SOLEMNIDAD NACIMIENTO JUAN BAUTISTA

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N N A A C C I I M M I I E E N N T T O O S S A A N N J J U U A A N N B B A A U U T T I I S S T T A A Uno que da testimonio con su vida DIOCESIS DE PASTO En estado permanente de Misión

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LECTIO DESARROLLADA POR LA DIOCESIS DE PASTO

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DIOCESIS DE PASTO En estado permanente de Misión

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Ambientación

Seis meses antes del nacimiento de Cristo, la Iglesia celebra el nacimiento del Precursor. A Isabel se le cumplió el tiempo y dio a luz un hijo. El alumbramiento de una mujer constituye un hecho absolutamente normal, aunque resulta gozoso para la familia. Pero este caso presenta un aspecto diferente. Los padres eran ancianos: la mujer, estéril; por eso, dentro de los límites humanos, era imposible una concepción y un nacimiento. Pero ante Dios no existen imposibles y por eso los ancianos han podido recibir el don de un niño.

En el nacimiento de Juan han intervenido dos factores: por un lado, la realidad biológica de los padres que se aman. Y al mismo tiempo, influye de una manera decisiva el poder de Dios que guía la historia de los hombres.

1. PREPARACIÓN : Invocación al Espíritu Santo

¡Oh Dios, que has instruido a tus fieles, iluminando sus corazones

con la luz del Espíritu Santo, concédenos obtener por el mismo Espíritu

el gustar del bien y gozar siempre de sus consuelos.

Gloria, adoración, amor, bendición a Ti, eterno divino Espíritu,

que nos ha traído a la tierra al Salvador de nuestras almas.

Y gloria y honor a su adorabilísimo Corazón que nos ama con infinito amor!

¡Oh Espíritu Santo, alma del alma mía, yo te adoro: ilumíname, guíame, fortifícame, consuélame,

enséñame lo que debo hacer, dame tus órdenes!

Te prometo someterme a lo que permitas que me suceda: hazme sólo conocer tu voluntad.

Amén. (Card. Mercier).

2. LECTURA: ¿QUÉ DICE el texto?

Is. 49, 1-6: «Te hago luz de las naciones» El Siervo de Yahvé expone su propia misión: ha sido llamado desde el seno materno

para hablar en nombre de Dios. Su Palabra es como espada penetrante que escruta y juzga los corazones. Dios está con él, lo protege, aunque la dureza de su misión lo

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obligue a lamentarse del «silencio de Dios». Él es su recompensa. Y le encomienda reunir a los desterrados de Israel, iluminar a todos los, pueblos difundiendo la Palabra de Dios y su Salvación.

Este oráculo, anuncio solemne de Isaías, se aplica -en esta solemnidad- a Juan

Bautista, enviado por Dios para preparar a su Pueblo a recibir al Salvador.

Sal. 139(138): «Te doy gracias por me has escogido portentosamente»

El Salmo 139(138) está organizado así: a) Sublime sabiduría divina (vv. 1-6) b) Omnipresencia de Dios en el espacio (vv. 7-12) c) Omnipresencia de Dios en el tiempo (vv. 13-18) d) Imprecación contra los enemigos (vv. 19-22) e) Súplica final (vv. 23-24) Este salmo constituye una de las perlas del salterio tanto por su belleza literaria

como por su profundidad doctrinal. «Ningún salmo es comparado a éste por la grandeza de sus sentimientos, por la variedad de las figuras y por la profundidad del sentido (Ibn Ezra, judío medieval).

Abriéndose sobre el misterio profundo de sí mismo, el hombre se abre a Dios. Aquel

a quien el hombre cree que tiene que buscar ya está ahí como fuente de vida. «Más intimo a mí mismo que i propia intimidad» (San Agustín).

El tema se presenta en el terreno personal como algo que pasa entre Dios y el

salmista, es decir, entre Dios y cada hombre. El tono dominante es de admiración y alabanza.

«El salmo es un himno. Es el único género adecuado para el tea, pues la admiración

y la alabanza son la reacción, más espontánea del que se adentra a meditar esa presencia omnímoda de Dios, que envuelve todo el hombre, desde su mismo formarse embrionario hasta el cabo de su vida, comprendiendo los más pequeños movimientos de su existencia terrenal» (A. González).

El salmista no puede soportar a los malvados, aquéllos que no reaccionan ante las maravillas de Dios y viven como si Dios no estuviera presente en el mundo.

«Es maravilloso que el hombre sea el microcosmos en el que se realiza el orden, la belleza, el esplendor y la perfección del mundo» (Bahya Ibn, místico judío).

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Hch. 13,22-26: «Viene detrás de mí uno a quien no merezco desatarle las sandalias»

En los Hechos de los Apóstoles, Juan es presentado por Pablo como el precursor

del Mesías, encargado de preparar su venida mediante la predicación de un Bautismo de arrepentimiento. Esta referencia a Juan por parte del libro de los Hechos es para resaltar la dependencia del Precursor con relación al Salvador.

Juan aparece como el último de los profetas. En Juan Bautista confluyen las

esperanzas mesiánicas de Israel. Con él la etapa de la «promesa» desemboca en el «cumplimiento», la nueva economía de la Salvación escatológica (= definitiva) realizada en Cristo y actualizada en la Iglesia.

Lc. 1,57-66.80: «Su nombre es Juan»

EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGUN SAN LUCAS

R/. Gloria a Ti, Señor

57Cuando a Isabel se le cumplió el tiempo del

parto, dio a luz un hijo. 58 Los vecinos y parientes, al enterarse de que el Señor la había tratado con tanta misericordia, se alegraron con ella. 59Al octavo día fueron a circuncidarlo y querían llamarlo como su padre,

Zacarías. 60Pero la madre intervino: –No; se tiene que llamar Juan. 61Le decían que nadie en la parentela llevaba ese nombre. 62 Preguntaron por señas al padre qué nombre

quería darle. 63 Pidió una pizarra y escribió: Su nombre es Juan. Todos se asombraron. 64En ese instante se le soltó

la boca y la lengua y se puso a hablar bendiciendo a Dios. 65Todos los vecinos quedaron asombrados; lo sucedido se contó por toda la serranía de Judea 66y los que lo oían reflexionaban diciéndose:

–¿Qué va a ser este niño? Porque la mano del Señor lo acompañaba. 80El niño crecía, se fortalecía espiritualmente y vivió en el

desierto hasta el día en que se presentó a Israel.

Palabra del Señor. R/. Gloiria a Ti, Señor Jesús.

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RE-LEAMOS EL TEXTRO OPARA I NTERIORIZARLO

«A Isabel se le cumplió el tiempo y dio a luz un hijo» (Lc. 1, 57). Ocho días más

tarde, fiesta grande: se circuncida al niño y se le va a poner un nombre. La imposición del nombre es privilegio del padre. Todos esperan que se lo llame «Zacarias», para perpetuar el nombre del padre, entrado ya en años. Así, el niño quedará inscrito en un linaje; más tarde, también él será sacerdote. Su nombre garantizará su porvenir. Se imaginan que será llamado «Zacarías... como su padre» (Lc. 1,59)... Pedro el padre escribe en una tablilla: «¡No! «Se tiene que llamar "Juan» ("Yohannes" - VIwa,nnhj) (Lc. 1,60), que significa «Dios-se-ha-compadecido»: es el nombre que, sin haberse puesto de acuerdo previamente, impusieron a su hijo Zacarias e Isabel.

La imposición del nombre está rodeada de características mesiánicas. La alegría rebosante es un júbilo propio de los tiempos del Mesías.

¡Maravilloso programa para el que un día descubrirá al Mesías entre sus discípulos! Con Juan nace un mundo nuevo. ¿Podía sospecharlo la montaña de Judá cuando reflejaba los ecos de los festejos lugareños celebrados en torno a Isabel, la mujer bendecida por Dios?

Nueve meses hacía que su anciana madre lo llevaba en su seno, y en los ires y

venires últimos no dejaba de repetir «¿De dónde a mí esta dicha?». El niño había

saltado de gozo dentro de ella, y su presencia, cada día más evidente, era el signo del Dios que obra maravillas. Zacarías continuaba mudo, pero su mutismo había ido transformándose paulatinamente en admiración.

A lo largo de los días, meditaba las palabras recibidas en el silencio del Santuario:

«Le pondrás por nombre Juan...: ¡Dios se compadece!» (Lc. 1, 13).Se llamará

Juan. Como ha sido llamado por gracia, llevará el nombre de la gracia, «para anunciar a su pueblo la salvación».

Los padres, sin embargo, saben que -aun siendo de ellos- el niño es en el fondo un

regalo de Dios y Dios le ha destinado a realizar su obra. Su nombre no significará un

linaje, sino un futuro inesperado. ¡Dios viene! ¡Dios se compadece! «¡Sol naciente que

viene a visitarnos!».

Dios no está en el pasado, sino que abre el futuro. El nacimiento no es una perpetuación de lo que era, sino la audacia de la fe en el porvenir. La gracia de Dios se renueva sin cesar. Juan será el precursor de la gracia, llamando a los hombres a superarse para ir al encuentro de la aventura. Viene nuestro Dios... Para acudir a su cita es preciso ir más lejos.

3. MEDITACIÓN: ¿Qué NOS DICE el texto?

Clave de lectura

Este pasaje del evangelio forma parte de los así llamados «relatos de la infancia»

de Jesús. De modo particular este texto sigue a la escena de la visita de María «a la casa de Zacarías» (Lc. 1, 40) después de la anunciación del ángel mensajero de la nueva creación.

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La anunciación de hecho inaugura gozosamente el cumplimiento de las promesas de Dios a su pueblo (Lc 1, 26-38). El gozo de los tiempos nuevos, que ha llenado a María, inunda ahora el corazón de Isabel. Ella goza por el anuncio traído por María (Lc. 1, 41). María por su parte «proclama las grandezas del Señor» (Lc. 1, 46) porque el Poderoso ha hecho cosas grandes en ella, como también ha obrado grandes prodigios por su pueblo necesitado de salvación.

La expresión «se cumplió el tiempo» nos recuerda que esta realidad no

solamente sorprende a Isabel embarazada, sino que revela también algo del proyecto de

Dios. San Pablo, en efecto, dice que «cuando se cumplió el tiempo, Dios

mandó a su Unigénito, nacido de mujer, nacido bajo la ley para rescatar a aquéllos que estaban bajo la ley, para que recibiésemos, la adopción de hijos de Dios» (Gál. 4,4).

En el evangelio Jesús habla del cumplimiento de los tiempos, especialmente en evangelio el de Juan. Dos de estos momentos son las bodas de Caná (Jn. 2,1-12) y la

agonía en la cruz, donde Jesús proclama que «todo está cumplido» (Jn. 19,30).

En el cumplimiento de los tiempos Jesús inaugura una etapa nueva de salvación. El nacimiento de Juan Bautista estrena este tiempo de salvación. Él, de hecho a la llegada del Mesías, se alegra y salta de gozo en el vientre de Isabel su madre (Lc. 1,44). Más tarde él se definirá a sí mismo como el amigo del esposo (Jesús), que se alegra y goza con la llegada de las bodas con su esposa, la Iglesia (Jn.3,29).

El hijo no se llamará como su padre Zacarías, sino Juan. Zacarías nos recuerda que

Dios no olvida a su pueblo. Su nombre en efecto significa «Dios recuerda». Su hijo,

ahora no podrá ser llamado «Dios recuerda», porque las promesas de Dios se están cumpliendo.

La misión profética de Juan debe indicar la misericordia de Dios. Él, por tanto, «se llamará Juan», o sea, «Dios es misericordia». Esta misericordia se manifiesta en la

visita al pueblo, exactamente «como lo había prometido por boca de sus santos profetas... » (Lc. 1,67-70).

El nombre indica por esto la identidad y la misión del que ha de nacer. Zacarías escribirá el nombre de su hijo sobre una tablilla para que todos pudiesen verlo con asombro (Lc .1,63). Esta tablilla evocará otra inscripción, escrita por Pilatos para ser colgada en la cruz de Jesús. Esta inscripción revelaba la identidad y la misión del

crucificado: «Jesús Nazareno rey de los Judíos» (Jn. 19,19). También este escrito

provocó el asombro de los que estaban en Jerusalén por la fiesta.

En todo, Juan es el precursor de Cristo. Ya desde su nacimiento e infancia él apunta

a Cristo. «¿Quién será este niño?» Él es «la voz que grita en el desierto»

(Jn 1, 23), animando a todos a preparar los caminos del Señor. No es él el Mesías (Jn 1, 20), pero lo indica con su predicación y sobre todo con su estilo de vida ascética en el

desierto. Él entretanto «crecía y se fortificaba en el espíritu. Vivió en regiones desérticas hasta el día de su manifestación a Israel» (Lc.1, 80).

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Preguntas para orientar la meditación y la actualización

- ¿Qué es lo que más te ha llamado la atención en este pasaje y en la reflexión? - Juan se identifica como el amigo del esposo. ¿Cuál es, a tu parecer, el significado

que tiene esta imagen? - La Iglesia ha visto siempre en Juan Bautista su tipo. Él es aquel que prepara el

camino del Señor. ¿Tiene esto alguna importancia para nuestra vida cotidiana?

4. ORACIÓN: ¿Qué LE DECIMOS NOSOTROS A DIOS?

Bendigamos al Señor con Zacarías (Lc. 1, 68-69)

«Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación, en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz».

5. CONTEMPLACIÓN-ACCIÓN: ¿Qué NOS PIDE HACER la

PALABRA?

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Juan Bautista es uno que da testimonio con la vida. La misión del Bautista, del Precursor, no es solamente un anuncio hecho con palabras, sino testimonio encarnado en la vida: es imitación de Jesús y es preparación a su destino de sufrimiento.

Y cada uno de nosotros, llamado según su vocación a preparar el camino al Señor que viene, debe inspirarse, por tanto, en este testimonio con las palabras, con los hechos y con la vida. La vida empleada en la caridad, a partir de la Eucaristía que celebramos, nos hace verdaderamente precursores de Cristo y capaces, en cierto modo, de preparar su venida en el corazón de los hombres y en las diversas expresiones de la vida social: aún en las expresiones de más sufrimiento y dificultad.

Para orar y vivir la Palabra:

«Me has tejido en el seno materno»

Señor, yo te doy gracias porque, durante nueve meses, me trabajaste primorosamente en el seno de mi madre. Tú tejías con inmenso cariño, mis nervios, mis venas, mis articulaciones. Tú fuiste el autor de todas las maravillas de mi cuerpo: la maravilla de mis ojos, la maravilla de mis oídos, la maravilla de mi cerebro, la maravilla de mi corazón. ¡Qué obra de artesanía! ¡Qué bien lo hiciste todo! ¡Lo bordaste, Señor! Yo quiero amar este cuerpo que tú con tanto mimo y cuidado trabajaste en el seno de mi madre. Quiero cuidarlo y protegerlo. Quiero convertirlo en Templo tuyo. Y quiero que, desde ese mismo Templo, se eleve hasta ti un himno de adoración y de alabanza.

Adoremos juntos la misericordia y la bondad de Dios repitiendo en silencio:

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.

Algunas preguntas para meditar durante la semana:

1. ¿Siento que Dios me circunda y me rodea por todas partes? En caso afirmativo, ¿cómo reacciono ante esta presencia arrolladora de Dios?

2. Mi grupo cristiano, ¿tiende a huir de los compromisos y exigencias del evangelio? ¿Dejamos a Dios que sondee y escrute nuestras acciones?

3. ¿Sé dar gracias a Dios por tanta gente.

P. Carlos Pabón Cárdenas, CJM.