Sekai 13

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Capítulo Decimotercero:

¡Segundo asalto! ¡Heridas reabiertas!

Comenzaba la segunda ronda. En esta ocasión, el estadio volvía a ser un lugar amplio,

aunque distinto al de la vez anterior. Se seguían viendo bosques y riachuelos a la lejanía,aunque esta

vez parecía que el otoño hubiese llegado al paisaje, con hojas secas y crujientes en contraste a la

frondosidad de la anterior ronda. Pero lo que más destacaba era, sin duda, la enorme montaña que se

erguía sobre el lugar en el que me encontraba.

"Bueno, comencemos a buscar", fue la única idea que se me pasó por la cabeza. Oí un grito

llamando mi atención. ¿Quién sería el idiota que gritaría en una ocasión como ésta? Sólo se me

ocurrían dos nombres... Y esta vez no era Ethan.

—Cállate, Tamaki — sentencié antes de girarme, comprobando que efectivamente era él —.

¿Es que quieres llamar la atención?

Se escuchó un brutal gruñido en el lugar.

—Vale, tío, ya sé que la he cagado, pero no tienes que cabrearte tanto como para gruñirme

— se quejó guardándose una de las pistolas..

—¿De qué me estás hablando?

Y entonces descubrimos la procedencia del gruñido. Un monstruo de afiladas garras y pelaje

oscuro tomaba una amenazante posición bípeda frente a nosotros. Una larga mata de pelo rojizo le

caía por detrás, como si de una melena se tratase. Sus ojos rojos sólo mostraban la violencia y la sed

de sangre de la criatura.

Bang. Un tiro en el pelo hizo al animal caer al suelo.

Bang. Un segundo tiro lo remató.

Sekai – Segunda Saga © Javier Escámez "Habimaru" '09-10.

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—Vaya, tío — Tamaki se rascó el pelo —. Me he pasado un poco con el animalito.

—Así que por eso no era buena idea seguir escondido durante este asalto... — comencé a

comprender el consejo de Ryûta.

—Y... No es el único. Mira.

A lo lejos se podían vislumbrar otras criaturas como la que nos había atacado. Algunas caían

con los ataques de los agentes. Otras eran capaces de derribarlos sin más. No se preocupaban de la

presa que habían cazado. Sólo seguían buscando a su siguiente víctima.

—Parece que algunos ya habéis conocido a nuestros queridos animalillos. No creo que sea

muy buena idea huir de ellos... ¡Os encontrarán! — anunciaba la megafonía —. Había que darle

algún aliciente nuevo a esta segunda ronda... ¿No?

La retransmisión se cortó para dar paso de nuevo al silencio. Otra bestia se abalanzó sobre

nosotros, aunque nos pudimos deshacer de ella sin mayores complicaciones.

—Peligros añadidos, ¿eh? — comentó Tamaki con emoción, atacando a discrección a todos

los monstruos.

—¿No deberíamos buscar a los demás? — Me giré bruscamente para atacar a una bestia

plateada que pretendía atacarme por la espalda.

A nuestro frente, los animales comenzaban a caer uno tras otro, a un ritmo alarmante. Entre

los cadáveres que se esfumaban en el aire se encontraba una sola figura rodeada de varios pilares de

fuego.

Chaos se acercaba peligrosamente a nosotros.

—Es... Chaos — sentencié, mientras veía al oscuro ninja acercarse a nosotros con paso

firme — ¿Qué crees que deberíamos hacer?

— ¿No es evidente? Deberíamos...


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—Luchar no es una opción — le interrumpí bruscamente —. ¡Ese tipo barrería el suelo con

nuestros cuerpos!

—Intentemos... Resistir. Hasta que lleguen los demás. O hasta que acabe la ronda.

Intentemos ser “salvados por las campana”.

—¿Estás loco? ¡Sólo han pasado quince minutos! ¡Deberíamos escondernos!

—Ja, ja — resonaba la voz profunda de Chaos conforme se aproximaba a nosotros — Si son

Kiriyama y Tsuji, los del Top Cinco. Es una verdadera lástima que sólo vayáis a llegar hasta aquí.

—¡Cuidado, Keitsuke! — Chaos realizó un movimiento relámpago que podría haber

acabado conmigo. Por fortuna, Tamaki logró desplazarme, a expensas de un profundo corte en su

brazo. Por su herida rezumaba ese humo tan extraño por el lugar del que debería salir la sangre. Mi

compañero ahogó un grito de dolor.

—¡Ay! — se llevó la mano al brazo — Es... Demasiado rápido...

— Tranquilo. Pensaré algo — musité —. No vamos a caer tan pronto... ¿Puedes empuñar tus

pistolas?

—Sólo la derecha... Soy incapaz de levantar el brazo izquierdo.

—No te preocupes. Se me ocurrirá algo.

"Se me ocurrirá algo". Pero no tenía ninguna idea. No estábamos en condiciones de combatir

con alguien como Chaos ni éramos lo suficientemente rápidos como para huir. Aunque, sin duda, mi

mayor incógnita era la identidad de ese tipo. Alguien tan fuerte no podría ser un novato. Había

abatido a más de una treintena de agentes durante el primer asalto. Había derrotado a cientos de

monstruos de un solo golpe. Nos había atacado sin que siquiera pudiésemos haberlo visto moverse.

¿Qué se escondía detrás de ese pasamontañas?

—Te llamas Chaos... ¿No? — preguntó Tamaki.


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—No te hagas el ignorante, Tsuji. Veo que te has olvidado de mí.

—El récord de victorias durante el primer asalto. Formidable — intentó aplaudir, aunque el

dolor de su brazo no se lo permitió.

—Me esperaba bastante más de ti — respondió enfurecido antes de lanzar una estrella ninja

hacia el chico.

Me apresuré para desviarla de un flechazo como pude.

—No es tu único rival — vacilé, en un arrebato de valentía.

—Ah. Kiriyama... — se limitó a responder — ¿Tantas molestias por ti? ¡Já!

—Desconozco quién demonios eres — comencé a cargar energía en mi arma de forma

disimulada — Pero no creo que sea tan buena idea meterse conmigo.

—No hace falta ser un genio para saber que podría destruirte de un solo golpe.

—¿Y por qué no lo haces? — le provoqué —. Ah, sí, ¡porque los ninjas no te pueden atrapar

si no son capaces de verte!

Descargué un disparo de energía contra el suelo, lo que creó una nube de polvo, hierba y

hojas lo suficientemente densa como para afectar a la visibilidad. Tomé a Tamaki de su brazo bueno

y lo arrastré lo suficientemente lejos, tras una roca de la montaña próxima, abatiendo a todas las

bestias que me cruzase por el camino.

—Muy inteligente por tu parte...— Chaos no se movió del sitio —. Muy inteligente por tu

parte.

—No sé cómo lo he conseguido, pero le he despistado — le dije a Tamaki cuando habíamos

tomado la suficiente distancia — ¿Qué tal tu brazo?

—Algo... Mejor — jadeó un poco —. Aunque necesito algo de reposo.


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— Debemos buscar un lugar mejor para ocultarnos — oteé ligeramente la zona y al no ver a

Chaos, ascendí hasta la siguiente roca de la montaña.

—¿Y los demás? — la voz del chico sonaba bastante dolorida.

—Estarán bien. Quizá estén por esta montaña.

Quizá lo estuvieran. O quizá no. Pero mi intuición me decía que en este momento sería más

útil ocultarse que buscarles. Un compañero herido sólo me perjudicaría a la hora de luchar. Tenía

que cuidarlo hasta que pudiera luchar por sí mismo.

—¿Y Chaos? ¿Le hemos dado esquinazo?

—No creo que nos busque. Le sería más productivo dar vueltas para atacar a todo el mundo

sin ton ni son.

—Keitsuke... Lo de antes...

—Es algo que debía hacer, ¿no? — le sonreí —. Al fin y al cabo eres mi amigo, ¿no? — le

apreté firmemente la mano —. Tú has hecho aún más por mí.

—Gracias, tío.

—Además, sería triste llegar a la segunda ronda y no poder combatir contra ti, ¿no?

—¡A por la segunda ronda, tío! — Tamaki parecía animado a pesar de la humeante herida.

—Pero lo importante ahora es encontrar un lugar donde recuperar las fuerzas.

Ascendimos un poco más la montaña y encontramos una cueva con una apertura lo

suficientemente pequeña como para que los monstruos más grandes no entrasen.

—Sería buena idea esconderse en una cueva. Si nos atacan, será sólo por una entrada, por lo

que tendremos ventaja — le conté.

Una pequeña bestia de gran mandíbula y afilados dientes salió despedida del interior,


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atravesada por una gran flecha.

—Vale, retiro lo dicho. Alguien ha tenido esa gran idea antes que yo. Y parece bien armado.

Con algo de curiosidad, me acerqué un poco. Desde el interior de la cueva se oían risas y

sonidos electrónicos. No cabía la más mínima duda de quién se encontraba en el interior.

—Sato. La única persona lo suficientemente inteligente como para revertir los consejos de

Ryûta a su favor. — me crují el puño izquierdo —. Te encontrarán en tu escondite, claro está. Pero

si es lo suficientemente bueno, puedes usarlo a tu ventaja.

—Y encima se está divirtiendo con su videoconsola mientras que los demás libran batallas.

¡Este tío es de lo que no hay!

—Y una gran amenaza, no lo olvides. Estoy seguro.

—¿Y qué hacemos ahora? ¿Seguimos buscando?

—No tengo otra idea mejor. ¿Qué tal tu brazo?

—Duele — se tocó suavemente la herida —. Pero es soportable.

Bajamos la montaña por el lado opuesto. En su base se libraba una batalla en la que dos

agentes hacían acopio de fuerzas contra otra. La chica, aunque en desventaja, se pudo defender,

acabando victoriosa de un solo tajo.

Bajé apresurado hacia donde estaba cuando noté una flecha acercarse. Pude esquivarla con

un rápido movimiento. El atacante, al ver su posición descubierta, corrió asustado.

—Vaya. Malditas flechas... — bufé.

—¡Kei! ¡Tamaki! — Hanako se acercó hacia nosotros —. ¿Dónde estabais?

—No demasiado a gusto — se quejó Tamaki, mientras bajaba cuidadosamente lo poco que

le quedaba de pendiente.


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—¿Pero qué te ha pasado en el brazo? — la joven parecía preocupada por todo el vapor que

emanaba del brazo del chico.

—Nos hemos metido en una pelea... — suspiré —. Contra Chaos.

—¿Qué? — su cara se llenó de sorpresa —. ¿Que le habéis vencido?

—No. Más bien es que hemos tenido la suerte de poder huir.

—¿Tan terrible es?

—Da miedo — afirmó el tullido —. Es rápido y devastador. Derribó a una manada de

monstruos de un solo golpe.

—Hemos escapado de milagro.

—¿Cómo? — se interesó la pelirroja.

—Pude distraerle durante un momento... Por pura suerte.

—Vaya... — dejó escapar.

—También hemos encontrado a Sato.

—El tío a cuerpo de rey — se quejó el chico —. En una cueva fresquita jugando con sus

maquinitas, sólo preocupándose de las bestias que aparecían por la entrada.

—Ahora — sentenció Hanako —. Lo que debemos hacer es encontrar al resto del grupo.

—Hanako... — susurré poniéndole la mano en el hombro.

—Eso, Kei, es asunto mío — se apoyó contra mí.

—Sólo quería decir que me alegraba de verte sana y salva — mi voz sonaba algo decaída.

— Pues tirando, tíos — concluyó Tamaki — Que es gerundio.

Avanzamos durante unos escasos minutos para encontrarnos una zona en la que sólo había


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un enorme cerezo, que se erguía majestuoso, y unas grandes rocas en el suelo. El cuerpo inerte de

un novato se disolvía junto al de un monstruo. El autor de las muertes, de cabello dorado, reía

sentado sobre una roca.

—¿No es admirable la belleza de los cerezos en flor? — miró hacia la copa del árbol sin

reparar en nuestra presencia — Aunque efímera, transmite la sensación de que siempre volverá.

¿Qué os trae por aquí, chicos?

—Siempre apareces en los lugares más inesperados, Shin.

—Es un comportamiento, sin duda, azaroso — sin mirarnos, sólo se dedicaba a barajar sus

cartas.

— ¿Y qué haces aquí en medio?

— Es un lugar cómodo y bello — respondió —. Rodeado de pétalos rosados y de aire

fresco. Sólo me separan de la tranquilidad estas inmundas bestias, que insisten en encontrar su fatal

destino y mis rivales, que consideran erradamente que combatir contra mi persona les ayudará en su

supervivencia. En fin... ¿Queréis compartir un rato agradable conmigo? ¿Una partida de póker?

¿Blackjack quizá?

—Estamos buscando a Ethan y los demás... Lo siento.

—Creo que eso no va a ser mayor problema — Shin apuntó con una carta hacia un lugar del

que venían dos personas montadas en un patín.

—¡Ethan! ¡Dahlia! — gritaba Tamaki —. ¿Qué os hace venir tan apurados?

—Una... Masacre — respondió Ethan, frenando frente a nosotros.

—¿Qué ha pasado? — pregunté asustado por la forma en la que llegaban.

Un rugido hizo temblar el suelo con fiereza. Un grito colectivo lo siguió.

—Eso — señaló —. Habíamos visto a varios monstruos por aquí... Pero ninguno tan brutal


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como ése.

—Casi nos come, nyu... — agitó la cabeza —. ¡No quiero que me coma un monstruo!

— ¿Dónde está Hitoshi? ¿Estaba con vosotros? — preguntó Tamaki.

— No lo hemos visto...

— Más le vale seguir por aquí — Hanako clavó su espada en el suelo de una forma furiosa

— Tenemos cuentas pendientes.

Todos miramos el rojizo pelo de la chica ondeando junto a los pétalos que se movían con el

viento en completo silencio.

—Cuentas que debemos saldar, princesita — El chico apareció de detrás de un árbol

sujetando una afilada espada.

—Creí que nunca ibas a llegar — Hanako arrancó la katana del suelo y le arrancó toda la

arena.

Ambas espadas chocaron en el aire. Un sonido metálico precedió a un chispazo que hizo a

Shin, quien aún seguía sentado sobre la roca, dirigir su atención hacia nosotros.

—Sé quién eres. ¿Crees que no lo he sabido desde el principio? ¡Te reconocí nada más

verte! — la chica retiró el arma.

—¿Y qué vas a hacer al respecto? — Hitoshi lanzó una carcajada maníaca.

—Vencerte — Hanako volvió a atacar grácilmente. Las espadas provocaron otra chispa al

chocar.

Ethan parecía molesto por la situación. Se bajó de su patín y se acercó al fragor de la lucha.

—Pero... ¿Qué pasa? — preguntó algo irritado — ¿Dónde se ha quedado la unidad? ¿Dónde

está nuestro equipo? ¡Esto no es lo que tenemos que hacer!


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—Cállate, Ethan. Este es mi combate. ¡Mantente alejado!

—Al menos, respondedme una sencilla pregunta — tomó aire —. ¿Qué hacen dos

compañeros combatiendo?

—De acuerdo, Ethan.

Hitoshi se retiró el pelo que caía alborotado frente a su cara para mostrarnos sus ojos: los de

un natural de Okawa. Una oscura raya bajo sus ojos lo delataba.

—Tenía que habérmelo imaginado. El lugar al que desapareciste... ¡Era a Sekai! — Hanako

parecía enfurecida, sujetando su arma con firmeza.

—No iba a dejar que la princesita se llevara toda la gloria — bajó su espada para seguir

hablando —. No he olvidado esa promesa. Que siempre seríamos amigos, pasase lo que pasase.

—¿Crees que no me ha dolido a mí? ¿Crees que no quería saber cómo te iba? ¡Yo no sabía

nada! — una solitaria lágrima brotó de los claros ojos de Hanako.

—Sólo quiero que recuperemos el honor que nos pertenece. Volver a nuestra posición. Nos

desechasteis. ¡Y eres tú quien lo va a pagar!

—¿Honor? ¿Vuestra posición? Tanto tiempo separados... ¿Y sólo piensas en eso?

—Es algo que me pide mi corazón. Estoy deseando hacer lo que debo hacer para poder

volver a darte un abrazo sin sentirme culpable.

— ¿Y por qué no lo olvidas? Simple y llanamente... ¡No nos incluyas en una guerra que no

es la nuestra!

— Nos separaron... Por ser un Misaki. Sólo por llevar ese apellido. Los Misaki no pueden

estar con los Hanekoma. — lanzó una estocada con rabia — Pero, seguro que hay algo que nunca te

habían contado ¡Aunque no compartamos apellido, nuestro abuelo es el mismo! ¡Uno de los

fundadores de Sekai! ¡Nuestra sangre es la misma, por mucho que quieran empeñarse en que la


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nuestra está manchada!

—¿¡Qué!? — la chica no cabía en sí de asombro.

—Pero claro... No todos pueden ser un Hanekoma — el chico miró al cielo —. A nosotros

tenían que ponernos "esa" marca. Supongo que la princesita era demasiado élite como para que se

le permitiera relacionarse con el sucio Misaki. ¡Porque somos rama maldita de la familia!

—¿Y yo qué culpa tengo? — las lágrimas le impedían ver con claridad, aunque seguía

luchando —. Me alegraba poder volver a verte. No sabes cuánto te he echado de menos... Pero lo

primero que hiciste fue rechazarme... ¡Y ahora te preocupa más el honor que tenerme contigo! ¡Eres

un completo idiota!

De nuevo, el sonido metálico se extendió por el paraje. Quizá se hubiera formado el silencio

por un momento. Pero los dos sabían qué se estaban diciendo. Esas miradas encerraban más de un

millar de palabras.

Pero, de repente, el silencio se rompió.

—¿Idiota? ¿Idiota? — se ofendió —. Lo que es idiota es todo el sufrimiento por el que he

pasado.

—¿Qué vas a conseguir luchando contra mí? ¡Sólo crearás más dolor! — gritó,

descontrolando su espada.

—Nuestro abuelo me lo dijo. Si te lograba vencer en la Batalla, limpiaríamos nuestro

nombre. ¡Volveríamos a ser una sola familia! ¡Okawa prosperaría! Lo siento, princesita. Hay mucho

en juego. Es... Por la familia.

Una aguda risa rompió el ambiente.

—Conozco esta historia — Shin contemplaba un póker de ases —. Creía que sólo era un

cuento, pero vaya, fíjate. Qué azaroso es el destino... ¿Por qué tengo que presenciar la que


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probablemente sea la última de las batallas de la familia Hanekoma?

—¿A qué te refieres con eso? ¿Qué es lo que sabe? — pregunté.

—Mírame a los ojos. Entre nosotros, no me esperaba nada de esto...

—Pero... ¿La última? ¿Tan seguro estás de que..?

—¿...Hanako vaya a perder? — completó —. No. Pero la familia Misaki ya ha ganado.

Piénsalo. Un evento televisado a las catorce ramas de Sekai. Todos los dirigentes pegados a la

pantalla. Hitoshi ha demostrado su valía para conseguir su meta. Ha armado revuelo.

—Entonces... ¿Independientemente del resultado del combate..?

—El viejo estará contento con los Misaki. Sí.

Mientras tanto, la lucha seguía acalorada frente a nosotros.

—Entonces — Hanako acometió contra su rival —. Lucharemos hasta el final. Alea iacta

est. Es lo que el abuelo ha querido.

—Hanako... — la voz de Hitoshi temblaba, como si estuviera a punto de romper a llorar.

—Dime, Hitoshi.

—Yo también te he echado de menos, primita.

—Antes que tu prima... He sido tu amiga de la infancia. Y esos momentos no se olvidan.

Nunca te veré como un primo. Siempre serás ese chico tímido que me tapaba con su paraguas el día

que lo olvidaba.

—Y tú aquella chica con la que compartí todo ese tiempo en el parque. Cuando éramos

pequeños, te tiraba de las coletas, ¿recuerdas?

Clash.

—Yo me enfurecía contigo, pero al verte sonreír sólo podía sonrojarme. Me halagaba mucho


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arracnarle una sonrisa al chico de hielo.

Clash.

—Día a día, estabas ahí. El tiempo parecía no pasar para nosotros.

Clash.

—¿Recuerdas aquel día? La última vez que te vi.

Clash.

—Llevabas coletas, como cuando eras pequeña. Aquella pulsera que te regalé por tu

cumpleaños. Es un momento que nunca olvidaré. Llovía, y de nuevo olvidaste tu paraguas.

Clash.

—Y fuimos como siempre, al parque.

Clash.

—Acabamos calados hasta el tuétano — Hitoshi esbozó una sonrisa entre sus lágrimas —.

¿Por qué lo hicimos?

—No lo sé.

Clash.

—Tiernas tonterías a los catorce años — paró un instante —. Trece para ti.

Clash.

—Aquel día... No fue una tontería.

—Hanako...

Clash.

—¿Crees que nos separaron por eso? — Hanako paró en seco.


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—Si lo hicieron... Siguió mereciendo la pena. — Hitoshi paró también —. Por aquel beso no

me hubiera importado haber muerto.

—Es una lástima que nuestro reencuentro haya sido así.

Clash. La lucha se reanudó. Las lágrimas hacían difícil el duelo de espadas, los

contrincantes se movían con estilo. Cada vez que las espadas chocaban, la expectación de los

presentes, y, probablemente, el de los que lo vieran por televisión, crecía.

—Me sigue doliendo el brazo — se quejó Tamaki, rompiendo la magia del momento.

—Pobrecillo, nyu... — susurró Dahlia, acercándose a ver cómo lo tenía.

—Por favor, callaos un momento. Quiero ver hasta el último movimiento de la batalla —

recordé.

—¿Qué te hace estar tan interesado, chavalote? — Ethan insinuó algo con esa pregunta, pero

le respondí de forma tajante.

—Es probable que luche contra uno de los dos en la segunda ronda si sobrevivimos. Así que

me gustaría conocer su estilo.

Quizá mi afirmación no fuera cierta del todo. Aunque me preocupara por el combate, había

algo más que hacía divagar mi mente. Algo que no había esperado oír nunca. Y algo que,

secretamente, me marcó.

Pasaban los minutos sin declarar a un claro vencedor. Las espadas seguían colisionando con

gracia y ninguno de los contendientes resultaba dañado.

—Quedan diez minutos — Tamaki parecía impaciente por una conclusión — No deberíais

dejar el combate sin resolver, ¿verdad?

Hitoshi lanzó un ataque desesperado que, aunque dañara a la chica, le dejó en una postura en

la que estaría vendido al más mínimo golpe. Hanako aprovechó esa debilidad para atravesar su


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pecho con su fina katana. Ambos contrincantes comenzaban a deshacerse en una nube de formas,

uno frente al otro. Ambos agarraron con firmeza sus armas para rematar el ataque. Hitoshi se paró

en seco.

—Gracias por comprenderme, Hanako — dio un alarido de dolor y cayó de rodillas al suelo,

no sin antes intentar darle la mano a la chica —. Y gracias por no dejarte ganar.

—Hitoshi... — sonrió, ya algo pálida —. Nos veremos cuando acabe todo esto.

— Vale, ya que habéis superado vuestro pequeño problemilla — interrumpió Ethan —. Más

os vale superar la Revival Round. La Decimotercera Rama va a llenar la segunda ronda. Y este tipo

de aquí también se apunta— miró a Shin —. Que parece ser buena gente — le pasó el brazo por

encima del hombro.

Ambos acabaron por desaparecer, pero por sus miradas, parecía que había valido la pena. A

veces reabrir unas viejas heridas las ayuda a sanar.

La alarma se disparó. Aún abrumados por la lucha que se había librado frente a nuestras

narices, volvimos a la Sala Blanca.

— Tamaki... — me acerqué para preguntarle qué opinaba acerca de todo esto.

—¡Genial! — saltó de alegría —. ¡Ya no me duele el brazo!

— Tamaki... — le insistí —. ¿Qué opinas de todo lo que ha pasado?

—No lo sé — contestó, por una vez, con seriedad —. Sólo espero que puedan volver sanos y

salvos entre nosotros. ¡Aún nos queda un tercer asalto que ganar! ¡Y será lo mismo si no estamos

juntos! ¡Confía en ella!

—Y llegó la hora del informe del segundo asalto. ¡Esta ronda ha sido matadora, chicos!

¡Quedáis sólo veintidós participantes! Bueno, creo que nuestros amiguitos han tenido algo que ver,

pero... ¡Es la hora del Top Cinco!


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»En esta ocasión, el primer lugar lo ha obtenido Chaos Valentine de nuevo. ¡Veinte derrotas

sólo de tu mano! ¡Menudo hacha! El segundo puesto es para Ethan Harvey. ¡Cinco bajas!

¡Enhorabuena! Pero parece que este asalto ha estado algo bajillo por parte de nuestros agentes,

porque tras él sólo hay una lista de nombres con tres victorias: Hanako Hanekoma, Hitoshi Misaki,

Sato Sakurai y Tamaki Tsuji. ¡Buen trabajo!

—Espera... Lo de Chaos era previsible, pero... ¿Ese tal Sato ha ganado a menos gente que

yo? — se sorprendió Ethan.

—Se ha pasado casi todo el asalto escondido en una cueva. Es normal que sólo haya

conseguido eso — le narré nuestro pequeño viaje por la montaña —. Aún así, enhorabuena para ti,

por tu aplastante éxito. ¡Nada menos que segundo lugar!

— Hay que recordar — continuó el comentarista —. Que aún no ha concluido la segunda

Revival Round. En esta ocasión, se valorarán la destreza y reflejos.

»También contar algo sobre el tercer asalto de este Battle Royale. Su duración no está fijada,

aunque acabará, sin duda alguna, en menos de una hora. Mi consejo es que repongáis fuerzas ahora

porque el tercer asalto va a ser corto, pero intenso.

—Y no nos queda más que esperar... — me dejé caer en un sofá —. Confiemos en estos dos

tipos.

—¿Y qué haremos durante el tercer asalto, nya? En el segundo han metido monstruos...

¿Qué meterán ahora, nya?

—No lo sé — me pasé la mano por el pelo —. Pero hay que tener sumo cuidado.

—¿Qué podemos hacer? — preguntó Tamaki estirando su recuperado brazo.

—No perecer — bromeé —. Y evitar a Chaos a toda costa. Y ahora, si me disculpáis, voy a

por algo de picar.


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Me levanté del sofá y me dirigí a la mesa, para tomar un puñado de patatas fritas. Aunque

aceitosas, proporcionaron a mi paladar el toque salado que necesitaba. Acto seguido, me serví un

vaso de refresco para saciar mi sed. Lo bebí de un trago, pensando en cómo podría acabar el final de

la primera ronda.

—¿Quién soy? — unas cálidas manos me tapaban la vista.

—Lo has conseguido — sonreí girándome hacia Hanako — ¡Genial!

Sus ojos parecían alegres, pero mostraban todo lo que había llorado en la anterior ronda.

Tuve el impulso de abrazarla aunque una voz en mi interior me obligó a no hacerlo.

—¡Lista para el tercer asalto! — chocamos los puños — También he tenido suerte como

para que mi prueba fuese una carrera de motos — reía animadamente.

—¡Menuda potra! — exclamé —. ¿Y Hitoshi? ¿Dónde está?

—Aún no sé si lo han despegado de aquel árbol — contestó cabizbaja —. Menuda pena.

—Al menos estás tú aquí... Y las cosas irán bien en la familia.

—Eso espero — respondió —. Oye, Keitsuke...

—Dime, princesita — recibí una merecida colleja al usar su mote.

—Gracias por confiar antes en mí. Quería contártelo de mi propia voz, pero parece que ya

conoces toda la historia — sonrió.

—No pasa nada — le di una palmada en la espalda con dulzura — ¡Eh, chicos! ¡Mirad quién

está aquí de vuelta!

El grupo aplaudió la vuelta de Hanako. Incluso Shin comenzó a dar palmadas con suavidad

desde lejos. "¡Tercer asalto, allá vamos!".


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