SEMBRANDO EN EL DESIERTO: LAURA MELISSA SÁNCHEZ …
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SEMBRANDO EN EL DESIERTO:
PONDORES, TERRITORIO DE PAZ
AUTOR:
LAURA MELISSA SÁNCHEZ CAICEDO
Trabajo de Grado para optar por el título de
COMUNICADORA SOCIAL
CAMPO PROFESIONAL: PERIODISMO
DIRECTOR:
Germán Ortegón Pérez
Pontificia Universidad Javeriana
Facultad de Comunicación y Lenguaje
Comunicación Social
Bogotá
2019
ARTÍCULO 23
“La Universidad no se hace responsable por los conceptos emitidos por los alumnos en sus
trabajos de grado, solo velará porque no se publique nada contrario al dogma y la moral
católicos y porque el trabajo no contenga ataques y polémicas puramente personales, antes
bien, se vean en ellas el anhelo de buscar la verdad y la justicia”.
Dedicatoria y agradecimientos
A Colombia, sus colores, sus sabores y su gente, quienes merecen ser resignificados y
redignificados en cada uno de nuestros actos.
A quienes creen en la transformación de este país, a quienes me inspiran con su lucha, resistencia y
sentido de humanidad.
A Pondores, por sus sonrisas y momentos inolvidables, por ver la vida con sentido, entrega y
pasión.
Al camino, porque entre sus aciertos y tropiezos siempre ha sabido ponerme en los momentos,
lugares y junto con las personas que necesito en la vida.
A mis padres que son mi luz y mi ancla en todo momento, por quienes quiero ser la mejor versión
de mí día tras día, y de quienes saco las fuerzas que cuando la vida se pone ruda. A ellos mi
admiración, respeto y amor infinito.
A mis guardianes de cuatro patas: Krystal, Ventura y Moscú, por enseñarme la fuerza del amor y de
la nobleza en la mirada.
A los incondicionales: Alejandra, Valentina, María Lucía, Mateo, Henry, Julián, Carlos, Nicolás,
Alejandro, Leonardo, Ricardo, Andrea, y Sory por creer en mí como persona y como profesional,
porque en sus palabras siempre encontré tranquilidad, cariño y ganas de continuar.
A Buenaventura que me enseñó de fortaleza y dignidad, me enseño que ¡el pueblo no se rinde,
carajo!, y así mismo tampoco yo lo haré con mis sueños.
Y finalmente, a quienes creyeron en este proyecto, porque lo amaron y lo acompañaron de principio
a fin.
A todos ustedes les dejo este pedacito de mí, y esta reflexión: "La mirada aguda y crítica de la
realidad devela la injusticia y fortalece el deseo de transformación".
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TABLA DE CONTENIDO
Pág.
INTRODUCCIÓN…………………………………………………………………. 2
I. Categorías orientadoras. ……………………………………………………. 7
Construcción de paz………………………………………………………… 7
Reintegración. ………………………………………………………………. 8
II. El camino hacia el desierto: una metodología para campo. ……………….. 10
III. ¿De dónde sale la mano que siembra? ……………………………………… 14
Firma definitiva de la paz e inicio de la reincorporación civil……………… 16
IV. Pondores, La Guajira: el desierto donde sí se siembra…………………..…. 19
Proyectos productivos en Pondores……………………………………….. 24
V. Conclusiones. ……………………………………………………………… 25
VI. Bibliografía…………………………………………………………………..28
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INTRODUCCIÓN
La firma del Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una
Paz Estable y Duradera (2016), entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC-EP,
es en definitiva un hito en la historia de nuestro país. Ello significa que toda realidad que de
allí se desprenda es, desde entonces y hasta el día de hoy, objeto de muchas investigaciones
académicas, cubrimientos mediáticos y productos en la industria cultural (películas,
documentales, plataformas transmedia, galerías de arte y fotografía, entre otras).
Así pues, este trabajo de grado busca aportar de manera positiva a dichas investigaciones
desde el periodismo, y más puntalmente, desde la producción audiovisual. Desde el inicio de
la investigación hasta el desarrollo final del proyecto, se tuvo tres horizontes muy claros:
entender algunas de las reconfiguraciones sociales que han surgido a raíz del Acuerdo Final,
deconstruir estereotipos, y resaltar la importancia de acercarse a las realidades territoriales
del país. Bajo estas premisas surge la iniciativa de investigar cómo ha sido el tránsito a la
vida civil -o lo que más adelante se entenderá como proceso de reincorporación- para los
excombatientes de las FARC-EP.
El problema que inspira el presente proyecto de grado no es más que la falta de visibilidad
que como sociedad civil, como medios de comunicación y como todo un país, le hemos
estado dando a las personas que están detrás de procesos tan importantes como lo son la
dejación de armas y la reincorporación a la vida civil. Esta falta de visibilidad fue motivo
suficiente para querer darle voz y rostro a quienes están viviendo los cambios más radicales
de este proceso: los excombatientes; personas que por décadas no conocieron otra realidad
más allá de la guerra.
En este sentido, la pregunta-problema que animó la presente investigación es la siguiente:
¿Cómo ha sido la transición de los excombatientes de las FARC-EP, del ETCR de Pondores,
a la vida civil? Y en adicción a esta, se suman los siguientes interrogantes: ¿cómo podemos
contribuir a la recolección de este tipo de información desde las Facultades de Comunicación
Social?, ¿cómo seleccionar un tema que sea trascendente frente a una realidad “tan
investigada”?, ¿cómo crear un producto narrativo que aporte positivamente a la realidad del
país?
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Esta investigación se desarrolla a partir del estudio de caso de la vida cotidiana de los
excombatientes que fueron ubicados en el Espacio Territorial de Capacitación y
Reincorporación (ETCR) Amaury Rodríguez, localizado en la zona veredal de Pondores, La
Guajira.
De esta experiencia en campo nace Sembrando en el desierto: Pondores, territorio de
paz, un documental periodístico que busca exponer, a través de un multirelato, los esfuerzos
que hombres y mujeres, excombatientes de las FARC, están haciendo por reincorporarse a la
vida civil y por aportar desde sus capacidades a la construcción de una sociedad en paz. Aún
cuando las condiciones en las que viven les exige sobreponerse constantemente las
dificultades que el proceso en sí ha significado para ellos.
El título del documental se muestra como una contradicción en sí misma, pues bien se
sabe que en las condiciones áridas de un desierto las probabilidades de sembrar son mínimas.
Por eso mismo representa la ironía perfecta que se desprende de las condiciones de vida en
las que se encuentran los excombatientes de las FARC (que, en este caso, paradójicamente,
se ubican en una de las zonas más áridas del país: La Guajira), pues las probabilidades de
crecer, surgir y vivir con dignidad son, sin duda, mínimas.
No obstante, la magia de este documental deviene de demostrar que a pesar de las
condiciones indignas en las que viven, la constante estigmatización que sufren por lo que
fueron en su pasado, y el abandono que ha demostrado tener el gobierno sobre el
cumplimiento de lo pactado, la comunidad de Pondores se mantiene firme en su convicción
de seguir adelante, de crecer como personas, de apostar -como los civiles que son hoy- a una
paz duradera: la convicción de sembrar aun viviendo un desierto.
Así pues, el espectador se va a encontrar con un relato construido a partir de 8 voces
distintas que nos permiten entender que frente al Proceso de Paz no podemos dar marcha
atrás, que en un país donde la guerra fracturó tanto el tejido social, todos los sectores de la
sociedad estamos llamados a defender y hacer efectivo el cumplimiento de los acuerdos de
paz. De manera tal que podamos construir un mejor país, libre de estigmatización y lleno de
humanidad.
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El objetivo general que guía esta investigación es visibilizar y sensibilizar al público
en general sobre la manera en que los excombatientes de la FARC-EP están viviendo su
tránsito a la vida civil, a partir del estudio de caso del Espacio Territorial para la Capacitación
y Reincorporación (ETCR) Amaury Rodríguez -ubicado en Pondores, La Guajira-, el cual
busca lograr una comprensión más amplia de una de las realidades del pos-acuerdo en
Colombia y los esfuerzos que esta significa en pro de la construcción de la paz.
En consecuencia, los objetivos específicos que trazaron el camino de este proyecto
son los siguientes:
• Explorar la cotidianidad de los excombatientes que actualmente viven en
Pondores, por medio de un trabajo de campo, para comprender cómo el
tránsito a la vida civil ha transformado sus prácticas
diarias/cotidianas/culturales.
• Documentar, en formato audiovisual, las diferentes dinámicas y espacios
cotidianos de los excombatientes de las FARC-EP en el ETCR de Pondores,
La Guajira, a través de historias de vida que permitan exponer los esfuerzos
de estas personas por reincorporarse a la sociedad civil y por aportar a la
construcción de la paz en Colombia.
• Comprender el papel del periodismo audiovisual en la creación de contenidos
que aporten positivamente al momento histórico por el que atraviesa
Colombia: la construcción de una sociedad de paz; contenidos que a su vez
buscan hacer memoria de procesos, de territorios, pero, sobre todo, de
personas.
Dichos objetivos se establecieron luego de que un primer ejercicio de revisión de
antecedentes académicos y mediáticos permitió ver que a pesar de que se encuentra
información sobre el proceso de reincorporación en los diferentes ETCR existentes en
Colombia, esta tiende a ser muy genérica. Tanto el enfoque investigativo como la narrativa
de dicha información se muestra lejana a las percepciones o experiencias de las personas
involucradas en este proceso, y más bien se ha concentrado en tomar como protagonista al
proceso en sí y no a quienes lo están viviendo en carne propia.
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De aquí surge la necesidad de narrar el pos-acuerdo desde la perspectiva de los diferentes
actores involucrados, desde víctimas, gobierno, empresarios, y sociedad civil, hasta
excombatientes de las FARC-EP. Es decir, es necesario reconocer que la construcción de la
paz en Colombia es posible solo si se entiende como un conjunto de esfuerzos que provienen
de los distintos sectores mencionados, y que, por lo tanto, nos obliga a estudiar, comprender
y narrar este proceso tanto desde la perspectiva del que fue víctima, como de quien fue
victimario. Este es el principal motivo que empuja la realización de este proyecto.
Lo cual quiere decir que este proyecto hace un esfuerzo por romper con la totalización de
dichas categorías, ahondar en la necesidad de acabar con el estigma que carga el ‘victimario’
y lograr mostrar la persona detrás de ese estigma. Exponer el cambio de vida que implica
para una persona la dejación de armas, y los esfuerzos que día a día hacen en pro de aportar
a la construcción de un mejor país, un país incluyente, un país que cree en la paz.
El acercamiento a dicha cotidianeidad logró darse gracias a un exhaustivo trabajo de
campo que tuvo lugar en el territorio (ETCR de Pondores, La Guajira) durante 9 días, en los
cuales hubo un compartir diario con la comunidad que allí habita. En este tiempo se realizó
un registro audiovisual, guiado puntualmente por las herramientas ofrecidas por siguientes
metodologías: la etnografía social, la entrevista cualitativa y la investigación acción
participativa (IAP).
Fue fundamental, no solo la observación participante del investigador, sino también la
participación y apertura de la comunidad de Pondores dentro del proyecto. Es decir, que este
proceso fue una oportunidad para trabajar de manera horizontal entre la academia y la
comunidad, realizar un intercambio de saberes a partir del cual se logró construir un producto
concreto para la visibilización de sus realidades, y en ese mismo orden, reducir la brecha
existente entre lo urbano y lo rural.
En el proceso de campo, fue necesario prestar atención -y generar conversaciones activas-
sobre prácticas que daban cuenta de la manera en que los protagonistas perciben el mundo,
cómo se relacionan como comunidad, cuáles son sus dinámicas familiares, qué relación
tienen con la tierra y la naturaleza que los rodea, el cómo visualizan sus proyectos de vida a
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corto, mediano y largo plazo, y por supuesto, cómo han vivido este proceso de
reincorporación y de construcción de una sociedad en paz.
Ahora bien, cabe resaltar que el ejercicio periodístico (de reportería, organización de
información, construcción del producto final) se caracterizó por ser un proceso riguroso,
necesariamente creativo, y su vez muy constructivo en el sentido de que se realizó partiendo
de un intercambio de saberes, no solo entre la comunidad de Pondores -integrada por
excombatientes de las FARC y varios de sus familiares- y la estudiante a cargo del proyecto,
sino también, contó con la participación activa del asesor de tesis, el profesor Germán
Ortegón.
Uno de los propósitos, en la fase de preproducción del proyecto fue crear un puente
directo con el equipo de comunicaciones el ETCR de Pondores, que a su vez son integrantes
del noticiero Nueva Colombia (medio de comunicación que surge como fruto del Acuerdo
Final, en el que participan varios de los excombatientes de las FARC-EP) con el fin de que
participaran en el desarrollo de este proyeto, para poder así, garantizar un trabajo horizontal
y la construcción conjunta del producto final. Efectivamente se logró esa relación, y gracias
a su disposición y acompañamiento -tanto en campo, como a distancia- se logró el alcance a
los entrevistados y el acceso libre a los archivos que el documental requería.
En adición a lo anterior, es importante reiterar en la importancia que tuvo la revisión
previa de fuentes secundarias (revisión de bibliografía, de archivos, y de documentos afines
al contexto de los ETCR, y puntualmente, de Pondores y su comunidad) para fortalecer el
proceso de entrevistas a las fuentes primarias (protagonistas del documental).
Los logros más importantes de la pieza documental, derivada de esta investigación,
fueron: conocer de primera mano cómo se está viviendo el proceso de reincorporación, desde
la perspectiva de los excombatientes; y crear una pieza documental que diera voz y rostro a
lo que ha significado este momento histórico en la vida diaria de personas que hoy viven con
muchas preocupaciones, pero al mismo tiempo, con una firme convicción de querer seguir
adelante con el proceso para aportar de manera positiva a la construcción de una sociedad en
paz.
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Lo cual demuestra que este proceso histórico es una oportunidad irrefutable de aportar
desde lo que somos como personas y como profesionales al cambio positivo de Colombia,
razón por la cual un trabajo como el acá desarrollado se convierte en un ejercicio necesario
para aportar desde la Comunicación Social, y más puntualmente desde el documental
periodístico, un grano de arena a los múltiples procesos construcción de paz en el país.
I. Categorías orientadoras
Tomando a consideración la introducción a este proyecto, es oportuno ahondar un poco
en los conceptos clave, o categorías a partir de las cuales se comprendió el desarrollo de este
trabajo. Siendo los siguientes: (1) Construcción de paz y (2) reintegración.
➢ Construcción de paz
Las concepciones más básicas de ‘construcción de paz’ coinciden en que se da, o
surge necesariamente de la existencia previa de un conflicto. En ese sentido, como asevera
el académico John Paul Lederach, para resolver dicho conflicto y lograr un proceso de
construcción de paz es necesario tener “estructuras sociales más amplias, con el cambio y el
movimiento hacia un espacio social abierto a la cooperación, a relaciones más justas y a
mecanismos no-violentos de tratamiento de conflictos, o hacía relaciones dinámicas y cada
vez más pacíficas” (En: Forero Sanabria, 2018, pág.17). Rasgos que no solo son evidentes
en el texto del Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz
Estable y Duradera (2016), sino en las realidades desencadenadas a partir de su firma; de ahí
los esfuerzos por que este Acuerdo logre afianzar la confianza entre distintos sectores de la
sociedad para garantizar así el pleno funcionamiento de lo acordado.
Bajo esa misma lógica, Lederach (1998) afirma que la paz, más allá de entenderse
como una condición o como algo temporal, debe entenderse como “un proceso social
dinámico y como tal requiere un proceso de construcción, que conlleva inversión y
materiales, diseño arquitectónico, coordinación del trabajo, colocación de los cimientos y
trabajo de acabado, además de un mantenimiento continúo” (En: Forero Sanabria, 2018,
pág.17).
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Otras voces alimentan los planteamientos mencionados de Lederach (1998). Por
ejemplo, la politóloga Anna Cristina Forero Sanabria (2018), afirma que, para entender la
construcción de paz como un proceso necesario para la transformación del conflicto, es
indispensable comprender las siguientes aseveraciones:
1. Aceptar que es un proceso a largo plazo que requiere paciencia y tenacidad en su
aplicación; 2. Involucrar a todas las partes del conflicto en las discusiones y la toma de
decisiones relevantes para el proceso; 3. Englobar varios sectores sociales, iniciando con las
élites políticas, quienes se encargan de ejecutar maniobras conciliatorias, luego los líderes de
grado medio como personajes influyentes y líderes de opinión, quienes desempeñan el papel
de puente, y, finalmente, las bases populares, quienes trabajan por la paz local; 4. Aprovechar
cambios en las estructuras políticas, económicas y sociales que incumben al conflicto, y; 5.
Realizar esfuerzos para sustituir la cultura de la venganza, la cual está arraigada en la sociedad
en conflicto. (pág.15)
Esto denota que ‘paz’ como concepto aislado es inconcebible, ya que, por naturaleza,
esta implica un proceso. Por ello, debemos entenderla necesariamente desde el concepto
‘construcción de paz’ que, contrario a lo que muchos piensan, se extiende más allá de una
condición temporal, ya que es un proceso con resultados visibles a largo plazo, y además,
exige irrefutablemente una participación amplia y activa de los distintos sectores de la
sociedad.
➢ Reintegración
La Agencia para la Reincorporación y la Normalización (ARN) es la entidad del
Estado colombiano encargada de ofrecer, durante seis años, un programa de reintegración “a
las personas desmovilizadas de los Grupos Armados Organizados al Margen de la Ley
(GAOML), que no han cometido delitos de lesa humanidad, y que quieren reintegrarse a la
vida social y económica” (n.d.). Según la ARN, ‘reintegración’ es comprendido como un
proceso en el cual los excombatientes desarrollan habilidades y competencias ciudadanas
interpersonales y con su entorno, en donde se busca generar espacios para la convivencia y
reconciliación.
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El proceso de reintegración propuesto por la ARN trabaja en ocho dimensiones:
ciudadana, de seguridad, educativa, de salud, de hábitat, familiar, productiva y personal; y se
rige bajo las siguientes condiciones:
Cuando una persona ingresa al proceso de reintegración, recibe apoyos económicos a la
reintegración si asiste a por lo menos el 90 por ciento de las actividades programadas por
la ARN. Cada participante en el proceso de reintegración se compromete a desarrollar por lo
menos 80 horas de acciones de Servicio Social, fundamentales para generar espacios de
reconciliación. (Agencia para la Reincorporación y la Normalización, n.d.)
Por otro lado, desde una perspectiva más académica, el politólogo Nicolás Cadena
Perdomo (2018), asevera que la reintegración debe ser entendida como un proceso en el que
los excombatientes “adquieren la condición de civiles y obtienen un empleo y unos ingresos
estables. Se trata de un proceso político, social y económico sin unos plazos establecidos y
que tiene lugar sobre todo a nivel de las comunidades locales” (pág.7). Además, agrega, para
tener una claridad conceptual sobre este ámbito, que:
Se puede entender la diferencia que se presenta entre la reinserción y/o reintegración y
reincorporación, siendo procesos muy similares, pero con diferentes características. En primera
instancia los procesos de reinserción y/o reintegración se dan de manera individual buscando
garantizar el tránsito de los individuos de la ilegalidad a la legalidad. Así mismo, se entiende que
lo que busca es brindarle un estatus civil, en el cual obtienen un empleo e ingresos sostenibles,
esencialmente es un proceso económico y social. En segunda instancia, el proceso de
reincorporación se caracteriza por darse de manera colectiva, en el que los excombatientes tienen
acceso a diferentes mecanismos, tanto de participación política como participación social y
económica, buscando garantizar el tránsito a la vida civil con las garantías adecuadas que
representan la construcción de una paz.
Lo anterior nos da a entender, primero, que la reintegración es una condición necesaria e
intrínseca al proceso de reincorporación de los excombatientes de un grupo armado a la
sociedad civil. Segundo, que para el desarrollo del presente proyecto será indispensable
observar y estudiar estos procesos tanto desde una perspectiva que abarque el proceso del
individuo, como una que busque comprender el proceso colectivo: la reincorporación. Y
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tercero, que las condiciones existentes en los ETCR están pensadas en función de garantizar
ambos procesos: reintegrar y reincorporar.
Así entonces, comprendiendo la dimensión en cuanto a proceso de ambos conceptos, la
apuesta por la transformación de estructuras sociales que conlleven a formas de
relacionamiento más pacífico entre los integrantes de la sociedad en cuestión, que para el
actual caso colombiano se enmarca en el fin de una confrontación con un grupo armado; pasa
necesariamente por la reintegración de aquellos que han depuesto las armas. Ellos y ellas
como actores no armados, en su condición de civiles, requieren de la satisfacción de
necesidades básicas y de existencia de oportunidades para poder afianzarse en su apuesta por
la vida civil, todo esto como condición necesaria para una construcción efectiva de paz.
II. El camino hacia el desierto: una metodología para campo
El producto final que se realizó, a partir de esta investigación, es un documental
periodístico que logre mostrar lo que para los excombatientes de las FARC-EP ha significado
el transitar de la guerra a un escenario distinto, en este caso, se presume que ese escenario es
el de la construcción de una sociedad en paz. Este documental busca darle un espacio a los
excombatientes para que narren con voz sus historias de vida, que aun siendo diversas logran
construir un solo relato de cómo ese tránsito ha transformado sus prácticas cotidianas y la
posible proyección que hoy tengan de un mañana. Para lograr esto, como ya se ha
mencionado anteriormente, el presente proyecto tomará herramientas de dos metodologías
base: la investigación acción participativa y la etnografía.
La Investigación Acción Participativa (IAP) es una metodología que nació después
de la mitad del siglo XX cuando, según Marielsa Ortiz y Beatriz Bojas (2008), se empezaron
a gestar en Latinoamérica una corriente amplia de pensamiento en las que confluyeron,
además de la IAP, la Teología de la Liberación, la Educación Popular, la Filosofía de la
Liberación y la Comunicación Alternativa. Orlando Fals Borda, uno de los pensadores
colombianos más influyentes del siglo XX, fue el mayor representante de esta metodología
que busca que las comunidades no solo sean objeto de estudio sino también productores de
conocimiento desde sus propias vivencias, como lo dicen Ortiz y Bojas (2008), citando a Fals
Borda:
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Una tarea principal para la IAP, ahora y en el futuro, es aumentar no solo el poder de la gente
común y corriente y de las clases subordinadas debidamente ilustradas, sino también, su
control sobre el proceso de producción de conocimientos así́ como el almacenamiento y el
uso de ellos (pág. 617).
Por tanto, al tener esta metodología un involucramiento directo con las comunidades, en
donde el trabajo es orientado hacia la horizontalidad, se hizo necesario acudir a la etnografía
para realizar un juicioso ejercicio de observación, entendiéndola como el método de
investigación en el que las Ciencias Sociales se acercan a una comunidad/pueblo, mediante
un trabajo de campo, para estudiar su comportamiento y cultura a través de una técnica
denominada observación participante.
Esta metodología debe necesariamente ser el punto de partida del presente proyecto, pues
el trabajo se pretende hacer es en un contexto lejano al del investigador, y en ese mismo
sentido, se hará con una comunidad que no solo está definido por su contexto histórico, sino
también por su cotidianeidad, o -como se entiende en el marco conceptual- por sus prácticas
culturales. Sin un acercamiento etnográfico habría sido imposible realizar un diagnóstico
adecuado que logre representar fidedignamente la realidad actual de los excombatientes de
Pondores.
La antropóloga argentina Rosana Guber (2001) ha trabajado sobre este concepto y afirma
que “consiste en dos actividades principales: observar sistemática y controladamente todo lo
que acontece en torno del investigador, y participar en una o varias actividades de la
población” (pág.57). Es en esencia una técnica de obtención de información que comprende
actividades que no son premeditadas y se expresan en la cotidianeidad de cada persona, y su
complejidad puede ir desde bailar, cantar, cocinar, ir de compras, etc., hasta participar de una
escuela o de un partido político. Esto exige que el investigador desarrolle muy bien su sentido
de observación para que posteriormente pueda crearse una percepción de dicha realidad a
partir de la experiencia directa de haber hecho presencia allí.
“El acto de participar cubre un amplio espectro que va desde “estar allí” como un testigo
mudo de los hechos, hasta integrar una o varias actividades de distinta magnitud y con
distintos grados de involucramiento. En sus distintas modalidades la participación implica
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grados de desempeño de los roles nativos” (Guber, 2001, pág.72). El desempeño de estos
roles puede darse de dos maneras, ya sea porque el investigador haga explícito sus propósitos
de participación, o porque el investigador decida mimetizarse dentro de ese grupo social.
Ambos casos señalan que será imposible estudiar al grupo sin ser parte de él, y en
consecuencia toda información obtenida de ese ejercicio de inmersión tendrá prioridad para
el investigador.
La siguiente etapa del desarrollo metodológico llevó a cuestionarse cómo adaptar la
anterior metodología al producto final que pretende lograr el presente proyecto y, además,
entender cómo el apuntarle a una pieza audiovisual que supone ir más allá de lo que han
logrado hacer otras Ciencias Sociales a partir de un ejercicio etnográfico.
Angélica María Mateus Mora, doctora en estudios cinematográficos y audiovisuales,
quien tiene experiencia en la construcción de este tipo de productos con comunidades
indígenas, responde a los anteriores cuestionamientos al afirmar que si bien gran parte de las
investigaciones publicadas “se han concentrado en la producción, circulación y apropiación
de representaciones elaboradas por escrito, la consolidación de la antropología visual y el
auge del documental etnográfico han estimulado la reflexión sobre la producción de
imágenes de los pueblos indígenas” (En: Villegas, 2014, pág.272).
En ese sentido la apropiación del documental etnográfico como horizonte que guió el
presente proyecto resultó necesario para cumplir con los objetivos del mismo, ya que, como
plantea Mateus Mora, las producciones audiovisuales tienen la capacidad de ir más allá de la
mera construcción de estereotipos, pues “pueden ser o han sido agentes históricos en la
medida en que se oponen a estos –estereotipos– y plantean alternativas de representación
justas y equitativas” (en: Villegas, 2014, pág.276).
Hacer una Investigación de Acción Participativa, que pase por una primera etapa de
observación participante, para que finalmente derive en un documental etnográfico hecho
con la participación activa de la comunidad de excombatientes de Pondores, es lo que
pretendió el presente proyecto en función de, como plantea Mateus Mora, proponer una
alternativa de representación que rompa con los estereotipos, sea fiel a la realidad, y, sobre
todo, de visibilidad a la comunidad y sus procesos desde su propia perspectiva.
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Por tratarse de un producto periodístico, es conveniente mencionar que para el desarrollo
del proyecto la implementación de todas las herramientas técnicas y prácticas que conforman
el ejercicio de una reportería hecha con rigor (tomar apuntes, observar con detalle, escuchar
con atención, cuestionar realidades, hacer entrevistas, buscar archivos, registrar en
audio/fotos/vídeos, etc.) fueron indispensables antes, durante y después del trabajo de campo.
Si bien muchas de estas herramientas forman parte de las metodologías anteriormente
descritas, no sobra reiterar su importancia entendiendo que el fin del proyecto es lograr un
producto periodístico concreto y bien construido. Igualmente, importante, para este
propósito, es el actuar conforme a los principios periodísticos, honrar valores como el de la
búsqueda de la verdad, el respeto y cuidado con las fuentes, y la independencia de los poderes
políticos y económicos, entre otros. Porque como afirmó Gabriel García Márquez: "la ética
no es una condición ocasional, sino que debe acompañar siempre al periodismo como el
zumbido al moscardón" (En: Restrepo, 2004).
Así, el trabajo de campo tuvo lugar en el ETCR de Pondores, La Guajira durante nueve
jornadas diarias: del 7 al 15 de abril; la grabación del documental inició el día 8 y finalizó el
día 15 de este mismo mes. La experiencia de estos días tuvo como centro el compartir las
rutinas cotidianas de la comunidad de Pondores, eso significó participar en espacios
informales y formales -propios de la comunidad- e institucionales (con presencia de Naciones
Unidas, Programa Mundial de Alimentos, Policía Nacional, ARN, SENA y Comisión de la
Verdad).
Dentro de los espacios informales fue clave la construcción de una relación cercana y
personal, con los que resultarían siendo los protagonistas de la pieza documental final. Como
resultado de estos acercamientos se realizaron un total de ocho entrevistas semidirigidas y a
profundidad (a 4 hombres y 4 mujeres) las cuales abarcaron tres momentos clave: recuerdos
de infancia, vinculación y vida dentro de la guerrilla, y finalmente, la experiencia de estos
últimos años (posteriores a la firma del Acuerdo Final).
Al revisar el material grabado, de las ocho entrevistas, se encontró que a pesar de las
diferencias individuales que presentaban cada una de las historias, había cierta
transversalidad en unos temas puntales, todos concernientes a sus formas de vida actuales.
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Es decir, durante la entrevista-conversación que se tuvo con cada persona, por separado, se
tocaron temas puntuales de su vida en Pondores, y lo sorprendente fue la manera en que sus
respuestas coincidieron creando una continuidad lógica que serviría como relato al producto
final.
Esta continuidad en la narración permitió que el producto audiovisual tuviera un mismo
hilo conductor, cargado de sentido y coherencia, pero que además narrado desde ocho voces
distintas. Esto dio origen a uno de los elementos creativo-narrativo más importantes de este
trabajo de grado: la construcción de un multirelato audiovisual con función crítica. La mirada
crítica representa una manera de contar y comprender, no solo las historias detrás de ellos,
lo que los llevó al lugar en donde están, sino también, a enfocarse en las problemáticas que
tienen que sortear en su vida diaria dentro del ETCR de Pondores, ya no como quien fue un
guerrillero, sino como un civil que busca salir adelante y no dar marcha atrás.
Así, el documental Sembrando en el desierto: Pondores, territorio de paz, está
caracterizado por mantener un discurso holístico de la realidad de este ETCR. Contiene una
historia redonda de principio a fin, que aporta información nueva sobre lo que es vivir el
proceso de reintegración, que logra darle una mirada humana a la voz de los entrevistados, y
en ese mismo sentido, crear empatía y cercanía entre espectador y los protagonistas de la
pieza. Adicionalmente, los excombatientes que construyen este relato, logran abrir un espacio
en donde su voz importa, en donde puede exponer su realidad, expresar sus indignaciones,
preocupaciones, dificultades, y aspiraciones a futuro. Tanto a título personal como
comunitario.
III. ¿De dónde sale la mano que siembra?
El origen de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia- Ejército del Pueblo
(FARC-EP) encuentra sus raíces en el crudo enfrentamiento en que se encontraba la sociedad
colombiana a mediados del siglo XX, en medio del periodo conocido como “La violencia”
(Línea Conflicto, Paz y Postconflicto-Pares, 2019). Más específicamente, la operación
Marquetalia o la pacificación del Tolima en 1964, fue decisiva para su conformación. Como
lo dijo Pizarro Leóngómez (2004): “Un error estratégico de las élites colombianas o el paso
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natural hacia la resistencia armada por el poder político. Dos argumentos que explican el
origen De las Farc y la permanecía del conflicto en Colombia desde hace 40 años”.
Hay quienes afirman que las FARC-EP nunca hubieran surgido de no ser por la operación
Marquetalia, como afirma el historiador Pierre Gilhodès: “Las autodefensas campesinas de
influencia comunista se habrían mantenido como tales y, probablemente, con el correr del
tiempo se hubieran extinguido lentamente” (En: Gutiérrez Sanín, 2005, pág.180). Así, lo que
llaman algunos como una exitosa operación militar dio el devenir de las guerrillas más
poderosas de país.
Teniendo en cuenta lo anterior, las FARC-EP no surgieron por iniciativa propia, sino
como resultado de una agresión externa. No fue el movimiento guerrillero quien le declaró
la guerra al Estado, por el contrario, fue el Estado quien le declaró la guerra a las
organizaciones agrarias comunistas, acorralándolas a una salida mediada por las armas.
Han sido numerosos los intentos de procesos de paz con esta guerrilla. En 1984, el
gobierno de Betancourt firmó el Acuerdo de la Uribe, que incluyó el cese bilateral del fuego,
la suspensión del secuestro y la apertura de espacios políticos para la guerrilla. El proceso
fracasó y se rompió en 1987. A finales de la década de los ochenta, el gobierno de Virgilio
barco empieza un proceso de paz que finiquita con el exterminio de miles de militantes del
partido político Unión Patriótica (UP).
Para el 30 de abril de 1991 se hace pública la intención de otras insurgencias adscritas a
la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar como el ELN, las FARC-EP y el EPL de dialogar
con el gobierno de Gaviria; estos procesos terminan el 4 de mayo de 1992 dando como
resultado el incremento del accionar militar de las FARC-EP tras el bombardeo a “Casa
Verde”, la denominada “Cuna de las FARC”, en La Uribe-Meta.
Finalmente, el proceso de negociación entre las FARC-EP y la administración Pastrana
en San Vicente del Caguán entre 1998 y 2002. Se llamó “política de paz para el cambio”, sin
embargo, las múltiples críticas por parte de diferentes sectores políticos, la falta de claridad
respecto al proceso y el fortalecimiento de las FARC-EP como grupo armado debido al uso
estratégico de la zona de distención hizo que fracasara el proceso y dejó fracturada la
16
confianza en cualquier salida mediante el dialogo dando paso a 10 años de arduas ofensivas
militares contra las FARC-EP (Línea Conflicto, Paz y Postconflicto-Pares, 2019).
➢ Firma definitiva de la paz e inicio de la reincorporación civil
Luego de que el conflicto armado en Colombia dejara más de 8 millones de víctimas a lo
largo de aproximadamente 50 años de guerra, según cifras del Registro Único de Víctimas
(Portafolio, 2017), el gobierno de Juan Manuel Santos logró firmar con la guerrilla de mayor
trayectoria del país, las FARC-EP, el Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la
Construcción de Paz Estable y Duradera. Este histórico evento tomó lugar el 24 de noviembre
de 2016 en el Teatro Colón de Bogotá (El País, 2018).
Lo consignado en el punto 31 del Acuerdo Final, bajo el nombre de Fin del conflicto,
cobra vital importancia para la comprensión del presente proyecto de grado. En términos
generales, este punto establece el proceso a través del cual finalizaron las confrontaciones
con las FARC-EP “mediante un cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo, así
como un cronograma preciso para la dejación de todas las armas en 180 días y el inicio de su
reincorporación a la vida civil” (Oficina del Alto Comisionado para la Paz, 2016). Dicho
proceso consta de cinco fases puntuales: (1) Cese al fuego y hostilidades bilateral y
definitivo; (2) Dejación de armas, (3) Zonas veredales y puntos transitorios de normalización;
(4) Reincorporación social, económica y política; y (5) Garantías de seguridad.
El primero de diciembre de 2016, se anunció el inicio del Cese al fuego y hostilidades
bilateral y definitivo. Para enero de 2017, los distintos bloques de las FARC-EP iniciaron el
desplazamiento a sus correspondientes (19) Zonas Veredales o (7) Puntos Transitorios de
Normalización (Oficina del Alto Comisionado para la Paz, 2016).
El martes 27 de junio de 2017, en la Zona Veredal Mariana Páez, ubicada en el municipio
de Mesetas (Meta) se llevó a cabo el momento más esperado desde la firma del Acuerdo
Final: la entrega de armas de las FARC-EP. Tal como lo registró Alfredo Molano (2017),
periodista de El Espectador, al evento central asistieron aproximadamente 2000 personas,
1 Este punto fue dado a conocer en la Habana, Cuba, el 25 de agosto de 2016.
17
entre excombatientes, miembros del Secretariado de las FARC, miembros de la ONU,
personajes de la vida política del país (senadores, exsenadores, exministros, etc.),
representantes de los países garantes del proceso (Cuba y Noruega), y embajadores de
distintos países que acompañaron la presencia del entonces presidente, Juan Manuel Santos.
El acto final de entrega de armas se dio simultáneamente en otras cuatro zonas, o puntos,
veredales: Llanogrande (Antioquia), Pondores (La Guajira), y La Carmelita (Putumayo).
La Defensoría del Pueblo (2017) afirma que “el acuerdo sobre fin del conflicto dio lugar
a la entrega de 8.994 armas, 1.765.862 cartuchos de munición, 38.255 Kg de explosivos,
11.015 granadas, 3.528 minas antipersonal, 46.288 fulminantes eléctricos, 4.370 granadas de
mortero y 51.911 metros de cordón detonante” (pág. 9).
El 15 de agosto de 2017, en un evento en donde hizo presencia Juan Manuel Santos e
Iván Márquez, la ONU sacó por tierra el último contenedor de armas desde el punto
transitorio de normalización de Pondores, La Guajira. Con este acto se oficializó la dejación
de armas definitiva por parte de las FARC-EP. “Tras esto, la figura jurídica de las Zonas
Veredales de Transición y Normalización desaparece para convertirse en Espacios
Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCR)” (Nueva Colombia, 2017); este
proceso de tránsito de Zonas o Puntos a ETCR empezó a darse a nivel nacional a partir del
31 de julio de 2017 (Presidencia de la República de Colombia , 2017).
Según la Defensoría del Pueblo (2017), al recibir este nuevo nombre, los Espacios
Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCR):
Adquieren plena normalidad institucional. Servirán para capacitar a los integrantes de las FARC-
EP para su reincorporación a la vida civil, preparar proyectos productivos y atender las
necesidades de formación técnica de las comunidades aledañas, teniendo en cuenta el modelo de
reincorporación comunitaria (pp. 4-5).
Juan Hermilo Cabrera Díaz, conocido por la opinión pública como “Bertulfo Álvarez”,
excomandante de las FARC-EP y actual líder del ETCR en Pondores (2019), afirma que al
Proceso de Paz se acogieron 7 bloques de la organización que comprendían 80 frentes
distribuidos a lo largo y ancho del territorio nacional, y que fueron conformados por
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aproximadamente 13 mil excombatientes en la lista. Esto permite tener una dimensión más
amplia de lo que está significando el cese al fuego definitivo, la dejación de armas y el
proceso de reincorporación para el país; pero sobre todo de la cantidad de vidas que está
impactando y transformando minuto a minuto.
Si bien es cierto que los avances frente al cumplimiento del acuerdo titulado Fin del
conflicto han dejado significativas cifras frente a la cantidad de personas que entregaron sus
armas y se acogieron a las rutas de reintegración a la vida civil, es importante problematizar
desde ya esta realidad. Puesto que todos los procesos derivados de la dejación de armas han
supuesto un cambio tangible en las formas de vida de los excombatientes, pero no de las
maneras como se esperaba a la hora de la firma del Acuerdo Final, ni como se esperaría de
unas condiciones mínimas para la vida digna de un ser humano.
Estos resultados inesperados han traído una incertidumbre y una desestabilidad constante
en la vida diaria de los excombatientes. Bien se puede evidenciar en la noticia que diferentes
medios de comunicación (entre ellos Canal Capital y Caracol Radio) publicaron el pasado 27
de mayo. En la cual se anunció que el gobierno Duque tomó la decisión de que de los 24
ETCR -que hoy día siguen en pie a lo largo del territorio nacional-, 11 tendrán que ser
reubicados ya que presentaban problemas que afectaban directamente su estabilidad.
Esta decisión fue tomada con base en dos razones principales: (1) que muchos de estos
11 ETCR se encontraban mal ubicados, bien sea por estar en medio de reservas forestales, u
otros, por estar en territorios pertenecientes a pueblos indígenas; y (2) porque se estaban
generando repetidas situaciones de seguridad. Adicional a esto, se afirmó que:
Este martes [04 de junio], el Gobierno y la Misión de Verificación de la ONU harán una gira
para dialogar con los excombatientes, para tranquilizarlos y asegurarles que se les darán las
garantías necesarias para su reubicación, que se dará el próximo 15 de agosto. El apoyo a los
excombatientes continuará con los programas de alimentación y pago de servicios, siempre y
cuando se acojan a lo establecido en las rutas de reincorporación. (Anzola, 2019)
Para los fines del presente trabajo de grado es importante aclarar que el ETCR Amaury
Rodríguez, ubicado en Pondores, La Guajira, hace parte de los 13 Espacios Territoriales que
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se mantendrán en su zona de origen, es decir, que esta última noticia no afectará la locación
actual.
Para dar más precisión a este punto, el periodista de Caracol Radio, Orlando Villar Forero
(2019), hizo pública la siguiente información asegurando que estos son los 11 ETCR que
serán reubicados, por decisión del Gobierno Nacional:
Fuente: Gobierno reubicará 11 de los 24 Espacios Territoriales de las Farc, caracol.com.co, (Villar Forero, 2019)
IV. Pondores, La Guajira: el desierto que sí siembra
Pondores es una zona veredal ubicada a 17,3 kilómetros de la cabecera municipal de
Fonseca, y a 4,0 kilómetros del corregimiento de Conejo, La Guajira. En su momento, fue
uno de los siete puntos de transición y normalización (el único en este departamento) que
habilitaron, conforme al punto 3: Fin del conflicto del Acuerdo Final, para el proceso de
reintegración y reincorporación de los excombatientes de las FARC-EP a la vida civil
(Oficina del Alto Comisionado para la Paz, 2016). Hoy día, después de lo acontecido el 15
de agosto de 2017, Pondores se entiende como un Espacio Territorial de Capacitación y
Reincorporación (ETCR), el cual recibió el nombre oficial de: ETCR Amaury Rodríguez, en
homenaje a un excomandante de las FARC-EP que fue dado de baja en combates con el
Ejército Nacional.
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Pondores es una vereda que cuenta con una extensión territorial de aproximadamente
cuatro hectáreas. Desde la vía principal hasta Pondores hay un kilómetro de distancia, y
aunque no está pavimentada, entra carretera hasta el ETCR. Sobre ese camino, y previo a
llegar a Pondores, se encuentra tanto un puesto de la Policía Nacional como uno del Ejército.
La entrada al ETCR es de libre acceso, no existe ningún tipo de retén, o anillo de seguridad,
puesto que desde el momento en que se sacaron los contenedores con las armas entregadas,
este espacio adoptó la figura jurídica de civil. Es decir que, como cualquier otra vereda en el
territorio nacional, Pondores es de tránsito libre.
Juan Hermilo Cabrera Díaz (2019), uno de los líderes del ETCR de Pondores, cuenta
que a inicios del 2017, cuando todos los excombatientes fueron redirigidos a las zonas/puntos
de transición y normalización correspondientes, a Pondores “llegaron 238 personas en armas
y con los excarcelados se sumó a 278 personas. Pero actualmente hay un registro activo de
213 excombatientes en Pondores”, al preguntarle por qué ha variado tanto la cifra, explica
que los otros excombatientes “están trabajando en fincas fuera de aquí, unos con sus familias
y otros como escoltas, y otras actividades del partido en Bogotá” (pág. 3). A este punto
llegaron excombatientes de los frentes 19, 35, 37, 41 y 59, todos pertenecientes a lo que se
conocía como el Bloque Caribe de las FARC-EP.
Diosenel Criado y Dairys Nailuz Fernández, alternan voces para describir de la
siguiente manera ese primer episodio, posterior a la firma del Acuerdo de Paz, que fue la
llegada a Pondores:
Fueron 15 días de caminata, hasta llegar a este punto en donde estamos. Nosotros llegamos
aquí y no había ni una casa, esto estaba pelado como el piso. No había nada. Y empezamos,
primero, a organizar el campamento de nosotros, a hacer la rancha, a hacer el aula, a hacer el
bañadero donde se va a bañar uno, todo eso. A cada quien le dieron su tiempo para que hiciera
su cambuche, en donde iba a dormir uno. Y empezaron a decirnos que si nosotros
ayudábamos a armar las casas. Primero, nos metían en el día, y ese solazo que hacía aquí,
salía uno de ahí con ese solazo a uno no le provocaba hacer más nada. Y dijeron no, por ahí
a las 3-4 que el sol ya está más bajito ya podemos trabajar, hasta las 8, hasta las 9 de la
noche. Primero echamos el piso, estos pisos fueron echados de manos de guerrillero, con el
apoyo del ingeniero, pero el trabajo lo hicieron todos los guerrilleros que habían: 200 y pico,
21
casi 300 guerrilleros que había. Hicimos los pisos, luego colocamos el techo, el armaje [sic.],
y luego pusimos las paredes. (Minuto 00:03:07 del documental Sembrando en el desierto,
2019)
Según un reporte de la Oficina del Alto Comisionado para la Paz (2018), el estado de
avance en infraestructura de Pondores fue logrado en un 100%, esto da a entender que en su
momento el Gobierno cumplió con la construcción y la entrega completa de áreas comunes,
alojamiento y zonas de servicios. Este mismo informe aproxima que el área construida
ocupada es de 8.228 metros cuadrados; y adicional a eso, según el Censo poblacional
realizado en el ETCR a fecha del 15 de noviembre de 2017, allí habitaban 250 adultos y 10
menores de edad.
Esta información, aunque verdadera, no va más allá de cumplir con un check-list de
lo mínimo que tuvo que poner el Gobierno para la fase siguiente a la dejación de armas, y
estamos hablando de que ya han pasado más de dos años desde entonces. Y es precisamente
eso lo que incomoda de la información contenida en este tipo de informes gubernamentales
frente al estado de los ETCR: no está actualizado y mucho menos contextualizado. Al día de
hoy, esos datos son sumamente refutables, una vez enfrentada las condiciones reales en las
que viven los excombatientes de las FARC; realidad que solo se ubicándose en el mismo
territorio.
Retomando el testimonio de Diosenel y de Dairys, como resultado de esos esfuerzos,
que ellos mismos hicieron al llegar a Pondores, hoy se mantienen en pie 52 módulos. Cada
uno de estos módulos tiene 4 casas/habitaciones, una cas/habitación comprende una
extensión de 6x4 metros de ancho y de largo. Y por derecho, a cada excombatiente se le
otorgó una de esas casas/habitaciones. Este espacio, aunque reducido, ha sido el refugio de
los excombatientes y sus familias desde que finalizó la entre de armas hasta el día de hoy.
Además de los módulos de vivienda ya descritos, la comunidad en Pondores ha dado
prioridad a otros espacios que permiten el compartir comunitario y la realización de
diferentes actividades, sobre todo en presencia de visitas externas (civiles, comunidades
académicas y entidades gubernamentales y no gubernamentales). Cuando llegas al ETCR te
encuentras con los siguientes espacios: una biblioteca (autogestionada); aproximadamente 3
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aulas dispuestas para capacitaciones técnicas, validaciones académicas o espacios
institucionales; una tienda-restaurante que hace parte de su propia cooperativa (también
autogestionada: COOMPAZCOL); un área de esparcimiento (salón abierto) que hace dos
años funcionaba como comedor comunitario, pero que hoy se dispone para otro tipo de
actividades; aproximadamente cuatro-cinco zonas de baños, cada una con inodoros, duchas,
lavamanos y lavaderos (los cuales están equitativamente distribuidos entre los
excombatientes para el uso compartido del espacio); dos plantas eléctricas y tres tanques que
recogen las aguas lluvias.
Lo que definitivamente no tienen, y que se muestra como una dificultad con muchos
efectos negativos en la vida de la comunidad de Pondores, son tuberías subterráneas, por
ende no hay acueductos o cunetas para el manejo de las aguas sucias. La comunidad expresa
que esa situación ha traído problemas de salud pública, pues los hedores del mal tratamiento
de las aguas negras ha ocasionado un sinnúmero de enfermedades, afectando sobre todo a
adultos mayores y menores de edad. Y de aquí extienden su denuncia a lo ineficiente, o más
bien, lo inexistente que es la atención de salud para los excombatientes y sus familias. Un
llamado que debería estar siendo atendido por el Gobierno, cosa que no está pasando.
Ahora bien, continuando con el contraste informativo que brindó la experiencia del
trabajo de campo, el tema de la dimensión poblacional del ETCR de Pondores debe ser
revaluada, y con lupa. Pues una de las realidades más problemáticas de Pondores es que al
día de hoy viven en una situación de hacinamiento y por ende una situación de vulneración
a sus DD.HH básicos. El número de habitantes supera a las 300 personas. Este incremento
población, desde 2017 a 2019, se explica desde varios puntos.
El primero es que a pesar de haber únicamente 213 excombatientes reconocidos por
la Agencia para la Reincorporación y la Normalización (ARN), según los registros de los
líderes (también excombatientes) del ETCR allí habitan alrededor de 230 excombatientes.
Muchos de los cuales trajeron hijos que fueron criados fuera del monte, o en su defecto
familiares (hermanos y primos, muchos de ellos con sus propios hijos), este sería un segundo
punto, lo cual explica que exista un grupo poblacional entre los 10 y 18 años, que no se
criaron junto con los excombatientes, pero que tienen lazo familiar con los mismos.
23
El último punto para entender el hacinamiento en los ETCR existentes, y tal vez, al
que más se le ha prestado atención, es el del baby boom en la vida de los excombatientes.
Durante la guerra hombres y mujeres tenían claro que, no solo porque los estatutos del
reglamento de las FARC-EP lo demandara, sino también por sentido común, quedar
embarazada o criar bebés en los campamentos no era una opción. Hoy, cuando miles de
mujeres que alguna vez fueron guerrilleras deciden entregar sus armas, sus sueños y
posiciones frente a la conformación de una familia han cambiado por completo.
Esto las ha llevado a tomar la decisión de organizarse con su pareja y dejarse
embarazar, y es una realidad transversal a todos los Espacios Territoriales del país. A esto
hace referencia el término baby boom, tan pronto como se supo que la paz se iba a firmar,
muchas mujeres dieron un paso irreversible y decidieron ser mamás. Por eso hoy, la realidad
más visible, y quizá la que más impacto causa de puertas para fuera es la del incremento de
bebés nacidos y madres excombatientes en estado de embarazo. Con esto, la suma total de
menores de edad, en el caso puntual de Pondores, rodea la cifra de 70 niños.
Lo anterior, aunque esperanzador, supone o agrava el problema estructural latente en
todos los Espacios Territoriales, y es la incertidumbre que existe porque los excombatientes
ni tienen casa propia, ni tienen una vivienda estable en los terrenos donde se encuentran
ubicados. Así que esto representa uno de los puntos más nostálgicos de la vida diaria de los
quienes viven, sin realmente vivir con dignidad, en este territorio.
Para entender las profundidades de esta crisis de no-vivienda, es importante recordar
que conforme a lo pactado en el Acuerdo Final, y desde la llegada de los excombatientes al
territorio, el Gobierno Nacional es el responsable de pagar el arriendo de dicho terreno.
Inicialmente se estableció que los excombatientes vivirían en Pondores de manera transitoria
por un periodo de seis meses, y una vez cumplido este tiempo, el Gobierno les entregaría y
los reubicaría en una vivienda propia. Hoy estamos a puertas de cumplir tres años desde la
firma del Acuerdo Final, y este compromiso aún no se ha cumplido.
Otra de las problemáticas visibles en Pondores tiene que ver con las condiciones
naturales del lugar en donde se encuentran. El terreno que los rodea se caracteriza por ser
árido y de muy poca vegetación. A su alrededor existían dos abastecimientos de aguas
24
naturales, pero debido a los fuertes veranos de los últimos nos años, uno de ellos está
completamente extinto y el otro está cada vez más seco. Esta situación hace que las
condiciones de vida de la comunidad de Pondores, durante la temporada de verano, sea de
sequía absoluta, no llega el agua a ninguno de los puntos de baño y lavaderos, y mucho menos
hay agua potable para beber.
En el otro extremo, se encuentran los efectos negativos de las épocas de invierto que,
por la ya mencionada ausencia de desvíos de agua, tiene como principal consecuencia la
inmediata inundación de las casas de los excombatientes y sus familias. Adicional a esto, la
población de Pondores corre el serio riesgo de que una tormenta o un ventarrón se lleve las
casas, pues recordemos que lo que les ofreció el Gobierno de manera “transitoria” son casas
pre-frabricadas en materiales como el icopor y el asbesto; que entre otras se conoce por
despender fibras toxicas para el cuerpo humano, fibras con efectos cancerígenos, para ser
más puntuales.
➢ Proyectos productivos de la comunidad de Pondores
Una de las grandes inquietudes que trae consigo el proceso de reincorporación de los
excombatientes de las FARC es el de su permanencia en la vida legal, y esta es una situación
directamente relacionada con sus posibilidades de acceder a educación y/o a un empleo. Si
bien esto está considerado dentro de lo que la ARN deja entender del proceso, es importante
dejar dicho que hoy día, en los distintos ETCR existentes en el país, sí existen proyectos
productivos; pero aún más importante es decir que estos no han sido dados o entregados por
un tercero, por el contrario han nacido por iniciativa propia de los excombatientes. Es decir,
debe entenderse que los proyectos productivos que se están desarrollando en los distintos
ETCR son autogestionados por los mismos excombatientes, pues ven en ellos la oportunidad
de fortalecer su proceso de reincorporación.
En el caso de Pondores, una primera radiografía de cómo han surgido sus proyectos
productivos y cuáles han logrado constituirse es la siguiente:
Nuestra mayor vocación, por ser de origen campesino, es agropecuaria, y entendimos que era
una apuesta segura emprender una unidad productiva en ese sentido, en ese norte. También,
mirando todos los perfiles de nuestra gente, consideramos que había que generar una iniciativa
25
de carpintería, una de confecciones y una de turismo. Entonces lo que hemos querido con esas
unidades productivas es darle como otra dinámica, pero rescatando esas misas fortalezas que en
la guerra tuvieron las personas que hoy están involucradas en esas distintas unidades productivas.
(Marcos Martínez, minuto 00:13:06 del documental Sembrando paz en el desierto: Pondores,
territorio de paz, 2019)
El anterior testimonio se encarga de recoger las iniciativas productivas que han surgido
en el ETCR de Pondores, desde, por y para los excombatientes. Estas iniciativas son uno de
los principales sustentos económicos de los excombatientes, por no decir que para muchos
es el único sustento existente. Representan un punto clave para la reincorporación social y
económica de estas personas, además contribuyen al proceso de reconciliación con las
comunidades y la reconstrucción del tejido social al abrir espacios de diálogo, intercambio
de saberes y trabajo colectivo; y no menos importante: aseguran la permanencia de los
excombatientes en la vida legal. Es decir, la existencia, el desarrollo y el impacto de estos
proyectos productivos puede estar siendo subestimada por quienes actuamos como terceros
en este proceso de construcción de paz, puesto que estos proyectos vistos desde distintas
dimensiones materializan un verdadero esfuerzo hacer efectivo y fructuoso su proceso de
reincorporación.
Pero como en todos los anteriores temas presentados en este análisis, frente a los
proyectos productivos de Pondores (y del resto del país) se presenta el mismo gran problema
de los últimos dos años: el incumplimiento del gobierno y la falta de apoyos e incentivos para
potenciar y acompañar dichas iniciativas. Si bien los excombatientes reconocen el
acompañamiento, y hasta cierto punto el apoyo financiero de figuras internacionales como
Naciones Unidas, las dificultades y los retos que presentan cada uno de estos proyectos hacen
evidente que el apoyo internacional no es suficiente, y de ninguna manera hace que sus
iniciativas se vuelvan sostenibles.
Ahora bien, frente a este tema no solo es latente la indiferencia del Estado, sino también
la de la sociedad civil. No ha habido una disposición real del sector público o privado por
motivar el emprendimiento en los ETCR, por financiar el crecimiento de los diferentes
proyectos productivos, y mucho menos por abrir oportunidades laborales para los
excombatientes. Es aquí cuando uno se pregunta, ¿de qué valen todos estos esfuerzos que
están haciendo los excombatientes para integrarse a la vida civil?, ¿si no somos capaces de
26
apoyar sus iniciativas, cómo podemos esperar que se logre la construcción de una paz estable
y duradera?
El análisis anterior devela solo una parte del contenido temático del documental
periodístico Sembrando en el desierto: Pondores, territorio de paz. La intención de esta
investigación es lograr crear interés en el público en general sobre esta realidad concreta. Y
este documento escrito se presenta como el perfecto abrebocas para dicho propósito; o
incluso como otro espacio para dejar evidencia de lo que ha sido este proceso y de los efectos
reales que ha tenido sobre personas reales. Así pues, la invitación a ver el material audiovisual
es amplia.
V. Conclusiones
El mayor reto de este trabajo de grado radicó en la creación de un producto comunicativo
que se diferenciara de los ya existentes por tratar un mismo tema. Lo que se buscaba, tanto
en la investigación, como en el producto final, era lograr que el trabajo se caracterizara por
tener un enfoque diferencial. Es importante aclarar que lo diferencial no es necesariamente
referente al formato (audiovisual), ni a la técnica de aproximación a dicha realidad (lo
expuesto en marco metodológico), pues evidentemente ambas cosas han sido muy trabajadas
en el campo de la investigación social.
El enfoque diferencial de este proyecto hace referencia a que la manera en que se trató el
tema es diferente, se buscó construir narrativa diferente, lograr un relato fidedigno con la
realidad encontrada en campo, respetar a los entrevistados y hacer que el espectador sintiese
empatía con ellos, entre otras cosas. Y de esta manera, este proyecto logra algo muy
importante frente a las discusiones y debates que se desprenden frente al proceso de
reincorporación, y es poner el foco donde verdaderamente debe estar: la situación real que
están viviendo todos los excombatientes en el país.
Hoy, con el producto finalizado, se puede decir que se cumplió con este reto, y que,
además, el ejercicio de la investigación en sí misma evidenció la importancia de documentar
la transición de los que alguna vez fueron combatientes de las FARC-EP, y hoy son otro civil
27
más. Ya que fue, sin duda, una manera efectiva de comprender de primera mano, y dar a
conocer a terceros lo que es su realidad hoy.
Ahora bien, hay que rescatar que eso fue posible, en gran parte por la metodología
desarrollada. En definitiva, los mecanismos que se utilizaron para la producción del
documental periodístico, como lo fueron la Investigación de Acción Participativa, como
herramienta de observación y acción simultanea junto con la etnografía, fueron útiles en la
medida en que permitieron un acercamiento natural y fluido con los entrevistados, generaron
lazos de confianza y entendimiento que, sin duda, facilitaron la obtención de la información.
Por otro lado, una de las grandes reflexiones que deja este proceso de investigación,
inmersión y producción es que dar el paso de la vida en la guerra a la vida civil ha sido un
proceso difícil, a diferencia de como muchos desde la capital o desde sus comodidades lo
juzgan. La dificultad no radica únicamente en el impacto que este proceso tiene de facto en
sus actividades diarias y sus formas de relacionarse con su entorno, sino que además se ve
agravado por los retrasos y el abandono estatal frente al cumplimiento de los acuerdos que
se firmaron en su momento con el Gobierno Santos y que, por lo que se evidencia en la
realidad territorial, han sido burlados en el actual mandato.
El documental expone y denuncia cómo las distintas problemáticas con las que conviven
hoy los excombatientes, son pruebas tangibles de lo anteriormente enunciado. La salud, la
falta de empleabilidad, las condiciones indignas que existen frente al tema de vivienda, la
falta de acompañamiento y apoyo a los proyectos productivos autogestionados, la falta de
garantías de seguridad, y la evidente persecución y asesinatos sistemáticos que están
sufriendo los excombatientes, entre muchas otras realidades, están lejos de ser el reflejo de
una sociedad dispuesta a construir paz.
Es verdaderamente lamentable que el Gobierno no responda ante esta situación, que no
solo se está dando en el ETCR de Pondores, sino en los 24 ETCR existentes a nivel nacional.
Pero es aún peor, que nosotros como sociedad civil no estemos sirviendo como veedores de
este proceso y que permitamos que el Gobierno mienta, incumpla su palabra, y encima
busque echar más para atrás lo firmado en el Acuerdo Final de Paz.
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Como resultado de lo anterior, tendremos que responsabilizarlos de ahora en adelante de
mantener a los excombatientes viviendo en formas indignas, casi como animales (que no lo
son), y también de estar negándoles espacios o vías que les ofrezcan oportunidades laborales.
Pareciera que no nos interesara asegurar su permanencia en la vida legal, y que por el
contrario aplaudiéramos que, solo por su pasado, estén viviendo en las condiciones en las
que lo están haciendo.
Ahora bien, entendiendo que no es lo correcto ser indiferentes ante esta realidad puntual,
es necesario hacer visibles dichos proyectos productivos, porque además de ser una iniciativa
propia autosostenida por los mismos excombatientes, están teniendo un impacto positivo en
las comunidades aledañas a los ETCR, al generar oportunidades de capación y trabajo, pero
por sobre todas las cosas, al ser un ejercicio profundo de reconciliación y reconstrucción del
tejido social que fracturó el conflicto armado en Colombia.
Hay que apoyar, aplaudir y reconocer estos logros, que nunca antes se habían visto en el
país. Esta es una de las muestras más fidedignas de la voluntad, disposición y verdadera
transformación social que están viviendo los excombatientes. Deja por entendido que es
deber tanto de esta investigación como de los colombianos defender, visibilizar y potenciar
este cambio en aras de alcanzar la paz que tanto se anhela.
Una de las conclusiones clave de este proyecto, tanto en el plano escrito, como en el
audiovisual, es que el Proceso de Paz, aunque firmado entre dos partes, debe abarcar y
pertenecer a todos los sectores de la sociedad. Las empresas, las víctimas y los civiles son,
por ejemplo, garantes de que los acuerdos se logren a cabalidad. En esa medida, el olvido
que sienten los combatientes por parte de una sociedad ingrata no es en vano, el olvido no
solo hacia sus condiciones de vida sino hacia los próximos pasos para su reintegración a la
vida civil sumado al rechazo ampliamente conocido por parte de sectores políticos y las
continuas acciones del Gobierno para boicotear las herramientas de la Paz ha desembocado
en la sensación generalizada de incertidumbre y de falta de garantías para con los
excombatientes y sus familias.
Así mismo, el documental se esmera por desestigmatizar la imagen del guerrillero. Lograr
mediante estrategias visuales, una mirada humana sobre su realidad, su vida, la forma y
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motivaciones que los hicieron unirse a la guerrilla, de modo que el ciudadano pueda sentirse
identificado con una realidad que no ha sido directamente suya, pero sí ha sido la de muchos
colombianos. El documental busca resaltar la disposición de cambio y resiliencia de los
excombatientes además de enumerar las diferentes acciones que están desarrollando para la
construcción de un mejor país.
En ese sentido, otro de los mayores retos y logros de este trabajo de grado fue humanizar
y visibilizar de manera más cercana la cotidianeidad de quienes hoy viven en los ETCR.
Identificar los aspectos que han sido modificados de prácticas diarias, además de resaltar los
procesos que tienen estas personas por aportar de manera positiva a la construcción de paz.
Reitero en la empatía que las voces de estas personas logran con sus espectadores, su
disposición al proyecto fue absoluta y esto facilito que el multirelato se caracterice por ser
sumamente orgánico, sentido y verdadero frente a lo que ellos están viviendo.
Ahora bien, después de toda esta experiencia es necesario reflexionar y hacer reflexionar
al público sobre que el simple hecho de soltar un arma para sembrar la tierra, estudiar, coser
ropa o emprender son actos de transformación social, son vidas que se están salvando, y
personas que quieren dar de su parte por un mejor país. El problema es que como sociedad
civil nos hace falta sensibilizarnos con esta realidad, aún hoy, después de cumplidos 2 años
de la firma del Acuerdo Final, seguimos siendo indiferentes con la vida después de la guerra
que han tenido que soportar miles de personas luego de desarmarse.
En definitiva, es muy triste que aún hoy en esta sociedad pese más el estigma que como
sociedad tenemos del insurgente, del mamerto. Hay quienes aún se refieren a ellos como
guerrillos, victimarios o asesinos, seguimos promoviendo un discurso de odio que los
deshumaniza y aumenta cada vez más las brechas profundas que abrió el conflicto en
Colombia. De aquí la importancia de contribuir en nuestra vida diaria a la construcción de
paz a través del desmonte del lenguaje. Se nos olvida que ante cualquier cosa deberíamos
estar hablando de seres humanos con historias, con alegrías y dolores; porque ellos también
sufrieron los horrores de la guerra, porque ellos también enterraron a sus muertos, ellos
también han sentido miedo, pero aún más importante: ellos también quieren una vida digna
y en paz.
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Es por ello que insisto en que con lo que está pasando en el país los jóvenes tenemos la
responsabilidad de no permitir que las dinámicas de la guerra se repitan, se expandan o se
perpetúen. Por el contrario, es nuestro deber seguir acompañando a nuestras comunidades,
negarnos a reproducir ciclos de violencia, comprender las complejidades por las que atraviesa
el país y las mutaciones que el pos-acuerdo ha generado en el mismo conflicto.
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