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  • DEDICATORIA A los seores Obispos de Espaa y de

    Hispanoamrica, aun a sabiendas de que las ideas de este libro no sern bien recibidas por ellos. Son el fruto de la incontenible evolucin de la mente humana, por encima de los viejos dogmas, de los ritos y de los tradicionalismos que a la larga acaban por esclavizarla.

    Un sacerdote

  • POR QU AGONIZA EL CRISTIANISMO

    Salvador Freixedo

    Editorial ALGAR, S.A.

  • DISTRIBUCIN

    Zona Centro: Forma Libros Calle Nuestra Seora de las Mercedes, 9 Telfono (91 477 13 01 Madrid-18

    Zona Catalua y Baleares: Prlogo Calle Moscard, 35 Telfono (93)3472511 Barcelona

    Zona Norte: Umbe, S. A. Calle Novia Salcedo, 10 Telfono (94) 444 48 92 Bilbao

    Primera edicin: octubre 1983.

    Salvador Freixedo Editorial Algar, S. A. ISBN: 84-7450-022-2 Depsito legal: M. 35.556-1983 Impreso en Lavel. Los Llanos, nave 6. Humanes (Madrid) Printed in Spain

  • INSPIRACIN

    Se me dir: Cul es tu religin? Y yo responder: Mi religin es buscar la verdad en la vida y la vida en la verdad, aun a sabiendas de que no he de encontrarla mientras viva; mi religin es luchar incesantemente e incansablemente con el misterio; mi religin es luchar con Dios desde el romper del alba hasta el caer de la noche como dicen que con El luch Jacob... Es obra de misericordia suprema despertar al dormido y sacudir al parado, y es obra de suprema piedad religiosa buscar la verdad en todo y descubrir dondequiera el dolo, la necedad y la inepcia.

    Miguel de Unamuno

  • INTRODUCCIN

  • Entre las pginas de Mi Iglesia duerme y las pginas de este

    libro hay un intervalo de catorce aos. Catorce aos en que he tenido el privilegio de poder leer y reflexionar mucho.

    Tengo que confesar que durante mis 16 aos de formacin sacerdotal y durante la mayor parte de mis 30 aos en la Orden de los Jesuitas, me limit a aceptar ciegamente mi fe sin cuestio-narla. El trabajo pastoral, al que honestamente dedicaba todas mis energas, no me dejaba tiempo para reflexionar sobre ella, aparte de que ni se me pasaba por la mente el ponerla en tela de juicio. Por eso considero una bendicin de Dios la suspensin a divinis con que en el ao 1968 me obsequiaron los obispos de Puerto Rico.

    A partir de entonces empec a repensar a fondo todo el pro-blema de la religin sin tener prejuicio alguno; avanzaba en mis deducciones a medida que descubra nuevos hechos y me paraba all donde se paraba mi razn. Sin miedo, porque el miedo no es camino para llegar a Dios.

    Tengo que confesar tambin que en mi bsqueda de lo tras-cendente y en mi reevaluacin de la fe, he tenido dos grandes ayudas. Una ha sido la historia comparada de las religiones. Por lo general, en las facultades teolgicas de las diferentes denomi-naciones cristianas (y por supuesto en los seminarios catlicos) se le concede muy poca importancia a este estudio; y esto, hoy da, lo considero una verdadera estafa que se les hace a los estudiantes. En el mundo habra menos fanatismo si todos los creyentes de las diversas religiones conociesen ms hechos y creencias de las dems. Pero cada uno se encierra en su verdad y no quiere saber nada de los errores de las dems.

  • La otra ayuda que tuve fue ms bien extraa y muy poco

    usual entre los estudiosos del fenmeno religioso. Provino nada menos que del campo de la parapsicologa y ms en concreto, del vastsimo mundo de la fenomenologa paranormal que tan igno-rada es por la ciencia oficial y tan mal interpretada por la teologa cuando se encuentra con ella y la denomina milagro.

    Aleccionado por el excelente libro de J. L. Aranguren La crisis del catolicismo -escrito ms bien para personas de una cultura ms que mediana, y no siempre de fcil lectura he pro-curado escribir el mo de una manera ms asequible al gran pbli-co, aunque no llegue a profundizar tanto en el tema como el ilus-tre profesor universitario.

    Muchos de los argumentos que estoy seguro se esgrimirn contra la tesis de este libro, yo los veo precisamente como todo lo contrario: como sntomas de agona. Las enormes multitudes con las que el Papa se encuentra en sus viajes fuera del Vaticano, el reavivamiento carismtico y pentecostal, las organizaciones laica-les al estilo del Opus Dei, el surgimiento de grandes predicadores y hasta taumaturgos en el seno del protestantismo, el movimiento ecumnico, el envolvimiento del clero joven en las luchas socia-les, las encclicas de avanzada de los ltimos Papas, etc., etc., no son ms que parte de todo un sndrome.

    Todos estos movimientos renovadores, lejos de ser una seal de vitalidad, son estertores; son algo as como las mejoras de los moribundos, tras horas y horas de total inac-cin. Lejos de hacer concebir esperanzas a los entendidos, les estn claramente diciendo que se acerca el momento del desenla-ce fatal.

    Por supuesto que el desenlace fatal de instituciones seculares y multitudinarias como son las diversas iglesias cristianas, no va a ser ni inmediato ni repentino. El cristianismo como filosofa y como prctica de vida seguir existiendo, pero ir perdiendo ace-leradamente fuerza e influencia en las mentes de los humanos durante lo que resta de este siglo. Y aunque en el siglo XXI habr todava grandes ncleos de personas fieles a las viejas institucio-nes cristianas, sin embargo los descendientes de los actuales cris-tianos practicantes (porque ms de la mitad de los cristianos ya

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  • no son practicantes) tendrn unas ideas religiosas completamente diferentes de las de sus antepasados.

    La causa de la agona del cristianismo, no hay que buscarla en males superficiales; la causa de la agona del cristianismo est pa-radjicamente en sus cosas sagradas, est en sus creencias, est en su biblia, est en la misma idea que tiene de redencin y de salvacin, est en la total falta de respeto con que sus telogos y predicadores han manipulado el concepto de Dios y est finalmente en ese personaje vengativo y tirnico que encontramos en el Pentateuco y que se nos ha querido imponer como Dios.

    No tengo hacha ninguna que amolar con este libro ni me alegro precisamente de que las cosas sean como son. Contemplo nicamente la realidad con ojos desapasionados pero bien abiertos y tengo que confesar que me duele que en este derrumbe que se prev (y al que ya estamos asistiendo en buena parte) se vayan a perder muchos de los autnticos valores que el cristianismo encierra.

    Comprendo por otro lado que los actuales lderes cristianos apenas si tienen nada que hacer en esta agona. Ni son ellos cul-pables de ella ni la iban a poder detener por muchas medidas drsticas que adoptasen; aparte de que estn muy divididos por sus fanatismos y por sus intereses creados.

    Sencillamente el ciclo vital del cristianismo ha llegado a su fin. Lo que los lderes religiosos podran hacer (y harn slo en muy pequea parte) sera salvaguardar los autnticos valores del cris-tianismo y preparar las mentes de sus fieles para los nuevos tiempos del futuro y sobre todo para los difciles tiempos de la transicin.

    Pido sinceramente perdn a todas aquellas personas a las que har sufrir con estas pginas. Bien sabe Dios que no es esa mi in-tencin. Lo que con ellas deseo es ir preparando el camino para los nuevos tiempos que vienen y que se nos acercan a toda velocidad, mientras mucha gente est todava aferrada a lo que queda de costumbres y creencias pasadas, que ya no tienen oportunidad de resucitar.

    Lo que deseo es evitar el peligroso vaco que desgraciadamente se est formando en las mentes de millones de jvenes

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  • para quienes las antiguas creencias ya no tienen significado alguno, y que no encuentran en sus lderes religiosos, ni en sus maestros, ni en sus padres, ni mucho menos en las autoridades civiles, unas normas o un patrn vlido de conducta que seguir.

    Uno de los propsitos de este modesto libro es sacar del vetusto y por muchos conceptos majestuoso templo del cristianis-mo, todo aquello que tiene valor y que es digno de ser salvado, antes de que el templo se derrumbe; es decirle a la juventud que por puro instinto ya no quiere entrar en el templo que los valores fundamentales y originales del cristianismo; el amor fraterno, la justicia, y el enfoque hacia los valores trascendentes, seguirn siendo tan vlidos y tan necesarios en el postcristianismo como lo han sido durante toda la existencia del hombre sobre la Tierra. Precisamente por tenerlos tan olvidados en la hora presente, es por lo que el mundo est convertido en un infierno.

    Y para terminar, quiero que el lector tenga muy presente que cuando digo que el cristianismo agoniza, de ninguna manera estoy diciendo que la religin tambin agonice. La religin, consi-derada como la bsqueda de las races humanas y de su destino final, nunca podr dejar de existir entre los seres racionales. Lo que en la actualidad muere y ha muerto muchas veces a lo largo de los siglos, es la manera que los hombres tienen de buscar sus races y de conocer o de intentar comunicarse con el ms all. El camino hacia el Dios Total es ms sencillo y menos enrevesado de lo que nos dicen los doctrinarios de todas las religiones; sin que por otro lado tengamos la infantil idea de que nos vamos a encontrar con El cara a cara en cuanto salgamos de este mundo.*

    *A1 lector que no tenga demasiado tiempo para leer y quiera ir directamente al meollo del tema, le recomiendo que comience la lectura en el captulo Las creencias del cristianismo,

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    CAPITULO I

    La Agona del Cristianismo de Unamuno

  • No quiero entrar en materia sin antes hacer referencia al libro La Agona del Cristianismo de Don Miguel de Unamuno.

    Cuando hace bastantes aos lo le, confieso que me desilu-sion y hasta interrump su lectura antes de llegar al final. Espera-ba encontrar en l argumentos y razonamientos que en aquellas fechas a m me parecan imposibles (y precisamente sta fue la causa de mi lectura); pero en su lugar encontr la exteriorizacin de la lucha interna de un hombre que tena un gran lo de ideas en su cabeza. Enseguida de comenzar, con una gran sinceridad nos dice: Lo que voy a exponer aqu, lector, es mi agona, mi lucha por el cristianismo, la agona del cristianismo en m, su muerte y su resurreccin en cada momento de mi vida ntima. Y esta ex-posicin la hace a base de paradojas constantes (yo en mi fuero interno a Unamuno le llamo siempre Don Paradojo) salpicadas constantemente de etimologas eruditas, cosa nada extraa en un hombre que viva su profesin.

    De modo que el libro de Unamuno no versa sobre la agona del cristianismo sino sobre la agona que el cristianismo le hace pasar a Unamuno. l, como persona inteligente, y especialmente dotado para captar lo paradjico, intuy la gran contradiccin bsica que en el fondo se da en el cristianismo, y como veremos enseguida, no fue capaz de desenmaraarse de ella. Esta paradoja fundamental de la religin en que haba sido amamantado y a la que permaneci fiel durante toda su vida (con una fidelidad

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  • mayor que la de muchos jerarcas que lo condenaron, o que siem-pre lo miraron con recelo) lo desgarr internamente. Y ah radica para m el gran fallo de Unamuno: el no haber sido capaz de zafarse de todo el laberinto dogmtico en el que lo metieron sus padres y educadores.

    Esta misma agona interna se ha dado en muchos otros cristianos pensantes sin que hayan sabido exteriorizarla. Pero la triste realidad es que la mayora de los cristianos no llegan a caer en la cuenta de esta falla radical de su religin y por eso viven tranquilos en este particular sin llegar a cuestionar nunca los cimientos de sus creencias. Muchos, de una manera instintiva y como intuyndolo extrarracionalmente, las abandonan poco a poco, pero sin pararse nunca a hacer un anlisis de ellas; sin haber nunca dudado. Pero como magistralmente dice Unamuno en su libro, fe que no duda, es fe muerta. Porque el que duda de su fe, piensa su fe; pero el que no duda nada ni nunca, admite pasivamente la fe, igual que de infante admita el alimento que le daban sin examinarlo ni cuestionarlo.

    En este particular, Don Paradojo fue enormemente paradji-co. Copio una nota que hoy, despus de diez aos de haber ledo el libro, encuentro escrita de mi puo y letra al pie de una de sus pginas:

    Este hombre entrev, descubre, la tremenda y mltiple contradiccin que hay en el cristianismo; pero infantilmente, absurdamente, insiste en cobijarse bajo l, en acudir a l para que 'le salve', para que le quite su duda, cuando es el propio cristianismo el que le ha llenado el alma de dudas.

    Aos ms tarde, leyendo a Pal Tillich, me encontr con que este gran telogo cojeaba del mismo pie y se vea atrapado en la misma absurda angustia. He aqu cmo l lo expone en el captulo titulado El yugo de la religin de su libro Se conmueven los cimientos de la Tierra (Edic. Ariel, 1969):

    La Ley religiosa exige que el hombre acepte unas ideas y unos dogmas; que crea en ciertas doctrinas y tradiciones cuya aceptacin le garantiza su salvacin de la angustia, del desespero y de la muerte. Entonces el hombre procura aceptar todas estas cosas.

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  • Aunque tal vez se le ha extraas y dudosas. Bajo la exigencia religiosa trabaja y se fatiga para creer cosas en las que ya no se puede creer. Finalmente intenta huir de la Ley de la religin. Procura arrojar este pesado yugo de la ley doctrinal que le han impuesto las autoridades de la Iglesia, los maestros de la ortodoxia, los padres piadosos y las tradiciones establecidas. Entonces pasa a ser crtico y escptico; arroja lejos de s aquel yugo. Pero nadie puede vivir en el vaco del simple escepticismo. Y as retorna al antiguo yugo llevado por una especie de fanatismo que se complace en la autotortura...

    Y un poco ms adelante remacha:

    Siempre nos hallamos bajo el yugo de la religin. Y muy a menudo todos intentamos arrojar lejos de nosotros todas las doctrinas o dogmas tanto viejos como nuevos, pero tras una breve pausa, volvemos a ellos sometindonos nosotros mismos y sometiendo a los dems a su esclavitud.

    De esta postura, al fanatismo ms irracional hay muy poca distancia. Y lo malo es que esta postura es la normal en la mayora de los cristianos; y no slo en los cristianos que no pien-san su religin (que son la mayor parte), sino entre personajes tan eminentes como Rudolf Bultmann. Este telogo alemn, despus de triturar todas las interpretaciones literales y despus de minar en sus mismos cimientos la credibilidad de la biblia y de la propia revelacin con su teora de la desmitologizacin, tranquilamente contina admitiendo la biblia como palabra viva de Dios (!!). {Jesucristo y mitologa. Ediciones Ariel.)

    (Personalmente se me hace muy difcil explicar cmo pensa-dores tan notables se dejaron atrapar tan mansamente. Ello es una prueba de lo profundo que calan las ideas que nos son implantadas en la ms tierna infancia y de lo que condicionan inconscientemente el resto de nuestras vidas.)

    Pero volviendo al libro que estoy comentando antes de entrar en materia, nos encontramos con que tras un ttulo tan audaz y tan aparentemente falto de fe en la fuerza interna del cristianismo

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  • hay en l unas ideas de un derechismo religioso y de un conservadurismo teolgico que lo llenan a uno de admiracin. Monseor Lefevre, con su piadoso cavernarismo, hubiese suscrito ms de una de ellas.

    Para Unamuno, por ejemplo, la cristiandad es cosa de solitarios y la cristiandad la cristiandad evanglica, nada tiene que hacer con la civilizacin; ni con la cultura; el puro cristianismo, el cristianismo evanglico, quiere buscar la vida eterna fuera de la historia.

    En unos cuantos prrafos arremete contra la doctrina social de la Iglesia y contra el cristianismo social predicado por los jesutas que de ninguna manera son santo de su devocin:

    Los jesutas, los degenerados hijos de Iigo de Loyola, nos vienen con la cantinela sa del reinado social de Jesucristo y con ese criterio poltico quieren tratar los problemas polticos y los econmico-sociales. Y defender, por ejemplo, la propiedad privada. El Cristo nada tiene que ver ni con el socialismo ni con la propiedad privada. Como el costado del divino antipatriota que fue atravesado por la lanza... nada tiene que ver con el Sagrado Corazn de los jesutas.

    Es curiosa esta aversin de Unamuno contra los jesutas y contra el culto al Sagrado Corazn. En cuanto tiene ocasin, y a veces hasta sin ella, los hace blanco de sus dardos. Nos dice en el captulo IX:

    Un cristiano puede s'abetir (entontecerse), puede suicidarse racionalmente; lo que no puede es abetir a otro, matar a otro la inteligencia. Y eso es lo que hacen los jesutas. Slo que tratando de entontecer a los dems se han entontecido ellos. Tratando a todos como nios, ellos se han infantilizado en el ms triste sentido. Y hoy apenas hay nada ms tonto que un jesuta: por lo menos un jesuta espaol. Todo lo de su astucia es pura leyenda... El culto al Sagrado Corazn de Jess, la hiero-cardio-cracia es el sepulcro de la religin cristiana.*

    * Dejo a Don Miguel con la responsabilidad de su aserto sobre los jesutas.

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  • (Este antijesuitismo parece que tiene que ver con el fundador de los jesutas, el vasco Iigo de Loyola, acerca del cual Unamuno tena ideas muy peculiares. Creo que en la raz de todo est el vasquismo del propio Unamuno que en cierta manera constitua para l otra agona semirreprimida. La devocin del Sagrado Corazn, por ser promovida por los Jesutas, participaba de su antipata.)

    En uno de los ltimos captulos descubre Unamuno a un alma gemela, el P. Jacinto Loyson. Este buen Padre francs (1827-1912) tena tambin un tremendo lo en la cabeza acerca de las ideas religiosas al mismo tiempo que senta una necesidad radical de pertenecer a la Iglesia catlica. Unamuno se vio reflejado en l y por eso lo sigue con singular simpata en todas sus vicisitudes y sus enrevesadas paradojas. Observe, si no, el lector:

    El Padre Jacinto, a pesar de ser sacerdote catlico, celebr unos esponsales msticos con la que luego sera su esposa. Y escriba: Si Dios me da un hijo le dir al echarle sobre la frente el agua del bautismo: acurdate un da de que eres de la raza de los monjes de Occidente. S monje, es decir, solitario en medio de este siglo de incredulidad y fanatismo, de supersticin y de inmoralidad...

    A lo que Unamuno, entusiasmado aade:

    Que su hijo fuera monje!, que heredase su soledad cristiana! Pero el monacato hereditario es ya poltica, y el Padre Jacinto aborreca la poltica, que es cosa del reino de este mundo. En la que tuvo que mezclarse, sin embargo, porque era padre carnal y la paternidad carnal es cosa del reino de este mundo, no del reino de Dios.

    Con este lo de ideas en la cabeza no es extrao que tanto el P. Jacinto como Don Miguel viviesen en la agona. Qu hubiesen pensado ambos si hubiesen descubierto que por encima y por debajo de sus agonas individuales, su amada Iglesia, a la que ellos se aferraban tan desesperadamente, agonizaba de una manera mucho ms radical? A quin se hubiesen dirigido entonces?

    A pesar de que discrepo de Unamuno en todas las cosas que

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  • llevo dichas, sin embargo simpatizo grandemente con l porque pensaba su fe, tena su inteligencia enfocada hacia lo trascendente, aunque no llegase a ver nada claro. Nadie que tenga cabeza puede ver claro cuando mira hacia el ms all. Los fanticos son los nicos que ven claro; pero lo malo es que no tienen cabeza. Si Unamuno viviese dira que los nicos que creen ver claro son los jesutas. Pero la verdad es que ni ellos.

    Y nadie podr negar que en medio de toda su maraa de pen-samientos y paradojas, tena chispazos geniales propios de los que ven bastante ms all que la gente ordinaria, que en estos asuntos trascendentes suele ser bastante miope. Hace falta ver bastante ms all para atreverse a escribir esta enorme verdad: El cristianismo mata a la civilizacin occidental, al mismo tiempo que sta a aqul. Y as viven, matndose.

    En ms de una ocasin me he parado ante su tumba en Sala-manca y he ledo los versos de su epitafio compuestos por l mismo: breme, Padre Eterno, tu pecho, misterioso hogar.... Desde el misterioso hogar en el que ciertamente se encuentra hoy el espritu de Don Miguel de Unamuno, seguramente se sonreir de sus agonas pasadas. Yo quisiera con toda sinceridad liberar con estas lneas a muchos hombres y mujeres de sus agonas presentes.

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  • CAPTULO II

    Hans Kng, el cristiano-sntoma

  • El caso de Hans Kng nos puede ayudar a comprender mejor el drama que vamos a considerar a lo largo de todo este libro, porque en cierta manera lo sintetiza en sus varios aspectos.

    Hans Kng conoce muy bien su religin; de hecho la conoce mejor que muchos de sus crticos romanos y no romanos. Y no slo la conoce tericamente sino que la vive con ms autenticidad que algunos jerarcas que lo condenan con anatemas muy paulinos pero con estilos de vida muy poco cristianos.

    Hans Kng siente que algo anda mal en su Iglesia, y no slo en el orden prctico sino tambin en el orden ideolgico, que es ms fundamental y que es el que l mejor conoce. Ante estas fallas, Kng da la voz de alerta. No ataca desde fuera con nimo de herir o de derrumbar como ha sido el caso de tantos telogos y predicadores protestantes, sino que sugiere desde dentro y con amor, con nimo de curar, de salvar a tiempo antes de que sea demasiado tarde.

    Pero Hans Kng sigue dentro de su Iglesia, y ste es ya uno de los aspectos ms interesantes que quiero hacer resaltar, porque es como un eco de lo que ha pasado y est pasando en las almas de miles y miles de cristianos.

    Uno se pregunta cmo es posible que conociendo como l conoce todas las internas contradicciones de la doctrina de la Iglesia que l tan bien seala en tantas partes de sus escritos y viendo cmo por otra parte actan contra l aquellos que se

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  • supone que deberan ser un ejemplo de comprensin humana y de comprensin de la esencia del evangelio, uno se pregunta cmo todava sigue afirmando contra viento y marea que l es catlico, y por supuesto, cristiano.

    La contestacin a esta duda est en algo en lo que insistiremos mucho a lo largo de este libro: est en la debilidad de la mente humana para sustraerse a los condicionamientos a que es sometida en su ms tierna infancia y sobre todo a los condicionamientos de tipo religioso. Hans Kng con la cantidad enorme de argumentos de tipo racional que tiene para romper ese condicionamiento, no es capaz de salirse de debajo de la losa sentimental que inconscientemente lo aplasta. Sus sentimientos pueden ms que sus razones. Es un esclavo de ellos y no se da cuenta. Cumple exactamente lo que en pginas anteriores nos deca Tillich: intenta arrojar lejos de s todas las doctrinas o dogmas tanto viejos como nuevos, pero tras una breve pausa, vuelve a ellos sometindose a s mismo y sometiendo a los dems a su esclavitud.

    Y a quien me diga que Hans Kng permanece fiel a su fe porque tiene muchas razones para ello, le dir que lea su largo artculo Por qu sigo siendo catlico y ver que las razones que all da para seguirlo siendo, no son de ninguna manera de tipo doctrinal o ideolgico; son razones de tipo sentimental. Vea el lector:

    Por qu, pues, sigo siendo catlico? La respuesta es que no quiero dejarme arrebatar algo que forma parte de mi vida. Nac en el seno de la Iglesia catlica; incorporado por el bautismo a la inmensa comunidad de todos los que creen en Jesucristo, vinculado por nacimiento a una familia catlica que amo entraablemente, a una comunidad catlica en Suiza a la que vuelvo con placer en cualquier oportunidad; en una palabra, nac en un solar catlico que no me gustara perder ni abandonar, y esto como telogo.

    Si stas son las razones que tiene como telogo no creo que nos quede mucho ms que esperar en cuanto a razones se refiere. Y por si tuvisemos dudas, un poco ms adelante aade:,

    Por qu, pues, sigo siendo catlico? No slo por razn de mis races catlicas sino tambin por razn de esta tarea (la de telogo)

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  • que para m es la gran oportunidad de mi vida y que slo puedo realizar plenamente siendo telogo catlico en el marco de mi facultad teolgica.

    De nuevo Hans Kng nos deja esperando las razones doctri-nales de su fidelidad al catolicismo. Si antes nos habl de sus races, ahora nos habla de su tarea; pero en ningn momento cuestiona su doctrina, cuando l ms que nadie conoce sus tre-mendos fallos, los ha sealado y los ve patentes en el enorme desgarramiento que aqueja a la cristiandad desde hace muchos siglos.

    No cuestiona su fe por la misma causa o por el mismo incons-ciente mecanismo psquico por el que la mam no es capaz de ver la fealdad o la deformidad de su hijo; su amor se sobreimpone a su razn y la domina hacindole ver bello o normal lo que todo el mundo ve feo.

    Yo estoy con Hans Kng en su resistencia al juridicismo, al triunfalismo y al centralismo de la iglesia de Roma, y me doy cuenta de que lo que est principalmente en juego en este artculo suyo no es la exposicin de sus razones hondas para ser cristiano sino la defensa de su posicin como telogo catlico. Pero por otro lado le achaco que en toda la grave crisis por la que ha tenido que pasar, en ningn momento lo veo dudar de su fe, cuando l mismo nos da en sus libros tantos datos para dudar de ella.

    Otro sntoma notable en el caso Hans Kng es la reaccin de la jerarqua. La doctrina cristiana, tal como la expone el telogo suizo, es una tabla de salvacin acaso la ltima para el dogma catlico; pero la jerarqua no quiere asirse de ella. En realidad no puede asirse de ella, porque tal como ms adelante veremos, est prisionera de s misma.

    Es cierto que Hans Kng fuerza el dogma; y esto es un gran pecado para todos aquellos que ven al dogma como algo intocable y rgido. Pero el telogo suizo fuerza el dogma, lo mismo que el nio fuerza las entraas de su madre para nacer. Acaba de una manera un poco violenta con un estado que fue bueno durante nueve meses, pero que sera mortal de ah en adelante. Todas las ideas que el hombre se hace de Dios y de todo lo que con l se

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  • relaciona, de ninguna manera pueden ser algo rgido porque la mente del hombre evoluciona con los siglos y por lo tanto tiene que evolucionar la manera de concebir esta realidad tan difcil de comprender. Slo las rocas son rgidas; todo lo que vive est en perpetuo movimiento y en constantes cambios; y la Iglesia es algo eminentemente vivo porque est compuesta de hombres. Y de hecho hay muchsimos ejemplos para probar cmo ha ido cam-biando a lo largo de la historia en su manera de pensar y de actuar.

    Uno de estos ejemplos podra ser Rosmini. Este humilde sacerdote, condenado y castigado en tiempos del Concilio Vaticano I, por sus ideas casi herticas, fue poco menos que canonizado en el Concilio Vaticano II cuando las ideas predicadas por l un siglo antes, eran ya de general aceptacin y algunas de ellas fueron oficialmente defendidas en el Concilio.

    Muy bien podra ocurrir lo mismo con las ideas que en la actualidad defiende Hans Kng. Pero la gran diferencia est en que muy probablemente cuando la Iglesia quiera aceptarlas, ser ya demasiado tarde.

    En resumen, a Hans Kng le sucede lo mismo que le sucede a cientos de miles de cristianos: ven o adivinan que algo fundamental anda mal en la Iglesia, pero no la abandonan; unos por pereza mental, otros por intereses creados, otros por sentimentalismos o por no atreverse a enfrentarse con las consecuencias, o simplemente por no herir a gentes que aman, etc. En ellos, no es tanto el cristianismo el que agoniza sino que son ellos los que agonizan dentro del cristianismo.

    Por otro lado tenemos a una jerarqua que no oye la voz del pueblo de Dios que es la Iglesia. No cambia en su manera de pensar. Pero lo peor no es esto. Lo peor es que no podra cambiar aunque quisiera.

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  • CAPITULO III

    Pros y contras de las religiones

  • Digo las religiones en plural, porque en este captulo no me voy a referir exclusivamente a la religin cristiana, sino al concepto general de religin, incluyendo en l a todas las grandes religiones institucionalizadas y establecidas en el mundo.

    Al decir religin no me referir a esa inquietud que todo hombre realmente racional siente en lo profundo de su alma en lo que se refiere al ms all despus de la muerte y en lo que se refiere al por qu de su vida en este planeta perdido en la inmensidad del universo. Me referir a cmo se ha concretado esa inquietud a travs de esas grandes instituciones que bajo una forma u otra y con unas creencias u otras, vemos acompaar al hombre a todo lo largo de su historia; y eso desde los comienzos mismos de la civilizacin, cuando la sociedad humana apenas si estaba estructurada.

    Con un lapso de por lo menos cinco mil aos de ininterrumpida historia humana escrita, tenemos datos ms que suficientes para echarle un vistazo panormico a estas instituciones que supuestamente conocen del ms all y preparan al hombre para el gran salto despus de la muerte.

    La gran pregunta que podemos hacer es la siguiente: Han sido las religiones beneficiosas para la humanidad o no? Y como entre las cosas humanas no hay nada completamente bueno ni completamente malo, nos haremos mejor esta otra pregunta: Hasta qu punto han sido beneficiosas las religiones y hasta qu punto han sido nocivas?

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  • Aspectos benficos de la religin

    Comenzaremos con los beneficios. Aunque en tiempos pasa-dos, los beneficios que a continuacin voy a enumerar eran mucho ms notorios, no se puede negar que hoy da siguen teniendo an bastante fuerza. Hablando en general las religiones tienden con sus enseanzas, a nivelar a la humanidad, al predicar que todos somos igualmente hijos de un mismo Padre y al estar haciendo siempre hincapi con sus enseanzas, en los dos grandes mandamientos de la justicia y el amor. Si el cristianismo hubiese dedicado todos sus esfuerzos a que estos dos mandamientos fuesen una realidad en nuestro mundo, aunque no hubiese logrado ninguna otra cosa, sera con todo derecho considerado como el fermento y el cimiento ms fuerte de toda nuestra civilizacin. Pero desgraciadamente el cristianismo se dedic a muchas otras cosas y olvid en la prctica el convertir estos mandamientos en una realidad. Dio lugar a toda una cultura de hecho la cultura ms avanzada y refinada de la historia humana, pero los pueblos que poseen esa culturacristiana no slo han atropellado y abusado de una manera inmisericorde de los pueblos no cristianos, sino que entre ellos mismos existen castas separadas entre s por odios raciales, econmicos, patriticos, etc. y hasta por diferentes maneras de interpretar los mandamientos de su nico Seor.

    Es innegable que en tiempos pasados tanto el cristianismo como las otras grandes religiones ayudaron mediante estos principios bsicos a organizar pequeas sociedades feudales, atomizadas por un sinfn de lderes y de creencias, en una gran sociedad en donde la dignidad humana era ms respetada y en donde el hombre ensanchaba los lmites de su pequea tribu o pueblo, sintindose por primera vez hermano de los dems hombres. (Sin embargo, no tenemos que olvidarnos de que, refirindonos a nuestro caso, el Sacro Romano Imperio no surga de la nada, sino que antes ya le haba precedido todo un organizado Imperio Romano, que sin predicar la hermandad y sin llamarse Sacro, haba sin embargo elaborado todo un orden jurdico precursor del orden cristiano). La religin espiritualiza al hombre,

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  • constantemente lastrado por su carne y por sus instintos de animal, al recordarle su vocacin hacia el ms all despus de la muerte; y por otro lado frena el desarrollo de estos primitivos instintos y de las inclinaciones torcidas, al amenazar con castigos despus de la vida para todos aquellos que no se hayan atenido a las leyes que ella impone.

    Por ltimo no se puede negar que para miles de creyentes la religin sirve como un gran tranquilizante ante el estremecedor interrogante de la muerte y como un fortalecedor para los momentos de desgracia y de dolor que tanto abundan en este mundo y para los que la inteligencia humana no ha tenido nunca explicacin.

    Hasta aqu el lado positivo y beneficioso de las religiones. Naturalmente que un fiel cristiano nos dira que el principal beneficio de la religin es el habernos puesto en contacto directo con Dios al manifestarnos su voluntad sobre nosotros y al prometernos los auxilios espirituales necesarios para entrar en el reino de los cielos. Pero no hay que olvidarse de que estamos hablando de una manera genrica de todas las religiones viendo lo que todas tienen de beneficioso para el hombre. Naturalmente cada una nos dira lo mismo que nos dice el cristianismo acerca de la verdad y de la exclusividad de sus creencias (lo cual nos pondra lgicamente en guardia acerca de su verdad). En captulos posteriores tendremos ocasin de ver hasta qu punto tiene razn el cristianismo.

    Pasemos ahora a ver el lado negativo de todas las religiones, incluido el cristianismo.

    Aspectos negativos de la religin

    De nuevo hay que decir que estos aspectos negativos fueron mucho ms notorios en otros tiempos y algunos de ellos se echan ms de ver en unas sociedades o culturas que en otras; pero todos, poco ms o menos, estn o han estado presentes en todas las religiones. Me imagino que a muchos fieles cristianos se les va

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  • a hacer difcil aplicarlos a su religin, pero para que les ayude, les sugiero que se los apliquen a las otras religiones falsas y vern cmo nuestra apreciacin no es injusta. Si ms tarde no se deciden a aplicrselos a su propia religin ser una prueba ms de que ellos mismos son vctimas inconscientes de estos aspectos negativos que aqu sealamos.

    El primer aspecto negativo que sealaremos en las religiones es el de su institucionalizacin que indefectiblemente las lleva a constituirse en poder o en auxiliar del Poder constituido (que muy frecuentemente en la historia por no decir siempre ha sido opresor). Las religiones que comenzaron siendo meros principios moralizantes con los que los pueblos mejoraban sus costumbres, acaban convirtindose en instrumentos sociales de poder en manos de unos pocos que usan la voluntad de Dios para fines totalmente ajenos a los principios de los fundadores.

    Fruto de esta traicin a los principios de sus fundadores y a su voluntad de servicio a los hombres y no de dominio, es la parali-zacin en el espritu y en la mente que causan en los feles pensantes. stos, confusos ante una falta de lgica (dogmas inadmisibles) y rebeldes ante imposiciones absurdas o injustas, optan por languidecer en su vida espiritual, contentndose con seguir mecnicamente las tradiciones para no hacerse notar en la sociedad; pero no buscan, que es en definitiva la esencia del espritu religioso, y acaban por desinteresarse de todo aquello que se relacione con lo que se llama religin. Esta paralizacin de la mente, degenera en aquellos menos dotados de cualidades intelectuales, en el nefasto fanatismo que tantos males ha acarreado a lo largo de la historia no slo a aquellos que lo padecan sino a pueblos enteros. El fantico es el individuo que convencido como est de poseer toda la verdad, e incapaz por otra parte de pensar por s mismo (o quin sabe si muerto de terror por las horribles cosas que le han hecho creer) opta por defender contra viento y marea y con los medios que sea, la verdad incambiable que l posee; y en el caso del fantico religioso, como esta verdad est directamente relacionada con Dios, el fantico se negar a or cualquier tipo de razonamiento y, lo que es peor, usar cualquier medio por injusto que sea para defender la honra del Supremo Dueo de la

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  • vida y del Sumo Juez. Cuntos horrores han cometido los fanticos religiosos a lo largo de la historia por defender la causa de Dios!

    Esta paralizacin de la mente se extiende a todos los mbitos de la vida humana. Los pueblos muy religiosos y sobre todo aquellos que han ajustado fielmente sus vidas a algn libro sagrado, han visto grandemente frenada su evolucin. Los pueblos islmicos son un claro ejemplo de esto; y aunque a algunos les parezca una blasfemia, la fidelidad a la biblia tuvo frenado durante mil ochocientos aos el desarrollo tcnico y social de las naciones cristianas. Cuando a principios del siglo pasado los librepensadores rompieron las cadenas con que la biblia tena atadas las mentes del mundo occidental, ste comenz a desarrollarse a toda prisa y avanz ms en cien aos de lo que lo haba hecho en dieciocho siglos. Aparte del caso de Galileo, hay cientos de otros casos menos conocidos para probarlo.

    Adems las religiones separan a la humanidad en grupos. Unen entre s a los que profesan la misma fe, pero los separan de aquellos que no la profesan; y no slo eso sino que en el seno de una misma religin son numerossimos los casos de divisiones y odios por interpretaciones diversas de un mismo mandamiento o precepto. Las guerras religiosas llenan las historias y es intil ponerse a dar ejemplos que hasta los nios de las escuelas conocen. Autores tan recalcitrantemente cristianos como Hans Kng nos hablan con toda naturalidad de los mltiples fracasos del cristianismo y de las religiones universales en orden a la humani-zacin del hombre y a la lucha por la justicia, la paz y la libertad y su influjo separador ms que aglutinador en toda la humanidad (Ser cristiano, pg. 128).

    No tendremos, por tanto, que extraarnos que un hombre tan alrgico al cristianismo como Bertrand Russell nos diga que

    cuanto ms intensa ha sido la religin en cualquier perodo y ms profunda la creencia dogmtica, mayor ha sido la crueldad y peores los incidentes. En las llamadas Edades de la Fe, cuando los hombres crean realmente en la religin cristiana en toda su integridad,

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  • existi la Inquisicin con sus torturas; y muchas desdichadas mujeres fueron quemadas por brujas; aparte de toda suerte de crueldades practicadas contra toda clase de gentes en nombre de la religin (Por qu no soy cristiano).

    Algunos falsos principios religiosos, antinaturales y traumati-zantes, inventados por fanticos o por sicpatas constituidos en autoridad, e inoculados en el alma infantil de miles y miles de creyentes, han sido la causa secreta de muchas neurosis que ms tarde afloraron en la adultez causando infelicidad y conflictos. El fiel cristiano es un pobre hombre acomplejado que si se salva no es por mritos propios sino nicamente por los mritos de Cristo, como si de suyo hubiese ya nacido para condenarse irremediablemente. Con un panorama as qu cristiano puede tener una idea optimista de esta vida, si desde que nacemos nos la presentan como el valle de lgrimas en el que, a poco que nos descuidemos, nos haremos reos de un fuego eterno?

    Las religiones le tienen miedo al placer o por lo menos nos hacen desconfiar de l; la renuncia al placer es casi un tpico en el cristianismo, para todo aquel que quiera perfeccionar su espritu. En cambio parece que se goza con un regusto masoquista, en buscar el dolor por el dolor, como si en l hubiese encerrada alguna secreta energa para la otra vida. Pero el dolor no es ms que el fracaso del dios padre y providente que nos presenta el cristianismo. Por qu buscar energas para la otra vida a costa de esta vida que es la que tengo entre manos en este momento? Cuntas palabras han gastado todos los doctrinarios de todas las religiones, y qu mal han contestado todos a este eterno interrogante del dolor! No habamos quedado en que el dolor de Cristo en la cruz era el que nos redima? Para qu aadir entonces el dolor de esta pobre hormiga humana que contra su voluntad es devorada por la tierra cuando apenas le han permitido vivir unos das? No tendremos derecho a pensar que en caso de que se necesite salvacin, nuestro dolor y nuestra muerte son los que nos salvan? Y no ser ms bien, que ni hay necesidad de salvacin alguna, ni el dolor ni el placer tienen nada que ver con lo que la religin nos dice?

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    Hasta aqu las luces y las sombras de las religiones. Por lo que hemos visto, si bien es cierto que para muchos seres humanos considerados individualmente, la religin es una necesidad o por lo menos una ayuda, para la humanidad considerada como un todo, y para muchos individuos ms evolucionados que ya han pasado una infantilidad intelectual, la religin en estos tiempos es tan perjudicial como beneficiosa.

    El futuro de las religiones

    A medida que aumente el nmero de aquellos que sean capaces de pensar por s mismos y que sean capaces de acomodar sus vidas a las normas que nos impone la naturaleza, la religin considerada como un cuerpo cerrado de doctrina y como la maestra de ritos mediante los cuales conseguir la salvacin del alma, ir desapareciendo. Sin embargo, hay que reconocer que mientras siga abundando este tipo de hombre actual, masificado, programado y automatizado por mil condicionantes sociales, la religin seguir siendo algo tan necesario como el pan. Una religin-madrastra que le quitar los miedos a la otra vida al mismo tiempo que le quita las alegras de esta vida; una religin-gendarme que le exigir la entrega de la inteligencia a cambio de la falsa promesa de ser su gua para el ms all.

    Algunos creern que el eclipse de la religin significa inevita-blemente una vuelta a la barbarie o una especie de hundimiento de la humanidad. Esa manera de pensar es ni ms ni menos que una consecuencia del trauma a que todos hemos sido sometidos desde nuestra infancia; una especie de complejo de inferioridad ante la vida, una conviccin de nuestra total impotencia y de nuestra maldad natural que tiene que ser corregida con un auxilio espiritual que nos viene de fuera y que por supuesto nos da la Iglesia. No olvidemos que es enseanza cierta de la Iglesia, que el hombre es por naturaleza pecador y que sin un auxilio especial de Dios no puede evitar el pecado ni conseguir su salvacin eterna.

    Imbuidos de esta mentalidad, es lgico que pensemos que en

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  • cuanto desaparezca la religin y en nuestro caso la religin que nos da el auxilio imprescindible para no condenarnos la humanidad est irremediablemente sentenciada a su perdicin.

    La religin, concebida tal como hemos explicado anterior-mente, ir desapareciendo poco a poco e ir siendo sustituida por otros valores y otras creencias de las que me ocupar en prrafos posteriores. Con estos nuevos valores el hombre tendr ms con-ciencia de s mismo, ms fe en sus posibilidades, tendr otra idea de Dios totalmente diferente y no ver este planeta como un valle de lgrimas, sino como un lugar a donde lo mandan para que d un paso ms en la misteriosa y siempre ascendente evolucin de todas las criaturas del universo.

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  • CAPITULO IV

    El cristianismo ha envejecido

  • Cuando hablo de cristianismo no slo me refiero a un conjunto de doctrinas, sino a las personas que las siguen. Naturalmente los cristianos fervientes, aunque no tendrn inconveniente en admitir que las personas de los cristianos y aun las mismas sociedades envejecen, no estarn dispuestos a admitir que la doctrina envejece; y para ello invocarn al Syllabus que ya hace muchos aos que conden esa afirmacin. (Aunque lo que habra que probar es que el mismo Syllabus no est viejo.) Sin embargo, paradjicamente, cierto tipo de doctrinas envejecen ms rpidamente que las sociedades.

    El cristianismo hombres y doctrinas, es algo viviente; es la manera que una parte de la humanidad tiene de concebir ciertas realidades trascendentes y de vivir ciertas realidades diarias; y por ser una concepcin y una vivencia humanas (prescindiendo ahora si proviene o no proviene de Dios) y por estar concebida en trminos humanos inteligibles por su mente, participa de la vitalidad y de la mortalidad humanas; y de las grandezas y de las flaquezas humanas. Y una de las grandes flaquezas humanas es que con el paso del tiempo el individuo se hace viejo y termina inexorablemente por morir.

    El cristianismo como doctrina y como vivencia ha envejecido aceleradamente desde comienzos del presente siglo.

    Sin embargo, hay que hacer una aclaracin. El cristianismo ha envejecido en los pueblos ms desarrollados econmicamente

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  • o ms evolucionados culturalmente; en stos ha perdido gran parte del vigor que tuvo durante muchos siglos y del que disfrutaba an hace escasamente ochenta aos. Sin embargo en aquellas regiones en las que (debido ms que nada al abuso a la rapacidad o incapacidad de sus gobernantes) el pueblo est todava subdesarrollado cultural o econmicamente, el cristianismo conserva todava un gran arraigo entre las masas. Un arraigo puramente sentimental y superficial en muchos aspectos, pero sin lugar a dudas muy superior al que tiene entre los ciudadanos de los pases ms evolucionados.

    Me referir ms adelante a este desarraigo de las masas ciu-dadanas, que no es sino uno de los muchos sntomas de este enve-jecimiento apresurado del cristianismo.

    Reflexionemos ahora sobre lo que les sucede a las personas de edad, porque esto nos puede ayudar mucho a ver qu es lo que le ha sucedido y le est sucediendo al cristianismo.

    Los viejos se esclerotizan

    Es decir, se endurecen, pierden elasticidad. Un joven deportista se cae en medio de su carrera, y da la impresin de que bota, aprovechando el mismo impulso que trae para volver a ponerse en pie y continuar corriendo. Un anciano se cae, y hay que irlo recogiendo del suelo por partes, porque lo ms probable es que se haya fracturado varios huesos. Sencillamente ha perdido su elas-ticidad, no es flexible, est demasiado rgido.

    A la Iglesia le pasa lo mismo. En los primeros siglos tena una enorme elasticidad y se acomodaba a los usos y costumbres que encontraba en los pueblos; no slo ella se acomodaba a ellos (en sus ritos y en sus formas de plegaria), sino que hasta se enriqueca con sus creencias, adaptndolas y englobndolas y formando con todas ellas el conjunto del dogma cristiano. La materia y la forma de los sacramentos, con todo su innegable trasfondo mgico, son un ejemplo de este poder de adaptacin y de captacin del cristianismo primitivo, que supo englobar y darle forma a

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  • creencias y ritos milenarios que muchas veces nada tenan que ver con lo que Cristo haba predicado*.

    Pero en la actualidad, ante las mil situaciones diversas y diferentsimas que se dan en la vida humana, el cristianismo no sabe qu hacer para mantener su unidad. O mejor dicho no puede mantener una unidad de pensamiento y de accin precisamente porque en tiempos pasados forz demasiado esa unidad, cuando la existencia humana en su diario vivir era menos compleja de lo que es hoy y cuando la Iglesia tena menos gente bajo su influencia y ms poder para hacerla entrar por las normas que ella impona.

    Hoy el cristianismo, en cierta manera, ya no puede dar marcha atrs en ciertas cosas en las que hizo demasiado hincapi durante siglos (indisolubilidad matrimonial, transubstanciacin, infierno, etc.). Y si llegase a dar marcha atrs, sucederan dos cosas igualmente malas: por un lado perdera su credibilidad y su decantada infalibilidad y por otro causara una enorme confusin en las mentes de millones de fieles que heroicamente han seguido las enseanzas de la jerarqua eclesistica hasta sus ltimas consecuencias.

    Al no poder ya la jerarqua eclesistica acomodarse a las cam-biantes circunstancias de la vida, est viendo con pasmo y con horror cmo se le van de las manos, no slo las gentes sino la in-terpretacin de las doctrinas, en las que ella haba tenido hasta ahora un total monopolio.

    Por todas partes florecen y pululan sectas cristianas -para las que nunca faltan seguidores en las que el mensaje bblico es * Lo mismo podramos decir del nmero incambiable de los doce (restaurado aun despus de la traicin de Judas) que tiene uno de sus antecedentes en los doce signos del zodaco; de la viejsima tradicin de la Virgen-Madre, adorada miles de aos antes de que apareciese Cristo; del pan y el vino respetados como grandes smbolos en religiones anteriores al cristianismo; del anagrama IHS heredado directamente del paganismo grecorromano; del 25 de diciembre, como la fecha del nacimiento de Cristo hecha coincidir artificialmente con el nacimiento de Osiris, de Nemrod, de Crishna, de Buda, etc., y en ltimo trmino con el nacimiento del Dios-Sol adorado por todas las religiones de la antigedad. Por esa fecha (en la que el sol nace o empieza a avanzar de nuevo en el horizonte) todas las religiones antiguas celebraban grandes fiestas.

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  • interpretado Ubrrimamente llegando a conclusiones totalmente absurdas en muchos casos. Aunque si bien es cierto que estas interpretaciones por la libre se han dado en la Iglesia cristiana desde sus comienzos, sin embargo en los ltimos cuatro o cinco siglos, principalmente en el seno del protestantismo, han brotado en cantidad y calidad desconcertantes. No hay disparate intelectual ni aberracin moral que no tenga cabida en alguna de estas sectas fundadas por los modernos iluminados.

    Y si nos atenemos a nuestros propios das, nos encontraremos con cientos de estas pequeas sectas en las que no se sabe qu admirar ms: si su completo desprecio por las normas y valores de la sociedad o su horror al trabajo y aun a la higiene. Es cierto que muchas de estas hermandades modernas no se preocupan mucho por las enseanzas de la biblia, pero sin embargo a algunas de ellas, aun sosteniendo aberraciones, las vemos apegadas al cristianismo, como en el caso de las Congregaciones Cristianas dedicadas exclusivamente al pastoreo espiritual de los homosexuales y en las que por supuesto se acepta la actividad homosexual entre los feligreses. Hace no muchos meses dio .la vuelta al mundo la fotografa del obispo de una de estas Iglesias, vestido con todos sus capisayos, mientras besaba en los labios a su dicono con el que acababa de contraer matrimonio.

    Naturalmente que los jerarcas cristianos, sean ellos catlicos o protestantes, prefieren no tener nada que ver con este tipo de cristianismo totalmente deformado, pero sin embargo no deja de inquietarles el hecho de que la figura central de toda su predicacin, la figura de Cristo, se les ha ido tambin de las manos y lo ven convertido en el personaje central de espectculos y presentado de una manera bastante diferente de lo que tradicionalmente haba sido presentado por el cristianismo oficial durante siglos. El Cristo de Hair, Godspell, Jesucristo Superestrella, no es precisamente el Cristo que nos ensearon en el colegio catlico, ni el Cristo rigorista que han predicado la mayor parte de los reformadores protestantes. Es un Cristo ms humano y no tan preocupado por la ortodoxia de su doctrina ni por la de aquellos que lo siguen.

    Si bien es cierto que la jerarqua hace bien en mantener un 42

  • cristianismo rgido e impermeable ante aberraciones como la arriba descrita, sin embargo, obrara sabiamente si estuviese ms atenta al mensaje profundo que proviene de esas obras teatrales y movimientos en los que se nos presenta otro tipo de Cristo. se es el tipo de elasticidad que hoy se echa de menos en el cristianismo para saber acomodarse a ciertas tendencias y apetencias que provienen de lo profundo del siquismo del hombre de finales del siglo XX. Al haber cambiado su concepcin de Dios, el hombre de hoy cambia tambin los caminos para llegar a l y por eso no es nada extrao que cambie tambin la imagen del que se llam a s mismo el camino.

    Pero los jerarcas viven ajenos a estos profundos cambios que estn teniendo lugar en el alma de los hombres. A lo ms, se aco-modan o transigen con cambios superficiales que distan muchsimo de llegar a la raz del problema y muchsimo ms de solucionarlo.

    El que haya o no haya guitarras en la misa, aunque es algo escandaloso para los cristianos lefevristas, no tiene absolutamente ninguna importancia en cuanto a la solucin del mal profundo que en estos momentos aqueja a la iglesia. El que las monjas se hayan acortado las faldas o pretendan hacerse ordenar de sacerdotisas y el que los sacerdotes ya no le den la espalda al pblico en la misa y hayan abandonado el latn y hasta pretendan dejar de lado su celibato, tampoco tiene nada que ver con el fondo del problema; uno concibe perfectamente un cristianismo con todos estos modernismos que en realidad ya son muy viejos en la Iglesia. El problema no est en estas superficialidades por mucho que ellas horroricen a los fanticos. El problema del cristianismo no est en la piel sino en las entraas.

    Hay mucha gente que ve mala fe en las altas jerarquas vaticanas y diocesanas, en cuanto a que usan medios maquiavlicos para seguir teniendo el dominio de las conciencias y para que no se les derrumbe ese sutil imperio que es fruto de muchos siglos. Yo, en la mayor parte de los casos, no veo tal mala fe, antes al contrario, veo a unos hombres imbuidos del genuino deseo de conservar el depsito de la fe tal como les dice San Pablo y por otro lado veo en muchas ocasiones a unos hombres angustiados y

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  • confusos ante la evidente realidad del derrumbe de todas las estructuras eclesisticas. Lo que me da pie para pensar que no hay mala fe, es precisamente esta falta de elasticidad para admitir cambios superficiales que en nada afectaran al profundo mensaje evanglico y que por el contrario ayudaran al consolidamiento de la tambaleante estructura eclesial o por lo menos a su perdurabilidad.

    Cosas que ya en estos tiempos se caen de su peso por evidentes, como por ejemplo la conveniencia de suprimir el celibato sacerdotal obligatorio, son todava resistidas oficialmente por las supremas jerarquas catlicas, causndole con ello un grave mal a la Iglesia y precipitando su desintegracin al privarla tan radicalmente de pastores. De seguir el Vaticano con esta poltica miope, dentro de muy pocos aos los sacerdotes van a poder contarse en cada dicesis con los dedos de la mano adems de que van a ser considerados como rara avis.

    Esta sola y simple medida ayudara en gran manera a la pervivencia y al fortalecimiento de la Iglesia sobre todo en ciertas reas en las que precisamente la falta de sacerdotes o de repre-sentantes oficiales de la Iglesia ha sido la causa de que las masas poco a poco hayan ido alejndose. Sin embargo, vemos al Papa aquejado de esta esclerosis y falta de elasticidad a la que me estoy refiriendo- repitiendo firmemente una y otra vez que no piensa ceder en lo que se refiere al celibato sacerdotal.

    Esta posicin de la suprema autoridad de la Iglesia catlica, precisamente en un Papa dotado de un carisma especial para ponerse en contacto con el pueblo, nos dice que el aggiornamento de la Iglesia es slo epidrmico, porque en cuanto se toca o se quiere tocar algo que se relacione con la raz del dogma, la postura de la jerarqua es totalmente rgida y esclerotizada. (Aparte de que la cuestin del celibato sacerdotal es algo que est muy lejos de pertenecer a la raz del dogma; no tenemos que olvidar que prcticamente todos los apstoles eran casados, lo cual en nada impidi que Cristo los ungiera como sacerdotes.) Si en una cuestin as, tan intrascendente para la conservacin del depsito de la fe, la iglesia se muestra tan inflexible, qu se puede esperar en cosas que s tienen que ver con el fondo de este

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  • depsito y que por otro lado necesitan ya un nuevo replantea-miento?

    Como el lector ver, en el enjuiciamiento o mejor dicho en los ejemplos que estamos poniendo para probar esta esclerosis mltiple que aqueja al cristianismo, nos estamos refiriendo casi exclusivamente a la iglesia catlica. Y no hay que olvidar que el cristianismo hace ya muchos siglos que est para escndalo de los no cristianos profundamente dividido en tres grandes sectores (que se han hecho una guerra santa durante siglos) y en una infinidad de sectas menores que enarbolan la biblia para corroborar mil doctrinas contradictorias y para pensar y actuar prcticamente como les da la gana, de acuerdo a las revelaciones de sus fundadores o reformadores.

    La esclerosis del protestantismo, a primera vista no es tan visible como la del catolicismo porque la Reforma fue en cierta manera una rebelin justa contra una esclerosis escolstica, y de resultas de aquel enfrentamiento, el cristianismo norteuropeo al mismo tiempo que rompi muchas de las ataduras dogmticas, hizo pedazos todas las ataduras externas y rituales que todava siguen aprisionando y en cierta manera asfixiando al catolicismo.

    Sin embargo, tambin es cierto que en muchas de las sectas protestantes y en otras sectas cristianas que no gustan de ser lla-madas protestantes, esta esclerosis o rigidez en cuanto a sus creencias, ritos y aun maneras de vestir, se echa de ver tanto o ms que entre los catlicos. El fanatismo con que los Testigos de Jehov miran todo lo que se relacione con la sangre, es solo un ejemplo entre los muchos que se podran poner. Y los que han tenido que sufrir en pocas pasadas la estrictez de las normas de los moralistas y Padres espirituales en lo relativo al vestido y sobre todo en cuanto a trajes de bao, pelculas condenadas por la moral, etc., sepan que en la actualidad hay sectas protestantes que superan con mucho todo el rigorismo y la gazmoera que los catlicos tuvimos que sufrir en nuestros aos mozos.

    Pero hay que reconocer que sta no es la manera normal de actuar de nuestros hermanos protestantes. El pecado principal del protestantismo, tomado como un todo, no es precisamente el de la esclerosis mental o ritual. Ms bien en este particular el

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  • protestantismo peca por todo lo contrario; por una especie de dis-trofia que hace que cada miembro se mueva por su lado sin coordinacin. Lejos de mantener una tiesa rigidez, por el contrario, cualquier idea es bien recibida y no faltar un versculo de la biblia para corroborarla. Bastar que tenga un ligersimo tinte cristiano o que se atenga a alguno de los poqusimos principios que son comunes a todo el protestantismo; y si la resistencia entre las jerarquas de la secta es muy grande, sencillamente se funda una nueva denominacin, se construye un nuevo templo y se comienza a predicar con todo fervor la palabra de Dios (!). Y no faltarn ovejas. Qu compleja y qu simple es la mente humana! Acerca de esta debilidad especfica del protestantismo, volveremos a insistir ms adelante ya que ella constituye su taln de Aquiles, y una de las grandes antipruebas que se le pueden poner al cristianismo.

    Resumiendo, la esclerosis que aqueja a las Iglesias cristianas, es al igual que en las personas de edad, fruto de su ancianidad. Cuando un anciano cruza una avenida, corre el peligro de ser arrollado, porque no tiene la vista o el odo o la agilidad suficiente. No es, muchas veces, que l obre mal o imprudentemente, sino que el trfico se ha hecho demasiado rpido para sus piernas y para sus reflejos. Las creencias del cristianismo ya no aguantan el impacto de la vida actual. Hay mil situaciones para las que el dogma no slo no tiene respuesta sino que la que pretende dar es totalmente inadmisible.

    A lo largo del libro iremos viendo ms ejemplos de esta escle-rosis o falta de elasticidad que tienen que ver tambin con otras de las limitaciones o defectos que son comunes en todo aquello que se pone viejo.

    Los viejos tienen mala circulacin

    La falta de irrigacin sangunea hace que rganos y msculos funcionen deficientemente. Tiene el cristianismo mala circulacin? Y antes de contestar a esta pregunta habra que hacer otra: En qu consiste la circulacin en el cristianismo?

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  • La sangre es el lquido que alimenta todo el organismo y al mismo tiempo es el vehculo que lo limpia de gran parte de sus impurezas. Si aplicamos este simil al cristianismo tenemos que admitir, conforme a la ms pura teologa (admitida, cosa rara, tanto por catlicos como por protestantes) que ese fluido vivificador y purifcador es el amor de Cristo; el que l nos tena y el que pretendi que tuvisemos todos, los unos a los otros. El amor que nos demostr en la cruz vertiendo su sangre y el amor que vemos en las primitivas cristiandades en las que todos tenan un corazn y una sola alma (Hechos 4, 32).

    Pues bien, este amor, que no slo es nutriente sino aglutinante, ya hace tiempo que no fluye libremente por las venas del cris-tianismo, rasgado como est en tres grandes sectores y en infinitas sectas. Los cristianos no slo no aman a los no cristianos sino que no se aman entre s. Y el amor -no el cumplimiento de ningn rito, ni siquiera alguna creencia especfica es lo que Cristo dijo que nos distinguira de los dems pueblos: En esto conocern que sois mis discpulos: si os amis los unos a ios otros.

    No puedo resistir la tentacin de autocitarme, porque en estos prrafos escritos por m hace ya ms de trece aos, se encierra todo lo que quiero decir a propsito de esta falta de amor en el cristianismo:

    Para los pueblos paganos es un verdadero escndalo el ver cmo los que de entre ellos son ricos, no aman a los que son pobres. Los primeros han construido un injusto sistema econmico que es como una inmensa maquinaria para fabricar una minora de ricos y millonarios, a costa de las grandes masas depauperadas. Un sistema econmico en el que los ricos se hacen ms ricos, y los pobres cada da son ms pobres; en donde todo est motivado por el afn de lucro; en donde se ha normalizado la explotacin del hombre por el hombre, en donde, mientras millones mueren cada ao por no comer suficiente, unos pocos mueren por comer demasiado; mientras millones sufren de desnutricin, unos pocos sufren ante el temor de engordar; un sistema en el que se ha sustituido la gracia de Dios por los billetesjde Banco. Escndalo es ver cmo los poderosos han construido un sistema social, aliado del econmico, en donde unos tienen, necesaria-

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  • mente, que servir a los otros, en donde la mayora del pueblo no tiene ocasin de aprender a leer, porque el dinero lo gastan los grandes en sostener los ejrcitos con los. que luego matan en las calles a los pobres que se sublevan. Escndalo es ver nuestro sistema de castas; esta sociedad de lobos, donde los poderosos aplastan a los dbiles, los ricos les roban a los pobres, y los jerarcas se pastorean a s mismos. Hemos desarrollado, a lo largo de los aos, una sociedad cristiano-alcohlica en la que millones de bautizados se emborrachan proletariamente de desesperacin y de asco de vivir, mientras una minora ahoga elegantemente en Scotch su aburrimiento, pagando por cada trago lo que uno de sus hermanos parias gana despus de trabajar diez horas. Escndalo monstruoso es el que dan a los pueblos paganos del mundo, los pueblos cristianos; pueblos cristianos son los que han conquistado el mundo entero por la fuerza. Pueblos cristianos son los que han abusado, por siglos, de los pueblos atrasados, convirtindolos en sus colonias, sin ayudarlos a progresar ms que en lo que les convena. Pueblos cristianos son los que tienen acaparado, para una minora, el 80 por 100 de las riquezas del mundo. Pueblos cristianos son los que editan y extienden por el mundo entero la pornografa. Pueblos cristianos son los clientes, casi exclusivos, de las drogas narcticas. Pueblos cristianos son los que, a lo largo de los aos, han convertido la guerra en el ms criminal y ms lucrativo de los negocios del orbe. La practicamos entre nosotros y se la imponemos a los que no nos han hecho nada (Mi Iglesia duerme).

    Toda esta profunda desunin, no slo en las creencias sino en la accin y en la vida diaria, es una consecuencia de esta falta de circulacin del amor de Cristo por las venas del cristianismo. Y esto es aplicable no solamente al pueblo cristiano en general sino a los mismos pastores que deberan ser una excepcin y un ejemplo para los dems. Hoy da lo que consume la mayor parte de las energas y del tiempo de los llamados pastores, es la administracin de los bienes de la Iglesia; los grandes problemas de la Iglesia y de los feles (sociales, pastorales, religiosos) tienen una importancia secundaria en relacin con los de la administracin de la institucin.

    Sera injusto si no admitiese que todava hay miles de cristianos

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  • autnticos que cumplen el mandamiento del amor y que lo demuestran con sus vidas y con la preocupacin por el bienestar de sus hermanos. Pero desgraciadamente son una pequea minora comparados con el ingente nmero de los bautizados.

    Los viejos tienen los sentidos embotados

    Debido a ello son lentos para caer en la cuenta de la realidad circundante. Y no slo eso, sino que son tardos para reaccionar, una vez que caen en la cuenta. l cristianismo que tan rpidamente capt en sus comienzos las circunstancias histricas (sicolgicas, econmicas, culturales y cultuales) en las que se hallaba cada uno de los pueblos que iba conquistando, en la actualidad, ante los profundsimos cambios por los que est pasando la humanidad y en particular el siquismo del hombre de finales del siglo XX, permanece esttico y sin apenas dar seales de reaccin, dando a entender que sus lderes no caen en la cuenta de lo que en la actualidad est pasando en el alma de sus fieles. (Se puede objetar que todo el Concilio Vaticano II es una reaccin y una toma de conciencia de todos estos cambios que estn sucediendo. Sin embargo, una cosa es lo que una minora de espritus alertas dice en una reunin cerrada y otra lo que se practica en general por el pueblo cristiano y por esos mismos pastores fuera de la reunin.)

    Un ejemplo de este embotamiento de los sentidos para caer en la cuenta de lo que est pasando en el alma de los fieles, es el movimiento carismtico. Este movimiento constituye en la actualidad un verdadero dolor de cabeza para la jerarqua catlica. Por un lado ven en l muchas cosas positivas y por otro lado sospechan de l con mucha razn al ver ciertos aspectos nada claros; total, que la jerarqua catlica, desde el Papa para abajo, estn confusos y no comprenden qu es lo que hay detrs de todo ello.

    Para los Pentecostales, por ejemplo, no hay duda ninguna en todo esto; todas esas extraas experiencias que se manifiestan en las almas y en los cuerpos de los fieles, son sencillamente obra del

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    Espritu Santo o del mismo Cristo actuando inmediatamente en sus criaturas. Sin embargo, la teologa catlica se resiste a admitir esto sin ms ni ms. Por un lado no puede admitirlo porque va contra muchos de los postulados que ella ha defendido por siglos y por otro lado ve que los hechos estn ah innegables y esperando una decisin. Una decisin que no acaba de llegar ni llegar porque el Magisterio catlico y lo mismo se puede decir en general de la teologa cristiana ya tiene embotados los sentidos y no es capaz de percibir todo el enorme trasfondo sicolgico - fi-siolgico-sociolgico que hay en todos estos movimientos. Para poderlo percibir tendra que liberarse de mil aos de teologa y de dos mil aos de edad. Y eso no es ya posible.

    A los viejos les faltan fuerzas

    Al cristianismo le falta el mpetu que tuvo en sus aos jvenes cuando como un incendio invadi Europa. El pueblo viva sus creencias y de ello son testimonio las innumerables ermitas y santuarios que en la vieja Europa encontramos a cada paso en lo ms alto de las montaas o en el ms inhspito de los parajes. Hoy da los cristianos son -comparados en general con los dems pueblos no cristianos del mundo gentes acomodadas, que no quieren molestarse mucho y menos por extender su fe; ms bien van suprimiendo en sus creencias todo aquello que conlleva sacrificio.

    Las tierras de misin o las misiones que en aos pasados tenan una especie de atractivo mgico para el clero joven y para los alumnos de los colegios catlicos, en la actualidad apenas si son conocidas por la juventud y dudamos que ejerzan el mismo enorme atractivo que ejercan en nuestros aos jvenes.

    Y si nos remontamos varios siglos hacia atrs, uno se queda atnito ante la ingente obra de evangelizacin que los europeos hicieron en Amrica. Cuando uno se entera de que el jesuta canario Padre Jos de Anchieta cruz el Brasil de costa a costa siete veces, a pie, en el siglo XVI, a travs de una vegetacin que hoy todava se nos hace infranqueable y teniendo que vencer

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  • unas dificultades para aquellos tiempos prcticamente insalvables, uno cae en la cuenta del mpetu de aquella cristiandad sobre todo si lo comparamos con lo que sucede en nuestros tiempos cuando apenas si vemos que del seno de nuestras familias sale algn que otro joven que quiere dedicar su vida por completo a la extensin del reino de Cristo.

    En algunas ocasiones, cuando he intentado penetrar el her-metismo de muchas tribus de indgenas sudamericanos, marginados geogrficamente por la naturaleza y\ marginados poltica y econmicamente por sus gobiernos rapaces, no he podido menos de reflexionar ante el indiscutible hecho de su fe cristiana. No puedo menos de quedarme admirado ante el tesn y el trabajo de aquellos misioneros de siglos pasados, que venciendo toda suerte de dificultades y barreras, lograron algo tan difcil como es el hacer que un pueblo abandone en gran parte sus creencias. Hoy esa misma Iglesia que los catequiz, a pesar-de tener tericamente ms medios materiales y ms gente, los tiene en muchos casos abandonados sin pastores o con una total desproporcin si los comparamos con el nmero de pastores con que nos encontramos en los centros urbanos. Muchos de los templos edificados en siglos pasados por aquellos cristianos llenos de entusiasmo por su fe, se desmoronan hoy lentamente, al mismo tiempo que se desmorona la fe cristiana de los feles. Cualquiera que entre con detenimiento en el templo de los indios chamulas, en el estado de Chiapas (Mxico), podr palpar a poco de sensibilidad que tenga, la pesadumbre que all se respira; podr sentir cmo en el ttrico recinto de aquella grande y abandonada iglesia, agoniza una raza, agoniza una cultura y agoniza una fe. Las risas intempestivas que los indios chamulas mezclan con sus plegarias y sus extraos ritos (a los que nunca asiste ningn sacerdote) son como los estertores desesperados y desvariantes que los indios lanzan al aire al verse abandonados por sus pastores, por sus lderes y por el Dios que hace varios siglos cambiaron por sus viejos dioses. Hoy da no saben a qu atenerse y por eso sus ceremonias y prcticas religiosas se han convertido en un jeroglfico de muy difcil interpretacin.

    El menguado mpetu apostlico de los lderes cristianos de

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  • hoy, ya no se dirige tanto a las misiones de infieles cuanto a las pantallas de televisin de los fieles, pues la fe de stos ya no es tan fiel. Los programas de televisin, si bien cuestan mucho dinero, llegan sin embargo con mucho menos esfuerzo y con mucho menos personal a muchsima ms gente.

    Hoy da, en muchos pases se puede decir que hay una verda-dera invasin de programas religiosos cristianos, tanto en la radio como en la televisin. En este particular el cristianismo s da una primera impresin de estar muy vivo y alerta para recordarle a los ciudadanos del mundo de hoy el mensaje del evangelio. Pero de nuevo nos sale al paso la cruda realidad que est detrs de toda esta evangelizacin televisada. Sin negar toda la dosis de buena fe y de genuino fervor cristiano que hay en muchos de los que participan en la organizacin y produccin de estos programas, hay que estar ciego para no caer en la cuenta de todo el contenido humano y poltico que hay detrs de estas transmisiones.

    Lo primero que sale al paso, en cualquiera que compare el contenido de los diversos programas, es la diversidad y aun el antagonismo de las doctrinas cristianas que muchos de los pre-dicadores presentan. No slo da la impresin de que estn hablando de dos religiones diferentes sino que en muchos casos se hacen guerra abierta, tratando mutuamente de# robarse los fieles. Cuando uno oye a estos predicadores que excluyen de la salvacin a los que no son de su rebao no puede menos de preguntarse dnde han quedado las palabras de Cristo: Deseo que todos sean uno; que todos estn unidos; Deseo que haya un solo rebao y un solo pastor.

    La reaccin de los fieles ante programas as no suele ser muy buena; lo ms corriente es que lo miren por un momento con curiosidad para ver de qu estn hablando, e inmediatamente cambien de canal para serles fieles a sus artistas favoritos.

    Confieso que soy un asiduo escuchador de este tipo de pro-gramas en los que algn enfervorizado predicador trata de expo-nernos lo que l cree ser un mensaje bblico y de acuerdo a la voluntad de Dios. Me he pasado muchas horas oyendo tales programas y tengo que confesar que lo he hecho ms que por ver

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  • si me convencan (sin que por ello quiera decir que no estaba abierto a los buenos razonamientos) por ver cules eran los meca-nismos sicolgicos envueltos en todo el proceso evangelizador. Y tengo que confesar que las muchas horas pasadas ante el televisor oyendo a estos predicadores me han hecho descubrir algunos de esos sutiles mecanismos inconscientes, totalmente escondidos detrs de las sinceras y fervorosas palabras de los evangelistas, que, dicho sea de paso, acaban convirtindose en estrellas de la palabra de Dios.

    El mpetu -ordenado o desordenado- con el que la iglesia cristiana de otros tiempos construy templos* y hasta hospitales y carreteras, la fuerza con la que fund universidades por toda Europa, el entusiasmo con el que evangeliz a Amrica y frica, ya hoy no se echan de ver por ninguna parte; hoy la mayor parte de sus fuerzas se les van a los jerarcas y dirigentes del cristianismo en conservar lo que tienen; y como lo que tienen no es poco (fruto de siglos de fe y generosidad de los fieles) tienen que dedicarle bastante tiempo a esta labor administrativa que tan poco tiene que ver con la autntica labor evangelizadora.

    Y en los casos en que el cristianismo conserva todava arrestos para lanzarse a la conquista de nuevos territorios o de pueblos nuevos (mayormente en Asia y frica) lo hace disgregadamente, competitivamente, presentando en ltimo trmino un Cristo des-garrado por la discordia interna que es uno de los cnceres que corroe al cristianismo.

    * El afn constructor de la iglesia espaola en Amrica fue verdaderamente asombroso. Uno se queda pasmado ante la grandiosidad y la cantidad de templos que encontramos en todas las capitales suramericanas y a veces hasta en medio de bosques actuales, como es el caso de las famosas Reducciones jesuticas en el Paraguay. Muchos de ellos fueron construidos cuando an no se haba consolidado aquella sociedad civil y pasaba muchas penurias. Un ejemplo y smbolo de todo este afn constructor, podra ser la ciudad mejicana de Cholula en donde el fervor de aquellos cristianos lleg a edificar una iglesia para cada da del ao, si hemos de creer a lo que nos narra la tradicin. De aquellas iglesias y capillas todava queda hoy un gran nmero totalmente desproporcionado para una ciudad de tercera categora como es Cholula. (Y por otra parte no deja de ser intrigante el que este afn constructor se diese precisamente en el lugar en donde est la que parece ser la mayor pirmide del mundo, hoy totalmente cubierta de tierra, aunque con interminables galeras en su interior.)

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  • A los viejos les falla la memoria

    A la Iglesia catlica, al igual que al cristianismo en general, no creo que sea precisamente la memoria lo que ms le falla, pero s es muy cierto que en determinadas ocasiones, sobre todo oyendo los pronunciamientos y discursos de algunos jerarcas y leyendo algunos documentos oficiales de las ltimas pocas, da la impresin de que han perdido la memoria o ms bien de que no quieren acordarse de prdicas, bulas, pronunciamientos, cnones y documentos oficiales de tiempos pasados.

    Cristo dijo: Fuego vine a poner a la tierra y qu otra cosa he de querer sino que arda? (Lu, 12,40). No es la intencin de este libro echarle agua a ese fuego. El fuego sigue ardiendo en virtud de su magnitud pasada; pero por no tener combustible interno ha comenzado a dar seales de su futura extincin. La intencin de este libro es analizar imparcialmente todas esas seales y tratar de prever cul ser el futuro de esta enorme corriente cultural que ha marcado tan profundamente la historia humana durante los ltimos dos milenios, y cul ser el futuro del ingente montn de cenizas en que se va a convertir en los prximos dos siglos.

    Los prrafos que vienen a continuacin no son fruto de un desahogo malhumorado o en venganza de supuestos agravios. Ya he dicho que no tengo hacha ninguna que amolar y que no me considero agraviado por los que me hicieron el gran favor de sus-penderme de mis funciones sacerdotales, dndome con ello la oportunidad de profundizar en mi fe y de ver la obra de Dios con una mente menos prejuiciada.

    Los prrafos que vienen a continuacin son parte vital de la historia del cristianismo y los traigo a colacin para refrescarles la memoria a los que quieren presentarnos un cristianismo anglico y sin mcula de pecado original.

    Cuando meses y aos atrs escuchaba con gran atencin los discursos de S.S. Paulo VI y Juan Palbo II ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, junto con el asentimiento a las grandes verdades que ellos decan ante aquella expectante y silenciosa multitud, me vena el recuerdo de pronunciamientos

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  • di; metralmente opuestos hechos en siglos pasados por sus ilustres predecesores en la silla pontificia. Es cierto que, segn el dicho ro nano, sapientis est mutare consilium (es de sabios cambiar z opinin), y menos mal que en la actualidad las jerarquas del cristianismo hablando de una manera general han cambiado sas antiguas maneras de pensar en lo que se refiere a las libertades humanas y a los derechos de los pueblos; pero tampoco es lcito pasar de ah a que el cristianismo ha sido siempre un campen en la defensa de todos los derechos de la persona humana. No se puede tapar el sol con un dedo lo mismo que no se pueden suprimir, por muy buena voluntad que se tenga, hechos que estn en todas las historias, documentos, decretos y bulas que se guardan fielmente en los archivos.

    Tambin es muy cierto que es muy humano errar y uno tiene que saber perdonar los errores pasados. Pero no tenemos nunca que olvidarnos que estamos tratando con una institucin que por propia definicin es la genuina representante de Dios en el mundo y en ltimo trmino infalible, tal como ella se ha definido a s misma. La irresponsabilidad que hay que perdonarle obligatoriamente a un nio no se le puede perdonar tan fcilmente a un adulto, que en este caso no slo sabe perfectamente lo que est haciendo sino que est inspirado para hacerlo. Y los que digan que la Iglesia est compuesta por hombres y que stos es lgico que hagan errores, tendrn que admitir entonces que esos errores pueden tambin extenderse a las reas dogmticas, quedando por lo tanto en entredicho la infalibilidad de la institucin aun en sus cosas fundamentales, porque nunca sabremos a punto fijo dnde acaba la inspiracin divina y dnde empieza el error humano.

    No es serio acogerse a la fragilidad humana para poder errar y acogerse en seguida a la inspiracin para poder imponer infa-liblemente doctrinas y normas. Siempre hemos tenido una gran perplejidad ante la contundencia y la inmediatez con que segn la teologa obra Dios en la transubstanciacin, por ejemplo, y la dejadez y abandono con que permite que su iglesia cometa grandes errores histricos. Esto nos lleva lgicamente a pensar cosas muy extraas del Dios cristiano, o por lo menos de la idea que de

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  • l nos han querido dar. Pero esto es tema ms profundo que tra-taremos en la segunda parte de este libro.

    Intolerancia

    Cules son esos grandes errores histricos y pragmticos que el cristianismo lleva sobre sus espaldas? Por supuesto no haremos aqu un inventario de todos ellos; primero porque ocuparan demasiado espacio y segundo porque no es precisamente se el propsito de este libro. Pero s sealaremos ciertos errores notables que se echan de ver grandemente a lo largo de la historia, y que uno sinceramente no se explica cmo pueden haber sido cometidos por una institucin infalible a la que segn la teologa el mismo Dios le dijo: Yo estar con vosotros hasta el fin de los tiempos (Mat. 28,20).

    No se olvide el lector que estamos comentando la falta de memoria que aqueja al cristianismo, y en particular a esta vieja institucin llamada Iglesia Catlica. Vase si no, con qu tranquilidad el Catecismo Holands -que resume en buena parte la moderna teologa catlica afirma:

    La Iglesia ha enseado siempre que la fe es asentimiento libre y no puede, por tanto, imponerse a la fuerza. Con ello se reconoce en principio la libertad del otro. La Iglesia ensea adems que cada uno debe seguir su conciencia y esto es tambin un reconocimiento de la libertad interna del otro (IV, El Sacerdocio del Pueblo de Dios. Tolerancia).

    Una de dos: o la Iglesia cristiana estuvo muy lejos de haber enseado siempre que la fe es asentimiento libre y que no puede imponerse por la fuerza, o si en verdad lo ense, dist muchsimo de haberlo cumplido. Si lo ense en alguna ctedra o libro, se encarg de practicar por siglos todo lo contrario. Todas las hogueras encendidas tanto por catlicos como por protestantes se encargan de probarlo. Y el que tenga dudas de las motivaciones de aquellas hogueras, no tiene ms que asomarse a las pginas

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  • de cualquier proceso inquisitorial* y all ver las torturas a que eran sometidos los reos para que abjurasen de sus errores y para que profesasen la fe de nuestra Santa Madre la Iglesia. Si esto no es atropellar la libertad religiosa, que venga Dios y lo vea.

    En el proceder del cristianismo en este particular siempre se ha echado de ver un cierto dualismo: por un lado se quera dar la impresin de ser tolerante (y a veces ni eso), pero por otro lado en cuanto los cristianos se hacan dueos del poder, no toleraban creencias contrarias no dudando en llegar a la violencia fsica para impedir el avance o la mera expresin de otras maneras de pensar. En esta manera de actuar y en esta falta de respeto para las ideas de los dems, el cristianismo se ha comportado exactamente igual que el comunismo. Esta impresin de intolerancia o de disculpa por la mala impresin que se pudiese dar, la vemos en San Pablo cuando nos dice, por ejemplo, en la 2.a carta de los Corintios: no es que queramos dominar con imperio en vuestra fe, sino que queremos colaborar con vuestra alegra... (!!). No creo que los que se pudrieron por aos en las crceles de la Inquisicin estuviesen muy satisfechos por la colaboracin que la Iglesia tena en su alegra. Las palabras, por ms untuosas que sean, nunca pueden borrar la realidad de los hechos; y los hechos en cuanto a intolerancia se refiere por parte del cristianismo, son de una envergadura tal a lo largo de sus dos mil aos de historia, que no hay palabras suficientes en el diccionario para borrarlos.

    Uno de los ltimos documentos del Concilio Vaticano II -la Declaracin llamada Dignitatis Humanae- trata sobre la libertad religiosa. Uno se queda pasmado al leerla, cuando contrasta su contenido con la prctica de la Iglesia a lo largo de los siglos. Y uno se reafirma en esa falta de memoria que la Iglesia da la impresin de padecer en muchas ocasiones. Con qu solemnidad (y al mismo tiempo con qu acierto) hablan los Padres Conciliares all reunidos, sobre la libertad religiosa y dicen que

    * El principal archivo de la Inquisicin espaola est en Cuenca y est esperando a que algn historiador sin prejuicios haga una labor exhaustiva y desentrae los injustsimos horrores que encierran todos aquellos miles de pginas. Tambin se podrn encontrar actas de procesos inquisitoriales en los archivos de otras ciudades espaolas como Simancas, Toledo, Salamanca, Valladolid y otras.

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  • todo hombre tiene que estar inmune de coaccin, tanto por parte de personas particulares como de grupos sociales y de cualquier potestad humana y ello de tal manera que en materia religiosa ni se obligue a nadie a obrar contra su conciencia ni se le impida que acte conforme a ella en privado y en pblico, slo o asociado con otros, dentro de los lmites debidos... y esta libertad se funda en la dignidad misma de la persona humana.

    Qu contraste el de estas bellas palabras con la prctica de los pases cristianos en donde las autoridades eclesisticas no permitan, bajo penas gravsimas, el practicar ninguna otra fe y ni siquiera la cristiana, si sta no era segn la manera que las autoridades tenan de entender el cristianismo! Oiga el lector esta definicin del Concilio Ecumnico de Florencia, celebrado en 1442, y comprelo con los prrafos del Concilio Vaticano II que acabamos de citar:

    Fuera de la Iglesia no hay salvacin. La Santa Iglesia Romana cree firmemente, confiesa y proclama que nadie fuera de la Iglesia Catlica, sea pagano o judo, no creyente o separado de la unidad, participa de la vida eterna, sino que caer en el fuego eterno que ha sido preparado para el demonio y sus ngeles; a no ser que se incorpore a ella antes de la muerte (Denzinger 714).

    Y si estos anatemas y penas slo se refiriesen al ms all, no tendran mucha importancia ya que los reos de tales penas se encontraran cuando all llegasen, que semejantes castigos eran slo invencin de los doctrinarios. Lo malo es que tambin conllevaban penas de ac, de este mundo.

    Los apologistas de la Iglesia deberan explicarnos cul fue el delito aparte de pensar con sus propias cabezas que cometieron los Savonarola, los Tyndall, los Giordano Bruno, los Campa-nella, etc., para que fuesen acreedores del tormento de las llamas. Y oh gran paradoja! a muchos de ellos los quemaban en una pequea plaza de Roma llamada Campo dei Fiori, que est a no muchos metros del lugar donde precisamente aos ms tarde los Padres del Concilio Vaticano II iban a afirmar tan tajante y tan tranquilamente que cada hombre tiene derecho apensar

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  • libremente y que hay que respetar la libertad de conciencia de todo ser humano. Qu negacin tan rotunda de estas palabras son los procesos inquisitoriales de los siglos XIV al XVII que se guardan hasta con sus mnimos detalles y que son una prueba irrefutable de que la Iglesia ignor durante siglos lo que ahora nos presenta como doctrina tradicional!

    Dnde estaba esa dignidad humana y esa inmunidad de coaccin de que ahora con tanto desenfado nos hablan los Padres Conciliares? Quin les respet su libertad religiosa a las cien mil brujas que segn la mayor parte de los historiadores fueron quemadas por las diferentes Inquisiciones alemanas? Podr ahora invocarse sin ms ni ms una doctrina tradicional cuando vemos a los tribunales de la Inquisicin de todas las naciones catlicas (en los que con frecuencia participaban los mejores telogos de la poca) condenando a largos aos de maz-morra, a torturas o a la hoguera a hombres y mujeres honestos que crean con toda sinceridad que con su manera de pensar honraban a Dios y a Cristo?

    Y recurdese que no slo tenan que comparecer ante aque llos tribunales los adoradores de Satans sino gente tan distin guida y tan limpia en sus vidas y en sus creencias como Fray Luis de Len, Fray Luis de Granada y tantos otros varones eminentes, que si no llegaron a padecer todo el rigor de las penas, fueron por lo menos mirados con mucha sospecha por los enfermos menta les a quienes las autoridades eclesisticas haban encomendado la vigilancia de la doctrina.

    Y si nos referimos a los cristianos de la otra banda los pro testantes y los ortodoxos orientales de ninguna manera se pue den jactar de una mayor tolerancia. Su intransigencia y su falta de respeto a la dignidad humana es tan anticristiana como la de sus hermanos de ac. Las hogueras y las mazmorras funcionaron entre ellos con el mismo fanatismo y la misma falta de humanidad que entre nosotros; y ah estn para probarlo, en el campo protes tante, los Servet, los Toms Moro, los Estuardo, por no decir nada de los miles de anabaptistas masacrados por los discpulos de Lutero y Zuinglio; y en el campo cristiano-ortodoxo las horrendas atrocidades cometidas en el siglo XVII por Chmielnic-

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  • ki contra los judos. En esta guerra santa que los cristianos tenemos entre nosotros desde poco despus de la muerte del fundador del cristianismo, nadie puede vanagloriarse de haber sido manso y humilde de corazn.

    Hoy da algunos apologistas intentan defenderse de esta lacra innegable diciendo que aquellos tiempos exigan este tipo de conducta ya que la sociedad no estaba constituida tan firmemente como en la actualidad y aquellas doctrinas representaban una amenaza para la estabilidad de los pueblos. Puras palabras sin sentido. A los apologistas nunca les han faltado razones, silogismos y textos bblicos para defender la santidad e inocencia de la Iglesia, pero hay un drstico contraste entre estos razonamientos y la brutal realidad de los hechos.

    En el mismo texto del Concilio Vaticano II