Salmo 89 Marcos 10, 17-30

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Marcos 10, 17-30 17 Al salir Jesús de camino, un hombre corrió a preguntarle, arrodillándose ante él: «Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer para alcanzar la vi- da eterna?». 18 Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? El único bueno es Dios. 19 Ya conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no le- vantarás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre». 20 Él dijo: «Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud». 21 Jesús lo miró con amor y le dijo: «Te queda una cosa que hacer: Anda, vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme». 22 Al oír esto, el joven se fue muy triste, porque tenía muchos bie- nes. 23 Jesús miró alrededor y dijo a sus discípulos: «¡Qué difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!». 24 Los discípulos se quedaron asom- brados ante estas palabras. Pero Jesús les repitió: «Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios! 25 Es más fácil que un camello pase por el ojo de una agu- ja que un rico entre en el reino de Dios». 26 Ellos, más asombrados todavía, se decían: «Entonces, ¿quién puede salvarse?». 27 Jesús los miró y les dijo: «Para los hombres esto es imposible; pero no para Dios, pues para Dios todo es posible». 28 Entonces Pedro le dijo: «Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos segui- do». 29 Jesús dijo: «Os aseguro que nadie deja casa, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o tierras por mí o por el evangelio, 30 que no reciba el ciento por uno ya en este mundo, en casas, hermanos, hermanas, madres, hi- jos y tierras, con persecuciones, y en el siglo venidero, la vida eterna. Notas para situar el texto, el contexto y el pretexto El c. 10 narra el camino de Jesús hacia Jerusalén. Hoy leemos el segundo episodio; es el en- cuentro con el joven rico. Tiene tres partes: encuentro del joven rico con Jesús, reflexión sobre la riqueza, y promesa a los que dejan todo. El Evangelio de hoy, formado por diversas tradiciones, contiene una historia bien trabada, debido a la hábil mano narradora del evangelista. Está presentada en tres momentos, enlazados entre sí por el tema importante del seguimiento, tan persistente en la obra de Marcos y en este texto re- marcado una y otra vez. Aquí se lo enfoca desde la perspectiva de la renuncia a los bienes mate- riales para poder entrar a participar en los bienes espirituales de la fraternidad y la salvación. XXVIII Tiempo Ordinario - B Salmo 89 ”Sácianos de tu misericordia, Señor , y estaremos alegres” Marcos 10, 17-30 “Vende lo que tienes y sígueme”

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Marcos 10, 17-30 17 Al salir Jesús de camino, un hombre corrió a preguntarle, arrodillándose ante él: «Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer para alcanzar la vi-da eterna?». 18 Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? El único bueno es Dios. 19 Ya conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no le-vantarás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre». 20 Él dijo: «Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud». 21 Jesús lo miró con amor y le dijo: «Te queda una cosa que hacer: Anda, vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme». 22 Al oír esto, el joven se fue muy triste, porque tenía muchos bie-nes. 23 Jesús miró alrededor y dijo a sus discípulos: «¡Qué difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!». 24 Los discípulos se quedaron asom-brados ante estas palabras. Pero Jesús les repitió: «Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios! 25 Es más fácil que un camello pase por el ojo de una agu-ja que un rico entre en el reino de Dios». 26 Ellos, más asombrados todavía, se decían: «Entonces, ¿quién puede salvarse?». 27 Jesús los miró y les dijo: «Para los hombres esto es imposible; pero no para Dios, pues para Dios todo es posible». 28 Entonces Pedro le dijo: «Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos segui-do». 29 Jesús dijo: «Os aseguro que nadie deja casa, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o tierras por mí o por el evangelio, 30 que no reciba el ciento por uno ya en este mundo, en casas, hermanos, hermanas, madres, hi-jos y tierras, con persecuciones, y en el siglo venidero, la vida eterna.

Notas para situar el texto, el contexto y el pretexto

● El c. 10 narra el camino de Jesús hacia Jerusalén. Hoy leemos el segundo episodio; es el en-cuentro con el joven rico. Tiene tres partes: encuentro del joven rico con Jesús, reflexión sobre la riqueza, y promesa a los que dejan todo.

● El Evangelio de hoy, formado por diversas tradiciones, contiene una historia bien trabada, debido a la hábil mano narradora del evangelista. Está presentada en tres momentos, enlazados entre sí por el tema importante del seguimiento, tan persistente en la obra de Marcos y en este texto re-marcado una y otra vez. Aquí se lo enfoca desde la perspectiva de la renuncia a los bienes mate-riales para poder entrar a participar en los bienes espirituales de la fraternidad y la salvación.

XXVIII Tiempo Ordinario - B

● Salmo 89 ● ”Sácianos de tu misericordia, Señor , y estaremos alegres”

● Marcos 10, 17-30 ● “Vende lo que tienes y sígueme”

* La posición ante los bienes materiales no es un aspecto

más en la enseñanza de Jesús. Es una cuestión que lo define a Él mismo y define a sus discípulos. En el mun-do judío del tiempo de Jesús, tener riqueza material era un signo de la bendición de Dios. Jesús cambia este enfoque y se pone, por tanto, en contradicción, como es contradictorio que “un camello” pueda pasar “por el ojo de una aguja” (25).

* En este pasaje, como los de los últimos domingos, Mar-cos nos hace caer en la cuenta de que después del he-cho -en este caso, el diálogo con el hombre rico (1 7-22)-, Jesús habla del mismo con el grupo de discípulos (23-30). Revisan los hechos de vida para sacar enseñanzas y consecuencias. Esta segunda parte tiene hoy dos mo-mentos: la enseñanza sobre el peligro de las riquezas (23-27) y el diálogo sobre la recompensa de los que han renunciado a ser ricos (26-31).

* El hombre que se acerca a Jesús (17) busca normas de comportamiento —“¿qué haré?”— para así merecer —“heredar”— “la vida eterna”. Quiere ser amo de la vida eterna del mismo modo que es amo de muchos bienes al ser “muy rico” (22).

* Posiblemente ese hombre ha trabajado mucho y los bienes que tiene son fruto de su esfuerzo. Marcos lo presenta como alguien con ganas de ser fiel a la volun-tad de Dios (20). Jesús lo valora. Pero le hace ver que fuera de Dios nadie es bueno (18) por más que haya sido “cumplidor desde pequeño” (20). Ni el mismo, Je-sús, se sitúa entre los buenos (16). “Los mandamien-tos” (19) que ese hombre “ha cumplido” (20) son pistas que conducen a la vida eterna (Ex 20,12; Dt 5,16), pero no para merecer nada.

* Jesús “se le quedó mirando con cariño” (21).Y le hace el mayor regalo que le pueda hacer: le invita a “seguirle”, a ir con Él (21). Si los Mandamientos no llevan a seguir una Vida, a vivir como Jesús, nos llevan al legalismo. Seguir a Jesús nos hace descubrir que la relación con Dios es relación con una Persona y con las personas. Y una relación que es gratuita y confiada.

* El seguimiento de Jesús no es un mandamiento que se añade a los demás, ni un mandamiento nuevo que su-pera a los anteriores. Jesús invita a pasar de la Ley al Amor, del hacer —“¿qué haré?” (17)— al ser —“sígueme” (21)—.

* Jesús invita al rico a desprenderse de todos sus bienes. Y el hombre “frunció el ceño” (22). Seguir a Jesús no se puede hacer si no se rompen las cadenas de las rique-zas que nos atan. Sobre las riquezas, Jesús enseña que el mejor uso que podemos hacer de las mismas es dár-selas a los pobres. Pero, cuidado: no por dárselas a los pobres se gana la vida eterna, que siempre es un don de Dios. Hay que dárselas porque son suyas. Y porque cuando se acumulan se convierten en un ídolo que exi-ge culto: estar siempre pendiente de ganar más y no

perderlas. Las riquezas ocupan fácilmente el lugar de Dios: “Na

despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero” (Mt 6,24).

* La actitud de presentarse ante Dios bien cargado de riquezas y de méritos es como decirle a Dios que no lo necesitamos. Dios no me hace falta porque ya lo tengo todo, todo me lo he ganado: me he ganado bien la vida en este mundo y me he ganado la vida eterna. Me lo merezco: he trabajado mucho y he sido fiel cumplidor de la religión, incluso dando limosna. Dios no me hace falta. En el fondo, esta actitud es una especie de ateísmo práctico, no reconocido como tal, Y la figura de un “dios”, que no es el Padre de Jesucristo, tapa la autosu-ficiencia sobre la que he montado mi vida.

* La salvación no se compra, es incompatible con la ri-queza (23-25); es un regalo de Dios, gratuita, por tanto. A nosotros nos es imposible salvarnos. Pero para Dios “es posible” (Mc 10,27; Gn 18,14; Jr 32,17.27; Za 8,6; Jb 42,2; Lc 1,37). Nosotros estamos llamados a acoger la vida eterna que nos es dada y sólo lo podremos hacer con las manos vacías. Si tenemos las manos llenas, si vamos por la vida demasiado hartos, si estamos llenos de nosotros mismos... no podremos acogerla.

* Renunciar a todo (21.28), se hace “por Jesús y por el Evangelio” —es decir, por anunciar el Evangelio— (29). Se hace por un “tesoro” (21). Quien así lo deja todo, re-cibe ahora el regalo que es la Iglesia —“casas y herma-nos y hermanas y madres e hijos y tierras” (30)-. y no se ahorrará dificultades, “persecuciones” (30), las mismas que vivió Jesús. Pero también, como el Resucitado, reci-birá el regalo —no el premio— de la “vida eterna”.

NOTA: En la mentalidad bíblica riqueza y bienestar son signos de bendición divina; pero ya en el Deuteronomio (8,11-18), se ve su peligro de autosuficiencia y olvido de Dios. Los pobres de Yahvé comprenden que no dependen de sí, sino de Dios. Jesús invita a la desposesión absoluta: sólo Dios es el único absoluto. Los bienes terrenos están al servicio de todos los hombres. Este principio lo admiten todos en teoría; pero la práctica lo desmiente: “algunos países, generalmente los que tienen una población cristiana sensiblemente mayoritaria, disfrutan de la opulencia, mientras otros se ven privados de lo necesario para la vida y viven atormentados por el hambre, las enfermedades y toda clase de miserias” (GS 88).

Ruego para pedir el don de comprender el

Evangelio y poder conocer y estimar a Jesu-cristo y, así, poder seguirlo mejor.

Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado.

Leo el texto. Después contemplo y subrayo.

Ahora apunto aquello que descubro de JESÚS y de los otros personajes, la BUENA NOTICIA que escucho...veo.

¿Qué testimonios conozco de personas que se desprenden de sus bienes para compartirlos con los pobres? Este Evangelio y estos testi-monios, ¿qué me hacen plantear, qué ponen en cuestión de mis posesiones? ¿Cómo nos lo planteamos en el Equipo, comunidad...?

Y vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi entorno... desde el Evan-gelio ¿veo?

Y eso de dejarlo todo por Jesús y por el Evan-gelio, ¿qué me plantea como cristiano/a, como discípulo de Jesús? ¿Qué testimonios conoz-co?

Llamadas que me hace -nos hace- el Padre

hoy a través de este Evangelio y compromiso.

Plegaria. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo...

Al cabo de unos años

Y al cabo de unos años, más o menos, tras una buena dosis

de aventura y desengaño, volvemos a encontrarnos cara a cara,

porque queremos y aún soñamos, con el Maestro que nos miró con cariño

aunque no seguimos su camino.

Y es que sus cuatro palabras tan claras, suaves e imperativas

-ve, vende, da, sígueme- se nos quedaron tatuadas en el alma

y no hemos podido borrarlas, a pesar de sumergirnos en otras ofertas y baños,

después de tantas etapas vividas.

Volvemos, nos acercamos, soñamos. Y el Maestro, que no acostumbra a cambiar,

nos mira con viva esperanza, y nos presenta nuevamente su alternativa

a contrapelo de la cultura que se estila: vender, dar, no almacenar, vaciarse... y seguirle olvidándose de ser héroes.

Tantas heridas y marcas portamos ya que, aunque sea a regañadientes, le damos crédito y le aceptamos.

Y, al fin, empezamos a vivir la vejez, a pesar de las pérdidas y disminuciones,

como un camino de vida plena, confiando a fondo perdido en su propuesta.

Y es que, según la sabiduría evangélica, Él no nos salvó por su poderío y fuerza

sino por su vaciamiento y pobreza. Por eso, en este momento de decrecimiento

le dejamos a Él el volante y la brújula, el mapa de carreteras y las preguntas,

para ver cumplido nuestro sueño y su promesa.

Hoy, Señor, nos fiamos y no oponemos resistencia.

Florentino Ulibarri

VER:

U n dato llamativo es que, a pesar de la pandemia, el número de ricos ha crecido en

todo el mundo, y también en España, debido a que los ricos son cada vez más ricos, y los pobres cada vez más pobres. Pero la pobreza ya no es solamente carencia de ingresos y de bienes mate-riales. Desde hace tiempo, se viene hablando de las “nuevas pobrezas”, como son la pobreza hu-mana, pobreza moral y de valores, pobreza afecti-va, pobreza cultural y educativa, pobreza ambien-tal, pobreza social, pobreza religiosa, pobreza de justicia, de derechos, de dignidad… Y, frente a es-te aumento de las “nuevas pobrezas”, se ha pro-ducido también un aumento de las “nuevas rique-zas”, que tampoco consisten en unos buenos in-gresos o en poseer gran cantidad de bienes mate-riales.

JUZGAR:

P ara ayudarnos a identificar esas “nuevas riquezas”, en el Evangelio hemos escuchado el

encuentro de Jesús con un joven muy rico. Ade-más, el joven era buena persona, cumplía los mandamientos desde pequeño, pero a pesar de todo experimentaba una “pobreza” en su vida. Sin embargo, cuando Jesús le dice: Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los po-bres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sí-gueme, el joven frunció el ceño y se marchó pesa-roso, porque era muy rico.

El ejemplo de este joven nos ayuda a descubrir que también nosotros “somos muy ricos”. Y que la pandemia ha provocado que afloren nuevos tipos de riqueza. No de bienes materiales, sino de ri-quezas de otro tipo, de las que nos cuesta mucho desprendernos y que perjudican a los “pobres”. Y, como la 2ª lectura decía que la Palabra de Dios es viva, vamos a poner ejemplos de nuestra vida:

Mi riqueza es mi comodidad, no hago gran cosa por los demás, y tampoco valoro a “los pobres” que se esfuerzan en atender a quien lo necesita. Eso sí, quiero que estén ahí cuando yo los necesi-te.

Mi riqueza es mi propio interés, quiero salirme con la mía en lo que sea, exijo atención, derechos… y no me importan “los pobres” a quienes pisoteo o que tienen que aguantar mis exigencias.

Mi riqueza es pasármelo yo bien, y grito por la calle o en el transporte público, organizo fiestas en casa o participo en botellones y no me impor-tan “los pobres” a quienes molesto y perjudico.

Mi riqueza es hacer lo que quiera, y que no venga nadie a decirme cómo tengo que comportarme y qué debo hacer, no acepto ninguna autoridad y que se aguanten “los pobres” que sí respetan las normas de convivencia, de circulación, los valores, las leyes…

Mi riqueza es mi tiempo, no quiero compromisos,

y me da igual que “la pobre” comunidad parro-quial se quede sin personas que puedan llevar adelante las tareas evangelizadoras.

Podríamos poner más ejemplos de “riquezas” pe-ro, en definitiva, la mayor “nueva riqueza” es el propio “yo”, el egocentrismo, creerme que soy el centro de todo y que todo y todos tienen que es-tar a mi servicio. Esta “nueva riqueza” va en au-mento, y así, como ocurre en el plano económico, los “nuevos ricos” son cada vez más ricos, y los “nuevos pobres” viven cada vez peor.

Pero la Palabra del Señor, que como decía la 2ª lectura es tajante, nos advierte: ¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios! Si yo soy “rico” en egocentrismo, va a ser muy difícil que siga al Señor cada día para poder entrar en su Reino. Pero, como ocurría al joven del Evange-lio, seguiré sintiendo una “pobreza”, la mayor po-breza, que es no tener a Dios en mi vida. .

ACTUAR:

¿D escubro en mí alguna de las “nuevas ri-quezas”? ¿De cuál me cuesta más despren-

derme? ¿En qué circunstancias, con qué personas, soy egocéntrico? ¿Pienso en las consecuencias que eso tiene para otros “pobres”? ¿Creo que “la mayor pobreza” es no tener a Dios en mi vida?

La llamada del Señor al joven rico continúa vigen-te hoy para nosotros: Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme. En definitiva, se trata de “vender” nuestra “nueva riqueza”, nuestro egocentrismo para que “los po-bres” que pagan sus consecuencias salgan benefi-ciados. Pidamos a Dios, que lo puede todo, empe-zar a seguir con mayor fidelidad a su Hijo, para así tener el gran tesoro que es ser cristocéntricos, que Cristo sea el centro de nuestra vida, y que eso se manifieste en nuestras palabras y obras, porque ése es el camino para entrar en el Reino de Dios y heredar la vida eterna.

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