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Sobre la libertad es quizás una de las obras más importantes que escribió John Stuart Mill . En este libro el autor expone sus ideas fundamentales sobre los límites de la libertad del individuo y la sociedad . Desde el primer capítulo Mill establece la separación entre lo que es responsabilidad del propio individuo y lo que le corresponde a la sociedad en conjunto. Aun así, el tema sobre el cual escribe el autor es muy polémico, ya que ¿cómo saber hasta qué punto uno es libre de hacer lo que crea? Aunque Mill no puede responder exactamente a esta cuestión, plantea que al menos en parte es válido el lema antiguo y casi popular de que «la libertad del individuo acaba donde empieza la libertad de los demás». Sin embargo, no se puede decir que es determinante en la definición de los límites entre unos y otros, ya que la línea de separación entre ambas libertades es muy estrecha, lo cual dificulta poder entender qué tipo de acciones están a uno u otro lado de ella. Por ello, Mill explica detalladamente a lo largo del libro, y con la ayuda de diversos ejemplos clarificadores, aquello que, en su opinión, corresponde al propio individuo y lo que corresponde a la sociedad. Donde Mill expresa de manera concreta su idea acerca de hasta dónde debe llegar la libertad del individuo y hasta dónde la autoridad que la sociedad puede ejercer sobre este es en el llamado Principio del daño (o Harm Principle): «El objeto de este ensayo [Sobre la libertad] es afirmar un sencillo principio destinado a regir absolutamente las relaciones de la sociedad con el individuo en lo que tengan de compulsión o control, ya sean los medios empleados, la fuerza física en forma de penalidades legales o la coacción moral de la opinión pública. Este principio consiste en afirmar que el único fin por el cual es justificable que la humanidad, individual o colectivamente, se entremeta en la libertad de acción de uno cualquiera de sus miembros es la propia protección. Que la única finalidad por la cual el poder puede, con pleno derecho, ser ejercido sobre un miembro una comunidad civilizada contra su voluntad es evitar que perjudique a los demás». (Sobre la libertad, capítulo 1. Introducción). Mill va más allá afirmando que la sociedad no puede obligar a un individuo a hacer aquello que esta considera beneficioso para él, si se hace en contra de su voluntad. La conducta individual solo se debe ver restringida cuando esta afecta a los demás, pero no a sí mismo. Dice Mill: «La única parte de la conducta de cada uno por la que él es responsable ante la sociedad es la que se refiera a los demás. En la parte que concierne meramente a él, su independencia es, de derecho, absoluta. Sobre sí mismo, sobre su propio cuerpo y espíritu, el individuo es soberano». (Sobre la libertad, capítulo 1. Introducción). Resumiendo, el autor cree que hay diversas acciones que uno puede realizar indistintamente sean o no estas correctas, porque perjudican solamente al individuo. En este caso, la persona es libre de hacer lo que quiera, ya que la decisión que decida tomar únicamente le afecta a ella misma. Por el contrario, puede haber acciones beneficiosas para uno mismo pero que perjudican a otros individuos de nuestra sociedad, por lo que no deben ser permisibles, ya que el individuo que las realiza está atacando la libertad de aquellos a quienes puede afectar con sus decisiones. Así, la premisa que toma Stuart Mill es lo que mejor resume todos sus ideales, fuertemente influidos por el pensamiento de su padre y por las ideas del utilitarismo inglés de su época. SOBRE LA LIBERTAD (JOHN STUART MILL) 1. INTRODUCCIÓN Libertad se intentaba de dos maneras: obteniendo el reconocimiento de ciertas inmunidades llamadas libertades o derechos políticos, que el Gobierno no podía infringir, y estableciendo frenos constitucionales. Se exigía que los gobernantes estuvieran identificados con el pueblo, que su interés y voluntad fueran el interés y voluntad de la nación a la que representaban. La nación no tendría la necesidad de ser protegida contra su propia voluntad. No habría temor de que se

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Síntesis sobre la libertad de John stuart mill

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Sobre la libertad es quizás una de las obras más importantes que escribió John Stuart Mill. En este libro el autor expone sus

ideas fundamentales sobre los límites de la libertad del individuo y la sociedad.

Desde el primer capítulo Mill establece la separación entre lo que es responsabilidad del propio individuo y lo que le

corresponde a la sociedad en conjunto. Aun así, el tema sobre el cual escribe el autor es muy polémico, ya que ¿cómo saber

hasta qué punto uno es libre de hacer lo que crea? Aunque Mill no puede responder exactamente a esta cuestión, plantea que

al menos en parte es válido el lema antiguo y casi popular de que «la libertad del individuo acaba donde empieza la libertad de

los demás».

Sin embargo, no se puede decir que es determinante en la definición de los límites entre unos y otros, ya que la línea de

separación entre ambas libertades es muy estrecha, lo cual dificulta poder entender qué tipo de acciones están a uno u otro

lado de ella. Por ello, Mill explica detalladamente a lo largo del libro, y con la ayuda de diversos ejemplos clarificadores, aquello

que, en su opinión, corresponde al propio individuo y lo que corresponde a la sociedad.

Donde Mill expresa de manera concreta su idea acerca de hasta dónde debe llegar la libertad del individuo y hasta dónde la

autoridad que la sociedad puede ejercer sobre este es en el llamado Principio del daño (o Harm Principle): «El objeto de este

ensayo [Sobre la libertad] es afirmar un sencillo principio destinado a regir absolutamente las relaciones de la sociedad con el

individuo en lo que tengan de compulsión o control, ya sean los medios empleados, la fuerza física en forma de penalidades

legales o la coacción moral de la opinión pública. Este principio consiste en afirmar que el único fin por el cual es justificable

que la humanidad, individual o colectivamente, se entremeta en la libertad de acción de uno cualquiera de sus miembros es la

propia protección. Que la única finalidad por la cual el poder puede, con pleno derecho, ser ejercido sobre un miembro una

comunidad civilizada contra su voluntad es evitar que perjudique a los demás». (Sobre la libertad, capítulo 1. Introducción).

Mill va más allá afirmando que la sociedad no puede obligar a un individuo a hacer aquello que esta considera beneficioso para

él, si se hace en contra de su voluntad. La conducta individual solo se debe ver restringida cuando esta afecta a los demás,

pero no a sí mismo. Dice Mill: «La única parte de la conducta de cada uno por la que él es responsable ante la sociedad es la

que se refiera a los demás. En la parte que concierne meramente a él, su independencia es, de derecho, absoluta. Sobre sí

mismo, sobre su propio cuerpo y espíritu, el individuo es soberano». (Sobre la libertad, capítulo 1. Introducción).

Resumiendo, el autor cree que hay diversas acciones que uno puede realizar indistintamente sean o no estas correctas,

porque perjudican solamente al individuo. En este caso, la persona es libre de hacer lo que quiera, ya que la decisión que

decida tomar únicamente le afecta a ella misma. Por el contrario, puede haber acciones beneficiosas para uno mismo pero que

perjudican a otros individuos de nuestra sociedad, por lo que no deben ser permisibles, ya que el individuo que las realiza está

atacando la libertad de aquellos a quienes puede afectar con sus decisiones.

Así, la premisa que toma Stuart Mill es lo que mejor resume todos sus ideales, fuertemente influidos por el pensamiento de su

padre y por las ideas del utilitarismo inglés de su época.

SOBRE LA LIBERTAD

(JOHN STUART MILL)

1. INTRODUCCIÓN

Libertad se intentaba de dos maneras: obteniendo el reconocimiento de ciertas inmunidades llamadas libertades o derechos políticos, que el Gobierno no podía infringir, y estableciendo frenos constitucionales.

Se exigía que los gobernantes estuvieran identificados con el pueblo, que su interés y voluntad fueran el interés y voluntad de la nación a la que representaban. La nación no tendría la necesidad de ser protegida contra su propia voluntad. No habría temor de que se tiranizase a sí misma. El poder del gobernante era el propio poder de una nación concentrado y bajo una forma cómoda para su ejercicio.

Pero la verdadera situación de las cosas era que el pueblo que ejerce el poder no es siempre el mismo poder sobre el cual es ejercido. Y en la especulación política se incluye ya la “tiranía de la mayoría” entre los males contra los que debe ponerse en guardia la sociedad.

El objeto de este ensayo es afirmar un principio destinado a regir las relaciones de la sociedad con el individuo en lo que tengan de control. Este principio consiste en afirmar que el único fin por el cual es justificable que la humanidad se entremeta en la libertad de acción de uno de sus miembros, es la propia protección. Que la única finalidad por la cual el poder ser ejercido sobre un miembro de una comunidad civilizada contra su voluntad, es evitar que perjudique a los demás.

La conducta de la que se trata de disuadirle produciría un prejuicio a algún otro.

Prescindo de toda ventaja que pudiera derivarse para mi argumento de la idea abstracta de lo JUSTO como cosa independiente de la UTILIDAD. Considero la utilidad como la suprema apelación en las cuestiones éticas.

La humanidad sale más gananciosa consintiendo a cada cual vivir a su manera que obligándolo a vivir a la manera de los demás.

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A. Comte afirma que se tiende a un despotismo de la sociedad. La tendencia de todos los cambios que tienen lugar en el mundo es a FORTALECER LA SOCIEDAD Y DISMINUIR EL PODER DEL INDIVIDUO.

2. DE LA LIBERTAD DE PENSAMIENTO Y DISCUSIÓN

El poder es tan nocivo, o más, cuando se ejerce de acuerdo con la opinión pública que cuando se ejerce contra ella. SI TODA LA HUMANIDAD, MENOS UNA PERSONA, FUERA DE UNA MISMA OPINÓN, Y ESTA PERSONA FUERA DE OPINÓN CONTRARIA, LA HUMANIDAD SERÍA TAN INJUSTA IMPIDIENDO QUE HABLASE COMO ELLA MISMO LO SERÍA SI TENIENDO PODER BASTANTE IMPIDIERA QUE HABLARA LA HUMANIDAD.

Nunca podemos estar seguros de que la opinión que tratamos de ahogar sea falsa, y si lo estuviéramos, el ahogarla sería también un mal.

En cualquier materia no evidente por sí misma hay 99 personas totalmente incapaces por una capaz.

La única manera que tiene el hombre de acercarse al total conocimiento de un objeto es oyendo lo que pueda ser dicho de él por personas de todas las opiniones.

Las creencias en las que mayor confianza depositamos tienen una permanente invitación a todo el mundo para que pruebe su carencia de fundamento.

Cuando la ley o el sentir público no permiten que se discuta la verdad de una opinión, son tan intolerables como cuando niegan su utilidad. Un ejemplo de ello, sería un posible debate sobre la creencia de Dios y en la vida futura, Aristóteles (condenado a muerte pese a haber sido el hombre que mejor había servido a la humanidad), o el Calvario (el hombre cuya grandeza moral dejó tal impresión en los que fueron testigos de su vida y que fue ignominiosamente muerto) único ejemplo de iniquidad judicial. Son hombres que poseían de una manera más que completa los sentimientos de su pueblo; Marco Aurelio sería otro ejemplo.

Las excusas que pueden alegarse hoy para castigar la enseñanza de doctrinas anticristianas, son aplicables a Marco Aurelio para castigar, como lo hizo, la propaganda del cristianismo.

El que la verdad triunfa siempre de la persecución, es una de las falsedades que los hombres se van transmitiendo a pesar de que LA EXPERIENCIA LAS RECHAZA por completo. Y un ejemplo de esto sería La Reforma, rechazada veinte veces, por lo menos.

No somos como nuestros padres, que sacrificaban a los poetas, sino que hasta les erigimos sepulturas. Hoy se trata de una persecución legal. Ninguna persona que no crea en un dios y en la vida futura, puede ser admitida a comparecer como testigo ante los tribunales. Y esto se basa en la suposición de que el juramento de una persona que no cree en la vida futura carece de valor.

Aunque no inflijamos tantos males como en otros a aquellos que no piensan como nosotros, puede que nos perjudiquemos a nosotros mismos, más que nunca, por nuestra manera de tratarles (un ejemplo es el de Sócrates: la filosofía socrática se elevó como el sol. Los cristianos fueron arrojados a los leones, pero la Iglesia cristiana se convirtió en un árbol magnífico).

Nadie puede ser un gran pensador sin que su primer deber como tal consista en seguir a su inteligencia cuales quiera que sean las conclusiones a que se vea conducido.

Si los maestros de la humanidad han de conocer todo lo que deben saber, nada debe haber que no pueda ser escrito y publicado libremente y sin restricción.

El fin y el mejo resultado de la inteligencia es el de unir a la HUMANIDAD en el reconocimiento de todas las VERDADES IMPORTANTES: ¿y va a durar la inteligencia tan sólo mientras no ha conseguido su objeto?

NO. A medida que la humanidad progresa, va creciendo el número de doctrinas que dejan de ser objeto. El bienestar de la humanidad casi puede medirse por las verdades que han conseguido llegar a ser incontestables.

Hasta ahora hemos considerado sólo dos posibilidades: que la opinión aceptada pueda ser falsa, y por consiguiente alguna otra pueda ser verdadera, o que siendo verdadera sea esencial en un conflicto con el error opuesto para la clara comprensión y profundo sentimiento de su verdad. El caso más común es que cuando las doctrinas en conflicto comparten la verdad; u la opinión disidente necesita suplir el resto de verdad, de la que sólo una parte está contenida en la doctrina aceptada.

Opino que otras éticas deben existir al lado de la cristiana para producir la regeneración moral de la humanidad.

El mal realmente terrible no es la lucha violenta entre las diferentes partes de la verdad, sino la supresión de una mitad de la verdad.

Para el bienestar intelectual de la humanidad, es necesaria la libertad de opinión por cuatro motivos:

Una opinión puede SER VERDADERA. Negar esto es aceptar nuestra propia infalibilidad.

Aunque la opinión silenciada sea un error, con frecuencia contiene una PORCIÓN DE VERDAD.

AUNQUE la opinión admitida fuera TODA LA VERDAD, será sostenida por los más de los que la admitan como un prejuicio, on poca comprensión o sentido de sus fundamentos sociales.

EL sentido de la doctrina correrá el RIESGO DE PERDERSE O DEBILITARSE, perdiendo su efecto sobre el carácter y la conducta. Se convertirá en una profesión meramente formal, ineficaz para el bien, fundada sobre la razón o la experiencia personal.

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Las opiniones contrarias a las comúnmente admitidas sólo pueden ser escuchadas mediante moderación de lenguaje y evitando lo más cuidadosamente posible toda ofensa.

3. DE LA INDIVIDUALIDAD COMO UNO DE LOS ELEMENTOS DEL BIENESTAR

Los hombres no son infalibles; sus verdades son verdades a medias. La diversidad no es un mal.

En una palabra, es deseable que en las cosas que no conciernen primariamente a los demás sea afirmada la individualidad; uno de los principales elementos de la felicidad humana, y el más IMPORTANTE del progreso individual y social.

La originalidad es un elemento de VALOR en los asuntos humanos (siempre son necesarias personas para descubrir nuevas verdades). Personas capaces de esto son pocas.

Pero son la sal de la tierra; sin ellas la vida humana sería una laguna estancada.

Introducen cosas buenas que antes no existían y dan vida a las ya existentes (si nada nuevo hubiera que hacer, ¿cesaría de ser necesaria la inteligencia? Demasiado grande es la tendencia de las mejores creencias y prácticas a denegar en algo mecánico; a menos que haya personas que eviten, con su inagotable originalidad, que los fundamentos de estas creencias se conviertan en meras tradiciones, semejante materia muerta no resistiría el más ligero choque con algo realmente vivo y no habría razón para que la civilización no muera).

Los hombres de GENIO son una pequeña MINORÍA (pero para tenerlos es necesario cuidar el suelo en el que crecen). El genio sólo puede alentar libremente en una atmósfera de libertad. Son más individuales que los demás (si por timidez consienten en ser forzados dentro de uno de estos MOLDES, la sociedad poca mejora obtendrá de su genio. Si son de carácter FUERTE y ROMPEN sus cadenas, se convierten en PUNTO DE MIRA DE LA SOCIEDAD. Se les señala, entonces, como “turbulentos” o “extravagantes”). No hay razón para que toda la existencia humana sea construida sobre uno o un coto número patrones. Con tal de que una persona posea una razonable cantidad de sentido común y de experiencia, su propio modo de arreglar su existencia es el mejor, por ser el suyo.

La naturaleza humana no es una máquina (sino un árbol que necesita crecer y desarrollarse por todos lados).

Vale más continuar inteligentemente una costumbre, que seguirla ciega y mecánicamente. No obran mal los hombres porque sus deseossean fuertes, sino porque sus conciencias son débiles.

Se dice que una persona tiene carácter cuando sus deseos e impulsos son usyos propios, es decir, son la expresión de su propia naturaleza, desarrollada y modificada por su propia cultura.

“Todo lo que no es un deber es un pecado”. La teoría del calvinismo consiste en dar a la voluntad de Dios la interpretación de que los hombres satisfagan algunas de sus INCLINACIONES, en la forma que les sea prescrita por la autoridad. El hombre ha sido hecho por un ser buenos que le ha concedido todas las facultades humanas para que puedan ser cultivadas y desarrolladas no desarraigadas y consumidas.Existe un tipo de perfección humana diferente del calvinista: en la que la humanidad recibe su naturaleza para otros fines que para renunciar a ella.

Se hace de todo lo que es individual en los seres humanos un noble y hermoso objeto de contemplación CULTIVÁNDOLO y haciéndolo RESALTAR.

El despotismo de la costumbre es en todas partes el eterno obstáculo al desenvolvimiento humano, encontrándose en incesante antagonismo con esa tendencia a conseguir algo mejor que la costumbre, denominada según las circunstancias, el espíritu de libertad o el de progreso o mejoramiento. El espíritu de progreso no es siempre un espíritu de libertad, pues puede tratar de imponer mejoramientos a un pueblo que no los desea.

La desemejanza entre dos personas es la primera cosa que llama la atención de cada una. Respecto a la imperfección de su propio tipo, y lasuperioridad de otro, combinando sus respectivas ventajas (un ejemplo lo tendríamos en China. Europa, A MI JUICIO, debe totalmente a esta pluralidad de caminos su desenvolvimiento progresivo y multilateral. Pero empieza ya a poseer este beneficio en un grado considerablemente menor).

WILHELM VON HUMBOLDT señala dos condiciones necesarias para el desenvolvimiento humano, para hacer a las gentes desemejantes unas de otras: libertad y variedad de situaciones. La humanidad se hace rápidamente incapaz de concebir la diversidad cuando durante algún tiempo ha perdido la costumbre de verla.

3. La ética utilitarista La obra que se ocupa del pensamiento ético de Mill es El Utilitarismo. Obra que, según propia confesión, es debida al rescate y organización de algunos escritos de su esposa, Harriet Taylor, con algún material añadido por él mismo. El principio que fundamenta la moral es la utilidad o principio de la máxima felicidad y dice que las acciones son buenas en cuanto tienden a promover la felicidad y malas en cuanto tienden a producir lo contrario a ella. ¿Qué se entiende por felicidad? Placer y ausencia de dolor. La moral que propone Mill no es egoísta porque la felicidad que hay que buscar no es la propia sino la mayor felicidad del conjunto de los seres humanos. El principio de utilidad no puede ser demostrado ya que es un principio último. Sin embargo sí puede demostrarse que la felicidad es reconocida universalmente como un bien y es el

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único fin que todos los hombres desean y buscan. Esto ya es suficiente para afirmar que la felicidad es el fin último de la acción moral. Mill se separa de Bentham en la consideración del placer. Para éste los placeres sólo se distinguen cuantitativamente; nuestro pensador, sin embargo, considera que los placeres se diferencian, además, cualitativamente. En consecuencia, hay placeres que son más deseables y tienen más valor que otros. Parece que para mantener la diferencia cualitativa de los placeres Mill va más allá del placer y le busca un fundamento apelando a la naturaleza humana: el hombre es un “ser capaz de perseguir la perfección espiritual en cuanto fin; de desear, por sí misma, la armonización de su propio carácter con su norma de virtud, sin esperar el bien o temer el mal de otra fuente que su propia conciencia interna”. Mill no nos dice claramente qué entiende por naturaleza humana pero sí nos indica, como hemos visto, que el hombre es susceptible de perfeccionamiento y, además, que sólo el cultivo de la individualidad puede producir seres humanos bien desarrollados. Pero tenemos que recordar que la felicidad que debemos perseguir no es la felicidad individual sino la felicidad general. Pero, ¿por qué debemos ir tras la felicidad general? La argumentación parte de la siguiente afirmación: “La felicidad de cada persona es un bien para esa persona, y la felicidad general, por lo tanto, un bien para el conjunto de todas las personas”. Si mi felicidad es la parte de un todo, al desear la felicidad general estoy deseando la mía propia. Así, por asociación de ideas, puedo llegar a desear la felicidad general sin desear la mía. Pero esto no quiere decir que todos tomemos este punto de vista altruista, podemos optar por el egoísta. El fundamento firme de la moral utilitarista hay que buscarlo en los sentimientos sociales de la humanidad, el deseo de estar unidos a nuestros semejantes. Estos sentimientos tienen su fundamento en la naturaleza humana y crecen por obra de la educación y de la civilización en progreso y cuanto más crecen tanto más deseable es la felicidad general. 

4. La libertad civil y el gobierno representativo a. La libertad civil Mill aborda sus reflexiones sobre la libertad civil del hombre en la obra que él consideraba como fundamental y que fue escrita en colaboración con su esposa: Sobre la libertad. Niega la existencia de cualquier derecho natural (derecho abstracto) para afirmar que el principio de utilidad exige que todo hombre sea libre para desarrollar sus capacidades conforme a su propia voluntad y criterio siempre y cuando no obstaculice la libertad de los demás. Esta libertad no sólo asegura el desarrollo del individuo sino también el de la sociedad ya que ésta se enriquece más en la medida en que sus miembros sean más libres. La libertad sólo debe ser restringida en la vida social pero en lo que concierne sólo al individuo es absoluta. Sobre sí mismo, sobre su propio cuerpo y mente, el individuo es soberano. La restricción social de la libertad debe ejercerse sólo cuando haya un definido daño o un definido riesgo de daño para un individuo o la comunidad. Si no lo hay, la sociedad no debe inmiscuirse en la libertad privada del individuo ya que los juicios de la mayoría acerca de lo que es beneficioso para el individuo no son infalibles. b. El gobierno representativo La doctrina de Mill sobre la libertad civil se concreta a nivel político en las reflexiones que desarrolla en su escrito Consideraciones sobre el gobierno representativo. La mejor forma de gobierno será aquella en la que la soberanía resida en el conjunto de la comunidad social. Cada ciudadano debe tener voz y formar parte del gobierno local o nacional en la función que sea. Así, el mejor gobierno es la democracia. La democracia es el sistema en que el individuo puede ejercer mejor su libertad individual y protegerse de las injerencias ajenas a la par que desarrolla un temperamento activo. Es decir, es el sistema que fomenta el desarrollo de las potencialidades del individuo. 

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Además, promueve la preocupación por la felicidad general fomentando una conciencia cívica. Mill considera que la mejor forma de gobierno democrático sería la democracia directa pero esto es imposible salvo que las comunidades fueran muy pequeñas. Por ello, hay que optar por una democracia representativa. En la democracia representativa existe el peligro de que las mayorías opriman a las minorías produciéndose así un atentado contra la libertad individual. Es necesario que las minorías estén representadas por lo que hay que establecer un sistema de representación proporcional. Pero el sufragio universal -incluyendo a las mujeres- y la representación proporcional deben ir acompañados de un proceso educativo que enseñe el respeto genuino a la libertad individual y a los derechos de todos los ciudadanos, sea cual sea su raza, religión o condición social. Esto no quiere decir que el Estado no deba intervenir restringiendo la libertad individual. Ya vimos más arriba que Mill considera que las restricciones sólo deben darse cuando la libertad individual atenta contra la de los demás. Pero, ¿cuándo atenta contra los demás? Es decir, ¿cómo se definen los daños y los riesgos? Aquí llegamos a uno de los grandes problemas del utilitarismo de nuestro pensador. Según Mill el principio de individualidad se fundamenta en el principio de utilidad. Es decir, la felicidad propia –el bien propio- es consecuencia de la felicidad general –bien general-. Por tanto, la libertad individual está siempre sometida a la libertad de la mayoría y, consecuentemente, ¿no puede definirse, desde aquí, cualquier injerencia contra la libertad individual como daño o riesgo contra el cuerpo social? 

5. Dios y la utilidad de la religión Su obra póstuma Tres ensayos sobre la Religión recoge el pensamiento de Mill al respecto. Aunque no recibió educación religiosa alguna -debido a que su padre consideraba que la religión era perjudicial para la moral-, la posición de John Stuart Mill no es tan radical como la de su progenitor. Con respecto a los argumentos de la existencia de Dios se muestra crítico con el argumento ontológico y con el cosmológico pero, sin embargo, presta atención al argumento teleológico. El argumento del designio de la Naturaleza –tal como él denomina al argumento teleológico- es un argumento científico que valiéndose de la inducción empírica llega a la conclusión de que existe un ser que trasciende el alcance de la investigación científica. Evidentemente, prosigue Mill, tal razonamiento es analógico. Así como nosotros si vemos objetos que muestran vestigios de inteligencia humana, inferimos que han sido producidos por el hombre, al comprobar en los objetos naturales vestigios de inteligencia, inferimos que deben haber sido producidos por un ser inteligente supramundano ya que el hombre no los ha podido producir. Este argumento es simplemente probable ya que supone la noción de finalidad (otra analogía): la acción común de varios factores hacia un mismo fin. Esa interpretación en racionalmente plausible pero no excluye otras explicaciones posibles. En el caso de que exista Dios, no es omnipotente ya que la propia noción de finalidad (designio, en términos de Mill) supone la adaptación de unos medios a un fin y la necesidad de usar medios revela limitación de poder. ¿Qué interés tiene Mill en socavar la omnipotencia divina? Parece que Mill considera que si Dios fuera omnipotente y bueno, debería evitar necesariamente el mal. Es un hecho que hay mal. En consecuencia, o bien se niega que haya Dios como hace el ateísmo ético o bien, posición hacia la que parece inclinarse Mill, Dios –si lo hay- es bueno pero no omnipotente. (Esta sería la única forma, según nuestro filósofo, en que puede salvarse la bondad divina). En definitiva, la posición de Mill ante el problema de la existencia de Dios es un escepticismo racional. Posición a medio camino entre el agnosticismo y el teísmo. 

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En cuanto a la religión Mill reduce su valor a la utilidad. Al igual que la poesía le suministra al hombre ideas elevadas que van más allá de las que la vida puede suministrarle. Por eso es indiscutible que la religión es fuente de satisfacción personal y de sentimientos elevados. Nuestro pensador se plantea si tal consideración moral de la religión podría mantenerse sin un ser sobrenatural. Piensa que así será en el futuro cuando se elimine la esperanza en la inmortalidad que predican algunas religiones. La religión de la humanidad no excluiría la posibilidad de creer en la existencia de un Dios bueno y limitado (no omnipotente). Dicha creencia podría añadir nuevas motivaciones para trabajar en bien de la humanidad ya que todos podríamos cooperar con el Ser invisible al que debemos todo lo que es agradable en la vida.