Salvador Elizondo visto por - … · da originalmente unas “simples” cartas de amor, revestidos...

18
del Fondo de Cultura Económica ISSN: 0185-3716 Miguel León-Portilla por Federico Navarrete, Alicia Mayer y Pilar Máynez Poesía de Wislawa Szymborzka, Elsa Cross y Andrés Sánchez Robayna José Kozer: Lectura y catarsis • Tomás Segovia • Las cartas de Gilberto Owen a Clementina Otero Hernán Lavín Cerda: Bonifaz Nuño, la amistad como un arte Un cuento de Jaime Echeverri Zulai Marcela Fuentes sobre Carlos Peniche Ponce Esquinca Fell A. Fuentes Malpartida Paz Carballo Castañón Curley Salvador Elizondo visto por

Transcript of Salvador Elizondo visto por - … · da originalmente unas “simples” cartas de amor, revestidos...

Page 1: Salvador Elizondo visto por - … · da originalmente unas “simples” cartas de amor, revestidos del aura que les confiere el ser textos de un gran poeta, se leen ahora, en-tre

del Fondo de Cultura Económica

ISS

N:

0185

-371

6

Miguel León-Portillapor Federico Navarrete,

Alicia Mayery Pilar Máynez

Poesía de WislawaSzymborzka, Elsa Cross y

Andrés Sánchez Robayna

José Kozer:Lectura y catarsis

• Tomás Segovia •Las cartas de Gilberto Owen a Clementina Otero

Hernán Lavín Cerda:Bonifaz Nuño,la amistad como unarte

Un cuento de JaimeEcheverri

Zulai Marcela Fuentessobre Carlos Peniche

Ponce

• Esquinca • Fell • A. Fuentes • Malpartida • Paz

Carballo • Castañón• Curley

Salvador Elizondo visto por

Page 2: Salvador Elizondo visto por - … · da originalmente unas “simples” cartas de amor, revestidos del aura que les confiere el ser textos de un gran poeta, se leen ahora, en-tre

La cebolla es otra cosa.Ni siquiera tiene entrañas.Es cebolla enteramente,al más cebolloso grado.Por fuera tan cebolluda,cebolla de raíz,podría escrutarse por dentrosin ningún remordimiento.

En nosotros todo extrañoapenas por la piel cubiertos,y una anatomía violenta,terror de la medicina,y en la cebolla, cebollay no intestinos torcidos.Desnuda repetidamentey similar hasta el fin.

Un ser sin contradicciones,criatura muy bien lograda.En una cebolla hay otra,en la grande una pequeñay así sucesivamente,una tercera, una cuarta.Una centrípeta fuga.Un eco cantado a coro.

A la cebolla la entiendo:el mejor vientre del mundo.Sola se rodea de aureolasy para su propia gloria.Nosotros: grasas y nervios,secreciones y secretos.Y se nos ha denegadola idiotez de lo perfecto.

LA GACETA

3

• De Wislawa Zsymborska, escritora polaca que obtuvo el Premio Nobel de literatura en 1998, el FCE prepara actualmente una antologíapoética.

del Fondo de Cultura Económica

DIRECTOR:Gonzalo Celorio

SUBDIRECTOR: Hernán Lara Zavala

EDITOR:Francisco Hinojosa

CONSEJODE REDACCIÓN:

Ricardo Ancira, María Luisa Capella (España),

Adolfo Castañón, Joaquín Díez-Canedo, María del Carmen Farías, Mario Enrique Figueroa,

Daniel Goldin, Alejandro Katz (Argentina),

Josu Landa, Juan Camilo Sierra (Colombia)

DISEÑO, TIPOGRAFÍA

Y PRODUCCIÓN:elδorado

Snark Editores, S.A. de C.V.IMPRESIÓN:

Impresora y EncuadernadoraProgreso, S.A. de C.V.

�La Gaceta es una publicación mensual, edita-da por el Fondo de Cultura Económica, condomicilio en Carretera Picacho Ajusco 227,Colonia Bosques del Pedregal, DelegaciónTlalpan, Distrito Federal, México. Editor res-ponsable: Francisco Hinojosa. Número deCertificado de Licitud (en trámite); Número deCertificado de Licitud de Contenido (en trámi-te); Número de Reserva al Título de Derechosde Autor (en trámite). Distribuida por el propioFondo de Cultura Económica. Impreso porImpresora y Encuadernadora Progreso, S.A.de C.V., San Lorenzo Tezonco 244, Delega-ción Iztapalapa.

LA GACETA

2

La cebolla

✸ Wislawa Szymborska

Traducción de Gerardo Beltrán

SUMARIOAGOSTO, 2001

WISLAWA SZYMBORSKA: Poema • 3

TOMÁS SEGOVIA: Gilberto Owen o la seducción • 4

ANDREA FUENTES: Salvador Elizondo, la redención infinita • 10

JORGE ESQUINCA: Farabeuf en el ómnibus • 13

ELSA CROSS: Ultramar • 14

FEDERICO NAVARRETE: Tonantzin Guadalupe • 15

JAIME ECHEVERRI: Gertrudis baja la escalera • 18

JOSÉ KOZER: Lectura y catarsis • 21

ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA: Fragmento • 23

HERNÁN LAVÍN CERDA: Bonifaz Nuño, la amistad como un arte • 24

ZULAI MARCELA FUENTES: Atlántida perdida, paraíso recobrado • 27

INSTANTÁNTANEAS SOBRE SALVADOR ELIZONDO

Emannuel Carballo • Adolfo Castañón • Claude Fell •

• Dermot F. Curley • Juan Malpartida • Octavio Paz

‹ ‹ ILUSTRACIONES: SALVADOR ELIZONDO › ›

AGOSTO, 2001SUMARIO

Page 3: Salvador Elizondo visto por - … · da originalmente unas “simples” cartas de amor, revestidos del aura que les confiere el ser textos de un gran poeta, se leen ahora, en-tre

rando en torno a él tanto o casi como hace unsiglo o dos, y que seguimos consumiendomasivamente teleseries y casi masivamentepelículas donde no se habla o se disparata deotra cosa; es claro también que un porcenta-je desproporcionado (por fortuna rigurosa-mente imposible de cuantificar) de las con-versaciones de café, de esquina, de alcoba yde otros tibios e inverificables parajes se en-reda con toda seriedad o toda falta de ella ensus vericuetos. Pero eso no quiere decir quese pueda presentar hoy una reflexión sobre elamor y aspirar a conseguir el respeto de losconferidores de respetabilidad. Cuando digoreflexión me refiero a una práctica que sedistingue de una doctrina científica o cienti-ficoide, y pienso además en una reflexión ex-plícita y directa, porque claro que en una no-vela o una película suele haber una reflexiónsobre el amor, pero es una reflexión implíci-ta y no directamente expresada.

Sobre el amor, aparte de contar cuentospor escrito o por audiovisualizado, lo que eslícito presentar hoy en día sin hacer el ridí-culo es únicamente una teoría, con todas lasresonancias científicas que esa palabra tieneen nuestra época. Lo que no es imaginableen este mundo nuestro es escribir un Arte deamar o incluso una filosofía del amor. El Ar-te de amar de Eric Fromm o los estudios so-bre la pareja de Igor Caruso (se trata de dosejemplos y ya sé que hay otros) son escasa-mente “artes”, y hasta lo poco que tienen detratados consiste mucho más en ser tratadosde psicoanálisis (más o menos disidente, ytambién eso es significativo) que en ser tra-tados del amor. Incluso a esos libros relati-vamente arriesgados lo que los hace presen-tables es la teoría que los sostiene. La teoría

es reduccionista por vocación (y por defini-ción). Reduce la experiencia “real” a la es-tructura abstracta con que aspiramos a ex-plicarla (y llegada a manos de algunos, acontrolarla o manipularla). Un arte en elsentido en que uso aquí esa palabra (su sen-tido de más vieja estirpe) es todo lo contra-rio de lo que hoy llamamos una teoría: es loque hoy llamamos una praxis.

Los textos que van a leerse fueron sin du-da originalmente unas “simples” cartas deamor, revestidos del aura que les confiere elser textos de un gran poeta, se leen ahora, en-tre otras cosas, como un verdadero arte deamar: una reflexión sobre la experiencia delamor que no despega nunca del nivel de esaexperiencia, preocupada constantemente dequé hacer frente al amor, y que no busca unsaber sobre esa experiencia sino en la medi-da en que ese saber sigue siendo un saberqué hacer. Dicho de otra manera, lo que bus-ca una reflexión como ésta es el sentido delamor, y no, como la reflexión teórica, las con-diciones de ese sentido. La teoría se mueveentera en el nivel de esas condiciones, y tocatan poco al sentido (y a la experiencia mis-ma) que para ella ese sentido tiende a ser ilu-sorio: las reglas para la teoría indudablemen-te son, mientras que el sentido que produceno la realidad que gobiernan le aparecen co-mo efectos distantes y borrosos de esas re-glas, realidad fantasmática, ser derivado odisminuido. En cambio para el que vive laexperiencia y se interesa en ella el sentido es-tá siempre de cara a la experiencia, y las re-glas que pueda vislumbrar a espaldas de élvendrán siempre después e intentará siem-pre hacer que obedezcan a la experiencia yno al revés.

LA GACETA

5

� El texto de Tomás Segovia que aquí se reproduceforma parte del volumen Cuatro ensayos sobre Gilberto

Owen que próximamente saldrá a las librerías con nuestrosello editorial. De Segovia, el FCE ha publicado Trizadero,

Poesía y profética, Cuaderno inoportuno y Poesía (1943-1997).

Intentar ser poeta es aceptar, entre otras amenazadoras circuns-tancias, ponerse en una situación tal que todo lo que se escribase vuelva decisivamente significativo; es tener todo nuestrolenguaje expuesto y tolerar que se le pidan cuentas sin apela-

ción. Por joven que sea un poeta y por nebulosa que sea la representa-ción que se hace del tipo humano al que sueña llegar a parecerse undía, tiene que sentir de una manera o de otra esa vertiginosa respon-sabilidad, tan vulnerable además, que tal vez nadie le pide todavía pe-ro que sabe que él mismo está provocando con vehemencia.

Al leer estas cartas tan obviamente “íntimas”, como dicen, tan per-sonales y hasta casuales, y que sin embargo, de manera inevitable, to-mamos terriblemente en serio, no es fácil recordar que fueron escritaspor un joven, un verdadero muchacho de 23 años. Sin duda hay algu-na monstruosidad en esa actitud que nos empuja a las disquisicionesmás o menos solemnes ante unas ocurrencias que, si vinieran de algúninmaduro conocido nuestro, no nos distraerían mucho de nuestrasotras preocupaciones. Y sin embargo esa actitud no es sólo, como de-cía, inevitable, sino también, me parece, justificable. Es claro que en1928, cuando Owen escribió esas cartas, no eran seguramente más sig-nificativas que muchas otras cosas que debieron escribirse o inclusopublicarse ese año y que hoy, si todavía nos topáramos con ellas, re-tendrían probablemente nuestra atención menos aún que si las hubié-ramos leído entonces. Pero Owen, a lo largo de los años, logró cons-truir un lenguaje que nos hizo resonar lo bastante como para prestar-le oídos, y esa seducción suscita un aura que se propaga a todos losrincones de ese lenguaje, que ilumina hasta sus más fragmentariosdesvanes, y acaba por hacer que su pasado mismo se vuelva mítico.

Esa mitificación no es del todo indeliberada de parte del poeta.Desde el principio, y durante todo el resto de su vida, sabe que si fi-nalmente alcanza lo que busca con todas sus fuerzas: una palabra sal-vada de la vanidad del parloteo, desde ese momento nada escribirá envano, incluso nada habrá escrito en vano. Su victoria y su maldición esque lo que fue tal vez escritura intrascendente se ha vuelto ahora mí-ticamente prestigiosa. Bendita mitificación, porque es parte de esa in-cesante animación de nuestra circunstancia que da su interés a la viday hace de la historia un despliegue que no sólo avanza sino que vive.Las cosas que nos resultan profundamente significativas no lo eran ob-jetivamente; o mejor dicho, objetivamente ni lo eran ni dejaban de ser-lo, y cuando nos parece que sí lo eran es que la significación que reci-bieron anteriormente nos resulta ya indistinguible del objeto, pero nonos resultaría así si cambiáramos el ángulo de la visión. Sólo que si lavida tiene sentido es porque las cosas toman significación; la tomanobviamente de nosotros, pero no de nuestro personal capricho sino de

esa incesante maceración en que el sentido impregna a las cosas, e im-pregna sus propias regiones, hasta el límite de todo lo que puede in-cluir en esa vasta digestión interminable y nunca del todo sondeable.

Si ponemos tanta atención en la correspondencia privada y cir-cunscrita de ese muchacho, que nos parecería tal vez inocua si esemuchacho no se llamara Gilberto Owen, no es pues por ilusión o porarbitrariedad, es que se ha vuelto efectivamente un documento hu-mano importante por el hecho de que ahora sabemos de qué lengua-je ese muchacho era el aprendiz y el siervo. La infancia de un lengua-je que nos seduce, como la de una persona que nos seduce, no signi-fica lo mismo que las otras. No la clasificamos igual: ya no perteneceeminentemente a la clase de las infancias sino a la clase de las etapasde esa vida particular, y al clasificarla así la clasificación no quedaviolada o falseada sino que se orienta: toma sentido.

Pero quiero creer que en el caso particular de estas cartas hay al-go más. Su reedición en tan breve lapso me parece sugerir que el in-terés que han suscitado no se debe sólo al hecho de ser de Owen, si-no también a su tema y a lo que sobre él dicen. Tengo la impresión deque la circunstancia de tratarse de una correspondencia privada, yhasta la de haber sido escritas por un joven desconocido y acaso cali-ficable de ingenuo, les dan por suerte un aspecto que les permite ha-cer pasar, casi de contrabando, unos pensamientos que son hoy difí-cilmente presentables en la cultura instituida. Quiero decir pensa-mientos sobre el amor.

Porque si hay un tema sobre el que hoy no se pueda reflexionarpúblicamente sin caer en lo ridículo o en lo rancio es justamente el te-ma del amor. No pretendo por supuesto que ese tema no nos preocu-pe y hasta nos obsesione. Es claro que la novela y el cuento siguen gi-

LA GACETA

4

Gilberto Owen o la seducción

✸ Tomás Segovia

•Marcapasos•

Al cierre de esta entrega de La Ga-

ceta nos enteramos de que Juan

García Ponce ha sido merecedor

del décimo primer Premio de Lite-

ratura Latinoamericana y del Cari-

be Juan Rulfo, que se otorga

anualmente en el marco de la Fe-

ria Internacional del Libro de Gua-

dalajara. En nuestro próximo nú-

mero dedicaremos un espacio al

comentario de Crónica de la inter-

vención, novela que recién he-

mos publicado en la colección Le-

tras mexicanas. De la vasta obra

de García Ponce tenemos en nues-

tro catálogo, además, Apariciones,

El gato y otros cuentos, Inmacula-

da o los placeres de la inocencia,

Las formas de la imaginación: Vi-

cente Rojo en su pintura, Figura-

ciones, Encuentros y Pasado pre-

sente. Enhorabuena a Juan por

tan justo reconocimiento.

��

Propuesta por la Fundación In-

ternacional Yehudi Menuhin, la

autora británica Doris Lessing,

tal y como se anunció en La Ga-

ceta de julio, obtuvo el Premio

Príncipe de Asturias de Letras

2001. La novela más importante

de la prolífica autora lleva como

título El cuaderno dorado, la cual

aborda los problemas de una

mujer desde el punto de vista de

la creación literaria, del compro-

miso político, del psicoanálisis y

de las relaciones amorosas: una

excelente síntesis de las princi-

pales problemáticas del siglo XX.

Lessing estuvo a punto de ganar

Page 4: Salvador Elizondo visto por - … · da originalmente unas “simples” cartas de amor, revestidos del aura que les confiere el ser textos de un gran poeta, se leen ahora, en-tre

que no es ese tratado, pero que, como estascartas, gracias a algún azar (o a alguna astu-cia del espíritu) resulta serlo.

Y aquí, diría yo, todo se une felizmente.Pues esa astucia inocente, esa estrategia de-sarmada que juega con dinamita al bordedel abismo, es decir al borde del azar, ese ex-traño juego que apuesta a perder, aunqueclaro que a perder de cierta manera, es loque propondré llamar seducción. Y así la es-critura juega en su tablero el mismo tipo departida que en el suyo la experiencia a laque se la llamó a servir. Ese uso de la escri-tura que, aunque no tiene que encontrarsenecesariamente en la sola poesía, se mani-fiesta sin embargo en ella del modo más cla-ro, es a no dudarlo un uso seductor. Eso lovio siempre con evidencia la retórica anti-gua, y siempre sacó sin hacerse demasiadoslíos la consecuencia. La retórica era justa-mente un arte en el sentido a que me referíantes, un método práctico para saber hacerciertas cosas, junto con una reflexión sobreesa práctica que nunca se despega del nivelde la práctica misma, y tal vez extrañará me-nos verla sacar a colación aquí si recordamosque en los últimos retoños suyos más o me-nos desvalorizados que hemos conocido fue-ron probablemente los manuales de redac-ción de cartas, cuyos rastros son todavía visi-bles en las academias comerciales y otros cen-tros de rancias enseñanzas. La retórica se pro-ponía enseñarnos en la escritura cómo “arre-batar los albedríos”. Es una manera bella y re-tórica (¡claro!) de decirlo, y es lástima quenuestras pudibundeces modernas nos pon-gan nerviosos ante la idea de usarla. Tampo-co a la noción de seducción, que es sin duda

un equivalente más escueto y presentable delarrebatamiento de albedríos, le es fácil que-dar libre del todo de alguna sombra de pudi-bunda sospecha, incluso o sobre todo ennuestros días.

Un uso “poético” de la escritura (el de lapoesía y otros que se le parezcan) es un usoretórico en este sentido; apunta a seducir. In-cluso los estilos poéticos de hoy más aparen-temente agresivos, subversivos y desdeño-sos son en el fondo complicaciones y cere-bralizaciones, perversiones si se quiere, delarte de seducir. Si todos sabemos que una se-ñora que vemos fotografiada en una revistao un videoclip toda provista de pinchos, ca-denas, látigos, botas y mefistofélico rímel es-tá tratando claramente de seducirnos, aun-que con otro estilo, tanto como aquellas inve-rosímiles rancheritas de trenzas, blusa deOaxaca y lunar junto a la boca aplicadamen-te “fresca” de las postales de hace 30 años,tampoco es difícil ver que esa escritura tipo-gráficamente espasmódica, léxicamente ras-posa, sintácticamente tableada y semántica-mente impertinente de nuestras “revistas dejóvenes” (que siguen siendo idénticamente“nuevas” desde hace 50 años) quiere tam-bién a su manera, con su ritmo aplicadamen-te cojitranco, ser amada, tanto o más que lasrimas de Bécquer o los azuleados madrigalesdel modernismo

Pero hablar de una idea moderna, revisa-da o no, de la seducción, como de cualquierotra idea moderna, es hablar de una idea he-redada del romanticismo. La retórica anti-gua murió justamente a manos de los román-ticos, y lo que desde entonces resulta necesa-riamente ingenuo en ella, a nuestros ojos por

LA GACETA

7

Pero justamente, en nuestros días, resulta casi vergonzoso pensarpúblicamente sobre algo importante como es el amor renunciandotan abiertamente a poner en el centro (o hacer creer que se pone en elcentro) una claridad teórica expuesta o presupuesta. Las reflexionesoficiales sobre el amor tenderán a ser aplicaciones de tal o cual teoríacientífica, o “científica”, o doctrinaria, y tenderán por lo tanto a no ha-blar del amor sino del concepto o la estructura que lo rige y lo expli-ca, líbido, agresividad, instinto sexual, compulsión social o psicológi-ca, lucha de poder de los sexos, o lo que sea. Mientras que del amormismo podremos hacer hablar a unos personajes de novela o de pelí-cula, géneros donde está muy mal visto sacar conclusiones, no diga-mos ya dar consejos, o dejar expresarse, por cierto que con más y másreticencia, a ese hablador imaginario que dice “yo” en los poemas.Nada de eso compromete a mucho. En cuanto al saber práctico sobreel amor, a las conclusiones que inevitablemente sacamos de su expe-riencia, a las reglas de conducta ante él y los modos de descifrar susrostros, todo eso que nos ocupa bastante no tiene sin embargo voz enningún foro reconocible.

Es que nuestra época ha mostrado repetidamente su incapacidadpara asegurar un sitio al pensamiento moral. El peso específico des-proporcionado que en nuestra civilización ha ido tomando el cono-cimiento teórico, objetivo, formalizable, ha desequilibrado tanto labalanza, que cuando de nuestros conocimientos descendemos a lapráctica, el terreno práctico en que desembocamos es siempre el deuna técnica, una eficacia controladora, una tecnología; nunca el deuna norma, una organización de la conducta, un orden de valores;nunca un orden moral. Tal vez no pueda decirse en rigor que no ten-gamos moral, puesto que en un sentido la moral es lo mismo que elcomportamiento, y comportamientos seguimos teniéndolos inevita-blemente; pero en todo caso no tenemos una moral explícita, formu-lable o tan siquiera interrogable. Nuestra moral, si es que la tenemos,es irreconocible e irreconocida, dispersa y descentrada, en cierto mo-do clandestina.

Nuestra moral amorosa por ejemplo, la transmitimos, la inventa-mos y la modificamos en mil conversaciones privadas y en mil actitu-des fuera de programa, que son nuestro caldo social, pero no el me-nú que inscribe e instituye los caldos así representados. Todo eso esprivado no en el sentido de que no sea público, al revés: no sólo el cal-do social es público y notorio sino que es propiamente la luz públicaadonde necesariamente sale lo que sale a la luz pública; pero ese ám-

bito social donde respiramos nuestro oxígeno público es sin embargoimpublicable. Aunque es a la vez el destinatario, la referencia y el sue-lo nativo de todo lo que se da a la publicidad (o tal vez precisamentepor serlo), él mismo no puede ser publicitado: el patio de butacas esseguramente esencial al teatro, pero no puede estar a la vez en su si-tio y en el escenario. En cuanto a lo que se presenta en el escenario, sibuscamos allí nuestra moral amorosa sólo podrá ser en lo que nuncahabla de ella; o tal vez habría que decir que habla muchísimo de ella,pero sin nombrarla. Allí, en el escenario, sólo es presentable bajo otronombre y en el papel de otro. O sea de una manera que a nuestra épo-ca le gusta llamar reprimida.

Un texto como éste refleja ejemplarmente esas condiciones. No espor supuesto un texto clandestino: es tan públicamente recomendablecomo puede desearse. Pero su lectura constituye un paradójico actode clandestinidad oficial: esa manera de espiar la correspondencia ín-tima de una persona que ni se sabe espiada ni ha consentido en serloes bastante innegablemente clandestino; a la vez, se trata de un textopublicado y hasta eminentemente publicable, y por tanto del dominiopúblico, por lo menos como texto, o sea como cosa legible, aunquenuestras leyes pongan calificaciones a esa noción en cuanto a su ex-plotación (que es lo que más preocupa a nuestras leyes). No estamospues violando ninguna propiedad, intelectual en este caso (que es loque más celosamente vigilan nuestras leyes), ni faltándole al respetoa ningún derecho ajeno, o por lo menos no está nada claro cuál es esederecho y qué es faltarle al respeto.

Pero esta situación ejemplifica más cosas. Una de ellas es la am-bigüedad del posesivo cuando hablamos de “nuestros” textos,“nuestras” ideas o incluso “nuestro” lenguaje o lenguajes en general,ambigüedad demasiado escurridiza, a todas luces, para las gruesasmallas de la tosca lógica jurídica. Las cartas, por ejemplo, ¿de quiénson? Para llamarlas legítimamente nuestras ¿tenemos que ser su au-tor intelectual, su dueño legal, su propietario real, o simplementeafirmar que tenemos derecho a leerlas, sentir quizá que estaban he-chas para nosotros, reivindicar la universal glasnost del pensamien-to? Esa ambigüedad está ahí desde la raíz, desde el acto mismo de es-cribir. ¿Lo que te digo te lo regalo —por lo menos “en cierto modo”?¿De quién son los poemas mismos? ¿Por qué nos parecería inadmisi-ble que los herederos de Fuensanta tuvieran la propiedad de los ver-sos que López Velarde le dirigió en nítida segunda persona (“... yporque eres, amada, la armoniosa elegida...”)?, y no juzgamos encambio indecente que muchos poetas que insisten en individualizarhasta la exageración a la destinataria real y concreta de sus efusiones,saquen después 3,000 copias de dichas efusiones y las vendan, con loque muchas veces ganan la gloria, mientras dejan disiparse en el ol-vido a sus adoradas si excitan la curiosidad de los críticos menos delo que sigue excitándola por ejemplo la indefensa Fuensanta —peroa cuya gloria se suponía precisamente que se consagraban con exclu-sividad esos poemas, muy por encima de la del autor mismo. Borre-mos de inmediato parte de esa culpa confesando que toda esa mer-cadotecnia de las glorias cae bastante fuera del control del poeta. Detodos modos no queda muy claro por qué las palabras “amada mía”puestas en una carta confieren a una señora la propiedad de ese tex-to, pero no así puestas en un poema, aunque éste sea un poema-car-ta y aquélla una carta harto poética.

Sólo que en este caso, como decía, todo esto resulta afortunado.Ese modo semiclandestino de inmiscuirnos en las escaramuzas con elamor de un gran poeta incipiente nos permite tal vez reprimir menoslas ganas de tomar en serio, confesablemente, “públicamente”, un ar-te de amar que podemos estar asimilando sin llamarlo así, y hasta unamoral amorosa que no se nos exigirá reivindicar abiertamente, pues-to que su propio autor sólo la reivindica en su privada y episódica es-trategia. Porque un tratado del amor es en nuestros días un libro queno se puede escribir, pero sí se puede leer, y esa lectura de un libroinescribible sólo puede hacerse bajo otro nombre, sólo puede ser lalectura de un texto que tiene otra forma, otra intención, otro lugar;

LA GACETA

6

el Premio Nobel de Literatura en

1991 pero el Comité Nobel prefirió

otorgárselo a Nadine Gordimer. El

Príncipe de Asturias es una justa

reivindicación por parte del jura-

do español que la premió, según

consta en actas, por el relieve de

las mujeres que protagonizan sus

relatos y por ser una “apasionada

luchadora por la libertad”.

��

Augusto Monterroso recibió re-

cientemente un doctorado hono-

ris causa en la Universidad Peda-

gógica Nacional Francisco Mora-

zán de Honduras. Además de es-

te merecido reconocimiento –que

se añade al Premio Príncipe de

Asturias, el Villaurrutia, el Águila

Azteca y el Juan Rulfo, entre

otros–, la misma universidad, en

conjunto con la Academia Hon-

dureña de la Lengua Española,

anuncia la creación de una cáte-

dra y un premio literario con el

nombre del autor de La oveja ne-

gra y demás fábulas.

��

Otra universidad, la Veracruzana,

por conducto de su director edito-

rial, José Luis Rivas, amigo y au-

tor de nuestra casa, nos hace lle-

gar a esta redacción los últimos

volúmenes de la casi cincuente-

naria revista La palabra y el hom-

bre. Su número 110 publica un

dossier sobre los “achaques litera-

rios”, con textos de Voltaire, Ché-

jov, Hemingway, Mann y Silvina

Ocampo. En “Sobre la inocula-

ción de la vacuna”, Voltaire cuen-

ta que “En voz baja se dice por to-

da Europa que los ingleses son

locos y fanáticos; locos porque

inoculan a sus hijos la viruela pa-

ra evitar que contraigan esa enfer-

Page 5: Salvador Elizondo visto por - … · da originalmente unas “simples” cartas de amor, revestidos del aura que les confiere el ser textos de un gran poeta, se leen ahora, en-tre

nuestros hábitos mentales con ecos más bienfemeninos. Pero saquemos a relucir un poconuestras modernas malicias freudizantes ypodremos decir en ese lenguaje que cuandola seducción se cumple, el hombre entregasu arma más claramente aún que la mujer:en ese lenguaje la idea fantaseada de tomar(y de su sinónimo, tabú en Latinoamérica,coger) se ve como la inversión enmascara-dora del verdadero deseo, pues está claroque es ante todo el arma viril la que quiereser tomada.

De esa seducción pura, de esa seducciónseductora y no conquistadora, dan ganas dedecir que el joven Gilberto se las sabe todas.Me imagino que ningún lector de estas cartasdeja de sorprenderse de que ese joven fuerarechazado. Eso nos sugiere que en algún sen-tido la seducción se cumple siempre. Tal vezel joven Gilberto no sedujo a la destinatariade estas cartas, pero a todos sus lectores nostiene seducidos, y ¿es de veras esa eficaciatotalmente ajena a su intención? La bellezade la escritura ¿no está por sí misma destina-da, de manera acaso virtual e imaginaria, pe-ro no intencional, a una recepción que reba-sa a todo destinatario declarado? Que la des-tinataria declarada de estas cartas haya aca-bado por publicarlas nos muestra que así loha entendido y que ella misma se ha dejadoseducir como lectora. Pero yo diría que nosólo como tal. Porque en esta clase de reco-nocimientos no se cumple entero el sueño dela seducción, pero sí el germen de su existen-cia y la posibilidad de su verdad. Ese cum-plimiento nuclear se nos da cuando la perso-na que queremos seducir reconoce y sancio-

na el sentido de nuestra seducción aunqueno responda a ella más allá de eso. En la se-ducción pedimos esa sanción de nuestra per-sona como ser significativo, esa plena digni-dad humana que sólo el ser amado puededarnos y sólo amándolo puede dárnosla. Pe-ro esa sanción empieza por el reconocimien-to de esa petición y de su pleno sentido, y enese reconocimiento se gesta ya, aunque toda-vía puede abortar, el amor que afirma y fun-da nuestra persona significativa. Es induda-ble que el Gilberto Owen de estas cartascuenta constantemente con esa verdad. Co-rre ejemplarmente el riesgo de no ganar; bus-ca con admirable pureza seducir a la verda-dera Clementina, que se esfuerza honesta-mente por descubrir sin falseamientos, y se-ducirla con la desnudez del verdadero Gil-berto, investigando con la misma buena fe;propone todo el tiempo la entrega de sus ar-mas, condición para un favor de la Fortunaque permita por un golpe de suerte, por unfavoritismo del azar, que ella le entregue lassuyas. Y el fracaso no le hace desdecirse, conlo cual ha salvado el sentido de su seduccióny ha perdido el fruto del amor pero no susuelo. Y entonces, en esas condiciones, pue-de decirse que nunca se ama en vano.

México, julio de 1988

✸LA GACETA

9

supuesto, es la tentativa de codificar las reglas. Puesto a seducir a sulector, un moderno como Owen explora su estrategia, no puede yacreer que le sirva de nada aplicar con erudita obediencia unas reglasde manual maniáticamente clasificadas de antemano. Más que unaretórica, esa estrategia es una poética. El arte de escribir es en nues-tros días una estrategia práctica tanto como en la antigüedad, pero untratado de ese arte resulta hoy una reliquia porque esa estrategia esahora un arte abierto, que intenta buscar en cada momento, en la si-tuación concreta de sus propósitos y problemas, las condiciones desu respuesta, y no dispone pues de respuestas incondicionadas al-macenadas de antemano. Paradójicamente, nuestra civilización ca-da vez más técnica favorece sin embargo, a partir del romanticis-mo, un arte mucho menos técnico que el de antes. Esa paradoja se-rá tal vez, para los historiadores del futuro, el rasgo más típico ypintoresco de nuestra época, esa época donde por ejemplo coexis-ten incomprensiblemente la fe en el cuerpo, en el deseo, en el in-consciente, y el entusiasmo por la tecnología, la informática, la hi-perurbanización.

A los 23 años Owen es ya un poeta, es decir un seductor. Tal vezlo más admirable de estos textos es la perfecta concordancia de la se-ducción lingüística de esa escritura con el uso a que aquí se la desti-na: una seducción amorosa. La modernidad de Gilberto Owen (quie-ro decir su posromanticismo) hace que la estrategia de esa seducciónamorosa sea estrictamente paralela a la de su lenguaje. También esaotra estrategia está lejos de ser una retórica del amor; es una poéticadel amor. No sólo no busca aplicar unas reglas preexistentes y re-transmisibles , una técnica aprendible y enseñable, sino que tampocole interesa extraer algún conocimiento objetivable por su valor teóri-co, sino ante todo un resultado práctico: seducir a Clementina Otero.Tal vez habría que llamar a ésta la otra modernidad. Está tan lejos delas actitudes anteriores al romanticismo como de la fe tecnificadoraque atruena nuestro presente con sus promociones futurológicas. Lapoética generalizadora de un Owen, esa razón práctica, nombre kan-tiano de lo moral, es antípoda y complementaria de esa exaltación delpuro conocimiento, razón pura kantiana, expresada lo mismo por lamarquesa de Merteuil de Les liaisons dangereuses que por el Michel

Foucault de Les mots et les choses. Hay tal vez un centro de gravedadde lo moderno, más o menos sepultado y clandestino, que es sistemá-ticamente negado a la vez, aunque separadamente, por la mentalidadpremoderna y por esa otra modernidad caudillesca, modernizante ymodernizadora, emprendedora y triunfante. Ese centro es sin duda elque erraron, saltándoselo sin darse cuenta, los que idearon la ocu-rrencia de salirse por la puerta de utilería de una supuesta posmoder-nidad. En torno a ese centro se movería, si es que mueve, toda posi-ble moral amorosa de hoy, como todo otro pensamiento moral.

Owen adivina, pues, desde muy temprano una poética amorosaque es una estrategia de seducción. Sé que hay una idea moderna dela seducción (con muchos antecedentes por supuesto) que tiende aasociarla con ideas o imágenes de técnica, de manipulación, de domi-nio y cosas de este tenor. Aunque ya me he explicado un poco sobreesto en otros lugares, daré aquí algunas aclaraciones sobre lo quequiero decir con ese término. Hablo de la seducción como tal. Unhombre puede seducir a una mujer para manipularla, para sacar ven-tajas, para satisfacer su vanidad. Esos objetivos no son la seducciónmisma, sino aquello para lo que se la utilizó. Identificar lo uno con lootro es como identificar el trabajo con la cocaína, con el argumento deque algunos trabajan para comprar cocaína. Otros trabajan para otrascosas, como otros seducen para otras cosas. Ariadna quiere seducir aTeseo tanto como Teseo a Ariadna, e Isolda a Tristán tanto como donJuan a doña Elvira. Podemos embarcarnos en la seducción para unaempresa conquistadora o saqueadora, pero también se embarcan losexploradores y los más angelicales viajeros. El seductor no es necesa-riamente el conquistador. En nuestra civilización, como en tantasotras, la mujer y el niño son arquetípicamente seductores, mientrasque el arquetipo del conquistador es netamente viril. No deja de sersignificativo que en nuestros días los rasgos seductores atribuidos aun varón nos hagan dudar de inmediato de su virilidad. Tal pareceque hay un conflicto de valores: o seducimos o dominamos, y si unniño o una mujer pueden seducirnos sin merecer desprecio, puestoque no se espera que nos dominen, en cambio un varón que seducerecurre a nuestros ojos a unos métodos innobles de dominio, y nopuede abrigar sino intenciones despreciables, que además tienen suprobable origen en un desarrollo defectuoso de su personalidad viril:inmadurez o feminidad, grados inferiores de la escala humana.

Que seducir no es lo mismo que conquistar se ve palmariamenteen estas cartas. Owen recurre a todas las armas de seducción que en-cuentra al alcance de su mano, que no son pocas. Lo cual no impideel fracaso de su conquista. Es que ha descubierto, “intuitivamente”como dicen, o sea más allá de la retórica amorosa, que la verdaderaseducción implica la renuncia a asegurarse la victoria. Tiene que ju-gar (y escribir) sus cartas al borde del abismo, es decir sin clausurarnunca el incontrolable azar. Seducir a una persona es siempre sedu-cir también a la diosa Fortuna. Si la “suerte” amorosa estuviera garan-tizada o controlada, eso no sería seducción. Recordemos que la pri-mera figura del don Juan, la de Tirso de Molina, tiene la sabiduría deno presentarlo como seductor, sino como burlador. Su seducción noes tal, es un engaño. Nuestro moralismo exorciza así la amenaza de laseducción: su severa lección nos muestra que, una vez bajadas lasmáscaras, lo que el conquistador tiene entre sus brazos no es una mu-jer seducida sino una mujer burlada.

La seducción propiamente dicha trata precisamente de escapar deesa trampa. Si la victoria es eso, no sólo renuncia a asegurársela, sinoque rechaza de plano a toda victoria. Ya dije que juega a perder, peroa perder de cierta manera. Su estrategia es la entrega desarmante. Su fi-gura simbólica es el desnudamiento. No nos equivoquemos: los ata-víos de la seducción apoyan todo su sentido en el polo imantado dela final desnudez, y el más sugestivo atuendo se ha negado a sí mis-mo si no acaba tirado al pie de la cama. Pues la seducción se arma ex-clusivamente para entregar las armas, a fin naturalmente de que elotro entregue las suyas. Seducir es entregarse a la entrega del otro ybuscar su entrega a la nuestra. Todo esto, no lo niego, resuena en

LA GACETA

8

medad; fanáticos porque, para

prevenir un mal incierto, provo-

can, tranquilamente, una enferme-

dad segura y terrible.” ¿Qué pen-

saría el autor de Cándido acerca

de los vacunas actuales, las que

salvan nuestros discos duros de

ser destruidos?

��

La Pontificia Universidad Católica

del Perú nos envía dos de sus

más recientes publicaciones: A la

rosa, de Martín Adán –de quien pu-

blicamos en nuestra colección Tie-

rra firme la antología El más her-

moso crepúsculo del mundo–, y

Terra incógnita, de Ricardo Silva-

Santisteban, traductor de Mallar-

mé, Joyce y Pound, y director de

la selecta y bien cuidada colec-

ción de poesía El manantial ocul-

to que edita el rectorado de dicha

universidad.

��

Para seguir con revistas y univer-

sidades, la Autónoma de Puebla

nos envía Crítica, correpondiente

a marzo-abril de este año. Nos lla-

man en especial la atención los

ensayos de Martha L. Canfield so-

bre el translingüismo de César

Moro, “El amor breve” de Antón

Arrufat –que es una sucinta histo-

ria del soneto, desde el año de

1220 hasta Alfonsina Storni–, así

como un fragmento de My life as

author and editor, de H. L. Men-

ken, titulado “Frank Harris, Oscar

Wilde y lord Alfred Douglas”.

��

Una más: Los universitarios, re-

vista de la Coordinación de Difu-

sión Cultural de la UNAM, publica

en su número de junio “Epigra-

Page 6: Salvador Elizondo visto por - … · da originalmente unas “simples” cartas de amor, revestidos del aura que les confiere el ser textos de un gran poeta, se leen ahora, en-tre

lizadas por el doctor Farabeuf, médico del si-glo XIX que inventara los aparatos quirúrgi-cos que llevan su nombre y que son utiliza-dos para las amputaciones.

Este inicio suena aberrante. Es, de hecho,perturbador. Elizondo explora allí ciertosconceptos substanciales: por una parte, eltiempo y la memoria, a cuyas artificiales es-tabilidades desestructura de tal forma quepor consecuencia la Identidad (de ellos, delas imágenes, de la historia) se ve fina y bru-talmente desequilibrada. Y por otra, por su-puesto, el erotismo y la muerte.

Y a la manera de Bataille, para quien elerotismo no sólo es una figuración de lamuerte sino la característica diferencial delos seres humanos, Elizondo busca siemprela realidad a través del lenguaje, de la pala-bra escrita, porque no encuentra otra formade probar que existe. Dolor y muerte sonconsiderados sádicamente; es decir, comoentelequias del pensamiento. Pero sobre to-do resultan los dos únicos instantes absolu-tos, ese absoluto —como sujeto— del queSteiner tiene nostalgia.

Este es el juego de exploración literariaque también hará sobre el fenómeno deldolor —su lenguaje, su forma— en “El malde Teste” (uno de los textos-prisma inclui-do en Camera lucida, en el que crea una ima-

gen virtual homenaje a La Soirée avec Mon-sieur Teste, de Paul Valéry, a quien por cier-to tradujo, entre otros, y quien fuera in-fluencia decisiva en él). Este Monsieur Tes-te (Test, text, texto en inglés) encarna el Sa-bio ideal, Sacerdote Intelectual idílico quevive para pensar.

Así, Elizondo sigue la línea de los apócri-fos: se asoma como anotador al mundo de loterrible: muerte, dolor, tortura, asesinato, lo-cura. A los autores que toma de la mano élmismo los cita, los analiza y establece conellos un diálogo escrito: su trabajo no sólo esla exégesis sino, sobre todo, y a partir de és-ta, la paulatina estructuración textual de laincertidumbre.

Sus ensayos, de temas más que variados,discurrirán sobre esta gama de “oscurida-des”. Un particular y lúcido examen del tipoes el que realiza sobre la cuestión del mal, suhistoria, su evolución como concepto y su in-fluencia en la historia del pensamiento, enTeoría del infierno y otros ensayos. Los artículosque integran este libro son una muestra ex-celsa de ese análisis concienzudo que realizaElizondo: en ellos advierte, entre otras cues-tiones, la variación de la idea del mal en eltiempo y su transición de componente dia-léctico del universo (Dante) a conjunción sin-táctica de una nueva visión del mundo (Bla-ke). Este recorrido teórico incluye, obvia-mente, una revisión de diversos pensadores,desde San Agustín (¿es la ausencia total deltiempo o su totalidad?) hasta Sade y su Justi-ne: ¿Es acaso el bien el contrario del mal?¿Cuáles son sus límites?

La senda de Elizondo es una sola, sin du-da. Kantiano, busca esa última sustancia dela realidad exterior que no puede definirse odemostrarse analíticamente. Pero como elobjeto de reflexión de su producción literariaes la literatura misma, no deja de indagar yesta búsqueda le lleva a practicar la inquisi-ción: Elizondo no sólo explora el lado “oscu-ro” de la vida, sino que le interesan todasaquellas ramificaciones en las que deriva su

LA GACETA

11

� El FCE está por concluir la edición dela obra completa de Salvador Elizondo,

en tomos separados, dentro de la colección Letras mexicanas.

...No hay una cosaQue no sea una letra silenciosaDe la eterna escritura indescifrableCuyo libro es el tiempo...

JORGE LUIS BORGES

Para una versión del “I King”

“Treinta radios convergen hacia eleje, pero el vacío entre ellos crea lanaturaleza de la rueda. La formadel vacío engendra la esencia de la

forma creada”. La letra es la forma creada ysu vacío, el vacío gráfico que encierra, el va-cío simbólico que guarda y las palabras quesilencia son precisamente la búsqueda litera-ria, filosófica, poética, que lleva a cabo la es-critura de Elizondo. Por eso se llama a sí mis-mo el grafógrafo, el escriba; como antiguocopista y transcriptor de esa fuerza inexora-ble e infinita que es la palabra. La aparenteconcretud de esa palabra —sobre cuya basedescansa todo el peso de una supuesta vera-cidad, porque, todavía se cree, la palabra dafe, la palabra arraiga, la palabra nombra y aldotar a las cosas de un nombre se les asignauna realidad específica que las define en elespacio y en el tiempo (he ahí que son apre-hensibles)— se desmorona bajo la escriturade Elizondo.

Elizondo: una escritura que pretendetrascender las lecturas totales, las premisasconsumadas, las concepciones categóricas,todo sistema. Herida abierta hacia el infinito,es juego de matrushkas que en su interior al-bergan una nueva figura cuyo interior alber-ga una nueva figura cuyo interior albergauna nueva figura... ad infinitum. Pero no sólohasta el infinito; a la vez, esa matrushka-tex-to-historia-escritura se desliza por una ban-da de moebius que no comienza ni terminajamás ni posee un solo lado. Danza entre di-mensiones, molusca indecisa.

Y es precisamente en ese espacio inter-medio, entre el derecho y el envés, dondeElizondo se empeña en construir la únicarealidad que cree posible: la de la palabra.

La palabra que lo crea todo y por endea la nada: Le livre de Mallarmé, un único Li-bro hacia el que convergen todas las escri-turas anteriores y las venideras, el Libroque trascenderá el tiempo del hombre. Des-prendido desde allí por largos y longevoshilados, Elizondo cuestiona la realidad delhombre y la realidad del libro, palabra yser; ambos, según sugiere, se crean al uní-sono. ¿Acaso existen? se pregunta, paradespués evidenciar la imposibilidad de sudefinición y cuestionar su identidad cons-tantemente.

La escritura, y por lo tanto la realidad,sucede sólo cuando el lector entra en eljuego y decide aceptar la partida. Tal co-mo lo demuestra en El hipogeo secreto: ellector lee y lee lo que está siendo escrito —él mismo— por alguien más mientras esleído. Lo mismo le sucede al autor. Y lacombinación entre tales factores resulta enuna ecuación también interminable: lasuerte no está echada, Un coup de dés...nunca abolirá el azar.

Este es el universo literario de Elizondoquien, obsesionado con el fenómeno de laescritura, ha buscado sus mecanismos y fi-nes a lo largo de su ya extensa trayectoria li-teraria, a través de novelas, cuentos, textosde prosa poética, compilaciones de aforis-mos, ensayos, artículos y traducciones.

De las obras de Elizondo y en las obrasde Elizondo hay una serie de preguntascardinales que, cual dilema filosófico, sonplanteadas una y otra vez en las diversascircunstancias. Y aunque aventura res-puestas, éstas duran apenas un instante

porque ante ellas se abre siempre una nue-va interrogante. Esta es quizá una de lascaracterísticas que más lo definen: los la-berintos que traza van y vienen a través desus textos siendo duda, duda que busca,que encuentra, que vuelve a dudar. El ob-jetivo de tal escritura, o al menos el resul-tado de tal escritura, no es de hecho laconstrucción de premisas ontológicas sinola deconstrucción continua de todas ellas.No concibe la literatura como una narrati-va con líneas argumentales sino como unahipótesis, una “fantasía literaria causadapor un imperativo real”.

Lo que le interesa —el escriba ha dicho(y aunque esto ya es sabido resulta centralen la comprensión de su firmamento lite-rario)—, son las visiones que trastocan ysubvierten cualquier concepción del mun-do. Tres, específicamente, del siglo XX: laescena del ojo en Un chien andalou, de LuisBuñuel, la escena del asesinato de Nadiaen Rocco e i suoi fratelli y la fotografía delsuplicio chino de los cien pedazos o LengTch´e (el desmembramiento paulatino yexacto del castigado en vida, realizado porúltima vez a principios de siglo como pe-na máxima al asesino del heredero al tro-no), reproducida por Georges Bataille enLes armes d´eros.

Es a partir de esta tercer imagen que Eli-zondo crearía una de las novelas centrales desu producción, Farabeuf. En ella reconstruyey evoca a través de un hombre y una mujer através de un espejo, el tormento que, en lahistoria, aparece en un viejo periódico, elNorth China Daily News y las operaciones rea-

LA GACETA

10

mática”, de Martín Luis Guzmán

–como adelanto del libro que pró-

ximamente editará dicha coordi-

nación–, que fuera una columna

anónima de la revista Tiempo, di-

rigida entonces por el autor de La

sombra del caudillo. Esta entrega

ofrece también un artículo de Ruy

Pérez Tamayo sobre “La mitolo-

gía del genoma humano”, una

“doble” biografía de Michel Leiris

escrita por Philippe Ollé-Laprune,

una breve pieza dramática de Jai-

me Chabaud y un texto sobre la

obra de Carlos Pellicer López a

cargo de Eliseo Alberto.

��

Nos dio gusto saber que Enrique

Vila-Matas fue el merecedor del

más reciente premio Rómulo Ga-

llegos, otorgado en Venezuela des-

de 1964, por su novela El viaje ver-

tical. El jurado estuvo integrado

por Sergio Ramírez, Carmen Ruiz

Barrio Nuevo, Eduardo Rodríguez

Juliá y Victoria de Estéfano. El chi-

leno Roberto Bolaño, que recibió

la edición anterior de este mismo

premio, se deslindó del jurado por

razones de salud. Felicidades para

el primer shandy.

��

También felicidades a Mauricio

Achar por los primeros treinta

años de la librería Gandhi de Mi-

guel Ángel de Quevedo, que hoy

en día tiene sucursales en el inte-

rior de la República así como fue-

ra del país, y cuyo concepto

abarca también la venta de dis-

cos y libros para niños, cafetería,

teatro, sala de exposiciones y

centro de reunión para jugadores

de ajedrez.

��

Salvador Elizondo: la redención infinita

✸ Andrea Fuentes

La escritura del placer se enrosca como una víbora o una liana –co-mo una interrogación. Es una pregunta que estrangula o que, al me-nos, inmoviliza a su objeto. Y la respuesta a esa pregunta, si es queefectivamente la muerte es una respuesta, es un garabato: un signono sólo indescifrado sino indescifrable y, por tanto, in-significante.Así pues, la traducción de este signo (que es la marca de nuestramortalidad) nunca puede ser literal. Por eso Elizondo no escribe niensayos de filosofía ni tratados de erotología. Escribe novelas: me-táforas de una realidad que siempre se nos aparece, ella misma, co-mo signo, como metáfora.

✸�OCTAVIO PAZ:El signo y el garabato, Joaquín Mortiz, 1973.

A diferencia de la mayor parte de los escritores latinoamericanoscontemporáneos, Elizondo rechaza el caleidoscopio histórico y telú-rico, social y político, psicológico y mitológico. “El suplicio –dice– esuna forma de escritura.” Sin embargo, esta rebusca del ser, esta es-pera angustiosa del éxtasis, esta tortura deliciosa y horrible humani-za paradójicamente el desconcierto de los personajes, sumerge enun universo “pánico”, en el sentido arrabaliano del término. “¿No so-mos por casualidad nada sino una imagen borrosa sobre un trozo devidrio?”

✸ CLAUDE FELL:Estudios de literatura hispanoamericana contemporánea,

SepSetentas, 1976.

Page 7: Salvador Elizondo visto por - … · da originalmente unas “simples” cartas de amor, revestidos del aura que les confiere el ser textos de un gran poeta, se leen ahora, en-tre

� Dos libros del poeta Jorge Esquincahan sido publicados en nuestra

colección Letras mexicanas: Alianza delos reinos y Paso de ciervo. Actualmente

Esquinca organiza las actividades culturales de nuestra librería José Luis

Martínez en Guadalajara.

¿ Recuerdas…? Se trata de un he-cho que, ahora, es imposible pre-cisar. Tenías dieciocho, diecinue-ve años. Inmóvil, recargado con-

tra el muro de mosaicos desteñidos, en el pa-sillo de esa universidad, recorrías con la mi-rada las ventanas rectangulares de las aulas,los campos entonces baldíos donde las vacas,macilentas, deambulaban entre los estudian-tes de pelo largo, morral al hombro y las mu-chachas de minifalda tableada, tal vez lán-guidas, rubias. Muchachas como vistas porla vez primera, que olían a perfume fino,aplicado minuciosamente sobre el cuello, enlas axilas. Es posible, por lo tanto, conjeturarque, tras el roce de esas faldas, entre el ince-sante zumbido de las moscas, escuchaste —oimaginaste escuchar-— los retazos de unaconversación. Alguien, a tus espaldas, tras elbarandal, entre los arbustos dijo algo acercade un libro: “un libro que cuenta la historiade un sólo instante”. La voz se filtraba porlas hojas de los setos, entre los rosales mar-chitos, mientras tú, sin dejar tu sitio junto almuro de mosaicos, mirabas pasar a las joven-citas sonámbulas, y a las vacas. “En ese libroque cuenta la historia de un instante se cifra

el enigma de una vida”, dijo la voz entre lasramas, con el último hálito del día.

Sí, recuerdo. Era la estación más seca delaño, en una ciudad de provincia. Olía a ma-rihuana en los pasillos de la universidad,había música de cítaras, charangos destem-plados, niñas lánguidas de pechos afilados,pantalones de mezclilla, sandalias, minifal-das. El sol, el último, tal vez estaba ahí, co-mo un coágulo sobre nuestras cabezas. Lasvacas bostezaban entre moscardones. Estoyseguro que tú lo recuerdas, tenías dieciocho,diecinueve años. Detenido, bajo la pesantezde un sol oleaginoso, en el sopor de la caní-cula, entre las moscas verdes, coléricas. Es-cuchaste entonces, en tu sitio de indolentevigía del solar universitario, o creíste escu-char, una voz, un nombre…Farabeuf…”Sí, laexperiencia de entonces era una sucesión deinstantes congelados”.

¿Recuerdas? Pero nunca podrías precisarcon exactitud cómo vino a dar a tus manosese libro. Recuerdo que, antes de subir al óm-nibus, mirabas con detenimiento la portada.Trazos que semejaban las huellas que la san-gre, luego de un corte brusco, deja al saltarsobre un vidrio o un muro. Recuerdo que mi-rabas, ya en tu sitio, en el asiento número 3,la fotografía del supliciado chino y tratabasde adivinar, antes de leer siquiera la primerapágina, si ese rostro indefinible podría ser elmismo que, mediante una operación mental,tú habrías de imponerle a la voz tras los ar-bustos. Antes de leer siquiera la primera pá-gina, bajo la tenue luz de la lamparilla adosa-da en el techo del ómnibus, miraste con dete-nimiento esa fotografía. Era sin duda una deesas imágenes-zahir que, como el libro mis-mo o, mejor dicho, como la substancia mismaque anima las páginas de ese libro, tienen lacualidad de volverse inolvidables.

¿Recuerdas? Tras la ventanilla, cuya cor-tina habías descorrido en un vano intento deposponer esa contemplación, las luces ama-rillas de los gallineros en la distancia, bajo uncielo vagamente estrellado. Farabeuf fue en-tonces algo más que un sonido pronunciadopor una voz imprecisa, un conjunto de sig-nos sobre la página, un nombre, una cifra¿de qué? Abajo, en letras más pequeñas lees:Salvador Elizondo. Pero las letras se borran yen su sitio reaparece la fotografía del supli-ciado, el rostro anónimo que se alza hacia uncielo vacío, en el colmo del dolor, en el colmodel placer. Tal vez fue en ese instante cuandoapartaste la mirada y recargaste la frente en

la ventanilla. Sentiste entonces el contactosólido del vidrio helado sobre el que comen-zaban a resbalar unas gotas negras de lluvia.Con los ojos cerrados te esforzaste en recor-dar la naturaleza de esa voz que, días antes,inmóvil en tu sitio de dudoso guardián deun territorio perdido para siempre, habíasescuchado entre los arbustos. Cerraste losojos y volviste a abrirlos casi inmediatamen-te. Un presentimiento atroz, un lento escalo-frío como el trazo de un bisturí…

¿Recuerdas? Sí, recuerdo la noche, las lu-ces amarillas de los gallineros, un cielo conunas cuantas estrellas… Sin embargo no te esposible establecer el momento exacto en quecomenzaste a leer esa novela… La noche eraun largo camino, un libro que se escribíaconforme avanzaba el ómnibus y tú recorríaslas páginas con la avidez de quien está siem-pre al filo de hallar en ese texto la clave de unsecreto que habrá de revelarle el sentido últi-mo, prístino quizá, de su propia existencia.

Sí, recuerdo. Con las primeras luces co-menzaron a perfilarse los cerros. Habíamosviajado, habíamos leído durante toda la no-che. Apagaste la lamparilla, ya inútil ante laclaridad que se extendía en el interior delómnibus. Al llegar a las últimas páginas tedistrajo el reflejo de algo que vagamente pa-recía configurarse en la ventanilla, surcadatodavía por tenues estrías de lluvia que conel sol rojizo del amanecer adquirían un tintesangriento. Una imagen aparecía sobre el vi-drio traslúcido, como en una placa fotográfi-ca. Era, sí, lo supiste en un instante que nopodrías olvidar jamás, el rostro que anhela-bas imponerle a la voz inefable que te condu-jo hasta el libro, era el rostro paroxístico delsupliciado chino que se alza para recibir deun golpe toda la luz del cielo, era —ahora lorecuerdas— tu propia cara.

LA GACETA

13

pensamiento. Por ello también analiza en suslibros (en la colección de artículos Estanqui-llo, por ejemplo) una serie de nociones comola ley, la historia, la ideología más que la po-lítica y el acto de la creación, así como unaserie de elementos que intervienen en la co-tidianeidad y su efecto en ella. En sus ensa-yos y en tinta recorre también las geografíashumanas de los autores que le fueron signi-ficativos y le signaron, tanto de sus coterrá-neos americanos (Tablada, González Martí-nez y Gorostiza, entre otros), como extranje-ros: Borges, Joyce, Pound, Apollinaire,Lowry, Poe, Nerval...

Y de entre las grietas de su andanza sur-gen también cavilaciones sobre los poemas,la energía, los sueños, los mitos, el arte. In-mensidades inaprehensibles, longitudes decarne hasta pensamiento, distancias breves einsalvables se abordan desde distintas pers-

pectivas y con los mismos ojos: El grafógrafo,El retrato de Zoe, Cuaderno de escritura, Contex-tos, todos ellos constituyen digresiones don-de la escritura se engendra como un mundoen sí mismo que se crea y se recrea sólo a tra-vés del lenguaje y cuya finalidad misma es elacto de escribir. Parecería caótico: pero comotodo caos tiene un orden preciso y específicode atracción molecular.

Lo vemos caminar por el filo de un pen-samiento como sobre una navaja y siem-pre, con una infalible precisión de acró-bata chino, en el momento justo, conapenas un quiebro, salta, vuela y cae, ile-so, sobre el suelo

OCTAVIO PAZ

Elizondo practica su operación una yotra vez. En su búsqueda, la de primacía dela palabra, el escriba utiliza herramientas ysignos recurrentes: máquinas y espejos, co-mo puerta y como ventana a la otredad, a lootro, a los otros que serán realidad o reflejo oespejismo de la esencia humana. La identi-dad, esa pregunta, es formulada nuevamen-te desde la única de sus piezas teatrales, una

literal puesta en escena titulada Miscast o hallegado la señora Marquesa. ¿Qué sucede cuan-do un personaje pierde la memoria? Laenunciación corresponderá nuevamente a lapalabra, maestra de la ficción.

Y Elsinore: un cuaderno. Elsinore, la bellaLeonor del lago de Elizondo, es —contraria-mente a la idea de vertiginosidad a la que serefiere en su principio—, un sueño vago ymemorioso cuyo horizonte se va dibujandopaulatinamente a través de todas las brutalesy adolescentes palabras distribuidas en fra-ses largas, apresuradas pero lentas. Elsinoretiene ritmo y poesía, lleva en la lluvia que lecae el tono de una muerte sin fin y es naci-miento del recuerdo, doblemente intenso,doblemente lejano.

Autobiográfica, no más ni menos quecualesquiera de sus otros títulos, en esa his-toria de adolescencia transcurrida en un co-legio militar de Estados Unidos, con la som-bra de la guerra, la capacidad narrativa deElizondo se muestra culminante. Elsinoreencarna la trampa de la realidad, dibujada enuna espiral ascendente cuya imagen es, co-mo el mismo Elizondo lo plantea, el deseo.Un deseo que transita por mundos imagina-rios en cuyo seno el tiempo es apenas un ins-tante evocado por la memoria.

“Ligero, gozoso y literalmente magis-tral”, dice Eduardo Lizalde, el relato está ro-deado de una realidad que lo aísla: es nota-ble justamente porque es un sistema autóno-mo —e interminable en su interioridad—,que no depende de ningún elemento exter-no. Posee varios niveles de escritura y enellos esgrime un desliz de dos lenguas hastacrear su particular lenguaje; sueño dentrodel sueño, recuerdo dentro del recuerdo pe-ro sobre todo experiencia de la experiencia.

“La imagen consumada y la idea fija”, di-ce Elizondo. Su escritura navega por losmeandros: se interna en esa fijeza momentá-nea de Steiner, de Paz, intentando definirlasa través del pensamiento y de un discursotextual. Intérprete y reproductor de específi-cos universos filosóficos literarios, se adentraen las zonas liminales que dentro de la escri-tura se generan para registrar, por una parte,la naturaleza del mundo constituido por unnúmero infinito de correlaciones cambiantesque sólo pueden expresarse en un instantedado y, por otra, el hipertexto existente de-trás de toda realidad y toda voz, gráfica olauda; lo que no se ve, lo equívoco, lo sutil, loefímero y definitorio. Entre Parménides yHeráclito, el mundo inmutable y el continuofluir, edifica el mapa arquitectónico de suescritura.

Ensayando paradojas, Elizondo escribe lahistoria de una idea particular, la suya, “unorden especial del espíritu como lo es ese enel que por la intersección de un tiempo y unespacio definidos con un lenguaje se produ-ce toda una vaga literatura”, la suya.

LA GACETA

12

Farabeuf en el ómnibus

✸ Jorge Esquinca

Salvador Elizondo (México, 1932) es uno de los escritores de nuestralengua que más tiene en cuenta al lector; afirmar esto puede resultarextraño referido a alguien de tan fuerte tradición mallarmeana, para elque un concepto subrayadamente social como el de comunicación es,en principio, lejano. Pero Elizondo tiene en cuenta al lector no para ha-lagarlo ni para amodorrarlo, tampoco para adaptar su proyecto litera-rio a expectativas ancilares –tarea tan bien desempeñada por una na-rrativa dispuesta a vender el mismo libro todos los años– sino porqueespera del lector un acto verdadero de lectura, de creación que, en ri-gor, comienza con el acto de escritura/lectura del autor mismo.

✸�JUAN MALPARTIDA:Prólogo a la Narrativa completa de Salvador Elizondo, Alfaguara, 1997.

• Lámina extraída del Précis de ManuelOpératoire, par le L.H. Farabeuf, professeura la faculté de médecine de Paris, Paris,Masson et Cie Éditurs, 1876, p.86, de laColección de Rodrigo Fernández de Gortari.

Page 8: Salvador Elizondo visto por - … · da originalmente unas “simples” cartas de amor, revestidos del aura que les confiere el ser textos de un gran poeta, se leen ahora, en-tre

� Premio Internacional MenéndezPelayo y Premio Fray Bartolomé de las

Casas, ambos otorgados en España esteaño, Miguel León-Portilla ha publicado

en el FCE Los antiguos mexicanos através de sus crónicas y cantares,

Humanistas de América yHuehuehtlahtolli: testimonios de la

antigua palabra, entre otros. El texto deFederico Navarrete —autor de Cautivos

en el altiplano y Viajes al mercado deMéxico, publicados en nuestra colección

para niños— junto con los de EduardoMatos Moctezuma, Alicia Mayer y Pilar

Máynez sirvieron de presentación aTonantzin Guadalupe de León-Portilla en

la librería Octavio Paz del FCE.

La lectura del libro Tonantzin Gua-dalupe de Miguel León-Portilla, yde la sugerente y novedosa tra-ducción del texto náhuatl conoci-

do como Nican mopohua que contiene, mehan dejado, y espero que deje a todos sus lec-tores, con la convicción de la inmensa tras-cendencia y valor de este documento del si-glo XVI. Claro que los estudiosos del guada-lupanismo conocen perfectamente este opús-culo devoto y lo aprecian por su detallada yemotiva descripción del milagro de la apari-ción de la Virgen en 1531. Pero el mérito deesta nueva versión al español reside en reve-larnos una inédita faceta del texto y en abrirtoda una nueva avenida para el estudio desu contenido. En suma, Miguel León-Portillalogra que leamos el Nican mopohua con reno-vada sorpresa, hazaña admirable cuando setrata de un documento que ha sido publica-do, analizado, discutido, parafraseado y re-petido durante cuatro siglos.

La aportación de Tonantzin Guadalupeno se inserta en el terreno de la centenariapolémica guadalupana, pues no se refiereal controvertido milagro del Tepeyac. Eldoctor León-Portilla aborda la lectura y latraducción del Nican mopohua con otro obje-tivo: reconocer y explorar su raigambre in-dígena. Esta empresa se sustenta en trespremisas.

En primer lugar, nuestro autor demues-tra claramente que este documento no sólofue escrito en lengua náhuatl, sino tambiénutilizó los ricos recursos retóricos de la poé-

tica indígena e introdujo elementos de la cos-movisión prehispánica en su católico mensa-je. Paralelamente, a partir de las noticias quenos dejó Carlos Sigüenza y Góngora en el si-glo XVII, y de las mucho más recientes pro-puestas de Edmundo O´Gorman en su libroDestierro de sombras, León-Portilla identificaconvincentemente al indígena Antonio Vale-riano, intelectual y gobernante azcapotzalcadel siglo XVI, como autor del texto. Final-mente, fecha la elaboración de este docu-mento en 1556, lo que significa, como ya lohabía señalado O´Gorman, que puede serconsiderado la auténtica relación original dela aparición milagrosa de la Virgen conocidacomo Guadalupe.

Estas tres propuestas configuran unanueva lectura del Nican mopohua y tambiénnos permiten echar nuevas luces sobre el ori-gen de la venerable tradición guadalupana.Dedicaré el resto de mi breve intervenciónde esta noche a reflexionar sobre esta nove-dosa y estimulante perspectiva, siguiendolas líneas marcadas por el propio doctorLeón-Portilla en Tonantzin Guadalupe.

Para empezar me detendré en la figuradel autor, Antonio Valeriano. Como señalael libro, este personaje nació pocos añosdespués de la conquista y fue alumno delos franciscanos en el colegio de la SantaCruz de Tlatelolco. Ahí conoció a fondo laalta cultura occidental y clásica y adquiriódominio sobre las lenguas española y lati-na. Paralelamente, colaboró con fray Ber-nardino de Sahagún en su ambiciosa em-presa de investigación sobre las culturasprehispánicas. De esta manera, hizo de suheredado conocimiento de la cultura indí-

gena una preocupación profesional. Ade-más de estas actividades intelectuales, Va-leriano fungió como exitoso funcionario vi-rreinal, llegando a ocupar el cargo de go-bernador de su nativa Azcapotzalco y pos-teriormente de México-Tenochtitlan. Hayque destacar que Valeriano no era noble, loque significa que no hubiera alcanzado tanexaltada posición de no haber sido por laconquista española y que por ende le debíatodo, su educación, su prestigio y su poder,al régimen colonial.

De un fiel y exaltado servidor de la coro-na, y de un cercano y muy apreciado colabo-rador de los franciscanos, se esperaría la máscompleta lealtad a los valores cristianos conlos que había sido educado y a la orden quelo había acogido. Sin embargo, como señalaLeón-Portilla, en el asunto guadalupano hu-bo un claro diferendo entre el alumno y susmaestros franciscanos. Mientras éstos expre-saron repetidas veces su tajante condena alculto a la virgen del Tepeyac, Valeriano es-cribió un extenso y ambicioso texto en quebuscaba precisamente demostrar el origensobrenatural y milagroso de la imagen de laVirgen para así cimentar su culto entre losindígenas. Si examinamos el Nican mopohuamás de cerca, el diferendo puede resultarnosmás comprensible.

En primer lugar, aunque parezca obvio,hay que tomar en cuenta el idioma en quefue escrito el texto. El doctor León-Portilla ci-ta en Tonantzin Guadalupe una carta escritaen latín por Valeriano al rey de España, anombre de los otros principales de Azcapot-zalco. Sabemos también que podía escribiren español. Por ello su decisión de escribir

LA GACETA

15LA GACETA

14

Tonantzin Guadalupe✸ Federico Navarrete

El que conoce la historiografía guadalupana sabe que la importancia de los textosen náhuatl es innegable; así lo reconocieron en el siglo XVII Luis Lasso de la Vegay Luis Becerra Tanco, por mencionar a dos de los llamados “evangelistas guadalu-panos”, junto con el insigne sabio Carlos de Sigüenza y Góngora, cuyo conocido ju-ramento, expresado en su Piedad heroyca de Fernando de Cortés, de que el autor deldocumento era un indio de nombre Antonio Valeriano, cimentó bien el camino pa-ra el estudio de esta fuente. Ahora, más de 300 años después de que por obra de loseruditos de la colonia se instalara la Virgen de Guadalupe definitivamente en loscorazones del pueblo mexicano, Miguel León-Portilla profundiza en ese pensa-miento indígena que confluyó con el mensaje cristiano y que aportó elementos pro-pios que no desaparecieron con el correr de los siglos.

✸�ALICIA MAYER• De Elsa Cross el FCE tiene en su catálogo Canto malabar. Recientemente ha publicado Los sueños. Elegías (Práctica mortal, CNCA),Espirales. Poemas escogidos 1965-1999 (Poemas y ensayos, UNAM) y la traducción de Poemas de amor del antiguo Egipto, segúnla edición y versiones de Ezra Pound y Noel Stock (Hotel Ambosmundos).

Antinomiasen el espacio cerrado de la conciencia.Caminan el sueño y lo real para encontrarse,y se miran de frentesólo tal vez junto a la muerte.

Se encumbra el sol.Irisación de hierbas entre las telarañas.El viento se lleva las flores del eucalipto—zumban las abejas confundidas,apuntalancon su voz ciertael sol de la mañana—brillo de dioses.

¿Qué formas tomancuando bajan a encarnarse en estas luces?

Alguien los tocay no quiere sino morira la orilla del reflejo,desvalido de tanto mar,de tanto sol sobre las piedras,con su sueño clavado como astillaen mitad de los ojos.

Y tu bellezainvisiblese ilumina en el sendero,oh Radiante,inmenso ante las cosas.

¿Son dioses atrapados en la formau hombres atrapados en un sueñolo que brillaen el sol de esta mañana?

Ultramar (Fragmento)

✸ Elsa Cross

Page 9: Salvador Elizondo visto por - … · da originalmente unas “simples” cartas de amor, revestidos del aura que les confiere el ser textos de un gran poeta, se leen ahora, en-tre

rreinal. Por otro lado, hay que destacar queValeriano trata siempre con todo respeto alos frailes, y enfatiza que Juan Diego se diri-gía a escuchar misa en Tlatelolco la mañanaque habló con la Virgen por primera vez, yque en la última ocasión iba en busca de unpadre para que diera la extremaunción a sutío enfermo. Igualmente, la culminación dela mariofanía se da sólo cuando ésta es acep-tada por las autoridades eclesiásticas, encar-nadas en el mismo obispo. Por último, hayque tener en cuenta que las circunstancias dela dominación colonial en el Altiplano cen-tral y en Chiapas eran radicalmente distintasy que en la primera región nunca hubo unarebelión indígena significativa.

Me parece que la intención de AntonioValeriano al plantear que la Virgen se apare-ció para los indígenas no era fomentar unaseparación del mundo indígena y españolcomo sucedió en Cancuc, sino todo lo contra-rio: quería tender un puente entre su nuevareligión y su ancestral cultura, entre la nove-dosa verdad que tenía por absoluta y la añe-ja tradición que no deseaba abandonar. Ensuma, quería indianizar el cristianismo parapoder cristianizar mejor a los indígenas.

Sin embargo, el hecho es que cualquierrelación directa entre la divinidad católica ylos indígenas era por definición subversivadel orden colonial español, que se basaba enel monopolio de la iglesia sobre lo sagrado.Quizá por ello, los franciscanos vieron contan malos ojos al culto guadalupano preconi-zado por su alumno indio. En 1556, el mismoaño en que verosímilmente fue redactado elNican mopohua, el provincial de la orden deSan Francisco, fray Francisco de Bustamante,predicó en contra del culto a la Virgen deGuadalupe, por idolátrico, porque desviabala devoción que se debía a Dios y no a su ma-dre y porque actuaba en detrimento de la co-rrecta evangelización de los indios. Dos dé-cadas después, el propio Bernardino de Sa-hagún criticó el floreciente culto guadalupa-no como una continuidad de la idolatría pre-hispánica a Tonantzin, la madre de los dio-ses. No creo que esta condena se debiera auna incomprensión del mensaje implícito enel texto de Valeriano, sino precisamente a unconsciente rechazo a un proyecto indiocris-tiano de identificación entre la Virgen y losindios y entre la antigua religión y la nueva.

Este diferendo entre los misioneros y sualumno dilecto no encontró solución en suépoca. La gran empresa evangelizadora delos frailes mendicantes del siglo XVI se topópor esos años con infranqueables límites ins-titucionales y humanos: por un lado se en-frentó a la continuidad de las culturas indí-genas y de muchos aspectos de su religiosi-dad bajo el manto del floreciente culto cris-tiano; por el otro fue detenida por la indife-rencia del clero secular y de la Corona queestaban dispuestas a ignorar estas continui-

dades siempre y cuando no se hicieran ex-plícitas ni amenazaran la supremacía oficialdel cristianismo. A su vez, el sueño de uncristiano indianizado de Valeriano se topócon la intolerancia oficial contra este tipo demanifestaciones y, de manera aún más trá-gica, fue inexorablemente destruido por ladisolución de la élite de nobles indígenascristianizados y educados que podían darleliderazgo y realidad.

Por ello, no es casual que el Nican mopo-hua, tras casi un siglo de olvido, cayera enmanos de un grupo muy distinto, los crio-llos, y fuera usado por ellos para afianzar sunaciente patriotismo, centrado también en lafigura de la Virgen de Guadalupe y en la rei-vindicación de su privilegiada relación conellos. Algo similar pasó con las majestuosasobras históricas que escribieron poco des-

pués autores indígenas como Vegerano, uncolega de Valeriano, y Tezozómoc, Chimal-pain e Ixtlilxóchitl, y que no sirvieron paracimentar el poder y privilegios de la noblezaindígena, lo que era su objetivo original, sinoque fueron empleados para fundamentar elnacionalismo criollo y su ambigua reivindi-cación del pasado indígena.

En esta breve reflexión espero haber su-gerido una de las nuevas avenidas de refle-xión que nos abre la novedosa lectura e inter-pretación del Nican mopohua que ha hecho eldoctor Miguel León-Portilla en su libro To-nantzin Guadalupe. Sólo me resta agradecer,una vez más, la continua fecundidad de sulabor y la profundidad de su conocimiento ycompromiso con las siempre cambiantes yvitales culturas indígenas de nuestro país.

LA GACETA

17

este texto devoto en náhuatl no se puedeatribuir a falta de alternativas, sino a que te-nía la intención de dirigirse a un público na-huatlato, es decir, a los indígenas de su re-gión y su tiempo.

La relación con el público indígena es re-forzada, sin duda, por la utilización de la re-tórica náhuatl más refinada, las metáforastradicionales que hablaban de flores y plu-mas, de jade y metales preciosos para referir-se a las antiguas deidades. Igualmente signi-ficativa es la utilización de los términos queutilizaban los indígenas para referirse al pa-raíso de Tamoanchán, para nombrar el cielodonde habita la virgen. Es indudable aporta-ción de este estudio de León-Portilla haberdemostrado las continuidades del Nican mo-pohua con la retórica tradicional de la flor y elcanto. Hay que recordar, sin embargo, queesta retórica tenía mucho de esotérica, y quesu oscuridad fue lamentada por grandes co-nocedores españoles de la lengua náhuatl co-mo Durán y Sahagún.

En este texto escrito en náhuatl y dirigidoa nahuas, la virgen se comunica directamen-

te en esa misma lengua con un pobre mace-hual indígena, el famoso Juan Diego. Éstasson sus palabras, según Valeriano, en la ver-sión de León-Portilla:

Mucho quiero yomucho así lo deseoque aquí me levantenmi casita divina,donde mostraré,haré patente,entregaré a las gentestodo mi amor,mi mirada compasiva,mi ayuda, mi protección.Porque, en verdad, yo soyvuestra madrecita compasiva,tuya y de todos los hombresque vivís juntos en esta tierray también de todas las demás gentes,las que me amen,los que me llamen, me busquen,confíen en mí.Allí en verdad oirésu llanto, su pesar,

así yo enderezaré,remediaré todas sus varias necesidades,sus miserias, sus pesares.

En este parlamento la Virgen se declara,en primer lugar, madre y protectora de JuanDiego y de “todos los hombres que vivís jun-tos en estas tierras”, es decir de los indíge-nas. De esta manera establece una relaciónprivilegiada y directa con los más humildesnativos de la naciente Nueva España (y nodebemos olvidar aquí que el propio Valeria-no era macehual). Sólo después de esta pro-fesión menciona al clero católico:

Y para que sea realidad lo que pienso,lo que es mi mirada compasiva,ve allá al palacio del obispo de México.

Como es bien sabido, Zumárraga se negóa creer en dos ocasiones el mensaje enviadopor la Madre de Dios y fue necesario que laVirgen estampara milagrosamente su ima-gen en la humilde tilma de Juan Diego paraque el obispo franciscano aceptara finalmen-te la realidad de su aparición. La repeticiónde las apariciones de la Virgen ante JuanDiego para lograr convencer al escéptico re-ligioso, y luego la milagrosa cura de su tíoJuan Bernardino, no sólo sirvieron para con-firmar la autenticidad de la mariofanía, sinotambién para estrechar los vínculos entrelos nativos y la señora del cielo. En este sen-tido no parece casual que el primer milagrode esta Virgen haya sido precisamente cu-rar a un enfermo, pues en la época los indí-genas eran víctimas de recurrentes y mortí-feras epidemias.

En suma, Nican mopohua propone la exis-tencia de una hierofanía cristiana dirigidaprivilegiadamente a los indios. Para enten-der los posibles alcances de esta pretensiónhay que recordar el caso de otra aparición dela Virgen ante nativos mesoamericanos, enCancuc, Chiapas, en el año de 1711. En esaocasión la Virgen se reveló a diversos indíge-nas tzeltales, les habló también en su idiomay les pidió igualmente que le construyeranun templo, desde donde les daría particularprotección y consuelo. Estas mariofanías fue-ron la base de un movimiento de revitaliza-ción en que los tzeltales crearon una iglesiaindígena, con su clero y funcionarios verná-culos. Tal acto de independencia religiosa seextendió, como era de esperarse en esa épo-ca, a lo político y a lo económico y terminóen una abierta rebelión que fue violentamen-te reprimida por los españoles.

Desde luego no estoy sugiriendo aquíque Valeriano hubiera tratado de promoveruna rebelión de esta índole en el Valle deMéxico. En primer lugar, no hay que olvidarque nuestro autor no se sentía de ningunamanera enemigo o víctima del régimen colo-nial, pues era un importante funcionario vi-

LA GACETA

16

Juan Diego presenta ante el obispo Zumárraga la imagen de la virgen plasmada ensu tilma, acompañada de bellas y variadas flores imposibles de cultivarse en el te-rreno pedregoso de aquel cerro. Los que presencian la escena advierten que estánfrente a un milagro; a partir de ese momento comprueban que la insistencia del in-dio sobre la orden que le diera la virgen para que se construyera su templo en eselugar estaba plenamente justificada.

✸�PILAR MÁYNEZ

Page 10: Salvador Elizondo visto por - … · da originalmente unas “simples” cartas de amor, revestidos del aura que les confiere el ser textos de un gran poeta, se leen ahora, en-tre

en un continuo ir y venir, para marcar el or-den caprichoso de las horas. Un presentelargo cortado por pedazos de ayeres perdi-dos, sin destino, sin un mañana que los ha-ga valer.

Cuando Gertrudis baja la escalera y mequedo mirándola, la veo en todos su mo-mentos. Bajo su figura de mujer vienen susotros cuerpos. Cuerpo que transparenta loscuerpos anteriores, como si la mirara a travésde un espejo hecho con varias láminas decristal. Entonces aparecen y conviven lastransformaciones ocurridas desde su naci-miento. La casa se llena de mujeres que co-rren, van de un lado a otro, bailan y se enre-dan en sus vueltas. Y la música crece, los su-surros se convierten en una melodía lenta ysuave, casi silenciosa. De vez en cuando ungrito alerta sobre la presencia de un insecto ode una sombra. Un aleteo tenue acaricia mismejillas, un viento silencioso me envuelve.La alegría me enloquece. Salgo de mi escon-drijo y me integro a la danza. Encuentro en-tonces a mis dobles que, como los de Gertru-dis, parodian diferentes momentos de mi vi-da. Mi historia, si la sucesión de imágenesde nosotros mismos es historia, se desen-vuelve simultáneamente y mis momentosmás antiguos se confunden con los de aho-ra que me encuentro aquí esperando quebaje, como siempre.

La casa estuvo de fiesta muchas veces. Sesirvieron platos exquisitos en la larga mesade comer. Fuentes de plata circularon de lacocina al comedor cubierto por mantelesbordados y cubiertos relucientes. Los músi-cos invadieron el jardín y las parejas se per-dieron en sus bailes. Invitados vestidos deceremonia cenaron y bailaron hasta que elamanecer los disolvió en el aire. Y vinieronotros a almorzar. Gertrudis, Silvio y yo ocu-pamos nuestros puestos en la mesa y comi-mos y brindamos con ellos. Después de unanoche de fiesta Silvio desapareció con la hijade un invitado y no volvió. Yo le llevaba cin-co años y Gertrudis siete. Más que herma-nos, parecíamos unos padres de emergencia.Los viejos salían a viajar y quedábamos en lacasa. Sin obligación alguna, atendidos por lavieja María Candelaria que no nos dejabamorir de hambre, mientras Pedro, el chofernos llevaba a recorrer la ciudad cuando algu-no de nosotros lo pedía. A Silvio le gustabasalir y andaba con Pedro a todas partes,mientras Gertrudis y yo jugábamos a escon-dernos el uno del otro, como ahora.

Última comida con Silvio:Todos los amigos se reúnen para hacerle

el honor a la más bella de las amigas de ma-má. La operaron del cerebro un año atrás.Ninguno la veía desde un poco antes. Sugusto se imponía con dos argumentos arra-sadores. Belleza y arrogancia. A veces le de-cían Jackie, a veces Marylin. Otros le decíansimplemente “la miss”. A Gertrudis y a mí

era el que más nos gustaba. Elene tenía 35años y tres hijos de dieciséis para abajo. Unaidiotez más que un pecado, se decía. Y unavida bebida con descaro. No necesitaba estardesnuda, aún vestida con recato, su piel seadhería con tal fuerza a las telas que cadahombre que pasaba a su lado quedaba con lacerteza de haberse acostado con ella allí de-lante de todos. Elene no les daba atención. Seobsesionaba con el menos previsto. Y se en-redaba hasta encontrar la raíz del odio. Siem-pre el equivocado, decían todos los hombres.Los amigos trajeron a sus hijos. Hasta el me-nos mostrable. Los Robledo trajeron a Fa-bián, un ser que no puede sostenerse y cuan-do no está en su silla de ruedas, se arrastrade un lado a otro. Fabián repta en traje de eti-queta por la casa dejando un charco de sali-va en el camino. Gertrudis ríe sin dejar que larisa toque sus labios quedándose en sus ojos.La esperan en grupos pequeños dispersospor el jardín. Están nerviosos pero nadiequiere que se note. Hablan de cualquier cosa,fuman, ríen. Llegan carros. Puertas que seabren. Puertas que se cierran. Silencio cor-tante en el jardín. Una blanquísima enferme-ra empuja el trono con ruedas de Elene. Estádelgada. La piel forra sus huesos. Sus ojos vi-vaces han quedado dispersos. Nadie puede

asegurar que es mirado. Piel tersa, suave,delgada hoja de papel que deja ver el cursode las venas. Una pañoleta italiana le sirvede turbante. Corren a saludarla. Le besan lasmejillas. Aprietan sus manos. Nos sentamosa su alrededor. Bebemos. Disimulamos. To-dos, hasta los que menos tenemos que vercon ella. Se sigue hablando. De política, dearte, de cualquier cosa. Todos la miran dereojo. Nadie le clava los ojos. Se fuma y sevuelve a beber. Fabián ríe. Lo sientan a su la-do en otra silla de ruedas y la mira como siacabara de ver algo maravilloso. Voltea susojos. Parece un galán del cine mudo. Ríe sinparar. La conversación tiene sus baches, hue-cos de mutismo, palabras cortadas por pen-samientos que nadie se atreve a expresar.Elene llegó para invadir nuestras cabezas.De vez en cuando el parloteo se anima, es-pantando la imagen de la reina en declive.Vamos al comedor. La inmaculada enferme-ra empuja la silla de Elene. Antes de llegar ala mesa se le deshace el nudo de la pañoletade seda. Cae a sus hombros. Nadie se dacuenta. O todos hacen como si nada pasara.La conversación tarda en reanudarse. Nadieparece mirarla. Su cabeza abollada. Hendidoel parietal derecho. Huella de la tajada delneurocirujano. Una fruta mordida a la que le

LA GACETA

19

Cuando Gertrudis baja la escale-ra me quedo mirándola. Lanzasus piernas largas. La izquierdase estira con lentitud como si el

escalón que va a pisar fuera de agua y quisie-ra saber si no está fría. Es lo primero que veo.La otra un segundo después hace lo mismo.La veo bajar con calma, tan lenta que a unole parece que no terminará de bajar nunca,como si unos lazos la sostuvieran, atajandoel descenso. La veo. Quisiera dejar de mirar-la, pero siempre termino aquí, esperandoque esa especie de sábana blanca baje del cie-lo. Primero se ve la nube blanca y luego lapierna que se desliza. La vuelta en caracol la

hace exhibir su pelo, sereno río oscuro queinunda la espalda, cubre la cintura y dibujaun delta antes de desaparecer sobre sus nal-gas. Gertrudis insinuante, Gertrudis coqueta.

No necesito estar escondido aquí paramirarla. La encuentro en todas partes, se me-te entre mis sueños, confunde todos mis pen-samientos, desvirtúa mis actos. Entre lassombras de la casa espero que salga a mi en-cuentro al dar vuelta a un pasillo, al ir de uncuarto a otro. Aparece en los cuadros, su vozse cuela entre las canciones mezcladas quellegan de abajo, de la carretera donde los ve-cinos compiten con estaciones de radio. Allí,entre canciones y anuncios su voz llega paradarle al rumor el tono de encanto que me ha-ce ponerles atención. Pero a mis oídos sólosube un caldo de sonidos, pedazos de pala-bras, notas cortadas por otras notas, en unenredo de Babel. Me da por extender mi oí-do, por entender dónde termina una can-ción, dónde entra otra, lo que un locutor di-ce y otro interrumpe o cubre con una cuchi-llada de música o una estridencia mayor. Nologro nada. Los sonidos se deslizan por la ca-sa y parecen más tenues en algunos lugares.Arriba, en el reino de Gertrudis, no se oye ca-si nada.

Me encuentro hablando así. No sé a quiénle hablo. Estoy solo aquí abajo y Gertrudisarriba y no le hablo para que no se dañe eljuego. No sé quién dijo que el pensamientoson palabras que uno vive diciéndose a uno

mismo. Debe ser por eso que me hablo y mecuento lo que pasa. También puede ser paratranquilizar mi conciencia. Aunque no sé.No tengo de qué arrepentirme. No es pecadoespiar a una hermana. ¿O sí? Mis palabrasvagan por la cabeza y no se asientan en nin-guna parte. Las preguntas vuelan sin encon-trar respuesta. ¿Qué me podría decir?

Le gusta cantar. Canta allá arriba, cantacuando baja, canta mientras recorre la casa.Por donde va deja el hilo de su voz, un tonobajo, susurrado de modo que sólo ella en-tiende lo que canta. Inventa sus canciones,encadena palabras, extiende o recoge las síla-bas hasta encontrar el ritmo que parece bus-car. Siempre lento y dulce. De vez en cuandomete entre su canto versos de canciones eninglés, de Tracy Chapman, Bob Dylan o JohnLennon. Heart, love, baby y palabras así, la-midas por sus labios, salen por sus dientes,haciéndole rasguños al silencio.

Sus susurros tienden líneas templadasque cortan el silencio espeso de la casa. Meencuentre donde me encuentre llegan hastami oído, indicándome sus rutas y la rutinade sus días. Así sé cuándo despierta y cuán-do va a la cama. Cuándo se extasía ante el es-pejo. Buena parte de su tiempo la pasa dupli-cándose allí, como si fuera su forma naturalde reproducirse. Ya no sé cuántas veces hesentido subir por mi espalda la larga agujadel escalofrío, llegando en fracciones de se-gundo a mi cabeza, al verla desnudarse, de-jando caer esa especie de túnica a sus pies. Yme ha pasado igual cuando se inclina a reco-ger la tela para subirla sin prisa, cubriendomás el cuerpo con alma de azogue que el quelo origina de este lado del cristal brillante.

No sé medir el tiempo. Lo olvidé. Hacemucho, no sé cuánto, se rompió la sucesióndel día a la noche. Desde entonces vivimosen una larga franja, ni clara ni oscura, unavida que se desliza, vuela o repta por todaspartes de la casa, sin detenerse, sin insinuarun cambio. Aunque subo a ver sus gestos através del espejo, no estoy muy seguro siallá arriba hay una diferencia, si la zona deGertrudis es más clara que la mía acá abajo.Creo, no sé por qué, que hay una ilumina-ción. Tal vez sea ella misma porque todo pa-rece brillante cuando baja. Pero es imagina-ción mía nada más. La penumbra está adhe-rida al silencio, como si fuera la cubierta du-ra de una masa de gelatina. Y el tiempo esigual, una superposición de recuerdos, taja-das de la memoria que se dilatan y contraen

LA GACETA

18

Con excepción de Elsinore... y de la memoria infantil de “Ein Helden-leben”, los espacios creados por Elizondo se orientan hacia un locussolus: isla desierta, ciudad deshabitada, sala de quirófano, vastasestancias de magnitud sobrecogedora como las de Piranesi, islaspobladas de museos, ciudades desconocidas, espacios mentalesdonde el horizonte se extiende con la imaginación mientras el escri-tor, distraído de las lecciones bobas de la cultura, se mira escribir yaprende a leer a medida que escribe.

✸ADOLFO CASTAÑÓN:Arbitrario de literatura mexicana, Editorial Vuelta, 1993.

Gertrudis baja la escalera✸ Jaime Echeverri

Page 11: Salvador Elizondo visto por - … · da originalmente unas “simples” cartas de amor, revestidos del aura que les confiere el ser textos de un gran poeta, se leen ahora, en-tre

� De Goerge Steiner, Premio Prícipe de Asturias 2001, el FCE

ha publicado Después de Babel: Aspectos del lenguaje y la traducción,

en versión de Adolfo Castañón.Asimismo, del propio Steiner está poraparecer bajo el sello de nuestra casa

editorial una reunión de ensayos tituladaSobre la dificultad.

Colaborador asiduo esta Gaceta, JoséKozer ha publicado en nuestra casa edi-

torial una selección de su poesía, Bajoeste cien, y junto con Roberto

Echavarren y Jacobo Sefamí Medusario:muestra de poesía latinoamericana.

Leo por norma los libros de Adol-fo Castañón tan pronto como lle-gan a mis manos. Y lo hago siem-pre picado por la curiosidad del

que busca en la lectura una multiplicidad re-ferencial, aprendizaje (conocimiento del pro-pio desconocimiento) y participación al má-ximo de la ajena avidez.

Hace meses, demasiados meses, Casta-ñón me entregó su Lectura y catarsis (Edicio-nes sin nombre/Juan Pablos, 2000), acendra-do homenaje a su (mi) bienamado GeorgeSteiner. Ahí se te cita, me dijo: corrí a buscar-me, y en efecto, se me citaba: una cita olvida-

da de una carta personal que le había remiti-do hacía tiempo a Castañón: me leí. Me rela-mí los labios; nada mal, me dije, ben trovato.Y pese al interés mayúsculo que tengo porSteiner y por todo lo relacionado con suobra, puse a un lado el libro, no lo vine a leersino meses después. Ahora entiendo la de-mora: un cierto pudor de reencontrarme cita-do en el libro me impidió leer de inmediatoLectura y catarsis.

Y hecha la lectura me plantee no tanto aGeorge Steiner cuanto a Adolfo Castañónplanteándose a George Steiner. El plantea-miento surge en un momento del libro, paramí crucial, en que Castañón se refiere a laprimera narración del Steiner creador de fic-ciones. Se trata del relato titulado “The deepsof the sea” escrito con veintisiete años, publi-cado en Botteghe oscura y, dentro de lo que elpropio Castañón cree saber, nunca traducidoen lengua española.

¿Qué suscitó mi interés no ya de la visiónde Steiner, no ya de la visión revelatoria, pre-cisa, que nos da Castañón del Steiner narra-dor, sino del propio Castañón? Por ser ésteun texto desconocido en español, Castañónse toma la molestia de recontarlo. Aquí, derepente, descubro que para Castañón, cons-ciente o inconscientemente, recontarlo es re-crearlo; y leyendo la descripción del cuentode Steiner me veo inmerso en la lectura de

una página que en verdad es una narracióndel cuentista Adolfo Castañón. Se trata de unrecuento arrollador, arrasador, de una garraque nos empuja, de horror en horror, haciaun fondo abisal de lenguaje, de textura delenguaje, que es como ese “silencio insonda-ble de las profundidades del mar” y ese“sueño ominoso” del que es cautivo AaronTefft, personaje central del cuento de Steiner,rerrelatado por Castañón. Cautivos queda-mos ahora, gracias a la narración de Casta-ñón, tanto el crítico Steiner como el propioCastañón y, por seguro, el que suscribe estaspalabras.

Tefft (theft): en inglés, robo. ¿Hay aquíun robo de Castañón a Steiner? Por supues-to: tal y como hay un robo de Steiner a Aa-ron Tefft, de Steiner a la multiplicidad delconocimiento, a la referencialidad que sirvede base y pretexto a la creación, un robo aese mundo políglota en que se crió el críticoy ficcionador George Steiner. Todo hurto“literario” procede de la necesidad creado-ra voraz, voraginosa, que no para mientesen utilizar todo material que caiga en susmanos para crear ficción, invención ince-sante: así Castañón, el crítico, nos traza unparalelo: Steiner el crítico hace ficción; yo,Castañón el crítico hago ficción de la ficciónde Steiner que critico.

Hay más: Castañón es un elfo, una panta-gruélica máquina de reír y, por supuesto, dehacer reír: es un sabio mexicano, un espírituque reconoce la sutileza de lo sencillo. Y leer-lo siempre es encontrar algún momento enque, como el que no quiere la cosa, se nos de-ja caer una gota de sabiduría, una de esassencilleces de la divagación que constituyenun hallazgo “formal.” Y en Lectura y catarsis,cómo no, aparece uno de esos aciertos casta-ñonianos (pág. 43): “¿Alguna vez habremosencontrado sentado en un parque a un carte-ro pergeñando una misiva?” nos (se) pre-gunta Castañón. La respuesta es evidente: ja-más hemos visto a un cartero pergeñar unamisiva propia en ningún sitio: y a la vez, par-te de la respuesta implica que ahora por se-guro en algún sitio nos encontraremos a uncartero sentado en un parque leyendo alatardecer una carta recién recibida de la ma-dre, la amiga o la amada. Así, Castañón haaumentado, añadido a nuestra conciencia dela realidad.

Leo a Castañón, y cuando lo hago sé queinveteradamente busco mayormente tres co-sas: la sorpresa; el conocimiento formal que

LA GACETA

21

han colocado de nuevo la corteza sin lograrocultar el mordisco. Se dispara la conversa-ción para no dejar tiempo a pensar. Se vuel-ve a hablar de política, se hacen chistes, secomentan chismes. Robledo habla de la bol-sa. Su mujer de arte. Los temas se trenzanhasta formar una amalgama de palabras sinmayor sentido. Elene dice que no quería ve-nir. Parece contenta de haberse decidido. Ledice algo al oído y la enfermera sale a decir-le algo al chofer. Es una sorpresa, dice Elene.Un momento después entran el chofer y laenfermera trayendo un cuadro inmenso. Pa-ra mis queridos amigos, dice Elene. Papá ymamá se levantan y lo reciben. Gracias, di-cen. Han levantado ya la sopera del ajiaco.Viene el postre. El café luego. Un suspiro dealivio al levantarnos de la mesa. Quedan doso tres invitados charlando, mientras los de-más regresan al jardín iluminado. Silvioarrastra de un brazo a Leticia, la menor delas Uribe, y no lo volvemos a ver más.

Si Gertrudis no baja yo me siento perdi-do. Vago por la casa. Recorro los cuartos yme encierro en el de Silvio. Después de su

huida lo clausuraron. Pero antes Gertrudis yyo lo invadimos, llevándonos lo que nos gus-taba. Un reloj, un afiche, un libro, una lám-para. Un sombrero, un corbatín, un calenda-rio viejo. Lo hicimos de noche, sigilosos co-mo un par de ladrones. Cuando quisimos ve-nir por más recuerdos encontramos la puer-ta cerrada con llave.

A veces creo que Silvio es una imagina-ción de Gertrudis y mía para poder creer ennosotros mismos. Otras, que fue un fantasmaque se asustó con nosotros. Sea como sea, Sil-vio estuvo y desapareció. Como han ido de-sapareciendo todos. Hasta María Candelaria,que se quedó consumiéndose en la cocina yestuvo allí hasta que la desesperación la hizodejar la casa.

Gertrudis no baja. Me refugio en el cuar-to de Silvio. Si el tiempo en la casa no corre,aquí en este cuarto se detuvo definitivamen-te. El polvo se mete en las narices. Los días setransformaron en una gruesa capa de polvogris que se eleva en nubes cuando levanto unafiche caído de la pared o cuando intentoleer alguno de los libros del estante sobre el

escritorio. Mis estornudos se riegan por lacasa y vuelven en ráfagas a mi oído como siotro los hubiera expulsado. Y detrás me llegael arroyo de su voz. Sí. Es Gertrudis. Canta.Ya viene.

No tengo tiempo para ir a otro lado, paracamuflarme en otro rincón y poder verla.Tengo que conformarme con sentirla pasarfrente a la puerta de este cuarto. Imaginarsus pasos largos, las manos recogiendo la te-la más arriba de las rodillas y la mancha os-cura de su pelo escondiendo su espalda. Pa-sa. Su voz arrulla las sombras. Su voz se cue-la en mis oídos. Su canto enreda mis pensa-mientos, confunde mis recuerdos.

Cuando Gertrudis baja la escalera y mequedo mirándola, la cinta de recuerdos pasacomo una película vista a velocidad. Las del-gadas imágenes se superponen, modificandoel tiempo. Ese tiempo en que las cosas suce-dían. Antes de que Gertrudis se casara y sumatrimonio durara sólo un día. El mismotiempo en que me fui de aquí para ser unhombre independiente. El tiempo, en fin, enque regresé convencido de que el mundo nohabía sido hecho para mí y que yo no le ha-cía ninguna falta al mundo. Y cuando baja,aunque no la vea, como ahora que la sientopasar y la imagino yendo a la cocina o al pa-tio. Saliendo a ver el jardín enmontado, llenode hojas muertas y de malas hierbas trepan-do por los muros a darle vuelta al lugar don-de una tarde perdida nos encontramos fren-te a frente, nos tomamos la mano y la piel seestremeció y tuvimos que huir el uno delotro como si el roce hubiera dejado una señalde fuego o una sentencia. Ella corrió a refu-giarse arriba y yo quedé vagando por la ca-sa, persiguiendo siempre su sombra, escon-diéndome para verla bajar la escalera y que-darme mirándola.

LA GACETA

20

Lectura y catarsis✸ José Kozer

El grafógrafo ha sido producido en la zona silenciosa de la imagina-ción y esculpido con cuidado por una inteligencia eminentementetécnica. La mano no ha estado ociosa. Desde el título del libro hastael último renglón la invención pura ha sido el objetivo constante: for-mar (como se puede apreciar visualmente en la portada de la prime-ra edición) geometría que no pueden existir más que en la página. Elgrafógrafo es implacable metamorfosis, la inflexible negación de ha-cer coincidir la imaginación con la realidad, la palabra con el objeto.

✸�DERMOT F. CURLEY:En la isla desierta, FCE, 1989.

Page 12: Salvador Elizondo visto por - … · da originalmente unas “simples” cartas de amor, revestidos del aura que les confiere el ser textos de un gran poeta, se leen ahora, en-tre

LA GACETA

23

estimula a seguir leyendo, aprendiendo; yun acicate ético que impone una rectifica-ción constante a mis propios desvíos éticos.Leo Lectura y catarsis y me sorprende grata-mente que su autor barra para adentro, lle-

ve a Steiner de la mano a una querencia lati-noamericana, “utilizándolo” para mejor re-conocernos.

Leo esta obra y me entero del anchomundo bibliográfico que ya conforma la

obra de Steiner, me entero de que Tomás Se-govia ha escrito un importante libro tituladoPoética y profética (FCE, 1985) donde se coin-cide en una cierta crítica al seudocientifismode algunos post-estructuralistas. Leo y medejo penetrar por la voracidad lectora deSteiner, de Castañón, voracidad puesta demanifiesto en el largo número de autoresque, inter alia, aparecen en el libro: Ivan Illich(cuántos recuerdos de mocedad neoyorqui-na suscita ese nombre); el filósofo francésAlain (jamás lo he leído, me desespero); JeanGuitton (madre mía, primera vez que en-cuentro ese nombre para mí del todo desco-nocido); Edmund Wilson (en mi bibliotecadebo tener aún cuatro o cinco libros suyossin leer); Elias Canetti (qué bien me haría enestos momentos de mi vida releerlo); Sigüen-za y Góngora (jamás lo he leído); GershomSholem (que trajo hace años a mi vida lucesmáximas); Pierre Boutang (a quien leí echa-do en una cama en casa del propio Castañón,temblando); Denis Donoghue (cuya obracompleta gustaría degustar).

Y a medida que recorro Lectura y catarsisexperimento mi propia catarsis ética, rectifi-cadora: y subrayo, con apaciguamiento, diríaque con mansedumbre, “iluminaciones” deldiscurso que me corroboran una necesidad:la de vivir la vida desde premisas espiritua-les que conforman (confirman) mi origen“rabínico”, mi vocación personal. Y encuen-tro momentos para mí privilegiados de lec-tura, momentos en que Castañón ralentiza,hace cristalizar, módulos de verdad moral,de verdad espiritual. Y lo oigo decir que “sepreparan fiestas”, que debo releer Le philo-sophe lisant de Steiner, que debo volver a mi-rar el bello cuadro de Chardin, que debomantener en firme esa verdad de la moderni-dad voraz que implica un cosmopolitismosteineriano. Y atenerme al “oficio de la aten-ción”, a la búsqueda de “varios saberes y unsolo fermento ético”, a ser yo también “caza-dor y coleccionista de silencios”, a reconocerque “toda verdadera lectura comparte unapurificación previa”, a que (ahora citando aSteiner) “Leer bien es leer con una intensi-dad tal que se pueda encontrar el modo deactuar”, y que siempre (es ahora Castañónquien habla) debemos leer “con cautela”.

Lectura y catarsis termina con un respe-tuoso, útil, aparato bibliográfico: gusta Cas-tañón de sernos útil, y eso es bueno, porquelas personas útiles hacen realidad lo sagrado.Al cerrar el libro, instintivamente vuelvo a lacita de Ivan Illich, la releo, se nos habla de laimportancia de las Casas de lectura, del an-helo de que florezca un nuevo ascetismo dela lectura: cierro el libro, cierro los ojos, soyun muchacho joven que entra de la mano desu abuelo en un shul judío donde se sienta acopiar, mordiéndose los labios, unas prime-ras letras en hebreo.

LA GACETA

22

El crepúsculo cae sobre calles en obras,vallas, taladradoras, arena amontonada,suenan los cascos en los adoquines,cocheros y caballos cabecean, el cielose cierra lentamente como una gran alcoba.Sí, me digo, y el siglo sobre Kärntner Strasse.

Desde un gran ventanal, en la luz última,los tejados retienen un color que no es suyo,un granate forjado en amasados orosde nubes de verano, atravesadaspor un sol todavía con largo poderío,aún capaz de traer al cuarto oscurecidoun resplandor final que el aire tiñecon el mismo color de la brasa carbónica.

Poco a poco, lo oscuro se apodera del cielo,el ventanal refleja un manto negroque se quiebra en el brillo del relámpago,y la tormenta se desata, el airese enrarece, la lluvia golpea los tejados,los parques, las estatuas. Se retirancon premura las últimas calesas.

Es un día del tiempo. Y, sin embargo,es único este aire, me dije, la ciudad,alumbrada por bruscos resplandores,penetra en esta hora, ante mis ojos, comoen lo eterno. Recógete, me dije,pues en este crepúsculo arde el tiempo,se ha contraído en este cielo negro,y cuanto ves es obra de una ciega tormenta.

Fragmento

✸ Andrés Sánchez Robayna

Conocí a Salvador Elizondo en 1953. Lo llevó a casa un amigo co-mún, Julio Vidrio. Tenía 21 años y al hablar aparentaba tener 15 o 35;en momentos era más joven que lo joven, en otros sus juicios porpersonales y exactos hacían pensar que vivía adelantadamente unamadurez envidiable. El humor negro, el erotismo entre doloroso ycándido, la poderosa información (sobre todo acerca de libros “ra-ros”, remotos, subversivos desde el punto de vista de la moral bur-guesa), la capacidad para acometer la literatura, la música, la pintu-ra, la fotografía y el cine, me deslumbraron, me hicieron pensar quepodría convertirse cuando él así lo dispusiera en un artista extraña-mente innovador.

✸�EMMANUEL CARBALLO:Imagen, Zacatecas, 1998.

• De Andrés Sánchez Robayna, el FCE ha publicado Para leer “Primero Sueño” de sor Juana Inés de la Cruz y La inminencia (dia-rios, 1980-1995).

Page 13: Salvador Elizondo visto por - … · da originalmente unas “simples” cartas de amor, revestidos del aura que les confiere el ser textos de un gran poeta, se leen ahora, en-tre

obscenas, y las cópulas tristes, ilustran lashistorias de la ciencia y el arte y la filosofía”.

¿Cómo olvidarme de aquellas conversa-ciones en su oficina, mientras observábamos,desde la Biblioteca Central, el césped casieternamente verde del campo universitario?Con un interés auténtico, el maestro me pre-guntaba sobre la geografía de Chile, aqueltiempo de la luz y de los años fúnebres, yluego de Gabriela Mistral y de Pablo Nerudaen Isla Negra. Yo le respondí con lentitud:“Mire, don Rubén, sólo permanece flotandoel espíritu de Neruda en aquella isla que noes negra y que tampoco es isla. Es un fenó-meno parecido al Desierto de los Leones,donde, por lo que sabemos (salvo que la rea-lidad cambie de un instante a otro), no existeel desierto y tampoco se escucha el rugido delos leones”. Entonces, luego de una carcajadade ida, la suya, y una sonrisa de vuelta, lamía, él se levantaba de su escritorio y de unlibrero cogía un ejemplar de Residencia en laTierra. “Mire, maestro”, me decía con unasonrisa de tristeza leve o tal vez de nostalgia,¿por qué no recordamos algunos versos li-bres de “Barcarola”? Y se ponía a leer de mo-do pausado y cadencioso: “Si solamente metocaras el corazón,/ si solamente pusieras tuboca en mi corazón,/ tu fina boca, tus dien-tes,/ si pusieras tu lengua como una flecharoja/ allí donde mi corazón polvoriento gol-pea,/ si soplaras en mi corazón, cerca delmar, llorando,/ sonaría con un ruido oscuro,con sonido de ruedas de tren con sueño,/ co-mo aguas vacilantes,/ como el otoño en ho-jas,/ como sangre,/ como un ruido de llamashúmedas quemando el cielo, sonando comosueños o ramas o lluvias,/ o bocinas depuerto triste,/ si tú soplaras en mi corazón,cerca del mar,/ como un fantasma blanco, alborde de la espuma, en mitad del viento,/como un fantasma desencadenado, a la orilladel mar, llorando”. “Es increíble, ¿no le pare-ce asombroso?”, me decía Rubén BonifazNuño mientras observábamos alguna esta-

tuilla prehispánica, un cuadro de su amigoSantos Balmori, y al fondo aquel césped co-mo una alfombra, más o menos virtual, entrelos árboles de un esplendor y de una oscuri-dad más verde y más intensa. “Vea cómoNeruda, en una expansión de círculos verba-les puede lograr su objetivo, abriéndose ha-cia el verso imantado y libre. A mí me cues-ta mucho seguir ese camino. Yo diría que nopuedo. Para encontrar la libertad en el reinode la versificación, necesito un corset quetenga una medida justa: el eneasílabo y el de-casílabo, fundamentalmente, pues mi caden-cia rítmica encuentra allí su libertad expresi-va. En algunos de mis textos, sin embargo,he conseguido ir más allá de ese registro mé-trico, aun cuando dicha experiencia no mesatisface plenamente. Es por eso que no seme da en plenitud, como quisiera, la poesíaen prosa. Observe usted el caso de Jaime Sa-bines: en su escritura poética, hasta los defec-tos tienen luz propia y funcionan bien. No esmi caso, ¿no le parece?” “Ay, don Rubén,pienso que usted exagera un poco, me pare-ce que no es para tanto. Yo no lo veo así, conesa autocrítica tan rigurosa, puesto que loshilos del corset no se advierten en su poesía,no la asfixian con ese olor de cadavérico aca-demicismo. Permítame recordar algunosversos suyos en voz alta, que pertenecen altexto 22 de su libro de 1961, Fuego de pobres:“Algo se me ha quebrado esta mañana/ deandar, de cara en cara, preguntando/ por elque vive dentro.// Y habla y se queja y seme tuerce/ hasta la lengua del zapato,/ portener que aguantar como los hombres/ tantapobreza, tanto oscuro/ camino a la vejez;tantos remiendos,/ nunca invisibles, en lapiel del alma.// Yo no entiendo; yo quierosolamente,/ y trabajo en mi oficio./ Yo pien-so: hay que vivir; dificultosa/ y todo, nues-tra vida es nuestra./ Pero cuánta furia me-lancólica/ hay en algunos días. Qué cansan-cio.// Cómo, entonces,/ pensar en platosventurosos,/ en cucharas calmadas, en rato-

nes/ de lujosísimos departamentos,/ si en-tonces recordamos que los platos/ aúllan denostalgia, boquiabiertos,/ y despiertan secaslas cucharas,/ y desfallecen de hambre losratones/ en humildes cocinas.// Y consteque no hablo/ en símbolos; hablo llanamen-te/ de meras cosas del espíritu”.

Cuando el Instituto Nacional de Antro-pología e Historia, en coedición con la Secre-taría de Educación Pública, editaron en 1981aquel hermoso volumen que se titula El arteen el Templo Mayor. México-Tenochtitlan, contextos de Rubén Bonifaz Nuño y fotografíasde Fernando Robles, pude confirmar quedon Rubén estaba en un error al decir que lapoesía no reinaba en el espacio de su prosa.Recordé casi de inmediato el vigor y la ele-gancia de la poesía en prosa de GabrielaMistral en su libro Croquis mexicanos, (Edito-rial Nascimento, Santiago de Chile, 1979),cuya selección y prólogo pertenecen a Al-fonso Calderón, otro prosista de alto regis-tro en nuestra lengua. Escuchemos algunaslíneas de Bonifaz Nuño sobre Coyolxauh-qui, la diosa desmembrada y poderosamen-te expresiva dentro de un círculo de piedra:“En su lecho de roca levantado sobre anti-guas escalas cuyo ascenso no desembocabaya en el cielo, reposaba invisible la diosa,guarnecida por el homenaje múltiple deofrendas llegadas por los cuatro caminos delmundo. Saurios, pájaros, peces, serpientes,antílopes, oro, conchas; criaturas de la tierra,el aire, el agua, el fuego, se habían reunidoen torno de ella, conciliados en el mismo im-pulso de propiciar potencias victoriosas,abridoras de vías de reconocimiento para elespíritu de hombres menesterosos y merece-dores”. Puro Bonifaz Nuño, aunque de súbi-to nos desoriente, y puro Robles en aquellasfotografías espléndidas. Dos grandes artis-tas de México y no sólo de México. Poraquellos años de principios de la década de1980, visité varias veces a don Rubén. Consutileza y júbilo me hablaba de los poetas

LA GACETA

25

� De Rubén Bonifaz Nuño, el FCE hapublicado Fuego de pobres, De otro

modo lo mismo y El ala del tigre, entre otros, y de Hernán Lavín Cerda,nuestra subsidiaria en Chile publicó,

en la colección Tierra Firme, Música de fin de siglo.

Qué significa, quién es, qué sig-nifica Rubén Bonifaz Nuño enel aire de México y no sólo deMéxico. Para mí es el alqui-

mista clásico y romántico que como un Her-mes Trismegistos lo transfigura todo en Poe-sía; es decir, en el Arte de la Palabra. Tam-bién es la fraternidad, el amor por los sueñosde las antigüedades grecolatinas y precolom-binas, la sabiduría de la compasión, la maes-tría del espíritu que siempre viene de muycerca y de muy lejos, casi la paternidad demuchos, de varios, o de algunos de nosotros:una paternidad que igualmente se rige porlas leyes de la rotación y la traslación, comosucede con nuestra pobre, triste, rica y jubi-losa madre Tierra.

Bonifaz Nuño, de mirada compasiva yperspicaz, a punto de sonreír o de reír, desdela luz o la sombra del túnel, como si fuera unniño perpetuo, es el maestro de maestros quedesde hace mucho tiempo se atreve, bendi-tos sean Dionisio y Tláloc, a reírse del tiem-po y de sí mismo y de toda maestría. Lo adi-vine o no lo adivine, él es una especie demonje taoísta en el siglo veinte y en el um-bral del veintiuno, con su Publio VirgilioMarón, su Cayo Valerio Catulo, su PublioOvidio Nasón, y la blancura de su perla en lacorbata. Este gran poeta que puede cantar ysufrir de amor con un estilo muy propio queva del equilibrio a la desgarradura, es gloriadel castellano de América que aún nos alum-bra, mientras lo alumbramos. Rubén BonifazNuño participa del alumbramiento de unidioma en su esplendor, pero sin caer en latrampa de una solemnidad grave o estéril.Digámoslo una vez más: se trata de un tau-maturgo de la lengua (¿qué auténtico poetano lo es?) con un fermento de monje taoístaen tranquilidad casi absoluta, como a su mo-do lo fueron, algún día, Juan Rulfo y EliseoDiego. ¿La procesión más o menos convulsava por dentro? No es imposible, aunque lapoesía en verso o en prosa, ese gran arte de

amar, es un regulador de voltaje del espíritu:el ansiolítico por antonomasia, Madre Nues-tra, te pedimos que nunca nos abandones,Padre Nuestro, figuras talladas por la manodel espíritu y del asombro en el mundo delos antiguos indígenas que también sabíanbailar y cantar sus ruegos. Poesía: PadreNuestro y Madre Nuestra.

Sin duda el impulso espiritual de BonifazNuño nos enseña, sutilmente, con agudezaen la sonrisa de abuelo, de padre, de hijo, denieto, y algunas lágrimas en sus anteojos. Mialma piensa que así nos dice, como acaso si-gue diciéndonos Gabriela Mistral: no seasviolento, hermano, ten misericordia de tusombra y de la sombra de los otros, pues tútambién eres los otros. Piedad y más piedadpor las criaturas humanas, vegetales, anima-les, minerales. Jamás te olvides de la cienciadel equilibrio no siempre visible y del Artede la Compasión. Cuida tu naturaleza origi-nal y recuerda que somos hijos de la Tierra,de la luz del Sol y del murmullo del Agua, sí,somos los hijos de la Pachamama, la que aúnemerge del barro fúnebre y genésico del in-framundo, la apapachadora, cruel a veces ybenigna, la siempre antigua y siempre nuevaMadre Naturaleza. Desde hace muchos años,Bonifaz Nuño, don Rubén, il miglior en susalturas y en sus honduras, calmo o convulsoen el cálamo que dibuja sus versos, se vistecon su chaleco rubendariano de maese ele-gante y la perla que brilla, solitaria, discreta,inmóvil en su corbata gris, azul, o de colormarengo como el espíritu adolorido y ceni-ciento, a menudo, de aquel Catulo suyo queya es nuestro: “Que aquél es igual a un dios,me parece;/ que aquél, si es posible, vence alos dioses,/ el que con frecuencia ante ti sen-tándose/ te mira y te oye/ dulce riente, y esotodos, mísero,/me roba los sentidos, pues encuanto/ te miré, Lesbia, no me queda nada./Mas cae mi lengua; entre mis huesos, tenue/flama se escurre, con sonido suyo/ tañe el oí-do, cúbrense con doble/ noche mis lum-bres”. (Los poemas a Lesbia, Catulo, versión deRubén Bonifaz Nuño, Martín Casillas Edito-res, México, 1982). Puro Catulo, sin duda,Dulce ridentem, misero quod omnis, el más pu-ro Bonifaz Nuño, quien también nos enseñade este modo, así es, De otro modo lo mismo(Fondo de Cultura Económica, Letras Mexi-canas, 1979), el célebre título de su antologíamayor, lo mismo de siempre. Aún recuerdoal poeta en un diálogo de televisión: “Cuan-do hablo a solas, trato de decirme cosas que

entiendo. La poesía suena más que ese ruidoimplacable, desde que el mundo es mundo.La poesía ha sido el único acto libre de mivida: ella es mucho más que una cámara deespejos. Allí se toca fondo. Escribo poesíacon un rigor versificante, pero sin pensarlodemasiado. Es un impulso orgánico, unadescarga del cuerpo y del espíritu a travésdel lenguaje, un poder fisiológico. Si lo pen-sara mucho, no habría escrito ni un solo poe-ma”. Es muy probable, asimismo, que Ru-bén Bonifaz Nuño acepte, como suyas, estaspalabras de nuestro querido artista del idio-ma, Alí Chumacero: “La poesía tal vez nosirve para nada. En eso radica su grandeza.Es un oficio de locos, más bien de ilumina-dos. Me parece que los poetas son criaturasque perdieron el juicio. No están muy biende la cabeza, gracias a Dios, aunque son feli-ces, eso creo, tejiendo rítmicamente sus ver-sos y sus sueños en el espacio y en el tiempode la vigilia”.

Así como es imposible olvidar que PabloNeruda, durante el invierno de 1961, hizoque se publicaran mis primeros poemas en larevista de arte y cultura Ultramar, que dirigíaen Santiago de Chile el ensayista Enrique Be-llo, jamás olvidaré que aquí en México fueRubén Bonifaz Nuño quien sirvió de puentepara que la Universidad Nacional Autóno-ma de México editara en su colección Poe-mas y Ensayos mi antología poética Ciega-mente los ojos en 1977, con un glosario quepreparó un poeta y maestro inolvidable, elnicaragüense Ernesto Mejía Sánchez. En1988, gracias al apoyo del don Rubén, volví apublicar un nuevo libro, La felicidad y otrascomplicaciones, que reúne relatos y prosasbreves, en la misma editorial universitaria.Aquella vez, mi júbilo fue aún mayor, pues-to que el volumen se abre con un prólogobreve y muy lúcido del propio Bonifaz Nu-ño; se titula “Lo posible y lo imposible”. Mepermito ahora transcribir algunas líneas por-que nadie, o acaso muy pocos, tal vez nadieha vislumbrado lo que él descubrió en 1988:“Todo lo que es posible está en este libro. Yestán en él también muchas cosas imposi-bles. Aquí las arañas y los caballos y las ser-pientes y los fantasmas y las cucarachas y loshombres, en traje de amos o esclavos, de víc-timas o victimarios, representan incesante-mente sus papeles sin sentido, y aman y ma-tan y comen y se disuelven. Camiones y ca-lles, alas y barcos, intercambian señales in-comprensibles. Y las edades, y las miserias

LA GACETA

24

Bonifaz Nuño: la amistad como un arte✸ Hernán Lavín Cerda

Page 14: Salvador Elizondo visto por - … · da originalmente unas “simples” cartas de amor, revestidos del aura que les confiere el ser textos de un gran poeta, se leen ahora, en-tre

� Este texto fue leído por su autora enla presentación del libro de Carlos

Peniche Ponce, Otro día de luz (FCE,Letras mexicanas, 2000), cuyo prólogo

fue escrito por Juan García Ponce.

Isla de Santa María de los Remediosfue el primer nombre de Yucatán,cuando se pensó que se trataba deuna isla, después de una primera ex-

ploración de reconocimiento conducida porFrancisco Hernández de Córdoba en el añode 1517. El interés y admiración que el mediofísico de la Península despertó en los españo-les fue sólo el génesis de una añeja vocaciónpor explorar una de las regiones del mundoque mayores inquietudes intelectuales hansuscitado desde tiempos remotos. De las pri-meras Relaciones y numerosas noticias deviajeros ilustres como Brasseur de Bour-bourg, Charnay, los esposos Le Plongeon, elconde de Waldeck, Stevens y Catherwood, alas posteriores exploraciones de arqueólogoscomo Morley, Thompson, Ruz Lhuillier,Redfield y Villa-Rojas —para mencionarunos cuantos clásicos nada más— Yucatánha sido ese “centro de la más conspicua civi-lización y de los más altos destinos”, a decirdel memorable José Castillo Torre en El paísque no se parece a otro (1934).

El inventario de tiempos y paisajes quehoy nos ocupa se refiere a Mérida, ciudad-madre e identidad que confiere significaciónal mundo del autor. Otro día de luz tiene co-

mo escenario un microcosmos: el jardín deuna casa, en una obra cuyo entramado narra-tivo es la estrecha interacción del día con lanoche; el arribo y la partida de las estacionesdel año y el relato mensual pormenorizadode interlocutores tales como la mirada, el cli-ma y la memoria. El texto no tiene más afánque nombrar un objeto de contemplación,donde los protagonistas no son sino nubes,lluvia, viento, árboles, sus frutos y sus flores,así como ciertas costumbres hogareñas, bajola luz eterna del sol y la luna. Así de simple.Tan simple como el prodigio que ocurre díacon día, mes a mes, año tras año y que noso-tros, cautivos en laberintos de asfalto, eludi-mos desde que abrimos los ojos y los volve-mos a cerrar, si acaso deteniendo la vista enel suelo, en medio de prisas, histerias, relojesimplacables, pésimas noticias, múltiples ago-bios, extravagancias del clima, horror de losasaltos. De ahí la importancia de un texto co-mo Otro día de luz, que puede reconfortarnosen el trayecto del metro, en una breve sobre-mesa en la fonda de una esquina, en la inter-minable espera de algún trámite. Qué sé yo.Al lector poco o nada interesa que el contex-to geográfico de la obra sea la ciudad de Mé-rida, ni que la península sea la de YucatánMás bien, importa saber que el paraíso está entodas partes o en ninguna, como decía Novalis.Si para escribir al autor le bastó la luz, y lebastaron las horas, los días, los meses, lossentidos, a nosotros para disfrutar nos basta-rán los ojos de la imaginación; nos bastarátambién el ánimo de trasladarnos a ese finis-terre, lugar o simulacro de lugar, coin intime,locus amoenus del escritor; es decir, el rincón

amado en donde él encuentra su expresión.Si bien para Octavio Paz (Corriente alter-

na, 1967), “un pasaje no es la descripción,más o menos acertada, de lo que ven nues-tros ojos, sino la revelación de lo que está de-trás de las apariencias visuales”, vale deciraquí que el paisaje de Peniche Ponce sí es unpaisaje referido a sí mismo. ¿Cuál sería en-tonces el mérito del libro ante la ausenciaaparente de urdimbre para una trama máselaborada? Sin duda, el lenguaje, la intenciónpoética, ese flujo y reflujo de intensidades don-de el narrador se vuelve un “poeta de la pro-sa”. Alberto Ruy Sánchez así lo explica cuan-do señala que un texto que avanza por me-dio de imágenes y no por anécdotas requiereser interpretado de un modo radicalmentediferente de la prosa discursiva. He ahí elmérito, pero también el peligro. La prosapoética puede ser un verdadero campo mi-nado en el que un paso en falso puede llevar,en cosa de un instante, a una muerte súbita sino es que violenta. Por eso es que no cabe lomelifluo ni el abigarramiento; ni siquiera ca-ben las palabras poéticas, porque en los cami-nos accidentados del asombro éstas podríanestallar y provocar una fatal caída.

Pero si en cambio para Joyce, como con-tinúa diciendo Ruy Sánchez, las epifanías enun texto son esas apariciones de lo sobrena-tural entre las cosas naturales —como la luzen la penumbra de una cocina llena de vapo-res—, entonces el libro de Peniche Ponceabunda en epifanías, a veces tan fascinantescuando aluden a la luna como esa “hostia deluz que avanza por el altar desnudo del cie-lo” o esa “blanca locura que ronda entre losárboles”, sin perder la intensidad cuandopregunta qué hacer con esa luna e implorarque no se vaya, que no pase el tiempo, en eltono exaltado de una revelación instantáneacon espejos “que vibran y obedecen a laspulsaciones de la sangre que se excita ante supropia nostalgia adolorida” (Alberto RuySánchez, Al filo de las hojas, 1988).

Finalmente, también se nos dice que al-guna vez Pasolini comentó de este géneromixto que la prosa es la poesía que la poesíano es. Justamente en este interregno aparecela iluminación, el significado ulterior, la me-tafísica del paisaje donde reside la pérdida:pérdida de significación del mundo que lle-va a la pérdida del lugar. De ahí que para noperderlo del todo, para no perder la identi-dad que nos confiere dicho lugar (ser es ser dedonde se es, nos dice Eduardo Milán), hay que

LA GACETA

27

grecolatinos, pero también de los creadoresde la antigua Mesoamérica. Un día se refirióal Museo de Antropología que está ubicadoen Xalapa, Veracruz:

No deje de visitar ese Museo: contieneunas piezas maravillosas. Los antiguosmexicas, como otros grupos étnicos, nohacían arte. Sus esculturas eran otra cosa.Un acto mágico, religioso, una cosmovi-sión desde el cuerpo de las piedras, undiálogo con las fuerzas ocultas, una acu-mulación de energía, una carga que pue-de estallar en cualquier instante. Sólo ha-bita la intensidad del enigma en dichaspiezas escultóricas. Fueron esculpidascomo un todo orgánico, son abismal y ce-lestialmente orgánicas, palpitan y respi-ran lejos de la razón o del pensamientológico de Occidente. Cuando me aproxi-mo a ellas, intento despojarme de los pre-juicios éticos y estéticos del mundo occi-dental. Quiero dialogar con ellas a travésde imágenes; verbalizo la relación. Me ol-vido entonces de Virgilio, de Catulo, dePropercio, de Ovidio, y permanezco, si-lencioso, observando las figuras, y al finme atrevo a preguntarles: ¿Y tú quiéneres, ven a mí, quién eres? Hasta que depronto me responden y trato de captaresas señales. Los cuerpos escultóricos,

desde los plenos poderes de su energía,finalmente nos hablan. Observo con len-titud los detalles: la rugosidad o porosi-dad de las pequeñas o grandes piedras, yde improviso aparece el ritmo verbaladecuado, un fluir de imágenes que esta-blecen un vínculo misterioso con el ritmointerior de cada figura. Siento que algome sucede cuando estoy junto a esas pie-dras: un impulso orgánico y fecundante,un desequilibrio que limita con el asom-bro. He vuelto a recobrar la energía laten-te del asombro. Y si hay alteración orgá-nica, hay alteración fisiológica; ya sabe-mos que la escultura y la escritura, al fin,son fisiología. Por ejemplo: alguna vezpuse la mano en el entrecejo de una cabe-za de rasgos olmecas y cerré los ojos.Aparecieron, paso a paso, las visiones. Seven cosas, sí, estoy seguro. Sólo a usted,querido Hernán, le cuento estas cosas,porque me consuela saber que se ha vuel-to loco, al igual que yo, o tal vez un pocomás. Sospecho que estamos en el umbralde lo visionario. No a cualquiera le digolo que acabo de decir esta mañana. Nosvolveremos a ver, maestro, y que los dio-ses más antiguos nos protejan.

Ahora tengo en mis manos el volumenOvidio. Arte de hacerse amar, de Rubén Boni-

faz Nuño, que publicó en noviembre del2000 el Instituto de Investigaciones Filológi-cas de la UNAM. Veo que don Rubén jamásabandonará el espacio imaginario que cons-truyeron los poetas grecolatinos. Ovidio,como jugando, es el cantor de los tiernosamores, y, a su modo, Bonifaz Nuño tam-bién es el poeta del amor, aunque éste sea,con una frecuencia perturbadora, el surti-dor de la nostalgia, la melancolía y el desga-rro. Somos felices en los brazos del amor,pero ¿por cuánto tiempo? Cómo olvidar lafrase de aquel otro poeta que dice: Ay, cuer-po, quién fuera eternamente cuerpo. A tra-vés de los versos de Publio Ovidio Nasónen su Arte de amar, el autor de la antologíaDe otro modo lo mismo nos recuerda que lajuventud corporal va desapareciendo comoel perfume de la rosa y la vehemencia inmó-vil de sus espinas. Dice Ovidio en la versiónde Rubén Bonifaz Nuño: “Qué aprisa, míse-ro de mí, se aflojan los cuerpos con arrugas,y perece el color que fue en el rostro nítido”.O bien: “Y las canas que juras que desdemuchacha tuviste, se esparcirán de súbitopor tu cabeza toda”. Sin embargo, la mujerpuede acudir al artificio para recobrar la lo-zanía: “La mujer, su canicie tiñe con hierbasgermanas, y un color, con el arte, mejor queel real, se busca;/ la mujer avanza densísi-ma de cabellos comprados, y suyos, con di-nero, hace otros, por los suyos”. El poeta deAlbur de amor señala que “El hombre, encambio, carece de toda defensa, y tiene quesoportar la fealdad impuesta por su precipi-tada decadencia; nosotros, los varones, diceOvidio, “mal destocados somos; robados dela edad, los cabellos caen, como la frondassi el bóreas se sacude”. A juicio del poetamexicano, en el siguiente verso de Ovidioaparece la conciencia de la brevedad de lascosas. Es “uno de los versos más colmadosde significación que jamás se hayan escrito:“E, ida la rosa, entiésase la abandonada es-pina”. En la sabiduría de Ovidio, vemosque la rosa, “el objeto mismo de la compa-ración, está ausente; no existe ya sino comomemoria triste”.

No es fácil cultivar el sueño en el ámbitode la vigilia; se requiere de un ejercicio coti-diano. En la incierta precisión de este mo-mento, yo descubro a Rubén Bonifaz Nuñomientras conversa con alguien que tal vez separece a mi sombra en su oficina de la Biblio-teca Central. ¿Sobre qué estarán dialogando?Esta sombra agradece a los dioses de la An-tigüedad por haberme concedido la fortunade conocer a don Rubén en carne y hueso, elgran maestro, y la sombra de don Rubén res-ponde, luego de una sonrisa juvenil y esti-mulante por lo sabia: “No es para tanto, que-rido Hernán. Buscamos la certeza de las co-sas y, cuando la hallamos, nos mordemos loslabios sin que nos demos cuenta”.

LA GACETA

26

Atlántida perdida, paraíso recobrado✸ Zulai Marcela Fuentes

Page 15: Salvador Elizondo visto por - … · da originalmente unas “simples” cartas de amor, revestidos del aura que les confiere el ser textos de un gran poeta, se leen ahora, en-tre

LA GACETA

29

rendirle amor a lo propio, amor por el nido que arrulló en la vida yarropó de ternura —igual que una mortaja— antes de ser expulsa-dos del paraíso. De este modo el autor recobra su lugar y se asu-me como centinela, acaso Pedro Páramo de vuelta hacia el Edénnativo. Sólo que sin haber muerto y con un paisaje que está lejosde ser un páramo, aunque el narrador admita que escribe desdeun rincón de la ciudad “crecida y descompuesta”, tan crecida ydescompuesta como prácticamente todas nuestras ciudades enAmérica Latina, donde “el único reducto es la vieja casa con sumismo jardín y un huerto que hace lo que puede”.

Y como contemplar es restablecerse, si además se produce la ilu-minación, las heridas de la pérdida cierran casi por milagro despuésde que la casa se ha ido quedando sola ya sin el rumor de sus prime-ros moradores. Al final, no hay nada que hacer sino salir a la terrazay desde lo alto dar fe de ese prodigio que florece puntual en su per-manente mutabilidad; esa parcela del universo que crece al margende la mala voluntad humana pese al desconcierto y desdeñosa indi-ferencia y el afán por destruir la Tierra y destruirse con ella. Pero esverdad, algo sucedió: cambiaron los climas. De pronto la reflexióndel autor se torna ecologista. Cambiaron los climas; el tono, el ritmo

y la prosa se volviéron prosaicos. Uno o dos párrafos hicieron un ate-rrizaje forzado en una especie de moraleja que conmina a cuidar elmedio ambiente. Se apagaron los reflectores, cesó la lluvia, dejaronde cruzar las nubes. Pero tal vez sea inevitable que las cosas termi-nen en forma prosaica; que el relieve del terreno de la prosa sea co-mo el relieve accidentado de la vida; que tenga escalas ascendentesy planicies calcáreas como la Península de Yucatán.

Aún así, hay que navegar por ese mar poco profundo del Golfo deMéxico rumbo a la plataforma continental de la costa yucateca, paradesembarcar entre ceibas y palmeras a la primera ínsula de Santa Ma-ría de los Remedios. Para entoldarnos bajo sus dramáticos celajes,embriagarnos con ambrosía de frutos y placeres, guarecernos del fue-go solar en las frondas de la noche. Tal vez después de todo sí impor-te que sea ése y no cualquier otro lugar: un antiguo fondo del océanodonde anida el secreto que guarda la tierra en el cause de sus ríosocultos, transparentes, donde habitan peces ciegos de tanta penum-bra. Atlántida perdida, paraíso recobrado. Tal vez allá logremos des-pertar en medio de ese sueño sin fin con el puntual graznido de lasaves y vivir, con toda intensidad, Otro día de luz.

LA GACETA

28

Con la finalidad de fomentar el desarrollo de la creación literaria y plás-tica para niños y jóvenes, el Fondo de Cultura Económica convoca alSexto concurso de libro ilustrado A la orilla del viento. La presen-te convocatoria se ajusta a las siguientes:

BASES1. Podrán participar todos los escritores en lengua española e ilus-

tradores de cualquier nacionalidad, sin importar edad, lugar de origeno de residencia. Quedan excluidos los empleados de esta editorial.

2. Las obras concursantes podrán ser presentadas por uno o va-rios autores e ilustradores.

3. Las obras concursantes deberán ser totalmente inéditas, tantoel texto como las ilustraciones, y no deberán estar participando en nin-gún otro concurso.

4. El premio único está dotado de $ 60 000.00 (sesenta mil pesosm/n) y la publicación de la obra en la colección Los especiales de A laorilla del viento del FCE. El importe de este premio será otorgado yconsiderado como adelanto de pago de regalías por los derechos deautor estipulados en el contrato de edición.

5. La historia podrá ser narrada con texto e imágenes o sola-mente con imágenes. Si hay texto, deberá estar escrito en lenguaespañola.

6. La propuesta del libro a concursar deberá ser presentada enuna maqueta al tamaño que incluya la totalidad de las ilustraciones(presentadas como bocetos en blanco y negro ) y el texto, en casode haberlo. La maqueta deberá presentarse por triplicado, y en ca-da copia deberá incluirse una fotocopia a color, impresión digitalo fotográfica de al menos una de las ilustraciones TERMINADA, pa-ra que el jurado pueda apreciar el acabado final de la propuesta deilustración.

7. El tema de la obra y la técnica de ilustración son libres. El librono podrá tener más de 32 páginas. El formato puede ser apaisado,vertical o cuadrado, y no deberá sobrepasar los 20.5 x 27 cm. No serecibirán originales montados en cartulinas o en presentaciones ma-yores a este formato.

8. Las TRES copias de la maqueta deberán estar firmadas con seu-dónimo y acompañadas de UNA plica que contenga nombre, dirección, te-léfono fax y/o correo electrónico del o los participantes. En el exterior dela plica deberán escribirse el o los seudónimos utilizados y el título de laobra concursante.

La dirección a la que deben ser remitidos los trabajos es la siguiente:

Concurso A la orilla del vientoLibros para Niños y JóvenesFondo de Cultura Económica

Miguel Ángel de Quevedo # 115, 2o. pisoColonia Chimalistac, Delegación Álvaro

Obregón, 01070, México, D.F.

9. EN NINGÚN CASO SE DEVOLVERÁN ORIGINALES por lo que nodeben incluirse ilustraciones originales o materiales costosos.

10. Queda abierta la presente convocatoria a partir de su fecha de pu-blicación y hasta el 31 de octubre de 2001. En los envíos por correo seconsiderará la fecha del matasellos, y no se recibirán propuestas despuésde esa fecha.

11. El jurado estará compuesto por personas de reconocido prestigioen el área de la literatura infantil y juvenil. Su composición será secretahasta la fecha de publicación de los resultados y su fallo será inapelable.El premio podrá ser declarado desierto.

12. Los resultados del concurso serán publicados a más tardar la se-gunda quincena de febrero de 2002.

13. Cada concursante podrá participar con el número de propuestasque desee. Su participación en el concurso explicita su aceptación de es-tas bases. México, a 15 de mayo de 2001

• Para mayores informes, comuníquese a: Tel.: (52) 54 80 18 20,Fax: (52) 54 80 18 10. Correo electrónico: [email protected]

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA1934 • LIBROS PARA IBEROAMERICA • 2001

Carretera Picacho Ajusco 227. Col. Bosques del Pedregal. Tlalpan, C.P. 14200. México, D.F.Tels.: (5)227-4612, (5)227-4628, (5)227-4672. Fax: (5)227-4698 • Página en Internet http://www.fce.com.mx

Coordinación General de Asuntos Internacionales [email protected] • cvaldes@fce. com.mx • [email protected]én México D. F. Dirección: José Ma. Juaristi 205, Col. Paraje San Juan.

Tels.: (5)612-1915, (5)612-1975. Fax: (5)612-0710FILIALES

Fondo de Cultura Económica deArgentina, S.A.Alejandro Katz El Salvador 56651414 Capital Federal, BuenosAiresTels.: (541-1) 4-777-15-47/ 1934 / 1219Fax: (54-11) 4-771-89-77 ext. 19Correo electrónico: [email protected]

Fondo de Cultura Económica Brasil, Ltda.Issac VinicRua Bartira, 351 Perdizes, Sao PauloCEP 05009-000 BrasilTels.: (55-11) 3672-3397 y 3864-1496Fax: (55-11) 3862-1803Correo electrónico:[email protected]

Fondo de Cultura Económica Ltda.(Colombia)Juan Camilo SierraCarrera 16, Nº 80-18Santa Fé de Bogotá, ColombiaTel.: (571) 257-0017 • 257-2215 •622-8815 • 531-2288 y 691-5970Fax: (571) 611-0705Correo electrónico:[email protected]ágina del FCE-Colombia:www.fce.com.co

Fondo de CulturaEconómica Chile, S. A.Julio Sau AguayoPaseo Bulnes 152Santiago, ChileTels.: (562) 697-2644695-4843 • 699-0189y 688-1630Fax: (562) 696-2329Correo electrónico:[email protected]

Fondo de Cultura Económica de España, S. L.María Luisa CapellaC/Fernando El Católico Nº 86 Conjunto Residencial GalaxiaMadrid, 28015. EspañaTel.: (34-91) 543-2904543-2960 y 549-2884Fax: (34-91) 549-8652Correo electrónico:[email protected]

Fondo de CulturaEconómica USA, INC.Benjamín Mireles2293 Verus St. San Diego, CA. 92154, EstadosUnidosTel.: (619) 429-0455 Fax: (619) 429-0827 Página en Internet http:www.fceusa.comCorreo electrónico: [email protected]

Fondo de CulturaEconómica deGuatemala, S. A.Sagrario Castellanos6a. avenida, 8-65 Zona 9 Guatemala, C. A.Tels.: (502) 334-3351334-3354 • 362-6563y 362-6539Fax: (502) 332-4216Correo electrónico: [email protected]

Fondo de CulturaEconómica del Perú, S.A.Germán Carnero RoquéJiron Berlín Nº 238, Miraflores, Lima, 18PerúTels.: (511) 242-9448447-2848 y 242-0559 Fax: (511) 447-0760Correo electrónico: [email protected]ágina en Internet http://www.fceperu.com.pe

Fondo de Cultura EconómicaVenezuela, S. A.Pedro Juan Tucat ZuninoEdif. Torre Polar, P.B. Local "E"Plaza Venezuela, Caracas,Venezuela.Tel.: (58212) 574-4753Fax: (58212) 574-7442Correo electrónico:[email protected]

Librería Solano Av. Francisco Solano entre la 2a av.De las Delicias y Calle SantosErmini, Sabana Grande, Caracas,Venezuela.Tel.: (58212) 763-2710Fax: (58212) 763-2483

REPRESENTACIONES

DISTRIBUIDORES

Los Amigos del LibroWerner GuttentagAv. Ayacucho S-0156 Entre Gral. Anchay Av. HeroinasCochabamba, BoliviaTel.: (591) 450-41-50 y 450-41-51Fax: (591) 411-51 28Correo electrónico:[email protected]

Librería Las AméricasLtee.Francisco González10, rue St-Norbert MontrealQuébec, CanadáH2X 1G3Tel.: (514) 844-59-94Fax: (514) 844-52-90Correo electrónico:[email protected]

Librería Lehmann, S.A.Guisselle Morales B.Av. Central calle 1 y 3 Apartado 10011-1000San José, Costa Rica, A. C.Tel.: (506) 223-12-12Fax: (506) 233-07-13Correo electrónico: [email protected]

Librería Librimundi-Librería InternacionalMarcela García Grosse-LuemernJuan León Mera 851P. O. Box 3029Quito, Ecuador Tels.: (593-2) 52-16-06

52-95-87Fax: (593-2) 50-42-09Correo electrónico: [email protected]

Cuesta. Centro del LibroSr. Lucio Casado M.Av. 27 de Febrero esq. Abraham LincolnCentro Comercial NacionalApartado 1241Santo Domingo, RepúblicaDominicana.Tel.: (1809) 537-50-17 y 473-40-20Fax: (1809) 573-86-54 y 473-86-44Correo electrónico: [email protected]

Aldila Comunicación, S.A.Aldo Díaz LacayoCentro Comercial Managua. Módulo A-35 y 36 Apartado Postal 2777Managua, NicaraguaTel.: (505) 277-22-40Fax: (505) 266-00-89Correo electrónico: [email protected]

Librería Nuevos LibrosSr. Juan José NavarroFrente a la UniversidadCentroamericana Apdo.Postal EC Nº 15Managua, NicaraguaTel. y Fax: (505) 278-71-63

Grupo Hengar, S.A. Zenaida Poveda de HenaoAv. José de Fábrega 19Edificio Inversiones PasadenaApartado 2208-9A Rep. dePanamáTel.: (507) 223-65-98 Fax: (507) 223-00-49 Correo electrónico: [email protected]

ARGENTINA BRASIL COLOMBIA CHILE

ESPAÑA ESTADOS UNIDOS GUATEMALA PERÚ VENEZUELA

BOLIVIA CANADÁ ECUADOR HONDURAS PUERTO RICO

COSTA RICA NICARAGUA PANAMÁ

REPÚBLICA DOMINICANA

Editorial Edil Inc.Consuelo Andino Julián Blanco Esq. Ramírez Pabón Urb. Santa Rita. Río Piedras, PR0926Apartado Postal 23088, Puerto Rico Tel.: (1787) 763-29-58 y 753-93-81Fax: (1787) 250-14-07Correo electrónico:[email protected]ágina en Internet www.editorialedil.com

Aparicio Distributors, Inc. Héctor AparicioPMB 65 274 Avenida Santa Ana Guaynabo, Puerto Rico 00969-3304Puerto RicoTel.: (787) 781-68-09Fax: (787) 792-63-79Correo electrónico: [email protected]

Difusora Cultural México S. de R. L. (DICUMEX)Dr. Gustavo AdolfoAguilar B. Av. JuanManuel Gálvez Nº 234 Barrio LaGuadalupe Tegucigalpa,MDC Honduras C. A.Tel.: (504) 239-41-38 Fax.: (504) 234-38-84 Correo electrónico: [email protected]

SEXTO CONCURSO DE LIBRO ILUSTRADOA LA ORILLA DEL VIENT0, FCE, 2001

Page 16: Salvador Elizondo visto por - … · da originalmente unas “simples” cartas de amor, revestidos del aura que les confiere el ser textos de un gran poeta, se leen ahora, en-tre

LA GACETA

30

•7 (MARTES)

11:00 Unidad CulturalMaestro Jesús SilvaHerzogTaller de crónica yrelatoImparte: MarcoAurelio Carballo

•1 (MIERCOLES)

17:30 Unidad CulturalMaestro Jesús SilvaHerzog¿Cómo editar turevista? Taller experimental Imparte: José MaríaEspinasa

•2 (JUEVES)

17:30 Unidad CulturalMaestro Jesús SilvaHerzogTaller de poesíaImparte: ErnestoLumbreras

•3 (VIERNES)

17:30 Unidad CulturalMaestro Jesús SilvaHerzogPor mi madrebohemiosLa bohemia en elcine mexicano.Imparte: M.JulioLinares

•8 (MIERCOLES)

17:30 Unidad CulturalMaestro Jesús SilvaHerzog¿Cómo editar turevista? Taller experimental Imparte: José MaríaEspinasa

•10 (VIERNES)

17:30 UnidadCultural MaestroJesús Silva HerzogPor mi madrebohemiosLa bohemia en elcine mexicano.Imparte: M.JulioLinares

•14 (MARTES)

11:00 Unidad CulturalMaestro Jesús SilvaHerzogTaller de crónica yrelatoImparte: MarcoAurelio Carballo

•15 (MIERCOLES)

17:30 Unidad CulturalMaestro Jesús SilvaHerzog¿Cómo editar turevista? Taller experimental Imparte: José MaríaEspinasa

•17 (VIERNES)

17:30 Unidad CulturalMaestro Jesús SilvaHerzogPor mi madrebohemiosLa bohemia en el cinemexicano. Imparte:M.Julio Linares

•21 (MARTES)

11:00 Unidad CulturalMaestro Jesús SilvaHerzogTaller de crónica y relatoImparte: MarcoAurelio Carballo

•22 (MIERCOLES)

17:30 UnidadCultural MaestroJesús Silva Herzog¿Cómo editar turevista? Taller experimental Imparte: JoséMaría Espinasa

•23 (JUEVES)

19:00 Lib. OctavioPazContemporáneos 100La vigencia de losContemporáneosMesa redonda

•28 (MARTES)

11:00 Unidad CulturalMaestro Jesús SilvaHerzogTaller de crónica y relatoImparte: MarcoAurelio Carballo

•14 (MARTES)

19:00 Lib. OctavioPazLa intendecia deValladolid deMichoacánde Iván Franco

•28 (MARTES)

19:00 Lib. Octavio PazLa importancia de lasreglas. Gobierno yempresarios despuésde la nacionalizaciónbancariade Carlos ElizondoMayer-Serra

•29 (MIERCOLES)

17:30 Unidad CulturalMaestro Jesús SilvaHerzog¿Cómo editar turevista? Taller experimental Imparte: José MaríaEspinasa

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA• C a l e n d a r i o d e a c t i v i d a d e s •

A G O S TO 2 0 0 1

LIBRERÍAS DEL FCE(Visite nuestra página de internet: www.fce.com.mx)

LA GACETA

31

• Librería Alfonso ReyesCarretera Picacho Ajusco 227,Col. Bosques del Pedregal,México, D.F. Tels.: 5227 4681 y 82

• Librería Daniel Cosío VillegasAvenida Universidad 985,Col. Del Valle,México, D.F.Tel.: 5524 8933

• Librería Octavio PazMiguel Ángel de Quevedo 115,Col. Chimalistac, México, D.F. Tels.: 5480 1801 al 04

• Librería Un paseo por loslibrosPasaje Zócalo-Pino Suárez delMetro,Centro Histórico,México, D.F.Tels.: 5522 3016 y 78

• Librería en el IPNAv. Politécnico, esquina WilfredoMassieu, Col. Zacatenco, México, D.F. Tels.: 5119 1192 y 2829

• Ventas por teléfono:5534 9141

• Ventas al mayoreo:5527 4656 y 57

• Ventas por internet:[email protected]

Salvador Elizondo• OBRAS EN LA COLECCIÓN LETRAS MEXICANAS •

• FARABEUF

En Farabeuf, novela central de su producción, Elizon-do formula la pregunta de la identidad como en unjuego de adivinaciones: símbolos y reflejos se cruzancon la memoria, el recuerdo y el olvido, en una cruely etérea danza de invocación escrita. Una fotografíaborrosa, el North China Daily News, Él y Ella, el espe-jo, París, un cuadro, los Aspects Médicaux de laTorture Chinoise del doctor H.L. Farabeuf; instantes ypersonajes son entretejidos laberínticamente en elespacio con precisión algebraica.

• EL HIPOGEO SECRETO

El hipogeo secreto es el libro sagrado que está sien-do escrito constantemente, ahora, en este momento...Allí la realidad se crea al tiempo que se le da formacon la palabra: el lector es apenas un personaje esbo-zado por los sueños de un escritor que es soñado. Enuna historia sin principio ni fin —la iniciación de unamujer— los miembros de una sociedad secreta inten-tan buscar a su creador, El Imaginado, para deducirqué sucede después de otras páginas y acabar conun asesinato “ritual en una ceremonia equívoca”.

• EL RETRATO DE ZOE YOTRAS MENTIRAS

El retrato de Zoe aprehende instantes simbólicos quese expanden entre las formas del tiempo hasta hacer-se infinitos. Cada cuento es una evocación —plenade luces y espejos— donde la memoria existe porquees olvido: infabulaciones cuyo sentido último transgre-de toda moraleja. Allí traza, con habilidad y delicia na-rrativa, ventanas desde las cuales mirar el paisajeabismal e imprevisto del alma humana: recuerdos,deseos y mitos concluyen siempre con un misterio.Sólo el espacio vacío engendra la esencia de la formacreada.

• EL GRAFÓGRAFO

Elizondo escribe y es escrito en una relación intermi-nable. Con la escritura como única evidencia de supensamiento, El grafógrafo crea un mundo nuevo conlas palabras y, así, bajo su pluma heurística, el len-guaje adquiere una vida propia. En ella practica el ri-tual de la digresión constante y “explora la amplituddel movimiento pendular de la imaginación”. El futuroes ahora y el presente no existe: sólo es posible el ac-to de la escritura que restituye a los fenómenos de laexistencia su cualidad enigmática, no sin ironía.

• CONTEXTOS

“Expresión de un espacio y un tiempo definidos”, losescritos de Elizondo reunidos en Contextos represen-tan la incursión de su amor en el periodismo, y cons-tituyen una brillante práctica ideológica en su sentidomás lato: el de razonar y analizar a la luz de los cono-cimientos teóricos y personales circunstancias quedefinen la condición humana. Las instituciones socia-les, la educación, los valores, el arte, la literatura y al-gunos de sus autores definitivos para la historia, asícomo conceptos fundamentales de análisis filosófico,son el objeto de las disquisiciones del autor quien, alhacerlo, no sólo revela un panorama sino que lo am-plía con su vasta erudición.

• MISCASTO HA LLEGADO LA SEÑORA MARQUESA...

El proyecto literario de Elizondo, el de la escritura porsí misma, encuentra en esta obra su presentacióndramática. En ella, un personaje vuelve a casa des-pués de haber sufrido un ataque de amnesia. Teatra-lización de un supuesto sobre la creación donde elprotagonista es la palabra, la obra cuestiona la verda-dera identidad de los actores; éstos, de caracteresfluctuantes e indefinidos, a fuerza de ser representa-dos se convertirán en artífices de supuestos persona-jes cuya realidad es solamente lenguaje.

• CAMERA LUCIDA

La escritura se convierte en una cámara clara: un dis-positivo regulador del equilibrio entre la cosa, la ima-gen de la cosa y la idea de la cosa. Mediante sus pris-mas, Elizondo confecciona literatura para reflexionarsobre la literatura, sus mecanismos y sus intérpretes:escribe “el envés de la trama”. Guía heteróclita, reco-pilación de artículos que narran y ensayan —apareci-dos en las revistas Plural y Vuelta— como invencio-nes míticas, históricas, donde ciencia y arte se vuel-ven sentido de la creación, cuya tinta mental se aden-tra tanto en lo poético-filosófico como en la memoria ylo imposible, Camera lucida es el instrumento de la re-visión literaria.

• ELSINORE: UN CUADERNO

Un sueño que tiene memoria; Elsinore es una nouve-lle sobre una serie de iniciaciones adolescentes —dereferencia autobiográfica— en un colegio militar delos Estados Unidos. Collage de lenguas, patrones so-ciales y niveles expresivos que explora, a través deuna cuidadosa, fina e irónica prosa, las distintas cate-gorías de la realidad y su nostalgia, en ella Elizondohace una jugada magistral a su proyecto literario: unaparente realismo es enmarcado por un principio fan-tástico e imposible que sólo existe por la palabra mis-ma: una realidad autárquica sólo posible en el espa-cio y tiempo onírico de la escritura.

Page 17: Salvador Elizondo visto por - … · da originalmente unas “simples” cartas de amor, revestidos del aura que les confiere el ser textos de un gran poeta, se leen ahora, en-tre

LA GACETA

33

ORDEN DE SUSCRIPCIÓNSeñores: Sírvanse registrarme como suscriptor de La Gaceta por un año

Nombre:Domicilio:Colonia:Estado:

Para lo cual adjunto giro postal o cheque por costos de envío: $150.00, para nacionales; $45 dólares alextranjero. (Llene esta forma, recórtela y envíela a la dirección de la casa matriz del FCE: CarreteraPicacho Ajusco 227, Colonia Bosques del Pedregal, Delegación Tlalpan, C.P. 14200, México, D.F.)

C.P.:País:

• NUESTRA SUCURSAL EN GUADALAJARA •

Librería José Luis MartínezAvenida Chapultepec Sur 198,

Colonia Americana, Guadalajara, Jalisco,Tels.: (013) 615-12-14, con diez líneas

• NUESTRA SUCURSAL EN MONTERREY •

Avenida San Pedro 222,Colonia Miravalle, Monterrey, Nuevo León,

Tels.: (018) 335-0371 y 335-03-19

�Jacques Lacan• A 100 AÑOS

DE SU NACIMIENTO

13 DE ABRIL DE 1901 - 9 DE SEPTIEMBRE DE 1981

• John Forrester

Seducciones del psicoanálisis.

Freud, Lacan, Derrida

• Elisabeth Roudinesco

Lacan: Esboso de una vida

�Carl Gustav Jung

• 40 ANIVERSARIO LUCTUOSO

26 DE JULIO DE 1875 - 6 DE JUNIO DE 1961

• Carl Gustav JungSimbología del espíritu: estudios sobre fenomenología psíquica, con una aportación del Dr. Riwkah Schärf• Carl Gustav JungRespuesta a Job

Page 18: Salvador Elizondo visto por - … · da originalmente unas “simples” cartas de amor, revestidos del aura que les confiere el ser textos de un gran poeta, se leen ahora, en-tre

LA GACETA

35LA GACETA

34