SEÑOR ENSEÑANOS A ORAR

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SEÑOR ENSEÑANOS A ORAR AMIGOS Y HERMANOS Comenzamos el taller SEÑOR ENSÉÑANOS A ORAR, dedicada al Padre Nuestro. Hermosa oración nos enseñó Jesús, El Padre Nuestro, es irremplazable, es una oración perfecta, en ella está toda una enseñanza; que orar, como orar y como dirigirse a Dios como Padre. Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre. Comienza esta oración dirigiéndose a Dios con una alabanza que nos hace grato el orar. Es encantador saber el verdadero sentido de paternidad y filiación divina que tenemos al ser hijos de Dios, al decir Padre Nuestro, además nos involucramos todos como hermanos, Dios es Nuestro Padre, uno solo y nuestro, de todos nosotros. ALGUNAS SANTAS OPINIONES “Es una mirada a Dios nada más, un gran fuego de amor. El alma se hunde y se abisma allí en la santa dilección y habla con Dios como con su propio Padre, muy familiarmente, en una ternura de piedad en verdad entrañable” (San Juan Casiano, coll. 9, 18). Padre nuestro: este nombre suscita en nosotros todo a la vez, el amor, el gusto en la oración,.. Y también la esperanza de obtener lo que vamos a pedir... “¿Qué puede El, en efecto, negar a la oración de sus hijos, cuando ya previamente les ha permitido ser sus hijos?” (San Agustín, serm. Dom. 2, 4, 16). Es necesario acordarnos, cuando llamemos a Dios 'Padre nuestro', de que debemos comportarnos como hijos de Dios (San Cipriano, Dom. orat. 11). Es necesario contemplar continuamente la belleza del Padre e impregnar de ella nuestra alma (San Gregorio de Nisa, or. dom. 2). COMO ORAMOS EL PADRE NUESTRO

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SEÑOR ENSEÑANOS A ORAR

AMIGOS Y HERMANOS

Comenzamos el taller SEÑOR ENSÉÑANOS A ORAR, dedicada al Padre Nuestro.

Hermosa oración nos enseñó Jesús, El Padre Nuestro, es irremplazable, es una oración perfecta, en ella está toda una enseñanza; que orar, como orar y como dirigirse a Dios como Padre.

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre. Comienza esta oración dirigiéndose a Dios con una alabanza que nos hace grato el orar. Es encantador saber el verdadero sentido de paternidad y filiación divina que tenemos al ser hijos de Dios, al decir Padre Nuestro, además nos involucramos todos como hermanos, Dios es Nuestro Padre, uno solo y nuestro, de todos nosotros.

ALGUNAS SANTAS OPINIONES

“Es una mirada a Dios nada más, un gran fuego de amor. El alma se hunde y se abisma allí en la santa dilección y habla con Dios como con su propio Padre, muy familiarmente, en una ternura de piedad en verdad entrañable” (San Juan Casiano, coll. 9, 18).

Padre nuestro: este nombre suscita en nosotros todo a la vez, el amor, el gusto en la oración,.. Y también la esperanza de obtener lo que vamos a pedir... “¿Qué puede El, en efecto, negar a la oración de sus hijos, cuando ya previamente les ha permitido ser sus hijos?” (San Agustín, serm. Dom. 2, 4, 16).

Es necesario acordarnos, cuando llamemos a Dios 'Padre nuestro', de que debemos comportarnos como hijos de Dios (San Cipriano, Dom. orat. 11).

Es necesario contemplar continuamente la belleza del Padre e impregnar de ella nuestra alma (San Gregorio de Nisa, or. dom. 2).

COMO ORAMOS EL PADRE NUESTRO

Cuando nos dirigimos al Padre en oración, levantamos los ojos a El, nuestro corazón se inflama y se apasiona porque nos dirigimos a quien más nos ama, y decimos tiernamente “Padre”, porque somos sus hijos, el nos ha creado, somos de su patrimonio, y con gran convicción, decimos Padre Nuestro, en plural, de este modo nos involucramos todos porque para El somos hermanos, y deseamos

Levantamos los ojos y rezamos “Que estas en los cielos”, porque “los cielos publican la gloria de Dios"; (Sal 18,2), el cielo es donde ya no hay culpa y donde no hay ningún temor a la muerte, entonces nos elevamos a El y lo separamos de las cosas terrenas. San Agustín decía: Dios, habita en le corazón de los hombres justos, complementado con la idea del cielo, es entonces el cielo una idea mas allá de todo lo que el hombre puede imaginar.

Luego rezamos “Santificado sea tu nombre”; Porque Dios es santidad pura, incorruptible, principio de todo lo bueno, y pedimos que sea santificado en nosotros su nombre, como auxilio para abstenernos de toda maldad y para que la santificación pueda venir en nosotros. Por tanto, esta es una expresión que nos compromete a buscar

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la santidad, para que Dios tenga hijos dignos recordando al salmista que dice: “Sea conocida tu santidad en todo el mundo, y te alaba dignamente, porque alabarte es de justos (Sal 32,1)

Y es hora de pedir y rogamos: “que venga tu reino”; Para que el poder y la seducción y el reino de este mundo pasajero sean desterrados, sobre todo, el pecado, que reina en nuestra vida terrenal. De este modo también pedimos a Dios que nos libre de la corrupción y nos preserve de la muerte. También queremos decir venga el Espíritu Santo sobre nosotros para que nos purifique. El Reino de Dios viene cuando alcanzamos gracia; porque El mismo dice (Lc 17,21): "El reino de Dios está dentro de vosotros". Para que Dios reine en nuestras vidas, así entonces en todos nuestros pensamientos, palabras y acciones.

Y sin entristecernos por el Plan de Dios en nosotros, le pedimos al Padre que se hágase su voluntad aquí en la tierra como en el cielo; Es una súplica para que nos permita imitar la vida del cielo, y porque nosotros deseamos aceptar lo que El quiere. Le pedimos de este modo, que nuestra vida humana sea buena y semejante a la que tendremos después de la resurrección, por tanto ya queremos disponernos a llevar un modo de vida en este mundo, que esté conforme con la que esperamos en el otro.

Suplicamos a continuación “Danos cada día nuestro pan cotidiano”; Danos hoy nuestro pan de cada día: Jesucristo es el Pan de Vida Eterna. El pan de nuestras almas es la virtud divina, que trae sobre ellas la vida eterna del mismo modo que el pan que nace de la tierra conserva la vida temporal. El pan divino que ha venido y el que ha de venir, le rogamos nos conceda hoy, con todo su sabor. También concédenos esto haciendo que el Espíritu Santo habite en nosotros, produciendo una virtud que aventaja a toda virtud humana, como la humildad, la bondad y el amor.

Y reconocinedo nuestras falta, solicitamos que perdones nuestros pecados, perdona nuestras ofensas: “Misericordia Señor, nos comprometemos a no faltarle, sin embargo caemos, pero El, bueno al extremo, nos perdona y luego volvemos a caer, entonces le suplicamos que suspenda el castigo que merecemos, y El tan bueno, lo hace. Pero en cuanto vemos que por su confianza en nosotros El mira para otro hermano, volvemos a caer nuevamente”. Jesus nos enseño a tener confianza por nuestras buenas obras, y nos enseñó a implorar el perdón de nuestros pecados, porque, no existiendo nadie sin pecados, no nos privemos de la participación de los beneficios divinos por los pecados humanos. Así pues, al ofrecer, como debemos, a Cristo, quien hace que el Espíritu Santo habite en nosotros, la santidad perfecta, habremos de reprendernos si no hemos conservado la pureza de su templo. Este defecto se enmienda por la bondad de Dios, perdonando a la humana debilidad el castigo de sus pecados.

Y decimos lo enseñado por Jesús, “porque también nosotros perdonamos a aquéllos que nos ofenden”; Así es Dios, lleno de piedad por los pecadores, si lo es El con nosotros, tenemos que serlo del mismo modo con los demás y, si no es así, somos unos hipócritas. Esto los hacemos con toda justicia por el Dios justo. Cuando nosotros perdonamos a nuestros deudores; esto es, a los que nos han ofendido y confiesan su ofensa. Conociendo nosotros esto, debemos dar gracias a nuestros deudores; porque son para nosotros la oportunidad y la causa de nuestro mayor perdón. Además dando

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poco alcanzamos mucho; porque nosotros debemos muchas y grandes deudas a Dios y estaríamos perdidos si nos pidiésemos una pequeña parte de ellas.

También nos enseñó el Señor, pedir para que El no nos dejes caer en la tentación: Pedimos a Dios que no nos deje caer en el pecado, esto es fuerza, amor, decisión, voluntad para enfrentar este diarios combate "entre la carne y el espíritu", capacidad para evitar las ocasiones de pecar. Si queremos que Dios permanezca en nuestro corazón, tenemos que protegerlo de la tentación.

En efecto, es imposible no dejarnos tentar, los santos fueron tentados, muchos sufrieron esta prueba, por eso le pedimos a Dios que no nos deje caer en la tentación, esto es, que no permita que suframos la prueba de las tentaciones inclinada a los placeres de los sentidos. Jesucristo conociendo nuestra debilidad, mandó que orásemos para que no cayésemos en la tentación; pero cuando alguno se ve en ella, conviene que pida a Dios la virtud de resistirla, para que se cumpla en nosotros lo que dice San Mateo (10,22): "El que persevera hasta el fin, se salvará".

Por este motivo, rogamos que nos libre del mal, del “maléfico”, y sus sinónimos, la mentira, el crimen, el robo, la xenofobia, la discriminación, la desidia, la irreverencia, el egoísmo, la envidia, la pereza, la maldad, la dureza de corazón, la incomprensión, irresponsabilidad, y tantas más que son el deleite de Satanás.

San Agustín nos dice que cada uno pide ser librado del mal (esto es, del demonio y del pecado); pero el que confía en Dios, no teme al pecado. Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? (Rom 8,31).

ALGUNAS PREGUNTAS-ALGUNAS RESPUESTAS

COMPENDIO DEL CATECISMO CATOLICO

578. ¿Cuál es el origen de la oración del Padre nuestro? (2759-2760; 2773)

Jesús nos enseñó esta insustituible oración cristiana, el Padre nuestro, un día en el que un discípulo, al verle orar, le rogó: “Maestro, enséñanos a orar” (Lc 11, 1). La tradición litúrgica de la Iglesia siempre ha usado el texto de San Mateo (6, 9-13).

“LA SÍNTESIS DE TODO EL EVANGELIO”

579. ¿Qué lugar ocupa el Padre nuestro en las Escrituras? (2761-2764; 2774)

El Padre nuestro es “el resumen de todo el Evangelio” (Tertuliano); “es la más perfecta de todas las oraciones” (Santo Tomás de Aquino). Situado en el centro del Sermón de la Montaña (Mt 5-7), recoge en forma de oración el contenido esencial del Evangelio.

580. ¿Por qué se le llama “la oración del Señor”? (2765-2766; 2775)

Al Padre nuestro se le llama “Oración dominical”, es decir “la oración del Señor”, porque nos la enseñó el mismo Jesús, nuestro Señor.

581. ¿Qué lugar ocupa el Padre nuestro en la oración de la Iglesia? (2767-2772; 2776)

Oración por excelencia de la Iglesia, el Padre nuestro es “entregado” en el Bautismo, para manifestar el nacimiento nuevo a la vida divina de los hijos de Dios. La Eucaristía revela el sentido pleno del Padre nuestro, puesto que sus peticiones, fundándose en el

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misterio de la salvación ya realizado, serán plenamente atendidas con la Segunda venida del Señor. El Padre nuestro es parte integrante de la Liturgia de las Horas.

“PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN EL CIELO”

582. ¿Por qué podemos acercarnos al Padre con plena confianza? (2777-2778; 2797)

Podemos acercarnos al Padre con plena confianza, porque Jesús, nuestro Redentor, nos introduce en la presencia del Padre, y su Espíritu hace de nosotros hijos de Dios. Por ello, podemos rezar el Padre nuestro con confianza sencilla y filial, gozosa seguridad y humilde audacia, con la certeza de ser amados y escuchados.

583. ¿Cómo es posible invocar a Dios como “Padre”? (2779-2785; 2789; 2798-2800)

Podemos invocar a Dios como “Padre”, porque el Hijo de Dios hecho hombre nos lo ha revelado, y su Espíritu nos lo hace conocer. La invocación del Padre nos hace entrar en su misterio con asombro siempre nuevo, y despierta en nosotros el deseo de un comportamiento filial. Por consiguiente, con la oración del Señor, somos conscientes de ser hijos del Padre en el Hijo.

584. ¿Por qué decimos Padre “nuestro”? (2786-2790; 2801)

“Nuestro” expresa una relación con Dios totalmente nueva. Cuando oramos al Padre, lo adoramos y lo glorificamos con el Hijo y el Espíritu. En Cristo, nosotros somos su pueblo, y Él es nuestro Dios, ahora y por siempre. Decimos, de hecho, Padre “nuestro”, porque la Iglesia de Cristo es la comunión de una multitud de hermanos, que tienen “un solo corazón y una sola alma” (Hch 4, 32).

585. ¿Con qué espíritu de comunión y de misión nos dirigimos a Dios como Padre “nuestro”? (2791-2793; 2801)

Dado que el Padre nuestro es un bien común de los bautizados, éstos sienten la urgente llamada a participar en la oración de Jesús por la unidad de sus discípulos. Rezar el Padre nuestro es orar con todos los hombres y en favor de la entera humanidad, a fin de que todos conozcan al único y verdadero Dios y se reúnan en la unidad.

586 ¿Qué significa la expresión “que estás en el cielo”? (2794-2796; 2802)

La expresión bíblica “cielo” no indica un lugar sino un modo de ser: Dios está más allá y por encima de todo; la expresión designa la majestad, la santidad de Dios, y también su presencia en el corazón de los justos. El cielo, o la Casa del Padre, constituye la verdadera patria hacia la que tendemos en la esperanza, mientras nos encontramos aún en la tierra. Vivimos ya en esta patria, donde nuestra “vida está oculta con Cristo en Dios” (Col 3, 3).

LAS SIETE PETICIONES

587. ¿Cómo está compuesta la oración del Señor? (2803-2806; 2857)

La oración del Señor contiene siete peticiones a Dios Padre. Las tres primeras, más teologales, nos atraen hacia Él, para su gloria, pues lo propio del amor es pensar primeramente en Aquel que amamos. Estas tres súplicas sugieren lo que, en particular, debemos pedirle: la santificación de su Nombre, la venida de su Reino y la realización

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de su voluntad. Las cuatro últimas peticiones presentan al Padre de misericordia nuestras miserias y nuestras esperanzas: le piden que nos alimente, que nos perdone, que nos defienda ante la tentación y nos libre del Maligno.

588. ¿Qué significa “Santificado sea tu Nombre”? (2807-2812; 2858)

Santificar el Nombre de Dios es, ante todo, una alabanza que reconoce a Dios como Santo. En efecto, Dios ha revelado su santo Nombre a Moisés, y ha querido que su pueblo le fuese consagrado como una nación santa en la que Él habita.

589. ¿Cómo se santifica el Nombre de Dios en nosotros y en el mundo? (2813-2815)

Santificar el Nombre de Dios, que “nos llama a la santidad” (1Ts 4, 7), es desear que la consagración bautismal vivifique toda nuestra vida. Asimismo, es pedir que, con nuestra vida y nuestra oración, el Nombre de Dios sea conocido y bendecido por todos los hombres.

590. ¿Qué pide la Iglesia cuando suplica “Venga a nosotros tu Reino”? (2816-2821; 2859)

La Iglesia invoca la venida final del Reino de Dios, mediante el retorno de Cristo en la gloria. Pero la Iglesia ora también para que el Reino de Dios crezca aquí ya desde ahora, gracias a la santificación de los hombres en el Espíritu y al compromiso de éstos al servicio de la justicia y de la paz, según las Bienaventuranzas. Esta petición es el grito del Espíritu y de la Esposa: “Ven, Señor Jesús” (Ap 22, 20).

591. ¿Por qué pedimos “Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”? (2822-2827; 2860)

La voluntad del Padre es que “todos los hombres se salven” (1Tm 2, 4). Para esto ha venido Jesús: para cumplir perfectamente la Voluntad salvífica del Padre. Nosotros pedimos a Dios Padre que una nuestra voluntad a la de su Hijo, a ejemplo de María Santísima y de los santos. Le pedimos que su benevolente designio se realice plenamente sobre la tierra, como se ha realizado en el cielo. Por la oración, podemos “distinguir cuál es la voluntad de Dios” (Rm 12, 2), y obtener “constancia para cumplirla” (Hb 10, 36).

592. ¿Cuál es el sentido de la petición “Danos hoy nuestro pan de cada día”? (2828-2834; 2861)

Al pedir a Dios, con el confiado abandono de los hijos, el alimento cotidiano necesario a cada cual para su subsistencia, reconocemos hasta qué punto Dios Padre es bueno, más allá de toda bondad. Le pedimos también la gracia de saber obrar, de modo que la justicia y la solidaridad permitan que la abundancia de los unos cubra las necesidades de los otros.

593. ¿Cuál es el sentido específicamente cristiano de esta petición? (2835-2837; 2861)

Puesto que “no sólo de pan vive el hombre, sino de todo lo que sale de la boca de Dios” (Mt 4, 4), la petición sobre el pan cotidiano se refiere igualmente al hambre de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo, recibido en la Eucaristía, así como al hambre

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del Espíritu Santo. Lo pedimos, con una confianza absoluta, para hoy, el hoy de Dios: y esto se nos concede, sobre todo, en la Eucaristía, que anticipa el banquete del Reino venidero.

594. ¿Por qué decimos “Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”? (2838-2839; 2862)

Al pedir a Dios Padre que nos perdone, nos reconocemos ante Él pecadores; pero confesamos, al mismo tiempo, su misericordia, porque, en su Hijo y mediante los sacramentos, “obtenemos la redención, la remisión de nuestros pecados” (Col 1, 14). Ahora bien, nuestra petición será atendida a condición de que nosotros, antes, hayamos, por nuestra parte, perdonado.

595. ¿Cómo es posible el perdón? (2840-2845; 2862)

La misericordia penetra en nuestros corazones solamente si también nosotros sabemos perdonar, incluso a nuestros enemigos. Aunque para el hombre parece imposible cumplir con esta exigencia, el corazón que se entrega al Espíritu Santo puede, a ejemplo de Cristo, amar hasta el extremo de la caridad, cambiar la herida en compasión, transformar la ofensa en intercesión. El perdón participa de la misericordia divina, y es una cumbre de la oración cristiana.

596. ¿Qué significa “No nos dejes caer en la tentación”? (2846-2849; 2863)

Pedimos a Dios Padre que no nos deje solos y a merced de la tentación. Pedimos al Espíritu saber discernir, por una parte, entre la prueba, que nos hace crecer en el bien, y la tentación, que conduce al pecado y a la muerte; y, por otra parte, entre ser tentado y consentir en la tentación. Esta petición nos une a Jesús, que ha vencido la tentación con su oración. Pedimos la gracia de la vigilancia y de la perseverancia final.

597. ¿Por qué concluimos suplicando “Y líbranos del mal”? (2850-2854; 2864)

El mal designa la persona de Satanás, que se opone a Dios y que es “el seductor del mundo entero” (Ap 12, 9). La victoria sobre el diablo ya fue alcanzada por Cristo; pero nosotros oramos a fin de que la familia humana sea liberada de Satanás y de sus obras. Pedimos también el don precioso de la paz y la gracia de la espera perseverante en el retorno de Cristo, que nos librará definitivamente del Maligno.

598. ¿Qué significa el “Amén” final? (2855-2856; 2865)

“Después, terminada la oración, dices: Amén, refrendando por medio de este Amén, que significa “Así sea”, lo que contiene la oración que Dios nos enseñó” (San Cirilo de Jerusalén).

SEÑOR ENSEÑANOS A ORAR

1.      “CUANDO ORÉIS, DECID: PADRE,

Como oraba Jesus?, como formaba El su oración?, es una gran misterio para nosotros y ciertamente también lo era para sus discípulos. Hasta que uno de ellos, no sabemos quien, no lo dice el relato, como tampoco dice si estaba al lado de Jesus, pero suponemos que lo estaba contemplando, por como lo narra el evangelio: “estando él orando en cierto lugar, cuando terminó,..”. Otro dato que podemos considerar es que el

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evangelio dice: “le dijo uno de sus discípulos”, es decir no dice si le preguntaron todos ni tampoco dice si los discípulos enviaron a uno a preguntarle. Entonces podemos pensar que el discípulo sintió algo maravilloso y admirado de su maestro quiso aprender y exento de todo egoísmo le dice: "Señor, enséñanos a orar”, seguramente para compartir la enseñanza del Maestro con los demás.

Buen ejemplo del discípulo, y es de esperar que mucho hombres contemplando al Señor, sientan lo mismo que él y le digan a Jesús: "Señor, enséñanos a orar”

Y el señor les dice: “Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino……

Las circunstancias de esta enseñanza es distinta a la de Mateo, asunto que trataremos más adelante. Lo significativo por ahora es la gran importancia de esta oración.

En su primera parte, la oración se centra en Dios Padre, en su Nombre, lo situamos en el Cielo y hablamos de su Reino.

2.      EL CONCEPTO DE PATERNIDAD DIVINA EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

En el Antiguo Testamento, nos muestra un concepto elevadísimo de paternidad divina, que define la relación que quiso tener Dios con su pueblo,

El hijo honra a su padre y el servidor teme a su señor. Pero si yo soy Padre, ¿dónde está mi honor? si soy Señor, ¿dónde está mi temor?, les dice el Señor de los ejércitos, a ustedes, sacerdotes, que desprecian mi Nombre. Y ustedes dicen: "¿En qué hemos despreciado tu Nombre?". (Malaquías 1, 6)

¿Así le pagas al Señor, pueblo necio e insensato?¿Acaso él no es tu padre y tu creador, el que te hizo y te afianzó? (Dt, 32,6)

Como un padre cariñoso con sus hijos, así es cariñoso el Señor con sus fieles; (Sal 103, 13)

3.      COMO COMENZAR LA ORACION

Generalmente cuando hacemos una oración, comenzamos por una mínima alabanza y rápidamente pensamos en nosotros y nuestras dificultades. Luego continuamos con todas las peticiones que se nos vienen a la mente, y hacemos una larga lista de suplicas, todas ellas relacionadas con nuestras dificultades y problemas. A veces hasta nos llega a deprimir el orar por tantas privaciones que nos aquejan o terminamos frustrados porque estamos repitiendo antiguas peticiones que consideramos no cumplidas.

Entonces Jesús, sabiendo como orar a Dios, nos enseña cual es la forma correcta, diciendo: "Cuando oréis, decid: Padre...”. Con esto, toda oración debe comenzar por Dios como Padre, confiados en que El tiene tanto amor por nosotros que solo quiere darnos. Este Padre, es Dios y tenemos que comprender a quien nos dirigimos sin olvidar que el sabe mucho de nosotros y nuestra necesidades, por tanto al dirigirnos a El, confiemos que nos dará lo mejor y entregará su Paz, es así,  como no debemos apresuremos en decirle muchas cosas. Tampoco debemos pensar que en este dialogo con el Padre, es para hablar acerca de El, o para criticarle por que no se han

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solucionado nuestras dificultades o hacer un dialogo teológico con El.  Ni menos pensar que le estamos pidiendo al Padre una limosna o lo que sobre para nosotros. De ahí la importancia de comenzar con: “Padre”, que tiene corazón de Padre, deseoso de regalar amor, el amor que todo hijo necesita de un Padre, que tiene grandeza de Padre, fortaleza de Padre y que espera que sus hijos acudan a El.

4.      COMO DIRIGIRNOS A DIOS PADRE

Oímos a veces a personas que dirigen su oración de este modo: “ruego al Todopoderoso” o “le pido al Creador”. Nosotros sus hijos, nos dirigimos a El como Padre, por que así nos enseño nuestro hermano Jesus. Es además un reconocimiento de nuestra naturaleza y de nuestras raíces.

Es significativo tener disposición de oírle, con sencillez, con gran sinceridad y mucho reconocimiento hacia El. Si bien es cierto que ya estamos acostumbrados a dirigirnos a Dios como algo muy nuestro, no es menos cierto que debemos considerar la reverencia y el respeto. Si nos fijamos en la liturgia, el sacerdote dice al introducirnos a la oración: Nos atrevemos a decir: Padre Nuestro. En la liturgia de rito oriental el celebrante dice: Dígnate, Oh Señor concedernos que gozosos y sin temeridad, nos atrevemos a invocarte, a Ti Dios celestial  como Padre y digamos: Padre nuestro…

5.      PADRE, EN CRISTO JESUS

Cristo Jesus, nos ha invitado a expresarnos así mismo delante de Dios, reconociendo nuestra identidad de “criatura nueva en Cristo Jesus”

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo; por cuanto nos ha elegido en él antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor; eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia con la que nos agració en el Amado. (Ef 1, 3-6

Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!.El mundo no nos conoce porque no le conoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal cual es. (1 Jn 3, 1-2)

Los que llaman Padre a Dios, comienzan en su oración presentándose a Dios tal como Dios lo ha creado para si en Cristo Jesus. Sea esta la forma de orar para que todo lo demás sea un reflejo de esa actitud de hijo de Dios, que eleva su oración al Padre de su Hermano Primogénito, como ansia que la gracia del Evangelio se convierta en el, voz de deseo y humilde suplica.

6.      UN PADRE CERCANO, QUE ES AMOR

Hay algunos conceptos que hablan de Dios como una fuente extraña de energía, y hablan solo de Dios como si fuera de una enigmática naturaleza. Jesús nos dijo: “nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. (Mt, 11,27). Jesús nos revelo un Padre que no es impersonal, ni menos lejano, al contrario, cercano a nuestras dificultades, conocedor de nuestros padecimientos. Cristo nos enseño un Padre que escucha y que en todo

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momento esta animado por su amor para entregarlo a sus hijos, y nos ha enseñado que podemos esperar una respuesta de El. Es así, que no solo creemos en Dios como Padre, tenemos Fe en El,  es Padre de nuestras esperanzas, es un Padre que es amor.

7.      DEUS CARITAS EST

“Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él” (1 Jn 4, 16). Estas palabras de la Primera carta de Juan expresan con claridad meridiana el corazón de la fe cristiana: la imagen cristiana de Dios y también la consiguiente imagen del hombre y de su camino. Además, en este mismo versículo, Juan nos ofrece, por así decir, una formulación sintética de la existencia cristiana: “Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él” (Deus Caritas Est del Sumo Pontífice Benedicto XVI)

ALGUNAS SANTAS OPINIONES

"PADRE"

San Gregorio Niceno: El principio de todas las buenas obras está, pues, en glorificar el nombre de Dios en esta vida. Por esto añade: "Santificado sea el tu nombre". Porque ¿quién es tan insensato que, viendo una vida pura en los que creen, no glorifica el nombre invocado en esa vida? Por tanto, el que dice en la oración: Sea santificado en mí tu nombre que invoco, ora de esta manera: Justifíqueme yo con tu auxilio absteniéndome de todo lo malo.

Crisóstomo: Así como el que observa la hermosura del cielo, dice: Gloria a ti, Señor; así también cuando se observa la virtud de alguno, glorifica a Dios, porque la virtud del hombre lo glorifica mucho más que el cielo.

San Agustín: También se dice: "Santificado sea tu nombre", esto es, en nosotros, para que su santificación pueda venir a nosotros.

Tito Bostrense: Santificado sea tu nombre, esto es, sea conocida tu santidad en todo el mundo, y te alaba dignamente, porque alabarte es de justos (Ps 32,1) Mandó, pues, orar por la santificación de todo el mundo.

San Cirilo: Porque entre aquellos que todavía no conocen la fe, es menospreciado el nombre de Dios; pero cuando brille sobre ellos la luz de la verdad, confesarán que El es el santo de los santos.

Tito Bostrense: Y como la gloria de Dios Padre está en el nombre de Jesús, entonces, cuando sea conocido Jesucristo, será santificado el nombre del Padre.

Orígenes: O también como los idólatras o los infieles dan el nombre de Dios a las plantas y a las criaturas, todavía no ha sido santificado; para que sea separado de aquellos ídolos con que está confundido.

LO QUE NOS ENSEÑA EL CATECISMO CATOLICO

SOBRE EL PADRE NUESTRO

(CIC 2786 AL 2796)

PADRE NUESTRO

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Padre "Nuestro" se refiere a Dios. Este adjetivo, por nuestra parte, no expresa una posesión, sino una relación totalmente nueva con Dios.

Cuando decimos Padre "nuestro", reconocemos ante todo que todas sus promesas de amor anunciadas por los Profetas se han cumplido en la nueva y eterna Alianza en Cristo: hemos llegado a ser "su Pueblo" y El es desde ahora en adelante "nuestro Dios". Esta relación nueva es una pertenencia mutua dada gratuitamente: por amor y fidelidad (cf Os 2, 21-22; 6, 1-6) tenemos que responder "a la gracia y a la verdad que nos han sido dadas en Jesucristo (Jn 1, 17).

Como la Oración del Señor es la de su Pueblo en los "últimos tiempos", ese "nuestro" expresa también la certeza de nuestra esperanza en la última promesa de Dios: en la nueva Jerusalén dirá al vencedor: "Yo seré su Dios y él será mi hijo" (Ap 21, 7).

Al decir Padre "nuestro", es al Padre de nuestro Señor Jesucristo a quien nos dirigimos personalmente. No dividimos la divinidad, ya que el Padre es su "fuente y origen", sino confesamos que eternamente el Hijo es engendrado por El y que de El procede el Espíritu Santo. No confundimos de ninguna manera las personas, ya que confesamos que nuestra comunión es con el Padre y su Hijo, Jesucristo, en su único Espíritu Santo. La Santísima Trinidad es consubstancial e indivisible. Cuando oramos al Padre, le adoramos y le glorificamos con el Hijo y el Espíritu Santo.

Gramaticalmente, "nuestro" califica una realidad común a varios. No hay más que un solo Dios y es reconocido Padre por aquellos que, por la fe en su Hijo único, han renacido de El por el agua y por el Espíritu (cf 1 Jn 5, 1; Jn 3, 5). La Iglesia es esta nueva comunión de Dios y de los hombres: unida con el Hijo único hecho "el primogénito de una multitud de hermanos" (Rm 8, 29) se encuentra en comunión con un solo y mismo Padre, en un solo y mismo Espíritu (cf Ef 4, 4-6). Al decir Padre "nuestro", la oración de cada bautizado se hace en esta comunión: "La multitud de creyentes no tenía más que un solo corazón y una sola alma" (Hch 4, 32).

Por eso, a pesar de las divisiones entre los cristianos, la oración al Padre "nuestro" continúa siendo un bien común y un llamamiento apremiante para todos los bautizados. En comunión con Cristo por la fe y el Bautismo, los cristianos deben participar en la oración de Jesús por la unidad de sus discípulos (cf UR 8; 22).

Por último, si recitamos en verdad el "Padre Nuestro", salimos del individualismo, porque de él nos libera el Amor que recibimos. El adjetivo "nuestro" al comienzo de la Oración del Señor, así como el "nosotros" de las cuatro últimas peticiones no es exclusivo de nadie. Para que se diga en verdad (cf Mt 5, 23-24; 6, 14-16), debemos superar nuestras divisiones y los conflictos entre nosotros.

Los bautizados no pueden rezar al Padre "nuestro" sin llevar con ellos ante El todos aquellos por los que el Padre ha entregado a su Hijo amado. El amor de Dios no tiene fronteras, nuestra oración tampoco debe tenerla (cf. NA 5). Orar a "nuestro" Padre nos abre a dimensiones de su Amor manifestado en Cristo: orar con todos los hombres y por todos los que no le conocen aún para que "estén reunidos en la unidad" (Jn 11, 52). Esta solicitud divina por todos los hombres y por toda la creación ha animado a todos los grandes orantes.

RESUMEN

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La confianza sencilla y fiel, la seguridad humilde y alegre son las disposiciones propias del que reza el "Padre Nuestro".

Podemos invocar a Dios como "Padre" porque nos lo ha revelado el Hijo de Dios hecho hombre, en quien, por el Bautismo, somos incorporados y adoptados como hijos de Dios.

La oración del Señor nos pone en comunión con el Padre y con su Hijo, Jesucristo. Al mismo tiempo, nos revela a nosotros mismos. (cf GS 22,1).

Orar al Padre debe hacer crecer en nosotros la voluntad de asemejarnos a él, así como debe fortalecer un corazón humilde y confiado.

Al decir Padre "Nuestro", invocamos la nueva Alianza en Jesucristo, la comunión con la Santísima Trinidad y la caridad divina que se extiende por medio de la Iglesia a lo largo del mundo.

“QUE ESTÁS EN EL CIELO, SANTIFICADO SEA TU NOMBRE”

EVANGELIO Mt, 6,9

Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre….

EVANGELIO Lc 11, 1-4

Y sucedió que, estando él orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: "Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos." El les dijo: "Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino……..

"QUE ESTÁS EN LOS CIELOS".

4.   “PORQUE EL PADRE QUE ESTÁ EN EL CIELO SABE BIEN QUÉ ES LO QUE LES HACE”(MT 6,8)

Mateo sitúa a Dios -- en los cielos – Lucas omite esto. Es propio de Mateo, que retransmite seguramente la fórmula aramaica primitiva. Que Dios está en todas partes, está abiertamente enseñado en la Escritura (Sal 139:7a-12). En los circuitos primitivos de cultura, máxime orientales, imaginativos, se sitúa a la divinidad en espacios y lugares concretos. Así aparece en los primeros libros bíblicos: Dios se pasea en el Edén (Gen 28:16). Pero entonces fue un gran progreso en el pensamiento religioso nombrar a Dios el Dios del cielo. Situado en el cielo es ya imaginativamente una elevación rica en contenido: era situarlo en una región trascendente y reconocer su alto dominio.

Este concepto y esta localización de Dios en los cielos estaba ya en la voz popular, ya en el siglo I por obra de la literatura rabínica. Al hablar de Dios como Padre se le hacía seguir de esta determinación: “que estás en los cielos”.

La palabra "Dios" no aparece en toda la oración, porque el nombre cristiano de Dios es: Padre. La relación con Dios es la de la criatura al Creador, la relación con el Padre es la del hijo con el Padre. Esta es la relación última, definitiva, la relación consoladora, la relación que nos llena de alegría, la que nos estimula a parecernos a nuestro Padre.

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“Felices los que trabajan por la paz, porque serán reconocidos como hijos de Dios.”( Mt 5,9), es decir serán llamados hijos de Dios. Cuando en el Nuevo Testamento se dice "será llamado", quiere decir que lo es y además que se reconoce. Ser llamados hijos de Dios, no quiere decir que sea como un alias, sino que son hijos de Dios y además esa calidad es reconocida por otros.

Dice el Señor Jesus: A nadie en el mundo llamen "padre", porque no tienen sino uno, el Padre celestial. (Mt 23,9). En efecto, no tenemos padre en la tierra, pero dándole  el sentido de que nuestro modelo de Padre, no es un hombre común, o dicho de otra forma, no nos acomodemos a las tradiciones que nos transmiten nuestros padres humanos. No se trata de menospreciar a nuestro padre biológico, a quien Dios también nos manda honrar y respetar,  lo que se propone es que nuestro modelo es el Padre que esta en el cielo, como Jesús. “Sed perfectos como vuestro Padre es perfecto”. Ese es el modelo. Modelo que hemos visto realizado en Jesús. Jesús es la única manera que tenemos de conocer al Padre que esta en los cielos.

El cielo no indica lejanía. El cielo es una alegoría, celeste, pero una alegoría. Siempre el hombre pone lo sublime en lo alto, y el cielo es lo más alto, es un símbolo de la excelencia, la trascendencia divina si lo decimos de una manera teológica. Porque Dios, esta por encima de todo. El está cerca de nosotros, invisible, pero, ahí está, cerca de nosotros.

SANTIFICADO SEA TU NOMBRE

En la versión de Lucas, se observa con mayor claridad esta aspiración, Padre, santificado sea tu nombre. Se esta anhelando un deseo de amor, movido por la conciencia filial que ha nacido y actúa en El. Es en cierto modo, una prolongación del hecho de haber llamado a Dios como Padre. Esta es una formula hebrea, y debe entenderse de acuerdo al mundo que pertenece. Como sabemos el nombre de Dios, es el mismo Dios tal como El ha querido revelarse y darse a conocer. Este es un Dios de la revelación, es un Dios que tiene un nombre, y que se ha manifestado como tal y al que podemos dirigirnos.

5.    SANTIFICAR EL NOMBRE Y GLORIFICAR A DIOS

“Santo, santo, santo es el Señor todopoderoso, toda la tierra esta llena de su gloria” (Is 6, 3)

Tenemos un nombre de Dios que se identifica con el mismo Dios, de tal modo de que nombre y persona pueden intercambiarse recíprocamente o ponerse uno junto al otro…..

Pero también tenemos la relación conceptual nombre-revelación-conocimiento, haciendo de alguna forma que el nombre de Dios sea en cierto modo su rostro exterior que lo revela y lo da a conocer, es así como el nombre de Dios, puede ser un paralelo de la gloria de Dios: …..Is 59,19

Cuando decimos santificar el nombre de Dios, no es que tratemos de hacer santo a Dios ni a su nombre, Dios es santo y su nombre es santo. No podríamos decir o hacer algo a favor para la santidad de Dios. En otras palabras, al santificar el nombre de Dios, santificamos al Dios que es Santo. Para comprender mejor esto, podemos decir que aunque se mancille el nombre de Dios santo, El sigue siendo Santo.

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La santidad de Dios es la perfección, por la que Dios es Dios, es su misterio de grandeza, de omnipotencia, majestad, magnificencia y esplendor. Esto es lo que separa a Dios de todo los seres que el mismo ha creado.

Santificamos el nombre de Dios, cuando lo alabamos, lo ensalzamos y lo glorificamos, sea como alabanza de profunda admiración  o con el compromiso de nuestra vida.

Moisés dijo a Aarón: "Así se cumple la palabra del Señor: Manifestaré mi santidad en aquellos que se acercan a mí, y a la vista de todo el pueblo seré glorificado." (Lev 10,3)

 “Así dice el Señor Yahvé: Aquí estoy contra ti, Sidón; en medio de ti seré glorificado. Se sabrá que yo soy Yahvé, cuando yo haga justicia de ella y  manifestaré en ella mi santidad. (Ez. 28,22)

6.    PADRE, SANTIFICADO SEA TU NOMBRE

Cuando decimos Padre, santificado sea tu Nombre, nos dirigimos al Padre de Cristo Jesus, oración de hermanos de Cristo Jesus e hijos de un mismo Padre. Delicada y maravillosa forma que nos enseño Cristo.

7.      GLORIFICAR EL NOMBRE DE DIOS

Dijo Cristo Jesus: Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos." (Jn 17.26). Es decir nos dio a conocer la perfección y la santidad del Padre, además de haber hecho posible que todos podamos conocerla y decir: “Santificado sea tu nombre”. De esta manera, al invocar: Padre, santificado sea tu Nombre, movidos por el instinto de dependencia  filial y evangélico, expresamos nuestro deseo de que el Padre sea glorificado, conocido, alabado, honrado, venerado y ensalzado como EL lo quiere ser en Cristo Jesus.

En la oración de Jesucristo (Jn 12,28), el dice: “Padre, glorifica tu Nombre." Vino entonces una voz del cielo: "Le he glorificado y de nuevo le glorificaré.". Yo lo que más deseo es que se cumpla en mi tu obra, mediante la cual tu manifestaste tu perfección, y los hombres podrán conocer tu nombre y alabar tu santidad.

8.    SANTIFICACION – GLORIFICACION EN JESUSCRISTO

Y santificamos el nombre del Señor, porque reconocemos y proclamamos  “la gloria de Dios”., manifestada como la revelación de Dios, por intermedio de de la intervención patente de sus obras, que en este tiempo coincide con la obra del Padre realizada históricamente en su Hijo Jesucristo.

Según lo que escribe San Pablo: “Y si todavía nuestro Evangelio está velado, lo está para los que se pierden, para los incrédulos, cuyo entendimiento cegó el dios de este mundo para impedir que vean brillar el resplandor del Evangelio de la gloria de Cristo, que es imagen de Dios.” (2 Cor 4 4-6). Podemos entender que Cristo, imagen de Dios y Evangelio de Dios, es manifestación en el tiempo de la perfección divina del Padre, utilizando un concepto bíblico, de la santidad de Dios Padre.

El Evangelista san Juan escribió que en Jesus, que es la manifestación de Dios invisible: “A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo

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ha contado” (Jn 1,18), se hizo visible la gloria propia del Hijo único del Padre: Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad (Jn 1 ,14). Luego el mismo Cristo Jesus dirá: Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar. Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese. (Jn17, 4-5).

9.    DIOS ES QUIEN SANTIFICA SU NOMBRE

Santificado sea, (por ti) tu nombre. El Padre es precisamente el primer interesado en su propia santificación. Esta es obra suya y esta incluida en la gran obra que El lleva a cabo en Cristo Jesus. Jesucristo proclama en su oración: Padre, glorifica tu Nombre." (Jn 12,28). Así el objeto de la oración es la gloria que le proporciona al Padre su propia obra.  

Otro ejemplo donde vemos que se reconoce que el mismo Dios es quien santifica su nombre lo encontramos en el A.T.: Por eso, di al pueblo de Israel: Así habla el Señor: Yo no obro por consideración a ustedes, casa de Israel, sino por el honor de mi santo Nombre, que ustedes han profanado entre las naciones adonde han ido. Yo santificaré mi gran Nombre, profanado entre las naciones, profanado por ustedes. Y las naciones sabrán que yo soy el Señor –oráculo del Señor– cuando manifieste mi santidad a la vista de ellas, por medio de ustedes. (Ez, 36, 22-23)

En el salmo 115 encontramos otra expresión del mismo tipo: No nos glorifiques a nosotros, Señor: glorifica solamente a tu Nombre, por tu amor y tu fidelidad. ¿Por qué han de decir las naciones:"Dónde está su Dios"? 3 Nuestro Dios está en el cielo y en la tierra, él hace todo lo que quiere. (Sal 115 1-3)

Esta entonces presente el deseo de que el Padre “santifique su nombre”, llevando así a su plenitud su obra de gloria en Cristo Jesus. Con esta oración dicha por nosotros, se nos concede poder contribuir también  en esa obra de glorificación divina, ser en la práctica y cada vez mejor “imagen de Cristo” y reflejo de la misma santidad del mismo Padre.

Dice Schurmann (Teologo), “Si este deseo tiene la apariencia de petición, es el de una petición que ya ha sido escuchada: Dios en efecto ya esta manifestando su persona y su gloria en el mundo.”

Finalmente, este deseo gozoso y respetable, no puede separarse de la petición que en él se contiene, nace en le corazón del que ora, como una expresión natural del instinto de dependencia filial que lo impulsa a invocar a Dios como Padre en Cristo Jesus diciendo: “Padre santificado sea tu nombre”

ALGUNAS SANTAS OPINIONES

“QUE ESTAS EN EL CIELO”

“SANTIFICADO SEA TU NOMBRE”

Pseudo-Crisóstomo.- Añade, pues, el Señor: "Que estás en los cielos", para que sepamos que tenemos un Padre en el cielo, y para que se avergüencen el someterse a las cosas terrenas, los que tiene un Padre en el cielo.

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San Juan Crisóstomo.- Cuando dice: "En los cielos", no limita la presencia de Dios a este lugar, sino que eleva de la tierra al que ora, fijando su imaginación en las cosas del cielo.

San Agustín.- Se dice también, que está en los cielos, esto es, entre los santos y entre los justos, porque Dios no se contiene en el espacio limitado. Se entienden por cielos las partes más excelentes de la naturaleza visible, y si creyéramos que Dios los habita, diríamos que las aves morarían más cerca de El que los hombres y tendrían más mérito. No está escrito: Dios está cerca de los hombres más elevados o de aquellos que habitan en la cumbre de los montes, sino de los contritos de corazón (Ps 33,19) Mas así como el pecador se llama tierra, a quien se le ha dicho: "Eres tierra e irás a la tierra", así, por el contrario, se puede llamar cielo al justo (Gn 3,19) Con toda propiedad se dice: "Que estás en los cielos", esto es, que estás con los santos. Porque tanta distancia hay, espiritualmente hablando, entre los justos y los pecadores, cuanta hay corporalmente entre el cielo y la tierra. Para significar esto, cuando oramos nos volvemos hacia el oriente, de donde parece que empieza el cielo. No como si Dios estuviese allí, abandonando las demás partes del mundo, sino para que el alma se incline a tomar afecto a una naturaleza más elevada (esto es, a Dios), mientras el cuerpo del hombre (que es de tierra) se convierte en un cuerpo más excelente (esto es, en un cuerpo celestial) Es muy conveniente que cada uno sienta a Dios con sus facultades, ya de niños, ya de adultos, y por lo tanto, a los que todavía no puedan comprender las cosas incorpóreas, puede tolerarse la opinión de que Dios está más bien en los cielos que en la tierra.

San Gregorio Niceno: El principio de todas las buenas obras está, pues, en glorificar el nombre de Dios en esta vida. Por esto añade: "Santificado sea el tu nombre". Porque ¿quién es tan insensato que, viendo una vida pura en los que creen, no glorifica el nombre invocado en esa vida? Por tanto, el que dice en la oración: Sea santificado en mí tu nombre que invoco, ora de esta manera: Justifíqueme yo con tu auxilio absteniéndome de todo lo malo.

Crisóstomo: Así como el que observa la hermosura del cielo, dice: Gloria a ti, Señor; así también cuando se observa la virtud de alguno, glorifica a Dios, porque la virtud del hombre lo glorifica mucho más que el cielo.

San Agustín: También se dice: "Santificado sea tu nombre", esto es, en nosotros, para que su santificación pueda venir a nosotros.

Tito Bostrense: Santificado sea tu nombre, esto es, sea conocida tu santidad en todo el mundo, y te alaba dignamente, porque alabarte es de justos (Ps 32,1) Mandó, pues, orar por la santificación de todo el mundo.

San Cirilo: Porque entre aquellos que todavía no conocen la fe, es menospreciado el nombre de Dios; pero cuando brille sobre ellos la luz de la verdad, confesarán que El es el santo de los santos.

Tito Bostrense: Y como la gloria de Dios Padre está en el nombre de Jesús, entonces, cuando sea conocido Jesucristo, será santificado el nombre del Padre.

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Orígenes: O también como los idólatras o los infieles dan el nombre de Dios a las plantas y a las criaturas, todavía no ha sido santificado; para que sea separado de aquellos ídolos con que está confundido.

LO QUE NOS ENSEÑA EL CATECISMO CATOLICO

SOBRE EL PADRE NUESTRO

(CIC 2803 AL 2815)

"QUE ESTAS EN EL CIELO"

Esta expresión bíblica no significa un lugar ["el espacio"] sino una manera de ser; no el alejamiento de Dios sino su majestad. Dios Padre no está "fuera", sino "más allá de todo" lo que acerca de la santidad divina puede el hombre concebir. Como es tres veces Santo, está totalmente cerca del corazón humilde y contrito:

Con razón, estas palabras 'Padre nuestro que estás en el Cielo' hay que entenderlas en relación al corazón de los justos en el que Dios habita como en su templo. Por eso también el que ora desea ver que reside en él Aquél a quien invoca (San Agustín, serm. Dom. 2, 5. 17).

El "cielo" bien podía ser también aquellos que llevan la imagen del mundo celestial, y en los que Dios habita y se pasea (San Cirilo de Jerusalén, catech. myst. 5, 11).

El símbolo del cielo nos remite al misterio de la Alianza que vivimos cuando oramos al Padre. El está en el cielo, es su morada, la Casa del Padre es por tanto nuestra "patria". De la patria de la Alianza el pecado nos ha desterrado (cf Gn 3) y hacia el Padre, hacia el cielo, la conversión del corazón nos hace volver (cf Jr 3, 19-4, 1a; Lc 15, 18. 21). En Cristo se han reconciliado el cielo y la tierra (cf Is 45, 8; Sal 85, 12), porque el Hijo "ha bajado del cielo", solo, y nos hace subir allí con él, por medio de su Cruz, su Resurrección y su Ascensión (cf Jn 12, 32; 14, 2-3; 16, 28; 20, 17; Ef 4, 9-10; Hb 1, 3; 2, 13).

Cuando la Iglesia ora diciendo "Padre nuestro que estás en el cielo", profesa que somos el Pueblo de Dios "sentado en el cielo, en Cristo Jesús" (Ef 2, 6), "ocultos con Cristo en Dios" (Col 3, 3), y, al mismo tiempo, "gemimos en este estado, deseando ardientemente ser revestidos de nuestra habitación celestial" (2 Co 5, 2; cf Flp 3, 20; Hb 13, 14):

Los cristianos están en la carne, pero no viven según la carne. Pasan su vida en la tierra, pero son ciudadanos del cielo (Epístola a Diogneto 5, 8-9).

 

SANTIFICADO SEA TU NOMBRE

El término "santificar" debe entenderse aquí, en primer lugar, no en su sentido causativo (solo Dios santifica, hace santo) sino sobre todo en un sentido estimativo: reconocer como santo, tratar de una manera santa. Así es como, en la adoración, esta invocación se entiende a veces como una alabanza y una acción de gracias (cf Sal 111, 9; Lc 1, 49). Pero esta petición es enseñada por Jesús como algo a desear profundamente y como proyecto en que Dios y el hombre se comprometen. Desde la primera petición a nuestro Padre, estamos sumergidos en el misterio íntimo de su Divinidad y en el drama de la

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salvación de nuestra humanidad. Pedirle que su Nombre sea santificado nos implica en "el benévolo designio que él se propuso de antemano" para que nosotros seamos "santos e inmaculados en su presencia, en el amor" (cf Ef 1, 9. 4).

En los momentos decisivos de su Economía, Dios revela su Nombre, pero lo revela realizando su obra. Esta obra no se realiza para nosotros y en nosotros más que si su Nombre es santificado por nosotros y en nosotros.

La santidad de Dios es el hogar inaccesible de su misterio eterno. Lo que se manifiesta de él en la creación y en la historia, la Escritura lo llama Gloria, la irradiación de su Majestad (cf Sal 8; Is 6, 3). Al crear al hombre "a su imagen y semejanza" (Gn 1, 26), Dios "lo corona de gloria" (Sal 8, 6), pero al pecar, el hombre queda "privado de la Gloria de Dios" (Rm 3, 23). A partir de entonces, Dios manifestará su Santidad revelando y dando su Nombre, para restituir al hombre "a la imagen de su Creador" (Col 3, 10).

En la promesa hecha a Abraham y en el juramento que la acompaña (cf Hb 6, 13), Dios se compromete a sí mismo sin revelar su Nombre. Empieza a revelarlo a Moisés (cf Ex 3, 14) y lo manifiesta a los ojos de todo el pueblo salvándolo de los egipcios: "se cubrió de Gloria" (Ex 15, 1). Desde la Alianza del Sinaí, este pueblo es "suyo" y debe ser una "nación santa" (o consagrada, es la misma palabra en hebreo: cf Ex 19, 5-6) porque el Nombre de Dios habita en él.

A pesar de la Ley santa que le da y le vuelve a dar el Dios Santo (cf Lv 19, 2: "Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios soy santo"), y aunque el Señor "tuvo respeto a su Nombre" y usó de paciencia, el pueblo se separó del Santo de Israel y "profanó su Nombre entre las naciones" (cf Ez 20, 36). Por eso, los justos de la Antigua Alianza, los pobres que regresaron del exilio y los profetas se sintieron inflamados por la pasión por su Nombre.

Finalmente, el Nombre de Dios Santo se nos ha revelado y dado, en la carne, en Jesús, como Salvador (cf Mt 1, 21; Lc 1, 31): revelado por lo que él ss, por su Palabra y por su Sacrificio (cf Jn 8, 28; 17, 8; 17, 17-19). Esto es el núcleo de su oración sacerdotal: "Padre santo ... por ellos me consagro a mí mismo, para que ellos también sean consagrados en la verdad" (Jn 17, 19). Jesús nos "manifiesta" el Nombre del Padre (Jn 17, 6) porque "santifica" él mismo su Nombre (cf Ez 20, 39; 36, 20-21). Al terminar su Pascua, el Padre le da el Nombre que está sobre todo nombre: Jesús es Señor para gloria de Dios Padre (cf Flp 2, 9-11).

En el agua del bautismo, hemos sido "lavados, santificados, justificados en el Nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios" (1 Co 6, 11). A lo largo de nuestra vida, nuestro Padre "nos llama a la santidad" (1 Ts 4, 7) y como nos viene de él que "estemos en Cristo Jesús, al cual hizo Dios para nosotros santificación" (1 Co 1, 30), es cuestión de su Gloria y de nuestra vida el que su Nombre sea santificado en nosotros y por nosotros. Tal es la exigencia de nuestra primera petición.

¿Quién podría santificar a Dios puesto que él santifica? Inspirándonos nosotros en estas palabras 'Sed santos porque yo soy santo' (Lv 20, 26), pedimos que, santificados por el bautismo, perseveremos en lo que hemos comenzado a ser. Y lo pedimos todos los días porque faltamos diariamente y debemos purificar nuestros pecados por una santificación

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incesante... Recurrimos, por tanto, a la oración para que esta santidad permanezca en nosotros (San Cipriano, Dom orat. 12).

Depende inseparablemente de nuestra vida y de nuestra oración que su Nombre sea santificado entre las naciones:

Pedimos a Dios santificar su Nombre porque él salva y santifica a toda la creación por medio de la santidad... Se trata del Nombre que da la salvación al mundo perdido pero nosotros pedimos que este Nombre de Dios sea santificado en nosotros por nuestra vida. Porque si nosotros vivimos bien, el nombre divino es bendecido; pero si vivimos mal, es blasfemado, según las palabras del Apóstol: 'el nombre de Dios, por vuestra causa, es blasfemado entre las naciones (Rm 2, 24; Ez 36, 20-22). Por tanto, rogamos para merecer tener en nuestras almas tanta santidad como santo es el nombre de nuestro Dios (San Pedro Crisólogo, serm. 71).

Cuando decimos "santificado sea tu Nombre", pedimos que sea santificado en nosotros que estamos en él, pero también en los otros a los que la gracia de Dios espera todavía para conformarnos al precepto que nos obliga a orar por todos, incluso por nuestros enemigos. He ahí por qué no decimos expresamente: Santificado sea tu Nombre 'en nosotros', porque pedimos que lo sea en todos los hombres (Tertuliano, or. 3).

Esta petición, que contiene a todas, es escuchada gracias a la oración de Cristo, como las otras seis que siguen. La oración del Padre nuestro es oración nuestra si se hace "en el Nombre" de Jesús (cf Jn 14, 13; 15, 16; 16, 24. 26). Jesús pide en su oración sacerdotal: "Padre santo, cuida en tu Nombre a los que me has dado" (Jn 17, 11).

RESUMEN

"Que estás en el cielo" no designa un lugar sino la majestad de Dios y su presencia en el corazón de los justos. El cielo, la Casa del Padre, constituye la verdadera patria hacia donde tendemos y a la que ya pertenecemos.

Al pedir: "Santificado sea tu Nombre" entramos en el plan de Dios, la santificación de su Nombre - revelado a Moisés, después en Jesús - por nosotros y en nosotros, lo mismo que en toda nación y en cada hombre.

Santificado sea tu nombre

Que tu, oh Padre, encuentres en el mundo aquella gloria externa que se te debe en la vida pública y privada de los hombres, en la ciencia y las bellas artes, en la técnica y en la vida política, ante todo en la práctica de las virtudes de tus hijos! ¡ Ojalá todo sea dirigido para promover tu honra y gloria! Esta es mi primera aspiración en todas mis oraciones, como es el principal interés de los hijos buenos que el padre de familia sea honrado y amado de todos.

Oh querido Padre que estás en los cielos, necesito pedirte muchas cosas: soy pobre y necesito mi pan cotidiano; soy más pobre porque necesito el perdón de mi culpa: soy aún más pobre, porque necesito ser librado siempre de nuevos peligros; soy pobrísimo, porque necesito ser preservado de la perdición eterna. Pero todas esas cosas no han de ser lo primero que te pido. El primer y principal objeto de todos mis anhelos es que tu nombre sea santificado. ¡Ojalá toda mi vida sea dedicada a conseguir este fin primordial de todos los hombres de la tierra!

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“VENGA TU REINO”

EVANGELIO Mt, 6,9

Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo.

EVANGELIO Lc 11, 1-4

Y sucedió que, estando él orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: "Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos." El les dijo: "Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino.

11.     VENGA TU REINO

"venga a nosotros tu reino".

Cristo Jesus, no enseña que pidamos, “venga a nosotros tu reino”, es decir que tengamos el deseo y que pidamos que el reino de los cielos venga a nosotros, que estamos aquí en la tierra. Entonces nos acerca una pregunta, ¿de que reino nos habla Jesus?

   12.     ¿QUE REINO ESPERABAN LOS APÓSTOLES?

El reino de Dios, el Reino de los cielos. Cuando Jesus les enseña esta petición  los apóstoles, todo el pueblo de Israel esperaba con ansiedad el reino de Dios. Para la forma teocrática de pensar del pueblo de aquel entonces, Dios era el rey de Israel. En el rey David, el pueblo judío veía a un lugarteniente de Dios, y a este monarca se ligaba una promesa divina. “Tu casa y tu realeza permanecerán firmes para siempre ante Mi: tu trono será estable por siempre" (2 Sam 7, 16). Esta promesa concedida por Dios continuaba para los sucesores de David en el trono, es así como las esperanzas del pueblo israelita estaban a través de la familia davídica; es decir, seria un rey del linaje de David, de donde vendría la liberación de su pueblo. En esta expectación, con la espera del príncipe de la Paz, el Mesías, en un Israel sometido por mucho tiempo a otras naciones, con un deseo ardiente de libertad, y donde los discípulos de Jesús esperaban la llegada de un reino justo, aguardaban que Jesús restaurara el reino de Israel.

   13.   ¿ENTENDÍAN LOS APÓSTOLES DE QUE REINO LES HABLABA JESUS?

De hecho, los discípulos tenían sus preocupaciones y ambiciones personales respecto al reino, es así como se acercaron a Jesús le dijeron: ¿Quién es, pues, el mayor en el Reino de los Cielos?. El llamó a un niño, le puso en medio de ellos 3 y dijo: Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos (Mt 18, 1-4)

En el Evangelio de Marco, vemos algo de la ansiedad de los discípulos por participar del reino: Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: "Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir". Él les respondió: "¿Qué quieren que haga por ustedes?". Ellos le dijeron: "Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria". (Mc 10,35)

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Luego, mas adelante durante la última cena, hablando Jesús con sus apóstoles les confirma: Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas; yo, por mi parte, dispongo un Reino para vosotros, como mi Padre lo dispuso para mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi Reino y os sentéis sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. (Lc 22, 28-30)

¿Habrían entendido bien los discípulos sobre que reino hablaba Jesus? De acuerdo a lo que le expresan al mismo Jesus los peregrinos de Emaus, esto no queda claro: Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó. (Lc 24, 21)

Cuando esperaban la Ascensión del Señor: Se les presentó dándoles muchas pruebas de que vivía, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca de lo referente al Reino de Dios. Mientras estaba comiendo con ellos, les mandó que no se ausentasen de Jerusalén, sino que aguardasen la Promesa del Padre, “que oísteis de mí: Que Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo dentro de pocos días” Los que estaban reunidos le preguntaron: -- Señor, ¿es en este momento cuando vas a restablecer el Reino de Israel? (Hch 1,3-6)

   14.    LA INVITACIÓN QUE NOS HACE CRISTO JESUS

Jesús invita a sus discípulos a orar al Padre diciendo: "Venga a nosotros tu reino" entonces nos nace una pregunta: ¿cómo se explica que por una parte que se diga: “Convertíos, porque el Reino de Dios está cerca” (Mt 4,17), y luego por otra: Habiéndole preguntado los fariseos cuándo llegaría el Reino de Dios, les respondió: « El Reino de Dios viene sin dejarse sentir. “Y no dirán: "Vedlo aquí o allá", porque el Reino de Dios ya está entre vosotros”. (Lc 17,21).?

Esta invitación que hacía Cristo Jesus, llenaba de alegría a las gentes, porque la invitación venía de alguien que respondían a lo que sus corazones deseaban con ansias. Por que el gran anhelo era que Dios, a través de su Mesías, implantara la justicia en la tierra y que lo hiciera como ningún otro rey lo había hecho. Toda la ilusión del pueblo de Israel, pasaba por la esperanza de que Dios estableciera pronto su reino entre los hombres, protegiendo los derechos de los desamparados, los pobres y los oprimidos.

La obra de Cristo Jesús, llenaba de admiración a los hombres que sabían apreciar su bondad,  que veían como curaba a los enfermos, como miraba a los necesitados, como su corazón acogía a pobres y despreciados. Del mismo modo era admirable porque no sólo comía con publicanos y pecadores, más aún, les perdonaba los pecados. Entonces exclamaban, “¿Estará llegando con Jesús el reino de Dios?”.

   15.     EL REINO DE LOS CIELO REALIDAD PRESENTE EN CRISTO JESUS

En efecto, para nuestra fe, el reino de Dios es una realidad presente, pero además una realidad futura. Lo hermoso de todo esto, es que Cristo Jesus, nos enseña a un Dios que nos tiene un reino cercano, todo ello, porque en Cristo Jesus, Dios salió al encuentro de los hombres.

También nuestra felicidad en Cristo Jesus, es saber que en el Hijo de Dios se acoplan los cielos y la tierra, como también se une lo humano y lo divino. Y así, se nos hace ver la cercanía del reino de Dios.

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El reino de Dios está presente en Cristo Jesús y en su obra, como un avance del futuro, el reino de Dios apunta hacia un futuro ya temprano, pero aún por aparecer. Esta  proximidad del reino de Dios en Cristo Jesús, se manifiesta también en todos los que habiendo reconocido esta presencia del reino de Dios en El, aceptan seguirle. Es así también, como la presencia del reino de los cielos se hace palpable en los que se sus discípulos.

   16.     ¿Y ADEMÁS, COMO ES EL REINO DE LOS CIELOS?

Jesús nos enseña de diversas formas como es el “reino de los cielos”: El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo.  (Mateo 13,24) ¿Quien es que vino a sembrar la buena semilla?, ¿que nos representa la semilla?, ¿Qué representa el campo? La palabra de Jesús, es semilla de bondad y amor, que sembrada en el corazón de un hombre bueno, halla el campo ideal de tierra fértil donde puede crecer y prosperar. Jesús es quien nos siembra su palabra y nosotros la atesoramos en su lugar preferido, el corazón, acogiéndola con fe y amor. Esta palabra transforma nuestra vida y se convierte en nuestra principal guía de vida.

El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza que tomó un hombre y lo sembró en su campo. Es ciertamente más pequeña que cualquier semilla, pero cuando crece es mayor que las hortalizas, y se hace árbol, hasta el punto de que las aves del cielo vienen y anidan en sus ramas.  (Mateo 13, 31-32) Jesús emplea este término que era usual en los judíos para comparar las cosas pequeñas, y lo hace así, para decir que el Reino de Dios comenzó modestamente y luego se expandió con gran vigor, igual que la semilla de mostaza o la levadura.

En las cosas sencillas y humildes siempre Dios pone la esperanza en sus hijos, y emplea medios sencillos para llegar hasta él, así fue también como eligió a una humilde y sencilla mujer para encarnar a su Hijo, y en un humilde pesebre fue a nacer, así también se nos hace presente Cristo en la Eucaristía, en pedacito de pan y en un poco de vino, signos de gran sencillez.

Sin embargo a los hombres nos gustan las cosas grandiosas, con exigentes preparativos, especialmente cuando no conocen bien a Dios. Sin embargo Dios no esta interesado en que emprendamos grandes obras para demostrarle nuestro amor, pero nos acoge con cariño con tan solo serle fiel en todo momento.

Una buena enseñanza es nuestra Iglesia, que nació modestamente, con hombres de condición humilde, que habían sido pescadores, y hoy esta por todo el mundo, y pueblos de diferentes costumbres, idiomas y razas la acogen y la engrandecen.

El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo.  (Mateo 13,34) Luego Jesús nos enseña a través de un parábola hogareña, “la levadura fermento todo”, para que nosotros podamos ser como ella, corrompiendo lo que nos hace cómodo, lo que no nos hace crecer, y para que comprobemos la eficacia de los Evangelios, del mismo modo como la levadura fermenta la masa, el mensaje del Evangelio nos fermenta a nosotros, del mismo modo como la levadura penetra en la masa, lo hace el Evangelio en los hombres.

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Del mismo modo como se transforma la semilla, también la Palabra del Señor es levadura para transformarnos, así nos quiere decir Jesús como es el Reino de Dios, con fuerza y vigor para extenderse y fermentar y transformar el mundo.

Venga a nosotros tu reino. Pedimos a Dios que reine en las almas por la gracia, que se extienda su reino por toda la tierra y que después nos dé el reino de la gloria

   17.      PORQUE PEDIMOS AHORA “VENGA TU REINO”

Cristo Jesus, con sus enseñanzas y ejemplos, fue preparando a los hombres para que se dieran cuenta cual era su mensaje y fue preparándolos para aceptar que cosas eran de importancia en nuestra forma de vida y relación con los demás hombres. Su ejemplo fue de alguien sencillo y humilde, siendo Dios, se puso en el papel de los hombres, haciéndonos saber, que con El, se llega a la justicia, a la paz, al reino de la verdad y al camino hacia la santidad. Todo esto lo enseño con amor y gratuitamente para nuestra salvación.

“Venga tu reino”: Este Reino llega con su muerte y resurrección, se anticipa en la Última Cena, y por la Eucaristía está entre nosotros. El Reino de Dios llegará en la gloria cuando Cristo lo devuelva a su Padre.

“Venga a nosotros tu Reino”, es la demanda de quien sabe confiar sólo en Dios y en su Reino. Nuestro deseo es que Dios lleve a feliz término la obra que comenzó con Cristo Jesus. Nuestro gran anhelo es que se haga realidad el reino de Dios, es decir su reinado salvador, en otras palabras, instaurando su soberanía, primacía de Rey Universal y absoluto.

Y será Yahvé rey sobre toda la tierra: ¡el día aquel será único Yahvé y único su nombre! (Zacarías 14,9)

LO QUE NOS ENSEÑA EL CATECISMO CATOLICO

SOBRE EL PADRE NUESTRO

(CIC 2803 AL 2827)

VENGA A NOSOTROS TU REINO

En el Nuevo Testamento, la palabra "basileia" se puede traducir por realeza (nombre abstracto), reino (nombre concreto) o reinado (de reinar, nombre de acción). El Reino de Dios está ante nosotros. Se aproxima en el Verbo encarnado, se anuncia a través de todo el Evangelio, llega en la muerte y la Resurrección de Cristo. El Reino de Dios adviene en la Ultima Cena y por la Eucaristía está entre nosotros. El Reino de Dios llegará en la gloria cuando Jesucristo lo devuelva a su Padre:

Incluso puede ser que el Reino de Dios signifique Cristo en persona, al cual llamamos con nuestras voces todos los días y de quien queremos apresurar su advenimiento por nuestra espera. Como es nuestra Resurrección porque resucitamos en él, puede ser también el Reino de Dios porque en él reinaremos (San Cipriano, Dom. orat. 13).

Esta petición es el "Marana Tha", el grito del Espíritu y de la Esposa: "Ven, Señor Jesús":

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Incluso aunque esta oración no nos hubiera mandado pedir el advenimiento del Reino, habríamos tenido que expresar esta petición , dirigiéndonos con premura a la meta de nuestras esperanzas. Las almas de los mártires, bajo el altar, invocan al Señor con grandes gritos: '¿Hasta cuándo, Dueño santo y veraz, vas a estar sin hacer justicia por nuestra sangre a los habitantes de la tierra?' (Ap 6, 10). En efecto, los mártires deben alcanzar la justicia al fin de los tiempos. Señor, ¡apresura, pues, la venida de tu Reino! (Tertuliano, or. 5).

En la oración del Señor, se trata principalmente de la venida final del Reino de Dios por medio del retorno de Cristo (cf Tt 2, 13). Pero este deseo no distrae a la Iglesia de su misión en este mundo, más bien la compromete. Porque desde Pentecostés, la venida del Reino es obra del Espíritu del Señor "a fin de santificar todas las cosas llevando a plenitud su obra en el mundo" (MR, plegaria eucarística IV).

"El Reino de Dios es justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo" (Rm 14, 17). Los últimos tiempos en los que estamos son los de la efusión del Espíritu Santo. Desde entonces está entablado un combate decisivo entre "la carne" y el Espíritu (cf Ga 5, 16-25):

Solo un corazón puro puede decir con seguridad: '¡Venga a nosotros tu Reino!'. Es necesario haber estado en la escuela de Pablo para decir: 'Que el pecado no reine ya en nuestro cuerpo mortal' (Rm 6, 12). El que se conserva puro en sus acciones, sus pensamientos y sus palabras, puede decir a Dios: '¡Venga tu Reino!' (San Cirilo de Jerusalén, catech. myst. 5, 13).

Discerniendo según el Espíritu, los cristianos deben distinguir entre el crecimiento del Reino de Dios y el progreso de la cultura y la promoción de la sociedad en las que están implicados. Esta distinción no es una separación. La vocación del hombre a la vida eterna no suprime sino que refuerza su deber de poner en práctica las energías y los meDios recibidos del Creador para servir en este mundo a la justicia y a la paz (cf GS 22; 32; 39; 45; EN 31).

Esta petición está sostenida y escuchada en la oración de Jesús (cf Jn 17, 17-20), presente y eficaz en la Eucaristía; su fruto es la vida nueva según las Bienaventuranzas (cf Mt 5, 13-16; 6, 24; 7, 12-13).

RESUMEN

En el Padrenuestro, las tres primeras peticiones tienen por objeto la Gloria del Padre: la santificación del nombre, la venida del reino y el cumplimiento de la voluntad divina. Las otras cuatro presentan al Padre nuestros deseos: estas peticiones conciernen a nuestra vida para alimentarla o para curarla del pecado y se refieren a nuestro combate por la victoria del Bien sobre el Mal.

En la segunda petición, la Iglesia tiene principalmente a la vista el retorno de Cristo y la venida final del Reino de Dios. También ora por el crecimiento del Reino de Dios en el "hoy" de nuestras vidas.

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“HÁGASE TU VOLUNTAD ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO”

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

 

EVANGELIO Mt, 6,9

Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo.

 

   18.     HÁGASE TU VOLUNTAD, COMO EN EL CIELO, ASÍ SOBRE LA TIERRA

Cuando Cristo Jesus les enseño a sus discípulos a orar el Padre nuestro, no incluyo en ella ninguna petición para que seamos santos o ninguna petición para que seamos mejores. A modo de ejemplo, cuando oramos pidiendo: Señor has que seamos hombres buenos o Señor, enséñanos a ser bondadosos.

Sin embargo, Cristo Jesus al enseñarle a orar, les pide sus discípulos ayer y hoy a nosotros, renunciar  a los propósitos personales y aceptar que se realicen los de Dios. Entonces, cuando repetimos esta oración, frente a lo que realmente deseamos, decimos “hágase tu voluntad”, es decir lo que yo quiero es lo tu quieras Señor.

Dijo Cristo Jesus: Padre mío, si esta copa no puede pasar sin que yo la beba, hágase tu voluntad.  (Mateo 26,42)

   19.    NUESTRA DISPOSICIÓN A LA VOLUNTAD DE DIOS

¿Pero realmente estamos dispuestos y alegres a aceptar lo que Dios quiera?, Antes de responder hay que meditar que estamos dispuestos a no hacer por Dios o que estamos dispuesto a dejar de hacer por Dios. En efecto, cuando perdemos algún privilegio, aparecen ciertas soberbias por haber perdido algo que creíamos importante, a modo de ejemplo, deseábamos cierto puesto para nosotros y la voluntad de Dios fue dárselo a otro. ¿Cuántas veces hemos sido sorprendidos por Dios, haciéndose una voluntad que no era la que esperábamos?,  ¿y después de eso, que hacemos?, ¿nos preguntamos porque Señor, o rezamos luego diciendo Señor estoy contento que tu voluntad haya sido hecha?

Cristo nos pide, que le supliquemos a Dios, permitirle a El, que haga de nosotros, aquí ahora en la tierra y luego cuando el quiera en el cielo, es decir, Cristo quiere que sintamos que Dios es lo primero en todo en nuestra vida, y ante todo lo que queramos. La aceptación de la voluntad de Dios esta por sobre todo, reconociendo en el “EL Señor”.

La primera voluntad que debemos aceptar entonces es, que El es “El Señor”, y nadie más. Señor de la vida y de la muerte, y deben ser aceptada de la misma forma la alegría y el dolor, esto es, en todo donde la voluntad de Dios se manifieste, debe ser aceptada. "Hágase tu voluntad" es entregarse a las realidades recibidas.

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   20.     CUANDO EL HOMBRE QUIERE SU VOLUNTAD y NO LA DE DIOS

Mientras todo va bien, oramos: Me pongo en tus manos porque eres El Señor, mi Dios, mi Padre, y te doy gracias, por todo lo que haces por mí y para mí. Sin embargo si nos ocurre algo que nos esperábamos, decimos con aire de pesimismo: que le vamos a hacer, es la voluntad de Dios.

En otra ocasiones hacemos alguna oración buscando torcer la voluntad de Dios a nuestros deseos, y nos hacemos falsas ilusiones pensando: Dios es bueno y me lo va a conceder, y no queremos dejar a Dios que el decida que es lo bueno para nosotros.

También sucede que buscamos favorecer nuestros intereses, creyendo que lo nuestro es lo que vale, y lo único que nos falta es que Dios no se nos oponga o se no se nos moleste, entonces necesitamos pacificar a Dios, y pensamos que con la oración se producirá un milagro y hará desistir al Señor de mandarnos su ira, y frescamente decimos igual “hágase tu voluntad".

   21.     LOS MOMENTOS DIFICILES

Cuando estamos de acuerdo que las cosas que nos ha mandado Dios, es decir su voluntad, son buenas para nosotros, estamos aceptando su voluntad, si pensamos que no lo son, estamos rechazando su voluntad.

Si vemos que un niño inocente, tiene un mal terrible, exclamamos ¡Por qué Señor!, si alguien tiene un accidente fatal, exclamamos pidiéndole respuestas al Señor, esas exclamaciones son justas, porque no nos parecen obras de Dios. Frente a estas situaciones u otras desgracias, no podemos decir “hágase tu voluntad”, porque sería contra nuestros sentimientos. Sin embargo, no es ir en contra de estos sentimientos aceptar la voluntad de Dios. Esto es, una cosa es ver la voluntad de Dios y la otra aceptar esta voluntad. Por tanto siempre es posible querer una voluntad de Dios y otra aceptar esta voluntad.

Reza Cristo en Getsemaní: Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como quieras tú.  (Mateo 26, 39) Padre mío, si esta copa no puede pasar sin que yo la beba, hágase tu voluntad.  (Mateo 26, 42)

Otro gran ejemplo lo pone Cristo Jesus: Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra. (Juan 4,34) y el no hace nada por su cuenta, Y no puedo hacer nada por mi cuenta: juzgo según lo que oigo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. (Juan 5, 30),  porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. (Juan 6, 38, 40)

   22.     CRISTO NOS ENSEÑA CUAL ES LA VOLUNTAD DEL PADRE

La Voluntad de Dios, es un misterio y no es fácil descubrir lo que Dios quiere, sin embargo nos han enseñado que es fiel, aquel que se complace en hacer la voluntad de Dios.

Y cual es esa voluntad?, dice Cristo Jesus: “porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Y esta es la voluntad del que me ha enviado; que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el

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último día. Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna y que yo le resucite el último día.  (Juan6, 38-40)

  23.     CRISTO JESUS, NOS HACE FAMILIA SI CUMPLIMOS LA VOLUNTAD DE  DIOS

En un momento en que Jesús, rodeado de gentes, predica, su madre y sus “hermanos” desean verle. (Lc 8, 19-21) Como no pueden acercarse, por la multitud, se le pasa un recado. Y Jesús aprovecha aquella oportunidad, no para negar el afecto filial y de piedad a los suyos, sino para comparar el simple afecto familiar humano al otro afecto de la gran familia cristiana.

Por eso, desde este punto de vista, para cualquiera que “oye” la “palabra de Dios,” término exclusivo de Lc, y la “pone por obra,” tiene para Él el afecto entrañable y familiar, aunque aquí sobrenatural, que corresponde a ese otro motivo más alto que los simples lazos de la sangre. Son los miembros del Reino.

Ante la presencia de estos vínculos familiares, Jesús aprovecha la oportunidad para dar una gran lección, señalando con la mano a sus discípulos, agregó: Éstos son mi madre y mis hermanos, pues añadió: Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre. En efecto, Jesús, no niega el amor a su madre ni a sus familiares, El habla de esa otra gran familia cristiana. No queda atado al solo amor humano de una familia. Hay otra familia espiritual a la que ama, en un orden espiritual y sobrenatural, con amor más íntimo y profundo que el amor humano con que se ama a la madre y a los hermanos.

24.  CRISTO ENALTECE A SU MADRE, QUE HA ACEPTADO LA VOLUNTAD DE DIOS

"He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra". (Lucas 1, 36-38)

Sin embargo, Jesús, es un hijo ejemplar de María, la enaltece, la elogia, la alaba, la pone como ejemplo total de mujer y de Madre, ella escucho la palabra divina, y dijo: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra". (Lucas 1, 36-38), por eso Jesús dice: Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ésa es Mi madre.

Una vez, estando hablando Jesús a la gente, alzó la voz una mujer y dijo: “Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron.” Y Jesús le respondió: “Dichosos más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen” (Lc 11,27-28).No es tal vez María la primera entre aquellos que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen? Sin lugar a dudas, María es digna de bendición por el hecho de haber sido para Jesús Madre según la carne, pero también y sobre todo porque ya en el instante de la anunciación ha acogido la palabra de Dios, porque ha creído, porque fue obediente a Dios, porque guardaba la palabra y la conservaba cuidadosamente en su corazón.

25.     LOS QUE CUMPLEN CON LA VOLUNTAD DE DIOS, ENTRARAN EN LOS CIELOS

No son los que me dicen: Señor, Señor, los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo (Mt 7, 21-29)

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Cristo Jesus, nos advierte en este fragmento del evangelio, como reconocer a aquellos que aparentan llevar una buena vida en las palabras, pero en los hechos y en sus obras no son ejemplos de nada. Esto, porque los hechos y las palabras son necesarias de cumplir por igual a los que sirven al Señor. Y aún hay más exigencia, una y otra cosa son necesarias, pero estas deben ir acompañada de de la aceptación y del cumplimiento de la voluntad de Dios.

Es necesario entonces estar atentos para distinguir de los buenos y los malos maestros. Debemos en otras palabras, cuidarnos de nos ser engañados por los que hablan en nombre de Cristo, pero entienden mal las verdaderas enseñanzas y las acomodan a su manera y sus estatus de vida.

Así es, como si confesamos nuestra fe, debemos vivir nuestra fe, es decir vivir según la palabra de Jesucristo, si no es así, no entraremos al Reino de los Cielos. El camino del Reino de los Cielos, incluye aceptación y obediencia a los propósitos y planes de Dios, y no se esta caminando por El, por el solo hecho de repetir sus nombre.

Jesús vino a cumplir la voluntad del Padre. No es otra la voluntad del Hijo que la del Padre que esta en los cielos, son palabras que hemos oído con mucho énfasis de Jesús. Pongamos nosotros el mismo empeño, el mismo interés y esfuerzo en imitar a Jesús, aceptando y haciendo la voluntad del Padre en los hechos y las palabras. Pero no dejemos de tener presente, que para pertenecer al Reino, no basta con invocar al Señor, auque sintamos que lo hacemos con fe viva, es indispensable cumplir la voluntad de Dios y hacer una vida coherente a los principios y enseñanzas de Jesucristo.

Jesús ilustra y confirma la enseñanza propuesta. La imagen es una parábola, la descripción que hace san Mateo, no sólo es literariamente bella, sino que refleja exactamente el medio ambiente palestino. Su relato tiende a ilustrar genéricamente la idea central de los que, oyendo la palabra de Jesús, luego no la practican o no la ponen por obra.

Dice Jesús; Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero ésta no se derrumbó, porque estaba construida sobre roca. Esto es frente a muchas dificultades, nuestra fe y nuestros principios no han de caerse y nuestra Iglesia permanece firme. La lluvia, representa el elemento que al unirse con la arena arrastra nuestros principios, pero si cae sobre roca, no le hace mella, los torrentes, representan los impulsos de avaricia, los vientos las soberbias. Estamos expuestos a encontrarnos con muchas dificultades, toda clase de peligros contra nuestra fe, pero el que se funda sobre Cristo, permanece en pie y ninguna adversidad lo derriba.

Nos dice Jesús: Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica puede compararse a un hombre sensato -- Es decir el que oye y practica sus enseñanzas, es semejante a un varón prudente. Pero no se trata de alguien inteligente o intuitivo, con un gran sentido práctico, sino del que cree y obedece sus enseñanzas, el que pone en práctica los Evangelios, el que lleva en la práctica de su vida una vida religiosa.

La conclusión es clara: la vida cristiana está sólidamente construida, como el edificio bien cimentado, si la fe se traduce en hechos, no en expresiones de deseos.

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Pongamos entonces el Hágase tu voluntad que rezamos cada día en practica y disposición de cumplirla, viviendo siempre conforme a ella y para que no nos sea tan difícil, alimentemos nuestro corazón de la Palabra de Dios con la lectura y comprensión de los Evangelios, para que sepamos bien lo que nos dice el Señor y que es lo que nos pide.

Sabemos que Dios no escucha a los pecadores; mas, si uno es religioso y cumple su voluntad, a ése le escucha.  (Juan 9, 31)

Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no ha preparado nada ni ha obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos flagelos; el que no la conoce y hace cosas dignas de azotes, recibirá pocos; a quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más. (Lucas 12,47)

De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños. (Mateo 18,14)

¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?  (Mateo  21,31)

Y no os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto. (Romanos 12,2)

Y pueda también llegar con alegría a vosotros por la voluntad de Dios, y disfrutar de algún reposo entre vosotros. 33 El Dios de la paz sea con todos vosotros. Amén. (Romanos 15,32)

 

 

ALGUNAS SANTAS OPINIONES

“HÁGASE TU VOLUNTAD, ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO”

CATENA AUREA

 

San Agustín.- "Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo". O sea, así como en los ángeles que están en el cielo se hace tu voluntad para que gocen de Ti, no viniendo error alguno a oscurecer su inteligencia, ni penalidad ninguna a impedir su felicidad, hágase tu voluntad en tus santos que están en la tierra, y han sido hechos de tierra (en cuanto al cuerpo) "Hágase tu voluntad", se entiende también diciendo que deseamos que los preceptos de Dios se cumplan, así en el cielo como en la tierra, esto es, así por los ángeles como por los hombres: no porque ellos determinan la voluntad de Dios, sino porque hacen lo que El quiere, esto es, obran según su voluntad.

San Juan Crisóstomo.- He aquí una consecuencia muy buena. Después de habernos enseñado a desear las cosas del cielo por estas palabras: "Venga a nos el tu reino", antes de llegar al cielo nos enseña a hacer de la tierra cielo con estas palabras: "Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo".

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San Jerónimo. - Avergüéncense por estas palabras los que mienten diciendo que todos los días hay ruinas en el cielo.

San Agustín.-: "Así como en el cielo, en la tierra", esto es, así como en los justos, también en los pecadores, como si dijese: "Así como hacen tu voluntad los justos, háganla también los pecadores, para que se conviertan a Ti". O de otro modo, para que pueda darse a cada uno lo suyo, como sucederá en el juicio final. También podemos conocer que por cielo y tierra se entienden el espíritu y la carne, y por lo que dice el Apóstol: "Con la mente sirvo a la ley de Dios, y con la carne a la ley del pecado" (Rm 7,25), debemos comprender que la voluntad de Dios también se hace con el espíritu. Así sucede en aquella transformación que se promete a los justos. Hágase la voluntad de Dios así en la tierra como en el cielo, esto es, así como el espíritu no resiste a Dios, así el cuerpo no resista al espíritu. O de otro modo: "Así en la tierra como en el cielo", esto es, así en la Iglesia como en Jesucristo, en la Esposa del Hijo de Dios como en Este, que cumplió la voluntad del Padre. Se toman oportunamente el cielo y la tierra como un hombre y una mujer, puesto que la tierra fructifica cuando es fecundada por el cielo.

San Cipriano.- No pedimos que El haga lo que quiera, sino que nosotros podamos hacer lo que Dios quiere. Lo que se hace en nosotros es obra de la voluntad divina, esto es, por medio de su ayuda y de su protección, porque ninguno es suficientemente fuerte por sus solas fuerzas, sino que está seguro por la misericordia de Dios.

San Juan Crisóstomo.- La virtud no es solamente propia de nuestro deseo, sino también de una gracia superior. Por esto se nos manda aquí a cada uno de nosotros que oremos por todo el orbe, y no dijo: "Hágase tu voluntad en mí o en nosotros", sino: "En toda la tierra", para que desaparezca el error y se siembre la verdad, y se destierre la malicia, y vuelva la virtud, y para que ya no se diferencie el cielo de la tierra.

San Agustín.- En esto se manifiesta claramente (en contra de los pelagianos) que el principio de la fe es un don de Dios, cuando ruega la santa Iglesia por los no creyentes, para que empiecen a tener fe. Como la voluntad de Dios se ha cumplido ya en los santos, cuando aún se pide que se cumpla, ¿qué otra cosa pedimos sino que perseveren en lo que comenzaron a ser?

Pseudo-Crisóstomo.- Debe considerarse como dicho para todos lo que dice: "Así en el cielo como en la tierra", esto es, santificado sea tu nombre, así en el cielo como en la tierra, hágase tu voluntad así en el cielo como en la tierra. Y considera con cuánta precaución habló. No dijo, pues: Padre, santifica tu nombre en nosotros, venga tu reino sobre nosotros, haz tu voluntad en nosotros, ni dijo otra vez: santifiquemos tu nombre, recibamos tu reino, hagamos tu voluntad, para que no apareciere que esto era obra exclusiva o sólo de Dios o sólo del hombre, y por ello dijo en sentido impersonal: porque así como el hombre no puede obrar bien sin la ayuda de Dios, así Dios no puede hacer bien al hombre cuando el hombre no quiere.

 

LO QUE NOS ENSEÑA EL CATECISMO CATOLICO

SOBRE EL PADRE NUESTRO

(CIC 2822 AL 2827)

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III HÁGASE TU VOLUNTAD EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO

La voluntad de nuestro Padre es "que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad" (1 Tm 2, 3-4). El "usa de paciencia, no queriendo que algunos perezcan" (2 P 3, 9; cf Mt 18, 14). Su mandamiento que resume todos los demás y que nos dice toda su voluntad es que "nos amemos los unos a los otros como él nos ha amado" (Jn 13, 34; cf 1 Jn 3; 4; Lc 10, 25-37).

El nos ha dado a "conocer el Misterio de su voluntad según el benévolo designio que en él se propuso de antemano...: hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza... a él por quien entramos en herencia, elegidos de antemano según el previo designio del que realiza todo conforme a la decisión de su Voluntad" (Ef 1, 9-11). Pedimos con insistencia que se realice plenamente este designio benévolo, en la tierra como ya ocurre en el cielo.

En Cristo, y por medio de su voluntad humana, la voluntad del Padre fue cumplida perfectamente y de una vez por todas. Jesús dijo al entrar en el mundo: " He aquí que yo vengo, oh Dios, a hacer tu voluntad" (Hb 10, 7; Sal 40, 7). Sólo Jesús puede decir: "Yo hago siempre lo que le agrada a él" (Jn 8, 29). En la oración de su agonía, acoge totalmente esta Voluntad: "No se haga mi voluntad sino la tuya" (Lc 22, 42; cf Jn 4, 34; 5, 30; 6, 38). He aquí por qué Jesús "se entregó a sí mismo por nuestros pecados según la voluntad de Dios" (Ga 1, 4). "Y en virtud de esta voluntad somos santificados, merced a la oblación de una vez para siempre del cuerpo de Jesucristo" (Hb 10, 10).

Jesús, "aun siendo Hijo, con lo que padeció, experimentó la obediencia" (Hb 5, 8). ¡Con cuánta más razón la deberemos experimentar nosotros, criaturas y pecadores, que hemos llegado a ser hijos de adopción en él! Pedimos a nuestro Padre que una nuestra voluntad a la de su Hijo para cumplir su voluntad, su designio de salvación para la vida del mundo. Nosotros somos radicalmente impotentes para ello, pero unidos a Jesús y con el poder de su Espíritu Santo, podemos poner en sus manos nuestra voluntad y decidir escoger lo que su Hijo siempre ha escogido: hacer lo que agrada al Padre (cf Jn 8, 29):

Adheridos a Cristo, podemos llegar a ser un solo espíritu con él, y así cumplir su voluntad: de esta forma ésta se hará tanto en la tierra como en el cielo (Orígenes, or. 26).

Considerad cómo Jesucristo nos enseña a ser humildes, haciéndonos ver que nuestra virtud no depende sólo de nuestro esfuerzo sino de la gracia de Dios. El ordena a cada fiel que ora, que lo haga universalmente por toda la tierra. Porque no dice 'Que tu voluntad se haga' en mí o en vosotros 'sino en toda la tierra': para que el error sea desterrado de ella, que la verdad reine en ella, que el vicio sea destruido en ella, que la virtud vuelva a florecer en ella y que la tierra ya no sea diferente del cielo (San Juan Crisóstomo, hom. in Mt 19, 5).

Por la oración, podemos "discernir cuál es la voluntad de Dios" (Rm 12, 2; Ef 5, 17) y obtener "constancia para cumplirla" (Hb 10, 36). Jesús nos enseña que se entra en el Reino de los cielos, no mediante palabras, sino "haciendo la voluntad de mi Padre que está en los cielos" (Mt 7, 21).

"Si alguno cumple la voluntad de Dios, a ese le escucha" (Jn 9, 31; cf 1 Jn 5, 14). Tal es el poder de la oración de la Iglesia en el Nombre de su Señor, sobre todo en la

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Eucaristía; es comunión de intercesión con la Santísima Madre de Dios (cf Lc 1, 38. 49) y con todos los santos que han sido "agradables" al Señor por no haber querido más que su Voluntad:

Incluso podemos, sin herir la verdad, cambiar estas palabras: 'Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo' por estas otras: en la Iglesia como en nuestro Señor Jesucristo; en la Esposa que le ha sido desposada, como en el Esposo que ha cumplido la voluntad del Padre (San Agustín, serm. Dom. 2, 6, 24).

RESUMEN

En la tercera petición, rogamos al Padre que una nuestra voluntad a la de su Hijo para realizar su Plan de salvación en la vida del mundo.

“DANOS HOY NUESTRO PAN DE CADA DÍA”

“DANOS CADA DÍA NUESTRO PAN COTIDIANO”

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

 

 

EVANGELIO Mt, 6,9

MATEO 6, 9-13

Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día…..

LUCAS 11, 1-4

El les dijo: "cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino,  danos cada día nuestro pan cotidiano,…..

 

 

¿CUÁL ES NUESTRO PAN?, DISTINTOS ASPECTO DE ESTA PETICION

    26.    EL PAN DE ACCION DE GRACIA Y ORACION

En una ocasión, almorzaba en la casa de un amigo que vivía del trabajo del campo, un buen cristiano, anglicano y padre de familia, emigrante de Inglaterra. Llegado el momento de iniciar la comida, se suscitaron dos momentos muy singulares. Uno de sus hijos comenzó a comer antes de orar y él le regaño fuertemente diciéndole,- Veo que has aprendido a comer de tu perro, al que le ponen la comida y sin dar gracias llega y come – luego de un pequeño silencio, el chico pidió disculpa y dijo: recemos entonces ahora por el pan que nos da Dios. Acto seguido mi amigo dijo, no, no es aún el momento de pedir, es el momento de dar gracias, ya será el momento de pedir. Y comenzó dando gracias así: Señor, sabiendo tu todo lo que necesito, me trajiste la lluvia y el sol que necesitaba, por tanto tuve buena cosecha en el trigo, me distes buenos obreros, y esta, se transformo en una buena harina, te doy gracias por ello.

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Luego, mi esposa, con sus cariñosas manos, preocupada por nosotros hizo este rico pan que esta en la mesa, y para que disfrutara de todo esto que me has regalado, me trajiste a mi bueno amigo que esta a mi lado para compartir con el los frutos de nuestro trabajo, tuyo y nuestro Señor, te ruego aceptes mi agradecimiento y bendición, amen.

Admirado yo por su oración, le pregunte porque oraba así. El me contó que cuando niño era pobre y el patrón de su papa, era un ateo pero de buen corazón, e invitaba a los hijos de los trabajadores a comer a su casa, y cuando rezaba, este hombre le criticaba. Entonces se preguntó; ¿porque nosotros rezamos para pedir el pan cotidiano y no siempre lo tenemos y este hombre que es ateo y no reza tiene mucho y de sobra?, y me dijo luego: De este modo, comencé a rezar por el patrón, para que a el nada le faltará y así nos diera a todos y por lo que a mi me tocaba, me acostumbre a dar gracias a Dios, por tener un patrón generoso.

Si bien es cierto que nuestro Padre sabe lo que necesitamos, alguien podría decir, entonces; ¿para que pedimos si El conoce que nos hace falta? Para que pedimos, tiene respuesta en valor principal de la oración, dijo Cristo Jesus: “Y al orar, no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo” (Mateo 6,8) Evidentemente, la oración no es un listado de necesidades que le hacemos a Dios, tampoco podemos decir que El necesita esta forma de oración para darnos algo ya que el sabe de lo nuestro, pero en cambio, si nosotros necesitamos orar y siempre, ¿Por qué?, para mantener vivo en nuestro corazón el amor a Dios.

En efecto, si el hombre abandona la oración y no pide por sus necesidades y no da gracias a Dios, es atrapado por su jactancia y comienza a creer que gracias a su habilidad lo consigue todo y no necesita de Dios, lo que lo convierte en un soberbio.

Nosotros necesitamos dar gracias a Dios, él es quien nos provee, y por su amor a los hombres permite que nos lleguen nuestras necesidades sin obstáculo, entonces pedir nuestro pan diario, es mucho mas de un simple alimento básico, detrás de el, esta el trigo y su cosecha, la harina, los molinos, las manos que hacen el pan, pero por sobre todo, la voluntad del Padre, porque para que se realice todo esto, necesitamos las lluvias, el Sol y un sin número obras que se hacen por y con el amor de Dios.

    27.    EL CONTEXTO DE MATEO Y DE LUCAS

Danos hoy nuestro pan de cada día.

La antiguas versiones del Padre nuestro, se decía; El pan nuestro de cada día dánoslo hoy. ¿Cuál es la diferencia? Porque pedir anticipado si hay providencia? Acaso no nos dice el señor que no nos preocupemos por el mañana? Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? 26 Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en granero (Mt 6, 25-26) De acuerdo al Catena Aurea, que se incluye mas adelante, los Padres griegos interpretan también como el pan del mañana, si así rezaríamos: "nuestro pan del mañana dánoslo hoy".

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En este contexto, Jesús invita a sus discípulos a no angustiarse con el afán por el alimento y el vestido del mañana, abandonándose hoy a la providencia del Padre, Además Él Padre sabe bien lo que necesitan sus hijos, aunque quiere que se lo pidan con la confianza de dependencia filial. Dice el Señor: si un padre al hijo "que le pide pan" no le da una piedra, "¡cuanto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan!" (Mt 7,7-11). Entre estas cosas buenas está, sin duda, el pan o alimento necesario. Es el pan de cada día el que los hijos piden a su Padre, libres de toda inquietud por el mañana.

 “danos cada día nuestro pan cotidiano”

Con esta  expresión, volvemos a pensar en las cosas de la vida cotidiana. Es decir, para participar y construir en este mundo el Reino, necesitamos las cosas necesarias para vivir, el pan nuestro, el pan de la familia, el pan que debemos compartir,   que es pan para hoy y para mañana. En efecto, el pan representa todo lo que es imprescindible para la vida, para el cuerpo el pan material y para el alma el pan espiritual.

Y el Señor no enseño “nuestro pan”, no mí pan, por eso es pan compartido, tal como lo hizo El, que supo dar de comer a las multitudes hambrientas, que gusto de compartir su mesa con pecadores y marginados, que ansió comer con sus íntimos amigos, y que hoy permanece entre nosotros bajo la Eucaristía, como pan compartido. Este pan, es alimento de nuestra fe y nuestra esperanza en el Reino del Padre.

En este contexto, el pan se refiere al sustento corporal, y lo mismo en un contexto más amplio de todo el evangelio. Con la misma insistencia importuna de quien pidió "tres panes" a su amigo y con la confianza del hijo que "pide pan" a su padre, así los hijos de Dios le piden "cada día" el don del pan. Abandonando su preocupación por el vestido y la comida en manos del Padre providente, que sabe lo que necesitan (Lc 12,22-31), le suplican: "¡Dánoslo cada día!".

    28.     EL PAN QUE PEDIMOS, EL PAN DE VIDA

El pan que pedimos a Dios es expresión de nuestro reconocimiento diario de que Él es nuestro Padre. Pedir el pan es vivir cotidianamente en la fe en Dios y del amor de Dios.

Dice san Jerónimo: Cuando pedimos, pues, que Dios nos conceda el pan peculiar o principal, pedimos aquel de quien habla el Evangelio de San Juan, cuando dice (Jn 6): "Yo soy el pan vivo que bajé del cielo".

San Cipriano dice (Ver Catena Aurea): Jesucristo es el pan de la vida, y este pan no es el pan de todos, sino el pan nuestro……. Pedimos, pues, que los que permanecemos en Cristo no nos separemos de su santificación y de su Cuerpo. Evidentemente, hay una alusión a la Eucaristía. Nuestro pan de cada día, es decir nuestro alimento que es Cristo, es pan de hoy y del mañana. Por tanto, pedimos tenerlo hoy y cada día.

    29.    EL PAN SUSTANCIAL

El pan nuestro, distingue solo el sustento corporal, sin embargo en labios de Jesús tiene esencialmente otros significados. En el Padrenuestro se pide el pan nuestro, la palabra quiere expresar el pan propio y específico de los hijos de Dios: es el pan nuestro, el de los discípulos de Cristo. Es el pan sustancial, no el pan común, sino el

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propio y exclusivo de los fieles discípulos de Cristo Jesús. Dice san Cipriano: "El pan de vida es Cristo y éste no es de todos, sino nuestro, de quienes invocamos a Dios como Padre nuestro. Así Cristo es el pan de los que tomamos su cuerpo".

Viendo esta petición unida a las peticiones anteriores del Padrenuestro, podemos decir que se trata del pan del Reino, "las cosas buenas que el Padre que está en los cielos da a quienes se las pidan" (Mt 7,1 1). Estas cosas buenas se contraponen al pan que los padres terrestres dan a sus hijos. Ya el profeta Isaías había relacionado el pan que no sacia con las cosas buenas: ¿Por qué gastar plata en lo que no es pan, y vuestro jornal en lo que no sacia? Hacedme caso y comed cosa buena, y disfrutaréis con algo sustancioso.  (Isaías 55,2). Estas cosas buenas son un don gratuito concedido a quienes aplican el oído, acuden al Señor y escuchan su palabra.

    30.     EL PAN DE LA PALABRA

Pan de la Palabra es lo que los hijos piden al Padre, como su alimento diario, el único que sacia su hambre. Es lo que han aprendido del Maestro, según Mateo: "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios" (Mt 4,4). A sus discípulos, Jesús "les ha dado a conocer los misterios del Reino de los cielos" (Mt 13,11), haciéndoles comprender la Palabra del Reino (Mt 13,19.23), que produce fruto abundante. La Palabra de Dios, con su fuerza salvífica, es "el pan de los hijos, que no está bien echárselo a los perritos" (Mt 15,26).

Lo mismo encontramos en el evangelio de Lucas. Jesús rechaza la tentación del diablo, que le invita a convertir las piedras en pan, citando el Deuteronomio: "No sólo de pan vive el hombre" (Lc 4,3), "sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Dt 8,3). El hombre vive sobre todo de la palabra de Dios, que crece y se difunde y, como una semilla, sembrada en quienes "la escuchan y conservan con corazón bueno", da fruto centuplicado (Lc 8,8-15) de salvación (Hch 13,46-48), haciendo de ellos, "madre y hermanos", familiares de Jesús (Lc 8,21). La palabra es, pues, el "pan nuestro" de los cristianos. De ahí que la pidamos: "¡Dánoslo cada día!".

    31.      RESUMIENDO LA PETICION

La petición, es sinónimos de aspiración o pretensión de los hombres. El pan cotidiano, se debe entender por el pan necesario, permanente, El pan, es el alimento del día, de mañana y del día siguiente. Como hemos visto, San Jerónimo dice que en el Evangelio según los hebreos, se lee: “Dadnos hoy nuestro pan de mañana”. Otros le dan una mayor amplitud, el del futuro, de todo el tiempo que yo viva (San Atanasio, San Cirilo).

Pero también Jesús dice: “No os inquietéis, pues, por el mañana.” (Mt 6:34). Otro antecedente  que podemos añadir esta en función del Éxodo, donde se lee que el “maná” sólo se lo permitía tomar para “cada día” (Ex 16:4). Podría se esta una confirmación, de fondo Mateano, sobre lo mismo. En el caso del relato de Lucas parece darle una situación más “ética,” de cotidiana vida cristiana.

Pero también cabe algo más, este “pan” del que aquí se habla es metafórico, y representa un alimento. Sin embargo nos surgen nuevas preguntas, este pan, es: ¿material o espiritual? Hemos visto que varios Padres de la Iglesia, lo interpretaron espiritualmente, y hasta, concretamente, de la Eucaristía.

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Pero no nos cabe la menor duda, es necesario para nosotros el Pan Espiritual, nos ayuda a defendernos del mal. Pero en su forma actual es metáfora por el alimento corporal de “cada día” La expresión es tan específica que, sin una matización en contrario sólo se la puede interpretar del alimento diario, también don de Dios. ¿Por qué haya de pedirse el pan de cada día?, es por la dependencia que tenemos en todo de Dios.

   ORACION

Danos Señor cada día nuestro pan cotidiano, danos hoy nuestro pan porque sin el no podemos vivir, Jesucristo es el Pan de Vida Eterna, El es el pan de nuestras almas, es la virtud divina, que trae sobre ellas la vida eterna del mismo modo que el pan que nace de la tierra conserva la vida temporal. El pan divino que ha venido y el que ha de venir, te rogamos nos conceda hoy, con todo su sabor. También concédenos esto haciendo que el Espíritu Santo habite en nosotros, produciendo una virtud que aventaja a toda virtud humana, como la humildad, la bondad y el amor. AMEN

 

 

ALGUNAS SANTAS OPINIONES

"EL PAN NUESTRO QUE EXCEDE TODA SUSTANCIA, DÁNOSLE HOY". (V. 11)

CATENA AUREA

 

San Agustín.- Estas tres cosas que se piden en las anteriores peticiones se empiezan aquí, y cuanto más adelantamos en la virtud, tanto más se aumentan en nosotros. Se poseerán perfectamente y para siempre lo que ha de esperarse en la otra vida. En las otras cuatro peticiones que siguen se piden cosas temporales, que son necesarias para conseguir la vida eterna. El pan que se pide a continuación es necesario aquí, por eso sigue: "El pan nuestro, que excede a toda sustancia, dánosle hoy".

San Jerónimo. Lo que nosotros llamamos aquí sobresustancial, en el texto griego dice epiousion, en lugar de lo cual dicen con frecuencia los Setenta intérpretes: periousion. Si consideramos el texto hebreo en todos los lugares en que aquéllos expresaron la palabra periousion, encontramos la palabra sogolla, que Simaco tradujo por exaireton, que quiere decir principal o egregio, aun cuando ha interpretado esto en cierta parte por peculiar. Cuando pedimos, pues, que Dios nos conceda el pan peculiar o principal, pedimos aquel de quien habla el Evangelio de San Juan, cuando dice (Jn 6): "Yo soy el pan vivo que bajé del cielo".

Cipriano.- Jesucristo es el pan de la vida, y este pan no es el pan de todos, sino el pan nuestro. Pedimos todos los días que se nos dé este pan, no sea que los que estamos con Jesucristo y recibimos la Eucaristía todos los días, cuando cometamos algún delito grave, se nos prohiba el pan celestial y se nos separe del Cuerpo de Cristo. Pedimos, pues, que los que permanecemos en Cristo no nos separemos de su santificación y de su Cuerpo.

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San Agustín.- Los santos piden al Señor la perseverancia, cuando piden que no sean separados del Cuerpo de Cristo, sino que perseveren en aquella santidad y no cometan pecado alguno.

Pseudo-Crisóstomo, puso pan sobresustancial, que quiere decir cotidiano.

Casiano, Collationes.- Cuando dice "hoy", manifiesta que todos los días debe comerse y en todo tiempo debe repetirse esta oración, porque no hay un día en el que no nos sea necesario recibir este pan, para confirmar el corazón del hombre interior.

San Agustín.- Pero contra esta doctrina cuestionan todavía aquéllos que en las iglesias orientales no comulgan todos los días. Los que defienden su parecer acerca de esto, saben que lo hacen sin escándalo, apoyados en la autoridad eclesiástica, puesto que no se les prohíbe el que lo hagan por aquellos que gobiernan las iglesias. Pero aunque nada discutamos acerca de esto en particular, debe ciertamente ocurrírseles que nosotros hemos aprendido del Señor la manera de orar, la que no nos conviene traspasar. ¿Quién se atreverá a decir que nosotros sólo debemos rezar una sola vez la oración dominical, o si la habremos de decir dos o tres veces, hasta aquella hora solamente en que recibamos el cuerpo de Jesucristo? ¿No podremos decir después: "Danos hoy lo que ya hemos recibido", o podrá alguno obligarnos a que celebremos aquel sacramento en la última hora del día?

Casiano, Collationes.-La palabra hoy puede comprenderse como dicha para la vida presente, esto es, mientras vivimos en esta vida pedimos, diciendo: "Concédenos este pan".

San Jerónimo. Podemos comprender de otro modo el pan sobresustancial, a saber: aquello que supera a todas las sustancias y a todas las criaturas, o sea el cuerpo de Cristo.

San Agustín, de sermone Domini, 2, 7. O que recibamos el pan cotidiano y espiritual, esto es, los preceptos divinos, que todos los días conviene meditar y ejecutar.

San Gregorio Magno, Moralia, 24, 7. A este pan lo llamamos "nuestro", y sin embargo, pedimos que se nos dé, porque es don de Dios y se hace nuestro por gracia cuando lo recibimos.

San Jerónimo. Otros creen sencillamente, según las palabras del Apóstol, que dice: "Cuando tengamos vestido y comida, estemos contentos con ello: los santos no cuidan más que de la comida de cada día" (1Tm 6,8) Por esto más adelante se manda: "No queráis pensar en el día de mañana".

San Agustín, Ad Propam, epístola 130, 11.-Así ahora pedimos aquí lo necesario por la parte que en ello sobresale, esto es, significando todo lo que pedimos con el nombre de pan.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 14No rogamos, pues, diciendo solamente: "Danos hoy el pan nuestro", para que tengamos qué comer (lo cual es común entre los justos y pecadores), sino que pedimos comer aquello que recibamos de la mano del Señor, lo cual sólo es propio de los santos, porque Dios da solamente el pan a aquellos a quienes prepara con la virtud. Pero el diablo distribuye el pan al que prepara con el pecado. Y así en el mero hecho de ser Dios quien da este pan, se recibe

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ya santificado. Por esto en la oración se añade "nuestro", esto es, el que nosotros tenemos preparado, dánoslo para que sea santificado por Ti. Así como el sacerdote, recibiendo el pan de un seglar, lo santifica y se lo ofrece, el pan en realidad es del que lo ofrece, pero su santificación corresponde al sacerdote. Dice "nuestro" por dos razones: primera, porque todo lo que el Señor nos da, lo da a otros por nosotros, para que hagamos partícipes del pan que recibimos a los que no pueden recibirlo. Los que no lo hacen, no sólo comen su pan, sino que también el ajeno. En segundo lugar, el que come el pan adquirido con justicia come su propio pan, pero el que lo come con pecado, se come el pan ajeno.

San Agustín, de sermone Domini, 2, 7. Puede que alguno se admire porque rogamos para alcanzar las cosas que son necesarias para la vida, como son la comida y el vestido, siendo así que dice al Señor: "No queráis andar solícitos acerca de lo que hayáis de comer o de vestir" (Mt 6,25), cuando no puede menos de andar solícito el que desea alcanzar aquella cosa por cuya adquisición ruega.

San Agustín, Ad Probam, epístola 130,6El que no quiere más que las cosas necesarias para la vida, no quiere sino lo conveniente. Estas cosas necesarias no se apetecen por sí mismas, sino por la salud del cuerpo y decente sostenimiento de la persona, para que viva con decoro entre aquellos con quienes debe vivir. Cuando se tienen estas cosas, se debe rogar para conservarlas, y cuando no se tienen, para conseguirlas.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 19,5. Debe considerarse, pues, que, después de decir: "Hágase Tu voluntad, así en la tierra como en el cielo" (como hablaba a hombres que vivían en la tierra, vestidos de carne y como no pudiesen tener la misma impasibilidad que los ángeles) condesciende con nuestra debilidad, que indispensablemente necesita de alimento, y nos mandó hacer oración para obtener el pan, no para obtener dinero ni las cosas propias de la malicia, sino solamente el pan cotidiano y ni aun esto es suficiente, sino que añadió: "Dánosle hoy", con el objeto de que no nos mortifiquemos a nosotros mismos con la solicitud del día que ha de venir.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 14A primera vista parece que el verdadero sentido de estas palabras consiste en que los que dicen esto no preparen cosa alguna para el día siguiente, lo cual, si así fuere, esta oración convendría a pocos: a los Apóstoles, que recorrían el mundo con el objeto de enseñar, o casi a ninguno. Pero debemos interpretar de tal modo la doctrina de Jesucristo, que todos puedan adelantar en ella.

San Cipriano, de oratione Domini. El discípulo de Jesucristo debe pedir esta comida divina con el objeto de no hacer largo el deseo de su petición, el cual resultaría contrario y desagradable, como cuando deseamos vivir mucho tiempo en esta vida los que pedimos que el Reino de los Cielos venga prontamente. También puede decirse que añade: "Cotidiano", para que cada uno coma cuanto exige la razón natural y no cuanto pide el apetito carnal. Si en un convite gastas tanto cuanto puedes necesitar para cien días, ya no comes el alimento cotidiano, sino el de muchos días.

San Jerónimo. En el Evangelio que se intitula Según los Hebreos1 se encuentra para significar el pan sobresustancial la palabra mohar, la cual quiere decir de mañana, para que así resulte, diciendo: Danos, hoy el pan de mañana, esto es el del porvenir.

 

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LO QUE NOS ENSEÑA EL CATECISMO CATOLICO

SOBRE EL PADRE NUESTRO

(CIC 2828 AL 2837)

 

IV DANOS HOY NUESTRO PAN DE CADA DIA

"Danos": es hermosa la confianza de los hijos que esperan todo de su Padre. "Hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos" (Mt 5, 45) y da a todos los vivientes "a su tiempo su alimento" (Sal 104, 27). Jesús nos enseña esta petición; con ella se glorifica, en efecto, a nuestro Padre reconociendo hasta qué punto es Bueno más allá de toda bondad.

Además, "danos" es la expresión de la Alianza: nosotros somos de El y él de nosotros, para nosotros. Pero este "nosotros" lo reconoce también como Padre de todos los hombres, y nosotros le pedimos por todos ellos, en solidaridad con sus necesidades y sus sufrimientos.

"Nuestro pan". El Padre que nos da la vida no puede dejar de darnos el alimento necesario para ella, todos los bienes convenientes, materiales y espirituales. En el Sermón de la montaña, Jesús insiste en esta confianza filial que coopera con la Providencia de nuestro Padre (cf Mt 6, 25-34). No nos impone ninguna pasividad (cf 2 Ts 3, 6-13) sino que quiere librarnos de toda inquietud agobiante y de toda preocupación. Así es el abandono filial de los hijos de Dios:

A los que buscan el Reino y la justicia de Dios, él les promete darles todo por añadidura. Todo en efecto pertenece a Dios: al que posee a Dios, nada le falta, si él mismo no falta a Dios. (S. Cipriano, Dom. orat. 21).

Pero la existencia de hombres que padecen hambre por falta de pan revela otra hondura de esta petición. El drama del hambre en el mundo, llama a los cristianos que oran en verdad a una responsabilidad efectiva hacia sus hermanos, tanto en sus conductas personales como en su solidaridad con la familia humana. Esta petición de la Oración del Señor no puede ser aislada de las parábolas del pobre Lázaro (cf Lc 16, 19-31) y del juicio final (cf Mt 25, 31-46).

Como la levadura en la masa, la novedad del Reino debe fermentar la tierra con el Espíritu de Cristo (cf AA 5). Debe manifestarse por la instauración de la justicia en las relaciones personales y sociales, económicas e internacionales, sin olvidar jamás que no hay estructura justa sin seres humanos que quieran ser justos.

Se trata de "nuestro" pan, "uno" para "muchos": La pobreza de las Bienaventuranzas entraña compartir los bienes: invita a comunicar y compartir bienes materiales y espirituales, no por la fuerza sino por amor, para que la abundancia de unos remedie las necesidades de otros (cf 2 Co 8, 1-15).

"Ora et labora" (cf. San Benito, reg. 20; 48). "Orad como si todo dependiese de Dios y trabajad como si todo dependiese de vosotros". Después de realizado nuestro trabajo,

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el alimento continúa siendo don de nuestro Padre; es bueno pedírselo, dándole gracias por él. Este es el sentido de la bendición de la mesa en una familia cristiana.

Esta petición y la responsabilidad que implica sirven además para otra clase de hambre de la que desfallecen los hombres: "No sólo de pan vive el hombre, sino que el hombre vive de todo lo que sale de la boca de Dios" (Dt 8, 3; Mt 4, 4), es decir, de su Palabra y de su Espíritu. Los cristianos deben movilizar todos sus esfuerzos para "anunciar el Evangelio a los pobres". Hay hambre sobre la tierra, "mas no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la Palabra de Dios" (Am 8, 11). Por eso, el sentido específicamente cristiano de esta cuarta petición se refiere al Pan de Vida: la Palabra de Dios que se tiene que acoger en la fe, el Cuerpo de Cristo recibido en la Eucaristía (cf Jn 6, 26-58).

"Hoy" es también una expresión de confianza. El Señor nos lo enseña (cf Mt 6, 34; Ex 16, 19); no hubiéramos podido inventarlo. Como se trata sobre todo de su Palabra y del Cuerpo de su Hijo, este "hoy" no es solamente el de nuestro tiempo mortal: es el Hoy de Dios:

Si recibes el pan cada día, cada día para ti es hoy. Si Jesucristo es para ti hoy, todos los días resucita para ti. ¿Cómo es eso? 'Tú eres mi Hijo; yo te he engendrado hoy' (Sal 2, 7). Hoy, es decir, cuando Cristo resucita (San Ambrosio, sacr. 5, 26).

"De cada día". La palabra griega, "epiousios", no tiene otro sentido en el Nuevo Testamento. Tomada en un sentido temporal, es una repetición pedagógica de "hoy" (cf Ex 16, 19-21) para confirmarnos en una confianza "sin reserva". Tomada en un sentido cualitativo, significa lo necesario a la vida, y más ampliamente cualquier bien suficiente para la subsistencia (cf 1 Tm 6, 8). Tomada al pie de la letra [epiousios: "lo más esencial"], designa directamente el Pan de Vida, el Cuerpo de Cristo, "remedio de inmortalidad" (San Ignacio de Antioquía) sin el cual no tenemos la Vida en nosotros (cf Jn 6, 53-56) Finalmente, ligado a lo que precede, el sentido celestial es claro: este "día" es el del Señor, el del Festín del Reino, anticipado en la Eucaristía, en que pregustamos el Reino venidero. Por eso conviene que la liturgia eucarística se celebre "cada día".

La Eucaristía es nuestro pan cotidiano. La virtud propia de este divino alimento es una fuerza de unión: nos une al Cuerpo del Salvador y hace de nosotros sus miembros para que vengamos a ser lo que recibimos... Este pan cotidiano se encuentra, además, en las lecturas que oís cada día en la Iglesia, en los himnos que se cantan y que vosotros cantáis. Todo eso es necesario en nuestra peregrinación (San Agustín, serm. 57, 7, 7).

El Padre del cielo nos exhorta a pedir como hijos del cielo el Pan del cielo (cf Jn 6, 51). Cristo "mismo es el pan que, sembrado en la Virgen, florecido en la Carne, amasado en la Pasión, cocido en el Horno del sepulcro, reservado en la Iglesia, llevado a los altares, suministra cada día a los fieles un alimento celestial" (San Pedro Crisólogo, serm. 71)

RESUMEN

En la cuarta petición, al decir "danos", expresamos, en comunión con nuestros hermanos, nuestra confianza filial en nuestro Padre del cielo. "Nuestro pan" designa el alimento terrenal necesario para la subsistencia de todos y significa también el Pan de

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Vida: Palabra de Dios y Cuerpo de Cristo. Se recibe en el "hoy" de Dios, como el alimento indispensable, lo más esencial del Festín del Reino que anticipa la Eucaristía.

“PERDONA NUESTRAS OFENSAS, COMO NOSOTROS PERDONAMOS A LOS QUE NOS HAN OFENDIDO.”

“Y PERDÓNANOS NUESTROS PECADOS PORQUE TAMBIÉN NOSOTROS PERDONAMOS A TODO EL QUE NOS DEBE

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

 

EVANGELIO Mt, 6,9

MATEO 6, 9-13

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido.

LUCAS 11, 1-4

Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino,  danos cada día nuestro pan cotidiano,  y perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe.

 

32.   “Y PERDÓNANOS NUESTRAS DEUDAS ASÍ COMO NOSOTROS PERDONAMOS A NUESTROS DEUDORES”

Esta es la quinta petición.- También esta es una petición común entre Mateo y Lucas, pero con alguna variante. Lucas pone: “y perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe” (Lc 11) Mateo pone la palabra deuda por pecador, sin embargo Lucas en el primer hemistiquio, pone pecados por la palabra deudas, pero luego en el segundo vuelve a usar la palabra deuda a todo el que nos debe. El “a todo” es característico de Lucas, y el cambio que hace es para no desorientar a sus lectores con deudas pecuniarias.

Se pide que nos perdone “como nosotros perdonamos.” No se pide un perdón de igualdad, como tratando de decir que Dios nos perdone ya que nosotros perdonamos, porque el perdón de Dios sobrepasa siempre al de la criatura. También parecería sugerir que se exige primero nuestro perdón para que Dios perdone. Que el hombre haya de pedir perdón, perdonando él, no es más que el hombre tiene que amar a Dios, lo que es imitarle. Y el amor a Dios exige amarle como El es y con lo que El determina. Y la norma de la perfección cristiana la expuso El: “Amad a vuestros enemigos.” “Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso” (Véase Lc 6:35-36; Mt 5:48;). Esta necesidad del perdón fue ilustrada por Jesús con la parábola del perdón, ¿Señor cuantas veces tengo que perdonar? (Mt 18:21-35).

    33.   “PERDONA NUESTRAS OFENSAS, Y PERDÓNANOS NUESTROS PECADOS”

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Tenemos deseos de paz con el Señor, mostramos arrepentimiento y pedimos perdón, a cambio, nos comprometemos a cambiar, a ser mejores, y así vivir más cerca de Cristo, por tanto, ¿Por qué no aprovechar esta oportunidad que nos ofrece Dios?.

Jesús preguntó a la mujer: Mujer, ¿alguien te ha condenado? Ella respondió: Nadie, Señor. Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús, vete, no peques más en adelante. (Jn 8, 11-12).

Cristo Jesus, siempre hizo todo lo posible para dar a conocer al Padre como un Dios misericordioso. Con cuanta ternura debe haber dichos estas palabras “Yo tampoco te condeno”, y Dios es Padre de ternura perdonándonos.

Tarde o tempranos caemos, todos pecamos y este deja heridas en el corazón. Y Cristo Jesus, sabe bien cual es el remedio para curarnos, El sabe lo que necesitamos para vivir en paz,  y para que frente a la angustia por el pecado volvamos al gozo, nos motiva a pedir con gran confianza el perdón.

Cristo Jesús, desde el comienzo de su vida pública, busca a los pecadores, invitándolos a la conversión, a acogerse al perdón de Dios. “pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.  (Lucas 19,10)

Viendo Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados.  (Marcos 2,5)

Al oír esto Jesús, les dice: - No necesitan médico los que están fuertes, sino los que están mal; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores.  (Marcos 2,17)

“Porque ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos para perdón de los pecados.  (Mateo 26,28)

Yo os aseguro que se perdonará todo a los hijos de los hombres, los pecados y las blasfemias, por muchas que éstas sean.  (Marcos 3, 28)

Por eso te digo que quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona, poco amor muestra. Y le dijo a ella: Tus pecados quedan perdonados. Los comensales empezaron a decirse para sí: ¿Quién es éste que hasta perdona los pecados?  (Lucas 7,48-49)

Jesús no sólo anuncia, sino que Él mismo trae el perdón de Dios.

    34.   SI PEDIMOS PERDÓN, ES PORQUE TAMBIÉN NOS CORRESPONDE PERDONAR.

En la tarde de Pascua, el Señor Jesús se mostró a sus apóstoles y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos" (Jn 20, 22-23).

Pero además no enseña algo novedoso, así como Dios es bueno y perdona, nosotros somos imagen del Dios, por tanto también como hombres buenos podemos perdonar y así liberar de las angustias a hermanos que necesitan de este perdón.

Nuestra oración es autentica solo si perdonamos con la misma generosidad que le pedimos al Padre para con nosotros. Lo bueno de pedir constantemente perdón, es que vamos tomando conciencia de que debemos ir mejorando en nuestra capacidad de perdonar y no vivir pensando lo que ha nosotros nos hacen. No solo necesitamos pedir

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a Dios el perdón y darlo gratuitamente a los demás; también es muy importante perdonarnos a nosotros y no echarnos encima el peso de la culpabilidad permanente.

Cristo Jesús quiere que nosotros seamos misericordiosos como El Padre Celestial es Misericordioso. "Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia". (Mateo 5:7)

El perdón de Jesús es liberador. Es muy importante que aceptemos el hecho de que somos aceptados y queridos por el Padre. La paz irá entrando en nuestro interior, el desprecio que sentíamos por nosotros mismos irá desapareciendo y nuestro yo se reconciliará consigo mismo. Entonces podremos decir de verdad que la gracia ha venido a nosotros.

"Si, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda" (Mateo 5,23-24)

San Pablo nos exhorta a lo que el Padre más desea: que nos reconciliemos con él por medio de Cristo y de la Iglesia, para que "seamos criatura nueva" 2 Cor 5,17.

    35.     LA MISERICORDIA DE DIOS, LLEGA A SER CASI  INCOMPRENSIBLE

Cristo Jesus dijo: "Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados dice entonces al paralítico: -- Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa --. El se levantó y se fue a su casa. Y al ver esto, la gente temió y glorificó a Dios, que había dado tal poder a los hombres." (Mateo 9, 6-7)

La Misericordia de Dios, llega a ser casi  incomprensible, ¿Por qué?, porque pecamos una y otra vez, nos arrepentimos y luego volvemos a cometer las mismas faltas, provocamos el enojo de Dios y sin embargo el no deja de ser misericordioso con nosotros. La Misericordia de Dios, es la perfección del Amor, tanto así, que El envió a su propio Hijo engendrado al mundo, permitiendo su muerte en la cruz y de este modo nuestros pecados fuesen perdonados. En Justicia Dios nos condena pero en Misericordia nos salva.

Es bueno preguntarse, ¿tenemos derecho a su Misericordia?, ¿tenemos derecho al perdón?,  eso es lo incomprensible, entre más pecamos y mas provocamos el enojo de Dios, más derecho tenemos.

El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia; no está siempre acusando ni guarda rencor perpetuo; no nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas.  (Sal 102)

Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Pero los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: “Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos”. (Lc 15, 1-3)

Dice Cristo Jesús: Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse". (Lc 15-7)

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    36.     PEDIMOS PERDON EN LA CONFESION

Para mucho de nosotros, no es fácil y en otras ocasiones, no nos parece agradable confesarnos, arrodillarnos frente al sacerdote pareciera doblegarnos. Sin embargo, después de la confesión tenemos una gran paz espiritual, esta nos  restituye nuestra amistad con Dios, nos aumenta la gracia santificante, nos refuerza la fe, nos aumenta la fuerza para evitar cometer mas falta, nos da vigor para no caer en la tentación y nos compromete a no ofender a Dios.

Sin embargo, después de confesarnos, muchas veces nos sucede que no nos sentimos seguros si hemos hecho una buena confesión, como también nos ocurre que cuando estamos frente al sacerdote nos cohibimos o nos contenemos de decir todas nuestras faltas.  Más de alguna vez, pensamos que ciertas cosas no son faltas y no las decimos o nos justificamos. ¿Entonces que hacer? ,

    37.     EXAMEN DE CONCIENCIA

Cada cual puede tener un método para prepararse para la confesión, muchos proponen un examen de conciencia previo a confesarse, ¿Cómo hacerlo?, creo que sin angustiarse y sin apesadumbrarse con las faltas, pero con mucha confianza en Dios sabiendo que seremos perdonados.

“Confesaos, pues, mutuamente vuestros pecados y orad los unos por los otros, para que seáis curados. La oración ferviente del justo tiene mucho poder” Santiago 5, 16

Examinemos nuestra conciencia en oración ante Dios, escuchando su voz en nuestro corazón, Dios siempre perdona cuando hay arrepentimiento.

Contemplen al que traspasaron" Jn 19:37. Contemplemos a Cristo, su amor manifiesto en su Cruz, el nos ayudara a prepararnos.

Al preparar nuestro Examen de Conciencia, recordemos que tenemos Diez Mandamientos que cumplir y observemos en cuales hemos faltado. También podemos profundizar en los llamados Siete Pecados Capitales, sin olvidar que faltamos muchas veces al no admitir nuestros defectos de carácter y no aprovechamos los dones que Dios nos ha dado para servirle.

    38.     REFLEXION FINAL

Terminado el padrenuestro, San Mateo en los dos versículos siguientes nos da un resumen de la doctrina-sobre el perdón: "Pues si perdonáis sus culpas a los demás, también vuestro padre del cielo os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas" (Mt 6,12.14-15

Todos estamos muy necesitados de la paz interior, reconocer nuestras faltas, es un paso para lograrlo, la culpa se elimina reconociéndola. El pedir perdón, nos invita a hacer un examen profundo de nuestra conciencia, descubrir lo que llevamos adentro, por tanto nos ayuda a conocernos más. Pero hay algo de gran importancia, necesitamos saber si estamos en condiciones de ser perdonados, y necesitamos saber que hemos sido perdonados. No olvidemos que una cosa es pedir perdón y otra distinta ser perdonado.

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El Padrenuestro es nuestra oración de hijos de Dios. Necesitamos diariamente el perdón de nuestros pecados. Necesitamos ser perdonado tanto como el pan para nuestro sustento. El Padrenuestro es la oración de los pecadores que, postrados ante el Padre, imploran: ¡Perdónanos!.

No dejamos de pecar, de separarnos de Dios. ¡Perdónanos! En esta petición, nos volvemos a Él, como el hijo pródigo (Lc 15 11-32) y nos reconocemos pecadores ante Él como el publicano (Lc 18, 13). Nuestra petición comienza con una confesión en la que afirmamos, al mismo tiempo, nuestra miseria y su misericordia. Nuestra esperanza es firme porque, en su Hijo, "tenemos la redención, la remisión de nuestros pecados" (Col 1, 14; Ef 1 7)

El perdón de Dios no significa solamente la cancelación de la deuda o la remisión de la pena, sino el restablecimiento de las relaciones personales de Dios con el pecador perdonado.

Del mismo modo, os digo, se produce alegría ante los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.  (Lucas 15,10)

Bienaventurados aquellos cuyas maldades fueron perdonadas, y cubiertos sus pecados.  Dichoso el hombre a quien el Señor no imputa culpa alguna. (Romanos  4,7)

Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante, y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados. Confesaos, pues, mutuamente vuestros pecados y orad los unos por los otros, para que seáis curados. La oración ferviente del justo tiene mucho poder…. Si alguno de vosotros, hermanos míos, se desvía de la verdad y otro le convierte, sepa que el que convierte a un pecador de su camino desviado, salvará su alma de la muerte y cubrirá multitud de pecados. (Santiago 5, 16-20)

 

ALGUNAS SANTAS OPINIONES

"Y PERDÓNANOS NUESTRAS DEUDAS, COMO NOSOTROS PERDONAMOS A NUESTROS DEUDORES". (v. 12)

CATENA AUREA

 

San Cipriano.- Después de pedir el recurso del alimento se encuentra el perdón del pecado, para que el que es alimentado por Dios viva en Dios y ya no se ocupe sólo de la vida presente, sino de la eterna, a la que puede llegarse si se perdonan los pecados, que Dios llama nuestras deudas, así como dice en otro lugar: "Te he perdonado toda tu deuda porque me lo has pedido". "Perdónanos nuestras deudas". Por lo que se nos advierte necesaria y saludablemente que somos pecadores, puesto que se nos invita a que roguemos por los pecados. Y para que no haya quien se complazca como inocente y, ensalzándose más, perezca, se le advierte que peca todos los días cuando se manda orar por los pecados cotidianamente.

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San Agustín.-, Con este dardo se traspasa a los herejes pelagianos, que se atreven a decir: "El hombre justo no tiene pecado alguno en esta vida, y en tales hombres ya existe en la vida presente la Iglesia, que no tiene mancha ni arruga".

San Juan Crisóstomo.-. Que conviene a los fieles esta oración nos lo enseñan las leyes de la Iglesia y el principio de la oración, que nos enseña a llamar Padre a Dios. Luego el que manda a los fieles pedir el perdón de sus pecados demuestra -contra los novacianos- que después del bautismo se perdonan los pecados.

San Cipriano.- El que nos enseñó a orar por nuestros pecados, nos prometió la misericordia del Padre, pero añadió claramente la ley, obligándonos con cierta condición a pedir que se nos perdonen nuestras deudas según nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y esto es lo que dice: "Así como nosotros perdonamos a nuestros deudores".

San Gregorio.-  El bien que pedimos a Dios con contrición, concedámosle desde luego al prójimo desde el primer momento de nuestra conversión.

San Agustín.- Esto no se dice del dinero, sino de todas las ofensas que se nos hacen, y por esto también del dinero, pues nos ofende aquel deudor nuestro que pudiendo pagar el dinero que nos es en deber, no lo hace, y si no perdonamos esa ofensa, no podremos decir: "Perdónanos nuestras deudas, como nosotros perdonamos a nuestros deudores".

Pseudo-Crisóstomo.- ¿Con qué esperanza ruega, pues, el que conserva enemistad contra otro, por quien acaso ha sido ofendido? Como muchas veces sucede que el que ora miente a la vez -dice que perdona y no perdona-, así pide perdón a Dios y no se le concede. Pero muchos no queriendo perdonar a los que les ofenden, evitan hacer esta oración. ¡Necios! Primeramente, porque el que no ora así como Jesucristo enseña, no es discípulo de Cristo. Segundo, porque el Padre no oye con gusto la oración que no es inspirada por el Hijo. Conoce el Padre el sentido y las palabras de su Hijo y no recibe las que inventa la usurpación humana, sino las que dictó la sabiduría de Jesucristo.

San Agustín.-Sin embargo, este bien tan grande -a saber, el perdonar las deudas y el amar a los enemigos-, no es propio de tantos como creemos al escuchar que se dice: "Perdónanos nuestras deudas, como perdonamos a nuestros deudores". Sin duda se cumplen las palabras de esta promesa en aquel hombre que, no adelantando tanto que ame a su enemigo, sin embargo, cuando se le ruega por el hombre que le ha ofendido para que lo perdone, lo perdona de corazón, queriendo a su vez que se le perdone cuando él lo pida. Pero aquel que ruega a un hombre a quien ha ofendido -si se mueve a rogarle por su propia culpa-, no puede considerarse todavía como su enemigo, para que le sea difícil el amarlo, como lo era cuando la enemistad se encontraba en su periodo álgido.

 

 

LO QUE NOS ENSEÑA EL CATECISMO CATOLICO

SOBRE EL PADRE NUESTRO

(CIC 2838 AL 2845)

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V PERDONA NUESTRAS OFENSAS COMO TAMBIEN NOSOTROS PERDONAMOS A LOS QUE NOS OFENDEN

Esta petición es sorprendente. Si sólo comprendiera la primera parte de la frase, –"perdona nuestras ofensas"– podría estar incluida, implícitamente, en las tres primeras peticiones de la Oración del Señor, ya que el Sacrificio de Cristo es "para la remisión de los pecados". Pero, según el segundo miembro de la frase, nuestra petición no será escuchada si no hemos respondido antes a una exigencia. Nuestra petición se dirige al futuro, nuestra respuesta debe haberla precedido; una palabra las une: "como".

Perdona nuestras ofensas

Con una audaz confianza hemos empezado a orar a nuestro Padre. Suplicándole que su Nombre sea santificado, le hemos pedido que seamos cada vez más santificados. Pero, aun revestidos de la vestidura bautismal, no dejamos de pecar, de separarnos de Dios. Ahora, en esta nueva petición, nos volvemos a él, como el hijo pródigo (cf Lc 15, 11-32) y nos reconocemos pecadores ante él como el publicano (cf Lc 18, 13). Nuestra petición empieza con una "confesión" en la que afirmamos al mismo tiempo nuestra miseria y su Misericordia. Nuestra esperanza es firme porque, en su Hijo, "tenemos la redención, la remisión de nuestros pecados" (Col 1, 14; Ef 1, 7). El signo eficaz e indudable de su perdón lo encontramos en los sacramentos de su Iglesia (cf Mt 26, 28; Jn 20, 23).

Ahora bien, este desbordamiento de misericordia no puede penetrar en nuestro corazón mientras no hayamos perdonado a los que nos han ofendido. El Amor, como el Cuerpo de Cristo, es indivisible; no podemos amar a Dios a quien no vemos, si no amamos al hermano, a la hermana a quien vemos (cf 1 Jn 4, 20). Al negarse a perdonar a nuestros hermanos y hermanas, el corazón se cierra, su dureza lo hace impermeable al amor misericordioso del Padre; en la confesión del propio pecado, el corazón se abre a su gracia.

Esta petición es tan importante que es la única sobre la cual el Señor vuelve y explicita en el Sermón de la Montaña (cf Mt 6, 14-15; 5, 23-24; Mc 11, 25). Esta exigencia crucial del misterio de la Alianza es imposible para el hombre. Pero "todo es posible para Dios".

... como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden

Este "como" no es el único en la enseñanza de Jesús: "Sed perfectos 'como' es perfecto vuestro Padre celestial" (Mt 5, 48); "Sed misericordiosos, 'como' vuestro Padre es misericordioso" (Lc 6, 36); "Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que 'como' yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros" (Jn 13, 34). Observar el mandamiento del Señor es imposible si se trata de imitar desde fuera el modelo divino. Se trata de una participación, vital y nacida "del fondo del corazón", en la santidad, en la misericordia, y en el amor de nuestro Dios. Sólo el Espíritu que es "nuestra Vida" (Ga 5, 25) puede hacer nuestros los mismos sentimientos que hubo en Cristo Jesús (cf Flp 2, 1. 5). Así, la unidad del perdón se hace posible, "perdonándonos mutuamente 'como' nos perdonó Dios en Cristo" (Ef 4, 32).

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Así, adquieren vida las palabras del Señor sobre el perdón, este Amor que ama hasta el extremo del amor (cf Jn 13, 1). La parábola del siervo sin entrañas, que culmina la enseñanza del Señor sobre la comunión eclesial (cf. Mt 18, 23-35), acaba con esta frase: "Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial si no perdonáis cada uno de corazón a vuestro hermano". Allí es, en efecto, en el fondo "del corazón" donde todo se ata y se desata. No está en nuestra mano no sentir ya la ofensa y olvidarla; pero el corazón que se ofrece al Espíritu Santo cambia la herida en compasión y purifica la memoria transformando la ofensa en intercesión.

La oración cristiana llega hasta el perdón de los enemigos (cf Mt 5, 43-44). Transfigura al discípulo configurándolo con su Maestro. El perdón es cumbre de la oración cristiana; el don de la oración no puede recibirse más que en un corazón acorde con la compasión divina. Además, el perdón da testimonio de que, en nuestro mundo, el amor es más fuerte que el pecado. Los mártires de ayer y de hoy dan este testimonio de Jesús. El perdón es la condición fundamental de la reconciliación (cf 2 Co 5, 18-21) de los hijos de Dios con su Padre y de los hombres entre sí (cf Juan Pablo II, DM 14).

No hay límite ni medida en este perdón, esencialmente divino (cf Mt 18, 21-22; Lc 17, 3-4). Si se trata de ofensas (de "pecados" según Lc 11, 4, o de "deudas" según Mt 6, 12), de hecho nosotros somos siempre deudores: "Con nadie tengáis otra deuda que la del mutuo amor" (Rm 13, 8). La comunión de la Santísima Trinidad es la fuente y el criterio de verdad en toda relación (cf 1 Jn 3, 19-24). Se vive en la oración y sobre todo en la Eucaristía (cf Mt 5, 23-24):

Dios no acepta el sacrificio de los que provocan la desunión, los despide del altar para que antes se reconcilien con sus hermanos: Dios quiere ser pacificado con oraciones de paz. La obligación más bella para Dios es nuestra paz, nuestra concordia, la unidad en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo de todo el pueblo fiel (San Cipriano, Dom. orat. 23: PL 4, 535C-536A).

RESUMEN

La quinta petición implora para nuestras ofensas la misericordia de Dios, la cual no puede penetrar en nuestro corazón si no hemos sabido perdonar a nuestros enemigos, a ejemplo y con la ayuda de Cristo.

“NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACIÓN, SINO LÍBRANOS DEL MAL”

“Y NO NOS DEJES CAER EN TENTACIÓN."

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

 

EVANGELIO Mt, 6,9

MATEO 6, 9-13

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido. No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal

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LUCAS 11, 1-4

Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino,  danos cada día nuestro pan cotidiano,  y perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación."

 

 

40.      ”Y NO NOS PONGAS EN TENTACIÓN” “MÁS LÍBRANOS DE MAL.”

Sexta y Séptima petición.- Estas son dos peticiones en forma positivo-negativa, una refuerza la otra. La primera parte es común en Mateo y Lucas, pero Lucas no trae la segunda. Podemos suponer que Lucas ya la considera incluida en el hemistiquio primero. Esta es la opinión de San Agustín. Pero también pudo haber sido añadida por Mateo, como ya hemos dicho de sus preferencias estructurales por el número siete.

Para algunos puede ser chocante entender no nos lleve a la tentación, ¿pero se puede pensar que Dios nos introduzca en la tentación? Para suavizar esto se buscaron traducciones que la suavizasen. San Agustín decía: “Muchos, cuando rezan, dicen: 'No permitas que seamos puestos en tentación.” Y San Hilario testifica que se leía en algunos códices: “No nos abandones a una tentación que no podamos soportar.” La razón de esta frase insólita es un semitismo. Todo lo que de alguna manera se puede aplicar a Dios, frecuentemente, se lo aplican sin más; no distinguen a este propósito querer permitir, no impedir, consecuencias a seguirse, etc. (Ex 4:31v).

Una situación que explica lo anterior, en el caso de la tentación, es la que aparece en la Escritura con un triple matiz:

a) Tentación mala o pecado. Un grupo de textos la presenta como pecado, o mejor, hacen ver el peligro fulminante a que conducen ciertas tentaciones (Eclo 26:41). Tal es el caso de Getsemaní. Jesús manda orar para “no entrar en tentación” (Mt 26:41). Esta no era que su prendimiento no sucediese, sino que ellos tuviesen la fortaleza necesaria para no escandalizarse al ver al Mesías prendido.

b) Tentación “experimento.” Otro grupo de textos presenta la tentación, no como algo malo o peligroso, sino como ocasión de méritos y experimentación de la virtud. Clásico el caso de Abraham: “Dios lo tentó” Y de la prueba salió victorioso y obtuvo la promesa de una descendencia numerosa (Gen 22:1.16v). De ella dice el Eclesiástico: “En la tentación fue hallado fiel” (Eclo 44:21). O como se dice a Tobías: “Porque eras acepto a Dios, fue necesario que la tentación te probara” (Tob 12:13.14). En este sentido llama Cristo “tentaciones” (Lc 22:28) a sus tribulaciones y a las que compartieron con El sus apóstoles.

c) Sentido “escatológico” de la tentación. También se propone un tercer aspecto posible en la tentación: su aspecto “escatológico.” Con la venida de Jesús al mundo se inaugura este gran período y con él la gran lucha entre Jesús y Satán (Véase: Jn 12:31; 16:15; 13:3; 6:70-71; 8:39-44; 1 Pe 5:8). La tentación, en este caso, sería la proveniente de Satanás, en esta hora “escatológica,” para boicotear o procurar destruir el reino del Mesías. Muchas veces, cuando Mateo habla de “tentación” (Véase Mt. 16:1; 19:3; 22:18.35; 26:41), habla de una prueba diabólica, que procede del exterior.

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En los escritos talmúdicos aparece con el sentido amplio de prueba, preferentemente con este sentido.  Jesús, en esta petición, probablemente se ciñe a esta formulación en curso. Igualmente se limita a la formulación semita de atribuir a Dios como causa lo que sólo permite. “Nadie diga en la tentación: 'Soy tentado por Dios', porque Dios no tienta a nadie” (Sant 1:13.14).

 

¿POR QUÉ NOS ENSEÑA CRISTO JESUS ESTA PETICIÓN? ¿A QUE TENTACIÓN SE REFIERE?

41.     CRISTO JESUS ES TENTADO

Mateo 4, 1-11

“Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo.

Cuando Cristo Jesús estaba en el desierto, se acerca el tentador que tienta a Jesús. En este fragmento del Evangelio están las tres grandes tentaciones que nos pide nuestro Señor no ceder  y con razón, porque son fácil de caer en ellas, además son las que nos llevan a la peor perdición, esto es a manos del maligno.

Un gran ejemplo el de Cristo Jesús, el demonio no pudo hacer nada contra el y nos enseña a pedir para que el maligno, deseoso de hacer ceder a los hombres, no haga nada contra nosotros,

42.    PRIMERA TENTACION

Y después de hacer un ayuno de cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre. Y acercándose el tentador, le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes. Mas él respondió: Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.”

Si comían esa fruta conocerían el bien y el mal, gula y vanagloria, así sucumbieron los primeros hombres, y así quiso el demonio hacer sucumbir a Cristo Jesús sin el más mínimo éxito.

En esta parte lo tienta por el hambre, cuando dice: "Di que estas piedras se conviertan en panes".

Cristo Jesús estuvo ayunando cuarenta días, no tuvo hambre y no la tuvo porque es Dios. Sin embargo el propósito de Jesucristo era vencer al demonio por la humildad. Así fue, como lo venció con testimonios de la ley, respondiendo: "Está escrito: No de sólo pan vive el hombre, sino de toda palabra que procede de Dios". Todo esto para honrar a los hombres, y así humillar al enemigo del género humano, así para el ejemplo nuestro venció al demonio como hombre, habiéndolo podido hacer como Dios.

Jesús advirtió la insidia que se escondía tras la propuesta, y así debemos estar atentos cuanto se nos plantea instrumentalizar a Dios, para que se ponga al servicio de nuestras necesidades materiales.

Dios es mucho más que el hambre, su Palabra es nuestro primer y más importante alimento, es absolutamente esencial. En efecto, la Palabra de Dios nutre como el pan, esencial para nuestro desarrollo y crecimiento, es el pan que nos hace crecer en nuestro

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corazón, es el alimento con el cual crecemos como hijos de Dios.

La Palabra de Dios también nos transforma, en ella nos refugiamos y esta la vida, ahí se encuentra el alimento del alma. La palabra necesaria de cada día esta en las Sagradas Escrituras, palabra del Señor que debemos amar, palabra que es vida y eternidad.

El demonio nos quiere tentar para nuestro favor personal, para una vida cómoda, una fe floja comúnmente llevada por los que nos están interesados ni en escuchar o leer la Palabra de Dios. También es una advertencia para los que no están preocupados en considerar el Plan de Dios y/o quieren modificarlo a su antojo para su provecho personal. Todo lo que hagamos, debiera llevar antes una meditación si es eso parte del deseo de Dios en los hombres.

Todo lo que el hombre planifique para beneficiar al hombre, no debe caer en tentaciones diabólicas y ningún hombre que goce de ciertos dones regalados por Dios, debe buscar aprovechar ese carisma o caer en la tentación de querer utilizarlo para su provecho personal.

Dios no tienta al hombre, nunca lo invita a pecar, pero misteriosamente nos somete a pruebas y pasamos por circunstancias difíciles, que nos descorazonan, pero estas mismas situaciones son las que luego utiliza Dios para que salgamos fortalecidos.

Hay muchas tentaciones que aún nos son desconocidas, por eso Cristo Jesus nos enseña que oremos para pedir protección de ellas, porque las que son conocidas si queremos, no cedemos a ellas. Bueno es distinguir el “no puedo ceder” a “no quiero ceder”.

43.    CAMINAR TRAS LOS PASOS DE JESUS, NO NOS GARANTIZA NO CAER EN LA TENTACIÓN

Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil.  (Mateo 26, 41)

No siempre es sencillo no caer en la tentación. Caminar tras los pasos de Jesus, no nos garantiza no caer en la tentación. Pedro nos da un ejemplo de esto, el convivió mil días junto a Cristo. Pedro intervino y le dijo: Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré. Jesús le dijo: Yo te aseguro: esta misma noche, antes que el gallo cante, me habrás negado tres veces. Dícele Pedro: Aunque tenga que morir contigo, yo no te negaré. Y lo mismo dijeron también todos los discípulos. Entonces va Jesús con ellos a una propiedad llamada Getsemaní, y dice a los discípulos: Sentaos aquí, mientras voy allá a orar.  (Mateo 26, 33-36) sin embargo luego regresa a donde los discípulos y los encuentra dormidos; y dice a Pedro: ¿Conque no habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil.  (Mateo 26, 41).  Nuevamente Pedro se echo a dormir, y no continuó orando para no caer en la tentación.

Después de haber sido arrestado Cristo Jesus y mientras comparecía en el Sanedrín Judíos, Pedro, entretanto, estaba sentado fuera en el patio; y una criada se acercó a él y le dijo: También tú estabas con Jesús el Galileo y él lo negó delante de todos: --No sé qué dices -- y cuando salía al portal, le vio otra criada y dijo a los que estaban allí: - Este estaba con Jesús el Nazareno y de nuevo lo negó con juramento: -- ¡Yo no conozco a ese hombre! -- Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro:-- ¡Ciertamente, tú también eres de ellos, pues además tu misma habla te descubre!--Entonces él se puso a

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echar imprecaciones y a jurar: -- ¡Yo no conozco a ese hombre! Inmediatamente cantó un gallo. Pedro se acordó de aquello que le había dicho Jesús: -- Antes que el gallo cante, me habrás negado tres veces. -- Y, saliendo fuera, rompió a llorar amargamente. (Mateo 26, 59-75).

De esto, Pedro salio luego muy fortalecido. Cristo conocía muy bien la debilidad de Pedro y conoce la nuestra, por eso nos enseña lo que debemos pedir, lo que debemos orar. Pedro apela a ese conocimiento aun más profundo que Jesús tiene de él: - Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero. -(Juan 21,17)

44.   SEGUNDA TENTACION

“Entonces el diablo le lleva consigo a la Ciudad Santa, le pone sobre el alero del Templo, y le dice: Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: A sus ángeles te encomendará, y en sus manos te llevarán, para que no tropiece tu pie en piedra alguna.  Jesús le dijo: También está escrito: No tentarás al Señor tu Dios.”

Muchos podrían decir, esta tentación no va conmigo, porque si alguien me pide que me lance al vacío no lo hago. Los expertos llaman a esta segunda tentación, como la “tentación del providencialismo infantil”. ¿Por qué?, porque podemos actuar si pensar en las consecuencias, es decir nos metemos en grandes líos y luego decimos: Dios lo arreglará todo. La desidia es no ponerse a pensar lo que conviene hacer y luego buscar que Dios supla nuestros errores.

En esta segunda tentación, el demonio quiere tentarlo por la vanagloria, cuando dice: "Si eres hijo de Dios, tírate abajo”

Por todas partes vemos el deseo de la vanagloria y el mundo se deja dominar por la vanidad. Este fragmento del Evangelio nos enseña una gran tentación de vanidad, en la cual no son pocos los que caen en ella. El demonio invita al tentado a: lánzate, para que todos te vean, y cuando miren que tú caes del cielo tan glorioso, tomados de la mano por los ángeles, te van a reconocer y se maravillaran de ti. Como decía un maestro amigo, “gustan de ser pavos mostrando su plumaje”. Eso es buscar el prestigio de forma vanidosa. Es además la presunción o alabanzas excesivas de las propias cualidades o de las propias acciones, es decir la vanagloria, o el caer en deseo excesivo de mostrar las propias cualidades y de que sean reconocidas y alabadas, “vanidad, pura vanidad”.

Es muy común considerar nuestro trabajo, talento y habilidades como algo que hemos logrado única y exclusivamente solos, - esto esta hechos gracias a mí -…si no fuera por mí, nadie hubiera hecho algo… etc.- Entonces caer en la tentación de que muchas cosas las logramos sin la ayuda de Dios, es algo sencillo. El Señor no quiere que caigamos en esta fea falta.

Más, por la gracia de Dios, soy lo que soy; y la gracia de Dios no ha sido estéril en mí. Antes bien, he trabajado más que todos ellos. Pero no yo, sino la gracia de Dios que está conmigo. (1 Corintios 15,10)

45.   TERCERA TENTACION

“Todavía le lleva consigo el diablo a un monte muy alto, le muestra todos los reinos del mundo y su gloria, y le dice: Todo esto te daré si postrándote me adoras. Dícele entonces Jesús: Apártate, Satanás, porque está escrito: Al Señor tu Dios adorarás, y

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sólo a él darás culto. Entonces el diablo le deja. Y he aquí que se acercaron unos ángeles y le servían.”

El demonio quiere ahora tentarlo por la avaricia de la grandeza, cuando le manifiesta todos los reinos del mundo: "Todo esto te daré".

Esta es la tentación de poder. “Todo esto te daré si postrándote me adoras”. Ahí el tentador no le dice, si eres Hijo de Dios, porque lo que busca es que cambie de Dios, y “le muestra todos los reinos del mundo y su gloria”. Es decir, el poder sobre la naciones, del dinero, el poder militar, el poder del lujo, “Todo esto te daré si postrándote me adoras”.

Son variadas las formas de ambición de grandeza y poder. Uno de ellos es el poder autoritario de las naciones.- Casi siempre acompañado del poder militar que fuera de los principios institucionales avergüenzan a todo principio cristiano. A través de la historia del mundo, nada ha hecho tanto daño como la ambición del poder. Por estar en una posición superior y tener todo el control posible, se ha fomentado el odio, la guerra y los más grandes genocidios, este poder siempre es enemigo de la paz entre los hombres. Dijo el Señor: “Felices los que trabajan por la paz, porque serán reconocidos como hijos de Dios.” (Bienaventuranzas)

Otra forma es el poder del dinero y el poder del lujo. Este poder ha rendido homenaje a la avaricia y ha hecho irreverente a hombres que hacen cualquier cosa por tenerlo fuera de los márgenes de la decencia. El poder por el lujo es un insulto a los favoritos de Dios, los que nada tienen. “Felices los que tienen el espíritu del pobre, porque de ellos es el Reino de los Cielos”. (Bienaventuranzas)

La ambición y el poder del dinero, la avaricia, la usura y el egoísmo, entre otros, ha dejado a muchos sin apoyo ni influencia social. Este es el poder que provoca la existencia de gentes explotadas, humilladas y las formas de vida mas miserables que uno se pueda imaginar. No se trata que el que tiene bienes económicos sea un pecador, en especial si ha sido por el buen uso de los dones recibidos, solo hay que tener conciencia de que a cada cual se le exigirá según los talentos que se le ha otorgado. 

Dios siempre ha visto con mucho afecto y agrado al que ha vivido en la pobreza material, aceptada libremente y no considerada como un castigo. Se equivocan los que creen que el mundo ya les pertenece, más aún, se equivocan los que piensan que es patrimonio exclusivo del rico, del que se auto considera sabio, poderoso e influyente.

En efecto, la ambición por los distintos poderes es muy tentadora y esta nunca es ofrecida por Dios pero si es ofrecida por el demonio y no falta quien se postre ante el con tal de ser emperador del mundo en determinados conceptos.

46.     LIBRANOS DEL MAL

Esta es la última petición del Padrenuestro. El mal no viene solamente por la tentación del demonio. En efecto, el maligno necesita algún grado de cooperación en los tentados. Y por eso Cristo nos pide que oremos, para que no nazca en nosotros ni la complicidad ni el deseo de ser tentados. Ese es un buen camino, “Velad y orad, para que no caigáis en tentación”. Porque para nosotros mismos, solos, la salvación no es posible. Necesitamos la salvación venida desde fuera, la ayuda de Dios, el que afortunadamente está junto a nosotros.

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Con esta última parte, nos podemos dar cuenta del gran sentido de salvación de la última petición del padrenuestro. “que nos libre del mal” y nos librará mientras estemos orando, porque la misma oración es antídoto contra el veneno de la tentación y el mal.

El Padrenuestro, nos acerca a Dios, nos une como hermanos, le proclamamos santo, le rogamos su reino de justicia y amor, su voluntad aquí y el cielo, pedimos su misericordia, nos hace compasivos y nos ayuda a vencer la tentación y luchar contra el maligno.

El Señor les Bendiga

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

 

ALGUNAS SANTA OPINIONES

"Y NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACIÓN. MAS LÍBRANOS DE MAL. AMÉN".

(V. 13)

CATENA AUREA

 

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 14. Como el Señor había mandado antes a los hombres que dijesen cosas magníficas, como son el llamar a Dios su Padre y pedir el que su reino venga a ellos, ahora se añade la enseñanza de la humildad, cuando se dice: "Y no nos dejes caer en la tentación".

San Agustín, de sermone Domini, 2, 9. Algunos códices tienen escrito: "Y no nos lleves a la tentación", lo cual creo que equivale, porque una y otra cosa han sido tomadas del griego, y muchos, interpretándolo, dicen así: "No permitas que seamos llevados a la tentación", explicando cómo debe entenderse la palabra dejes. Dios no induce por sí mismo a la tentación, pero permite que sea llevado aquel a quien niega su auxilio.

San Cipriano, de oratione Domini. En lo cual se manifiesta que nuestro enemigo nada podrá contra nosotros, si Dios no se lo permite antes, con el objeto de que todo temor y devoción de nuestra parte se convierta a Dios.

San Agustín, de sermone Domini, 2,9. Una cosa es ser llevado a la tentación, y otra cosa es ser tentado, porque ninguno puede ser probado sin tentación -ya sea tentado por sí mismo o por otro-. Cada uno es perfectamente conocido por Dios antes de sufrir ninguna tentación. No se pide, pues, aquí, que no seamos tentados, sino que no seamos llevados a la tentación, como si cualquiera a quien le fuere necesario probarse por medio del fuego, no ruega el que no sea mortificado por el fuego, sino el no ser quemado. Pero somos inducidos si caemos en tentaciones tales que nosotros no podemos resistir.

San Agustín, ad Probam, epístola 130,11Cuando decimos, pues: "No nos dejes caer en tentación", nos aconseja que pidamos esto, no sea que, abandonados de su ayuda, consintamos en alguna tentación, o, engañados, accedamos afligidos.

San Cipriano, de oratione Domini. En lo cual se advierte nuestra debilidad y nuestra ignorancia, para que alguno no se ensalce indebidamente, para que, cuando precede una

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confesión humilde y sumisa, se conceda todo a Dios, quien nos dispensa entonces por su piedad lo que le pedimos humildemente.

San Agustín, de dono perseverantiae 5. Cuando los santos piden: "No nos lleves a la tentación", ¿qué otra cosa piden, sino la perseverancia en la santidad? Con esta gracia concedida por Dios -como se demuestra en realidad que es un don de Dios cuando se obtiene de El-, no hay ninguno de los santos que no obtenga la perseverancia en la santidad hasta el fin, así como ninguno deja de perseverar en su propósito de ser buen cristiano, si antes no es llevado a la tentación. Por lo tanto, pedimos no ser llevados a la tentación, para que esto no se haga. Y si no se hace, es porque Dios no permite que se haga. Nada se hace sino lo que El mismo hace o permite que suceda. Puede muy bien hacer que las voluntades se separen de lo malo y se inclinen a lo bueno, y que el caído se convierta y se dirija a encaminarse hacia El, a quien no en vano se dice: "No nos dejes caer en la tentación". Porque el que no es llevado a la tentación por su mala voluntad, a ninguna otra tentación puede ser llevado. "Cada uno es tentado por su concupiscencia", según dice Santiago (Jc 1,14) Dios quiso, pues, que le pidiésemos el no ser llevados a la tentación -lo cual podía concedernos aunque no se lo pidiésemos-, porque quiso que nosotros conociésemos de quién recibíamos los beneficios. Y el mismo santo añade: "Atienda la Iglesia a sus oraciones cotidianas ruega para que los incrédulos crean: luego Dios convierte a la fe; ora para que los que creen perseveren; Dios, pues, concede la perseverancia final".

San Agustín, de sermone Domini, 2, 9. Debemos pedir, no sólo el no caer en el mal cuando no hemos caído, sino también el librarnos de él cuando hayamos caído, y por ello sigue: "Mas líbranos de mal".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Mattheum, hom. 19,6. Aquí se llama mal al demonio por su excesiva malicia, que no proviene de su naturaleza sino de su elección y por la guerra implacable que nos tiene declarada. Por esto se dice: "Líbranos de mal".

San Cipriano, de oratione Domini. Después de todas las cosas ya dichas, al final de la oración viene la cláusula que concluye todas nuestras preces, recopilada con una brevedad admirable. Nada queda ya que deba pedirse al Señor, cuando ya hemos pedido la protección de Dios contra todo lo malo, la cual una vez obtenida, ya podemos considerarnos seguros contra todas las cosas que el diablo y el mundo puedan hacer. ¿Qué miedo puede darnos el mundo si en él tenemos a Dios por defensor?

San Agustín, ad Probam, epístola 130,11.- Y esto último que está puesto en la oración dominical, se conoce tan claramente, que el hombre cristiano en cualquier tribulación en que se encuentre, puede dar gemidos por medio de ella, y en ella derramar sus lágrimas. De aquí el que se exhorte a que termine la oración con esta palabra: Amén, en la que se demuestra el deseo del que ora.

San Jerónimo. Amén, pues -lo cual consta escrito al final-, es un signo de la oración dominical, el cual Aquila ha interpretado: fielmente, y nosotros podemos interpretar: verdaderamente.

San Cipriano, de oratione Domini. ¿Qué de extraño tiene, si tal oración es la que Dios enseñó, que con una maestría sin igual recopile todas nuestras preces en tan saludables palabras? De aquí el que se dijo por medio de Isaías: "Dios hizo sobre la tierra una brevedad por medio de su palabra" (Is 10,23) Y habiendo venido nuestro Señor Jesucristo para todos, a fin de abarcar igualmente a los sabios y a los ignorantes, con el objeto de dar

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preceptos para bien de todos los sexos y todas las edades, hizo un gran compendio de todos sus preceptos, para que los que se instruyen en la doctrina del cielo, no cansen su memoria, sino que aprendan prontamente lo que es necesario para creer con fe sencilla.

San Agustín, ad Probam, epístola 130,12 Cualesquiera otras palabras que digamos, que forman los afectos del que ora, o precediendo para que resplandezcan, o siguiendo para que crezcan, nada podemos añadir que no esté comprendido en esta oración dominical, si la decimos recta y convenientemente. El que dice, pues, como el Eclesiástico: "Date a conocer a todas las gentes, como te has dado a conocer a nosotros" (Si 36,4), ¿qué otra cosa dice, sino el que sea santificado tu nombre? El que dice: "Dirige mis pasos según tu palabra" (Ps 118,133), como David, ¿qué otra cosa dice más que "hágase tu voluntad"? El que dice: "Manifiéstanos tu faz y seremos salvos" (Ps 79,4), ¿qué otra cosa dice sino que "venga a nos tu reino"? El que dice: "No me des pobreza y riqueza" (Pr 30,8), como el autor de los proverbios, ¿qué otra cosa dice sino "el pan nuestro de cada día dánosle hoy"? El que dice: "Señor, acuérdate de David y de toda su mansedumbre" (Ps 131,1) y: "Si pagué con mal a los que me lo hacían" (Ps 7,5), ¿qué otra cosa dice más que "perdónanos nuestras deudas, como perdonamos a nuestros deudores"? El que dice: "Retira de mí las concupiscencias de la carne" (Qo 23), como el Eclesiástico, ¿qué otra cosa dice más que "no nos dejes caer en la tentación"? El que dice: "Líbrame de mis enemigos, Dios mío" (Ps 58,2), como David, ¿qué otra cosa dice más que "líbranos de todo mal"? Y si recorres todas las palabras de todas las preces santas, ninguna cosa encontrarás que ya no esté comprendida en la oración dominical. Cualquiera que dice una cosa que no pertenezca a esta oración, ora por afectos carnales, lo cual no sé cómo no se diga ilícitamente, cuando a los regenerados no se les enseña a orar sino espiritualmente. El que dice en su oración: "Señor, multiplica mis riquezas, y aumenta mis honores", y esto lo dice teniendo deseos de ellos, no fijándose en que pueda aprovechar a los hombres según desea Dios, creo que no podrá encontrar en la oración dominical algo que pueda adaptarse a esta clase de oración. Por ello, se avergüenza de pedir, acaso, lo que no puede desear. Y si de esto se avergüenza y la codicia vence, pedirá mejor que esto, que también le libre de este mal de la codicia, a Aquel a quien decimos: "Líbranos de mal".

San Agustín, de sermone Domini, 2, 11. Parece también que este número de siete conviene con el número de las bienaventuranzas. Si es con el temor de Dios con el que se hacen bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos, pidamos que sea santificado el nombre de Dios entre los hombres, y que permanezca su santo temor por los siglos de los siglos. Si la piedad es por medio de la cual los bienaventurados se hacen humildes, pidamos que venga su reino, para que seamos humildes y no nos opongamos a su voluntad. Si la ciencia es con la que son bienaventurados los que lloran, oremos para que se cumpla su voluntad así en la tierra como en el cielo, porque cuando el cuerpo consiente en las inspiraciones del espíritu, como la tierra se somete al cielo, no lloraremos. Si la fortaleza es con la que son bienaventurados los que tienen hambre, oremos para que nuestro pan cotidiano se nos conceda hoy, y podamos llegar por medio de él a la plenísima saciedad. Si es con un consejo saludable, con el cual los bienaventurados son misericordiosos para que Dios se apiade de ellos, perdonemos las deudas, para que se nos perdonen las nuestras. Si el entendimiento es con el cual son bienaventurados los de limpio corazón, oremos para no caer en la tentación, para que no tengamos un corazón con doblez, apeteciendo las cosas temporales y terrenas, acerca de las que versan todas nuestras tentaciones. Si es sabiduría aquélla con la cual son

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bienaventurados los pacíficos, puesto que se llamarán hijos de Dios, roguemos para que se nos libre de todo mal y esta misma libertad nos hará hijos libres de Dios.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 19,6. Como nos había hecho solícitos el recuerdo de nuestro enemigo el demonio, cuando el Señor nos enseñó a decir: "Líbranos de mal", otra vez nos da a conocer su atrevimiento en estas palabras que se encuentran en algunos libros griegos: "Puesto que suyo es el reino, y la virtud, y la gloria". Si el reino es suyo, nada tenemos que temer, porque quien pelea contra nosotros también le está subordinado. Siendo, pues, suya la virtud y la gloria infinita, no solamente puede librarnos de todo mal, sino también concedernos su gloria.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 14. Todo esto pertenece a las cosas que preceden. Cuando dice: "Tuyo es el reino", corresponde a aquello que había dicho: "Venga tu reino", para que no haya alguno que diga: "Luego Dios no tiene reino en la tierra"; y en cuanto dice: "Y la virtud", corresponde a aquello que había dicho: "Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo", para que no haya quien diga que Dios no puede hacer todo lo que quiere; y en cuanto dice: "Y la gloria", responde a todo lo que sigue en lo que aparece la gloria de Dios.

 

 

LO QUE NOS ENSEÑA EL CATECISMO CATOLICO

SOBRE EL PADRE NUESTRO

(CIC 2846 AL 2854)

 

VI NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACION

Esta petición llega a la raíz de la anterior, porque nuestros pecados son los frutos del consentimiento a la tentación. Pedimos a nuestro Padre que no nos "deje caer" en ella. Traducir en una sola palabra el texto griego es difícil: significa "no permitas entrar en" (cf Mt 26, 41), "no nos dejes sucumbir a la tentación". "Dios ni es tentado por el mal ni tienta a nadie" (St 1, 13), al contrario, quiere librarnos del mal. Le pedimos que no nos deje tomar el camino que conduce al pecado, pues estamos empeñados en el combate "entre la carne y el Espíritu". Esta petición implora el Espíritu de discernimiento y de fuerza.

El Espíritu Santo nos hace discernir entre la prueba, necesaria para el crecimiento del hombre interior (cf Lc 8, 13-15; Hch 14, 22; 2 Tm 3, 12) en orden a una "virtud probada" (Rm 5, 3-5), y la tentación que conduce al pecado y a la muerte (cf St 1, 14-15). También debemos distinguir entre "ser tentado" y "consentir" en la tentación. Por último, el discernimiento desenmascara la mentira de la tentación: aparentemente su objeto es "bueno, seductor a la vista, deseable" (Gn 3, 6), mientras que, en realidad, su fruto es la muerte.

Dios no quiere imponer el bien, quiere seres libres ... En algo la tentación es buena. Todos, menos Dios, ignoran lo que nuestra alma ha recibido de Dios, incluso nosotros. Pero la tentación lo manifiesta para enseñarnos a conocernos, y así, descubrirnos nuestra miseria, y obligarnos a dar gracias por los bienes que la tentación nos ha manifestado (Orígenes, or.

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29).

"No entrar en la tentación" implica una decisión del corazón: "Porque donde esté tu tesoro, allí también estará tu corazón ... Nadie puede servir a dos señores" (Mt 6, 21-24). "Si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu" (Ga 5, 25). El Padre nos da la fuerza para este "dejarnos conducir" por el Espíritu Santo. "No habéis sufrido tentación superior a la medida humana. Y fiel es Dios que no permitirá que seáis tentados sobre vuestras fuerzas. Antes bien, con la tentación os dará modo de poderla resistir con éxito" (1 Co 10, 13).

Pues bien, este combate y esta victoria sólo son posibles con la oración. Por medio de su oración, Jesús es vencedor del Tentador, desde el principio (cf Mt 4, 11) y en el último combate de su agonía (cf Mt 26, 36-44). En esta petición a nuestro Padre, Cristo nos une a su combate y a su agonía. La vigilancia del corazón es recordada con insistencia en comunión con la suya (cf Mc 13, 9. 23. 33-37; 14, 38; Lc 12, 35-40). La vigilancia es "guarda del corazón", y Jesús pide al Padre que "nos guarde en su Nombre" (Jn 17, 11). El Espíritu Santo trata de despertarnos continuamente a esta vigilancia (cf 1 Co 16, 13; Col 4, 2; 1 Ts 5, 6; 1 P 5, 8). Esta petición adquiere todo su sentido dramático referida a la tentación final de nuestro combate en la tierra; pide la perseverancia final. "Mira que vengo como ladrón. Dichoso el que esté en vela" (Ap 16, 15).

VII Y LIBRANOS DEL MAL

La última petición a nuestro Padre está también contenida en la oración de Jesús: "No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno" (Jn 17, 15). Esta petición concierne a cada uno individualmente, pero siempre quien ora es el "nosotros", en comunión con toda la Iglesia y para la salvación de toda la familia humana. La oración del Señor no cesa de abrirnos a las dimensiones de la economía de la salvación. Nuestra interdependencia en el drama del pecado y de la muerte se vuelve solidaridad en el Cuerpo de Cristo, en "comunión con los santos" (cf RP 16).

En esta petición, el mal no es una abstracción, sino que designa una persona, Satanás, el Maligno, el ángel que se opone a Dios. El "diablo" ["dia-bolos"] es aquél que "se atraviesa" en el designio de Dios y su obra de salvación cumplida en Cristo.

"Homicida desde el principio, mentiroso y padre de la mentira" (Jn 8, 44), "Satanás, el seductor del mundo entero" (Ap 12, 9), es aquél por medio del cual el pecado y la muerte entraron en el mundo y, por cuya definitiva derrota, toda la creación entera será "liberada del pecado y de la muerte" (MR, Plegaria Eucarística IV). "Sabemos que todo el que ha nacido de Dios no peca, sino que el Engendrado de Dios le guarda y el Maligno no llega a tocarle. Sabemos que somos de Dios y que el mundo entero yace en poder del Maligno" (1 Jn 5, 18-19):

El Señor que ha borrado vuestro pecado y perdonado vuestras faltas también os protege y os guarda contra las astucias del Diablo que os combate para que el enemigo, que tiene la costumbre de engendrar la falta, no os sorprenda. Quien confía en Dios, no tema al Demonio. "Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?" (Rm 8, 31) (S. Ambrosio, sacr. 5, 30).

La victoria sobre el "príncipe de este mundo" (Jn 14, 30) se adquirió de una vez por todas en la Hora en que Jesús se entregó libremente a la muerte para darnos su Vida. Es el juicio

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de este mundo, y el príncipe de este mundo está "echado abajo" (Jn 12, 31; Ap 12, 11). "El se lanza en persecución de la Mujer" (cf Ap 12, 13-16), pero no consigue alcanzarla: la nueva Eva, "llena de gracia" del Espíritu Santo es preservada del pecado y de la corrupción de la muerte (Concepción inmaculada y Asunción de la santísima Madre de Dios, María, siempre virgen). "Entonces despechado contra la Mujer, se fue a hacer la guerra al resto de sus hijos" (Ap 12, 17). Por eso, el Espíritu y la Iglesia oran: "Ven, Señor Jesús" (Ap 22, 17. 20) ya que su Venida nos librará del Maligno.

Al pedir ser liberados del Maligno, oramos igualmente para ser liberados de todos los males, presentes, pasados y futuros de los que él es autor o instigador. En esta última petición, la Iglesia presenta al Padre todas las desdichas del mundo. Con la liberación de todos los males que abruman a la humanidad, implora el don precioso de la paz y la gracia de la espera perseverante en el retorno de Cristo. Orando así, anticipa en la humildad de la fe la recapitulación de todos y de todo en Aquél que "tiene las llaves de la Muerte y del Hades" (Ap 1,18), "el Dueño de todo, Aquél que es, que era y que ha de venir" (Ap 1,8; cf Ap 1, 4):

Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo (MR, Embolismo).

RESUMEN

Al decir: "No nos dejes caer en la tentación", pedimos a Dios que no nos permita tomar el camino que conduce al pecado. Esta petición implora el Espíritu de discernimiento y de fuerza; solicita la gracia de la vigilancia y la perseverancia final.

En la última petición, "y líbranos del mal", el cristiano pide a Dios con la Iglesia que manifieste la victoria, ya conquistada por Cristo, sobre el "Príncipe de este mundo", sobre Satanás, el ángel que se opone personalmente a Dios y a Su plan de salvación.

Con el "Amén" final expresamos nuestro "fiat" respecto a las siete peticiones: "Así sea".