡Estad alerta! Algo pinta mal. –Dijo seriamente llevando su mano al pomo de la espada.

Los guardias lo trataron de loco, era una simple lluvia, y unos truenos, no eran perros para que

se asustaran. Pasaron de su comentario y siguieron de pie sin hacer ningún movimiento.

Repentinamente, un cristal enorme del tejado se derrumbó, y de él cayo un hombre

insertando una cuchilla en el cuello de Brad, haciendo salpicar la sangre a los acompañantes

del hombre, hasta la copa de oro más vacía se llenó de sangre, salía a chorros y de un color

rojo muy oscuro.

En pocos segundos la gente empezó a tirar abajo las mesas, gritaban como locos, sacaron sus

armas mientras que los niños se dedicaban a llorar, empezó el caos en la sala, la gente intento

salir de ella, pues colapsaron las salidas. La familia real junto a los hijos de Ever se dirigieron al

cuerpo del hombre herido, no pudieron hacer nada, la muerte fue al instante.

Jay siguió al asesino, ya que este aprovecho las estampida de la gente para escapar, el hombre

se conocía bien los pasillos del castillo. Con gran agilidad, supero al joven. Consiguió salir a la

puerta principal evadiendo a todos los guardias, que estos tropezaban entre ellos cuando

intentaban cortarle el paso. El joven no paro de seguirlo, cada vez lo tenía más lejos, seguía

corriendo por los largos pasillos del castillo hasta salir a las afueras. Vio a un arquero por el

suelo y le cogió el arco, rápidamente tenso la cuerda y lanzo un flechazo que este impacto en

la pierna haciendo caer al hombre, se dirigió hacia él con calma, contemplo cómo se arrastraba

por la tierra mojada, lo tenía en el suelo ya, le dio media vuelta y desarmo el hombre. El joven

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entro en shock, vio la misma marca en el dedo anular que al hermano menor del rey. En unos

segundos recordó que antes que cayera ese hombre del tejado, el hermano menor se fue del

salón. Jay, no sabía qué hacer, su cuerpo no respondía. Sé agacho para atar a este y noto un

pinchazo en su cuello:

-Suéltale o te apuñalaremos a ti también. –Le dijo una voz detrás de él.

Por la voz, supo que era una mujer, joven, con un acento muy familiar. Seguidamente Jay trago

saliva, no sabía qué hacer, pues su vida estaba en juego.

-Déjalo ir, da unos pasos atrás y no te pasara nada, no repetiré más las cosas. –Volvió a decirle

la misma voz, igual de tranquila, como si estuviese acostumbrada a estas situaciones.

Este soltó su arma y dio unos pasos atrás, le proporcionaron un golpe en la nuca que hizo que

se cayera arrodillado a causa del dolor. Los compañeros del asesino aprovecharon el momento

y subieron a su amigo a caballo. La joven le dio las gracias y le mando un beso con la mano

derecha:

-Gracias por ser tan buen chico, espero volver a verte. –Sonrió mientras se subía a su caballo.-

La lluvia se mezcló con sus lágrimas en el rostro, se sintió humillado, sin poder asimilarlo. El

gran hijo de Ever dejo escapar al hombre que mató a Brad Sttan.

Khalid B. T.