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Colección«PRESENCIA TEOLÓGICA»119922

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Santiago Madrigal, SJ

Sal TerraeSANTANDER - 2012

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Tríptico conciliar:Relato - misterio - espíritu

del Vaticano II

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Imprimatur:X Vicente Jiménez Zamora

Obispo de Santander20-09-2012

Diseño de cubierta:María Pérez-Aguilera

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Impreso en España. Printed in SpainISBN: 978-84-293-2032-9

Depósito Legal: SA-592-2012

Impresión y encuadernación:Grafo, S.A. – Basauri (Vizcaya)

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ÍNDICE

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Introducción. Palabras del Espíritu para el «Año de la Fe» 7Las tres tablas de este tríptico:narración, iniciación, interpretación . . . . . . . . . . . . . . . . . 7Cuatro otoños conciliares en el espíritu del Adviento . . . . . . 10

I. NARRACIÓN

Relato teológico del Vaticano II:el Concilio en el diario de Otto Semmelroth . . . . . . . . . . 151. ¿Cómo llega un teólogo a ser perito conciliar? . . . . . . . . 172. El primer período de sesiones:

la incertidumbre de los comienzos . . . . . . . . . . . . . . . . . 253. El Concilio en camino:

buenos presagios para el segundo período de sesiones . . 394. La tercera etapa:

resistencia y obstrucción a la marcha del Concilio . . . . . 525. El último período de sesiones: cosechar los frutos . . . . . 69

II. INICIACIÓN

El misterio del Conciliosegún Karol Wojtyla-Juan Pablo II:el Vaticano II como «enriquecimiento» de la fe . . . . . . . . 811. «El Concilio Vaticano II ha sido

un gran don para la Iglesia» . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83

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2. La participación de Karol Wojtyla en el Concilio . . . . . 893. El núcleo de las enseñanzas del Concilio:

renovar conceptos, renovar actitudes . . . . . . . . . . . . . . . 1014. El Papa Juan Pablo II

y la aplicación del Concilio Vaticano II . . . . . . . . . . . . . 1385. Conclusión: «el Concilio no quedará como letra muerta» 153

III. INTERPRETACIÓN

Edward Schillebeeckx y el espíritu del Vaticano II:el Concilio como «acontecimiento» . . . . . . . . . . . . . . . . . 1611. E. Schillebeeckx, «teólogo de frontera»:

fuera del mundo no hay salvación . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1632. La gracia y el misterio de un Concilio ecuménico . . . . . 1693. La participación de Schillebeeckx en el Concilio

como asesor del episcopado holandés . . . . . . . . . . . . . . . 1814. Una lectura esencial de los documentos:

a la búsqueda del «espíritu» del Vaticano II . . . . . . . . . . 2155. Mirada retrospectiva final:

«el Concilio fue un compromiso» . . . . . . . . . . . . . . . . . 227

Conclusión. «En el Concilio tenéis que hablar de Dios» . . 239

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NUNCA es fácil elegir el título de un libro. La gravedad de esa de-cisión resuena de forma enigmática en la presentación que Plinio elJoven hiciera de uno de los suyos cuando escribía: Materiam ex ti-tulo cognosces, cetera liber explicabit. O sea: el título da a conocer lamateria, y lo restante ya lo explica el libro mismo. En nuestro caso,se trata de tres visiones del Vaticano II, no en el sentido de tres ver-siones dispares del acontecimiento conciliar, sino de tres aproxima-ciones sucesivas y complementarias al mismo fenómeno, nacidas deuna peculiar combinación de perspectivas diferentes: narración,iniciación, interpretación. Su sentido más profundo queda bien es-clarecido con el símil traído del mundo artístico: un tríptico. Untríptico se divide en tres secciones, en tres paneles tallados y ligadosentre sí por bisagras, con una unidad temática. Además, por lo ge-neral, el panel central es mayor y está flanqueado por otros de en-tidad menor. Por consiguiente, el lector tiene entre sus manos untríptico del Concilio Vaticano II, labrado y conjuntado con una ló-gica y una intencionalidad precisa que hay que seguir declarando.

Las tres tablas de este tríptico:narración, iniciación, interpretación

El primer panel reconstruye la historia del Concilio Vaticano II conla ayuda del diario conciliar del teólogo jesuita Otto Semmelroth(1912-1979), un texto aún inédito redactado en alemán y, en estesentido, primicia para el lector hispano. Se trata, probablemente, deun autor poco conocido para el gran público. Sin embargo, figuraentre los teólogos que han ejercido verdadero magisterio en el Con-

INTRODUCCIÓN:

Palabras del Espíritu para el «Año de la Fe»

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cilio, junto con Congar, Rahner, Lubac, Ratzinger, Daniélou, Che-nu, o Schillebeeckx. El panel central lo ocupa el pensamiento con-ciliar de Juan Pablo II, desde la doble circunstancia que confluye enla personalidad excepcional de Karol Wojtyla (1920-2005): este pa-dre conciliar que accede al solio de Pedro constituye el caso únicode un obispo que ha redactado un comentario de conjunto a la obray doctrina del Vaticano II. De ahí, la riqueza de su reflexión sobreel Concilio Vaticano II que no ha cesado al compás de su largo pon-tificado (1978-2005). El tercer panel está dedicado a la visión con-ciliar del teólogo dominico Edward Schillebeeckx (1914-2009), au-tor de interesantes y detenidas reflexiones acerca del significado delConcilio y de sus textos, para acabar destacando la importancia delacontecimiento sobre el cuerpo doctrinal. Cada uno de estos per-sonajes ha participado de diversa manera en los cuatro otoños con-ciliares, de modo que ofrece su vivencia y resalta determinados as-pectos de ese fenómeno histórico tan complejo y caleidoscópico co-mo fue el Vaticano II.

Conviene subrayar, en segundo lugar, de qué manera estos trespaneles resultan complementarios. El redactor minucioso de undiario sobre el Concilio nos aporta, sobre todo, la base narrativa orelato teológico del acontecimiento. Quien se asoma a sus páginastiene garantizada una oportunidad única de entrar en contacto conla realidad histórica del Vaticano II, con la secuencia de los princi-pales sucesos, con los personajes y protagonistas, con los textos pro-mulgados. Ahora bien, desde su misma condición de teólogo y pe-rito conciliar, que participa en la Comisión teológica, Semmelrothpone en nuestro conocimiento la elaboración y el alcance de laconstitución dogmática sobre la Iglesia, Lumen gentium, que consi-dera como la piedra angular.

La primera vez que Karol Wojtyla aparece citado en el diario deljesuita —he aquí la bisagra de engarce con el segundo panel— ocu-rre con ocasión de la redacción del llamado texto de Ariccia, en ene-ro de 1965, es decir, a la hora de la redacción casi definitiva de laconstitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo de hoy. El padreconciliar devenido papa nos brinda, con un énfasis especial, su vo-luntad de transmitir el misterio del Vaticano II, de modo que nosofrece pistas para una contemplación, iniciación y actuación perso-nal y eclesial de la doctrina conciliar que considera como un enri-quecimiento de la fe cristiana. En esta mistagogía o iniciación al

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Concilio, la constitución pastoral sirve siempre de complementopara explicar el núcleo doctrinal que ofrece la constitución Lumengentium. Por su parte, el teólogo flamenco y asesor del episcopadoholandés, busca la clave de interpretación del Vaticano II desde suhonda preocupación por la validez de la fe cristiana en este mundosecularizado y por la forma de la presencia de la Iglesia en la socie-dad moderna. En esta línea, el Maestro dominico piensa que el es-píritu del acontecimiento es más poderoso que la letra de los docu-mentos, de manera que en la obra conciliar es más decisiva la cons-titución pastoral que la constitución sobre la Iglesia.

En suma: relato, misterio, espíritu. Éstas son las tres palabrasque sustancian y espejan el sentido de los tres paneles que compo-nen este tríptico del Vaticano II en las mutuas imbricaciones queestablecen narración, iniciación, interpretación. Estas páginas sonuna invitación a considerar el desarrollo y la doctrina del Concilio,el acontecimiento y sus documentos, como palabras del Espíritu.Hasta tres veces se lee en el capítulo segundo del libro del Apoca-lipsis esta sentencia: «El que tenga oídos, que oiga lo que dice el Es-píritu a las Iglesias» (Ap 2,7.17.29). El Vaticano II fue, ante todo, unvolver a retomar la Palabra de Dios. Es una idea del concilio próximaa Juan Pablo II, pero presente también en E. Schillebeeckx. Lo másimportante, decía este «teólogo de frontera», es prestar oído a losacontecimientos de nuestro tiempo, vox temporis, y escuchar estavoz a la luz de la Palabra de Dios, para reconocer en ella la vox Dei,porque «a la Revelación hay que escucharla con oídos jóvenes ynuevos»1. El Vaticano II reflexionó sobre la realidad de la Iglesia ysu misión en el mundo a la luz de la Escritura, que es —como se-ñaló en un memorable discurso el arzobispo oriental N. Edelby—«testimonio del Espíritu», de modo que la Tradición es asimismo«la viva voz del Espíritu en la Iglesia» (cf. DV 8).

Se trata de seguir escuchando la viva voz del Evangelio que porel Espíritu resuena en la Iglesia; para ello hemos recurrido a tres tes-tigos del Concilio Vaticano II. El entrecruzamiento de sus palabras—tal y como acaece en nuestras conclusiones— sirve para replan-tear desde ángulos diversos y complementarios una cuestión que re-

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1. E. SCHILLEBEECKX, La Iglesia de Cristo y el hombre moderno según el VaticanoII, Madrid 1969, 38.

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sulta irrefrenable desde hace algún tiempo: ¿fue el Concilio una pri-mavera para la Iglesia?

Así sonaba la pregunta que se hizo el cardenal Suenens cuandoapenas había transcurrido un trienio de la clausura del Vaticano II.Su lacónica respuesta, «una primavera de finales de febrero y prin-cipios de marzo», se reviste con unas palabras que toma prestadasde A. Gesché para esclarecer el significado de esta metáfora y ofre-cer una interpretación del hecho conciliar de más largo alcance: «Elvalor se encuentra entre la facilidad de los extremos: los de la ciegadimisión ante el cambio y la crispación fixista. El cambio ni debefascinarnos ni darnos miedo»2.

Por lo pronto, siguiendo la senda marcada por el beato JuanXXIII, enseguida se abrió paso esa manera de hablar que asocia deforma connatural el acontecimiento conciliar con una «primavera»eclesial. En realidad, la vigésimo primera asamblea ecuménica de laIglesia católica transcurrió durante los cuatro otoños correspondien-tes a los años 1962-1965. Si bien es cierto que con la primavera aso-ciamos rápidamente las ideas de renacer, resurgir, novedad, nuevoimpulso, no se puede desconocer que el otoño también tiene su fuer-za y su espíritu propios. Quizás convenga revisar para la ocasión el es-tereotipo, en la línea sugerida por Wallace Stevens, Las auroras de oto-ño, un título paradójico —de términos casi antitéticos— para unacolección de poemas3, puesto que si la aurora es lo que comienza, elinicio que va asociado a la luz, el otoño parece situarse en el declinar,en el acabamiento, y, en cierto sentido, en la oscuridad.

Cuatro otoños conciliares en el espíritu del Adviento

«El otoño se acerca con muy poco ruido» —escribió Ángel Gonzá-lez— en un delicado poema que sigue diciendo: «apagadas cigarras,unos gritos apenas, / defienden el reducto / de un verano obstinadoen perpetuarse, / cuya suntuosa cola aún brilla hacia el oeste. / Se di-rá que aquí no pasa nada, / pero un silencio súbito ilumina el prodi-

2. L. J. SUENENS, Recuerdos y esperanzas, Valencia 2000, 161. Cf. S. MADRIGAL,Vaticano II: remembranza y actualización. Esquemas para una eclesiología,Santander 2002, 33-34.

3. W. STEVENS, Las auroras de otoño y otros poemas, Madrid 2012.

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gio: / ha pasado / un ángel / que se llamaba luz, o fuego, o vida. Y loperdimos para siempre».

Curiosamente, luz, fuego, vida, son imágenes para el paso delEspíritu, como en el día de Pentecostés, como en el nuevo Pente-costés que soñara el beato Papa Roncalli. Mas no perdamos esosdías de Concilio para siempre. Quiere este libro recuperar aquelprodigio otoñal y acompañar este Año de la fe con nuevas evoca-ciones de su historia, labrando relatos que ayuden a redescubrir laluz, el fuego y la vida del Vaticano II.

Tiene esa estación del año mil resonancias y sugerencias: unashablan del atardecer de la vida, de la nostalgia oculta en la niebla denoviembre, pero otras tienen también la dimensión de la fecundi-dad que lleva a plenitud la realidad creada, de la cosecha y de la ven-dimia, también de la nueva siembra. Quizás nadie como el poetaRainer M. Rilke ha sabido recoger todos los matices sentimentalesy las variaciones cromáticas encerrados en el vocablo otoño. Por lopronto, otoño es —según dicen sus versos al compás de cancionesviejas— tiempo de ir ultimando las cosechas4. Mucho de lo que elVaticano II tuvo de novedad fue posible como cosecha de lo que sehabía ido sembrado, calladamente, durante la primera mitad del si-glo XX con el movimiento litúrgico, el movimiento ecuménico, elmovimiento del apostolado seglar y con la vuelta a las fuentes bí-blicas y patrísticas. Durante los otoños del Concilio se asiste, noobstante, a un tiempo de maduración, como en el poema Día deotoño, que espera un nuevo florecer y definitivo que lleve la reali-dad a su momento de plenitud, que Rilke convierte en oración:«Señor: es hora. Largo fue el verano. / Pon tu sombra sobre el granreloj solar / Y en los prados deja el viento ya soplar. // Ordena quetardías frutas alcancen su sazón, / concédeles dos días más de solaustral, / aliéntales hasta la perfección, / y penetre así en el vino ás-pero aquel dulzor final»5.

La estación del otoño viene a recubrirse con un momento muyespecial del calendario litúrgico; este tiempo acoge a su comienzo lacelebración de las témporas y se prolonga hasta el fin del año litúr-gico, y todavía bajo el manto del otoño es cuando comienza el Ad-

4. Herbstspaziergang mit Rilke, Ostfildern 2009, 24-25.5. Ibid., 14-15.

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viento a caminar poniendo en marcha un nuevo año cristiano.Tiempo de espera y esperanza, preparación para recibir al Señorque viene y se manifiesta, como recuerdo de su primera venida enla carne, pero también como espera de su manifestación en gloria ymajestad al final de los tiempos, dos dimensiones bien presentidasen ese pasaje de la carta a Tito: «Porque se ha manifestado la graciasalvadora de Dios a todos los hombres, que nos enseña a renunciara la impiedad y a los deseos mundanos y a llevar ya desde ahora unavida sobria, honrada y religiosa, aguardando la feliz esperanza y lamanifestación gloriosa del gran Dios y salvador nuestro, Jesucristo»(2, 11-13).

En palabras de la carta apostólica Tertio millennio adveniente,que Juan Pablo II redactó con vistas a la preparación del Jubileo delAño 2000: «Si buscáramos algo análogo en la liturgia, se podría de-cir que la anual liturgia del Adviento es el tiempo más parecido alespíritu del Concilio. El Adviento nos prepara al encuentro conAquel que era, que es y que constantemente viene (cf. Ap 4, 8)»(TMA 20). Este libro ve la luz pretendidamente en este tiempo li-túrgico y en este otoño que ha acogido en su regazo el «Año de lafe», que se puso en marcha coincidiendo con el cincuenta aniversa-rio de la inauguración solemne del Concilio Vaticano II y conclui-rá en la fiesta que proclama a Jesucristo como rey del universo delpróximo año.

Así lo había estipulado el Papa Benedicto XVI mediante el«motu proprio» Porta fidei, del 17 de octubre de 2011. Por su par-te, la Congregación para la Doctrina de la Fe encauzaba esta cele-bración señalándole una preocupación especial por el redescubri-miento del Vaticano II, así como un recordatorio sobre esa síntesisde su doctrina que quiso ser el Catecismo de la Iglesia Católica quevio la luz en 1992. A estas alturas ya ha tenido lugar en Roma la ce-lebración de la XIII Asamblea ordinaria del Sínodo de los Obisposdedicada al tema de la nueva evangelización para la transmisión dela fe. El beato Juan Pablo II, cuyo relato conciliar ocupa el panelcentral del tríptico que diseñan las páginas de ese libro, dejó dichoque la nueva evangelización había comenzado con el Vaticano II6;además, contempla la doctrina conciliar como un enriquecimiento

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126. Cf. JUAN PABLO II, Cruzando el umbral de la esperanza, Barcelona 1994, 166.

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de la fe. Nuestro objetivo consiste, por consiguiente, en acompañary favorecer ese redescubrimiento del Vaticano II con ocasión de es-te Año de la fe.

Hace algunos años el análisis eclesial de K. Rahner situaba la feen tiempos de invierno. Como veremos la reflexión de E. Schille-beeckx asume el desafío de ese invierno que está viviendo la Iglesiaen medio de la secularización de nuestra cultura. ¿Se puede invertirla tendencia? Son los capítulos de este libro una recreación de las es-cenas conciliares para una renovación eclesial en este otoño y en es-te Adviento. ¿Puede ese espíritu conciliar ayudar a nuestras comu-nidades a soportar los aspectos más negativos del invierno de la fe?Los versos de R. M. Rilke dan confianza en medio de la concienciade caducidad y de paso del tiempo, en medio de la crisis de creci-miento y de decaimiento, porque cuando caen las hojas y se des-nudan los árboles, entre las ramas se ve mejor el cielo, y, sobre to-do, porque en medio de esta caída sabemos que hay «Uno que sos-tiene en sus manos ese caer con infinita dulzura»7. Por eso la fe cris-tiana anuncia con firme esperanza las auroras del otoño.

En Madrid, a 31 de julio de 2012En la fiesta de S. Ignacio de Loyola

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7. Herbstspaziergang mit Rilke, 18.

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I. NARRACIÓN

RELATO TEOLÓGICO DEL VATICANO II:EL CONCILIO

EN EL DIARIO DE OTTO SEMMELROTH

«Hoy ha sido la partida para el Concilio. El P. Hirschmann, el P.Grillmeier y yo hemos llegado al aeropuerto en automóvil [...].Allí, enseguida, una azafata nos ha conducido desde la ventanillade facturación de Alitalia a una sala especial del gran vestíbulo deespera, en la que se encontraban reunidos unos cuantos partici-pantes en el Concilio. Nada más llegar nos ha saludado un obis-po del Canadá, acompañado por un sacerdote que vestía unifor-me de capellán militar. Fueron llegando otros, como el obispoHengsbach de Essen y el obispo Kempf de Limburg –el obispoVolk, de quien soy teólogo en el Concilio, voló ya ayer–, el obis-po Wehr de Tréveris, el obispo Bolte de Fulda con su obispo au-xiliar, algunos obispos de más allá del Océano, el cardenal de Ríoy, finalmente, también el cardenal Frings; con él llegó el Prof.Ratzinger, así como un buen número de teólogos».

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Con estas palabras, fechadas a 9 de octubre de 1962, se abre el dia-rio conciliar de Otto Semmelroth (1912-1979), un texto mecano-grafiado de 149 páginas que se conserva en el archivo de la Facul-tad de Teología de Sankt Georgen, en Fráncfort. En las páginas desu Tagebuch zum II. Vatikanischen Konzil, este jesuita alemán, naci-do en Bitburg el 1 de diciembre de 1912, ha dejado impresas lasnoticias más relevantes en la marcha del Concilio a lo largo de loscuatro períodos de sesiones (1962-1965). En este año, en que vie-nen a coincidir los cien años de su nacimiento y los cincuenta añosde la inauguración solemne del Vaticano II, estas páginas quierenrendir un merecido homenaje a este teólogo y perito del Concilio,sacando a la luz los preciosos materiales que duermen en las líneasde su aún inédito diario conciliar1.

Nos introducimos en este documento a través de una cuestiónmuy concreta: ¿cómo llega un teólogo a ser perito oficial del Con-cilio? Su narración de las jornadas conciliares nos permitirá perci-bir la importancia que la teología tuvo para los debates y decisionesde la última gran asamblea eclesial.

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1. H.J. SIEBEN, Studien zum Ökumenischen Konzil. Definitionen und Begriffe,Tagebücher und Augustinus-Rezeption, Paderborn 2010, 222. Está anuncia-da la edición del diario de Semmelroth por parte de G. Wassilowsky. Agra-dezco a H.J. Sieben el acceso al documento, que citaré de forma abreviada(«Tagebuch»), añadiendo la página y la fecha del texto original. He traduci-do algunos textos que pueden encontrarse en el original alemán en mi tra-bajo «El Vaticano II en el diario conciliar de Otto Semmelroth»: EstudiosEclesiásticos 87 (2012) 105-164.

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DE entrada, se puede hacer una comparación cuantitativa conotros dos diarios de teólogos, los de Henri de Lubac e Yves Congar,cuya edición ha dado lugar a libros de más de mil páginas2. El dia-rio conciliar de O. Semmelroth es mucho más breve y, por eso, undocumento mucho más directo y apasionante, costumbrista a ratos,devoto e íntimo, con entrañables referencias familiares, salpicadoen otros momentos de interesantes datos teológicos, donde va na-rrando puntualmente y desde dentro el decurso de las sesiones con-ciliares, los conflictos y los debates que le han sido más cercanos. Adiferencia de los dos grandes teólogos franceses, que ya habían sidoenrolados como consultores en la Comisión teológica preparatoria(1960-1962), el jesuita alemán no ha formado parte de ninguna co-misión preconciliar, ni tampoco acude al Concilio como perito ofi-cial. Para él, según el texto de nuestro encabezamiento, todo arran-ca en el aeropuerto de Fráncfort, desde donde viaja a Roma, juntocon los PP. Hirschmann y Grillmeier –la «escuela de Fráncfort» enel Vaticano II–, en calidad de asesor personal del otrora teólogo, elobispo Hermann Volk. En Roma se hospeda en el colegio alemán(Germanicum), donde también residen K. Rahner, con quien va atrabajar codo con codo, y el cardenal Döpfner, figura líder del Con-cilio Vaticano II.

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1

¿Cómo llega un teólogo a ser perito conciliar?

2. S. MADRIGAL, Tiempo de Concilio. El Vaticano II en los Diarios de Yves Con-gar y Henri de Lubac, Santander 2009.

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Su mentor, el obispo de Maguncia, que inicialmente forma par-te del Secretariado para la promoción de la unidad de los cristianospresidido por el cardenal Bea, se ha afanado en obtener el nombra-miento del P. Semmelroth como «perito oficial» del concilio, du-rante un cierto tiempo, y, como enseguida vamos a detallar, en va-no. Desde el interior del diario de Semmelroth el dato que informaal lector de su personalidad teológica es esta noticia del 24 de no-viembre de 1963: «El obispo Schröffer me ha enviado hoy una car-ta con las observaciones de Monseñor Fenton, un peritus america-no muy conservador que lucha en la Comisión teológica contra eluso de la expresión “sacramento” aplicada a la Iglesia. En sus ob-servaciones afirma que mi libro es el primero que ha introducidoesta forma de hablar en el lenguaje teológico, cosa que me honra so-bremanera. El obispo Schröffer me ha pedido una toma de postu-ra breve sobre aquellas observaciones. Enseguida me he puesto ma-nos a la obra y se las entregaré mañana en el aula»3.

Efectivamente, el profesor de Fráncfort es autor de un libro pu-blicado en 1953 con el título Die Kirche als Ursakrament, obra pio-nera para el redescubrimiento de una visión sacramental de la Iglesiaque puede ser considerada en la historia de la eclesiología como unaestación de tránsito entre la encíclica Mystici Corporis de Pío XII y laconstitución sobre la Iglesia, Lumen Gentium, del Concilio VaticanoII4. En todo caso, ese excelente teólogo que fue el P. Semmelroth hapasado casi la mitad del Concilio como asesor privado de un obispo,

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3. Tagebuch, 55-56 (24.Nov.63). Véase: S. MADRIGAL, Tradición jesuítica en ma-teria eclesiológica, Madrid 2010, 46-55. E.M. FABER – M. KEHL, «Semmelroth,Otto», Lexikon für Theologie und Kirche, 9, Freiburg 2000, 455.

4. La obra Die Kirche als Ursakrament (1953) ha sido revisada más tarde. O.SEMMELROTH, «La Iglesia como sacramento de salvación», en: J. FEINER – M.LÖHRER (dirs.), Mysterium Salutis, IV/1. La Iglesia: el sacramento salvífico en lacomunidad cristiana, Madrid 1973, 321-370. Para una valoración, véase: J.MEYER ZU SCHLOCHTERN, Sakrament Kirche. Wirken Gottes im Handeln derMenschen, Freiburg 1992, 121-151. Entre sus publicaciones previas al Conci-lio: Urbild der Kirche: Organischer Aufbau des Mariengeheimnisses (1954); Ichglaube an die Kirche: Erwägungen über das Gottmenschliche Geheimnis derKirche (1959); Vom Sinn der Sakramente (1960); Wort Gottes. Wesen undHeilsbedeutung der biblischen Inspiration (1961); Wirkendes Wort: Zur Theo-logie der Verkündigung (1962).

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y su diario es antes que nada el espejo de la colaboración entre obis-pos y teólogos, entre magisterio y teología. Según el reglamento delConcilio, se distinguían varias categorías: peritos conciliares, peritosprivados y auditores (u observadores laicos). Al hilo de la narraciónpersonal de este jesuita vamos a destilar cómo un teólogo privado,asesor del obispo Volk, se convierte en perito oficial del Concilio5.

De entrada, resultará sorprendente lo que nuestro cronista es-cribe con fecha del 23 de octubre de 1963, cuando ya casi habíatranscurrido un mes del comienzo del segundo período de sesiones:«Hoy estuve por primera vez en el aula conciliar. Ha sido una vi-vencia emocionante ver el Concilio reunido. Aunque las delibera-ciones han sido muy aburridas»6. La pregunta cae por su peso: si lamarcha del Concilio se juega fundamentalmente en las interven-ciones y en los debates de los obispos en el aula durante las Con-gregaciones generales, ¿con qué tipo de información ha podidocontar este teólogo? Aparte de las filtraciones de lo que iba ocu-rriendo intramuros de la Basílica de S. Pedro, nuestro cronista se-ñala dos fuentes. Se trata, por un lado, de la información que le su-ministra el obispo Volk, que le pide casi a diario que realice traba-jos para él y le prepare el texto de intervenciones para el aula. La ta-rea consiste en concebir un texto y de traducirlo al latín, preparan-do breves intervenciones sobre cuestiones precisas en el tiempo es-trictamente fijado, con el reto sobreañadido de lograr una formula-ción que resulte convincente en el aula. El obispo Volk se ha mos-trado muy activo desde el primer momento, preocupado por el des-tino del esquema sobre la reforma litúrgica; nuestro perito le pre-para también materiales para los trabajos en el Secretariado de Bea7,

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5. Esta distinción entre «peritos conciliares», «peritos privados» y «auditores»(u observadores laicos) se hacía en los artículos 9, 10 y 11 del capítulo V delReglamento del Concilio, que trataba la cuestión «De theologis, canonistisaliisque expertis nec non de auditoribus». Cf. K.H. NEUFELD, «Obispos yteólogos al servicio del Concilio Vaticano II», en: R. LATOURELLE (ed.), Va-ticano II. Balance y perspectivas. Veinticinco años después (1962-1987), Sala-manca 1990, 65-84.

6. Tagebuch, 47 (23.Oct.63).7. Tagebuch, 13 (31.Oct.62). Véase: M. VELATI, «Le Secrétariat pour l’unité

des Chrétiens et l’origine du décret sur l’oecuménisme (1962-1963)», en:M. LAMBERIGTS – CL. SOETENS – J. GROOTAERS (eds.), Les CommissionsConciliaires à Vatican II, Louvain 1996, 181-203.

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y estudia los documentos que van a ser discutidos en el aula, comoel esquema De unitate ecclesiae8.

Además, cuenta con otra importante fuente de información, se-gún anota el 16 de octubre de 1963: «Parece existir una posibilidad deque yo pueda entrar en el aula. Hasta ahora no lo he echado en falta,pues el P. Pfister me proporciona una buena información después delas sesiones. Y aun cuando recibiera una autorización, no siempre po-dría acudir allí, pues esto sobrepasaría mis fuerzas. Pero sería buenopoder asistir de vez en cuando»9. En estas frases quedan apuntadas tan-to la información sobre la precaria salud del P. Semmelroth, que pa-dece una fuerte diabetes que merma sus fuerzas y castiga un cuer-po que apenas ha alcanzado medio siglo de vida, como un deseolarvado de poder asistir al aula y presenciar el desarrollo de las Con-gregaciones generales en vivo y en directo. La realización de este de-seo depende en muy buena medida de la obtención de ese status de«perito» oficial del Concilio Vaticano II.

Este deseo no aparece sino muy discretamente en las anotacio-nes del primer período de sesiones. Cuando Monseñor Volk le con-firma que el Secretariado para la unidad de los cristianos va a fun-cionar como una Comisión conciliar10, le indica que cada obispopodrá llevar a las sesiones a su teólogo, aun cuando este no sea pe-ritus. Tenemos que vérnoslas con un hombre sencillo, piadoso, queno hambrea la fama ni el vano honor de este mundo, sino que tra-baja como fiel escudero del pastor maguntino, al servicio de la con-ferencia episcopal alemana e incluso de Rahner11. A menudo trabajacon el joven perito y asesor teológico del cardenal Frings, ProfessorRatzinger. Pero también lamenta, a veces, estar en off-side respectode la marcha del Concilio y por eso se alegra cuando Volk le pide

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8. Tagebuch, 10 (23.Oct.62).9. Tagebuch, 45 (16.Oct.63). El P. Paul Pfister, SJ (1906-1994), profesor ale-

mán en la Facultad de Teología de la Universidad de Sofía, es el teólogo delcardenal Doi, de Tokio y, como Semmelroth, reside en el Germanicum (cf.Tagebuch, 1 [9.Oct.62]).

10. Tagebuch, 8 (20.Oct.62).11. Tagebuch, 17 (12.Nov.62): «Por la tarde el P. Rahner me pidió que le ayu-

dara a redactar un texto para el cardenal König, [...] Es natural que le ayu-de, aun cuando esta ayuda se limite prácticamente a copiar lo que él haredactado».

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ayuda sobre los temas que ocupan el centro de los debates concilia-res, aunque el esfuerzo le lleve al agotamiento físico12.

El obispo de Maguncia le confirmó su intención de seguir con-tando con sus servicios durante el segundo período de sesiones. Sinembargo, la situación era un tanto descorazonadora en aquel mo-mento, tal como se desprende de esta anotación del 30 de septiem-bre de 1963: «A mediodía telefoneó el obispo Volk. En primer lu-gar, me comunicó con cierta tristeza que hoy se ha dado a conocerque no habrá nombramiento de nuevos periti. Debo, pues, renun-ciar a ello. Pero no es malo. Bastante trabajo tengo para el Conciliocon el que me procura el obispo. Me ha pedido que me reúna conél para una conversación. Hemos comentado algunos complemen-tos al esquema de la Iglesia. [...]. Además hemos formulado una in-tervención del obispo en el que se reclama la inclusión de un capí-tulo sobre la escatología y en conexión con María y los santos. Vol-ví enseguida a casa para traducírselo»13.

Sin embargo, pronto se abrieron nuevas posibilidades: «Estamañana –corría el día 17 de octubre de 1963– me ha telefoneadoel obispo Volk para comunicarme que, efectivamente, ha sido nom-brado miembro de la Comisión teológica. Es un motivo de alegría,aunque ello conllevará probablemente mucho más trabajo para mí.Él explicaba y decía que no iría a la Comisión sin peritus. Así qui-zás podré asistir a la Comisión teológica y a sus reuniones. Ello sig-nificaría para mí, naturalmente, un notable incremento de trabajo».Y a renglón seguido añade: «Parece así abrirse un camino para queyo pueda asistir a las sesiones de las Congregaciones generales, qui-zás ya desde la próxima semana»14. Se decía que el parón en el nom-bramiento de periti estaba motivado por un teólogo checo que ha-bía accedido al nombramiento por presiones del gobierno checo so-bre la Santa Sede. Después de estos hechos, lo más fácil había sidofrenar en seco el nombramiento de periti.

Volk ha dirigido un escrito al cardenal Döpfner haciendo cons-tar la importancia de la presencia del P. Otto Semmelroth en el au-la, en razón de su competencia en los asuntos de eclesiología y ma-

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12. Tagebuch, 21 (17.Nov. 62).13. Tagebuch, 39 (30.Sept.63).14. Tagebuch, 46 (17.Oct.63).

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riología que se estaban tratando15. Por ahora, según se lee en lasanotaciones correspondientes al 22 de octubre, ha de contentarsecon una autorización provisional que le permite asistir hasta el 10de noviembre a las Congregaciones generales del Concilio: «Ya esalgo. El obispo Volk quiere ver si puede conseguir mi nombra-miento como peritus»16. Enseguida se aclimató a los trababjos en elseno de la Comisión teológica. «Me parece –anota el 25 de octu-bre– que se acepta de buen grado mi colaboración en la Comisiónteológica. Recae sobre ella mucho trabajo que los actuales periti nopueden abarcar. Estoy dispuesto a ello, y espero en silencio alcanzarde esta manera un nombramiento como peritus que me permitiráasistir de forma duradera a las Congregaciones generales. Tengo unacierta probabilidad»17. Como se ve, ni Volk ni él mismo han desis-tido de la idea.

Otros prelados alemanes también están muy interesados enello. Así lo refleja este apunte del 7 de noviembre: «Por la tarde hetraducido al latín el texto de la intervención del obispo Volk y selo he llevado a su casa. Con este motivo he hecho una visita rápi-da al P. Grillmeier. Estaba trabajando en las enmiendas de la Co-misión teológica; él forma parte de la subcomisión que trabaja so-bre el presbiterado y el diaconado. Me ha dicho que el cardenalKönig había expresado ayer su intención de esforzarse para minombramiento como peritus, para que yo pudiera trabajar en lasubcomisión sobre la mariología, que él preside. ¿Podrá conse-guirlo? En esa subcomisión trabajaría con gusto. El esquema ma-riano merece la pena y no me daría mucho trabajo»18. Mientrastanto cuenta con el pase provisional que le permite el acceso a laCongregación general.

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15. En hoja aparte leemos la carta de solicitud de Monseñor Volk al cardenalDöpfner fechada el 17 de octubre: Ego infrascriptus Hermannus Volk, Epis-copus Moguntinus, peto, ut P. Otto Semmelroth S. J., meus peritus privatus, ad-mittatur ad Congregationes Generales Concilii in Aula celebrandas propter im-portantiam discussionum instantium, in quibus P. Semmelroth optime versatusest. Ejus considium mihi ex hac quoque ratione pretiosissimum erit, quod nu-perrime nominatus sum membrum Comissionis Theologicae Concilii.

16. Tagebuch, 47 (22.Oct.63).17. Tagebuch, 48 (25.Oct.63).18. Tagebuch, 51 ((7.Nov.63).

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Así van pasando los días. Semmelroth siguió acudiendo al aulacon ese permiso. Y ya empezaba a pensarse en el final de la segun-da etapa conciliar. «Hoy por la mañana –anota el 14 de noviembre–me dijo el obispo Volk durante la Congregación general que el car-denal Frings ha hecho un intento para que yo sea nombrado peri-tus. Me alegraría mucho de que así fuera». Esta tentativa del carde-nal de Colonia fue la buena. Y, por otro lado, muy oportuna, yaque las condiciones de acceso al aula se han hecho cada vez más es-trictas, según refiere en la entrada del 20 de noviembre: «En el au-la conciliar se ha reforzado el control. En la logia de los periti solose permite el acceso a los periti con carné del Concilio, de modoque hoy me tuve que quedar en una logia trasera, desde donde sepodía oír todo bien, pero no se veía»19.

Aquel mismo día pudo anotar con satisfacción: «Hoy he vividola alegría de recibir el nombramiento de peritus Concilii. Hoy, des-pués de comer, me ha llegado el documento y el carné»20. Rápida-mente se lo comunicó telefónicamente al obispo Volk, que recibióla noticia con alegría. Frings había conseguido lo que el obispo Volkvenía intentado desde hacía tiempo. En la mañana del 23 de no-viembre el nuevo y flamante peritus Concilii llevó una carta de agra-decimiento a la residencia del cardenal de Colonia, cuando todo elmundo estaba consternado por el horrible atentado que la vísperahabía costado la vida al presidente Kennedy. Aquel nombramientorepresentaba, como tendremos ocasión de poner de manifiesto alexpurgar las páginas del diario21, un reconocimiento de su trayecto-ria académica y teológica, fuera y dentro del Concilio.

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19. Tagebuch, 54 (20.Nov.63). Véase: N. TRIPPEN, Josef Kardinal Frings (1887-1978). Bd. 2: Sein Wirken für die Weltkirche und seine letzten Bischofsjahre,Paderborn 2005.

20. Tagebuch, 54a (20.Nov.63).21. Las 149 páginas del Tagebuch zum II. Vatikanischen Konzil se reparten de ma-

nera bastante equilibrada: las treinta primeras páginas están dedicadas al pri-mer período de sesiones. Al segundo período están dedicadas las páginas 37-60. Las páginas 61-75 informan de la intersesión que transcurre en el primersemestre de 1964. El tercer período de sesiones ocupa un espacio ligeramen-te mayor (76-113). Las páginas 114-120 están dedicadas a la intersesión, a lostrabajos de las comisiones entre enero y abril de 1965. Finalmente, el cuartoperíodo ocupa prácticamente otras treinta páginas (121-149).

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Notemos, para concluir, esa condición característica del diarioconciliar de Semmelroth que guía esta narración de la historia in-terna del Vaticano II: comienzan siendo los apuntes de un peritoprivado que accede al rango de peritus Concilii al final del segundoperíodo de sesiones. Su modo de presencia en las dos últimas eta-pas ha sido más intenso. Con todo, nuestro jesuita, en su situaciónde peritus personalis del obispo Volk, ha estado desde el comienzo altanto de todos los trabajos conciliares en los que se ha implicado elprelado maguntino (ecumenismo, reforma litúrgica, revelación,Iglesia), asesorándole en el Secretariado de Bea y en la Comisióndoctrinal, asisitiendo regularmente –con notoriedad en algunasocasiones– a las reuniones conjuntas de los episcopados alemán yfrancés.

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Desde el punto de vista formal se pueden mencionar otras características.Semmelroth ha ido seleccionando artículos periodísticos que se hacían ecode los acontecimientos conciliares y que incorpora recortados y pegadoscuidadosamente a las páginas de su diario. Muy frecuentemente están to-mados del Frankfurter Allgemeine Zeitung. Una segunda característica es laincorporación de materiales, cartas, convocatorias, lista de los participantesen las diversas comisiones o subcomisiones, empezando por los nombres delos observadores delegados en representación de las otras Iglesias cristianas.

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