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1 Los medios hablan de los jóvenes… y ellos responden Florencia Saintout Facultad de Periodismo y Comunicación Social - UNLP

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Estudio sobre jóvenes

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    Los medios hablan de los jvenes y ellos responden

    Florencia Saintout

    Facultad de Periodismo y Comunicacin Social - UNLP

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    Resumen

    En el presente trabajo se explicitar una perspectiva sobre los Medios de Comunicacin y

    sobre los modos en que stos hablan de las juventudes en Argentina.

    Los medios ni crean la realidad ni la representan: contribuyen a su existencia, modelando

    sentidos preexistentes a sus representaciones. Nada de lo que se dice en los medios est por

    fuera del espacio social, de sus relaciones de fuerza, ni de los movimientos de construccin de

    hegemonas y contrahegemonas de un determinado momento histrico.

    El poder meditico ha radicado -y radica- en tres cuestiones que estn inextricablemente

    enlazadas: el alcance masivo que se sostiene en el gran pblico; que son actores empresariales

    que se han concentrado en monopolios; y que no son cualquier empresa, puesto que su materia

    es significante: producen sentido.

    Desde los medios, se nombra a los jvenes de tres maneras, que conviven

    complementndose y reafirmndose, y que retomaremos para agregarle una nueva elaboracin

    sobre la relacin juventud/poltica: a) Los jvenes exitosos, ligada a la idea del joven

    consumidor; b) los jvenes desinteresados; y c) los jvenes peligrosos. Ellos, a su vez,

    decodifican y se apropian de estos discursos de diversos modos, que dividiremos en tres

    tipologas: a) lecturas dominantes o preferenciales, b) lecturas negociadas y c) lecturas que

    resisten.

    Por ltimo, repasaremos cuatro relatos mediticos dominantes sobre la relacin de los

    jvenes con la poltica hoy: 1) los que no pueden, 2) los (mal) interesados, 3) los inocentes y

    4) los irracionales.

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    Voy a comenzar esta presentacin explicitando una perspectiva sobre los Medios de

    Comunicacin, y los modos en que stos hablan de las juventudes en Argentina.

    Ni los medios de comunicacin construyen la realidad, ni sta habilita cualquier tipo de

    construccin. Ms all de lo que hayan enunciado con vehemencia los giros posmodernos, lo

    que llamamos realidad no permite ser narrada con cualquier relato y tampoco es producto

    nicamente del lenguaje. Sin embargo, tales afirmaciones de ninguna manera pueden hacernos

    pensar que los relatos traducen una verdad sin fisuras y que la realidad emprica exista

    absolutamente por fuera del lenguaje, o que pueda ser objetivamente mostrada por l.

    Los medios, entonces, ni crean la realidad ni la representan: contribuyen a su existencia,

    modelando sentidos preexistentes a sus representaciones con mayor o menor influencia. Nada

    de lo que se dice en los medios est por fuera del espacio social, de sus relaciones de fuerza,

    aunque afirmar esto no implica pensar que los medios se limitan a una traduccin lineal de lo

    que ocurre en un espacio social imaginado por fuera de ellos. stos forman parte de ese

    entramado, contribuyen a crearlo. Son actores que, junto a otros, se disputan la capacidad

    legtima de nombrar verdaderamente el mundo. Pero lo hacen desde una posicin

    privilegiada, especialmente en el ltimo siglo y con mucha presencia en las ltimas dcadas,

    cuando se habla de sociedades mediatizadas, lo que implica pensar en sociedades donde cada

    una de las prcticas, de manera directa o indirecta, con mayor o menor fuerza, estn

    atravesadas por alguna dimensin de lo meditico.

    Este poder ha radicado -y radica- en tres cuestiones, al menos, que estn inextricablemente

    enlazadas.

    En primer lugar, por el alcance masivo que se sostiene en el gran pblico aparentemente

    fragmentado o no- y en un sistema comunicacional que permite el infinito juego de espejos, de

    reproduccin de las imgenes y relatos moldeados por ellos.

    En segundo lugar porque son actores empresariales que en las ltimas dcadas han

    acumulado capital, tanto material como simblico, de una manera escandalosamente desigual

    con respecto a otros actores. Han concentrado creando monopolios, oligopolios, atentando

    contra derechos - incluso liberales- como es el derecho al a informacin y contra derechos

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    nada liberales como es el derecho a la comunicacin de los pueblos1. Esta acumulacin,

    totalmente desmedida con respecto a otros actores, slo es explicable en el contexto de unas

    polticas neoliberales implementadas para toda la regin, y sostenidas sobre la idea del

    achicamiento del estado de bienestar y de todo marco regulatorio sobre el orden de las

    comunicaciones que no fuera el del mercado mismo. Las empresas de comunicaciones

    concentraron capitales como nunca antes en la historia y obtuvieron un posicionamiento

    injusto y desigual con respecto a los dems a la hora de su capacidad para nombrar la verdad.

    En tercer lugar, los medios ocupan un lugar privilegiado en la construccin del sentido

    social porque no son cualquier empresa, sino que son empresas cuya materia especfica es la

    materia significante: producen sentido. No producen automviles, no producen zapatos, no

    trabajan con petrleo, sino que producen sentido. A travs de mecanismos de focalizacin;

    deshistorizacin y rehistorizacin; de descontextualizacin o recontextualizacin, los medios

    construyen lo que se llama la informacin sobre la realidad. Clasifican la realidad, de un

    modo que oprime, menos por lo que no permite decir de ella que por lo que obliga a decir de

    ella.

    Sin que necesariamente sea que mientan -aunque muchas veces lo hacen- la informacin se

    presenta con la forma de los intereses que sostienen, siendo funcional a ellos. Y si la

    informacin como noticia producida industrialmente ha tenido que ver con la historia moderna

    de la expansin del mercado -en momentos histricos de primaca del capital por sobre otras

    esferas de la vida- la informacin tiene valor de mercanca. As, la dupla

    informacin/ciudadana muta a la de vendedor/comprador que ha sido la dominante en

    tiempos liberales de mercado.

    Entonces, y con el objeto de avanzar en los modos que tienen los medios de hablar de los

    jvenes, sintetizar qu entendemos por medios en este captulo:

    a) A los medios masivos como sistema de medios dominante (lo que no quiere decir que

    no existan medios alternativos, pero me interesa ver justamente el sistema de medios que tiene

    capacidad para construir discursos hegemnicos, verdaderos, legtimos).

    1 Y han acumulado ese capital con las manos manchadas, es decir, de las maneras ms siniestras. Adems de los casos donde han quebrado la ley, vale decir que en la mayora de nuestros pases lo han hecho de manera ominosa, comprometidos en ocasiones con crmenes de lesa humanidad inclusive.

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    b) A los medios como actores histricamente situados que, junto a otros actores, disputan

    la capacidad de nombrar el mundo, es decir, de naturalizar una verdad como LA verdad (que

    incorporada como sentido comn cada uno de los miembros de la sociedad vivir como verdad

    propia).

    c) Es as como entonces los medios no son slo medios -entendidos como conductos,

    vas, transmisores-, no son meros instrumentos que reflejan la realidad; sino que contribuyen a

    crear esa realidad, puesto que disputan determinada posicin en el espacio social junto/contra

    otros actores o agentes sociales.

    d) Los medios modelan de acuerdo a sus intereses -que son histricos, es decir, situados,

    y en la actualidad, bsicamente ligados a la reproduccin del capital- aquello que est ya

    presente en la cultura y la sociedad. Aquello que se dice en los medios no es puramente

    originario de los mismos.

    e) Los medios tienen una posicin privilegiada a la hora de construir relatos sociales por

    sobre otros actores.

    f) Por lo tanto, analizar el discurso de los medios no es una cuestin slo de medios, no

    es hablar slo de los medios sino de los movimientos de construccin de las hegemonas y las

    contrahegemonas en un determinado momento histrico.

    Cmo es que desde los medios se nombra a los jvenes? Qu dicen de ellos?

    He trabajado hace unos aos sobre tres tipologas que son actuales y que retomar de

    manera breve para agregarle ahora una nueva elaboracin sobre la relacin juventud/poltica.

    Las tres conviven complementando y reafirmndose mutuamente: no hay pluralidad de

    discursos, hay polisemia, que no siempre es lo mismo.

    Ellas son: a) Los jvenes exitosos; b) los jvenes desinteresados; c) los jvenes peligrosos

    a) Los jvenes del xito: ligada a la idea del joven consumidor. Son los jvenes de la

    publicidad, de los programas de la tarde, los casi ngeles, que aparecen hablando en primera

    persona, esos que responden sin lugar a dudas a los modelos hegemnicos de belleza

    mundializados, cuyos problemas principales -o aquellos que son presentados como sus

    problemas principales- son conflictos puramente subjetivizados, sin referencia a los entornos

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    sociales o polticos. El yo puesto en primera persona y a partir de all las relaciones con sus

    pares, con sus adultos.

    Este tipo de joven es un joven visto como exitoso, como aceptable. Es un joven posible e

    incluso deseable para nuestras sociedades. Este modo de nombrar la condicin juvenil

    constituye claramente aquel que el modelo poltico-econmico neoliberal necesita para su

    reproduccin y desde los dispositivos infocumunicacionales se refuerza y multiplica en

    infinito juego de espejos a travs de diferentes relatos.

    Una figura que completa a estos casi ngeles de las telenovelas de la tarde o de la

    publicidad, es la figura del joven modelo. Generalmente en las revistas dominicales o en el

    ltimo segmento del noticiero, como nota de color, de vez en cuando aparece la noticia de un

    chico que, por ejemplo, devolvi una valija de dinero que encontr, o que cuida a sus

    abuelitos, o que es el mejor alumno a pesar de vivir en la ms extrema pobreza en una

    regin olvidada por la humanidad, es decir, que aunque no se espera que lo sea -porque no se

    espera nada de los jvenes, podramos decir- es tipo de comportamiento para los otros jvenes

    que no lo son: as es que funciona la idea de modelo.

    b) Los jvenes desinteresados. Cotidianamente se presenta a los jvenes como

    desinteresados, como perdidos. Se dice que nada les interesa, y esta nada claramente tiene

    que ver con la idea de que no les interesa nada de lo que les interes a las generaciones

    anteriores: la poltica, transformar el mundo, la solidaridad.

    Si el anterior modo de nombrar a los jvenes como exitosos tena que ver con gneros

    ficcionales y publicitarios, la idea de los desinteresados aparece en las noticias y en los

    llamados informes especiales. Particularmente desde la televisin, nos bombardean con

    informes donde los jvenes se drogan, se emborrachan, vomitan en las veredas, estn sin

    rumbo, asumiendo que las generaciones anteriores tuvieron objetivos y que a stos les falta.

    Los jvenes se presentan como apticos, individualistas, distanciados de las problemticas

    sociales, perdidos en un ocio eterno, y finalmente entonces como propensos y disponibles al

    descontrol. Es all donde radica el temor y la necesidad del rescate. Porque la idea de que estn

    perdidos genera malestar, pero a la vez estos jvenes todava, se piensa, son posibles de ser

    rescatados, encaminados, vueltos al rumbo. Y cuando se piensa en esto, se piensa en la

    necesidad de ms padres, de ms escuela, e incluso en ocasiones, de ms polica. El conjuro

    ante el desinters es la propuesta de mayor control sobre ellos.

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    c) Los jvenes peligrosos. Finalmente, el joven que aparece con mayor presencia en los

    medios es el que se construye como el peligroso.

    Desde el discurso de la Seguridad Ciudadana, que se mantiene a modo de sentido comn y

    en las instituciones policiales ms all de las crticas a las polticas de Tolerancia Cero, se van

    construyendo relatos e imgenes en torno a la centralidad de unos jvenes que, se dice, no

    tienen nada que perder y por lo tanto son incontrolablemente peligrosos para el resto de la

    sociedad. Que son capaces de romper una vidriera pero tambin utilizar esa misma capacidad

    para robar y matar.

    Los medios tienen un particular ensaamiento sobre los jvenes pobres, fundamentalmente

    varones. De ellos ni siquiera se hablan como si fueran jvenes: son menores, son chorros, son

    delincuentes. No son jvenes para ellos. Sin embargo la juventud es una marca sociocultural -

    no todos los jvenes son iguales- pero tambin etaria todos los que biolgicamente tienen una

    moratoria vital ms amplia son jvenes-. Entonces, los medios se olvidan de que son jvenes.

    Se los ve como lo podrido, lo causante del deterioro de la sociedad. De estos jvenes nada se

    espera. Aterrorizan, ya no slo incomodan y no es posible rescatarlos como a los

    desinteresados. El conjuro aqu es la extirpacin del espacio comn.

    Los primeros jvenes eran casi ngeles. Estos son los desangelados. Los proscriptos.

    Segn el informe: Los jvenes en los medios, cartografas de las narrativas mediticas,

    elaborado por el Observatorio de Juventud y medios de la UNLP (2011):

    Ya sea como vctimas o victimarios, los y las jvenes aparecen en los medios ligados a

    casos de violencia. Un claro correlato de esto es que la seccin donde mayor cantidad de

    noticias sobre jvenes aparecen, en trminos generales, es la policial. En este contexto

    cabe preguntarse quines son las voces que aparecen en las narrativas mediticas

    cuando se habla de jvenes. De manera coherente con el panorama planteado, la

    abrumadora mayora de voces proviene del mbito judicial, ya sean jueces, fiscales,

    defensores o voceros. An ms, luego del mbito judicial las voces ms escuchadas por

    los medios son las policiales y las de funcionarios pblicos de diferentes instancias del

    Estado, ya sea nacional, provincial o local. Muy relegadas aparecen las voces de los y

    las jvenes, protagonistas centrales de las noticias abordadas, y cuando aparecen,

    aparecen incluso despus de las voces de sus propios familiares.

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    As, estos jvenes hijos de ms de una generacin de ciudadanas precarias o inexistentes,

    se van narrando desde mecanismos de deshistorizacin y descontextualizacin: estn

    simplemente all. Es decir, pareciera que siempre hubo excluidos y siempre los habr,

    entonces esa es una condicin natural que no es necesario problematizar, en la que quedan

    como responsables y causantes de los miedos ms tremendos de la sociedad. Son los sujetos

    del pnico moral.

    Para eso el trabajo de las imgenes, ms que el de las cifras o los argumentos, son

    absolutamente funcionales. Las imgenes, que apelan a la emocin ms que a la razn,

    conmocionan y son claramente efectivas a la hora de la presentacin de una otredad

    amenazante. En stas se actualizan todos los dispositivos racistas y clasistas para crear

    estereotipos donde se sedimentan las justificaciones histricas de la segregacin,

    reconocindolas y desconocindolas al mismo tiempo. El poder simblico, ese poder que

    radica en la capacidad de hacer cosas con palabras -y con imgenes- de unos sobre otros, se

    utiliza para nombrar a unos jvenes como la mierda social sin utilizar la palabra mierda. Lo

    execrable, el desecho, lo mugriento, lo oloroso (Bauman, 2005). Un poder que es simblico,

    que se juega en la cultura como verdad -se reconoce- , pero que es a la vez histrico, que se ha

    construido a lo largo de la historia, que no es nada natural -aunque este carcter se desconozca,

    se oculte-.

    Los jvenes de sectores populares, sus modos de vestirse, de hacer msica, de escucharla,

    los territorios, sus prcticas, en fin, sus estilos, son puestas en escenarios de violencia,

    narrados bajo el relato de la violencia. A veces un caso sirve de caso testigo, de muestra para

    hacer de ello una ley general. A veces ni siquiera hay caso: hay la certeza de una masa sin

    nombre agazapada y dispuesta a atacar en un mundo que se divide entre ciudadanos vctimas y

    fieras no ciudadanas, sin derecho a nada. Y todo eso en un orden televisivo que pasa del

    entretenimiento a la noticia y de la noticia al entretenimiento, en un entramado en dnde los

    lmites entre una y otra se van borrando a la manera de un mareo tan sostenido e imperceptible

    que acomoda hasta la nusea.

    Los medios, y especialmente la televisin, ejercen una especial capacidad en nuestras

    sociedades contemporneas de desarrollar lo que Eugenio Zafaroni (2011) ha denominado la

    criminalizacin meditica: los jvenes pobres son culpables por ser jvenes pobres. En su

    libro, La palabra de los muertos, el jurista desarrolla los mecanismos a travs de los cuales la

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    televisin va construyendo a la otredad peligrosa para condenarla. En este sentido, el autor

    agrega que si bien la enorme mayora de ellos no ha cometido ningn crimen, se los proyecta a

    todos como potenciales delincuentes, alegando que nunca sabremos cundo pasarn de la

    acechanza a la accin, pero asegurando que lo harn; por eso ellos son malos y temibles y

    nadie debe asumir su defensa ni discutir lo que muestra la imagen, que es la nica realidad

    meditica.

    Este es un mapa que por supuesto no es patrimonio de la Argentina, sino que forma parte

    de la victoria cultural de la doctrina de Seguridad Ciudadana y que hoy se actualiza bajo

    distintas formas, todas siniestras2.

    Esto sucede porque, ms all de las decisiones de algunos gobiernos de ir en una direccin

    distinta, e incluso contraria como es el caso de Argentina, sigue existiendo un sentido comn,

    una cultura que los medios y especialmente la televisin- reafirman cotidianamente, en donde

    la idea de la mano dura y la peligrosidad de los sectores populares -especialmente de los

    jvenes- sigue vigente. Es decir, sigue siendo aceptada por grandes sectores de la sociedad, lo

    que hace, por ejemplo, que existan muertes que son olvidables.

    Si en las noticias televisivas todos los das aparecen hechos de violencia (asaltos,

    secuestros, asesinatos) en los cuales los jvenes son protagonistas, y su condicin de

    victimarios se recalca y se fija en infinito juego de espejos a travs de los distintos programas

    del da y de la semana, el hecho de que en esos mismos acontecimientos mueran tambin

    jvenes delincuentes en manos de la polica no es un dato a prestar demasiada atencin.

    Pareciera ser natural, esperable, casi un castigo divino. La muerte de jvenes

    delincuentes no es construida como noticiable salvo casos excepcionales. Escribe Rossana

    Reguillo (2000) con respecto a esta situacin que rebasa los lmites de la Argentina y se hace

    extensible al resto de Amrica Latina:

    2 Por un lado, de manera ms evidente en el Tea Party norteamericano, en la mano dura del nuevo presidente de Guatemala Oto Prez, en Mxico bajo el gobierno derechista de casi 12 aos del Partido Accin Nacional (PAN), en varias policas provinciales de la Argentina. Pero tambin de forma solapada, o encubierta, como en las polticas que estn a cargo del gobernador de la provincia de Buenos Aires, la ms poblada de la Argentina. E incluso de formas nada esperables, como por ejemplo, el caso del gobierno izquierdista de El Salvador.

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    De ah que el saldo de los acontecimientos arroje como balance una esquizofrnica

    dicotoma entre muertos buenos y muertos malos, o peor an, muertos olvidables. Las

    noticias de hechos de violencia en contra de jvenes se convierten en algo natural,

    normal, pasan a segundo plano, se olvidan. Y con esta amnesia se contribuye a la

    impunidad, a la tolerancia infinita que no es capaz de ponerle un freno a la violencia

    venga de donde venga (pp. 156-157).

    No hay en ello slo una dimensin simblica. Las muertes son reales.

    Segn el informe de la Coordinadora Contra la Represin Policial e Institucional (Correpi)

    de 2011, desde diciembre de 1983 hasta la fecha, ha habido 3.393 vctimas de la represin

    policial, de las cuales el 50% son jvenes de entre 15 a 25 aos. La clasificacin indica que el

    45% de estas muertes se produjo en crceles y comisaras, y el resto en episodios de gatillo

    fcil. El organismo no cuenta los casos de enfrentamiento sino slo los de represin, cuando la

    vctima est indefensa y no presenta peligro para terceros.

    Los jvenes decodificando medios: las lecturas preferenciales y de rplica

    Desde hace ya varios aos, tanto desde las Ciencias Sociales como desde los estudios del

    arte y la crtica literaria, se ha incorporado la idea de la decodificacin creativa o crtica de la

    lectura activa. Se ha hablado de receptores, consumidores, lectores con capacidad para

    resemantizar los discursos que circulan en las industrias culturales, es decir, de darles nuevos o

    inesperados sentidos a los textos.

    Propongo revisar entonces, cules son estas apropiaciones que hacen los jvenes de

    aquellos discursos que circulan como hegemnicos en los medios sobre el ser joven. Es decir,

    propongo detenernos en los modos en que los jvenes leen, interpretan, replican o reproducen,

    hacen uso, de lo que se dice de ellos.

    Lecturas dominantes o preferenciales

    La primera lectura en la que vamos a detenernos es en la llamada preferencial o dominante,

    aquella lectura que reproduce el sentido del discurso tal cual se presenta. All no hay replica.

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    En varias ocasiones los jvenes asumen que aquello que se enuncia en los medios sobre

    ellos es as, es verdadero. Esto podemos verlo tanto en jvenes de sectores medios y altos

    (los llamados jvenes integrados -aunque esta idea es muy problemtica, en este caso decimos:

    integrados a la ciudadana poltica, social, cultural-. O que estn en condiciones de gozar de

    derechos civiles, sociales, derecho a la identidad cultural, etc.), como en jvenes de sectores

    subalternos (y agregaramos, entonces, jvenes que no poseen ciudadana social cultural, e

    incluso en ocasiones ni siquiera poltica).

    En los jvenes que llamamos integrados la lectura que reproduce el discurso dominante

    aparece bsicamente de dos modos.

    En primer lugar, cuando asumen que lo que se dice de los otros jvenes -los subalternos-

    es tal cual lo dicen los medios y entonces claramente los jvenes de sectores populares se les

    aparecen como enemigos, como sujetos de los cuales tienen que cuidarse. Y si es posible,

    sienten que hay que evitarlos: no pasar por lugares donde puedan encontrarlos, no ir a sus

    colegios, no cruzrselos en la noche. Los jvenes pobres, fundamentalmente varones, se les

    aparecen como otros amenazantes, como otredades radicales. Como peligrosos contribuyendo

    as a profundizar los procesos de fragmentacin y segregacin social.

    El segundo lugar desde el cual estos jvenes integrados leen los discursos dominantes y los

    reproducen es cuando asumen que los casi ngeles de la tele son como ellos, que tienen sus

    problemas, que hablan su mismo lenguaje. Esta idea de hablar un mismo lenguaje es la que

    utiliza la publicidad para interpelar a los jvenes y estos muchas veces responden

    acrticamente. La publicidad habla de un aparente igual a igual. Resalto la idea de apariencia:

    detrs de muchas publicidades y programas con onda hay mega empresas que establecen

    con los jvenes -sus consumidores- una relacin profundamente asimtrica. Pero a la vez, no

    nos olvidemos que este discurso con onda, de pares, se apropia de un lenguaje -el de los

    jvenes- que las instituciones tradicionales se han olvidado de tomar o no logran reconocer

    que existe, tan poco proclives al dilogo, a la escucha. Contra el discurso vertical de jueces y

    maestros, se crea la ilusin de que es el mercado el que escucha, y muchos jvenes afirman

    que realmente esto es as.

    Por otro lado, tambin los jvenes subalternos reproducen lo que hemos visto como

    discursos dominantes. Una de las peores formas es cuando ellos mismos asumen que son lo

    que se dice de ellos: el deterioro, el mal, la amenaza. Que ellos, o que sus jvenes vecinos, son

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    realmente los causantes de la inseguridad y del deterioro ya que se han entregado al delito, o

    las drogas, o a lo que sea que se les ofreci para llevar adelante tan lamentable papel. Se ven a

    s mismos o a sus vecinos, o amigos, incluso a aquellos que conocen desde que nacieron,

    como los causantes del malestar social.

    En ocasiones esta asociacin entre violencia y jvenes que hacen los mismos jvenes se

    sostiene sobre una autojustificacin anclada en la victimizacin de la condicin juvenil ligada

    a la denuncia de la presencia del paco, de las malas juntas, de la falta de trabajo, del

    abandono, pero de las cuales finalmente ellos son culpables porque no pueden torcer lo que

    aparece como un destino. No pueden pensar en los condicionamientos histricos, en los

    procesos sociales que sostienen ciertas prcticas. No pueden creer en la posibilidad de que sea

    distinto sino que se piensan bajo las reglas con que los piensan los medios: sin salida,

    culpables de todo. Detengmonos un segundo en esto: no es que son otros los que los ven as,

    ellos se ven as. Detengmonos a pensar lo que debe significar sentirse as.

    Por otro lado, tambin podra pensarse que el asumir de los jvenes pobres de que otros

    jvenes pobres como ellos son los responsables de la inseguridad, puede explicarse en una

    socialidad fragmentada y en espacios homogneos, cerrados, cargada de signos de

    segregacin, no slo interclase sino tambin intraclase, lo que significa que se configuren

    subgrupos con valores compartidos slo por ellos mismos y que pueden ser hostiles a otros

    grupos dentro de un mismo sector. En este sentido, se menciona a manera de ejemplo la

    condicin de ciertos grupos subalternos juveniles de transformar en capital la capacidad de

    hostigamiento de los que aparecen ms dbiles. La capacidad de victimizar a travs de la

    fuerza al otro es un capital en situaciones de adversidad como las que se presentan en

    instituciones de reclusin. Y en momentos en donde la existencia de una ley como terceridad

    en la que se dirimen los conflictos se desdibuja, esta capacidad podra perpetuarse como

    capital extramuros, haciendo que jvenes de un mismo barrio y sector social, cercanos, se

    transformen en hostigadores de otros mismos jvenes.

    La vivencia de que no hay ley -persona, autoridad, institucin- que pueda mediar en los

    conflictos entre pares sostiene en muchas ocasiones la posibilidad de que stos se diriman a

    como se pueda. Y si lo que se puede es el ejercicio de un poder de fuerza de unos sobre otros,

    as ser. Jvenes que se transforman en verdugos de otros jvenes cercanos. Es entonces que

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    el discurso hegemnico de la culpabilizacin y criminalizacin individual adquiere por otras

    vas sentido de verdad.

    La lectura negociada

    Stuart Hall (1980), en un texto muy viejo y muy criticado: La codificacin y decodificacin

    del discurso televisivo, nos dice que hay una lectura dominante -la vimos recin-, una lectura

    negociada y finalmente una lectura que resiste, que se opone, que impugna. Pero lo que hace

    Hall es presentarnos un modelo de anlisis, una herramienta para mirar que si somos buenos

    sabremos utilizar no como una receta sino como una gua de interpretacin. Qu les quiero

    decir? Nada muy nuevo: que las teoras son herramientas y que como tal, deben ser utilizadas

    para crear saberes. No para describir lo real -que es una forma de adecuarse-, sino para

    recrearlo, hacerlo inteligible, interpretarlo: darle nuevos sentidos que no son evidentes.

    Entonces, sigo utilizando el modelo de Hall pero para decir que ciertos jvenes realizan

    lecturas negociadas con el fin de impugnar el orden hegemnico. Que la impugnacin est

    hecha de negociaciones, de bricolage dira Hebdige (1979/2004), de tcticas dira Michel De

    Certeau (2006)

    Podramos buscar varios ejemplos, pero me voy a detener en el que parece ms rico: aquel

    en que los jvenes de sectores subalternos transforman el estigma -ser peligroso, estar perdido-

    en emblema de identidad (Goffman, 1998). En los ltimos aos se ha conocido a travs de las

    industrias culturales, especialmente de la msica -la cumbia villera, pero tambin el llamado

    rock plebeyo, por ejemplo- un discurso juvenil que en un uso tctico, asume la identidad de

    juventud peligrosa resignificando su lugar de carencia y situndola como capital. Aguante

    pibes chorros, Aguante los pibes, Ciento por ciento negro. El orgullo de ser lo

    estigmatizado hecho msica pero tambin hecho cuerpo: una forma de vestirse, de caminar, de

    tatuarse que expresa claramente que no se trata de esconder el estigma sino de embanderarse

    con l.

    Introduciendo elementos de muy diversa ndole, donde conviven esquemas de una cultura

    autoritaria y machista con prcticas de subversin del orden dominante, parte de estos jvenes

    toman la informacin que sobre ellos circula moldendolos a partir de la condicin de la

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    identidad deteriorada y la transforman en plataforma desde la cual enfrentar un mundo que se

    les hace cada da ms adverso.

    Desde lo que se ha denominado como estilo, con la utilizacin de los objetos que les ofrece

    el mercado, con la produccin de toda una simbologa interesada en trazar una huella propia,

    estos desangelados, gestualizan la posibilidad de otro destino que les permita sobrevivir.

    En este sentido se ha trabajado la llamada subcultura del delito como tctica de

    sobrevivencia de ciertos jvenes socializados en las consecuencias de desintegracin de las

    polticas neoliberales (Miguez, 2008). Unas subculturas que pueden ser pensadas como

    prcticas de resistencia a una orden que no les da lugar, que los desecha, pero con el cual se

    tiene una relacin conflictiva y ambigua ya que a la vez que se impugna se anhela pertenecer.

    Unas subculturas que parecieran permitir la sobrevivencia pero sin eludir el gesto represivo

    que las condena tambin como destino.

    Una lectura que resiste

    Finalmente, vamos a sealar la que podramos denominar lectura crtica: aquella que los

    jvenes realizan reponiendo en el discurso meditico su espesor social. Es decir, dndole un

    contexto histrico/social al tratamiento noticioso -contexto que, como vimos, est ausente en

    los medios: no es explicitado-. Muchos jvenes saben -no como un saber experto sino ms

    bien prctico- que lo que enuncian los medios no es slo produccin meditica sino que

    responde a una opinin pblica creada en relaciones de fuerza y sentido que les son adversas.

    Es decir, reconocen que hay intereses detrs de la produccin de la noticia aunque no sean

    especialistas o estudiantes de comunicacin. Y ms an: sospechan de esos intereses.

    Un ejemplo claro de esto es la conciencia de los chicos en instituciones de reclusin por

    conflictos con la Ley, de que los que en sus palabras los dejaron afuera de la sociedad; los

    que no les dan oportunidades son los que estn detrs un tratamiento noticioso interesado.

    Ellos saben que hay intereses ms all de lo periodstico, que no logran definir con claridad,

    pero que experimentan como ciertos y que operan en la construccin de la noticias. Y a la vez,

    como un crculo pesado, dicen que los medios refuerzan esos mismos intereses. Manifiestan

    sentirlo, quizs ms que en ninguna otra ocasin, cuando los permisos de salidas, las

  • 15

    condenas, o incluso las reclusiones, segn ellos, se agravan o se adelgazan de acuerdo al clima

    noticioso.

    La poltica y los jvenes para los medios

    Existe en el sentido comn una relacin entre juventud y poltica que remite a un lugar

    originario: los aos sesenta y setenta, desde donde se parte para hablar de los jvenes en la

    actualidad. Cuando se habla de esas generaciones, hay adems un relato: el de los ideales y el

    compromiso.

    Se describe a los jvenes de ayer como idealistas y llenos de convicciones; se los piensa

    capaces -incluso- de dar la vida por esos ideales. Se concibe la poltica como un territorio de

    grandes relatos: enormes colectivos, estructuras y proyectos a futuro, en los cuales esos

    jvenes se involucraban con entrega.

    Pero en ocasiones este relato sobre los jvenes de las generaciones pasadas es un relato

    claramente despolitizador. Durante los ochenta y noventa, cuando se dieron las leyes de

    Obediencia Debida y Punto Final, se fue moldeando un relato de jvenes en el pasado como

    idealistas y llenos de creencias, pero que de alguna manera, estaban por fuera de la poltica. Se

    fueron despolitizando sus luchas. Incluso quedaron en escena dos modos de hablar de los

    jvenes: uno, el que los vea como idealistas, casi ingenuos, para los que la poltica se trataba

    slo de convicciones utpicas; otro, el de los jvenes oscuros de la poltica, aquellos que

    narrados desde el espritu de la teora de los dos demonios, se transformaban en monstruos,

    incluso, a los ojos de las miradas progresistas de la sociedad. En los primeros la poltica era

    tan pura y tan blanca que no les permita incidir en un mundo que necesitaba de acciones ms

    concretas; en los segundos la poltica era algo tan siniestro y negro que se condenaba sin duda.

    En ambos, la poltica se borraba como posibilidad para pensar la juventud ms all de toda

    enunciacin. Pero se rescataba esta ubicacin de los jvenes ligndolos a los ideales, aunque

    no se profundizara mucho ms en los alcances de los mismos... y adems se ubicaban estos

    ideales en el pasado!

    Estos relatos tambin convivieron con otro elaborado desde la derecha triunfante que, de

    maneras ms y menos explcitas, se sostenan en la idea de los jvenes como potenciales

  • 16

    guerrilleros peligrosos, como subversivos, como el mal que las sociedades tenan que

    combatir. A lo largo de los aos los discursos sobre la juventud del setenta como peligrosa se

    fue adelgazando, aunque hay que decir que no desapareci por completo sino que adquiri

    otras formas especialmente la de la Seguridad Ciudadana- y que permanece hoy como un

    sedimento dispuesto a ser actualizado bajo diferentes figuras3. Pero las narraciones sobre una

    juventud setentista cargada de ideales y utopas por fuera de la historia all radica su

    despolitizacin- fueron las que primaron como posibles de ser enunciadas en el sentido

    comn. Con un elemento que adems le daba una fuerza contundente: esa juventud estaba en

    el pasado. No quedaban en la actualidad ni vestigios de ella.

    Cuando a partir del proceso iniciado en 2003 de reafirmacin desde el estado de una

    poltica de Verdad, Memoria y Justicia que tiene como principales aliados a los movimientos

    de Derechos Humanos, se impugna el indulto y se reactivan los juicios a los asesinos de la

    generacin del setenta, se comienza a reescribir la historia de esos jvenes apoyndose en el

    relato de los jvenes idealistas pero repolitizando sus luchas para ligarlas al presente.

    Sin embargo, este todava es un movimiento que no se ha hecho sentido comn. Que sigue

    siendo, ms all de sus enunciadores, un desafo inconcluso.

    Y los medios de comunicacin hegemnicos van en una direccin distinta a la del

    kirchnerismo para pensar la relacin juventud/poltica.

    Qu dicen estos medios, entonces, de la relacin de los jvenes con la poltica hoy?

    Los que no pueden

    En primer lugar, el relato que es dominante en los medios para pensar la juventud y la

    poltica, es el de los jvenes del pasado como idealistas y los actuales como carentes. Es decir:

    cuando se habla de los jvenes de hoy se dice de ellos que son desinteresados y poco

    3 Una de esas actualizaciones es la realizada el 12 de marzo de 2012 en la nota: Axel Kicillof, el marxista que desplaz a Boudou, de Carlos Pagnani en el diario La Nacin, y que fue tomada en un discurso de la Presidenta Cristina Fernndez de Kirchner para justamente sealar la permanencia de los discursos de la derecha argentina con respecto a los jvenes.

  • 17

    comprometidos, comparndolos con la generacin del setenta, previa operacin de

    despolitizacin de ella. As, cuando los jvenes se organizan para un reclamo en el espacio

    pblico como sucedi en los colegios secundarios de la Ciudad de Buenos Aires y otras

    ciudades de la Provincia en los ltimos aos, parte importante del anlisis de los medios los

    ubic como aprendices, como incapaces de plantear una poltica de verdad. Esta manera de

    analizar, o ms bien de clasificar a los jvenes, por supuesto no es patrimonio de los medios.

    Como dije, stos no se limitan a inventar, sino que reproducen y entonces refuerzan un

    sentido comn que existe en la sociedad ms all de ellos. La idea de los jvenes

    incapacitados, carentes, es una idea que circula por muy distintos campos. Particularmente,

    con los conflictos estudiantiles, he escuchado infinidad de veces al mundo adulto, a

    profesores, maestros, autoridades educativas, la afirmacin de que estn tan mal preparados,

    que no pueden ni enunciar una demanda, que no pueden ni hablar, evidenciando as,

    mucho ms de su propia despolitizacin que la de los estudiantes. Por esta razn, porque el

    discurso de la carencia en relacin a una supuesta completud de los jvenes en las

    generaciones anteriores es un discurso muy presente en el espacio social, es que los medios

    pueden tomarlo y reforzarlo sin que sobre ellos se ejerza la mnima crtica. Al contrario: lo

    naturalizan.

    Los (mal) interesados

    El otro modo de desacreditar la participacin poltica de los jvenes hoy, es presentarlos

    como interesados, suponiendo que el inters no tiene que ver con la poltica ya que ella sera el

    terreno de unos ideales que son de valores por fuera de la historia. Desconociendo que la

    poltica no puede existir por fuera de los intereses. Entonces, se presenta a los jvenes como

    rosqueros, ideologizados, que esconden intereses que no hacen explcitos y que de hacerlos,

    los tornaran ilegtimos.

    En ocasiones estos intereses son presentados como intereses de otros -adultos, partidos,

    dirigentes- que usan a los jvenes como instrumentos de objetivos no declarados. Los jvenes

    son vistos desde estas miradas paternalistas, como nios que necesitan de tutela y que no

    pueden tomar sus propias decisiones. La idea de que los usan, los victimizan y a la vez los

    inhabilitan como sujetos activos.

  • 18

    En otras, los intereses oscuros se les atribuyen a los mismos jvenes. Se dice de ellos que

    slo persiguen el poder, cuestin que se asume como ilegtima. El caso de la postura que han

    tomado los medios con respecto a la agrupacin kirchnerista La Cmpora es especialmente

    ilustrativa de estas posiciones peyorativas con respecto a los jvenes. Los miembros de esta

    agrupacin son presentados como sujetos manejados desde arriba, como un instrumento sin

    agencia que slo opera como fuerza de un poder que no tiene. Se dice es la agrupacin de la

    presidenta, del hijo de la presidenta, soslayando el hecho de que son cientos de jvenes los

    que se han involucrado con un proyecto poltico asumiendo la identidad de pertenecer a esta

    agrupacin. La idea de una agrupacin de la presidenta asume que es la presidenta la nica

    que tiene agencia, que los jvenes son incapaces de actuar por s mismos como sujetos

    polticos.

    Pero adems, otro eje discursivo con el que se habla de esta agrupacin, es la de una

    aparente ilegitimidad para disputar poder. Casi podra pensarse que disputar poder es algo

    sucio, negativo, que desmerece a la agrupacin. Se dice que estos jvenes slo piensan cmo

    ocupar cargos, espacios en el estado, asumiendo que esto es ilegtimo. En los ltimos aos se

    han multiplicado las noticias u opiniones en los medios grficos especialmente dedicadas a

    La Cmpora, y salvo contadsimas excepciones, la ideologa que sostienen los tratamientos

    noticiosos son absolutamente negadores de la legitimidad de la poltica para estos jvenes.

    Los inocentes

    Si los jvenes construidos como interesados son vistos negativamente, hay unos otros

    jvenes que se involucran con la poltica y que los medios presentan de manera positiva,

    aunque despolitizndolos. Irnicamente podramos decir que los muestran como inocentes:

    inocentados de la culpa de la poltica. Hay unos que son culpables y otros inocentes, sin

    intereses, que militan por una especie de bienestar comn por fuera de la historia. Y son, la

    mayora de las veces, vctimas.

    Este modo de nombrar a ciertos jvenes, es el que utilizan los medios hegemnicos cuando

    se habla de jvenes militantes vctimas de lo que se sospecha la participacin ms o menos

    directa de los aparatos represivos estatales y sus convivencias con redes delictivas. Un ejemplo

    claro es el tratamiento que hicieron medios como Clarn y La Nacin del asesinato de los tres

  • 19

    jvenes militantes del frente Daro Santilln, en la ciudad de Rosario a principio de enero de

    2012. Soslayando que Santa Fe es la provincia argentina con ms casos de gatillo fcil y

    represin policial contra jvenes en proporcin poblacional del pas, (Correpi, 2011) estos

    diarios no se detuvieron en la relacin de esas muertes con ello, ni en el proyecto poltico del

    cual esos jvenes formaban parte, sino que hablaron de los jvenes como buenos, como tres

    amigos que vivan para ayudar a sus vecinos. Daba lo mismo si eran militantes de una

    agrupacin poltica o eran miembros de alguna organizacin solidaria o caritativa. Estos

    jvenes militantes despojados del proyecto poltico en el cual militaban, o slo reduciendo ello

    a un dato de color, eran presentados con las mismas claves de lectura de los jvenes modelo,

    de los cuales hablbamos en los prrafos anteriores.

    Algo similar sucedi con la muerte del militante Mariano Ferreyra, con la diferencia de que

    en este caso, los medios se detuvieron en el anlisis del entramado poltico coyuntural y sus

    consecuencias, pero no desarrollaron ni complejizaron el lugar poltico de la militancia de

    Ferreyra, que slo era una vctima (que por supuesto lo era, pero no era slo eso).

    Los irracionales

    Finalmente, hay un lugar que no quiero dejar de sealar y es de la construccin de una

    mirada sobre los jvenes que integran los movimientos de desocupados, o movimientos

    polticos antisistema, la mayora de las veces provenientes de sectores excluidos o

    marginalizados, que son calificados como peligrosos. Su peligrosidad, se dice, radica en su

    irracionalidad. Se habla de ellos negando lisa y llanamente sus modos de intervencin como

    polticos.

    Actualizando los discursos ms represivos de la seguridad ciudadana y de las polticas de

    tolerancia cero, se los muestra en hechos que se describe como vandlicos (escraches, roturas

    de vidrios, etc.) revitalizando la idea de que si pueden romper un vidrio pueden ir contra todo

    tipo de propiedad privada, contra la vida y el orden.

    La capucha, utilizada segn estos mismos jvenes como un modo de protegerse ante el

    reconocimiento de las fuerzas represivas con afn revanchista, es presentada en los medios

    como una prueba de la peligrosidad de los jvenes, desconociendo sus explicaciones y

  • 20

    argumentos. Es que no slo se los niega como sujetos polticos, sino que directamente se los

    niega como sujetos con una palabra propia.

    Este relato, estas imgenes, abonan una cultura represiva contra los jvenes pobres

    organizados polticamente. La edad de los muertos en las protestas sociales en democracia da

    cuenta de ello.

    Para finalizar, podramos pensar cmo ante estos discursos estigmatizadores de la relacin

    entre juventud y poltica de los medios, casa da ms jvenes ven en la poltica una posibilidad

    de resolucin de los conflictos para vivir juntos. Continuaremos trabajando esto.

  • 21

    Referencias

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    informativo 635. Extrado el 6 de junio de 2012 desde:

    http://correpi.lahaine.org/?p=1092.

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    Culture, media y Language. Working papers in cultural studies. Londres: Routledge,

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    marginal urbana. Buenos Aires: Biblos.

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    Reguillo Cruz, R. (2000). Emergencia de culturas juveniles. Estrategias del desencanto. Buenos Aires: Norma.

    Zaffaroni, E. (2011). La palabra de los muertos. Buenos Aires: Ediar.