Sch Como Educador0001

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personalidad resulta irrepetible e irreemplazable y ostenta, en consecuencia, y es, un valor por sí misma. Nietzsche no habla aquí de «alma», ciertamente. Pero en el fondo apunta a lo mismo que quienes abierta o se- cretamente le visitarían poco después. ]ACOBO Muúoz , Biar (Alicante), verano de 1999 Al preguntársele qué rasgos comunes había encon- trado en los hombres, el~yiéliero, que había visto muchos pueblos y países y muchas partes del mundo, repuso: tie- nen una tepdencia general a la pereza. Algunos pensarán que hubiera podido decir mejor y con más certeza: todos son cobardes. Se ocultan tras de sus costumbres y opinio- nes. En el fondo todo hombre sabe muy bien que sólo está una vez, en cuanto ejemplar único, sobre la tierra, y que ningún azar, por singular que sea, reunirá nueva- mente, en una sola unidad, esa que él mismo es, un ma- terial tan asombrosamente diverso. Lo sabe, pero lo es- conde, como si se tratara de un remordimiento de conciencia. ¿Por qué? Por miedo al vecino, que exige el convencionalismo y se oculta tras él. Pero ¿qué es lo que lleva al individuo a temer a su vecino, a pensar y obrar con el rebaño y a no estar contento de sí mismo? En al- gunos, pocosy raros, tal vez el pudor. En los más, la co- modidad, la inercia, en una palabra, esa tendencia a la pereza de que hablaba el viajero. Tiene razón: los hom- hres son todavía más perezosos que medrosos y temen por lo común, ante todo, las fatigas que les causarían la sinceridad y la verdad absolutas. Tan sólo los artistas odian este indolente dejarse ir a fuerza de convencionalis- mas y opiniones prestadas, y descubren el secreto, la mala conciencia de cada uno. A saber, que cada hombre es un misterio único. Se atreven a mostrarnos al hombre tal 24 25 NIETZSCHE, F., Schopenhauer como educador, Madrid, Biblioteca Nueva, 2001 Trad. Jacobo Muñoz, #1

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  • personalidad resulta irrepetible e irreemplazable y ostenta,en consecuencia, y es, un valor por s misma.

    Nietzsche no habla aqu de alma, ciertamente. Peroen el fondo apunta a lo mismo que quienes abierta o se-cretamente le visitaran poco despus.

    ]ACOBO Muoz,

    Biar (Alicante), verano de 1999

    Al preguntrsele qu rasgos comunes haba encon-trado en los hombres, el~yiliero, que haba visto muchospueblos y pases y muchas partes del mundo, repuso: tie-nen una tepdencia general a la pereza. Algunos pensarnque hubiera podido decir mejor y con ms certeza: todosson cobardes. Se ocultan tras de sus costumbres y opinio-nes. En el fondo todo hombre sabe muy bien que sloest una vez, en cuanto ejemplar nico, sobre la tierra, yque ningn azar, por singular que sea, reunir nueva-mente, en una sola unidad, esa que l mismo es, un ma-terial tan asombrosamente diverso. Lo sabe, pero lo es-conde, como si se tratara de un remordimiento deconciencia. Por qu? Por miedo al vecino, que exige elconvencionalismo y se oculta tras l. Pero qu es lo quelleva al individuo a temer a su vecino, a pensar y obrarcon el rebao y a no estar contento de s mismo? En al-gunos, pocosy raros, tal vez el pudor. En los ms, la co-modidad, la inercia, en una palabra, esa tendencia a lapereza de que hablaba el viajero. Tiene razn: los hom-hres son todava ms perezosos que medrosos y temenpor lo comn, ante todo, las fatigas que les causaran lasinceridad y la verdad absolutas. Tan slo los artistasodian este indolente dejarse ir a fuerza de convencionalis-mas y opiniones prestadas, y descubren el secreto, la malaconciencia de cada uno. A saber, que cada hombre es unmisterio nico. Se atreven a mostrarnos al hombre tal

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    NIETZSCHE, F., Schopenhauer como educador, Madrid, Biblioteca Nueva, 2001 Trad. Jacobo Muoz, #1

  • como es hasta en sus movimientos musculares, tal comol y slo l es. Y no slo eso, sino que es hermoso y dignode consideracin, nuevo e increble como toda obra de lanaturaleza, y en modo alguno aburrido, como consecuen-cia estricta de su carcter nico. Cuando el gran pensa-dor desprecia a los hombres, desprecia su pereza, todavez que precisamente por ella parecen mercancas hechasen serie, seres indiferentes, indignos de ser tratados y edu-cados. El hombre que no quiere pertenecer a la masa,slo necesita dejar de comportarse cmodamente consigomismo y obedecer a su conciencia, que le grita:~~_~mismo. Cuanto ahora haces,' opinas y deseas nada tieneque ver contigo.

    Toda alma joven escucha esta llamada da y noche ytiembla, porque presiente la cantidad de felicidad que leha sido deparada desde la eternidad, porque piensa en su'verdadera liberacin: una dicha que jams alcanzarmientras permanezca encadenada a las opiniones y al te-mor. Y cun desesperada y carente de sentido puede lle-gar a ser la vida sin esta liberacin! No hay, en toda lanaturaleza, criatura ms triste y repugnante que el hom-bre que ha desertado de su genio y que mira a derecha ya izquierda, detrs suyo y en todas las direcciones. Enrealidad, ni siquiera cabe atacar a un hombre as, porqueest fuera de todo y sin sustancia, apenas es otra cosa queun ropaje gastado, reteido y recompuesto, un fantasmacargado de adornos que ni siquiera puede suscitar yamiedo ni compasin, Y si con razn se dice del perezosoque mata el tiempo, una poca que cifra su salvacin enla opinin pblica, esto es, en la pereza privada, nopuede sino preocupar seriamente. Creo que tiene que serborrada de la historia de la verdadera emancipacin de lavida. Cun grande habr de ser la repugnancia de las ge-neraciones futuras que tengan que ocuparse del legado deuna poca en la que no han regido hombres vivos sinoseudohombres identificados con la opinin pblica! Tal~~~,.por ello nuestra poca pasar a la posteridad ms le-

    jana como uno de los perodos ms oscuros y desconoci-dos, porinhumanos, de la historia. Recorro las calles nue-vas de nuestras ciidades y pienso que todas esas casas ho-rrorosas que se ha construido la estirpe de los opinantespblicos no estarn ya en pie dentro de un siglo, se ha-brn hundido como las opiniones de los que las constru-yeron. Cun esperanzados pueden estar, por el contrario,los que no se sienten ciudadanos de esta poca; si lofuera, serviran para aniquilar su poca, hundindose conella, cuando lo que en realidad quieren es conferir nuevavida a su tiempo para perpetuarse ellos mismos en estavida.

    Pero aun cuando el futuro no nos permitiera esperarnada, nuestra peregrina existencia precisamente en esteahora nos incita con la mayor fuerza a vivir de acuerdocon nuestra propia medida y nuestra propia ley: lo inex-plicable que resulta que vivamos precisamente hoy ha-biendo, no obstante, tenido todo el tiempo infinito parasurgir, que no poseamos ms que un apretado hoy y quetengamos que mostrar en l por qu y con qu designiohemos surgido precisamente hoy. Tenemos que asumir laresponsabilidad sobre nuestra existencia ante nosotrosmismos; queremos, en consecuencia, ser tambin los ver-daderos pilotos de esta existencia, sin permitir que se ase-meje a un azar inconsciente. Hay que tratarla con auda-cia y sin rehuir el peligro; tanto ms cuanto que, tanto enel mejor como en el peor de los casos, acabaremos siem-pre por perderla. Por qu aferramos a este pedazo detierra, por, qu depender de este oficio, por qu hacercaso siempre al vecino? Nada tan pequeoburgus comosumarse a opiniones y puntos de vista que doscientas mi-llas ms all no obligan ya lo ms mnimo. Oriente y Oc-cidente son como garabatos que alguien pinta con tizaante nuestros ojos para burlarse de nuestra medrosidad.Ouiero hacer el intento de liberarrne, se dice el almajoven, Y se lo impedir el que casualmente dos nacionesse odien y combatan, o el que haya un mar entre dos

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  • 1 Se trata de un dicho atribuido a Oliver Cronwell, tomado porNietzsche de un pasaje, muy subrayado por l mismo, del libro deR. W. Emerson, Versuche, versin alemana de G. Fabricius, Hannover,1895, que figura en su biblioteca.

    feliz? Haz que desfile ante ti la serie de estos objetos ve-nerados, y tal vez mediante su naturaleza y el orden desu sucesin te revelarn una ley, la ley fundamental de tuser. Compara estos objetos, mira cmo uno completa alotro, cmo lo ampla y supera, cmo lo transfigura, cmoforman una escalera por la que has ascendido hasta ahorapara acceder a ti mismo. Porque tu verdadera esencia noyace oculta en lo hondo de ti, sino inmensamente por en-cima de ti o, cuando menos, por encima de lo que usual-mente consideras tu yo. Tus verdaderos educadores y for-madores te revelan lo que es el genuino sentido originarioy la materia bsica de tu ser, algo en absoluto susceptiblede ser educado ni formado, pero, en cualquier caso, difi-cilmente accesible, apretado, paralizado: tus educadoresno pueden ser otra cosa que tus liberadores. Y ste es elsecreto de toda formacin: no proporciona prtesis, nari-ces de cera, ni ojos de cristal. Lo que estos dones puedendar es ms bien la mera caricatura de la educacin. Por-que la educacin no es sino liberacin. Arranca la cizaa,retira los escombros, aleja el gusano que destruye los tier-nos grmenes de las plantas; irradia luz y calor; actacomo la benfica llovizna nocturna; imita e implora a lanaturaleza en lo que sta tiene de maternal y compasiva.Es, en fin, la consumacin de la naturaleza lo que lleva aplenitud su obra, previniendo sus golpes despiadados ycrueles y hacindolos mutar en bienes, cubriendo con unvelo sus impulsos de madrastra y su triste falta de com-prensin.

    Hay, ciertamente, otros medios de encontrarse, de vol-ver uno a s mismo, de salir del letargo en que se vive co-mnmente, como rodeado de una nube sombra. Pero noconozco otro mejor que volver reflexivamente a quien nosha educado y formado. Y por eso quiero yo hoy rendirhomenaje a un maestro y educador del que puedo glo-riarme, Arthur Schopenhauer, para luego volver con lamemoria a otros.

    continentes, o el que alrededor suyo se predique una reli-gin que hace dos milenios ni siquiera exista. Nada detodo esto eres t, se dice. Nadie puede construirte elpuente por el que has de caminar sobre la corriente de lavida. Nadie a excepcin de ti. Hay, sin duda, innumera-bles senderos y puentes y semidioses que quieren llevartea travs del ro; pero slo al precio de ti mismo: tendrasque darte en prenda y perderte. En el mundo no hay msque un camino que slo t puedes recorrer: adnde con-duce? No preguntes, sguelo. Quin dijo que un hom-bre jams se eleva tan alto como cuando no sabe adndepuede llevarle su caminoxi"

    Pero cmo nos reencontramos a nosotros mismos?Cmo le es dado al hombre conocerse? Es sta una cues-tin oscura y enigmtica; y si la liebre tiene siete pieles, elhombre puede arrancarle la suya siete veces setenta veces,sin poder por ello decir an: ste eres t verdadera-mente, ya no se trata de un mero envoltorio. Adems,ahondar as en uno mismo y descender brutalmente porel camino ms corto al hondn del propio ser no deja deser un comienzo terrible, peligroso. Cun fcil es causarseheridas al hacer lo que ningn mdico puede curar. Y noslo eso. Porque para qu hara falta, si todo da testi-monio de nuestro ser, nuestros amigos y nuestros enemi-gos, nuestra mirada y nuestros apretones de mano, ascomo lo que olvidamos y nuestros libros y los rasgos denuestra pluma? Hay un medio, con todo, de organizar lasaveriguaciones decisivas y tomar nota de ellas. Que elalma joven eche una mirada retrospectiva a su vida y sepregunte: qu has amado hasta ahora realmente, qu haatrado a tu alma, qu la ha dominado y hecho, a la vez,I

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