Sekai - Capítulo 2 (Tamaki)

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1 Capítulo Segundo: Tamaki Tamaki. Así se llamaba. Lo reconocí enseguida, era uno de los dos chicos que aparecían en el cuadro de la pared. Su uniforme era de tonos azulados, que se mezclaban en perfecta armonía con el plateado de los detalles, a juego con su pelo. Un cabello de un tono grisáceo, aunque brillante, muy puntiagudo, que casaba también con sus iris. - Ah, qué bien sienta estar de nuevo en casa... - musitó. Acercó su mano al emblema que llevaba en el pecho y su ropa se transformó con un estallido luminoso. El uniforme dio paso a unas vestimentas algo más casuales. Unos estrechos vaqueros que escondían bajo los pliegues de los bajos unas zapatillas deportivas, junto a una chaqueta vaquera colocada gentilmente sobre una camiseta de color blanco con algún que otro diseño de un color apagado. - Hey, colega - saludaba - Keitsuke, ¿no? - En efecto - contesté de una forma algo cortante - ¿Quién se supone que eres tú? - No me hagas repetirme - respondió en un tono divertido a la par que arrogante - Tamaki. - Sí, me parece bastante bien - se empezaba a notar mi sangre fría en mis respuestas - Creo que tu nombre es la parte menos importante de tu identidad. - Vale, vale - se hizo el ofendido - Nos ha salido un compañero borde... - ¿Compañero? - pregunté, algo anonadado - ¿De qué me estás hablando? - Claro, no creerás que vas a trabajar solo, ¿no? El chico me explicó la formación en Sekai. Al menos al principio, los grupos se formaban de tres personas. Según afirmaba, la tercera era una chica a la que nos presentarían al día siguiente. Genial, lo que necesitaba, gente con la que cargar. También me contó que para los entrenamientos tendríamos asignado un mentor, el que también nos supervisaría en nuestras primeras misiones. Desplegó una cama junto a la mía y se tumbó. - Bueno, tío, cuéntame algo sobre ti - bostezó - ¿Qué te trae por aquí? - Eso quisiera saber yo - respondí, de una forma cortante - Qué te trae a ti por aquí. - Eh, mira - vacilaba - Mi foto en la pared. Es mi cuarto. Al menos aquí. - Y eso tiene que decir que... Comparto habitación contigo. ¿Me equivoco? - Eso mismo - bostezó de nuevo - Así que seamos amigos - me tendió la mano. Amigos... Una palabra que siempre había sido extraña para mí. Una palabra que viene de un Sekai – Capítulo Segundo: Tamaki © Habimaru '09-10. http://habimaru.co.cc

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- Eso mismo - bostezó de nuevo - Así que seamos amigos - me tendió la mano. - No me hagas repetirme - respondió en un tono divertido a la par que arrogante - Tamaki. - Y eso tiene que decir que... Comparto habitación contigo. ¿Me equivoco? - ¿Compañero? - pregunté, algo anonadado - ¿De qué me estás hablando? - Vale, vale - se hizo el ofendido - Nos ha salido un compañero borde... - Eh, mira - vacilaba - Mi foto en la pared. Es mi cuarto. Al menos aquí. 1

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Capítulo Segundo: Tamaki

Tamaki. Así se llamaba. Lo reconocí enseguida, era uno de los dos chicos que aparecían en el cuadro de la pared. Su uniforme era de tonos azulados, que se mezclaban en perfecta armonía con el plateado de los detalles, a juego con su pelo. Un cabello de un tono grisáceo, aunque brillante, muy puntiagudo, que casaba también con sus iris.

- Ah, qué bien sienta estar de nuevo en casa... - musitó.

Acercó su mano al emblema que llevaba en el pecho y su ropa se transformó con un estallido luminoso. El uniforme dio paso a unas vestimentas algo más casuales. Unos estrechos vaqueros que escondían bajo los pliegues de los bajos unas zapatillas deportivas, junto a una chaqueta vaquera colocada gentilmente sobre una camiseta de color blanco con algún que otro diseño de un color apagado.

- Hey, colega - saludaba - Keitsuke, ¿no?

- En efecto - contesté de una forma algo cortante - ¿Quién se supone que eres tú?

- No me hagas repetirme - respondió en un tono divertido a la par que arrogante - Tamaki.

- Sí, me parece bastante bien - se empezaba a notar mi sangre fría en mis respuestas - Creo que tu nombre es la parte menos importante de tu identidad.

- Vale, vale - se hizo el ofendido - Nos ha salido un compañero borde...

- ¿Compañero? - pregunté, algo anonadado - ¿De qué me estás hablando?

- Claro, no creerás que vas a trabajar solo, ¿no?

El chico me explicó la formación en Sekai. Al menos al principio, los grupos se formaban de tres personas. Según afirmaba, la tercera era una chica a la que nos presentarían al día siguiente. Genial, lo que necesitaba, gente con la que cargar. También me contó que para los entrenamientos tendríamos asignado un mentor, el que también nos supervisaría en nuestras primeras misiones. Desplegó una cama junto a la mía y se tumbó.

- Bueno, tío, cuéntame algo sobre ti - bostezó - ¿Qué te trae por aquí?

- Eso quisiera saber yo - respondí, de una forma cortante - Qué te trae a ti por aquí.

- Eh, mira - vacilaba - Mi foto en la pared. Es mi cuarto. Al menos aquí.

- Y eso tiene que decir que... Comparto habitación contigo. ¿Me equivoco?

- Eso mismo - bostezó de nuevo - Así que seamos amigos - me tendió la mano.

Amigos... Una palabra que siempre había sido extraña para mí. Una palabra que viene de un

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total extraño. Pero, dadas las circunstancias... ¿Qué importaba? Estaba claro que no podría rehacer mi vida con tanta facilidad. Pero, ¿qué me costaba extenderle la mano a ese chico? Aunque impulsivo, parecía simpático. Y, por lo que decía, tendría que aguantarle sí o sí durante mucho tiempo.

Me decidí a darle la mano. Fue una sensación algo extraña, ya que, aunque su piel era cálida, daba una sensación instantánea de frío al tocarla. Sonrió dulcemente. Mis neuronas se volvieron a activar al verle feliz. Alguien que se alegraba de ser mi amigo, sin duda, algo que no pasaba desde haría mucho tiempo. Mi cabeza se llenó de imágenes del momento en el que conocí a Takuya y a Kyoko, pero, con mucho esfuerzo, intenté echar esos pensamientos, que sólo me harían parecer depresivo frente al chico.

- Tamaki - me miró - Tamaki Tsuji, si te interesa mi nombre completo. A pesar de esas formas tan sarcásticas, pareces simpático.

- Supongo que ya sabrás mi nombre. Parece que todos aquí saben más sobre mí que yo mismo - respondí ligeramente enfurecido - Keitsuke Kiriyama.

- ¿Te gusta el pimiento? - a pesar de lo arbitrario de la pregunta, su mirada era seria.

- ¿Pero qué clase de pregunta es esa? Sí, no me desagrada.

- ¿Y los robots?

- ¿Realmente quieres saber de mí o sólo estás realizando preguntas aleatorias? - contesté de una forma secante.

- Vale, he de admitir que la primera pregunta era algo aleatoria. Pero, contesta, tío. ¿Te gustan o no?

- Pues... - entrecerré un ojo, algo chocado por la pregunta - Sí, bastante.

- Entonces creo que deberías echarle un vistazo a ésto - comentó.

Pulsó un botón que estaba sobre la pared y un recoveco, a forma de vitrina, se abrió. Contenía al menos una docena de maquetas de criaturas mecánicas, desde robots antropomórficos, a bestias con cañones. Reconocí algunos de ellos entre las series que solía ver en casa. Así que aquí también eran conocidas...

- ¿Echamos una partida? - sugirió - Siempre he pensado que es el mejor modo de conocer a alguien.

- De acuerdo - le seguí la corriente. Sin duda, sería una buena forma de intentarnos acercar - ¿Qué tengo que hacer?

- Toma - me dio una pareja de guantes - Póntelos y elige el robot que prefieras.

- Vale, me quedo con ése - señalé a uno de los que más conocía, de brillante color rojo y gafas de sol.

Si hubiera una palabra para definir ese juego, sin duda sería "increíble". Ágil, rápido y divertido. Realmente, no llegué a comprender los controles, aunque fueran tan intuitivos que al

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segundo combate ya pudiera manejar a la perfección al robot.

- Aprendes rápido - comentó, mientras su robot golpeaba al mío con un contundente arma - Así me gusta. Podrás ser un buen rival para mí.

- Y, dime, Tamaki - intenté ser simpático. Al fin y al cabo me empezaba a caer bien - ¿Sabes tú por qué estoy aquí?

- A decir verdad, no - y, tras recibir un puñetazo, añadió - Buen golpe. Lo siento.

- No te preocupes - susurré.

- Dime, Keitsuke - hizo saltar a su robot para golpearme, aunque pude esquivarlo a tiempo - ¿Cuál es tu historia?

- No tengo ganas de hablar de ello - mi voz sonaba totalmente apagada ahora - Perdona.

- Es normal. Ya he visto a muchos como tú - el robot absorbió uno de los ataques del mío - Pero, si te hace sentir mejor, te contaré la mía.

- De acuerdo - respondí, algo más centrado en la patada que debía sortear.

- Nací aquí, en Sekai. Concretamente, en esta misma rama. Mis pad...

Un tono de llamada interrumpió el combate. Ambos robots se quedaron suspendidos en el aire. El chico asentía a cada pregunta, aunque era desconcertante no conocerlas. Se le escapó una risa tonta al decir "No, no estamos jugando con robots". Siguió asintiendo y dejó de hablar.

- Supongo que lo tendremos que dejar para otro día - rió - Por cierto, olvidé darte ésto - me entregó un objeto semicilíndrico no demasiado grande, similar al que había utilizado antes: Un comunicador.

- Supongo que te lo debo agradecer - reí.

- Y ya me han dado la chapa. Con lo interesante que se ponía mi historia.

- Y lo emocionante que se volvía la partida - recalqué.

- Sin duda, eres hábil - me dio un ligero golpe en el hombro.

Mi mente se volvió a emborronar de nuevo. ¿Realmente hacía lo correcto dejando a un lado los anteriores recuerdos y aferrándome a la simpatía de este extraño? No tenía más remedio. Podría llorar y rendirme, pero ellos no lo querrían así. Estoy convencido de que querían verme luchando. Convencido de que Takuya estaría riendo con este chico.

Sin duda, Tamaki es un gran apoyo tras tanta novedad. No lo consideraba mi mejor amigo, ni siquiera podría decir que confiara en él. Pero estaba ahí. Y, en situaciones como éstas es cuando más hay que valorar lo que se tiene.

- ¿Keitsuke? - me llamaba- ¡Espabila! - me arreó un sonoro guantazo.

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- Sí, suelo perderme demasiado en mis pensamientos - me disculpé, sin siquiera haber reparado en el tortazo - Perdona... ¿Qué querías?

- Me han llamado para que no vaguee - rió - y que te dé un paseo por Sekai.

- Entiendo... ¿Y qué me vas a..?

- También nos dijeron que fuéramos a cenar cuando acabáramos - interrumpió. Miré mi reloj, ya eran casi las nueve y media de la noche - Así que va a ser algo breve.

- De acuerdo, Tamaki - sonreí, aunque de una forma algo falsa. Yo también tenía ya algo de hambre. Desde que me desperté sólo había tomado un café. Mi estómago gruñó.

- Parece que tú también estás deseando la cena - se acercó a una de las paredes, que se desplegó para mostrar un pequeño frigorífico. Sacó un par de barritas de cereales y me dio una - Anda, come algo, tío.

- Gracias - contesté antes de dar un bocado - De chocolate y plátano, una de mis favoritas - reí.

- Bueno, vámonos - cerró la puerta de la nevera y reparé en que se notaba perfectamente su contorno, sólo se camuflaba un poco con el resto de la pared. Acto seguido, añadió - Eh, ¿Por qué no te pones algo más cómodo? No necesitas estar siempre con el uniforme.

- No tengo otra ropa - repliqué - Y tampoco es que me disguste llevar ésto.

- Sí, sí que la tienes - tocó el emblema que llevaba en el pecho.

- ¿Qué? - me extrañé - No te comprendo.

Tamaki me explicó que el broche era un Neocell. Al parecer, un sistema de almacenamiento masivo, aunque con bastantes limitaciones. No conocía las bases del aparato, pero aseguraba que funcionaba. Materializó en su mano una pistola de color negro, aunque su barril y cañón eran de color plateado. Unos ornamentos de color dorado culminaban el diseño.

- Bastante útil, ¿Eh? - sopló la punta de la pistola - Tengo otra como ésta. - la desmaterializó.

- Comprendo la utilidad, aunque no el funcionamiento. Ni las limitaciones - respondí.

- Yo tampoco, a decir verdad. Pero, tío, simplemente responde a tus órdenes. Y te cambia de ropa, está bastante guapo. Ya alguien con más idea te explicará cómo funciona, pero pruébalo.

Intenté hacer como dijo. Darle una orden. "Cámbiame de ropa", pensé. De nuevo, la misma luz que había visto ya en dos ocasiones me envolvió. Y, al disiparse, la orden se había cumplido. Ahora vestía de una forma algo más casual, con unos vaqueros anchos, con múltiples bolsillos, una camiseta de mangas largas cubierta por una sudadera azul marino, con un dibujo de color blanco en el brazo izquierdo y un patrón en zigzag alrededor de la cremallera, que bajé para estar algo más fresco.

- Eh, ¿Y el Neocell? - Pregunté al no saber de su paradero.

- No sé, yo lo llevo de colgante - me lo mostró - cuando no llevo el uniforme. Probablemente lo lleves en una pulsera, un anillo o algo similar.

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- Ya sé dónde está - anuncié, intuitivamente - En mi reloj - Efectivamente, estaba ahí, donde antes sólo había un grabado con el símbolo. Aunque había encogido un poco.

- Pues entonces, todo listo, vámonos - sugirió - Que se nos hace tarde.

Abrí la puerta. No estábamos a gran altura (podía observar unos cuantos pisos más hacia arriba), aunque la vista era buena. La primera impresión que tuve fue abrumadora. La estética era similar a la que había en el interior, aunque no dejaba de lado la naturaleza. Calles modernas, regadas de arriates con hierbas y flores. Árboles gigantescos. El aire era puro y la luz de las estrellas se reflejaba en una gigantesca fuente en el centro del parque que se veía desde nuestra habitación. No era demasiado grande, pero tenía un poco de todo. La fuente central, un pequeño estanque rodeándola, algunos bancos e incluso un columpio.

Bajé para verlo más de cerca. Las luces del firmamento, aunque tenues, se unían a las de unas farolas para crear una bella imagen. Un chico, al que Tamaki saludó con una palmada en la espalda, pintaba un cuadro del parque. Tamaki se sentó en uno de los columpios a balancearse levemente, mientras yo me deleitaba con todos los detalles. El estanque rebosaba de peces de colores, algunos de los cuales saltaban del agua de vez en cuando. Las flores describían una perfecta armonía con la hierba, cuidadosamente cortada. El ambiente nocturno dejaba una sensación de tranquilidad, que se veía acompañada sólo por el brotar del agua de la fuente.

- ¿Y, qué te parece? - preguntó Tamaki cuando me acerqué a sentarme en el columpio de al lado.

- Es... precioso - confesé - Me resulta relajante el simple hecho de estar aquí sentado.

- El jardinero hace un gran trabajo - contestó - Es una gran ventaja tener tantas herramientas para crear ésto. Me parece... tan artístico.

El comentario me chocó un poco. Por lo poco que sabía de él, que apreciara tanto la belleza me pareció extraño. ¿Podría ser que tras esa fachada tan simple y pueril se escondiera una persona sensata, sensible e inteligente? Esbocé una sonrisa. Para estar aquí totalmente obligado, empezaba a verlo bastante agradable.

- Tienes razón, Tamaki.

- Bueno, creo que ya hemos pasado suficiente tiempo aquí. Se hace tarde y al final no he podido enseñarte casi nada. Vamos.

Abandonamos el parque y andamos un poco hacia el norte. Se erigía un gran edificio frente a nosotros. Lo reconocí enseguida de la foto que vi en la habitación. El emblema de Sekai destacaba entre la altísima torre, metálica aunque de arquitectura muy trabajada y gran detalle, pero sin llegar a florituras innecesarias. Frente a su puerta principal había un par de bancos rodeando una estatua de mármol de una forma algo indefinida.

- Esto es el edificio principal de Sekai - explicó - ya nos pasaremos mañana a verlo con más

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detenimiento. Oh, ¡mira qué hora es! - exclamó, mirando su reloj. Creo que es mejor que vayamos ya a cenar.

Era cierto, las manecillas de mi reloj ya indicaban que eran algo más de las diez de la noche. ¿Tanto tiempo había pasado contemplando el parque? Dejé de preocuparme de la hora y seguí al chico hacia el sur del microuniverso. Seguí quedándome pasmado con la perfecta mezcla entre lo natural y artificial de la que hacían gala las calles, algo distraído en mis pensamientos. Sólo el rumor del aire rompía el silencio del momento. Continuábamos andando. Algunas de las casas mantenían sus luces encendidas, mientras que otros edificios (que podría considerar establecimientos, dadas sus formas y decoraciones externas) ya estaban más que cerrados.

Todos a excepción de uno. Un enorme edificio de dos plantas de cuya puerta principal emanaba un haz luminoso. A diferencia del resto de edificios que había visto hasta entonces, su tejado era inclinado, de tejas que parecían escamas carmesíes, con el brillo metálico tan característico de la arquitectura local. El piso superior tenía un gran balcón, en el que se veía cenar a un par de chicas, charlando jovialmente. Tamaki intentó saludar a una de ellas, aunque con poco éxito.

- No entiendo por qué tenemos un comedor tan grande si no hay tanta gente como para llenarlo - se quejaba el chico - Somos la rama más pequeña de Sekai, ¿no es triste? - agachó la cabeza.

- Sí, supongo... - contesté pasivamente, sin saber mucho de qué iba el tema - Bueno, ¿entramos?

El interior era de un estilo similar a la parte externa. Muchas mesas metálicas empotradas en la pared, con bancos para comer cómodamente, algún que otro elemento decorativo como esculturas o cuadros y algo que llamó bastante mi atención: una enorme fuente multicolor, que llegaba hasta la planta de arriba. Vista de más de cerca, se apreciaban conductos de los que emanaban líquidos se diversos tonos. No comprendí que se tratase de una fuente de bebidas hasta que un chico alto apareció a llenar una jarra de un líquido color miel.

Avanzamos hasta el final de la sala, donde, desde una ventanilla grande, una mujer, por cuya apariencia se le podría considerar bien entrada en la veintena, saludaba sonriente a Tamaki.

- ¡Hola, Tamaki! - y reparó en mí - Tú debes de ser el nuevo, Keitsuke... ¿Me equivoco?

- Sí - respondí, extrañado de que tanta gente me conociera aquí.

- Soy Sayuri, la cocinera aquí. Encantada de conocerte - sacó la cabeza por la ventanilla para poder darme dos besos - ¿Y qué va a ser hoy? Para ti, Tamaki... lo de los sábados, ¿no?

- Sí, y otro para Keitsuke - guiñó el ojo.

- Pues entonces todo dicho, ¡que sean dos Especialidades de Sayuri!- reía.

Entró a la cocina, y, por lo poco que pude ver, sacó un par de platos y comenzó a manipular

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varias máquinas al mismo tiempo. Me quedé impresionado con la agilidad que tenía con la maquinaria, y aún más pasmado cuando un revuelto extraño salió de una de las máquinas para caer en los platos.

- Sí, esa es la misma cara que ponen todos la primera vez - reía la mujer de pelo castaño - Si esto no es nada, lo más complicado es configurar los nuevos menús.

- Sayuri y su hermana fueron quienes diseñaron estas máquinas - comentaba Tamaki - Así que son relativamente nuevas. Pero el funcionamiento es impecable.

- ¿Eso es todo? - añadió algo que podría parecer unas natillas de chocolate a las bandeja.

- Sí - respondió Tamaki, mientras le daba el Neocell a Sayuri - Esta vez como gratis - rió.

- Oh, ¿ya te han dado la placa? - y, añadió entre susurros - Nos vas a arruinar...

- ¡Te he oído! - gritó - Pero sí, esta mañana me la concedieron. Así que...

- Pero no seas así, sabes perfectamente que casi siempre comías gratis a costa de tu hermano - sonreía - Por cierto, ¿qué ha sido de él? Hace tiempo que no se pasa por aquí.

- Pues ya sabes, últimamente ha tenido algo de tiempo libre, aunque no lo he visto mucho en estos tres días...

- Bueno, no importa, cuando le veas, dale un saludo de mi parte.

- De acuerdo - canturreaba - Keitsuke, pásame una jarra, tío.

- Toma - se la entregué y tomé yo la bandeja.

- Ve buscando sitio arriba, voy a por algo de beber - me indicó el chico - Y, bueno, ya deberíamos subir a comer, que se nos enfría... ¡Hasta luego, Sayuri!

- ¡Que aproveche, chicos! Y, Keitsuke, encantada de conocerte, espero verte mucho por aquí y que no comas tanto como este tío.

Reí. Era una chica bastante agradable, y, aunque algo directa, se le veía alegre, efusiva y jovial. Era, también, bastante mona y graciosa en sus movimientos. Me despedí yo también y fui a buscar asiento en la planta superior. Elegí uno junto a una ventana y la puerta de la terraza, por donde pasaba una corriente bastante agradable. A través del cristal, casi imperceptible más que por un ligero brillo, se observaban unos robustos árboles que delimitaban una explanada inhabitada, en la que poco más que una placa metálica se veía.

Cuando Tamaki volvió con una jarra de un líquido blanquecino, dejé de reparar en ello y probé bocado del extraño revuelto. Su apariencia externa ocultaba un sabor intenso, e indescriptible. Su textura era como la de un revuelto de huevos, pero el sabor no era el mismo. Contenía, también, espárragos, jamón y champiñones, y un par de elementos que no conocía en un equilibrio perfecto. El orégano, y otros condimentos de los que no había oído hablar en mi vida le daban un buen punto final. Saboreé otra pinchada para determinarlo mejor. No, sin duda era algo que no había probado en mi vida.

- ¿Qué? ¿Qué opinas? - interrumpió el chico mis pensamientos - Merece el título de especialidad,

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¿no?

- Y tanto que lo merece - respondí, vertiendo un poco del líquido de la jarra a mi vaso - Por cierto, ¿qué es ésto?

- Refresco de piña - murmuró mientras devoraba el plato - Uno de mis favoritos. Pruébalo.

Di un ligero sorbo. A pesar de fluir libremente, conservaba todo el gas que debería, en su punto justo. El dulzor y el ácido de la piña se unían en su una perfecta armonía para no resultar ni empalagoso, ni demasiado fuerte. Rajaba la garganta, pero en el punto agradable de las bebidas gaseosas. Cuando me di cuenta había bebido todo el vaso de un trago.

- Vale, ya veo que te gusta - me sirvió algo más - Sí, en temas de cocina este lugar no tiene nada que objetar.

- Dijiste que esta mañana fue cuando te dieron la placa. Creía que llevabas aquí toda tu vida.

- Sí, pero hay dos motivos - respondió, llevándose un tenedor lleno a la boca. Al tragar, prosiguió - El primero es que, a no ser que haya un motivo de peso, nadie menor de dieciséis años puede serlo.

- ¿Dieciséis? Oh, ya veo.

- Hace unos meses que los cumplí. El trece de agosto, para ser más exactos.

- ¿Entonces? ¿Por qué has esperado hasta finales de Noviembre? ¿Algún examen de ingreso?

- No lo sé, cosas de mi hermano y Nagai. Querían esperar a algo en concreto.

Quise preguntar si ese "algo" era yo, aunque no lo hice, ya que aparecieron las chicas que estaban antes cenando en la terraza a saludar a Tamaki. Eran dos gemelas idénticas, que sólo se diferenciaban en su color de pelo. Una era morena, aunque de semblante pálido, mientras que la otra tenía el pelo del mismo color que Tamaki. Me saludaron, preguntándome si era nuevo y llamaron a Tamaki para hablar de algo. Yo, distraído en el postre, unas natillas de chocolate, con un sabor totalmente puro a cacao, no alcancé más que a oír mi nombre y algo de "Armando".

- Hasta luego - dijeron las chicas con dulzura.

- Venga, nos vemos, chicas - sonreía Tamaki mientras se volvía a sentar conmigo - Guapas, ¿eh? - me guiñaba.

- Bueno... - quise evadir el tema de las chicas. Ahora mismo Kyoko era la única chica que tenía en la cabeza - Qué ricas estaban las natillas, ¿eh?

- Sí, sí, muy ricas - me lanzó una mirada que me intentaba hacer sentir culpable, aunque sin éxito.

- ¿Y qué hacemos ahora? - pregunté, de nuevo, para evitar las indirectas.

- Bueno, ya una vez cenados hay un sitio que quiero que conozcas hoy. Lo demás puede esperar a mañana.

- A sus órdenes - respondí.

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Antes de marcharnos, llevamos las bandejas a un extraño montacargas que emanaba olor a fregaplatos. Supuse que sería el lavavajillas. De nuevo, me asombré de los avances tecnológicos de este lugar. Al salir del edificio, Sayuri nos lanzó un grito de "Hasta luego" desde la otra punta. Qué maja.

Volvíamos en dirección a nuestras habitaciones, aunque en casi total silencio. Tamaki murmuraba algo de una forma tan rápida que no alcanzaba a entender, y yo, como siempre, me veía sumido en mis pensamientos. Esta vez la duda que me asaltó fue la proposición de Nagai. ¿Olvido o un recuerdo doloroso? De nuevo, valoré ambas opciones. Quería ser recordado, pero no quería que sufrieran mi pérdida. Pero, más importante. ¿Cómo serían las cosas ahora? ¿Qué habría pasado durante estos tres días? ¿Habría una expedición policial buscándome? ¿Nadie me recordaría? Necesitaba preguntarle a alguien que supiera más del tema, pero la única persona que tenía cerca era Tamaki.

- Oye... - interrumpí las murmuraciones del chico - ¿Puedo preguntarte algo?

- Claro, por supuesto. ¿Qué pasa, tío?

- ¿Qué va a ser de los míos? Mejor dicho... ¿Qué es ahora mismo de los míos? Nagai dijo que podía elegir si quería el olvido o la muerte aparente.

- Normalmente, directamente se borran los recuerdos. Ahora que me dices eso - paró para pensar - no sé si es un borrado temporal o simplemente no lo han hecho. Creo que es lo primero. Y ya, según lo que elijas lo desharán o no.

- Pero... ¿Y mis cosas? ¿No será extraño para mi familia ver un cuarto más del que debería? ¿Y mis fotos con mis amigos?

- Sellado. Todo sellado. Está ahí, pero nadie puede acceder. Sé que te puede costar entenderlo, pero, hazme caso. Todo irá bien. No tienes por qué apresurarte en tomar una decisión. Tranquilo.

El chico me dio un abrazo con un par de palmaditas en la espalda, pidiéndome que no me preocupara. No estaba demasiado acostumbrado a esto, así que me pareció chocante. Pero aún más chocante fue el que me llamara amigo.

Amigo. ¿Qué significaba eso? ¿Cómo podía considerar amigo a alguien que conocía desde hace sólo unas tres o cuatro horas? Sobre todo, siendo yo una persona tan difícil. Sí, el chico parecía confiar en mí... como si realmente me conociera desde hace tiempo. Y hacía lo posible por ganarse mi aprecio. Le di una palmada en el hombro.

- Gracias - es lo único que le pude decir.

- Bueno, tío. Vamos a pasar antes de nada por nuestra habitación, quiero ducharme, ¿vale?

- Sí, me parece bien... Supongo que a mí también me haría falta - reí.

Tal y como hablamos, volvimos a la habitación. El primero en ducharme fui yo. No entendía

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cómo tenía que actuar por el Neocell, aunque Tamaki me aseguró que con quitarme la ropa era suficiente, que la placa era sumergible. Algún otro sistema limpiaría la ropa cuando la volviera a guardar, así que tampoco era demasiado problema eso.

Como todo lo que había visto hoy, la ducha era tecnológicamente muy avanzada. Tenía una gran multitud de botones, aunque yo solo llegué a utilizar el que permitía que el agua saliera caliente. Por una vez, necesitaba una sensación normal. Unos breves minutos bajo un chorro de agua calmaron un poco mi cabeza, tan atestada de dudas e incertidumbre. Abandoné la ducha y me sequé bajo un chorro de aire que no llegó a secarme del todo el pelo, pero sí el resto del cuerpo. Con una orden rápida me volví a vestir con la misma ropa de antes, que ya estaba de nuevo limpia, y me arreglé un poco el pelo.

Mientras esperaba a que Tamaki saliese de la ducha tomé la armónica. Sin pensar en ninguna otra cosa, toqué. La melodía hacía algo más dulce el ambiente, me ayudaba a no pensar en otra cosa más. Improvisé un blues algo más animado, lo que me hizo sonreír como un tonto. Cuando me quise dar cuenta, el correr del agua al otro lado de la puerta ya había cesado y el chico salía por la puerta con una camisa de color beige, con el cuello levantado.

- ¿No irás a salir así, no? - replicaba - Necesitas algo de estilo para salir por la noche.

- Sí, pero... - intenté excusarme.

- A ver, ¿qué ropa tienes? - preguntaba.

- Pues.. no lo sé... - confesé - ¿Ésta?

- Anda, dame tu comunicador - se lo entregué y empezó a presionar botones hasta que una pantalla holográfica se mostró sobre él - Veamos... Pues sí que tienes pocas cosas... Mira.

La pantalla mostraba el inventario de mi NeoCell. Aparte del uniforme y un par de prendas más, no tenía gran cosa.

- ¿Y ese símbolo de ahí? - pregunté, señalando a un símbolo junto al número 5000 - ¿Qué es?

- Tu dinero - respondió - Esto, al fin y al cabo, es un trabajo, ¿no?

- Sí, supongo. ¿Y hay aquí tiendas? - reparé en los edificios cerrados que vi antes.

- Sí, si quieres mañana damos una vueltecilla. Pero bueno, vámonos ya. Creo que con lo que tienes algo podrás hacer.

Hice caso y cambié mi camiseta por una de color rojo apagado y la chaqueta por una camisa de color negro que dejé abierta por encima. Perfecto. Salimos del cuarto y cruzamos a través del parque, en el que pude ver una pareja mirando feliz hacia las estrellas. Oh, qué monada.

El edificio al que entramos era visualmente distinto a los demás. Un pequeño letrero

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iluminado anunciaba el nombre del lugar, aunque no le presté demasiada importancia, ya que la fachada tenía un estilo, aunque metálico también, algo más "clásico", respecto a lo que solía ver en Dokuso. Para empezar, las ventanas eran pequeñas y de marcos gruesos. La puerta se abría alrededor de un eje de bisagras, no hacia arriba, como las demás.

La sensación que me llevé al entrar no pudo ser mejor. Era un lugar de decoración rústica, con las paredes forradas en madera oscura. La barra tenía unos taburetes tapizados en cuero, al igual que las mesas que estaban junto a las paredes. Era un lugar algo pequeño, pero acogedor y la música que había estaba en el justo punto para entretener y poder mantener una conversación sin tener que gritar más de la cuenta.

No había demasiada gente en ese momento. Sólo un hombre en la barra y uno más al otro lado. El cliente se marchaba según llegamos, así que sólo quedábamos nosotros tres. Reparé entonces en el hombre que se encontraba atendiendo la barra. Era un tipo algo mayor, de, al menos, cuarenta años, moreno, con el pelo oscuro, no demasiado largo, pero tampoco corto. Llevaba gafas de pasta que le hacían parecer algo más joven, así como una camisa de color rojo, con un chaleco por encima y una corbata oscura.

- Buenas noches, Armando - saludó Tamaki - Éste es Keitsuke, el nuevo.

- Hola, Tamaki - respondió el hombre - Hola a ti también, Keitsuke.

- Encantado - respondí - Bonito local.

- ¿Sí? - rió - Siempre pensé que este sitio necesitaba un poco de distinción. Bueno, ¿qué va a ser?

- Para mí un refresco - pidió Tamaki - Sorpréndeme con cuál.

- Yo quiero un café - y, al ver la cara sorprendida del chico, añadí - Con leche, que es demasiado tarde.

- ¿Tomas café por la noche? - gritó estupefacto Tamaki.

- Algo que tenemos en común - rió sonoramente Armando ante mi asentimiento - Por fin alguien que hace lo mismo. Esta vez invita la casa.

El hombre se dirigió hacia la máquina de café. Una máquina totalmente normal, como las que solía ver en las cafeterías de donde vivía. Era bueno ver algo hecho por los métodos de siempre. Calentó una taza con algo de leche y dejó el líquido caer al recipiente. Le hizo un poco de espuma con vapor y espolvoreó un poco de cacao y canela sobre ésta. Acto seguido, se sirvió un café oscuro y tomó un botellín de refresco para Tamaki. Reparé en un cartel que había en una repisa.

"Prohibido fumar. Estropea la fragancia del café."

- Sabias palabras, sin duda. - señalé al cartel.

- Sí, hay gente que no comprende que el aroma es parte de la degustación de un café.

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- Lamento interrumpir el momento cafetero -interrumpió Tamaki -, pero, Armando, ¿has visto a las chicas?

- ¿Selene y Luna? - preguntó - No, no las he visto. ¿Has quedado con ellas?

Mientras Tamaki y Armando seguían en su conversación, yo me llevé la taza a los labios. Estaba algo caliente, pero el sabor era más que destacable. La espumosa capa de leche agitada se disolvía en el paladar, dejando un regusto a cacao, mientras que el café bajaba de una forma cálida por la garganta.

- ...El mejor café que he probado - susurré, sin prestar atención a la otra línea de conversación.

- Para algo soy el experto, ¿no? - fanfarroneaba Armando, mientras tomaba un sorbo de su taza - Oh, mira quién entra por la puerta.

Las dos chicas que nos encontramos antes entraban por la puerta. La del pelo oscuro, Luna, por lo que decía Tamaki vestía de una forma ligeramente picante, mientras que la del pelo más claro, Selene, vestía de una forma más elegante. Para cuando llegaron, ya me había acabado el café, así que pedimos una ronda de (para mí) extraños refrescos y nos sentamos en una de las mesas de la pared, dejando a Armando haciendo algo con unos papeles, no sin antes recibir un consejo: "Cuidado con este buitre".

- Keitsuke, ya te hablé hace un momento de ellas, pero hay que mantener los formalismos. Selene y Luna.

El resto de la noche fue entretenido. La conversación con las chicas llegaba a ser interesante y era bastante divertido ver a Tamaki intentar ligar con las chicas con poco éxito. Tras la primera ronda, Armando se unió a charlar con nosotros, hasta que llegaron otros clientes y tuvo que ir a atender la barra. Por un momento, logré distraerme de todos mis problemas y reírme, con una falsa sensación de amistad. Bueno, no del todo falsa, me empezaba a sentir cómodo en este lugar.

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