Sekai - Capítulo 3 (Hanako)

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1 Capítulo Tercero: Hanako. Kyoko me agarraba la mano. Paseábamos por el parque después de clase. Un hombre paseaba a su perro. La chica se encaramó a mi brazo, asustada por el can. Takuya se reía, desde detrás, insinuándonos que fuéramos pareja. Me giré para criticarle, pero se me escapó una risa. Abrí los ojos. Las alegres imágenes del parque sólo dejaban la metálica oscuridad de esta habitación. La sonrisa que tenía en mis sueños se vio reemplazada rápidamente por una mueca a medio camino entre añoranza y tristeza. A mi derecha, un chico dormía a pierna suelta. Había tenido una noche movida. Me desperté varias veces hasta que por fin pude conciliar definitivamente el sueño, pero no durante demasiado tiempo. Sólo eran las siete de la mañana. Rodé un poco en la cama, en busca de respuestas a mis latentes dudas. Pero sólo encontraba más preguntas. ¿Qué haría hoy? ¿Qué cambios más experimentaría mi vida? ¿A quién más iba a conocer? ¿Qué tendría que hacer ahora? Supuse que lo primero que debía hacer era darme una ducha. Me ayudaría a despejarme. Fui a la ducha y me guardé mi pijama en el Neocell. Esta vez decidí juguetear con los botones, aunque con resultados casi devastadores. Un chorro a presión casi me hace perder el equilibrio, hice que el agua saliera con fragmentos de hielo... ¿A quién se le ocurriría meter ésto? Poco a poco descubrí el funcionamiento. La primera fila regulaba la presión y flujo de agua, la segunda la temperatura y estado del agua (el vapor resultó ser bastante agradable, si no lo mezclabas con agua abrasadora) y la tercera incluía en el agua fragancias y sales, algunas relajantes y otras más excitantes, como una buena taza de café bien cargado. Me decidí por una función que proporcionaba chorros de agua desde todas las direcciones y aroma a frutas silvestres. No sé cuánto tiempo me tomé dentro, pero supe que era hora de dejarlo cuando las manos se me empezaban a arrugar. Me sequé a prisa y me vestí de una forma simple: unos vaqueros y una camiseta. Mientras me desenredaba el pelo (cosa fácil, gracias a un extraño líquido de consistencia viscosa y color rosado), pensaba en qué hacer. Mi primera idea fue despertar a Tamaki, aunque la descarté rápido, ya que no sabía si iba a ser tan buena idea. Decidí entonces tomar algo, ya que necesitaba mi café matutino. Abandoné la habitación y me dirigí hacia la pequeña cafetería de Armando, al otro lado del parque que había a los pies del bloque de dormitorios. Me sorprendí al encontrar a Selene y a Luna sentadas en un columpio, pero lo que más me llamó la atención fue verlas vestidas con un uniforme algo atípico, como si fuera de un instituto, aunque, de una forma algo extraña. La parte de arriba era una camisa de color negro con algunas cremalleras de dientes grandes y unos bolsillos anchos a la altura de la cadera. La de abajo era una falda de color blanco con dos rayas verticales a cada lado. También llevaban una corbata de color blanco y unas botas de cuero altas. Sekai – Capítulo Tercero - Hanako © Habimaru '09-10. http://habimaru.co.cc

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Supuse que lo primero que debía hacer era darme una ducha. Me ayudaría a despejarme. Fui a la ducha y me guardé mi pijama en el Neocell. Esta vez decidí juguetear con los botones, aunque con resultados casi devastadores. Un chorro a presión casi me hace perder el equilibrio, hice que el agua saliera con fragmentos de hielo... ¿A quién se le ocurriría meter ésto? Sekai – Capítulo Tercero - Hanako © Habimaru '09-10. http://habimaru.co.cc 1

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Capítulo Tercero: Hanako.

Kyoko me agarraba la mano. Paseábamos por el parque después de clase. Un hombre paseaba a su perro. La chica se encaramó a mi brazo, asustada por el can. Takuya se reía, desde detrás, insinuándonos que fuéramos pareja. Me giré para criticarle, pero se me escapó una risa.

Abrí los ojos. Las alegres imágenes del parque sólo dejaban la metálica oscuridad de esta habitación. La sonrisa que tenía en mis sueños se vio reemplazada rápidamente por una mueca a medio camino entre añoranza y tristeza. A mi derecha, un chico dormía a pierna suelta.

Había tenido una noche movida. Me desperté varias veces hasta que por fin pude conciliar definitivamente el sueño, pero no durante demasiado tiempo. Sólo eran las siete de la mañana. Rodé un poco en la cama, en busca de respuestas a mis latentes dudas. Pero sólo encontraba más preguntas. ¿Qué haría hoy? ¿Qué cambios más experimentaría mi vida? ¿A quién más iba a conocer? ¿Qué tendría que hacer ahora?

Supuse que lo primero que debía hacer era darme una ducha. Me ayudaría a despejarme. Fui a la ducha y me guardé mi pijama en el Neocell. Esta vez decidí juguetear con los botones, aunque con resultados casi devastadores. Un chorro a presión casi me hace perder el equilibrio, hice que el agua saliera con fragmentos de hielo... ¿A quién se le ocurriría meter ésto?

Poco a poco descubrí el funcionamiento. La primera fila regulaba la presión y flujo de agua, la segunda la temperatura y estado del agua (el vapor resultó ser bastante agradable, si no lo mezclabas con agua abrasadora) y la tercera incluía en el agua fragancias y sales, algunas relajantes y otras más excitantes, como una buena taza de café bien cargado. Me decidí por una función que proporcionaba chorros de agua desde todas las direcciones y aroma a frutas silvestres.

No sé cuánto tiempo me tomé dentro, pero supe que era hora de dejarlo cuando las manos se me empezaban a arrugar. Me sequé a prisa y me vestí de una forma simple: unos vaqueros y una camiseta. Mientras me desenredaba el pelo (cosa fácil, gracias a un extraño líquido de consistencia viscosa y color rosado), pensaba en qué hacer. Mi primera idea fue despertar a Tamaki, aunque la descarté rápido, ya que no sabía si iba a ser tan buena idea.

Decidí entonces tomar algo, ya que necesitaba mi café matutino. Abandoné la habitación y me dirigí hacia la pequeña cafetería de Armando, al otro lado del parque que había a los pies del bloque de dormitorios. Me sorprendí al encontrar a Selene y a Luna sentadas en un columpio, pero lo que más me llamó la atención fue verlas vestidas con un uniforme algo atípico, como si fuera de un instituto, aunque, de una forma algo extraña. La parte de arriba era una camisa de color negro con algunas cremalleras de dientes grandes y unos bolsillos anchos a la altura de la cadera. La de abajo era una falda de color blanco con dos rayas verticales a cada lado. También llevaban una corbata de color blanco y unas botas de cuero altas.

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- ¡Hey! ¡Keitsuke! - me saludaba la chica del pelo blanco, cuando reparó en mi presencia.

- ¡Hola! - respondí - ¿Qué tal, Selene? ¿Y tú, Luna? No os veía desde antes de ayer.

- Sí, es cierto... ¿Dónde os metísteis ayer? - reprochaba Luna.

- Bueno... Domingo... - murmuraba - Ya sabes... de descanso - me excusaba.

A decir verdad me había pasado el día echando combates de robots y probando los ordenadores. Bastante potentes, opinaba. Averigué un poco más sobre la red aquí. Podía acceder a Internet de cada universo, mediante un sistema que no alcanzaba a entender. Pude entrar en la red de Dokuso y, efectivamente, todo rastro de mi persona estaba totalmente desaparecido, desde mis cuentas en redes sociales, hasta mis aportaciones, pasando por mis personajes en juegos de rol masivos. Aunque sabía que mi Cazador a nivel 99 no era lo que me importaba.

Lo que me importaba era... Introducí los nombres de Takuya y Kyoko. Tamaki me paró, antes de darle a "buscar".

- No lo hagas, Keitsuke - me pidió Tamaki - En primer lugar no te debería haber dejado acceder a esa red, pero, esto no lo hagas.

- ¿Por qué? - pregunté, intentando soltar la mano que me agarraba - Sólo quiero saber cómo están mis amigos. Sólo quiero saber... cómo se sienten.

- No quiero que lo veas. No quiero que sepas cómo es su vida sin ti. No creo que estés preparado para saberlo - tecleó unos comandos en el ordenador - Lo siento. Lo hago por ti - miró hacia otro lado.

Supongo que era algo por lo que darle las gracias. Pero, en ese momento, mi sangre fría se alteró y me fui de la habitación, para ir al tejado del bloque. Con la brisa revoloteándome el pelo, intenté entrar un poco en razón. ¿Qué podría haber pasado allí? Por el tono en el que me hablaba, no parecía saberlo, aunque sabía que seguramente no fuera algo nada bueno. ¿Debería disculparme? ¿Debería exigirle explicaciones?

Apareció entonces con un par de latas de refresco y una dulce sonrisa a mis espaldas. Al girarme, se disculpó.

- Lo siento. Era lo que tenía que hacer. Espero que me comprendas. Lo siento mucho - le temblaba la voz.

- Lo siento yo. Es algo que no debería saber - le di un trago a la lata - Manzana ácida.. qué rico.

- ¿Quieres quedarte hablando de algo o prefieres bajar ya?

- No lo sé - respondí mientras me acababa la lata - No se me apetece demasiado compartir mi

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historia, pero el susurro del viento es agradable aquí.

- Venga, tío, bajemos. Tengo algo para ti en disculpa. ¿Te parece? - bebió un poco de su refresco.

- ¿Puedes esperar un rato? - estrujé la lata - Necesito un poco de tiempo para relajarme.

- Bueno, colega, como veas. Te espero abajo.

No me percaté de las vistas hasta ese momento. El parque se veía distinto de día. Más alegre que el nocturno, pero tomando la alegría a cambio de parte de la belleza nocturna. Unos niños jugueteaban en los columpios. Sonreí, recordando cuando no tenía más preocupación que esa. Armando reparó en mi presencia mientras desplegaba un par de mesas a la zona exterior de su cafetería y me saludó, con un leve gesto con la mano. Desde este lugar se respiraba una gran tranquilidad. Tomé la armónica de mi bolsillo y entoné un par de notas, hasta que me di cuenta de que los chicos del parque habían parado de jugar sólo para mirar boquiabiertos el foco musical. Sonreí.

Volví a la habitación, donde estaba Tamaki, esperándome. Señalaba a uno de los cuadros de la pared que antes estaban vacíos. El nuevo contenido me sorprendió: una imagen en la que aparecíamos Takuya, Kyoko y yo. La pose era bastante natural como para estar posada, pero no recuerdo ninguna imagen en ese momento. Estábamos los tres juntos tomando un café en mi casa, sonriendo. Takuya hacía una seña extraña con la mano y yo miraba a Kyoko, pasándole la mano por el pelo. Ella sólo sonreía.

- Es muy guapa - rompió el silencio - ¿Era tu novia?

- ... - no sabía qué responderle - No, no lo era. Y ya, no lo será nunca.

- Lo siento... - miró hacia el otro lado - No lo sabía... ¿Y ese otro chico?

- Es Takuya, mi mejor amigo... - susurré - Y ella se llama Kyoko. Bueno, supongo que antes habrás leído sus nombres.

- Vaya... Si te hace sentir mejor, intentaré suplir su lugar lo mejor que pueda - y, tras un largo silencio, añadió - Perdona, ¿he dicho algo malo? Quizá lo de "suplir su lugar" no haya quedado demasiado bien...

- No te preocupes - le contesté - Te he entendido. Muchas gracias.

- ¿Quieres hablar de ellos? Yo te escucho...

- No, no te preocupes... No se me apetece ahora mismo.

- Pero yo llamé a Tamaki - se quejaba Selene, despejándome de mi recuerdo - Agh - miraba enfurecida.

- Perdonad, si fuera por mí no lo hubiera hecho - y añadí, pensativo - Pero... No tenéis mi número, ¿verdad?

- ¿Número? - me miró extrañada - Anda, déjame tu comunicador - lo tomó y lo acercó al suyo

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propio y al de su hermana, provocando sendos chispazos - ¡Listo!

- Ya te llamaré - me indicó la otra chica.

- Por cierto, ¿qué hacéis aquí a esta hora? No son aún las ocho - pregunté.

- Estamos esperando para entrar a clase - respondió, Selene, sonriente - ¿No ves nuestros uniformes? - giró de una forma un poco infantil para que lo viera.

- ¿Clase? Creía que érais de la quinta de Tamaki.

- No, este es aún nuestro último año de instituto. Quizá no te lo parezca, pero tenemos quince años.

Me explicaron un poco el sistema educativo, que no me quedaba especialmente claro. Hasta el año en el que cumples los dieciséis, la educación es obligatoria. Después de eso puedes optar por seguir teniendo íntegramente formación, conseguir un empleo, o trabajar para Sekai. Supongo que eso ya no era una elección para mí. También descubrí que, junto a los entrenamientos de combate, misiones y similares, tendría que tomar alguna que otra clase intensa para ser formado.

- Y vosotras... ¿Qué pensáis hacer?

- No lo hemos decidido completamente, pero por el momento nuestra intención es ir para Sekai, al departamento de Defensa.

- ¿Defensa? - pregunté - ¿Departamentos?

- Parece que aún no te has enterado de todo lo que deberías - rió Luna, jugueteando con su pelo oscuro - No te has leído el libro, ¿eh?

- ¿De qué libro me hablas?

- El libro de Sekai - me sonrió - Ese libro que le dan a todos los forasteros.

- Ah, ese libro - recordé aquel extraño libro que no pude llegar a leer - Sí, creo que debería hacerlo.

- Y, por cierto, ¿tú donde ibas, Kei? - me resultó algo chocante que Selene me llamase así - Es extraño que te levantes a estas horas, podrías quedarte durmiendo - bostezó.

- Yo sólo venía a tomarme un café a lo de Armando.

Ding dang dingDing dang ding

Sonreí recordando las campanas de mi instituto. Las chicas se despidieron rápido, quejándose de que se habían entretenido y salieron corriendo hacia el edificio de Sekai, donde me figuré que se impartirían las clases.

Yo, por mi parte me acerqué a la cafetería. Nada más abrir la puerta, la fragancia del café me llamaba.

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- Buenos días - alargué la primera sílaba, pareciendo algo alegre.

- ¿Qué hay, Keitsuke? - y, tras mirarme de arriba abajo añadió - ¿Qué te trae por aquí tan temprano?

- Café matutino... - susurré.

- No me engañes - me reprochó - Es evidente que algo te trae abajo. Si quieres algo, yo te escucho.

- Por ahora, lo único que se me apetece es un café, pero gracias - contesté, sorprendido de su capacidad para ver detrás de la fachada de la gente. Supuse que es algo que se aprende al tratar con tantos clientes - ¿Qué me recomiendas para hoy?

- Para ese ánimo tan bajo... - vaciló durante un breve instante, girando una taza sobre la barra - ¡Nada mejor que mi capuccino especial! Sí, eso estaría bien.

- A tu criterio, Armando - le sonreí.

Se dirigió a servirme y atender otros pedidos. Oteé un poco el recinto, pude ver unas veinte personas. Parecía que el local tenía éxito. Tanto personas uniformadas (probablemente de Sekai) como gente vestida de una forma más normal, incluso algún que otro individuo trajeado. Sin duda, era un negocio diurno, comparado con lo que se podía ver en la anterior ocasión que estuve.

Una chica de piel bronceada y un largo cabello rizado y oscuro atendía por la otra parte de la cafetería. Era la primera vez que la veía por aquí, aunque, era lógico que alguien más acompañase a Armando en la gestión. Algunos alumnos se marchaban, alarmados por la hora, en un intento bastante fallido de no llegar tarde a clase, mientras que otras personas se marchaban más tranquilamente, intercambiando saludos con las que entraban.

- Un lugar concurrido a estas horas, ¿eh? - me preguntó el hombre, alzándose las gafas con su dedo índice y señalando a la taza que había puesto frente a mí.

- Bastante, si te digo la verdad - miré hacia los lados - Buena calidad y buena situación - probé el café, de un intenso, aunque dulce sabor y le entregué el Neocell - Oh, anda, cóbrate. Buen café, por cierto.

- ¿Acaso esperabas otra cosa de mí? - rió sonoramente - Bueno, cuéntame... ¿Qué te trae por aquí a la hora de los estudiantes y trabajadores? Creía que tenías algo más de tiempo para dormir.

- Tiempo, sí. Ganas... no demasiadas - sorbí algo melancólico el café.

- Es duro - dijo con seriedad - Pero los cambios no siempre son malos. He visto a mucha gente aquí que ha pasado por lo mismo y... no han acabado mal - sorbió de una taza de café negro - Y tú no vas a ser una excepción.

- Yo, Armando... Soy la excepción. Siempre lo he sido y no entiendo por qué esta ocasión sería distinta.

- Las excepciones no existen. Quizá varíe el camino, pero el resultado será el mismo. No olvides mis palabras - se giró a atender a otro cliente.

El resultado sería el mismo. ¿Cómo podía afirmar eso? ¿Cómo podría ser más feliz alejado de mi vida? ¿Cómo podría, directamente, soportarlo? De un trago, despejé el fondo de la taza.

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Cuando volví a mirar, a mi lado estaba sentado Tamaki.

- Hey, hola - saludó - Deberías haberme llamado, tío.

- Debería - respondí - Pero no sabía si debía molestarte.

- Total, tampoco me importa demasiado. Armando, uno con leche, por favor.

- ¡Marchando! - gritó desde la otra punta del local - ¿Algo más para ti, Keitsuke?

- ¡Vale, ponme otro! - y, tras pedir, volví a la conversación con Tamaki.

- A decir verdad, me han despertado - resopló - Kiyomi nos llamaba al edificio central. Parece que hay alguna nueva importante.

- Entonces... ¿Qué haces aquí? - pregunté, algo extrañado.

- Supuse que te encontraría aquí. Y, además, la noticia debería poder esperar... al menos al desayuno... O eso dijo, que nos tomáramos nuestro tiempo... - suspiró - Si es que a estas horas no soy persona.

Armando nos sirvió el café, sendas tazas de cremoso café con leche y un punto de canela, y se quedó un rato conversando con nosotros, después de cobrar.

Beep, beep.Beep, beep.

El comunicador emitía un sonido taladrante. Me lo enganché a la oreja derecha, como había visto a Tamaki hacer en otras ocasiones y presioné el botón.

- ¿Sí? - respondí a la llamada.

- Hola, Keitsuke - se escuchaba la grave voz de Nagai al otro lado de la línea - No sé si Tamaki ya te lo habrá dicho, pero necesitamos que vengáis lo antes posible al edificio principal. Ya está aquí.

- ¿Qué? ¿Que ya está aquí? ¿Quién? - pregunté sin tener ni la más mínima pista de lo que oía.

- Os daré los demás detalles en persona. Hasta ahora - cortó la comunicación.

- Pues... - me dirigí al chico de pelo plateado - Parece que nos reclaman.

- Qué latazo... - sorbió lo que le quedaba de desayuno y se levantó - Venga, vamos... ¡Nos vemos, Armando!

- Hasta luego - le dije en un tono apagado.

- Ten en mente lo que te dije - me recordó - Hasta luego.

Caminamos hacia el edificio sin intercambiar palabra, probablemente porque andaba de nuevo sumido en mis pensamientos. Armando tenía algo de razón... Podría sacar algo provechoso de esta experiencia tan extraña. Podría darle ese impulso que necesitaba mi aburrida vida. Podría ser

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alguien más que un estudiante que sólo hacía lo que tenía que hacer. Además... Los avances tecnológicos y científicos aquí eran mucho más pronunciados que en el lugar de donde provengo.

Pero... Me asustaba el cambio. Me asustaba el haber estado un día riendo con mis amigos y al siguiente metido en un mundo que no conocía. Me asustaba faltar.

- Ya hemos llegado - me interrumpió los pensamientos Tamaki - ¿Quieres que te dé una vueltecilla por el edificio antes de ir a ver a Nagai? No tardaremos mucho.

- Como quieras... -susurré desanimado mientras cruzábamos el umbral.

- Esto es la primera planta - miró alrededor - Es donde se dan las clases obligatorias - suspiró - Cuántos años habré pasado aquí yo.... En la segunda planta se imparten las clases avanzadas para los que quieren seguir formándose.

- Comprendo - respondí mientras subíamos al ascensor. Se trataba de un ascensor de cristal, hallado en la parte derecha del edificio, desde el que de podía ver tanto el interior como el exterior de éste.

- La tercera planta es la que hace las funciones de ayuntamiento - remarcó - Donde se gestiona el papeleo y todas esas cosas - el ascensor comenzó a acelerar hasta el punto de llegar a marear un poco - Aquí, en la décima, para el ascensor. Es donde comienzan las facultades del organismo de Sekai.

Seguimos caminando un poco hasta llegar a un mostrador en el que una chica nos saludó. Tamaki nos identificó y nos permitió el paso a la otra parte de la habitación. Antes de cruzar, reparé en algunas personas sentadas, esperando ser atendidas.

- Ah, esos... - Tamaki me miró - Son nuestros clientes.

- ¿Clientes? - pregunté.

- Claro, alguien nos tendrá que pedir que llevemos misiones a cabo - tras una pequeña pausa, añadió - No sólo de emergencias, problemas y guerras vivimos, también tenemos que echar una mano en los problemas de los universos.

- ¿Problemas? ¿Como cuáles? - pregunté con curiosidad. Definitivamente, debería leer el libro.

- Alguna que otra batalla entre universos, sin llegar a declararse como guerra, algún que otro reducto rebelde, descontrol de algún laboratorio de inteligencia artificial o monstruos, vigilancia, protección de alguien, et cétera.

- Comprendo... - susurré, mientras nos desplazábamos hasta un segundo ascensor.

Subimos algunas plantas, esta vez no estaba seguro de cuántas, ya que este ascensor estaba algo más cegado que el anterior. Al abrirse la puerta del ascensor, se comenzaba a vislumbrar una habitación con muchas pantallas de ordenador, que Kiyomi y Natsume manejaban realizando gestos con las manos. Nagai se encontraba sentado en el mismo escritorio leyendo un documento. Las paredes tenían aún más pantallas, aunque una de ellas estaba totalmente ocupada por una ventana grande, aunque tintada de color negro. Apoyado frente a ésta, había un expendedor de bebidas y

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algo de comer, así como un sofá en el que se veía una chica dormida tapada con una manta. La decoración parecía algo extraña para lo que estaba acostumbrado a ver. Un estilo muy clásico, con columnas en las esquinas, aunque casasen de una forma u otra con la estética tan metálica del lugar.

- Os estábamos esperando - nos reprochó Natsume, quitándose un guante de la mano.

- Perdonad el retraso - canturreaba Tamaki - Sin mi desayuno no soy persona - sin duda, tenía confianza, teniendo en cuenta el puesto de las personas con las que hablaba.

- Lo siento - me disculpé - Fue mi culpa, estuvo enseñándome un poco el edificio y por eso nos entretuvimos. Espero que no haya causado muchas molestias.

- No hay demasiado problema - respondió Nagai en un tono solemne.

- ¿Y para qué se nos llamaba? - preguntó Tamaki, sentándose en un sillón.

- Ya tenéis tercer miembro para vuestro equipo.

- Hanako, despierta - susurraba Kiyomi al otro lado de la sala - Despierta...

La chica que estaba dormida en el sofá comenzó a abrir los ojos. Sus iris azules, en contraste con su rojo cabello, que le caía hasta algo más arriba que los hombros, se empezaban a ver según se alzaban los párpados. Adormilada, sonrió. A pesar de estar algo despeinada y con cara de aún dormida, parecía una chica muy guapa. Se pasó con gracia las manos por la cara para despejarse y, con una cálida voz, susurró.

- Deberíais haberme despertado antes - bostezó - Bah, menudo día. Tanto viaje para venir aquí, y mis compañeros me conocen dormida.

- No es para tanto - rió Kiyomi - Estás muy mona recién levantada. Estos son Keitsuke y Tamaki. Ya te hablé de ellos mientras veníamos.

- Así que este es el tal Keitsuke... - susurró llevándose un dedo a los labios. Y este es Tamaki - señaló a mi compañero - No se parece tanto a su hermano...

- A partir de ahora trabajaréis los tres juntos - interrumpió Nagai - Espero que los tres os llevéis bien y haya mucho compañerismo entre vosotros. Al menos, hemos intentado encontrar un grupo afín. Confío en que las cosas saldrán bien - se alzó las gafas y sonrió.

- Tendréis un día más de descanso - indicó Natsume -, para empezar a conoceros un poco más y para que Keitsuke y Hanako aprendan un poco más cómo funciona ésto. Mañana, nos vemos aquí temprano para iniciar vuestra formación. Se os asignará un mentor que os instruya en combate y decidiréis vuestra formación intelectual.

- Oh, un mentor - susurró Tamaki, algo pasivo - A que adivino quién es.

- ¿Alguna última pregunta?

- Sí - respondí - ¿Hay alguna decisión que deba tomar al respecto de la futura formación?

- Keitsuke - sonreía Natsume - Sabemos cuál es tu especialidad, tranquilo. Tendrás que saber un poco de todo, pero sé qué rama elegirás, queramos o no.

- De acuerdo. Eso es todo. Gracias.

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- Y con esto - concluyó Nagai - damos por terminada esta reunión. Si tenéis algún problema, podéis contactar con nosotros mediante el comunicador.

Abandonamos los tres la sala y, entonces reparé en el cuerpo de la chica, hasta entonces tapado con una manta. Era una chica bastante alta, casi tanto como yo, un poco más que Tamaki. Vestía un uniforme con chaqueta, pantalones cortos y una chaqueta abierta, similar a la nuestra, por encima de una camiseta con cuello de pico. El estilo general, de todas formas, recordaba bastante al de nuestros uniformes.

Tamaki susurró a mi oído algo como "Dios, qué buena está", a lo que le respondí con una sonora colleja, que se vio seguida por muchas risas de nuestra parte. La otra chica, aunque algo extrañada, pulsó el botón del ascensor para bajar y sólo sonrió.

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