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Slavoj Zizek. Entonces Qué Es Spinoza.
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Entonces, Qu es Spinoza?
Una de las reglas consuetudinarias de la academia actual, desde Francia a Estados Unidos,
es la prescripcin de amar a Spinoza. Todo el mundo lo ama, desde los estrictos
materialistas cientficos althusserianos hasta los esquizo-anarquistas deleuzianos, desde
los crticos racionalistas de la religin hasta los defensores de las libertades y las tolerancias
liberales, por no hablar de feministas como Genevieve Lloyd, quien propone descifrar el
misterioso tercer gnero de conocimiento de la tica como el conocimiento intuitivo
femenino que supera al entendimiento analtico masculino Entonces, es posible de algn
modo no amar a Spinoza? Quin puede estar en contra de un judo solitario que, en su
momento cumbre, fue excomulgado por la propia comunidad juda oficial? Una de las
expresiones ms conmovedoras de este amor a Spinoza es la frecuencia con que se le
atribuyen cualidades casi divinas como Pierre Macherey, quien en su (por otra parte)
admirable Hegel ou Spinoza afirma, contra la crtica hegeliana de Spinoza, que no es
posible evitar la impresin de que Spinoza ya haba ledo a Hegel y contestado de antemano
a todos sus reproches Tal vez el primer paso ms adecuado para problematizar este
estatus de Spinoza sea llamar la atencin sobre el hecho de que es totalmente incompatible
con la que posiblemente sea la postura hegemnica en los Estudios Culturales actuales, la
del giro judaico tico-teolgico de la deconstruccin ejemplificado de forma inmejorable
por la pareja Derrida/Levinas. Existe un filsofo ms ajeno a esta orientacin que Spinoza
e incluso ms ajeno al universo judo, que es precisamente el universo de Dios como
Otredad radical, del enigma de lo divino, del Dios de las prohibiciones negativas en lugar
de las prescripciones positivas? No tenan razn entonces, en cierto modo, los sacerdotes
judos cuando excomulgaron a Spinoza?
No obstante, en vez de tomar parte en el ejercicio acadmico bastante aburrido de oponer a
Spinoza y a Levinas, lo que quiero hacer es una lectura hegeliana conscientemente
desfasada de Spinoza lo que tanto spinozianos como levinasianos comparten es el anti-
hegelianismo radical. Mi hiptesis inicial es que, en la historia del pensamiento moderno, la
trada paganismo-judasmo-cristianismo se repite dos veces, primero como Spinoza-Kant-
Hegel, y luego como Deleuze-Derrida-Lacan. Deleuze despliega la Sustancia-Uno como el
medio indiferente de la multitud; Derrida la invierte bajo la forma de la Otredad radical que
se diferencia de s misma; finalmente, en una especie de negacin de la negacin, Lacan
devuelve la fisura, el hueco, al Uno mismo. La cuestin central no es tanto oponer a
Spinoza y a Kant, asegurando as el triunfo de Hegel, sino ms bien presentar las tres
posiciones filosficas en toda su radicalidad inaudita: en cierto modo, la trada Spinoza-
Kant-Hegel abarca realmente toda la filosofa (Este esquema simplificador debera
elaborarse, por supuesto, mucho ms. Y el interesante papel mediador de Lyotard, que
pas del paganismo a la celebracin de la Otredad juda? Y no encontramos en la
evolucin de Derrida un cambio simtrico al de Lyotard, al retroceder desde Hegel hasta
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Kant? As pues, en su tesis Qu Es el Neo-estructuralismo? (por otra parte ilegible),
Manfred Frank tena razn en un punto: su insistencia en la relacin entre la differance de
Derrida y el movimiento auto-diferenciador hegeliano del Concepto absoluto en el primer
Derrida, no hay lugar alguno para la deconstruccin como justicia en el sentido de
justicia por venir, de la justicia como la indeconstructible condicin de la
deconstruccin, de la promesa mesinica de la redencin total Uno de los lugares
comunes sobre Lacan es que lo mismo puede aplicrsele: el Lacan de los primeros aos
1950 era hegeliano (bajo la influencia de Kojeve e Hippolite, por supuesto), y a menudo
designaba directamente al psicoanalista como la figura del filsofo hegeliano, el trabajo del
anlisis como consistente en seguir la hegeliana astucia de la razn, el fin del anlisis
como conocimiento absoluto, la mediacin de todo contenido particular en el medio
simblico universal, etc.; en claro contraste, el Lacan de lo Real afirma la existencia de
un ncleo traumtico de lo Real que siempre se resiste a ser integrado en lo Simblico y
de este modo relaciona la Cosa freudiana (das Ding) con la kantiana Cosa-en-s (Ding-an-
sich). [1]
Entonces, quin es Spinoza? Spinoza es de hecho el filsofo de la Sustancia, y en un
momento histrico preciso: despus de Descartes. Por esta razn, es capaz de extraer todas
las consecuencias (inesperadas para la mayora de nosotros) de este hecho. La Sustancia
significa, en primer lugar, que no existe ninguna mediacin entre los atributos: cada
atributo (pensamiento, cuerpo) es infinito en s mismo, no tiene ningn lmite externo
donde se ponga en contacto con otro atributo: la sustancia es el nombre para este medio
absolutamente neutral de la multitud de atributos. Esta falta de mediacin es lo mismo que
la falta de subjetividad, porque el sujeto es dicha mediacin: ex-siste en/a travs de lo que
Deleuze, en La Lgica del Sentido, denomin precursor oscuro, el mediador entre las dos
series diferentes, el punto de sutura entre stas. As pues, lo que falta en Spinoza es el
giro elemental de la inversin dialctica que caracteriza a la negatividad, la inversin por
medio de la cual la renuncia misma al deseo se convierte en el deseo de la renuncia, etc. Lo
que resulta impensable para Spinoza es lo que Freud llam pulsin de muerte: la idea de
que el conatus se basa en un acto fundamental de auto-sabotaje. Spinoza, con su afirmacin
del conatus, del esfuerzo de todo ente por persistir y reforzar lo que es y, de esta manera,
luchar por alcanzar la felicidad, permanece dentro del marco aristotlico de lo que es una
vida buena: lo que queda fuera de su alcance es lo que Kant denomina imperativo
categrico, un impulso incondicional que parasita a un ser humano sin ningn respeto por
su bienestar, ms all del principio de placer y que, para Lacan, es el nombre del deseo en
estado puro.
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La primera consecuencia filosfica de este concepto de Sustancia es el motivo sobre el cual
Deleuze ha insistido tanto: la univocidad del ser; entre otras cosas, esta univocidad significa
que los mecanismos para establecer relaciones ontolgicas descritos por Spinoza son
completamente neutrales en cuanto a sus efectos buenos o malos. Spinoza evita as las
dos trampas del enfoque tradicional: ni rechaza el mecanismo que constituye a la multitud
como fuente de la turba irracional y destructiva, ni tampoco lo celebra como la fuente de la
auto-superacin y la solidaridad altruistas. Por supuesto, Spinoza era profunda y
dolorosamente consciente del potencial destructivo de la multitud recordemos el gran
trauma poltico de su vida, el de la turba salvaje que linch a los hermanos De Witt, sus
aliados polticos; sin embargo, tambin era consciente de que las acciones colectivas ms
nobles son generadas exactamente por el mismo mecanismo en resumen, la democracia y
la turba linchadora tienen la misma fuente. Con respecto a esta neutralidad, la distancia que
separa a Negri y Hardt de Spinoza se hace palpable: en Imperio encontramos una
celebracin de la multitud como fuerza de resistencia, mientras que en Spinoza el concepto
de la multitud como turba es fundamentalmente ambiguo: la multitud es la resistencia al
Uno opresor pero, al mismo tiempo, designa lo que llamamos turba, una explosin
salvaje e irracional de violencia que, por imitatio afecti, se alimenta de s misma y se
auto-propulsa. Esta profunda intuicin de Spinoza se ha perdido en la ideologa actual de la
multitud: la absoluta indecidibilidad de la turba la turba designa un cierto mecanismo
que engendra el vnculo social, y este mismo mecanismo que sustenta, por as decir, la
formacin entusistica de la solidaridad social tambin sustenta la epidemia explosiva de la
violencia racista. Lo que la imitacin de los afectos introduce es el concepto de
circulacin individual mediante la transaccin y la comunicacin: tal como Deleuze expuso
ms adelante en una lnea spinoziana, los afectos no son algo que pertenezca a un sujeto y
que luego se transmita a otro sujeto; los afectos funcionan a un nivel pre-individual, como
intensidades libremente flotantes que no pertenecen a nadie y que circulan a un nivel
inferior a la intersubjetividad. Esto es lo que resulta tan nuevo en la imitatio afecti: la
idea de que los afectos circulan directamente, como aquello que el psicoanlisis denomina
objetos parciales.
La consecuencia filosfica subsiguiente es el rechazo total de la negatividad: todo ente se
esfuerza por lograr su actualizacin plena; todo obstculo viene de fuera. En suma, puesto
que todo ente procura persistir en su propio ser, nada puede ser destruido desde dentro,
puesto que todo cambio debe venir desde fuera. Lo que Spinoza excluye con su rechazo de
la negatividad es el orden simblico mismo, puesto que, como hemos aprendido ya de
Saussure, la definicin mnima del orden simblico es que toda identidad es reducible a un
haz (faisceau la misma raz que en fascismo!) de diferencias: la identidad del
significante reside nicamente en su(s) diferencia(s) respecto a otro(s) significante(s). Lo
que esto significa es que la ausencia puede ejercer una causalidad positiva slo dentro de
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un universo simblico, el hecho de que el perro no ladre es un acontecimiento Spinoza
quiere prescindir de lo anterior: todo lo que l admite es una red puramente positiva de
efectos causales en la que, por definicin, una ausencia no puede desempear papel
positivo alguno. O, en otras palabras, Spinoza no est dispuesto a admitir en el orden de la
ontologa lo que l mismo, en su crtica de la idea antropomrfica de Dios, describe como
un falso concepto que slo rellena las lagunas de nuestro conocimiento por ejemplo, un
objeto que, en su misma existencia positiva, slo encarna una falta o ausencia. Para
Spinoza, cualquier negatividad es imaginaria, el resultado de nuestro (falso)
conocimiento limitado y antropomrfico que no logra aprehender la cadena causal existente
lo que permanece fuera de su alcance es la idea de negatividad, que quedara ofuscada
precisamente por nuestro (falso) conocimiento imaginario. Aunque el (falso) conocimiento
imaginario se centra naturalmente en las faltas o carencias, stas siempre son carencias con
respecto a alguna medida positiva (desde nuestra imperfeccin con relacin a Dios, hasta
nuestro conocimiento incompleto de la naturaleza); lo que esto elude es la idea positiva de
falta, una ausencia generadora.
Es esta afirmacin de la positividad del Ser la que fundamenta la equivalencia radical que
Spinoza establece entre poder y derecho: la justicia implica que todo ente es capaz de
desplegar libremente sus potenciales de poder intrnsecos, es decir, la cantidad de justicia
que se me debe equivale a mi propio poder. La idea central de Spinoza es anti-legalista: el
modelo de la impotencia poltica es para l la referencia a una ley abstracta que ignore la
interconexin y relacin de fuerzas diferencial y concreta. Un derecho es para Spinoza
siempre un derecho de hacer, de actuar sobre las cosas de acuerdo con la naturaleza de
alguien, y no el derecho (judicial) de tener, de poseer cosas. Es precisamente esta
equivalencia entre poder y derecho la que, en la ltima pgina de su Tractatus Politicus, es
evocada por Spinoza como argumento clave para defender la inferioridad natural de las
mujeres:
// si las mujeres fueran por naturaleza iguales a los hombres, y si se hallaran igualmente
distinguidas con la misma capacidad y fuerza de carcter, en las que el poder humano y en
consecuencia el derecho humano consisten principalmente, a buen seguro entre tantas y tan
diferentes naciones podran encontrarse algunas en las que ambos sexos gobernaran por
igual, y otras naciones donde los hombres fueran gobernados por las mujeres y criados de
tal modo que hicieran un uso menor de sus capacidades. Y puesto que esto no se da en
ninguna parte, es posible afirmar con perfecta propiedad que las mujeres no tienen por
naturaleza iguales derechos que los hombres. [2]
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En lugar de sealar los puntos fcilmente criticables de este pasaje, habra que oponer aqu
a Spinoza y a la tpica ideologa liberal burguesa, que garantiza pblicamente a las mujeres
el mismo estatus jurdico que a los hombres, relegando su inferioridad a un hecho
patolgico legalmente irrelevante (y, en efecto, todos los grandes anti-feministas
burgueses, desde Fichte hasta Otto Weininger, siempre han procurado enfatizar que, por
supuesto, lo anterior no significa que la desigualdad de los sexos deba traducirse en
desigualdad ante la ley). Adems, habra que leer esta equivalencia spinoziana entre
poder y derecho en el contexto del famoso pensamiento de Pascal: Sin duda la igualdad de
posesiones es correcta pero, puesto que los hombres no han podido lograr que el poder
obedezca al derecho, han hecho que el derecho obedezca al poder. Como no podan
fortificar la justicia, han justificado la fuerza, de modo que el derecho y el poder convivan
juntos y reine la paz, el bien soberano. [3] En este pasaje resulta crucial la lgica
formalista subyacente: la forma de la justicia importa ms que su contenido la forma de la
justicia debera mantenerse aunque, en lo que respecta a su contenido, coincidiese con la
forma de su opuesto, la injusticia. Y podramos aadir que esta discrepancia entre forma y
contenido no es slo el resultado de circunstancias particulares desafortunadas, sino que es
constitutiva de la idea misma de justicia: la justicia es en s misma, en su misma idea, la
forma de la injusticia, es decir, una fuerza justificada. Por lo general, cuando tenemos un
juicio amaado donde el resultado est fijado de antemano por intereses polticos y de
poder, hablamos de una parodia de justicia: pretende ser justicia, pero es slo una
demostracin de poder o de corrupcin pura y dura que se hace pasar por justicia. Sin
embargo, y si la justicia como tal, en su misma concepcin, fuese una parodia? No es
esto lo que Pascal da a entender cuando concluye, de modo resignado, que si el poder no
puede alcanzar la justicia, entonces el juez debe alcanzar el poder?
Kant se ve envuelto en un problema similar cuando distingue entre el mal ordinario (la
violacin de la moralidad a causa de alguna motivacin patolgica, como la avaricia, la
lujuria, la ambicin, etc.), el mal radical y el mal diablico. Puede parecer que tenemos
aqu una gradacin lineal simple: el mal normal, el mal ms radical y, finalmente, el
mal diablico impensable. Sin embargo, en una lectura ms atenta, queda claro que las
tres especies no se encuentran al mismo nivel, es decir, que Kant confunde diferentes
principios de clasificacin. [4] El mal radical no designa un tipo concreto de malas
acciones, sino una tendencia a priori de la naturaleza humana (a actuar egostamente, a
otorgar preferencia a motivaciones patolgicas sobre el deber tico universal) que abre el
espacio mismo que posibilita las malas acciones normales, es decir, que las arraiga en la
naturaleza humana. En contraste con lo anterior, el mal diablico designa realmente un
tipo concreto de malas acciones: las acciones que no son causadas por ninguna motivacin
patolgica, sino que son hechas slo por s mismas, elevando el mismo mal a la categora
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de una motivacin no patolgica a priori algo parecido al demonio de la perversidad de
Poe.
Aunque Kant afirma que el mal diablico no puede ocurrir en la realidad (no es posible
que un ser humano eleve el mismo mal a la categora de norma tica universal), no obstante
afirma que habra que postularlo como una posibilidad abstracta. De manera harto
interesante, el caso concreto que Kant menciona (en la Parte I de su Metafsica de las
Costumbres) es el del regicidio judicial, el asesinato de un rey ejecutado como castigo
pronunciado por un tribunal: la tesis de Kant consiste en que, a diferencia de una simple
rebelin en la que la turba slo asesina a la persona del rey, el proceso judicial que condena
a muerte al rey (la encarnacin del imperio de la ley) destruye desde dentro la misma forma
(o gobierno) de la ley, convirtindola en una parodia aterradora razn por la cual, como
dice Kant, tal acto es un crimen indeleble que no puede ser perdonado jams. Sin
embargo, en un segundo paso, Kant sostiene desesperadamente que los dos casos histricos
de tal acto (bajo Cromwell y en la Francia revolucionaria de 1793) slo fueron una simple
venganza de la turba Por qu esta oscilacin y esta confusin clasificatoria en Kant?
Porque, si tuviera que afirmar la posibilidad real del mal diablico, le sera imposible
distinguirlo del Bien puesto que ambas acciones no estaran motivadas patolgicamente, la
parodia de la justicia se hara indistinguible de la justicia misma. Y el trnsito de Kant a
Hegel es simplemente el pasaje desde esta inconsistencia kantiana hasta la asuncin
imprudente por parte de Hegel de la identidad del Mal diablico con el Bien mismo.
Lejos de suponer una clasificacin clara, la distincin entre el mal radical y el mal
diablico es as la distincin entre la tendencia general e irreductible de la naturaleza
humana y una serie de acciones particulares (que, aunque imposibles, son imaginables).
Entonces, por qu necesita Kant este exceso sobre el mal patolgico normal? Porque sin
l su teora no sera ms que la idea tradicional del conflicto entre el bien y el mal, como un
conflicto entre dos tendencias de la naturaleza humana: la tendencia a actuar libre y
autnomamente, y la tendencia a actuar en base a motivaciones egostas patolgicas [5]
desde este punto de vista, la opcin entre el bien y el mal no es una eleccin libre, ya que
slo actuamos de manera realmente libre cuando lo hacemos de forma autnoma, por el
deber mismo (cuando seguimos motivaciones patolgicas, estamos esclavizados a nuestra
naturaleza). Sin embargo, ello va en contra de la idea fundamental de la tica kantiana,
segn la cual la misma eleccin del mal es una decisin libre y autnoma.
Volviendo a Pascal, no es su versin de la unidad de derecho y poder homloga al amor
fati de Nietzsche y al eterno retorno de lo mismo? Puesto que, en esta vida ma nica y
singular, estoy determinado por la carga del pasado que pesa sobre m, la afirmacin de mi
voluntad incondicional de poder siempre es frustrada por aquello que, en la finitud de ser
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arrojado a una situacin particular, fui obligado a asumir como dado. Por tanto, la nica
manera de afirmar eficazmente mi voluntad de poder es transportarme a un estado en el que
soy capaz de querer libremente, de afirmar como resultado de mi voluntad lo que por otra
parte experimento como impuesto sobre m por el destino externo; y la nica manera de
llevar a cabo lo anterior es suponer que, en los futuros retornos de lo mismo, en las
repeticiones de mi situacin actual, estoy totalmente dispuesto a asumir libremente esta
situacin. Sin embargo, no oculta tambin este razonamiento el mismo formalismo que el
de Pascal? No es su premisa oculta que si yo no puedo elegir libremente mi realidad y
vencer as la necesidad que me determina, debera elevar formalmente esta misma
necesidad a algo libremente asumido por m? O como dijo Wagner, la gran nmesis de
Nietzsche, en El Crepsculo de los Dioses: El miedo a la cada de los dioses no me aterra,
/ ya que ahora yo lo quiero as! / Lo que una vez resolv en la desesperacin, / en la
angustia salvaje del conflicto, / ahora lo har libremente, de buena gana y con alegra. Y
no se apoya la posicin spinoziana en la misma identificacin resignada? No se halla
Spinoza, por lo tanto, en el extremo opuesto de la esperanza judeo-levinasiana-derrideana-
adorniana de la Redencin final, de la idea de que este mundo nuestro no puede ser todo lo
que hay, la Verdad ltima y definitiva, sino que deberamos atenernos a la promesa de
alguna Otredad mesinica?
El rasgo final en el que culminan todos los anteriores es la suspensin radical, por parte de
Spinoza, de cualquier dimensin deontolgica, es decir, de lo que habitualmente
entendemos por el trmino tica (las normas que nos prescriben cmo deberamos actuar
cuando tenemos una opcin), en un libro llamado tica, lo que sin duda es todo un logro
por s mismo. En su famosa lectura de la Cada, Spinoza afirma que Dios tuvo que
pronunciar la prohibicin No debis comer la manzana del rbol del Conocimiento!
porque nuestra capacidad de conocer la conexin causal verdadera era limitada; a aqullos
que saben habra que decirles: La comida del rbol del Conocimiento es peligrosa para
vuestra salud. Esta traduccin completa de la prescripcin en forma de declaraciones
cognoscitivas desubjetiviza una vez ms el universo, e implica que la libertad verdadera no
es la libertad de eleccin, sino la comprensin verdadera de las necesidades que nos
determinan aqu est el paso clave de su Tratado Teolgico-poltico:
// las afirmaciones y las negaciones de Dios siempre implican la necesidad o la verdad;
de modo que, por ejemplo, si Dios hubiera dicho a Adn que l no deseaba que Adn
comiera del rbol del conocimiento del bien y del mal, esto habra implicado la
contradiccin de que Adn debera haber sido capaz de comer del rbol, y al mismo tiempo
habra sido imposible que hubiera comido de l, ya que la orden Divina habra implicado
una necesidad y una verdad eternas. Sin embargo, puesto que las Escrituras relatan que
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Dios dio realmente esta orden a Adn, y que sin embargo Adn comi del rbol, debemos
deducir forzosamente que Dios revel a Adn el mal que se seguira con seguridad si l
fuera a comer del rbol, pero no le revel que dicho mal ocurrira necesariamente. As fue
que Adn tom la revelacin no como una verdad eterna y necesaria, sino como una ley es
decir, como una orden seguida de un beneficio o de una prdida, un resultado que no
dependa necesariamente de la naturaleza del acto cometido, sino nicamente de la
voluntad y el poder absoluto de algn potentado, de modo que la revelacin antes
mencionada fue nicamente con relacin a Adn, y nicamente por su falta de
conocimiento una ley, y Dios fue un legislador y potentado, por as decir. Por la misma
causa, es decir, por la falta de conocimiento, el Declogo fue con relacin a los hebreos
una ley. // Concluiremos, por tanto, que Dios es descrito como un legislador o prncipe, y
es considerado justo, misericordioso, etc., simplemente como una concesin al
entendimiento popular y a la imperfeccin del conocimiento popular; que en realidad Dios
interpreta y dirige todas las cosas simplemente por la necesidad de Su naturaleza y
perfeccin, y que Sus decretos y voliciones son verdades eternas, y siempre implican
necesidad. [6]
Dos niveles se oponen aqu: el de la imaginacin/opinin y el del conocimiento verdadero.
El nivel de la imaginacin es antropomrfico: tenemos una narracin sobre agentes que dan
rdenes que nosotros somos libres de obedecer o desobedecer, etc.; Dios mismo es aqu el
prncipe ms alto que dispensa piedad. El conocimiento verdadero, por el contrario, ofrece
el nexo causal absolutamente no antropomrfico de las verdades impersonales. Uno se
siente tentado de decir que Spinoza des-judaza a los judos mismos: extiende la
iconoclastia al propio hombre no slo no pinta a Dios a imagen del hombre, sino que
no pinta al mismo hombre a imagen del hombre. En otras palabras, Spinoza da aqu un
paso ms all de la advertencia habitual de no proyectar sobre la naturaleza conceptos
humanos tales como objetivo, piedad, bien y mal, etc.: no deberamos emplear
tampoco estos conceptos para concebir al propio hombre. La frase clave en el pasaje citado
es: nicamente por falta de conocimiento el entero dominio antropomrfico de la ley,
la prescripcin, el orden moral, etc., est basado en nuestra ignorancia. Lo que Spinoza
rechaza as es la necesidad de lo que Lacan denomina Significante Amo, un significante
reflexivo que llena la falta misma del significante. El propio ejemplo supremo de Spinoza,
el de Dios, resulta aqu crucial: cuando es concebido como una persona poderosa, Dios
simplemente encarna nuestra ignorancia de la causalidad verdadera. Habra que recordar en
este punto conceptos como los de flogisto o el modo asitico de produccin de Marx o,
incluso, la sociedad postindustrial tan popular hoy en da conceptos que, aunque parecen
designar un contenido positivo, simplemente sealan nuestra ignorancia. El esfuerzo
inaudito de Spinoza consiste en pensar la tica misma fuera de las categoras morales
antropomrficas de las intenciones, los mandamientos, etc. lo que Spinoza propone es
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en sentido estricto una tica ontolgica, una tica privada de la dimensin deontolgica,
una tica del es sin el debe. (Cul es, entonces, el precio a pagar por esta suspensin
de la dimensin tica del mandamiento, del Significante Amo? La respuesta psicoanaltica
es clara: el supery. El supery est del lado del conocimiento; como la ley de Kafka, no
quiere nada de ti, est ah slo si t llegas hasta l. Es la orden implcita en la advertencia
que vemos hoy por todas partes: Fumar puede ser peligroso para tu salud. Nada est
prohibido, slo se nos informa de una relacin causal. En la misma lnea, la prescripcin
Practica el sexo slo si realmente quieres disfrutar de l! es la mejor manera de sabotear
el placer).
Traduccin: Juan Carlos lvarez
Notas
1. Fue Bernard Bass quien articul detalladamente esta lectura kantiana de Lacan (Ver
Bernard Baas, De la Chose a lobjet, Leuven: Pieters 1998).
2. Baruch Spinoza, A Theologico-Political Treatise and A Political Treatise, Nueva York:
Dover Publications 1951, p. 387.
3. Blaise Pascal, Penses, Harmondsworth: Penguin Books 1965, p. 51.
4. Aqu me baso en Alenka Zupancic, The Ethics of the Real, Londres: Verso 2001.
5. Segn Kant, si uno se encuentra a solas en alta mar con otro superviviente de un barco
hundido, cerca de un trozo flotante de madera que slo puede mantener a flote a una
persona, las consideraciones morales ya no son vlidas no hay ninguna ley moral que me
impida luchar a muerte con el otro superviviente para lograr un sitio en la balsa, puedo
tomar parte en ello con total impunidad moral. Precisamente aqu se encuentra, tal vez, el
lmite de la tica kantiana: y si alguien se sacrifica voluntariamente a fin de dar a la otra
persona una posibilidad de sobrevivir y, adems, est dispuesto a hacerlo por ningn
motivo patolgico? Ya que no existe ninguna ley moral que me ordene hacer lo anterior,
significa esto que dicho acto no posee ningn estatus tico propiamente dicho? No
demuestra esta extraa excepcin que el egosmo despiadado, la preocupacin por la
supervivencia y el beneficio personales, es la presuposicin patolgica silenciosa de la
tica kantiana es decir, que el edificio tico kantiano slo puede mantenerse si
presuponemos silenciosamente la imagen patolgica del hombre como un egosta
utilitario y despiadado?
6. Spinoza, op.cit., p. 63-65