Serbia: la puerta irregular que conduce al sueño europeo (B)

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EG2 GARA 2015 8 23 igandea 5 trulla marina nos interceptó y el sirio que dirigía la lancha la hundió para no ser cap- turado. Allí todos éramos sirios, pero ningu- no ayudó a las mujeres y niños. Podíamos haber muerto», recuerda indignada. Los datos de ACNUR desvelan que el flujo de refugiados y/o inmigrantes que cruza el Mediterráneo se ha incrementado en los seis primeros meses de 2015 hasta en un 83%. En el camino más de 1.800 personas han muerto, con el significativo caso del car- guero King Jacob, tragado por el mar el pasa- do abril con cerca de 800 «irregulares» pro- cedentes del norte de África. El negocio de la guerra La mayoría de los inmigrantes que llegan a Belgrado se quedan un par de días, hasta que hay alguna plaza libre en los transpor- tes que conducen a la región fronteriza de Subotica. Anahita duerme a la intemperie mientras su prima corretea por el parque. «Ha perdido a su padre en Siria», dice mien- tras mira a esta hiperactiva niña que de for- ma constante saca su lengua por el hueco que perteneció a sus dientes de leche. Otros, como Ivo Reshid y sus compañeros de Afrin, alquilan habitaciones en hoteles. Pagan 12 euros por cada noche, cuando el precio real es de 8. «Es lo que nos pasa en todos los paí- ses, somos un negocio», dice este kurdo de 19 años que pasó los últimos cuatro años co- mo panadero en el Estado turco. No es el único caso de negocio derivado del drama. Serbia es conocida por su excelente parrilla. Muchos inmigrantes son musulmanes y no pueden comer cerdo. «¿Lleva cerdo?», pre- guntaba un iraquí en uno de estos locales. «No cerdo», respondió el empleado. Dos días antes esta misma persona me explicó que la carne es mixta. Estos problemas se unen al apetito mone- tario de las mafias, que aprovechan la des- gracia para apuntalar su dilatado negocio con prostitutas y tráfico de drogas y perso- nas. «Son los principales beneficiarios de la guerra», repite Ivo. A diferencia de Anahita, este kurdo usará las rutas preparadas por las mafias locales para alcanzar la UE. En total pagará unos 3.000 dólares: 1.000 por cada frontera hasta llegar a Hungría. Es el cuanti- tativo precio de la guerra, que en el caso de los afganos o somalíes es mayor. «Ellos se esconden entre nosotros para no ser detec- tados porque solo tienen derecho a estar 30 días y por eso necesitan pagar aún más a las mafias», explica Ivo. Una vez en la UE, quie- nes tienen familiares conocen la situación: el rechazo de los habitantes locales infundi- Inmigrantes pelean para lograr sitio en el tren en la estación de Gevgelija, en la frontera entre Macedonia y Serbia. Dimitar DILKOFF | AFP 83% > El flujo de refugiados en esta zona se ha incrementado en un 83% durante los seis primeros meses de este 2015. hutsa hutsa más que en todo 2014 y un 2.500% más que en 2010. Datos aún más exagerados llegan de Grecia, país ahogado por la crisis pero al que llegan a diario cientos de inmigrantes irregulares que apuran las buenas condicio- nes climáticas del verano. En todas estas re- giones AI ha denunciado la precariedad en que subsisten: sin tratamiento médico, con centros de internamiento inadecuados y de- tenciones arbitrarias por el color de la piel. Conflictos enquistados La razón de la creciente ola de inmigrantes irregulares es la escasa confianza para solu- cionar los conflictos en Iraq, Siria y Libia. Su devenir sigue marcando los debates entre los numerosos sirios que transitan por Bel- grado. Mientras discurre la conversación con Anahita, un kurdo sirio se acerca para mostrar la foto de su hija, una militante del Partido de los Trabajadores del Kurdistán. «Ya no está aquí, es un mártir más de nues- tro pueblo. Ella no volverá a Kurdistán al igual que yo», dice orgulloso, sin querer des- velar su nombre. Ivo tiene a cuatro de sus hermanos lu- chando en Siria con las milicias YPG. Él tam- poco desea volver a Siria porque «no se po- drá vivir allí en muchos años. Además, en Europa hay mucho dinero». Su ilusión es po- der llevar a su familia a Suecia, pero primero debe abrir el candado europeo. Anahita es consciente de que su vida no será fácil en ningún lugar, pero repite que debe intentar- lo: «Me gustaría volver algún día a Siria, pe- ro cuando Al-Assad se vaya llegará el mo- mento de la revancha, de otra guerra por el liderazgo. Será más de lo mismo. Tengo que intentar llegar a un lugar en donde me den una oportunidad para vivir con dignidad». do por políticos ansiosos por pescar votos. El resto, la gran mayoría, se queda en blanco, con su inmaculada idea de la UE. El neopopulismo ha conseguido vender la imagen de unos países desbordados por la marea inmigrante. Pese a recoger un míni- mo porcentaje de los refugiados sirios, el movimiento xenófobo europeo no han deja- do de crecer en los últimos meses. En Hun- gría, el gobierno de derechas de Viktor Or- ban está construyendo un muro de 175 kilómetros en la frontera con Serbia. La res- puesta que ha dado ante las críticas es que Bulgaria –que ya candó sus fronteras en 2013– también tiene uno. En Eslovaquia, la población de Gabçikovo rechazó en referén- dum albergar a un puñado de refugiados provenientes de Austria. Según ACNUR, más de un tercio de los que inician la peregrina- ción a la UE son sirios. Desde que comenzó el conflicto solo se han registrado 278.551 pe- ticiones de asilo de sirios dentro de Europa, la mitad firmadas en Alemania y Suecia. Un problema irrisorio si miramos el caso del Lí- bano, que ha acogido a un millón de sirios hasta ver incrementar su población en un 20%. O Turquía, con 2 millones de sirios. Los números facilitados por el último es- tudio de Amnistía Internacional, publicado en julio de 2015, reflejan que entre enero y mayo de 2015 más de 22.000 personas han pedido asilo en Serbia, 6.000 más que en to- do 2014, cuando tan solo se aprobó una peti- ción y otras cinco subsidiarias. Además, mu- chos otros no han realizado el papeleo porque consideran este país como una re- gión de tránsito. En Hungría, la siguiente pa- rada de la ruta, la cifra de inmigrantes que cruzaron la frontera desde Serbia durante 2015 superó en mayo los 60.000, un 30%

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EG2GARA 2015 8 23 igandea 5

trulla marina nos interceptó y el sirio quedirigía la lancha la hundió para no ser cap-turado. Allí todos éramos sirios, pero ningu-no ayudó a las mujeres y niños. Podíamoshaber muerto», recuerda indignada. Los datos de ACNUR desvelan que el flujo

de refugiados y/o inmigrantes que cruza elMediterráneo se ha incrementado en losseis primeros meses de 2015 hasta en un83%. En el camino más de 1.800 personashan muerto, con el significativo caso del car-guero King Jacob, tragado por el mar el pasa-do abril con cerca de 800 «irregulares» pro-cedentes del norte de África.

El negocio de la guerra

La mayoría de los inmigrantes que llegan aBelgrado se quedan un par de días, hastaque hay alguna plaza libre en los transpor-tes que conducen a la región fronteriza deSubotica. Anahita duerme a la intemperiemientras su prima corretea por el parque.«Ha perdido a su padre en Siria», dice mien-tras mira a esta hiperactiva niña que de for-ma constante saca su lengua por el huecoque perteneció a sus dientes de leche. Otros,como Ivo Reshid y sus compañeros de Afrin,alquilan habitaciones en hoteles. Pagan 12euros por cada noche, cuando el precio reales de 8. «Es lo que nos pasa en todos los paí-ses, somos un negocio», dice este kurdo de19 años que pasó los últimos cuatro años co-mo panadero en el Estado turco. No es elúnico caso de negocio derivado del drama.Serbia es conocida por su excelente parrilla.Muchos inmigrantes son musulmanes y nopueden comer cerdo. «¿Lleva cerdo?», pre-guntaba un iraquí en uno de estos locales.«No cerdo», respondió el empleado. Dos díasantes esta misma persona me explicó que lacarne es mixta.Estos problemas se unen al apetito mone-

tario de las mafias, que aprovechan la des-gracia para apuntalar su dilatado negociocon prostitutas y tráfico de drogas y perso-nas. «Son los principales beneficiarios de laguerra», repite Ivo. A diferencia de Anahita,este kurdo usará las rutas preparadas por lasmafias locales para alcanzar la UE. En totalpagará unos 3.000 dólares: 1.000 por cadafrontera hasta llegar a Hungría. Es el cuanti-tativo precio de la guerra, que en el caso delos afganos o somalíes es mayor. «Ellos seesconden entre nosotros para no ser detec-tados porque solo tienen derecho a estar 30días y por eso necesitan pagar aún más a lasmafias», explica Ivo. Una vez en la UE, quie-nes tienen familiares conocen la situación:el rechazo de los habitantes locales infundi-

Inmigrantes peleanpara lograr sitio en eltren en la estación deGevgelija, en lafrontera entreMacedonia y Serbia.Dimitar DILKOFF | AFP

83%>El flujo de

refugiados en estazona se haincrementado en un83% durante los seisprimeros meses deeste 2015.hu

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más que en todo 2014 y un 2.500% más queen 2010. Datos aún más exagerados llegande Grecia, país ahogado por la crisis pero alque llegan a diario cientos de inmigrantesirregulares que apuran las buenas condicio-nes climáticas del verano. En todas estas re-giones AI ha denunciado la precariedad enque subsisten: sin tratamiento médico, concentros de internamiento inadecuados y de-tenciones arbitrarias por el color de la piel.

Conflictos enquistados

La razón de la creciente ola de inmigrantesirregulares es la escasa confianza para solu-cionar los conflictos en Iraq, Siria y Libia. Sudevenir sigue marcando los debates entrelos numerosos sirios que transitan por Bel-grado. Mientras discurre la conversacióncon Anahita, un kurdo sirio se acerca paramostrar la foto de su hija, una militante delPartido de los Trabajadores del Kurdistán.«Ya no está aquí, es un mártir más de nues-tro pueblo. Ella no volverá a Kurdistán aligual que yo», dice orgulloso, sin querer des-velar su nombre. Ivo tiene a cuatro de sus hermanos lu-

chando en Siria con las milicias YPG. Él tam-poco desea volver a Siria porque «no se po-drá vivir allí en muchos años. Además, enEuropa hay mucho dinero». Su ilusión es po-der llevar a su familia a Suecia, pero primerodebe abrir el candado europeo. Anahita esconsciente de que su vida no será fácil enningún lugar, pero repite que debe intentar-lo: «Me gustaría volver algún día a Siria, pe-ro cuando Al-Assad se vaya llegará el mo-mento de la revancha, de otra guerra por elliderazgo. Será más de lo mismo. Tengo queintentar llegar a un lugar en donde me denuna oportunidad para vivir con dignidad».

do por políticos ansiosos por pescar votos.El resto, la gran mayoría, se queda en blanco,con su inmaculada idea de la UE.El neopopulismo ha conseguido vender la

imagen de unos países desbordados por lamarea inmigrante. Pese a recoger un míni-mo porcentaje de los refugiados sirios, elmovimiento xenófobo europeo no han deja-do de crecer en los últimos meses. En Hun-gría, el gobierno de derechas de Viktor Or-ban está construyendo un muro de 175kilómetros en la frontera con Serbia. La res-puesta que ha dado ante las críticas es queBulgaria –que ya candó sus fronteras en2013– también tiene uno. En Eslovaquia, lapoblación de Gabçikovo rechazó en referén-dum albergar a un puñado de refugiadosprovenientes de Austria. Según ACNUR, másde un tercio de los que inician la peregrina-ción a la UE son sirios. Desde que comenzóel conflicto solo se han registrado 278.551 pe-ticiones de asilo de sirios dentro de Europa,la mitad firmadas en Alemania y Suecia. Unproblema irrisorio si miramos el caso del Lí-bano, que ha acogido a un millón de sirioshasta ver incrementar su población en un20%. O Turquía, con 2 millones de sirios.Los números facilitados por el último es-

tudio de Amnistía Internacional, publicadoen julio de 2015, reflejan que entre enero ymayo de 2015 más de 22.000 personas hanpedido asilo en Serbia, 6.000 más que en to-do 2014, cuando tan solo se aprobó una peti-ción y otras cinco subsidiarias. Además, mu-chos otros no han realizado el papeleoporque consideran este país como una re-gión de tránsito. En Hungría, la siguiente pa-rada de la ruta, la cifra de inmigrantes quecruzaron la frontera desde Serbia durante2015 superó en mayo los 60.000, un 30%