Sefarad

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Sefarad de Antonio Muñoz Molina: en el nombre de tantos muertos Pocas novelas han podido desentrañar los misterios de la condición humana y las razones de la violencia e irracionalidad que dominaron al siglo veinte. Sefarad, Antonio Muñoz Molina. Punto de Lectura, Madrid, 2003. 516 págs. Por Marco Herrera Campos Docente UVM El exilio puede ser una de las experiencias más dolorosas para cualquier ser humano. El destierro forzoso no sólo conlleva el alejamiento de la tierra donde se nace, sino que también la interrupción involuntaria de una historia compartida. De pronto y muchas veces por circunstancias inverosímiles, un yo reconocible en un tiempo y lugar, se convierte en un otro, extraño y extrañado, ocupando un territorio desconocido y hostil. Podría decirse que la historia del siglo recién pasado ha sido una historia llena de exilios (y por supuesto de muerte, muchas muertes), producto de ese innegable deseo que tiene el ser humano de aniquilar al otro, al diferente, al extraño. Pocas han sido las novelas que han intentado, con honestidad intelectual, desentrañar esta misteriosa condición humana. Tal vez La Peste de Albert Camus puede ser un buen ejemplo. En la línea del escritor argelino-francés, Antonio Muñoz Molina (1956) aborda el tema del exilio, la persecución y el asesinato con rigor y compromiso éticos en Sefarad, una conmovedora “novela de novelas”, cuyo título evoca uno de los símbolos universales del exilio, la patria perdida y nunca olvidada de los judíos expulsados de la España de los Reyes Católicos. Y la premisa del autor es clara: el destierro y el crimen no pueden ser justificados por ninguna ideología. PERSECUCIÓN Y EXILIO Ya a partir del título se nos previene que el núcleo fundamental de la novela serán las circunstancias de la persecución, la huida y el exilio de personajes –reales y ficticios- enfrentados a la soberbia y arbitrariedad de poderes totalitarios. En una combinación de elementos

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Sefarad de Antonio Muñoz Molina: en el nombre de tantos muertos Pocas novelas han podido desentrañar los misterios de la condición humana y las razones de la violencia e irracionalidad que dominaron al siglo veinte.

Sefarad, Antonio Muñoz Molina. Punto de Lectura, Madrid, 2003. 516 págs.

Por Marco Herrera CamposDocente UVM

El exilio puede ser una de las experiencias más dolorosas para cualquier ser humano. El destierro forzoso no sólo conlleva el alejamiento de la tierra donde se nace, sino que también la interrupción involuntaria de una historia compartida. De pronto y muchas veces por circunstancias inverosímiles, un yo reconocible en un tiempo y lugar, se convierte en un otro, extraño y extrañado, ocupando un territorio desconocido y hostil.Podría decirse que la historia del siglo recién pasado ha sido una historia llena de exilios (y por supuesto de muerte, muchas muertes), producto de ese innegable deseo que tiene el ser humano de aniquilar al otro, al diferente, al extraño. Pocas han sido las novelas que han intentado, con honestidad intelectual, desentrañar esta misteriosa condición humana. Tal vez La Peste de Albert Camus puede ser un buen ejemplo.En la línea del escritor argelino-francés, Antonio Muñoz Molina (1956) aborda el tema del exilio, la persecución y el asesinato con rigor y compromiso éticos en Sefarad, una conmovedora “novela de novelas”, cuyo título evoca uno de los símbolos universales del exilio, la patria perdida y nunca olvidada de los judíos expulsados de la España de los Reyes Católicos. Y la premisa del autor es clara: el destierro y el crimen no pueden ser justificados por ninguna ideología.PERSECUCIÓN Y EXILIOYa a partir del título se nos previene que el núcleo fundamental de la novela serán las circunstancias de la persecución, la huida y el exilio de personajes –reales y ficticios- enfrentados a la soberbia y arbitrariedad de poderes totalitarios. En una combinación de elementos narrativos dispares como pueden ser el relato autobiográfico, la historiografía, la reflexión ensayística, el discurso metaliterario y lo netamente ficcional, Antonio Muñoz Molina logra reconstruir la violencia e irracionalidad dominantes en la historia del siglo XX. Entre las historias reales, víctimas del fascismo hitleriano, del estalinismo y la dictadura franquista, están las de Primo Levi, Frank Kafka, Milena Jesenska, Heinz y Margaret Neumann, Víctor Klemperer, Jean Améry, Nadiezhda Mendelstam, Eugenia Ginzburg, Willi Münzenberg y Walter Benjamin. Los destinos trágicos de estos seres humanos se entremezclan con las historias de los personajes “ficticios”, que son recreaciones literarias de cientos de testimonios oídos por el autor en bares y cafés e incorporados a la novela para que no se pierdan en el olvido.Entre esos testimonios llama particularmente la atención el de un anciano que recuerda sus experiencias como teniente de la División Azul del ejército alemán, durante el sitio de Leningrado. El entonces joven soldado al servicio de Hitler en Letonia, tiene un encuentro fugaz con una mujer judía, que no podrá olvidar en medio del horror y la masacre. Treinta años después volverá al lugar del encuentro, en plena era soviética, para saldar cuentas con su memoria. El ahora veterano de una guerra que no le pertenecía, entenderá que la muerte también puede ser el olvido. Su testimonio dará cuenta de ese compromiso radical con la dignidad del ser humano presente en toda la novela.

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EXTRAÑO DE SÍ MISMOSi bien en Sefarad predomina la reflexión histórica sobre la persecución y el exilio, fielmente documentados (el autor en su Nota de Lecturas asegura que ha inventado muy poco en las historias y las voces que se cruzan en el libro), también estará presente otro tipo de extrañamiento, las experiencias de seres humanos enfrentados a la soledad, la enfermedad, la frustración vital o la existencia inauténtica.Son historias grotescas, melodramáticas, casi ridículas, que situadas en el contexto histórico del núcleo central de la novela parecen gratuitas y sin sentido. Sin embargo, uniendo las partes en un todo, estas historias aparentemente inconexas ayudarán a comprender esa misteriosa condición del ser humano, capaz de los actos más sublimes, pero también de las peores atrocidades. En el capítulo “América”, por ejemplo, se cuenta la historia amorosa de un zapatero con una monja obligada a profesar contra su voluntad. En “Dime tu nombre” y “Olympia” nos enfrentamos a la frustración de unos funcionarios de provincia atrapados en una maquinaria burocrática, que recuerda la historia de Josef K. de El Proceso de Kafka, personaje por lo demás presente en todo el desarrollo de la novela. Pero es el capítulo “Doquiera que el hombre va” el que nos entrega un vívido retrato de la trastienda de nuestra vida moderna, a través del desarraigo que sufren los heroinómanos del barrio madrileño de Chueca. En todas estas historias –las reales y las ficticias- siempre habrá un elemento reiterado: el viaje en tren, como un lugar donde es posible el encuentro casual entre dos seres condenados al destierro o el traslado planificado hacia el exterminio colectivo.Sefarad de Antonio Muñoz Molina puede ser una y muchas novelas; sin embargo, tiene una sola motivación, el rechazo al ostracismo y la marginación, y la defensa del derecho a disentir y ser diferente.

Narva

“Todo está en Darwin, para nuestra desgracia. Y no me cuentes esa teoría de ahora, que para la evolución de la especie ha sido más útil el instinto de cooperación que la lucha por la vida y la supervivencia de los fuertes. Cooperan unos primates para aplastar a otros, y el que se queda fuera está condenado. Mira lo bien que cooperaban entre sí los nazis, y los comunistas, cuántos millones y millones de muertos han dejado unos y otros. Pero no sólo ellos, piensa en Bosnia, o en Ruanda, hace nada, ayer mismo, un millón de personas asesinadas en unos pocos meses, y no con los adelantos técnicos que tenían los alemanes, sino a machetazos y a palos. Quién sabe qué horrores estarán pasando en este mismo momento, mientras tú y yo charlamos. Yo ya no duermo mucho por las noches, me despierto y me quedo en la oscuridad esperando el amanecer, y entonces me acuerdo de todos los muertos que yo he visto, los que eran amigos míos o desconocidos, todos los muertos que se quedaban pudriéndose en la tierra de nadie…” (Págs. 424-425)