sostenibilidad 2.0 Introduccion

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A Gabriel Griffa y Mateo Goretti, por su confi anzaA Carlos Lamarca y Fernando van Peborgh, por su amistad

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SOSTENIBILIDAD 2.0Empresas y ciudadanos en red

frente a los desafíos planetarios

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Web Sostenibilidad 2.0:www.elviajedeodiseo.com/sostenibilidad.html

Wiki libro Sostenibilidad 2.0:http://www.sostenibilidaddospuntocero.com/wiki

Nuestro blog:www.elviajedeodiseo.blogspot.com

Este libro no es una obra individual sino el resultado de un exhaustivo y apasionado trabajo de investigación, redacción y edición realizado por el Equipo Odiseo.

Equipo Odiseo:Ernesto van PeborghMaría Noel ÁlvarezMaría Eugenia BaliñoSantiago CraigAndresa GuareschiAlejandra ProcupetGabriela Ramos

Colaboradores: Teresa BuscagliaLuciana Malamud

Diseño de tapa e interiores: Mateos Davenport Design.

Traducción al portugués:Lelia Wistak©2007, Ernesto van Peborgh, Buenos Aires, Argentina

Este trabajo se encuentra bajo una licencia

de Creative Commons “Attribution - Non

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Una travesía personal hacia el futuro

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Me siento un observador privilegiado de este tiempo. Y creo que el privilegio obedece, en buena medida, a que algunas decisiones que tomé durante los últimos años me han permitido ver el mundo desde una perspectiva diferente.

El año 2004 fue muy especial para mí, quizás el más importante de mi vida. Por entonces cumplía dos décadas en la actividad fi nanciera, cuyo margen de efi cacia —ge-nerar 35% de tasa de retorno para inversores institucio-nales— se había convertido prácticamente en el mantra de mi identidad profesional. Después de iniciar mi carrera en el Citibank, había integrado como director fi nanciero el grupo fundador del Exxel Group, al que renuncié para crear mi propia empresa, AVP (Argentine Venture Partners). Mi trabajo y mi compromiso consistían, hasta ese momento, en crear valor económico sin considerar las diversas formas de impacto social y ambiental que mi actividad generaba.

Sin embargo en 2004, en apariencia guiado sólo por mi intuición, decidí dejar la actividad fi nanciera y emprender otro camino. Como quien transita una autopista, encendí la luz de giro y tomé el carril de la derecha, anunciando que bajaría en la próxima salida. Tenía 44 años, tres hijos y una vasta experiencia en “private equity”, una especialidad que me había abierto las puertas de las aulas en Harvard y de imponentes ofi cinas en Wall Street. El éxito económico había acompañado mi trayectoria pro-fesional. Sentía, no obstante, la necesidad de emprender algo distinto: una actividad que aportara valores diferentes a mi vida personal y a la sociedad.

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Primera ola: la revolución de los valoresLa primera salida de esa autopista vertiginosa con la que hoy comparo mi pasada vida laboral, la encontré en la realización cinematográfi ca. Decidí contar la historia de Agostino Rocca, José Luis Fonrouge y Germán Sopeña: un empresario, un montañista y un periodista unidos por su fascinación por la Patagonia, ese territorio mítico e inex-plorado que pronto se convirtió también para mí en una obsesión. Círculos de piedra es un documental que relata la expedi-ción de un grupo de familiares y amigos en homenaje a esos tres hombres fallecidos en un accidente aéreo en 200, cuando volaban hacia el Parque Nacional Los Glacia-res, para izar una bandera argentina como lo había hecho el perito Francisco P. Moreno 124 años antes.

Al igual que les sucedió a Rocca, Sopeña y Fonrouge en sus viajes a la Patagonia, la travesía para escalar el Cerro—que bautizamos “Homenaje”— y la fi lmación de esta película ampliaron mis horizontes. Entendí que había recibido una antorcha que debía mantener encendida: la que hacían fl amear estos tres hombres asombrosos y con fuertes valores.

En ocasión del estreno del fi lm en el Malba de Buenos Aires, varios empresarios expresaron su deseo de pro-mover un diálogo entre padres e hijos en torno de los te-mas que se desprendían de Círculos. Este acontecimiento me movió a refl exionar: si contando la historia de estas tres personas, logramos generar un debate sobre valores humanos, ¿qué pasaría si contáramos las historias de las personas que están cambiando el mundo?

Me habían hablado ya de los emprendedores sociales y de las iniciativas que llevaban adelante con esfuerzo y dedicación.

Conocía la labor de personas como el fi lántropo y ex in-dustrial suizo Stephan Schmidheiny, fundador del WBCSD (Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sosteni-ble) y de la Fundación Avina, quien a través de sus empren-dimientos apoya a los líderes sociales y sus organizaciones que buscan mejorar la situación de sus comunidades. Me propuse entonces conocer y entender a estos líderes.Saber quiénes eran, dónde y con quiénes trabajaban aquellos que estaban liderando a la humanidad hacia una revolución en los valores. Pero, fundamentalmente,quise saber qué los inspiraba a intentar ese cambio.

Motivado por los logros de estas personas y el trabajo en esta misma área de Bill Drayton, el creador de la orga-nización Ashoka y mi segundo referente en el campo de los emprendedores, realicé el documental Faros, señales de cambio en América Latina. Mi objetivo era difundir la labor de los muchos individuos que se esfuerzan incasablemente para luchar contra la pobreza y la inequidad.

Faros me dio la oportunidad de recorrer los barrios mar-ginales de la Argentina y de conocer a Fabián Ferraro, el fundador del asociación civil Defensores del Chaco, que utiliza el fútbol callejero como metodología para la inclu-sión social de casi 1.500 niños y adolescentes en situación de riesgo. Esta película también me llevó hasta un pue-blo en selva de la Amazonia Boliviana, donde los chicos aprenden música barroca y hacen sus propios instrumen-tos gracias al trabajo de Rubén Darío Suárez Arana. Pude descubrir a personas admirables como Rodrigo Baggio, un joven carioca que en 1995 creó el CDI (Comité para la Democratización de la Informática), responsable de 376 escuelas de computación en Brasil, Colombia, Chile, Méxi-co, Uruguay y Japón, que posibilitaron que solo en Brasil más de 600.000 jóvenes dieran un salto sobre la llamada

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“brecha digital”. Y a Bartolomé Silva, un chileno que utiliza la estrategia del Circo del Mundo para darles una oportu-nidad a los chicos en situación de riesgo, al igual que Inés Sanguinetti, quien invita a jóvenes sin recursos materiales a bailar y expresarse, logrando motivarlos con el aplauso.La realización de Faros, estrenado en el cierre del colo-quio de IDEA 2005, me permitió también entender que mientras en el sector empresarial primaba la competencia, el individualismo y la desmotivación, en el “otro lado”, en el supuesto lado de los “excluidos”, existía belleza, moti-vación, colaboración y reconocimiento de los logros, en especial de aquellos alcanzados en forma colectiva. Comencé a preguntarme entonces cuál era el mundo que me gustaría dejarles a mis hijos y hasta qué punto tenía sentido seguir generando valor económico sin atender a otros aspectos imprescindibles para preservar la vida. ¿Era posible cambiar el mundo transformando los valores que motivaban los actos del hombre? Mis experiencias recien-tes acababan de demostrarme que sí, que había muchas personas trabajando para construir un futuro nuevo. Poco a poco, el deseo de sumarme a esa tarea colectiva se iba imponiendo.

Segunda ola: el desarrollo sostenibleAnsioso por transmitir a un número cada vez mayor de personas las historias de los emprendedores sociales, con-voqué a empresarios de los medios para difundir la tarea de este silencioso movimiento que crecía a un ritmo entre dos y tres veces más rápido que el sector privado: lo que hoy llamamos la “revolución asociativa global”.Esto me obligó a un brusco cambio de perspectiva: pasé de la favela al lujoso museo personal de Carlos Slim, el dueño de Telmex y Televisa en la Ciudad de México, y al confortable despacho de Ricardo Salinas Pliego, propie-tario de TV Azteca. Aunque no encontré el entusiasmo

que esperaba, no bajé los brazos, ya que algunas perso-nalidades relevantes del mundo corporativo decidieron acompañarme en el proyecto y actuaron como conse-jeros, proporcionándome invalorables direcciones en mi búsqueda. Me refi ero, entre otros, a Manuel Arango Arias, empresario y ambientalista, presidente y creador de la Fundación Mexicana para la Educación Ambiental y de la Fundación Xochitla; Reese Schonfeld, “inventor”, cofunda-dor y primer presidente de noticieros de la cadena CNN; Julio Saguier, presidente del holding periodístico La Nación S.A y de la Fundación Diario La Nación; el empresario Ri-cardo Esteves, copresidente del Foro Iberoamérica; y el in-vestigador, ex profesor de Harvard y autor del best-seller El subdesarrollo está en la mente, Larry Harrison.Al mismo tiempo, otra ola irrefrenable empezaba a trans-portarme como a un surfi sta: la conciencia del desarro-llo sostenible, por la que tanto había bregado Stephan Schmidheiny. En esta segunda “salida” de mi antigua au-topista, conocí empresas como Natura Cosméticos y Patagonia, que habían nacido con la sostenibilidad en su ADN y medían los resultados de sus acciones en términos económicos, sociales y ambientales. Tuve la oportunidad de dialogar con Luiz Seabra y Guillerme Leal y encontrar fi nalmente, en el sector privado, los interlocutores que ha-bía estado buscando. A medida que mis conocimientos de la sostenibilidad empresarial se profundizaban, dejaba de sentirme un Quijote luchando contra los molinos e iba consolidándose la idea de que la humanidad se encontraba ante un cambio de paradigma cultural que haría historia.

Tercera ola: la web 2.0El año 2006 fue para mí el año del tipping point: el momen-to en que algo inusual que venía observando, empezó a suceder e impactar cada vez sobre más empresas, perso-nas, grupos ciudadanos y gobiernos. Recién entonces tuve

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la certeza de que ese futuro por el que estaba dispuesto a trabajar estaba mucho más cerca de lo que yo suponía o, incluso, ya había llegado. A principios de ese año el Grupo Gerdau y Jorge Paulo Lemann me invitaron a disertar ante un foro de 200 em-presarios latinoamericanos sobre la educación a distan-cia. “Participación” fue la palabra clave que pronuncié en aquella presentación en Salvador, Bahia, para referirme al avance irrefrenable de los nuevos medios de comunicación y en especial de Internet que, en su carácter de aplicación participativa, colaborativa y de creación de comunidades, se estaba revelando como un medio con la capacidad de catalizar el cambio de paradigma cultural. La conclusión surgió, una vez más, de mi campo de acción: mis colaboradores y yo llevábamos un tiempo intentando “colgar” en Internet Círculos de piedra, Faros y otros conte-nidos que habíamos generado. La exploración de alterna-tivas nos llevó a descubrir YouTube en su etapa inicial. Así fue como, después de dos años de buscar un canal a través del cual informar y comprometer a los individuos, organi-zaciones y empresas con el desarrollo sostenible, concluí que la web es su plataforma natural. A mi entusiasmo inicial con la aplicación web 2.0 le siguió una exhaustiva investigación y experimentación de sus he-rramientas. Pese a la admiración que me produjeron sus maravillosas disrupciones, tuve que admitir que la web 2.0 no es una revolución en sí misma sino la plataforma para una serie de revoluciones de pensamiento. Todavía está en una fase temprana y muchas de sus aplicaciones resultan con-fusas para los “inmigrantes digitales” de mi generación. Sin embargo, en diez años, la Net Gen —la generación de los jóvenes que nacieron en la era digital— habrá tomado las riendas de las empresas y la ola nos habrá envuelto a todos.Una vez más, opté por no sentarme a mirar esos cambios desde afuera. No quise ni quiero despertarme una mañana

y descubrir que todo cambió sin haber sido parte de esa transición.

Epílogo (del prólogo)“La única manera de cruzar el desierto es caminando”. Esta frase, que suena algo trillada, la aprendí en la más extrema de las prácticas. En otra de mis “vidas pasadas”, participé en docenas de carreras extremas y maratones. Mi primer Eco-Challenge fue en 2001. Durante ocho días recorrimos 350 km de tierras prístinas y desoladas en Nueva Zelanda. Escalamos montañas, navegamos ríos fu-riosos y atravesamos valles extensos y desiertos. Cuando se camina 22 horas diarias sin detenerse más que para dormir un rato, uno toma contacto con la esencia más intima de la naturaleza humana. No se siente ni frío ni cansancio, sólo la necesidad abrumadora de comer como un poderoso refl ejo animal.

En el año 2004 la pasión por los desafíos me llevó al de-sierto de Atacama. Durante siete días corrimos siete mara-tones en el lugar más extremo del planeta. Con casi 40°C durante el día y –6°C en la noche, cruzamos el desierto de sal por lugares donde jamás se han registrado lluvias y paisajes que nunca habían sido pisados por seres humanos.

Estas carreras buscan resaltar las virtudes del trabajo en equipo. Por eso es obligatorio que lleguen todos: si uno abandona, el equipo es descalifi cado. La consigna es an-teponer el interés del grupo por sobre los de los parti-cipantes y, en ocasiones, esto implica tener que sacrifi car el alimento o el agua para brindárselo a otro que sufre deshidratación, o disminuir el ritmo de marcha a la espera de que un compañero se recupere. Resulta tan conmove-dor el hecho de recibir la solidaridad de los demás como la experiencia de brindarla.

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La posibilidad de experimentar perspectivas extremas —el desierto y la montaña; los intereses individuales y los del grupo; los imperios corporativos y las favelas— me permitió integrar lo que pude aprender en estos años e identifi car algunos valores propios del nuevo paradigma: confi anza, responsabilidad, colaboración y transparencia.

La confi anza que depositan los emprendedores sociales y sus organizaciones en sus proyectos y en la comunidad como artífi ces del cambio de valores. La responsabilidad de muchos consumidores y ciudadanos, cada día más compro-metidos con su tiempo y el planeta. La colaboración que aplica la Net Gen en la web cuando crea colectivamente nuevas realidades. La revolución de la transparencia que implementaron algunas empresas pioneras en sostenibili-dad aun antes de que la sociedad se lo demandara. Esta es la síntesis de una travesía personal que inicié en 2004, el año en que conocí el desierto, murió mi padre y un techo de seguridad se desvaneció para dar lugar a una perspectiva diferente de la vida. En ese mismo año tuve otro hijo, lo que me motivó a replantearme qué mundo estaba construyendo para él, para mis otros tres hijos y sus hijos. Como respuesta, encontré en la comunicación del desarrollo sostenible una motivación inédita. En la Net Gen, una esperanza. Y en la web 2.0, una espacio desde donde comenzar a construir para las empresas, las organi-zaciones sociales y los ciudadanos, en función de esa mo-tivación y esa esperanza.

Con el tiempo, mi visión fue captando el interés de perio-distas y comunicadores que, motivados sus propias tra-vesías individuales, manifestaron una empatía casi natural. Y, pese a haberse formado cada uno en disciplinas afi nes pero diversas —como la psicología, la historia, la fi losofía

y la publicidad—, se integraron en el equipo interdiscipli-nario que llamamos Odiseo y que promovió una inves-tigación afi rmada en mis hipótesis, de la cual este libro constituye apenas un primer esbozo.

Como resultado de ese camino iniciado, hoy me siento, tal como afi rmaba al comienzo de este prólogo, un observa-dor privilegiado de este tiempo. De pie sobre un pico que me permite mantener la perspectiva y mirar hacia adonde voy, sin detenerme. De un lado, veo el mundo de la empre-sa, del poder económico potenciado por la necesidad de resultados y crecimiento. Del otro, un movimiento silen-cioso pero fuerte y de desarrollo vertiginoso, que increí-blemente ha permanecido fuera del radar de los medios, los gobiernos y las mismas empresas. Sus líderes no com-pletaron posgrados en las más costosas universidades ni son poderosos empresarios sino emprendedores preocu-pados por cambiar la realidad, preocupados por la vida y por nosotros –los humanos como especie–, habitantes de una misma aldea global. Personas que, con responsabilidad y confi anza como poderosas motivaciones y únicas herra-mientas, intentan cambiar el mundo y construir un futu-ro mejor. En ambos sectores, tanto dentro de la empresa como entre los emprendedores sociales, están los jóvenes de la Net Gen y las múltiples herramientas de la web 2.0, que es la plataforma natural para transmitir el paradigma de la sostenibilidad.

Estamos en el mejor y en el peor de los tiempos. El cami-no hacia un futuro mejor, si bien se anticipa como largo y sinuoso, estará repleto de descubrimientos sorprenden-tes, algunos de los cuales intento compartir con ustedes en los próximos capítulos.

Ernesto van Peborgh