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Engels El origen de las clases servir al pueblo Semanario del Partido Comunista Revolucionario de La Argentina 204 CUADERNOS DE DIFUSION DEL MARXISMO LENINISMO MAOISMO SUPLEMENTO ENERO 2012

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EngelsEl origen de las clases

servir al puebloSemanario delPartido ComunistaRevolucionario de La Argentina

204CUADERNOS DE DIFUSION DEL MARXISMOLENINISMOMAOISMO

SUPLEMENTO

ENERO 2012

El libro El origen de la familia, la propiedad priva-da y el Estado fue escrito por Engels en dos meses:

desde fines de marzo hasta fines de mayo de 1884.

Al revisar los manuscritos de Marx, Engels descubrióun guión detallado del libro del científico progresistanorteamericano L. H. Morgan Ancient Society (“La sociedad antigua”).

Marx lo había hecho en 1880-1881, acompañándolode gran número de notas críticas y opiniones propias,así como de suplementos tomados de otras fuentes.

Al tomar conocimiento del guión y convencerse de que el libro de Morgan confirmaba la concepción materialista de la historia que Marx y él habían elaborado y sus concepciones de lasociedad primitiva, Engels estimó necesario escribir un trabajo especial, utilizando en vasta escala las observaciones de Marx, asícomo algunas conclusiones y datos concretos del libro de Morgan.

Engels consideraba que eso sería “en cierto grado un cumpli-miento del testamento” de Marx. Al escribir el libro, Engels se valióde numerosos y variados datos suplementarios tomados de sus investigaciones en problemas de la historia de Grecia, Roma, laantigua Irlanda, los antiguos germanos, etc.

En 1890, al haber reunido más datos sobre la historia de la sociedad primitiva, Engels emprendió la preparación de la cuartaedición del libro, que apareció en Stuttgart en 1891. Al realizar estetrabajo, estudió las publicaciones más recientes y, en particular,los trabajos del científico ruso M. Kovalevski, introdujo en el textoinicial muchas enmiendas y modificaciones, como también adiciones considerables, sobre todo en el capítulo de la familia.

En el número 12 de esta Colección (Engels: “El origen de la familia”) publicamos la parte referida a la familia monogámica ylas conclusiones del capítulo sobre la familia. Aquí reproducimosíntegro el texto de la primera parte del último capítulo de la obrareferido al origen de las clases (Las notas al pie son de Engels; lasdel final del Editor). n

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Presentación

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IX BARBARIE Y CIVILIZACION(Primera parte)

Ya hemos seguido el curso de la di-solución de la gens [palabra latinaque significa unión de varias familias.Nota de hoy] en los tres grandesejemplos particulares de los griegos,los romanos y los germanos. Paraconcluir, investiguemos las condicio-nes económicas generales que en elestadio superior de la barbarie mina-ban ya la organización gentil de la so-ciedad y la hicieron desaparecer conla entrada en escena de la civilización.El Capital de Marx nos será tan nece-sario aquí como el libro de Morgan.Nacida la gens en el estadio medio

y desarrollada en el estadio superiordel salvajismo, según nos lo permitenjuzgar los documentos de que dispo-

nemos, alcanzó su época más flore-ciente en el estadio inferior de la bar-barie. Por tanto, este grado de evolu-ción es el que tomaremos como puntode partida.Aquí, donde los pieles rojas de Amé-

rica deben servirnos de ejemplo encon-tramos completamente desarrollada laconstitución gentilicia. Una tribu se di-vide en varias gens; por lo común endos; al aumentar la población, cadauna de estas gens primitivas se seg-menta en varias gens hijas, para lascuales la gens madre aparece comofratria [palabra griega que designa launión de gens sin llegar a ser toda latribu. Nota de hoy]; la tribu misma sesubdivide en varias tribus, donde en-contramos, en la mayoría de los casos,las antiguas gens; una confederación,por lo menos en ciertas ocasiones, en-laza a las tribus emparentadas.

federico engels

El origen de la familia,la propiedad privada y el Estado

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Esta sencilla organización respon-de por completo a las condiciones so-ciales que la han engendrado. No esmás que un agrupamiento espontá-neo; es apta para allanar todos losconflictos que pueden nacer en el senode una sociedad así organizada. Losconflictos exteriores los resuelve laguerra, que puede aniquilar a la tribu,pero no avasallarla. La grandeza delrégimen de la gens, pero también sulimitación, es que en ella no tienen ca-bida la dominación ni la servidumbre.En el interior, no existe aún diferenciaentre derechos y deberes; para el indiono existe el problema de saber si es underecho o un deber tomar parte en losnegocios sociales, sumarse a una ven-ganza de sangre o aceptar una com-pensación; el planteárselo le pareceríatan absurdo como preguntarse si co-mer, dormir o cazar es un deber o underecho. Tampoco puede haber allí división

de la tribu o de la gens en clases dis-tintas. Y esto nos conduce al examende la base económica de este orden decosas.La población está en extremo espa-

ciada, y sólo es densa en el lugar de re-sidencia de la tribu, alrededor del cualse extiende en vasto círculo el territo-rio para la caza; luego viene la zona

neutral del bosque protector que la se-para de otras tribus. La división del trabajo es en abso-

luto espontánea: sólo existe entre losdos sexos. El hombre va a la guerra, sededica a la caza y a la pesca, procuralas materias primas para el alimento yproduce los objetos necesarios paradicho propósito. La mujer cuida de lacasa, prepara la comida y hace los ves-tidos; guisa, hila y cose. Cada uno es elamo en su dominio: el hombre en laselva, la mujer en la casa. Cada uno esel propietario de los instrumentos queelabora y usa: el hombre de sus armas,de sus pertrechos de caza y pesca; lamujer, de sus trebejos caseros. La economía doméstica es comu-

nista, común para varias y a menudopara muchas familias*. Lo que se hacey se utiliza en común es de propie-dad común: la casa, los huertos, lascanoas. Aquí, y sólo aquí, es dondeexiste realmente “la propiedad frutodel trabajo personal”, que los juris-consultos y los economistas atribuyena la sociedad civilizada y que es el últi-mo subterfugio jurídico en el cual seapoya hoy la propiedad capitalista.Pero no en todas partes se detuvie-

ron los hombres en esta etapa. EnAsia encontraron animales que se de-jaron primero domesticar y después

* Sobre todo en las costas noroccidentales de América (véase Bancroft). En los haid-has, en la isla de la Reina Carlota, pueden encontrarse economías domésticas queabarcan hasta setecientas personas. Entre los notkas, tribus enteras vivían bajo elmismo techo.

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criar. Antes había que ir de caza paraapoderarse de la hembra del búfalosalvaje; ahora, domesticada, estahembra suministraba cada año unacría y, por añadidura, leche. Ciertastribus de las más adelantadas –losarios, los semitas y quizás los tura-nios–, hicieron de la domesticación ydespués de la cría y cuidado del gana-do su principal ocupación. Las tribus de pastores se destaca-

ron del resto de la masa de los bárba-ros. Esta fue la primera gran divisiónsocial del trabajo. Las tribus pastori-les, no sólo produjeron muchos más,sino también otros víveres que el restode los bárbaros. Tenían sobre ellos laventaja de poseer más leche, produc-tos lácteos y carne; además, disponíande pieles, lanas, pelo de cabra, así co-mo de hilos y tejidos, cuya cantidadaumentaba con la masa de las mate-rias primas. Así fue posible, por primera vez, es-

tablecer un intercambio regular deproductos. En los estadios anterioresno puede haber sino cambios acciden-tales. Verdad es que una particular ha-bilidad en la fabricación de las armas yde los instrumentos puede produciruna división transitoria del trabajo. Así, se han encontrado en muchos

sitios restos de talleres, para fabricarinstrumentos de sílice, procedentes delos últimos tiempos de la Edad de Pie-dra. Los artífices que ejercitaban enellos su habilidad debieron de traba-jar por cuenta de la colectividad, co-mo todavía lo hacen los artesanos en

las comunidades gentilicias de la In-dia. En todo caso, en esta fase del des-arrollo sólo podía haber cambio en elseno mismo de la tribu, y aun eso concarácter excepcional. Pero en cuanto las tribus pastoriles

se separaron del resto de los salvajes,encontramos enteramente formadaslas condiciones necesarias para el

Federico Engels en 1856.“De la primera gran división social deltrabajo nació la primera gran escisiónde la sociedad en dos clases: señores yesclavos, explotadores y explotados.”

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cambio entre los miembros de tribusdiferentes y para el desarrollo y conso-lidación del cambio como una institu-ción regular. Al principio, el cambio sehizo de tribu a tribu, por mediación delos jefes de las gens; pero cuando losrebaños empezaron poco a poco a serpropiedad privada, el cambio entre in-dividuos fue predominando más ymás y acabó por ser la forma única. El principal artículo que las tribus

de pastores ofrecían en cambio a susvecinos era el ganado; éste llegó a serla mercancía que valoraba a todas lasdemás y se aceptaba con mucho gustoen todas partes a cambio de ellas; enuna palabra, el ganado desempeñó lasfunciones de dinero y sirvió como talya en aquella época. Con esa rapidez yprecisión se desarrolló desde el co-mienzo mismo del cambio de mercan-cías la necesidad de una mercancíaque sirviese de dinero.El cultivo de los huertos, probable-

mente desconocido para los bárbarosasiáticos del estadio inferior, aparecióentre ellos mucho más tarde, en el es-tadio medio, como precursor de laagricultura. El clima de las mesetasturánicas no permite la vida pastorilsin provisiones de forraje para unalarga y rigurosa invernada. Así, pues,era una condición allí necesaria el cul-tivo pratense y de cereales. Lo mismopuede decirse de las estepas situadasal norte del Mar Negro. Pero si al principio se recolectó el

grano para el ganado, no tardó en lle-gar a ser también un alimento para el

hombre. La tierra cultivada continuósiendo propiedad de la tribu y se en-tregaba en usufructo primero a lagens, después a las comunidades defamilias y, por último, a los indivi-duos. Estos debieron de tener ciertosderechos de posesión, pero nada más.Entre los descubrimientos indus-

triales de ese estadio, hay dos impor-tantísimos. El primero es el telar y elsegundo, la fundición de minerales yel labrado de los metales. El cobre, elestaño y el bronce, combinación de losdos primeros, eran con mucho los másimportantes; el bronce suministrabainstrumentos y armas, pero éstos nopodían sustituir a los de piedra. Estosólo le era posible al hierro, pero aúnno se sabía cómo obtenerlo. El oro y laplata comenzaron a emplearse en al-hajas y adornos, y probablemente al-canzaron un valor muy elevado conrelación al cobre y al bronce.A consecuencia del desarrollo de

todas los ramas de la producción –ga-nadería, agricultura, oficios manualesdomésticos–, la fuerza de trabajo delhombre iba haciéndose capaz de crearmás productos que los necesarios parasu sostenimiento. También aumentó la suma de tra-

bajo que correspondía diariamente acada miembro de la gens, de la comu-nidad doméstica o de la familia aisla-da. Era ya conveniente conseguir másfuerza de trabajo, y la guerra la sumi-nistró: los prisioneros fueron trans-formados en esclavos. Dadas todas las condiciones histó-

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ricas de aquel entonces, la primeragran división social del trabajo, al au-mentar la productividad del trabajo, ypor consiguiente la riqueza, y al exten-der el campo de la actividad producto-ra, tenía que traer consigo necesaria-mente la esclavitud. De la primeragran división social del trabajo nacióla primera gran escisión de la sociedaden dos clases: señores y esclavos, ex-plotadores y explotados.Nada sabemos hasta ahora acerca

de cuándo y cómo pasaron los rebañosde propiedad común de la tribu o delas gens a ser patrimonio de los distin-tos cabezas de familia; pero, en loesencial, ello debió de acontecer en es-te estadio. Y con la aparición de los rebaños y

las demás riquezas nuevas, se produjouna revolución en la familia. La in-dustria había sido siempre asunto delhombre; los medios necesarios paraella eran producidos por él y propie-dad suya. Los rebaños constituían lanueva industria; su domesticación alprincipio y su cuidado después, eranobra del hombre. Por eso el ganado lepertenecía, así como las mercancías ylos esclavos que obtenía a cambio deél. Todo el excedente que dejaba aho-ra la producción pertenecía al hom-bre; la mujer participaba en su consu-mo, pero no t en ía n ingunaparticipación en su propiedad. El “sal-vaje”, guerrero y cazador, se habíaconformado con ocupar en la casa elsegundo lugar, después de la mujer; elpastor, “más dulce”, engreído de su ri-

queza, se puso en primer lugar y rele-gó al segundo a la mujer. Y ella no po-día quejarse. La división del trabajoen la familia había sido la base paradistribuir la propiedad entre el hom-bre y la mujer. Esta división del trabajo en la fami-

lia continuaba siendo la misma, peroahora trastornaba por completo lasrelaciones domésticas existentes porla mera razón de que la división deltrabajo fuera de la familia había cam-biado. La misma causa que había ase-gurado a la mujer su anterior supre-macía en la casa –su ocupaciónexclusiva en las labores domésticas–,aseguraba ahora la preponderanciadel hombre en el hogar: el trabajo do-méstico de la mujer perdía ahora suimportancia comparado con el traba-jo productivo del hombre; este trabajolo era todo; aquél, un accesorio insig-nificante. Esto demuestra ya que la emanci-

pación de la mujer y su igualdad con elhombre son y seguirán siendo imposi-bles mientras permanezca excluidadel trabajo productivo social y confi-nada dentro del trabajo doméstico,que es un trabajo privado. La emanci-pación de la mujer no se hace posiblesino cuando ésta puede participar engran escala, en escala social, en la pro-ducción y el trabajo doméstico no leocupa sino un tiempo insignificante.Esta condición sólo puede realizarsecon la gran industria moderna, que nosolamente permite el trabajo de lamujer en vasta escala, sino que hasta

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lo exige y tiende más y más a transfor-mar el trabajo doméstico privado enuna industria pública.La supremacía efectiva del hombre

en la casa había hecho caer los postre-ros obstáculos que se oponían a su po-der absoluto. Este poder absoluto loconsolidaron y eternizaron la caída delderecho materno, la introducción delderecho paterno y el paso gradual delmatrimonio sindiásmico a la monoga-mia. Pero esto abrió también una bre-cha en el orden antiguo de la gens; lafamilia particular llegó a ser potencia yse alzó amenazadora frente a la gens.El progreso más inmediato nos con-

duce al estadio superior de la barbarie,período en que todos los pueblos civili-zados pasan su época heroica: la edadde la espada de hierro, pero tambiéndel arado y del hacha de hierro. Al poner este metal a su servicio, el

hombre se hizo dueño de la última ymás importante de las materias pri-mas que representaron en la historiaun papel revolucionario; la última sincontar la patata. El hierro hizo posiblela agricultura en grandes áreas, el des-monte de las más extensas comarcasselváticas; dio al artesano un instru-mento de una dureza y un filo queninguna piedra y ningún otro metalde los conocidos entonces podía tener. Todo esto acaeció poco a poco; el

primer hierro era aún a menudo másblando que el bronce. Por eso el armade piedra fue desapareciendo con len-titud; no sólo en el canto de Hilde-brando, sino también en la batalla de

Hastings, en 10661, aparecen en elcombate las hachas de piedra. Pero el progreso era ya inconteni-

ble, menos intermitente y más rápido.La ciudad, encerrando dentro de surecinto de murallas, torres y almenasde piedra, casas también de piedra yde ladrillo, se hizo la residencia cen-tral de la tribu o de la confederaciónde tribus. Fue esto un progreso considerable

en la arquitectura, pero también unaseñal de peligro creciente y de necesi-dad de defensa. La riqueza aumentaba con rapidez,

pero bajo la forma de riqueza indivi-dual; el arte de tejer, el labrado de losmetales y otros oficios, cada vez másespecializados, dieron una variedad yuna perfección creciente a la produc-ción; la agricultura empezó a suminis-trar, además de grano, legumbres yfrutas, aceite y vino, cuya preparaciónhabíase aprendido. Un trabajo tan variado no podía ser

ya cumplido por un solo individuo y seprodujo la segunda gran división deltrabajo: los oficios se separaron de laagricultura. El constante crecimiento de la pro-

ducción, y con ella de la productividaddel trabajo, aumentó el valor de lafuerza de trabajo del hombre; la escla-vitud, aún en estado naciente y espo-rádico en el anterior estadio, se con-virtió en un elemento esencial delsistema social. Los esclavos dejaron deser simples auxiliares y los llevabanpor decenas a trabajar en los campos

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Dibujo de época de Carlos Marx y Federico Engels discutiendo y escribiendo untexto. “La emancipación de la mujer y su igualdad con el hombre son y seguiránsiendo imposibles mientras permanezca excluida del trabajo productivo social yconfinada dentro del trabajo doméstico, que es un trabajo privado.”

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o en los talleres. Al escindirse la pro-ducción en las dos ramas principales–la agricultura y los oficios manuales–,nació la producción directa para elcambio, la producción mercantil, ycon ella el comercio, no sólo en el inte-rior y en las fronteras de la tribu, sinotambién por mar. Todo esto tenía aúnmuy poco desarrollo. Los metales pre-ciosos empezaban a convertirse en lamercancía moneda, dominante y uni-versal; sin embargo, no se acuñabanaún y sólo se cambiaban al peso.La diferencia entre ricos y pobres se

sumó a la existente entre libres y es-clavos; de la nueva división del traba-jo resultó una nueva escisión de la so-ciedad de clases. La desproporción delos distintos cabezas de familia des-truyó las antiguas comunidades co-munistas domésticas en todas partesdonde se habían mantenido hasta en-tonces; con ello se puso fin al trabajocomún de la tierra por cuenta de di-chas comunidades. El suelo cultivablese distribuyó entre las familias parti-culares; al principio de un modo tem-poral, y más tarde para siempre; el pa-so a la propiedad privada completa serealizó poco a poco, paralelamente altránsito del matrimonio sindiásmico,a la monogamia. La familia individualempezó a convertirse en la unidadeconómica de la sociedad.La creciente densidad de la pobla-

ción requirió lazos más estrechos en elinterior y frente al exterior; la confe-deración de tribus consanguíneas lle-gó a ser en todas partes una necesidad,

como lo fue muy pronto su fusión y lareunión de los territorios de las distin-tas tribus en el territorio común delpueblo. El jefe militar del pueblo –rex,basileus, thiudans– llegó a ser un fun-cionario indispensable y permanente.La asamblea del pueblo se creó allídonde aún no existía. El jefe militar, elconsejo y la asamblea del pueblo cons-tituían los órganos de la democraciamilitar salida de la sociedad gentilicia.Y esta democracia era militar porquela guerra y la organización para laguerra constituían ya funciones regu-lares de la vida del pueblo. Los bienesde los vecinos excitaban la codicia delos pueblos, para quienes la adquisi-ción de riquezas era ya uno de los pri-meros fines de la vida. Eran bárbaros:el saqueo les parecía más fácil y hastamás honroso que el trabajo producti-vo. La guerra, hecha anteriormentesólo para vengar la agresión o con elfin de extender un territorio que habíallegado a ser insuficiente, se librabaahora sin más propósito que el saqueoy se convirtió en una industria perma-nente. Por algo se alzaban amenaza-doras las murallas alrededor de lasnuevas ciudades fortificadas: sus fososeran la tumba de la gens y sus torresalcanzaban ya la civilización. En el interior ocurrió lo mismo. Las

guerras de rapiña aumentaban el po-der del jefe militar superior, como elde los jefes inferiores; la elección habi-tual de sus sucesores en las mismas fa-milias, sobre todo desde que se hubointroducido el derecho paterno, pasó

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poco a poco a ser sucesión hereditaria,tolerada al principio, reclamada des-pués y usurpada por último; con ellose echaron los cimientos de la monar-quía y de la nobleza hereditaria. Así los organismos de la constitu-

ción gentilicia fueron rompiendo conlas raíces que tenían en el pueblo, en lagens, en la fratria y en la tribu, con loque todo el régimen gentilicio setransformó en su contrario: de unaorganización de tribus para la libre re-gulación de sus propios asuntos, setrocó en una organización para sa-quear y oprimir a los vecinos; conarreglo a esto, sus organismos dejaronde ser instrumento de la voluntad delpueblo y se convirtieron en organis-mos independientes para dominar yoprimir al propio pueblo. Esto nunca hubiera sido posible si el

sórdido afán de riquezas no hubiese di-vidido a los miembros de la gens en ri-cos y pobres, “si la diferencia de bienesen el seno de una misma gens no hubie-se transformado la comunidad de inte-reses en antagonismo entre los miem-bros de la gens” (Marx) y si la extensiónde la esclavitud no hubiese comenzadoa hacer considerar el hecho de ganarsela vida por medio del trabajo como unacto digno tan sólo de un esclavo y másdeshonroso que la rapiña.

* * *Henos ya en los umbrales de la civi-

lización, que se inicia por un nuevoprogreso de la división del trabajo. En el estadio más inferior, los hom-

bres no producían sino directamente pa-ra satisfacer sus propias necesidades; lospocos actos de cambio que se efectuabaneran aislados y sólo tenían por objeto ex-cedentes obtenidos por casualidad. En el estadio medio de la barbarie,

encontramos ya en los pueblos pasto-res una propiedad en forma de gana-do, que, si los rebaños son suficiente-mente grandes , suminis tra conregularidad un excedente sobre elconsumo propio; al mismo tiempo en-contramos una división del trabajoentre los pueblos pastores y las tribusatrasadas, sin rebaños; y de ahí dosgrados de producción diferentes unojunto a otro y, por tanto, las condicio-nes para un cambio regular. El estadio superior de la barbarie

introduce una división más grandeaún del trabajo: entre la agricultura ylos oficios manuales; de ahí la produc-ción cada vez mayor de objetos fabri-cados directamente para el cambio yla elevación del cambio entre produc-tores individuales a la categoría de ne-cesidad vital de la sociedad. La civili-zación consolida y aumenta todasestas divisiones del trabajo ya existen-tes, sobre todo acentuando el contras-te entre la ciudad y el campo (lo cualpermite a la ciudad dominar econó-micamente al campo, como en la anti-güedad, o al campo dominar econó-micamente a la ciudad, como en laEdad Media), y añade una tercera di-visión del trabajo, propio de ella y decapital importancia, creando una cla-se que no se ocupa de la producción,

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sino únicamente del cambio de losproductos: los mercaderes. Hasta aquí sólo la producción había

determinado los procesos de forma-ción de clases nuevas; las personas quetomaban parte en ella se dividían endirectores y ejecutores o en producto-res en grande y en pequeña escala. Ahora aparece por primera vez una

clase que, sin tomar la menor parte enla producción, sabe conquistar su di-rección general y avasallar económi-camente a los productores; una claseque se convierte en el intermediarioindispensable entre cada dos produc-tores y los explota a ambos. So pretex-to de desembarazar a los productoresde las fatigas y los riesgos del cambio,de extender la salida de sus productoshasta los mercados lejanos y llegar aser así la clase más útil de la pobla-ción, se forma una clase de parásitos,una clase de verdaderos gorrones de lasociedad, que como compensaciónpor servicios en realidad muy mezqui-nos se lleva la nata de la producciónpatria y extranjera, amasa rápida-mente riquezas enormes y adquiereuna influencia social proporcionada aéstas y, por eso mismo, durante el pe-ríodo de la civilización, va ocupandouna posición más y más honorífica ylogra un dominio cada vez mayor so-bre la producción, hasta que acabapor dar a luz un producto propio: lascrisis comerciales periódicas.Verdad es que en el grado de desa-

rrollo que estamos analizando, la na-ciente clase de los mercaderes no sos-

pechaba aún las grandes cosas a queestaba destinada. Pero se formó y se hi-zo indispensable, y esto fue suficiente. Con ella apareció el dinero metálico,

la moneda acuñada, nuevo medio paraque el no productor dominara al pro-ductor y a su producción. Se había ha-llado la mercancía por excelencia, queencierra en estado latente todas las de-más, el medio mágico que puede trans-formarse a voluntad en todas las cosasdeseables y deseadas. Quien la poseíaera dueño del mundo de la producción.¿Y quién la poseyó antes que todos? Elmercader. En sus manos, el culto deldinero estaba bien seguro. El mercaderse cuidó de esclarecer que todas lasmercancías, y con ellas todos sus pro-ductores, debían prosternarse ante eldinero. Probó de una manera prácticaque todas las demás formas de la rique-za no eran sino una quimera frente aesta encarnación de riqueza como tal. De entonces acá, nunca se ha mani-

festado el poder del dinero con talbrutalidad, con semejante violenciaprimitiva como en aquel período de sujuventud. Después de la compra demercancías por dinero, vinieron lospréstamos y con ellos el interés y lausura. Ninguna legislación posteriorarroja tan cruel e irremisiblemente aldeudor a los pies del acreedor usure-ro, como lo hacían las leyes de la anti-gua Atenas y de la antigua Roma; y enambos casos esas leyes nacieron es-pontáneamente, bajo la forma de de-recho consuetudinario, sin más com-pulsión que la económica.

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Junto a la riqueza en mercancías yen esclavos, junto a la fortuna en di-nero, apareció también la riqueza te-rritorial. El derecho de posesión sobrelas parcelas del suelo, concedido pri-mitivamente a los individuos por lagens o por la tribu, se había consoli-dado hasta el punto de que esas par-celas les pertenecían como bienes he-reditarios. Lo que en los últimostiempos habían reclamado ante todoera quedar libres de los derechos quetenía sobre esas parcelas la comuni-dad gentilicia, derechos que se habíanconvertido para ellos en una traba.Esa traba desapareció, pero al pocotiempo desaparecía también la nuevapropiedad territorial. La propiedad plena y libre del sue-

lo no significaba tan sólo facultad deposeerlo íntegramente, sin restricciónalguna, sino que también quería decirfacultad de enajenarlo. Esta facultadno existió mientras el suelo fue pro-piedad de la gens. Pero cuando el nue-vo propietario suprimió de una mane-ra definitiva las trabas impuestas porla propiedad suprema de la gens y dela tribu, rompió también el vínculoque hasta entonces lo unía indisolu-blemente con el suelo. Lo que esto sig-nificaba se lo enseñó el dinero descu-bierto al mismo tiempo que advenía

la propiedad privada de la tierra. Elsuelo podía ahora convertirse en unamercancía susceptible de ser vendidao pignorada. Apenas se introdujo lapropiedad privada de la tierra, se in-ventó la hipoteca (véase Atenas). Así como el heterismo y la prostitu-

ción pisan los talones a la monoga-mia, de igual modo, a partir de estemomento, la hipoteca se aferra a losfaldones de la propiedad inmueble.¿No quisisteis tener la propiedad delsuelo completa, libre, enajenable?Pues, bien ¡ya la tenéis! “Tu l’as voulu,George Dandin!”2.Así, junto a la extensión del comer-

cio, junto al dinero y la usura, junto ala propiedad territorial y la hipotecaprogresaron rápidamente la concen-tración y la centralización de la fortu-na en manos de una clase poco nume-rosa, lo que fue acompañado delempobrecimiento de las masas y delaumento numérico de los pobres. La nueva aristocracia de la riqueza,

en todas partes donde no coincidió conla antigua nobleza tribal, acabó porarrinconar a ésta (en Atenas, en Romay entre los germanos). Y junto con esadivisión de los hombres libres en clasescon arreglo a sus bienes, se produjo, so-bre todo en Grecia, un enorme acre-centamiento del número de esclavos**,

** Véase en el capítulo V (“Génesis del Estado ateniense”), el total de esclavos en Ate-nas. En Corinto, en los tiempos florecientes de la ciudad, era de 460.000; en Egina,de 47.000; en los dos casos, el número de esclavos era diez veces el de los ciudada-nos libres.

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cuyo trabajo forzado formaba la basede todo el edificio social.Veamos ahora cuál fue la suerte de

la gens en el curso de esta revoluciónsocial. Era impotente ante los nuevoselementos que habían crecido sin suconcurso. Su primera condición deexistencia era que los miembros deuna gens o de una tribu estuviesenreunidos en el mismo territorio y ha-bitasen en él exclusivamente. Ese es-tado de cosas había concluido hacia yamucho. En todas partes estaban mez-cladas gens y tribus; en todas partesesclavos, clientes y extranjeros vivíanentre los ciudadanos. La vida sedenta-ria, alcanzada sólo hacia el fin del Es-tado medio de la barbarie, veíase alte-rada con frecuencia por la movilidad ylos cambios de residencia debidos alcomercio, a los cambios de ocupacióny a las enajenaciones de la tierra. Losmiembros de las uniones gentiliciasno podían reunirse ya para resolversus propios asuntos comunes; la genssólo se ocupaba de cosas de menor im-portancia, como las fiestas religiosas,y eso a medias. Junto a las necesidades y los intere-

ses para cuya defensa eran aptas y sehabían formado las uniones gentili-cias, la revolución en las relacioneseconómicas y la diferenciación socialresultante de ésta habían dado origena nuevas necesidades y nuevos intere-ses, que no sólo eran extraños, sinoopuestos en todos los sentidos al anti-guo orden gentilicio. Los intereses delos grupos de artesanos nacidos de la

división del trabajo, las necesidadesparticulares de la ciudad, opuestas alas del campo, exigían organismosnuevos; pero cada uno de esos gruposse componía de personas pertenecien-tes a las gens, fratrias y tribus más di-versas, y hasta de extranjeros. Esos organismos tenían, pues, que

formarse necesariamente fuera del ré-gimen gentilicio, aparte de él y, portanto, contra él. Y en cada corporaciónde gentiles a su vez se dejaba sentir es-te conflicto de intereses, que alcanza-ba su punto culminante en la reuniónde pobres y ricos, de usureros y deudo-res dentro de la misma gens y de lamisma tribu. A esto añadíase la masa de la nueva

población extraña a las asociacionesgentilicias, que podía llegar a ser unafuerza en el país, como sucedió en Ro-ma, y que, al mismo tiempo, era hartonumerosa para poder ser admitidagradualmente en las estirpes y tribusconsanguíneas. Las uniones gentili-cias figuraban frente a esa masa comocorporaciones cerradas, privilegiadas;la democracia primitiva, espontánea,se había transformado en una detesta-ble aristocracia. En una palabra, el régimen de la

gens, fruto de una sociedad que no co-nocía antagonismos interiores, no eraadecuado sino para una sociedad deesta clase. No tenía más medios coer-citivos que la opinión pública. Peroacababa de surgir una sociedad que,en virtud de las condiciones económi-cas generales de su existencia, había

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Federico Engels dirigiendo la construcción de una barricada en 1849 en Elberfeld.

tenido que dividirse en hombres libresy en esclavos, en explotadores ricos yen explotados pobres; una sociedadque no sólo no podía conciliar estosantagonismos, sino que, por el contra-rio, se veía obligada a llevarlos a sus lí-mites extremos. Una sociedad de este género no po-

día existir sino en medio de una luchaabierta e incesante de estas clases en-tre sí o bajo el dominio de un tercerpoder que, puesto aparentemente porencima de las clases en lucha, supri-miera sus conflictos abiertos y no per-mitiera la lucha de clases más que enel terreno económico, bajo la formallamada legal. El régimen gentilicioera ya algo caduco. Fue destruido porla división del trabajo, que dividió la

sociedad en clases, y reemplazado porel Estado. n

NOTAS del Editor1. La batalla de los Hastings de 1066 tuvolugar entre las tropas del duque Gui-llermo de Normandía, que invadieronInglaterra, y los anglosajones. Estos úl-timos, que conservaban aún en su es-tructura militar los vestigios del régi-men gent i l i c io y t en ían armasprimitivas, fueron derrotados, y su reyHaroldo murió en el combate. Guiller-mo fue coronado rey de Inglaterra conel nombre de Guillermo I el Conquista-dor.

2. ¡Así lo has querido, Jorge Dandin! (Mo-liëre, Jorge Dandin, acto I, escena 9).

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