Sekai - Capítulo 1 (Sekai)

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Capítulo Primero: Sekai

Mis ojos se abrieron de golpe, para chocar bruscamente con una realidad algo alterada, más próxima a lo que había leído en tantísimos libros de ciencia ficción. Me encontraba sobre una cómoda cama, que se apoyaba sobre una estructura metálica, que parecía ser del mismo material que las paredes entre las que estaba encerrado, puesto que no podía ver ninguna puerta. Me incorporé para poder ver con más claridad el habitáculo. A mis espaldas pude ver un extenso escritorio, bajo una ventana de magnitudes similares, que contaba con varias cajoneras y un par de estructuras atípicas, soportando unos bulbos de cristal, lo que me hizo pensar que podría ser una lámpara de diseño extraño. Junto a ella, se podía ver una inmensa pantalla de lo que podría ser, probablemente, un ordenador bastante avanzado.

Sondeé el resto de la habitación. Una lámpara de forma cilíndrica colgaba del techo, y, en la pared opuesta a la cama se divisaban algunos cuadros enmarcados en aluminio. La mayoría de ellos se encontraban vacíos, aunque dos de los que tenían imagen me llamaron la atención. El primero mostraba a dos chicos. Uno de ellos, el más bajo, parecía tener mi edad, mientras que el otro, que llevaba un sombrero tipo Fedora, podría pasar por alguien más mayor. El segundo sólo mostraba unas siluetas frente a un alto edificio del que se podría destacar su extraña arquitectura y una insignia de forma triangular que rezaba la palabra “Sekai”. Dejé mis dudas para más tarde, para seguir observando el resto del lugar.

Sólo me quedaba por escudriñar una parte de la habitación, y era la que estaba mi izquierda. Una gigantesca estantería se encontraba empotrada en la pared contra la que se apoyaba la cama, que, aunque vacía, llamaba la atención por su extravagante diseño. Oí un sonido de desbloqueo, seguido de algo deslizándose. Dos figuras aparecieron tras la esquina de la habitación.

Las siluetas se fueron definiendo hasta mostrar a dos esbeltas chicas. Ambas vestían de la misma forma, con un extraño uniforme, consistente en un vestido plateado de mangas largas decorado con algunas líneas (la chica de la izquierda las llevaba de color morado, mientras que la de la derecha las tenía de amarillo), un lazo del mismo color alrededor del cuello, y una chaqueta sin mangas, algo más oscura que el vestido, a excepción de los bolsillos, que eran del mismo color que el propio vestido. El diseño se completaba con unas largas medias del mismo color de los lazos, junto a unos zapatos de tacón del color de la chaqueta.

Reparé entonces en sus rostros. La chica del lazo morado tenía una cara pálida, como de porcelana, y el pelo rizado, a la altura del cuello, de un rubio intenso, mientras que la otra tenía un semblante claro, del que cabría destacar el intenso color de sus labios, y unos ojos oscuros, aunque muy atractivos. Su oscuro pelo liso le caía hasta aproximadamente la mitad de la espalda.

- Oh, se ha despertado... - susurraba la chica del pelo rizado.

- Keitsuke... - me llamaba la otra chica - ¿Cómo estás?

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- ¿Quién eres? - es lo único que pude preguntar - ¿Dónde estoy?

- Tranquilo, Keitsuke... ahora debes tomar algo... ¿Quieres un café?

- Supongo que sí, debería tomar algo... - me preocupaba que pudieran drogarme el café, pero igualmente, si quisieran hacerme algo, me tenían donde querían, así que intenté confiar en su buena intención.

- Kiyomi, por favor... ¿Podrías ir a por uno? - indicó la chica morena a la otra – Gracias.

Se volvió a hacer el silencio. La chica me miraba, mientras yo simplemente pensaba en qué decir, qué hacer, o sobre los dos cuadros que había visto.

- Sekai... - susurré, recordando la imagen - ¿Qué es?

- Es donde estamos... Supongo que te extrañará todo, ¿verdad?

- A decir verdad, bastante – intenté actuar de forma suave para no buscarme enemistades antes de tiempo – Pero antes, me gustaría saber... ¿Quiénes sois?

- Perdona, no nos hemos presentado, Keitsuke. Me llamo Natsume y la chica que ha ido a buscarte el café se llama Kiyomi. Y somos de Sekai. Sí, veo que ya has visto el nombre en alguna parte...

- Sí, en ese cuadro de ahí – señalé – Me figuraba que tendría algo que ver con vosotras. He reconocido la insignia en vuestros uniformes...

La chica de antes volvió a aparecer por la puerta, esta vez junto a un hombre de apariencia adulta, con un uniforme de colores similares, del que destacaban una larga chaqueta y una bufanda, pelo corto y gafas de sol. Se presentó a sí mismo como Nagai, jefe de esta rama de Sekai, e introdujo a las dos chicas como sus ayudantes.

Kiyomi desplegó una mesa desde la pared , junto a cuatro sillas, y colocó cuatro tazas de café. Acto seguido, me invitó a sentarme con ellos. Me levanté con algo de dificultad, puesto que mi cuerpo aún estaba un poco débil y me senté con ellos.

- Keitsuke Kiriyama... Tenía ganas de conocerte – paró para dar un sorbo al café – Procedente de Dokuso, por lo que sé, ¿Me equivoco?

- ¿Dokuso? - respondí, extrañado – Es la primera vez que escucho eso.

- Es normal que no lo sepas, pero es el nombre... de tu universo - contribuyó Natsume tras probar su taza de té - Ya sabes, de donde vienes.

- Ya veo... - susurré, haciendo un esfuerzo para asimilar lo que me contaban.

- Sekai - musitaba el hombre - Querrás saber lo que es, ¿Me equivoco? - y, tras mi asentimiento, añadió - Natsume, por favor, haz los honores.

La chica sacó un extraño objeto de su bolsillo, que parecía ser una placa metálica que, al



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colocarla sobre la mesa, se desplegó hasta alcanzar cuatro veces su tamaño inicial. Entonces, comprendí su función. Un proyector holográfico. Mostraba un diseño bastante abstracto que contaba con varias placas de diversos colores, sobre las que se alzaban algunas más pequeñas.

- Dime, Keitsuke - me preguntaba Nagai - ¿Conoces la teoría del multiverso?

- Algo he leído - recordé - Estipulaba la existencia de múltiples universos alternativos, de forma paralela.

- Pues, no es demasiado errada, sólo tiene un error... La situación. Como tú has dicho, estipulaba que existieran en planos paralelos. Y, en nuestro conocimiento, sólo hay tres planos - señaló al proyector. Comprendí que las placas de abajo podrían ser los universos que mencionaba, aunque no entendía qué había justo encima - El plano inferior, y el superior.

- ¿Y el otro? - pregunté extrañado - ¿No había tres?

- Sí, aunque del tercero sólo conocemos su existencia. De todas formas, me gustaría centrarme en los dos conocidos. Habrás averiguado que la de abajo corresponde a los universos - señaló a uno de color rojo - ese es Dokuso. Pero, lo más importante, ése - y señaló a uno de los de arriba - es donde estamos ahora mismo. En uno de los microuniversos de Sekai.

- Nagai, por favor, deja el Multiverso para otro momento - reñía Kiyomi a su superior - creo que Keitsuke ya ha comprendido lo que necesita saber, y probablemente le cueste asimilar, y calentarle aún más la cabeza no es buena idea. Hay otras cosas que urgen más... - Y, añadió, sonriéndome - Perdona, siempre se emociona cuando habla sobre el Multiverso, es el que postuló la teoría y el que la llegó a probar.

- No te preocupes - intenté sonreír, mientras miraba vagamente los posos del café - Me apasionan este tipo de cosas - aunque, realmente, me costara asimilar todo lo que pasaba y, lo más importante, no supiera por qué estaba aquí.

- Supongo que querrás saber qué hace Sekai, ¿no? - me preguntó Natsume, y, ante mi asentimiento, añadió - Ahora que sabes algo sobre el Multiverso, supongo que te lo podré explicar... Al haber tantos universos, el Multiverso tiende al desorden...

- ...Y ahí intervenimos nosotros - concluyó Nagai - Y, el que no supieras nada es un signo de que sí que hacemos bien nuestro trabajo.

- Pero... - me temblaba la voz - ¿Y qué pinto -enfaticé- yo aquí?

- ¿Recuerdas algo de lo que pasó hace tres días? - quiso saber la chica rubia - Ya sabes... cuando te pudimos traer aquí.

- ¿Hace tres días? ¿Tanto? - me sobresalté - Lo último que recuerdo es que estaba con mis amigos jugando, y, cuando volvía a casa...

Las imágenes de lo acontecido me asaltaban la cabeza. Esa extraña chica, que me besaba sin que yo no pudiera hacer nada. Un chico entre las sombras, un golpe contra el suelo... Una pelea en medio del parque... Mis incógnitas... Mis dudas...

Entonces un pensamiento me atravesó la mente. Estaba tan absorto en la novedad, en lo fascinante, extraño y desconocido de este mundo que olvidé que había sido separado del mío.



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Dokuso, lo llamaban aquí. Mi mundo. Mi vida. Mi familia. Kyoko. Takuya. ¿Qué sería de todo?

- Keitsuke... Keitsuke... - me llamaban las dos chicas al unísono, y, al dirigirles la mirada una de ellas añadió - Menos mal, parecías algo ido, nos habías preocupado.

- ¿Qué hago aquí? - pregunté en un tono dolido, mientras miraba hacia la ventana, que seguía cerrada - ¿Qué pasó entonces? - mi voz sonaba algo débil. Intenté mantener la sangre fría, pero no era nada fácil.

- Tranquilízate, Keitsuke - me pedía solemnemente el hombre - Nosotros hemos hecho todo lo que hemos podido por ti... Al fin y al cabo, te hemos rescatado. Si no fuera por Reiji ahora estarías en manos de esos impresentables.

- ¿Impresentables? - mi cabeza comenzó a atar cabos sueltos. "Ellos". Para lo que trabajaba esa chica tan extraña - Creo que recuerdo algo...

- ¿Crees que esta era la mejor opción? ¿Traerte aquí? - su voz sonaba muy firme - Si pudiéramos, seguiríamos protegiéndote en tu mundo y dejándote llevar una vida normal. Pero... - empezaba a notar furia en sus palabras.

- ¿Protegerme? Esto cada vez me parece más extraño.

- Sí - respondió la chica del pelo oscuro, jugueteando con él entre los dedos, mientras la otra intentaba tranquilizar al jefe - llevan años detrás tuya.

- ¿Por qué? ¿Por qué yo? ¿No tenía ya suficientes problemas por mí mismo como para tener a mis espaldas una lucha entre un grupo extraño y los guardianes del universo? - calculé mis palabras para hacerlas hirientes. No podía controlar mis emociones - ¿Eh?

Se hizo el silencio, efímero hasta que un leve sonido perturbó de nuevo el ambiente. Una lágrima, que chocaba contra la mesa con violencia. Le siguió otra. Sentí que los brazos de una de las chicas me envolvían, y a mi oído susurraba palabras reconfortantes. Menuda impresión daba. Un niño llorica, aunque por sólo dos lágrimas fuera.

- Lo siento - sollocé - no he podido aguantarlo... No entiendo nada, tengo mucha información nueva que me rodea, parece que estoy lejos de los míos y, que, encima, soy objeto de luchas, sin siquiera conocer el motivo...

- No te preocupes, Keitsuke... Comprendo que es doloroso... - me decía Kiyomi, que seguía sin soltarme.

- Keitsuke... Aunque quedarte o marcharte no sea algo que puedas elegir, hay una decisión que debes tomar.

- Dime, Nagai.

- Debes elegir qué pasará contigo en Dokuso -se realzó las gafas con el dedo índice - ¿Quieres que se olvide tu existencia? ¿Que se te considere muerto?

- Yo... - balbuceé.

- No hace falta que respondas ahora. Piénsatelo con calma... - y, tras una larga pausa, añadió - Bueno, esto es todo por ahora... Supongo que ya estarás suficientemente cansado como para seguir



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con todo esto. Suficiente información por hoy, ¿no? - rió - Y... una última cosa: Bienvenido a Sekai, Keitsuke.

- Y esto... - Natsume puso tres cajas sobre la mesa - es para ti. Considéralo un regalo de bienvenida.

- Vaya... gracias.

Me dirigí a abrir la primera de las cajas, una pequeña, que podría caber perfectamente en mi puño. En su interior se encontraba un trozo de metal, que, hasta que saqué de la caja, no pude identificar. Era... la insignia de Sekai. Era de un color metálico, oscuro, aunque las líneas parecían estar marcadas en un color algo más cobrizo. Predominaba su forma triangular, aunque también destacaban unos círculos concéntricos limitados por unos arcos. En el centro, la palabra "Sekai" estaba escrita en color blanco, aunque su textura fuese más cristalina que metálica.

Me hicieron probármela. Al engancharla en mi camiseta comenzó a emitir una intensa luz, que llegó a cegarme por un instante. Cuando recuperé la visión, me veía enfundado en un uniforme. El uniforme de Sekai. Aunque de apariencia metálica, resultaba ligero y, sorprendentemente, suave al tacto. El color no era uniforme, sino que algunas partes, como las mangas, el alto cuello, la espalda o los pantalones se aproximaban más a un color carmesí, mientras que el pecho y algunos otros detalles se veían de un rojo más pálido. Bajo la chaqueta, una camiseta de color negro llamaba la atención, a juego con los detalles y costuras del resto de la ropa. "Mola", fue lo único que se me vino a la cabeza. Aunque aún la mayoría de mis pensamientos fueran dedicados a la anterior conversación.

- Me encanta - dije, para romper el hielo - Es... genial.

- Y muy resistente, si me pides mi opinión - añadió Nagai, con una sonrisa en los labios - Deberías conocer al creador, es un verdadero genio para estas cosas. Tantísimo potencial en una placa...

Reparé en que, al fondo de la caja había algo más. Un bonito reloj analógico de plata, con la esfera de color azabache, rodeada por unas marcas de color blanco, que indicaban los minutos. Sus manecillas eran plateadas, a excepción de la del segundero, que era de un color rojizo, al igual que alguno de los detalles de la periferia. El diseño lo culminaban tres esferas más (una que parecía un cronómetro y, sobre las otras dos no podría dar una opinión certera). En uno de los eslabones de la cadena aparecía marcado el emblema de Sekai, mientras que el simétrico rezaba la palabra "Ralys".

- Te hará falta, ya que has perdido el tuyo - me comentaba Natsume. Era cierto, ya no lo llevaba - Bueno, no era una gran pérdida. Este es... digámoslo así... especial - rió - Ya lo entenderás.

- Como un guante. Ralys, ¿me equivoco? - pregunté, basándome en la inscripción.

- Exacto, Keitsuke. Ya comprenderás la gran utilidad que tiene - rió también.

Tanto misterio rodeando al reloj de pulsera me comenzaba a extrañar, así que decidí acercarme a por la segunda caja.



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- Espera, Keitsuke - me interrumpió Kiyomi - Creo que deberías dejar esa para el final, abre el otro, por favor.

Obedecí y me decanté por la otra caja. Era la más grande de todas, y algo pesada. Al abrir la tapa, pude encontrar dentro un puñado de libros. Algunos eran de lectura, como "Samurai Red", cuya portada anunciaba a gritos combates de robots gigantescos u otro libro que, por sus pintas debía ser literatura algo salida de tono (aunque a Kiyomi parecía gustarle bastante). También había algunos libros que parecían ser didácticos (prometían enseñar desde aburridas lenguas antiguas hasta la apasionante mecánica que se llevaba en Sekai, pasando por las complejas teorías físicas, como la del Multiverso) que, por suerte, eran de un nivel más o menos básico.

- Que estés en Sekai no impide que te sigas formando - explicaba Nagai - Además, por lo que sabemos de ti eres bastante habilidoso con los números y bueno pensando.

- Sí - me habían calado. Definitivamente, sí que sabían sobre mí - Eso me decían en clase.

- Supongo que, fuera de la batalla, también te volverás un hombre de provecho. Quizá algún día me superes y descubras el tercer plano, quién sabe.

- Puede - reí falsamente - Pero antes tengo que hacerme a las novedades.

Bueno, mejor de lo que esperaba. Se preocupaban por mí, y eso siempre es bueno. No era mi mundo, pero, no estaba mal. Si iba a estar atrapado aquí, aunque atormentado por dentro, me gustaría disfrutarlo por fuera. Un mundo tecnológicamente avanzado, que supera todas las expectativas que hubiese podido tener... Y, según parecía, una vida trepidante. Sí, debía hacerlo por Takuya. Al fin y al cabo, era su deseo. Además, por incómodo que me sintiese... no podía hacer otra cosa. Así que...

Me despejé de mis pensamientos y me dirigí a abrir la última de las cajas. No me esperaba su contenido: mi armónica. Definitivamente, me conocían a la perfección. Si tuviera que elegir algún recuerdo... Sería éste. Instintivamente, me la llevé a los labios y entoné una tonadilla dulce y melancólica.

Las tres personas que estaban conmigo sólo escuchaban con atención lo que la música tenía que decir. El retrato de un chico triste, separado de su vida, aunque con un minúsculo brillo de esperanza hacia el futuro. Solté la armónica sobre la mesa en la que antes estábamos sentados. Lloré. No me importó.

- Ha sido una tarde muy larga... Deberías descansar un poco y reflexionar sobre todo - me aconsejó Nagai - Por cierto, Keitsuke... Eres exactamente como me esperaba. Encantado de conocerte por fin.

- Supongo que aquí es la parte donde debería decir que yo siento lo mismo, pero me siento un poco confuso como para hacerlo. Lo siento.

- Encantada, Keitsuke - me dijeron las dos chicas al unísono, con un beso en cada mejilla. Me hicieron sonrojar un poco.



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- Dentro de un rato te buscaremos para cenar - avisaba el corpulento hombre - Mientras tanto, quédate aquí.

- De acuerdo - asentí.

Cuando abandonaron la habitación, no supe qué hacer, así que me limité a tocar un poco la armónica. La primera canción que escribí, un blues melancólico. Me hizo recordar el momento en el que la compuse, junto a Kyoko, un día de otoño. Desanimado por el resultado de un examen, fuimos al parque, donde nos sentamos bajo un árbol que dejaba caer sus hojas, ya secas, con dulzura sobre la hierba, que estaba algo amarillenta. La inspiración me llegó por sorpresa y las notas se sucedieron unas a otras. Aún ignoro cómo lo hice, pero con la canción hice que la chica dejara caer una lágrima por su mejilla. Sólo me dijo al respecto "Es tan bonita...".

Y ahora tenía que decidir. Que olvidara esos momentos conmigo, las risas, los abrazos, la diversión. O que sufriera mi "muerte". La opción correcta era no hacerle daño. Y el olvido es lo que menos daño le haría. Pero, aunque sonara egoísta, no quería que me olvidara. Ni ella ni los demás. ¿Qué debería hacer?

Intenté no pensar en ello por un momento, así que cogí de la estantería de detrás (que ahora estaba algo más llena), el libro que más me llamó la atención antes. "Samurai Red", aunque otro libro me quiso incitar a la lectura aún más. Era uno que no había visto antes, encuadernado en aluminio, o algo que lo pareciera, en el que estaba serigrafiado el emblema de Sekai. Su portada sólo tenía el mismo dibujo. Me dispuse a abrirlo, pero...

Toc, tocToc, toc

- ¿Quién es? - pregunté, sin saber exactamente qué hacer.

- Tamaki - contestó la voz al otro lado de la puerta - Voy a pasar.



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Q: ¿Vas a partir los capítulos en 2 partes siempre? ~Neipol



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